El libro de la ciudad de las damas (Le Livre de la Cité des Dames, libro terminado en 1405) es quizás la obra literaria más famosa de la poeta francesa Christine de Pizan. Está considerada una obra clave en la querella de las mujeres.
El libro es la respuesta de Pizan al popular Roman de la Rose, de Guillaume de Lorris, que había acabado Jean de Meung. Las afirmaciones que hay en el Roman de la Rose sobre las mujeres son combatidas por Pizan mediante una ciudad alegórica: Pizan defiende a las mujeres citando una amplia gama de figuras femeninas ilustres, que estarán «alojadas» en la Ciudad de las Damas. A medida que Pizan construye su ciudad, nombra a mujeres ilustres para defenderse de los argumentos misóginos vertidos por numerosos y sabios autores. Cada mujer nombrada va a ser un ejemplo de esa contraargumentación.
Estilo
Pizan emplea el idioma francés para componer el libro, pero a menudo usa la sintaxis y las convenciones de estilo latino dentro de su prosa francesa.5 Utiliza el estilo del alegato jurídico,6 que habría conocido por múltiples juicios que tuvo que hacer en defensa de sus intereses y por la convivencia con su esposo, que fue secretario del rey. Así pues, Pizan escribe en defensa de las mujeres utilizando la dialéctica de los escritos jurídicos. También utilizará muchas expresiones coloquiales y rasgos de la lengua hablada:
«¿Qué más decirte, querida?» (parte I, XLVIII).
Estructura
La obra está dividida en tres partes o libros. Cada una de estas partes está dividida a su vez en capítulos: 48, 69 y 19, respectivamente. En cada parte, la autora tiene como interlocutora a una de las damas que se le han aparecido para ayudarle a construir la ciudad que servirá de refugio y defensa a las mujeres virtuosas.
En la primera parte, la Razón (Raison) le ayudará a quitar los juicios negativos sobre las mujeres para construir la ciudad con unos cimientos fuertes y duraderos: las virtudes. Con la Rectitud (Droiture) construirá los muros y los bellos edificios. Con la Justicia la poblará con mujeres ilustres de toda época y condición, con el único requisito de «no ser frívolas ni casquivanas».
Parte I
La parte I comienza con Christine leyendo el Libro de Las lamentaciones de Mateolo, una obra del siglo xiii que trata del matrimonio, y en la que el autor escribe que las mujeres hacen miserables las vidas de los hombres. Al leer estas palabras, Christine se avergüenza de ser mujer:
«Abandonada a estas reflexiones, quedé consternada e invadida por un sentimiento de repulsión, llegué al desprecio de mí misma y al de todo el sexo femenino, como si Naturaleza hubiera engendrado monstruos».
Christine considera entonces que las mujeres han de ser de verdad malas:
«pensaba que sería muy improbable que tantos hombres preclaros [...] hubieran podido discurrir de modo tan tajante y en tantas obras que me era casi imposible encontrar un texto moralizante... sin toparme antes de llegar al final con algún párrafo o capítulo que acusara o despreciara a la mujeres».
Pero, de repente, un rayo de luz le anuncia la presencia de tres damas coronadas: la Razón, la Derechura y la Justicia, que se le aparecen y le dicen que están allí por mandato divino, y le aconsejan que "dé la vuelta" a lo escrito contra las mujeres y escriba a favor de ellas, y cada dama le dirá cuál será su función al ayudarle a construir la ciudad.
La Razón ayuda a Christine a construir las paredes externas de la ciudad, responde a las preguntas de Christine sobre por qué hablan mal de las mujeres algunos hombres, y le ayuda a preparar el terreno sobre el que se construirá la ciudad. Le dice:
«coge la azada de tu inteligencia y cava hondo. Por donde veas el trazado de mi regla, cava un foso profundo. Yo te ayudaré cargando la tierra en cestas que llevaré a hombros».
Construirá la ciudad con «altas y fuertes murallas con anchas y hermosas torres» que nadie podrá derribar. Los materiales son las mujeres del pasado. Así, Semíramis será la piedra clave para la futura ciudad, que reflejará algo de esa viuda heroica, igual que de otras mujeres como Fredegunda, reina de Francia; Blanca de Castilla, madre de San Luis, y Juana de Borbón, viuda del rey Carlos V.
Mientras van trabajando, hablan de temas que le preocupan a Pizan: las causas de por qué los hombres difaman a las mujeres y las múltiples prohibiciones y limitaciones impuestas: a cada uno de los planteamientos, la autora contrapone ejemplos de mujeres que superaron ampliamente esos prejuicios misóginos.
Mujeres nombradas
Estas son las mujeres nombradas en la Parte I:
María Magdalena
Reina de Saba
Fredegunda
Blanca de Castilla
Juana de Borbón
Blanca de Francia
Duquesa de Anjou
Semíramis
Amazonas: Tamiris, Melanipe, Hipólita, Pentesilea
Zenobia
Artemisa II de Caria
Lilia, madre de Teodorico
Camila
Berenice de Capadocia
Clelia
Cornificia
Proba la Romana
Safo
Manto
Medea
Circe
Carmenta
Minerva
Ceres
Isis
Aracne
Pánfila
Timarete
Irene
Iaia
Marcia
Sempronia
La mujer fuerte Véase Proverbios XXXI, 10-31.
