La cultura de Irlanda incluye costumbres y tradiciones, lenguaje, música, arte, literatura, folclore, cocina y deportes asociados con Irlanda y el pueblo irlandés. Durante la mayor parte de su historia registrada, la cultura irlandesa ha sido principalmente gaélica. También ha sido influenciada por la cultura anglo-normanda, inglesa y escocesa. Los anglo-normandos invadieron Irlanda en el siglo xii, mientras que la conquista y colonización de Irlanda del siglo xvi y xvii vio la aparición de los anglo-irlandeses y escoceses-irlandeses (o escoceses del Úlster). Hoy en día, hay notables diferencias culturales entre los de origen católico y protestante (especialmente el Úlster protestante), y entre los nómadas irlandeses y la población establecida. Debido a la emigración a gran escala de irlandeses, la cultura irlandesa tiene un alcance global y los festivales tales como el día de San Patricio y el Halloween, se celebran por todo el mundo.1 La cultura irlandesa ha sido en cierto modo heredada y modificada por la diáspora irlandesa, que a su vez ha influido en el país de origen. Aunque hay muchos aspectos únicos de la cultura irlandesa, comparte rasgos sustanciales con los de Reino Unido, otros países de habla inglesa, otros países europeos predominantemente católicos y los otros países celtas. La isla de Irlanda es famosa por el Libro de Kells, música tradicional irlandesa y escritores tales como Jonathan Swift, Brendan Behan, Douglas Hyde, Flann O'Brien, Sheridan Le Fanu, Sean O'Casey, George Berkeley, James Joyce, George Bernard Shaw, Richard Brinsley Sheridan, Oliver Goldsmith, Oscar Wilde, Bram Stoker, W.B. Yeats, Samuel Beckett, Séamus Heaney y otros. El primer médico con titulación nobiliaria que existió, Sir Hans Sloane, era un médico irlandés cuya afición consistía en la botánica y cuya colección es el núcleo del Museo Británico. Figuras culturales irlandesas del tardío siglo xx incluyen a Christy Moore, Pat Ingolsbht, Shane MacGowan y Sinéad O'Connor. En el área del espectáculo se destacan la banda de rock U2, Bob Geldof, Thin Lizzy, Horslips, Rory Gallagher, Niall Horan, The Corrs, The Cranberries, Westlife, Chris De Burgh y Van Morrison, en música más tradicional destacan Enya, The Dubliners y The Chieftains entre otros y el espectáculo de danza Riverdance. La danza irlandesa es popular en todo el mundo. Folclore. Los celtas se cuentan entre los grandes pueblos fundadores de Europa. Los reinos celtas ocuparon gran parte de Europa al norte de los Alpes, alcanzando su máxima expansión entre los siglos v y iii a. C., extendiéndose el mundo celta desde Irlanda hasta ciertas partes de la península ibérica, y de Francia hasta el Danubio. Los celtas dominaron Europa por 500 años, y tradiciones célticas persisten en ciertos sitios de Europa como Irlanda, Gales, Escocia, Cornualles y Bretaña. Las principales festividades religiosas célticas tienen una presencia destacada en el folclor irlandés, caracterizándose estas celebraciones por el encendido de grandes hogueras: la víspera del 1 de febrero o Imbolc, consagrado a la diosa Brigid; la víspera del 1 de mayo o Beltaine (fiesta de San Juan Bautista); la festividad de Lugh, el dios sol, que tiene lugar en agosto, y Samhain, el 31 de octubre, de donde surge el Halloween, una fiesta tradicional y muy celebrada en Irlanda. El nombre de Halloween se atestigua por primera vez en el siglo xvi, como un acortamiento escocés del más completo All-Hallows-Eve, y según algunos historiadores tiene sus raíces en el festival gaélico Samhain, donde los celtas creían que la frontera entre este mundo y el más allá se adelgazaba, y los muertos podían visitar el mundo mortal. La mitología irlandesa se caracteriza por gran cantidad de dioses, héroes, duendes y criaturas feéricas. Entre los dioses celtas de mayor importancia en los mitos, figuran Cernunnos, Dagda, Brigid y Lugh, que estaban relacionados con la naturaleza, la fertilidad, la guerra, la caza, la salud, las cosechas, el fuego y el inframundo. El leprechaun es figura importante en gran parte del folclor irlandés. Se trata de una criatura pequeña con barba, vestido con ropa del color verde esmeralda, que gusta de jugar trucos. Se conocen historias sobre el leprechaun donde ocupan su tiempo haciendo zapatos, ocultando un pote de oro en el extremo del arcoíris y, si es capturado por un humano, tiene el poder mágico de conceder tres deseos a cambio de la liberación. Más reconocidos y respetados en Irlanda son las historias de Fionn mac Cumhaill y sus seguidores, los Fianna, que forman el ciclo feniano, enfrentándose a los gigantes, cuyas historias incluyen mitos de origen como el de la Calzada del Gigante o el del Lago Neagh. Otro héroe con presencia dominante en la mitología irlandesa es Cúchulainn, el héroe más famoso del ciclo del Úlster, que reúne una serie de leyendas épicas irlandesas provenientes del siglo xii d. C. También son parte del folclor irlandés la invasión de la isla por los Tuatha Dé Danann, la estirpe divina de Irlanda, así como las historias de Brian Boru y los altos reyes de Irlanda. En muchos mitos celtas, el amor es un tema de importancia central, como ocurre en las leyendas de Diarmaid y Grainne, Deirdre y Naoise, y Tristán e Isolda. Las muchas leyendas de la antigua Irlanda fueron capturadas por Lady Gregory en dos volúmenes con remates por W.B. Yeats. Estas historias muestran el poder y el estatus inusuales que las mujeres celtas tuvieron en la antigüedad. |
