Bibliotecas y mi colección de libros

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Libro de Proverbios, 8 20, de la Biblia. "Yo camino por la senda de la justicia, por los senderos de la equidad."

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jueves, 11 de junio de 2015

260.-Umberto Eco entrevista; Hermann Hesse. .-a



                                    Entrevista Umberto Eco.


  



Clac, clac. El paso de Umberto Eco por las calles de Milán es acompasado por los golpes de su bastón contra el pavimento, mojado por una lluvia suave de otoño. Con ese bastón de sauce, su sombrero modelo Fedora, su gabardina y unos andares nerviosos, Umberto Eco tiene el aspecto de ser un detective clásico que nos guiara por una ciudad de otro tiempo, repleta de conspiraciones, anécdotas y aventuras.
El hombre que, siendo uno de los semiólogos más importantes del mundo, se reinventó en 1980 como novelista con El nombre de la rosa, libro que lleva ya vendidos 50 millones de ejemplares, se dirige a su casa, situada en una de las dos mejores plazas de Milán, frente al imponente Castello Sforzesco, punto de atracción de los turistas y que Eco desmitifica con una simple frase:

“Bueno, es una copia del siglo XIX, como todo el gótico francés”.


Una vez en casa, cuelga sus cosas en el perchero –donde reposan media docena de sombreros y, al lado, muchos más bastones– y, mientras los visitantes se sorprenden del moderno interiorismo, con paredes de color blanco, grandes ventanas diáfanas, muebles de diseño, butacas ergonómicas –“¿qué pasa?, ¿esperaban un monasterio medieval?”–, nos pasea por “el pasillo de la literatura”, una parte de su impresionante biblioteca de 35.000 volúmenes, que se distribuye de modo aleatorio por las dos plantas del domicilio. “Este es el estudio de los ensayos, allá junto al lavabo tengo a los lógicos ingleses”, dice señalando un lugar en el que no reina ningún orden aparente. Pero ¿puede orientarse en este caos bibliográfico?

“¡¿Caos?!”, clama fingiendo indignación. “¡A ver, dígame el nombre de un filósofo!”.

“Mmm... Hume”. Y Eco aparta una butaca giratoria que le había salido al paso y avanza enérgicamente hacia uno de los tres tabiques de estanterías de su despacho, para agarrar un grueso volumen que contiene la Investigación sobre el entendimiento humano del ensayista escocés. “¡Dígame otro!”. Y, así, van apareciendo Aristóteles, Aquino, Wittgenstein... Como si respondieran al llamado de este acelerado personaje al que nadie le echaría sus 83 años.

“Un dicho alemán dice: ‘Aprendo una palabra al día’, y yo las tengo todas aquí”, ríe.

Cansados de que nunca falle localizando sus volúmenes –a veces en los lugares más inverosímiles– le preguntamos:

 ¿nunca ha perdido un libro? “Por lo general, no, tengo muy buena memoria posicional, el drama es cuando yo recuerdo uno de hace treinta años con la portada verde y se ha descolorido y vuelto ya amarilla, en ese caso no lo encuentro”.

Tiene etiquetas temáticas sobre los estantes, “pero todas están equivocadas”, superadas por la constante acumulación. En una cajita guarda su colección de pipas, sobre la mesa de trabajo reposa una lupa, tras unas vitrinas adivinamos manuscritos medievales, y en el salón hay una escultura de Hermes de mármol, unos facsímiles de los evangelios sobre un atril… También pasamos ante un muro que él llama “mi cementerio” porque en él cuelga fotos de sus amigos muertos, como la actriz Franca Rame, esposa de su vecino, el nobel Dario Fo.

 Pero lo que a él le hace más gracia es una viñeta de The New Yorker que ha enmarcado, “la mejor de su historia”: en ella se ve a un niño a quien su madre le dice:

 “No, tú has sido parido, no descargado”.

El escritor conserva también la caricatura que le hizo el dibujante Georges Wolinski, del semanario Charlie Hebdo, asesinado el pasado enero en París, en la que se lee:

 “¡Viva Umberto!”. “Tenía mi misma edad…”, sacude la cabeza. Hay dos ordenadores al lado, uno para su secretaria y otro para él, en el lugar donde escribe sus novelas, aunque confiesa que “no tengo reglas. Puedo pasarme horas escribiendo sentado en el baño, de hecho bastantes veces. Y en mi casa del campo soy aún más productivo, la tengo en Montefeltro, no lejos de Urbino y San Marino, en las colinas, con valles y bosques alrededor, una zona salvaje, huyendo de la Toscana, que es un país de pijos extranjeros.
En realidad, mis mejores ideas me vienen cuando nado, ya sea en el mar o en la piscina. Hay escritores profesionales, como mi amigo Vargas Llosa, que se marcan un horario estricto, escriben hasta las cuatro y luego ven a los amigos, pero yo sería incapaz de hacer una cosa así, tan metódica, soy italiano”.

Muerde tabaco constantemente y su interlocutor llega a temer que, en algún momento, vaya a escupir todo ese material, pero no, por lo que se deduce que acaba tragándoselo.

 “No se asusten, fumé en pipa de los 20 a los 60 años, pero la tenía siempre en la boca y la tuve que dejar. Sé que da una imagen rara esto de mascar un cigarrillo, el otro día una señora me dijo: ‘¿Por qué no lo enciende? Va todo el día con eso en la boca’ y yo le respondí: ‘Señora, ¿no ha tenido nunca usted cosas en la boca sin encenderlas?’”.

En el recorrido por la vivienda, solamente hay una zona vedada:

 “¡No, ahí no se les ocurra entrar! ¡Es el territorio privado de mi mujer. ¡Zona sagrada!”. “Umberto, por favor…”, sonríe, al otro lado, la alemana Renate Ramge, su esposa desde 1962.

Él insiste en que nunca ordenará todo lo que vemos: 


"No quiero que nadie ponga sus manos aquí. En el sótano guardo las cajas con los manuscritos.

Tengo ofertas de las universidades norteamericanas. Un conocido autor italiano, que no quiero nombrar, recibió una oferta de una universidad por el manuscrito de su novela… y él lo había tirado a la basura. ¿Saben qué hizo? Tomó un libro impreso y se lo dio a una secretaria para que lo volviera a pasar a máquina, luego borró muchas líneas, simuló unos tachones y volvió a escribir lo que estaba escrito pero a mano, como si fueran correcciones… y lo vendió por varios miles de dólares, ¿qué les parece? Yo lo dejo todo así, porque ¿qué harían, si no, mis estudiantes cuando me muera? Hay que pensar en dejar trabajo a las generaciones futuras…”.

Umberto Eco lleva más de 40 años viviendo en Milán, la capital editorial de Italia, donde tienen su sede los grandes grupos como Mondadori, Rizzoli o Mauro Spagnol, mientras que Turín y Roma albergan editoriales más pequeñas.
Nació en Alessandria (no la egipcia, sino la italiana) en 1932, y empezó a publicar en 1956, en concreto su tesis doctoral, titulada El problema estético en Tomás de Aquino.

Le seguirían, años después, ensayos míticos como Apocalípticos e integrados (1964) y el Tratado de semiótica general (1975). El éxito que obtuvo en su estreno como novelista, con El nombre de la rosa en 1980 –adaptada al cine en 1986 por Jean-Jacques Annaud, con Sean Connery– le hizo publicar después otras ficciones como El péndulo de Foucault (1988), La isla del día antes (1994), Baudolino (2000), La misteriosa llama de la Reina Loana (2004) o El cementerio de Praga (2010).

Este año ha sacado a la calle Número cero, una sátira ambientada en la Italia de 1992, donde un empresario parecido a Berlusconi pone en marcha un periódico que no se publica, solo cierra números cero, con la intención de traficar con la información y conquistar espacios de poder.

  

¿Cómo era su padre, professore?

Era el director de una empresa que vendía hierro y bañeras. Combatió en todas las guerras: la del 14-18, luego lo enviaron al frente de Libia, y en la Segunda Guerra Mundial. No tuvo una vida fácil.

¿Qué influencia tuvo en su vocación de escritor?

Era hijo de un tipógrafo, y yo he puesto en mi última novela nombres de familias tipográficas a los personajes. Mi padre tuvo 12 hermanos, no podían comprarse libros, y se iba a los quioscos a leer los fascículos de las novelas por entregas, hasta que el quiosquero lo echaba, se iba a otro quiosco y allí leía otro trozo. Colecciono aún libros impresos por mi abuelo. Yo leía en su casa, recuerdo Los tres mosqueteros de Dumas, ilustrado por Maurice Leloir.
Cuando murió, se le quedaron muchos manuscritos por editar en una caja, novelas populares a las que nadie hizo caso. Esa caja terminó en el almacén de mi familia y yo a los 8 o 10 años devoré esos manuscritos, eran aventuras fantásticas.
La otra influencia fue mi abuela materna, una mujer que no tenía educación, tal vez la primaria, pero sí una pasión increíble por la lectura, se iba a las bibliotecas y siempre tenía un montón de novelas en casa. Leía Balzac o Stendhal como si fueran una novela rosa, sin sentido crítico, pero me prestaba esos libros y yo me sumergía en la gran novela francesa a los 12 años.

¿Y su madre?

Mi madre leía revistas, cuentos de las revistas femeninas… Leyó Madame Bovary, de vez en cuando aceptaba esos libros. Pero la verdad es que yo no crecí en una casa rodeada de libros. Ahora, esta tarde, viene mi nieta, que tiene 14 meses, y ella ya podrá decir otra cosa, porque se pone a jugar con mis incunables.

De niño, fue feliz ¿a pesar de la guerra?

Siempre tienes la nostalgia de la infancia. La mía es la de aquellas noches en los refugios antibombardeos, en un sótano muy oscuro y húmedo, fuera se escuchaban las bombas.
Nos despertaban en casa a las tres de la madrugdaa y nos llevaban abajo rápidamente, los padres estaban asustados mientras los niños jugábamos. Para mí es un recuerdo agradable, y hubiera podido morir…

¿Qué quería ser de mayor?

Antes de los cinco años, conductor de tranvía, porque siempre que subía a uno me fascinaba la maleta tan bonita que tenía, con todos los billetes dentro. Mi editora, hace veinte años, encontró una maleta de esas y me la regaló. Luego quise ser oficial del ejército, crecí en la época fascista. Andaba como un soldado por la calle, digamos que hasta los ocho o nueve años.
 Luego ya quise ser periodista. Pero me inscribí en la Facultad de Filosofía, aunque no me veía haciendo carrera universitaria, me parecía algo muy complejo, buscaba trabajo en editoriales con la idea de, a los 40-45 años, hacerse profesor sin mucho compromiso, sin dar muchas clases, como externo, la libre docencia. Pero, en realidad, hice eso a los 29 años.

francia vera valdes

Nadie se cree que un libro de Umberto Eco se lea en dos tardes. Este último, Número cero, no parece escrito por usted…

Mis novelas anteriores eran sinfonías, este es un solo de Charlie Parker. Lo mejor fue la llamada de mi editor francés, que me hizo mucha ilusión: “Umberto, ¡esta novela parece escrita por un jovencito!”. Mis novelas anteriores me tomaron al menos seis años de trabajo cada una, pero esta se basa en experiencias personales, en noticias políticas fáciles de encontrar y solo me ha ocupado durante un año.

¿Tan mala imagen tiene de los periodistas?

