El espíritu de las leyes de de Montesquieu.
(título original, en francés: De l'esprit des lois, 1747) es una obra del filósofo y ensayista ilustrado Charles Louis de Secondat, Barón de Montesquieu, donde éste recrea en el modelo político inglés –tomado, a su vez, de los germanos– el sistema de separación de poderes y monarquía constitucional, que considera el mejor en su especie como garantía contra el despotismo. Según el autor francés, los poderes ejecutivo, legislativo y judicial no deben concentrarse en las mismas manos. Se trata de una teoría de contrapesos, donde cada poder contrarresta y equilibra a los otros. Hay quien quiere ver en esta teoría una relación entre ideas políticas e ideas sociales: su imagen de la sociedad sería la de tres fuerzas sociales –rey, pueblo y aristocracia–, a la que les corresponden tres fuerzas políticas. El modelo es tomado del sistema político de Reino Unido, donde hay monarquía (el Rey es la cabeza del Poder ejecutivo), hay aristocracia (en la Cámara de los Lores, que es legislativa) y hay representación popular (en la Cámara de los Comunes, que también es legislativa). Si bien es un paradigma de representación, no lo es de separación de poderes ya que, en ocasiones, la Cámara de los Lores funciona como Tribunal Supremo. Según él, en la monarquía, los poderes intermedios –nobleza, clero, parlamentos– actúan como equilibradores natos que impiden excesos del poder del monarca como también del poder del pueblo. A su vez, esos poderes intermedios se equilibran entre sí. Es notable el modo en que la idea de combinación equilibrada se relaciona con la imagen del universo de Newton, donde los elementos se atraen sin perder su identidad. |
Teoría política de Montesquieu. La teoría política de Montesquieu no se limita a la separación de poderes, sino que su pensamiento político es más amplio y profundo. Cada tipo de gobierno surge a causa de la Naturaleza propia de su organización social, y se fortalece en virtud del cumplimiento de sus respectivos Principios de gobierno. Los hombres tienen a su disposición las herramientas políticas necesarias (creación de leyes positivas) para poder generar mayor prosperidad individual y social con sólo considerar los aspectos particulares y universales de cada organización social. Montesquieu inició su loable trabajo desarrollando su teoría política. Tomó la concepción clásica de tipos de gobierno (aristocracia, democracia y monarquía). Separó y clasificó los gobiernos en tres clases: los republicanos (aristocracia y democracia), los monárquicos y los despóticos. El criterio de clasificación de los Tipos de Gobierno se basó inicialmente en dos aspectos que definían la Naturaleza de cada gobierno: ¿Quién detenta el poder? ¿Cómo lo hace? En el Gobierno Republicano, el pueblo o una parte conserva el poder soberano (ya sea democracia o aristocracia, respectivamente) y éste es responsable de hacer las leyes. En el Gobierno Monárquico es el rey quien posee el poder y lo hace bajo una estructura de leyes fijas y establecidas. En el Gobierno Despótico existe una persona que detenta el poder y lo ejerce sin leyes fijas imponiendo sus caprichos personales. A esta altura, Montesquieu incorpora un criterio adicional para poder seguir con el esquema de tipos. Es lo que se llama los Principios de gobierno. Mientras que la Naturaleza es la estructura particular de cada gobierno, es lo que le hace ser tal; los Principios son las pasiones humanas que impulsan dichos gobiernos, es lo que le mueve a actuar como tal. Montesquieu definió a la Virtud Política como el Principio íntimo de la República, al Honor Principio esencial para la Monarquía y al Temor Principio vital para el Despotismo. Esto quiere decir que cada tipo de gobierno necesita actuar acorde a sus Principios para poder conservar su autoridad. La Teoría de Principios de Gobierno conduce a una Teoría de la Organización Social. Montesquieu combinó estrechamente los Tipos de Gobierno con la estructura social (educación, tamaño, instituciones intermedias, igualdad de los ciudadanos). Esto se puede interpretar de la