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domingo, 1 de octubre de 2017

479.-Enciclopedia Soviética.-Filosofía en la India, Japón, y la URSS.-a




Enciclopedia Soviética.




Filosofía India.




volúmenes

Filosofía india

En la India, la filosofía surgió sobre la base de una de las civilizaciones humanas más antiguas; sus tradiciones milenarias, que se remontan a los siglos X-XV a. n. e., se han conservado hasta nuestros días. En la historia de la filosofía india suelen distinguirse cuatro períodos:

1) el período védico;
2) el período clásico o brahmano-budista, desde el siglo VI a. n. e. hasta el X d. n. e.;
3) el período postclásico o hinduista, siglos X-XVIII;
4) la filosofía india moderna, contemporánea.

Ya en los primeros momentos del pensamiento indio, en los Vedas, junto a los himnos en honor de numerosos dioses, se encuentra el concepto de un orden mundial único, el concepto de «Rita».
Los comentarios religioso-fílosóficos a los Vedas, los Upanishadas, contienen ideas en gran medida determinantes de todo el ulterior desarrollo de la filosofía india (sobre la unidad del alma universal, el brahmán, y del alma individual, el atmán; sobre la inmortalidad del alma, que pasa de una reencarnación a otra según la ley del karma o recompensa). Junto a las doctrinas místicas, idealistas religiosas, en los [183] Upanishadas encontraron asimismo un reflejo las concepciones de los antiguos materialistas y ateos, quienes rechazaban la autoridad de los Vedas, la existencia del alma después de la muerte del hombre, y consideraban como base primera del mundo uno de los principios materiales: fuego, agua, aire, espacio o tiempo. Durante el período clásico, la filosofía india se desarrolla bajo una fuerte influencia de los Vedas y de los Upanishadas.
 En los tiempos del filósofo indio medieval Madjavachara (siglo XVI) se estableció la tradición de dividir todas las escuelas filosóficas en ortodoxas, que reconocen la autoridad de los Vedas, y no ortodoxas, que rechazan la infalibilidad de los mismos.

Entre las escuelas ortodoxas, seis se consideran principales, a saber: mimansa, sankjia, yoga, niaia, vaisheshika y vedanta. A las escuelas no ortodoxas pertenecen las budistas, las jainistas y numerosas escuelas ateas, de las que alcanzó mayor difusión la escuela charvaka (Lokaiata). Pese a que semejante división tiene bases históricas, vela el resorte capital del desarrollo de la filosofía: la lucha entre materialismo e idealismo. Tanto en las fuentes budistas como en las brahmánicas, ante todo se condenan las escuelas materialistas. Shankara, el filósofo más destacado de los vedantas, ataca furiosamente las ideas materialistas de los pensadores de la escuela sankjia, el empirismo de la niaia y de la vaisheshika. Se manifiesta disconforme con el sentido común de la escuela niaia y se aproxima a las escuelas idealistas y místicas del budismo.
En el seno del budismo, las escuelas idealistas de los madjiamikas y de los yogacharos lucharon contra las doctrinas materialistas de los tjeravdinos y de los sarvastivadinos. Las enconadas discusiones entre las distintas escuelas filosóficas dieron origen a la ciencia sobre el arte de la discusión, sobre las fuentes del saber y el carácter fidedigno del conocimiento: la lógica. Las primeras referencias a la lógica india pueden hallarse ya en las lejanas fuentes búdicas (siglo III a. n. e.); después, la lógica se desarrolla en la escuela niaia y, más tarde, en los tratados de los lógicos budistas Dignagui, Djarmikirti y otros.
 A fines del período clásico, el jainismo pierde su importancia y el budismo es desplazado de la India. Durante el período hinduista, se desarrollan los sistemas vishnuita y shivaita del hinduismo, en los cuales se enseñaba que el brahmán Upanishad es el dios Shiva o Vishnú. A partir de los siglos V-VII, se fortalecen el tantrismo y el shaktismo. En el siglo X, bajo el influjo del Islam, penetran doctrinas monoteístas (kabir-panji, sikji). En la época contemporánea, el desarrollo de la filosofía se efectuó bajo la bandera de la lucha por la liberación nacional del pueblo indio contra el dominio inglés.
El carácter de la nueva filosofía india ha sido determinado por el hecho de que al frente del movimiento de liberación nacional se ha encontrado la burguesía india, cuyos ideólogos se orientan hacia el renacimiento de las tradiciones religiosas y filosóficas nacionales. Ello ha conducido a la aparición del teísmo modernizado de Brahma-samai y de Aria-samai, del panteísmo y del idealismo, de la doctrina de Tagore, de Gandhi, de Aurobindo Gjosh. Los filósofos indios de nuestros días (Sarvepali Radjakrishnan y otros) propugnan la unión de la ciencia y de la técnica occidentales con los «valones espirituales» del Oriente.

 En la actualidad, la ideología dominante en la India es la doctrina de Gandhi sobre la «no violencia» y el denominado «socialismo democrático» de Nehru. Después de la Gran Revolución Socialista de Octubre, en la India se difunden las ideas de la filosofía marxista-leninista.

