(Morias Enkomion -Μωρίας Εγκώμιον- en griego y Stultitiae Laus en latín: literalmente, Elogio de la estulticia o de la tontería) es un ensayo escrito por Erasmo de Rotterdam e impreso por primera vez en 1511; está inspirado en De triumpho stultitiae del italiano Faustino Perisauli, natural de Tredozio (Forlì). En una traducción aparece como título «Elogio de la necedad» porque moria es necedad, insensatez, locura. Según palabras del propio Erasmo, tras redactarlo en una semana revisó y desarrolló el trabajo durante una estancia en la casa que tenía Tomás Moro en Bucklersbury. Se considera el Elogio de la locura como una de las obras más influyentes de la literatura occidental y uno de los catalizadores de la reforma protestante. Reseña Comienza con una loa satírica (un fragmento de virtuosa locura) a la manera del autor griego Luciano de Samósata, cuya obra había sido traducida hacía poco al latín por el propio Erasmo y por Tomás Moro. Tras esto, el tono se ensombrece con una serie de discursos solemnes, en los que la locura hace un elogio de la ceguera y la demencia y en los que se realiza un examen satírico de las supersticiones y de las prácticas piadosas y corruptas de la Iglesia Católica, así como de la locura de los pedantes (entre los que se incluye el propio Erasmo). El autor había regresado recientemente de Roma profundamente decepcionado y donde se había lamentado de la evolución que veía en la Curia Romana; poco a poco la locura toma la voz de Erasmo. En la obra se hace una relación puntual de las "ventajas" de la Locura sobre la Razón; señala cuán felices son los hombres cuando viven arropados por la necedad, situación de la que no escapan ni siquiera los Gramáticos, los Filósofos, los Teólogos, los Papas, los Obispos Germánicos, los Reyes ni los Príncipes. La locura se presenta ante un auditorio donde desarrolla un elogio de sí misma, logrando que su sola presencia desarrugue entrecejos y produzca cálidas sonrisas. Enumera una por una sus cualidades, vanagloriándose de que sus muchos beneficios se reparten entre todo tipo de personas: desde el vulgo que se contenta con pláticas de viejas, hasta los reyes y eclesiásticos que se embriagan con toda clase de diversiones. La Locura da razón de sus orígenes (Las Islas Afortunadas), de sus padres (Pluto y Hebe) y del cortejo que la acompaña en su tarea de hacer más agradable la vida del género humano (La Adulación, el Amor Propio, la Demencia, la Pereza, la Molicie, el Olvido, y la Voluptuosidad); se lamenta de quienes reniegan de su nombre, pese a ser grandes beneficiarios de sus dones; efectúa una sátira de los leguleyos y de los médicos; de los estudiosos exhibe su desdén y patanería, dejando en claro que las mujeres prefieren la compañía de los necios; exhibe a los comerciantes, describiendo cómo son sus indulgencias la llave para seguir cometiendo sus fechorías; del clero, desde los mendicantes hasta el Papa, muestra qué tan cerca están de la vanidad como lejos de Jesucristo. Características e influencia Erasmo era un gran amigo de Tomás Moro, con el que compartía, además de su fe cristiana, el gusto por el humor frío y el retruécano intelectual. El título mismo, en griego, puede ser entendido como un Elogio de Moro. En el texto abundan dobles e incluso triples significados. La locura se presenta como una diosa, hija de Pluto y de la Juventud (Hebe), criada por ebriedad y la ignorancia; entre sus compañeros fieles se encuentran Philautia (el narcisismo), Kolakia (la adulación), Leteo (el olvido), Misoponia (la pereza), Hedone (el placer), Anoia (la demencia), Tryphe (la irreflexión), Komos (la intemperancia) y Eegretos Hypnos (el sueño profundo). El Elogio de la locura conoció un enorme éxito popular, para sorpresa de Erasmo y, a veces, para su disgusto. El Papa León X la encontró divertida. Antes de la muerte de Erasmo ya había sido traducida al francés y al alemán, y pronto le seguiría una edición en inglés. Una edición de 1511 fue ilustrada con grabados en madera de Hans Holbein, que se han convertido en las ilustraciones más difundidas de la obra. Influyó en la enseñanza de la retórica durante el siglo XVI, y el arte de la adoxografía (el elogio de cosas sin valor) se convirtió en un ejercicio popular entre los estudiantes isabelinos. |
Erasmo de Rotterdam. (Desiderio Erasmo de Rotterdam; Rotterdam, 1466 - Basilea, 1536) Humanista neerlandés de expresión latina. Clérigo regular de san Agustín (1488) y sacerdote (1492), pero incómodo en la vida religiosa (que veía llena de barbarie y de ignorancia), Erasmo de Rotterdam se dedicó a las letras clásicas y, por su fama de latinista, consiguió dejar el monasterio como secretario del obispo de Cambrai (1493). Cursó estudios en París (1495) y, tras dos breves estancias en los Países Bajos (1496 y 1498), decidió llevar vida independiente. En tres ocasiones (1499, 1505-1506 y 1509-1514) visitó Inglaterra, donde trabó amistad con Jane Colet y Tomás Moro, en cuya casa escribió su desenfadado e irónico Elogio de la locura (1511), antes de enseñar teología y griego en Cambridge. En París inició, con Adagios (1500), un éxito editorial que prosiguió en 1506 con sus traducciones latinas (de Luciano de Samósata y de Eurípides) y que culminó en Basilea (1515-1517 y 1521-1529) con sus versiones de Plutarco, sus ediciones de Séneca y de San Jerónimo y su gran edición del Nuevo Testamento (1516). Dicha edición, con texto griego anotado y su traducción latina (muy distinta de la Vulgata de San Jerónimo) le dio renombre europeo. Si sus primeros diálogos Antibárbaros (1494) veían compatibles devoción y cultura clásica, en el Enquiridión (1504) defendía una audaz reforma religiosa. Fruto de las lecciones que había dado para vivir, sus manuales de conversación latina (1497) son el origen de los Coloquios familiares (1518), de gran difusión y resonancia. Fue la crítica de Lorenzo Valla a la versión de la Vulgata lo que le decidió a dedicarse, algo tardíamente, a las letras sagradas para reconciliar cultura clásica y teología (se doctoró en esta ciencia en Turín en 1508). En sus viajes, Erasmo de Rotterdam visitó también Padua, Siena, Roma (1509) y diversas ciudades de Alemania (1514), en cuyos círculos humanísticos fue acogido de forma triunfal. El papa León X le dispensó de tener que vestir el hábito para que viviese en el mundo y fue nombrado consejero del emperador Carlos V, a quien dedicó la Institución del príncipe cristiano (1516). Aunque inicialmente no le prestó gran atención, el crecimiento del problema luterano le hizo cada vez más difícil su insistente pretensión de neutralidad. Si en 1517 se había ido a Lovaina, en 1521 hubo de salir de la ciudad y volver a Basilea por lo insostenible de su situación (aun distanciándose claramente de Martín Lutero, insistía en ser no beligerante) y para guardar su independencia. Pero en 1524 lanzó su Disquisición sobre el libre albedrío, con una violenta respuesta de Lutero (Sobre el albedrío esclavo, 1526) y con su correspondiente réplica (Hyperaspistes, 1526). Y, pese a su neutralidad en la pugna de Enrique VIII de Inglaterra con el papa Clemente VII, su Ciceroniano (1527) refleja ya el desengaño de quien ve sus ideales contrariados por los hechos. Implantada la Reforma en Basilea (1529), Erasmo dejó la ciudad por la misma razón que había dejado Lovaina y se retiró a Friburgo de Brisgovia. Sobre la buena concordia de la Iglesia (1534) es una obra en la que no parece poner sus ilusiones, y no hizo comentarios sobre la ejecución en Inglaterra de Juan Fisher y Tomás Moro (1535). El mismo año recomendó al papa Paulo III un tono conciliador en el futuro concilio y, desde Basilea (adonde había vuelto y de donde sus achaques no le dejarían salir), rechazó el cardenalato; de poco antes de morir es su obra Sobre la pureza de la Iglesia cristiana (1536). Para unos hereje (que preparó el terreno a la Reforma), para otros racionalista solapado u hombre de letras ajeno a la religiosidad (un Voltaire humanista) y para otros gran moralista y lúcido renovador cristiano, Erasmo de Rotterdam quiso unir humanismo clásico y dimensión espiritual, equilibrio pacificador y fidelidad a la Iglesia; condenó toda guerra, reclamó el conocimiento directo de la Escritura, exaltó al laicado y rehusó la pretensión del clero y de las órdenes religiosas de ostentar el monopolio de la virtud. |