Gaia Cirila
Dido
Ops
Lavinia
Parte II
El trabajo de edificación continuará con la dirección de la Derechura, que ayudará a levantar los edificios y las calles.
«Anda: mezcla con tinta este mortero y usa sin reparos esta argamasa, porque yo te proveeré con gran cantidad de ella».
Las conversaciones articulan esta segunda parte, en la que destacan las virtudes femeninas que rigen la ciudad: amor filial, constancia, castidad, fidelidad y amor conyugal. Durante siglos, se ha negado que las mujeres tengan esas virtudes, pero la Derechura pondrá más de setenta y dos ejemplos que desbaraten esa negación.
Christine y la Derechura hablan también sobre la institución del matrimonio, y abordan las afirmaciones de los hombres sobre las malas cualidades que aportan las mujeres a la unión conyugal. La Derechura corrige el concepto con ejemplos de mujeres que amaron a sus maridos y actuaron virtuosamente, y señala que no se ocupará de las mujeres malas «porque no representan la naturaleza femenina, sino a su perversión.» (XIII).
Esta defensa tan apasionada del matrimonio responde a la postura humanista y laica que defendía el matrimonio frente al celibato. Por lo tanto, defender el matrimonio era algo asociado a la defensa de las mujeres.
Otro de los temas fundamentales de esta parte es la educación de las mujeres. Christine misma se pone como ejemplo y argumento. (XXXVI).
Esta parte se cierra con Christine dirigiéndose a las mujeres y pidiéndoles que oren por ella mientras continúa su trabajo con la Justicia para completar la ciudad.
Mujeres nombradas
Estas son las mujeres nombradas en la Parte II.
Sibilas: Sibila Eritrea, la Sibila de Cumas Amaltea
Débora
Isabel
La reina de Saba
Casandra
Basina de Turingia
Carmenta
Teodora
Dripetina
Hipsípila
La virgen Claudina
La Caridad romana
Griselda
Hipsicratea
Triaria
Artemisa I de Caria
Argía
Agripina la Mayor
Julia (hija de Julio César)
Emilia Tercia
Jantipa
Pompeya Paulina
Sulpicia
Mujeres lacedemonias que salvaron a sus maridos de la ejecución
Porcia de Catón
Curia (esposa de Quinto Lucrecio)
Cornelia
Andrómaca
María, madre de Jesús
Estatira II
Bitia
Judit
Ester
El rapto de las sabinas
Veturia
Clotilde
Catula
Santa Genoveva
Hortensia
Novella d'Andréa
Susana
Sara
Rebeca
Rut
Penélope
Mariana
Antonia la Menor
Sulpicia
Lucrecia
Quiomara
Hipona
Mujeres sicambrias o merovingias
Virginia
Octavia
Antonia, hija de Claudio.
Mujeres malvadas: Atalía; Jezabel; Brunegilda de Francia
Florencia la romana
La mujer de Bernabó de Génova
Leena
Dido
Medea
Tisbe
Hero
Gismunda de Salerno
Isabetta de Mesina
La dama de Fayel
La castellana de Vergi
Isolda
Deyanira
Juno
Europa
Yocasta
Medusa
Helena de Troya
Políxena
Claudia Quinta
Blanca de Castilla
Busa de la Cannas pullesa
Marguerite, Madre de la Rivière
Isabel de Baviera
Juana de Armagnac
Valentina Visconti
Margarita de Baviera
María de Berry
Margarita de Borgoña
Isabel de Valois
María de Saboya
Ana de Borbón
Parte III
En la Parte III, la Justicia se une a Christine para «añadir los últimos retoques» a la ciudad, como traer una reina para gobernarla, que será la Reina del Cielo: la Virgen María. Además, la Justicia nombra a Christine 25 santas, mártires en su mayoría, para que acompañen a la Virgen y sean ejemplo de «fuerza y constancia para padecer horrendos sufrimientos en defensa y gloria de su fe» (III).
Concluye su obra Christine con otro discurso dirigido a todas las mujeres en el que anuncia el final de la obra de la Ciudad de las Damas. Les suplica que defiendan y protejan la ciudad y que sigan a su reina, y les dice que la ciudad será su refugio y además un baluarte para defenderse de los ataques de sus enemigos (XIX).
Mujeres nombradas
Estas son las mujeres nombradas en la Parte III.
