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Libro de Proverbios, 8 20, de la Biblia. "Yo camino por la senda de la justicia, por los senderos de la equidad."

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domingo, 12 de agosto de 2012

106.-El collar de la paloma.-a


Luis Alberto Bustamante Robin; Jose Guillermo Gonzalez Cornejo; Jennifer Angelica Ponce Ponce; Francia Carolina Vera Valdes;  Carolina Ivonne Reyes Candia; Mario Alberto  Correa Manríquez; Enrique Alejandro Valenzuela Erazo; Gardo Francisco Valencia Avaria; Alvaro Gonzalo  Andaur Medina; Carla Veronica Barrientos Melendez;  Luis Alberto Cortes Aguilera; Ricardo Adolfo  Price Toro;  Julio César  Gil Saladrina; Ivette Renee Mourguet Besoain; Marcelo Andres Oyarse Reyes; Franco Gonzalez Fortunatti;  Katherine Alejandra Del Carmen  Lafoy Guzmán;

El collar de la paloma o Tawq al-hamāma es una obra en prosa del siglo XI escrita en lengua árabe por Ibn Hazm. Se trata de un libro de reflexiones sobre la verdadera esencia del amor intentando descubrir lo que tiene de común e inmutable a través de los siglos y las civilizaciones de influencia neoplatónica, que fue llamado "amor udrí", incluyendo detalles autobiográficos y documentales. Constituye también un diwan, o antología poética de tema amoroso, pues está empedrado de composiciones elegantes y refinadas. Se exponen en ella diversos aspectos de la experiencia amorosa, por lo que constituye un testimonio de primera mano de la vivencia del amor en al-Ándalus durante el gobierno de la dinastía omeya. Fue escrito en Játiva hacia 1023.



Título

En la obra no hay ninguna mención de ninguna paloma. El título refleja la costumbre en las letras árabes del momento de crear títulos bonitos, ornatos, más bien decorados de la obra que descripciones de ella. Otro ejemplo andaluz, traducido al español por el mismo traductor que El collar (Emilio García Gómez), es El libro de las banderas de los campeones, en el cual no hay ni campeones ni banderas; es una antología poética. Se trata de superlativos: la paloma es bonita, pero su collar es lo que le embellece, así que belleza es máxima. Lo mismo con las banderas: las banderas de los campeones serían las mejores banderas, las más hermosas.

EL COLLAR DE LA PALOMA (Frumento)

SOBRE LAS SEÑALES DEL AMOR

Tiene el amor señales que persigue el hombre avisado y que puede llegar a descubrir un observador inteligente. 

Es la primera de todas, la insistencia de la mirada, porque es el ojo puerta abierta del alma, que deja ver sus interioridades, revela su intimidad y delata sus secretos. Así, verás que cuando mira el amante, no pestañea y que muda su mirada adonde el amado se muda, re retira adonde él se retira, y se inclina adonde él se inclina, como hace el camaleón con el sol…….. Otra señal es la sorpresa y ansiedad que se pintan en el rostro del amante cuando impensadamente ve a quien ama o éste aparece de súbito, así como el azoramiento que se apodera de él cuando ve a alguien que se parece a su amado, o cuando oye nombrar a éste de repente. Sobre esto he dicho en un poema: 
Cuando mis ojos ve a alguien vestido de rojo, 
mi corazón se rompe y desgarra de pena. 
¡Es que ella con su mirada hiere y desangra a los hombres
y pienso que el vestido está empapado y empurpurado con esa sangre! 
Otras señales e indicios de amor, patentes para el que tenga ojos en la cara, son: la animación excesiva y desmesurada; el estar muy juntos donde hay mucho espacio; el forcejear por cualquier cosa que haya cogido uno de los dos; el hacerse frecuentes guiños furtivos; la tendencia a apretarse el uno contra el otro; el cogerse intencionadamente la mano mientras hablan; el acariciarse los miembros visibles, donde sea hacedero, y el beber lo que quedó en el vaso del amado, escogiendo el lugar mismo donde posó sus labios…

Otras señales de amor son: la afición a la soledad; la preferencia por el retiro, y la extenuación del cuerpo, cuando no hay en él fiebre ni dolor que le impida ir de un lado para otro ni moverse. El modo de andar es un indicio que no miente y una prueba que no falla de la languidez latente en el alma. 

El insomnio es otro de los accidentes de los amantes. Los poetas han sido profusos en describirlo; suelen decir que son los “apacentadores de estrellas”, y se lamentan de lo larga que es la noche. Acerca de este asunto yo he dicho, hablando de la guarda del secreto de amor y de cómo trasparece por ciertas señales: 


Las nubes han tomado lecciones de mis ojos
y todo lo anegan en lluvia pertinaz, 
que esta noche, por tu culpa, llora conmigo
y viene a distraerme en mi insomnio
. Si las tinieblas no hubieren de acabar
hasta que se cerraran mis párpados en el sueño, 
no habría manera de llegar a ver el día, 
y el desvelo aumentaría por instantes. 
Los luceros, cuyo fulgor ocultan las nubes
a la mirada de los ojos humanos, 
son como ese amor tuyo que encubro, delicia mía, 
y que tampoco es visible más que en hipótesis……. 
El llanto es otra señal de amor; pero en esto no todas las personas son iguales. Hay quien tiene prontas las lágrimas y caudalosas las pupilas: sus ojos le responden y su llanto se le presenta en cuanto quiere. Hay; en cambio, quien tiene los ojos secos y faltos de lágrimas. 

Pero, con arreglo a la opinión general de las gentes de que el llanto es prueba de amor, tengo también una qasida que compuse antes de llegar a la pubertad y que comienza así: 
Indicio del pesar son el fuego que abrasa el corazón
y las lágrimas que se derraman y corren por las mejillas, 
aunque el amante cele el secreto de su pecho, 
las lágrimas de sus ojos lo publican y lo declaran. 
Cuando los párpados dejan fluir sus fuentes, 
es que en el corazón hay un doloroso tormento de amor…... 
Una vez, en Almería, estaba yo de visita sentado en corro, en la tienda de Ismail ib Yunus, el médico judío, que era ducho en el arte fisiognómica y muy perito en ella, cuando Muxahid Ibn Al Husayn Al Qaysi le dijo, señalando a un hombre, llamado Hatim Abu Al Baqa’, que pasaba frente a nosotros:
 “¿Qué dices de ese?” 
Ismail lo miró un momento y luego dijo:
 “Que es un enamorado” “Acertaste, dijo Muxahid; pero ¿cómo lo sabes?” “No más, contestó, que por la excesiva abstracción que lleva pintada en el semblante, para no hablar de sus otros ademanes. He deducido que se trata de un enamorado, sin que haya lugar a dudas.”.

Pero, ¿cómo ha llegado «el collar» hasta nuestros días?

 No se conocen referencias directas a la repercusión de la propia obra en un Al Ándalus cuyos territorios pugnaban también por convertirse en el referente cultural, y en los que Ibn Hazm fue recibido con agrado o castigado y expulsado, según la inclinación del gobernante de turno. Pero sí abundan las citas de cronistas posteriores a esta risala, por lo que puede intuirse que no pocas copias pasaron por manos de sabios y estudiosos durante los siglos posteriores y más allá de las fronteras de Al Ándalus.
En 1645, el orientalista Levinus Warner, fue enviado como cónsul neerlandés al Estambul otomano. Amante de la literatura árabe y aprovechando la permisividad de las autoridades locales, dedicó sus veinte años de estancia en Turquía a recopilar toda suerte de manuscritos de bibliotecas, colecciones particulares y pergamineros, hasta superar el millar. Tras su muerte, acaecida en 1665, la vasta colección sería donada a la Universidad de Leiden según su última voluntad. Entre los innumerables legajos, había un pequeño manuscrito fechado en 1338, y titulado Tawq al-hamama wa-zill al-gamama (El collar de la paloma y la sombra de la nube).
Conviene aclarar que apenas se conservan manuscritos redactados en vida de sus autores, y mucho menos de su puño y letra. La mayoría de las obras andalusíes conocidas en nuestros días resultaron del esfuerzo de esmerados y anónimos copistas que, a través de los siglos, permitieron que su contenido no sólo se difundiera, sino que también sobreviviera al deterioro, a las guerras, al saqueo, al fuego o incluso al olvido.
 Pero esta continua replicación cuenta con una desventaja, y es que muchos de los copistas «editaron» (inconsciente o intencionadamente) los textos originales, omitiendo partes e insertando erratas. Así, sabemos por las fuentes documentales, que El collar de la paloma y la sombra de la nube, tal como fue concebida por Ibn Hazm, contaba con trescientas páginas, frente a las ciento cuarenta del manuscrito de la Universidad de Leiden. Por si hubiera lugar a dudas, el propio copista del siglo XIV aclara en una de las anotaciones que él mismo ha resumido el texto que habría tomado de referencia.
Aún habrían de transcurrir casi dos siglos para que un joven estudiante de doctorado llamado Reinhart Pieter Anne Dozy se topara en los fondos de su universidad —Leiden— con la obra de Ibn Hazm, de la que acabaría realizando la primera traducción. Dozy se convertiría en uno de los arabistas más célebres de y en el primer gran referente en el estudio de la historia de Al Ándalus.
La belleza única y el nítido recuerdo que evocan las páginas de El collar de la paloma hace que este sea un libro «vivo» en el sentido más amplio de la palabra. Y es casi cosa de los genios que, mil años después, podamos seguir disfrutándolo pues, como asegura el propio Ibn Hazm en su prólogo, milagro es que un ánimo como el mío haya siquiera podido acordarse de algo, conservar alguna huella y evocar el pasado, después de lo ocurrido y de lo que me cayó encima.

