Adiós al Séptimo de Línea es una novela épica escrita por el iquiqueño Jorge Inostrosa Cuevas en 1955. La obra está compuesta por cinco tomos en los que se relatan las aventuras y desventuras de algunos regimientos y personajes chilenos, reales y ficticios, en la Guerra del Pacífico. El título de la novela hace referencia a un regimiento creado luego del Combate Naval de Iquique el 21 de mayo de 1879, que se denomina Esmeralda, el nombre del buque chileno hundido en esa acción. Ese regimiento movilizado, por sus acciones en combate que se narran en la obra, al final de la novela pasa a convertirse en el séptimo regimiento de línea de Chile, cosa que es consistente con los hechos de la época. A lo largo del relato, donde se mezclan hechos y personajes reales con otros ficticios, se hace un recorrido de la guerra en orden cronológico, comenzando por la situación de los trabajadores chilenos en Antofagasta antes del inicio de las hostilidades, la campaña naval y el primer bloqueo de Iquique. Descripción de los volúmenes Los cinco tomos se denominan así: Tomo 1: La frontera en llamas, donde se narra la situación de los trabajadores chilenos en Antofagasta, bajo soberanía boliviana en la época, y la creación de ligas de defensa por parte de los obreros. Tomo 2: Las cruces del desierto, inicio de la campaña naval y terrestre, desde la ocupación de Antofagasta hasta la Batalla de Tarapacá. Tomo 3: Los infantes de bronce, desde la Batalla de Tarapacá a la toma de Lima por parte del ejército chileno. Tomo 4: Los batallones olvidados, el inicio de la Campaña de la Sierra y la resistencia peruana a la ocupación. Tomo 5: El regreso de los inmortales. Desenlace: la Batalla de Huamachuco, la firma del Tratado de Ancón, los regimientos que quedan en apoyo del nuevo gobierno peruano, y regreso a Chile en 1884. Personajes principales Alberto Cobo: (Personaje aparentemente ficticio) Joven de 28 años de edad al inicio de la historia, quien viaja a Antofagasta en aquel entonces pèrteneciente a Bolivia a ocupar una vacante laboral en una firma minera extranjera y juntar dinero para casarse con Leonora Latorre. Con el pasar del tiempo y, enfrentado a diversas circunstancias, se enrola en el Ejército de Chile como soldado de infantería. Con el tiempo y gracias a sus intervenciones fue ascendiendo de grado. Aparentemente este personaje no existió a los niveles que se detallan en la novela, pues ni Alberto del Solar (quien en la novela es su amigo) lo nombra en su libro, ni tampoco aparece en los estudios de la geneología de la familia Cobo de Copiapó, donde si hay referencias de Clementina Cobos Valdés, quien era su hermana. Leonora Latorre: (Personaje Ficticio) Novia de Alberto Cobo, la que después de separarse de éste por circunstancias de la guerra, adquiere una importante participación como agente de informaciones del Gobierno chileno, siempre a cargo y protegida por "El Profesor". En la novela desaparece al final de la Guerra sin dejar rastro. Si bien es reconocido que es un personaje ficticio, podría basarse en una mujer denominada Anita Buendia Alberto del Solar: (Personaje real) Teniente del Ejército de Chile y uno de los mejores amigos de Alberto Cobo. Famoso por su afición a las fiestas y las mujeres. Luego de la guerra es enviado a Francia como delegado y posteriormente viaja a Buenos Aires donde se radica. Manuel Rodríguez Ojeda: (personaje real) Hacendado que ingresa al Ejército de Chile por afán patriótico. Se le concede el grado de capitán de caballería. En la guerra conocería al amor de su vida. Según la información el Sargento Mayor Manuel Rodríguez Ojeda, Nació en Chillán el 10 de julio de 1847, en el seno de la familia conformada por el Sargento Mayor Manuel Rodríguez Bustamante y de la dama chillaneja Josefa Ojeda Vildosola. Su abuelo fue el Coronel de la Independencia Ambrosio María Rodríguez Erdoiza, quien fue el hermano menor del célebre guerrillero y patriota don Manuel Rodríguez Erdoiza, con el cual se le suele confundir. Elcira Carrasco: (Personaje aparentemente ficticio). Mujer de campo que vivió muchos años en Antofagasta (entonces territorio boliviano) hasta que se inició el conflicto. Se convertiría con el pasar de los meses en criada de Leonora Latorre y en su principal confidente. A su muerte será una civil sepultada con honores militares por su ayuda a la agente Latorre. Rafael Torreblanca: (personaje real) Minero, profesor y mejor amigo de Alberto Cobo, al mismo tiempo prometido de su hermana Clementina. Se enrola junto a otros mineros del norte de Chile en el Ejército con el grado de teniente. Es uno de "Los Poetas del Atacama" Clementina Cobo: (personaje real) Hermana de Alberto y novia de Rafael Torreblanca. Pese a ser muy joven parte a la guerra como enfemera en el servicio sanitario del Ejército de Chile. Coronel Santiago Amengual: (personaje real) Apodado "El Manco", comandante del Regimiento "Esmeralda" Séptimo de Línea. Antonio Latorre: Padre de Leonora Latorre. Abelardo Núñez: Encargado de los servicios secretos chilenos durante la Guerra del Pacífico, y como tal, jefe de Leonora. Le apodaban "El Profesor" (personaje real, aunque si es cierto que prestó servicios a la cancillería). Gaspar Acosta: (personaje aparentemente real) Ordenanza de Manuel Rodríguez; en su condición, lo secundó en todas sus aventuras. General Juan Buendía: (personaje real)General del ejército peruano y comandante en jefe de las fuerzas de la " Alianza Perú-Boliviana". Supuestamente se enamora de Leonora en Tarapacá y es quien la reconoce y colabora para su captura en Lima años después. |
Jorge Inostrosa Cuevas (Iquique, Región de Tarapacá, 1919-Santiago, Región Metropolitana de Santiago, 5 de enero de 1975) fue un novelista, biógrafo, periodista y guionista de radio, teatro y televisión chileno. Según su propio testimonio, «vivió para escribir y de lo que ganaba escribiendo». Al morir, tenía más de treinta títulos a su haber, además de una importante cantidad de guiones para cine, radio y televisión, letras de canciones y poemas. |
Biblioteca Personal.