Sobre la exhortación a la reflexión en el Elogio de la Locura de Erasmo de Rotterdam 1 On the Exhortation to Reflection in Erasmus of Rotterdam’s Eulogy of Insanity Jaime Palacio Rada Universidad del Zulia Maracaibo - Venezuela Resumen. El Elogio de la Locura de Erasmo de Rotterdam ha sido calificado como una crítica a la Europa del Renacimiento. El presente trabajo expone además como hipótesis que en dicha obra hay, detrás del uso de la ironía, una exhortación a sus lectores a reflexionar. Esto se afirma con apoyo en ciertos elementos que aquí se mostrarán, y en la comparación entre las críticas que hizo Lutero a la iglesia católica y las que había hecho Erasmo, enraizadas en una espiritualidad especial que él llamaba Philosophia Christi, basada en la practicidad, la sencillez, la verdad y la humildad, cualidades que, a través de la ironía, Erasmo invitaba a practicar en su Elogio. 1. Introducción. A lo largo de la historia encontramos varios autores y pensadores que criticaron sus propios tiempos. Uno de ellos fue Erasmo de Rotterdam (1469-1536) 2, agudo observador de su época, que fue el tardío Renacimiento. En aquel entonces el humanismo en boga resaltaba al hombre como centro de la vida y el conocimiento, y principal protagonista del mundo en todas sus dimensiones: artística, literaria, social, política, etc. Pero, a pesar de estas altas expectativas, en la vida real y concreta los hombres renacentistas no estaban en una posición privilegiada frente a los de otros tiempos. Esa época fue de extrema complejidad: Por un lado se asumía al hombre como centro de todos los ámbitos, pero, por otro, ese periodo padecía los excesos de las pasiones y contradicciones humanas que, exteriorizadas en algunos hechos importantes (como la crisis de la iglesia, el auge de movimientos populares igualitarios, la exacerbación mórbida de la sensibilidad colectiva con respecto a la muerte, etc.), hicieron del Renacimiento una época propicia, no sólo para expresar la grandiosidad del hombre, sino también, y en gran medida, para que explotaran abruptamente todo ese cúmulo de pasiones y contradicciones que hicieron de dicha época una etapa de cambios profundos en la historia de occidente. Uno de los hombres que pudo comprender mejor este escenario fue Erasmo de Rotterdam. Él, así como otros pensadores de su época, entendió que la responsabilidad de las cosas buenas y malas que les sucedían a los hombres era de los hombres mismos, y no de Dios, como se pensaba generalmente en la edad media. Un corolario que podía deducirse de esto dicho es que sólo los hombres podían crear las bases para una vida humana más plena y digna. En la sociedad europea de entonces jugaba un papel dominante la iglesia, pero ya en competencia con los monarcas y aristócratas nacientes del absolutismo. También habían aparecido nuevas clases sociales poderosas como los comerciantes, y miembros de otros sectores sociales ya tradicionales, como los campesinos, o que habían adquirido mucho mayor relieve en esa época, como los artistas, y quienes ejercían ciertas profesiones liberales. Todos estos sectores, instituidos por seres falibles, débiles, e irascibles, mostraban las tachas comunes y universales del vulgo humano, pero también estaban presentes las fallas más graves de una minoría, como la corrupción eclesiástica y académica. El Elogio de la Locura 3 es una obra que muestra la labor de un observador y analista profundo de la vida humana, y más específicamente, de la que se desarrollaba en la Europa de aquel entonces. El Elogio fue la expresión literaria de la situación de la época. Dicha expresión no podía venir sino de alguien que conociera bien la sociedad, o al menos sus sectores más importantes. Erasmo, que había sido religioso y era teólogo, conocía bien la iglesia, desde sus jerarquías más altas a sus miembros más humildes. También estaba familiarizado con los sectores involucrados con ésta, como los mismos teólogos, y otros intelectuales. Su Elogio quería, en primer lugar, figurar como un espejo en el que la sociedad misma se viera reflejada, y así pudiera ver sus contradicciones, errores y debilidades. Pero el Elogio no solo iba a ser un reflejo o una critica a esa sociedad. Puede sostenerse que en la obra también estaba implícita una invitación a reflexionar que a su vez tenía la finalidad de motivar un cambio en los individuos y en la sociedad misma. Erasmo quería influir en los hombres del Renacimiento para que, en el mejor de los casos, lucharan contra los errores y debilidades que les perjudicaban como seres humanos, errores que se veían reflejados en muchas de sus acciones e instituciones. En la siguiente cita correspondiente al prólogo del Elogio, puede notarse que Erasmo hizo de éste algo más que una crítica. “San Jerónimo escribió en este genero4 con más libertad y mordacidad, en varias ocasiones hasta sin perdonar los nombres propios. En cuanto a nosotros, aparte de que nos hemos abstenido completamente de nombrar a nadie, hemos guardado tal moderación en el estilo, que el lector avisado comprenderá desde luego que nuestro ánimo ha sido más bien agradar que morder”5. Como hemos notado en la cita anterior, el Elogio no sólo quería referirse a las fallas de los distintos sectores de la sociedad, sino que quería hacerlo sin disgustar ni afrentar al lector y hasta recurriendo al humor, como lo hace frecuentemente en la obra. Un humor bien pensado, que se afianzaba a menudo en referencias a la mitología clásica de Grecia y Roma, así como en la historia y literatura de ambas civilizaciones. Mas, detrás de todo el andamiaje de la crítica, y del humor de la obra, hay una intención mucho más profunda. Por un lado, Erasmo, a diferencia de San Jerónimo, se abstiene de hacer señalamientos a los culpables de manera directa, con lo cual había más posibilidades de alcanzar las intenciones de la obra, que quería agradar más que morder. Esto último ya nos va sugiriendo que Erasmo no está plenamente en contra de aquellos a quienes critica, y que los señalamientos que les hace no son para dañarlos sino para mejorarlos. Además, parecería contradictorio con el carácter de pensador meditado de Erasmo, que él realizara toda una crítica e inspección de la sociedad, sin que en ella no asomara la más mínima intención de plantear una posibilidad distinta con relación a la situación tan compleja y difícil que se muestra a través de los numerosos ejemplos que él presenta en su obra. Esta intención puede distinguirse a través de las comparaciones que se hacen en el Elogio entre la conducta de esa sociedad y especialmente del clero del siglo XVI con la vida de los apóstoles y la vida de Jesús, contraste que parece claramente querer inducir a los lectores a examinar sus vidas, y si fuere el caso, reformarlas. Al hablar de los monjes, dice: Hay algunos de ellos que trafican ventajosamente con su mugre y su mendicidad, y van berreando de puerta en puerta para pedir un pedazo de pan, sin dejar hosterías, coches ni barcos que no asalten, con no poco perjuicio de los verdaderos mendigos; de este modo penetran suavemente estos hombres, que con su suciedad, su ignorancia, su ordinariez y su desvergüenza pretenden ofrecernos una imagen de los Apóstoles6. Y no trata mejor a las dignidades eclesiásticas más elevadas: Los sumos pontífices, los cardenales y los obispos imitan desde hace largo tiempo con éxito y casi sobrepasan la conducta de los príncipes. [...] Pero nuestros prelados de hoy obran más cuerdamente dedicándose a ser pastores de sí mismos y dejando al mismo Cristo la custodia de sus ovejas o a Cristo, o delegando sus funciones en los frailes y vicarios, sin acordarse siquiera de su nombre de Obispo, que quiere decir trabajo, vigilancia y solicitud, pues sólo cuando se trata de atrapar dinero es cuando son obispos de verdad y no de los que se duermen en las pajas7. De la misma manera, si los cardenales pensaran que son los sucesores de los apóstoles, y que se les exige la misma conducta que aquellos observaron; que no son los dueños, sino los administradores de los bienes espirituales, de todos los cuales tendrán que dar muy pronto una estrecha cuenta; [...] Repito que si los cardenales meditasen en estas cosas, lejos de ambicionar ese honor renunciarían a él de buena voluntad o llevarían una vida más laboriosa y más diligente, como lo fue antiguamente la de los discípulos de Jesús8. ¿Por qué razón han de tener riquezas los que se dicen hacer las veces de los apóstoles, que vivían pobres?9. Otro aspecto que influye en esta intención de Erasmo es la manera en que se dirige a los distintos sectores a quienes critica. Como se ha señalado en la página anterior, él en ningún momento habla de personas particulares. Siempre hace referencias en términos generales. Podría decirse que Erasmo, en las críticas que hace en el Elogio, va bajando del género a las especies. En este caso, lo más general sería la sociedad. Luego se circunscribe a una institución, por ejemplo la eclesiástica. Luego se circunscribe a los gobernantes y príncipes, e incluso nombra a los que forman parte del estamento de iglesia, tal es el caso de los teólogos, obispos, sacerdotes, etc. Siempre en sentido colectivo y abstracto, nunca hacia nadie en concreto. A lo mencionado anteriormente sobre el modo general en que Erasmo realiza sus críticas en el Elogio, podemos aunar otro elemento que, a pesar de no estar en esa obra, puede ayudarnos a entender mejor el propósito implícito que postulamos sobre la misma. Ese elemento, que fortalece nuestra hipótesis sobre las intenciones de Erasmo, es la comparación entre la respuesta de Erasmo a la situación de su época, y la posterior respuesta de Lutero a la misma. Aunque difieren en su momento de aparición, ambas respuestas tienen como escenario la Europa renacentista y como objeto de sus criticas principales a la misma iglesia católica. Sólo nos interesa en este punto comparar la forma en que hicieron sus críticas y las reacciones que provocaron en su momento, con el fin de profundizar sobre la intención de Erasmo en su Elogio. Pero, antes de tratar esto, nos detendremos un poco en los matices que diferencian en general a las nociones de crítica y cambio. Es verdad que ambas cosas, la crítica y el cambio, no se relacionan necesariamente en el sentido de que aquélla implique a éste. Es decir, no siempre una crítica provoca un cambio. Tienen que darse elementos adicionales para que se produzca ese cambio. Pero Erasmo no plantea cualquier tipo de cambio, sino el más adecuado con la justicia. Un cambio así no se logra variando la conducta externa maquinalmente, sin que haya habido una reflexión y una transformación