Filosofía japonesa

Las primeras doctrinas filosóficas del Japón se constituyeron en la época del feudalismo. La filosofía japonesa se desarrolló bajo la influencia de la antigua filosofía china de la naturaleza, de la doctrina ético-política del confucianismo, del budismo y, luego, del neoconfucianismo. Los fundadores del idealismo neoconfuciano japonés fueron Fudziwara Seika (1561-1619) y Hayasi Radzan (1583-1657). Su escuela («Siusi gakuja») propagaba la doctrina del filósofo chino Chu Si.
Los neoconfucianos japoneses enseñaban que sobre el universo impera el «taikioku» «mukioku» –el «gran límite» o «lo ilimitado»–, fuerza universal y sobrenatural, privada de cualidades y de formas, inaccesible a la percepción humana; el absoluto místico «taikioku» constituye la base del principio ideal «ri» (li), enlazado con el principio material «ki» (tsi) y capaz de crear la naturaleza física de las cosas y del hombre.
Los neoconfucianos procuraban fundamentar los dogmas del confucianismo clásico acerca de las eternas relaciones de subordinación (del hijo al padre, del súbdito al emperador, de la esposa al marido, &c.). En ese período, actuaban también escuelas del confucianismo clásico con Yamaga Soko (1622-85) y Butsu (Oguiyu) Sorai (1666-1728) al [184] frente, así como de los partidarios del idealismo subjetivo del filósofo chino Wan Chou-Jen (Wan Yan-Min), la escuela «Oiomeigakuja» dirigida por Nakae Todzio, (1608-48). Frente a las corrientes idealistas dominantes en la filosofía japonesa, se formaron concepciones materialistas.
 Para el desenvolvimiento de la filosofía materialista en el Japón y para socavar el dominio del idealismo confuciano y neoconfuciano, así como de la mística budista, fue de extraordinaria importancia el que los filósofos japoneses entraran en conocimiento de las teorías expuestas por los pensadores de Europa occidental (Francis Bacon, Gassendi, Hobbes, Copérnico, Galileo, y otros).
Contribuyeron en gran manera a desarrollar la ideología social contra el feudalismo de las ideas materialistas y ateas las obras de Kaibara (Ekiken) Ekken (1630-1714), de Muro Kiusa (1658-1734), de Ito Dzinsai (1627-1705), de Yamagata Siunan (1687-1752). A la época feudal (fines del s. XVII-comienzos del XVIII) corresponde la actividad del filósofo materialista y ateo Ando Sioeki. Rechazando la idea neoconfuciana de un principio ideal «ilimitado» Ando Sioeki defendía la tesis de que la verdadera ley de la naturaleza estriba en «un proceso incesante de formación». En sus ideas acerca de la naturaleza y sus leyes, hay elementos de dialéctica. El universo, según afirmación de Ando Sioeki, se compone de cinco elementos materiales infinitos, que actúan espontáneamente.
 Ando Sioeki era un decidido enemigo del régimen feudal, un propagandista de concepciones ilustradas de vanguardia. Negaba la idea de la desigualdad innata de los seres humanos y consideraba que la fuente del mal social se encontraba en la propiedad privada, pero las reivindicaciones sociales del pensador eran utópicas. Para establecer la igualdad, los hombres han de pasar al laboreo colectivo de la tierra, cosa que conducirá a la igualdad social, al florecimiento de los oficios y de las artes. Atestiguaron una firme renuncia al escolasticismo confuciano los brillantes elementos materialistas contenidos en las obras del filósofo de la naturaleza Miura Baien (1723-89).
Actuaron como paladines del pensamiento materialista y ateo en la filosofía japonesa, Minagava Vakien (1716 - 1804), Jiraga Guensai (1726-79), Yamagata Banto, (1761-1801) y Kamada Riukiu (1754-1821). En la segunda mitad del siglo XIX, un elemento esencial influyó sobre el desenvolvimiento de la filosofía japonesa, a saber: la inacabada revolución burguesa de 1867-68. Las ideas filosóficas, en dicho período, se fueron desarrollando en el proceso de la lucha entre los filósofos «kanrió gakusia» («doctos de la burocracia») y «minkan gakusia» («doctos, del pueblo»). Fueron representantes de los «kanrió gakusia» (se consideraban llamados a «desarrollar la cultura según los planes, gustos y esfuerzos de las alturas») Nisi Amane (1826-94) y Kato Jiroiuki (1836-1916).
Los mismos procuraban coordinar elementos del confucianismo con las ideas de la filosofía idealista de Europa occidental (de Mill, Bentham, Comte y Spencer, entre otros). Nisi fue el primero en introducir el término «tetsugaku», «filosofía». Fue un ilustre representante de los «minkan gakusia». Fukudzawa Yukiti (1834-1901). Rechazaba las ideas darvinistas sociales de Kato Jiroiuki y abogaba en favor de la igualdad social. El ideólogo del régimen monárquico japonés fue el idealista y ecléctico Inoue Tetudziro (1855-1944). Se manifestaba contra el empirismo inglés, intentaba sintetizar las ideas del confucianismo, del neoconfucianismo, del sintoísmo, y del budismo con las ideas de la filosofía clásica alemana (especialmente de Hegel y de Eduard Hartmann) y del empiriocriticismo. Su doctrina ecléctica se convirtió en la base filosófica de la ideología del «Japonismo». 
La filosofía de Inoue tuvo un enemigo –que lo era, en principio, de todo idealismo– en el filósofo materialista y ateo Nakae Tiomin (1847-1901), quien ejerció una gran influencia sobre el avance de la ideología progresiva, científica y social, del Japón. Al entrar este país en la fase imperialista, las escuelas filosóficas idealistas recibieron un apoyo cada vez más activo. Se crearon en las universidades cátedras especiales para difundir las ideas de la filosofía clásica alemana y del idealismo más reciente (fenomenología, filosofía de la vida, pragmatismo y existencialismo). La filosofía que alcanza mayor difusión es la de Nisida Kitaro (1870-1945), quien intentaba expresar las ideas del budismo-zen con los conceptos y principios de la filosofía idealista de Europa occidental. En la doctrina de Nisida, se combinaban eclécticamente las ideas de la filosofía clásica alemana, del neokantismo, del intuitivismo, del pragmatismo y del existencialismo.

 La Gran Revolución Socialista de Octubre, la crisis general del capitalismo, los éxitos del movimiento obrero japonés han contribuido a que en el Japón penetrara y se difundiera la filosofía marxista. Las ideas [185] marxistas-leninistas, a despecho de la persecución a que las someten los reaccionarios japoneses, han hallado cada vez más partidarios entre los filósofos profesionales.
 En el Japón, han sido activos propagandistas de una concepción del mundo, científica, marxista, Tosaka Dziun (1900-45); Kavakami Jadzime (1879-1946), traductor de «El Capital», de Marx; Kagata Jirosi (1904-47), autor de una nueva traducción, mejorada, del libro de Lenin «Materialismo y empiriocriticismo». Ha hecho suyas, después de madurada reflexión, las ideas del marxismo, Yanaguida Kendziuro (nacido en 1893), hombre público progresivo, enemigo del militarismo y de la reacción.




Filosofía marxista soviética.



