Luis Alberto Bustamante Robin; Jose Guillermo Gonzalez Cornejo; Jennifer Angelica Ponce Ponce; Francia Carolina Vera Valdes; Carolina Ivonne Reyes Candia; Mario Alberto Correa Manríquez; Enrique Alejandro Valenzuela Erazo; Gardo Francisco Valencia Avaria; Alvaro Gonzalo Andaur Medina; Carla Veronica Barrientos Melendez; Luis Alberto Cortes Aguilera; Ricardo Adolfo Price Toro; Julio César Gil Saladrina; Ivette Renee Mourguet Besoain; Marcelo Andres Oyarse Reyes; Franco Gonzalez Fortunatti; Patricio Ernesto Hernández Jara; Demetrio Protopsaltis Palma; Katherine Alejandra Del Carmen Lafoy Guzmán;
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Historiadores de literatura universal.
Diccionario filosófico.
Manual de materialismo filosófico.
Juan Andrés SJ 1740-1817
El jesuita Juan Andrés 1740-1817, grabado por Manuel Peleguer en 1818 sobre un dibujo de Andrés CrúaJesuita italianizado nacido en España y asentado en Italia tras ser suprimida en su país esa secta católica en 1767. Escribió la mayor parte de sus obras en italiano, otras en latín y algunas en español (el Viaje a Viena o las Cartas familiares, 5 vols., Madrid 1785-93, que fueron traducidas al italiano y al alemán), aunque las más importantes fueron traducidas al español y publicadas en Madrid por su hermano Carlos Andrés.
Nacido en Planes de la Baronía, partido judicial de Cocentaina, el 15 de febrero de 1740, fue confiado muy joven por sus padres al Colegio de Nobles regentado en Valencia por clérigos de la Compañía de Jesús, religiosos que ante «la perspicacia de su ingenio, la felicidad de su memoria y el sufrimiento en el trabajo, junto con la modestia y la docilidad, dotes que rara vez se encuentran en una edad tan tierna», decidieron captarlo para convertirlo en uno de los suyos. «Apenas cumplió los quince años de su edad, renunciando en 24 de Diciembre a los derechos de su primogenitura, se retiró al claustro.»
Acabados los estudios es ordenado presbítero en 1763, enseñando desde 1764 Poesía y Retórica en el jesuita Colegio de Gandía, fundado por San Francisco de Borja. Mantuvo contacto por entonces con el ya maduro Gregorio Mayans, que vivía en Oliva, a una legua de Gandía. Suprimida que fue en España la Compañía de Jesús se procedió también a la expulsión de los jesuitas en 1767. Gregorio Mayans intentó sin éxito que Juan Andrés, «hijo de Don Miguel Andrés», abandonase la Compañía para evitar tener que salir extrañado de su patria «a padecer una vida miserable, privando a su casa del consuelo que pueda dar, y a la Nación de un buen ciudadano, por un falso prejuicio de que padece por la Religión». Pero la fidelidad a la secta dominó sobre el amor a la patria y a la Nación, y José Andrés abandonó España.
Pasa un año en Córcega y se traslada después con otros de sus consectarios a Ferrara, donde hasta 1774 es profesor de filosofía en un colegio de los jesuitas. En 1773 publica en latín Prospectus Philosophiae universae, librito que le permite darse a conocer, encontrando acogida en casa del Marqués Bianchi de Mantua, poco después de haber profesado, recalcitrante, los cuatro votos que diferencian a la Compañía de Jesús de otras religiones («el día 15 de agosto de 1773, fiesta de la Asunción de la Virgen María, a pesar de que no ignoraba que al día siguiente saldría la bula del Papa Ganganelli, por la cual se suprimía la orden de Ignacio de Loyola»). Suprimidos los jesuitas en España e Italia, vive veinte años en Mantua, hasta 1796, al servicio del Marqués Bianchi y de su familia.