siguiente manera: La Virtud Política, Principio generador de la República, significa amor a la patria y a las leyes, consagración del individuo por la colectividad. Esta última reflexión conduce a un sentido de igualdad social de los hombres frente a la ley pues todos se sienten ciudadanos que viven por y para la comunidad. Por otro lado, la Monarquía no proclama el renunciamiento personal ni promueve el sentimiento de igualdad, sino que, todo lo contrario, el Honor alienta la presencia de jerarquías, nobleza y distinciones. Así como la ambición es perniciosa en la República, no lo es en la Monarquía pues es la diferenciación social lo que le infunde vida al gobierno. Mientras que en la República existe una organización igualitaria entre los miembros de la colectividad, la Monarquía se fundamenta en un tratamiento social desigual frente a la ley. Luego, podemos concluir que la República y la Monarquía tienen diferente esencia; uno se basa en la igualdad y el otro se apoya en la diferenciación, uno se funda en la Virtud Política y el otro en el Honor. En la República, el Principio de la Virtud permitiría encaminar el interés particular al interés general, diferente es en la Monarquía, donde el Principio del Honor, falsa virtud, la sostiene al brindar a los ciudadanos la posibilidad de actuar acorde a sus propios intereses y no necesariamente al interés general. Sin embargo, ambos tienen un aspecto en común: son moderados porque respetan la ley. En cambio, el Despotismo es arbitrario porque no gobierna respetando la ley. El Despotismo se fundamenta en la igualdad, pero basado en el Temor, donde ninguno tiene participación del poder soberano. Sólo la religión y las costumbres actúan como factor limitativo a esta forma absoluta de gobierno. Aquí, podemos vislumbrar cómo la estructura o vida social varía según el modo en que se ejerce cada gobierno. Para Montesquieu hay tres legitimidades posibles –la Monarquía y las dos Repúblicas- y una ilegitimidad profunda, el Gobierno Despótico, fruto de una sociedad sin leyes ni instituciones. Asimismo, Montesquieu resalta que hay una línea delgada entre el poder despótico y el monárquico. ...”los ríos corren a fundirse en el mar; las monarquías van a perderse en el despotismo” ...Cuando una Monarquía pierde de vista los Principios que favorecen a la diferenciación social aparece el poder absoluto y arbitrario. Así considera fundamental la presencia de la nobleza y de rangos intermedios como elemento disipador de movimientos tiránicos en los regímenes monárquicos. División Vertical del Poder: Esto significa que cuanto más pluralista y desigual sea una Monarquía, menor es la probabilidad de que dicha autoridad degenere en Despotismo. Cuando los estados y los gobiernos contravienen los Principios que los sostienen, ellos caen por sí solos (Imperio Romano, República Ateniense). Es decir, cuando un tipo de régimen moderado (República o Monarquía) no gobierna basado en sus Principios se lo denomina generalmente un gobierno corrupto. |
Biografía.
Charles-Louis de Sécondat, Barón de la Brede y de Montesquieu, nació el 18 de enero de 1689 en el castillo de la Brede, cerca de Burdeos, y murió el 10 de febrero de 1755 en París. Era hijo de Jacques de Secondat y Marie-Francoise de Pesnel; su familia pertenecía a la llamada nobleza de toga. Su madre, Marie Françoise de Pesnel, era la heredera de una importante fortuna que aportó el baronazgo de La Brède a la familia Secondat. Estudió de 1700 a 1705 en Jully, en el célebre Colegio de los religiosos oratonianos, donde recibió una enseñanza muy completa (desde el latín, francés, griego, geografía e historia, hasta las matemáticas, así como dibujo, música, equitación, esgrima y danza). En Burdeos cursó el bachillerato, se licenció en Derecho civil en su Universidad y, en 1708, fue admitido como abogado. De 1709 a 1713 duró su primera estancia en París, donde trabó amistad con heterodoxos notorios como Nicolás Fréret, erudito precoz, apasionado por la historia antigua, la mitología, la arqueología y la cronología y especializado en el estudio de