Describo un periódico asqueroso, que juega con la información no para publicarla, sino para especular. Por lo general, los periódicos no son así. Pero ilustres periodistas italianos como Scalfari me han dicho: “Umberto, señalas algunos de nuestros problemas más graves, las taras del periodismo de hoy”. Roberto Saviano, tal vez exagerando, ha dicho que es un manual de periodismo. ¿Qué denuncio yo? Si un periódico entrevista al presidente, el poder de influencia de esa entrevista debería ser sobre el público, no sobre las altas esferas, que es lo que está sucediendo. Se hace periodismo para las élites.

El chantaje de hoy no es que yo le digo a mucha gente que usted ha robado, sino que se lo cuento solamente a dos. Voy a la mesa de una persona importante, le cuento la noticia y sugiero que podría contar más. Ahí es donde los periódicos tienen su verdadero poder, no sobre el hombre de la calle que lee el mismo texto de una forma distraída y no se da cuenta de los mensajes en clave.
¿Por qué hay tantos pequeños periódicos que venden muy poco pero reciben subvenciones?
 Porque su función es la de enviar un mensaje privado. Dicen: “Yo sé algunas cosas y podría decir más”, y con eso consiguen favores.

Usted dice que se puede engañar diciendo la verdad. ¿Cómo?

¡Claro! Es lo que hacen los periodistas que activan la máquina del fango, no es necesario lanzar acusaciones muy graves: de asesinato, robo… Si no tienes eso, y quieres desacreditar a alguien, basta una sombra de sospecha sobre el comportamiento cotidiano.

Hay un juez italiano al que destruyeron con una chorrada: lo describieron sentado en un banco, en un parque público, no hay nada malo en eso, pero no se corresponde a la imagen clásica que tenemos del juez. Se dijo que quizás fumaba marihuana como otra gente que iba al parque, que era extraño que estuviera allí con tantos casos pendientes en su juzgado, se puso énfasis en sus calcetines ridículos de colores… Y, hace un tiempo, un periódico que me tenía manía publicó unas insinuaciones sobre mí, dijo que me habían visto comiendo en un restaurante chino, con palillos, y con un desconocido.
Un desconocido para ellos, claro, porque era un amigo mío. Pero lo explicaban de una manera que daba pie a sospechas, porque decir que alguien está con un desconocido te hace pensar en una novela de espionaje, y si hay palillos y chinos de por medio casi puedes ver al Doctor Fu Manchú. Así actúa el ventilador del fango…
En Internet hay páginas que aseguran que usted está a punto de ser padre, que tiene inversiones en restaurantes y en empresas de vodka… Parece que haya creado usted estas webs de noticias falsas como promoción…

¡Ni lo sabía! Una vez se escribió en Wikipedia que éramos 13 hermanos y que me había casado con la hija de mi editor. También se publicó mi muerte, una noticia que considero algo prematura.

Sus novelas anteriores daban pie a teorías de la conspiración, pero ahora parece usted reírse de ellas…

Uno de los periodistas se pregunta: “¿Y si en vez de ejecutar a Mussolini hubieran matado a su doble?”. Todo se basa en detalles de la verdad histórica. La historia de Mussolini me atrae, cuando huía de Italia y le salió al paso su esposa, no quiso ni saludarla, eso es un hecho real, del que el periodista fantasioso extrae la conclusión de que no era el auténtico Mussolini. Mussolini forma parte de mi vida, fui muy amigo de Pedro, el militar que lo arrestó.
Y conocí al coronel Valerio, que lo mató, del cual se descubrió años después quién era, Walter Audisio, que vivía a dos manzanas de mi casa. Mi padre siempre lo saludaba por la calle en Alessandría, aunque no llegaron a ser íntimos.

Se ocupa también últimamente de lo que llama el stay-behind, las operaciones secretas de los Estados…

Es escalofriante ver todos los crímenes que cometen a diario los Estados, pero no solo las dictaduras, sino también los Estados democráticos. No se salva un solo país. Mis personajes de Número cero acaban diciendo que se irán a América Latina.

Pero no será porque no hay allí crímenes…

Sí, pero ellos dicen que al menos allí no son secretos, porque ya se sabe que el narcotráfico forma parte de las estructuras de ciertos Estados. Italia, a principios de los noventa, todavía parecía que podía salvarse, porque empezaban los grandes procesos judiciales contra la corrupción, pero hoy ya está igual que esos países que han asumido como una fatalidad que el crimen se introduzca en las estructuras estatales. Italia asume que el crimen forma parte del Estado, que está ahí infiltrado.

¿En qué año se jodió Italia?, parafraseando a Vargas Llosa…

Hacia 1994, cuando llegó Berlusconi.

¿Aún da clases?

Bueno, voy una vez al mes a Bolonia. Doy alguna, sobre todo conferencias, dirijo la escuela superior que organiza los doctorados. Tengo la necesidad de hablar en público y explicarme, debo calmar esa necesidad.
Dar clases permite darte cuenta de que haber escrito un libro sobre un tema no quiere decir que conozcas bien ese tema, en un libro te quedas tan ancho, dices: “la influencia de Baudelaire en Joyce”, y ya está, pero en clase los alumnos te exigen que se lo aclares bien y así descubres nuevas cosas y planteamientos falsos. Yo ya nunca escribo un libro sobre un tema sin haber dado antes clases sobre eso.

De hecho, su libro más influyente es Cómo se hace una tesis, ¿verdad?

Yo diría que hasta el más leído. Millones de estudiantes lo han usado en todo el mundo como guía para redactar sus tesis. Ahora lo han publicado en Estados Unidos y tiene unas críticas entusiastas, sigue siendo útil en la era de Internet aunque yo la haya escrito a mano. Después de mi muerte, ese será el único libro que me sobrevivirá.

Usted solo ha escrito siete novelas, pero 40 ensayos…

Bueno, 42.

Pero para la gente es un novelista. ¿Le disgusta?

No, porque la mayoría de mis obras se dirige a un público más restringido. Yo escribí mi primera novela tardíamente, cuando salió El nombre de la rosa ya tenía 48 años. Quería editar unos 2.000 ejemplares de ese libro en una pequeña editorial muy selecta, pero me llamaron enseguida el gran Giulio Enaudi y el director de Mondadori para ofrecerme un gran contrato y una tirada de 30.000 ejemplares, sin haberlo leído. Me emocioné y con el dinero de ese adelanto me compré una maleta de cuero, muy bonita, que todavía conservo.

Hay varios editores que cuentan que usted salvó sus editoriales con El nombre de la rosa…

Ah, sí, como Esther Tusquets, que la publicó en español. Cuando empecé con ella, trabajaba allí, en Lumen, Beatriz de Moura, la fundadora luego de Tusquets y su marido; estaban reconvirtiendo una editorial de libros religiosos en otra más literaria, y no fue sino conmigo, y con Mafalda de Quino, cuando empezaron a tener éxito. ¡Ah, Beatriz de Moura era la mujer más guapa de la feria del libro de Fráncfort! Eso es mucho…

¿Qué son los eruditos hoy?

Es una paradoja, pero la verdad es que suelen ser perdedores. Vivimos en un mundo en que el físico que gana el Premio Nobel no sabe nada de la historia de la literatura. Puede haber un corrector de libros que sea un sabio, pero ese conocimiento excelso no le sirve para nada en la vida. Hoy se da un fenómeno de hiperespecialización, que es muy estadounidense.
Así que los grandes sabios son muchas veces empleados de correos a media jornada u oficinistas grises. El otro día le dije a un prestigioso profesor de literatura francesa de una universidad de Estados Unidos que estábamos llegando a un “taylorismo” de la cultura, es decir, que cada uno es capaz de hacer solo una sola cosa. Y me preguntó:
 “¿Qué es el taylorismo, Umberto?”

Pues eso mismo que le pasa a él, que no sabe casi nada de ninguna otra cosa que no sea lo suyo.

Lleva más de 40 años viviendo aquí en Milán. ¿Cómo ve la política en el norte de Italia?

La Liga Norte quería dividir Italia proclamando la independencia, pero ahora se ha unido a los fascistas, nacionalistas italianos, porque el nuevo líder de la Liga es un oportunista, y lo de la independencia ya no resulta prioritario.
Es un hombre sin ideología que se sube al caballo ganador y se está mezclando con la extrema derecha. Cada vez es más difícil saber qué es este partido.

Se ha publicado que prepara usted una secuela de El nombre de la rosa.

No. Sí me lo pidieron, pero dije que no. Fue mi editor en inglés. No le diré la cantidad que me ofreció. Pero ese libro ya está escrito y no hay más que añadir.

¿Perdió la fe estudiando a Tomás de Aquino?

Coincidió, sí, percibí unos problemas político-religiosos que me alejaron de la Iglesia. Mi tesis doctoral la empecé habitando el mundo de santo Tomás y la entregué ya desengañado, cuando ya vivía en otro mundo.
 Eso le da al texto un carácter más rico, porque tiene ambas visiones, desde dentro y desde fuera.

Fue también guionista de televisión…

A finales de 1954, en los inicios de la televisión, la RAI tuvo un nuevo presidente que quiso abrir puertas. Convocaron un concurso para reporteros televisivos, con el fin de renovar las caras. Nos fueron a cooptar a unos cuantos. El filósofo Gianni Vattimo y yo sacamos la máxima puntuación y nos contrataron, sin haber hecho ni siquiera un curso de TV ni nada previamente. Me fui a los tres o cuatro años, pero los que se quedaron llegaron a ser grandes jefes.
Yo me fui al departamento artístico, que hacía la parrilla de programación, era un trabajo muy aburrido, pero que me permitió conocer toda la organización y estructura de la RAI. Entonces había un solo canal, en blanco y negro, pero a las nueve de la noche ponían Shakespeare, Guerra y paz, o Pirandello, y a la gente le iba bien, lo veía.
Ahora veo programas en que gritan y se insultan. La televisión antigua era mejor en eso, casi no había programación basura. Los jóvenes ahora miran más YouTube, no sé si serían capaces de ver una película de Wim Wenders que dura cuatro horas.

¿En qué trabaja?

En cosas filosóficas y semióticas, preparo la edición de todos mis escritos de semiótica, serán unas 3.000 páginas. La semiótica es muy útil, yo la llamé la teoría de la mentira porque hay unos signos que se ocupan de algo que me permite decir lo que hay, pero, aún más, hay otros que me permiten decir lo que no hay y nunca ha estado.
La semiótica es todo aquello que se utiliza para decir mentiras. Otro trabajo enorme que tengo es revisar todas las traducciones de mi nueva novela, y debatir con los traductores de cada lengua.

¿Aún lee cómics?

Solo los antiguos, que compro en los mercadillos, cosas de mis tiempos, porque las novelas gráficas de ahora me parecen demasiado difíciles.

¿Más que esos textos medievales que tiene por ahí?

¡Sin duda! El cómic hoy se ha convertido en un género extremadamente difícil de descifrar.

Este año se celebra la Exposición Universal de Milán, ¿qué va a hacer?

Huir a mi casa de campo. Me corresponde presentar un acto sobre el primer libro publicado en Italia de Cicerón… y luego me iré corriendo

  

Biblioteca personal.