Tengo un libro en mi colección privada .-
La literatura precolombina. 15 junio, 2021 La literatura precolombina es el conjunto de creaciones literarias producidas en el continente americano antes de la llegada a América de Cristóbal Colón y de la subsecuente conquista del territorio. Se han encontrado pruebas de la existencia de sistemas de escritura en las civilizaciones precoloniales, la utilización de estas a menudo era para fines no relacionados con la producción literaria. La creación literaria de estas civilizaciones daba preferencia a los medios orales, por lo que existe una relación complicada entre lo que identificamos hoy como literatura precolombina, y lo que era originalmente. Hubo una gran cantidad y variedad de pueblos prehispánicos con sus propias culturas y literaturas viviendo en el continente americano antes de la colonización. Debido a la escasez de muestras que nos quedan hoy en día, distinguimos sobre todo tres literaturas correspondientes a las tres grandes culturas que habitaron el territorio: la literatura maya, la literatura inca, y la literatura azteca. Las características de la literatura precolombina en general: Tradición oral: tanto los aztecas como los mayas y los incas tenían sistemas de escritura propios, más o menos desarrollados, ya sea basados en jeroglíficos o en la fonética. Estos eran utilizados para varios fines ya sea archivísticos o de registro. Aunque existen excepciones, había no obstante una clara preferencia oral en la transmisión de la producción literaria, que se memorizaba y pasaba de generación a generación a través del habla. Autores anónimos, obras colectivas y de la comunidad. Temáticas religiosas o mitológicas, centradas principalmente ya sea en sus divinidades o en su entendimiento de la creación del universo, de los fenómenos naturales, etc. Dos funciones principales: 1) Religiosa en muchos casos, ya que acompañaban a ceremonias y ritos. 2) Y de transmisión del saber acumulado de generación en generación. Importancia de la música y la danza, que acompañaban sobre todo lo que llamaríamos por estándares europeos “teatro”, y la poesía en forma de canciones. Otras temáticas: naturaleza, astronomía, guerra, agricultura. |
Literatura azteca. El Imperio Azteca se desarrolló en el territorio del centro y del golfo del actual México, entre los años 1325 y 1521. La lengua de los aztecas – también llamados mexicas – era el náhuatl. De entre todas sus producciones literarias conservamos sobre todo dos tipos: los tlahtolli y los cuícatl, cada uno con sus varios subgéneros. Tlahtolli: “discursos” o “palabras”. Comparables a las expresiones en prosa europeas. Comprenden tanto mitos como leyendas, relatos, o discursos transmitiendo saberes antiguos. Aunque se acercan más a la narrativa que a la poesía, muchos están dotados de un cierto ritmo que seguramente hacía más fácil su memorización. De entre sus subgéneros destacan: Los Huehuehtlahtolli: “antiguas palabras”, o “discursos de ancianos”. A menudo de contenido didáctico, exponían antiguas doctrinas religiosas o morales para establecer modelos de comportamiento social. Se trata de consejos, advertencias, y otros tipos de colecciones de sabiduría para aplicar a la vida cotidiana. Los Teotlahtolli: “palabras divinas”. Cuentan las historias de los dioses, los orígenes del mundo y de los seres humanos. Destaca la leyenda de los cinco soles. Los yeuehcauh tlahtolli (o ye huecauh tlahtolli): “palabras acerca de las cosas antiguas”. Relatos que tratan de temas legendarios o históricos. Aunque algunos parecen contar hechos reales, también se incluyen cuentos. Los Anales de Tlatelolco forman parte de estas narraciones. Cuícatl: comparables con los escritos en verso o la poesía. A menudo iban acompañados de música y danza, por lo que también se les puede considerar cantos. Se pueden encontrar muchos tipos de cuícatl según su temática o según su acompañamiento con música y danza, pero algunas de las clases más populares eran:
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Códices mexicas (en náhuatl: Mēxihcatl āmoxtli) (pronunciación: [meːˈʃiʔkatɬ aːˈmoʃtɬi]), son documentos escritos en la era colonial azteca; copia de documentos perdidos que datan de la época precolombina; son estos el Códice Borbónico, el Códice Mendocino, la Tira de la Peregrinación o Códice Boturini y Matrícula de tributos. Estos códices son la mejor fuente primaria que se tiene de la cultura azteca, revelando cómo era la vida religiosa, social y económica de los antiguos mexicanos. Estos difieren de los códices europeos en su contenido altamente pictórico y en que no están destinados a simbolizar narraciones habladas o escritas. Estos códices no tienen exclusivamente pictogramas aztecas, sino también náhuatl clásico, castellano y ocasionalmente latín. Aunque actualmente se tiene acceso a muy pocos códices anteriores a la conquista española de México, se sabe que el oficio de tlacuilo cambió considerablemente con la cultura colonial. Los académicos cuentan con acceso a una colección de códices y documentos del lenguaje náhuatl de la época colonial, los cuales son los textos fundacionales de la nueva filología de esta lengua, los cuales se utilizan para crear trabajos académicos desde el punto de vista indígena. Los códices mexicas también se pueden definir como dibujos, ya que los mexicas escribían de esta manera, a esto se le llama escritura pictográfica. |
Literatura inca. Desgraciadamente no contamos hoy en día con muchas muestras de literatura inca, pues las tareas de rescate de su literatura a través de la transcripción de textos no fueron tan intensas en el territorio de los Andes ni recibieron el apoyo de comunidades religiosas, por lo que algunas de sus recopilaciones, hechas e interpretadas erróneamente por cronistas europeos, no se pueden considerar del todo originales. Aun así, se conoce que su literatura era rica y variada, mayoritariamente en el idioma quechua. Existían obras en géneros tanto líricos y épicos (poemas) como didácticos (cuentos, fábulas, etc.) y dramáticos (a menudo dedicados a ceremonias, con danzas y música). Existía también una diferenciación entre literatura cortesana y popular, la última estando estrechamente ligada con la música, la danza y la celebración. Destacan el harawi (canción de varias temáticas, sobre todo amor, que luego derivaría en el yaraví y el huayno actuales) y el haylli (canción de triunfo, canto alegre de victoria). Existían además muchos otros tipos de composiciones poéticas, con temáticas centradas en la agricultura o la naturaleza, debido al fuerte carácter agrícola de la civilización inca. Una de las mayores y más antiguas obras del idioma quechua es Ollantay, pero existen dudas sobre su origen, con algunos expertos asegurando que se trata de una historia auténticamente incaica (la historia y personajes están situados a la época prehispánica), mientras que otros ven en ella características europeas y sostienen que se trata de una obra hispano-colonial. Una tercera posición concilia las dos opciones planteando la hipótesis de que se trata de una historia originalmente incaica que fue adaptada por los hispanos para ser representada sobre el escenario, resultando en como la conocemos hoy en día.