Filosofía marxista soviética

I

Surgió después de la Revolución Socialista de Octubre. En los primeros años de su existencia, la filosofía marxista soviética se desarrolló en lucha contra los vestigios de la vieja filosofía burguesa y también contra las teorías filosóficas del menchevismo, del machismo ruso (Bogdánov y otros), &c. En 1922 se fundó la primera revista filosófica marxista «Bajo la Bandera del Marxismo» («Pod známienem marxisma») en cuyo tercer número se publicó el artículo de Lenin «Sobre el significado del materialismo militante» dedicado a los objetivos de la revista y del desarrollo de la filosofía marxista soviética. Este artículo de Lenin, lo mismo que sus otros trabajos teóricos, ejerció una influencia decisiva sobre toda la actividad ulterior de los filósofos soviéticos.
La tarea fundamental de los primeros años estribaba en formar nuevos filósofos estrechamente unidos al Partido Comunista y a la lucha por la reestructuración socialista del país. La lucha de clases del primer período de la existencia del Estado soviético halló su expresión en todos los sectores de la ideología, incluido el de la filosofía. A fines de la década de 1920 y comienzos de la siguiente, se desplegó la crítica contra las recaídas en el materialismo mecanicista (Nikolái Ivanovich Bujarin, A. I. Variash, V. N. Sarabianov y otros) y también contra las manifestaciones del idealismo menchevizante (grupo de Abram Moiséievich Deborin), cuya esencia consistía en identificar la dialéctica marxista con la hegeliana, en separar la teoría de la práctica, subestimar la etapa leninista en el desarrollo de la filosofía, &c.
Aparecieron los primeros manuales en que se explicaba el contenido del materialismo dialéctico e histórico. En la revista «Bajo la Bandera del Marxismo» (dejó de publicarse en 1944) y en otras publicaciones, se estudiaban los problemas fílosóficos que planteaba la edificación de la sociedad socialista, la revolución cultural; partiendo de la filosofía marxista, se daba la correspondiente interpretación de la historia de la filosofía del pasado, se luchaba por establecer una alianza con los naturalistas, para lograr que éstos adoptaran los principios del materialismo dialéctico.
 Las obras «Dialéctica de la naturaleza» de Engels, y «Cuadernos filosóficos», de Lenin, publicadas por primera vez en 1925 y 1929 respectivamente, impulsaron la investigación de nuevas cuestiones. No obstante, el progreso de la filosofía soviética, lo mismo que el de otras ciencias sociales, se vio seriamente obstaculizado durante los años del culto a la personalidad de Stalin, cuyo trabajo «Sobre el materialismo dialéctico y el materialismo histórico» fue declarado, sin motivo alguno, punto culminante de la filosofía marxista.
 La crítica del culto a la personalidad llevada a cabo por el Partido y las resoluciones del XX Congreso del P.C.US. iniciaron una nueva etapa en el desarrollo de la filosofía soviética. Dicha etapa se caracteriza por la sensible ampliación de los temas objeto de investigación filosófica y por el examen mucho más profundo, de los problemas actuales de la ciencia filosófica moderna. Ha empezado a ocupar un lugar importante el estudio de la herencia filosófica de Lenin. Se han redactado nuevos textos y manuales superando los rasgos de dogmatismo vinculados al culto a la personalidad de Stalin. La dirección básica que sigue la filosofía soviética en su desarrollo, está condicionada por los objetivos de la edificación comunista tal como han sido definidos en las resoluciones de los Congresos XX y XXII del P.C.U.S. y en su nuevo programa. Las resoluciones del Partido, que generalizan la práctica de la edificación comunista en la U.R.S.S. y de todo el desarrollo mundial, se hallan colmadas de profundo contenido filosófico, ponen de manifiesto, científicamente, las leyes del desarrollo de la sociedad en las actuales condiciones.
 Muchos filósofos soviéticos, especialmente sociólogos, trabajan en torno a las leyes de la edificación comunista, a la dialéctica del paso del socialismo al comunismo, al desarrollo del Estado soviético, a la fusión de las dos formas de propiedad socialista en la forma comunista, a la superación de las [186] diferencias esenciales entre la ciudad y el campo, entre el trabajo físico y el intelectual, al progreso de la cultura socialista y otros. (G. M. Gak, G. I. Glezerman, L. F. Ilichov, F. V. Konstantinov, T A. Stepanián, V. P. Tugarinov, P. N. Fedoséiev, V. A. Fominá, G. P. Frántsev, D. I. Chesnokov y otros).
 Aunque las investigaciones sociales concretas ocupan todavía un lugar insuficiente en las publicaciones filosóficas, durante los últimos años han aparecido trabajos consagrados a la elevación del nivel cultural y técnico de la clase obrera, a la desaparición de las diferencias entre la ciudad y el campo, a la superación de las supervivencias religiosas, &c. Ocupan un importante lugar en las investigaciones de los filósofos soviéticos las cuestiones del materialismo dialéctico. Las más importantes de todas ellas son las que están relacionadas con la generalización de los resultados obtenidos por la moderna ciencia natural, con la ulterior elaboración de la dialéctica materialista, de las nuevas formas en que sus leyes aparecen en la sociedad socialista, con el estudio de los problemas de la lógica dialéctica y de la teoría del conocimiento.
Guiándose por las indicaciones de Lenin, los filósofos soviéticos investigan la lógica de «El Capital», utilizándola para el estudio de los problemas de la lógica dialéctica y de la teoría del conocimiento; analizan las categorías del materialismo dialéctico, trabajan en el problema del sistema materialista de categorías, en las cuestiones filosóficas de la ciencia natural (I. V. Ilenkov, B. M. Kédrov, P. V. Kopnin, I. Kolman, I. V. Kuznétsov, V. I. Omelianovski, M. N. Rutkiévich, V. I. Svicliersk, E. P. Sitkovski, A. G. Spirkin, B. S. Ukraintsev, V. P. Chertkov y otros). Es muy importante el trabajo que llevan a cabo los filósofos soviéticos en lo tocante a la investigación marxista de la historia universal de la filosofía. En el transcurso de los últimos años, se ha realizado una seria labor en el estudio de la filosofía materialista rusa; un grupo de filósofos se dedica a la investigación crítica de la filosofía burguesa actual (V. F. Asmus, M. P. Baskin. B. E. Bijovski, A. M. Deborin, M. A. Dinnik, M. T. Iovchuk, I. S. Kon, G. A. Kursánov, M. O. Makovielski, I. K. Melvil, M. B. Mitin, J. N. Momdzhian, I. S. Narski, T. I. Oizerman, O. V. Traitenberg, B. A. Chaguin, I. I. Shchipánov y otros).
La edificación comunista ha planteado como una de las tareas más importantes en el campo de la filosofía, la de elaborar los problemas de la moral comunista, de la ética marxista, de la lucha contra las supervivencias del capitalismo en la conciencia y en la conducta de los hombres, contra la influencia de la concepción religiosa del mundo, &c. A estos problemas están dedicados los trabajos de varios filósofos (I. A. Levada, A. F. Shishkin y otros).
Durante los últimos años, los filósofos soviéticos dedican gran atención al examen de los problemas de la estética: historia de las ideas estéticas, de las categorías de la estética, de la teoría del realismo socialista, crítica de las concepciones estéticas burguesas, &c. (I. B. Bórev, A. G. Iegórov, M. A. Lifshits, M. F. Ovsiánnikov, Z. V. Smirnova, G. M. Friedländer y otros). Mientras que antes los filósofos soviéticos que trabajaban en la esfera de la lógica formal se ocupaban sobre todo de estudiar las cuestiones de la lógica tradicional, últimamente han empezado a ocuparse con preferencia de las cuestiones actuales de la ciencia lógica que requieren se generalice con un criterio materialista dialéctico los resultados de la lógica matemática, de la semántica y otros (K. S. Bakradze, I. K. Voishvilo , D. P. Gorski, A. A. Zinóviev, P. S. Popov, P. V. Tavanets, S. A. Ianóvskaia y otros).
Han aparecido trabajos consagrados al análisis filosófico de la cibernética, a su esencia, a su relación con otras ciencias, al estudio de las cuestiones psicológicas en general y de la psicología social en particular (B. G. Ánaniev, A. N. Leontiev, S. L. Rubinstein, B. M. Tieplov y otros). Los filósofos soviéticos se encuentran ante grandes tareas, la más importante de las cuales consiste en generalizar más profundamente los procesos reales de la edificación comunista, del desarrollo de la nueva cultura, de la formación del hombre de la sociedad comunista, de la gran moral humana del comunismo.