Giovanni Andres fue conocido sobre todo por su obra, publicada en siete tomos entre 1782 y 1799, Dell'origene, de'progressi e dello stato attuale d'ogni letteratura, cuyos cinco primeros tomos fueron traducidos al español por su hermano Carlos Andrés, e impresos en Madrid:
Esta obra de Giovanni Andres fue reeditada y mantuvo su presencia en Italia durante medio siglo, gracias a sucesivas ediciones en Venecia (1783-1800), Prato (1806-1812), Roma (1808-1817), Pistoia (1821-24), Pisa (1829-30), Venecia (1830-34) y Nápoles (1836-1838).
Influido por los trabajos del religioso cristiano maronita Miguel Casiri (Trípoli de Siria 1710-Madrid 1791), encargado desde 1749 de catalogar los códices árabes que entonces conservaba la Biblioteca del Escorial (Bibliotheca Arabico-Hispana Escurialensis, Madrid 1760-70), autor también del Catálogo de voces castellanas que tienen su origen en el árabe (Madrid 1771), Juan Andrés había de convertirse en propagandista de «aquel morboso romanticismo arabófilo de nuestros enciclopedistas del siglo XVIII» (Miguel Asín Palacios dixit). Maurofilia o islamomanía que a través de Juan Andrés habría contagiado, por ejemplo, a Herder (según el hispanista italiano Franco Meregalli, «Andrés, Herder y el arabismo», 1991). Arabomanía que también difundió a su manera Sebastián Quintana desde 1840, al beber abundantemente de Juan Andrés en su Historia de la filosofía universal.
Pedro Aullón de Haro, catedrático de literatura de la universidad de Alicante, animado tanto por una reivindicación localista como por otra gremial académica (es quien ha introducido la entretenida especie reinterpretadora de Juan Andrés como padre de la literatura comparada y de la teoría comparatista), ha dirigido una edición crítica completa en español de la obra de Juan Andrés, que incluye la traducción del tratado de las ciencias eclesiásticas (Editorial Verbum, Madrid 1997-2002, 6 volúmenes).
Sobre Juan Andrés
1818 «P. Juan Andrés de la Compañía de Jesús. Director por el Emperador de Austria de la Universidad de Pavía y Prefecto por el Duque de Parma y el Rey de Nápoles de sus Bibliotecas, sumamente celebrado por los sabios por su universal instrucción y excelencia de sus obras. Nació en Planes Reino de Valencia en 1740 y murió en Roma 1817.» (pie del grabado de Manuel Peleguer [1759-1831] sobre dibujo de Andrés Crúa [1780-1823], en Ángelo Antonio Scotti, Elogio histórico…, Valencia 1818.)
1830 «Andrés (Juan), jesuita español, nació de una familia distinguida en Planes, reino de Valencia, a 15 de enero de 1740. Entró en el seminario de nobles de aquella ciudad, dirigido por los jesuitas, y a la edad de 15 años fué admitido en el noviciado. Apenas había recibido las primeras órdenes cuando en vista de sus talentos y sana moral fue nombrado maestro de retórica y de humanidades en el colegio y universidad de Gandía, y hallábase desempeñando dignamente este empleo cuando fueron expulsados los jesuitas de los dominios de España. A consecuencia de este acontecimiento permaneció Andrés un año en Córcega con muchos de sus compañeros, a los cuales acogió generosamente en aquella isla el general Paoli. Durante este descanso escribió en latín y con su estilo puro y elegante un Comentario sobre las desgracias sufridas por los jesuitas en su deportación. Pasó después a Ferrara, y allí ocupó la cátedra de filosofía en la casa de su Orden, y profesó en 15 de mayo de 1773; pero a poco tiempo el papa Clemente XIV, cediendo a las estrechas solicitudes de diversos soberanos, expidió (en 21 de julio de aquel año) el famoso breve de extinción de la compañía de Jesús. Entonces halló Andrés un asilo en Mantua, en casa del marqués Bianchi, caballero tan recomendable por sus conocimientos como por su piedad. Habiendo propuesto la academia de Mantua un problema hidráulico en 1774, fue Andrés uno de los concurrentes al premio; y aunque este se concedió al célebre matemático Gregorio Fontana, Andrés mereció no obstante el accésit. Al año siguiente publicó en italiano un Ensayo sobre la filosofía de Galileo, que tuvo mucha aceptación. El célebre Trabosqui hizo de él un grande elogio, diciendo que el autor del ensayo, había examinado con estremada exactitad y una vasta erudición las opiniones de aquel filósofo. Defendió después en una obra nueva, y ayudando a los esfuerzos del erudito Lampillas su compatriota y compañero, el