  

Ibn Ḥazm: Abū Muḥammad ‘Alī b. Aḥmad b. Sa‘īd. Abenhazam de Córdoba. Córdoba, 994 – Montija (Huelva), 1064. Filósofo, historiador de la teología y del derecho, escritor.

Hijo de un alto funcionario de la Corte omeya cordobesa, fue visir del breve reinado del califa ‘Abd al-Ramḥān V al-Mustazḥir. Pero tras la caída del califato y las consiguientes luchas por el poder, dado que fue un convencido y tenaz defensor de los omeyas y de la institución califal, fue encarcelado y luego expulsado de Córdoba, huyendo a Almería y a Játiva, donde escribió en 1022 El Collar de la Paloma. Al final, cansado de las luchas políticas y de su polémica defensa del ẓāhirismo (una de las cinco escuelas jurídicas del islam), se retiró a su casa en Montija, Huelva, donde murió.
Fue un hombre de saber enciclopédico y su fuente principal en filosofía es el neoplatonismo y la lógica aristotélica. Conocía muy bien las ciencias, la teología y el derecho de su tiempo y el alto nivel que lograron en al-Andalus.
Sin llegar a la concordancia entre filosofía y religión de otros autores, defiende el valor de la ciencia y la razón como preparación para la fe, puesto que por medio de la filosofía se puede llegar a demostrar la existencia de un solo Dios, que es Creador y que es Perfecto. El resto de las verdades respecto a Dios nos las da la revelación.

Por este motivo, pone un especial cuidado en hacer una clara clasificación de las ciencias, enfocadas de modo práctico para el hombre religioso. Omite por ello la economía, por encontrarla contraria al espíritu del islam, la política por incluirla en la teología y la moral porque es una parte de la medicina del alma. De este modo, las ciencias se dividen en: Saberes particulares de cada pueblo: Teología (Sagrada Escritura, Derecho, Ciencia de las Tradiciones, Teología), Historia, Filología (Gramática, Lexicografía); Saberes generales de todos los hombres: Matemáticas (Aritmética, Geometría, Agrimensura), Medicina (del alma o ética y del cuerpo), Astronomía, Filosofía, la cual, a su vez, se divide en Física (Mineralogía, Botánica, Zoología) y Racional (Natural-Física, Divina-Metafísica); Ciencias mixtas: Poética (Crítica literaria, Preceptiva), Retórica, Interpretación de sueños.

La magna obra titulada Kitāb al-fiṣal wa-l-nihāl (Libro de las soluciones divinas [acerca de las religiones, sectas y escuelas]), traducida por Asín Palacios en cinco volúmenes en 1927-1932 con el título de Abenhazam de Córdoba y su Historia Crítica de las ideas religiosas, es, sin duda, el primer tratado de historia comparada de las religiones escrito en idioma alguno. En ella demuestra sus amplios conocimientos de todas las religiones, que analiza y compara, expone las distintas actitudes religiosas que puede tener el hombre, desde el escéptico y el ateo hasta el teólogo más estricto, pasando por el simple creyente. Por supuesto, da especial importancia a las religiones del libro (judaísmo, cristianismo), que han recibido una especial revelación de Dios que culmina en el islam.

Mención especial merece su obra Ţawq al-ḥamāma (El collar de la paloma). Ibn Ḥazm se adhiere a la corriente literaria y estética de los Banū ‘Uḏra o “Hijos de la Virginidad”, de Bagdad a la cual se unieron diversos literatos aristócratas de Córdoba capitaneados primero por Ibn Šuhayd y luego por el propio Ibn Ḥazm. Se trataba de una forma de concebir la belleza, el amor, la literatura de una manera sumamente exquisita, en la que mezclaban Platón, neoplatonismo y estoicismo. Ibn Ḥazm parte de la base, siguiendo a Platón interpretado por Ibn Dawūd, en su Kitāb al-zahra (Libro de la flor), de que las almas están predispuestas antes del nacimiento a unirse como si fueran medias esferas. Luego, al encontrarse en este mundo y partiendo del principio de que el alma es bella y busca la belleza, al percibir la belleza interior de esas medias esferas a través de la belleza corporal, surge el amor. Un amor que si es verdadero es eterno. El amor que se queda en la belleza puramente física es el amor carnal, que no tiene para él ningún valor. El libro es de una exquisitez ejemplar y puede ponerse al lado de los libros sobre el fenómeno amoroso más importantes de la literatura y compararse al dolce stil nuovo italiano. Hay que subrayar, asimismo, la influencia que tuvo en diversos autores como el arcipreste de Hita y su Libro del buen amor, así como en la Gaya Ciencia de Guillermo IX de Aquitania y en el mundo de los trovadores.
Otra obra a destacar de Ibn Ḥazm es Kitāb al-ajlāq wa-l-siyar (Libro de los caracteres y la conducta). En él expone las normas de conducta y del buen hacer moral, muy impregnado de estoicismo y de moral platónica e islámica, y vuelve al tema del amor, haciendo matizaciones de una gran sutileza psicológica.

Un tema abordado por Ibn Ḥazm es el del origen del lenguaje. Según él, hay cuatro teorías que lo explican. Una, que fue creado por Dios, según se dice en el Corán, tomándolo también del Génesis, II, 19-20. Segunda, por convención humana, lo cual tiene la dificultad de que no se explica cuándo se produjo la convención y cómo sería la situación de los hombres antes de inventar el lenguaje, ya que sin éste no es posible la existencia y coexistencia humanas. Tercera, por instinto natural, teoría que se contradice por la multiplicidad de las lenguas. Cuarta, por las condiciones geográficas, algo imposible pues lugares similares darían lenguas similares, lo cual no es verdad. En consecuencia, Ibn Ḥazm suscribe la primera teoría, la de que Dios enseñó la primera lengua hablada. Lo que no se sabe es cuál sería esta lengua. Dios enseñó la primera lengua a Adán y luego se fue diferenciando con el tiempo y según las gentes. 
No hay una lengua superior a otra ni más sagrada que otra, pues Dios se ha ido revelando en la Biblia, Evangelio y Corán en distintas lenguas. Lo único que dice Ibn Ḥazm es que el árabe, el siríaco y el hebreo proceden de un tronco común, del cual se separaron por diferenciación progresiva. Esta tesis la apoya en sus observaciones sobre el árabe andalusí, pues éste era distinto en el Valle de los Pedroches y en Córdoba, los cuales, a su vez, son distintos del norteafricano y del árabe oriental.
El historiador al-Marrākušī, (siglos XII-XIII), ciento cincuenta años después, en su Historia de los almohades, le llama “el más célebre de todos los sabios de al-Andalus”. Y de hecho, su influencia fue profunda tanto en el mundo musulmán (por ejemplo en al-Gazzālī) como en el cristiano.

Obras de ~: Kitāb al-fiṣal wa-l-nihāl (Libro de las soluciones divinas [acerca de las religiones, sectas y escuelas]), El Cairo, al-maktaba al-adabīya, 1899-1900, 5 ts. (trad. esp. de M. Asín Palacios, Abenhazam de Córdoba y su Historia crítica de las ideas religiosas, Madrid, Real Academia de la Historia, 1931, 5 vols.); Ţawq al-ḥamāma (El collar de la paloma), ed. de D. K. Petrof, Leiden, Brill, 1914, (trad. esp. de E. García Gómez, Madrid, Alianza, 1952); Kitāb al-ajlāq wa-l-siyar (Libro de los caracteres y la conducta), ed. de ‘I. ‘Abbās, Rasā’il Ibn Ḥazm al-Andalusī, vol. I, Beirut, 1980, págs. 333-415 (trad. esp. de M. Asín Palacios, Madrid, Centro de Estudios Históricos, 1916); Kitāb al-ihkām li-uṣūl al-aḥkām (Libro de los principios de los fundamentos jurídicos), ed. de ‘I. ‘Abbās, Beirut, Dār al-Afāq al-Ŷadīda, 1980, 8 vols.; Risāla fī faḍl al-Andalus (Tratado sobre la excelencia de al-Andalus [con mención de sus sabios]), en ‘I. ‘Abbās (ed.), Rasā’il Ibn Ḥazm al-Andalusī, vol. II, op. cit., págs. 171-188 [trad. fr. de Ch. Pellat, “Ibn Ḥazm, bibliographe et apologiste de l’Espagne musulmane”, en Al-Andalus, Madrid, 19 (1954), págs. 53-102]; Faṣl fī ma‘rufāt al-nafs bi gayrihā wa ŷahalhā bi-dātihā (Artículo acerca del conocimiento que tiene el alma de las cosas diferentes de ella y de la ignorancia que tiene de sí misma), en ‘I. ‘Abbās (ed.), Rasā’il Ibn Ḥazm al-Andalusī, vol. I, op. cit. págs. 443-446 [trad. esp. de J. Lomba, en Revista del Instituto Egipcio de Estudios Islámicos de Madrid, XXIX (1997), págs. 139-161]; Risāla al-tawqī ‘alà sāri‘ al-naŷāḥ bi bi-ijtiṣār al-ṭarīq (Tratado sobre la puesta al corriente sobre la senda de la salvación abreviando el camino), en ‘I. ‘Abbās (ed.), Rasā’il Ibn Ḥazm al-Andalusī, vol. III, op. cit., págs. 131-140; Risāla fī alam al-mawt wa-ibṭāli-hi (Tratado sobre el dolor de la muerte e invalidación de esta idea), en ‘I. ‘Abbās (ed.), Rasā’il Ibn Ḥazm al-Andalusī, vol. IV, op. cit., págs. 359-360; Kitāb fī marātib al-‘ulūm (Libro sobre la clasificación de las ciencias), ed. de A. Šahwān, Dayr al-Zūr, 1999; [reseña de sus 142 obras conocidas], en Enciclopedia de la cultura andalusí, t. III, Almería, Fundación Ibn Tufayl, 2004, págs. 403-442.

