El Instituto de España.
Academias en Europa. El movimiento academicista desarrollado a lo largo del siglo XVIII como consecuencia del más amplio fenómeno cultural de la Ilustración, tuvo sus principales exponentes institucionalizados en la Real Academia Española, la Real Academia de la Historia, o la de Jurisprudencia de Santa Bárbara. En la España del siglo XIX, las Reales Academias mantuvieron su vitalidad y pujanza, adaptándose a la nueva realidad ideológica del liberalismo. La II República (1931-1939) mantuvo a las Academias, aunque privándolas de su adjetivo «Real», pero ya iniciada la Guerra Civil (1936-1939), fueron suprimidas por un Decreto, que las calificaba de instituciones que habían «tenido su razón de ser en otras épocas de la historia [...]», pero que «han quedado anquilosadas o no están en consonancia con la marcha de la vida social de hoy». Nacimiento de Instituto. En cambio, otro Decreto del Gobierno de Burgos, de 8 de diciembre de 1937, día de la Inmaculada Concepción, patrona de la primitiva tradición doctoral española, ordenó reunir en la Universidad de Salamanca a todas las Academias, por entonces inactivas como consecuencia de la Guerra. Éstas eran según el mencionado Decreto: la Española, la de la Historia, la de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, la de Ciencias Morales y Políticas, Bellas Artes de San Fernando y la de Medicina. Las cuales «conservarán en lo sucesivo el título de Reales en alusión a su origen histórico y formarán juntas un cuerpo total con el nombre de Instituto de España». Idea apadrinada por PEDRO SAINZ RODRÍGUEZ y EUGENIO D\'ORS. También fueron importantes promotores del Instituto de España, PEDRO MUGURUZA y AGUSTÍN GONZÁLEZ DE AMEZÚA. Su primera sesión, presidida a título provisional por JOSÉ MARÍA PEMÁN, se celebró en Burgos el 27 de diciembre de 1937. Allí fue elegido como primer presidente del Instituto de España el compositor MANUEL DE FALLA, y como secretario perpetuo al propio EUGENIO D\'ORS. Su normativa reguladora se encuentra en el mencionado Decreto de 8 de diciembre de 1937, así como en otro Decreto inmediatamente posterior, de 1 de enero de 1938, que lo reorganizó, en tanto que sus Estatutos serían aprobados por el ministro de Educación Nacional JOSÉ IBÁÑEZ MARTÍN, el 18 de abril de 1947. Con fecha 19 de mayo de 1938, apareció un Decreto que atribuyó al Instituto de España la facultad de orientar y dirigir la alta cultura y la investigación superior en España. Dirección de la vida científica nacional de la que fue en gran parte privado en 1940, con la creación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Además, la importancia de las Reales Academias agrupadas en torno al Instituto de España, ha tenido el más alto reconocimiento legal al recoger el art. 62, j de la vigente Constitución, entre las demás facultades que corresponden al Rey, el «Alto Patronazgo de las Reales Academias». El Instituto de España (IdeE) es la institución que integra a varias reales academias, de ámbito nacional y radicadas en Madrid y Barcelona. En la actualidad son diez y el conjunto de los académicos numerarios pertenecientes a dichas reales academias conforman el corpus del IdeE. Objeto De acuerdo con los estatutos de 1947, «el Instituto de España se constituyó como corporación nacional a título de máximo exponente de la cultura española en el orden académico ("Senado de la cultura española"), cuyo objeto era mantener y estrechar la fraternidad espiritual de las diez reales academias nacionales (la Española, la de Historia, la de Bellas Artes de San Fernando, la de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, la de Ciencias Morales y Políticas, la Nacional de Medicina, la de Jurisprudencia y Legislación, la Nacional de Farmacia, la Real Academia de Ingeniería de España y la Real Academia de Ciencias Económicas y Financieras), auxiliándose y completándose entre sí para la mayor eficacia de sus tareas y actividades, formando la "superior" representación académica nacional en España y en el extranjero» [Real Decreto 1160/2010, exposición de motivos]. Historia. El Instituto de España se creó por el impulso de Eugenio D'Ors, como inspirador, que a imagen del modelo del Instituto de Francia, pensaba que por encima de las academias de ámbito nacional debiera haber una entidad que las agrupase, sin merma de la personalidad jurídica de cada una de ellas, y de Pedro Sáinz Rodríguez, como político en activo, que al poco tiempo de su fundación es nombrado ministro de Educación Nacional. Reglamentariamente fueron los sucesivos decretos de 8 de diciembre de 1937 y de 1 de enero de 1938. En ellos se promovía la constitución de una institución que asociara a seis academias de ámbito nacional, y de las que en algunos casos dependían otras academias territoriales de distrito, recuperando también para ellas el nombramiento de «Reales» que tenían hasta el comienzo de la Segunda República Española. Se constituyó en la reunión fundacional celebrada el 27 de diciembre de 1937 en Burgos y la primera reunión solemne de las entonces seis Reales Academias que lo integraban y de sus miembros de número se realizó el 6 de enero de 1938, en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, teniendo por objeto el acto del juramento de sus miembros individuales pertenecientes a cada una de ellas, para lo cual se redactó e implementó un ceremonial de juramento. En 1939, una vez finalizada la Guerra Civil, se sucedieron diversas órdenes ministeriales con plazos para que los miembros de las Reales Academias que no lo hubieran prestado con anterioridad, formalizaran dicho juramento ante el IdeE. Entre sus primeros cometidos del IdeE estuvieron el del establecimiento de textos únicos de enseñanza primaria, encomendándose a sí mismo sus redacciones y ediciones respectivas, y el de la facultad de orientar y dirigir la alta cultura y la investigación superior en España, al asumir e incorporar por decreto el legado de la disuelta Junta para la Ampliación de Estudios y Fundación Nacional de Investigaciones Científicas, facultad esta última que asimismo por decreto traspasó con la fundación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas en 1940, quedando a partir de entonces con la función de enlace entre las Reales Academias, y de éstas con el Ministerio de Educación. En abril de 1939 se aprueban los primeros estatutos y se le redefinen sus funciones. El 18 de abril de 1947 se aprueba el decreto que contiene unos nuevos estatutos del IdeE, disposición que estará vigente durante más de seis décadas, hasta la vigente normativa legislativa que regula el IdeE, de 17 de septiembre de 2010. En 2009, se deroga el Real Decreto que obligaba a todas las Reales Academias agrupadas en el IdeE a tener su sede en Madrid. Las Academias. De acuerdo con sus estatutos, el Instituto de España está constituido por el conjunto de los académicos numerarios pertenecientes a las:
Las academias constituidas en Corporación nacional, a título de máximo exponente de la cultura española en el orden académico. Es su objeto estrechar la fraternidad espiritual de las indicadas ocho Reales Academias españolas, auxiliándose y complementándose entre sí para mayor eficacia de sus tareas y actividades, formando la superior representación académica nacional en España y en el extranjero. Son sus funciones las que le encomienda el Estado, las que le atribuyen las Reales Academias y las que acuerdan de su propia iniciativa. El Instituto de España orienta su actividad en tres líneas fundamentales: los ciclos de conferencias, los cursos de Tercer Ciclo o Doctorado y las publicaciones especializadas. Realiza tres sesiones públicas y solemnes al año: en conmemoración de su fecha fundacional, la Fiesta del Libro, y la tercera con motivo de la apertura del Curso Académico anual. Todos los años también celebra el homenaje la Antigüedad Académica, rendido a los académicos de número que llevan más tiempo perteneciendo a alguna de las Reales Academias del Instituto. El Instituto de España depende administrativamente del Ministerio de Educación y Cultura, a través de la Secretaría de Estado de Universidades, Investigación y Desarrollo. Para su gobierno cuenta con un Presidente al que asiste una Mesa formada por un miembro elegido por cada una de las Reales Academias que lo forman. Sede El Instituto de España estableció en junio de 1979 unas normas indicativas para la fundación de nuevas Academias provinciales, y en octubre de ese mismo año, otras para la relación de estas Academias con el Instituto. Desde su fundación la entidad ha ocupado varias sedes. Tuvo un primer domicilio en Madrid, en el Palacio de Revillagigedo, en la calle de Sacramento. Luego, en el Palacio del Marqués de Molins, en la calle Amor de Dios, y actualmente, en el núm. 49 de la de San Bernardo, en el edificio que alojó a la Universidad Central. Se levanta este sobrio edificio neoclásico en el solar que ocupaba el antiguo noviciado de Padres Jesuitas. Fue su arquitecto FRANCISCO JAVIER DE MARIÁTEGUI, discípulo de JUAN DE VILLANUEVA. |
Reales Academias Españolas.