II

El problema cardinal de toda la filosofía marxista, en especial de la contemporánea, es el de la relación entre la teoría y la práctica. Aunque ya visible desde la fase de formación del pensamiento revolucionario de Marx (1968: 13-6), no llega a plantearse en toda su agudeza sino hasta Lenin (1970), con su discusión sobre el carácter, espontáneo o consciente, de la revolución socialista.

En el siglo xx, los marxistas se dividían en dos grandes grupos según la posición que asumieran ante este problema. Desde su aspecto político, ello se presenta como la dicotomía determinismo-voluntarismo. El marxismo soviético más conocido (el estalinismo, el «marxismo-leninismo») fue claro ejemplo de determinismo económico-naturalista. Su leitmotiv teórico: la objetividad inquebrantable de las «leyes» que determinan el desarrollo de la realidad; la teoría como reflejo de esas leyes, a las que la práctica debía procurar ajustarse. Paradójicamente, en la práctica, el estalinismo estuvo signado por políticas en extremo voluntaristas, como avispadamente advierte Herbert Marcuse (1975: 145). 

El marxismo occidental, desde muy temprano (Korsch, 1971; Lukács, 1970), tuvo este problema como objeto recurrente de atención teórica. Sobre todo en las últimas manifestaciones —de sus epígonos— (Holloway, 2005), se inclinó hacia el voluntarismo. Su leitmotiv teórico: la unidad entre la teoría emancipadora y la praxis política libre. Paradójicamente, en la práctica, su característica fundamental fue «el divorcio estructural entre este marxismo y la práctica política» (Anderson, 1987: 41). Tanto el objetivismo cientificista del marxismo soviético vulgar como el practicismo voluntarista de su homólogo occidental son sublimaciones que invierten, sobre la pantalla de la autoconciencia teórica, el verdadero carácter de sus naturalezas. Ambos pueden ser reprendidos por el refrán «dime de qué presumes y te diré de qué careces».

Pero el problema de la relación entre la teoría y la práctica encierra, además, otro aspecto que puede rastrearse hasta, al menos, la (3ª) Tesis sobre Feuerbach de (Marx, 1960: 24): ¿cómo producir una espiritualidad (ciencia, arte, moral: cultura) que posibilite la cabal construcción de una sociedad comunista? El marxismo occidental, salvo la notable excepción de Antonio Gramsci, no tuvo esta cuestión entre sus principales preocupaciones. Solo llegó a plantearse agudamente en los países donde ya había triunfado la revolución socialista (Guevara, 1965; Lenin, 1970; Trotsky, 2010; Zedong, 2013). El porqué es bastante evidente: la producción de tal espiritualidad es condición sine qua non de la supervivencia de todo socialismo.

 Este aspecto cultural del problema fundamental de la filosofía marxista (en lo adelante, PFFM), fue desarrollado creadoramente por destacados pensadores soviéticos. Cosa nada casual. En la Rusia plagada de analfabetismo e ignorancia que recibiera la Revolución de Octubre, este asunto tuvo que plantearse en toda su agudeza. Inicialmente, se discute sobre qué naturaleza debería tener esta nueva cultura y qué relación debería guardar con la burguesa a la que intenta suplantar; discusión —nunca obsoleta— que se dio en torno al movimiento cultural proletario, «Proletkult» (Lunacharski, 2010; Trotsky, 2010).

Empero, el tratamiento científico de este asunto en la URSS corrió de la mano de una productiva confluencia de la filosofía, la psicología y la pedagogía, cuyo pionero fue Lev S. Vygotsky, muy influyente en la psicología cubana (Echemendía, 2015), y que cuajó en la teoría histórico-cultural de la actividad a través de Alexei N. Leontiev (1982), Sergei Rubinstein (1963), Alexander R. Luria (1984) y muchos otros (Bakhurst, 2009); escuela de pensamiento que aún perdura con mucha vitalidad (Engeström, 2015).