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Literatura maya La civilización maya fue una civilización mesoamericana que precedió a los aztecas. Aunque su período preclásico empieza alrededor del año 1200 aC (y se pueden encontrar antecedentes más antiguos), su período clásico y por lo tanto más desarrollado y esplendoroso fue entre 250 y 950 dC. Aun así, la cultura maya estaba aún presente en la época de la conquista. Debido a su antigüedad y a la tradición principalmente oral de sus obras literarias, la literatura maya presenta la problemática de la influencia colonial sobre los textos. No conservamos extensas pruebas de textos originales de la literatura antigua maya, por lo que las tres obras más monumentales de la literatura maya (Popol Vuh, Chilam Balam, y Rabinal Achí) fueron escritas durante o después del período de la Conquista, y presentan así variaciones de las historias originales: Popol Vuh: recopilación de relatos legendarios, históricos y mitos de la cultura maya del pueblo quiché (actual Guatemala). Trata temáticas como la creación del mundo por los dioses, creación de los hombres, las aventuras de los héroes divinos, y la historia del pueblo quiché y sus distintas generaciones. Chilam Balam: colección de libros escritos en lengua maya después de la Conquista en varios lugares de la península del Yucatán. El más destacado es el Chilam Balam de Chumayel. Se trata de relatos de hechos históricos de la civilización maya, así como textos sobre temas religiosos, de medicina, y de astronomía. Rabinal Achí: Obra de teatro bailado (diálogos acompañados de música y danza). Se trata de un drama dinástico representando los orígenes míticos del pueblo maya del territorio de Rabinal, además de historias políticas y populares, como el enfrentamiento entre dos príncipes guerreros. No obstante, es importante mencionar el hecho que el pueblo maya llegó a desarrollar un sistema de escritura de su idioma maya muy avanzado, basado tanto en ideogramas (“jeroglíficos”) como en símbolos fonéticos. Esta escritura fue utilizada en la época precolombina para escribir cuatro textos de una suma importancia cultural, que aún no han sido del todo descifrados hoy en día: los Códices mayas.
El Diccionario Maya Cordemex es una obra lexicográfica referida a la lengua maya yucateca editada en 1980. |
Los códices mayas son, libros provenientes de la cultura maya de origen precolombino, esto es, antes de la conquista de América por los europeos, en cuya escritura se emplearon glifos que aún ahora están siendo interpretados. Los códices han sido nombrados tomando como referencia la ciudad en la que se localizan: el Códice de Dresde, tal vez el más importante y el más estudiado; el de Madrid; el de París y el Códice Maya de México, localizado este último en la sierra de Chiapas, México, que solo recientemente ha sido reconocido por algunos expertos como auténtico. Los mayas desarrollaron su tipo de papel en una época relativamente temprana, ya que hay pruebas arqueológicas del uso de cortezas desde inicios del siglo v. Ellos lo llamaban huun.
Historia Había varios libros mayas escritos al tiempo de la conquista de Yucatán en el siglo xvi, pero casi todos fueron destruidos más tarde por conquistadores y misioneros. En particular, los encontrados en la Península de Yucatán fueron destruidos por órdenes de Diego de Landa en julio de 1562. Juntos, los códices son una fuente de información primaria de la cultura maya, junto con las inscripciones en piedras y monumentos, y estelas que sobrevivieron hasta nuestros días y los frescos de algunos templos. Alonso de Zorita escribió que en 1540 que vio esos libros en el altiplano de Guatemala que “narraban su historia de más de ochocientos años atrás y que le fueron interpretados por indígenas muy ancianos” (Zorita 1963, 271-2). Fray Bartolomé de las Casas se lamentó cuando descubrió que esos libros fueron destruidos y escribió: "Estos libros fueron vistos por nuestros clérigos, y yo aún pude ver restos quemados por los monjes aparentemente porque ellos pensaron que podrían dañar a los indígenas en materia de religión, ya que se encontraban al inicio de su conversión". Los últimos en ser destruidos fueron los de Tayasal, Guatemala, la última ciudad de América en ser conquistada en 1697. Solamente cuatro códices considerados auténticos sobrevivieron hasta nuestros tiempos. Estos son:
Parecidos en forma y estructura, cada uno está escrito en una sola hoja plegada de casi 7 metros de largo y de entre 20 y 22 centímetros de alto, en pliegos que miden cerca de 11 centímetros de ancho. La autenticidad del Códice Grolier no fue aceptada por todos los mayistas y por muchos años se le consideró una falsificación. Solo recientemente, en 2016, algunos expertos a nivel mundial han concluido que no solo es auténtico, sino que es físicamente el más antiguo de los cuatro conocidos. |
Lista de códices mesoamericanos de la época prehispánica:
Códices mixtecos
- Códice Bodley Códice Colombino-Becker Códice Nuttall Codex Vindobonensis Códice Selden (concluido después de la Conquista)
- Códice de Dresde
- Códice Tro-Cortesiano o Madrid
- Códice de París
- Códice maya de México (antes llamado Códice Grolier)
- Códice Borbónico (concluido después de la Conquista)
- Códice Boturini o Tira de la Peregrinación (comentado después de la Conquista)
- Matrícula de los Tributos (concluido después de la Conquista)
- Códice Borgia (el cual la da nombre el grupo)
- Códice Cospi
- Códice Fejérváry-Mayer
- Códice Laud
- Códice Vaticanus B
EL POPOL VUH, EL LIBRO SAGRADO DE LOS MAYAS.