honor de la literatura española, contra aquel mismo Trabosqui que en su respuesta, hablando de los dos españoles, se explicó en estos términos: Defiende a su nación (Andrés) con mejores armas (que Larnpillas); prueba de ello es la modestia con que se explica… y la causa de los españoles no podía ser mejor defendida. Hizo Andrés muchos viajes por Italia, pasó a Viena, y a Génova visitando en todas partes las mas famosas bibliotecas, y estableciendo correspondencia con los personajes más distinguidos por su ilustración y su clase. En aquella época trabajaba ya en la grande obra Sobre toda la literatura y en 1793 publicó en Viena su opúsculo del Origen y vicisitudes del arte de enseñar o hablar a los sordo mudos. El autor haciendo cuanta justicia se merecen los talentos distinguidos del abate L'Epée y el abate Sicard, prueba con hechos indisputables, que los primeros que crearon, digámoslo así, aquel arte, y le pusieron en práctica, fueron dos frailes españoles a saber: Pedro Ponce de León, benedictino, que vivía en Orihuela a fines del siglo 16, y Juan Pablo Bonet que publicó una obra sobre este mismo arte en Madrid en 1620. Andrés, durante su mansión en Viena, escribió también una obra muy interesante sobre la literatura de aquella ciudad; y de vuelta a Italia redactó una Relación de sus viajes por aquella península, que envió a España a su hermano Don Carlos, y fue inmediatamente traducida en italiano. En 1796 cuando los franceses se preparaban para formar el sitio de Mantua, se retiró a Colorno donde llegó a dirigir los estudios de su seminario de nobles. Viéronse los franceses obligados a evacuar la Italia en 1799, y entonces el emperador de Austria eligió a D. Juan Andrés para que dirigiese la célebre universidad de Pavia; pero las nuevas victorias de los franceses impidieron que se realizase este proyecto y Andrés tuvo que refugiarse en Parma donde el duque D. Felipe le nombró bibliotecario suyo y le admitió en consejo privado. En aquella ciudad publicó una preciosa Colección de cartas latinas e italianas del sabio Antonio Agustín, arzobispo de Tarragona, poniendo al frente una disertación latina en que aclaró muchos hechos relativos a la vida aquel ilustre prelado y dió a conocer los personajes distinguidos que con él habían tenido correspondencia. Por aquel tiempo Fernando VII, rey de Nápoles, que en 1767 había expulsado de sus estados los jesuitas, pidió al papa Pío VII en 1804, y lo obtuvo al fin, el mismo breve que tres años antes había concedido a los jesuitas de Rusia. El sabio Andrés siempre adicto a su Orden sin que le detuvieran su edad avanzada ni sus achaques, y renunciando tres pensiones considerables que le habían asignado sucesivamente Carlos III y Carlos IV nuestros reyes, y la archiduquesa María Beatriz de Este, fue uno de los primeros que corrieron a incorporarse entre los hijos de S. Ignacio. En 1806 vióse el rey de Nápoles forzado a dejar su trono al intruso José Napoleón que después fué reemplazado por Murat, y bajo el reinado de estos dos usurpadores fueron los jesuitas expulsados de los dominios napolitanos y obligados a buscar un asilo en Palermo. La edad y los achaques no permitieron al P. Andrés hacer este viaje; pero intercedió por él la voz pública y no solamente se le permitió quedar en Nápoles, sino que se le obligó en cierto modo a que aceptase el empleo de prefecto de la biblioteca real. Fue también recibido en la academia de la Historia y bellas letras, como uno de sus principales individuos, y después de la muerte de Francisco Daniel, secretario de la academia de antigüedades, fue nombrado Andrés para el desempeño de este importante empleo. Restituida la paz a Europa con la caida de Napoleón, y habiendo vuelto a ocupar los tronos sus legítimos soberanos, Andrés obtuvo del rey de Nápoles nuevas demostraciones de aprecio y fue confirmado inmediatamente en los empleos que estaba desempeñando. Pero el ilustrador de Galileo, experimentó cual este la irreparable desgracia de quedar ciego por un efecto de sus incesantes tareas y sus muchas vigilias. Concedióle después permiso el rey de Nápoles para pasar a Roma en cuya ocasión fue Andrés uno de los que solicitaron con mas celo y eficacia la beatificación del venerable jesuita Bobola. En este estado cogióle de improviso en la calle una fuerte lluvia, y agravándosele la dolencia que padecía en el pecho, terminó