China. Allí conoció al conde de Boulainvilliers -en cuya casa vivía Lama, famoso autor de la teoría sobre feudalismo que Montesquieu recogería en L' esprit des lois, pero que también escribía anónimamente obras declaradamente heterodoxas. Cuando murió su padre, retornó a La Brede para hacerse cargo de la herencia pasando a vivir bajo la protección de su tío, el barón de Montesquieu, quien a su muerte en 1715 le dejará como legado tanto su fortuna, como su título de barón y el cargo de Presidente del Parlamento de Burdeos (1716-1727) que ya había desempeñado su abuelo, Señor de La Brede. Ese mismo año contrae matrimonio con Jeanne Lartigue. Así, reunió en sus manos La Bréde, Martillac, Raymond, Montesquieu y Clairac. Ingresó a los veintiocho años en la Académie de Burdeos, fundada en 1712. Sus primeros años en esta docta casa le incitaron su afición por las ciencias y el cultivo del método experimental, que resaltan en sus discursos sobre la Causa del eco y del Uso de las glándulas renales (1718), La causa de la gravedad de los cuerpos y la causa de la transparencia de los cuerpos (1720), sus Observaciones sobre la historia natural (1721), además de su Proyecto de una historia física de la tierra antigua y moderna (1719). Montesquieu fue uno de los hombres más representativos del Siglo de las Luces; pero se separa notablemente de las corrientes dominantes en esa época, pues no siguió ni la línea idealista de la escuela racionalista del Derecho natural y de gentes, ni la línea constructivista de los partidarios del mito del contrato social que, años más tarde, culminaría Jean-Jacques Rousseau en Du contrat social (1762). Su método fue el experimental, analítico-hipotético-sintético, llevado a las ciencias físicas por Galileo, que Francis Bacon quiso traer a las ciencias sociales y al que Newton trató de dotar de rigor. Auguste Comte le consideró precursor de la ciencia positiva; Durkheim de la sociología e introductor del método del Derecho comparado. Su primera obra importante fueron las famosas Lettres persannes (1721), una una sátira basada en la correspondencia imaginaria entre un visitante persa de paseo por París, que hace notar los absurdos de la sociedad contemporánea. El éxito fue inmediato y Montesquieu frecuentará los círculos de ilustrados que rodeaban al primer ministro, el duque de Borbón, siendo introducido allí por el duque de Berwick. Asiste a fiestas en casa de la marquesa de Prie, de Mademoiselle de Clermont. Ésta le inspira su obra El templo de Gnido, publicada también anónimamente. Lee en el Club del Entresol, su discurso Dialogue de Sylla et d' Eucrate. Conoce a Fontenelle, secretario perpetuo de la Academia de Ciencias, quien le introdujo, hacia 1724, en casa de Mme. Lambert. En 1725 vende su cargo del Parlamento de Burdeos. En 1728 consigue ingresar en l' Académie Francaise, superando la oposición del cardenal de Fleury al haberse sabido que era el autor de las Cartas persas. Caído Fleury en desgracia, se le invitó a hacer públicas sus aún anónimas obras. Ese mismo año viaja por Alemania, Austria y Hungría en compañía de milord Waldegrave, sobrino del mariscal Berwick; por Italia, donde en Venecia encuentra a dos exiliados, el conde de Bonneval, que se había hecho mahometano y adoptado el título de pachá, y el escocés John Law, que había sido ministro de Finanzas de Francia. Visita Milán, Turín, Florencia, Roma, Nápoles. Continúa viajando por El Tirol, Baviera, y sigue el río Rhin hasta los Países Bajos. De allí, embarca para Londres, donde se le acogió como miembro de la Royal Society y es iniciado en la francmasonería. Retorna en 1731 a Francia. En 1734 aparece la primera versión de sus Considérations sur les causes de la grandeur des romains et de leur décadence. Era preocupación constante de Montesquieu el tema del engrandecimiento por las conquistas, de la posibilidad de una monarquía universal y de la decadencia de las grandes naciones. Pudo observarse ya cuando escribió antes de 1729, De la principale cause de la décadence de l' Espagne así como sus Considérations sur les richesses de l' Espagne.