En los últimos años de su vida Umberto Eco gustaba de brindar entrevistas al interior de su departamento de Milán que había adquirido a principios de los años noventa, más precisamente en su biblioteca que a menudo aparece en fotos y videos que circulan profusamente en Internet. Es muy popular un fragmento del video de una entrevista en el que se ve a Eco caminando por los pasadizos y cuartos donde se ubicaban los estantes blancos atiborrados de libros en su biblioteca milanesa.
Durante estas entrevistas y principalmente en el libro Nadie acabará con los libros (Barcelona, Lumen, 2010), Eco brindó varias pistas sobre su colección de libros, su contenido, organización y cuidados. En las siguientes líneas todas las páginas consignadas entre paréntesis remiten a esta obra, en tanto que las citas a otras fuentes se ubican al final de este recuento, elaborado como un pequeño homenaje a poco más de haberse cumplido dos años del fallecimiento de este sabio italiano.

“Bibliotheca semiológica curiosa lunática mágica et neumática”

Eco la llamaba Bibliotheca semiológica, curiosa, lunática, mágica et neumática[ii], porque versaba sobre el saber culto y el saber falso. En otras palabras, coleccionaba “todo lo que tiene que ver con la ciencia falsa, estrafalaria, oculta, y con las lenguas imaginarias”. A Eco le fascinaba “el error, la mala fe y la estupidez” . Además sentía atracción por los libros “con anotaciones de desconocidos”.


Una copiosa biblioteca en dos locales separados

En 2002 Eco afirmaba que había realizado un conteo que había arrojado un total de 30,000 volúmenes en su biblioteca de Milán, cantidad que por exigencia propia no debía ser sobrepasada realizando por ello una selección cada seis meses a fin de determinar los libros que podían ser trasladados a su casa de campo de Monte Cerignone[iii] cerca de Rímini, situada a más de 300 km de distancia de Milán y que en otro tiempo había sido un establecimiento jesuita. En mayo de 2015 Eco calculaba tener 35,000 libros en su casa de Milán[iv] y 20,000 en Monte Cerignone. Eco bromeaba sobre su biblioteca en Milán: “si la robaran necesitarán dos noches para guardar todos los libros y un camión para transportarlos”.

Las adquisiciones

Eco establecía diferencias entre su biblioteca personal y su colección de libros antiguos. Los más de 50,000 libros (la biblioteca personal) eran en su mayoría modernos, comprados a lo largo de los años y también obsequiados. Su colección de libros antiguos sumaban unos 1200 títulos, todos seleccionados y adquiridos por Eco (p. 257) presumiblemente  “después de los cincuenta años” (p. 261) cuando la mejora ostensible de sus ingresos por el éxito literario alcanzado le permite convertirse en un “verdadero bibliófilo” según sus propias palabras. Aunque no lo precisa, es de suponerse que en el grupo de libros antiguos se incluye a la veintena o treintena de incunables de su propiedad.

La distribución de los espacios

En Milán su biblioteca se encontraba repartida a la manera de un pequeño laberinto de estantería de diversas dimensiones que en varios sectores llegaba hasta el techo, y escaleras corredizas adosadas a ella. En Monte Cerignone por lo que se puede apreciar en algunos videos la estantería era de ángulos ranurados en el depósito principal, habiendo también libros distribuidos en otros ambientes colocados en estantes de diversa manufactura.

Organización

Además de los libros propios de su especialidad y sobre la Edad Media, la biblioteca constaba principalmente de las siguientes grandes áreas:

Narrativa
Libros raros o antiguos (exhibidos en grandes vitrinas)
Libros escritos por él y sus traducciones a varios idiomas
Libros escritos sobre él
Libros para regalar y cajas por todas partes
Una sección de “idiotas”
También separó “las obras de ficción, la literatura, los ensayos teóricos, las obras de filosofía, de lingüística, de historia, de sociología, estableció en el sentido de cada sección, un orden cronológico y, para un mismo periodo, se fijó una clasificación alfabética”[v]. En Milán, el lado derecho de cada balda ostentaba un pequeño rótulo que identificaba la materia de los libros que contenía.

Incunables.

Eco declaraba tener “unos 30 incunables” , algunos de los cuales son:

Peregrinatio in terram sanctam, de Bernhard von Breydenbach. Speier, Peter Drach, 29 julio 1490.
Hypnerotomachia Poliphili (1499). Probablemente impreso por Aldo Manuzio
Crónica de Nuremberg
Arbor vitae crucifixae de Ubertino da Casale
Malleus maleficarum de Jacobus Sprenger y Henricus Institoris (1492). Encuadernado por Moisés Cornudo, un judío que trabajaba para los cistercienses y que firma con un Moisés con cuernos.
De civitate dei cum commento de San Agustín (1490)
Cinco incunables encuadernados juntos en un volumen


Otros libros.

Primera edición del Ulises de Joyce en inglés
Otra no especificada autografiada por el mismo Joyce
Un Marinetti
La filosofia nel Medioevo. Dalle origini patristiche alla fine del XIV secolo de Étienne Gilson (de los 50 del siglo XX, cuyas páginas se encuentran friables, aunque con un valor especial por tener anotaciones propias de la época de licenciatura de Eco)
Un Paracelso
De Laudibus sanctae Crucis de Raban Maur (1503)
Monstrorum Historia por Ulisse Aldrovandi (1672)
Corpus hermeticum por Marsilio Ficino (Eco no precisa el año de edición)
Monumenta germania historicae
Un Ptolomeo
Todas las obras de Atanasius Kircher excepto Ars Magnesia. Se menciona especialmente a Turris Babel, sive Archontologia (1679) y Musurgia universalis (1650)
Robert Fludd
Obras de Gaspar Schott, jesuita alemán discípulo de Kircher
De harmonia mundi de Francesco Giorgi (1525)
Offenbarung göttlicher mayestat de Aloysius Gutman
Dos Aristóteles del siglo XVI 
Dos mnemotecnias en español del siglo XVIII
Una colección de obras donde se confirma o niega la autenticidad de Shakespeare
El Mahabharata, tres ediciones en tres lenguas diferentes
Commentarii in libros sex Pedacii Discoridis de Pietro Andrea Mattioli (probablemente una edición de 1560 o 1565)
Cyrano de Bergerac de Edmond Rostand (1897)
Un diccionario de italianos contemporáneos
Grabados sueltos, entre ellos uno a color de Coronelli.
Le avventure di Pinocchio de Collodi, con las ilustraciones de Mussino (1911)
Los novios (I promessi sposi) de Alessandro Manzoni (1827)
La catedral de Joris-Karl Huysmans (1898), con dedicatoria del autor
Sylvie de Gérard de Nerval publicada en la Revue de deux Mondes (1853)
Crusader Castles de Lawrence de Arabia

También conservaba varios catálogos de libreros anticuarios.

Especial estima tenía Eco por las novelas de folletín e historietas: Fantomas, Rocambole, etc. También se menciona a La muerte de Venecia de Mauricio Barres, La Atlántida de Pierre Benoit, Tartarín de Tarascón de Alfonso Daudet;  Rôtisserie de la reine Pédauque, Jocaste et le chat maigre  de Anatole France; La novela de un espahí de Pierre Loti, Afrodita, Las canciones de Bilitis, La mujer y el payaso de Pierre Louÿs, Pel di Carota de Jules Renard. Hasta pornografía: Eco confesaba tener en su casa de campo “tres o cuatro cajas de Penthouse y de Playboy”

La antibiblioteca

La biblioteca de Umberto Eco inspiró al escritor Nassim Nicholas Taleb la idea de la antibiblioteca en su obra The black swan: the impact of the highly improbable, que puede definirse como el conjunto de libros que no hemos podido leer, muchos más numerosos que los ya leídos, pero que se encuentran físicamente allí listos para ampliar nuestros conocimientos. Los libros no leídos, por el potencial que encierran para la investigación, deberían ser más valorados que los leídos, lo que no ocurre en las bibliotecas particulares donde generalmente se valora la cantidad de libros leídos por su propietario como medida de sus propios conocimientos.

De allí la sempiterna pregunta: ¿Ha leído todos sus libros? A lo que Eco contestaba: “No, estos son los que tengo reservados para leerlos al final del mes. Los otros los tengo en mi despacho”.

Verdaderamente su experiencia como lector y profesor universitario le ayudaba a tener una idea cabal del contenido de un libro con sólo ojear sus primeras páginas, entendida como una suerte de “lectura superficial” que no debía ser confundida con la “lectura rápida” a la que aludía humorísticamente Woody Allen en una célebre frase suya: 

““He hecho un curso de lectura veloz y he leído La guerra y la paz en veinte minutos. Habla de Rusia”.

Sin catálogo

Carecía de catálogo, aunque trataba de agruparlos por materias:

 
“un día a mi secretaria se le ocurrió hacer un catálogo de mis libros para registrar su ubicación. Le dije que lo dejara. Si estoy escribiendo un libro sobre La lengua perfecta, consideraré mi biblioteca en función de ello, la colocaré en consecuencia. ¿Qué libros pueden ayudarme mejor sobre este argumento? Cuando termine, algunos volverán al estante de lingüística, otros al de libros de estética, mientras que otros estarán implicados ya en una nueva investigación”
Para localizar sus libros Eco tenía que recordar dónde se encontraban éstos, la «navegación de memoria» de la biblioteca que le permitía “ir a buen puerto, pero también perderse y dejarse llevar».

Miedo al incendio

Según sus propias declaraciones pagaba una crecida suma por seguro contra incendio, en parte impresionado por el incesante trajín de un bombero vecino suyo que atendía emergencias a todas horas.
Si tenía algo que salvar en caso se produjera un siniestro, Eco había manifestado que salvaría su disco duro externo de 250 Gb “que contiene todos mis escritos de los últimos 30 años”, “algunos de los libros antiguos más queridos y el incunable Peregrinatio in terram sancta por sus ilustraciones plegadas.


Los “libros de su vida”

Eco declaró que no existía un libro especial que hubiera marcado su vida. “Yo tengo cientos de ‘libros de mi vida’: los de mis diez años, los de los veinte, los de los cuarenta…y sí podría seguir indefinidamente. Todos esos libros son para mí fundamentales”

“Descarte” de libros

En vista del crecimiento incesante de su colección, Eco solía regalar libros a sus visitantes o a sus estudiantes. En una ocasión regaló las traducciones de sus obras literarias en albanés y en croata a las cárceles italianas.

Qué faltaba en su biblioteca

Además del Ars magnesia de Kircher (1631), a Eco le hubiera gustado tener un ejemplar de la Biblia de Gutenberg y las veinte tragedias perdidas de las que Aristóteles habla en su Poética (p. 133).