Historia. El texto del Popol Vuh se conserva en un manuscrito bilingüe redactado por fray Francisco Ximénez, quien se identifica como el transcriptor (de la versión en maya quiché) y traductor de un «libro» antiguo. Con base en esto se ha postulado la existencia de una obra escrita alrededor del año 1550 por un indígena que, luego de aprender a escribir con caracteres latinos, capturó y escribió la recitación oral de un anciano. Sin embargo, este hipotético autor «nunca revela la fuente de su obra escrita y en su lugar invita al lector a creer lo que quiera del primer folio recto», donde afirma que el libro original "ya no se ve más" y utiliza la expresión "pintado" para describirlo. Si existiera tal documento, habría permanecido oculto hasta el período 1701-1703, cuando Ximénez llegó a ser cura doctrinero de Santo Tomás Chichicastenango (Chuilá). Fray Francisco Ximénez transcribió y tradujo el texto en columnas paralelas de maya quiché, o k'iche', y español. Más tarde elaboró una versión en prosa que ocupa los primeros cuarenta capítulos del primer tomo de su Historia de la provincia de Santo Vicente de Chiapa y Guatemala, que empezó a escribir en 1715.
Los trabajos de Ximénez permanecieron archivados en el Convento de Santo Domingo hasta 1830, cuando fueron trasladados a la Academia de Ciencias de Guatemala. En 1854 fueron encontrados por el austríaco Karl Scherzer, quien en 1857 publicó el primer tallado de Ximénez en Viena bajo el título primitivo Las historias del origen de los indios de esta provincia de Guatemala.
El abate Charles Étienne Brasseur de Bourbourg sustrajo el escrito original de la universidad, lo llevó a Europa y lo tradujo al francés. En 1861 publicó un volumen bajo el título Popol Vuh, le livre sacré et les mythes de l'antiquité américaine. Fue él, pues, quien acuñó el nombre Popol Vuh. Brasseur murió en 1874 y dejó su colección a Alphonse Pinar. Este no mostró mayor interés en el área de Centroamérica y vendió la colección en 1883 a fin de reunir fondos para otros estudios. El manuscrito original de Ximénez fue comprado por el coleccionista y hombre de negocios Edward E. Ayer, quien residía en Chicago, Estados Unidos. Como miembro del consejo de administración de una biblioteca privada de Chicago, tomó la decisión de donar su colección de diecisiete mil piezas a la biblioteca Newberry, un proceso que duró de 1897 a 1911. Tres décadas más tarde, el embajador guatemalteco Adrián Recinos localizó el manuscrito en la biblioteca y publicó la primera edición moderna en 1947. Hoy, un facsimilar del manuscrito está disponible en línea gracias a una colaboración de la Newberry y la Biblioteca de la Universidad Estatal de Ohio, bajo la dirección del profesor Carlos M. López.
La localidad de Santa Cruz del Quiché fue fundada por los españoles para sustituir Q’umar Ka’aj, la antigua capital del reino k’iche’. Juan de Rojas y Juan Cortés aparecen citados en el libro como los últimos integrantes de la generación de los reyes k'iche'
Personajes principales Tepeu-Gucumatz También llamado Tz’aqol-B’itol; Alom-K’ajolooom; Junajpu Wuch’-Junajpu Utiw; Saqinim Aq-Sis; Uk’ux Cho-Uk’ux Palo; Ajraxa Laq-Ajraxa Tzel. Está enterrado bajo plumas de quetzal cuando Uk’ux Kaj llega a hablarle. Es lo que está antes que nada, entre la oscuridad, palpitando. De él surge la fuerza creadora, es la primera deidad que luego se va haciendo cada vez más lejana. Pide consejo de otras deidades: Uk’ux Kaj e Xmukane, a la hora de hacer las creaciones, puesto que no sabe cómo hacerlo. El impulso creador surge de esta deidad, que posteriormente en la narración va cayendo en el olvido. Uk’ux Kaj-Uk’ux Ulew Se representa también como Jun Raqan; Kaqulja Jun Raqan; Ch’ipi Kaqulja; Raxa Kaqulja (y Nik’aj Taq’aj). En este sentido es una tríada, como dice el texto “era de tres su esencia, la de Uk’ux Kaj”. Esta deidad no está presente desde el inicio, sino que “viene” a platicar con Tepew-Q’ukumatz, por lo que se puede considerar que es posterior a Tepew. Del diálogo de los dos surge la creación. Permanece activo por más tiempo de Tepew, pues posteriormente en la narración auxilia a Junajpu e Ixb’alamke. Xpiyakok, Xmukane También llamados Abuela del día, Abuela de la Claridad, Rati’t q’ij, rati’t saq. Según Sam Colop eran ajq’ijab’ (guías espirituales mayas). Dan consejo sobre la creación de los hombres de palo (la segunda creación fallida). Posteriormente en la narración son los abuelos de Jun Junajpu y Wuqub’ Junajpu. Aunque no se le menciona directamente, Xpiyakok contribuye con Xmukane al engaño de Wuqub’ Kak’ix, diciendo que son médicos. Son sabios, pero también ingenuos. Sus nietos los engañan para obtener los implementos de la pelota o cuando convierten a sus hermanos en monos, por ejemplo. No dan indicios de ser prodigiosos, sino que son especialistas religiosos que adivinan y queman incienso cuando es propicio. Wuqub’ Kak’ix-Chimalmat Literalmente “Siete Guacamaya”. Se engrandecía antes de la creación. Decía ser el sol y la luna, pero no era cierto, solo eran sus riquezas las que brillaban: sus ojos de plata, sus piedras preciosas, las gemas verdes de sus plumas. No queda claro si era una guacamaya o un hombre; puede que tuviera características de ambos, pues tiene mandíbula, pero al mismo tiempo se indica que se “posa” (taqalik en idioma k’iche’) a comer los nances en el árbol cuando es derribado (como un pájaro) por la cerbatana de los muchachos. Se comportaba como un gran señor, pero solamente sus riquezas le daban su poder, puesto que cuando es engañado, y se les quitan éstas, muere. Podría ser una metáfora del de quienes se engrandecen únicamente por sus pertenencias materiales, pero también puede ser (al igual que sus hijos) representante del error del orgullo simplemente. Zipaqna Primer hijo de buqub’ Kak’ix, Zipaqna creaba montañas y volcanes en una noche. El texto dice que literalmente jugaba a la pelota con los cerros.15 Era adivino, pues supo que lo querían matar los 400 muchachos, a quienes posteriormente