sus días en enero de 1817 a la edad de 77 años. Los periódicos de Italia, Francia y Alemania, el diario de Roma de 15 de enero, el de Valencia de 10 de abril, y la gaceta de Madrid de 22 del mismo, todos publicaron la vida del abate Andrés; elogiando justamente su extraordinario mérito. Dejaba Andrés en sus obras un claro y eterno testimonio de su bellísimo carácter, de sus amables virtudes así políticas como religiosas, y de su erudición, elocuencia y sabiduría, pudiendo nosotros llamarle, como Frontón a su querido Victorino: Pietate, mansuetudine, veritate, innocentia máxima, omnium denique optimarum artium praecipuum virum. Andrés mereció la benevolencia de muchos soberanos como de José II, emperador de Alemania que al pasar por Mantua se dignó visitarle, de Leopoldo I, gran duque de Toscana, después emperador, y de la archiduquesa María Beatriz de Este. También el papa Pío VII, noticioso de que Andrés registraba algunos manuscritos del Vaticano, le dió una prueba singular de distinción y aprecio, concediéndole licencia para llevarse a su cuarto aquellos documentos a fin de que los examinase con mas comodidad y detención: gracia que hasta entonces a nadie se había concedido. En todos los países de Italia donde habitaba, los personajes más distinguidos procuraban conocerle y tenerle por amigo. Durante su mansión en Mantua y en Roma, fue visitado por los más ilustres viajeros que iban a admirar en él un filósofo, no como el de Ferney, sino un filósofo cristiano. Nuestro augusto soberano, hizo establecer en los reales estudios de S. Isidro el Real de Madrid, una escuela particular donde se enseñase a los jóvenes la historia literaria por la de Andrés. Estos y otros honores lejos de inspirarle el menor orgullo, solo servían para realzar mas y mas su natural modestia, prenda recomendable a la cual reunía una generosa beneficencia; llegando no pocas veces hasta el extremo de privarse de lo más necesario para socorrer a los indigentes. Entre las numerosas obras de Andrés, ademas de las ya citadas, haremos aquí mención de las más escogidas. 1ª Prospectus philosophiae universae, publice diputationi propositae in templo ferrarensi, Ferrara 1773 en 8. Las obras siguientes están escritas en italiano y la mayor parte traducidas en español. 2ª Carta al Comendador L. Cayetano Valenti Gonzaga, sobre la corrupción supuesta del buen gusto en Italia, en el siglo 15, Cremona 1776 en 8. 3ª Carta al conde Alejandro Muravi-Bra, sobre el reverso de una medalla, no entendido por Maffei, Mantua 1778 en 8. 4ª Carta al marques Paleotti sobre una demostración de Galileo, Ferrara 1779 en 4. 5ª Disertación sobre las causas del poco progreso de las ciencias en nuestra época, ídem 1779 en 4, Disertación sobre la música de los árabes (inserta por el abate Torderini en su obra sobre la literatura de los turcos, Venecia 1787); 7ª Origen, progresos y estado actual de toda la literatura, la cual tradujo del italiano al español por encargo del ministro conde de Florida Blanca, D. Carlos Andrés, hermano del autor. Esta obra que trata de todas las ciencias y bellas letras de todas las naciones, es un monumento inmortal de la vasta erudición y del juicio y crítica del sabio Juan Andrés. 8ª Carta al abate Morelli, sobre algunos manuscritos de las bibliotecas capitulares de Novara y de Verceil, Parma 1802 en 8. Este escrito es digno de atención, por las luces que difunde sobre muchas recolecciones de cánones y por las muchas erratas que han pasado en la edición dada por Muratori sobre las antiguas leyes de los lombardos. 9ª Explicación de un mapa geográfico de 1445, y manifestación de las noticias se tenían de las Antillas en aquella época. 10ª Investigaciones sobre el uso de la lengua griega en el reino de Nápoles, idem 1816. 11ª Noticia sobre dos poemas griegos de Juan de Otranto y Jorge de Gallipolis en el siglo 13, los cuales existen en la biblioteca de S. Lorenzo de Florencia. 12ª Muchas disertaciones sobre el culto dado antiguamente a la diosa Isis; sobre algunas inscripciones halladas en su templo; sobre el descubrimiento de Pompeya y el Herculano, y sobre la figura de la tierra. 13ª Disertación sobre la autoridad de los pontífices. 14ª Cartas familiares a su hermano D. Carlos (en español).» (Diccionario histórico o Biografía Universal compendiada, Librería de Narciso Oliva, Barcelona 1830, tomo primero, págs. 412-415.)