La persistencia de la biblioteca frente a lo virtual

Eco manifestó en varias ocasiones que los nuevos medios digitales coexistirían con el libro. El mismo disfrutaba de los beneficios de la tecnología. Pero también mantenía inquebrantable su fe en el impreso. En una entrevista contó cómo había perdido una memoria USB o pendrive que felizmente pudo volver a encontrar. “Es facilísimo perder este pendrive, pero es muy difícil perder toda una biblioteca. El libro da una garantía de supervivencia. Puede bastar un gran apagón para destruir toda mi biblioteca electrónica. Pero yo colecciono libros antiguos. Aquí hay libros de quinientos años, que parecen impresos ayer, de una frescura. Esa es la ventaja del libro, da una mayor garantía de supervivencia. Naturalmente es menos transportable”. No obstante, Eco había experimentado en carne propia el problema de la acidificación de libros:
 “Desde 1870 en que se empezó a elaborar el papel elaborado con pulpa de madera en lugar del papel de trapo, se dice que los libros tienen una vida media de 70 años. Pero los Gallimard de los años 50 han tenido una vida media de treinta años. Tengo ejemplares de éstos que no puedo tomarlos en la mano porque caen en migajas”. 
Las alternativas que por entonces (años 90) brindaba la tecnología en su opinión no eran satisfactorias, pero confiaba que en un futuro se hubiera alcanzado una solución óptima. “Yo no puedo imaginar la manera por la que se puedan escanear ocho o diez millones de volúmenes de una biblioteca, pero, si se han construido las pirámides, seremos capaces de ello”

Su biblioteca post mortem

Consciente del paso de los años, Eco reflexionaba sobre el destino ulterior de su biblioteca:

 “No quisiera que se dispersara. Mi familia podría donarla a una biblioteca pública o venderla en una subasta. En este caso debería venderse, completa, a una universidad. Esto es lo único que me interesa” .
 Haciendo gala de su humor, Eco incluso especulaba que su colección terminaría en China por la abundancia de citas que hacían de sus trabajos en las investigaciones producidas en ese país. De este modo, los investigadores chinos que “quisieran entender toda la locura de occidente” tendrían un recurso a la mano a través de la consulta de su biblioteca.


 (01/02/2021): Según ha publicado en la fecha la Agencia Italiana de Noticias (ANSA), se ha determinado el destino de los libros de la colección particular de Umberto Eco. Así, la parte antigua será destinada a la Biblioteca Nazionale Braidense, y la moderna restante junto a su archivo será cedida en comodato a la Universidad de Bolonia por 90 años.


Itsukushima Shrine.




                                 Hermann Hesse.



  

El lobo estepario y el problema de la identidad


Autor de una obra literaria enorme, Hermann Hesse (1877-1962) fue un autor de doble nacionalidad, alemán y suizo, reconocido con el Premio Nobel de Literatura en 1946.

Por Papel Literario 
-marzo 16, 2024



Por JUAN CARLOS RUBIO VIZCARRONDO

Harry Heller ha sido para mí un compañero en aquellos momentos donde uno solo puede hallar sosiego en aquel cuya alma conoce tormentos similares. La travesía de Harry, protagonista de la novela El lobo estepario de Herman Hesse (1877-1962), por liberarse de una profunda crisis sigue siendo tan impactante como lo fue desde su primera edición en 1927. Ya casi un siglo después resulta fascinante cómo las vicisitudes de Harry ilustran, tanto para generaciones pasadas como contemporáneas, el problema de la identidad.
La trama en El lobo estepario es, de fondo, bastante sencilla: Harry, un hombre maduro e intelectual, se encuentra al borde del suicidio debido, por una parte, a un mundo que simplemente no da la talla con sus ideales y, por otra, a la incapacidad de integrar sus propias contradicciones. En tal estado de cosas, Harry tiene un encuentro fortuito con Armanda, una mujer igual de intelectual, pero excéntrica, que lo lleva a iniciar el camino hacia la liberación. El tono de la historia se caracteriza por sus trazos oníricos, por lo que siempre nos deja pensando qué tanto es real y qué tanto es delirio.

El peso de la novela en comentario realmente está en la inspección que su protagonista se ve forzado a hacer sobre sí mismo a partir de su crisis. Tal examinación revela el conjunto de aspectos psicológicos que lo llevan a sufrir. Estos aspectos podemos denotarlos en dos capas o momentos:
La primera capa, que a su vez es el objeto de la mayoría de la novela, trata de que Harry se ve cercenado entre dos polos de su ser que él entiende como reales. El hombre de espíritu elevado, Harry Heller, y la bestia inmisericorde y egoísta, el titular lobo estepario. A través de tales constructos, Harry no hace más que segmentar sus impulsos vitales y procesos cognitivos en dos categorías antagónicas. Esto podemos describirlo de manera variopinta, pero a un nivel primordial, estos arquetipos, siguiendo El nacimiento de la tragedia de Friedrich Nietzsche, representan, por un lado, a lo apolíneo, razonable y ordenado (llamado así por el dios griego del sol, Apolo) y, por otro, a lo dionisíaco, emocional y caótico (llamado así por el dios griego del vino, Dionisio). Si trasladamos estos arquetipos a otros ámbitos pueden adquirir otros nombres, desde la moral tenemos a lo virtuoso y a lo vicioso, desde el cristianismo tenemos a la santidad y a lo pecaminoso, desde el psicoanálisis tenemos al superyó y al ello, y así sucesivamente.
Harry inicia, gracias a Armanda, su trayecto hacia la libertad a través de la aceptación paulatina de los elementos dentro de sí que él más rechaza. Para Harry, lo apolíneo siempre fue su principal aspiración, un ejemplar de lo deseable. Razón por la cual, para poder empezar en su transformación, como si de un estado intermedio se tratase, este se ve obligado a abrazar al constructo que él denominó lobo estepario. Ese lobo negro en lo más profundo de su corazón que representa lo que Carl Jung denominó la «sombra».
La segunda capa no está explícita propiamente tal en el desarrollo de la novela, pero sí en su final, pues este último es agridulce, dado a que Harry logra integrar al lobo estepario, pero este se percata que su sufrimiento no ha terminado. Por el contrario, él se ve atrapado en la danza circular de una mascarada, por cuanto, al fin y al cabo, sin importar qué tanto se les abrace, los constructos, constructos son. Igual de artificiales. Igual de medias verdades.

Ciertamente El lobo estepario termina dejándonos expectantes de si Harry, después de todo, conseguirá ser completamente liberado. No obstante, en el transcurso del texto, hay indicios para pensar que él sí podrá lograrlo, ya que hay apartados que demuestran, incluso si Harry no lo ve de inmediato, que el problema de la identidad puede ser resuelto a través de dos verdades que son complementarias.
La primera verdad, como lo representa el taijitu, el famoso símbolo del yin (oscuridad) y yang (claridad) en el taoísmo, es que los seres humanos requerimos del contraste para entender el continuo de la realidad en una primera instancia. No hay frío sin calor, no hay humedad sin sequedad, no hay femenino sin masculino, no hay adentro sin afuera, etcétera.
La segunda verdad, también representada en otro nivel en el taijitu, es la superación de los contrarios ya que al final estos no son más que perspectivas sobre una misma y única realidad. Si seguimos al taoísmo, el Tao (el camino) lo abarca todo sin necesidad de hacerlo. Si seguimos al budismo, esto mismo se argumenta al afirmar que la forma es vacío y el vacío es forma.
La conjunción de estas verdades nos lleva a ver que Harry logró entender la primera verdad, pero quedó por verse si entenderá la segunda en complementariedad con lo ya aprendido. Sin negar una cosa por la otra. La lección al final es que debemos aceptar que las definiciones y el lenguaje que las componen, tal cual como Armanda en la novela, solo pueden llevarnos hasta cierto punto. Esto no puede ser de ninguna otra manera si nos percatamos que nuestra identidad, al corresponder con lo contingente y eterno, solo admite descripciones parciales. Debemos imaginarnos que el mismo Harry, tras todas sus vicisitudes, se percató de lo que Oscar Wilde dejó asentado en El retrato de Dorian Gray: 
«Definir es limitar».

  

Las 7 mejores frases de Hermann Hesse.


Las frases de Hermann Hesse son una invitación a la reflexión sobre la vida y la búsqueda de la identidad. Un regalo para todo aquel que quiera profundizar en sí mismo, cuestionarse y descubrirse. Un legado de una gran profundidad psicológica y espiritual que merece la pena leer.

El camino hacia uno mismo.

“La vida de cada hombre es un camino hacia sí mismo, el intento de un camino, el esbozo de un sendero”.

El destino es un camino hacia nosotros mismos. Un sendero que día a día transitamos para conocernos un poco mejor. Algunos no tardan en darse cuenta de ello, otros gastan su tiempo sin apenas percibirlo. Sin duda, una de las frases de Hermann Hesse para recordar cuando nos encontremos perdidos.

El fenómeno de la proyección psicológica

“Cuando odiamos a alguien, odiamos en su imagen algo que está dentro de nosotros”.

Esta es una de las frases de Hermann Hesse que quizá más extrañe al leerla e incluso puede que en algunos de sus lectores provoque rechazo. No obstante, este fenómeno en el ámbito de la psicología se conoce como proyección psicológica. Y se corresponde con la atribución a los demás de las emociones y las carencias propias.
Desde un punto de vista positivo, un ejemplo sería la etapa de enamoramiento en una relación de pareja. En ella, ambos miembros proyectan en el otro rasgos y virtudes que no se corresponden con la realidad. Ensalzan su generosidad, su simpatía o su buen humor. Mientras que desde una visión negativa, la proyección psicológica sucede cuando echamos la culpa a otro para evitar asumir lo sucedido. Por ejemplo, una persona insegura puede castigar a su pareja diciéndole que no le pone las cosas fáciles porque siempre le da muestras de desconfianza, cuando en realidad esto no es así.
La proyección psicológica es un tema complejo. No es nada fácil aceptar que proyectamos en los demás aquello que no nos gusta de nosotros. Conocernos, y sobre todo aceptar nuestras sombras, evitará que seamos actores y víctimas de este tipo de proyecciones.

El valor del esfuerzo.

“Cuando alguien que de verdad necesita algo, lo encuentra, no es la casualidad quien lo procura, sino él mismo. Su propio deseo y su propia necesidad le conducen a ello”.

El esfuerzo es clave para conseguir lo que queremos. Es el motor que nos mueve, junto a la determinación, la ilusión y el deseo. De nada vale soñar si no planificamos, si no establecemos un plan y no buscamos un camino para alcanzar nuestras metas.
Hermann Hesse lo tenía muy claro: quien de verdad quiere algo busca todos los medios para conseguirlo. No hay excusas ni obstáculos posibles para quien se deja la piel en alcanzar su objetivo. Al menos… para intentarlo.
Persona caminando hacia un túnel para representar el nacimiento de nuestro yo

La complejidad de la empatía

“Ninguna persona puede ver y comprender en otros lo que ella misma no ha vivido”.

Ponerse en el lugar del otro no es tarea fácil. Observar el mundo desde su perspectiva, acoger sus sentimientos y actuar conforme a ello es más complejo de lo que parece. En carne propia -¿cuántas veces hemos sentido que nadie nos entendía?- o en ajena -¿cuántas veces, por mucho que lo hemos intentado, no hemos podido encontrar una lógica a la forma de comportarse de los demás o nos hemos equivocado haciendo atribuciones?-.
Creemos que empatizar es ponerse en el lugar del otro y lo es. Pero no desde nuestra visión del mundo, sino desde la suya: desde sus circunstancias, problemas, ilusiones, miedos, etc. Para hacerlo de la forma más exacta posible tendríamos que haber vivido su historia y eso es imposible. Esta es la razón por la que tanto nos cuesta entender y sentirnos comprendidos.

La comunicación liberadora.

Cualquier cosa parece un poco más pequeña cuando se ha dicho en voz alta”.

Esta es una de las frases de Hermann Hesse que más tenemos que tener en cuenta en nuestro día a día. Ahogarnos en el malestar, en los sentimientos negativos y en definitiva, en nuestros problemas nos hace mal. La mejor opción es liberar todo aquello que de algún modo nos hace presos por dentro.
Dar voz a nuestras emociones negativas nos ayuda a desahogarnos, a descargar ese peso que a veces tanto nos cansa y desgasta. Además, expresarnos también mejora nuestras relaciones. Silenciar nuestra opinión es un obstáculo para entendernos con los demás. Un gran muro que pone distancia y hace que los vínculos pierdan complicidad.