La Virgen María
Las hermanas de la Virgen María, y María Magdalena
Catalina de Alejandría
Margarita de Antioquía
Santa Lucía
Martina
Santa Lucía, diferente de la anterior
Santa Benedicta
Santa Fausta
Cipriano y Justina
Eulalia
Macra
Santa Fida
Marciana de Mauritania
Eufemia
Teodosiana, Bárbara y Dorotea
Santa Cecilia
Inés de Roma
Águeda de Catania
Cristina de Bolsena
Mujeres que fueron obligadas a mirar mientras sus hijos eran martirizados: Felicia, Julita y Blandina
Marina, virgen
Eufrosina de Alejandría
Anastasia
Teodota
Santa Natalia de Nicomedia
Santa Afra
Mujeres que sirvieron a los apóstoles: Drusiana, Susana, Maximilia, Efigenia, Helena de Adiabene, Plautilla o Plautilia, y Basilisa.
Fuentes
La obra, aunque pueda parecer de carácter enciclopédico, es decir, una acumulatio al estilo de Bocaccio, es más bien una compilatio, muy popular en el siglo XV, procedimiento que consistía en redactar un texto nuevo a partir de otros. Por ello, el conjunto de sus fuentes es muy complejo: Platón, Aristóteles, Cicerón, Virgilio, Ovidio, Suetonio y Plinio el Viejo. También hay alusiones bíblicas, historias marianas y alusiones a autores medievales. Así que no se puede hablar de una única fuente.
El título de la obra parece evocar De civitate Dei, de San Agustín, por el título y por el paralelismo de los autores en su defensa: él, de los cristianos; ella, de las mujeres. Además, cita textualmente el tercer verso del Salmo 87 (86):
«gloriosa dicta sunt de te civitas Dei».
No obstante, su principal fuente de información fue De mulieribus claris (Acerca de las mujeres ilustres), de Giovanni Boccaccio, posiblemente en la versión francesa: Des claires et nobles femmes.39
Este texto fue un tratado biográfico sobre antiguas mujeres famosas. Pizan también citó el Decamerón de Boccaccio en las últimas etapas de La ciudad de las damas. El cuento de Gismunda y el de Isabetta, por ejemplo, se citan como procedentes de esa obra.
Pero es importante señalar que frente a Bocaccio, que defiende el orden natural, Pizan defiende el orden social; de ahí su enumeración de mujeres que han contribuido al progreso de la humanidad.
También se puede ver la influencia de Boccaccio en la postura de Pizan ante la educación femenina. En la historia de Rea Silvia, Boccaccio aboga por el derecho de las mujeres jóvenes a elegir una vida secular o religiosa. Afirma que es perjudicial colocar a las jóvenes en los conventos mientras son «ignorantes, jóvenes» o están «bajo coacción».
Boccaccio afirma que las niñas deben «educarse bien desde la infancia en el hogar de los padres, se les debe enseñar la honestidad y el comportamiento digno de elogio». Luego, cuando crezcan y sepan lo que es, por su propia voluntad algunas «eligen la vida monástica». Boccaccio cree que a las jóvenes se les debe enseñar acerca de la vida y las virtudes antes de que se consagren a Dios.
Si bien no dice que las mujeres deberían tener una educación formal, aboga para que las mujeres tengan voz en sus vidas y el derecho a estar bien informadas sobre su posible futuro. Por lo tanto, la idea de Boccaccio de educar a las jóvenes en la vida secular y religiosa podría haber sido un trampolín para la idea de Pizan de la educación femenina.
Sin embargo, según Margaret L. King y Albert Rabil Jr., la actitud de Boccaccio era «sexista porque elogiaba los valores tradicionales de castidad, silencio y obediencia en las mujeres y representaba a las mujeres en la esfera pública como sufrimiento y como forma de castigo por trascender los límites».
El texto de Boccaccio se usa principalmente para las Partes I y II del libro, mientras que la Parte III depende más de Le Miroir historial (1333), de Jean de Vignay. Ese texto es la traducción francesa de los relatos históricos de Speculum Maius, una enciclopedia que comenzó Vincent de Beauvais después de 1240. De hecho, como le parece imposible enumerar todas las mujeres, dice:
«Si quieres saber más solo tienes que consultar el Speculum Historiale», aunque no nombra al autor. (Parte III, IX).
Se puede establecer también una comparación con la obra de Chaucer La leyenda de las mujeres buenas o La leyenda de las mujeres virtuosas (The Legend of Good Women), que tal vez leyera Christine.
Temas
Hay tres temas principales en el conjunto de historias de La ciudad de las damas:
«la calumnia al sexo femenino, la necesidad de educación de la mujer y el enriquecimiento de la vida espiritual como liberación».
Se agrupan las historias dependiendo del origen de la personalidad o del vicio o la virtud al que estén asociadas de forma común.
Christine quiere hacer tomar conciencia de las mujeres como colectivo que debe crecer dignamente siendo más fuerte en su día a día. Para ello, ofrece esa larga exposición de modelos positivos, como un speculum en el que mirarse, a la manera de los tratados tradicionales de educación.
Proyección
La autora quería que su obra tuviera difusión. Para ello la ofreció a personajes de alto rango. Se conservan 26 manuscritos.