(Reials Acadèmies, en catalán/valenciano; Reais Academias, en gallego; Erret Akademiak, en vasco), abreviado como RR. AA., son instituciones españolas de investigación y divulgación cultural, científica y artística. Buena parte de ellas surgieron durante la Ilustración amparadas por la Corona como forma de establecer un sistema centralizado de instituciones culturales paralelo al formado por las universidades, que eran vistas como vestigios medievales incontrolables por parte del Estado. En la actualidad, tras las reformas de la universidad española llevadas a cabo en el siglo XX, la mayor parte de las reales academias han quedado como centros secundarios de investigación por detrás de universidades y centros de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y como medio de reconocimiento similar a los premios artísticos y científicos. En las últimas décadas han seguido creándose academias pero ya con un enfoque centrado en los estudios locales, especialmente en aquellas regiones españolas que cuentan con lengua propia, a imagen de la Real Academia Española y, en cierta medida, de la Real Academia de la Historia, cuyo ámbito de estudio es exclusivamente la historia de España a pesar de su nombre genérico. El Instituto de España reúne a las Reales Academias de ámbito nacional para la coordinación de las funciones que deban ejercer en común Historia. Desde el mismo siglo XVIII, a la vez que se creaban las primeras reales academias nacionales, fueron constituyéndose diversas reales academias y otras academias con un ámbito territorial limitado: local, provincial o regional. En consonancia con el Estado autonómico derivado de la Constitución Española, el Instituto de España reconoce las competencias asumidas por las Comunidades Autónomas sobre las academias de su ámbito territorial, bien en virtud de una atribución expresa en sus estatutos de autonomía, bien a través de los títulos competenciales generales sobre fomento de la investigación y la cultura. Debe recordarse además que la Comunidad de Madrid, el Principado de Asturias y la Región de Murcia, han dictado sus propias leyes para regular las academias establecidas en su ámbito territorial, y que la Comunidad Autónoma de Andalucía ha creado por ley el Instituto de Academias de Andalucía. Algunas de estas instituciones son academias asociadas del Instituto de España. La reforma que se aborda en el Real Decreto 1160/2010, de 17 de septiembre, por el que se regula el Instituto de España, expresa también la voluntad del Gobierno de coadyuvar, dentro de sus competencias, al mejor desarrollo de los trabajos de las academias y al refuerzo de su presencia en la sociedad, de modo que se utilice al máximo el inmenso caudal de conocimientos, experiencia de investigación y pensamiento de estas instituciones. Tienen tratamiento protocolario de "excelentísimo Sr." los numerarios de las nueve reales academias e "ilustrísimo Sr.", los correspondientes nacionales, los de número de las reales academias de distrito autonómicas o sus correspondientes. Para tener dicho tratamiento deben pertenecer al Instituto de España. Academias centrales o Nacionales. Las nueve reales academias oficiales con sede en Madrid tienen como punto de encuentro el Instituto de España. Estas instituciones son las siguientes: Real Academia Española (1714) Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (1752) Real Academia de la Historia (1738) Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (1847) Real Academia de Ingeniería (1994) Real Academia de Ciencias Morales y Políticas (1857) Real Academia Nacional de Medicina (1861) Real Academia de Jurisprudencia y Legislación (1730) Real Academia Nacional de Farmacia (1737) |
Academias de distrito. En la actualidad hay mas cincuenta reales academias asociadas al Instituto de España. Se puede distinguir entre academias artísticas, científicas, científico-artísticas y de estudios locales: |
I.-Academias artísticas Real Academia Canaria de Bellas Artes de San Miguel Arcángel. Fue fundada por el Gobierno de Isabel II, con doce Academias más para otras tantas provincias españolas, por Real Decreto de 31 de octubre de 1849. Su sede se fijó en la capital única que tenía entonces el Archipiélago Canario, Santa Cruz de Tenerife, abarcando, en consonancia con su denominación de “Academia Provincial de Bellas Artes”, el ámbito de todas las Islas. Con una estructura de otro sesgo siguió su camino de ámbito provincial cuando fue reinstaurada por Alfonso XIII en 1913. En este sentido, con la división de la Provincia en 1927 se convirtió tácitamente en bi-provincial, y con el advenimiento del Estado de las Autonomías, en una Academia que abarca toda la Comunidad Autónoma de Canarias. Real Academia Catalana de Bellas Artes de San Jorge (Barcelona, 1850) Real Academia de Bellas Artes de Nuestra Señora de las Angustias (Granada, 1777) Real Academia de Bellas Artes de San Carlos (Valencia, 1768) Real Academia de Bellas Artes de Santa María de la Arrixaca de Murcia. Real Sociedad Económica de Amigos del País, concretamente en el año 1779, se creó una Real Academia de Bellas Artes bajo la dirección de Francisco Salzillo, ya con el doble cometido de la enseñanza por un lado y la investigación, edición de trabajos doctrinales, y cultivo de todas las artes que tenían la estética como centro de su existencia. En esta institución enseñó modelado el director Francisco Salzillo; así como Roque López y otros ilustres artistas de la época. Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción (Valladolid, 1779) Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis (Zaragoza, 1792) Real Academia Provincial de Bellas Artes de Cádiz (fundada en 1778). Real Academia de Bellas Artes de San Telmo (Málaga, fundada en 1849). Real Academia de Bellas Artes de San Sebastián (Palma, fundada en 1849). Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría (Sevilla)
Real Academia Gallega de Bellas Artes de Nuestra Señora del Rosario (La Coruña, 1849) |
II.-Academias científicas. Academia de Ciencias de Zaragoza (1916) Academia de Ciencias de Granada (1977) Real Academia Gallega de Ciencias (1977) Real Academia Sevillana de Ciencias (1986) Academia Canaria de Ciencias (1987) Academia Malagueña de Ciencias.La Academia Malagueña de Ciencias es una Corporación de derecho público con sede en la ciudad de Málaga, España, y que tiene como objetivo promover investigaciones, organizar reuniones científicas, conferencias, seminarios, coloquios, congresos y todo cuanto redunde en el estudio, fomento, desarrollo e investigación de la ciencia en general, según sus propios estatutos .Es Academia Asociada al Instituto de España y miembro del Instituto de Reales Academias de Andalucía. Fundación 1872 |
III.-Academias de medicina. Real Academia de Medicina y Cirugía de Andalucía Oriental. Real Academia de Medicina y Cirugía de Cádiz Real Academia de Medicina de Santa Cruz de Tenerife Real Academia de Medicina de Cantabria Real Academia de Medicina de Cataluña Real Academia de Medicina y Cirugía de Galicia Real Academia de Medicina de las Islas Baleares Real Academia de Medicina y Cirugía de Murcia Real Academia de Medicina del Principado de Asturias Real Academia de Medicina de Salamanca Real Academia de Medicina de Sevilla Real Academia de Medicina de la Comunidad Valenciana Real Academia de Medicina y Cirugía de Valladolid |
IV.-Academias científico-artísticas. Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba Real Academia San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras (Jerez de la Frontera) Real Academia San Romualdo de Ciencias, Letras y Artes (San Fernando) Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona Real Academia Hispano Americana de Ciencias, Artes y Letras (Cádiz) Real Academia de Ciencias, Bellas Artes y Buenas Letras "Luis Vélez de Guevara" (Écija) |
V.-Academias de estudios locales. La mayor parte de las academias dedicadas a estudios locales se crearon a lo largo del siglo XX, excepto las de Barcelona y Sevilla que fueron fundadas en el siglo XVIII. Las academias de más reciente creación son la Academia de la Lengua Asturiana y la Real Academia Extremeña de las Letras y las Artes, ambas fundadas en el año 1980. Real Academia Alfonso X el Sabio: fundada en 1940 en Murcia. Real Academia de Buenas Letras de Barcelona: fundada en 1729, en la actualidad centra su actividad en estudios filológicos y de literatura catalana. Real Academia de Cultura Valenciana: fundada en 1915, lleva a cabo estudios en historia, geografía y filología valencianas. Real Academia Extremeña de las Letras y las Artes: fundada en 1980, se marca como tarea el estudio y la divulgación de la historia, el patrimonio y las artes extremeñas. Real Academia Gallega: fundada en 1906, tiene como objeto el estudio de la cultura de Galicia y, en especial, de la lengua gallega, de la que elabora sus normas gramaticales, ortográficas y léxicas. Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo: fundada en 1916, se encarga del estudio, defensa y divulgación del patrimonio artístico y de la historia de la ciudad de Toledo y su entorno. Real Academia de la Lengua Vasca: fundada en 1919, tiene como objetivo normalizar el uso de la lengua vasca. Academia de la Lengua Asturiana: fundada en 1980, esta academia no cuenta con el título de Real y su fin es el estudio y la promoción de la lengua asturiana. Real Academia Sevillana de Buenas Letras: fundada en 1751, se dedica al estudio del patrimonio cultural de Sevilla y de su entorno. Real Academia de Historia y Arte de San Quirce (Segovia): fundada en 1919 con el nombre de Universidad Popular Segoviana, es un centro de estudios locales de Segovia. Real Academia de Nobles Artes de Antequera: creada en 1789 y refundada en 2010. La Real Academia de Nobles Artes de Antequera es una institución cultural de Andalucía refundada el 11 de junio de 2010, coincidiendo con los actos de conmemoración del VI Centenario de la Incorporación de Antequera a la Corona de Castilla. |
VI.-Otras academias Real Academia de Doctores de España. La Real Academia de Doctores de España es una corporación de carácter científico, técnico, humanístico y social, de ámbito nacional, con personalidad jurídica propia y sede en Madrid. Es la máxima institución nacional con representación interdisciplinaria y la única de las Reales Academias Nacionales que opera independientemente del Instituto de España. Fundación 1922. Real Academia Europea de Doctores (RAED) La historia de la Real Academia Europea de Doctores es centenaria. Denominada Real Academia Europea de Doctores (RAED) desde febrero de 2016, la institución ha tenido distintos nombres oficiales en su siglo de historia: Agrupación de Doctores Matriculados de Cataluña (1914-1920), Colegio de Doctores Matriculados del Distrito Universitario de Barcelona o simplemente Colegio de Doctores (1920-1954), Academia de Doctores de Cataluña y Baleares o simplemente Academia de Doctores (1954-1990) y Real Academia de Doctores (1990-2016). Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía. La Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía es una institución, como su nombre indica, dedicada al estudio y divulgación de la genealogía, la heráldica y disciplinas afines; y tiene su sede en la Villa de Madrid. Entre sus principales actividades, registradas así en sus estatutos, se encuentra la defensa y conservación del patrimonio histórico, el fomento de los estudios sobre emblemas, banderas, armerías y símbolos locales, así como el estudio, la divulgación y el conocimiento científico de los honores, distinciones, y la búsqueda y análisis de las fuentes demográficas históricas. Real Academia de la Mar.
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Los fundadores de Instituto de España. PEDRO SAINZ RODRÍGUEZ Sainz Rodríguez, Pedro Enrique. Madrid, 14.I.1897 – 14.XII.1986. Académico, catedrático, político y escritor.
Nació en una familia de la clase media madrileña formada por el médico Agustín Sainz Espinosa y la santanderina Presentación Rodríguez Castillo, quien procedía de Viveda, pequeño pueblo que contaba con la casa-torre de los Calderón de la Barca. Pedro era el cuarto hijo de los cinco que tuvieron: Agustín, que hizo Derecho; una hija que nació sin vida; Enrique Norberto, fallecido en un accidente de caza; Pedro Enrique, doctor en Filosofía y Letras y licenciado en Derecho, y Antonio, licenciado en Medicina y Cirugía. La profesión médica estaba muy valorada en el ambiente familiar y el recuerdo del primero que la ejerció, el abuelo Enrique Sainz, siempre estuvo presente, e incluso en el hecho de que sus nietos Pedro y Norberto llevaban su nombre. Nada más obtener Sainz Rodríguez el grado de licenciado en Derecho por la Universidad de Salamanca, siendo ya catedrático de la Central, aceptó por unos meses el nombramiento de letrado del Colegio Oficial de Médicos de la provincia de Madrid, en el año 1928, recordando a su abuelo y a su padre, ya fallecidos, y alentando a su hermano Antonio que estrenaba su licenciatura en Medicina y Cirugía.
Sainz Rodríguez tuvo siempre una gran afición por la lectura y un deseo insaciable de saber, en el que fue iniciado por sus maestras doña Leonor y doña Elisa en uno de aquellos colegios familiares que estaba ubicado en la madrileña calle de la Concepción Jerónima. De esta escuela de primeras letras, pasó a otra de la calle de la Magdalena, donde recibió clases de Gramática, pero su padre no confiaba en la enseñanza pública de la época, que cambiaba al ritmo de la política al uso, y decidió seleccionar profesores para que impartieran a sus hijos clases de letras, de ciencias, de idiomas, de piano... en su domicilio. Así, los estudios de bachillerato los prepararon Antonio y Pedro Enrique en su casa con el bibliófilo Justo García Soriano, quien a los veintidós años había recibido del rey Alfonso XIII los Premios Extraordinarios Rivadeneyra y fin de carrera. Su relación con el joven profesor despertó en él tal afición por los libros que gastó sus pequeños ahorros en la formación de una biblioteca, que fue enriqueciéndose con el paso del tiempo hasta contar con más de cincuenta mil títulos cuando fue donada a la Fundación Universitaria Española. Sorprendía su formación humanística a cuantos lo conocían y a cuantos lo examinaban en los institutos madrileños de San Isidro y Cardenal Cisneros en los que estuvo matriculado. Uno de los catedráticos, al escuchar sus comentarios sobre ciertos textos literarios, recogidos por Menéndez Pelayo, le dijo: “¡Aguarde, joven, a que me ponga los lentes, porque a Vd. hay que mirarlo con gafas!”.
A los dieciséis años, en octubre de 1913, ingresó en la Universidad Central para cursar el preparatorio a Filosofía y Letras y a Derecho con los profesores Emeterio Mazorriaga, Julián Besteiro y Juan Ortega Rubio. Cinco años después, el 30 de enero de 1918, obtenía el Premio Extraordinario de Filosofía y Letras y el grado de licenciado ante un tribunal, formado por Andrés Ovejero, Julio Cejador y Agustín Millares Carlo. Su presidente, don Andrés, que dirigía un curso de investigación sobre literatura española, le propuso hacer la tesis doctoral sobre el bibliógrafo Bartolomé José Gallardo, y la realizó con tal competencia y rapidez que en 1920 era doctor con Premio Extraordinario. En sus años de estudiante universitario inició una fiel amistad con Luis Morales Oliver, Vicente Aleixandre, José Antón Oneca, Luis Antón García, Román Riaza, Cayetano Alcázar..., con quienes elaboró entre 1915 y 1920 la Revista Filosofía y Letras, publicación mensual que estrechaba la relación entre profesores y alumnos. Con su profesor Adolfo Bonilla San Martín visitó la biblioteca de Menéndez Pelayo cuando aún no se había abierto al público, paseó en landó por la calle Ancha de San Bernardo y mantuvo diálogos con él sobre temas literarios en el Café Suizo y en el Lion d’Or con tanta erudición que don Adolfo, buen conocedor de don Marcelino, lo llamaba “sucesor de Menéndez Pelayo”. Entre 1918 y 1919 se le nombró, con la aprobación de sus compañeros, presidente de la Asociación de Estudiantes de Filosofía y Letras y de la Federación Nacional de Estudiantes.