Fiestas y festivales. La mayoría del calendario irlandés de hoy aún refleja las viejas costumbres paganas, principalmente de origen celta, asociadas a las tradiciones cristianas de posterior introducción, cuya presencia continúa siendo significativa. La Navidad en Irlanda cuenta con varias tradiciones locales, algunas de ellas no relacionadas con el cristianismo. El 26 de diciembre (día de San Esteban o Wren Boy's Day), existe la costumbre de que los jóvenes se atavíen con vestidos estrafalarios y máscaras, desfilando por las calles cantando melodías tradicionales. La fiesta nacional en la República de Irlanda es el Día de San Patricio, que se celebra el 17 de marzo y está marcado por desfiles y festivales en ciudades y pueblos de toda la isla de Irlanda y por la diáspora irlandesa en todo el mundo. El festival es en recuerdo de San Patricio, el santo patrón de Irlanda. La leyenda le atribuye el destierro de las serpientes de la isla, y enseñar a los irlandeses sobre el concepto de la Trinidad utilizando un trébol de tres hojas, para resaltar la creencia cristiana de «tres personas divinas en el único Dios». Otras fiestas importantes de la iglesia católica incluyen la Pascua, y varias festividades marianas. En Irlanda del Norte el 12 de julio, se conmemora la victoria de Guillermo III de Inglaterra en la batalla del Boyne como un día festivo. La fiesta es celebrada por los protestantes irlandeses, la gran mayoría de los cuales viven en Irlanda del Norte, y es notable por los numerosos desfiles organizados por la Orden de Orange que tienen lugar en toda Irlanda del Norte. Estos desfiles son muy coloridos por el uso de banderines anaranjados en los desfiles, e incluyen música en la forma de canciones tradicionales tales como The Sash y Derry's Walls, interpretadas por bandas marchantes al son de la pipa, la flauta, el acordeón, y el latón. Otra celebración con origen precristiano es el día de Santa Brígida (1 de febrero, conocido como Imbolc o Candelaria), basado en el deidad celta Brigid, cuyo día festivo se celebra al principio de la primavera; también están Bealtaine (mayo), Lúnasa (agosto) y Samhain (noviembre). El último todavía se celebra extensamente en el mundo como Halloween, incluyendo en los Estados Unidos, seguido por el día de todos los santos, otra festividad cristiana asociada con una fiesta irlandesa tradicional. |
Nacionalismo portugués y nacionalismo de los otros. Hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial, el medio de transporte trasatlántico habitual era el barco. Por esta razón, los paquebotes o Trasatlánticos , aparte de su interés utilitario, tenían también otro simbólico, ya que de hecho eran conspicuos exponentes de la identidad de cada país. Era normal por ello que sus nombres reflejaran su carácter nacional. Así, en la Alemania imperial anterior a la guerra de 1914-18 teníamos, por ejemplo, el Kaiser Wilhelm der Grosse o el Kaiserin Augusta Victoria. En la Italia, teníamos el Rex y el Conte di Savoia. En el Reino Unido, los archiconocidos Queen Mary y Queen Elizabeth. La Compañía Trasatlántica Española tenía el Alfonso XIII y el Infanta Isabel de Borbón. Y la Francia republicana el France y el Ile-de-France. Portugal. En los años sesenta y setenta del siglo XX, con el tráfico marítimo de pasajeros ya en plena decadencia, todavía tenía Portugal una estupenda flota de paquebotes repartidos entre la Companhia Nacional de Navegação y la Companhia Colonial de Navegação; con nombres tan rimbombantes como Infante Dom Henrique, Imperio y Príncipe Perfeito. Porque, en realidad, Portugal era entonces un imperio, con vastas posesiones africanas donde su ejército mantenía una guerra colonial contra movimientos revolucionarios como el Movimiento para la Liberación de Angola (MPLA), o el Frente de Liberación de Mozambique (Frelimo). Un imperio que había tenido su origen a finales del siglo XV, precisamente bajo los auspicios del susodicho Infante don Enrique. El Imperio portugués estaba formado por Portugal y sus territorios de ultramar, en diferentes fases y extensión, desde el siglo xv hasta el siglo xx; se formó en la Era de los descubrimientos, durante la cual ocupó un lugar predominante conjuntamente con el Imperio español, siendo una de las más poderosas y ricas potencias de la época. Fue el primer imperio colonial de la historia, nace con la captura de Ceuta en 1415 y el último en desaparecer, en año 1975.