asesinó. Es derrotado por Junajpu e Ixb’alamke que lo entierran bajo lo que fuera su orgullo: una montaña. Kabraqan Literalmente “dos pies” o “terremoto”, Kab’raqan derribaba las montañas, con sus pies hacía temblar la tierra. Lo engañan los hermanos Junajpu e Ixb’alamke con la promesa de una montaña más alta que todas, que sigue creciendo. Le dan un pájaro untado con tizate (tierra blanca), que le resta las fuerzas, y así es enterrado bajo la tierra, bajo aquello que le daba orgullo. Jun Junajpu, Wuqub’ Junajpu Hijos de Xmukane y Xpiyakok, al parecer eran gemelos, aunque esto no se menciona explícitamente en el texto. Quizá fueran de naturaleza prodigiosa, pero esto no queda claro, puesto que no hacen ningún prodigio (a excepción del florecimiento del árbol de morro en Xib’alb’a) y son fácilmente engañados por los de Xib’alb’a. Jun Junajpu engendró con Ixb’aqiyalo dos hijos. Al parecer su única ocupación era jugar a los dados y a la pelota. Tenían el título de rajpop achij. Fueron vencidos en Xib’alb’a, en la Casa de la Oscuridad y sus cuerpos sacrificados y enterrados bajo el juego de pelota, con excepción de la cabeza de Jun Junajpu, que fue colocada en un árbol que luego retoñó y se volvió de morro. Jun B’atz, Jun Chowen Hijos de Jun Junajpu y Ixb’aqiyalo. Son flautistas, artistas, escribanos, sabios, conocedores, cerbataneros, escultores y orfebres. Eran envidiosos y trataron mal a sus hermanos Junajpu e Ixb’alamke, por lo que fueron engañados por éstos y convertidos en monos. En la narración se menciona que eran invocados por los artistas posteriormente como deidades patronales o protectoras. Ixkik’ Hija de Kuchuma Kik’, un señor de Xib’alb’a, es una doncella curiosa e impulsiva, que se acerca al árbol prohibido por los señores de Xib’alb’a y habla con el fruto-cabeza de Jun Junajpu. También es ingeniosa y valiente, cuando encuentra la manera de burlar su propia muerte y asciende a la tierra a la búsqueda de su suegra. Ahí prueba que es una buena nuera, pues hace las tareas imposibles que la suegra le solicita Xkik’ y el embarazo prodigioso Xkik’ escuchó el cuento del fruto del árbol, cuando fue contado por su padre Kuchumalkik’, en realidad es sabroso el fruto del que se habla, del que ella escucha, así que camino ella sola y llegó al pie del árbol plantado en la cancha del juego de pelota, Ixki’k se preguntó sobre el fruto, sobre si era dulce el fruto, pensó que no se iba a morir, ni a perderse, entonces pensó en cortar uno. Y entonces de pronto le habló una calavera entre las ramas del árbol, era la cabeza de Jun Junajpu que le hablaba a Xkik’, y le preguntó ¿No lo quieres? Indago la cabeza, pero la muchacha dijo que lo quería, la cabeza le pidió que extendiera su mano derecha así la veré, dijo la cabeza. Xkik’ convencida extendió su mano frente a la calavera, así se exprimió y salió una saliva de hueso y llegó directamente dentro de la mano de la muchacha y al abrir su mano ya no había la saliva de hueso. La saliva lleva su descendencia de Junajpu como pensador, orador, artista, jugador de pelota. Cuando volvió a su casa Xkik' llevaba en su vientre a Junajpu e Xb'alanke. Junajpu, Xb’alamke Hijos de Jun Junajpu y Wuqub’ Junajpu, son los principales personajes de la sección mitológica del Popol Wuj. Su principal característica es la astucia y la humildad, pues aunque hacen grandes prodigios jamás se vanaglorian de ellos; es más, los hacen las más de las veces bajo la forma de simples cerbataneros, pobres o mendigos. Ejecutan los deseos de Uk’ux Kaj, con quien tienen comunicación constante. Son vengativos, como se ve cuando no cesan en su empeño de vencer a los de Xib’alb’a hasta descuartizarlos. Son prodigiosos por naturaleza. Jun Kame, Wuqub’ Kame Los dos principales señores de Xib’alb’a son malvados y engañosos. Todos ellos y su reino está lleno de engaños para el que descienda a él, aún si ha sido invitado. Buscan la destrucción de Junajpu e Ixb’alamke, puesto que ellos molestaban su descanso con su juego de pelota. Al parecer reinaban sobre una gran cantidad de gente, que no necesariamente estaba muerta, así como ellos mismos parecían estar vivos, a pesar de sus títulos macabros. Esto se comprueba cuando son asesinados por los gemelos. Son orgullosos y arrogantes, lo que finalmente causa su ruina. B’alam Ki’tze’, B’alam Aq’ab’, Majuk’utaj, Ik’i B’alam Los primeros hombres creados partieron a la ciudad mítica de Tula, donde les fueron entregadas sus deidades respectivas. A excepción de Ik’i B’alam, son los abuelos de las tres grandes divisiones, o amaq’, de los K’iche’: Kaweq, Nija’ib’ y Nima K’iche’. Son humildes y obedientes de los mandatos de su deidad respectiva, aunque en muchas ocasiones es Tojil, la deidad de los Kaweq, el que habla por todos. Aseguran la sumisión de los demás pueblos al ofrecerles fuego a cambio de entregar sus corazones. Por esta razón, posteriormente secuestran a los habitantes de los otros pueblos para sacrificarlos ante sus deidades. Finalmente, mueren dejando atrás el Envoltorio Sagrado a su descendencia. Son fieles a la hora de cumplir los deseos de sus deidades y finalmente mueren serenamente. Tojil, Awilix, Jaqawitz, Nik’aj Taq’aj Tojil es la deidad tutelar que en Tula les fue entregada a B’alam Ki’tze’, a los Ilokab’, Tamub’ y Rab’inaleb’ (con el nombre de Jun Toj). Awilix es la deidad de B’alam Aq’ab’; Jaqawitz la de Majuk’utaj; y Nik’aj Taq’aj la de Ik’i B’alam. Nik’aj Taq’aj, al igual que Ik’i B’alam, carecen de protagonismo y desaparecen en la narración posterior. En cuanto a Awilix y Jaqawitz, aunque están presentes a lo largo de la historia, muchas veces no son mencionados, sustituyéndose sus nombres por el de Tojil únicamente. Son deidades vengativas, que exigen la sangre de los pueblos como tributo, y con ésta se hacen más poderosos y jóvenes. Guían la peregrinación de los k’iche’ y los dirigen en sus guerras contra los otros pueblos. En cuanto a su naturaleza, quizá fueran seres animados antes del amanecer, pues con los rayos del sol se vuelven