Defendida su tesis doctoral sobre Don Bartolomé José Gallardo y la crítica literaria de su tiempo, se presentó a oposiciones y ganó la Cátedra de Literatura Española de la Universidad de Oviedo. Había cumplido los veintitrés años y el rector lo citaba el 26 de mayo de 1920 para asistir a su primer claustro universitario, que trataría sobre los créditos de pensiones. Pero no permaneció mucho tiempo en la “histórica ciudad”, en la que por ser el catedrático más joven se le encargó el discurso de la inauguración del curso 1921-1922, que dedicó a la memoria de Clarín, el padre de su compañero Leopoldo Alas Argüelles.
En febrero de 1923, participaba plenamente en las tertulias madrileñas, visitaba el Ateneo, la Biblioteca Nacional, la Universidad Central, el Círculo de Bellas Artes... y durante el verano de ese año preparó las oposiciones para la Cátedra de Bibliología de la Universidad Central, las cuales se aplazaron hasta finales de octubre debido al golpe militar de Primo de Rivera. Cerca de un centenar de profesores universitarios y amigos se reunieron el 3 de noviembre en el Restaurante Molinero para celebrar su éxito y rendirle homenaje en aquellos días de intensa actividad política castrense, que se proponía solucionar los problemas de España en noventa días, como si de una letra de cambio se tratara. Sainz Rodríguez se mostraba crítico con esta política y reaccionó contra ella cuando se publicó la R. O. del 20 de febrero de 1924, que cesaba de sus cargos a Unamuno y a otros intelectuales que eran enviados al exilio. Con fecha 26 de febrero, redactó un manifiesto a favor de la lengua catalana, que fue avalado por ciento veinte firmas de conocidos intelectuales, quienes se oponían a la política demasiado centralista del Directorio Militar, y fue entregado a Primo de Rivera el 1 de abril.
Cuando preparaba sus actividades para el curso 1924-1925 falleció su padre el 25 de junio, con quien había comentado los posibles temas de un discurso que debía pronunciar en la Universidad. Con la libertad que otorga la presencia de la muerte, fue desgranando su pensamiento acerca de La evolución de las ideas sobre la decadencia española en aquel régimen de Directorio Militar, considerándole la mayoría el portavoz de la conciencia colectiva de los intelectuales. Sus dotes como escritor e investigador fueron reconocidas en la primera etapa del Directorio Civil concediéndole, en 1926, el Premio Nacional de Literatura por su trabajo Introducción a la Historia de la Literatura Mística en España. Un año después, dirigió, con Ernesto Giménez Caballero, La Gaceta Literaria, fundó, con Ignacio Bauer y Manuel L. Ortega, la Compañía Iberoamericana de Publicaciones (CIAP), de la que fue consejero y director literario visitando Hispanoamérica en 1931, y se hizo cargo de la colección Clásicos Españoles.
Durante la Dictadura, expuso sin vacilaciones el deber y el compromiso de los intelectuales en la sociedad y consecuentemente aceptó, en 1927, formar parte de la Asamblea Consultiva Nacional que pretendía la participación social en la política del Gobierno. Defendía en este organismo, con otros veinte catedráticos universitarios, los intereses culturales del país, pero afectado por las sanciones a la Universidad y por la escasa aceptación de sus interpelaciones presentó su renuncia al cargo en marzo de 1929.
Desde su posición de católico y monárquico alfonsino, analizaba la evolución política de la España contemporánea, buscaba la concordia de acuerdo con Cambó, participaba con mayor actividad en la política y fue elegido diputado a Cortes por Santander en todas las legislaturas desde 1931 hasta 1936. En este período republicano, estuvo vinculado al grupo de Acción Nacional, que cambió su nombre por el de Acción Popular en abril de 1932; pero, sobre todo, trabajó como miembro de Acción Española y fundó Renovación Española, grupos ambos menos tolerantes, defensores de la Monarquía tradicional y de la conciencia católica expuesta en los escritos de Menéndez Pelayo y Vázquez de Mella. Fundó también en estos años la Sociedad Anónima de Enseñanza Libre (SADEL) para proteger legalmente la enseñanza de las Órdenes Religiosas, defendió como diputado la enseñanza confesional, fomentó la unión de los partidos de derechas y creó el Bloque Nacional, “faenita de la sirena gorda”, según la expresión del carlista Juan de Olazábal, dedicada a Sainz Rodríguez.
Después de la unificación de abril de 1937 fue nombrado delegado nacional de Educación y Cultura y miembro del Consejo Nacional de la Junta Política de la Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista (FET de las JONS), académico de número de la Española en sustitución de Amalio Jimeno el 5 de enero de 1938 y, cuando se cambió la Junta de Burgos por el primer Gobierno Civil, Franco lo llamó para ser ministro en el Estado Nuevo del 30 de enero de 1938. Comenzó cambiando la Instrucción Pública por la Educación Nacional; promulgó la Ley reguladora de los estudios de bachillerato de orientación clásica y humanística (20 de septiembre) que hizo renacer los estudios clásicos en España; creó la Jefatura de Archivos, Bibliotecas y Registro de la Propiedad Intelectual dentro del Ministerio de Educación Nacional; ordenó la publicación de la edición nacional de las Obras Completas de Menéndez Pelayo; fundó y organizó como vicepresidente el Instituto de España integrado por académicos numerarios de las Reales Academias, “reunidos en Corporación Nacional a título de Senado de la cultura española”; instituyó en 1939 la Orden de Alfonso X el Sabio para premiar a quienes hubieran destacado en la ciencia, en las artes, en la enseñanza o hubieran prestado gran dedicación a los intereses culturales españoles.
Con la terminación de la guerra, Sainz Rodríguez dejó su cargo de ministro de Educación Nacional, en abril de 1939, fue nombrado miembro de la Real Academia de la Historia el 8 de marzo de 1940 y continuó su dedicación en favor de la restauración de la Monarquía en la persona de don Juan de Borbón, actividad peligrosa en esos años de posguerra y de comienzos de la Segunda Guerra Mundial para un hombre que era considerado demasiado monárquico, inteligente y conspirador. Sin duda, fue la fidelidad de Sainz Rodríguez a la institución monárquica la que lo enemistó con Franco, que había demostrado, tras la toma de Madrid, despreocupación por el Rey. Frente a un estado germanófilo, adoptó Sainz la posición aliadófila como posible para la restauración de la Monarquía en España. El 20 de mayo de 1942 ciertos monárquicos que querían establecer un gobierno en las Canarias con Don Juan de Borbón, en quien había abdicado Alfonso XIII, eran vigilados de cerca por la Sección de Servicios Especiales, algunos expedientes fueron remitidos al inspector nacional depurador de FET y de las JONS y tanto Vegas Latapié como Sainz Rodríguez se alejaron de España. Llegó este último a Lisboa el 24 de junio de 1942 huyendo de la orden de confinamiento a las Canarias, llamó a don Juan, que estaba en Suiza, para felicitarlo en su onomástica y fijó su residencia en Portugal, donde trató con políticos del gobierno de Salazar, mantuvo amistad con monseñor Cerejeira y llevó a cabo sus constantes y permanentes investigaciones sobre crítica literaria, experiencia mística y espiritualidad. En 1946, formó parte del Consejo de la Corona y del Consejo Privado del conde de Barcelona, quien había llegado a la capital portuguesa el 2 de febrero de ese año.
Volvió a España en 1969 para ocupar una cátedra en la Universidad Pontificia de Comillas, donde había impartido sus primeras clases como profesor de Literatura en 1919 y fijó su residencia en el madrileño Parque de las Avenidas. En dos pisos tuvo instalada su biblioteca y un seminario de estudio sobre temas de espiritualidad que había investigado durante su elegido exilio. En enero de 1973, fue nombrado asesor cultural de la Fundación Universitaria Española; patrono, en noviembre de ese mismo año y director de esta entidad cultural en octubre de 1978. En estos años de la transición política en España, se propuso leer sus discursos de ingreso en las dos Reales Academias de las que era miembro numerario: el 10 de junio de 1979 le respondía su amigo el cardenal Tarancón en la Española a su trabajo sobre La siembra mística del Cardenal Cisneros y el 3 de noviembre de 1985 le contestaba Emilio García Gómez con una semblanza en su recepción pública en la Real Academia de la Historia, en la que escuchó su discurso De la Retórica a la Historia don Juan de Borbón, quien inmortalizó el acto con un abrazo al fiel colaborador y amigo. Un año después fallecía a los ochenta y nueve años de edad, de un paro cardíaco, en su domicilio madrileño.
Entre sus distinciones honoríficas no mencionadas ostentaba las siguientes: caballero de la Gran Cruz con el Gran Cordón de la Orden de la Corona de Italia (Roma, 1939); académico correspondiente de la Academia Colombiana de la Historia (Bogotá, 1952); miembro de The Hispanic Society of America (Nueva York, 1962); miembro del Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay (Montevideo, 1974); académico numerario de la Academia Nacional de Gastronomía (Madrid, 1975); doctor honoris causa de la Sociedad Hispana de Estudios Clásicos (1979); Medalla de Plata del Círculo de Bellas Artes de Madrid (1980) y Gran Cruz de la Orden de Carlos III (1981).
Obras de ~: La obra de Clarín. Discurso leído en la Universidad de Oviedo en la apertura del curso académico 1921-1922, Madrid, Gráfica Ambos Mundos, 1921; Un epistolario erudito del siglo xix, Santander, Talleres Tipográficos J. Martínez, 1921; Evolución de las ideas sobre la decadencia española. Discurso leído en la apertura del curso académico 1924/25, Madrid, Universidad, 1924; La evolución política española y el deber social de los intelectuales, Madrid, Imprenta J. Tejada, 1924; El P. Burriel, paleógrafo, Madrid, Gráfica Universal, 1926; Introducción a la Historia de la Literatura Mística en España, Madrid, Voluntad, 1927; Obras escogidas de Bartolomé José Gallardo, est. prelim., ed. y notas, Madrid, C.I.A.P., 1928, 2 vols.; La tradición nacional y el Estado futuro, Madrid, Cultura Española, 1935; La Escuela y el Estado Nuevo. Discurso del Ministro de Educación Nacional, Burgos, Publicaciones del Ministerio de Educación Nacional, 1938; Marcelino Menéndez Pelayo. La Mística Española, est. prelim. y ed., Madrid, Afrodisio Aguado, 1956; Espiritualidad Española, Madrid, Rialp, 1961; Una posible fuente de “El Criticón” de Gracián, Madrid, Archivo Teológico Granadino, 1962; Evolución de las ideas sobre la decadencia española y otros estudios de Crítica Literaria, Madrid, Rialp, 1962; J. Arrarás, Historia de la Segunda República española, pról. de ~, Madrid, Editora Nacional, 1968-1970, 4 vols.; Menéndez Pelayo, ese desconocido, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1975; Pedro Crespo, Alcalde de Zalamea, Madrid, MIT Rivadeneyra, 1975; Biblioteca Bibliográfica Hispánica, Madrid, Fundación Universitaria Española, Seminario de Menéndez Pelayo, 1975-1987, 6 vols.; Testimonio y Recuerdos, Barcelona, Planeta, 1978; La siembra mística del Cardenal Cisneros y las reformas de la Iglesia. Discurso de ingreso en la Real Academia Española, Madrid, Imprenta Doserre, 1979; Antología de la literatura espiritual española, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1980-1985, 4 vols.; Un reinado en la sombra, Barcelona, Planeta, 1981; De la Retórica a la Historia. Discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia y contestación del Excmo. Sr. D. Emilio García Gómez, Madrid, Imprenta Taravilla, 1985; Visión de España, Madrid, Fundación Cánovas del Castillo, 1986; Gallardo y la crítica literaria de su tiempo, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1986 (reed. de su tesis doctoral); Homenaje a Pedro Sainz Rodríguez. t. I: Repertorios, textos y comentarios; t. II: Estudios de Lengua; t. III: Estudios históricos y t. IV: Estudios teológicos, filosóficos e Guerra Civil española, 2 vols., Barcelona, Planeta, 1987; Semblanzas, pról. de J. M.ª de Areilza y epílogo de L. M.ª Ansón, Barcelona, Planeta, 1988 (obra póstuma).