Bibl.: M. Asín Palacios, “La théologie dogmatique d’Abenhazam de Cordoue”, en Revue des Sciences Philosophiques et Théologiques (París), 19 (1930), págs. 51-62; Ch. Pellat, “Ibn Ḥazm bibliographe et apologiste”, en Al‑Andulus, 19 (1954), págs. 53‑102; R. Arnaldez, Grammaire et théologie chez Ibn Ḥazm de Cordoue, Paris, Vrin, 1956; M. Cruz Hernández, “La justificación de la monarquía según Ibn Ḥazm de Córdoba”, en Boletín del Seminario de Derecho Político (Salamanca), 1959; M. Cruz Hernández, “El neoplatonismo de Ibn Ḥazm de Córdoba”, en Miscelánea de Estudios Árabes y Hebraicos (MEAH) (Granada), 10 (1962), págs. 121-128; J. Lomba, “La beauté objective chez Ibn Ḥazm”, en Cahiers de civilisation Médiévale (Poitiers), 7 (1964), págs. 1-18 y 161-178; S. Gómez Nogales, “Teoría y clasificación de las ciencias según Ibn Ḥazm”, en Miscelánea de estudios árabes y hebraicos, Granada, págs. 14-15 (1965-1966), págs. 49-73; J. Lomba, “Ibn Ḥazm o el misterio de la belleza”, y D. Urvoy, “La perception imaginative chez Ibn Ḥazm”, en MEAH, 38 (1989-1990), págs. 117-139 y 359-366, respect.; J. M. Puerta Vilchez, Historia del pensamiento estético árabe, Madrid, Akal, 1997, págs. 474-548; R. Ramón Guerrero, “La lógica en Córdoba. El libro Al-Taqrīb li-ḥadd al-manṭiq de Ibn Ḥazm”, en Revista del Instituto Egipcio de Estudios Islámicos (Madrid), 29 (1997), págs. 163-180; J. Lomba, “Belleza y amor en el pensamiento de Ibn Ḥazm”, en Filosofía medieval árabe en España, Madrid, Fundación Fernando Rielo, 2000, págs. 43-68; J. M. Puerta Vilchez y R. Ramón Guerrero, “Ibn Ḥazm, Abū Muḥammad”, en Enciclopedia de la cultura andalusí, t. III, op. cit., págs. 392-443; C. Adang, M. Fierro y S. Schmidtke (eds.), Ibn Ḥazm of Cordoba: the life and works of a controversial thinker, Leiden, Brill, 2013.




Itsukushima Shrine.


  

IL Blasone in Sicilia.




























105.-El jardín perfumado (Libro erótico ); Richard Francis Burton .-a

Luis Alberto Bustamante Robin; Jose Guillermo Gonzalez Cornejo; Jennifer Angelica Ponce Ponce; Francia Carolina Vera Valdes;  Carolina Ivonne Reyes Candia; Mario Alberto  Correa Manríquez; Enrique Alejandro Valenzuela Erazo; Gardo Francisco Valencia Avaria; Alvaro Gonzalo  Andaur Medina; Carla Veronica Barrientos Melendez;  Luis Alberto Cortes Aguilera; Ricardo Adolfo  Price Toro;  Julio César  Gil Saladrina; Ivette Renee Mourguet Besoain; Marcelo Andres Oyarse Reyes; Franco Gonzalez Fortunatti; Patricio Ernesto Hernández Jara;  Demetrio Protopsaltis Palma;  Katherine Alejandra Del Carmen  Lafoy Guzmán;


Introducción. 




Dicen que el libro más conocido mundialmente de la literatura árabe es la colección de cuentos conocida como “Las mil y una noches”. Suele agregarse que la segunda obra en cuanto a número de lectores y traducciones de esa literatura es “El jardín perfumado” obra de Mohamed Al-Nafzawi, procedente de una tribu de lo que hoy es el sur de Túnez.
 Los ingleses tienen suerte ya que ambos libros fueron traducidos a esa lengua por el mítico aventurero, sexólogo y orientalista Richard Burton… Lo curioso es que este libro medieval (de principios del siglo XV) como tantos otros de amplio erotismo como tiene la literatura árabe, hoy no sólo están prohibidos por los ulemas más rigoristas –que parecen legión-  sino que si se hallasen en público, podrían ser quemados.   
Por eso los traductores de este libro al español (Ediciones del Oriente y del Mediterráneo), Ignacio Gutiérrez de Terán y Naomí Ramírez Díaz, han puesto un rico y ameno prólogo a su trabajo  -“Eros y literaturaárabe clásica”- que demuestra que en la Edad Media y hasta el siglo XVIII inclusive (aunque tampoco faltaban censores y detractores) el mundo islámico conoció multitud de tratados, relatos y poemas sobre todo tipo de sexualidad y su práctica, incluida la homosexualidad que llena los versos de uno de los poetas árabes más notorios, Abu Nuwás.  
Es decir el Islam (que hoy ofrece su cara más bronca) conoció amplios períodos de tolerancia y liberalidad moral. Porque Al-Nafzawi no era un ateo sino alguien que al inicio de su libro (sobre la práctica sexual entre mujeres y hombres, sus modos, y relatos amenos que la prueban y ensalzan) comienza dando gracias al Todopoderoso por habernos concedido la bendición de la sexualidad , “una buena verga y una hermosa vagina”,  “el azote del macho y la convulsión  de la hembra”.  Este hombre santo (él mismo era un ulema) escribió este tratado lleno de relatos y anécdotas –“Las artes del coito”, “De los nombres de la vulva”, son títulos de alguno de sus capítulos- por encargo  del visir Al-Zawawi, poderoso señor de la entonces provincia de  Ifriqiyya, que antes se había deleitado con una obra menor del mismo autor, “Iluminación de los amantes en los secretos de la cópula”.

Aunque en el texto, muy cuidado, abunden los poemas, los cuentos y las metáforas eróticas llenas de adorno, como el propio título “El jardín perfumado de los deleitessensuales”, no pensemos que el autor  cela realidad, al contrario, como dicen los traductores usa “verbis apertissimis”, esto es palabras directas. 

Contenido del libro.

El jardín perfumado se compone de una introducción seguida de 21 capítulos. Ni el primer traductor francés ni Sir Richard Burton (quien tradujo el texto al inglés a partir de la versión francesa) incluyen el capítulo 21. En estas dos traducciones, el libro tiene unas 100 páginas.

Introducción.

El autor alaba a Dios por habernos dado los placeres de hacer el amor. Afirma que Dios dotó a las mujeres de belleza para inspirar a los hombres a hacerles el amor. Afirma que los hombres son naturalmente débiles por el amor de las mujeres. Dice que es musulmán, que solo hay un Dios y que Mahoma es su profeta. Afirma que es el siervo de Dios. Afirma que escribió este libro en Túnez para el Gran Visir. Afirma que había dividido su obra en diferentes capítulos para que fuera más fácil de leer y comprender.

Capítulo 1: Hombres dignos de elogio.

Un hombre digno de elogio es uno que puede tener fácilmente una erección, no es rápido para eyacular y, una vez que ha eyaculado su esperma, su miembro pronto vuelve a estar erecto. Su miembro es lo suficientemente largo para llegar al final de la vagina de su pareja y lo suficientemente grueso como para llenarlo. Un hombre cuyo pene es demasiado pequeño no puede complacer a las mujeres.
Nefzawi continúa con el hecho de que los perfumes pueden excitar a las mujeres y que es inteligente usarlos. Narra la historia de un hombre de nombre Mocailma que usaba perfumes para poseer a una mujer llamada Chedya, e hizo maravillas: la mujer perdió toda la presencia de ánimo y se le entregó. Es en este punto que se describen por primera vez tres posturas sexuales: el hombre encima de la mujer, que está tumbada boca arriba; la mujer a cuatro patas; la mujer en posición de oración, con la frente en el suelo y las nalgas en el aire, elevadas.
Tras la historia, el autor añade que un hombre digno de elogio es uno que está ansioso por complacer a las mujeres. Cuida su apariencia personal; es veraz y sincero; es valiente y generoso; se puede confiar en él; es un buen conversador. Con todo, no alardea sobre su relación con otras mujeres.
Para ilustrar todo esto, el autor narra la historia de Bahloul, un bufón que logró hacer el amor con Jamdonna, la hija del Rey y esposa del Gran Visir. Primero la sedujo con sus palabras. Luego le mostró su pene erecto, que era fuerte y grande. Al hacer esto, ella lo deseó e hicieron el amor. Después de que alcanzaron el clímax, él la besó en los labios y los senos y luego le hizo cunnilingus. Para ese momento, Bahloul estaba erecto de nuevo. Hicieron el amor por segunda vez; y luego, cuando ambos habían llegado al clímax, una tercera vez.