Muchas veces he imaginado a los militares portugueses en la madrugada del 25 de abril de 1974, hechos un manojo de nervios, atentos a la radio por si se emitía la famosa canción de José Alfonso, que era la señal para iniciar el golpe que iba a derrocar a la dictadura. No sé si en aquel momento serían conscientes de todas las cosas que sucederían en poco tiempo, empezando por una auténtica explosión de júbilo popular, júbilo de un pueblo que ponía claveles rojos en los fusiles de los soldados porque nunca habían sentido hasta entonces que aquel ejército era el ejército del pueblo. Un ejército que, poco después, se retiró de las colonias africanas, poniendo fin a la guerra y dejando vía libre a que estas se convirtieran en países independientes, con lo cual Portugal dejó de ser un imperio para pasar a ser, lisa y llanamente, un pueblo.Era precisamente «El pueblo», O povo, la palabra más repetida en aquel entonces. Estoy convencido de que, entre la cantidad de cosas que cambiaron el 25 de abril, una de las más importantes fue que, a partir de entonces, el nacionalismo portugués pasó de ser un nacionalismo de imperio a ser un nacionalismo de pueblo. Nunca habían estado en Portugal tan próximos el concepto de nación y el de pueblo. Porque, con todos los matices que se quiera, a partir de entonces ser portugués significó, antes que nada, pertenecer al pueblo portugués. Hay definiciones de nacionalismo para todos los gustos. Yo soy de los que piensan que ser nacionalista no es más que sentirse referente con respecto a un determinado marco territorial y a todo su bagaje. Por eso creo que no hay nadie que, de una u otra forma, no sea nacionalista. La cuestión, por tanto, no es ser o no ser nacionalista, sino qué tipo de nacionalista eres: un nacionalista de imperio, fundamentado en la supremacía de tu nación frente a otras naciones o pueblos, casi siempre al servicio de intereses oligárquicos; o un nacionalismo de pueblo que mira a los otros pueblos con respeto, de igual a igual. Pero la identidad nacional de un país no se cambia tan fácil: en Portugal fue necesario un golpe militar que echara abajo una dictadura de décadas. En otros países también se han llevado a cabo fenómenos rupturistas de uno u otro tipo. En España, por ejemplo, el 14 de abril de 1931 con la instauración de la República. Dicho de forma inversa, me parece difícil cambiar la identidad nacional hegemónica de un país sin que en el mismo se produzca una ruptura política. Y esto no es un tema baladí, porque la identidad nacional es una formidable fuerza subjetiva que, a su vez, ejerce una influencia enorme en las decisiones políticas que en dicho país vayan a adoptarse. Estamos viendo, cada vez de forma más patente, que la extrema derecha está marcando el paso en la conformación de la identidad nacional española. Un nacionalismo de imperio venido a menos, nostálgico de «glorias imperiales», la mayoría de ellas cuestionadas y denostadas por otros países. Sabemos, y la izquierda española también lo sabe, que el 12 de octubre fue el comienzo de un expolio genocida; que la Legión combatió en el norte de África a las órdenes de Franco y de Millán Astray en una guerra colonial; que los Tercios de Flandes cometieron un sinfín de tropelías y que dejaron muy mal recuerdo allá por donde pasaron; o que la monarquía española, sea austríaca o borbónica, tiene un historial nada presentable. Sabemos también que muchos españoles que se tienen por izquierdistas, e incluso por marxistas, comparten gran cantidad de elementos ideológicos con el nacionalismo de imperio venido a menos auspiciado por la extrema derecha fascista; por desgracia, ignorando que en esta vida todo tiene uno u otro carácter de clase incluido el propio nacionalismo; o que muchos líderes revolucionarios, como por ejemplo Ho Chi Minh y Fidel Castro fueron, aparte de comunistas, fervientes nacionalistas de sus pueblos. Y lo mismo podemos afirmar de multitud de líderes revolucionarios negros, para quienes el continente africano era una auténtica referencia nacional. Peor para todos esos izquierdistas españoles nacionalistas de imperio, y peor también para nosotros, porque mientras esta izquierda no consolide un ideario nacional propio, a la medida del pueblo y no del fascismo, por mucho que se empeñe siempre estará ideológicamente cautiva y desarmada. |
Nacionalismo versus independentismo. Más de una vez he pensado que si alguna vez llegara a celebrarse en el Estado español un referéndum por la independencia de algún territorio, los unionistas argumentarían que con la independencia no iba a haber dinero para las pensiones; mientras que los partidarios de la independencia alertarían de que los gastos superfluos del Estado más el enésimo rescate a la banca acabarían arruinando la seguridad social. Mucha gente, sobre todo de edad avanzada, votaría según lo que le diera menos miedo, llegando incluso a ser determinantes para el resultado. Digo esto para que se entienda que la independencia o no independencia es un asunto político que se valora y gestiona según factores políticos, es decir, de intereses, conveniencias y estrategias de futuro. El nacionalismo, sin embargo, es un tema ideológico, basado en sentimientos colectivos de pertenencia a un determinado marco territorial. De hecho, se puede ser nacionalista sin ser independentista, y al revés. Ello no quita que lo político y lo ideológico estén interrelacionados y que ejerzan una influencia recíproca, lo cual no está mal siempre y cuando no acabe confundiéndose un cosa con la otra. Esa confusión es algo que, por desgracia, ocurre con frecuencia: las ideas, incluso las de base religiosa, pueden ser más o menos variables, aunque en general se mantienen con cierta estabilidad porque las mentalidades de las personas y de los colectivos no cambian de la noche a la mañana. En política, por el contrario, todo varía de forma incesante, todo es relativo, todo es discutible, todo es susceptible de ser pactado, si es que se juzga conveniente pactarlo. Decir, por ejemplo, que se prefiere fregar escaleras antes que pactar con Bildu, aparte de ser erróneo, chulesco y no ajustado a la realidad, es una solemne estupidez. Las fronteras de los estados no son realidades ideológicas, sino políticas. Plantear que la unidad de España es sacrosanta, aparte de falso, es mezclar la política con la religión, lo cual es una atrocidad porque la política es, o al menos debería ser, aconfesional. Pero por otra parte hay que entender que, independientes o no, siempre