Evald V. Iliénkov, quien llegó a ser conocido como su «mentor filosófico» (Bakhurst, 1991: 218), contribuyó a su desarrollo, en particular con su solución al problema teórico de la demarcación de la psique específicamente humana, que para Iliénkov (2010) aparece cuando el sujeto produce una imagen mediante un esquema potencialmente universal, capaz no solo de copiar (como la psique animal) sino de re-crear activamente el contorno de cualquier objeto exterior (1977: 247-8). Siguió muy de cerca el fascinante —y poco conocido— trabajo del defectólogo vygotskyano Meshcheryakov (2009) con niños ciego-sordo-mudos, en el cual apoyara su tesis antifisiologista de que todo lo que es humano en el pensamiento, comportamiento y habilidades del hombre es producto de su desarrollo a través de la sociedad humana y no de disposiciones naturales innatas del cerebro o cuerpo de la especie homo sapiens (Iliénkov, 2007b: 91).

Tales presupuestos teóricos le permitieron afrontar con éxito el segundo aspecto del PFFM, sobre todo en el campo de la educación. Aquí, su principal blanco fue el pedagogo haragán que esconde su incompetencia con la supuesta falta de «talento» o «inteligencia natural» del estudiante. Persigue con ello el objetivo (comunista) del desarrollo multilateral del ser humano. Y ante el delicado reto didáctico de cómo fomentar el pensamiento creativo en el educando sin descuidar su dominio sobre el conocimiento ya establecido —reto de primerísima importancia para la enseñanza del marxismo hoy en Cuba—, una de sus recomendaciones más sencillas y, sin embargo, profunda (2007c: 17-9) es enfrentar al alumno con el problema (contradicción) tal como se le presentó a la ciencia antes de que diera con su solución, para que «el estudiante recorra por sí mismo, con ayuda del profesor y de la discusión con los restantes estudiantes, [el] camino de construcción lógica e histórica del conocimiento» (Zardoya, 2009: 219).

Sus aportes a la psicología y la pedagogía evidencian que Iliénkov no solo declaraba sino que practicaba su principio de que «el producto definitivo de todo el trabajo en la esfera de la dialéctica filosófica es la solución de problemas concretos de las ciencias concretas» (1977: 410). Sin embargo, estos y otros valiosos aportes que proporcionara en campos tan diversos como la estética (2007a), la ética (1997), la lógica (1977), la cosmología (2017) y la historia de la filosofía (2009), no se entienden adecuadamente sin antes considerar su aporte filosófico fundamental al pensamiento universal: su concepción de lo ideal.

La trayectoria de Iliénkov es la de un materialista dialéctico[7] —no del todo ortodoxo, ciertamente— que marcha hacia una comprensión culta de lo ideal. Esto puede sonar paradójico: ¿un materialista que se centra en lo ideal, es decir, en el punto de partida de la tendencia que se le opone? Pero una de las perspectivas más loables de su filosofía es, precisamente, su convicción de que el materialista culto (dialéctico) puede y debe estudiar lo ideal tanto o más que lo material mismo (2009: 17). Para él, lo ideal (lo no material) no se identifica con la conciencia, esto es, con fenómenos puramente subjetivos. Su principal enemigo aquí es el «materialismo» vulgar —léase el idealismo fisiologista propio del sentido común contemporáneo— que identifica lo ideal con los procesos materiales que ocurren en el interior de nuestra bóveda craneana. Un objeto ideal, nos dice Iliénkov (2014: 31-2), existe fuera de la cabeza y la conciencia de cada uno de nosotros (si bien no podría existir sin ellas) en la forma de un representante que, sin dejar de ser lo que (materialmente) es, asume objetivamente el papel de la naturaleza universal del objeto-cosa que representa en la actividad sociohistórica humana, en especial, el trabajo. 

Tomemos, por ejemplo, el plano de un edificio en el escritorio de un arquitecto. Este plano no es el edificio que representa y, sin embargo, el arquitecto altera potencialmente la fisionomía del real operando sobre ese pedazo de papel, que cumple la función objetiva de sustituto de las características esenciales (geométricas) de su obra. Más evidente aún es el carácter ideal y, al mismo tiempo, objetivo de —digamos— un símbolo nacional. Cuando unos cobardes antichavistas quemaron la bandera cubana frente a las cámaras, sentimos indignación no precisamente por los cambios ocurridos en la composición química de un pedazo de tela, sino por la significación objetiva de tal profanación a nuestros ideales patrióticos.

En torno a si lo ideal se circunscribe a la objetividad social (postura de Iliénkov) o pertenece también a la naturaleza extra humana, sostuvo un interesante debate (Mareev, 2016) con el también destacado filósofo soviético Mijaíl Lifschitz, célebre por sus indagaciones sobre la estética en Marx.

Iliénkov fue uno de los pioneros en el rescate del proyecto sugerido por Lenin (1964: 311) de elaborar una Lógica a partir de la lectura dialéctico-materialista de la historia de la filosofía, en especial, la clásica alemana y, sobre todo, de El Capital de Marx (Iliénkov, 1977). La principal significación de este proyecto, al que contribuiría una diversa gama de autores soviéticos (Kopnin, 1966; Orudzhev, 1984; Rosental, 1963) y no soviéticos (Astrada, 1964; Gortari, 1979; Lefebvre, 1972) e, incluso, cubanos (Rodríguez Ugidos, 1986), fue crear un sólido frente de combate contra el positivismo, esa «postura filosófica de la que la mayoría de los científicos hoy reniegan de palabra, pero abrazan en sus acciones» (Piedra Arencibia, 2016: 78). La lógica dialéctica posee además el atractivo de redefinir radicalmente el objeto de estudio de la filosofía marxista. Ahora esta va a entenderse como lógica epistémica de la formación y el contenido de la concepción materialista del mundo y no ya directamente como esta (Iliénkov, 1977: 411; Piedra Arencibia, 2017a: 32-41; Rodríguez Ugidos, 1986: 1-15). Solo de esta manera, la filosofía como esa supuesta «ciencia de las ciencias», como ontología, queda definitivamente liquidada. Y cualquier intento de resucitarla, además de superfluo significaría un retroceso.

La lógica dialéctica ofrece un tratamiento serio al tercer aspecto (gnoseológico) del PFFM: ¿cómo conocer el objeto tal como es en sí mismo si siempre nos es dado a través de la práctica social? Lo enfrenta integrando a la lógica la categoría de práctica.