Capítulo 2: Mujeres dignas de elogio.

Una mujer digna de elogio, según Nefzawi, es la que tiene una cintura perfecta y es rolliza y lujuriosa. Tiene cabello negro, grandes ojos negros, nariz elegante y labios bermellón. Su aliento es de olor agradable. Sus pechos son llenos y firmes. Su vulva no emite mal olor. Sus caderas son grandes. Sus manos y sus pies son de una sorprendente elegancia.
Además, solo rara vez habla y se ríe. Nefzawi agrega que nunca sale de casa y que no es traicionera. Si su marido muestra intención de hacerle el amor, ella lo hace. Lo asiste en sus asuntos. No se queja ni llora mucho. Cuando su esposo está desanimado, ella comparte sus problemas. En público, esconde sus partes secretas y no deja que nadie las vea. Siempre viste bien y evita mostrarle a su marido lo que a él le puede resultar repugnante.
En este punto, el autor narra la historia de Dorerame, un esclavo que disfrutaba haciendo el amor con las jóvenes más bellas y de alta cuna de su tiempo, aunque pertenecieran a otros hombres. Es la historia más larga del Jardín Perfumado. Aprendemos varias cosas. Por ejemplo, una mujer afirma que una dama de buena cuna podría permanecer hasta seis meses sin tener sexo. También aprendemos que las mujeres pueden ser muy peligrosas: concluye este segundo capítulo afirmando que la moraleja de esta historia es que «un hombre que se enamora de una mujer se pone en peligro y se expone a los mayores problemas».

Capítulo 3: Hombres que deben ser tenidos en desprecio.

Los hombres deformes, cuyo miembro es corto, los que no hacen el amor con vigor o de manera que las mujeres disfruten, que se saltan los juegos previos, que se apresuran a eyacular y dejan sola a su pareja inmediatamente después de la eyaculación, son hombres que son despreciado por las mujeres.
Los hombres que mienten, en quienes no se puede confiar, que ocultan a sus esposas lo que han estado haciendo, excepto sus aventuras adúlteras, también son hombres dignos de desprecio.

Capítulo 4: Mujeres que deben ser tenidas en desprecio.

Las mujeres feas son repulsivas pero lo son también aquellas que se ríen muy duro. Se dice que las mujeres que hacen bromas son rameras. También se enumeran como rasgos desagradables revelar los secretos de su marido, deleitarse en la desgracia de los demás, señalar las deficiencias de los demás, las entrometidas, arpías, habladoras, chismosas, las holgazanas, las brujas, las histéricas, las cantaletosas y la escoria ratera.

Capítulo 5: Relaciones sexuales.

Recomienda que un hombre no coma ni beba demasiado antes de tener relaciones sexuales y que los juegos previos sean necesarios para excitar a la mujer. Cuando haya eyaculado, el hombre no debe apresurarse a salir y debe hacerlo por su lado derecho.

Capítulo 6: Técnica sexual.

Este capítulo proporciona instrucciones sobre los juegos previos, especificando que debe incluir el cunnilingus. Se enfatiza la importancia del disfrute y el clímax de la mujer, así como una serie de pasos que deben tomarse para evitar lesiones o infecciones. Con respecto a las posiciones sexuales, se afirma que están permitidas todas (aunque la traducción de Khawam agrega las palabras «excepto en el trasero de ella», es decir, el sexo anal). Se enumeran entonces once posiciones, seis con la mujer de espaldas, una desde atrás, dos con uno o los de costado, una sobre un mueble y otra colgando de un árbol.

Capítulo 7: Los efectos nocivos de las relaciones sexuales.

Este capítulo menciona numerosas dolencias que pueden ocurrir como resultado del sexo, entre ellas perder la vista, ictericia, ciática, hernia, cálculos en el tracto urinario y, que el sexo con mujeres viejas es un veneno mortal seguro. Se recomienda disfrutar del sexo con moderación en tanto las peores enfermedades surgen de las relaciones sexuales.

Capítulo 8: Nombres para el pene.

Se enumeran más de 30 nombres para el pene. Luego hay una larga digresión sobre la interpretación de los sueños .

Capítulo 9: Nombres para la vulva.

Se enumeran casi 40 nombres para la vulva. Luego hay una divagación sobre la interpretación de los sueños. Luego aparece la historia de Ya'idi, un hombre del que las mujeres se reían pero que aun así era exitoso en acostarse con ellas.

Capítulo 10: Los miembros de los animales.

Se enumeran los nombres de los penes de los animales, divididos en animales ungulados, animales de pezuña hendida y animales con garras. Luego se discute el comportamiento del león.

Capítulo 11: Trucos de mujeres.

Este capítulo abre diciendo que las mujeres son más astutas que el diablo. Se narran cuatro historias, cada una sobre una mujer que miente y engaña a un hombre de alguna manera, y cada una termina con una advertencia a los hombres sobre las mujeres. Una historia presenta un caso de zoofilia, que involucra a una mujer y un burro.

Capítulo 12: Preguntas y respuestas para hombres y mujeres.

La historia de Mu'abbira, una mujer sabía, que brinda sus impresiones sobre el funcionamiento de la mente y los deseos de las mujeres, además de enumerar nuevamente los rasgos positivos y negativos de las mujeres.

Capítulo 13: Las causas y la estimulación del deseo sexual.

Se describen una serie de recetas afrodisíacas.

Capítulo 14: Observaciones sobre la esterilidad femenina y métodos de tratamiento.

Este capítulo especula sobre las posibles causas de la esterilidad y propone algunas curas. Las posibles causas incluyen hechizos de brujas y actos de demonios y genios.

Capítulo 15: Las causas de la esterilidad masculina.

Este capítulo trata de los problemas de la fertilidad masculina. Se comenta que el no poder lograr un orgasmo simultáneo puede ser una causa.

Capítulo 16: Formas de provocar un aborto espontáneo.
Se enumeran recetas para el aborto.

Capítulo 17: Tratamiento para tres tipos de problemas de erección.
Este breve capítulo trata sobre los problemas a la hora de tener una erección, de mantener una erección y la eyaculación precoz, con recetas de curas para cada uno.

Capítulo 18: Cómo agrandar y expandir el pene más pequeño.
Este capítulo abre diciendo que será de interés para mujeres y hombres, porque a las mujeres no les gustan los penes pequeños o flácidos.

Capítulo 19: Cómo eliminar el olor vaginal y de las axilas y estrechar la vagina.
Se describen recetas para tratar cada condición.

Capítulo 20: Los síntomas del embarazo y cómo determinar el sexo del feto.

Se describen los primeros signos de embarazo, luego si el bebé será varón y luego si será mujer (los de los varones son más positivos que los de las mujeres).

Capítulo 21: Los beneficios de los huevos y las bebidas sexualmente estimulantes.

Este capítulo comienza con recomendaciones sobre varios alimentos para mejorar la resistencia. Luego aparece la historia de Abu'l Haiya, Abu'l Hayloukh y Maymoun, señalando que es una célebre historia de libertinaje pero inverosímil y fantástica. Menciona a una mujer que se piensa que es lesbiana (porque no había estado interesada en uno de los hombres) y termina con una serie de desafíos sexuales: un hombre debe desvirgar a ochenta vírgenes sin eyacular, otro debe tener sexo con una mujer durante cincuenta días, sin perder la erección, otro debe pararse frente a las mujeres y mantener una erección durante treinta días y noches.
 El cuarto hombre debe traerles lo que quieran. Completan sus desafíos sexuales y se llevan el palacio como recompensa. El volumen concluye con una receta para una bebida sexualmente estimulante, pero señala que no debe consumirse en verano.

Ejemplos:
 lo que más gusta a las mujeres son hombres  con “un miembro viril de buen tamaño, de pecho ligero y nalgas pesadas y de un eyacular parsimonioso…”   
Lo que los hombres gustan de las mujeres  son “cejas finas y largas, vulva ampulosa y vello espeso, vagina inodora y sin vapores…” 
Aconseja este sabio del placer al visir  copular ligero de comida y bebida, “pues el ayuntamiento resultará más sabroso, saludable y placentero.” Entre las anécdotas ( que a menudo buscan lo irónico)  cuenta que preguntan a una anciana sabia: 
 ¿Dónde pensáis las mujeres que reside el entendimiento? A lo que contesta:
 “Entre sus muslos”
 Una joya medieval de erotismo y buena literatura que hoy sería quemada por los integristas. Hubo otro Islam. Puede haberlo…

  

Richard Francis Burton.

