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Libro de Proverbios, 8 20, de la Biblia. "Yo camino por la senda de la justicia, por los senderos de la equidad."

viernes, 25 de septiembre de 2015

276.-Caligrafía irlandesa (La Caligrafía celta ) a


  

escritos en gaélico
Idioma irlandés.

El idioma irlandés o gaélico moderno pertenece al grupo de las lenguas indoeuropeas e históricamente siempre ha sido hablado por los naturales de las islas irlandesas. Muchos habitantes de aquí lo hablan como lengua nativa, se dice que entre 20.000 y 80.000 personas, y esto ocurre predominantemente en las zonas rurales de la parte occidental del país.
El irlandés es la lengua principal de aquí desde antes de que los ingleses decidieran ocupar estas tierras durante la Edad Media, pero es desde 1922 cuando se conforma el estado independiente de la República de Irlanda o Eire que junto con el inglés, ya instalado, se convierte en la lengua oficial. Incluso, desde 1998 es una lengua de minoría en el vecino territorio de Irlanda del Norte y desde 2005 un idioma de trabajo en la Unión Europea.
caligrafía

Si bien entre 20.000 y 80.000 personas lo tienen como lengua nativa, lo cierto es que se estima que alrededor de 1.500.000 personas tienen algún conocimiento del irlandés o gaélico moderno. Es decir, si en 2007 había en Irlanda 4.3 millones de personas, el 40.8% de toda esta gente era capaz de entenderlo y/o hablarlo. Un muy buen número. Así, el irlandés se habla preferentemente en Connemara, en el Condado de Galway y en las Islas Aran, entre otros sitios.


Caligrafía en irlandés e inglés

Caligrafía en irlandés e inglés

El irlandés fue la única lengua hablada en Irlanda hasta el siglo XVII, pero el dominio del inglés y los efectos de la hambruna de la patata y la emigración del siglo XIX provocaron un fuerte descenso de la población. Hoy en día, el irlandés lo hablan como lengua materna una pequeña minoría de la población de Irlanda. Las principales concentraciones de hablantes nativos de irlandés se encuentran dispersas a lo largo de la costa oeste de Irlanda. Una de las zonas de habla irlandesa se llama Gaeltacht. Cuando se constituyó la República de Irlanda en 1922, el irlandés fue adoptado como lengua oficial, junto con el inglés. Desde entonces ha sido asignatura obligatoria en las escuelas financiadas por el gobierno. Una novedad relativamente reciente es la propagación de las gaelscoileanna, es decir, escuelas en las que el irlandés es la lengua vehicular de enseñanza.

Caligrafía en irlandés e inglés


El irlandés también se utiliza en la radiodifusión (Raidió na Gaeltachta), la televisión (Teilifis na Gaeilge), en periódicos, revistas, literatura, teatro y artes en general. A pesar de todos estos esfuerzos, el futuro de la lengua irlandesa sigue siendo incierto. Aunque el número de hablantes de irlandés está aumentando en zonas urbanas debido a la enseñanza media irlandesa, los jóvenes de Gaeltacht tienden a utilizar la lengua menos que sus mayores, y prefieren comunicarse en inglés.

Una señal bilingüe en el Aeropuerto de Dublín en irlandés e inglés

  

Dialectos del irlandés

Existen tres dialectos principales con diferencias considerables entre ellos.

Munster-Leinster (Irlandés del Sur)
Connacht (Irlanda occidental)
Donegal (Ulster, Irlanda del Norte)

Al parecer, el irlandés que se habla en zonas urbanas, y el que hablan en Gaeltacht las personas mayores, se están distanciando cada vez más.

  

La Biblia de Bedell. Un pequeño paso para una mayor comprensión de la Biblia.



CUANDO el clérigo inglés William Bedell llegó a Irlanda en 1627, se encontró con una situación muy desconcertante. Irlanda, un país mayoritariamente católico, estaba gobernado por los británicos, de religión protestante. Los promotores de la reforma protestante ya habían traducido la Biblia a casi todas las lenguas de Europa. Pero, al parecer, a nadie le interesaba traducirla al irlandés.
Bedell estaba convencido de que los irlandeses no tenían que ser dejados de lado por no saber inglés. Así que se propuso traducir la Biblia al irlandés. Pero se tuvo que enfrentar a una férrea oposición, especialmente por parte de los protestantes. ¿Por qué se opusieron?