Pues aquella misma actividad que transforma [a la] naturaleza, es la única que puede mostrarla como era antes, sin las «deformaciones subjetivas». Por consiguiente, solo la práctica es capaz de resolver el problema de cuáles rasgos del objeto, dado en la contemplación, corresponden al objeto mismo de la naturaleza, y cuáles son aportados por la actividad transformadora del hombre, es decir, por el sujeto. (Iliénkov, 1977: 286)

Sin embargo, donde mejor se trató este aspecto del PFFM en la URSS fue en la rama epistemológica de la Escuela de la actividad, mucho menos conocida que la psicológico-pedagógica arriba comentada y, sin embargo, con tanto o más interés para los filósofos. Su principal exponente fue Viacheslav Stiopin (2005) poseedor de una compleja teoría de la estructura de la actividad científica —mediante conceptos como cuadro científico del mundo, base filosófica, normas e ideales de la ciencia, etc.— tomando como modelo la actividad humana fundamental (el trabajo físico); teoría que nada tiene que envidiar —si bien mucho que enseñar— a las célebres escuelas anglosajonas que abordaron este asunto. Su discusión con Igor S. Alekseev (Delgado Díaz, 2014: 94-104), sobre si prima la actividad o el objeto sobre el cual ella recae, debería ser reexaminada por todo marxista dispuesto a desarrollar creadoramente este importantísimo aspecto de la relación teoría-práctica.

Finalmente, esta rama epistemológica de la Escuela de la actividad viene a unirse a un considerable volumen de trabajos realizados en la URSS sobre filosofía e historia de las ciencias naturales desde el punto de vista dialéctico-materialista (Kedrov, 1974; Kuznetsov, 1978; Meliujin, 1960; Omelyanovsky, 1979), cuyo rescate sería de mucho provecho para la reanimación de este campo abandonado por todos, en significativo contraste con algunas corrientes anglosajonas actuales del pensamiento que parecen haber comprendido mejor que los marxistas que el hombre no puede renunciar a priori a la comprensión abarcadora del mundo natural. (Monal, 1995: 10)

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                                                            Taoísmo.





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Diccionario filosófico marxista · 1946

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Diccionario filosófico abreviado · 1959

Taoísmo

Doctrina sobre el “tao” o “camino” (de las cosas); surgió en China, en los siglos VI-V a.n.e. Se considera como su fundador a Lao-tse, cuyas ideas fundamentales se hallan expuestas en el libro Tao te king. Todas las cosas nacen y se transforman gracias a su propio “camino”: “tao”. En el mundo no existen cosas invariables y en el proceso de su cambio todas ellas se convierten en su contrario. El hombre ha de atenerse al carácter natural de las cosas, ha de renunciar a las lucubraciones sabihondas. 

El taoísmo se manifestaba contra el dominio y la opresión, exhortaba a volver a la primitiva vida en común. Fueron importantes taoístas Yan Chu, Sun Tsian, Yu Ben, Chuán-tsi, todos ellos de los siglos IV-III a.n.e. La observación de las leyes naturales (tao) de la vida, según Yan Chu, conduce al hombre a “conservar su naturaleza en su integridad”. Sun Tsian y Yu Ben, a su vez, consideran que la observación de dichas leyes también es necesaria para que el hombre entre en posesión de la sabiduría y llegue al conocimiento de la verdad; creían que el alma del hombre consta de finísimas partículas materiales, “tsin tsi”, que llegan y parten en dependencia de la “limpieza” o “suciedad” de nuestro órgano del pensar (“sin”). 

En Chuan-tsi, junto a la ingenua concepción materialista del mundo, se formulan principios idealistas en el sentido de que la verdad objetiva no existe, la vida es una ilusión, mientras que el ser verdadero radica en el tao eterno, que existe por sí mismo. Estas ideas de Chuan-tsi constituyeron una de las fuentes ideológicas que dieron origen a la formación de la religión taoísta, en la linde de nuestra era. (Es necesario distinguir del taoísmo como doctrina religiosa, la filosofía taoísta.) Posteriormente, las ideas racionales de la filosofía del taoísmo fueron desarrolladas en las doctrinas de los materialistas chinos (Van Chun y otros).

Diccionario filosófico · 1965:447-448

Daoísmo (taoísmo)

Doctrina, del dao, o “camino” (de las cosas), que surgió en China en los siglos 6-5 a. n. e. Se considera que el fundador del daoísmo era Laozi (siglos 6-5 a. n. e.), filósofo antiguo chino, que llamaba a seguir a la naturaleza y vivir una vida natural; en la época Tang (siglos 7-9) fue canonizado como santo. Sus principales ideas están expuestas en el libro Dao de jing (Tao Te-King). Todas las cosas nacen y cambian gracias a su propio “camino”: dao. En el mundo no existen cosas inmutables, y en el proceso de su cambio, todas ellas se convierten en su contrario. El hombre debe seguir la naturalidad de las cosas y renunciar a filosofar.
 El daoísmo se pronunciaba contra el dominio y la opresión y llamaba a retornar a la vida comunitaria primitiva. Notables adeptos del daoísmo eran Yang Zhu, Yin Wen y Zhuanzi (Chuang-tse), que vivían en los siglos 4-3 a. n. e. La observancia de las leyes naturales (dao) de la vida, según Yang Zhu, permitirá al hombre “conservar intacta su naturaleza”, y según Yin Wen, es necesaria también para que el hombre adquiera sabiduría y conozca la verdad. Este último filósofo estimaba que el alma del hombre está compuesta de finísimas partículas materiales, que llegan y se van en dependencia de la “pureza” o “impureza” de nuestro órgano de pensamiento (xin, o sin). 
En calidad de objeto del conocimiento, Zhuanzi promovió la dialéctica de lo único y lo múltiple, de lo absoluto y lo relativo, de lo constante y lo mutable. Pero tendía a absolutizar lo único en lo múltiple, el reposo en el movimiento, trataba de aislar el dao de las cosas, lo cual constituyó la base ideológica de su teoría de la “inacción”, que fue una de las fuentes ideológicas de la formación de la religión del daoísmo a principios de nuestra era (hay que diferenciar entre la filosofía del daoísmo y el daoísmo como religión).

Diccionario de filosofía · 1984:103-104



                                                            Tao.