interior previas. Al contrario: rara vez sucede un cambio de ese carácter en las personas que no vaya precedido por un momento reflexivo, que orienta sobre caminos que se pueden seguir y actitudes que se pueden o se deben asumir. Por otro lado, una crítica puede ser recibida de distintas maneras: puede ser rechazada o aceptada en diversos grados de lo uno y lo otro. Si es aceptada, no necesariamente ello significa que vamos a cambiar por efecto de esa crítica, sino por causa de una decisión nuestra de cambiar, a la cual difícilmente puede llegarse sin mediar un momento reflexivo. Y ese momento reflexivo puede producirse o no. Que ello ocurra depende de varias cosas. En primer lugar debe haber una disponibilidad e interés de parte del que escucha la crítica, para reconocer como justo lo que se le reprocha, y en el mejor de los casos, para optar por un cambio. Pero más importante aún parece ser el modo cómo se realice esa crítica. No se puede exhortar a la reflexión, por ejemplo, tildando de corrupto a un sacerdote en particular, por más razón que se tenga. Erasmo, que es tolerante (y esta es una de las virtudes que más se le reconocen) no lo hizo así, sino que buscó que su crítica fuera acompañada de elementos que provocaran ese momento reflexivo, que en el caso de los cristianos vendría a ser una oportunidad para el arrepentimiento. Por la reflexión, pues, se puede llegar al cambio, aunque el carácter de la reflexión no sea precisamente el de una causa necesaria ni sus efectos sean necesariamente los del cambio. Pero en el caso de que un cambio moral tal ocurra, necesariamente habrá tenido que ocurrir tras un momento reflexivo, pues es éste el que permite darse cuenta de los errores, y el que lleva al cambio mismo, sobre todo si es un cambio cualitativo específico. Ahora bien, Erasmo no habla mucho sobre cual debía ser ese cambio. El Elogio no es precisamente un libro doctrinal, o moralista, (aunque haya en él contenidos morales). No propone una nueva sociedad, ni especifica mucho sobre cómo debía ser ese cambio, lo cual, además, no hacía falta, pues Erasmo no buscaba crear una nueva sociedad, ni una nueva iglesia, al modo como lo pretendieron en su momento Tomas Moro o Tomás Campanella cada uno con su respectiva utopía. Al contrario, él buscaba que esa misma sociedad y esa misma iglesia volvieran al camino, al sendero sobre el cual empezaron con Jesucristo y del cual se habían apartado, en la mayoría de los casos a que hace referencia Erasmo, debido exclusivamente a intereses personales. De allí que una de las partes fundamentales del Elogio sea la comparación de esa cristiandad de su tiempo con la sociedad de los apóstoles y Jesús. Todo esto nos lleva a concluir que el cambio que Erasmo quiere, no es el cambio de una cosa por otra, sino que se trataba de un cambio especial que habría de realizarse dentro del mismo cuerpo de esa sociedad y de esa iglesia, como antes decíamos10. Pero, para llegar a esto, hay que entender varios elementos del Elogio que son los que pueden sustentar estas ideas. De entre estos elementos, es de suma importancia la forma en la que Erasmo dirige las críticas a los distintos sectores de esa sociedad, en la que nos detendremos con mayor detalle. 2. La crítica contenida en el Elogio de la Locura Partamos de un hecho con el cual la tradición que ha estudiado a Erasmo ha estado de acuerdo: el Elogio fue una crítica a la sociedad europea del momento, especialmente hacia ciertos sectores de la misma. No una crítica a toda la humanidad, sino a esa Europa del Renacimiento, que por ser cristiana, suponía en ella la vocación a una determinada conducta y a una fe enmarcada en las escrituras y en la vida de Jesucristo. Al menos esto correspondía obviamente a los sectores dirigentes de esa sociedad, pero en especial a la jerarquía de la iglesia, pues era la encargada de propugnar los valores del evangelio. Ahora bien, las críticas y propuestas de Erasmo no se dirigían solamente a una época o lugar específicos. Como humanista, sus ideas apuntaban a apreciaciones válidas sobre toda la humanidad, y más sobre una sociedad cristiana. Sin embargo, por el momento especial en que le tocó vivir, sus críticas más tenaces iban dirigidas, en principio, a su tiempo y a la conducta de sus contemporáneos. La crítica al hombre europeo renacentista y cristiano que encontramos en el Elogio, está estructurada en dos niveles en los cuales él presenta a un personaje central que expone el discurso, y que es la Sandez, la tontería entendida en su concepto general 11 y personificada en una mujer (que en las primeras ediciones ilustradas por Hans Holbein aparece con atuendo de bufón). Lo que determina que un nivel de sandez sea más importante que otro en la obra es el tipo de efecto moral que ella produce en quien la ostenta. Así, cuando la necedad habla de los niños, el nivel de sandez, y por ende el de la crítica de Erasmo, no será tan elevado como cuando habla de los teólogos. De tal manera que encontramos mayor tontería en unos seres humanos que en otros. Los niveles más elevados de la sandez constituirán los sectores más importantes, aquellos en donde la corrupción es más grave y por supuesto, aquellos contra los cuales Erasmo expresaba sus críticas más fuertes. En virtud de nuestro propósito obviaremos el grado más inofensivo de sandez, es decir, el de los niños, mujeres, ancianos, etc., y trabajaremos con sus niveles o grados más elevados, a saber: los teólogos, los obispos, los príncipes, etc. A tal respecto cabe preguntar ¿Qué era lo que criticaba Erasmo a estos sectores? 2.1. La contradicción entre el ideal y la realidad. El Elogio fue una crítica, que, además de exhortar a una reflexión e indirectamente a un cambio, atacaba como su blanco principal cierta contradicción en las funciones o cargos que ejercían personas de los sectores más importantes del momento. Esta contradicción consistía en que los individuos que habían asumido ciertas vocaciones u ocupaban algunas posiciones u oficios importantes en la sociedad, en vez de cumplir los objetivos de dichas posiciones, seguían otros intereses, generalmente de tipo personal, relacionados con sus propias ambiciones, y generalmente teñidos de egoísmo, soberbia, pereza, codicia, y otras tachas humanas que en todo caso les llevaban a metas y logros que poco tenían que ver con la naturaleza del cargo o posición que ocupaban. Las críticas que dirige Erasmo a este desfase, entre el verdadero sentido de dichas funciones y lo que en la realidad ellas habían devenido, se hacía sentir en dos ámbitos: el personal y el institucional. Cuando Erasmo critica a los teólogos por ejemplo, se dirige a la institución de la iglesia, y a su vez se dirige a cada uno de los teólogos, aunque rara vez menciona a alguno en particular. La misión de los teólogos fue y sigue siendo la de interpretar las escrituras y de esta manera ayudar a fomentar la fe de los creyentes, pero en la época de Erasmo muchos teólogos se ocupaban de asuntos intelectuales lejanos a su verdadera función, asuntos que además trataban generalmente con un lenguaje rebuscado. Erasmo se refiere al problema de la terminología enrevesada de los teólogos, que en vez de esclarecer, oscurecía: De tal modo [los teólogos] se hallan protegidos por un cortejo de definiciones de conclusiones, de corolarios, de proposiciones explícitas e implícitas y también provistos de refugios, que no podrían enredarse ni en las redes de Vulcano, porque se escurrirían de ellas a fuerza de esos distingos que cortan todas las mallas, con palabras recién buscadas y términos oscuros, como no haría tan fácilmente el cuchillo de dos filos de Tenedos12. Al atacar a los teólogos, Erasmo también mostraba una de las fallas principales de la iglesia. Muy posiblemente, cada teólogo debió sentirse señalado en esta crítica, aunque Erasmo no habla de nadie en concreto. Asimismo, él denuncia allí la complicación o la tergiversación de las escrituras que los teólogos causaban, y con lo cual se alejaban de su verdadera función como divulgadores y aclaradores de la palabra y la doctrina. Esa era una de las faltas más graves que criticaba Erasmo, pues, lejos de fomentar la fe en los fieles, estas confusiones y enredos provocaban el debilitamiento de la misma en las gentes. Para profundizar más en el caso de los teólogos, que en el Elogio ocupa un lugar de preferencia en cuanto a su grado superior de estupidez, nótese en la siguiente cita como Erasmo los critica más directamente, pero esta vez refiriéndose al método -o la falta de método- en que incurrían, pues en vez de ceñirse a las escrituras, para hacer su tarea de aplicar la exégesis a las cuestiones allí expuestas, explicaban esas cuestiones a su capricho, según su antojo o intereses. Ello, aunado a lo antes dicho, hace evidente esa contradicción entre la naturaleza de sus funciones y el incumplimiento de ellas: Además (los teólogos) explican a su capricho los más ocultos misterios, por ejemplo: «¿ Por qué causa fue creado y ordenado el mundo?» «¿ Qué vías ha seguido el pecado original en la descendencia de Adán?» «De qué modo, en qué medida, cuánto tiempo estuvo Cristo en el seno de la Virgen» «De qué manera en la Eucaristía subsisten los accidentes sin sustancia»13. En esta cita, Erasmo critica los mismos temas o problemas que los teólogos solían discutir. Esos temas y ejercicios se alejaban de su función auténtica y, además, no tenían solución que pudiera ser hallada por ningún hombre. Sin embargo, los teólogos se