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Pero su obra cumbre fue De l' esprit des lois, que se publicó en 1748 que llena toda la vida de Montesquieu: «Esta obra es el fruto de reflexiones de toda la vida» ( ... ) «de un trabajo inmenso» «He empleado veinte años de mi vida en esta obra». En el manuscrito su autor puso este epígrafe: «Proles sine matre creata» (Hijos nacidos sin madre), porque «un libro sobre las leyes debe ser hecho en un país de libertad, la libertad es la madre; ¡yo lo he hecho sin madre!». La Iglesia Católica prohibió l'Esprit – junto con muchos de los escritos de Montesquieu – y en 1751 lo incluyó en el Index Librorum Prohibitorum. Su pensamiento debe ser enmarcado dentro del espíritu crítico de la Ilustración francesa, patente en rasgos como la tolerancia religiosa, la aspiración de libertad y su concepto de la felicidad en el sentido cívico. Montesquieu también era tenido en alta estima en las colonias británicas de América como un campeón de la libertad. y era la persona más comúnmente citada en temas de gobierno y política en la América británica colonial pre-revolucionaria, y también por los fundadores norteamericanos. Tras la secesión de Norteamérica, las obras de Montesquieu continuaron ejerciendo una poderosa influencia en muchos de los pensadores y fundadores de los Estados Unidos. Es de destacar que, en contra de la opinión corriente, la teoría de la separación de poderes no fue formulada por Montesquieu sino que distinguió dos sistemas: el del «equilibrio» y de «los contrapesos». El sistema de separación de poderes fue propuesto por Sieyes a la Asamblea y aprobado por ésta, sin que se procura de la independencia de la función de juzgar, sino, por el contrario, por que los jueces quedaran sometidos al poder legislativo de la Asamblea nacional, a la que consideraba titular de la soberanía popular. Por el contrario, Montesquieu no se preocupó de la teoría de la soberanía ni de la doctrina constitucional. Lo que sí trataba de salvaguardar Montesquieu era la no confusión y el equilibrio entre los poderes político legislativo y ejecutivo y la independencia respecto de uno y de otro de la función de juzgar. |
‘El espíritu de las leyes’, de Montesquieu. 12 de Marzo de 2013 La evolución del pensamiento de los siglos XVII y XVIII, bajo el estandarte del movimiento ilustrado francés, exhortó a discutir, entre otras cuestiones políticas, religiosas y morales, las ideas de libertad y poder subyacentes en los diversos modelos políticos de la época, siendo la Francia absolutista de Luis XV uno de los referentes críticos de uno de los pensadores ilustrados más decisivos: Montesquieu Charles de Secondat, más conocido como Montesquieu en virtud del título que heredó tras la muerte de su tío el barón de Montesquieu, nació el 18 de enero de 1689 en Burdeos (Francia), procedente de una familia noble. A pesar de su origen aristocrático y conservador, Montesquieu fue un reacio opositor a los modelos de gobierno despóticos y consideraba caducas algunas formas e instituciones de las monarquías absolutas. Esta visión, junto con su idea de equilibrio de poderes, le permitieron influir de manera determinante en la formación del pensamiento y la conciencia burguesa de la época, y por consiguiente, en los movimientos que se gestarían posteriormente para acabar con los privilegios del absolutismo real. Las disciplinas teóricas de la sociología y la filosofía política se refieren a Montesquieu como uno de los pensadores y escritores ilustrados más importantes de la historia, gracias a dos aportaciones fundamentales: su doctrina de separación de poderes, -Legislativo, Ejecutivo y Judicial-, sobre la cual se asienta el funcionamiento de los sistemas democráticos actuales; y su definición del “espíritu general” de las naciones, según el cual, el vínculo entre régimen político y sociedad viene dado por las características que revisten a esta última: las diversas combinaciones e interacciones de factores geográficos, espaciales, históricos, políticos, religiosos y sociales dan lugar a los distintos tipos de sociedades y sistemas políticos que las rigen, lo que supone el primer intento por explicar sociológicamente todos los aspectos de las colectividades. El espíritu de las leyes En un esfuerzo por entender la obra de Montesquieu, podría decirse que El Espíritu de las leyes es la descripción de las diversas formas de gobierno que se ven influidas por las idiosincrasias de los grupos que la integran, las cuales, a su vez, están condicionadas por factores externos de carácter geográfico o histórico que además son responsables a la hora de definir la naturaleza de la leyes que rigen dicha sociedad. A la manera de la Política de Aristóteles, Montesquieu hace una enumeración de sistemas políticos, y destaca tres tipos de gobierno: la república, la monarquía y el despotismo, cada uno de los cuales se encuentra determinado por un sentimiento político propio: la virtud, el honor y el temor. Para Montesquieu, la forma más alabada es la república, -entendida bajo las formas de democracia y aristocracia-, la cual, al construirse sobre la virtud ciudadana, es capaz de generar la libertad y la igualdad para sus ciudadanos, dado que una parte del pueblo