Luis Alberto Bustamante Robin; Jose Guillermo Gonzalez Cornejo; Jennifer Angelica Ponce Ponce; Francia Carolina Vera Valdes; Carolina Ivonne Reyes Candia; Mario Alberto Correa Manríquez; Enrique Alejandro Valenzuela Erazo; Gardo Francisco Valencia Avaria; Alvaro Gonzalo Andaur Medina; Carla Veronica Barrientos Melendez; Luis Alberto Cortes Aguilera; Ricardo Adolfo Price Toro; Julio César Gil Saladrina; Ivette Renee Mourguet Besoain; Marcelo Andres Oyarse Reyes; Franco Gonzalez Fortunatti; Patricio Ernesto Hernández Jara; Demetrio Protopsaltis Palma; Katherine Alejandra Del Carmen Lafoy Guzmán
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Anales de los cuatro maestros.
(en irlandés, Annala Rioghachta Éireann) o Anales del reino de Irlanda por los cuatro maestros es una crónica de la historia de Irlanda. Las entradas abarcan las fechas entre el diluvio en 2242 a.C. y 1616 d.C., aunque se cree que los primeros registros se refieren a fechas de alrededor de 550 a. C. Consisten en una recopilación de anales anteriores, aunque hay algunos trabajos originales. Se recopilaron entre 1632 y 1636 en el monasterio franciscano del Condado de Donegal. Las entradas del siglo XII y anteriores provienen de anales monásticos anteriores. Las entradas posteriores proceden de registros de la aristocracia (tales como los Anales de Ulster), y las entradas del siglo XVII están basadas en recolecciones y observaciones personales. El principal autor de los anales era Mícheál Ó Cléirigh, asistido por Peregrine O'Clery, Fergus O'Mulconry y Peregrine O'Duignan entre otros. Aunque sólo uno de los autores era franciscano, Mícheál Ó Cléirigh, llegaron a ser conocidos como «Los cuatro hermanos» u originalmente en irlandés Na Ceithre Máistrí. La versión anglificada fue «Los cuatro maestros», nombre que llegó a aplicarse a los mismos anales. El patrón del proyecto era Fearghal Ó Gadhra, un lord del Condado de Sligo. Se escribieron en irlandés y existen varias copias de los manuscritos en el Trinity College, en la Real Academia de Irlanda y en la University College Dublin. La primera traducción sustancial (que abarca solamente las entradas desde 1171 d.C.) la publicó Owen Connellan en 1846. La traducción de Connellan, por lo tanto, incluía los anales completos desde el siglo XI hasta el siglo XVII, y fue la única versión que contenía frontispicio de cuatro colores y que además incluía un gran mapa doblado que mostraba la localización de las familias en la isla. Se mantuvo casi olvidada durante 150 años, pero finalmente fue salvada y vuelta a publicar a principios del siglo XXI. A la traducción de Connellan le siguió varios años más tarde una traducción completa de los anales hecha por el historiador John O'Donovan. Importancia. Los anales son una de las fuentes principales en irlandés de la historia de Irlanda hasta 1616. Mientras que muchos de los primeros capítulos son esencialmente una lista de nombres y fechas, los últimos tratan de eventos a los cuales los autores tuvieron acceso de primera mano y son mucho más detallados. Su fiabilidad y utilidad como fuente histórica ha sido cuestionada en diversas ocasiones dado que se limita a los datos de nacimientos, defunciones y actividades de nobles irlandeses, y a menudo ignoran tramas o eventos sociales más amplios. Además, como los analistas provenían de la tradición bárdica, cuyos patrones eran miembros de las clases superiores irlandesas, eran poco dados a la autocrítica. Por otra parte, los anales, como parte de una de las pocas fuentes en prosa en irlandés de este período, también proveen una valiosa visión interior de acontecimientos tales como las sublevaciones de Desmond y la Guerra de los Nueve Años desde una perspectiva nativa irlandesa. |
Mícheál Ó Cléirigh (1590 – 1643) fue un cronista irlandés, y el autor principal de los Anales de los cuatro maestros. Estuvo asistido por otros historiadores como, Peregrine O'Clery, Fergus O'Mulconry y Peregrine O'Duignan. Nació en Kilbarron, cerca de Greevy, entre Rossnowlagh y Ballyshannon, en la bahía de Donegal. Era nieto de un jefe de Uí Chléirigh y fue bautizado como Tadhg, pero se cambió el nombre por Michael cuando se convirtió en fraile franciscano. Era primo de Lughaidh Ó Cléirigh (1595-1630), el cual junto a su hijo Cacrigcriche Ó Cléirigh, uno de sus colaboradores, es también conocido como un afamado historiador de Irlanda. Fearghal Ó Gadhra (c. 1597 - después de 1660), a veces denominado Farrell O'Gara , fue señor de Coolavin y patrón de los Anales de los Cuatro Maestros . |
La Historia de Irlanda anterior al cristianismo proviene de referencias encontradas en las antiguas escrituras romanas y libros de poesía irlandesa, así como en los mitos y los restos descubiertos por la arqueología. Sus primeros habitantes, pueblos de una cultura de mediados de la Edad de Piedra, o mesolítica, llegaron a la isla después del año 8000 a. C., cuando el clima se tornó más hospitalario tras el retroceso de los hielos polares. Los Anales de los cuatro maestros, la cronología más extensa recopilada por frailes franciscanos entre 1632-1636, documentan las fechas entre el diluvio en 2242 a. C. y 1616 d. C., aunque se cree que las primeras entradas se refieren a fechas alrededor del 550 a. C. El Libro de Armagh (en la biblioteca del Trinity College de Dublín, MS52), manuscrito irlandés del siglo IX, también conocido como Canon de Patricio o Liber Ar(d) machanus, contiene algunos de los más antiguos ejemplos de gaélico escrito. Se cree que perteneció a San Patricio y que, al menos en parte, fue obra de su puño y letra. Las investigaciones han determinado que al menos una parte, si no todo, fue obra de un copista llamado Ferdomnach de Armagh (fallecido en 845 o 846), quien escribió la primera parte del libro en 807 u 808. Hacia el 4000 a.C. se introdujo la agricultura desde el continente, llevando a los nativos una cultura neolítica, caracterizada por la aparición de gigantescos monumentos de piedra, los cuales en su mayoría fueron encontrados alineados de forma astronómica. A lo largo de esa época, la cultura resultó próspera y la isla se pobló con mayor densidad. Durante la Edad de Bronce, alrededor del 2500 a. C., se produjeron elaborados ornamentos, así como armas de oro y de bronce. Una de las tradiciones más razonables que aparecen en el Libro de las invasiones irlandés, del siglo XIII a. C. dice:
La Edad del Hierro está asociada con el pueblo celta, el cual se diseminó por Europa y Gran Bretaña a mediados del primer milenio antes de Cristo. Los celtas colonizaron la isla en una serie de oleadas entre los siglos VIII y I a. C. Los gaélicos, la última ola de invasores celtas, la conquistaron y la dividieron en cinco reinos, en los cuales floreció, a pesar de los constantes conflictos, una rica cultura. La sociedad de estos reinos estaba dominada por druidas y sacerdotes que servían como educadores, así como médicos, poetas, videntes y legisladores. Los romanos la denominaron Hibernia. En el año 100 d. C., el astrónomo griego Ptolomeo registró en detalle su geografía y sus tribus. Nunca fue parte formal del Imperio romano, pero la influencia romana se expandió ampliamente fuera de los límites formales del imperio. Tácito escribió que un príncipe irlandés exiliado se encontraba en Britania y que regresaría para recobrar el poder. Juvenal nos dice que las armas romanas han sido llevadas más allá de las costas de Irlanda. De haber invadido la isla, los romanos no dejaron demasiadas huellas. La exacta relación entre Roma y las tribus de Hibernia permanece sin esclarecer. La tradición druida colapsó ante la introducción de la Nueva fe, y los eruditos irlandeses se especializaron en el aprendizaje del latín, hecho que provocó el pronto florecimiento de las prácticas cristianas en los monasterios. Se destacaron los monjes Columbano de Luxeuil y Kevin de Glendalough, que fueron canonizados. Enviaron misioneros a Inglaterra y al continente para difundir las noticias del Florecimiento del aprendizaje, y varios eruditos de otras naciones se acercaron a visitar los monasterios irlandeses. Alta Edad Media. Durante la Alta Edad Media, la excelencia y el aislamiento de estos monasterios ayudaron a preservar el aprendizaje del latín y al florecimiento de artes como la escritura, la metalurgia, y la escultura. Produjeron tesoros tales como el Libro de Kells, además de orfebrería ornamental y varias cruces talladas en piedra que pueblan la isla. Esta edad dorada de la cultura irlandesa cristiana fue interrumpida en el siglo IX por doscientos años de guerras intermitentes con oleadas vikingas, las cuales saquearon monasterios y pueblo La era primaria cristiana desde 400 hasta 800 marcó grandes cambios en Irlanda. Niall Noigiallach (fallecido en 450-455) sentó las bases de la hegemonía de la dinastía Uí Néill en la mayoría del centro, el norte y el oeste de Irlanda. Políticamente, el antiguo énfasis de afiliación tribal se reemplazó en el año 700 por el de patrilineal y de trasfondo dinástico. Muchas gentes y reinos poderosos desaparecieron. Los piratas irlandeses acosaron toda la costa occidental británica del mismo modo que los vikingos atacarían posteriormente a Irlanda. Algunos de éstos fundaron reinos completamente nuevos en Pictia, Gales y Cornualles. Se cree que las tribus denominadas Attacotti del sur de Leinster podrían incluso haber servido en la milicia romana entre mitad y finales del 300. La tradición dice que en el año 432 San Patricio arribó a la isla y que, en años sucesivos, trabajó para convertir a los irlandeses al cristianismo. San Patricio preservó los patrones tribales y sociales de los nativos, codificando sus leyes y cambiando únicamente aquellas que entraban en conflicto con las prácticas cristianas. Se le acredita también el haber introducido el alfabeto romano, el cual permitió a los monjes irlandeses preservar partes de la extensa literatura oral celta. Thorgest (en latín Turgesius) fue el primer vikingo que fundó un reino en Irlanda. Subió por los ríos Shannon y Bann; y allí creó una provincia que abarcaba Úlster, Connacht y Meath, la cual duró desde 831 hasta 845, año en que fue asesinado por Máel Sechnaill mac Máele Ruanaid (Malachy), convirtiéndose este en el nuevo rey de la provincia. En 848 Malachy, por entonces «rey supremo de Irlanda», derrotó a un ejército escandinavo en Sciath Nechtain. Sosteniendo que su lucha era aliada de la lucha cristiana contra los paganos, pidió apoyo al emperador Carlos el Calvo, aunque no obtuvo resultados. En 852, los vikingos Ivar y Olaf desembarcaron en la bahía de Dublín y erigieron allí una fortaleza donde hoy se encuentra dicha ciudad (su nombre proviene del irlandés Án Dubh Linn, que significa Charco negro). De este modo, los vikingos fundaron varios pueblos en la costa y al cabo de varias generaciones surgió un grupo mixto de irlandeses y escandinavos (llamados Gall-Gaels, Gall, que en irlandés significa «extranjeros»). Esta influencia se ve reflejada en los nombres escandinavos de muchos reyes irlandeses contemporáneos (por ejemplo, Magnus, Lochlann y Sitric), así como en la apariencia de los residentes de estas ciudades costeras hasta la actualidad. Irlanda gaélica En 914, una paz inestable entre los nativos y los escandinavos culminó en una extensa guerra. Los descendientes de Ivar Beinlaus establecieron una dinastía asentada en Dublín, desde donde tuvieron éxito en la posterior conquista del resto de la isla. Este reinado fue finalmente derogado por los esfuerzos conjuntos de Malachy, rey de Meath, y el famoso Brian Boru, quien posteriormente se convirtió en Rey Supremo de Irlanda. Una teoría popular postula que las afamadas torres irlandesas fueron creadas para guarecerse de los ataques vikingos. Si un vigía instalado en la torre avistaba una fuerza vikinga, la población local (o al menos el clérigo) entraba y usaba una escalera que se podía levantar desde dentro. Las torres podrían haber sido usadas para almacenar reliquias religiosas y demás. Beltane o Bealtaine (en irlandés ‘Buenfuego’) era un antiguo día festivo irlandés que se celebraba el 1 de mayo. Para los celtas, Beltane marcaba el comienzo de la temporada del verano pastoral, cuando las manadas de ganado se llevaban hacia los pastos de verano y a las tierras de pasto de las montañas. En irlandés moderno Mi na Bealtaine (mes de Bealtaine) es el nombre del mes de mayo. A menudo, se abrevia el nombre del mes como Bealtaine, conociendo al día festivo como Lá Bealtaine. Una de las principales actividades de la festividad consistía en encender hogueras en las montañas y colinas con un ritual y significado político en Oidhche Bhealtaine (La víspera de Bealtaine). En gaélico escocés moderno, se usa solo Lá Buidhe Bealtaine (el día amarillo de Bealltain) para describir el primer día de mayo. Durante la mayor parte de este período, Irlanda fue un mosaico de clanes y tribus organizados en torno a cuatro provincias históricas que competían continuamente por el dominio del territorio y los recursos: Leinster (en irlandés, Laighin), Connacht (en irlandés, Connachta), Munster (en irlandés, An Mhumhain) y Úlster (en irlandés, Cúige Uladh). A finales del siglo XII se produjo la conocida invasión normanda, que situaría a una parte importante de la isla bajo el poder de la nobleza cambro-normanda. Esta zona controlada por los invasores recibió el nombre de Señorío de Irlanda. Sin embargo, durante los siglos siguientes, la Irlanda gaélica recuperaría terreno, bien mediante la conquista, o mediante la asimilación cultural de los recién llegados. A finales del siglo XV, únicamente una pequeña franja de terreno en torno a Dublín (conocida como «La Empalizada») quedaba fuera de la influencia gaélica. |
Mitología.
La mitología de la Irlanda precristiana no sobrevivió completamente a la conversión al cristianismo, pero gran parte de ella se conservó, si bien recortada de sus significados religiosos, en la literatura medieval irlandesa, la cual representa la más amplia y preservada de todas las ramas de la mitología celta. Aunque muchos de los manuscritos no han logrado sobrevivir y muchos más materiales probablemente nunca llegaron a ser escritos, hay suficientes restos para permitir la identificación de cuatro ciclos distintos, aunque superpuestos: el Ciclo mitológico, el Ciclo del Úlster, el Ciclo feniano y el Ciclo histórico. También hay cierto número de ciertos textos mitológicos que no encajan en ningún otro ciclo. Asimismo, hay un vasto número de cuentos populares conservados que, aunque no estrictamente mitológicos, protagonizan personajes de uno o más de estos cuatro ciclos. Las fuentes Las tres fuentes principales manuscritas de la mitología irlandesa son a finales del siglo XI-principios del siglo XII con Lebor na huidre, en la biblioteca de la Real Academia Irlandesa, principios del siglo XII con el Libro de Leinster en la Biblioteca del Trinity College (Dublín), y el manuscrito Rawlinson B 502 (Rawl.), albergado en la Biblioteca Bodleiana en la Universidad de Oxford. A pesar de las fechas de estas fuentes, la mayor parte del material que contienen es anterior a su composición. La primera prosa se puede fechar por motivos lingüísticos en el siglo VIII, y algunos de los versos podrían ser hasta del siglo VI. Entre otras fuentes importantes se incluye un grupo de cuatro manuscritos que surgieron en el oeste de Irlanda a finales del siglo XIV y principios del XV: El Libro Amarillo de Lecan, El Gran Libro de Lecan, El Libro de Hy Many y El Libro de Ballymote. El primero contiene parte de la primera versión conocida del Táin Bó Cúailnge ("La Repulsión de Ganado de Cooley") y se encuentra en el Trinity College. Los otros tres se localizan en la Real Academia. Otros manuscritos del siglo XV, como El Libro de Fermoy también albergan información interesante, así como obras posteriores sincréticas como Foras Feasa ar Éirinn de Geoffrey Keating (La Historia de Irlanda) (cerca de 1640), particularmente puesto que estos últimos compiladores y escritores habrían podido tener acceso a fuentes manuscritas que desaparecieron posteriormente. Al usar estas fuentes, siempre es importante preguntarse el impacto de las circunstancias en las cuales se produjeron. La mayoría de los manuscritos fueron creados por monjes cristianos, quienes también habrían debatido entre el deseo de conservar su cultura nativa y su hostilidad religiosa a las creencias paganas, resultando algunos dioses euhemerizados. Muchas de las últimas fuentes también habrían formado parte de un esfuerzo propagandístico diseñado para crear una historia para los irlandeses que podrían así soportar la comparación de la descendencia mitológica de los invasores británicos con los fundadores de Roma que se promulgó por Geoffrey of Monmouth y otros. También hubo una tendencia a reelaborar genealogías irlandesas para encajar en el esquema conocido de los griegos o la genealogía bíblica. Durante un tiempo se daba por hecho que la literatura medieval irlandesa preservaba verdaderamente antiguas tradiciones de manera prácticamente intacta a través de los siglos de tradición oral remontándose a los antiguos celtas de Europa. Kenneth Jackson describió el Ciclo de Úlster como una "ventana a la Edad de Hierro", y Garret Olmsted intentó establecer relaciones entre Táin Bó Cuailnge (el épico Ciclo de Úlster) y la iconografía del Gundestrup Cauldron. Sin embargo, a esta posición "nativista" se han opuesto los eruditos "revisionistas", quienes creen que gran parte se creó en tiempos cristianos como imitación deliberada de las épicas de la literatura clásica que vinieron con el aprendizaje del latín. Los revisionistas indicaron pasajes aparentemente influenciados por la Ilíada en Táin Bó Cuailnge, y la existencia de Togail Troí (una adaptación irlandesa de De excidio Troiae historia de Dares Phrygius) encontrada en el Libro de Leinster, y señalaron que el fundamento cultural de las historias es generalmente más cercano a la época de la composición de esas historias que a un remoto pasado. Ha surgido un consenso que promulga la lectura crítica del material. Leprechaun Mención aparte, y destacada, merecen los leprechauns y otras criaturas de la mitología irlandesa, que suelen estar asociados con «fuertes de hadas» o «anillos de hadas», y que a menudo suelen ser lugares donde se encuentran antiguos -celtas o anteriores a estos- drumlins o movimientos de tierra. Normalmente adoptan la forma de hombres viejos que disfrutan realizando travesuras. Su oficio es el de fabricar o arreglar zapatos. Se dice que son muy ricos, ya que custodian muchas vasijas de barro (calderos) llenas de tesoros que fueron enterradas en periodos de guerra. Según la leyenda, si alguien logra fijar la mirada sobre un leprechaun, este no puede escapar, pero en el momento en que se retira la mirada, desaparece. Este suele ser uno de los variados personajes de la mitología irlandesa más típico y más conocido alrededor del mundo. Dice la leyenda que el color que lleva es verde ya que muchos dicen que da suerte y por eso cuando alguien menciona a los leprechaun se recuerda a un trébol. Ciclo mitológico. El Ciclo mitológico, que comprende historias de los antiguos dioses y orígenes de los irlandeses, es el peor conservado de los cuatro ciclos. Las fuentes más importantes son el Metrical Dindshenchas o Ciencia de Lugares y el Lebor Gabála Érenn o Libro de Invasiones. Otros manuscritos recogen relatos mitológicos como El Sueño de Aengus, El Cortejo de Étain y Cath Maige Tuireadh, La (segunda) Batalla de Magh Tuireadh. Una de las historias irlandesas mejor conocidas, Oidheadh Clainne Lir o La Tragedia de los Hijos de Lir, también forma parte de este ciclo. Lebor Gabála Érenn es una pseudo-historia de Irlanda, siguiendo los ancestros de los irlandeses hasta Noé. Narra una serie de invasiones o "tomas" de Irlanda por una sucesión de gentes, la quinta de las cuales fueron los conocidos Tuatha Dé Danann ("Gentes de Diosa Danu"), de los que se creía que habían habitado la isla antes de la llegada de los gaélicos, o milesianos (descendientes de Míl Espáine, nieto de Breogán). Plantaron cara a sus enemigos, los fomorianos, liderados por Balor del Ojo Malvado. Balor fue finalmente matado por Lug Lámfada (Lug del Brazo Largo) en la segunda batalla de Magh Tuireadh. Con la llegada de los gaélicos, los Tuatha Dé Danann se retiraron bajo tierra para convertirse en las gentes de hadas de posterior mito y leyenda. El Dindshenchas Métrico es la mayor obra onomástica de los comienzos de Irlanda, nombrando leyendas de lugares importantes en una serie de poemas. Incluye mucha información importante sobre figuras e historias del Ciclo Mitológico, entre ellas la Batalla de Tailtiu, en la cual los Tuatha Dé Danann fueron derrotados por los Milesianos. Es importante destacar que ya en la Edad Media los Tuatha Dé Danann no eran considerados tanto como dioses sino como la población mágica cambiante de forma de una Irlanda anterior de la Edad de Oro. Los textos como Lebor Gabála Érenn y Cath Maige Tuireadh los presentan como reyes y héroes del lejano pasado, completos con los cuentos de los muertos. Sin embargo, hay pruebas consistentes, tanto en los textos como en el más amplio mundo celta, de que se les llegó a considerar como deidades. Incluso después de ser sustituidos como gobernadores de Irlanda, personajes como Lugh, el Mórrígan, Aengus y Manannan aparecen en historias sucedidas cientos de años más tarde, revelando su inmortalidad. Un poema en el Libro de Leinster lista muchos de los Tuatha Dé, pero concluye con "aunque [el autor] los enumera, no los adora". Goibniu, Creidhne y Luchta son aludidos como Trí Dé Dána ("tres dioses de la artesanía"), y el nombre de Dagda es interpretado en textos medievales como "el buen dios". Nuada es cognaticia con el dios británicio Nodens; Lugh es un reflejo de la deidad pancéltica de Lugus, nombre que muchos señalan como "luz"; Tuireann podría ser relacionado con el Taranis galo; Ogma con Ogmios; el Badb con Catubodua. Ciclo del Úlster El Ciclo del Úlster se establece alrededor del comienzo de la era cristiana y la mayor parte de su acción tiene lugar en las provincias del Úlster y Connacht. Consiste en un grupo de historias heroicas que tratan de las vidas de Conchobar mac Nessa (el rey del Úlster), el gran héroe Cúchulainn (el hijo de Lug) y sus amigos, amantes y enemigos. Estos son los Ulaid, o gente del rincón noreste de Irlanda, y el desarrollo de las historias se centra en torno a la corte real en Emain Macha (conocido como Fuerte Navan), cerca de la actual ciudad de Armagh. Los Ulaid mantenían estrechas relaciones con la colonia irlandesa en Escocia, y parte del entrenamiento de Cúchulainn tiene lugar en esta colonia. Al ser el Samhain el inicio del año celta, muchas de estas historias dan inicio en esa fecha. El ciclo se compone de historias de nacimientos, tempranas vidas y entrenamiento, cortejos, batallas, festines y muertes de los héroes y refleja una sociedad guerrera en la cual la guerra consiste principalmente en combates cuerpo a cuerpo y la riqueza se mide sobre todo según el ganado vacuno. Estas historias están escritas en prosa. La pieza central del Ciclo de Ulster es Táin Bó Cúailnge. Entre otros cuentos importantes del Ciclo de Ulster se encuentra La Trágica Muerte del Único Hijo de Aife, Festín de Bricriu y La Destrucción del Hostal de Da Derga. El Exilio de los Hijos de Usnach, más conocida como la tragedia de Deirdre y la fuente de obras de John Millington Synge, William Butler Yeats y Vincent Woods, también forma parte de este ciclo. Este ciclo es, en ciertos aspectos, cercano al ciclo mitológico. Algunos de los personajes de este último reaparecen, y la misma clase de transfiguraciones mágicas se hace notar, junto con un realismo desalentador y casi insensible. Mientras que sospecharíamos de unos pocos personajes, como Medb o Cú Roí, de los que fueron una vez deidades, y Cúchulainn en particular muestra poderes sobrehumanos, los personajes son mortales y están asociados con un tiempo y lugar específicos. Si el Ciclo Mitológico representa a una Edad de Oro, el Ciclo de Ulster es la Era Heroica de Irlanda. Ciclo feniano. Como el Ciclo del Ulster, el Ciclo feniano está en relación con las proezas de los héroes irlandeses. Las historias del Ciclo de Finn parecen haber sido establecidas alrededor del siglo III y principalmente en las provincias de Leinster y Munster. Difieren de los otros ciclos en la fuerza de sus vínculos con la comunidad gaélicoirlandés-parlante en Escocia y hay muchos textos extensos de Finn en este país. También se diferencian del Ciclo del Ulster en que las historias son narradas sobre todo en verso y en cuanto al tono se acercan más al romance que a la épica. Las historias aluden a las actividades de Fionn mac Cumhaill y su banda de soldados: los Fianna. La fuente primaria más importante del Ciclo feniano es el Acallam na Senórach (Coloquio de los Viejos) (que se encuentra en dos manuscritos del siglo XV), el Libro de Lismore y Laud 610, así como un manuscrito del siglo XVII de Killiney, Condado de Dublín. El texto data, por su lingüística, en el siglo XII. El texto recoge conversaciones entre Caílte mac Rónáin y Oisín, los últimos miembros supervivientes de los Fianna, y San Patricio, y se compone de alrededor de 8.000 líneas. La tardía datación de los manuscritos podría reflejar una tradición oral más antigua para las historias de Finn. Ciclo histórico. Era tarea de los bardos medievales irlandeses, o poetas de la corte, registrar la historia de la familia y la genealogía del rey al que servían. Esto lo hacían mediante poemas que mezclaban lo mitológico y lo histórico en mayor o menor grado. Las historias resultantes forman lo que se conoce como Ciclo Histórico, o más correctamente Ciclos, puesto que hay cierto número de agrupaciones independientes. Los reyes que se incluyen oscilan entre el casi completamente mitológico Labraid Loingsech, quien presuntamente llegó a ser Gran Rey de Irlanda cerca del año 431 aC, al totalmente histórico Brian Boru. Sin embargo, la mayor gloria del Ciclo Histórico es el Buile Shuibhne (El Frenesí de Sweeney), un cuento del siglo XII narrado en verso y prosa. Suibhne, rey de Dál nAraidi, fue maldecido por San Ronan y se convirtió en una especie de medio hombre medio pájaro, condenado a pasar el resto de su vida en los bosques, huyendo de sus compañeros humanos. La historia ha captado la imaginación de poetas irlandeses contemporáneos y ha sido traducida por Trevor Joyce y Seamus Heaney. Bardo. Un bardo, en la historia antigua de Europa, era la persona encargada de transmitir las historias, las leyendas y poemas de forma oral además de cantar la historia de sus pueblos en largos poemas recitativos. El bardo en la historia El trabajo del bardo era deambular contando sus historias ante distintos públicos, con el objetivo de que estos conocimientos no se perdieran; eran auténticos almacenes de la historia comunitaria, transmisores de noticias, mensajeros e incluso embajadores entre distintos pueblos. La palabra "bardo" es un préstamo del protocéltico *bardos o *gwerh*, con el significado de "elevar la voz; adular", específicamente, de como se hablaba entre los celtas de Irlanda, quienes los consideraban casi sagrados e inviolables, estando exentos de contribuciones y del servicio de las armas. Destacaron también entre los galos y entre los galeses, y, con una tradición diferente, en los países de Escandinavia, donde se los conocía como escaldos. La elevación a la posición de bardo se verificaba todos los años en una competición a la que asistían los principales bardos del país. Vestían de azul, a diferencia de los druidas, que lo hacían de blanco. Esa tradición de competiciones anuales todavía persiste en festivales, el más famoso de los cuales es el Eisteddfod Nacional del país de Gales (que es parte de un ciclo de "Eisteddfodau"). En Irlanda se realizan los Fleadh Cheoil y en Bretaña el Kan ar bobl. Ejemplos históricos y legendarios de bardo incluyen a Alan-a-Dale, Will Scarlet, Amergin y a Homero. De hecho, cada cultura tiene su narrador de historias o poeta, ya sea llamado bardo, escaldo, trovador (este nombre es ya de la Edad Media) o de cualquier otra forma. Más tarde el término se aplicó a cualquier poeta e incluso a músicos itinerantes. Un buen bardo debía ser de lengua ágil, corazón ligero y pies veloces (cuando todo lo demás fallaba). Los bardos clásicos de Irlanda Los bardos irlandeses formaban una casta hereditaria de poetas altamente educados en la historia y tradiciones de los diferentes clanes y el país en general, además de los requerimientos técnicos y formales del verso y el lenguaje (por ejemplo: asonancias, medias rimas, aliteraciones, referencias, etcétera). Adicionalmente, tenían una posición oficial en las cortes, que incluía el mantenimiento de las crónicas (incluyendo textos legales) y genealogías. Como satiristas tenían el deber de cantar las alabanzas de sus empleadores e insultar a sus enemigos. Se decía que una «glam dicenn» (sátira) podía hacer que a la víctima le salieran granos en la cara. Como mantenedores de textos legales (incluyendo tratados y acuerdos) estaban llamados a dar opiniones en asunto de esas esferas. En consecuencia, era común verlos como embajadores o como enviados para resolver problemas entre reinos. Hay autores que consideran que los bardos tenían otra posición en las cortes: la de transmitir y recibir mensajes secretos. De acuerdo al Libro de Ballymote, uno de los manuscritos bardicos más antiguos que se conocen, solo en el primer año de sus estudios, los bardos debían memorizar más de cien códigos diferentes. Hay que notar que en la Irlanda medieval parecen haber habido dos grupos diferentes de poetas, ya que además de los bardos estaban los filid (singular: fili). De acuerdo a textos legales del periodo, los bardos eran la clase inferior. Se alegaba que ellos no tenían ni la educación ni el linaje para calificar en el importante papel que se ha delineado. Sin embargo, se afirma que esta distinción entre filid y bardos (con la posible pérdida de prestigio y posición de los bardos) es un invento de la Irlanda católica, ya que los filid estaban más asociados con la iglesia. Es de notar que en las regiones de habla gaélicas —después de la invasión normanda— los bardos llegaron a ser los principales mantenedores de las tradiciones —y no solo poéticas— gaélicas, tradiciones que fueron posteriormente —aunque limitadamente— preservadas por músicos ambulantes (ver, por ejemplo: Turlough Carolan) y otros «sabios de los caminos» (hedge schools, etc.) en un periodo en el cual esas costumbres fueron paulatinamente marginalizadas. Las escuelas de bardos se extinguieron en Irlanda a mediados del siglo XVII y en Escocia a principios del siglo XVIII. |
El irlandés o gaélico irlandés moderno (en irlandés: Gaeilge) es un idioma goidélico de la rama celta de la familia de lenguas indoeuropeas originario de la isla de Irlanda y hablado históricamente por los irlandeses. Se estima que el número de personas de la isla que lo hablan como lengua nativa ronda entre 20 000 y 80 000, predominantemente en las regiones rurales occidentales. El irlandés era la lengua principal de la isla antes de que se produjese la conquista inglesa de Irlanda durante la Edad Media. Desde 1922, con la independencia de la República de Irlanda (llamado originalmente el Estado Libre Irlandés), ha sido el idioma oficial junto al inglés. En 1998, con el Acuerdo de Viernes Santo, fue reconocido oficialmente como lengua de minoría en Irlanda del Norte, país constituyente del Reino Unido. El 13 de junio de 2005 se aprobó e incluyó como idioma de trabajo en la Unión Europea, lo que entró en vigor el 1 de enero de 2007. El 22 de enero del mismo año, el ministro Noel Treacy lo usó por primera vez en una reunión del Consejo de Ministros de la Unión Europea. En la actualidad, es idioma oficial en todos los territorios pertenecientes a Irlanda e Irlanda del Norte. El Departamento de la Gaeltacht de Asuntos Rurales y Comunitarios de Irlanda estimó en 2003 que alrededor de 1 500 000 personas aseguraban tener conocimiento del idioma. En 2007, de los 4,3 millones de habitantes de la república, el 40,8 % era capaz de hablarlo. Las comunidades y regiones donde se habla el irlandés se llaman Gaeltachtaí (Gaeltacht en singular) y la mayor de ellas es Connemara, en el Condado de Galway, incluyendo las islas Aran. Al ser el irlandés un requerimiento de estudio en las escuelas públicas del país, muchos lo hablan con fluidez como segundo idioma nativo. Aunque el idioma principal de la isla es el inglés, existen varios periódicos, revistas y emisoras de radio en irlandés, especialmente en los Gaeltachtaí. Desde 1996 existe un canal de televisión llamado Teilifís na Gaeilge (Televisión del Irlandés) o TG4. Los tres dialectos irlandeses principales son el del Úlster en el norte, el de Munster en el sur y el de Connacht en la región central y occidental de la isla. Historia Las primeras pruebas del irlandés escrito son las inscripciones Ogam del siglo IV d. C. Esta etapa del idioma se conoce como paleoirlandés. Estas escrituras han sido encontradas a través de Irlanda y en la costa oeste de Gran Bretaña. El paleoirlandés cambió hacia el irlandés antiguo a lo largo del siglo V. El irlandés antiguo, a partir del siglo VI, usó el alfabeto latino y se encuentra principalmente en marginalia de manuscritos latinos. Para el siglo X el irlandés antiguo evolucionó en el irlandés medio, que era hablado a través de Irlanda, Escocia y la isla de Man. Es el lenguaje de un gran cuerpo de literatura, incluyendo el famoso Ciclo de Úlster. A partir del siglo XII, el irlandés medio comenzó a evolucionar hacia el irlandés moderno en Irlanda, al gaélico escocés en Escocia y al manés en la Isla de Man. El irlandés moderno emergió desde el idioma literario conocido como irlandés moderno temprano en Irlanda y como gaélico clásico en Escocia; este fue usado a través del siglo XVIII. El irlandés moderno temprano, que databa del siglo XIII, fue el idioma literario tanto en Irlanda como en la parte gaeloparlante de Escocia, y autores como Geoffrey Keating dan fe del mismo. A partir del siglo XVIII el idioma fue en declive, perdiendo terreno rápidamente contra el inglés, en parte las restricciones dictadas por el gobierno británico - un evidente ejemplo del proceso conocido por los lingüistas como sustitución lingüística. En el siglo XIX perdió a una gran cantidad de sus hablantes debido a la muerte y a la emigración resultantes de la pobreza, particularmente durante la gran hambruna (1845-1849). Al final del siglo XIX, miembros del movimiento por el Renacimiento gaélico hicieron esfuerzos para promover el aprendizaje y uso del irlandés en Irlanda. |
Origen de la música tradicional irlandesa. La música tradicional irlandesa se caracteriza por el lento movimiento de cambio que tiene a lo largo de la lista de principios aceptados. Se cree que las canciones y melodías son ancestrales y se respetan (aunque en realidad, muchas tienen menos de 200 años). Sin embargo, es muy difícil o imposible conocer la edad de la mayoría de las melodías debido a su tremenda variación a lo largo de Irlanda y a través de los años; no obstante, es posible hacer alguna generalización, por ejemplo, sólo las canciones modernas están escritas en inglés, con pocas excepciones, el resto están escritas en irlandés. La mayoría de los Temas viejos, melodías, y métodos son de origen rural, aunque hay muchos Temas modernos que, a menudo vienen de ciudades y pueblos. Las melodías adoptan la forma de danzas tradicionales, siendo la más popular el reel. Otras estructuras frecuentes son la giga, el hornpipe, la polka, la slip jig, el slide y el air, que es un tema lírico que se interpreta despacio y libremente. La música del folclore irlandés y sus letras pasaron oralmente de generación en generación, a menudo en las populares sessions celebradas en pubs y en raras ocasiones fueron escritas hasta recientemente. (dependiendo de la definición de “reciente”, hay muchos ejemplos de música escrita antes de 1800) Los coleccionistas fueron los de mayor importancia en la transcripción de melodías que pertenecían tanto a tradiciones instrumentales como a tradiciones de canciones, entre muchos otros podemos citar a, George Petrie, Edward Bunting, Francis O'Neill, Canon James Goodman. Aunque en la tradición de la música folclórica se prefiere la actuación «solo», las bandas o al menos pequeños conjuntos han sido probablemente parte de la música irlandesa desde al menos la mitad del siglo XIX, aunque este es un punto de mucha contención entre etnomusicologistas. Por ejemplo, las guitarras y los buzukis sólo entraron en el mundo de la música tradicional irlandesa a finales de 1960. El bodhrán, instrumento que una vez fue conocido en Irlanda como pandereta se menciona por primera vez en 1600, aunque probablemente tan sólo es una adaptación del antiguo tambor de guerra celta. Las bandas de los Céilidhs en 1940 a menudo incluían un conjunto de tambores y bajos así como saxofones. (La banda At The Racket continúa con la tradición de usar un saxofón haciendo música irlandesa). En el 2007, los tres primeros instrumentos se aceptan generalmente en círculos de música irlandesa. (Aunque quizás no en los más puristas), mientras que los tres últimos no son generalmente aceptados. (por ejemplo, el grupo The Pogues fue muy criticado por usar una batería) Además, tales instrumentos irreprochables como el acordeón y la concertina hicieron su aparición en la música tradicional irlandesa sólo a finales del siglo XIX. Existe poca evidencia de que la flauta haya tenido mucho que ver en el folclore musical irlandés antes de que los músicos artísticos abandonasen los instrumentos simples de madera, aún preferidos por los comerciantes flauteros para adoptar el «sistema Boehm» de orquesta moderna, y el whistle o silbato de estaño, otro producto producido en masa por la revolución industrial. Un ejemplo para entender dichas variaciones estaría en que la música tradicional irlandesa del 2006 tenía mucho más en común con la del 1906, que la del 1906 con la del 1806. Más recientemente, la música irlandesa se ha expandido para incluir nuevos estilos, arreglos, y variaciones interpretadas por algunas bandas, aunque hay abundantes argumentos en cuanto a si se puede denominar a este tipo de música como tradicional. Sin embargo, la mayor parte de la comunidad ha aceptado que la música tocada por tales bandas, como por ejemplo Planxty y The Bothy Band y sus muchos descendientes espirituales es profundamente tradicional. Músicos de estilos no irlandeses, (bluegrass, «oldtime» y folk) han descubierto que la apelación a la música tradicional irlandesa es bastante distinta a las estructuras rítmicas y melódicas que gobiernan otras formas musicales, incluso en los casos de nuevas melodías compartidas entre estos géneros musicales. También, las sesiones irlandesas, el bluegrass y los sonidos antiguos llevan conjuntos completamente distintos de etiqueta y expectaciones, y la mayoría de ellos no se integran bien; esto ha conllevado a muchos malentendidos y confrontaciones. También existen grupos que hoy día siguen difundiendo este tipo de música, como por ejemplo: Sharon Shannon, Gwendal y Mike Oldfield. Música celta. Música celta es el término utilizado para describir un amplio grupo de géneros musicales que parten de la tradición musical popular de los pueblos considerados de tradición celta de Europa Occidental. Como tal, no existe un cuerpo musical real que pueda ser descrito como celta, pero el término sirve para unificar tanto músicas estrictamente tradicionales de determinadas regiones geográficas, como un tipo de música contemporánea de raíz folclórica con un mismo origen etnológico y musical. El término significa principalmente dos cosas: en primer lugar es la música de los pueblos que se autodenominan celtas, a diferencia de la música francesa o la música inglesa, definidas por existir dentro de unas fronteras políticas claras. En segundo lugar, se refiere a las características que serían exclusivas de la música de las llamadas naciones celtas. Algunos, como Geoff Wallis y Sue Wilson en su obra The Rough Guide to Irish Music, insisten en que muchas de las tradiciones agrupadas en la etiqueta «celta» son ostensiblemente diferentes entre sí (por ejemplo, la gaélica y la bretona) y en realidad tienen nada o poco en común. Otros, sobre todo músicos como Alan Stivell, dicen que sí lo tienen, en concordancia con estudios más antiguos. A menudo, por su amplia difusión, el término «música celta» se aplica a la música de Irlanda y Escocia ya que ambos lugares han producido estilos bien conocidos que comparten muchos y evidentes rasgos comunes, tanto en lo musical como en lo lingüístico (cultura gaélica). Sin embargo, es notable que los músicos tradicionales irlandeses y escoceses evitan el término música celta, excepto cuando se ven obligados a ello por las necesidades del mercado, y cuando se producen en festivales de música celta fuera de sus fronteras. La definición se complica aún más por el hecho de que la independencia permitió a Irlanda promocionar la música celta como un producto específicamente irlandés, quedando así difuminados sus lazos musicales con la vecina Escocia (lazos que han sido en gran parte restablecidos por los músicos modernos). Escoceses e irlandeses, aunque distintos y separados en lo político, comparten una misma ascendencia cultural y, por consiguiente, puede hablarse de un patrimonio musical celta (o gaélico) común a ambos. Estos estilos gaélicos gozan de renombre internacional debido a la influencia de irlandeses y escoceses en el mundo de habla inglesa, especialmente en Estados Unidos, donde tuvieron un profundo impacto en músicas estadounidenses como el bluegrass y el country. La música de Gales, Cornualles, la isla de Man, Bretaña, Galicia, Asturias, y algunas zonas de Cantabria, León y Portugal son a menudo etiquetadas también como «música celta». El movimiento musical celta, de carácter romántico y vinculado a veces a reivindicaciones de minorías culturales y nacionales, es particularmente fuerte en Bretaña, donde diversos festivales de música celta tienen lugar a lo largo del año, en paralelo y concordancia con otras celebraciones tradicionales (fiestas locales y festoù-noz) en las que la música bretona tiene un lugar destacado y que acogen bandas y músicos de otros países de tradición celta. Del mismo modo, Gales mantiene sus antiguas celebraciones, como el Eisteddfod. Existe además una dinámica escena musical en el seno de las comunidades extranjeras de origen irlandés y escocés, especialmente en Canadá, donde se unen grupos de tradición bretona, y en los Estados Unidos. Blogger de Musica. |
El pleito Masdovelles duró sesenta años. El fondo documental de los Desvalls, una de las grandes familias de la nobleza catalana, se expone en la finca Viladellops del Penedès. Quienes creen que hoy la justicia es lenta deberían mirar a los pleitos del pasado. Como el que tuvo lugar por la herencia Masdovelles, iniciado en 1696 y que no terminó hasta 1755. Casi sesenta años, con una guerra de Sucesión de por medio y abundantes idas y venidas desde el Penedès a la Real Audiencia de Barcelona (que dictó tres sentencias contradictorias entre sí) y por último al Consejo Supremo de Castilla, entonces última instancia de apelación en España, precedente del actual Tribunal Supremo. El pleito lo inició Anton Desvalls al reclamar el legado del gran terrateniente Miquel Masdovelles, y se prolongó de 1696 a 1755 El pleito lo inició el militar y aristócrata Anton Desvalls, al reclamar el legado del gran terrateniente de la zona Miquel Masdovelles i Salvà, quien había muerto sin descendencia tras dictar testamento en favor de su mujer, Maria Anna de Foixà, que tomó posesión de la herencia. Pero según el derecho nobiliario de la época, esa herencia no le correspondía a ella sino a Ramon Desvalls i Masdovelles, primo en segundo grado del difunto y sobrino de Anton. La familia Foixà se opone, se suceden las comparecencias ante los tribunales, Anton muere, Maria Anna muere, y finalmente la última sentencia, fallada en Madrid, acabó siendo favorable a los Desvalls, que de ese modo, y a mediados del siglo XVIII, se consolidaban como una de las familias más poderosas de Catalunya, con tierras en el Penedès –de las que los Foixà fueron prácticamente expulsados sin contemplaciones-, el Rosellón y la Cerdanya, y con señoría sobre catorce localidades que congregaban a más de 3000 vasallos. Una nobleza rural que a la vez formaba parte de la élite barcelonesa más restringida. En esta historia aparecen caballeros, juristas, científicos, militares… y parientes que tomaron partidos en bandos enfrentados En el año 2017 el Arxiu Nacional de Catalunya (ANC) ingresó en depósito el fondo documental de la familia Desvalls: más de 4500 pergaminos, 289 cajas de archivos, 200 planos y dibujos en tela. Documentan desde el siglo XIII la trayectoria de un linaje originario de Lleida, ennoblecido en 1681 por Carlos II, a lo largo de trece generaciones. A la línea Desvalls fueron a parar, mediante estratégicos enlaces matrimoniales, numerosos apellidos relacionados con la historia del Principado: Llupià, Boixadors, Icard, Ribes, Carcassona, Vilarnau, Olzinelles... En esta historia aparecen caballeros, juristas, científicos, militares… parientes que tomaron partidos a veces en bandos enfrentados: durante la guerra de Sucesión, Anton y Manuel Desvalls fueron austracistas -Manuel, el último defensor de Cardona- mientras Pere de Ribes y Carles de Llupià vieron recompensada su fidelidad a Felipe V con los marquesados de Alfarràs y Llupià. Encontramos después entre ellos tanto a liberales como a carlistas. Y aparecen también varias señoras ilustres, como la monja y mística María Francesca de Jesús Desvalls o la activista del absolutismo Narcisa de Sarriera. Entre los edificios vinculados a la familia figuran los castillos de Baells, Cubelles y Aspres; el castillo-palacio de Torredembarra y los palacios del marqués de Alfarràs en Barcelona y Vilafranca. También los jardines del laberinto de Horta, impulsados por Joan Anton Desvalls, VII marqués de Llupià, protector ilustrado de instituciones como la Real Academia de Ciencias y Artes. El parque del laberinto, emblema neoclásico de Barcelona, propiedad de la ciudad desde 1970, de la que fue una de sus joyas, decae año tras año tristemente sometido a una inmensa dejadez municipal. El archivo Desvalls ha sido trabajado a fondo por el historiador Josep Fernández Trabal en su libro Els Desvalls i Catalunya: setcents anys d’història d’una família noble catalana (Pagés, 2013). Previamente dirigió el volumen colectivo Història dels Llupià (1088-1771) i dels seus llinatges incorporats: Icard, Roger i Vallseca (Trabucaire, 2007). Una parte de su contenido documental (desde capítulos matrimoniales a privilegios y temas políticos y eclesiásticos, adecuadamente contextualizados) se puede ver ahora en el Centre d´Interpretació de l´Arxiu de la familia Desvalls, en Viladellops (Alto Penedès), que acoge la exposición permanente “Els Desvalls i Catalunya. Un llinatge català noble en la història”. En la inauguraciòn, Fernández Trabal, que además de jefe del área de fondos históricos del ANC es actor aficionado, dirigió una representación teatral sobre el pleito Masdovelles, con la compañía Passi-ho bé de Cerdanyola. La finca Viladellops funciona actualmente como un enclave de enoturismo dirigido por Marcelo Desvalls. Su padre, Luis Desvalls Maristany, marqués de Alfarràs, fallecido en 2014, impulsó en los últimos años de su vida el estudio sobre laos registros familiares y la cesión al ANC. Su tío Carlos Desvalls, marqués de Llupià, también ha promovido la investigación y es autor de las novelas Los Vallseca en El Laberinto y La Herencia . Recientemente ha publicado la autobiografía El largo camino (editorial Milenio), donde repasa su formación en los jesuitas, su trabajo en una empresa farmacéutica, su dedicación agrícola en Francia, y reflexiona sobre temas sociales y culturales, sus inquietudes religiosas, el paso “de noble a burgués” y, en fin, analiza como la antigua aristocracia se ha adaptado a la vida contemporánea. |
Presentación del Archivo de la Família Desvalls e inauguración de su centro de interpretación. El Archivo Nacional de Cataluña ha llevado a cabo la exposición permanente "Los Desvalls y Cataluña" 20/03/2018 El Viernes 6 de abril de 2018, el director-propietario de finca Viladellops señor Marcelo Desvalls Leonori y el director general del Patrimonio cultural, señor Jusèp Boya y Busquets, inauguran el centro de interpretación del Archivo de la Família Desvalls en Viladellops (Olèrdola). En este acto el Archivo Nacional de Cataluña presenta la intervención realizada en el Archivo de la Família Desvalls y hace entrega del inventario. El fondo ingresó en el Archivo Nacional de Cataluña el 7 de febrero de 2017. El Archivo Este archivo nobiliario es conocido por los investigadores desde hace tiempo y, tal como ha llegado a nosotros, se constituyó el año 1822 después del facllecimiento de Joan Anton Desvalls i Ardena, marqués de Llupià. Fué cuando su único heredero, Antoni Miquel Desvalls i Ribes, marqués de Alfarràs y de Llupià, hizo reunir en un solo depósito los archivos de las familias Desvalls (marqueses de Llupià) y Ribes (marqueses de Alfarràs). El archivo unificado se conservó sucesivamente en el Palacio de los marqueses de Alfarràs, situado en la actual calle Anselm Clavé de Barcelona, en la residencia de los jardines del Laberinto de Horta y finalmente en la finca Viladellops (Olèrdola). El Archivo de la Familia Desvalls reúne los fondos familiares y patrimoniales de diecisiete grandes linajes: el de sus productores los Desvalls, marqueses del Poal; el de los Masdovelles, castlanes de Vilafranca del Penedès (archivo incorporado el año 1758) y que a su vez incluía los de los linajes Pujades, Vilarnau, Vilafranca, Ferran y Rosanes; los Llupià, marqueses de Llupià (incorporado en el año 1774) que también incluía el de los Marquet, Icard, Carcasona, Vallseca y Roger; y finalmente los Ribes, marqueses de Alfarràs (incorporado en el año 1796) con la documentación de los linajes Boixadors, Olzinelles y Maüll. El fondo documental abarca desde el año 981 hasta 1983. Incluye piezas únicas y muy relevantes, como la carta de población de Almenar (13 de abril de 1147), las capitulaciones de Cardona (18 de septiembre de 1714) y los planos de los jardines del Laberinto de Horta firmados por el arquitecto italiano Domenico Bagutti (1790-1820). El fondo documental contiene 4.529 pergaminos, 289 cajas de archivo con manuscritos y documentación en papel, 554 imágenes (172 placas de vidrio, 377 positivos b/n y 5 positivos color) y 203 planos y dibujos en tela, pergamino, papel y papel vegetal. El inventario informatizado contiene 5.276 registros informáticos y se puede consultar en línea en la página web de l'ANC. También se pueden leer los 4.529 pergaminos digitalizados. |
Desvalls. Noble apellido de Cataluña, con un antiguo solar en la villa de Sant Jordi Desválls (o San Jordi dels Valls) de la provincia de Gerona. Tomó el linaje del segundo nombre de la citada villa y sus caballeros fundaron nuevas casas en la ciudad de Lérida, y en Poal. Fueron los Desválls señores del citado lugar de Poal y caballeros del hábito de la orden de San Juan, en el Gran Priorato de Cataluña. San Jordi Desvalls, San Jordi Desválls o San Jorge Desvalls (en catalán y oficialmente Sant Jordi Desvalls) es un municipio español de la comarca del Gironés en la provincia de Gerona, Cataluña, situado al noreste de la comarca y en el límite con la del Bajo Ampurdán. El término municipal tiene 12 km y tiene menos de mil habitantes. Sus orígenes se encuentran en la vía romana que comunicaba Empúries con Girona. El nombre proviene del patrón de la parroquia y del topónimo orográfico “de sus valles”. Se encuentra en un terreno llano regado por el río Ter y las rieras Cinyana y de Sant Mateu. Destaca su núcleo antiguo, presidido por la iglesia de Sant Jordi y los restos del castillo, que ha conservado casi intacto el entramado de calles medievales y un buen número de casas que preservan la fisionomía que tenían siglos atrás, con portales adovelados, dinteles decorados e inscritos, o ventanas de estilo gótico y renacentista. Poal (oficialmente y en catalán, El Poal) es un municipio español de la provincia de Lérida, situado en la comarca de Plana de Urgel, de pequeña extensión, situado al norte de ésta, entre los de Bellvís y Liñola. El Marquesado de Poal es un título nobiliario español creado en 1706 por el Archiduque pretendiente Carlos de Austria, a favor de Antonio Desvalls y Vergés, Señor de Poal, Coronel de Infantería, destacado militar en la Guerra de sucesión española. Este título fue reconocido por el rey Felipe V mediante Real Despacho, el 12 de febrero de 1725 a su hijo Francisco Desvalls y Alegre. Su denominación hace referencia al municipio de Poal, en la provincia de Lérida, (España). |
La Academia Europæa es una organización científica europea no gubernamental fundada en 1988. Sus miembros son científicos y académicos que en conjunto tienen por objeto promover el aprendizaje, la educación y la investigación. Publica la revista European Review a través de Cambridge Journals. Historia El concepto de una 'Academia Europea de Ciencias' se planteó en una reunión en París de los Ministros Europeos de Ciencia en 1985. La Royal Society organizó una reunión en Londres en junio de 1986 con Arnold Burgen (Reino Unido), Hubert Curien (Francia), Umberto Colombo (Italia), David Magnusson (Suecia), Eugen Seibold (Alemania) y Ruud van Lieshout (Holanda), que coincidieron en la necesidad de una Academia Europea. La Academia Europea fue fundada, como Academia Europea de Ciencias, Humanidades y Letras, en una reunión celebrada en Cambridge en septiembre de 1988, con Arnold Burgen como primer presidente. El ministro francés de Ciencia, Hubert Curien, quien más tarde se convirtió en el segundo Presidente de la Academia, pronunció el discurso inaugural. La primera sesión plenaria se celebró en Londres en junio de 1989, fecha en la que había 627 miembros. Secciones de la academia. Los miembros son asignados en las secciones en función de su propia materia de estudio. Historia y Arqueología Estudios Clásicos y Orientales Lingüística Literatura y Teatro Músicología e Historia de arte y arquitectura Filosofía, teología y estudios religiosos Antropología, Educación y Psicología Ciencias Sociales Derecho Economía y Ciencias empresariales Matemáticas Informática Física e ingeniería Química Ciencias de la Tierra y cosmología Bioquímica y biología molecular Biología Celular Fisiología y medicina Biología orgánica y evolutiva La Unión Académica Internacional (Union académique internationale, UAI) es una federación de academias o de agrupaciones de academias, de ámbito nacional, y entidades similares con vocación de cooperar internacionalmente en los campos científicos y culturales. La institución fue creada en 1919 a iniciativa de la Academia de Inscripciones y Lenguas Antiguas, si bien su primera Asamblea general tuvo lugar en Bruselas en 1920, ciudad donde está la sede del secretariado permanente. Sus objetivos son: fomentar la cooperación de las academias dedicadas especialmente a las ciencias filológicas, arqueológicas, históricas y a las ciencias sociales, morales y políticas en un sentido amplio. La UAI se compone de un Consejo Permanente, con presidente, dos vicepresidentes y cinco vocales, un Secretariado Administrativo y la Asamblea General; además de comisiones eruditas y secciones, una comisión de gestión, otra de finanzas y cuentas, y otros comités ad hoc para los nuevos proyectos. El Instituto de Estudios Catalanes participa en la UAI como miembro de pleno derecho desde el 1923. |
La filóloga Teresa Cabré es la nueva presidenta del Institut d'Estudis CatalansJOSEP PLAYÀ MASETBARCELONA03/06/2021El pleno extraordinario del Institut d’Estudis Catalans (IEC) celebrado esta tarde ha elegido como nueva presidenta de la institución a la filóloga Maria Teresa Cabré, que substituirá en el cargo a Joandomènec Ros. Cabré, actual presidenta de la Sección Filológica, encabezaba una candidatura única con Marta Prevosti y Maria Corominas, como vicepresidentas, y Àngel Messeguer, como secretario general.El pleno estaba formado por 284 votantes, entre miembros numerarios, eméritos i presidentes de las sociedades filiales, y la candidatura de Cabré ha obtenido 198 votos a favor, 5 en contra y 13 en blanco, sobre un total de 216 votos emitidos. Un resultado que supera con creces la mayoría absoluta (alcanza el 91% de los votos) y la convierte en la primera mujer que pasará a presidir el IEC, creado en 1907 por Enric Prat de la Riba.
En su primera intervención tras ser elegida, Teresa Cabré resaltado la singularidad del Institut, que reúne a académicos de todos los territorios de habla catalana y de distintas disciplinas. Ha destacado también su independencia de criterio y el hecho de ser la única institución académica de origen catalán. Entre los objetivos del nuevo equipo ha señalado su voluntad de entrar de lleno en el mundo digital, de hacer más visible la institución y de potenciar la investigación en catalanística, entendiendo ese concepto en un sentido amplio, más allá de la lengua y la literatura.
En su primera intervención, la nueva presidenta ha sido rotunda en la necesidad de “hacer investigación en catalán y luego internacionalizarla en lenguas de mayor alcance”. Para hacer más visible el IEC, ha indicado que se va a elaborar una Plan de difusión y comunicación, que suponga un cambio de imagen y una mayor presencia en las redes sociales. Y finamente ha apuntado que entre sus proyectos está la elaboración de un "diccionario normativo pancatalán" que recoja todos los activos de los dialectos pero comparta las características generales de lo que es una única lengua. Cabré ha expresado también su deseo de que el IEC emita no solo informes técnicos sino también opiniones y que sea más escuchado. “Ojalá pudiese ser vinculante para los poderes públicos”, ha añadido.
Ramon Pinyol i Torrents ( Olesa de Montserrat , Baix Llobregat , 22 de julio de 1953 ) es un historiador de la literatura , y profesor de educación secundaria y profesor universitario catalán.
Doctorado en filosofía y letras por la Universidad Autónoma de Barcelona , Pinyol ha desarrollado su labor profesional como historiador de la literatura y en el ámbito de la docencia. Como docente, ha ejercido en la enseñanza secundaria y, posteriormente, lo ha hecho también como profesor de la Facultad de Traducción, Educación y Ciencias Humanas de la Universidad de Vic . También ha sido director de la cátedra Verdaguer de Estudios Literarios de la propia Universidad. En los años ochenta publicó, conjuntamente con Glòria Casals , Núria Cot , Manuel Llanas y Llorenç Soldevila , manuales de lengua ( Nexo: compendio de historia de la lengua ) y literatura (Surco: literatura catalana con textos comentados ), además de una antología literaria ( Garba: antología de textos literarios catalanes ) y, también, ediciones de textos con finalidad didáctica, que tuvieron una amplia difusión.
Su docencia y su actividad investigadora universitarias se han centrado en la literatura y la cultura decimonónicas, en general, y en la obra de Jacint Verdaguer , en particular, y más en concreto en el estudio y edición de la obra y en la repercusión internacional coetánea y posterior. Precisamente, se doctoró con una edición crítica, publicada en 2002, del volumen Patria , de Jacint Verdaguer , autor al que ha dedicado numerosos estudios, sobre todo dentro del Anuari Verdaguer , y de quien, en 1995, preparó dos antologías: Verdaguer y Barcelona , con F. Codina, y Poesía y prosa .
También ha sido editor de Dietari de un peregrino en Tierra Santa (1999) y conMaur Maria Boix i Selva firmó la edición crítica verdagueriana de Montserrat: legendario, canciones, odes (2004). Interesado igualmente por la historia de la traducción y la recepción literaria, entre otros trabajos es coautor de El arte de traducir (2000).
Ha codirigido diferentes colecciones editoriales y también ha coordinado el grupo de investigación Edición de Textos Literarios Contemporáneos. Además, Pinyol ha dirigido los proyectos "Jacint Verdaguer: edición crítica, fuentes, contexto y recepción", "Verdaguer: edición crítica y recepción hispánica e internacional", "Textos literarios contemporáneos: estudio, edición y traducción" y "La obra y la figura de Jacint Verdaguer: elaboración de ediciones críticas y filológicas y estudio de su recepción nacional e internacional coetánea y posterior".
En 2014 ingresó como miembro numerario del Instituto de Estudios Catalanes (IEC), y en 2018 fue nombrado nuevo presidente de la Sección Histórico-Arqueológica del IEC, sustituyendo en el cargo a Josep Massot y Montañero .
Enric Prat de la Riba Sarràa (Castelltersol, 29 de noviembre de 1870 - 1 de agosto de 1917) fue un político y escritor español, de pensamiento catalanista. Es considerado uno de los padres teóricos del nacionalismo catalán. Biografia de real academia de Historia:
Prat de la Riba i Sarrà, Enric. Castellterçol (Barcelona), 29.XI.1870 – 1.VIII.1917. Político e ideólogo.
Como pensador político, muy valorado en su momento y lugar, Prat de la Riba asentó al “catalanismo”, amalgama doctrinal del todo ecléctico y contradictorio más o menos configurado a lo largo de la década de 1880, sobre un fundamento a la vez simplificado —capaz de ser expresado como un catecismo— y sofisticado, con cierto juego intelectual. De la aportación de Prat resultó una síntesis que sus seguidores, con cierta pretensión, llamarían el “catalanismo científico”.
Pero Prat de la Riba, además de ser un ideólogo de peso, fue, al contrario de otros “padres de la patria catalanista”, un político práctico de suma habilidad, pactista cuando convenía e inflexible cuando contaba con circunstancias favorables. Muy al contrario que Almirall, por ejemplo, quien hasta cierto punto inventó el “catalanismo” y lo lanzó por su camino como movimiento, pero que, por su temperamento, fracasó en 1887, Prat demostró desde muy joven ser un muy eficaz político, con gran capacidad organizativa, dotado de un atractivo poderoso, en especial en las distancias cercanas y en su medio habitual.
Por contra, Prat, encumbrado en “su” Barcelona, quedó marcado por cierta timidez y nunca se atrevió con el escenario político o cultural madrileño, hasta entonces el foco de las ambiciones catalanas (Pi Margall, Prim, Figuerola, Balaguer, entre otros). Con su ascenso político fulgurante, siempre seguro y consistente, sin traspiés, quedó fijado el nuevo modelo del éxito a la catalana, que se realizaba “en casa”.
Hijo de campesinos ricos, hisendats, de cierto alarde de abolengo, Prat fue un segundón a la catalana, que, como era costumbre, dejó la casa solariega al hereu y abandonó su nativo Castellterçol (cabeza de partido judicial y distrito electoral) para emprender una carrera profesional en la Ciudad Condal. Estudió Derecho en la Universidad de Barcelona entre 1887 y 1893 y en 1894 se doctoró en la misma materia en la capital estatal, ya que entonces la Universidad de Madrid ejercía el monopolio de tales estudios. Tan brillante se mostró Prat como alumno aventajado que, inmediatamente, en 1895, se hizo cargo, con otros dos compañeros de estudios, de la redacción de la Revista Jurídica de Cataluña, para la cual escribiría una voluminosa parte de su obra, en la forma de artículos y comentarios. Asimismo, a partir de 1895 intervino en las actividades de la Academia de Jurisprudencia y Legislación de Barcelona. Para resumir, al terminar su carrera, Prat ya era un joven jurista reconocido en la capital catalana.
Prat de la Riba fue un estudiante universitario excepcional —todo matrículas, según su expediente— que supo rodearse de lo más empollón y lúcido en las aulas y claustros de la Universidad de Barcelona, en las Facultades de Derecho (Durán Ventosa y su primo Ventosa Calvell, Cambó, más joven, entre otros) y Arquitectura (Puig Cadafalch): un marcado contraste con sus compañeros de aula, los hermanos Arana, Sabino, imposible estudiante de Leyes que abandonó la carrera para proseguir sus elucubraciones, y Luis, quien sí acabó, pero no ejerció como arquitecto.
Como novel alumno universitario, en 1887, Prat ingresó en el Centre Escolar Catalanista, para ser nombrado presidente de la entidad en 1890-1891. En 1891, fue elegido secretario de la Junta de la recién fundada Unió Catalanista. Por ello, Prat intervino directa y hasta destacadamente en la preparación y los debates de la asamblea de Manresa que aprobó las llamadas “Bases” en marzo de 1892, auténtico proyecto de Monarquía dual para España, con Cataluña como corona paralela, según el patrón austro-húngaro entonces imperante.
Socio de la Lliga de Catalunya hasta 1899, el joven hijo de payeses supo congraciarse ánimos y hacerse admirar o querer hasta crear un núcleo de trabajo que literalmente secuestró el catalanismo, con la creación del Centre Nacional Català en ese mismo 1899, para reinventarlo como partido político (la Lliga Regionalista, fundada en 1901), dispuesto para la brega electoral.
Con la Lliga Regionalista y su triunfo en Barcelona en los comicios legislativos de 1901 se rompió de modo definitivo el antipoliticismo impuesto en 1887 por la Lliga de Catalunya, contra las pretensiones de Almirall. A la vez que partido y máquina electoral, la creación pratiana era también una fuerza de considerable capacidad para la movilización cultural y ciudadana.
No fue nada accidental que él dirigiera el diario La Veu de Catalunya, órgano de la nueva Lliga, en cuyas páginas publicó una gran cantidad de artículos, en los que pretendió sentar doctrina. Prat supo aventajar la idea, todavía larvada en Almirall, que sostenía que Cataluña se encontraba encarnada en su sociedad civil, vivo y laborioso tejido humano frente al hueco Estado borbónico y liberal instalado en Madrid. Su planteamiento dio su fruto cuando, en el otoño de 1905, el espíritu provocador y satírico de los regionalistas contra el creciente militarismo dio pie a un estallido de ira contra su prensa por parte de los oficiales de las guarniciones de Cataluña, y éstos fueron secundados ampliamente, y el Gobierno liberal de Moret prefirió dar la razón a los insubordinados y tiró adelante la famosa “Ley de jurisdicciones” que pasaba delitos de opinión patriótica a los tribunales militares.
Entonces, como respuesta a la concesión liberal, Prat pudo forjar una plataforma transversal derechaizquierda, izquierda-derecha, de los carlistas a los republicanos, titulada la Solidaritat Catalana, idea lanzada en 1906 y exitosa en las elecciones generales de 1907. Por mucho que la Lliga fue una potencia electoral limitada, supo dar la impresión de ser hegemónica en Cataluña, lo que distaba mucho de ser verdad.
Aunque conocía Madrid —allí realizó su doctorado—, Prat no sintió la atracción capitalina; dejó ese menester a Cambó, personaje político muy diferente, con quien supo trabajar, pero con quien tuvo importantes roces y conflictos, en especial entre 1909 y 1911.
Así, con Cambó en Madrid, Prat se dedicó en exclusiva a su carrera política en Cataluña, sin jamás salir de ella.
La Diputación Provincial de Barcelona, “aquell poc radi d’acció”, era sumamente aprovechable. En 1905 —el mismo año en que se casó con Josefina Dachs, con quien tuvo dos hijos— fue elegido diputado provincial por el primer distrito (Barcelona-Badalona).
En 1907, tras las elecciones provinciales de ese año, la asamblea provincial le escogió presidente de la Diputación barcelonesa, a pesar de carecer de una mayoría. Con un supremo sentido del manejo de los resortes del poder administrativo, Prat hizo gala de una gran inteligencia en la creación de organismos, dio empleos hasta a enemigos ideológicos si su valía les hacía merecedores y así supo constituir un ambiente de meritocracia catalanista que contrastaba felizmente con el ambiente reinante en la administración pública española (o así se creyó en Cataluña).
Para frustración de su confesor, el padre Torras i Bagès, Prat era resueltamente “latitudinario” en temas teologales, como, por lo contrario, no lo era en temas patrios: su criterio básico era que, siempre que alguien fuera catalanista (en cualquier sentido de la palabra), sus restantes creencias eran menos relevantes, si bien su inteligencia y su honestidad eran importantes valores a tener en cuenta. Ante tal laxitud, Torras se excusó con su encumbramiento eclesial y dejó la tarea de vigilar la conciencia pratiana al inteligente jesuita Ignasi Casanovas, sin duda más flexible como consejero espiritual. Ni que decir tiene que, en los comicios provinciales de 1909 y 1913, Prat se vio reelegido por el distrito de Vic-Granollers.
Prat consagró su reputación como magnífico gerente de los servicios existentes y dirigente creativo de actividades innovadoras de todo signo, desde el Institut d’Estudis Catalans al programa agropecuario.
Con tales haberes, Prat fue reelegido reiteradas veces como jefe de la Diputación barcelonesa en 1909, 1911, 1913 y 1917. Como activo defensor de la noción de una mancomunidad de las diputaciones provinciales catalanas, en 1914 fue asimismo elegido presidente de la flamante Mancomunitat de Catalunya tras su creación por el conservador Dato, mediante Real Decreto (ni Canalejas, ni Romanones lograron imponerse a las Cortes liberales de 1911-1913 para lograr dicha legislación). Por supuesto, aprovechó la nueva coordinación interprovincial para fundar toda suerte de nuevos servicios públicos, desde la multitud de escuelas profesionales (del Trabajo, Agricultura, Administración Pública, Arte Dramático, Bibliotecarias, como parte de una larga lista que podría continuar) hasta la Biblioteca de Cataluña y la red de bibliotecas populares (no había biblioteca provincial en Barcelona), al apoyo contundente ofrecido a la labor normalizadora del idioma catalán emprendida por Pompeu Fabra, muy polémica en su día, hasta la red de carreteras automovilísticas y las conexiones telefónicas que dependían de una empresa pública catalana (entonces innovaciones casi atrevidas). El discurso oficial fue el de L’obra realitzada y L’Obra a fer por la Mancomunitat, tópicos aún vivos, que han sobrevivido casi un siglo de vida política catalana. Dicho de otro modo, Prat se convirtió en lo más cercano a un estadista que se podía ser sin salir del escenario catalán.
Aunque se sabía que no se encontraba bien de salud, fue reelegido en 1917 y, no mucho después, falleció en el cargo.
El pensamiento político de Prat se puede ordenar en dos grandes etapas, marcadas respectivamente por dos obras: en primer lugar, el muy corto texto, Compendi de la doctrina catalanista, un catecismo patriótico redactado en colaboración con su primo Pere Muntanyola y publicado con mucho ruido en 1894; y, en segundo, su libro La Nacionalitat catalana, aparecido en 1906, como texto de fondo preparatorio de la campaña de la Solidaritat Catalana. Evidentemente, como se puede constatar en los tres gruesos tomos de sus Obras completas, recopiladas por los historiadores Balcells y Ainaud de Lasarte, Prat de la Riba escribió bastante más, muchísimos artículos, sobre temas muy variados, tanto, de joven, para la Revista Jurídica de Cataluña, como, siendo ya más maduro, para su diario partidista La Veu de Catalunya, y ello sin contar sus escritos legales y sus muchos textos como presidente de la Diputación de Barcelona y la Mancomunitat de Cataluña.
Su primera fase deriva de los pensadores políticos anteriores, como Almirall, pero también, por ejemplo, Balaguer (véase su apropiación descarada de la “Catalan ‘Whig interpretation of History’” que ya, medio siglo antes, había anticipado éste). Pero también aprovechó las lecciones de los escritores católicos post-balmesianos, en especial los curas publicistas vigatans o vicenses como Jaume Collell y el ya citado Torras. Y por ende estaban todas las fuentes del Derecho mamado en la Facultad por un estudiante que sí leía con fruición y beneficio, desde la escuela histórica alemana de Savigny hasta las últimas novedades jurídicas o políticas francesas reseñadas en la Revista Jurídica. Así, Prat, dentro de un arco determinado de pensamiento, tenía fondo.
El texto del Compendi de la doctrina catalanista era breve: tan sólo 31 páginas. Pero se hizo un alarde de promoción; en la época, se aseguró que se imprimió una edición de propaganda de 100.000 ejemplares.
En su catecismo, Prat y su primo Muntanyola establecen el principio axiomático: Cataluña es la nación de los catalanes y España meramente el Estado que la engloba; la una es duradera y la otra potencialmente fugaz. Ello, a mediados de la década de1890, provocó un escándalo considerable, que nunca se ha apagado del todo. La obra fue “premiat en lo concurs regionalista del Centre Català de Sabadell; aprobat per la Junta Permanent de la Unió Catalanista”: o sea, que tenía la bendición del núcleo de Sabadell que se enfrentó a Almirall y de quienes le enterraron mediante el ninguneo. Redundó en su argumento en otros textos inflamatorios, como su Missatge dels catalans a S.M. Jordi I, rei dels Helens, pequeño ejercicio de oportunismo propagandístico sugerido en marzo de 1897 por el helenista Rubió i Lluch, para aprovechar la excusa de la contienda turco-griega sobre Creta. La verdad es que Prat redactó un montón de manifiestos, unos firmados y muchos otros no, o con la signatura de otros. Prat no era orgulloso: el fin estaba por encima de tales nimiedades.
En La Nacionalitat catalana, Prat reelaboró el simple esquema contrastado de Patria y Estado, propio del Compendi, para situarlo en una secuencia de metáforas políticas de largo alcance: las naciones viven ciclos de patrón anual, de estaciones, como las personas, sólo que su capacidad de renacer supera la mortalidad del mero individuo. Cataluña ha tenido su verano, otoño e invierno; toca, al alba del siglo xx, su primavera. Plenitud nacional es la realización completa del vínculo hombre-tierra (entendida como sinónimo de territorio): una vez establecida una gente en un lugar su compenetración se hace historia, adquiere la pátina del tiempo, pero se mantiene fija. El despertar nacional por la cultura, llevaba consigo la constitución de una “Greater Catalonia”, una zona de protagonismo linguístico del idioma catalán, pero también la culminación “imperial” del catalanismo político e “intervencionista” (véase el capítulo culminante de La Nacionalitat catalana), en la cual la Cataluña, moderna e industrial, enseñaría a la España, atrasada y agraria, cómo desarrollar su potencial: un intercambio entre iguales, que trocaba dotes de gestión por poderes de mando, un acuerdo desarrollista, tanto económico como político, que por fin dotaría a Cataluña de su Monarquía particular, a cambio de una aportación esencial catalana al quehacer hispano: el estilo práctico de resolver problemas propio del hombre de negocios, entendido como prototipo del profesional liberal (por ejemplo, el ingeniero).
Así, mientras en Madrid protagonistas como Ortega y Gasset ofrecían al intelectual, en tanto que profesional, como protagonista social de una regeneración nacional española, Prat (y, con él, Cambó) proponían desde Barcelona al empresario como gestor en surgimiento de un ibérico “haz de naciones”, que haría del Rey un auténtico partícipe en el cambio. Tal realce del papel interestatal del Estado español, recuperado como potencia, serviría como empeño de una independencia catalana dentro de España (como Baviera en el Imperio Alemán o Hungría en la Monarquía dual de los Habsburgo). Este esquema —entonces del todo moderno— lo mantuvo Prat de la Riba hasta su muerte, tal como demuestra el programa “Por Cataluña y la España Grande”, que redactó mientras literalmente se extinguía entre 1916 y 1917.
Al morir Prat en el verano de 1917, de una afección suprarrenal (curiosamente la misma que mató a Sabino Arana, adquirida, igual que el prócer vasco, por contagio en la ergástula), su figura quedó a salvo, al margen de las grandes operaciones maduras de la Lliga. Fue Cambó en el verano de 1917, mientras Prat agonizaba, quien fracasó en la gran jugada de la “Asamblea de Parlamentarios”, como la gran oportunidad para realizar la “revolución burguesa” dentro de la Monarquía alfonsina. Fue Cambó y no Prat —ya difunto e instantáneamente mitificado— quien convirtió a la Lliga Regionalista en el primer “partido-bisagra” dentro del sistema parlamentario de la Constitución de 1876, y así dio fuelle al gastado “turnismo”, al poder situarse entre los liberales y los conservadores.
Fue Puig i Cadafalch, sucesor de Prat en la presidencia de la Mancomunitat, quien purgó a los intelectuales como Eugenio d’Ors y tonteó infructuosamente con Primo de Rivera en 1923; fue Cambó quien intentó, sin lograrlo, convertir a la Lliga Regionalista en una fuerza española en 1918 y otra vez en 1930-1931, para malograse su intento de salvar la institución monárquica.
Contrastado así con sus herederos, Prat de la Riba se convirtió en un personaje de fácil “mitologización”, en “catalanista histórico” bueno, humilde y socarrón en privado, pero de gran autoridad latente, frente al maquiavélico Cambó, devenido millonario en los primeros años de la década de 1920, luego rico, burgués, supuestamente corrupto, degenerado, cuya autoridad se suponía externa, una mera pose. La fama de Prat quedó codificada en una expresión de su protegido D’Ors: él fue “el seny ordenador de Catalunya”.
Obras de ~: con P. Montanyola, Compendi de la doctrina catalanista, Sabadell, Imprenta de Lo Catalanista, 1894; Missatge dels catalans a S.M. Jordi I, rei dels Helens, [¿Barcelona?], Imprenta de L’Avenç, [1897]; Ley jurídica de la industria: estudio de filosofía jurídica seguido de bases para la formación de un código industrial, Barcelona, Libr de Penella y Bosch, 1898; Los Jurados mixtos para dirimir las diferencias entre patronos y obreros y para prevenir o remediar las huelgas, Madrid, Imprenta del Asilo de Huerfanitos del Sagrado Corazón de Jesús, 1901; Corts Catalanes: proposicions y respostes, Barcelona, Tipografía L’Anuari de la Exportació, 1906; La Nacionalitat catalana, Barcelona, Tipografía L’Anuari de la Exportació, 1906; A. Royo Villanova (trad. y ed.), La Nacionalidad catalana, Valladolid, Imprenta Castellana, 1917; Història de la nació catalana, edició adaptada a la colección Minerva, Barcelona, Consell de Pedagogia de la Diputació, [1918?].
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