 
Sir Richard Francis Burton

(Torquay, 1821 - Trieste, 1890) Viajero y literato británico. Los apasionantes viajes de sir Richard Burton, que él mismo narró en numerosos textos autobiográficos, han perpetuado su memoria como la de uno de los más audaces exploradores del siglo XIX. En 1853 se disfrazó de árabe para poder entrar y estudiar los lugares sagrados del culto islámico en La Meca, a los que los europeos no podían acceder. Famoso por los periplos que efectuó por Arabia, África y América, fue además el autor de una de las más conocidas traducciones al inglés de Las mil y una noches (1885-1888), una colección en dieciséis volúmenes de cuentos indios y árabes.
Richard Francis Burton nació el 19 de marzo de 1821 en Torquay, Devonshire, Reino Unido, y se educó en Francia, Italia y su país natal. La sorprendente facilidad que desde joven mostró para los idiomas le permitió con el tiempo dominar más de veinte lenguas y un número similar de dialectos.
Tras una estancia de varios años en la India como militar, en 1853 Burton llevó a cabo una de sus más sorprendentes proezas, cuando, disfrazado de árabe, logró penetrar en La Meca, la ciudad sagrada del Islam. El relato de su aventura, Pilgrimage to El-Medinah and Mecca (1855-56; Mi peregrinación a Medina y La Meca), se convertiría en uno de los textos clásicos de la literatura de viajes.

En 1857 emprendió una expedición a la búsqueda de las fuentes del Nilo, en cuyo transcurso descubrió el lago Tanganica. Durante los años siguientes desempeñó diversos consulados en África, Asia y Sudamérica, y en 1872 fue enviado con el mismo cargo a Trieste, en el imperio austrohúngaro, donde permaneció hasta su fallecimiento.
Durante el período final de su vida, Burton continuó escribiendo recensiones de sus viajes y realizó un gran número de traducciones, como las de diversos textos eróticos indios, que revelaron en él a un crítico de la mentalidad de la era victoriana. La más popular de sus traducciones, no obstante, fue la de Las mil y una noches, a cuyo espíritu se adaptaba perfectamente su estilo descriptivo y colorista. Tras su muerte, acaecida en Trieste el 20 de octubre de 1890, su mujer destruyó todos sus diarios, con lo que se perdieron tesoros de erudición y experiencia.

(Torquay, Inglaterra, 19 de marzo de 1821 – Trieste, Imperio Austrohúngaro, 20 de octubre de 1890) fue un cónsul británico, explorador, traductor y orientalista, aunque él se consideraba a sí mismo fundamentalmente un antropólogo y cultivó ocasionalmente la poesía. Se hizo famoso por sus exploraciones en Asia y África, así como por su extraordinario conocimiento de lenguas y culturas. De acuerdo a un recuento reciente, hablaba veintinueve lenguas europeas, asiáticas y africanas.

Biografía

Vivió en la India durante siete años, donde tuvo ocasión de conocer las costumbres de los pueblos orientales. Completó los mapas de la zona colindante al Mar Rojo por encargo del gobierno británico, interesado en el comercio con la zona. Viajó en solitario para conocer la Meca, para lo que se disfrazó de árabe, proeza sobre la que él mismo escribió en The Pilgrimage to Al-Medinah and Meccah (Mi peregrinación a la Meca y Medina). Se le debe la primera traducción integral al inglés de Las mil y una noches y del Kama Sutra, así como una brillante traducción del poema épico y clásico portugués Os Lusíadas, de Luís de Camões, al inglés. Junto a John Hanning Speke viajó a África donde descubrió el lago Tanganica.
También viajó por los Estados Unidos, donde describió la comunidad mormona en su libro The City of the Saints, y parte de Brasil. Fue cofundador de la Sociedad Antropológica de Londres junto al Dr. James Hunt.  Fue cónsul británico en la isla africana de Fernando Poo, en Santos (Brasil), Damasco (Siria) y Trieste (Italia), fue nombrado caballero en 1866.

Burton nació en Torquay (Devon) a las 21:30 del 19 de marzo de 1821 (en su autobiografía, declara erróneamente haber nacido en el hogar familiar de Barham House en Hertfordshire).​ Su padre, el capitán Joseph Netterville Burton, fue un oficial del ejército británico de origen irlandés. Su madre, Martha Baker, era la heredera de una familia acomodada de Hertfordshire. Tuvo dos hermanos, Maria Katherine Elizabeth Burton y Edward Joseph Burton.
La familia de Burton viajó bastante durante su infancia. En 1825 se mudaron a Francia (Tours, Orleáns, Blois, Marsella) y luego a Italia (Livorno, Pisa, donde el joven Burton rompió un violín en la cabeza de su profesor de música, Siena, Perugia, Florencia, Sorrento y Nápoles, sin mencionar las excursiones de una o dos semanas a otras ciudades); en Nápoles los hermanos Richard y Edward visitaron su primera casa de lenocinio. La primera educación formal de Burton la recibió de varios tutores contratados por sus padres, mostrando desde muy pronto una gran facilidad para los idiomas: aprendió rápidamente francés, italiano y latín. Se rumoreó que en su juventud tuvo una aventura con una joven gitana, llegando a aprender los rudimentos de su idioma (romaní). Esto quizá podría explicar por qué fue capaz de aprender más tarde el hindi y otras lenguas indostánicas con una rapidez casi sobrenatural, ya que el romaní está relacionado con esa familia de lenguas.
Las idas y venidas de su juventud pueden haber inducido a Burton a considerarse a sí mismo como un extranjero durante buena parte de su vida. Como él mismo decía: 
«Haz lo que tu hombría te empuje a hacer, no esperes aprobación excepto de ti mismo...».
Burton entró en el Trinity College, Oxford, en el otoño de 1840. A pesar de su inteligencia y de su habilidad, muy pronto se distanció de sus profesores y compañeros. Se encontraba por primera vez absolutamente solo sin su familia, y se cuenta que durante su primer curso retó a otro estudiante a un duelo después de que este último se burlara de su bigote. El profesor Greenhill le presentó entonces al arabista español Pascual de Gayangos y este azuzó la innata curiosidad de Burton hacia el árabe, que empezó a estudiar con ardor. John Varley le incitó a estudiar ciencias ocultas y también dedicó algún tiempo a aprender cetrería y esgrima, materia esta última en la que llegaría a ser una de las primeras espadas del Imperio Británico y a la que consagrará The Book of the Sword (1884). En 1842 participó en una carrera de caballos campo a través (la famosa steeplechase, en deliberada violación de las normas de la universidad, pues se consideraba propia de gente de baja clase social) y a continuación se atrevió a proponer a las autoridades académicas que se permitiera a los estudiantes acudir a tales eventos.
 Esperando ser suspendido, esto es, expulsado con la posibilidad de ser readmitido, como había sucedido con otros estudiantes menos provocativos que habían asistido a la cacería, Burton fue sin embargo definitivamente expulsado del Trinity College. En un desprecio final al entorno que había aprendido a denigrar, se dice que Burton destrozó los parterres de flores del colegio con su caballo y su carruaje cuando abandonó Oxford.

Carrera militar (1842–1853)
«Bueno para nada, excepto para ser tiroteado por seis peniques al día»,​ Burton se alistó en el ejército de la Compañía de las Indias Orientales. Tenía la esperanza de participar en la primera guerra afgana, pero el conflicto había terminado antes de que llegara a la India. Le destinaron al Decimoctavo de Infantería Nativa de Bombay (con base en Guyarat) bajo el mando del general Charles James Napier. Su servicio en la India fue accidentado; sus continuas críticas y desplantes a una comunidad británica a su ver irresponsable en el fondo y frívola en las formas le valieron una reputación oscura. En sus múltiples escritos criticó con dureza la política colonial británica, así como el modus vivendi de los oficiales de la Compañía:
 «Qué se puede esperar de un Imperio sufragado por tenderos».
Durante su estancia se convirtió en fluido hablante de hindi, guyaratí y maratí así como de persa y árabe. Sus estudios de cultura hindú llegaron a tal punto que «...mi profesor hindú me permitió oficialmente vestir el janeu (cordón brahmán)», aunque la verdad de esta afirmación ha sido puesta en duda ya que ello habría requerido largo tiempo de estudio, ayuno y el afeitado parcial de la cabeza. Este interés de Burton por la cultura hindú y su participación activa en los rituales y religiones del país le valió el rechazo de algunos de sus camaradas militares, quienes lo acusaron de «volverse nativo», llegando a bautizarlo como «el negro blanco».
Burton mantenía un grupo de monos domesticados con la idea de aprender su lenguaje.​ También se ganó el apodo de «Dick el rufián» por su «ferocidad demoníaca como luchador y porque había luchado con más enemigos en combate singular que ningún otro hombre de sus tiempos».
Fue designado para participar en la cartografía del Sindh y aprendió el uso de los instrumentos de medición, conocimientos que le resultarían útiles después en su carrera de explorador. En esa época empezó a viajar disfrazado. Adoptó el alias de Mirza Abdullah y a menudo consiguió pasar desapercibido entre los nativos, hasta el punto de que sus compañeros oficiales lo confundían con uno de ellos. 
Fue a partir de entonces cuando empezó a trabajar como agente para Napier y, aunque los detalles de sus actividades no se conocen, se sabe que participó en la investigación encubierta de un burdel del que se decía que era frecuentado por soldados ingleses y en el que las prostitutas eran jovencitos. Su interés de toda la vida en las distintas prácticas sexuales le llevó a escribir un informe detallado sobre los burdeles de Karachi que le habría de causar problemas cuando algunos de los lectores del informe (sobre el que le habían asegurado que se mantendría en secreto) llegaron a creer que el propio Burton había participado en algunas de las prácticas descritas en sus textos.
En marzo de 1849 regresó a Europa de baja por enfermedad. En 1850 escribió su primer libro, Goa y las montañas azules, una guía a las regiones de Goa y la estación balnearia de Ooty, donde esperaba recuperarse de una enfermedad contraída durante su estancia en Baroda. Viajó a Boulogne para visitar su escuela de esgrima y fue allí donde se encontró por primera vez con su futura esposa Isabel Arundell, una joven católica de buena familia.