habrá cuatrocientos kilómetros de Bilbao a Madrid y ochocientos a París, y que de una u otra forma seguiremos estando metidos en el mismo mundo a merced de sus vaivenes. Porque, para bien o para mal, somos un pueblo pequeño. Un pueblo con un nacionalismo de pueblo, uno de cuyos principales componentes es que somos refractarios al nacionalismo español de imperio venido a menos el cual se acentuó tras la pérdida de las últimas «posesiones» de ultramar y que, a partir de aquello, pretende imperar en territorios del propio Estado, como el País Vasco o Cataluña, a los que considera algo así como posesiones imperiales. No es de extrañar que sean esos territorios donde el nacionalismo español de imperio tiene menor apoyo, porque si bien los vascos o catalanes a lo mejor no «aman» a España demasiado, lo cierto es que la España imperial no solo no nos ama sino que nos detesta. Tenemos una sensación más o menos vaga de que la ideología dominante en España es el nacionalismo de imperio, y de que la punta de lanza de ese nacionalismo es la extrema derecha. No sé cómo llamar a la extrema derecha de Le Pen, de Meloni o de Milei. Lo que sí sé es que la de España se llama fascismo. Se llama así porque tras la derrota fascista en la Segunda Guerra Mundial, en España se permitió que el gobernante fascista aliado de Hitler y de Mussolini siguiera gobernando; y porque treinta años después, tras morir dicho gobernante, el aparato fascista no perdió un ápice de su poder. Y así hasta hoy. En Asturias, en Castilla, en Andalucía, en Canarias y en muchos otros lugares hay nacionalistas que serán o no independentistas, pero que saben que la promoción, la mejora y el desarrollo del marco territorial al que se sienten vinculados es incompatible con el nacionalismo español de imperio. Nosotros, además, sabemos que el fin último del nacionalismo español de imperio es borrarnos del mapa, y quizás sea por eso que somos más independentistas que otros, por cuestión de mera supervivencia. Pero una de las características del fascismo es que acaba arrasándolo todo, como lo hizo tras la Guerra Civil. Es esa la razón por la cual da auténtico miedo no solo ver a la extrema derecha y a la derecha extrema más envalentonadas y agresivas que nunca, sino también constatar la actitud vacilante, timorata y dubitativa que se advierte en una gran parte de la sociedad española, que no acaba de darse cuenta de que el fascismo es el verdadero enemigo no solo de vascos y catalanes, sino de todos. Porque mientras una gran parte de esa sociedad siga soñando con que España sea un imperio aun a costa de quien sea, la mayor coherencia con sus sueños la va a encontrar en el fascismo. Quizás en otra España, con otros presupuestos identitarios e incluso con otro nombre, como por ejemplo República Española, habría menos independentistas, o por lo menos habría una relación más fluida y amistosa entre nacionalistas, lo mismo dentro del mismo Estado como en estados diferentes. Pero para eso, antes de nada, es imprescindible unir fuerzas, concienciarse y movilizarse en contra del fascismo. Porque si no lo hacemos ahora, luego será demasiado tarde. |
Iñaki Bernaola Lejarza. Escritor en euskera nacido en Bilbao (Bizkaia) el 4 de julio de 1952. Licenciado en Historia. Profesor de una Escuela de Formación Profesional de Getxo. Ha escrito cuentos y novelas en euskera. Libros publicados: Zugarramurdiko kontesa (Edit. Elkar, 1989), Bonga (Edit. Elkar, 1990), Hamabost urteko naufragoa (Edit. Eusko Jaurlaritza, 1992) y Lau idazluma ahizpak (Edit. Ibaizabal, 1997). En 1986 ganó el Premio Manuel Iradier de novela de aventuras; en 1988, el Premio Café Baqué de novela corta; y en 1992 el Premio Julene Azpeitia de cuentos en euskera. |
En España existen diferentes movimientos nacionalistas; unos defienden la unidad de la nación española y otros sostienen que España es un Estado formado por diversas naciones. La mayoría de estos últimos reclaman el derecho de autodeterminación para sus territorios, con mayor implantación en las comunidades autónomas de Cataluña y País Vasco, también en Canarias, Navarra y Galicia, y en menor medida en la Comunidad Valenciana, Baleares, Aragón, Andalucía y Asturias, por ese orden. También existe el regionalismo, que defiende la identidad regional sin renunciar por ello al carácter nacional de España, que reclama el derecho a la autonomía y al autogobierno de sus respectivos territorios, con mayor implantación en las comunidades autónomas de Asturias, Cantabria, Navarra, Aragón, La Rioja, y en la Región de León. Dependiendo de la implantación de estas ideologías o de la singularidad de la región, en ocasiones no es fácil distinguir entre movimientos regionalistas o nacionalistas, especialmente en aquellas zonas donde dichos movimientos están menos desarrollados o tienen menor presencia política. |
Nacionalismo español.
El nacionalismo español es una ideología política que afirma la existencia de una nación española, que se identifica con la actual España en su totalidad territorial —la única reclamación irredentista recurrente es la de Gibraltar—, defendiendo así la unidad de España en ocasiones mediante el centralismo político. Otros elementos que el nacionalismo español defiende, aunque no exclusivamente, son la lengua española, así como la bandera, escudo e himno españoles. El nacionalismo más moderado alude al artículo número 2 de la Constitución Española de 1978 que menciona la «indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles». Sin embargo, el más extremista rechaza la constitución porque «reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas». Históricamente, el nacionalismo español surgió con el liberalismo y en la guerra contra Napoleón. Sin embargo, debido a la apropiación de los símbolos y del concepto mismo de nacionalismo español llevado a cabo por la dictadura franquista, el concepto de "nacionalismo español" suele asociarse en la actualidad con las facciones más radicales, como la llamada extrema derecha, en muchos casos herederas o nostálgicas de dicho régimen, y que suelen realizar una defensa extrema y a veces violenta de los postulados de este nacionalismo. |
Nacionalismos periféricos. Con el término «nacionalismos periféricos» se hace referencia a los nacionalismos y regionalismos que existen en España y que son distintos al nacionalismo español, en tanto que reivindican la identidad diferenciada de una parte del territorio de España. Los más importantes son el nacionalismo catalán, el vasco y el gallego.