vanagloriaban de solucionarlos mediante la especulación. Para tener una mejor idea de las tres críticas realizadas por Erasmo nótese en las siguientes citas varios aspectos analizados hasta aquí, a saber: la terminología empleada, los métodos aplicados, y, sobre todo, el tratamiento de esos problemas u “ocultos misterios” que los teólogos querían resolver: ... hay cuestiones, en verdad, reservadas a los grandes teólogos, a los iluminados, como ellos dicen, y las cuales, cuando se plantean, los alborotan enormemente; verbigracia: «¿Hay un instante en la generación divina?» «¿Deben admitirse muchas filiaciones en Cristo?» «¿Es posible esta proposición: Dios padre odia a su hijo?» «¿ Habría podido Dios haber tomado la naturaleza de una mujer, de un demonio, de un asno, de una calabaza, o de un guijarro?»14. Hay todavía una multitud de estúpidas sutilezas, cien veces mayores que las anteriores, acerca de las nociones, las relaciones, las formalidades, las quidditates y acceitates [sic], que se escaparían a los ojos más penetrantes, a menos que tuvieran los de Linceo, que veían a través de las más espesas tinieblas las cosas que nunca habían existido. Añadid a esto aquellas sentencias tan paradójicas, que, a su lado, los oráculos de los estoicos, conocidos con el nombre de paradojas, parecen máximas groseras y propias de charlatanes callejeros, como, por ejemplo: «Es un pecado menos grave degollar mil hombres que coser los domingos los zapatos de un pobre», y «es preferible dejar que perezca el Universo entero, con armas y bagajes, como suele decirse, a proferir una sola mentirijilla, por inocente que sea»15. En la siguiente cita puede notarse una crítica al método o a la manera en la que los teólogos resolvían los “ocultos misterios”: En segundo término, si van a hablar de la caridad, empiezan el exordio con el Nilo de Egipto; si del misterio de la cruz, hayan felicísimo comienzo en el recuerdo de Bel, el dragón de Babilonia; si del ayuno, toman su punto de partida en los doce signos del Zodíaco, y si de la fe, hacen una larga introducción acerca de la cuadratura del círculo16. Asimismo, hace ataques ya específicos a doctrinas o corrientes teológicas, como cuando arremete contra la escolástica en las siguientes líneas: Pero estas sutilezas tan sutiles, las convierten en archisutiles los diversos sistemas escolásticos, pues más pronto se saldría de un laberinto que de esa maraña de realistas, nominalistas, tomistas, libertinos, ockamistas, escotistas, etc; y no he nombrado todas las sectas sino las principales, en todas las cuales hay tanta erudición y tantas dificultades, que en mi opinión los mismos apóstoles necesitarían de una nueva venida del Espíritu Santo si tuvieran que disputar sobre estas materias con esta nueva especie de teólogos17. Luego, compara a estos teólogos contemporáneos suyos con los primeros cristianos, y aunque -desde el punto de vista del personaje de la necedad- pareciera burlarse de ambos y dar ventaja a los de su época, en realidad, expone el modo de ser de sus contemporáneos como contradictorio e incoherente. Es decir, los teólogos no estaban actuando de acuerdo con la naturaleza de su vocación y su oficio, que no era otro que el de imitar a Jesús y a sus apóstoles y seguir sus mandamientos, basados en la sencillez y la humildad. En la siguiente cita Erasmo alude precisamente a la sencillez de los apóstoles, opuesta a la truculencia de los teólogos de su época:
En resumen, si los temas por los que se interesaban los teólogos eran “ocultos misterios” o cuestiones inexistentes como temas de la fe, como Erasmo señalaba, y si además de esto lo explicaban a su capricho y aun utilizaban un lenguaje rebuscado, entonces tenemos que esos teólogos estaban completamente ajenos a la realidad que se vivía y en la que se basaba la religión a la cual pretendían servir. Por ello estaban apartados completamente de su función auténtica pues, por los despropósitos en que incurrían, conspiraban contra la propia naturaleza de su oficio. Erasmo consideraba que debido a esto existía una vasta situación de irresponsabilidad moral en la iglesia con respecto a la predicación de la doctrina, pues en lugar de fomentar la fe, los teólogos y otros predicadores la hacían más oscura y limitada. A la larga, esto iba dañando o degradando la fe misma de la masa de los creyentes. Por otra parte, muchos de los obispos y sacerdotes, cuya labor era acompañar y guiar al rebaño de los fieles en el camino de la fe, se ocupaban de actividades lejanas a su labor y dejaban a la gente a la deriva. Erasmo -a través de la necedad - los considera también unos tontos de calidad, y alude a sus actitudes: Pero, mientras tanto, [obispos y sacerdotes] no se acuerdan de recordar lo que tantas veces se lee en libros sobre los deberes que ellos, a su vez, tienen para con el pueblo, pues su tonsura ni siquiera les sirve para recordarles que los sacerdotes deben estar libres de las ambiciones del mundo y no pensar más que en las cosas del cielo19. Erasmo critica aquí la negligencia de obispos y sacerdotes, que muchas veces sólo hacían el mínimo esfuerzo por orientar a los fieles, y que en vez de alejarse de las cosas del mundo, o usarlas con prudencia, no sólo se acercaban más a ellas, sino que lo hacían hasta el abuso. El amor a estas cosas del mundo les hacía incurrir hasta la gravedad en faltas como la avaricia y la soberbia, además del engaño hacia las gentes, todo para aprovecharse materialmente de su posición, con lo cual empeoraba la situación de corrupción de gran parte del clero: ¡Que vista de águila demuestran cuando se trata de descubrir en un viejo pergamino una cosa que pueda aterrar a las gentes sencillas y convencerlas de que deben pagar algo más que los diezmos!20. La contradicción se ve más clara si se la presenta como una negación de una tautología: los teólogos no estaban actuando como teólogos, los obispos no eran tampoco obispos (episkopos, es decir, que están por encima de la gente, pero no por ser superiores a ella, sino para cuidarla, vigilarla, orientarla, y supervisarla, con bondad y compasión); los curas no eran curas, es decir, no cuidaban a su grey (cura en latín significa “cuidado”). Otros sectores de la iglesia, como las órdenes religiosas, también estaban en una situación similar. Todo esto convertía a la iglesia en una institución contradictoria, pues sus diversos representantes, amparados y aprovechándose de su posición dentro de ella, no cumplían con sus funciones originales a las cuales habían sido encomendados. En otro pasaje de la obra, la necedad vuelve a insistir en este mal decir que Erasmo criticaba en los teólogos: Yo misma tengo que reírme algunas veces al ver que solamente se tienen por grandes teólogos cuando se expresan lo más bárbara y torpemente posible; al considerar que balbucean de tal forma que de nadie logran ser comprendidos, a no ser por los tartamudos, y que llaman agudeza de ingenio a lo que el vulgo no entiende; dicen que es indigno a las Sagradas Letras someterse a las leyes de los gramáticos. ¡Admirable excelencia la de los teólogos, si solo a ellos les fuera lícito hablar mal! Por desgracia, en esto son iguales a muchos remendones21. Este problema les llevaba a interpretaciones que Erasmo denunciaba como erradas, parciales y hasta acomodaticias, como lo indica en este pasaje: Como toda la doctrina de Cristo no tiende a inculcar otra cosa que la mansedumbre, la tolerancia y el desprecio de la vida, ¿quién no comprende que en este pasaje22 quiso el Maestro desarmar de tal manera a sus enviados que les recomienda que se despojen, no solamente de su calzado y de su bolsa, sino también de su túnica, y así desnudos y enteramente desembarazados, emprendan la predicación del Evangelio, sin prevenirse de otra cosa que de una espada, pero no de aquella de que se arman los ladrones y los asesinos, sino de la espada espiritual que penetra hasta el fondo de los corazones y que de tal suerte corta en ellos todas las pasiones, que no deja en el corazón otro sentimiento que el de la piedad? Pues bien: Ved ahora de que manera tuerce este texto el famoso teólogo de que hablamos23: La espada significa, a su juicio, la defensa contra las persecuciones, y el talego, la merienda para el camino; como si Cristo cambiando de parecer al ver que enviaba a sus apóstoles con una provisión poco espléndida, se retractara de su anterior doctrina24. La situación problemática generada por estas contradicciones tarde o temprano iba a traer consecuencias desastrosas. De hecho, personajes importantes del Renacimiento no tardaron en manifestarse en contra de los abusos eclesiásticos. Después de Erasmo, el más importante de quienes protestarían contra la iglesia católica fue Martín Lutero. Como resultado de su protesta ocurrió la ruptura de la cristiandad occidental y la eclosión de las iglesias protestantes25, en medio de tensiones y enfrentamientos sociales de múltiples causas. Una obra como el Elogio de la Locura calzaba perfecta para la sociedad que iría a alumbrar estos cambios y producir este tipo de obras críticas, pues la situación en que se estaba, de crisis y desorientación, las merecía. En lo que sigue consideraremos el problema de la invitación a la reflexión en el Elogio. 