Primeras exploraciones y viaje a La Meca (1851–1853)

Movido por el deseo de aventuras, Burton consiguió la aprobación de la Royal Geographical Society para explorar la zona y consiguió una autorización del Consejo de Administración de la Compañía Británica de las Indias Orientales para que le dieran un permiso indefinido del ejército. El tiempo que pasó en el Sindh le había preparado bien para su Hajj (peregrinación a La Meca y, en este caso Medina) y los siete años en la India le habían familiarizado con las costumbres y el comportamiento de los musulmanes. Fue este viaje, iniciado en 1853, el que hizo famoso a Burton. 
Lo había planeado cuando viajaba disfrazado entre los musulmanes de Sindh y se había preparado minuciosamente para la tarea con el estudio y la práctica (incluyendo el hacerse circuncidar para reducir más el riesgo de ser descubierto, como ya había hecho uno de sus modelos, el espía español Domingo Badía, «Alí Bey»).
Aunque Burton no fue el primer europeo no musulmán que realizó el hajj (tal honor se debe a Ludovico de Verthema en 1503),​ su peregrinaje es el más famoso y mejor documentado de su época. Adoptó varios disfraces incluyendo el de «patán» (moderno pastún) para justificar cualquier peculiaridad de su habla, pero incluso así tuvo que demostrar gran comprensión del intrincado ritual islámico y familiaridad con las minucias de las maneras y la etiqueta orientales. El viaje de Burton a La Meca resultó bastante accidentado y su caravana fue atacada por bandidos (una experiencia común en la época). 
Como él mismo escribió: 
«[Aunque] ni el Corán ni el sultán piden la muerte del judío o cristiano que traspasen las columnas que señalan los límites del santuario, nada puede salvar a un europeo descubierto por el populacho o a uno que tras la peregrinación se haya mostrado a sí mismo como infiel».

 El peregrinaje le dio derecho al título de Hajji y a llevar un turbante verde. La narración del propio Burton sobre su viaje apareció en 1855 en su obra The Pilgrimage to Al-Medinah and Meccah (Mi peregrinación a la Meca y Medina).

Primera época de exploraciones (1854–1855)

En marzo de 1854 fue transferido al departamento político de la Compañía de las Indias Orientales. La naturaleza exacta de su trabajo en esa época es incierta, aunque parece probable que espiara para el general Napier. Fue en septiembre de ese año cuando se encontró por primera vez con el capitán (entonces teniente) John Hanning Speke, quien lo acompañaría en su exploración más famosa. Su siguiente viaje le llevó a explorar el interior del país somalí (moderna Somalia), ya que las autoridades británicas querían proteger el comercio por el Mar Rojo. Burton emprendió la primera parte de su viaje en solitario. Hizo una expedición a Harar, la capital somalí, en la que no había entrado ningún europeo (de hecho había una profecía que decía que la ciudad caería en decadencia si un cristiano era admitido en su interior).
La expedición duró cuatro meses. Burton no solo llegó a Harar, sino que fue presentado al emir, y permaneció diez días en la ciudad. Allí fue uno de los primeros (se le había anticipado en 1799 William George Browne) en describir la costumbre centroafricana de la clitoridectomía o ablación genital femenina. La vuelta estuvo plagada de problemas por falta de suministros y Burton escribió que habría muerto de sed si no hubiera llegado a ver pájaros del desierto, dándose cuenta de que indicaban la cercanía de agua.
Después de esta aventura salió de nuevo, acompañado esta vez por los tenientes John H. Speke, G. E. Herne y William Stroyan y un cierto número de africanos empleados como porteadores. Sin embargo, al poco de partir, la expedición fue atacada por un grupo perteneciente a una tribu de somalíes (los oficiales estimaron su número en unos doscientos). En el combate entablado Stroyan fue muerto y Speke capturado y herido en once partes antes de conseguir escapar. Burton resultó ensartado con un venablo cuya punta le entró por una mejilla y le asomó por la otra, herida que le dejó una importante cicatriz visible fácilmente en retratos y fotografías. 
Logró sin embargo escapar, con el arma traspasándole la cabeza. Pero las autoridades juzgaron con severidad el incidente, considerándolo un fracaso, y se ordenó una investigación, que durante dos años trató de hallar un responsable del desastre, algo a lo que se consideraba que el temperamento y conducta de Burton podrían haberle inducido. Y aunque fue ampliamente exonerado de toda culpa, el hecho no ayudó de ninguna manera a impulsar su carrera. Burton describe este estremecedor ataque en su obra First Footsteps in East Africa, de 1856 (Mis primeros pasos en África Oriental).
En 1855 se reincorporó al ejército, desplazándose a Crimea en la esperanza de participar en el servicio activo en la Guerra de Crimea; le asignaron funciones de espía. Sirvió en la plana mayor de Beatson's Horse, un cuerpo de guerreros locales bashi-bazouks bajo el mando del general Beatson, en los Dardanelos. El cuerpo fue desbandado a continuación de un «motín» después de que rehusaran cumplir órdenes y el nombre de Burton fue mencionado (en detrimento suyo) durante la investigación subsiguiente.

Exploración de los lagos de África Central (1856–1860)

En 1856, la Real Sociedad Geográfica financió otra expedición en la que Burton salió desde Zanzíbar para explorar un «mar interior» del que se conocía su existencia. Su misión era estudiar las tribus locales y averiguar qué exportaciones se podían realizar desde esa región. Se esperaba que la expedición pudiera llevar al descubrimiento de las fuentes del Nilo, aunque ese no era el objetivo explícito. Se le había dicho a Burton que solo un tonto diría que la expedición buscaba encontrar las fuentes del Nilo porque, si finalizara la expedición sin encontrarlas, se consideraría un fracaso pese a que se hiciera cualquier otro descubrimiento.
Antes de salir para África, Burton propuso matrimonio a Isabel Arundell, y ambos quedaron comprometidos en secreto. La familia de ella nunca hubiera aceptado el matrimonio puesto que Burton no era católico ni rico. Speke le acompañó de nuevo, y el 27 de junio de 1857 salieron de la costa oriental de África en dirección oeste, en busca del lago o los lagos. Fueron grandemente ayudados por el experimentado guía local Sidi Mubarak (también conocido como «Bombay»), que estaba familiarizado con algunas de las costumbres y lenguas de la región. 
Desde el comienzo, el viaje hacia el interior estuvo plagado de problemas tales como el reclutamiento de porteadores de confianza y el robo frecuente de materiales y suministros por parte de los desertores de la expedición. Es más, ambos exploradores fueron víctimas de enfermedades tropicales durante el viaje. Speke quedó ciego parte del viaje y sordo de un oído a causa de una infección motivada por los intentos de retirarle un escarabajo que se le había introducido en él. Y Burton se quedó tan débil que fue incapaz de andar durante gran parte del camino y tuvo que ser llevado por porteadores.
La expedición alcanzó el lago Tanganika en febrero de 1858. Burton quedó asombrado por la vista del inmenso lago, pero Speke, que seguía temporalmente ciego, fue incapaz de apreciar la magnitud del lago. Llegados a este punto, buena parte de su equipo de topografía se había perdido, estropeado o había sido robado, y fueron incapaces de completar la topometría del área tan bien como hubieran deseado. Burton cayó enfermo de nuevo en el viaje de vuelta y Speke continuó explorando sin él, haciendo un viaje al norte y localizando por fin el gran lago Victoria. La falta de suministros e instrumentos adecuados le impidió topografiar la zona, pero quedó convencido, en su fuero interno, de que el lago era la tan largamente buscada fuente del Nilo. La descripción de este viaje por parte de Burton se da en Las regiones de los lagos del África Ecuatorial (Lake Regions of Equatorial Africa), de 1860. Speke expuso su propia versión del viaje en The Journal of the Discovery of the Source of the Nile (1863).
Tanto Burton como Speke quedaron en un estado de salud penoso tras su dificultosa expedición y regresaron a casa por separado. Como era habitual en él, Burton realizó detalladas anotaciones, no solo de la geografía, sino también de las lenguas, costumbres y hábitos sexuales de las gentes que encontró. Aunque fue la última de las grandes expediciones de Burton, sus notas geográficas y culturales fueron de gran utilidad para las subsiguientes expediciones de Speke y James Augustus Grant, Samuel Baker, David Livingstone y Henry Morton Stanley. La expedición de Speke y Grant (1863) partió también de la costa oriental, cerca de Zanzíbar, y fue rodeando la orilla occidental del lago Victoria hasta el lago Alberto, retornando al fin triunfalmente por el Nilo. Sin embargo, de manera crucial, perdieron la pista del curso del río entre el lago Victoria y el lago Alberto. Esto dejó a Burton y a otros en la duda de que las fuentes del Nilo hubieran sido identificadas de forma concluyente.

