Los Libros El Nobel de Literatura ya no es un premio literario Por Jose Eduardo Mora 12 octubre, 2021
La Academia Sueca apuesta cada vez más por lo políticamente correcto, en detrimento de criterios literarios que otrora prevalecían en la escogencia del ganador del premio más importante de las letras universales. El Premio Nobel de Literatura ya no es estrictamente un reconocimiento literario, sino que más bien es un premio con matices geográficos y políticos, con las contradicciones, polémicas y desencantos que generan los anuncios de la Academia Sueca de la Lengua, cuyos comunicados son en sí mismos un nuevo género literario. La sorpresa la dio de nuevo el pasado 7 de octubre, al elegir al escritor tanzano Abdulrazak Gurnah, un profesor de literatura de la Universidad de Kent, Inglaterra, cuyos textos, tanto en inglés como los tres de los que se tienen noticia en español, hasta ahora han contado con escasos lectores.
Bob Dylan obtuvo el Premio Nobel en 2016 contra todos los pronósticos.
Aunque el Nobel de Literatura no es un galardón para escritores de un amplio círculo de lectores, sí llama la atención que incluso en la propia lengua que abrazó Gurnah, que es el inglés, su obra haya pasado desapercibida. Entre las razones que leyó el Presidente del comité que entrega el Nobel, Anders Olsson, para escoger a Gurnah, estuvo el hecho de que sus reflexiones en sus novelas implican un “discernimiento inflexible y compasivo de los efectos del colonialismo y el destino del refugiado en el abismo entre culturas y continentes”. No se refiere Olsson a las virtudes literarias del galardonado, sino más bien a situaciones políticas, en algunos casos extremas e inaceptables, a que la humanidad ha sometido a una parte de la población mundial, por los efectos de la codicia y la explotación que han impulsado los países occidentales en un continente como el africano.
La Academia Sueca de la Lengua no entregó el Nobel de Literatura en 2018 por los escándalos que relacionaban al esposo de una integrante del comité con el hecho de filtrar los nombres de los ganadores a las casas de apuestas.
Tales prácticas parecen haberse corregido, dado que Gurnah no se encontraba ni siquiera en las listas marginales de los probables ganadores. Sobre los tejes y manejes que hay detrás de un premio Nobel, hay mucha literatura, así lo contó el autor de novelas populares Irvin Wallace, quien no resistió la tentación de narrar los entretelones en El Premio Nobel, en la que se enfrasca en una investigación de 900 páginas, y en la que revela que en numerosas ocasiones pesan más razones extras para conceder el galardón que las de cada rama de la ciencia o la literatura en cuestión. Con su capacidad para el suspenso, y su gusto por escribir novelas como si fueran los tiempos rusos de Tolstoi, Wallace se extiende en su propuesta y lleva de la mano al lector para que al final haga un balance de lo que le ha contado, basado en elementos informativos, y no solo ficcionales. Aunque a ratos, en una novela tan extensa, a Wallace le cuesta sostener la tensión narrativa, quien de verdad quiera enterarse de los hilos invisibles que se mueven cada vez que se va a entregar un Premio Nobel, la novela le entretendrá y de paso le dará valiosa información.