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Diccionario filosófico marxista · 1946

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Diccionario filosófico abreviado · 1959

Tao

Una de las categorías más importantes de la filosofía clásica china. Al principio, significaba “vía”, “camino”. Posteriormente, el concepto de tao se aplicó en filosofía para designar el “camino” de la naturaleza, las leyes de la misma. Por otra parte, el tao adquirió asimismo el sentido de camino de la vida del hombre, se convirtió en el concepto de “norma ética” (“tao-te”). En la intelección, el tao designa “lógica”, “razón”, “argumento” (“tao-li”). El contenido del concepto de tao se ha modificado a la par que se ha ido desarrollando la filosofía china. En la obra de los filósofos materialistas (Lao-tse, Siun-tse, Van Chun y otros), el tao es concebido como camino natural de las cosas, como la ley a que las cosas se hallan sujetas. Los idealistas entienden el tao como “principio ideal”, como “no ser verdadero” (Van Bi, entre otros), como “camino divino” (Tun Chun-shu y otros). Tenemos, pues, que el tao constituye uno de los puntos cruciales en que divergen las concepciones de materialistas e idealistas.

Diccionario filosófico · 1965:447

Dao (tao)

Importantísima categoría de la filosofía clásica china. Al principio, dao significaba “vía”, “camino”. Más tarde, el concepto de dao se empleó en filosofía para designar la “vía” de la naturaleza, sus regularidades. Al mismo tiempo, dao adquirió también el sentido de camino de vida del hombre, convirtiéndose en concepto de “norma ética” (dao-de, o tao-te). En el pensamiento, dao significa “lógica”, “razón”, “argumento” (dao-li, o tao-li). El contenido del concepto de dao cambiaba a medida del desarrollo de la filosofía china. Los filósofos materialistas (Laozi, Xunzi, Wang Chung y otros) consideraban el Dao como vía natural de las cosas, su regularidad. Los idealistas interpretan el dao como “principio ideal”, “no ser auténtico” (Wang Bi y otros), como “camino divino” (Dong Zhungshu y otros).

Diccionario de filosofía · 1984:103





                                                           Confucianismo.




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Diccionario filosófico marxista · 1946

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Diccionario filosófico abreviado · 1959

Confucianismo

Una de las corrientes ideológicas más importantes de la antigua China. Su fundador fue Confucio (551-479 a.n.e.), cuyas ideas expusieron sus discípulos en el libro Lun-Yü (“Charlas y reflexiones”). Según Confucio, el destino del hombre está determinado por el “cielo” y no es posible modificar el hecho de que las personas se dividan en “nobles” e inferiores”. El joven debe subordinarse sin la menor protesta al de mayor edad, el que ocupa una posición inferior, al que ocupa otra superior. Mencio (Men-tsé), eminente seguidor de Confucio, hacía depender de la “voluntad del cielo” la desigualdad social. 
Otro partidario de Confucio, Siun-tsé (298-238 a.n.e.) estableció una teoría materialista según la cual el cielo constituye una parte de la naturaleza y carece de conciencia. El hombre, cuando conoce las leyes (tao) de las cosas –decía Siun-tsé–, ha de aprovecharlas en su propio interés. Sin embargo, la orientación principal del confucianismo justificaba el dominio de las clases privilegiadas y exaltaba la “voluntad celestial” lo que sirvió de base a Tun Chun-Shu (siglo II a.n.e.) para elaborar la doctrina contucianista ortodoxa. 
En los siglos XI-XII, Chu Si y otros dan al confucianismo una fundamentación filosófica propia del denominado neoconfucianismo; según ella, en las cosas existen dos principios: el li, que es la fuerza racional creadora, y el tsi, que es la materia pasiva. El primero forma en el hombre una cualidad positiva, la tendencia al bien; el segundo, una cualidad negativa, la subordinación a las tentaciones de los sentidos. Van Yan Min (1472-1528) dio al confucianisino una interpretación idealista subjetiva. En el transcurso de muchos siglos, el confucianismo, a la par del budismo y del taoísmo, ha constituido la ideología dominante de la China feudal.

Diccionario filosófico · 1965:79-80

Confucianismo

Una de las principales corrientes ideológicas en la China antigua. El fundador del confucianismo es Confucio (551-479 a.n.e.), cuyas concepciones fueron expuestas por sus adeptos en el libro Lingyü (“Charlas y reflexiones”). Según Confucio, el destino del hombre lo determina el “cielo” y no puede ser cambiado el hecho de que los hombres se dividan en “nobles” y “viles”. El menor debe obedecer con sumisión al mayor, y el inferior, al superior. Notable adepto de Confucio era Mengzi, quien vinculaba la desigualdad social con la “voluntad de cielo”. Otro partidario de Confucio –Xunzi– creó una doctrina materialista, según la cual el “cielo” es parte de la naturaleza y carece de conciencia. Después de haber conocido las leyes (dao) de las cosas, el hombre debe utilizarlas en interés suyo. Pero la principal orientación del confucianismo era la justificación del dominio de las clases privilegiadas y el cantar loas a la “voluntad celestial”, lo cual sirvió de fundamento para la creación del Tun Chun-Shu (siglo 2 a.n.e.): doctrina ortodoxa confucianista. 
En los siglos 11-12, Zhu Xi y otros dan la fundamentación filosófica del confucianismo en el denominado neoconfucianismo, el cual enseñaba que las cosas tienen dos principios: li (fuerza creadora racional) y ci (materia pasiva). El primer principio forma en el hombre la calidad positiva (la aspiración al bien) y el segundo, negativo (sometimiento a las tentaciones sensuales). En el curso de muchos siglos, el confucianismo fue la ideología dominante de la China feudal.

Diccionario de filosofía · 1984:81



                                                          Filosofía japonesa.