1860 «Andres, lascialo da parte: frate presuntuoso, che volle abbracciare tutta l'umana cultura; e, avvegna che qualche rade volte dica bene, ha inesattezze ed errori moltissimi: giudica riciso avventato, senza ragioni e senza cognizioni spesso; di gusto tra'l francese e l'accademico; spregiatore di ciò che veramente è grande, lisciatore di mediocrità; ha pessimi la lingua e lo stile.» (José Carducci, «Una lettera del Carducci all'amico C. Gargiolli», en Alberto Lumbroso, Miscellanea Carducciana, Bologna 1911, págs. 186-187.)
1883 «Andrés (Juan). De la Compañía de Jesus, natural de Planes, en el reino de Valencia: nació en 15 de Febrero del año 1749, y tomó la sotana de jesuita en 24 de Diciembre de 1754, desempeñando después la cátedra de retórica y poética en la Universidad de Gandía. Cuando Carlos III dio el Decreto de 2 de Abril de 1766 expulsando a los jesuitas de todos los reinos de España, el Padre Andrés tuvo que marchar a Italia con sus compañeros, y fue uno de los que contribuyeron a formar la Academia de Ferrara; pero poco después Clemente XIV, cediendo a las exigencias de varios soberanos, expidió en 21 de Julio de 1773 el famoso Breve de la extinción de la Compañía de Jesús, con cuyo motivo Andrés buscó un asilo en casa del marqués de Bianchi como preceptor de su hijo. Desde entonces publicó varios escritos, que fueron recibidos con grande aplauso, y merced a los cuales se llegó a formar la opinión de que el Padre Andrés sería uno de los primeros literatos del siglo. De él dice Fuster, que era de un ingenio tal, que acomodándose a todo, parecía nacido para cualquiera ciencia a que se dedicase. Viendo que no había más que historias particulares de las literaturas, y examinando filosóficamente las vicisitudes de cada una, se propuso escribir una historia que las abrazase a todas. No dejaba de conocer Andrés que era grande la empresa, muchas las dificultades que se presentaban, y largo el espacio que debía recorrer en un campo tan dilatadísimo, pero nada le arredró. Aprendió los idiomas inglés y alemán. Examinó después detenidamente un sinnúmero de obras de los autores de todas las naciones, y procuró despejar la densa niebla que ocultaba la literatura arábiga. Con todos estos antecedentes formó su juicio, trazó su plan, y en 1781 publicó el prospecto. Apenas lo anunció, cuando excitó la curiosidad de todos los sabios, quienes creían imposible que un hombre solo pudiese llevar a cabo una obra que necesitaba del auxilio de muchos inteligentes, versados a lo menos en algunas de las ciencias que Andrés se proponía tratar, y que poniéndose estos de acuerdo con el autor, conferenciasen repetidas veces para escoger, si no lo mejor, a lo menos lo más probable. Pero Andrés prometió dar la obra, y lo cumplió, concluyéndola con admiración universal. En 1782 la dio a luz en italiano con el título de Origen, progresos y estado actual de la literatura. Desde entonces la gloria de Andrés llegó a su colmo. Los sabios de todas las naciones se complacían en mantener con él una correspondencia no interrumpida; su casa era frecuentada de los eruditos nacionales y extranjeros, que aspiraban a disfrutar de su amable trato y que deseaban consultarle