Bibl.: S. Galindo Herrero, Los partidos monárquicos bajo la Segunda República, Madrid, Rialp, 1956 (2.ª ed.); M. Artola Gallego, Partidos y programas políticos, 1808-1936, Madrid, Aguilar, 1975, 2 vols.; S. Madariaga, Dios y los españoles, Barcelona, Planeta, 1975; M. L. Rodríguez Aisa, El cardenal Gomá y la guerra de España. Aspectos de la gestión pública del Primado. 1936-1939, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1981; Bibliografía de Pedro Sainz Rodríguez, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1983; E. Vegas Latapié, Memorias políticas. El suicidio de la Monarquía y la Segunda República, Barcelona, Planeta, 1983; A. Alted Vigil, Política del Nuevo Estado sobre el patrimonio cultural y la educación durante la Guerra Civil Española, Madrid, Dirección General de Bellas Artes y Archivos del Ministerio de Cultura, 1984; E. García Gómez, “Discurso de contestación”, en P. E. Sainz Rodríguez, De la Retórica a la Historia, op. cit., págs. 49-56; J. Gil Pecharromán, Renovación Española. Una alternativa monárquica a la segunda república, Madrid, Editorial Universidad Complutense, Servicio de Reprografía, 1985, 2 vols.; R. Morodo, Los orígenes ideológicos del franquismo: Acción Española, Madrid, Alianza, 1985 (2.ª ed.); J. García Morales, “Epistolario de Justo García Soriano con Pedro Sainz Rodríguez”, en VV. AA., Homenaje a Pedro Sainz Rodríguez. Tomo I. Repertorios, textos y comentarios, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1986, págs. 453-495; P. Preston, Las derechas españolas en el siglo xx: autoritarismo, fascismo y golpismo, Madrid, Sistema, 1986; J. M. García Escudero, Vista a la derecha. Cánovas. Maura. Cambó. Gil Robles. López Rodó. Fraga, Madrid, Rialp, 1988; J. M. Toquero, Franco y Don Juan. La oposición monárquica al franquismo, Barcelona, Plaza y Janés-Cambio 16, 1989; M. Suances Marcos, “El tradicionalismo monárquico: Pedro Sainz Rodríguez”, en El pensamiento español contemporáneo y la idea de América. I. El pensamiento en España desde 1939, Barcelona, Anthropos, 1989, págs. 95-114; L. M. Anson Oliart, Don Juan, Barcelona, Plaza y Janés Editores, 1994; J. Escribano Hernández, Pedro Sainz Rodríguez, de la Monarquía a la República, pról. de A. Labandeira Fernández, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1998; Epistolario de Don Pedro Sainz Rodríguez. Volumen I: 1916-1930, Madrid, Fundación Universitaria Española, 2007; Historia viva en las cartas de Pedro Sainz Rodríguez 1897-1986. El ministro de Franco que quiso restaurar a Don Juan, pról. de L. M.ª Anson, Madrid, La Esfera de los Libros, 2011; J. Escribano Hernández y J. Herrera Navarro, Epistolario de Don Pedro Sainz Rodríguez. Volumen II: enero de 1935-18 de julio de 1938, Madrid, Fundación Universitaria Española, 2012; Epistolario de Don Pedro Sainz Rodríguez. Volumen III: 19 de julio de 1938-16 de febrero de 1939, Madrid, Fundación Universitaria Española, 2012; Epistolario de Don Pedro Sainz Rodríguez. Volumen IV: 17 de febrero de 1939-29 de diciembre de 1950, Madrid, Fundación Universitaria Española, 2013. |
EUGENIO D\'ORS. Ors y Rovira, Eugenio d’. Xenius. Barcelona, 28.IX.1881 – Villanueva y Geltrú (Barcelona), 25.IX.1954. Filósofo y crítico de arte.
Nació en la calle Condal de Barcelona. Su padre, José Ors y Rosal, era médico y había nacido en Sabadell. Su madre, Celia Rovira y García, nació en Manzanillo (Cuba), aunque tenía ascendencia en Villafranca del Panadés. Tuvo un único hermano, José Enrique, dos años menor que él. Preparó parte de sus estudios primarios y secundarios en casa por su delicada salud. Su padre le instruía en Gramática y Aritmética, y su madre, una mujer educada en un ambiente refinado y amante de la lectura, lo hacía en Religión y Literatura. Se aficionó tempranamente a la lectura y la escritura. Como era propenso a la enfermedad, su padre impuso un excesivo recogimiento en el hogar familiar, que sólo se interrumpía para ir de vacaciones a la costa catalana.
Ingresó en la Universidad de Barcelona para cursar la carrera de Derecho en 1897. Se licenció en junio de 1903 con excelentes calificaciones y en noviembre de ese mismo año obtuvo el Premio Extraordinario de licenciatura. Durante el último curso de carrera compaginó sus estudios con el servicio militar, del que más tarde fue redimido por dinero. Aunque había cursado la carrera de Derecho, el arte, la literatura y la filosofía fueron sus intereses principales. De sus años universitarios se sabe que no asistía con asiduidad a las clases y que ocupaba la mayor parte de su tiempo en la lectura de grandes obras de la literatura y el pensamiento. Entre marzo de 1904 y julio de 1905 viajó a menudo a Madrid para realizar los estudios de doctorado en la Facultad de Derecho y comenzar una tesis sobre la genealogía ideal del Imperialismo —una teoría del Estado-héroe—, que no concluyó. En Madrid asistió a las tertulias de Juan Valera, Menéndez Pelayo y Menéndez Pidal; y entabló amistad con Francisco Giner de los Ríos, Ramiro de Maeztu, Gregorio Martínez Sierra, Antonio Maura, Eduardo Marquina, Ignacio Zuloaga y Enrique Díez Canedo. Ellos jugaron un papel importante en la introducción de Eugenio d’Ors en el ambiente castellano. Además de las asiduas visitas a las tertulias de intelectuales, d’Ors acudía con frecuencia al Museo del Prado y al Jardín Botánico. El recorrido por el paseo del Prado, primero con la mirada atenta en el arte y después en la riqueza de la naturaleza era similar al que frecuentaba su pensamiento: un recorrido desde la estancia del arte a la estancia de la vida.
En los años de sus estudios universitarios, la ciudad de Barcelona vivió la explosión del movimiento modernista. En estos años de rebelión estética, social y cultural, Eugenio d’Ors frecuentaba los ambientes literarios y artísticos de la ciudad, participaba en las tertulias del café Els Quatre Gats y colaboraba en revistas como Pèl i Ploma, Catalunya, Lo Pensament Català o Auba. Bajo la influencia del modernismo catalán escribió uno de los cuentos más conocidos de esta época, La fi de l’Isidro Nonell (1902), y colaboró asiduamente en El Poble Català con una columna sobre arte. Además de los artículos y cuentos, publicaba dibujos, caricaturas y traducciones con el fin de independizarse económicamente.
Hacia finales de 1904 y principios de 1905, comenzó a mostrar en sus publicaciones una distancia con el proyecto modernista. Un profundo sentimiento de misión de regeneración cultural le hizo plantearse, ante la ineficacia de los movimientos modernistas catalanes, la necesidad de un nuevo proyecto de renovación del individuo y la sociedad que denominó Noucentisme. El Noucentisme continuaba la ilusión regeneradora del Modernismo, pero ante el individualismo y el naturalismo de su estética y la afirmación del tradicionalismo catalanista anclado en el ruralismo y el folclore, proponía una vuelta a los planteamientos estéticos del arte clásico de Grecia y Roma y la renovación social a través de la educación y las instituciones. El proyecto “noucentista” se llevó a cabo en dos vertientes, la artística y la política, que d’Ors denominó con los términos de “estética arbitraria” y “política imperialista”. Eugenio d’Ors defendió la existencia de una dimensión estética —”residuo”— en las acciones propias del ser humano por la que el pensamiento es siempre creación y la belleza es revelación de la verdad. El arte proporciona el modo más pleno y eficaz de comprensión de la existencia humana y es desde el “residuo” desde donde se logra una comprensión unitaria y jerárquica del ser humano y de lo real. Definió la política imperialista como intervencionista y fue más un ideal pedagógico de renovación social, cultural y científica, que una ideología. Influido por las ideas de Carlyle, Eugenio d’Ors consideró necesaria una educación solidaria de los ciudadanos basada en la conciencia de responsabilidad. Mientras en el inicio del siglo XX los intelectuales españoles se preguntan por la identidad de España, d’Ors dedica sus esfuerzos a la elaboración de un programa de renovación cultural, que en estos años se extiende sólo al ámbito catalán.
En enero de 1906 comenzó a colaborar en La Veu de Catalunya con unos artículos llamados “glosas” con los que alcanzó una gran popularidad en la opinión pública catalana. Las glosas, breves comentarios al hilo de la actualidad a los que d’Ors añade una honda reflexión por medio su ingenioso y rico uso de la lengua, constituyeron uno de los instrumentos más eficaces en la difusión de su misión renovadora. Toda la vida de Eugenio d’Ors puede contarse al hilo de la lectura de las glosas. Un género que no abandonó nunca y en el que trataba de convertir las anécdotas, recuerdos y vivencias en categorías, para mostrar así “el matiz de eternidad que hay en todas las cosas”. Las glosas tenían también una función social: d’Ors las comparaba con la devoción a san Cristóbal de los trabajadores de la Edad Media. Una mirada a la imagen del santo, habitualmente situada en un lugar visible de la fachada de la iglesia, protegía de la muerte por accidente. Como la mirada a san Cristóbal, la lectura cotidiana de las glosas evitaba la “cristalización” del espíritu. En mayo de 1906 aceptó la oferta del periódico de cubrir el puesto vacante de corresponsal en París y comenzó a firmar con el pseudónimo “Xenius”. En septiembre volvió a Barcelona para contraer matrimonio con María Pérez Péix, con la que regresó a París para instalarse en un piso de la rue Jasmin hasta 1910. Además de su actividad como periodista, d’Ors dedicó estos años a ampliar su formación en el campo de la psicología experimental, y a redactar la memoria con la que justificar la beca para investigar sobre los estudios superiores en el extranjero que recibió de la Diputación de Barcelona desde 1908. D’Ors descubrió en esta investigación acerca de la metodología científica que el buen progreso de la ciencia se debía en cierta medida a la peculiar actitud del científico en la búsqueda de la verdad y a la reflexión constante acerca de los propios procesos y métodos empleados. De este modo, así como su delicada sensibilidad artística le había llevado a afirmar la necesidad de acercar la filosofía al dominio de lo artístico, y vindicar así la existencia de una dimensión lúdica; la investigación en París le llevó a enriquecer la filosofía con métodos científicos, reconocer el valor de la experiencia como fuente de conocimiento y a buscar la articulación entre los resultados de las ciencias positivas y la filosofía. En París alimentó una vocación de filósofo todavía incipiente y entró en contacto con el ambiente intelectual y científico de principios del siglo XX. Asistió a numerosos cursos y seminarios de filosofía y psicología experimental, y a clases de filósofos y científicos de la talla de Bergson, Boutroux o Madame Curie. En estos años, viajó desde París a Alemania e Italia para ampliar su formación. En agosto de 1908 participó en el III Congreso Internacional de Filosofía celebrado en Heidelberg con dos trabajos que serán el germen de su pensamiento filosófico. En El residuo en la medida de la ciencia por la acción y en Religio est libertas dialoga con las propuestas del pragmatismo norteamericano sobre los límites del conocimiento científico. La asistencia al congreso junto a Boutroux, Croce, Vailati, Vossler, Schiller o Royce afianzó su vocación filosófica y le introdujo en la comunidad de intelectuales que a principios de siglo debatían los límites de la psicología experimental, introducían el pragmatismo americano en Europa o reflexionaban sobre el pensamiento vitalista de Bergson.