Movimientos nacionalistas en las «nacionalidades históricas» Según el ordenamiento legal vigente en España, se consideran como nacionalidades históricas aquellas comunidades autónomas con una identidad colectiva, lingüística o cultural diferenciada del resto de España. El artículo 151 de la Constitución Española permitía el acceso a la autonomía de aquellas regiones que en el pasado hubieran votado algún proyecto de Estatuto de Autonomía y en el momento de promulgarse la Constitución tuvieran regímenes pre-autonómicos: utilizaron este artículo Cataluña, Euskadi, Galicia y Andalucía, siendo esta última un caso especial, sin las peculiaridades establecidas en la disposición transitoria segunda, al no haber plebiscitado afirmativamente Estatuto alguno durante el período republicano debido al golpe militar que daría paso a la guerra civil y a la posterior dictadura franquista. Andalucía, por tanto, accedió a la autonomía por medio de un referéndum que se celebró el 28 de febrero de 1980. El proceso es algo distinto, ya que el proyecto de Estatuto lo realizan solo los diputados y senadores de las provincias y debe pasar por un referéndum popular antes de ser ratificado por las Cortes Generales y sancionado y promulgado por el Rey. Además de las cuatro comunidades autónomas citadas, gozan también de la condición de nacionalidad la Comunidad Valenciana (contó con el gobierno autónomo del Comité Ejecutivo Popular de Valencia hasta 1937, en un contexto revolucionario),3 Aragón (que contó con el Consejo de Aragón como órgano administrativo durante la Segunda República y tuvo un Anteproyecto de Estatuto), las Islas Baleares (Anteproyecto de Estatuto de Autonomía de Baleares) y las Islas Canarias, las cuales han incorporado la definición en sus respectivos estatutos de autonomía. El resto de comunidades autónomas se autodenominan como región histórica, comunidad histórica en el caso de Asturias y Cantabria o identidad histórica en el caso de La Rioja y Extremadura. Estas denominaciones son equivalentes y no suponen ningún estatus legal diferenciado del resto. Atienden al artículo 143 capítulo Tercero, del Título VIII de la constitución española, donde se recogen los criterios históricos necesarios para poder formar una autonomía. Todos los estatutos de autonomía españoles incluyen términos de historicidad debido a que se desarrollaron utilizando como vía el mencionado artículo. La excepción es el madrileño, que no incluye estos términos, ya que su estatuto no se realizó en base al mismo. Navarra tiene la consideración de Comunidad Foral, con ciertas especificidades propias. Cabe destacar los casos de Asturias, Cantabria y Aragón, territorios en los que durante la Segunda República se realizaron proyectos de estatuto federal, que quedaron truncados con el comienzo de la guerra civil. En el caso asturiano en tiempos de la II República muchas serían las voces que se alzaron pidiendo un estatuto de autonomía al mismo nivel que Cataluña, País Vasco o Galicia en el marco de la nueva constitución. En 1931 se hace público el Manifiestu Rexonalista del Grupu L'Aldeanu de Castripol, donde se dice: «Habiéndose ya preparado Cataluña, Vasconia y Galicia a la formación de sus Estatutos, creemos necesario activar los trabajos de preparación del nuestro, demostrando que Asturias (...) no se quedará rezagada en estos momentos históricos». Al año siguiente Sabino Álvarez-Gendín (catedrático de Derecho Administrativo) publica las bases para un proyecto de Estatuto y, al mismo tiempo, los federalistas asturianos manifestaban que ya tenían hecho un texto de estas características. En el año 1932 se llega a crear una comisión para redactar el articulado que daría forma a la autonomía y autogobierno asturianos. Por otra parte en el año 1883 se celebró en la ciudad riojana de Haro una asamblea presidida por el político federalista Juan Sayol en la que se aprobó la "Constitución Republicana Federal del Estado Riojano", promoviendo para La Rioja un marco territorial federal propio. |
Nacionalismo vasco.
El nacionalismo vasco, desarrollado, entre otros, por Sabino Arana a finales del siglo xix, es una ideología política que aboga por la unidad y defensa de la entidad política de los territorios que entiende que configuran la nación vasca y que actualmente se reparten entre dos Estados: España y Francia, por lo que su extensión territorial se corresponde con la del territorio definido tradicionalmente como Euskal Herria o Vasconia. Dicho territorio comprende la actual comunidad autónoma del País Vasco y la comunidad foral de Navarra, el condado de Treviño (provincia de Burgos), Valle de Villaverde (Cantabria) y parte del departamento francés de Pirineos Atlánticos (los tres territorios históricos que conforman el País Vasco francés: Baja Navarra, Labort y Sola). El nacionalismo vasco, encabezado por el Partido Nacionalista Vasco es el principal movimiento político del País Vasco desde principios del siglo xx. Desde el inicio de la democracia el nacionalismo vasco ha obtenido mayorías parlamentarias en el Parlamento Vasco y ha dirigido el Gobierno Vasco tanto en la Segunda República Española como en la Transición y hasta la actualidad, a excepción de la legislatura 2009-2012. Reunió el 59,61 % de los votos de las elecciones vascas de 2012, sumando el voto del PNV y el de la coalición Euskal Herria Bildu, segunda fuerza. En las elecciones de 2016 la suma de los escaños del PNV y EH Bildu ocupa 46 de los 75 escaños del Parlamento Vasco, lo que representa un 61,33% de los asientos disponibles en la cámara, sin embargo la suma de los votos de ambas fuerzas políticas descendió al 58,49%, una cifra que representa una caída en un punto porcentual respecto a los comicios de 2012. Respecto a las Cortes Generales, el Partido Nacionalista Vasco cuenta con seis diputados en el Congreso y diez representantes en el Senado, por su parte, la coalición Euskal Herria Bildu mantiene cinco escaños en la Cámara Baja y uno en la Alta.En el europarlamento cuentan con un eurodiputado cada uno. Perteneciente a un sector más radical, nacida en 1959, ETA ha sido una organización que ha utilizado la lucha armada y métodos violentos para la consecución de sus objetivos hasta que anunció el cese de la actividad armada en noviembre de 2011.