4. La exhortación a la reflexión El Elogio estaba construido como un conjunto de comentarios que, por satíricos, iban a provocar una reacción en sus lectores. Erasmo suponía eso, tal como lo expresa en documentos posteriores a la publicación de la obra. Pero su intención no era sólo provocar por el simple hecho de provocar, sino también inculcar en sus lectores ciertas ideas, o al menos motivar su reflexión sobre ciertos problemas relacionados, en mayor o en menor grado, con las esferas de poder de ese momento. Por eso se puede afirmar que en Elogio y en sus argumentaciones, hay una invitación a los lectores a que reflexionen sobre su condición. Especialmente en el caso de aquellos más criticados por Erasmo, a quienes él tácitamente planteaba que revisaran su conducta y buscaran realizar su verdadera misión según el alto cargo que tenían. En otras palabras el mensaje de Erasmo a los teólogos, filósofos, religiosos, autoridades eclesiásticas y académicas e intelectuales era una invitación a regresar al sentido original de sus vocaciones. La preocupación por la situación moral de la iglesia no solo era de Erasmo. El clamor por una reforma hacía tiempo que estaba tomando fuerza, y se ponía en tela de juicio el rol de muchos altos prelados y de la estructura eclesiástica misma en general. Por eso, él dirigió sus críticas más agresivas a este sector, causando molestias a importantes personalidades. Recuérdese que hablábamos de dos tipos de críticas. Una a nivel personal y otra a nivel de las instituciones. De igual manera la exhortación a la reflexión está dirigida a estos dos estratos. Así, Erasmo no sólo le habla a los individuos, sino que también le habla a la iglesia como tal y a otros sectores de la sociedad en general. En las siguientes citas Erasmo habla en términos generales, pero con intención de tocar a cada persona de las aludidas: Pudiera, sin embargo, tolerarse a los sabios el desempeño de los cargos públicos, aunque nos hiciesen el efecto de asnos tocando la lira, con tal que en los restantes negocios mostraran singular maestría; pero llevad un sabio a un banquete, y es seguro que aguará la fiesta con su melancólico silencio o con sus impertinentes cuestioncillas26. Entre los eruditos, los jurisconsultos reclaman el primer lugar, y cierto es que ningunos otros se encuentran tan satisfechos de sí mismos cuando, verdaderos Sísifos, suben eternamente la piedra urdiendo en su cabeza centenares de leyes27. En ambas citas Erasmo generaliza, y ciertamente que los aludidos pudieron haberse sentido atacados. ¿Por qué Erasmo hablaba en esos términos? ¿Por qué no señalaba a los culpables directamente? Se pueden construir algunos contextos en el camino a responder estas preguntas. El hecho de hablar en términos generales puede significar por un lado, que Erasmo no quería comprometerse. Así señalaba a todos y a la vez a ninguno. De hecho, las críticas que Erasmo hace eran demasiado fuertes como para que no causaran ningún tipo de molestias. A juzgar por la reacción que causaron, y por otros elementos, pareciera que la hipótesis de la prudencia de Erasmo pierde fuerza. La intención de Erasmo de conmover a sus lectores, de invitarlos a mirar en sí mismos y considerar su condición, él mismo la expone al hablar de este tipo de crítica en las cuales nadie es aludido especialmente, pero a la vez todos lo son: ... cuando en la crítica no se omite ninguna clase social, no puede decirse que vaya contra nadie particular, sino contra todos los vicios y por consiguiente, si alguno se considerase ofendido, o es que su conciencia le acusa o, por lo menos teme verse retratado en ella28. El hecho de hablar en términos generales, acerca del cual se ha hecho especial insistencia en estas páginas, y sobre el cual también hacía hincapié Erasmo, estaba destinado a provocar una reacción diferente a la que habría ocurrido si Erasmo hubiese hablado en particular. Si en vez de decir que los sacerdotes eran ladrones hubiese dicho que el sacerdote X era ladrón, o que otro sacerdote Y enamoraba a las mujeres, definitivamente la reacción en los lectores y de los directamente implicados no iba a ser igual. La mayor fuerza del ataque, al concentrarse en la especificidad, se habría diluido para la generalidad del público a quienes podía estar dirigida. El mismo Erasmo en su introducción nos dice en qué consiste o cuál puede ser el propósito de hablar en estos términos: Pero yo pregunto: Criticar las costumbres de los hombres sin criticar a nadie individualmente, ¿es acaso morder, o más bien enseñar o aconsejar? Por lo demás ¿no me critico yo mismo desde muchos aspectos?29. Hablando en los términos en los que habló, cada sacerdote u obispo o profesor o jurisconsulto iba a darse por aludido, en la mayor o menor medida del caso, y llevado a la consideración del contexto en el que estaba. Aquí encontramos el indicio de la exhortación a la reflexión antes planteada. La acusación indirecta crea una oportunidad para reflexionar sobre la propia situación en la que se está. Más que para condenar, la acusación quería hacer que los implicados reconocieran sus culpas y volvieran a actuar de acuerdo con los preceptos cristianos. La crítica de Erasmo funciona al modo de una amonestación para inducir al arrepentimiento y la enmienda, y su crítica, tal como él lo señala en la cita, se corresponde con la tradición del autocrítico examen de conciencia, y por ello él dice al respecto que se critica a sí mismo en muchos aspectos: esta crítica es parte de nuestra actitud como cristianos, una actitud de examen que debemos constantemente asumir para con nosotros y con el mundo. Es un modo de crecer en la fe, en lo moral y en lo intelectual. Pero, este ejercicio crítico, y sobre todo autocrítico, era ciertamente algo que la iglesia parecía haber olvidado, y que necesitaba ser rescatado con urgencia en dicho momento. Mucho de lo anterior se puede verificar de mejor manera en un escrito posterior al Elogio. Se trata de una epístola que dirigió Erasmo a un famoso teólogo de la época30. En ella podemos ver de mejor manera cual fue la intención de Erasmo para con el Elogio y, más concretamente, al momento de hablar en términos generales: Mi solo propósito al publicar todos mis libros ha sido siempre el de hacer algo útil por mi trabajo, y si no puedo lograr eso, entonces al menos no hacer daño...31 Y también Pero en mi caso, en todos los volúmenes que he publicado hasta la fecha, en los cuales he alabado a tantos con sinceridad ¿puedes decirme de alguien a cuya reputación haya yo dañado o mancillado en lo más mínimo? ¿Qué nación, clase o persona o individuo he censurado yo por sus nombre?... Sin embargo, he controlado siempre mi resentimiento, y he pensado más sobre como la posteridad me juzgaría que sobre lo que la maldad de mis retractores merece32. Quería aconsejar, no regañar; hacer el bien, no injuriar; obrar a favor y no en contra de los intereses de los hombres33. Así pues, el Elogio no solo era una mera crítica, no solo buscaba morder y regañar; sino incitar a la regeneración de quienes, de una u otra manera, no estaban haciendo bien su labor en el mundo. O lo que en las palabras del mismo Erasmo sería enseñar y aconsejar. Todo lo antes dicho se ve mejor si analizamos otro elemento importante en virtud de lo que queremos mostrar. Este elemento es el personaje de la necedad que utiliza Erasmo como narradora del Elogio. El recurso a un personaje tal le permite decir muchas verdades, toda vez que el mismo se presta a ser utilizado de manera muy versátil. Por boca de la necedad salen todas las críticas a los distintos sectores. Erasmo mismo nota este carácter inocuo de la necedad cuando señala que “solo los necios gozan del privilegio de decir la verdad sin ofender a nadie”34. Como se ha dicho antes, Holbein, pintor que ilustró las primeras ediciones del Elogio con grabados, dibujó a la Sandez con la apariencia y atuendo de un bufón. El bufón era el personaje que solía acompañar a los reyes y otras autoridades, y por su misma sandez o locura le era permitido decir cualquier cosa. Entre esas cosas, muchas eran verdades que podían ser aceptadas o no, según el ánimo de quien las escuchase. Ello incluía al rey, a quien también podía aludir el bufón en sus señalamientos. Este por lo general le escuchaba, se reía de sus tonterías, pero podía saber o darse cuenta de que, a veces, este bufón tenía razón. Podía incluso tomar decisiones influenciado por las cosas que éste le decía. Ahora, imaginemos que este bufón que dice muchas verdades, sólo habla en términos generales, y que los teólogos, jurisconsultos, sacerdotes, etc., juegan el papel del rey. ¿Qué hubiese pasado si en vez de la necedad, Erasmo hubiese puesto como interlocutora a la corrupción o a la mentira, o si incluso hubiese sido él mismo el que asumiera la carga directa del discurso? No lo sabemos. Pero lo que sí es cierto, es que los conceptos de sandez o el de locura poseen, como antes decíamos, una carga moral menos negativa que la corrupción, la mentira, u otras tachas humanas manifestadas en muchas de las autoridades de la época. La sandez es un concepto que se presta a ser utilizado como algo inofensivo o como algo nocivo. Nótese en la siguiente cita como la necedad aparece inofensiva: ¿Y qué es lo que vemos en los niños, que nos mueve a besarlos, a abrazarlos, a acariciarlos, y que hace que nos parezcan que hasta tienen la virtud de desarmar al enemigo, sino el atractivo de la necedad con que la prudente Naturaleza ha adornado las frentes de los recién nacidos... ?35. Y de modo semejante en esta, que alude a las mujeres. Es la mujer un animal inepto y necio; pero, por lo demás, complaciente y gracioso. De modo que su compañía en el hogar suaviza y endulza con su necedad la