OLVIDO DE LA LITERATURA
Sobre el Premio Nobel de Literatura, que es el galardón más preciado de las letras universales, ha recaído una especie de pensamiento políticamente correcto, porque muchas veces los candidatos no se miden por su altura literaria, sino por sí representan a este o a aquel país. En las páginas de los periódicos se discute más si la concentración de los Nobel de Literatura ha recaído en las naciones de la Europa central o si hay tantos elegidos de Estados Unidos; mientras que otras naciones, por su posición política o geográfica, no han aparecido en la lista de los seleccionados. De igual manera, el color de la piel hace rato que empezó a ser un factor relevante a considerar: si es blanco caucásico, si es negro, si es amarillo, o si profesa esta o aquella religión. Los elementos que recogen el verdadero espíritu del Nobel de Literatura, que implicaban una obra consistente y rica en matices literarios, que convoquen a la belleza y a partir de ellos a la reflexión, han quedado rezagados como aspectos marginales. Una muestra inequívoca se desprende de las siguientes palabras, incluidas en el artículo “Abdulrazak Gurnah, el Premio Nobel de Literatura, escribe para los desarraigados”, aparecida el 7 de octubre en The New York Times y firmada por Alex Marshall y Alexandra Alter. En el citado artículo, se puntualiza: “Gurnah, de 72 años, es el primer escritor negro en recibir el premio desde Toni Morrison en 1993, y algunos analistas consideran que fue seleccionado como una manera de saldar una deuda pendiente desde hace mucho tiempo después de años de una serie de galardonados europeos y estadounidenses. Es el primer africano en ganar el premio en más de una década, precedido por el nigeriano Wole Soyinka en 1986, el egipcio Naguib Mahfouz, quien ganó en 1988, y los sudafricanos Nadine Gordimer en 1991 y John Maxwell Coetzee en 2003. La novelista británica-zimbabuense Doris Lessing recibió el premio en 2007”.
Lo dice The New York Times, no una publicación de las que hoy pululan en Internet y que no responden a ningún criterio informativo previamente cotejado y evaluado por periodistas con oficio. Y se resalta la fuente porque como se desprende del fragmento citado: se atienden más los elementos extraliterarios que los presentes en los textos, porque en el fondo la esencia del Premio Nobel de Literatura se ha ido diluyendo en lo políticamente correcto, y en un afán que si bien no es enteramente nuevo, es una tendencia que ha cobrado fuerza en las últimas décadas. Las propias palabras de Olsson echan fuego a la hoguera, al insistir en razonamientos políticos, implícitos en sus afirmaciones, en detrimento de los literarios. Esto se lee en The New York Times: “Gurnah ‘es reconocido como uno de los escritores poscoloniales más destacados del mundo”. Gurnah “ha incursionado sistemáticamente y con gran compasión en los efectos del colonialismo en África Oriental y sus efectos en la vida de las personas desarraigadas y emigrantes”. Ni una palabra de la calidad literaria del galardonado.
PROMOCIÓN VERSUS CONSAGRACIÓN
El Premio Nobel de Literatura se debate hoy entre si es un premio de consagración, como lo fue durante mucho tiempo, o si responde a uno de promoción, como parece que ha sucedido en los últimos 20 años, con las excepciones del caso. Respecto del galardón entregado a Gurnah, el profesor de literatura de la Universidad de Malaga Juan-José Martín González, sostuvo en El País: “La concesión del Premio Nobel a Abdulrazah Gurnah es una oportunidad para (re)descubrir a un autor que no solamente ha sabido captar las contradicciones de la experiencia migratoria y las identidades híbridas, sino que también nos permite reimaginar un continente africano próspero, multicultural, multilingüe, con sus luces y con sus sombras, pero que no necesitó del tutelaje de Europa para abrirse al mundo”. Nada de literatura nuevamente. Esta línea de la promoción, a Gurnah no le viene mal, de acuerdo con su antigua editora en España, porque sus libros traducidos al castellano, que son tres, han tenido una pobre recepción, al punto de que podría codearse, en cuanto a circulación con un autor costarricense, dado que en estos tiempos las editoriales oficiales hacen tirajes de 300 ejemplares. Julieta Lunatti, quien hace 20 años en la editorial Poliedro publicó En la orilla, de Gurnah, dijo que esta novela pasó totalmente desapercibida, tanto para los lectores como para los críticos. Un camino similar siguieron Paraíso y Precario silencio, ya publicadas en Alehp.
De quienes se han referido a la obra de Gurnah, Lunatti es de las pocas que ha dado algunas pistas sobre el valor literario del autor premiado. En la orilla era la sexta novela que escribía entonces Gurnah, una elegía a un mundo donde el imperialismo abrió las fronteras solo para estrechar las limitaciones. Una novela con una temática «universal» y «humanista» sobre dos hombres que llegan a Londres desde Zanzíbar. Con un estilo «muy retenido y al mismo tiempo muy lírico”.