tiene el poder soberano. En cuanto a la monarquía, pese a que solo uno gobierna, Montesquieu reconoce la posibilidad de alcanzar dentro de ella la libertad, a través de la separación de poderes y el refuerzo de los cuerpos intermedios; por el contrario, en el despotismo, la imposición de la ley no concede libertad y sí confiere en cambio una igualdad basada en el temor de los súbditos por el regente. Como muchos otros de los ilustrados, de los pensadores de su tiempo, Montesquieu fue admirador del sistema británico. Lo cual resulta normal, si tenemos en cuenta que ya desde el siglo XVII los británicos habían avanzado en la reforma de su sistema político y en el abandono del absolutismo; parte de este proceso fue cruento, pero su resultado fue una constitución no escrita que a muchos pareció la más sabia, por cuanto conservaba la institución real, pero daba gran parte del poder al Parlamento, cuerpo electivo y representativo. Se consagraron además derechos y libertades individuales. Reflexionando entonces sobre las virtudes del sistema político británico, Montesquieu encuentra que en la Constitución de Inglaterra yace la condición esencial de la libertad política y el freno a la corrupción despótica de los gobiernos, representada en la separación de poderes: quien detenta el poder de ejecutar (el monarca); quien hace la ley (la aristocracia, representada en las cámaras), y quien posee la facultad de juzgar dicha ley (los jueces). Es esta la teoría que ha hecho de El espíritu de las leyes uno de los más grandes clásicos del pensamiento universal. En pocos casos una idea filosófica llega a ser tan corriente, tan conocida y tan aceptada como esta: en la mayoría de sociedades occidentales o expuestas al pensamiento de occidente, incluso los escolares están familiarizados con la teoría de la separación de poderes, y con la idea de que dicha separación es un elemento esencial de la libertad. La separación cumple tres papeles principales. Un papel funcional, consistente en especializar a diversos órganos del poder en el cumplimiento de ciertas funciones, y por tanto hacer más efectiva la labor de gobierno. En segundo lugar, la función de desconcentrar, es decir, de evitar la acumulación de poderes en un mismo cuerpo, sobre todo si dicha acumulación puede dar lugar a arbitrariedades; lo que sucedería, por ejemplo, si el mismo poder Ejecutivo tuviera la capacidad de juzgar y condenar ciudadanos. Finalmente hay en esto una función de control mutuo: los poderes y los órganos se dividen no solo para evitar la acumulación de poder y de competencias, sino también para que entre ellos ejerzan un control mutuo de sus actuaciones, control que por supuesto ha de obedecer a normas constitucionales y legales. Así, por ejemplo, se instituye para el Legislativo electo la función de hacer control político sobre el Ejecutivo. Además de esta célebre doctrina, la obra es conocida por otro gran aporte. Montesquieu es el primer filósofo moderno que de manera sistemática reflexiona sobre la relación entre el sistema político y su entorno, lo cual comprende los aspectos geográficos, climáticos, bióticos y humanos. En lo que refiere a la naturaleza de las leyes, Montesquieu atribuye una influencia particular a factores externos determinados por peculiaridades geográficas y climáticas, que tienen la misma importancia que las características históricas, políticas, sociales y religiosas e intervienen a la hora de configurar las leyes que regirán una sociedad. De esto modo, la influencia que sobre las sociedades, sus costumbres y sus instituciones ejercen dichos factores define también a cada forma de gobierno, correspondiéndole las leyes acordes a tal interacción. No en vano, a Montesquieu se le considera el fundador de la Sociología. Y en cualquier caso, habría que reconocerle el haber avanzado en una doctrina que en sí misma constituye un tabú para muchos, acostumbrados a pensar que los valores políticos deben ser universalmente aplicables del mismo modo y en el mismo grado. |
El castillo de La Brède. El castillo de La Brède (en francés: Château de La Brède) es un castillo del siglo xiv, con un parque-jardín botánico a su alrededor, de propiedad privada administrado por la « Fondation Jacqueline de Chabannes », situado en La Brède, Francia. Historia El castillo de La Brède es un castillo feudal en la comuna de La Brède en el departamento de Gironda, Francia. El castillo fue construido en estilo gótico a partir de 1306, en el sitio de un castillo anterior. Está rodeado de fosos llenos de agua y un jardín inglés, en el centro de un viñedo «Graves de Burdeos». A pesar de las modificaciones en los siglos, ha mantenido su carácter de fortaleza. El filósofo Charles Louis de Secondat, señor de La Brède y barón de Montesquieu, nació, vivió y escribió la mayoría de sus obras aquí. Los visitantes pueden ver su biblioteca (aunque los libros se han transferido a la biblioteca en Burdeos) y su habitación, ambos se conservan tal como eran en el siglo xviii. A su muerte en 2004, la condesa de Chabannes, descendiente de Montesquieu y última propietaria del castillo, legó sus pertenencias, incluido el castillo, a la fundación que lleva su nombre. |
Escudo de Armas del Barón de Montesquieu.