estatuas de piedra. Si se compara son el Saqik’oxol, una deidad similar que escapó a la petrificación, se hace claro que eran seres sobrenaturales similares a los conocidos como duendes, con presencia física, pero también inmaterial, como los llamados dueños de los cerros actuales. En su estado pétreo, sin embargo, estas deidades se manifestaban también como seres humanos. Esto se hace evidente puesto que se menciona que se iban a bañar al río, donde fueron vistos por los pueblos, que intentaron perderlos por medio de la fornicación, lo que implica que tenían también una naturaleza física. K’oka’ib’, K’o’akutek, K’o’ajaw Hijos de los tres primeros padres, salen hacia el oriente donde Nacxit les entrega los emblemas de poder y autoridad. Son quienes se trasladan a y reinan justamente en Chi K’ik. Q’ukumatz-K’otuja Q’ukumatz fue un personaje que reinó junto a K’otuja. Según el texto, pertenecía a la cuarta generación de otro personaje conocido también como Q’ukumatz. Es un ser portentoso, toma forma de serpiente, de águila, de jaguar y de sangre reposada. Fue quien dio inicio a un periodo de engrandecimiento de los k’iche’. K’ikab’, Kawisamaj Extendieron el dominio k’iche’ conquistando a los kaqchikel y a los rabinaleb’. Extendieron sus dominios hasta territorio mam también, en Xe’laju y Saqulew. Hicieron tributarios a los pueblos vencidos, reprimiendo cruelmente a quienes se negaban a su expansión. Arrasaron ciudades y acabaron con linajes enteros. Aseguraron también los pueblos que iban conquistando, para que no pudieran ser tomados de nuevo. Fueron grandes guerreros y consolidaron la expansión e imagen de los K’iche’. Origen de los relatos Los primeros investigadores supusieron que el Popol Vuh había sido escrito en lengua maya con caracteres latinos, recogiendo de este modo la tradición oral existente en los siglos XVI y XVII. La mención en las genealogías de personajes del periodo posterior a la conquista, indican sin duda que la obra tal como existe actualmente es también posterior a la presencia hispánica en el área. René Acuña, al igual que otros estudiosos, puso en duda que el contenido reflejado en el Popol Vuh fuera realmente maya, pues señala que «el Popol Vuh es un libro diseñado y ejecutado con conceptos occidentales. Su unidad de composición es tal que da pie para postular un solo recolector de las narraciones, no parece que este haya sido un autodidacta espontáneo nativo que redactó las memorias de su nación». Esta teoría se basa en ciertos errores de transcripción que comete Ximénez al trasladar el texto, lo cual revela su desconocimiento de la lengua k’iche’. Por ejemplo, las analogías con el libro bíblico del Génesis, si bien mezcladas con conceptos puramente mesoamericanos, han hecho sospechar tanto de una intervención clerical en su composición como en el resultado de un proceso de aculturación. Al respecto, señala Acuña: «Si la fidelidad con que Ximénez copió y tradujo el texto quiché fuera el criterio para establecer la autenticidad del Popol Vuh, habría, de inmediato, que declararlo falso [...] Enumerar en detalle todas las inexactitudes que Ximénez introdujo podría justificar un trabajo de páginas cuyo número no se puede cuantificar [...] Ante la imposibilidad de efectuar aquí un examen pormenorizado de las traducciones que hizo Ximénez del Popol Vuh, tendré que limitarme a decir que son desiguales y muy infieles y que el fraile omitió traducir un elevado porcentaje del texto. Mi apreciación se basa en el minucioso análisis comparativo que he realizado de las primeras 1,180 líneas del Popol Vuh con las dos versiones españolas de fray Francisco. Pero mi intención no está dirigida a desacreditar la competencia lingüística de este religioso, sino a poner de manifiesto que, con el escaso conocimiento de la lengua quiché que poseía, resulta natural que haya desfigurado la obra al copiarla». Al poner en duda la capacidad de Ximénez de manejar la lengua maya surge la duda lógica de si el Popol Vuh es un texto original maya, puesto que en la actualidad solo se cuenta con la versión de dicho religioso. En este mismo orden de ideas, John Woodruff, otro crítico, ha llegado a la conclusión de que «no está suficientemente establecida la medida de la interacción que Ximénez tiene con el texto [...] y sin discutir lo que pudiera constituir un discurso indígena auténtico, por lo menos se pueden identificar algunas de las ideas contenidas en el primer folio recto como no totalmente indígenas». Por su parte, Canto López, comenta que es posible cuestionar la existencia de un libro original de procedencia prehispánica, lo que llevaría a la conclusión lógica de que fue escrito con apoyo de la tradición oral. Algunos arqueólogos, no obstante, se han esforzado en encontrar indicios de las narraciones del Popol Vuh en los jeroglíficos mayas del período prehispánico. |
Francisco Ximénez. Francisco Ximénez de Quesada o Francisco Jiménez de Quesada, OP (Écija, 23 de noviembre de 1666 - Guatemala, 1722) fue un fraile dominico español reconocido por su conservación del narrativo Popol Vuh, un libro sagrado de los mayas. Su versión está conservada en columnas paralelas en quiché y en español; sin embargo, investigaciones posteriores han demostrado que el padre Ximénez modificó las traducciones de los textos para facilitar la introducción de la doctrina cristiana entre los indígenas guatemaltecos. Ximénez, Francisco. Écija (Sevilla), 28.XI.1666 – Guatemala, 1723. Dominico (OP), evangelizador, cronista y gran conocedor de las lenguas indígenas de Guatemala. Fue bautizado el 5 de diciembre de 1666. Fueron sus padres Francisco Ximénez y María Torija. Terminados los estudios de Gramática, con dieciséis años solicitó el hábito dominicano en el Convento de San Pablo y Santo Domingo de su ciudad natal. Después del año de noviciado hizo los estudios de Artes. Su siguiente paso será el Convento de San Pablo de Córdoba para realizar los estudios de Teología, que concluyó en Guatemala. De Córdoba pasó a Cádiz y de allí a