La relación entre amor y felicidad.

“La felicidad es amor, no otra cosa. El que sabe amar es feliz”.

Tras muchos años de introspección y contacto consigo mismo, Hesse llego a esta preciosa reflexión. No hay nada como el amor para experimentar felicidad. Para él, nada se compara a este maravilloso sentimiento.
Esta es unas de las frases de Hermann Hesse que más sabiduría y belleza contiene. A través de ella nos manda un profundo mensaje para recordarnos qué es lo más importante. Un llamamiento desde lo más profundo de su ser a la humanidad.

La importancia de reconocer cómo nos sentimos

“No digas de ningún sentimiento que es pequeño o indigno. No vivimos de otra cosa que de nuestros pobres, hermosos y magníficos sentimientos, y cada uno de ellos contra el que cometemos una injusticia es una estrella que apagamos”.

Cómo nos sentimos siempre es importante. Ya sea de forma positiva o negativa, intensa o débil. La esfera emocional es uno de los ejes centrales de nuestra vida. Por ello, reconocer cómo nos sentimos y validarnos se vuelve esencial. De lo contrario, si ignoramos cómo nos sentimos, nos sumergiremos en un halo oscuro de malestar y sufrimiento.
Despreciar nuestra tristeza, negar que experimentamos ira o subestimar nuestros momentos de alegría son comportamientos que nos alejan de nosotros mismos. Precisamente por eso lanza Hesse este mensaje. En su eterna búsqueda de identidad descubrió la importancia de reconocer sus sentimientos para conocerse a sí mismo.
Como vemos, las frases de Hermann Hesse son un valioso legado para todo aquel que quiera saber más sobre lo que le ocurre por dentro. Sentencias para consultar en nuestros momentos más existencialistas que nos invitan a la reflexión sobre la conexión con nosotros mismos.




                                   Mujeres.


  


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domingo, 19 de agosto de 2012

108.-El juego de los abalorios o El juego de abalorios.-a


  

(título completo: El juego de los abalorios. Ensayo de biografía de Josef Knecht, 'magister ludi', seguido de los escritos que dejó; en alemán: Das Glasperlenspiel. Versuch einer Lebensbeschreibung des Magister Ludi Josef Knecht samt Knechts hinterlassenen Schriften) es una novela escrita por Hermann Hesse y publicada en 1943. Fue la última de sus obras editada en vida del autor, tres años antes de recibir el Premio Nobel de Literatura.
Ambientada en un tiempo futuro (en el siglo XXV o XXVI, dos mil años después de la existencia de san Benito de Nursia) en una provincia llamada Castalia dedicada por entero a la actividad intelectual, está narrada por un biógrafo que cuenta la vida de Josef Knecht, magister ludi (maestro de juegos) de la Orden del Juego de los Abalorios, un ejercicio intelectual que pretende relacionar todos los saberes de la humanidad. La obra tiene rasgos de novela utópica y también de novela de formación (en la tradición alemana de la bildungsroman).

El juego de los abalorios” de Hermann Hesse
.
Es ésta una novela…, iba a escribir “extraña”, pero prefiero el adjetivo de “curiosa”. Realizada cuando el nazismo triunfaba con todo su esplendor bélico, editada el año 1943. La novela se sitúa tres siglos y medio después. Tal perspectiva es importante tenerla en cuenta. También su contenido de índole ético al contraponer, sin que aparezca implícitamente la Tercer Reino Espiritual al Tercer Reich. Hermann Hesse fue un escritor comprometido con su sociedad, y es difícil pensar que se abstrajo más allá de un recurso literario. Sitúa la novela en una época posterior a la Era de las Guerras, época salvaje, de ardientes delirios y de odios bárbaros. Fueron días babilónicos. Fue necesario superar el caos, establecer una lengua común para lograr un orden nuevo.
Me ha parecido una obra monótona, que al final adquiere cierta emoción, da un “volantazo”, un giro y una reconsideración a toda la trama, pero sí veo en ella un gran valor literario, pues es capaz de crear el ambiente dentro de la novela, en la que se forma una atmósfera propia a la que el lector puede meterse. Algo en sí meritorio. Como hacer que algo inexistente aparezca como real, tal es el juego de abalorios, que en ningún momento aparece cómo es, en qué consiste, porque no es nada, pero crea todo un contexto en torno a él que lo da existencia, incluso hace que sea algo especial, fundamental para el mundo de Castalia.
Esta novela fue elegida para la tertulia anual que se celebra en León cada comienzo de verano, sobre una novela amplia. Expuse que me parece una novela con pocas aristas interpretativas, que da poco para el debate. Que se lee y bien, pero no mucho más. Entretiene, lleva consigo una reflexión, pero que se estira demasiado. Poco que ver con la intensidad narrativa y de ideas en las novelas de Hesse:
  “Demian”; “Sidharta”, “El lobo estepario”.
Los abalorios son piezas de colores, de un material trasparente, cristal o plástico, que se engarzan en un hilo uniendo las piezas. Tal parece que pueda ser una de las metáforas del juego, que veremos, aunque se trate de pasada en una obra tal alargada, extensa, pero en demasía. Se plantea que se ha llegado a tener demasiados conocimientos, pero aislados unos de otros. La ciencia va por su cuenta, la ética y filosofía por otros derroteros, menos experimentales y más teóricos, la biología por un lado, la Historia por otro. 
Lo que se plantea es relacionar todo ello. Mediante el hilo en el que se colocan las piezas una al lado de la otra. Por eso Hermann lo propone como una forma de conocimiento, a modo de metáfora. Es más un juego literario. Porque de otra manera no es posible asimilar todo este basto mundo de saber, que además nos plantea lo que somos y lo que podemos ser. De hecho advierte quien cuenta la historia de la mano de los manuscritos que encuentra:
 “Tampoco aspira nuestro ensayo a ser un manual de juego”.
 Genera así una sensación literaria. Se narran los apuntes tomados por un discípulo de José Knechet, que recogen la pequeña historia de este maestro del juego de abalorios, que fue atípico.
En todo esto podemos observar una de las causas de la destrucción del mundo más avanzado en ciencia, en tecnología a mediados del siglo XX y al comienzo, cuando la ciencia penetra en la dimensión del átomo, de la energía dando lugar a la visión de la relatividad del tiempo, de un universo que trasciende a la extensión y tiene forma, curvatura, y demás. Los avances en la medicina por el conocimiento desde la biología, en psicología, cuyos contenidos había que asimilar sobre el inconsciente, la conducta como un mecanismo que puede ser dirigida desde fuera del individuo. Hacía falta pensar, relacionar unas visiones con otras, la de occidente con el pensamiento oriental al que lleva la nueva física nuclear. El resultado de tal desquiciamiento fue la bomba nuclear y la destrucción.
«Las ideologías de todo ámbito sirven para “atar” el pensamiento, para “guardar” la realidad y no salirse de ella». 
La religión yo no servía como sí tuvo una función antaño para ofrecer una visión del mundo y de la existencia.