melancolía y aspereza de la índole varonil. Y así Platón, al vacilar entre incluir a la mujer en la categoría de los animales racionales o en la de los irracionales, no se propuso más que señalarnos la insigne necedad de este sexo [...] Tienen en primer lugar, el privilegio de la hermosura, que con razón anteponen a todas las cosas y por cuya virtud ejercen tiranía aun sobre los mismos tiranos. ¿De dónde creéis que procede la disposición desaliñada del varón, su piel velluda y su espesa barba que le dan aspecto de vejez aun siendo joven, sino de hábito de la cordura, mientras que en la mujer siempre advertimos sus mejillas imberbes, su voz siempre fina y su cutis delicado, como si fuese la imagen de una perpetua juventud?36. En estas dos primeras citas, la necedad de los sujetos de quien se habla es inofensiva. Y ello es así porque la calificación moral de la sandez depende de los sujetos en reside y se manifiesta, y no en su concepto mismo como tal. La característica que hemos dicho tiene este concepto y lo útil que fue para Erasmo usarlo, se puede ver concretamente, en el hecho de que en las dos citas anteriores, el concepto de sandez va acompañado de otros términos, que si bien no expresan alguna virtud en los aludidos, tampoco se puede decir que los perjudican. En la primera cita, por ejemplo, referida a los niños, la sandez está envuelta con una cantidad de términos, por decirlo de algún modo, agradables, que hacen ver a la sandez como dispensadora de bienes y a los niños como sus beneficiarios. En la segunda cita, la sandez va unida a condiciones atractivas y superiores. Pero, nótese en la siguiente cita como la Sandez se torna más desagradable:
La misma Necedad, que unas líneas arriba se complacía en hablar de los niños, ahora nos presenta a los teólogos como gente severa e irascible y por eso ni ella quiere remover esa planta fétida. Nótese en la siguiente cita con mayor claridad, lo planteado hasta aquí: No veo quién pudiera ser más desgraciado que ellos si yo no acudiese en su auxilio de muchas maneras, pues ... el género humano detesta esta clase de hombres, hasta el punto de que si los encuentra al paso cree a pie jutillas que es señal de mal agüero38. En lo anterior se puede confirmar lo versátil del concepto de “sandez”. En el caso de los teólogos, éste concepto está envuelto o acompañado de adjetivos y epítetos peyorativos, como se contiene en las citas y otros pasajes de la obra. Esta virtud de la Sandez nos remite al bufón que antes mencionábamos, pues en el caso del Elogio, los teólogos y sacerdotes, así como el rey, pudieron sentirse aludidos y más aun, llamados a una reflexión. Hay otro elemento más importante para apoyar todo lo dicho hasta aquí, y que también está implícito en la obra. En sus capítulos finales, después de toda la crítica, Erasmo hace una apología de los apóstoles y de Jesucristo. A pesar de que se ha mofado y ha atacado a distintos sectores de la época, en estos capítulos muestra indirectamente cómo debía ser un cristiano, y a grandes rasgos exponía cuál era el sentido original de las funciones a las que hacía referencia. Basándose en la vida de los apóstoles y la de Jesucristo exhortaba a los distintos sectores que criticaba a mirarse en el espejo del verdadero y original cristianismo. Al presentar estas claras diferencias entre uno y otro proceder: el de los apóstoles en primer lugar, y el de muchos de los estamentos religiosos de su contemporaneidad, Erasmo trataba de mostrar a los distintos grupos religiosos que criticaba que se habían alejado de su verdadera función, y les indicaba cual debía ser el camino o el ejemplo que debían seguir. Aunque no propone en el Elogio una sociedad ideal39, ni se explaya con detalle sobre cuál o cómo debía ser el cambio que deseaba, puede afirmarse, por los elementos señalados, que se sostiene la hipótesis de estas páginas sobre Erasmo. Como decíamos antes, una crítica no necesariamente plantea un cambio de una cosa por otra. Puede ser -y este es el caso del Elogio- que la crítica sea para cambiar lo desviado o dañado o corrompido de una actitud o un obrar o de una cosa, y no para cambiar la esencia de ese obrar o de esa cosa misma. En relación al Elogio, en éste no se plantea el cambio de una iglesia por otra. Se trata (y en esto se evidencia la personalidad conservadora y tolerante de Erasmo) de un cambio dentro de esa misma iglesia, una transformación o reforma interna que, debido a los distintos elementos que hemos explicado, sería posible a través de una reflexión consciente y proactiva40. La vida de Jesús y la de sus apóstoles era y es el modelo que debía y deben seguir los que pertenecen de una u otra forma a la iglesia. Para los cristianos, el fundamento de sus ocupaciones, de sus ideales y en fin, de sus vidas, debía basarse en ese modelo que se caracterizaba por practicar la caridad, por mostrar una dedicación a los pobres, por su humildad, y las demás virtudes evangélicas, que son como las banderas del cristianismo, como Erasmo lo argumentaria en su doctrina que él llama Filosofía de Cristo y a la cual luego se hará aqui referencia. Sin embargo, como puede evidenciarse en un análisis de su época, la realidad distaba mucho de estos ideales planteados. Gran parte de la jerarquía eclesiástica ejercía contradictoriamente su potestad sobre el rebaño cristiano. Por ello, Erasmo les recuerda ese sentido original del cristianismo para que recapaciten. Él no quería una revolución, una lucha; no quería llevar a la hoguera a los culpables de los delitos que él mismo denunciaba, sino que quería que la iglesia y que la sociedad retornaran a ese sendero original que Cristo inició, y del cual se habían apartado. Siendo una sociedad cristiana, Erasmo exigió precisamente que actuara como tal. Esta exigencia de Erasmo a actuar de acuerdo con los preceptos que debería tener una sociedad cristiana, puede manifestarse en las críticas que hace a otros sectores, como por ejemplo a los reyes:
Lo anterior es la crítica. Lo siguiente es lo que, de acuerdo a su esencia, debería ser un rey, y de la cual son símbolo las exterioridades con las que va ataviado: Ahora, colgadle al cuello el collar de oro, emblema de la solidaridad de todas las virtudes; colocadle en la cabeza una corona guarnecida de piedras preciosas, que le recuerde que debe brillar en medio de sus súbditos por sus acciones heroicas; ponedle en la mano el cetro, símbolo de la justicia y de la rectitud constante de su ánimo; vestidle, en fin, con la púrpura que indica el celo que debe sentir por su pueblo42. En la primera cita puede notarse que Erasmo señala varias contradicciones con la naturaleza original de cada una de las funciones a las que hace mención, y en definitiva con el carácter moral que debe poseer tan alto cargo, sobre todo por tratarse de un rey cristiano. La comparación que Erasmo hace de los cristianos de su época con los apóstoles, en cuanto a la caridad, la humildad, el servicio a los pobres y enfermos, etc., es, a nuestro juicio, su estocada más importante para llevar a sus lectores a una meditación. Lo que dispara el impulso reflexivo en el lector es el hecho de que en los ejemplos que Erasmo da para hacer su crítica, obliga al lector a verse en el espejo de un deber ser. El elemento de la comparación con los apóstoles, mostraba a los cristianos -y sobre todo a la jerarquía eclesiástica- cual debía ser su labor. Jesús y los apóstoles, pilares del cristianismo, estaban y están por encima de los religiosos, de los comerciantes y de la sociedad en general. Verse cuestionados por tal autoridad superior, posibilitaba y propiciaba la inducción a una reflexión, que a su vez, podría provocar un cambio. Era una invitación dirigida principalmente a las conciencias individuales, pues sobre cada uno de los cristianos dependía, en última instancia, que la sociedad marchara bien o mal. Se trataba, para Erasmo, de una cuestión de voluntad, de decisión propia. Tal voluntad debía optar por la imitación de Cristo, una propuesta que no era original de Erasmo, sino anterior a él. Ya en la Edad Media se había gestado la doctrina de la Devotio moderna, que a diferencia de la piedad corriente y de los usos de una institución eclesial soberbia y derrochadora, buscaba la imitación de Cristo en la caridad, la humildad y la sencillez, a través de la autodisciplina, el esfuerzo, la oración y la rigurosidad entre otras cosas. Esta doctrina se había originado precisamente en la Holanda nativa de Erasmo, y algunos de sus representantes fueron Gerard Groote o Greet (1340-1384), quien es considerado el iniciador de este movimiento, discípulo del místico flamenco Juan Ruysbroeck El Admirable (1293-1381), y Tomás de Kempis (1379-1471), autor de la celebérrima Imitación de Cristo. La famosa Hermandad de la vida común, originada en los países bajos, hizo más por difundirla 43. Esta propuesta religiosa llegó a extenderse a gran parte de Europa, pero las instituciones de la época de Erasmo parecían haberla olvidado. Para reivindicarla, surgía la sandez del Elogio como el gran espejo de la humanidad, en el cual se dejaban ver los defectos de los hombres, pero también se les indicaba indirectamente cual era el camino a seguir. Erasmo quería en definitiva una reforma moral, tanto en las instituciones como en los individuos. Esto se aprecia mejor en una breve comparación entre las actitudes de dos personajes claves de esa época ante la situación de la cristiandad. 