El Puerto de Santa María, donde se encuentra “en los últimos días del mes de agosto de 1687. Estando yo allí con la misión en que yo vine justo para embarcarnos, como lo ejecutamos a dos del mes siguiente de Septiembre”. Con estas palabras del mismo cronista se puede aseverar que salió de España con una barcada de treinta religiosos reclutados por fray Ambrosio de Ipenza. Sin otro contratiempo que un fuerte temporal, llegaron a Puerto Caballos (Honduras) el 17 de noviembre. Desde allí, Ximénez caminará hacia Gracias a Dios y llegará a Guatemala el 4 de febrero de 1688. De inmediato es destinado al Convento de Santo Domingo en Santiago de Guatemala para completar los estudios de Teología. Concluidos los estudios, es destinado al Convento de Ciudad Real de Chiapas, donde recibió el sacramento del orden en julio de 1690 de manos de su admirado fray Francisco Núñez de la Vega, obispo de Chiapas. Después de cantar misa retornó a Guatemala el 25 de enero de 1691. Inmediatamente sería enviado a San Juan de Sacatepéquez para que aprendiera el cachiquel. Su madurez debía de ser patente, pues en octubre de 1691 le nombran maestro de novicios, cargo que desempeñará hasta finales de 1698. El 17 de enero de 1699, el capítulo provincial le nombra prior del Convento de El Salvador y procurador general ante las autoridades de Guatemala. Este título le obligará a verse inmerso en todos los graves negocios que se ofrecieron a la provincia durante los años siguientes. No debió de estar mucho tiempo en El Salvador, pues casi desde principios de 1699 aparece ejerciendo en el curato de El Rabinal (Chiapas). Allí será testigo de los preparativos para la expedición al Petén; de los robos del alcalde mayor de la Verapaz a los naturales que debían transportar los bastimentos y de la falta de previsión del gobernador. Desde Rabinal y como procurador hubo de socorrer a los dominicos que decidieron quedarse entre los naturales del Petén, sin cuya ayuda habrían perecido de hambre. El 30 de diciembre de 1699 llegaba a Guatemala el visitador Francisco Gómez de la Madriz. Una semana más tarde, fray Francisco tendrá que recibirlo en ausencia del provincial. Ya desde el principio la presencia del personaje comenzó a sugerir días difíciles por su orgulloso trato. Cismas y divisiones provocadas entre religiosos, autoridades civiles; acusaciones indebidas que llevaron a Ximénez a tener que ejercer de defensor del provincial de su Orden, pues nadie en la ciudad de Guatemala se atrevía a oponerse al visitador. En Guatemala, y quizás por los acontecimientos referidos, hubo de asumir por un breve espacio de tiempo el priorato del convento de aquella ciudad. Así lo afirma el mismo cronista en relación con ciertos papeles robados por el visitador. Esto ocurría en 1700. Al mismo tiempo, atendía al pueblecito de San Luis de las Carretas. Al año siguiente se hará cargo del curato de Santo Tomás de Chuilá, también conocido como Santo Tomás de Chichicastenango. Allí aprenderá la lengua quiché, y gracias a su bondad y espíritu comprensivo los habitantes del pueblo le confiarán el Popol Vuh, libro sobre las creencias del origen del mundo y de los hombres del pueblo quiché. Fray Francisco se interesó vivamente por aquel tesoro, y como conocía perfectamente aquella lengua decidió transcribir íntegro el texto quiché del documento indígena e insertar en columnas paralelas la traducción castellana. El manuscrito se encuentra actualmente en la biblioteca Newsberry de Chicago. Los años siguientes discurren para fray Francisco Ximénez conjugando su cargo de procurador con el de doctrinero en distintos pueblos: San Pedro de Sacatepéquez, Rabinal, etc. Muy bien podría ser el tiempo en el que concibió y escribió sus obras filológicas para servicio de futuros pastores: Tesoro de las lenguas cacchiquel, Quiché y Tzutuhil, tres volúmenes en folio; Arte de las tres lenguas, y dentro del mismo volumen lo que se ha considerado como el Perfecto Párroco: un Confesonario y un Catecismo de Indios, también en las tres lenguas. En esta actividad filológica- evangelizadora, fray Francisco es un digno continuador de sus hermanos mayores, quienes desde el principio decidieron evangelizar a los naturales en las dieciséis lenguas de aquel territorio, sin escatimar esfuerzos en el aprendizaje y composición de gramáticas y vocabularios en todas ellas. Parece un tiempo tranquilo, hasta el 17 de enero de 1705, fecha en que se celebra el capítulo intermedio, que revela al Ximénez más ácido, poniendo al aire las vergüenzas de la Orden en Guatemala. Crítico con las autoridades, fue destinado en 1706 al curato de Rabinal. Desde allí denunciará los robos de los alcaldes mayores de Chiapas; se enfrentó a la codicia del séquito del obispo Mauro de Larreategui y Colón y no dudará en criticar la errónea actuación de su provincial en la reducción de los choles, a quienes hubo de prestar atención para que no perecieran de hambre. A finales de 1711 ocupa el cargo de prior del Convento de Guatemala y, además, es vicario general. La muerte prematura del provincial fray Juan Pérez de Rivera le obligará a convocar capítulo provincial. El 17 de enero de 1712 fray Francisco será elegido provincial para los cuatro años siguientes. Antes de concluir ese mes partirá para la región de los zendales de Chiapas, donde se había producido una revuelta de estos naturales. Visita todos los pueblos de los zendales. Vuelto a Guatemala, el 21 de noviembre predica un elocuente sermón en la Catedral de Guatemala, denunciando las tiranías que sufren los naturales por culpa de los alcaldes mayores. De todo ello informó a Su Majestad, quien agradeció a los frailes el informe y trabajos con una Cátedra de Artes en propiedad en la Universidad Real de San Carlos. Concluidos los años de provincial, volverá a su actividad de párroco de pueblo. Primero estará en Xenacoc (1714-1717). Al tiempo que ejerce de cura se ocupa también de poner un poco de orden en los papeles del Archivo del Convento de Guatemala. Allí mostrará su