En la Comunidad Foral de Navarra, que mantuvo la condición de reino hasta 1841, con mayor fuerza en el norte que en el sur, la presencia electoral del nacionalismo vasco y el "navarrismo vasquista" es menor que en la Comunidad Autónoma del País Vasco. Históricamente liderado por Herri Batasuna, el voto nacionalista ha constituido alrededor de una cuarta parte del Parlamento de Navarra. Dispersado en el pasado, el voto nacionalista se ha ido aglutinando alrededor de las coaliciones como Nafarroa Bai (segunda fuerza en 2007-2011) o las actuales EHBildu o Geroa Bai. En las Elecciones al Parlamento de Navarra de 2011 NaBai y Bildu sumaron el 28,69% de los votos. En las Elecciones al Parlamento de Navarra de 2015 Geroa Bai y EH Bildu consiguieron el 30,08% de los votos, lo que se traduce en un total de 17 escaños: nueve para Geroa Bai y ocho para EH Bildu, ambos partidos forman parte de una coalición cuatripartita junto con Podemos e Izquierda-Ezkerra, con la que invistieron a Uxue Barkos como la presidenta del Gobierno de Navarra. En las Elecciones al parlamento de Navarra de 2019 los resultados fueron 9 escaños para Geroa Bai y 7 para EH Bildu con lo cual la suma de estas dos fuerzas políticas nacionalistas cayó 1 escaño,finalmente se invistió a la socialista María Chivite presidenta con el apoyo de Geroa Bai y la abstención de 5 de los 7 diputados de EH Bildu. Los partidos nacionalistas también se reivindican como una de las tendencias existentes en el Navarrismo, opuesta al "navarrismo españolista" de tendencia regionalista. Las Comunidades autónomas del País Vasco y Navarra conservan una pervivencia de sus antiguos derechos históricos forales reconocidos constitucionalmente, manteniendo entre otros aspectos una autonomía fiscal respecto al Gobierno central; ambas mantienen relaciones culturales, sociales y económicas, aunque en la actualidad existe un gran distanciamiento institucional entre sus respectivos gobiernos. La actual Constitución española prevé la unión de ambas comunidades mediante un proceso que incluye un plebiscito, sin que hasta la fecha se haya hecho uso de este mecanismo. En los territorios de Euskal Herria existen diferentes partidos políticos de ideología nacionalista vasca:
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Nacionalismo catalán El nacionalismo catalán es una corriente ideológica basada en el entendimiento de Cataluña como nación, sobre la base de razones históricas, culturales, lingüísticas y de derecho civil. Esta corriente de pensamiento se conformó ideológicamente en la primera década del siglo xx, como una variante del Catalanismo, surgido como movimiento cultural en la década de los años 1830, y articulado como movimiento político en las últimas décadas del siglo xix. Es una corriente de pensamiento transversal que aglutina tanto a partidos políticos y ciudadanos de izquierdas como de centro y de derechas. Pueden distinguirse básicamente dos corrientes en el nacionalismo catalán y son cuatro los partidos principales, ya que el resto de las formaciones nacionalistas no alcanzan el 3 % de voto. La primera, que históricamente ha sido liderada por la coalición Convergència i Unió, de carácter mayoritario y más autonomista que la segunda, que defiende que Cataluña sea reconocida como nación, obtenga mayores cuotas de autogobierno y sea reconocido el derecho a la autodeterminación, en el que los catalanes puedan decidir el permanecer integrados en España, entendido como un estado «plurinacional» y federal, o independizarse. CiU fue la primera fuerza política del parlamento hasta 2015 teniendo un 30,68 % de los votos y 50 escaños, ocupando la Presidencia de la Generalidad de Cataluña con el apoyo de los 21 diputados de ERC. La coalición entre CDC y UDC se rompió el 18 de junio de 2015 debido a las diferencias existentes entre ambos partidos respecto a la cuestión independentista. Algunos de los miembros de UDC crearon un nuevo partido denominado Demócratas de Cataluña. La independentista (y autodenominada como no nacionalista), encabezada por Esquerra Republicana de Catalunya, es un movimiento un poco más minoritario, que defiende la idea de la independencia de Cataluña a través del derecho a la autodeterminación. ERC, hasta 2015 fue la segunda fuerza parlamentaria con un 13,68 % de los votos y 21 escaños. En las elecciones de 2015 se dio una unión entre las dos corrientes principales del nacionalismo catalán bajo una coalición electoral denominada Junts pel Sí compuesta entonces por los partidos políticos Convergencia Democrática de Cataluña (CDC), Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), Demócratas de Cataluña (DC) y Moviment d'Esquerres (MES), además de independientes agrupados en las asociaciones civiles Ómnium Cultural y Asamblea Nacional Catalana. La coalición contó también con el apoyo de Solidaritat Catalana per la Independencia y Reagrupament. En los comicios del 27 de septiembre se convirtió en la primera fuerza política del Parlamento catalán al obtener 62 escaños, producto del 39,59% de los votos. Los 62 diputados se repartieron de la siguiente manera: 29 para CDC, 20 para ERC, 11 independientes, uno para DC y un último correspondiente a MES. Respecto a la suma de escaños obtenidos durante la legislatura previa, hubo un retroceso de 9 escaños, ya que en 2012 la suma entre CiU y ERC había conseguido 72 representantes. Por lo que para la investidura del nuevo Presidente de la Generalidad fue necesario un acuerdo