RECHAZO AL IDIOMA IRLANDÉS

Bedell decidió aprender irlandés por su cuenta. Cuando fue nombrado rector del Trinity College de Dublín, animó a los estudiantes a que usaran el irlandés. Y lo mismo ocurrió cuando fue nombrado obispo de Kilmore. Algo que resulta interesante es que cuando la reina Isabel I de Inglaterra fundó el Trinity College, lo hizo con el fin de que salieran de allí clérigos que pudieran enseñar a sus feligreses el mensaje de la Biblia en su propio idioma. Bedell trató de llevar adelante aquel objetivo.
En la diócesis de Kilmore, la gran mayoría de las personas hablaba irlandés. Por eso, Bedell insistía en la importancia de tener al frente de las iglesias a personas que hablaran este idioma. Basó su postura en el espíritu de las palabras del apóstol Pablo:
 “Prefiero decir cinco palabras que se entiendan y que ayuden a otros, más que decir diez mil palabras en un idioma que nadie entiende” (1 Corintios 14:19, Traducción en lenguaje actual).
Pero hubo personas poderosas y con influencia que hicieron lo imposible por impedírselo. Según los historiadores, hubo quienes declararon que el uso del irlandés “era peligroso para el Estado”, y otros llegaron a decir que iba “en contra de los intereses del gobierno”. Algunos pensaban que mantener en ignorancia a los irlandeses era bueno para los intereses de Inglaterra. Hasta se aprobaron leyes que exigían a los irlandeses que abandonaran sus tradiciones y su idioma, y que aprendieran la lengua y las costumbres inglesas.

COMIENZA SU PROYECTO

Bedell no se desanimó por esas imposiciones. A principios de la década de 1630, empezó a traducir al irlandés la Biblia más reciente publicada en inglés, la King James Version (Versión del Rey Jacobo) de 1611. Quería hacer una traducción de la Biblia que la mayoría de la gente  pudiera entender. Creía firmemente que, mientras las personas humildes no entendieran las Escrituras, no podrían encontrar el camino a la vida eterna (Juan 17:3).
Bedell no fue el primero en pensar así. Unos treinta años antes, otro obispo, llamado William Daniel, se dio cuenta de lo difícil que es ver la luz de lo que enseña la Biblia cuando aparece oculta “por la nube de una lengua desconocida”. Daniel ya había traducido el Nuevo Testamento al irlandés, así que Bedell decidió traducir el Antiguo Testamento. Lo que hoy conocemos como la Biblia de Bedell incluye tanto su obra como la de William Daniel. Esa Biblia fue la primera en irlandés, y continuó siendo la única en este idioma durante los siguientes trescientos años.
Bedell, que era experto en hebreo, consiguió a dos hombres cuya lengua materna era el irlandés para que le ayudaran con la traducción. A medida que avanzaban con su trabajo, Bedell, y uno o dos colaboradores de confianza revisaban meticulosamente cada versículo. Como ayuda consultaron una traducción al italiano del teólogo suizo Giovanni Diodati, la Septuaginta griega y un valiosísimo manuscrito bíblico en hebreo.
El equipo de Bedell siguió el ejemplo de los traductores al inglés de la King James Version —muchos de los cuales Bedell conocía personalmente—, e incluyó el nombre de Dios en varios lugares de su traducción al irlandés. Por ejemplo, en Éxodo 6:3 utilizó “Iehovah” para referirse al nombre de Dios. El manuscrito original de la traducción de Bedell se conserva en la biblioteca Marsh de Dublín, la capital de Irlanda. (Lea el recuadro “Reconocimiento a la labor de William Bedell”.)

 POR FIN VIO LA LUZ

Aunque Bedell terminó el proyecto hacia 1640, no pudo publicarlo debido a una oposición implacable. Los críticos menospreciaron al principal traductor del equipo, pues pensaban que así lograrían desacreditar su trabajo. Incluso lo mandaron arrestar y lo enviaron a prisión. Como si eso fuera poco, en 1641 estalló la sangrienta rebelión irlandesa contra Inglaterra. Aunque Bedell era inglés, los irlandeses lo protegieron, pues reconocían que tenía un interés sincero por ellos. Pero finalmente, soldados rebeldes lo arrestaron y estuvo encarcelado en pésimas condiciones. No hay duda de que aquella situación aceleró su muerte, ocurrida al año siguiente, en 1642. No pudo ver publicada su obra.
Portada del manuscrito original de Bedell, hacia 1640, y la Biblia que se publicó en 1685


El trabajo de Bedell casi desapareció cuando su casa fue saqueada y destruida. Afortunadamente, un buen amigo logró salvar todos los documentos de la traducción. Tiempo después, Narcissus Marsh, que llegó a ser el arzobispo de Armagh y primado de la Iglesia de Irlanda, obtuvo los manuscritos de Bedell. Años más tarde, el científico Robert Boyle le dio a Marsh el dinero necesario y en 1685, este se animó a publicar la Biblia en irlandés.

UN AVANCE PEQUEÑO PERO IMPORTANTE

La Biblia de Bedell no tuvo mucho reconocimiento mundial. Con todo, fue un avance pequeño pero importante para una mayor comprensión de la Biblia, especialmente para quienes hablan irlandés tanto en Irlanda como en Escocia y en otros lugares del mundo. Por fin podían calmar su sed de conocer a Dios leyendo las Escrituras en su propio idioma (Mateo 5:3, 6).

“Cuando leímos la Biblia de Bedell, fue como si Dios nos hablara en nuestro idioma. Ha sido fundamental para que mi familia y yo aprendiéramos las maravillosas verdades de las Escrituras”

Y hasta nuestros días, la Biblia de Bedell ha ayudado a quienes buscan la verdad a conocer a Dios. Un hombre irlandés que recientemente ha aprendido lo que realmente enseña la Biblia dice:

 “Cuando leímos la Biblia de Bedell, fue como si Dios nos hablara en nuestro idioma. Ha sido fundamental para que mi familia y yo aprendiéramos las maravillosas verdades de las Escrituras”.

Reconocimiento a la labor de William Bedell.

ÉXODO 6:3 MAYNOOTH BIBLE




Durante casi trescientos años, desde que se publicó la Biblia de Bedell en 1685, no hubo otra Biblia completa en irlandés. En 1981, eruditos católicos editaron la Maynooth Bible, una traducción al irlandés moderno. El prólogo de esta Biblia reconoce el “gran logro por parte de la Iglesia de Irlanda cuando publicaron su versión de la Biblia en el siglo diecisiete”. Se trataba, por supuesto, de la traducción de Bedell, aunque de hecho, hasta hace muy poco tiempo, la Iglesia Católica prohibió a sus feligreses leer dicha Biblia.

ÉXODO 6:3 BIBLIA DE BEDELL

Los eruditos de la Maynooth Bible publicaron algunos borradores en 1971, entre ellos, el Pentatúc (Pentateuco), es decir, los primeros cinco libros de la Biblia. En reconocimiento por el trabajo que Bedell inició, aquellos eruditos incluyeron en la primera página la siguiente nota: “En memoria de William Bedell”.

Para referirse al nombre de Dios, los traductores del Pentatúc usaron la palabra irlandesa “Iávé” en muchos de los lugares en los que en el Antiguo Testamento aparece representado por las cuatro letras YHWH, o Tetragrámaton. Eso ocurre, por ejemplo, en Éxodo 6:2-13. Lamentablemente, cuando por fin se publicó la Maynooth Bible completa, los editores, a diferencia de lo que hizo Bedell, decidieron eliminar por completo el nombre divino de esta traducción y sustituirlo por la expresión “an Tiarna”, que significa “el Señor”

Nota: William Bedell fue obispo de Kilmore y con la ayuda de otros traductores vertió al gaélico irlandés el Antiguo Testamento en el año 1685. Esa edición fue reimpresa muchas veces y vuelta a revisar por la British and Foreign Bible Society en 1827.


Itsukushima Shrine.

  

Un paseo por Dublín repleto de literatura y pintas.

Barra del bar McDaid’s, pequeño local con más de 200 años  de historia en Harry Street, en Dublín (Irlanda).


Antonio Rivero Taravillo
11 jun 2023 -

 Peregrinaje por los ‘pubs’ de la capital irlandesa que frecuentaron sus grandes poetas y escritores, como W. B. Yeats, Brendan Behan y Patrick Kavanagh.

Si hubiera que elegir entre los atractivos de Dublín, sin duda la literatura y los pubs estarían a la cabeza. Se puede hablar de una y de otros, ¿y por qué no a un tiempo? De hecho, los pubs de la capital irlandesa están llenos de literatura y esta sería difícil de entender sin las tabernas o las mesas en las que surge la conversación —literatura oral— o la música.

Asomado al St Stephen’s Green, el principal parque público de la ciudad, se encuentra el MoLI (Museo de Literatura de Irlanda). No es especialmente grande ni tampoco las piezas exhibidas son particularmente valiosas, con excepción del primer ejemplar de Ulises conservado dentro de una vitrina en lo más alto del edificio como un oráculo azul (color mar de Grecia como quería Joyce) de la literatura que vendría. Quizá lo más interesante sean las exposiciones temporales de la planta baja, donde hasta el próximo mes de octubre se rinde homenaje a Brendan Behan en el centenario de su nacimiento.
 Fue Behan narrador, poeta, dramaturgo y, sobre todo, tocado por el ingenio como Oscar Wilde, autor de humoradas que todavía se siguen citando con fruición como aquella autorreferencial de que, en vez de ser un escritor con problemas de bebida, era “un bebedor con problemas de escritura”. Esta no le estorbó muchos años, la verdad, porque murió alcoholizado con poco más de cuarenta y pudo desde entonces continuar su vocación de mito dipsómano.

Son varios los pubs que reivindican a Behan como uno de sus más contumaces parroquianos. Quizá el más legitimado para hacerlo sea McDaid’s, pequeño local con más de 200 años de historia muy concurrido en una bocacalle de Grafton Street. Si se moja el gaznate a su salud, luego se puede continuar por la animada vía peatonal hasta el Trinity College y, prácticamente frente a su entrada, se verá la mole neoclásica del Bank of Ireland, que acoge una exposición permanente sobre Seamus Heaney, nobel de Literatura que vivió hasta su muerte en 2013 en una casa abierta a la bahía de Dublín. 
Precisamente se proyecta un vídeo en el que sale el estudio abuhardillado del poeta y se exhiben numerosos documentos de su legado personal.

Fachada del Palace Bar en Fleet Street, en Dublín.


Si el paseante tiene sed, puede abrir la boca y dirigirla al cielo, pero como ahora llueve menos que hace unos años quizá sea obligado dirigirse al pub más próximo. Este es, oh casualidad, The Palace Bar, en Fleet Street, frecuentado por los ilustres caballeros a los que recuerdan unas placas de latón en la acera. Junto al escritor Flann O’Brien tenemos a Behan y al poeta Patrick Kavanagh, no en los más realistas de los retratos. 
¿Qué sentirán al ser pisados por tipos que al entrar pesan tres o cuatro pintas menos que al salir, con pasos ya no tan resueltos y firmes?
 Bah, imitadores de lo que ellos mismos hicieron. En fin, nuestros pasos van ahora, rodeando Trinity, hasta la National Library a ver la exposición permanente sobre la vida y obra de otro nobel irlandés: W. B. Yeats. Recorre todos sus intereses e influencias, de la mitología al esoterismo, y hace justicia a un poeta complejo que asistió a sucesos fundamentales de su país, transmutados en atemporales por el verso.

Exterior de la National Library, la biblioteca nacional de Irlanda.