Burton y Speke

El descubrimiento por Burton y Speke de los lagos Tanganica y Victoria fue indiscutiblemente su más célebre exploración, pero lo que siguió fue una amarga y prolongada disputa pública entre ambos hombres que dañó gravemente la reputación de Burton. A juzgar por algunas cartas que se han conservado, parece ser que a Speke no le gustaba Burton y desconfiaba de él incluso antes de comenzar su segunda expedición juntos.
Hay varias razones por las que se distanciaron. En la aventura somalí, Speke tenía la desventaja de ser un novato entre viejos amigos, además de ser el sustituto del teniente Stocks que, según Burton, era «el favorito de todo el mundo». Speke no hablaba árabe y, a pesar de haber pasado diez años en la India, era muy escaso el conocimiento que tenía de las lenguas indostánicas. Parece obvio que ambos eran de muy diferente personalidad, siendo Speke más acorde a la prevalente moral victoriana de la época. Esto fue sin duda motivo de rivalidad profesional. Algunos biógrafos han sugerido que ciertos amigos de Speke (especialmente Laurence Oliphant) sembraron cizaña entre ellos. 

También parece que Speke estaba dolido con el papel de líder de la expedición que se había otorgado a Burton, reclamaba que ese liderazgo era solo nominal y afirmaba que Burton fue prácticamente un inválido durante toda la segunda parte de la expedición. Hubo además problemas sobre las deudas contraídas por la expedición que quedaron impagadas al abandonar África: Speke proclamó que Burton era el único responsable de esas deudas. Por último estaba el asunto del descubrimiento de las fuentes del Nilo, tal vez el mayor premio que podía arrogarse cualquier explorador de su época. 
Hoy se sabe que el lago Victoria es una fuente, pero en esa época era aún un tema controvertido. La expedición de Speke allí se llevó a cabo sin Burton (que estaba incapacitado por varias enfermedades en ese momento) y su topografía de la zona fue, por necesidad, rudimentaria, de forma que dejó el asunto sin resolver. Burton (y de hecho muchos exploradores eminentes como Livingstone) mantuvieron su escepticismo sobre que el lago fuera la verdadera fuente del Nilo.

Después de la expedición, ambos viajaron a Inglaterra por separado. Speke llegó primero a Londres y, a pesar de un acuerdo previo entre ellos según el cual ambos darían juntos su primer discurso público, Speke ofreció una conferencia en la Real Sociedad Geográfica en la que proclamó que su descubrimiento, el lago Victoria, era la fuente del Nilo. Cuando Burton llegó a Londres se encontró a Speke celebrado como un héroe y sintió que su papel quedaba reducido al del compañero enfermo. Más aún, Speke estaba organizando otras expediciones a la región en las que, desde luego, no planeaba llevar a Burton.
En los meses que siguieron, Speke intentó constantemente dañar la reputación de Burton, llegando al extremo de proclamar que este había tratado de envenenarlo durante la expedición. Entretanto, Burton argumentaba contra la declaración de Speke acerca de haber descubierto las fuentes del Nilo diciendo que sus evidencias no eran concluyentes y las mediciones de Speke eran imprecisas. Es notable reseñar que en la expedición de Speke con Grant, aquel hizo firmar a este una declaración diciendo entre otras cosas: 
«Renuncio a todos mis derechos a publicar... mi propia narración [de la expedición] hasta que sea aprobada por el capitán Speke o por la Real Sociedad Geográfica».
Speke y Grant llevaron a cabo una segunda expedición para probar que el lago Victoria era la verdadera fuente del Nilo, pero de nuevo los problemas con el topografiado y las mediciones llevaron a que nadie estuviera convencido de que el asunto estuviese definitivamente resuelto. El 16 de septiembre de 1864, Burton y Speke iban a debatir el asunto de las fuentes del Nilo ante la Asociación Británica para el Avance de la Ciencia, en la reunión anual de la asociación en Bath. Sin embargo, el día anterior, Speke falleció debido a un disparo de escopeta autoinfligido mientras cazaba en las posesiones de un pariente que habitaba en las cercanías. 
No hubo testigos directos del disparo y se ha especulado ampliamente sobre que hubiera podido cometer suicidio. Sin embargo, el forense declaró que se trataba de un accidente de caza. Burton estaba en el salón de debates para dar su disertación cuando llegaron las noticias de la muerte de Speke y, considerablemente consternado, decidió no pronunciar su discurso.

Servicio diplomático y estudios académicos (1861-1890)

Richard Burton hacía amistades en múltiples ambientes; entre ellas, quizá la más respetable fue la del apóstol de Cambridge Monckton Milnes, propietario de una de las mayores bibliotecas privadas de Inglaterra en cuatro idiomas, pero también de la mayor colección de literatura erótica del país, que sirvió a Burton para documentar su erudición de erotómano; aquel reunía un salón de intelectuales que Burton solía frecuentar. 
También conocía al pervertido pornógrafo Frederick Hankey, que encuadernaba algunos de sus libros en piel humana, y era amigo del poeta masoquista del decadentismo Swinburne, quien también frecuentaba el salón de Milnes. Todas estas malas compañías no arredraron a Isabel Arundell, y en enero de 1861 se casó en secreto (previniendo la oposición de su familia) con Richard Francis en una ceremonia en la que él no quiso asumir la fe católica de su esposa, al menos en ese momento; a lo largo de su vida coquetearía con otras creencias como el ocultismo y el sufismo, sin decantarse claramente por ninguna.
En 1862 Burton entró a servir en la carrera diplomática como cónsul británico en la colonia española de la isla de Fernando Poo (actual Bioko, en Guinea Ecuatorial), donde el clima y las enfermedades tropicales habían diezmado peligrosamente a la población europea; no era, ciertamente, un buen destino, y por eso Isabel no lo acompañó durante la mayor parte del tiempo, que, además, aprovechó Burton para explorar el África negra. Estuvo, por ejemplo, en el reino de Benín, del cual relató sus fetiches y sacrificios humanos. Visitó sin embargo, de vacaciones, la isla de Madeira con Isabel; en esta época realizó un viaje por el río Congo hasta las cataratas de Yellala y más allá, y lo describió en su libro Dos viajes a la tierra de gorilas... (1876).
 En septiembre de 1864 fue nombrado cónsul de Su Majestad en Santos, entonces un humilde puerto brasileño a doscientas treinta millas al sur de Río de Janeiro y la pareja se reunió allí en 1865; viajó a través de las montañas del Brasil y en canoa por el río San Francisco, desde su nacimiento hasta la catarata de Paulo Afonso. En 1868 renunció, entre otras cosas por haber sido pasto él y su esposa de todo tipo de enfermedades tropicales; tuvo tiempo sin embargo de visitar la zona de guerra del Paraguay dos veces: en 1868 y en 1869, algo que describió en sus Cartas de los campos de batalla del Paraguay (1870), quedando impresionado por el salvajismo de la contienda.

En 1869, cuando estaba en Lima, fue nombrado cónsul en Damasco con mil libras de paga, un puesto ideal para él, que era un orientalista experto; antes, sin embargo, de marchar hacia allá se paseó por Córdoba, Mendoza y Buenos Aires, y aún se dice que se acercó a Chile, aunque no hay pruebas seguras; fue recibido por Bartolomé Mitre y por el presidente Domingo Faustino Sarmiento. Tras pasar por Londres, fue unas semanas a Vichy a tomar las aguas con su amigo y corresponsal el gran poeta del decadentismo Algernon Charles Swinburne, sumido entonces en las ciénagas del alcoholismo, e intentó sin éxito rehabilitarlo poniéndose él mismo de ejemplo, ya que en esa época y con un gran esfuerzo de voluntad logró abandonar la bebida. Allí se encontró también al pintor Frederic Leighton y a la cantante de ópera Adelaide Kemble Sartoris, y juntos celebraron inolvidables veladas; pero su mujer Isabel fue a sacarlo de allí, marchándose ambos esposos a los Alpes franceses y a Turín, y luego hacia Damasco.
Allí pasó dos años terribles, sobre todo para Isabel, que encontró aquel lugar mucho más inhóspito que Brasil; amistaron sin embargo con Jane Digby y con Abd al-Qádir, un líder político argelino exiliado. Intentó mantener la paz entre las tres religiones; sin embargo, se enemistó a gran parte de la población judía por su oposición a la costumbre del consulado británico de tomar medidas contra los que no cumplían con los préstamos; Burton no vio razón para continuar con esta política, lo que causó una gran hostilidad; fue destituido como cónsul y lo sustituyó Thomas Jago, retornando descorazonado a Londres sin ni siquiera intentar defenderse, hasta que su mujer Isabel emprendió la causa de su rehabilitación visitando a sus enemigos y a las esposas de sus enemigos; y le fue bastante fácil: numerosas personas eran propicias a testificar y escribir cartas en elogio suyo y de su honradez y rectitud; es más, muchos comerciantes musulmanes (no así los judíos) lo creían responsable de la caída del odiado Rashid Pachá y pidieron su regreso; incluso los misioneros protestantes y la misma prensa cambió de opinión; lord Granville le ofreció el consulado de Pará, al norte de Brasil, que rechazó al ser un puesto de inferior categoría, y cuando le dieron a otra persona el puesto de Teherán, se lo tomó como una ofensa.