sobre las dudas que se les ofrecían en punto de literatura. Abriéronle las puertas la Academia Columbiana florentina, la de Ciencias y Artes de Mantua, la Rubiconia de Sevillano, la Florentina, la Etrusca de Cortona, la Italiana de Liorna, la Pontomaria de Nápoles, la de la Religión católica, establecida en Roma por el Papa Pío VII, y la Imperial y Real Aretina, mereciendo, por último, el renombre de “literato del siglo”. La mencionada obra es, sin disputa, la mejor que publicó el Padre Andrés. En ella reúne todas las ciencias con aquel desembarazo del que las conoce todas; se fija en cada una de ellas, da su dictamen, y cada dictamen de Andrés es una lección necesaria para evitar el restablecimiento de la barbarie, y conducir la cultura a su mayor perfección. En una palabra, la obra del Padre Andrés puede considerarse como completa en su género. Los sabios la examinaron con avidez, y algunos de ellos con el deseo de encontrar en ella lunares o defectos que combatir; pero lo cierto es que dicha obra excitó un entusiasmo universal, operó una revolución en la literatura, se multiplicaron sus ediciones, y los extranjeros se apresuraron a traducirla en casi todos los idiomas. Fue traducida al español por D. Carlos Andrés, hermano del autor, por orden del Rey, para los reales estudios de San Isidro. El Abate Andrés murió en 1817, habiendo dejado fama del mejor literato del siglo. Publicó además otras muchas obras notables, y entre ellas Prospectus philosophia universae disputationi proposita in templo ferrariensi. Scotti, hablando de esta obra, dice que fue tal la variedad de tesis, tal la distribución, y tanta la claridad, que parecía la obra más perfecta que se había visto en este género: Ensayo de la filosofía de Galileo, obra muy elogiada, en la cual examina con mucha exactitud y vasta erudición las opiniones de aquel filósofo: carta sobre el estado presente de la literatura española, publicada en 1804, y otras muchas. Perujo.» (Diccionario de ciencias eclesiásticas, Madrid 1883, tomo primero, pág. 468.)
1909 «Andrés (Juan). Biog. Jesuíta español, n. en Planes en 1740 y m. en Roma en 1817. Al ser expulsados los jesuítas de España en 1767 marchó a Italia, nombrándole el rey de Nápoles su bibliotecario. Escribió: Prospectus de philosophiae universae publica disputatione proposita in templo Ferrariensi (1773); Disertación sobre la autoridad de los pontífices: Del origen del progreso y del estado actual de la literatura (1782-1798); Cartas sobre la música de los árabes (1787), y Cartas familiares dirigidas a su hermano Carlos, dándole noticia de un viaje a varias ciudades de Italia (Madrid, 1786). Cabe al P. Andrés la gloria de haber sido el primer autor del mundo que trazó un cuadro acabado y sintético de toda la historia literaria. Su obra fue escrita en italiano y traducida al francés, inglés, alemán y castellano antes de los diez años de su publicación. Revilla, Menéndez Pelayo, Ticknor y Fitzmaurice-Kelly elogian el mérito de la obra del P. Andrés, al que consideran como uno de los primeros críticos literarios.» (Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana, Jose Espasa e Hijos Editores, Barcelona 1909, tomo 5, pág. 455.)