Tanto Poliedro como Aleph son hoy dos editoriales desaparecidas. La primera promocionaba nuevas narrativas y apostaba también por la novela negra. Dejó de publicar en 2011. Aleph tampoco resistió las inclemencias del mercado.
En esta ocasión, la Academia Sueca apostaba por dar una promoción incomparable a Gurnah, quien todavía no tiene editor en el ámbito estadounidense, lo que revela que se dedicaba a escribir sin percatarse de que la gestión editorial era necesaria para trascender las fronteras de su Inglaterra adoptiva.
Un país al que llegó con 18 años, por lo que sus estatus no corre peligro ahora que Boris Johnson firmó el Brexit, que ve con malos ojos a los extranjeros. La Academia Sueca no deja de sorprender, dado que en 2016, el Premio Nobel de Literatura recayó en Bob Dylan, quien estaba tan sorprendido, que aceptó el reconocimiento a cambio de no estar presente en la ceremonia de entrega del 10 de diciembre de ese año. Con tan solo dos libros publicados de poesía, Dylan había enrumbado su carrera como autor de canciones y cuando le anunciaron el galardón se dio cuenta de que lo habían metido en un zapato. En ese entonces, la Academia argumentó que la elección se basa en que Dylan había “creado nuevas expresiones poéticas dentro de la gran tradición de la canción americana”.
La entonces secretaria de la Academia, Sara Danius, hizo la siguiente reflexión sobre el valor de las creaciones de Dylan, quien por demás había estado al lado de los movimientos civiles en Estados Unidos desde muy temprana edad. “Si uno quiere empezar a escuchar o leer a Dylan, debería iniciar con Blonde on Blonde, el disco de 1966 que tiene varios clásicos y es un ejemplo extraordinario de su brillante modelo de rima, de su armado de estribillos y de su pensamiento pictórico”. Y acto seguido agregó, para explicar los méritos del músico estadounidense: «Puede parecer así, pero si miramos para atrás, bien atrás, uno descubre a los poetas griegos Homero y Safo, que escribieron textos poéticos o piezas que estaban hechas para ser escuchadas, representadas, a veces acompañadas con música. Y aún hoy leemos a Homero y a Safo y los disfrutamos”.
REAFIRMACIÓN
Hubo un tiempo, no muy lejano, en que los criterios para elegir al galardonado, iban más allá de los hilos políticos y personales, y se centraban en el valor de la obra. Uno de los más celebrados fue el Premio Nobel entregado a Pablo Neruda en 1971, por una creación que había cautivado a propios y extraños, incluso por encima de sus posturas políticas cercanas al comunismo, aspecto que en su tiempo implicaba la descalificación de media parte del mundo occidental, enfrascado ya en la larga y desgastante Guerra Fría.
Con su poesía, no solo reivindicaba la belleza literaria y el poder de las palabras, sino que Neruda también se posicionaba políticamente, como lo hizo en el Canto General, pero siempre a partir de una base literaria. El Nobel de Literatura para Neruda no fue una promoción o un descubrimiento por parte de la Academia Sueca, sino más bien una consagración que miles de lectores tanto en América Latina como en Europa reclamaban e incluso más allá, porque sus textos habían sido traducidos al menos a 40 idiomas. Algo similar ocurriría con Octavio Paz, cuyos méritos literarios nadie discutía al momento de recibir el Nobel en 1990. Un año antes lo había recibido Camilo José Cela, con lo que eso significaba para la lengua española, que dos de sus autores fueran destacados de manera consecutiva con dicho galardón. Paz sostuvo en aquel momento que le sorprendía por la cercanía con el premio a Cela, pero que en su caso las razones de la Academia respondían a criterios estrictamente literarios y no “por sus posiciones políticas”. Al mismo tiempo, celebraba que una cultura como la mexicana, tan rica en matices literarios, fuera premiada a través suyo. “Me dieron el premio”, dijo, “por razones legítimas de orden literario, no por mis opiniones políticas.”.
La Academia entonces explicó que Paz tenía una “escritura apasionada y de amplios horizontes, caracterizada por la inteligencia sensorial y la integridad humanística”.