Montesquieu es una población y comuna francesa, en la región de Aquitania, departamento de Lot y Garona, en el distrito de Nérac y cantón de Lavardac. El pueblo de Montesquieu dio su nombre al titulo nobiliario de Barón de Montesquieu. La Brède (en occitano La Breda) es una población y comuna francesa, situada en la región de Nueva Aquitania, departamento de Gironda, en el distrito de Burdeos y cantón de La Brède. |
Montesquieu y la Ilustración La denuncia del absolutismo político. 14 MAYO 2020, JUAN JARAMILLO ANTILLÓN Charles Louis de Secondat, señor de la Brède y barón de Montesquieu, nació el 18 de febrero de 1689 en el castillo de la Brède, cerca de Burdeos, Francia. Provenía de una familia noble de Francia y su título de barón, así como una fortuna, los heredó al morir un tío. Una ventaja que tuvo, en relación con otros filósofos y políticos, fue que pudo dedicarse a estudiar y escribir sin tener que trabajar. Siendo católico, se casó con una mujer protestante de nombre Jeanne de Lartigue, que además le aportó al casarse otra dote económico. Fue un analista social y pensador político y jurista. En 1721 escribió las Cartas persas, una sátira de las costumbres francesas, de las instituciones políticas de su tiempo y de la Iglesia; lo motivó a ello el desorden en que se encontraba Francia en esa época en todos los niveles sociales, incluyendo el religioso, donde la ley la hacía el rey, y él junto con la nobleza y el clero, usufructuaban las riquezas de Francia, sin importarles la pobreza del pueblo y sus sufrimientos. Era un pensador que creaba polémica, por lo que para evitar ser encarcelado se fue a recorrer varios países, entre ellos Inglaterra, donde encontró muy avanzadas sus leyes y por esa razón tuvo una admiración profunda por la constitución inglesa. La influencia de los pensadores ingleses lo hizo escribir su gran obra El espíritu de las leyes, la cual le ganó prestigio como gran filósofo y político liberal. Él se dio cuenta de que las instituciones y las leyes de los diferentes países no son casuales o arbitrarias, sino que están muy relacionadas con las costumbres, climas, políticas, religiones, recursos y grandes figuras de esos pueblos, como fue el caso de John Locke y sus escritos, que influenciaron mucho al pueblo de Inglaterra para lograr cambiar sus leyes. Por lo anterior afirmaba que era pura casualidad que las leyes de un pueblo le sirvan a otro. Lo que más le impresionó de la constitución inglesa fue la triple repartición de los poderes del Estado, en legislativo, judicial y ejecutivo. Él sostenía que para que nadie pudiera abusar del poder debería existir un mecanismo que limite el exceso de poder. El propósito de la división en tres poderes es para evitar la concentración del poder como sucede en las dictaduras. Pero lo más importante era la separación de esos poderes que eran, en sí, cada uno soberano, lo cual creaba un equilibrio y evitaba la usurpación de alguno de ellos por otro de otro poder (de hecho, esta división de poderes fue aplicada después de la revolución en los Estados Unidos en ese país). Locke fue quien sentó las bases teóricas de la democracia moderna, las cuales Montesquieu también fomentó influenciado por el pensador inglés. Aparte de Inglaterra, viajó por Austria, Hungría, Italia antes de regresar a Francia. Durante su viaje observó las instituciones y costumbres de cada país. Como ya se señaló, se sintió especialmente atraído por el modelo político inglés. Aparte de su grandeza como filósofo político, se le considera un precursor de la antropología, al parecer por haber realizado métodos comparativos y clasificaciones de las formas políticas que los humanos tenían en sociedad y porque estudió la interrelación y función de las diferentes instituciones políticas. Es interesante conocer que, como pensador, no se le calificaba de revolucionario como a otros, sino más bien de moderado. Posiblemente porque sus obras, tenía un carácter moderado, aunque lograron penetrar el nivel de los conservadores de la sociedad y les hicieron ver a otros filósofos y pensadores políticos la necesidad de un cambio. Para él, el Estado nace de la necesidad de encontrar una manera de organizar la sociedad y evitar los enfrentamientos y guerras entre las personas de un pueblo. Por eso proponía que el Estado debía englobar el concepto de:
Entre los colaboradores destacados en crear la Enciclopedia Francesa se encontraban Voltaire, Rousseau y Montesquieu y Diderot (el gran enciclopedista) y otros. Esta enciclopedia tuvo indudablemente una tremenda influencia en la vida política e intelectual europea. Para Montesquieu, las posibles formas de Estado en ese tiempo el siglo XVIII eran: la monarquía, la república dividida entre democracia y aristocracia, y finalmente el despotismo, este último el peor. Con el sistema de tres poderes, la separación y la limitación de los poderes eran la garantía esencial de las libertades. Cada poder debía estar rigurosamente separado y ser totalmente independiente entre sí. Si uno se sobrepone a otro o a los dos, se pierde la libertad, ya que la prevalencia de uno sobre los otros distorsiona la democracia. Eso impediría todo absolutismo. Él estaba contra todo absolutismo, incluso el democrático (aunque era más liberal que democrático). Él no veía, aun en su tiempo, la caída del régimen monárquico por una revolución, ya que los nobles y la Iglesia están muy unidos y eran aún muy poderosos. Y, sin embargo, el famoso revolucionario Marat, líder jacobino de la revolución francesa, consideraba a Montesquieu su primer maestro, basado, al parecer, en la defensa vehemente de la libertad y su hostilidad contra el despotismo y con su denuncia de la religión como medio para mantener al pueblo esclavizado en asocio con la nobleza. Montesquieu era un filósofo que aplicaba el relativismo a las leyes, pues consideraba qué los pueblos crean leyes que son razonables para ellos, pero éstas pueden ser diferentes según las sociedades. Lo que es bueno para una, puede no serlo para otra, ya que lo que es bueno o malo depende de los caminos y el desarrollo particular que tiene cada sociedad. Aquí, estaba en total acuerdo con el filosofo sofista Protágoras de Grecia, del siglo V antes de nuestra era. Cuando le señalaban que algunas personas no aceptaban que existía el relativismo cultural, el opinaba: La verdad es que este rechazo suelen hacerlo aquellos con ideologías de diferentes tipos que tienden a considerarse como poseedores de la verdad. El relativismo social, a su juicio, es una condición necesaria para comprender y tolerar las diferencias en los criterios y creencias de los seres humanos; de hecho, sin éste no existiría tampoco la tolerancia y el derecho a disentir, objetivos supremos de la convivencia humana. El pensamiento de Montesquieu nos mostraba su fiel creencia sobre: la tolerancia, especialmente religiosa. El derecho a la libertad de los pueblos y su denuncia contra el absolutismo de un gobierno ya fuera de una monarquía o en otro tipo de gobierno. Y su persistencia de acabar con la injusticia de la esclavitud. Bibliografía Geymonat, Ludovico. (1985) «Montesquieu». En: Historia de la filosofía y de la ciencia. Barcelona, España. Editorial Crítica. Tomo II. Cap. 14; 265-268. Jaramillo, Antillón. J. (2004). «Charles-Louis, barón de Montesquieu». En: La Evolución de la Cultura. San José, Editorial Universidad de Costa Rica. pg. 105. Pangle. Thomas. (1989). Montesquieu’s Philosophy of Liberalism. Chicago. EE.UU. Chicago Press. Shackleton, Robert. (1961). Montesquieu; a Critical Biography. Oxford, England. Oxford University Press. |
Montesquieu y los otros poderes Poderes fácticos en el siglo XXI 18 SEPTIEMBRE 2022, Charles Louis de Secondat, señor de la Brède y barón de Montesquieu fue un célebre filósofo y jurista francés cuya obra De l'Esprit des Lois (El espíritu de las leyes) impulsó el contexto del movimiento intelectual y cultural de la Ilustración; formulando e introduciendo el concepto de un sistema de separación de poderes entre el poder ejecutivo, el poder legislativo y poder judicial ya que, según el autor francés, los poderes del Estado «no deben concentrarse en las mismas manos» y debe haber «un sistema de contrapesos; en donde cada poder, pueda contrarrestar y equilibrar a los otros»; en contraste con la fusión de poderes que era lo que imperaba antes de que se instauraran la monarquía constitucional y los sistemas parlamentarios en la Europa de la época. La doctrina de Montesquieu además introducía la necesidad de dividir el poder político, ya fuera