con la CUP que llevaría a Carles Puigdemont al puesto tras la renuncia de Artur Mas como punto clave para lograr cualquier tipo de pacto. El tercer partido de la corriente con representación parlamentaria es la Candidatura d'Unitat Popular (CUP), con un 8,21 % de los votos y nueve escaños en el parlamento, su ideario político defiende la construcción de los Países Catalanes. En la legislatura iniciada en 2016 se convirtió en un partido clave al aportar los escaños necesarios para que el independentismo lograra una mayoría absoluta, por lo pese a tener nueve escaños y ser la sexta fuerza parlamentaria obtuvo una posición clave en la vida parlamentaria. Los ecosocialistas de Iniciativa per Catalunya Verds (ICV) son el cuarto partido nacionalista del arco parlamentario catalán, en los comicios de 2012 obtuvo 9,89 % de los votos y 13 escaños. ICV se ha pronunciado claramente a favor del "derecho a decidir", pero no se ha pronunciado todavía sobre si está más cerca de un escenario donde Cataluña sea un Estado federado dentro del Estado español, o bien un Estado independiente. Sin embargo, en 2015 este partido se integró en la coalición Catalunya Sí que es Pot (Catalunya sí se puede), por lo que su representación parlamentaria se redujo únicamente a 3 diputados de los 11 obtenidos por la alianza. El nacionalismo catalán constituye mayoría parlamentaria en el parlamento catalán (52,59 % de la representación parlamentaria, sin embargo en el porcentaje electoral el apoyo desciende al 47.80%).5 El espacio político nacionalista sufrió una transformación tras las elecciones generales del 26 de junio de 2016, el 10 de julio Convergencia Democrática desapareció como partido para ser refundado bajo el nombre Partit Demòcrata Europeu Catalá (PDECAT), el cual heredó la mayoría de los representantes electos de la antigua CDC, la nueva formación adoptó una ideología independentista tratando de alejarse de las políticas de la anterior formación.6 Mientras que en septiembre Unión Democrática de Cataluña se enfrentó a un proceso judicial de liquidación debido a sus problemas de deuda, por lo que finalmente el 24 de marzo de 2017 la ejecutiva del partido acató el fallo por lo que se inició el proceso de liquidación de la formación. |
Independentismo catalán.
También Soberanismo, como "Soberania i Progrés" o "Plataforma per al Dret a Decidir" Esta ideología, en un principio era vista como una variante del nacionalismo, constituye asimismo una oposición a ésta al tener un proyecto diferenciado, más allá del reconocimiento nacional o la potenciación del poder de Cataluña. A partir de 2012, esta corriente se convirtió en la mayoritaria dentro de la vida política catalana, principalmente tras la manifestación del 11 de septiembre que provocó la convocatoria de unas nuevas elecciones para el 25 de noviembre, en ellas, la por entonces existente coalición Convergència i Unió decidió incluir en su programa electoral la búsqueda de un concierto económico para Cataluña mediante un acuerdo con el Gobierno Central, teniendo la opción de un referéndum independentista en caso de no conseguir un acuerdo con las autoridades de Madrid. Finalmente conseguiría 60 escaños en el Parlamento de Cataluña, lo que la hizo buscar el apoyo de otros partidos para continuar en la Presidencia de la Generalidad. Los resultados electorales de 2012 otorgaron una mayor fuerza y protagonismo a Esquerra Republicana de Cataluña, que se convirtió en la segunda fuerza en número de escaños en el Parlamento con 21 diputados. Finalmente, el 19 de diciembre, se cerraría un pacto en el que la formación otorgaría el apoyo para la investidura de Artur Mas a cambio de una serie de medidas, entre las que se incluían la celebración de una consulta independentista para el año 2014. Sin embargo, ERC no entró a formar parte del gobierno catalán resultante, controlando la acción del ejecutivo mediante una serie de comisiones externas. El independentismo político se consolidó tras las elecciones autonómicas de 2015, cuando la coalición Junts pel Sí, integrada por miembros de Convergencia Democrática, Esquerra Republicana e independientes ganó las votaciones con 62 escaños y el 39,59% de los votos, estos números hicieron necesario el apoyo de la coalición Candidatura d'Unitat Popular - Crida Constituent, quienes obtuvieron nueve diputados y el 8,21% de los sufragios, sumando los asientos de ambas fuerzas se obtuvo una mayoría absoluta, sin embargo, el acuerdo político entre ambas coaliciones necesitó de una serie de medidas de gobierno y la salida de Artur Mas de la Generalidad para lograr el apoyo. Producto de este acuerdo se convocó a un referéndum sobre la independencia de Cataluña que se celebró el día 1 de octubre de 2017. En las Cortes Generales españolas, existe una representación de fuerzas independentistas tras las elecciones de 2016, en el Congreso de los Diputados ERC cuenta con nueve diputados y un grupo propio, mientras que el PDECAT tiene ocho legisladores y forma parte del Grupo Mixto. Por otra parte, en el Senado los republicanos tienen doce senadores y los demócratas europeos son representados por cuatro escaños. Dentro del Independentismo catalán, existe una vertiente con una ideología más izquierdista, es conocida como Esquerra Independentista, en la que se incluyen organizaciones juveniles como Maulets o CAJEI, integradas posteriormente en Arran, y partidos políticos como la Candidatura de Unidad Popular. Esta opción aboga por una