4. Erasmo y Lutero: dos respuestas a una misma realidad problemática. El descontento hacia el gobierno de la iglesia aumentó en los siglos XV y XVI, por los motivos ya expuestos. Ya algunos, desde hacía tiempo atrás habían expuesto sus críticas al respecto, y les había ido muy mal, pues la iglesia podía ser severa con quienes se le oponían. Martín Lutero (1483-1546) al igual que Erasmo, había recibido la influencia de la Devotio Moderna a través de las escuelas de la mencionada Hermandad de la vida común. También él tenía un conocimiento de primera mano de la iglesia, pues era sacerdote. Él, como Erasmo, estaba en desacuerdo con la corrupción y la depravación en la que ésta había caído. Pero tampoco quería destruirla o dividirla. No obstante, aunque ambos partieron de inicios semejantes, el desarrollo de los planteamientos de Lutero fue muy diferente al de los de Erasmo. Hubo dos momentos en los que la posición de Lutero se radicalizó de manera creciente; en un primer momento hubo una crítica hacia las doctrinas de la iglesia católica: Lutero sostenía que en mil años de cautividad bajo Roma la religión de Cristo había quedado corrompida en su fe, moral y ritos. Basando sus juicio en la lectura del Nuevo Testamento, Lutero descartó los cinco sacramentos que no aparecían explícitamente descritos allí y conservó solamente dos: el bautismo que significaba borrar el pecado original (el pecado transmitido al hombre por la caído de Adán y Eva), y la comunión, que conmemoraban a Cristo en la última cena el pan y el vino con sus doce apóstoles. En sus primeras diferencias con al iglesia, Lutero había atacado prácticas, pero ahora atacaba el dogma. Se acercaba el rompimiento con Roma44 . En el segundo momento, Lutero, aparte de desarrollar una doctrina cristiana diferente de la católica, cayó en una agresividad y violencia, auxiliadas por el apoyo que logró por parte del pueblo y de algunos príncipes de Alemania. Ello hizo que su postura se fuera haciendo más intolerante: Lutero tampoco estaba acobardado: respondió con un ataque Contra la execrable bula del Anticristo en el que afirmaba que:
Lutero tenía razón en el reclamo que hacía. Pero la forma en que lo hizo causó una división de la cristiandad, aunque la misma iglesia con su conducta venía fomentándola y por distintas razones no terminaba de concretarse. Sus críticas estaban cargadas de agresividad y de improperios, y además atacaba (y con esto termina oponiéndose radicalmente a Erasmo) a personas específicas, incluso mencionando sus nombres, con lo cual, lejos de lograr una conciliación o una exhortación, causó guerras y disputas horrendas que devinieron en la división más grande de la iglesia occidental. Con la ruptura impulsada por Lutero ya no hubo marcha atrás. Su actitud emplazaba a las gentes a ponerse a favor o en contra de la iglesia. Y es que no sólo se dividió esta iglesia, sino que la misma iglesia protestante se fracturó, a su vez, en muchas iglesias particulares. En contraposición, tenemos a Erasmo, quien como aquél, tampoco estaba de acuerdo con la situación de la iglesia. Pero su reacción, fue muy diferente. Estas dos maneras de responder ante esa situación hablan mucho de la personalidad de estos dos cristianos. Inclusive podría decirse, como de hecho varios autores lo han manifestado, que Erasmo no quería meterse en muchos problemas, o que actuaba con debilidad, indecisión y hasta cobardía. Haya o no algo de cierto en estos cargos, lo importante de esta comparación entre ambos son los efectos de cada reacción. La primera, la de Lutero, trajo como consecuencia la división de la que ya hemos hablado. La segunda, la de Erasmo, si bien provocó polémicas, no causó ninguna escisión. Tuvo un gran impacto dentro de la iglesia e invitaba a volver al sentido original de esta, que como hemos dicho, era y es la Imitación de Cristo. Su exhortación a la reflexión, presente en el Elogio, permitiría llegar a ese sentido original de las funciones de las instituciones de la sociedad. Podríamos clasificar para la época tres posiciones claras ante el problema religioso: por un lado la iglesia católica, intransigente y cerrada a cualquier crítica. Por otro, Lutero, o más bien el efecto de sus críticas, pues con el tiempo éstas lograron la división mencionada. Y en medio de estas dos posiciones extremas, tenemos a Erasmo como la figura tolerante del momento, prototipo de intelectual humanista y cristiano. Era una figura que criticaba pero que la vez quería construir, lo cual hacía de él un ejemplo de tolerancia. Hay una tendencia en él a lo ecuánime, hacia la frónesis. Su tolerancia estaba inspirada en lo que él mismo llamaba la Filosofía de Cristo, y que bosquejaremos brevemente a continuación. 5. La Philosophia Christi, basamento de la tolerancia erasmiana A lo largo del Elogio, y en definitiva en casi todas las obras de Erasmo, podemos encontrar plasmada la propuesta de la Filosofía de Cristo, (Philosophia Christi). Donde más clara y completa encontramos esta propuesta es en una de sus obras más difundidas mientras vivió, su Enquiridión46 (Manual de Caballero Cristiano, 1502). En su Filosofía de Cristo, Erasmo veía la existencia de Jesús y sus enseñanzas (evangelio), como algo más que una vida ejemplar, pues sostenía que había allí una sabiduría que tenía como principal característica el hecho de ser divina, pues fue Jesús, el hijo de Dios, el que la llevó a cabo. Mas, a pesar de este carácter divino, esa sabiduría se muestra como la más accesible de todas. Estaba y está por encima de todas las sabidurías vanas de las que presumían los teólogos, los filósofos, los jurisconsultos, y otros intelectuales. Leon-E. Halkin nos ha dado un conciso concepto de lo que era para Erasmo la Filosofía de Cristo: Lo que Erasmo llama Filosofía de Cristo es una sabiduría espiritual fundada en el Evangelio, que tiene a Cristo por centro y a la caridad como regla fundamental. A la Filosofía de Cristo Erasmo opone la confianza ciega que se pone en las ceremonias y en las devociones como si tuvieran un valor cualquiera en sí mismas sin la gracia de Dios que las transfigura. Recuerda sin tregua a los cristianos que esas prácticas no los salvarán, que sólo Dios es su salvación en Jesucristo47. Se trata, pues, de una sabiduría sencilla, clara, concreta. No se trataba de pura doctrina abstrusa, y de hecho, su carácter práctico y moral la diferenciaban de la filosofía y la teología de la época, cuyas elucubraciones eran poco útiles y comprensibles, además de estar contenidas en un lenguaje caracterizado por una caterva de términos rebuscados que lejos de aclarar las cosas a los creyentes, se las oscurecían. El lenguaje sencillo en el que está expresada la filosofía de Cristo, así como los contenidos sobre los que trataba, la relacionaban directamente con la vida corriente, y la ponían al alcance de todos. Así pues, el espíritu que se percibe en toda la obra erasmiana es el de exhortarnos a seguir esta sabiduría, es decir, de hacernos más sencillos y humildes, de esforzarnos por nuestros deberes humanos y de caridad, pues, estas eran las bases de esa sabiduría divina y que Erasmo llamaba Filosofía de Cristo. Consiste entonces dicha doctrina, de un regresar a los orígenes de los cuales partió el cristianismo, de volver al sentido original de éste, del cual estaba alejada la sociedad europea de la época y la misma iglesia como institución. Nótese lo que dice Erasmo al respecto del carácter de sencillez y por ende de accesibilidad que tiene esta propuesta: “la Filosofía de Cristo se refugia bajo los signos del corazón y no bajo los silogismos; ella es una vida, no el objeto de sabias controversias”48. Además, la Filosofía de Cristo de Erasmo presenta una visión optimista del hombre y de su vida. Dentro de ella se puede conseguir la verdadera felicidad. No la felicidad que vendía la iglesia corrupta de esa época. Ni tampoco la que lograban los místicos, que era más la felicidad de una vida individual y el goce de una experiencia personal, mientras que la felicidad que planteaba Erasmo era más social, colectiva, comunitaria y pragmática. Erasmo entendía que así era la felicidad que propone Jesús. Y era precisamente aquella de la cual carecían muchos de los personajes y de las instituciones de la Europa del Renacimiento. A pesar de que criticó a los principales sectores de la iglesia católica, y de que fue acusado de pagano, Erasmo, a través de la filosofía de Cristo, se aleja del paganismo y también se aleja de la iglesia católica enviciada. Fue, si se quiere, el hombre más cuestionador de su época, pues supo en su momento hacer señalamientos agudos a católicos y a protestantes conservando él mismo una posición basada en esa Philosophia. A modo de conclusión La exhortación a la reflexión que hemos discutido, si bien no está contenida de una manera explícita en el Elogio de Erasmo, viene a ser clave para entender mejor el propósito de dicha obra y los efectos que ella tuvo en la época. Más allá de ser una crítica, el Elogio muestra, a grandes rasgos, un modelo de vida cristiana el cual podía y debía ser vivido por la sociedad y por la iglesia del momento. Sin embargo, esta sociedad y esta iglesia, estaban lejos de llegar a tal ideal que era propuesto no por Erasmo sino por Cristo mismo y las escrituras, y que Erasmo a través de su Filosofía de Cristo, quería invitar a vivirlo. Pero una crítica por sí sola no podía lograr que tal sociedad emprendiera ese cambio. Dentro de esa crítica necesariamente debía haber elementos que incitaran a una reflexión en los aludidos. Esa