1940 «En trance de cumplir la promesa hecha en el número retropróximo de esta revista, dedicando unas cuantas páginas que rememoren al culturalista español Juan Andrés en el segundo centenario de su nacimiento, viene a los puntos de la pluma con la tentación de lo extremosamente sugestivo el nombre del garandante de Ginebra, Rousseau, como personificación de eso que podríamos llamar misognosis, algo central dentro de los problemas que plantea la ciencia de la cultura y no ajeno a la misma razón de ser de este nuestro ensayo. […] Lejos de nosotros la posición rousseauniana y sus afines por figurar en nuestra tabla de valores el de la cultura aun puramente intelectual, el haber sido Juan Andrés uno de los primeros que substantivizan tal fenómeno o valor, sería más que suficiente para motivar nuestro estudio. Si a ello unimos la resonancia que en su tiempo encontrara la obra de Juan Andrés y aun dando por supuesto el silencio que después ha pesado sobre la misma, vale la pena este intento de resurrección homenaje, que a más del motivo puramente histórico de un valor que fué, puede tener el de contribuir a la formación de nuestro ser colectivo actual de españoles, para nosotros capital en todas nuestras tareas.» (Juan Francisco Yela Utrilla, «Juan Andrés, culturalista español del siglo XVIII», Revista de la Universidad de Oviedo, 1940, año I, número 2, págs. 23-58.)
1961 «Andrés, Giovanni. Nacque a Planes, nell'antico regno di Valenza (oggi in provincia di Alicante, Spagna), il 15 febbr. 1740, da Miguel (di famiglia di origine aragonese stabilitasi nella regione valenzana nel '500 e appartenente alla piccola nobiltà terriera) e da Casiana Morell. Dopo i primi studi nel Collegio dei nobili, che i gesuiti avevano nella città di Valenza, entrò nella provincia di Aragona della Compagnia di Gesú il 24 dic. 1754. Nel decennio 1754-64 fece nella Catalogna il noviziato (Tarragona 1754-56), il corso di perfezionamento in scienze umanistiche (Manresa 1756-57); poi gli studi di filosofia e scienze (Gerona 1757-59). Dal 1759 al 1763 studiò la teologia nel collegio di San Paolo a Valenza e vi fu ordinato sacerdote. […] Il primo volume della sua opera fondamentale Dell'origine, progressi e stato attuale d'ogni letteratura, apparso in Parma nel 1782 con i tipi bodoniani della stamperia reale, fu l'avvenimento di quell'anno nel campo della cultura italiana. Il primo volume senza dubbio primeggia fra i sette dell'opera (Parma 1782-99) perché piú personale. Quello che interessa negli altri sei tomi non è tanto l'erudizione, quanto la valutazione delle diverse culture e delle loro epoche successive, che si trova già in nuce nel primo. In esso l'A., di fronte all'erudizione e alla filosofia della Encyclopédie, non è piú su posizioni ostili o di sfiducia, come aveva fatto in genere la cultura ecclesiastica a lui precedente, ma piuttosto desidera assimilarne quanto può entrare in una sintesi con il pensiero cristiano. Sin dal prologo, loda la sottigliezza del d'Alembert nella sua prefazione, ma crede che per il suo scopo la divisione delle lettere in storia, filosofia e poesia risulti inadeguata. Per l'A. letteratura è sinonimo dell'odierno termine “cultura”; perciò appunto preferisce dividerla in belle lettere, scienze della natura e scienze ecclesiastiche, e a ognuna di queste tre sezioni dedica due volumi dell'opera. Tre punti meritano speciale rilievo. Il primo dal quale poi derivano anche gli altri due è l'affermazione della cultura grecolatina come base di tutta la cultura europea; essa avrebbe avuto due rinascenze: una nel Medioevo, per opera principalmente degli Arabi spagnoli e dei contatti che la loro cultura arabo-greca ebbe in Spagna con la cultura occidentale, e un'altra nell'Italia dell'umanesimo, della cui eredità, secondo l'A., si viveva ancora. L'A., prettamente neoclassico, misconosceva i valori del barocco, che considerava l'epoca del cattivo