A su regreso a Barcelona en 1911, Enric Prat de la Riba le nombró secretario general del Instituto de Estudios Catalanes; una institución dependiente de la Diputación de Barcelona que tenía como objetivo la investigación científica superior, con una especial atención a los valores de la historia y la cultura catalana. El Instituto, creado con una única Sección llamada Histórico-arqueológica, se amplió, coincidiendo con el nombramiento de Eugenio d’Ors, con la sección de Ciencias y la de Filología. Ambas sirvieron de impulso a la tarea de construcción de una tradición científica y a la normalización lingüística del catalán. Eugenio d’Ors entró a formar parte de la Sección de Ciencias por su interés y formación en psicología experimental. Este nombramiento supuso uno de los primeros éxitos de su proyecto renovador: una institución desde la que se fomenta la investigación científica como fuente de saber y de progreso. Prat de la Riba le introdujo de este modo en el mundo político catalán y le abrió la puerta para llevar a cabo el programa novecentista. El papel que representó Eugenio d’Ors en la política catalana se redujo, sin embargo, al ámbito cultural y educativo. La política fue un instrumento más en la misión de renovación cultural e intelectual soñada años antes. En 1911 publicó en La Veu de Catalunya la serie Set gloses de Quaresma y Com si encara fos Quaresma en la que expone su pensamiento con el nombre de “Filosofía del hombre que trabaja y que juega”. Estas glosas, pensadas como una introducción a la filosofía, constituyen el índice de los temas de trabajo que le acompañaron durante toda su vida. La filosofía del hombre que trabaja y que juega propone, con el término catalán “seny” –inteligencia o razón viva–, la facultad capaz de armonizar los elementos racionales, los de intuición, de sentimiento y de “gusto” en una visión unitaria y jerárquica del mundo. En síntesis, una facultad capaz de explicar con sentido las realidades que sobrepasan la racionalidad científica. La inteligencia aúna con sentido los resultados que son fruto del trabajo —de la necesidad— y del juego —de la libertad— en continuo diálogo. Del Glosario de 1911 es también la serie La ben plantada. Publicadas durante los meses de agosto y septiembre, las glosas sobre Teresa, nombre de “la bien plantada”, cuentan la historia del veraneo de una hermosa dama que reúne en su cuerpo y en su espíritu el ideal clásico anhelado por el “Noucentisme”. La serie constituyó en la producción orsiana el principio de un conjunto de cuatro novelas sobre personajes femeninos que más tarde se llamaría Las oceánidas: La ben plantada, Gualba la de mil veus, Sijé y La verdadera historia de Lidia de Cadaqués. En 1912 se licenció en Filosofía en la Universidad de Barcelona y en 1913 se doctoró con una tesis parcialmente inédita titulada Los argumentos de Zenón de Elea y la noción moderna de espacio-tiempo. El objetivo de esta investigación era la superación racional de las aporías de Zenón de Elea tomando como punto de partida las nociones de espacio y de tiempo de Hermann Minkowski y los avances en los presupuestos de la teoría de la relatividad. A finales de 1913, d’Ors ha terminado con el doctorado en Filosofía la etapa de su formación académica. En los últimos tres años ha expuesto su pensamiento filosófico a modo de introducción en el Glosario y su sistema continúa elaborándose. Interesado en la relación entre la filosofía y las ciencias experimentales, centró parte de su investigación en el estudio interdisciplinar de la filosofía, la física y la biología y colaboró con asiduidad en la revista Arxius de l'Institut de Ciències.
Ilusionado por conseguir un puesto en la Universidad, desde donde poder exponer su filosofía, se presentó en enero de 1914 en Madrid a unas oposiciones para la Cátedra de Psicología Superior de la Universidad de Barcelona. Sólo contó con el voto favorable de Ortega y Gasset, y la decepción por aquella derrota determinó toda su vida profesional. No volvió a presentarse a ninguna otra convocatoria. Después de las oposiciones, la Residencia de Estudiantes le invitó a impartir una conferencia con el título De la amistad y el diálogo. La Institución Libre de Enseñanza no había cuajado entre los catalanes con la misma intensidad que en el resto de España. Entre otras razones por la labor cultural que había emprendido Eugenio d’Ors desde el “Noucentisme”. Sin embargo, un respetuoso afecto por Francisco Giner de los Ríos y la afinidad con el ideal de renovación social a través de una original y moderna pedagogía, hicieron de Eugenio d’Ors un visitante asiduo a la “Colina de los chopos”. En Cataluña conservó el apoyo del presidente de la mancomunidad, Prat de la Riba, pero el fracaso de Madrid acrecentó la oposición que por parte de algunos ambientes de la burguesía y la clase intelectual catalana venía sufriendo desde 1912. En 1914 se publicó en castellano la antología La filosofía del hombre que trabaja y que juega. La antología reúne en torno a una cuestión típica en los intelectuales del siglo XX —¿cómo se integra la razón en la vida?— una recopilación de glosas, fragmentos de los trabajos del Congreso de Heidelberg, de la memoria de investigación y artículos publicados en revistas académicas. Junto a los textos de Eugenio d’Ors se insertó una introducción de Manuel García Morente y cinco estudios breves sobre diferentes aspectos de la filosofía orsiana escritos por Federico Clascar, Diego Ruiz, Jaume Farrán, Ramón Rucabado y Miguel de Unamuno.
El estallido de la Primera Guerra Mundial y el desarrollo del conflicto supuso un cierto aislamiento de d’Ors en Cataluña. Las circunstancias no le permitieron viajar por Europa y continuar sus investigaciones en el extranjero. Su actividad se concentró entonces en el estudio y perfeccionamiento de las instituciones de enseñanza en Cataluña y en la promoción de actividades desde el Instituto. Con motivo de la Gran Guerra, escribió la serie de glosas Lletres a Tina en las que expuso su posición ante el conflicto: la guerra entre Alemania y Francia era una guerra civil que puso en peligro la unidad moral de Europa. Entre 1915 y 1918 ocupó distintos cargos en el ámbito de la Instrucción Pública de la Mancomunidad de Cataluña. Su tarea consistió en el asesoramiento en el ámbito de la pedagogía y en la promoción de proyectos como la Escuela Superior de Bibliotecarias, la Red de Bibliotecas Populares, la revista Quaderns d’Estudi, los cursos monográficos de altos estudios y de intercambio o la colección Minerva de literatura moderna. En cuanto a su actividad como filósofo, la actividad docente en la Escuela de Bibliotecarias y en el Seminario de Filosofía supone la revisión de las intuiciones del Glosario y la elaboración de un pensamiento definido y ordenado: la “Doctrina de la Inteligencia”. Designó con el término “dialéctica” el conocimiento que es irónico y fiel a la vida; y propuso la sustitución de los principios de razón suficiente y de contradicción por los de función exigida y participación en el dominio de la inteligencia o seny. La Doctrina de la Inteligencia afirma que, mientras la razón elabora conceptos y la sensibilidad percepciones, la dialéctica o el pensar de la inteligencia, elabora lo que Eugenio d’Ors denomina “ideas”. Las ideas son a la vez generales y concretas, sobrepasan a los conceptos en la medida en que se adaptan a la vida. En este sentido, la inteligencia es para d’Ors acción, actividad por la que el ser humano adapta los conceptos, la razón, a la vida. Esto es, el uso de la razón cuando la libertad del hombre dialoga con la vida. La función irónica del pensamiento venía a poner de manifiesto que la verdad es parcial y está sujeta a error —aunque no por eso deja de ser verdad—; así como el carácter comunicativo de su búsqueda. Para Eugenio d’Ors el pensamiento es esencialmente diálogo. No sólo porque como afirmaría más tarde en El secreto de la filosofía, las palabras contienen a las ideas en su sentido, sino también porque la cultura es a la vez tradición y universalidad.
En agosto de 1917 murió Prat de la Riba y fue sustituido por José Puig i Cadafalch en el cargo de presidente de la Mancomunidad. El nuevo presidente no continuó la protección que Prat de la Riba había ejercido sobre la labor cultural de Eugenio d’Ors, y la tensión contenida creció hasta romperse a finales de 1919. En los meses siguientes, Eugenio d’Ors dimitió del cargo de director de la Instrucción Pública y de su colaboración en el Glosario y fue destituido de su cargo de secretario general del Instituto de Estudios Catalanes y de su tarea docente. La nueva presidencia y un sector de la burguesía y de los intelectuales catalanes partidario del regionalismo, provocó la defenestración de Eugenio d’Ors. Con motivo de estos acontecimientos, escribió dos tragedias: El nou Prometeu encadenat y Guillermo Tell.
En julio de 1921 viajó a la Argentina invitado por la Institución Cultural Española y por la Universidad de Córdoba, y dio conferencias en ambos centros, así como en Montevideo (Uruguay). A su vuelta a España, al ver que los problemas en Barcelona no tenían solución y que había perdido definitivamente todas las competencias de los últimos años, se instaló en Madrid a finales de año. Se abrió entonces una nueva etapa en la vida de d’Ors en la que abandonó el catalán como modo de expresión. El cambio en la lengua acrecentó su proyección nacional e internacional. En estos años escribió algunas de sus obras más conocidas, como Tres horas en el Museo del Prado (1922); colaboró con asiduidad en la Revista de Occidente y continuó el Glosario en el periódico ABC. Aun así, su llegada a la capital y su tarea en la cultura española se vio ensombrecida por un rechazo casi general del resto de intelectuales. Más aún cuando, no siendo d’Ors partidario del Gobierno de Primo de Rivera, mantuvo una posición tolerante con la nueva situación, entre otras razones por el rechazo de la propuesta liberal. A finales de 1923, apareció la publicación de Guillermo Tell en Las Noticias, que fue malinterpretada como un alegato en favor del dictador.
En el gobierno de Primo de Rivera, el ministro de Trabajo Eduardo Aunós le nombró profesor de la asignatura de Ciencia de la Cultura de la Escuela Social de Madrid y en 1927 fue elegido miembro de la Real Academia Española. En 1927 regresó a París donde fijó su residencia durante una década en la que se encargó de representar a España en el Instituto Internacional de Cooperación Intelectual de la Sociedad de Naciones. Acogió con contrariedad la proclamación de la República y en París encontró un ambiente más propicio para su temperamento y trabajo intelectuales. Expuso en el glosario de 1933 la continuidad de la “política imperialista” del movimiento “Noucentista” con la denominada “política de misión”. Estos años son muy fecundos en publicaciones, en especial sobre teoría del arte: El arte de Goya (1928), Cézanne (1930), Pablo Picasso (1930) o Du baroque (1935).