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Diccionario filosófico marxista · 1946

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Diccionario filosófico abreviado · 1959

Filosofía japonesa

Las primeras doctrinas filosóficas del Japón se constituyeron en la época del feudalismo. La filosofía japonesa se desarrolló bajo la influencia de la antigua filosofía china de la naturaleza, de la doctrina ético-política del confucianismo, del budismo y, luego, del neoconfucianismo. Los fundadores del idealismo neoconfuciano japonés fueron Fudziwara Seika (1561-1619) y Hayasi Radzan (1583-1657). Su escuela («Siusi gakuja») propagaba la doctrina del filósofo chino Chu Si. Los neoconfucianos japoneses enseñaban que sobre el universo impera el «taikioku» o «mukioku» –el «gran límite» o «lo ilimitado»–, fuerza universal y sobrenatural, privada de cualidades y de formas, inaccesible a la percepción humana; el absoluto místico «taikioku» constituye la base del principio ideal «ri» (li), enlazado con el principio material «ki» (tsi) y capaz de crear la naturaleza física de las cosas y del hombre. Los neoconfucianos procuraban fundamentar los dogmas del confucianismo clásico acerca de las eternas relaciones de subordinación (del hijo al padre, del súbdito al emperador, de la esposa al marido, &c.). 
En ese período, actuaban también escuelas del confucianismo clásico con Yamaga Soko (1622-85) y Butsu (Oguiyu) Sorai (1666-1728) al frente, así como de los partidarios del idealismo subjetivo del filósofo chino Wan Chou-Jen (Wan Yan-Min), la escuela «Oiomeigakuja» dirigida por Nakae Todzio, (1608-48). Frente a las corrientes idealistas dominantes en la filosofía japonesa, se formaron concepciones materialistas. 

Para el desenvolvimiento de la filosofía materialista en el Japón y para socavar el dominio del idealismo confuciano y neoconfuciano, así como de la mística budista, fue de extraordinaria importancia el que los filósofos japoneses entraran en conocimiento de las teorías expuestas por los pensadores de Europa occidental (Francis Bacon, Gassendi, Hobbes, Copérnico, Galileo, y otros). Contribuyeron en gran manera a desarrollar la ideología social contra el feudalismo de las ideas materialistas y ateas las obras de Kaibara (Ekiken) Ekken (1630-1714), de Muro Kiusa (1658-1734), de Ito Dzinsai (1627-1705), de Yamagata Siunan (1687-1752). A la época feudal (fines del s. XVII-comienzos del XVIII) corresponde la actividad del filósofo materialista y ateo Ando Sioeki. Rechazando la idea neoconfuciana de un principio ideal «ilimitado» Ando Sioeki defendía la tesis de que la verdadera ley de la naturaleza estriba en «un proceso incesante de formación». En sus ideas acerca de la naturaleza y sus leyes, hay elementos de dialéctica. 

El universo, según afirmación de Ando Sioeki, se compone de cinco elementos materiales infinitos, que actúan espontáneamente. Ando Sioeki era un decidido enemigo del régimen feudal, un propagandista de concepciones ilustradas de vanguardia. Negaba la idea de la desigualdad innata de los seres humanos y consideraba que la fuente del mal social se encontraba en la propiedad privada, pero las reivindicaciones sociales del pensador eran utópicas. Para establecer la igualdad, los hombres han de pasar al laboreo colectivo de la tierra, cosa que conducirá a la igualdad social, al florecimiento de los oficios y de las artes. Atestiguaron una firme renuncia al escolasticismo confuciano los brillantes elementos materialistas contenidos en las obras del filósofo de la naturaleza Miura Baien (1723-89). Actuaron como paladines del pensamiento materialista y ateo en la filosofía japonesa, Minagava Vakien (1716 - 1804), Jiraga Guensai (1726-79), Yamagata Banto, (1761-1801) y Kamada Riukiu (1754-1821). En la segunda mitad del siglo XIX, un elemento esencial influyó sobre el desenvolvimiento de la filosofía japonesa, a saber: la inacabada revolución burguesa de 1867-68.
 Las ideas filosóficas, en dicho período, se fueron desarrollando en el proceso de la lucha entre los filósofos «kanrió gakusia» («doctos de la burocracia») y «minkan gakusia» («doctos, del pueblo»). Fueron representantes de los «kanrió gakusia» (se consideraban llamados a «desarrollar la cultura según los planes, gustos y esfuerzos de las alturas») Nisi Amane (1826-94) y Kato Jiroiuki (1836-1916). Los mismos procuraban coordinar elementos del confucianismo con las ideas de la filosofía idealista de Europa occidental (de Mill, Bentham, Comte y Spencer, entre otros). Nisi fue el primero en introducir el término «tetsugaku», «filosofía». Fue un ilustre representante de los «minkan gakusia». Fukudzawa Yukiti (1834-1901). Rechazaba las ideas darvinistas sociales de Kato Jiroiuki y abogaba en favor de la igualdad social. El ideólogo del régimen monárquico japonés fue el idealista y ecléctico Inoue Tetudziro (1855-1944). 

Se manifestaba contra el empirismo inglés, intentaba sintetizar las ideas del confucianismo, del neoconfucianismo, del sintoísmo, y del budismo con las ideas de la filosofía clásica alemana (especialmente de Hegel y de Eduard Hartmann) y del empiriocriticismo. Su doctrina ecléctica se convirtió en la base filosófica de la ideología del «Japonismo». La filosofía de Inoue tuvo un enemigo –que lo era, en principio, de todo idealismo– en el filósofo materialista y ateo Nakae Tiomin (1847-1901), quien ejerció una gran influencia sobre el avance de la ideología progresiva, científica y social, del Japón. Al entrar este país en la fase imperialista, las escuelas filosóficas idealistas recibieron un apoyo cada vez más activo. Se crearon en las universidades cátedras especiales para difundir las ideas de la filosofía clásica alemana y del idealismo más reciente (fenomenología, filosofía de la vida, pragmatismo y existencialismo). La filosofía que alcanza mayor difusión es la de Nisida Kitaro (1870-1945), quien intentaba expresar las ideas del budismo-zen con los conceptos y principios de la filosofía idealista de Europa occidental. 

En la doctrina de Nisida, se combinaban eclécticamente las ideas de la filosofía clásica alemana, del neokantismo, del intuitivismo, del pragmatismo y del existencialismo. La Gran Revolución Socialista de Octubre, la crisis general del capitalismo, los éxitos del movimiento obrero japonés han contribuido a que en el Japón penetrara y se difundiera la filosofía marxista. Las ideas marxistas-leninistas, a despecho de la persecución a que las someten los reaccionarios japoneses, han hallado cada vez más partidarios entre los filósofos profesionales. 
En el Japón, han sido activos propagandistas de una concepción del mundo, científica, marxista, Tosaka Dziun (1900-45); Kavakami Jadzime (1879-1946), traductor de «El Capital», de Marx; Kagata Jirosi (1904-47), autor de una nueva traducción, mejorada, del libro de Lenin «Materialismo y empiriocriticismo». Ha hecho suyas, después de madurada reflexión, las ideas del marxismo, