Luis Alberto Bustamante Robin; Jose Guillermo Gonzalez Cornejo; Jennifer Angelica Ponce Ponce; Francia Carolina Vera Valdes; Carolina Ivonne Reyes Candia; Mario Alberto Correa Manríquez; Enrique Alejandro Valenzuela Erazo; Gardo Francisco Valencia Avaria; Alvaro Gonzalo Andaur Medina; Carla Veronica Barrientos Melendez; Luis Alberto Cortes Aguilera; Ricardo Adolfo Price Toro; Julio César Gil Saladrina; Ivette Renee Mourguet Besoain; Marcelo Andres Oyarse Reyes; Franco Gonzalez Fortunatti; Patricio Hernández Jara; Demetrio Protopsaltis Palma;
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Pedro Antonio de Aragón y Fernández de Córdoba.
Biografía
Aragón y Fernández de Córdoba, Pedro Antonio de. Marqués consorte del Pobar (II). Lucena (Córdoba), 7.XI.1611 – Madrid, 1.IX.1690. Político y bibliófilo.
Nacido en la villa cordobesa de Lucena, Pedro Antonio de Aragón fue el segundo hijo del matrimonio formado por Enrique de Folch y de Cardona, VI duque de Cardona y Segorbe, y de Catalina Fernández de Córdoba. Su pertenencia a esos dos grandes linajes nobiliarios, el primero vinculado a la Corona de Aragón y el segundo a Castilla, le permitieron entrar y formar parte de forma activa en el engranaje político y cortesano de los últimos monarcas de la casa de Austria a pesar de su condición de segundón.
Su infancia y adolescencia estuvo marcada por la importante figura de su padre. Enrique de Folch fue, a lo largo de esos años, una de las principales figuras políticas tanto en la Corte de Felipe IV como en las relaciones entre la Corona y los estados aragoneses.
En 1618, el duque de Cardona decidió abandonar sus estados en Andalucía para trasladarse e instalarse de nuevo junto con su familia en el Principado de Cataluña, basculando su vida entre el palacio ducal de Arbeca (Lérida) y la residencia palaciega de Barcelona.
En el año de 1629, con apenas dieciocho años, Pedro Antonio se dirigió a Madrid con objeto de contraer matrimonio con Jerónima de Guzmán y Dávila, que ostentaba el título de II marquesa de Pobar. A partir de ese momento, Pedro Antonio pasó a utilizar dicho título y, poco después del enlace, regresó a Cataluña como asistente de su padre en el gobierno del Principado. Enrique de Folch ya había sido virrey del Principado de Cataluña entre 1630 y 1638, una etapa complicada en las relaciones entre la monarquía de Felipe IV y las instituciones catalanas y en las que Pedro Antonio fue actor secundario al lado de su progenitor. Las tensas cortes de 1632, el inicio de la guerra contra Francia (1635) o el desarrollo de las campañas posteriores fueron algunos de esos episodios que, sin lugar a dudas, contribuyeron a forjar la personalidad del novel marqués del Pobar.
Esta situación de preeminencia de los Cardona en Cataluña cambió de forma radical durante los meses posteriores a la revolta catalana de 1640. Con el asesinato del conde de Santa Coloma, virrey del Principado en el momento del inicio de la revolta, Felipe IV se vio obligado a buscar una nueva figura que pudiera ser aceptada y respetada por los catalanes y que contribuyera al retorno de la provincia sublevada. Esa figura era Enrique de Folch, un hombre que, a pesar de las turbulencias de su pasado virreinal con las instituciones catalanas, gozaba de un gran respeto en Cataluña.
Enrique asumió el gobierno de nuevo, marchando al día siguiente de su nombramiento al Rosellón. A los pocos días se reunió con él Pedro Antonio de Aragón quien, apenas un mes más tarde, tuvo que asistir en Perpiñán al propio deceso de su padre. Tras el fallecimiento de Enrique, Pedro Antonio regresó a Barcelona con objeto de reunirse con su familia y, posteriormente, dirigirse a los territorios dominados por las tropas de Felipe IV.
Tras el fallecimiento del duque de Cardona fue su esposa, Catalina Fernández de Córdoba, quien llevó a cabo el papel de interlocutora entre la monarquía de Felipe IV y las instituciones catalanas en esos primeros meses de la revuelta. A pesar de intentar la pacificación del territorio y el regreso de la provincia rebelde bajo la tutela de la Monarquía hispánica, la duquesa siempre fue tratada con respeto por parte de las autoridades catalanas, dada su posición social y política. No ocurrió lo mismo con sus hijos, de quienes los catalanes sospechaban abiertamente. De hecho, tras la entrada de las tropas reales en el Campo de Tarragona y la ocupación de la ciudad en diciembre de 1640 al mando del nuevo virrey de Cataluña, el marqués de los Vélez, Pedro Antonio de Aragón, y su hermano Antonio, a la sazón miembro del Consejo de la Inquisición y que juntos habían alcanzado las líneas castellanas unos meses antes, solicitaron permiso para regresar a Barcelona y asistir a su madre.
Concedido el permiso al recibimiento de entrada sólo acudió el obispo de la ciudad, no en vano el desprestigio de la casa ducal de Cardona en Cataluña era una realidad derivada de su claro apoyo al bando realista.
La situación se fue complicando durante los meses posteriores a la llegada de los dos hermanos a Barcelona hasta que, el 4 de enero de 1641, fueron recluidos por las autoridades catalanas en las cárceles reales bajo sospecha de llevar a cabo espionaje en favor del marqués de los Vélez. Con dos de sus miembros en prisión y la duquesa viuda recluida en el convento de las carmelitas descalzas de Barcelona, la casa de Cardona tuvo que ver cómo buena parte de sus dominios y derechos eran confiscados por la Generalitat. La situación de reclusión se mantuvo hasta noviembre de 1641 cuando, fruto de unas complicadas negociaciones iniciadas ya en mayo, la duquesa y sus hijos fueron canjeados por la embajada catalana ante Felipe IV cerca de la villa de Montblanc (Tarragona). Tras su liberación todos los Cardona, con Catalina a su frente, marcharon hacia Huesca por orden del Rey con objeto de trabajar desde allí en la reconciliación entre el Principado y la Monarquía.
En febrero de 1642, Pedro Antonio de Aragón recibió en el exilio oscense el nombramiento de general del Ejército de Socorro que se estaba organizando entre Monzón y Fraga así como el de virrey del Principado.
Al frente de ese ejército marchó Pedro Antonio en dirección a Tarragona para entrevistarse con el hasta entonces virrey del Principado, el marqués de la Hinojosa, para acto seguido dirigirse hacia el Rosellón.
Cerca de la población de La Granada (Barcelona) sufrió una ofensiva de las tropas franco-catalanas cayendo prisionero y siendo trasladado a la prisión de Montpellier (Francia). Su cautiverio se prolongó durante casi dos años, durante los que escribió el tratado Geometría militar, y su liberación fue posible gracias al fuerte rescate que pagó la familia de los Cardona.
A pesar del estrepitoso desastre militar en la Granada dos años antes, y del consiguiente desprestigio del personaje en la Corte, su regreso se vio acompañado del nombramiento de gentilhombre de cámara del Príncipe de Asturias y encargado de su educación.
Durante su etapa en la casa del Príncipe acompañó a éste durante todos sus desplazamientos hasta su fallecimiento en Zaragoza en 1646. Precisamente este último viaje del heredero de la Corona marcó el destino político inmediato del marqués de Pobar. En la primavera de 1646 Felipe IV y el Príncipe se dirigieron hacia Navarra para que las Cortes del Reino juraran a Baltasar Carlos como heredero a la Corona. Durante su estancia en la capital navarra, el Príncipe enfermó gravemente hasta el punto en que los médicos temieron por su vida. Una vez recuperado, la comitiva regia se dirigió hacia Zaragoza con la intención que el Príncipe jurase como heredero del reino de Aragón, pero durante su estancia en la capital aragonesa recayó en la enfermedad falleciendo el 9 de octubre de aquel mismo año. Tras la muerte de Baltasar Carlos, Pedro Antonio de Aragón cayó en desgracia en la Corte teniendo que marchar a las posesiones que los Cardona tenían en el ducado de Segorbe. Los motivos de esa salida de la Corte tendrían su origen en las fundadas sospechas que se cernían en el círculo íntimo del monarca sobre el marqués del Pobar, en las que se culpaba a éste del fallecimiento del heredero tras contribuir en los amores ilícitos del Príncipe con algunas mujeres de la zona.
El abandono de la Corte de Pedro Antonio se prolongó durante más de diez años. En 1660 se encuentra participando en la comitiva de Felipe IV durante la firma del Tratado de los Pirineos, en la isla de los Faisanes, en calidad de capitán de la Guardia Borgoñona.
El retorno se debió producir gracias a la intercesión y al papel político que desarrollaron dos de sus hermanos en la Corte del Rey Planeta a lo largo de aquellos años: Luis de Cardona, VII duque de Cardona, y Pascual de Aragón, en aquellos momentos fiscal del Consejo de la Inquisición y presidente del Consejo de Aragón. Amén de ello no cabe menospreciar el hecho de que la hermana de Pedro Antonio, Catalina de Cardona, estaba casada con el privado del Rey, Luis de Haro, desde 1626.
Durante los primeros años de la década de 1660, el marqués de Pobar fue recuperando la confianza de la Corona lentamente, alcanzando sus primeros frutos en 1664. En esa fecha, y viudo de su primera esposa desde 1641, contrae segundas nupcias con su prima hermana Ana Fernández de Córdoba y Figueroa, hija del V marqués del Priego. Al poco de celebrar el enlace, Felipe IV le nombra embajador en la corte romana de Alejandro VII, sustituyendo en el cargo a su hermano Pascual de Aragón que es enviado a Nápoles en calidad de virrey.
Tras el fallecimiento de Felipe IV (1665), la reina Mariana de Austria, como regente de su hijo Carlos, ordena el regreso de Pascual de Aragón a la Corte para ser nombrado inquisidor general, cargo que al final no ocuparía en favor del padre Everardo Nithard y a cambio de la titularidad de la mitra toledana. Vacante el gobierno napolitano, Mariana llamó a Pedro Antonio de Aragón para sustituir de nuevo a su hermano en el cargo. El marqués del Pobar hizo su entrada oficial en Nápoles el 16 de abril de 1666, llevándose a cabo un espectacular desfile barroco en el que destacaban los más de ochenta carruajes tirados por seis caballos cada uno, además de otros coches de cuatro y dos caballos.
El gobierno de Pedro Antonio de Aragón en Nápoles, que se alargó hasta 1672, se movió en torno a dos direcciones. Su objetivo primordial fue el de asegurar la estabilidad del Reino mediante la economía y la pacificación del campo, sacudido de forma constante por el fenómeno del bandolerismo. Premio de su esmero político resultó el nombramiento que recibió por parte de la Corona para ser su embajador especial en la coronación de Clemente X como nuevo Pontífice (1671). El otro gran objetivo fue el desarrollo de una importante política de carácter asistencial y benéfica que se concretó en la construcción de nuevas y modernas infraestructuras, como el Real Hospicio de los Pobres de San Pedro y San Genaro, o las fuentes públicas del Poggio Reale, santa Catalina de Fornello, Mezzo Cannone y Monte Oliveto.
La corte virreinal pasó a convertirse en uno de los centros culturales más activos de la península italiana y del mundo hispánico gracias al mecenazgo de Pedro Antonio. Literatos, artistas e intelectuales formaron parte de un escenario que intentaba emular a la corte literaria que Alfonso V el Magnánimo entre 1416 y 1458 reunió en esa misma ciudad apenas dos centurias antes, y de cuyo agradecimiento se dejaron muestras patentes en las numerosas obras que salieron de las prensas trasalpinas a lo largo de aquellos años.
El uso de la figura de Alfonso el Magnánimo fue una hábil estratagema por parte del virrey, quien no sólo legitimaba así su presencia ante los napolitanos sino que además le permitía explotar en su máxima dimensión su vinculación sanguínea con el Rey—recuérdese que Carlos II y Pedro Antonio de Aragón tenían como ascendente común a Fernando I de Aragón (1412-1416)--. Claro ejemplo de esa admiración es el traslado de los restos del monarca aragonés de Nápoles al Panteón Real de Poblet en 1671.
El monasterio de Poblet (Tarragona), que albergaba el panteón familiar de los Cardona, fue el destinatario de buena parte de las obras de arte que impulsó el virrey durante sus años de gobierno en Nápoles. Reliquias, cuadros, ornamentos litúrgicos, estatuas y otras obras de arte fueron enviadas desde Italia, siendo su biblioteca personal el legado de mayor importancia y entidad. Según un inventario realizado por el monje benedictino Jaume Finestres en 1732, esa biblioteca constaba de más de cuatro mil volúmenes perfectamente encuadernados, dorados y marcados con las armas de Pedro Antonio de Aragón.
La etapa napolitana del personaje concluyó en 1672 cuando fue llamado a la Corte, que en aquellos momentos se hallaba polarizada entre quienes apoyaban a la reina madre, Mariana de Austria, o al hermanastro del rey, Juan José de Austria. Los Cardona, con Pedro Antonio y Pascual al frente, y otros importantes linajes nobiliarios, apostaron de forma abierta por el bando del hijo bastardo de Felipe IV. A pesar de ser nombrado presidente del Consejo de Aragón (1672), de presidir las Cortes del Reino (1677-1687) y de serle concedida la Grandeza de España a título personal (1677), Pedro Antonio fue uno de los principales líderes del partido nobiliario contrarios al poder de Mariana de Austria. La muerte de Juan José y el fin de la regencia sobre Carlos II no mermaron la situación de Pedro Antonio, quien se consolidó como uno de los políticos más importantes durante el reinado del último monarca de la casa de Austria.
Los últimos años de la vida de Pedro Antonio de Aragón vinieron marcados por la disputa legal contra su sobrina por la titularidad de los títulos vinculados a la casa de Cardona y de Segorbe. Tras el fallecimiento de su sobrino Joaquín de Aragón y Cardona en 1670, el marqués del Pobar reclamó los títulos en virtud de ser el varón más próximo a efectos de sucesión. Por el otro lado, Catalina Antonia de Aragón, esposa del duque de Medinaceli, reclamaba sus derechos en condición de hija y hermana de los dos anteriores duques de Cardona y Segorbe. El litigio llegó a su fin en 1679 tras el fallecimiento de la segunda esposa de Pedro Antonio. La concordia entre las dos ramas de la casa de Cardona se concretó con la renuncia de Pedro Antonio de Aragón a los títulos y rentas de las casas de Cardona y Segorbe a cambio de una compensación económica y del matrimonio con su sobrina-nieta Catalina de la Cerda y Aragón (1680), hija de los duques de Medinaceli y que apenas contaba en aquel instante con diecisiete años de edad. De ese enlace nacieron dos hijos que no llegaron a edad adulta, pero, a pesar de ello, Carlos II elevó la grandeza de España de Pedro Antonio de Aragón a la condición de hereditaria mediante Real Cédula de 1683.
Pedro de Aragón falleció sin descendencia directa en su residencia de Madrid el primero de septiembre de 1690, pasando todos sus títulos a la casa de Medinaceli. Recibió sepultura en el convento de los Trinitarios Descalzos de Madrid, siendo trasladados sus restos al panteón familiar de los Cardona en el monasterio de Poblet en abril de 1691 por orden de su viuda.
Obras de ~: Geometria militar, en la cual se comprenden las matemáticas de la fortificación y las tablas polimetricas proporcionales para dar medida á cualquier plaza, Nápoles, 1671.
Bibl.: J. Gramunt i Subiela, “Notas biográficas de don Pedro Antonio de Aragón”, en Boletín arqueológico (BA) (Tarragona), época IV, fasc. 1-2 (enero-junio de 1947), págs. 15-21; J. Domínguez Bordona, “La biblioteca del Virrey don Pedro Antonio de Aragón”, en BA, fasc. 2 (abril-junio de 1948), págs. 37-53; “La biblioteca del Virrey don Pedro Antonio de Aragón. Addenda. Libros conservados en Poblet”, en BA, fasc.
30 (abril-junio de 1950), págs. 66-86; A. J. Soberanas i Lleó, “La biblioteca del Virrey D. Pedro Antonio de Aragón. Notas bibliográficas de los libros conservados en la biblioteca ‘Font de Rubinat’ (Reus)”, en BA, fasc. 57-60 (enero-diciembre de 1957), págs. 71-82; P. Bohigas, “Més llibres de la biblioteca de don Pedro Antonio de Aragón”, en Miscellanea Populetana, 1966, págs. 483-490; F. Barrios, El Consejo de Estado de la Monarquía española (1521-1812), Madrid, Consejo de Estado, 1984; J. Arrieta Alberdi, El Consejo Supremo de la Corona de Aragón (1494-1707), Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1994; S. Torras i Tilló, Els Ducs de Cardona: art i poder (1575-1690): una proposta d’estudi i d’aproximació a la història, art i cultura a l’entorn de la casa ducal en l’època moderna, tesis doctoral, Barcelona, Universitat Autònoma, 1997; P. Molas Ribalta, “La Duquesa de Cardona en 1640”, en Cuadernos de Historia Moderna, 29 (2004), págs. 133-143; C. Blanco Fernández, “Poder y cultura, el libro religioso en la biblioteca de don Pedro Antonio de Aragón”, en A. Cortés Peña (ed.), Religión y poder en la Edad Moderna, Granada, Universidad, 2005, págs. 297-314; D. Carrió-Invernizzi, Entre Nápoles y España. Cultura política y mecenazgo artístico de los virreyes Pascual y Pedro Antonio de Aragón (1611-1672), Madrid, Centro de Estudios Europa Hispánica, 2009.
Ascendencia
Padres | Abuelos | Bisabuelos | Bisabuelos | ||||||||||
Diego Fernández de Córdoba (1524 – 1601) | Luis Fernández de Córdoba y Pacheco (1482 – 1564) | ||||||||||||
Francisca Fernández de Córdoba y de la Cerda (ca. 1500 – 1571) | |||||||||||||
Luis Ramón de Aragón Folc de Cardona y Córdoba (1558 – 1596) | |||||||||||||
Juana de Aragón Folç de Cardona (1543 – 1608) | Alfonso de Aragón y Portugal (1489 – 1563) | ||||||||||||
Juana Folch de Cardona y Manrique de Lara (1504 – 1564) | |||||||||||||
Enrique de Aragón Folc de Cardona y Córdoba (1588 – 1640) | |||||||||||||
Luis Enríquez de Cabrera (1530 – 1596) | Luis Enríquez y Girón (1500 – 1572) | ||||||||||||
Ana de Cabrera y Moncada (1508 – 1565) | |||||||||||||
Ana Enríquez de Cabrera y Mendoza (1561 – 1607) | |||||||||||||
Ana de Mendoza (ca. 1540 – 1595) | Diego Mendoza y Aragón (1520 – 1566) | ||||||||||||
María de Mendoza (1510 – 1554) | |||||||||||||
Pedro Antonio de Aragón-Córdoba-Cardona y Fernández de Córdoba (1611 – 1690) | |||||||||||||
Juan Matías de Córdoba y Figueroa (ca. 1525 – 1589) | Lorenzo III Suárez de Figueroa (1505 – 1528) | ||||||||||||
Catalina Fernández de Córdoba y Enríquez (1495 – 1569) | |||||||||||||
Pedro Fernández de Córdoba y Figueroa (1563 – 1606) | |||||||||||||
Catalina Fernández de Córdoba y Figueroa (1547 – 1574) | Pedro Fernández de Córdoba y Figueroa (1519 – 1552) | ||||||||||||
Ana de la Cruz Ponce de León (1527 – 1601) | |||||||||||||
Catalina Fernández de Córdoba y Figueroa (1589 – 1646) | |||||||||||||
Fernando Enríquez de Ribera y Portocarrero (1517 – 1594) | Fernando Enríquez de Ribera (c. 1480 – 1522) | ||||||||||||
Inés Portocarrero y Cárdenas (1490 – 1546) | |||||||||||||
Juana Enríquez de Ribera y Cortés (c. 1565 – 1635) | |||||||||||||
Juana Cortés Ramírez de Arellano (1533/1536 – 1588) | Hernán Cortés (1485 – 1547) | ||||||||||||
Juana Ramírez de Arellano y Zúñiga (1509 – 1578) |
Biblioteca personal.
Pedro Antonio de Aragón (1611-1690) fue un personaje brillante de la corte de Felipe IV y Carlos II. Entre otros cargos, ocupó el de virrey y capitán general de Cataluña y virrey de Nápoles. Fue uno de los grandes mecenas del monasterio de Poblet , al que dio su biblioteca en 1677. Al año de su muerte trasladaron también sus restos mortales. A semejanza de otros nobles de su época reunió una importante biblioteca, aumentada sobre todo entre los años 1662 y 1672 durante su estancia en Italia.
Esta biblioteca destaca por la abundancia de temáticas diversas, destacando un buen número de impresos y de manuscritos sobre asuntos de estado, históricos, políticos y militares. Además de la importancia de la temática, estos libros son especialmente apreciados por su encuadernación.
Los 401 volúmenes que se conservan en la Biblioteca Pública de Tarragona es el principal lote, junto con el conservado en el Monasterio de Poblet. En su tiempo, la biblioteca llegó a tener más de 3.600 volúmenes. Este fondo fue inventariado por Jesús Dominguez Bordona
La Biblioteca Pública de Tarragona ( BPT ) es una biblioteca de titularidad estatal y gestionada por la Generalidad de Cataluña que se encuentra en el número 30 de la Calle Fortuny de Tarragona . Forma parte del sistema de lectura pública de Cataluña, prestando los servicios propios de biblioteca y contribuyendo a la implementación de proyectos y programas comunes. De su valioso fondo patrimonial destacan 318 manuscritos (de entre los siglos X al XVIII ), 230 incunables , 401 volúmenes de la Biblioteca del virrey Pedro Antonio de Aragón (s. XVII) y cerca de 35.000 volúmenes de los siglos XVI en el xix .
Aragón-Córdoba-Cardona.
La Casa de Cardona (o Folch de Cardona) es una casa nobiliaria española, originaria de la Corona de Aragón, concretamente de Cataluña. Fue la segunda casa aragonesa más importante después de la casa real, y ostentaron la dignidad de Grandes Condestables de Aragón y duques de Cardona.
La Casa Real de Aragón fue la primera dinastía que ostentó el título de Reyes de Aragón. A lo largo de sus cinco siglos (XI-XVI) de vigencia gobernaron veintiún monarcas, manteniendo, en líneas generales, una cierta proyección mediterránea y una política de acercamiento a Francia y a otras grandes casas reales europeas.Con origen en la casa real surgieron otras ramas menores de la casa de Aragón, como la rama de los duques de Villahermosa y condes de Luna y rama de los duques de Montalto.
Fernández de Córdoba.
La Casa de Córdoba es un linaje nobiliario español originario de la Corona de Castilla, cuya creación se debe a la participación en la conquista de Córdoba del noble gallego Fernán Núñez de Témez en 1236, por dicha labor fue recompensado por el rey Fernando III de Castilla con numerosas posesiones en dicho territorio. Su establecimiento en el reino de Córdoba propició que sus descendientes adoptasen el apellido Fernández de Córdoba.
A esta Casa se incorporó la casa de Feria y en ella recayeron la casa de Cardona, la casa de Segorbe y la casa de Medinaceli en el siglo xviii. Así como la casa de Arión en el XIX.
Gonzalo Argote de Molina, Libro de descripción de verdaderos retratos de ilustres y memorables varones, Madrid, Biblioteca de la Fundación Lázaro Galdiano |
Argote de Molina, Gonzalo. Conde de Lanzarote. Sevilla, c. 1551 – Las Palmas de Gran Canaria, 20.X.1596. Genealogista, historiador, poeta y bibliófilo.
Fue hijo de Francisco de Molina, jurado de Sevilla, cuyos ascendientes por línea paterna se llamaron, según unas informaciones genealógicas, Castro y Argote, mientras que, según otras, habrían usado los apellidos de Zatico de Molina. El mismo biografiado, en las cartas dirigidas a Zurita que conserva la Real Academia de la Historia, firma en 1574 como Gonzalo Zatico de Molina, en 1575 como Gonzalo de Molina y, finalmente, en 1577, como Gonzalo Argote de Molina. Su madre, Isabel Ortiz, pertenecía también a una familia sevillana distinguida e hidalga, aunque no hay uniformidad en los apellidos de los padres de esta señora.
Diego Ortiz de Zúñiga, el autor de los conocidos Anales, les llama Juan Ortiz y Francisca Messía de Mendoza, pero en el testamento del mencionado Francisco de Molina aparecen como Juan Ortiz de Medinilla y Francisca Mejías y Carrillo.
Gonzalo fue el mayor de ocho hermanos, que se llamaron, según el testamento de su padre: Leonor de Molina, esposa del señor de Villanueva; Francisca Mejías, casada con Juan de Morales; María de Molina, mujer de Juan Domingo de Tudela; Rufina Argote de Molina, esposa del licenciado Hernán López de Cárdenas, cuyo hijo heredó y dejó perder la mayor parte de los manuscritos de su tío Gonzalo; Isabel; Jerónima y Juan Mejías, ciego, quizá de nacimiento.
Gonzalo Argote de Molina dejó escrito un epitafio autobiográfico, para que su hijo lo hiciese poner en la capilla que había restaurado en la iglesia sevillana de Santiago el Viejo, cuyo patronato adquirió en 1586.
En este texto, del que se guarda copia en la colección Salazar de la Real Academia de la Historia, después de asegurar que desciende por varón de “Hernán Martínez de Argote, señor de Lucena y Espejo, Alcaide de los Donceles”, relata los hechos de armas en que intervino en su más temprana juventud.
Dice que se halló en la conquista del Peñón de la Gomera, en 1564, “de edad de quince años”. De aquí dedujeron algunos que Gonzalo habría nacido a fines de 1548 o en 1549, pero Francisco Pacheco, el suegro de Velázquez, que le trató en Sevilla, escribe en 1599, en su Libro de descripción de verdaderos retratos, que Gonzalo tenía entonces trece años. Concuerda con una declaración del propio Argote ante la Inquisición de Canarias, que dice ser “de edad de cuarenta y dos años poco más o menos” en abril de 1593; y también con otra información practicada en 1569, en la que varios testigos declaran que su edad era de dieciocho años. La fecha de fines de 1551 (o principios de 1552) aparece, pues, como la más probable para el nacimiento de Gonzalo Argote de Molina, acaecido en la collación de Santiago y, según parece, en los edificios conocidos todavía como Corral del Conde.
Continúa escribiendo Argote en el mencionado epitafio que en el siguiente año, que sería el de 1565, le nombró el Rey alférez mayor de la milicia de Andalucía.
Con este cargo sirvió a las órdenes de don Juan de Austria en las galeras de la Liga contra el Turco y después, en 1569, bajo el mando de Sancho de Leyva y sin sueldo, en la vigilancia de las costas de Granada durante la sublevación de los moriscos, para impedir los desembarcos que se temían, como escribe Cabrera de Córdoba. Gonzalo Argote de Molina fue uno de los doce caballeros que eligió la ciudad de Sevilla, de la que era jurado su padre, para servir al Rey a su costa con veinte lanzas en la guerra de Navarra.
Por estos servicios, le nombró Felipe II, en 1578, provincial de la Santa Hermandad en Sevilla y su tierra, cargo que reportaba emolumentos importantes y voz y voto en el cabildo sevillano, por lo que éste se opuso inicialmente al nombramiento. Con las gentes de la Santa Hermandad limpió de malhechores las sierras de Jerez y Ronda, apresando a cuarenta y cinco “salteadores escopeteros”, según cuenta Argote en un memorial.
Al mismo tiempo que participaba en estas actividades de carácter militar, cultivaba con asiduidad y acierto sus inclinaciones a los libros y a las cosas bellas y curiosas, como otros espíritus selectos de su tiempo.
Cuenta Francisco Pacheco que logró reunir Argote en su casa de la sevillana calle de Francos “(con buena elección a mucha costa suya) un famoso museo, juntando raros i peregrinos libros de Istorias impresas y de mano, luzidos i extraordinarios Cavallos de linda raça i vario pelo i una gran copia de Armas Antiguas i Modernas, que entre diferentes cabeças de animales, i famosas pinturas de Fábulas i Retratos de insignes Ombres, de mano de Alonso Sánchez Coello, hazian maravillosa correspondencia”. Tal fama alcanzó, que acudió disfrazado a visitarlo Felipe II durante su estancia en Sevilla en el año 1570. Pero entonces no estaban allí todavía las obras de Alonso Sánchez Coello, pues fue el año siguiente cuando le encargó Argote quince retratos de reyes y reinas de Castilla.
En 1574 había terminado la primera de sus obras (impresas), la edición de El Conde Lucanor, que salió de las prensas en Sevilla en el siguiente año. El libro contiene además una Vida del excelentissimo principe Don Iuan Manuel y el primer trabajo genealógico de Argote, titulado Principio y succession de la real casa de los Manueles, donde describe la numerosa descendencia de los cinco hijos de don Juan Manuel por todas las líneas de varón y de hembra. Añade un Discurso sobre la poesía castellana y un glosario de términos antiguos con sus equivalencias.
Anterior parece ser, de 1572, su Aparato para la historia de Sevilla, del que se conservan varias copias manuscritas.
Probablemente se trata de un borrador o proyecto de obra que después llegaría a tener una redacción más amplia.
Desde estos años hasta el de 1585, cuando marcha a Canarias, transcurre la etapa más fecunda de la vida de Argote en cuanto a sus trabajos históricos y genealógicos.
Hubo de preparar por entonces sus obras más importantes y que requirieron mayor esfuerzo de investigación: Nobleza del Andalucía, Elogios de los conquistadores de Sevilla, además de las que aparecieron en 1582 y se cita más abajo. Para componer estas obras no se limitó Argote a estudiar los libros que poseía, sino que recogió noticias en muy diversos lugares con esfuerzo, perseverancia, inteligencia y espíritu crítico. Él mismo lo cuenta al comienzo de Nobleza del Andalucía: “Pues aviendo visto los archivos y sepulchros de casi toda España. Y aviendo veinte años que junto papeles. Y venido a mis manos todos los originales antiguos de estos Reynos, y particularmente los que su Magestad tiene en su real libreria de San Lorenço el Real [...]”. Y en una de las cartas dirigidas a Zurita escribe: “Yo fui a Úbeda y Baeza y Jaén y Andújar y me recibieron muy bien, y me mostraron los archivos; saqué traslado de todos los privilegios y cartas de los reyes y aún me entregaron algunos libros del cabildo, [...] donde he hallado cosas escogidísimas y muy nuevas”. Para estas búsquedas, había obtenido una orden de Felipe II para que se le franqueasen todos los archivos del reino de Jaén. Por esto, probablemente, dice al comienzo de Nobleza del Andalucía que había tomado a su cargo, con orden de Su Majestad, “escrevir el principio de la fundacion de las ciudades, villas y lugares del Andaluzia, y la sucession de los Linajes nobles, que las poblaron”.
Compuso también Argote algunas poesías; las que hoy se conocen son “elogios”, contenidos en sus obras, dedicados a sus amigos Pedro de Aguilar y el doctor Monardes, a sus maestros Ambrosio de Morales y Jerónimo de Chaves, a Fernando III el Santo y a Alfonso el Sabio.
Las acciones militares, las investigaciones genealógicas e históricas, las tareas literarias, la atención a su museo y biblioteca, todavía dejaban tiempo a Argote para transacciones comerciales. Se sabe, por ejemplo, que en 1582 era dueño del navío San Antonio y que efectuaba operaciones económicas diversas (obligaciones, compraventas, préstamos, comisiones...) con los condes de Lanzarote. Esta relación comercial dio origen a su casamiento.
En 1582 hizo imprimir Argote en Sevilla otra de sus ediciones de antiguos autores, con el título de Historia del gran Tamorlan e itinerario y enarracion del viage y relacion de la Embaxada que Ruy Gonçalez de Clavijo le hizo [...] Comprende el libro dos relatos de la vida del Gran Tamorlán, debidos a Pero Mexía y a Paulo Jovio. Añade Argote de su pluma un Discurso sobre el itinerario seguido por Clavijo.
En este mismo año dio a las prensas, igualmente en Sevilla, la tercera de estas ediciones, el Libro de la monteria que mando escrevir el muy alto y muy poderoso Rey Don Alonso de Castilla; aparte de una Egloga pastoril compuesta por Gómez de Tapia, incluye la edición un Discurso sobre la obra del que es autor Argote.
Hecho trascendental en la vida de Argote fue su matrimonio con Constanza de Herrera y Rojas, celebrado en Lanzarote, con singulares regocijos y fiestas públicas, el día de Santiago del año 1586. Era la novia hija natural legitimada de Agustín de Herrera y Rojas, primer conde de Lanzarote (1567) y primer marqués luego de la misma denominación (1584). No tenía éste descendencia legítima de su esposa, sino sólo dos hijas, habidas en Bernardina de Cabrera, dama casada con un genovés. De las dos, prefirió a la menor, Constanza, la esposa de Argote, “por ser hija más cierta”.
Todos los biógrafos concuerdan en atribuir este casamiento de Argote, ya de edad para entonces madura, a un deseo de ascenso social, deseo que dejan ver bien claramente los títulos que se atribuyó en diferentes etapas de su vida, algunos de escasa consistencia, como “señor de la Torre de Gil de Olid” (1579), “señor de la Torre de Don Jofre” o “señor de Daganzuelo” (1596). En el epitafio antes mencionado recoge, en cambio, otros honores y titulaciones más sólidas, como las de “veinticuatro” de Sevilla, nombre que se daba a los regidores perpetuos de designación real, y las de gentilhombre del rey de Polonia, copero del rey de Hungría y factor del rey de Portugal don Sebastián. Este último cargo hubo de reportarle importantes beneficios económicos, pues había de gestionar todas las compras destinadas a las plazas portuguesas del continente africano. La legítima aspiración de Argote al ascenso social concuerda perfectamente, por otra parte, con su dedicación al estudio de los linajes nobles y su aprecio de la excelencia y la belleza.
En 1585 Argote marcha a Canarias para preparar su boda, por lo que traspasó el cargo de Provincial de la Santa Hermandad en Sevilla, por un plazo de cinco años, a Pedro Rodríguez de Herrera, pariente quizá de los condes de Lanzarote. No se sabe cuál era la dote de Constanza; se ha dicho que su padre, ya marqués de Lanzarote, le habría dado el condado, con la jurisdicción alta y baja, oficios, rentas y territorios de este estado señorial. Ningún documento prueba la legalidad de tal donación, si es que existió, pero Gonzalo Argote de Molina se tituló efectivamente conde de Lanzarote, después de su casamiento, en numerosas ocasiones. Pensaba acaso que el título de conde no había cesado, sustituido por el de marqués, dos años antes, en 1584. El título aplicado a Argote aparece en el tratado que concluyó con el capitán general de Argel a poco de su boda, en las dedicatorias de la obra Nobleza del Andalucía, en el pie del retrato grabado por Matías de Arteaga que guarda la Biblioteca Nacional e incluso en documentos relativos a su hijo y hermanas, ya después de fallecido.
Si el título condal llenó las aspiraciones de Argote, muy pronto comenzaron las desdichas que este enlace le acarreó. Como él escribe en el epitafio tantas veces citado, “[l]uego que me case vino Moratarraez Visrrey de Argel con armada del gran Turco y del Xarife sobre aquella Isla”. El desembarco en Lanzarote tuvo lugar el día 30 de julio, cinco días después de la boda.
Argote hubo de organizar la defensa del castillo, resistiendo el ataque en la cueva de Haria, pero fueron hechas cautivas su esposa y la del marqués. Las capturas y las varias muertes por ambos lados no impedían la cortesía. Argote envió a Morath Arráez seis “turcos” que había hecho prisioneros después de matar a otro “vestidos con marlotas de tela de oro”. Por ello, Morath le hizo llegar con un cristiano una saeta de su propio arco como prenda de seguro. Acudió Argote solo a la galera del asaltante el 18 de agosto y concluyó un notable tratado el día 22, por el que rescataba a la marquesa, a la condesa y a veinte cristianos por el precio de 20.000 ducados, de los que 11.000 correspondían a la condesa y los veinte cristianos. Éstos los pagó al contado “en dinero y joyas de oro y preseas de su recamara y ruanes y otras cosas”, según se explica en el propio tratado de paz. Para el rescate de la marquesa anticipó Argote además 572.500 maravedís y por el resto dio el marqués en rehén a su hermano. Permaneció después algún tiempo en las islas, donde adquirió fincas y mucho ganado y regresó a Sevilla con el encargo de su suegro de tratar con unos mercaderes la financiación del importe del rescate del cautivo que quedaba.
En Sevilla, el día 20 de enero de 1588 se otorga la escritura que da por terminada y liquidada la cesión temporal del cargo de provincial de la Santa Hermandad.
Poco después se concluye la impresión de la primera parte de Nobleza del Andalucía; la dedicatoria, que firma “El conde de Lanzarote y Provincial”, lleva la fecha de 1 de abril. Ésta es la obra de Argote más importante y más divulgada. La edición comprende sólo la primera parte (cuatro libros) del plan previsto para la obra completa. A esta primera parte, dedicada al obispado de Jaén, habían de seguir otras, dedicadas a los de Córdoba y Sevilla, que nunca se dieron a la imprenta ni consta que Argote las terminase, al menos la última. De la edición dijo Montoto que “constituye un alarde de tipografía”, enriquecida con un mapa de Jaén y más de quinientos escudos de armas grabados en madera. Advierte Argote que los presenta “terciados a la Balona, imitando a los libros del cardenal Othon”. Se refiere a la obra en tres volúmenes dedicada al cardenal de Santa Balbina, obispo de Augsburgo, que pertenecieron a Felipe II y se guardan en el monasterio del Escorial, de los que poseía copia, según parece, en su biblioteca sevillana.
Pero este mismo año de 1588 preparaba su regreso a Canarias, pues solicita de Felipe II poder ejercer allí temporalmente el cargo de provincial a cambio de servirle en la armada contra Inglaterra con un barco de 200 toneladas equipado a su costa. En el siguiente año parte, en efecto, para Canarias, después de renunciar al cargo. Ya no volvió a la Península, lo que supuso la definitiva interrupción de sus trabajos literarios e históricos.
En Canarias tuvo graves enfrentamientos con su suegro por cuestiones económicas, por no haber cumplido el marqués ciertos ofrecimientos y lo estipulado sobre el pago de la cantidad de casi siete cuentos de maravedís que adeudaba a Argote. Las diferencias se agravaron por el fallecimiento de Constanza y el nacimiento de un hijo varón del segundo matrimonio del marqués. De 1591 a 1594 aparece en varios procesos de la Inquisición, en unos como acusado y en otros como testigo. Intervino en la defensa de las islas contra el corsario Drake en octubre de 1595 y murió el día 20 del mismo mes del año siguiente. Al otro día, el cabildo de la catedral de Las Palmas acordó dar sepultura en la capilla mayor “al provincial Argote de Molina, que falleció; conforme a la calidad de su persona, en el mejor lugar della”. Los tres hijos de Argote: Agustín de Herrera, Alonso de Saavedra e Isabel de Mendoza, volvieron a Sevilla junto a una de sus tías y murieron de corta edad “de una enfermedad pestilente”.
Obras de ~: Aparato para la historia de Sevilla, c. 1572 (inéd.); D. Juan Manuel, El Conde Lucanor, ed. de ~, Sevilla, Hernando Díaz, 1575; Historia del Gran Tamorlan e Itinerario y Enarración del Viage y Relación de la Embaxada que Ruy Gonzalez de Clavijo le hizo por mandado del muy poderoso señor Rey Don Henrique el Tercero de Castilla, en Sevilla, por Andrea Pescioni, 1582 (ed. Madrid, Miraguano, 1999); Libro de la monteria que mando escreuir el muy alto y muy poderoso Rey don Alonso de Castilla [...]; acrecentado por Gonçalo Argote de Molina; dirigido a la S.C.R.M. del Rey don Philipe Segundo [...], en Sevilla, por Andrea Pescioni, 1582; Nobleza de Andaluzia [...] al catolico Don Philipe N.S. rey de las Españas [...] Gonçalo Argote de Molina dedico i ofrecio esta historia, en Seuilla, por Fernando Diaz, 1588 (ed. facs. Jaén, Riquelme y Varga, 1991; coord. J. Paniagua Pérez; intr. de M. Torres Sevilla-Quiñones de León, León, Universidad, Secretariado de Publicaciones y Medios Audiovisuales, 2004); Elogios de los conquistadores de Sevilla, c. 1588 (intr. de M. González Jiménez; heráldica de los elogios, F. Menéndez Pidal de Navascués; transcripción, notas e índices de A. Sánchez Mora, Sevilla, Área de Cultura, Ayuntamiento, 1998).
Bibl.: A. Palma Chaguaceda, El historiador Gonzalo Argote de Molina: estudio biográfico, bibliográfico y crítico, Madrid, Instituto Jerónimo Zurita, 1949; C. López Martínez, “Gonzalo Argote de Molina, historiador y bibliófilo”, en Archivo Hispalense, XVIII (1953), págs. 187-208; E. de Toral y Fernández de Peñaranda, “Introducción” a G. Argote de Molina, Nobleza de Andalucía, Jaén, Instituto de Estudios Giennenses, 1957.
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