La Guerra Civil Española le sorprendió en París. Permaneció allí hasta que amparado por Fermín Yzurdiaga pudo instalarse en Pamplona en abril de 1937. Ingresó en la Falange, reanudó su Glosario en el diario ArribaEspaña y colaboró con la revista Jerarquía. También contribuyó desde el bando nacional, en el que luchaban sus tres hijos, en la reorganización de las instituciones culturales. Frecuentó la tertulia del Café Niza a la que acudían habitualmente Luis Rosales, Laín Entralgo, Luis Felipe Vivanco, Ángel María Pascual y Gonzalo Torrente Ballester entre otros. En 1937 fue nombrado secretario perpetuo del Instituto de España, agrupación de todas las Reales Academias. En enero de 1938 se situó al frente de la Jefatura Nacional de Bellas Artes, órgano dependiente del Ministerio de Educación Nacional. Recuperó en 1939 los fondos del Museo del Prado que el Gobierno republicano había depositado en Ginebra para evitar los daños que pudiera ocasionar la Guerra Civil y organizó la Exposición de Arte Sacro de Vitoria. En el Museo Provincial de Sevilla tuvo lugar su ingreso en la Real Academia Española con el discurso Humanidades y literatura comparada que fue contestado por José María Pemán; y en el Palacio San Telmo de San Sebastián ingresó en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando con Teoría de los estilos, que fue respondido por Joaquín Herrero.
Con el final de la guerra, volvió a Madrid. Se instaló en una casa en la calle Sacramento que utilizó como lugar de trabajo y como vivienda. Frecuentó de nuevo los ambientes intelectuales y la vida social. Gracias a su cargo en el Instituto de España, d’Ors participó activamente en la vida cultural española. Logró reanudar en Elche la celebración del Misterio; intervino en la sesión conmemorativa del segundo centenario del nacimiento del arquitecto Juan de Villanueva en la Real Academia de San Fernando; en Valencia lo hizo con motivo del cuarto centenario del nacimiento de Juan Luis Vives. En esto, le llegaron los primeros homenajes académicos: fue investido doctor honoris causa de la Universidad de Coímbra (1938) y de la Universidad de Aix-en-Provence (1941). A finales de 1941 impartió un cursillo en el Museo del Prado, que después recogió en el libro Tres lecciones en el Museo del Prado de introducción a la crítica de arte (1944), en el que realiza una innovadora exposición del concepto de “crítica”. La “crítica del sentido” tiene su fundamento en el pensamiento figurativo o “Doctrina de la Inteligencia” y viene a afirmar que además de un significado y de una forma, toda obra de arte contiene otra manera de existencia que es su sentido, por el que se convierte en figura y símbolo. En 1942, fundó en Madrid la Academia Breve de Crítica de Arte, que tenía como fin la realización de visitas culturales, lecturas y conciertos, así como la organización de la exposición anual de arte moderno denominada “Salón de los Once”.
En marzo de 1943 se inició un proceso de acercamiento a Cataluña con la colaboración en el diario La Vanguardia, que se completó en 1944 con la compra de una casa adosada a una ermita dedicada a San Cristóbal en Villanueva y Geltrú. En el período estival fijaba allí su residencia. Esta vivienda supuso el acercamiento vital a Cataluña y la recuperación de algunos de los paisajes más queridos de su infancia y juventud.
Cumplidos los sesenta años, Eugenio d’Ors preparó recopilaciones de sus escritos. Sus proyectos más ambiciosos fueron El secreto de la filosofía (1947) y la aparición de volúmenes recopilatorios de glosas. El secreto de la filosofía supone la obra cumbre del pensamiento filosófico de Eugenio d’Ors. En ella ordena todos los temas que le habían ocupado desde su juventud y apuesta de nuevo por un saber metodológico —la “Doctrina de la Inteligencia”— capaz de proponer una filosofía eficaz abierta al vivir y alimentada por la experiencia personal e histórica. En 1949 viajó de nuevo a Italia y en 1950 a la Argentina pese a los primeros síntomas de una salud que comenzaba a deteriorarse.
El reconocimiento académico en España le llegó un año antes de su muerte. En 1953 el ministro de Educación Nacional le nombró profesor extraordinario de la Universidad Central y se creó para él la Cátedra de Ciencia de la Cultura en la que sólo llegó a impartir unas pocas clases. El 25 de septiembre de 1954, pocos días antes de cumplir los setenta y tres años, murió en su residencia de Villanueva y Geltrú. Póstumamente se publicaron La verdadera historia de Lidia de Cadaqués (1954) y La ciencia de la cultura (1964).
La afirmación de la relevancia de Eugenio d’Ors en la historia del pensamiento español se ha demorado por varias razones. Por una parte, un doble prejuicio: el de los catalanes que lo consideraron un traidor tras el exilio voluntario de 1921 y el de los castellanos que lo acogieron como a un intruso, y por otra, la inevitable división que causó la Guerra Civil en la conciencia de los españoles. Esta demora, sin embargo, no ha sido acompañada del olvido, sino de una mejor comprensión de su figura y de su pensamiento.
Obras de ~: La muerte de Isidro Nonell. Seguida de otras arbitrariedades. Y de la oración a Madona Blanca María, Madrid, Ediciones El Banquete, 1905; Glosari 1906 ab les gloses a la conferencia d’Algecires y les gloses del viure a París, Barcelona, Llibrería de Francesca Puig, 1907; La Ben Plantada, Barcelona, Joaquín Horta impresor, 1911; La Bien Plantada de Xenius, Barcelona, Biblioteca Excelsior, Unión Editorial Hispanoamericana, 1913; Las aporías de Zenón de Elea y la noción moderna de espacio-tiempo, 1913 (inéd.); De la amistad y del diálogo, Madrid, Residencia de Estudiantes, 1914; La filosofía del hombre que trabaja y que juega, Barcelona, Antonio López, 1914 (ed. Madrid, Libertarias/Produfi, 1995); Flos Sophorum. Ejemplario de la vida de los grandes sabios, Barcelona, Seix y Barral, 1914; Aprendizaje y heroísmo, Madrid, Residencia de Estudiantes, 1915; Glosari de Xenius, MCMVII, II, Barcelona, Talleres Gráficos Montserrat, 1915; Glosari de Xenius, MCMVIII, III, Barcelona, Talleres Gráficos Montserrat, 1915; Glosari de Xenius, MCMXIV, IV, Barcelona, Talleres Gráficos Montserrat, 1915; Grandeza y servidumbre de la inteligencia, Madrid, Residencia de Estudiantes, 1919; Gloses de la Vaga, año IV, vol. III, n.º 139, Barcelona, La Novel-la Nova, 1919; Glosas. Páginas del Glosari de Xenius, Saturnino Calleja, Madrid, 1920; Las obras y los días, Buenos Aires, Ediciones Mínimas, 1920; El valle de Josafat, Madrid, Publicaciones Atenea, 1921; Introducción a la filosofía. Curso de Eugenio d’Ors sobre la doctrina de la Inteligencia I, Buenos Aires, Publicación del Centro Universitario, Agencia General de Librería y Publicaciones, 1921; Del Glosario de Eugenio d’Ors, Buenos Aires, Bayardo, 1921; Cézanne, Madrid, Rafael Caro Raggio, 1921; El nuevo Glosario, Madrid, Rafael Caro Raggio, 1921; El viento en Castilla. El nuevo Glosario II, Madrid, Rafael Caro Raggio, 1921; Hambre y sed de verdad. El nuevo Glosario III, Madrid, Rafael Caro Raggio, 1922; Europa. El nuevo Glosario IV, Madrid, Rafael Caro Raggio, 1922; Poussin y el Greco. El nuevo Glosario V, Madrid, Rafael Caro Raggio, 1922; El sueño es vida, Madrid, Prensa Gráfica, 1922; Tres horas en el Museo del Prado, Madrid, Rafael Caro Raggio, 1922; U-turnit. El nuevo Glosario VI, Madrid, Caro Raggio, 1923; Los diálogos de la pasión meditabunda, Madrid, Caro Raggio, 1923; L’Alerta de Castelló d’Empuries, Barcelona, Publicacions Empordà, 1923; Nuevas Bibliotecas Populares para España. Plan para la instauración de Bibliotecas Populares en España, a cargo de la Federación de la Prensa, Madrid, Publicaciones de la Federación de Prensa de España, 1923; Cinco minutos de silencio, Valencia, Sempere, 1925; El molino de viento, Valencia, Sempere, 1925; Estudios filosóficos. Religio est libertas, 13, Madrid, Cuadernos Literarios, 1925; Guillermo Tell. Tragedia política en tres jornadas, Valencia, Sempere, 1926; Una primera lección de filosofía, con dos apéndices esquemáticos sobre la Doctrina de la Inteligencia, Madrid, Cuadernos de Ciencia y de Cultura, La Lectura, 1926; Magín o la previsión y la novedad, La novela mundial, año I, 15, Madrid, Rivadeneyra, 1926; Las ideas y las formas, Biblioteca de Ensayos, 6, Madrid, Páez, 1928; Cuando ya esté tranquilo, Orbis Pictus, Madrid, Renacimiento, 1930; Estudios de arte. Arte portugués, Madrid, Sociedad Española de Amigos del Arte, 1932; Introducción al nuevo humanismo, Valencia, Imprenta Hijo de F. Vives Mora, 1932; Gualba, la de mil veus, Barcelona, Llibrería Caralònia, 1935; Glosas a Portugal, Buenos Aires, Editoriales Reunidas, 1939; Introducción a la vida angélica. Cartas a una soledad, Buenos Aires, Editoriales Reunidas, 1939; Nuevo Glosario. La Tradición, Buenos Aires, Editoriales Reunidas, 1939; Jardín Botánico, Madrid, La Rosa de Piedra, 1940; Historias de enfermos y de viejos, Madrid, Grano de Arena, 1941; Gnómica, Madrid, Talleres Gráficos Agustín Núñez, 1941; Estilo de la filosofía de Vives, Madrid, Ediciones Historia, 1941; Aldeamediana, seguido de las Historias de las esparragueras y de Dos notas sobre la civilización campesina, Madrid, Ediciones de la Gacela, 1942; Epos de los destinos, Madrid, Editora Nacional, 1943; La civilización en la historia, Madrid, Ediciones Españolas, 1943; Los diálogos de la pasión meditabunda, Barcelona, Montaner y Simón, 1943; Museo secreto, Madrid, Las Páginas Amigas, 1943; Lo barroco, Madrid, Aguilar, 1944; Tres lecciones en el Museo del Prado, de introducción a la crítica de arte, Madrid, Ediciones Españolas, 1944; Perspectivas internacionales de la Literatura española, Madrid, Instituto Nacional del Libro Español, 1944; Teoría de los estilos y Espejo de la Arquitectura, Madrid, Aguilar, 1945; Mis salones. Itinerario del Arte moderno en España, Madrid, Aguilar, 1945; Estilos del pensar, Madrid, EPESA, 1945; Arte de entreguerras. Itinerario del arte universal, Madrid, Aguilar, 1946; Pablo Picasso en tres revisiones, Madrid, Aguilar, 1946; El arte de Goya, seguido de otra visita al Museo del Prado, Madrid, Aguilar, 1946; Goya y lo goyesco. A la luz de la historia de la Cultura, Valencia, E. López Mezquida, 1946; Novísimo glosario, Madrid, Aguilar, 1946; Nuevo Glosario (1920-1926) I, Madrid, Aguilar, 1947; Nuevo glosario (1927-1933) II, Madrid, Aguilar, 1947; El secreto de la filosofía, Barcelona, Iberia, 1947; Nuevo Glosario (1934-1943), Madrid, Aguilar, 1949; La palabra en la onda. Glosas para la radio, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1950; Obra Catalana completa. Glosari 1906- 1910, Barcelona, Selecta, 1950; No hay tal prehistoria, Santander, Escuela de Altamira. Textos y Conferencias, 1950; La verdadera historia de Lidia de Cadaqués, Barcelona, José Janés, 1954; Rafael Zabaleta, Madrid, Gallades Editores, 1955; Eugenio d’Ors. Antología, Madrid, Doncel, 1960; La ciencia de la cultura, Madrid, Rialp, 1964; Crónicas de la ermita, Barcelona, Plaza y Janés, 1966; Menester del crítico de arte, Madrid, Aguilar, 1967; Nuevo Prometeo encadenado. Guillermo Tell, Madrid, Emesa, 1971; Arte vivo: los precursores del arte contemporáneo, Madrid, Espasa Calpe, 1976; Diálogos, Madrid, Taurus, 1981; Gualba, la de mil voces, Barcelona, Planeta, 1981; Sijé, Barcelona, Planeta, 1981; Los dos aviadores, Barcelona, Ediciones de Nuevo Arte Thor, 1983; Españoles de mi tiempo. Mi “salón de los 111”, Madrid, Libertarias, 1988; Las cien más bellas glosas de Eugenio d’Ors, Madrid, Libertarias, 1989; Glosari 1915, Barcelona, Quaderns Crema, 1990; Mis ciudades, Madrid, Libertarias, 1990; Glosari 1917, Barcelona, Quaderns Crema, 1991; Glosari 1916, Barcelona, Quaderns Crema, 1992; Papers anteriors al Glosari, Barcelona, Quaderns Crema, 1994; Glosari 1906-1907, Barcelona, Quaderns Crema, 1998; Último Glosario I, Helvecia y los lobos, Granada, La Veleta, 1998; Último Glosario II, De la Ermita al Finisterre, Granada, La Veleta, 1998; Diccionario filosófico portátil, Madrid, Criterio, 1999; Confesiones y recuerdos, Valencia, Pre-Textos, 2000; Último Glosario III, El cuadrivio itinerante, Granada, La Veleta, 2000; Glosari 1908-1909, Barcelona, Quaderns Crema, 2001; Cincuenta años de pintura catalana, Barcelona, Quaderns Crema, 2002; Glosari 1910-1911, Barcelona, Quaderns Crema, 2002; Último Glosario IV, El designio y la ensalada, Granada, La Veleta, 2002; Último Glosario V, El guante impar, Granada, La Veleta, 2002; Calendario y lunario, la vida breve, Valencia, Pre- Textos, 2003; Paliques (1922-1925) y Paliques (1926-1929), Barcelona, Áltera, 2006; Teatro, títeres y toros. Exégesis lúdica con una prórroga deportiva, Sevilla, Renacimiento, 2006.