Yeats vivió cuando era senador en la cercana Merrion Square, como recuerda una placa fijada a los ladrillos del número 82. Si se sigue recto por Mount Street Upper se tiene ante sí la fachada de la grácil Pepper Canister Church, que suele ser sede de muchos de los mejores conciertos de música tradicional de Dublín y que es la niña de los ojos de John Banville, quien vivió en las cercanías, como Kavanagh. Se dobla a la derecha hasta alcanzar Baggot Street Lower, se cruza el pequeño puente sobre el Grand Canal y la cuarta calle a la izquierda, entre embajadas y buenas mansiones, es Raglan Road. Emociona, y mucho, patearse la calle en la que Kavanagh se enamoró de una mujer (y cualquiera con un mínimo de sensibilidad del poema que compuso con ese título, On Raglan Road, que Luke Kelly, del mítico grupo The Dubliners, acomodó para cantar al son de un aire tradicional).
Volviendo al centro, en la linde ajardinada del canal, una estatua de bronce representa a Kavanagh sentado en un banco que comparte con quien quiera parrafear con él o escucharle en la imaginación recitar uno de los sonetos que compuso inspirado en esta zona de la ciudad. Es también, un poco más cerca del Green, el barrio del novelista Colm Tóibín, donde tiene su casa dublinesa en la que guarda su propia llave del tupido jardín privado de la amplia Fitzwilliam Square.
 Como ha sido una larga caminata, habrá que parar en Toners, con su reservado o snug difícilmente mejorable. En el otro extremo de la barra un retrato de Behan, nuevamente, preside con condescendencia y casi un guiño de aprobación la actividad bebedora de los parroquianos.
Estatua de bronce del poeta y novelista irlandés  Patrick Kavanagh junto al Grand Canal de Dublín.
 
Cerca hay una parada de autobús que lleva a la General Post Office, centro del levantamiento de Pascua de 1916 (Easter Rising) y lugar sacrosanto del independentismo irlandés donde el Lunes de Pascua de cada año se lee la proclamación de la República. La oficina de correos aloja en su parte derecha un pequeño museo sobre aquellos hechos en los que se entrecruzan historia y literatura (varios de los cabecillas de la rebelión eran poetas, como cuenta Yeats en los versos de Pascua de 1916). 
En la esquina se toma de nuevo el autobús, ahora al cementerio de Glasnevin, donde se desarrolla el capítulo Hades de Ulises. Quizá no sea una visita obligatoria, pero ayuda a conocer mejor Irlanda, por ejemplo ante las tumbas de muchos de sus hijos e hijas más insignes. 
Si hacemos caso omiso de políticos y revolucionarios y nos ceñimos a los literatos, en la zona de la izquierda donde está la tumba de sacerdotes jesuitas bajo una cruz céltica se halla, compartida con ellos, la de Gerard Manley Hopkins, el gran poeta inglés; más alejada de la entrada, y ahora a la derecha, está la de Behan, quizá no reconocible bajo la forma gaélica de su nombre y apellido, Breandán Ó Beacháin, a cuya oscuridad se suman los caracteres del antiguo alfabeto irlandés procedente de la caligrafía altomedieval usada por los monjes copistas. 
En medio, la de Constance Gore-Booth, la condesa Markievicz, sufragista y revolucionaria recordada en unos versos de Yeats, o la de Maud Gonne, amor no correspondido de este y estímulo de muchos de sus mejores poemas (él no está sepultado aquí, sino en Drumcliff, en el condado de Sligo).

Tumbas con cruces célticas y esculturas
 en el cementerio dublinés de Glasnevin.

Cruzando la avenida por la que el autobús ha traído al curioso, y como a cien metros de la puerta de Glasnevin, en un anexo del camposanto está la tumba de Luke Kelly. Y adosado al cementerio, el pub de John Kavanagh (ningún parentesco con el escritor), más conocido como The Gravediggers (Los Sepultureros). Aquí hicieron una parada para beber Flann O’Brien y Patrick Kavanagh el primer Bloomsday, la celebración de Ulises, en 1954.

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