gusto; del Medioevo non salvava né l'arte gotica né alcun'altra sorta di cultura fuorché quel prerinascimento greco-arabo, già accennato, e tutto ciò che nelle scienze ecclesiastiche era restato ai margini della scolastic, da lui derisa come pura barbarie. Tuttavia per l'A. –come del resto per tutta la scuola provenzalista italiana, dal Cariteo al Barbieri– gli Arabi spagnoli avrebbero portato in Europa la moderna poesia rimata. È questo il secondo punto da rilevare nel Dell'origine…, che egli segnalava fin dal prospetto iniziale dell'opera diffusosi in tutta l'Europa prima dell'apparizione di questa. Vicino alla tesi dell'A. si trovò il Tiraboschi, mentre irritato avversario ne fu il compagno di esilio Stefano Arteaga, il quale scrisse contro ambedue il trattato Dell'influenza degli arabi sull'origine della poesia moderna in Europa (Roma 1791) in difesa della tesi latino-germanica. Il terzo punto essenziale di questa Weltliteratur dell'A. è strettamente collegato al precedente: sotto l'influsso di quel primo rinascimento greco-arabo si sarebbe creata la letteratura provenzale, con la quale egli identificava –come già il Bastero nella sua Crusca provenzale (Roma 1724)– lal etteratura catalana, fiorente dal Duecento al principio del Cinquecento in Catalogna, Maiorca e Valenza: il suo elogio di Ausiàs Mare (“il Petrarca dei provenzali”) e di Joanot Martorell (definisce il suo Tirant lo Blanc addirittura “il Decamerone” delle prose provenzali) è uno dei pochissimi tratti preromantici di un uomo decisamente neoclassico. Il Dell'origine… ebbe un clamoroso successo in tutta l'Europa: fu piú volte ristampato in Italia, tradotto per intero in spagnolo (10 voll., Madrid 1784-1806), e imposto come testo negli Studi Reali di Madrid; nel 1805 si pubblicò in francese il primo volume, che è, come si è detto, il piú importante e caratteristico.» (miquel batllori, s.v., Dizionario Biografico degli Italiani, volume 3, 1961.)
1972 «Andrés, Juan, SI (Planes [Alicante] 15-11-1740 †Roma 17-1-1817) historiador de la cultura. Entró en SI 1754. Enseñó Retórica y Poética en la Universidad de Gandía hasta la expulsión de 1767, y Filosofía en Ferrara. Vivió en Mantua (1773-96) con los marqueses Bianchi. Renovó su profesión en Parma (1800) y fue bibliotecario real de Nápoles. Obras: Dell'origine, progressi e stato attuale d'ogni letterature, 7 vols. Parma 1782-99; trad. esp. Ma. 1784-1806. Bibl.: O192,I,204-212; Toda y Güell, I, 96-100; II,10; IV,375-376; O154. m. batllori.» (Diccionario de Historia Eclesiástica de España, CSIC, Madrid 1972, tomo I, pág. 63.)
Bibliografía sobre Juan Andrés
1818 Elogio histórico del padre Juan Andrés de la Compañía de Jesús, secretario de la Academia de Antigüedades y Bellas Letras y prefecto de la Real Biblioteca de Nápoles, leído en la Academia Herculanense de Archeología por el socio ordinario Ángelo Antonio Scotti y aprobado por la misma, traducido del italiano, Imprenta de D. Benito Monfort, Valencia 1818, 56 págs.
1940 Juan Francisco Yela Utrilla, «Juan Andrés, culturalista español del siglo XVIII», Revista de la Universidad de Oviedo, 1940, año I, número 2, págs. 24-25.
1978 Adolfo Domínguez Moltó, El Abate D. Juan Andrés Morell (Un erudito del siglo XVIII), Instituto de Estudios Alicantinos, Alicante 1978, 216 págs.
2006 Roberto M. Dainotto, «The Discreet Charm of the Arabist Theory: Juan Andrés, Historicism, and the de-centering of Montesquieu's Europe», European History Quarterly, 2006, 36(1), 7-29.
2008 Maribel Fierro, «La identidad vindicada. Olagüe, Juan Andrés y lo que Europa debe a España», en La integración de Al-Andalus en la Historia de España…, Seminario de Historia, UNED, Documento de trabajo 2008/1.
Sobre Juan Andrés en el proyecto Filosofía en español
→ Sebastián Quintana copia de Juan Andrés
Biblioteca Personal.
Tengo un libro en mi colección privada .-
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