este nacional, municipal o regional (local), para así garantizar la libertad política de los electores y evitar los abusos de poder por parte de quien lo ejerce. Y los conceptos de la independencia de poderes: un origen de poderes separado (cada uno con su propia fuente de autoridad o legitimidad) y la especialización de poderes: «solo hay un órgano para una sola función, lo que da como resultado una especialización orgánica junto con una especialización funcional (un órgano para una sola función), siendo ambas de especialización de aplicación limitada». No obstante, en la propia teoría de Montesquieu; los poderes no estaban totalmente separados; existían otros medios de poder que conectan e interactuaban con los llamados «tres poderes» y servían como controles y equilibrios; para evitar que cualquiera de los tres poderes tomara el control. Es de esos «otros poderes» que quiero comentarles en este artículo; pero no los del tiempo de Montesquieu, sino de los de nuestro tiempo; de los otros poderes del siglo XXI. El denominado cuarto poder, que es una expresión simbólica que hace referencia a los medios de comunicación y prensa, en tanto dichos medios están dotados de gran poder e influencia sobre la sociedad para crear y formar opinión sobre los asuntos sociales y políticos que involucran al país y al mundo. Ya sea para bien: formando opinión y conciencia entre los ciudadanos con información veraz, eficiente y comprobable; o para mal: haciendo todo lo contrario con falsas noticias y sensacionalismo amarillista. El quinto poder es la denominación que se da a dos fenómenos: uno político y otro social, muy distintos entre sí; pero, hoy día, ampliamente interrelacionados el uno con el otro. El primero es el fenómeno político de la intervención en el gobierno del Estado por las políticas económicas y de mercado. O más específicamente, en la intervención sobre el poder ejecutivo en la figura del presidente que gobierna sobre esas políticas. Eso por cuanto, lo que está detrás de esa intervención es lo que en términos populares se conoce como «el poder detrás del trono»; ese poder oculto, pero fehaciente que dirige los hilos de una nación a través de la economía de mercado y sus relaciones con la industria, la banca, la política, la sociedad, etcétera; y que busca, por todos los medios no ser regulado —desregulación y ser liberalizado—: libre mercado. Y qué, mejor forma de hacerlo que a través del poder político que dirige el Estado y, por ende, los destinos de la nación. El segundo es el fenómeno social surgido en torno a la Internet; más claramente, en torno a los servicios de redes sociales que se brindan a través de la Internet. ¿Por qué?, porque, al igual que el poder detrás del trono; estos medios digitales pueden ejercer poderes fácticos sobre amplios sectores de la sociedad moderna; cada vez más conectada e interconectada. Y esos poderes se encuentran al margen tanto de las instituciones públicas y políticas como del propio Estado. Nadie los gobierna y nadie los controla; y eso puede influir de manera notoria y contundente sobre las estructuras legales, políticas, regulatorias e institucionales que rigen a un país, a una sociedad y hasta al mundo. Y como la autoridad de esos medios no es formal, incluso, algunas veces, es ilegal. Al tener esos medios una amplia capacidad; de hecho, amplísima capacidad de difusión y transmisión, llegan indiscriminadamente a todo tipo de personas: buenas y malas, cultas e incultas, críticas y crédulas, tolerantes e intolerantes, ecuánimes, fanáticos, etcétera. Estas, a su vez, publican, transmiten y replican su contenido no siempre veraz, no siempre bien intencionado y algunas veces, todo lo contrario, en las redes sociales. A menudo lo hacen para poder ejercer su poder fáctico sobre quienes los siguen desde las redes sociales y así tratar de legitimar su mensaje; aunque este sea totalmente falso, violento y antisocial. Afortunadamente también están quienes desde las redes sociales transmiten un mensaje de iure, o sea, «de derecho». Reinhardt Acuña Torres El autor es costarricense. |
LIBRO DEL SIGLO XVIII
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Biblioteca Personal.
Tengo un libro en mi colección privada .-
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