La experiencia de Damasco transformó a Burton en un antisemita y escribió sobre esta materia The Jew​, que no consiguió publicar, hasta que lo hizo el biógrafo de Isabel W. H. Wilkins en pleno asunto Dreyfus en 1869. En 1872 un empresario le financió un viaje a Islandia para que fuese a inspeccionar la posibilidad de abrir minas de azufre allí, ofreciéndole además una gran suma si encontraba yacimientos explotables, y sobre este viaje escribió otro libro, Ultima Thule, aunque no hubo suerte y este viaje terminó resultándole especialmente desagradable a alguien habituado a la luz de los trópicos; ese mismo año fue reasignado a la ciudad portuaria adriática de Trieste, en el Imperio austrohúngaro, aunque con menor salario: seiscientas libras; él había pretendido un consulado en Marruecos, pero tuvo que conformarse, ya que el puesto era mucho más tranquilo y podía consagrarse a la escritura y los viajes. Durante uno a Londres se operó de un pequeño tumor que un golpe le había producido en la espalda.
Su matrimonio con Isabel parecía entonces una mera convivencia entre dos hermanos que apenas se cruzaban por casualidad, como llegó a ocurrir una vez en Venecia en que ambos se toparon de bruces sin haber conocido por qué lugar de Europa andaban, pero era él quien más la rehuía: «Soy un mellizo incompleto y ella es el fragmento que me falta», dijo en una ocasión; la evitó cinco meses en 1875; siete entre 1877 y 1878 y seis en 1880, pero a medida que envejecía su dependencia hacia ella se hacía más profunda y patente. 

En Trieste vivían, cuando convivían, en el último piso de un hotel, en un espacioso apartamento de diez habitaciones que fueron ampliando gradualmente hasta las veintisiete, la mayor parte para llenarlas de libros (ya en 1877 poseía ocho mil) y con la colección de objetos religiosos de Isabel y los tapices, esmaltes, alfombras, bandejas y divanes orientales de Richard Francis, quien ocupaba además las mesas para los materiales de sus obras. Posteriormente, como recibieron varias herencias, tuvieron dinero suficiente para comprarse un palazzo. Además, mantenían una tertulia con quince amigos en el ayuntamiento, y su esposa otra con sus amigas los viernes.
Burton entabló amistad con los profesores Luigi Calori, Ariodante Fabretti y Giovanni Capellini, rector de la Universidad de Bolonia, y realizó excavaciones arqueológicas en la península de Istria, describiendo en un artículo sus hallazgos; también se interesó por el misterio del etrusco en su libro Etruscan Bologna, sin sacar nada en limpio; este trabajo fue recibido con malas críticas, aunque lo buscaron con este motivo en Trieste Archibald H. Sayce, Arthur Evans y Heinrich Schliemann; por el contrario, el libro de su esposa The inner Life of Syria, Palestine, and the Holy Land, publicado el mismo año que Etruscan Bologna (1876), alcanzó un éxito sonado y Burton incluso se sintió celoso.

 Entre 1872 y 1889 publicó ocho obras nuevas en trece volúmenes, un total de cinco mil páginas, e inició en 1875 la redacción de su Autobiografía, que sería plagiada y alterada cuando se publicó bajo el nombre de su presunto biógrafo Francis Hithcle, por lo que la dejó interrumpida. Sus trabajos más importantes en estos años fueron, por un lado, el comienzo de su monumental traducción del árabe de Las mil y una noches (16 vols. publicados entre 1885 y 1888), con sus caudalosas notas y ensayos anexos, y por otro una obra de erudición que pasó casi desapercibida, Unexplored Syria.

La primera obra estaba compuesta a propósito contra la pacata pudicia del anterior traductor Edward William Lane, recientemente fallecido en 1876, que había estragado el texto, y llevaba anexo un ensayo que Burton tituló llanamente Pederasty y que en sus ediciones separadas inglesas y americanas suele aparecer bajo el título de The sotadic zone, un trabajo pionero en los estudios sobre homosexualidad y prácticas sexuales «desviadas», que tanta importancia adquirirían ulteriormente con el psicoanálisis y la sexología moderna, adelantándose en casi trece años al estudio sobre la homosexualidad de Havelock Ellis con que este famoso sexólogo inglés decidió comenzar los estudios de psicología sexual, y en casi quince a la aparición del Anuario de Magnus Hirschfeld, en que éste empezó a publicar sus estudios sobre los zwischenstufen o «tipos sexuales intermedios». 
Esto le ganó a Burton una amplia fama de homosexual en la estrecha y victoriana sociedad de su época, fama que ya venía gestando precisamente desde la época en que él mismo confesó haber trabado por primera vez contacto con la «execrabilis familia pathicorum» (la «familia homosexual»), es decir, durante la campaña de Napier en Sind, en los años 1844-45. 
La segunda obra es importante porque transcribía varios textos epigráficos de cuatro lápidas de basalto que había descubierto el orientalista suizo Johann Ludwig Burckhardt en 1812 en la ciudad de Hama; su teoría de que eran en lengua hitita resultó correcta, y pese a las tremendas críticas que tuvo que sufrir por ello, se salió a la postre con la suya.
 Hablaba también de una «lápida moabita» que terminó en el Louvre y que fue el primer descubrimiento arqueológico que documentaba un acontecimiento narrado en la Biblia, el triunfo de Mesha, rey de Moab, sobre Omri, rey de Israel.
Con su último hálito de vida, en 1888 decidió traducir sin censura el Decamerón de Giovanni Boccaccio pero, como se le adelantó John Payne, optó por otra más escabrosa e indecente de uno de los novellieri discípulos del mismo, Il Pentamerone (o Lo cunto de li cunti) de Giovanni Batista Basile, impreso por vez primera en Nápoles en 1637. 
La traducción de los pasajes más fuertes demuestra que no había olvidado el argot de la calle que había aprendido en Nápoles de joven; así, al describir una pelea entre una anciana y un muchacho que había roto su cántaro de una pedrada, nos ofrece el siguiente diálogo:
«Ah, manso, sesos de mosquito, meacamas, bailacabras, perseguidor de enaguas, soga de ahorcado, mula mestiza, zanquilargo: a partir de ahora, que se adueñe de ti la parálisis y tu madre se entere de malas noticias... ¡Bellaco chulo, hijo de ramera!» El muchacho, que tenía poca barba y todavía menos discreción, al oír esta marea de insultos, le pagó con la misma moneda diciendo: «¿Es que no sabes contener tu lengua, abuela del diablo, vómito de toro, asfixianiños, fregona, vieja tirapedos?»
Burton padecía insomnio y desayunaba a las cinco de la mañana; paseaba por las montañas ayudándose de un bastón de hierro tan pesado como un rifle, practicaba una hora de esgrima todos los días (llegó a ser considerado el tercer espadachín del Imperio británico) y en verano hacía natación. Los Burton hacían ocasionales escapadas a Venecia, Roma, Londres y sus balnearios alemanes favoritos. 
Pero en sus últimos años esta rozagante salud se desmoronó rápidamente y el famoso explorador falleció en 1890 corroído por la gota, las enfermedades circulatorias, las anginas de pecho y las secuelas de enfermedades tropicales mal curadas; sus restos fueron repatriados a Londres y, como el gobierno no autorizó que su cuerpo reposara en el panteón de hombres ilustres de Westminster, acabó descansando en Mortlake (Surrey), en una famosa tumba con forma de tienda beduina de campaña diseñada por su esposa Isabel, quien aprovechó el óbito para quemar bastantes de los escritos de su marido (incluida la mayoría de sus diarios), que consideró ofensivos a su memoria y a las buenas maneras. 

Ella escribió una de sus biografías y yace allí también junto a él. Al Real Instituto Antropológico de Londres fue a parar la gigantesca y selecta biblioteca privada de Burton y buena parte de sus manuscritos. Gran parte de su epistolario con el erotómano Monckton Milnes se conserva en el Trinity College de Oxford, y la mayor parte de la correspondencia entre él y su esposa y otros manuscritos se encuentran en la Biblioteca Huntington de San Marino (California); otros documentos y manuscritos se hallan en colecciones privadas.

Richard Burton publicó cuarenta y tres volúmenes sobre sus expediciones y viajes; escribió dos libros de poesía, más de cien artículos y una autobiografía. Además tradujo en dieciséis tomos rigurosamente anotados Las mil y una noches, seis obras de literatura portuguesa (incluido el clásico poema épico Os Lusiadas, de Camoens), dos de poesía latina (las Elegías de Catulo, los Priapeos) y cuatro de folklore napolitano, africano e hindú; todos conservan abundantes anotaciones que atestiguan su erudición. Tal vez el mejor retrato de la personalidad de Richard Francis Burton se hiciera en el artículo necrológico de James Sutherland Cotton para la revista Academy:

tumba
Le gustaba considerarse antropólogo y, al utilizar este término, lo que quería indicar era que consideraba como su terreno todo lo concerniente a hombres y mujeres. Se negaba a admitir como vulgar o sucia cualquier cosa que hiciesen los humanos, y se atrevía a escribir (para que circulasen de manera privada) los resultados de su extraordinaria experiencia... Todo lo que decía y escribía llevaba el sello de su virilidad... No escondía nada; no alardeaba de nada... Sus íntimos sabían que Burton era más grande que lo que dijera o escribiera.
            James Sutherland Cotton

Su biblioteca particular, considerada en su día una de las más completas de Europa, ascendía a unos ocho mil volúmenes.

Itsukushima Shrine.


IL Blasone in Sicilia.