ENGRANDECER AL NOBEL
Uno de los Premio Nobel más celebrados en el mundo entero fue el de Gabriel García Márquez en 1982. Para entonces, el autor de Cien años de Soledad, era considerado el escritor vivo más importante del mundo, sin importar en la lengua en que se escribiera, porque sus novelas, relatos y reportajes habían impactado con su estilo inconfundible y con una búsqueda de la condición poética sin importar el género en que escribiera. De hecho, García Márquez destacó siempre que en el dictamen de su galardón se incluyera que se lo entregaban por su obra literaria y periodística, porque para él, el periodismo ya era un género literario. Así empezaba la declaración de la Academia de por qué García Márquez era merecedor del más importante premio literario del planeta: “Al conceder el Premio Nobel de Literatura al Novelista Colombiano Gabriel García Márquez, no se puede decir que la Academia Sueca haya descubierto a un escritor desconocido. La publicación de su novela Cien Años de Soledad en 1967 proporcionó a García Márquez un reconocimiento internacional de desacostumbrada magnitud. La novela se tradujo a un gran número de idiomas y se ha editado en millones de ejemplares. Nuevas generaciones de lectores siguen comprándola y leyéndola con un interés que no disminuye. Un éxito de tal calibre, conseguido con un solo libro, podía haber sido fatal para un escritor que no tuviese los recursos de que dispone García Márquez. En todo caso, él ha ido consolidando paulatinamente su reputación de narrador dotado de talento excepcional, dueño de un material, producto de la fantasía y de la experiencia, que puede parecer inagotable”.
Y continuaba así: “Su novela El Otoño del Patriarca (1975) puede muy bien medirse por su aliento narrativo y su riqueza épica con la obra mencionada. Las novelas cortas El Coronel No Tiene Quien le Escriba (1961), La Mala Hora (1962), o la publicada el año pasado Crónica de una muerte anunciada completan la imagen de un autor que reúne, en su persona, un talento narrativo desbordante, casi abrumador, y la maestría del artista de la lengua consciente de su técnica, disciplinado y poseedor de un amplio bagaje literario. Un buen número de cuentos publicados en diferentes colecciones o en revistas proporcionan una prueba adicional de la polifacética modulación del talento narrativo de García Márquez. Sus éxitos internacionales han continuado. Cada obra suya nueva es considerada por una crítica y un público expectantes como un acontecimiento de trascendencia internacional, y se traduce y se publica con toda la rapidez posible en numerosos idiomas y grandes tiradas”.
El siguiente párrafo, que para cualquier otro escritor hubiera sido un elemento marginal, para el autor de Noticia de un Secuestro valía su Nobel: “Además de la producción propiamente literaria, García Márquez ha desarrollado una intensa actividad periodística, labor en la que no se limita a tratar temas políticos, sino que toca gran variedad de asuntos de manera ingeniosa y a menudo provocadora”.
Una tarde en Aracataca, Jaime García Márquez, quien por muchos años trabajó en la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamiericano (FNPI), comentaba ante un grupo de periodistas latinoamericanos cómo para “Gabo”, este era un punto clave de la declaración:
“Además de la producción propiamente literaria, García Márquez ha desarrollado una intensa actividad periodística, labor en la que no se limita a tratar temas políticos, sino que toca gran variedad de asuntos de manera ingeniosa y a menudo provocadora”.
Ricardo Moreno, periodista de El País, que el miércoles 20 de octubre de 1982 se encontraba en la sala de conferencias de la Academia Sueca, cuando se anunció el galardón, lo contó así.
“Cuando, con estricta puntualidad, el secretario permanente y miembro de la Academia sueca, Per Gillensten, anunció ayer ante un centenar de periodistas y figuras del mundo literario, el nombre del colombiano Gabriel García Márquez como el destinatario del premio Nobel de Literatura 1982, un murmullo de aprobación recorrió la sala”.
Los tiempos han cambiado y a veces ni la misma Academia tiene conciencia de a quién premian y por qué, y se debate entre si lo hace por razones literarias, políticas o geográficas: el Premio Nobel de Literatura ya no es un premio estrictamente literario. |