Alguien, dentro de la novela encuentra unos manuscritos, de un tal José Knecht, que ocupó un alto grado en una escuela de pensamiento cuyo nombre es Castalia. Llegó a ser maestro del juego, magister ludi. A través de las notas que se recuperan iremos conociendo su historia y la manera en que funciona ese lugar y cómo desde el mismo se ven los acontecimientos de siglos atrás, aquellos en las que se escribió la novela, para ver la violencia de lejos, como algo pasado y del pasado.
“Tan necesario de poner ante los ojos de los hombres como ciertas cosas cuya existencia no puede demostrarse ni es verosímil… acercarse al ser y a la posibilidad de nacer”, de esta manera se hace un preludio de lo que quiere guiar la historia que cuenta.
 Parte de que hay un orden general, sólo que no lo define. Lo va a ir construyendo a medida que la escuela de conocimiento espiritual, pero no metafísico lo va presentando.
Habla de una prehistoria espiritual, de la que evoluciona el juego de los abalorios. Éste lo define de varias maneras que iremos desentrañando:
 “Un juego con todos los contenidos y valores de nuestra cultura”
. Ayuda para la vida contemplativa. Los abalorios cuentan con “cuentas de vidrio de diversos tamaños y de varios colores y formas”; “los alambres corresponden a las rayas del pentagrama”. 
Con los abalorios se construían pasajes de obras musicales. El juego perdió influencia en los estudiantes de música, pero la adquirió en los que estudiaban matemáticas. De ahí el juego matemático astronómico. Y de arquitectura. Puede ser un idioma para cada ciencia. Pero desembocó en una disciplina austera monacal. Se imparten residuos de lo que fue una antigua cultura superior.
Este juego fue el poder de la universalidad. Si bien fue algo que le faltó en un principio. En torno a él quisieron crear un nuevo alfabeto y una filosofía total. Algo para los verdaderos hombres de espíritu que vale para la filosofía, la música, las matemáticas y el arte. Es ciencia y es arte a la vez. Para los jóvenes empezó a ser un entretenimiento. Algunos jugadores fueron religiosos de la iglesia católica que afrontó su realidad. 
Algún Papa intentó prohibir este juego. En cada país hubo un Consejo del Juego, coordinados por La Comisión Mundial de los Magistri. Fue la iglesia católica la potencia más antigua con la misión histórica de cuidar del espíritu y la paz, pero Castalia aparece ante la decadencia de la cultura para el cuidado de las ciencias y la educación.
Un anciano de la Escuela advierte al joven José de que no todos están de acuerdo con el juego de abalorios: 
“Hay quienes dicen que es un sucedáneo de las artes y que los jugadores son como literatos, que no deben ser considerados como intelectuales sino a modo de artistas que fantasean libremente y se divierten así”. Pero al mismo tiempo aman el juego porque ofrece peligros. 
Es la manera que tiene el autor de convertir algo inexistente en un contenido literario, al que el lector sigue el juego. Cristina Flanstain planteó en el trascurso de la tertulia (30 – VI – 2018 / León) sobre esta obra, que la novela es en sí un juego de abalorio. Por mi parte no lo veo así. Es una buena pista, pero pienso que le sirve de apoyo para plantear un mudo espiritual que sólo existe si es creado. Como dijera Unamuno:
  “Fe no es creer lo que no vemos, sino crear lo que no vemos”.
Otra característica del juego de abalorios es su universalidad y que sirve para conciliar la ciencia y las artes. ¿Cómo? A tal pregunta no se responde. Quien se haga esta pregunta verá una respuesta insolente, pero no por ello menos certera: Relaciónalo tú. Su sentido último en Castalia se enseña a muy pocos. Quieren preservar algo, pero quedan aislados: 
“Los castalios llevamos una vida de pájaros cantores criados artificialmente”.“Castalia es patria y destino”. 
Es lo que el protagonista va a querer romper. Otra cuestión que salió a lo largo de la tertulia es que el mundo de fuera no queda definido. Se presenta como una nebulosa, hasta el punto de que no se habla en aquel lugar de temas de actualidad política. Poco desvela la discusión o conversación-debate, entre Knecht y un antiguo compañero y amigo de éste. Ni siquiera se entrevé.
Para Plinio el juego de abalorios son asociaciones psíquicas. Es algo esteril. Sin embargo la ciencia lo incluye. Matemáticas, música y meditación. “Nuestro juego regio es en realidad una lingua sacra”. Habla de la vertiente esotérica del juego, su aspecto íntimo. Esto lo apunto Flanstain y yo lo contradice. Tuvo razón ella. Sin embargo no punta nada al respecto. Lo refiere de pasada. ¿Qué nos quiere sugerir con tantas contradicciones el autor y tanto señalar sin recalar en algo concreto? Tampoco abstracto.
Pasa a ver la experiencia del juego como algo deportivo, un divertimento para ciertas vanidades. Pero se pretende que abarque el universo entero.
 Incluso se plantean que en este juego “debe ser todo posible, incluso eventualidades de que determinada planta hable con el señor Linneo”.
 “Nuestro juego no es filosofía ni religión”.
De esta manera Hesse hace que el juego exista literariamente. “Constituye una disciplina propia”. Hay una asociación en Alemania que intenta reconstruir este juego, con lo que cuenta el libro. 
“No debemos convertir el juego de abalorios en quimeras cerebrales”.
El juego tiene una vertiente formal y otra psicológica, que incluye el aspecto pedagógico. Está relacionado con todas las demás disciplinas, siendo un símbolo y misterio, que también esconde su demonio al conducir al vacío y a la vanidad. Sus tres principios son:
  “La ciencia, el culto a la belleza y la meditación”
Es el juego de abalorios lo único que han inventado como propio en Castalia, por su estilo espiritual. ¿En qué consiste este juego? Relacionar distintos aspectos de la realidad, pero ¿cómo se hace? No hay respuesta porque para el autor lo importante no es la materialidad, sino la espiritualidad. Entra en un planteamiento zen, oriental, en el que los hechos se contemplan, pero no se ejecutan, no hace falta conocer, se miran sin más. Como en el Tao Te King, que Hesse ha leído y meditado sobre él: 
“El que hace no hace; quien no hace, hace”. 
Lo importante no es la forma de lo material, sino la oquedad, el vacío, como el vacío entre los radios de una rueda es lo que es útil. Es el vacío de la casa lo que hace que se pueda habitar, más que los muros y puertas. 
“El juego de abalorios es la parte terminal y más amenazada de nuestro edificio”, algo que José considera que se perderá en caso de conflictos, “aunque no se olvide, nadie podrá devolverlo a la vida”.
Por erigirse esta escuela de pensamiento y vida ese orden universal es una Orden. Como pilares de sus enseñanzas están la música y las matemáticas. Las leyes han de ser un poder que domine las almas y a los pueblos. Evitar así que desencadenen guerras, que parece se han extinguido. En verdad poco se sabe del mundo de fuera, sino algunas pinceladas al final, pero muy difusas. Llega a apuntar que es algo inferior.
De los tiempos pasados, nuestro presente, plantea de incertidumbre y falsedad de la vida espiritual. De la inautenticidad del arte, la decadencia moral, la corrupción. ¿Nos suena? Exceso de producción en el arte por aficionados. Inflación de los conceptos.
Una de las respuestas de esta nueva evolución es “la renuncia a la producción de obras de arte”. Algo que vemos entra en una carrera de vanidades y de especulación del precio, más que del valor de las obras. “La música perfecta proviene del equilibrio”. Otra cosa es “rumoroso efecto sonoro” como consecuencia de ignorar la esencia de la música. Debe fundamentarse en sus orígenes y sentido verdadero.
“No consiste sólo en el puro espíritu vibratorio”
Harán falta nuevos instrumentos. Para la música hacen falta las manos, no sólo el cerebro.
Lo externo de la civilización y la técnica necesitan una ética y honestidad de espíritu. La música clásica fue el extracto y la sustancia de Castalia. Este nombre viene de “Fuente Castalia”, cuyas aguas inspiran el genio poético. De niño el protagonista sobre el que se cuenta su vida estudió violín y laúd. 
“Para que dos personas se hagan amigas la vía más fácil es la música”. 
Llega a pensar en sus años de estudio en Castalia en fugarse para volver al mundo como músico y tocar en las bodas.
Consideran que escribir HISTORIA es literatura, a pesar de que se quiera ser objetivo:
 “El historiador no puede hacer otra cosa que juntar su obra con su vida, al ser dos mitades inseparables”. 
Por eso contar la historia de Knecht lleva una dosis de interpretación. De esta manera Hesse atrapa al lector, más allá de su contenido en la misma historia que narra, como si fuera verdadera. La Historia es algo odioso, vulgar demoníaco. 
“Su contenido no es otro que el egoísmo humano y la lucha por el poder, por el poder material, brutal, salvaje”; Es el avasallamiento de los más débiles por los más fuertes.
 Las artes y las religiones son fachadas ideológicas de la Humanidad.
La VOCACIÓN es una exigencia, pero a su vez lleva consigo cierto grado de culpabilidad. A veces ésta hizo que los discípulos se aficionasen tanto a ciertas artes, incluso al juego de abalorios, que hubo que prohibirlo para pudieran evolucionar y no quedarse atados a su quehacer. Hubo que echar a algunos de la escuela. El mundo de fuera no queda claro. A pesar de adquirir un protagonismo máximo al final de la novela, queda muy difuminado. Echar a alguien fue vivido como si muriera. Esto que sitúa como reflexión al comienzo adquiere relevancia al ir acabando la historia. Pero sucede sin emoción, con sorpresa sí, pero sin intensidad dramática.
Parece que no puedan convivir juntos. Lo de fuera, el llamado mundo “real” (este termino lo pone entre comillas el autor del libro.) Suceden en ellas ternuras materno-filiales, existen hambrientos y pobres, hay periódicos y se hacen campañas electorales. Parece que dice algo, pero se ve cómo acontecen estas cuestiones. Cada lector se podrá retrotraer a su presente particular, peros e supone que han pasado más de tres siglos. Puede que no haya cambiado nada de una manera especial. Pero entonces ¿qué pinta Castalia?

La LIBERTAD queda reducida a elegir una carrera, luego desaparece. Todo son normas, reglas. Al fin consideran que es aparente. Fuera es muy valorada, pero se reduce a ganar dinero, tomar parte en contiendas entre castas de partidos, familiares, de periódicos. Apunta el autor muchas ideas, abre expectativas, pero todo se mantiene en una nebulosa. 
“El término “libre” adquiere cierto matiz de sorna”.
“De todo hay que hacer caso, porque todas las cosas admiten interpretaciones”.

 Hesse construye toda una historia que luego deshace y finalmente se desvanece. El juego no existe, pero ¿qué existe en verdad? En este sentido sí puede haber razón en lo que Flanstain plantea y la novela sea la creación de este juego, hecho con palabras de múltiples formas y colores. Desde mi punto de vista la novela es un intento de descubrir la espiritualidad como fondo, con la que se ha de formar el mundo, para el autor en un futuro. Pero sin que sea suficiente por sí misma. En este sentido, Miguel Ángel el pintor alcalaíno plantea que es una novela que da pistas, sin más. ¿Qué busco cuando leo una novela?, ¿por qué he de buscar algo? 
Según Octavio Paz todo lector busca algo en lo que lee. Y lo suele encontrar, porque lo lleva dentro. Trato de convencerme, pero no, ara mí esta novela es superficial, acaba siendo un juego de palabras. ¿Son éstas los abalorios? Pudiera ser, pero no lo veo como tal. Le dice el anciano a José:
 “Acaso te hayas formado conceptos en torno al juego de abalorios y esos conceptos asignen al juego más valor del que tiene, o a caso sea lo contrario”.
Como el hilo de la novela son unos escritos encontrados, que están incompletos, quedan abiertas las incógnitas como parte de la historia que Hermann narra.
En las almas grandes no existen las pasiones, según la experiencia de castalia. He aquí algo que se defiende como superador de lo mundano, pero luego es lo que el mismo protagonista ha de buscar. 
“Lo que llamas pasión no es la fuerza del alma, sino el roce del alma con el mundo”.
 Esta fuerza se dirige a algo falso e individual.
La verdad existe, se plantea, pero lo que no existe es su doctrina.
“La verdad se vive, no se enseña”
De esta manera adquiere como forma de aprender la meditación.

La poesía se consideraba en Castalia algo inconcebible, algo ridículo y mal visto. Algo que lleva más a la vanidad y al ego. 
Hay que llegar a la almendra de los problemas”.
 Apuna que en los años anteriores a Castalia “en las universidades pululaban jóvenes de temperamento faústico, que experimentan los naufragios de un un dilettantismo desenfrenado”.
Plinio Designori quiere irse de la escuela, volver al mundo, desde donde hacen chistes de ellos. Lo considera un mundo a medias, sin savia, artificial, esterilizado.
“La pobre humanidad azuzada vive la verdadera vida y hace el verdadero trabajo”.
 José le recrimina su corazón lleno de rencor. Plinio ha ido al mundo, bebió, estuvo con mujeres venales. También quedó desengañado de su paso por la Universidad. Se pasó de la raya para convertirse en un hombre “del mundo”. Le responde su amigo y maestro que la serena alegría de aquel lugar le tortura: 
“No rechaces los pensamientos y sueños que acaso acudan a ti”.

José va creciendo en la escuela. Otra cuestión que nos llamó la atención es la falta de sentimiento en la novela, de las pasiones o impulsos del adolescente cuando pasa de los dieciséis años a los diecinueve. Designori en su crítica a Castalia manifiesta que él los envidió, pero luego: 
“Son despreciables, como castrados, retenidos artificialmente en una infancia perpetua en un cosmo sin pasiones y pulcramente cercado”. 
Los castalios estudiosos “no conocen el matrimonio ni la mojigatería de épocas pasadas”. No funcionan con dinero, por lo cual no compran amores. No se casarán. Pasa a los treinta y cuatro años.
Aparece, de pasada, el juego del oráculo I Ging. A esto se refirió la tertulia un rato. Yo no lo vi relevante. Lo ve como algo racional. Knech pretendió incorporarlo al Juego de abalorios. Su maestro le contesta si es posible encajar un pequeño jardín de bambúes con el mundo. En realidad está sugiriendo. Pienso que el autor escribe sobre su propia confusión. Pretende encontrar un hilo conductor a todo aquello que ha leído y estudiado. Unir piezas: el espíritu con la religión; la investigación con el ascetismo. 
¿No es esto un juego de abalorios? Que al final va a hacer como lo que sucede con los mandalas: deshacer lo realizado. Sin embargo esta interpretación sucede en todas las novelas, pues todo se relaciona con todo. Para mí Hermann Hesse desarrolla una ocurrencia y hace la novela en torno a ella, siendo el núcleo central la espiritualidad, que en su época se entiende de manera más intensa y fuera de la religiosidad, a la vez que se muestra escéptico, ¿vale para algo? ¿Y participar en el mundo?
Sin embargo no desemboca en el nihilismo, sino en la búsqueda: “La fe y la duda se corresponden recíprocamente”.
“La Historia consiste en una serie de amos que han empezado bien y terminado muy mal. Han apetecido el Poder de buena voluntad, para terminar siendo poseídos y embotados por el poder llegando a amarlo por sí mismo”. 
La misma Castalia se va enmarañando por una serie de normas y trazados burocráticos. Creen que están fuera, pero son lo mismo en el fondo.