Bibl.: E. Jardí y Miquel, “La filosofía de Eugenio d’Ors”, en La Lectura, 161 (1914), págs. 1-16; J. L. Aranguren, La filosofía de Eugenio d’Ors, Madrid, Ediciones y Publicaciones Españolas, 1945; G. Diego, “Necrológica”, en Boletín de la Real Academia Española, cuad. CXLIII, t. XXXIV (1954), págs. 337-351; E. Rojo, La ciencia de la cultura. Teoría historiológica de Eugenio d’Ors, Barcelona, Juan Flors, 1963; J. M. Capdevila, Eugeni d’Ors. Etapa barcelonina (1906-1920), Barcelona, Barcino, 1965; Academia del Faro de San Cristóbal (ed.), Homenaje a Eugenio d’Ors, Madrid, Nacional, 1968; E. Jardí, Eugenio d’Ors. Obra y vida, Barcelona, Aymá, 1967; A. Amorós, Eugenio d’Ors, crítico literario, Madrid, Prensa Española, 1971; G. Díaz Plaja, El combate por la luz, Madrid, Espasa Calpe, 1981; G. Fernández de la Mora, D’Ors ante el estado, Madrid, Instituto de España, 1981; C. d’Ors, “En el centenario de Eugenio d’Ors”, en Arbor, 433, CXL (1982), págs. 49-83; N. Bilbeny, Eugeni d’Ors i la ideologia del Noucentisme, Barcelona, La Magrana, 1984; A. García-Navarro, Eugenio d’Ors. Bibliografía, Pamplona, Cuadernos de Anuario Filosófico, 16, 1994; L. Blanco Vila, La crisis de las ideas en el fin-de-siglo. Espíritu y cultura al hilo de la obra de Eugenio d’Ors, Madrid, Actas, 1995; V. Cacho, Revisión de Eugenio d’Ors. 109 cartas de Eugenio d’Ors, Barcelona, Quaderns Crema, 1997; J. Nubiola, “La revolución de la filosofía en Eugenio d’Ors”, en Anuario Filosófico, 59, XXX/3 (1997), págs. 609- 625; A. d’Ors, “Xenius, desde Madrid”, en Nueva Revista, 62 (1999), págs. 61-69; C. d’Ors, El Noucentisme, presupuestos ideológicos, estéticos y artísticos, Madrid, Cátedra, 2000; M. Torregrosa, Filosofía y vida de Eugenio d’Ors. Etapa catalana: 1881-1921, Pamplona, Eunsa, 2003; A. Lago Carballo, Eugenio d’Ors. Anécdota y categoría, Madrid, Marcial Pons, 2004. |
PEDRO MUGURUZA Muguruza Otaño, Pedro. Madrid, 25.V.1893 – 3.II.1952. Arquitecto.
Arquitecto relevante, antes y después de la Guerra Civil, que representa una figura clave para el entendimiento de la historia de la arquitectura española.
Hijo del ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, Domingo Muguruza e Ibarguren (1857-1923) y de Matilde Otaño y Berroeta (1868-1943). Del matrimonio nacieron seis hijos, y su hermano José María (1899-1984) también fue arquitecto.
Acabó su bachillerato en Madrid. Su interés por la pintura y escultura le llevó a iniciar los estudios de estas artes con el pintor Emilio Sala y el escultor Lorenzo Coullaut Valera, con quien colaboró en importantes proyectos escultóricos (el Monumento a Cervantes en la plaza de España en Madrid, en los Monumentos al Sagrado Corazón de Jesús en Bilbao y en San Sebastián y en el Monumento a Bruno Zabala en Montevideo).
En 1908 comenzó sus estudios en la Escuela de Arquitectura de Madrid, obteniendo el título en 1916, años de carrera en los que tuvo la oportunidad de consolidar su fama de gran dibujante. A ello contribuyó, además de sus dotes sobresalientes entre una generación de grandes dibujantes, el ganar sucesivos concursos (el Premio Cebrián de 1913 y los concursos de dibujo de 1914 y 1915 convocados por el Círculo de Bellas Artes).
Su carrera docente comenzó un año después de haberse titulado. A propuesta del entonces director de la Escuela de Arquitectura de Madrid, Ricardo Velázquez Bosco, fue nombrado profesor auxiliar interino y, en marzo de 1920 obtuvo por oposición la Cátedra de Proyectos de Detalles Arquitectónicos y Decorativos, plaza que desempeñó hasta su fallecimiento a excepción de los paréntesis de 1932 a 1938 por excedencia voluntaria y de 1939 a 1946 por estar a cargo de la Dirección General de Arquitectura. Entre los años que transcurren desde su puesto de profesor auxiliar a catedrático, pasó a colaborar en el estudio de Antonio Palacios, con quien realizó el concurso para el edificio del Banco de Madrid (1920). A la vez, iría desarrollando sus primeros proyectos (Teatro de la Latina en Madrid, 1917) y publicando artículos y dibujos en revistas especializadas.
En sus primeros años indagó sobre distintos planteamientos formales y tipológicos (edificio de Correos y Telégrafos de Murcia; la Estación de Francia en Barcelona; Mercado de Maravillas en Madrid), pero pronto se centró en la arquitectura doméstica y construyó importantes viviendas en Madrid (casa para el marqués de Ibarra; casa en calle Hermanos Bécquer; dos viviendas en la calle de Alfonso XII). En esta ciudad la operación urbanística mas importante de la época fue la construcción de la Gran Vía, en la que fue notable su participación. Proyectó uno de los edificios más representativos de la misma, el palacio de la Prensa (1925), con el que se articulaba el paso del segundo al tercer y último tramo de la calle en una manzana irregular y compleja por sus dispares Ordenanzas respecto a la altura autorizada. Aunó un estilo de índole clasicista con las nuevas técnicas constructivas del hormigón armado.
A estos mismos criterios responde su posterior proyecto (para el que diseñó cuatro soluciones posibles) para el concurso del edificio Capitol. De distinto carácter por el racionalismo de su diseño, adaptado a un solar también irregular en el tercer tramo, aún en obras, fue el edificio Coliseum (1931), que realizó junto a Casto Fernández-Shaw. Con motivo de la “Reforma Interior de Madrid” estudió varias propuestas de intervención urbana para la zona.
Su interés por el urbanismo le llevó también a realizar los proyectos de urbanización en las playas de la Victoria en Cádiz, la de San Juan de Alicante y el ensanche de Zarauz. En el País Vasco, especialmente en las ciudades de Elgóibar, San Sebastián y Fuenterrabía —con las que estuvo vinculado de una u otra manera a lo largo de su vida— desarrolló una intensa labor arquitectónica y urbana.
Faceta suya de gran importancia fue su quehacer como arquitecto restaurador. Pronto alcanzó relevancia en este ámbito y tuvo la oportunidad de intervenir en destacados edificios históricos de Madrid (Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, 1918- 1930; Monasterio de Santa María de El Paular, 1922- 1952). En el año en que concluía su aprendizaje con Antonio Palacios, fue premiado en la Exposición Nacional de Bellas Artes por el proyecto de restauración sobre un edificio anejo a la iglesia de San Jerónimo el Real, para el que diseñó un edificio —no construido— de carácter historicista, neogótico. De 1923 a 1951 fue el arquitecto conservador del Museo del Prado, cuya imagen actual responde en gran medida a sus intervenciones, entre las que cabe destacar la construcción de la bóveda de hormigón de la gran galería, de su antesala y de la rotonda final, la escalera central y la nueva escalera exterior de la fachada norte.
En 1928 proyectó para la Estación del Norte la nueva cabecera destinada a salidas; esta ampliación tuvo el carácter de novedad constructiva a través de su estructura de hormigón, pero la imagen exterior se encuadra dentro del historicismo clasicista. En la década de 1930 rehabilitó la Casa de Lope de Vega y realizó los primeros proyectos de ampliación para el Ministerio de Asuntos Exteriores (obra que no se acometió hasta 1942), cuyo diseño responde al modelo estilístico del edificio principal, adscribiéndolo al estilo desarrollado en edificios oficiales durante la posguerra.
De su última etapa es el monumento y Monasterio del Valle de los Caídos (realizado junto a Francisco Oyarzábal y Antonio Muñoz Salvador), cuyo resultado final responde al del posterior arquitecto responsable del proyecto, Diego Méndez.
Viajó a las principales capitales europeas, visitó París, Estocolmo, Londres (la primera vez en 1924 como delegado por la Escuela Superior de Arquitectura) y su libro Notas de un viaje por Inglaterra es el resultado de su estancia en este país en 1945. También viajó a Estados Unidos (en 1925) como arquitecto consultor en obras orientadas en una tendencia de estilo español, realizando los proyectos del Hotel Alba en Palm Beach, Florida, el proyecto de residencia de G. Moor en California y un proyecto de edificio comercial en la calle 58 en Nueva York. De su actividad fuera de España son también los proyectos de Consulado y Cámara Oficial de Comercio de España y la Embajada de España ambos en Lisboa (1936) y la Embajada española en Berlín (1940).
Fue elegido académico de Bellas Artes de San Fernando en la vacante de Manuel Zabala y Gallardo en 1934, pero la recepción oficial y lectura de su discurso, Servicios del País Vasco a la arquitectura nacional (contestado por Modesto López Otero), no se llevó a cabo hasta abril de 1938, en Burgos. Fue uno de los académicos encargados de la reorganización de las Reales Academias, lo que se materializó meses más tarde en la creación del Instituto de España, del cual fue canciller.