reflexión es, a nuestro criterio, clave para vivir ese modelo de vida, o mejor dicho, para un cambio de vida. Los elementos que hemos analizado anteriormente, la referencia impersonal, la Sandez como interlocutora, y la comparación con la vida de Jesús y la de los apóstoles, están puestos allá para provocar e invitar a la toma de conciencia. No producen una reacción violenta, sino que de una u otra manera exhortan a la consideración de cuestiones profundas por parte de los lectores. Si se recuerda la reacción de Lutero y la de Erasmo, nos podemos dar cuenta de que la de éste fue más moderada, más razonada, más propia de un humanista, que la de Lutero49 y sus seguidores. Hemos querido resaltar los elementos que en él exhortan a ese pensar, ese reflexionar, esa meditación, que era y es necesaria para la transformación de los individuos y las instituciones, y que pensamos Erasmo deseaba. En este caso el cambio consistía en el retorno moral, en cada uno de los individuos de la época, al sentido original de su vocación esencial, que no era otro que el de seguir el modelo de vida de Jesucristo. Si alguna cosa puede enseñarnos Erasmo hoy, a través de toda su obra y su vida, es a saber defender una posición ideológica sin llegar a los extremos de una confrontación violenta. En una época en la que las luchas y los enfrentamientos a causa de los temas religiosos estaban a flor de piel, Erasmo se presentó como la figura que hace las veces de frónimos, pero también como un auténtico cristiano moderado. Ese modo de actuar de Erasmo no se queda en el pasado ni tampoco en el mero cristianismo. Desde el papel que jugó en ese difícil momento histórico sigue haciéndonos un llamado a la tolerancia, a la mesura, a la reflexión, y en definitiva, a lo humano. El cristianismo, al cual sirvió tan fielmente, le debe mucho, y lo menos que hoy puede hacerse ante este hecho, es reconocer el eximio ejemplo humano, el carácter de profundo cristiano y de agudo católico que se dejan ver en la exigencia que él mismo hacía a su iglesia y a su sociedad. Exigencia de practicar la humildad, sencillez y caridad que él mismo hacía más accesibles a todos a través de su Filosofía de Cristo. |
Referencias 1. ERASMO DE ROTTERDAM, Elogio de la locura. Traducción del latín y prólogo de A. Rodríguez Bachiller, Ediciones Orbis, Barcelona, 1970. 2. ERASMO DE ROTTERDAM, Epístola a Martín Dorp, p. 3. Texto consultado en versión inglesa, realizada por el profesor Christopher Cudabac de la Universidad del Sur en Sewanee, Tenessee (EUA) y publicada en la página web: http://www.sewannee.edu. La versión castellana utilizada aquí es del prof. Luis Vivanco (Universidad del Zulia). 3. HALKIN, LEON-E, Erasmo: Fondo de cultura económica, México, 1977, p. 13. 4. HALKIN, Leon –E., Erasmo entre nosotros, Herder, Barcelona, 1995. 5. HUIZINGA, Johan, Erasmo, Zodíaco, Barcelona, 1946. 6. LORDA, Filip, Erasmo, Barcanova, Barcelona, 1981. 7. POST, R.R., “Quelques précisions sur l´Année de naissance d´Erasme”, en Bibliothèque d´Humanisme et Renaissance, Ginebra, 1964. 8. POST, R.R., “Nochmals Erasmus’ Geburtsjahr”, en Theologische Zeitschrift, t. 22, Basilea, 1966. [ Links ] 9. SIMON, Edith: La Reforma. Time-Life & Proost and Brandt, Nueva York, 1972, p. 41. Notas 1 Este trabajo forma parte de la investigación “La transición del medioevo a la modernidad en el pensamiento de Erasmo de Rotterdam”, financiada por el Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico (CONDES) de la Universidad del Zulia. 2 Tal como dice Leon –E. Halkin, en su obra Erasmo entre nosotros (Herder, Barcelona, 1995, p. 13) “Los orígenes de Erasmo permanecen todavía rodeados de misterio”. Ello es particularmente notable en el asunto de la fecha de su nacimiento. Para Allen (1906), Zweig (1951) y otros, Erasmo habría nacido en 1466. En su Erasmo (Zodíaco, Barcelona, 1946) Johan Huizinga vacila entre las fechas 1466 y 1469. Más recientemente, autores como A.C.F. Koch (1969) y N. van der Blom (1971) coinciden en que dicho año fue 1467. Hoy, la mayoría de los autores, como Lorda (Erasmo, Barcanova, Barcelona, 1981) y el mismo Halkin (ibid.) están de acuerdo en que el año de nacimiento de Erasmo fue 1469. Esta fecha fue establecida por la investigación de R.R. Post (“Quelques précisions sur l´Année de naissance d´Erasme”, en Bibliothèque d´Humanisme et Renaissance, t. 26, pp. 489-509, Ginebra, 1964, y “Nochmals Erasmus’ Geburtsjahr”, en Theologische Zeitschrift, t. 22, pp. 310-333, Basilea, 1966), según lo recogen Halkin (ob. cit.) y Lorda (ob. cit.) quienes refieren la fecha que da dicho autor, referencia que aquí se toma de ambos. 3 Según su propio testimonio, Erasmo concibió su Elogio de la Locura alrededor de junio de 1508, durante su regreso a Inglaterra de un viaje a Italia. Pero, como dice Pierre de Nolhac en su edición francesa de dicha obra (GF Flammarion, Paris, 1964, p. 132, n. 30) dicha fecha es inadmisible. Hasta la edición de Basilea por Johannes Froben, en 1522, ninguna de las ediciones anteriores estaba datada. Muy probablemente, la obra fue escrita en 1509, pero fue publicada en Paris en 1511 por primera vez. En este estudio hemos utilizado para este trabajo la siguiente edición: ERASMO DE ROTTERDAM: Elogio de la locura. Traducción del latín y prólogo de A. Rodríguez Bachiller, Ediciones Orbis, Barcelona, 1970. En adelante nos referiremos a la obra en cuestión y a la edición que utilizamos como Elogio. 4 Erasmo se refiere aquí al género satírico. 5 Elogio, Introducción de Erasmo, p. 19. La cursiva es mía. 6 Elogio, Capítulo 54, p. 159. 7 Elogio, Capítulo 57, p. 176. 8 Elogio, Capítulo 58, p. 178. 9 Ibid. 10 Por otro lado, varios escritores -como los hermanos Juan (1499-1542) y Alfonso de Valdés (1490-1532) en España- comprendieron bien a que cambio de vida se refería Erasmo, y en sus respectivas obras extendieron más el alcance de las ideas erasmianas sobre el nuevo tipo de piedad y de cristiandad que propugnaba el humanista holandés. 11 En realidad, en la obra se expresa más de un tipo de sandez; una al menos correspondería a la sandez natural, generalmente inofensiva, y otra a un grado más elevado de sandez, que es perjudicial y malicioso. No trataremos aquí las gradaciones que hay de un nivel a otro. 12 Elogio, capítulo 53, p. 147. 13 Elogio, capítulo 53, pp. 147-148. 14 Elogio, capítulo 53, pp. 148-149. 15 Elogio, capítulo 53, p. 150. 16 Elogio, capítulo 54, pp. 164-165. 17 Elogio, capítulo 53, pp. 150. 18 Elogio, capítulo 53, p. 153. 19 Elogio, capítulo 60, p. 185. 20 Ibid. 21 Elogio, capítulo 53, p. 158. 22 El pasaje en cuestión puede encontrarse en Mt 10, 5-15 y Mc 6 7-13. 23 Erasmo se ha estado refiriendo en el capítulo del cual se ha tomado este pasaje al teólogo Jordan de Sajonia (†1336), pero su ataque va en sentido general a todos los teólogos que caían en este tipo de interpretaciones estiradas. 24 Elogio, capítulo 64, p 203. 25 El adjetivo protestante, que se les dio a las iglesias reformadas y a sus fieles tuvo su origen en la protesta que hicieron los principales de sus líderes a los acuerdos impulsados por Carlos V contra la reforma luterana en la Dieta de Spira, en 1529. 26 Elogio, capítulo 25, p. 69. 27 Elogio, capítulo 51, p. 142. 28 Elogio, Introducción de Erasmo, p. 19. 29 Elogio, Introducción de Erasmo, p 19. Las cursivas en esta cita son mías. 30 Epístola a Martín Dorp, p. 3. Este texto de Erasmo se ha consultado en su versión inglesa, realizada por el profesor Christopher Cudabac de la Universidad del Sur en Sewanee, Tenessee (EUA) y publicada en la página web: http://www.sewannee.edu. La versión castellana es nuestra, y en lo adelante se citará este documento como Epístola. 31 Epístola, p. 3. 32 Epístola, p. 5. 33 Epístola, p. 6. 34 Elogio, capítulo 68, p. 199. 35 Elogio, capítulo 13, p. 42. 36 Elogio, capítulo 17, pp. 52-53. 37 Elogio, capítulo 53, p. 147. 38 Elogio, capítulo 54, p. 159. 39 Como de hecho lo hacía Tomás Moro, su mejor amigo, en su obra Utopía. En esta se plantea una sociedad ideal, en la que la justicia y la tolerancia le servían de base. 40 “Proactiva” en el sentido de que es una reflexión expresamente dirigida a suscitar una acción concreta. 41 Elogio, capítulo 55, p. 172. 42 Elogio, capítulo 55, p. 172-173. 43 Esta hermandad, conocida también como hermanos Lullianos (de lulhen, cantar suave, pues así lo hacían en coro) tuvo entre sus discípulos a figuras tan importantes como el astrónomo Nicolás Copérnico, a Gabriel Biel, y al filósofo, matemático y después cardenal Nicolás de Cusa. 44 SIMON, Edith: La Reforma. Time-LifeProost and Brandt, Nueva York, 1972, p. 41. 45 Ibid. 46 Al Enquiridión también se le conoce con el nombre de Manual del caballero cristiano. El nombre mismo de Enquiridión (del griego egkeiridios, que significa puñal o arma blanca pequeña) tiene también el sentido de Manual, e indica precisamente que se trataba de una obra de carácter práctico, a modo de herramienta o método de la vida espiritual, con marcado énfasis en la vida moral del creyente. En vida de Erasmo fue su obra más leída, más traducida y más reimpresa. 47 HALKIN, LEON-E, Erasmo: Fondo de cultura económica, México, 1977, p. 13. 48 ERASMO: Opera omnia, t.. 5, col. 141 E., Citado por HALKIN, L. –E., ob. cit., p 163. 49 Si bien ello ocurrió las más de las veces a pesar de los deseos del reformador alemán, como en el caso de la rebelión anabaptista en 1530. |
Biblioteca Personal.
Tengo un libro en mi colección privada .-
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