El año 1933 Hermann Hesse había escrito en su diario:
“En teoría soy un santo que ama a todos los hombres, y en la práctica un egoísta, que quiere que lo dejen en paz”. 
Creo que hay una dicotomía entre la fortaleza intelectual de este escritor y su debilidad social, en una época en que crece el nazismo. Su desencanto y desesperanza es el ánimo con que escribe esta obra, la última novela, editada tres años antes de que le dieran el Premio Nobel, pero aun así debió de entrar en una depresión para escribir, lo que le hizo no escribir más libros, sino poemas y relatos cortos. ¿Para qué se preguntaría?

Al protagonista de la novela le encargan una misión especial, que es ir a un monasterio benedictino. A sus superiores les pretenden enseñar a usar el juego de abalorios. Le piden que haga de confidente. Desde mi punto de vista es una secuencia novelesca, que no aporta nada. Dependen del mundo, carecen de poder. Parece que describe un no sé qué, dentro de un no se sabe. Quieren tener información de primer orden sobre la sabiduría escolástica. Los católicos del monasterio, alguno, quiere aprender el I Ging chino. Parece que las dos Órdenes se hacen amigas.
Los matemáticos y los jugadores de abalorios hacen la Historia del Espíritu y el Arte. Pero añade que su Historia carece de sangre y realidad. Llega un momento en que parece que la novela se deja llevar por las palabras, como una barca suelta que es arrastrada por las olas, sin saber nadie adonde se dirige.
 “Ocuparse de la Historia significa abandonarse al caos”, es lo que parece que sucede en la novela. Parece que se da cuenta y lo interioriza en lo que escribe, como ver que la Historia es intentar hacer algo imposible y, nno obstante, necesario: “Historia significa abandonarse al caos”. Se deja en el aire si José se ha convertido o no al catolicismo, cuando no hay razón ni se vea nada que lo permita suponer. Vio el hábito como un disfraz.

¿Se puede trasformar a los seres humanos a través del espíritu y del alma? Es lo que se han propuesto los castalios, como otras órdenes religiosas. Se convirtió en un Estado dentro de otro Estado, para salvaguardar el pensamiento. Pero “¿como podemos alvar algo que no siente en sí mismo el deseo de ser salvado?” ¿No se estaba convirtiendo en un rito falto de vida? No pueden evitar la decadencia y la evolución, a pesar de “seleccionar a los mejores, bajo el principio de la élite”. No hay un punto final de su desarrollo

Knecht tiene treinta y siete años cuando sale del convento después de haber pasado dos años en él. Va a formar parte de la jerarquía. Había logrado predisponer al abad benedictino en favor de Castalia. De tal proceso no se sabe nada. Parecen hechos destilados que aparecen a lo largo de la novela. ¿Qué relación va a seguir habiendo?

José es elegido maestro del juego de abalorios: Magister. Había desechado la vanidad. Sin enemigos declarados. Habrá de mostrarse vigilante, pensar siempre en la totalidad. Uno de sus ayudantes será un yoghi. Y cultivar la meditación, incluso como algo terapéutico. Debía dominar a la élite, amansar a los ambiciosos, ganarse a los indecisos e imponerse a los soberbios. Se convertía en un instrumento y un servidor. Le agarraba y absorbió. Fue un buen profesor, paciente. Todo comienzan a ser normas, ceremonias. Hubo quien consideró aquel juego ampuloso, decadente y deshumanizado.
 “El juego se había practicado durante dos decenios como si se realizara de verdad con abalorios”.
 ¿Cómo, entonces, de otra manera?, ¿acaso es un juego mental? El autor pretende llevar al lector a lo que no tiene sentido, pero que se lo damos, y se convierte en algo real de esta manera, como la realidad que él estaba viviendo con la guerra y el nazismo en todo su esplendor. Acaso sea el resultado de cómo es el mundo, incluso para lo más espiritual y perfecto, al menos en teoría.

El 1 de febrero de 2019 leí en la revista «El Semanal» un reportaje muy interesante, en relación a contextualizar esta obra. Informa de las Escuelas Baushaus, fundadas en 1919, recién finalizada la I Guerra Mundial, en Alemania. En ellas se plantea la formación para crear u nuevo Hombre, un espíritu nuevo y una estética racional. Con elementos de esoterismo. Su fundador fue un pintor suizo, Johannes Itten, que crea un monasterio artístico, con el fin de crear una conciencia de artista en los jóvenes. Este magma, junto a la Antroposifía de Rudolf Steinner y la propagación de la Teosofía (H. P. Blavasky) es lo que critica Hesse en esta novela que comentamos. El paralelismo es claro. Tales corrientes influyen e inspiraron la base ideológica y cultural del nazismo. Hesse abre un interrogante en todas ellas y es un legado para el futuro.

Contra el fanatismo no son católicos ni taoístas. Son maestros, de escuela. Los hubo adictos al juego. La Orden tiende a perpetuarse, sin embargo Knecht se da cuenta de que acabará desapareciendo, como toda construcción humana, hundida en sí misma. Castalia no dejaba de ser una pequeña parte del mundo.

Plinio Designori, personaje problemático, dejó Castalia, se casó y tuvo un hijo. Va a discrepar con José, que le quiere hacer ver el valor de Castalia. El primero va a hablar por sí mismo. El Magister en nombre de la Orden. Aplicará una lógica incontestable. Presentará unas pautas irrefutables. Pero todo caerá en él como consecuencia de esa perfección que no deja que escape ningún pensamiento, ninguna emoción, las cuales están ausentes.

Esa relación de las religiones, del espíritu con el conocimiento, de la ética con la conducta va a ser una pose una construcción abalórica que ni siquiera la novela lo logra porque todo queda en lo superficial. Incluso cuando intenta relacionar las diferentes religiones: católica, hindú, budista. Es muy de pasada. No hay pautas, sino caminos a la nada, sea cual sea. Desde la literatura, pienso, que va a impulsar el existencialismo venidero. Hermann no le considero un nihilista, pero sí parte de la Nada. Es en verdad lo que construye en esta novela, es el jugo que podemos sacar de ella.

“Vamos hacia una desesperitualización”; “No todos pueden respirar comer y beber exclusivamente abstracciones”. ¿debían ser una comunidad militante?

El matrimonio de Plinio no fracasó, pero estuvo lleno de tensiones. Su hijo Tito fue motivo de conflictos en la pareja. El amigo de juventud de Knecht había cambiado. ¿Se debe seguir manteniendo la ficción de Castalia? Hay en ella una serena alegría. José va a visitar la casa de Plinio. Se planteó ser educador de su hijo, para lo cual tenía que renunciar al voto prestado a la Orden. Es algo que nunca había sucedido. En la tertulia salió a colación el paralelismo de la renuncia del Papa Ratzinger, su dimisión como Papa. Había leído a Hermann Hesse, siendo sus tres libros favoritos, según cuenta en una entrevista la Biblia, las confesiones de san Agustín y “El lobo estepario”. 
“El juego de abalorios” es una novela que leyó y que pudo influir en la decisión. No podemos sacar ninguna conclusión, pero al menos quedó planteado el paralelismo, que también lo es la casual coincidencia del nombre del protagonista y el de él. “Vivimos en la ficción de que ese mundo ha existido siempre y de que somos consustanciales con él”. Hubo milenios anteriores, y siglos, sin Castalia, reflexiona.

Knecht decide irse. Si bien comunicó a las autoridades de Castalia su decisión, pero no aceptaron su dimisión. Advierte de que se avecina una crisis, siendo Castalia un lujo que sale caro al país. Parece que todo lo que ha construido y justificado el autor en la novela lo desmonta, después de pretender convencer al lector. El mundo acabará eligiendo, otra vez, el desmoronamiento. Considera que se han convertido en aristócratas de espíritu, no de sangre. Les importa más la contemplación que la acción, por lo que no son aptos para mandar. No han de intervenir en política. Se remonta a la “era folletinesca” en que se exigió a los intelectuales que se pronunciaran.

Esta novela plantea una tesitura que no queda resuelta, porque toda ella es una divagación, en la que apunta a. Como dijo Miguel Ángel, el pintor de Alcalá de Henares, se limita a dar pistas. ¿Para que adivinemos algo? Insisto en que es una gran obra literaria, pero el fondo de la novela es difuso. Hay una novela de Thomas Mann que es una lección del uso del lenguaje, una muestra de escribir y hacer descripciones, pero que no dice nada, sino la relación cotidiana con su mascota: “Perro y yo”.

En una recopilación de ensayos políticos, Hesse, cuestiona el pacifismo, su defensa de la no violencia, ante una situación como la que vive Alemania yel mundo, ante una fuerza violenta que conquista naciones y oprime a poblaciones enteras, y hasta ese momento amenaza con exterminarlas, lo que luego llevará a la práctica. Reniega de ese pacifismo consentidor, cobarde al no hacer nada. Él huyó a Suiza, se aleja del “mundo”, y quizá sea esto lo que le hace escribir desde la distancia. No todas sus obras han sido prohibidas por los nazi. Intelectuales coetáneos suyos se han implicado más en la crítica y choque contra el totalitarismos que se hizo implacable. Hesse actuó desde la palabra. Me da la impresión de que escribe esta novela desde un estado de profunda tristeza vital.
 Es algo que se trasmite en la lectura de la misma. El falso entusiasmo, la inercia en la defensa de valores espirituales, más como una construcción del lenguaje y tal cual lo incorpora en la novela. Él estuvo difuminado en sí mismo. Y no volvió a escribir ninguna novela más, no tuvo fuerza para ello. Ya el año 1931 escribió a Thomas Mann que ni siquiera le apetece leer la prensa. Fuera de este estado de ánimo no es posible entender la novela. Y su adiós a la escritura literaria, excepto escritos cortos, pero muy de pasada, quizá lo encontremos una década antes cuando aquel mismo año escribe:
 “A los auténticos artistas y poetas, los reconoceréis, si alguna vez os preocupáis de ellos, en que tienen un afán indomable de independencia y dejan de trabajar cuando se les dicta su propia conciencia; No se venden por mazapán ni por apetitosos altos cargos, prefieren que se les mate antes que ser objeto de abuso”.
Volvemos a la novela, a una parte que tiene que ver con esto que venimos diciendo. A pesar de conseguir crear una atmósfera propia en ella, la contamina de sí mismo el autor, de su experiencia y la traslada. Por poco espacio, pero quizá el más intenso de toda la historia, que construye para luego deshacer. 
Es cobarde aquel que se sustrae a los servicios y sacrificios y peligros con que se enfrenta su pueblo”; “Si ante los intereses y las frases de moda, la verdad corre peligro de quedar despreciada, desfigurada y oprimida como el individuo, nuestro único deber es salvar la verdad, la aspiración a ésta”; “El castalio no debe convertirse en político. En caso de fuerza mayor sacrificar su persona, pero nunca la fidelidad al espíritu”. 
En todo esto que plantea el protagonista de la novela el autor pretende justificar su actitud ante los acontecimientos sociales que le sobrepasan, ya no tiene el ímpetu de la juventud, como cuando en la novela “Demián” escribe: 
“Hay que romper el cascarón. El cascarón es el mundo”.
 El mundo, su mundo se ha convertido en una amenaza, se siente impotente. ¿Es la espiritualidad un refugio? Tal pregunta es el quid de la cuestión.