caridad acogiendo a las víctimas del fatídico terremoto del 29 de septiembre de 1717. Al año siguiente, la Provincia le confiará la tarea de levantar la ermita de la Virgen de los Dolores de la Candelaria, sita en el barrio de Santo Domingo y lugar de enorme devoción, derrumbada por el terremoto. Según las noticias que él mismo proporciona, comenzó a ejercer de párroco y albañil el 4 de julio de 1718. En la Candelaria servirá a “aquesta gran Señora” durante un año y nueve meses. Allí hubo de hacer frente a la visita realizada por el obispo de Guatemala, gracias a la cual Ximénez dejó una amplísima relación en la que detalla su labor apostólica y humanitaria. Para contrarrestar la oposición de los obispos, el 13 de noviembre de 1719 la provincia decide enviar a fray Francisco a España. Antes de ponerse en camino hubo de concluir algunas causas pendientes: el 4 de marzo de 1720 aporta un escrito ante la Real Audiencia de Guatemala, presentando pruebas de su trabajo en la Candelaria, para que el obispo —que no había querido cerrar la visita— no pudiera acusarlo de abandono del curato. El 30 de julio de 1720 se ponía en camino hacia Puerto Caballos. El viaje debió de tener sus malos momentos, pues él mismo llega a afirmar que gracias a su devoción a la Virgen pudo verse libre de las tormentas sufridas en los bajos del Alacrán los días 5-7 de enero de 1721. Nada se sabe de su estancia en España, pero no debió de detenerse mucho tiempo. Vuelto a Guatemala, los superiores le concedieron la atención del Beaterio de Santa Rosa que él había levantado. Le quedaban pocos años de vida, pero suficientes para que dejara su Historia de la Provincia de San Vicente de Chiapa y Guatemala, la mejor fuente bibliográfica para conocer al personaje, donde él mismo se refleja en distintas situaciones y actividades. Se sabe que en 1723 escribía el capítulo 14 de la sexta parte, dedicado a los sucesos de 1719. Y, al llegar al capítulo 35, para narrar los acontecimientos de 1720, no pudo sino escribir el enunciado. De lo cual cabe colegir que la muerte ocurrió en 1723, posibilidad que se ve corroborada con la noticia que aparece en las Actas del Capítulo de 1723:
Obras de ~: Tesoro de las lenguas Cacchiquel, Quiché y Tzutuhil, s. l., s. f. (ed. facs. crítica de C. Sáenz de Santamaría, Guatemala, Academia de Geografía e Historia de Guatemala, 1985); Arte de las tres lenguas, s. l., s. f.; Confesionario y Catecismo de Indios, s. l., s. f.; Popol Vuh: Empiezan las historias del origen de los Indios de esta Provincia de Guatemala, traduzido de la lengua quiché en la castellana para más comodidad de los Ministros del Sto. Evangelio, por el R. P. F. Franzisco Ximénez, cura doctrinero por el Real Patronato del pueblo de Sto. Thomás Chuilá, s. l., s. f. (vers. contemporánea, El Popol vuh: la Biblia de los mayas, Barcelona, Aura, 1977); Escolios a las Historias de el Origen de los Indios, escoliadas por el R. P. F. Franzisco Ximénez, cura doctrinero por el Real Patronato del Pueblo de Sto. Thomás Chichicastenango del Sagrado Orden de Predicadores, s. l., s. f.; Las historias del origen de los indios [...] de Guatemala [...], Viena, Casa de Carlos Gerold é hijo, 1857; Historia de la Provincia de San Vicente de Chiapa y Guatemala, Guatemala, Biblioteca Goathemala, 1929-1930, 3 vols. Bibl.: J. Rodríguez Cabal, Apuntes para la vida del M.R.P. Presentado y predicador general Fr. Francisco Ximénez O.P, Guatemala, 1935; F. Esteve Barba, Historiografía indiana, Madrid, Gredos, 1964; A. E. de la Torre y López, “Contribución del P. Fr. Francisco Ximénez a una etnografía de los grupos mayas”, en Los dominicos y el Nuevo Mundo. Actas del III Congreso Internacional, Madrid, Deimos, 1991. |
Charles Etienne Brasseur, conocido como Brasseur de Bourbourg (Bourbourg, Norte-Paso de Calais, 8 de septiembre de 1814-Niza, Provenza-Alpes-Costa Azul, 8 de enero de 1874) fue un sacerdote francés considerado uno de los pioneros en el estudio de la arqueología, la etnología y la historia precolombina de Mesoamérica. Ordenado sacerdote en Roma en 1845, viajó al Canadá donde fue profesor de Historia Eclesiástica en el Seminario de Quebec. Entre 1848 y 1863 viaja como misionero a México y Centroamérica. En sus viajes, se interesó por las antiguas civilizaciones desaparecidas y emprendió su estudio. Publicó una historia de la civilización azteca en 1857. Entre 1861 a 1864, preparó varios documentos redactados en las lenguas locales indígenas. Anunció en 1863 haber descubierto la clave de la transcripción de la escritura maya y publicó lo que creía era la traducción del Popol Vuh, el libro sagrado del pueblo maya quiché. Editó también una gramática del idioma quiché. El estudio de la escritura maya acercó al abate a la obra del misionero español fray Diego de Landa. A partir de 1869, revela sus principios de descifrado de los antiguos códices mayas, en particular, del Manuscrito Troano, que pretendió traducir. En realidad cayó en el error, queriendo ver en la escritura maya un simple alfabeto. Fue necesario esperar más de un siglo para que las verdaderas claves de la transcripción fueran descubiertas y algunos textos revelaran sus secretos, en particular del soviético Yuri Knorozov. Fue arqueólogo oficial de la expedición francesa de México en 1864, y el gobierno francés publicó en 1866 su obra Monumentos antiguos de México. En 1856 Brasseur de Bourbourg tradujo el drama-ballet Rabinal Achí, según la narración en idioma maya-achí que escuchó del nativo Bartolo Sis. En 1871 se edita en francés su Biblioteca México-Guatemalteca. Si sus estudios de los monumentos pueden guardar un interés relativo y si se puede reconocerle un talento por haber reunido numerosa información, sus traducciones, basadas en una mala comprensión del sistema de escritura maya, no tienen valor más que histórico. |
uno de los grandes libros sobre la guerra del pacifico, su historia, sus personajes, sobre pueblo chileno y la sociedad del siglo XIX
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