ruptura unilateral con el estado español, teniendo equivalencia en su discurso el independentismo y el socialismo revolucionario. Sus postulados coinciden mayoritariamente con los de la izquierda abertzale del País Vasco, pero aplicados a la realidad catalana y representa nueve escaños en el Parlament de Catalunya. En el independentismo catalán destaca además la presencia de organizaciones civiles que cuentan con una influencia política importante, siendo en este caso Ómnium Cultural y la Asamblea Nacional Catalana las dos fuerzas más representativas, las cuales son responsables de la organización de los distintos eventos reivindicativos que se celebran en Cataluña. Existen también otros partidos minoritarios que no cuentan con representación parlamentaria como Solidaritat Catalana per la Independencia y Democràcia Catalana. Por otro lado, Reagrupament fue un partido que existió desde 2009 hasta 2014 cuando finalmente sus miembros se integraron en la entonces Convergència Democrática. Son de mencionar también la existencia de otros organismos políticos que son muy minoritarios o están integrados dentro de coaliciones como la CUP y SI, entre los que se encuentran Endavant, el Partit Socialista d'Alliberament Nacional (PSAN) y el Moviment de Defensa de la Terra (MDT). Actualmente, el Independentismo no aspira a la expansión nacional, sino a la consecución democrática de la soberanía y del libre derecho de decidir en Cataluña. Además de mantener un enorme contenido social y de preservación de la sociedad y de sus derechos como colectivo, a diferencia del nacionalismo. |
Nacionalismo gallego.
El nacionalismo gallego es una corriente ideológica (con sus dimensiones cultural y política) que aboga por el reconocimiento de Galicia como nación, entendiendo que esta comprende principalmente la actual comunidad autónoma española del mismo nombre, y, en otros casos, también las comarcas do Eo-Navia en Asturias, El Bierzo en León y Sanabria en Zamora. Dentro del nacionalismo gallego se pueden encontrar dos corrientes ideológicas principales:
Estas dos corrientes, sin embargo, tienen puntos en común, como son la defensa de la lengua (defendiendo algunos el reintegracionismo) y cultura gallega, el reconocimiento de Galicia como nación. En Galicia predomina el nacionalismo de izquierdas, desde posiciones que van desde la izquierda radical (Nós-Unidade Popular, Partido Comunista do Povo Galego, etc.) hasta posiciones moderadas de centro-izquierda como el Bloque Nacionalista Galego (BNG) o de centro-derecha como Compromiso por Galicia (CxG). Uno de los máximos logros del nacionalismo gallego fue obtener el gobierno de la Junta de Galicia en coalición con el PSOE, en el año 2005. En las siguientes elecciones autonómicas (2009), el BNG consiguió el 16 % de los votos y 12 escaños (perdiendo uno con respecto a 2005), lo cual le hizo perder la gobernabilidad en favor del PP, ya que el PSOE mantuvo sus mismos escaños. Después de formar parte de la Junta entre 2005 y 2009, el BNG comenzó a caer en los resultados electorales, en los comicios de ese año, los nacionalistas gallegos perdieron un escaño, pero mantuvieron un porcentaje de votación similar. En 2012, el partido nacionalista se fragmentó con la salida de las organizaciones Encontro Irmandiño y Máis Galiza que fueron a parar a la recién creada Anova, producto de ello, en las elecciones adelantadas que se celebraron ese año, el BNG perdió casi la mitad de sus representantes al caer a siete diputados y un 10,16 % de los votos, mientras que los exmiembros que se marcharon a Anova, se integraron en una coalición denominada Alternativa Galega de Esquerda, la cual consiguió nueve escaños, cuatro de ellos para integrantes del nuevo partido nacionalista. La división del nacionalismo gallego en dos partidos políticos se acentuó en las elecciones de 2016, cuando el Bloque Nacionalista Galego perdió un representante bajando hasta los seis escaños producto del 8,33 % de los votos, mientras que la coalición de izquierdas, que en esas elecciones se llamó En Marea consiguió ser la segunda fuerza política gallega al conseguir 14 diputados y un 19,07 % de los sufragios, dentro de las 14 actas obtenidas, Anova se quedó con cuatro. La pérdida de apoyo electoral del nacionalismo gallego se hizo más evidente en las elecciones, en 2000 el BNG obtuvo 3 diputados y el 18,62 % de los votos; en 2004, este apoyo bajó al 11,37 % del electorado lo que se tradujo en dos escaños: en 2008 tuvo un aumento en el apoyo popular al ascender al 12,07 % y mantuvo los dos representantes; mientras que en 2011 aunque su porcentaje de votación bajó al 11,25 % pudo continuar con sus dos escaños; finalmente en 2015 el partido perdió su representación en el Congreso de los Diputados cuando su apoyó descendió hasta el 4,32 % de los sufragios emitidos formando parte de la coalición Nós-Candidatura Galega. Si bien, el BNG perdió su posición como partido hegemónico en las elecciones de 2015, en ese mismo proceso electoral, Anova consiguió dos diputados, que mantuvo en las votaciones celebradas en junio de 2016, ambos integrados en la coalición En Marea. En el año 2019, el BNG regresó al Congreso con un diputado tras cuatro años sin representación. En las elecciones al Parlamento de Galicia en 2020 el BNG obtuvo un resultado histórico obteniendo 19 diputados y el 23,86% de los votos, logrando ser la segunda fuerza de la comunidad autónoma. |
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