José Knecht quiere pasar de ser el cargo de enseñanza más importante, Magister ludi, a ser maestro de escuela primaria. Incluso para un sólo alumno, que elegirá al hijo conflictivo, de su amigo que renegó de la Orden. “Maestros necesitamos más que otra cosa”. Supone un cambio copérnicano dentro de la novela. Porque han de serlo para lo mundano. Quiere convertir en carne y sangre de los jóvenes del mundo los principios de Castalia. Pide ser relevado de su cargo.

Sale al mundo, se escapa, pues la norma no deja que se pueda ir. Recupera José, el impulso de comenzar algo, recupera unos versos de juventud que le animan cuando ava a comenzar una nueva etapa: 
“Todo comienzo tiene su encanto personal / Todo comienzo esconde un hechizo / que nos protege y ayuda a vivir”. 
Castalia le atrapó en su inercia. Reacciona, pero sus compañeros no le comprende. Unas normas invisibles atenazan su conducta, su pensamiento, lo que siente, igual que a los demás, sin que nadie se dé cuenta. Algo parecido experimenté al participa en una secta de la que me fui. Todo es armonía, una situación perfecta en la que todo ha de encajar. Nada tiene que ver lo que hace ir a ella y entrar, con lo que luego se hace. Lo que te han enseñado se apodera de la conciencia, se cumple, no se actúa, se sabe y reopiten frases, no se piensa, pero todo es apariencia y se compensa con “felicidad”, satisfacción”. 
Salir es volver a la duda, a la incertidumbre, a tener que decidir, a elegir, a relacionarse con los demás de tú a tú, sin la guía de lo aparente. El mundo no es fácil, es engañoso, perverso en ocasiones, amable en ocasiones, pero es lo que nos hace ser. Lo demás es la renuncia al yo, a nuestro ser. A ser yo soy.

Al recordar José su poema primerizo lo considera un llamamiento a la vida, a ¡vivir! No se trata de que aquellos versos fueran buenos o malos, sino la vivencia de los mismos. “Despertar” es llegar al corazón del mundo, centro de la verdad:
 “Tengo hambre de realidad”.
Enseñar a Tito no iba a ser fácil. Con benevolencia, sin precipitar nada ni forzar su aprendizaje. Avivaría su noble curiosidad. Va con él al campo. El chaval se lanza a nadar a un lago. Él lo sigue.
 “El maestro lo había seguido al agua”. 
Pero dejó de verle. Se siente culpable de su muerte. Sin embargo el Cosaco, en la tertulia observa que “desaparece”. El lector, al igual que Tito creen que ha muerto. Pero ¿y si se fue, simplemente? ¿Y si hacérselo creer fue una lección, la que necesitaba ante tanto orgullo y prepotencia juvenil? :
 “La culpa le trasformaría, cambiaría su vida y le exigiría cosas mucho más grandes que las que él jamás se había exigido a sí mismo”.
 Una buena observación. Lo bueno de las tertulias es que permiten ver desde diversos puntos de vista. No hay respuesta. Pero Knecht dejó tres escritos, uno de los cuales trata sobre la apariencia de las cosas. ¿Morir y se acabó?, ¿de manera tan simple? Podría ser.
Aparecen poesías de juventud. Pueden dar alguna clave “Nos empuja siempre la sed de ser”; “Parece nuestra vida como la de las hadas / danzar con leves giros en torno a la nada”. “Empuñemos la pluma”. Y poemas que escribió en su devenir:
 “Los abalorios ruedan, se caen de la mano / se pierden en la arena…”. 
Deja entrever en unos versos que Adán y Eva tuvieron prohibido no sólo comer del Árbol del Bien y del Mal, sino del de la Vida. ¿Y si comieron de él?, se podrá ser inmortal.
El primer cuento trata de un hombre que produce la lluvia. Es el regidor del clima. Un mozo quiso aprender este arte y ciencia, para lo cual no hay textos, ni métodos, ni maestros. Tan sólo unas pocas palabras. Debía someterse a la Naturaleza y al mundo de los espíritus. El alumno empezó a buscar los aplausos, a dominar a los demás con su conocimiento y quiso enriquecerse. El maestro dejó de enseñarle. Se hicieron enemigos.
 Este alumno se convirtió en un prestidigitador. Ninguno debía servir al otro, sino que ambos al espíritu. Para evitar el maleficio que cayó sobre la tribu el maestro le pide a su alumno que lo mate. El Hacedor de Lluvia quiere que su primer alumno lo haga. éste fue Turu, su hijo, que luego fue el seguidor suyo, y será quien deba ejecutar la ceremonia del sacrificio, pero no se atreve, entonces la anciana de la tribu ordena a uno de los ancianos que con el hacha decapitase a quien regía el clima. 
Fue el primer acto oficial de Turu”.
 Lo ceremonioso y el rito, parece enseñar e este cuento, acaba con el fondo que ha hecho que surjan. Se desvirtúa convirtiéndose en una cáscara vacía, al margen de lo que en su origen tuvo un sentido. Lo que es un medio de trasmisión de un misterio, un saber, o lo que sea, se convierte en un fin en sí mismo.
En el segundo cuento que dejó escrito Knecht un ermitaño que abandonó su vida mundana luchó contra las tentaciones del cuerpo. Pero también contra los bienes del alma que encierran tentaciones y trampas. Creyó que la creación fue obra del demonio, no de Dios. Descubre que los pecadores son inocentes los mundanos no son verdaderos pecadores. Son como niños. Los ermitaños huyen del mundo, lo cuales el verdadero pecado. He aquí la cuestión que se dilucida en lo contado anteriormente, como parte de la novela. Su discípulo lo enterró plantando un árbol sobre su tumba. Le dio tiempo a comer, con los años, sus frutos.
El tercer cuento es el que más me ha llenado. Es, desde mi punto de vista, una de las partes de la novela más valiosa. Un príncipe cree llegar a la perfección cuando se hace yogui y adquiere grandes poderes. La habían hecho pastor para que heredase el trono su hermano. Logró criar vacas sagradas, pero no le da la felicidad. Puso su amor en una sola cosa, su esposa de la que gozó de su amor, hasta que ella se fue con otro hombre: 
“Todo se derrumbó dentro de él y su pobre alma se convirtió en ruinas”. 
Mató al que se relacionó con ella. Huyó. Vivió oculto y errante. Descubre que hace falta poco para vivir. Con los años olvidó lo sucedido. Descubre que el mundo, la realidad es Maya, es el placer, el amor, la vida toda: una farsa, una ilusión, nadería. Pravati, su antigua mujer se reencuentra con él, vuelven a estar juntos y le hacen rey. Es educado en la política. El pueblo le quiere. Tuvo un hijo. Es dichoso. Tuvo que emprender una guerra que no quiso hacer, pero no debía consentir los saqueos y la violencia contra su gente. 

¿Es la espiritualidad un refugio?

Se vio en aquella trampa de la que culpó a su mujer, pero aprendió que ella no es culpable de su belleza, ni de su amor, que es un átomo en un rayo de sol. Dejó el camino del solitario misticismo. Ella le dio un hijo. Cayó prisionero. Murió su hijo. Su esposa estaba en el bando enemigo. Todo aquello que vivió había sido un sueño. Se vio a sí mismo en las aguas de una fuente. No había perdido a su hijo, ni sufrió batalla alguna, ni su mujer le traicionó. Lo vivió como tal. “¡Todo había sido Maya!” “Ahuyentó los pensamientos inútiles de la mente”. No volvió a abandonar el bosque, vivió más allá de toda imagen, más allá de todo relato.

¿Podemos concluir que el juego de abalorios es una ilusión?, algo que no existe, pero que el relato de la novela nos ha hecho creer que es real. Ahora bien en ese camino ilusorio, en ese andar por Maya hemos aprendido algo: A relacionar nuestro pensamiento, con los sentimientos, con la realidad, los sueños, la vida, la ausencia, el conocimiento, el mundo, la conciencia, porque nada es lo que es sin relacionarse con los demás.
Sin el último cuento la novela habría quedado coja, de esta manera al menos tiene un bastón.



  

Biografía  de Hermann Hesse.



(Calw, 1877 - Montagnola, 1962) Novelista alemán cuya obra indagó en temas como la búsqueda de la autorrealización y la espiritualidad. Destacada figura de la narrativa alemana de la primera mitad del siglo XX, de relevancia comparable a la de Alfred Döblin y Thomas Mann, recibió el premio Nobel de Literatura en 1946; utilizó en ocasiones el seudónimo de Emil Sinclair.
Vástago de una familia de misioneros pietistas, fue destinado al estudio de la teología y enviado en 1891 al seminario de Maulbronn. De allí se fugó en 1894 e hizo el aprendizaje de relojero en Calw. En 1895 fue aprendiz de librero en Tubinga y trabajó como tal en Basilea a partir de 1899. Después del éxito de Peter Camenzind (1904) se instaló a orillas del lago de Constanza dedicado a la literatura. En 1911 viajó a la India, más tarde se fue a vivir a Berna y finalmente a Montagnola, cerca de Lugano. Peter Camenzind (1904) puede ser considerada un arquetipo del género conocido como "novela de formación", de escritura reflexiva y melancólica, sobre un joven que llega del campo a la ciudad para acabar huyendo de la cultura urbana y regresar a la naturaleza y la vida sencilla. En esa misma línea, Bajo la rueda (1906) expresa la rebelión contra la autoridad.

Pero el título que marca el paso del ecuador dentro de la obra de Hesse es sin duda Demian (1919), cuyas primeras ediciones se publicaron bajo el seudónimo Emil Sinclair y con el significativo subtítulo "Una historia de juventud": escrita en medio de una profunda depresión, la novela es sin embargo un canto a la amistad, al arte y a la vida. Siddharta (1922), diametralmente distinta, recoge la experiencia del autor en la India y se convertiría, una generación más tarde, en el libro de cabecera de los primeros "hippies", difusores del budismo y de la cultura oriental en Occidente.
El lobo estepario (1927) es acaso el más célebre de los títulos de Hesse e inicia sin duda la etapa de madurez de su obra: está construido a partir de las notas póstumas del artista Harry Haller, introducidas por los comentarios de un editor, y es un lúcido análisis sobre la locura de una época en la que muere lo viejo sin que haya nacido algo nuevo. Narciso y Goldmundo (1930), situada en una imprecisa alba del Renacimiento, presenta la contraposición de Narciso, el monje ascético, y Goldmundo, el artista, en una escuela monástica, donde traban amistad. Es la confrontación entre el mundo paterno, encarnado en el logos y la ciencia, y el arte maternal, que no representa una certeza sino una búsqueda de por vida.

El juego de los abalorios (1943), cierra lo que puede entenderse como una trilogía de culminación de la obra de Hesse, a través de un nuevo intento de reunión (los abalorios) del mundo de las artes y de las ciencias: un auténtico resumen de los esfuerzos anteriores del autor por reflejar la inquietante dualidad entre el pensamiento y el espíritu.
Siguieron luego colecciones de cuentos, relatos y meditaciones, y en 1951 la antología literaria de este educador humano, que une la interioridad de la lucha sostenida para la existencia del espíritu, consciente de su propia responsabilidad, con la advertencia dirigida a su misma época en peligro y al pueblo alemán. La edición completa de las obras de Hermann Hesse, en seis tomos, apareció en 1952.


Biblioteca Personal.

Tengo un libro en mi colección privada .- 


Itsukushima Shrine.


IL Blasone in Sicilia.