Durante la Guerra Civil ocupó el cargo de comisario general del Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional (1938-1939), organismo creado por la Junta de Burgos para la recuperación y protección del Patrimonio Artístico Nacional (Mugurza se encargó de la exposición de las obras del Museo del Prado en Ginebra y su posterior traslado a Madrid).
Al finalizar la Guerra, asumió la Dirección General de Arquitectura (1939-1946), adscrita al Ministerio de la Gobernación. Dependiendo de esta Dirección se creó tanto la Sección de Urbanismo como el Centro Experimental de Arquitectura.
Intervino en la creación de organismos corporativos para la profesión, como la Hermandad Nacional de Arquitectos y el Consejo Superior de Arquitectos. Su labor profesional fue reconocida con la creación de la “Cátedra Muguruza” en la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid. Sus restos se hallan en la capilla de la Congregación de Arquitectos de Nuestra Señora de Belén en la madrileña iglesia de San Sebastián. El “Legado Muguruza” fue donado por sus familiares (entre ellos su mujer, Mercedes Peironcely y Puig de la Bellacasa) a la Academia de Bellas Artes de San Fernando.
Parte de sus dibujos también se encuentran en la Escuela de Arquitectura de Madrid.
Obras de ~: Teatro de La Latina, Madrid, 1917; Restauración de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid, 1918-1939; Edificio de Correos y Telégrafos, Murcia, 1919; con A. Palacios, Proyecto de edificio para el Banco de Madrid, 1920; Restauración del monasterio de Santa María de El Paular, Madrid, 1922-1951; Restauración del Museo del Prado, Madrid, 1923-1952; Palacio de la Prensa, Madrid, 1924; Estación de Francia, Barcelona, 1924; Monumento a Zabala, Montevideo, 1924; Reforma del Palacio Bauer, Madrid, 1925; Casa para el marqués de Ibarra en la plaza de Rubén Darío, Madrid, 1925; con L. Collaut Valera (escultor), Monumento al Sagrado Corazón de Jesús, Bilbao, 1926; Casa n.º 42 de la calle de Alfonso XII, Madrid, 1928; Monumento a Miguel de Cervantes, Madrid, 1928; Ampliación de la Estación de Príncipe Pío, Madrid, 1928; Reforma del antiguo Palacio del Hielo y del Automóvil, Madrid, 1929-1935; Casa para el señor Koeuerthaler, calle de Hermanos Becquer, Madrid, 1929; Real Academia de la Historia: [estudios para un nuevo edificio], no realizado, 1929 y 1935; Ministerio de Asuntos Exteriores, Madrid, 1930-1945; Edificio para la Unión Patriótica en Fuenterrabía, 1930; Ensanche de Elgóibar, 1930; Hotel Carlos V, Fuenterrabía, 1930; con C. Fernández Shaw, Edificio Coliseum, Madrid, 1931; Restauración de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, Madrid, 1931-1933; Restauración Casa de Lope de Vega, Madrid, 1932; con A. Flórez, Teatro de la Ópera, Madrid, 1932; Proyecto de urbanización de la Playa de San Juan, Alicante, 1933-1947; Casa de Horacio Echevarrieta en la Finca Tres Cantos, Madrid, 1934; Mercado de Maravillas, Madrid, 1935; con L. Gutiérrez Soto, Viviendas en la calle Goya n.os 7 y 9, en los terrenos propiedad de “La Equitativa”, 1935; Casa y garaje propiedad de Rafael Pérez en la calle de Hermosilla n.º 1, Madrid, 1935; Panteón de los duques de Montellano, sacramental de San Isidro, Madrid, 1935; Consulado General y Cámara Oficial de Comercio de España, Lisboa, 1936; Palacio de la Embajada de España, Lisboa, 1936; Casa para Juan Pujol, Fuenterrabía, 1938; Monumento Nacional a los Caídos, Madrid, 1940-1951; Proyecto de ampliación del edificio central de Standard Eléctrica, Madrid, 1940; Capilla en Mohernando, Guadalajara, 1940; Embajada de España, Berlín, 1940; Casa para José Múgica y Múgica, Fuenterrabía, 1940; Casa de secretarios en la Embajada de España habilitada para Cancillería, Lisboa, 1941; Restaurante El Retiro, Berlín, 1942; Plan General de Ordenación de la Villa, Zarauz, 1945; Iglesia parroquial de Torrejón de Ardoz, Madrid, 1946; con L. Collaut Valera (escultor), Monumento al Sagrado Corazón de Jesús, San Sebastián, 1947; Restauración del Palacio del Rey Don Juan II, Madrigal de las Altas Torres, 1949; Viviendas para Antonio Arrillaga en el n.º 7 de la calle de Santa Ana, Elgoibar, 1949; Mercado de Ibiza, Madrid, 1951.
Escritos: “Las construcciones civiles en el País Vasco”, en Arquitectura, n.º 7 (noviembre de 1918), págs. 199-202; “La casa rural en el País Vasco”, en Arquitectura, n.º 17 (septiembre de 1919), págs. 244-248; “Nueva escalera en el Museo del Prado y otras reformas”, en Arquitectura, n.º 114 (octubre de 1928), págs. 307-312; “Congreso internacional de museografía”, en Arquitectura, n.º 5 (junio-julio de 1934), págs. 128-138; “La reforma interior de Madrid”, en Arquitectura, n.º 94 (1934), págs. 207-223; “IV Congreso Nacional de Arquitectura: anteproyecto para un museo del coche y del arte popular”, en Arquitectura, n.º 5 (1935), págs. 155-178; Sistematización técnica en un plan nacional de resurgimiento, Madrid, Instituto Técnico de la Construcción y Edificación, 1940; Arquitectura popular española, Madrid, Dirección General de Regiones Devastadas y Reparaciones, 1940; La Casa de Lope de Vega, Madrid, 1941; Servicios del País Vasco a la arquitectura nacional [...], discurso pronunciado el día 27 de abril de 1938 [...], Madrid, Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, 1942; Cien dibujos (1916-1941), Madrid, Artes Gráficas Faure, 1943; “Estudios para un plan de mejoramiento de las viviendas humildes” (conferencia pronunciada en el XXVII Congreso de la Asociación Española para el Progreso de las Ciencias, celebrado en Oporto en junio 1942), Madrid, Instituto de Estudios de Administración Local, Madrid, 1943; La arquitectura en España, Madrid, Ministerio de Trabajo, Escuela Social, 1945; Conferencia del Director General de Arquitectura Don Pedro Muguruza: pronunciada en el paraninfo de la Universidad de Valencia el día 23 de febrero de 1945, Madrid, Consejo Superior de Ordenación de la Provincia de Valencia, 1946; Notas de un viaje por Inglaterra, EPESA, 1946; Ordenación urbana y rural en el Marruecos español, Madrid, Instituto de Estudios de Administración Local, 1946; Eficacia de la colaboración: I ciclo de conferencias, Madrid, Colegio Oficial de Aparejadores del Centro, 1947; “El palacio de don Juan II en Madrigal de las Altas Torres”, en Revista Nacional de Arquitectura, n.º 91 (1949).
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AGUSTÍN GONZÁLEZ DE AMEZÚA. Agustín González de Amezúa y Mayo.- Madrid, 1881-1956
Nacido en Madrid el 30 de agosto de 1881, González de Amezúa se licenció y doctoró en Derecho en la Universidad Central de Madrid en 1901. Pronto comenzó a escribir en distintos periódicos de la época, como el ABC y La Vanguardia y en 1909 logró consagrarse con el premio Medalla de Oro concedido por la Real Academia Española por el estudio de Cervantes y Lope de Vega en su obra El casamiento engañoso y Coloquio de los perros, publicada en 1912. El 24 de febrero de 1929 ocupaba su sillón en la RAE el bibliófilo González de Amezúa con el discurso titulado Formación y elementos de la novela cortesana. Su maestro Francisco Rodríguez Marín le dio la bienvenida en nombre de la corporación.
A partir de entonces comenzó a publicar de manera constante libros de distintas temáticas; rescató del olvido a clásicos como Juan Rufo, Juan Enríquez de Zúñiga, fray Martín de Castañega, el padre Antonio Andrade, María de Zayas y Rey de Artieda. Llevó a cabo la edición de algunos libros del siglo xvi, como el Jardín de flores curiosas, de Antonio Torquemada (1943), y mostró predilección, como su maestro Rodríguez Marín, por Cervantes y Lope de Vega, a quienes dedicó estudios muy importantes. Publicó, también, estudios biográficos sobre Don Pedro José Pidal (1913), El marqués de la Ensenada (1917) e Isabel la Católica, reina de España (1950). Asimismo, trabajó junto con otras destacadas personalidades en la continuación de la Colección de documentos inéditos para la historia de España, que habían comenzado un siglo antes Miguel Salvá, Martín Fernández de Navarrete y Pedro Sainz de Baranda.
Discípulo de los bibliófilos y eruditos Menéndez Pelayo, Pérez Pastor y Rodríguez Marín, González de Amezúa impulsó y estuvo al frente de la Sociedad de Bibliófilos Españoles. Heredó la nutrida biblioteca de su tío, Ramón Nocedal Romea, y fue miembro de la Junta de Patronato de la Biblioteca Nacional y comendador de la Corona de Italia. Además de a la Española, González de Amezúa perteneció a la Real Academia de la Historia desde 1944, y fue su director desde 1953 hasta su muerte en 1956. Fue también numerario de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación, donde ocupó el cargo de bibliotecario.
En la Real Academia Española, Amezúa fue un excelente e infatigable colaborador; dirigió el efímero Centro de Estudios sobre Lope de Vega, dio noticia de manuscritos olvidados y publicó obras de vital importancia para el estudio de Cervantes y de Lope de Vega como el Epistolario de Lope de Vega (4 volúmenes, 1989), Cervantes, creador de la novela corta española (1960) y los Opúsculos histórico-literarios (1954). Logró el patronato de la Fundación García Cabrejo, propietaria de la Casa Museo de Lope de Vega, y allanó el camino para la creación de la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE) en 1951.
Amezúa fue enviado a México como observador durante el primer Congreso de Academias de la Lengua Española (1951) en momentos en los que la escisión amenazaba con disolver los vínculos entre las academias; sin embargo, «hubo de hacer frente con tacto y finura entrelazados al eco de las discordias, de las actitudes encontradas y divergentes. Todo lo solucionó perfectamente, a golpes de cortesía y dominio de la condición académica, amén de un certero conocimiento de los problemas» (Alonso Zamora, La Real Academia Española, 1999, p. 365). Amezúa supo capear el temporal y preparó el terreno para el segundo congreso, que se celebró en Madrid en 1956.
Fue también tesorero de la Academia y legó, en 1953, una colección de cartas de la condesa de Pardo Bazán a Galdós y una réplica reducida de la estatua de Menéndez Pelayo, obra del escultor José Capuz, así como una colección de documentos del bibliófilo y un gran volumen de fichas y documentos de trabajo. Además, contestó a los discursos de ingreso de los académicos García Sanchiz (1941), Ramiro de Maeztu, Félix de Llanos y Torriglia (1945) y González Anaya (1948).
Agustín González de Amezúa murió en Madrid el 10 de junio de1956, tras veintisiete años de intensa labor académica.
La Real Academia Española, 1999, Alonso Zamora Vicente (p. 237).
Formación y elementos de la novela cortesana, 1929. Discurso de ingreso de Agustín González de Amezúa y Mayo.
Documentación digitalizada de Agustín González de Amezúa en el archivo de la RAE.
Agustín González de Amezúa en el Diccionario biográfico de la Real Academia de la Historia. |
UNA GRAN INSTITUCIÓN CULTURAL DE EUROPA OCCIDENTAL
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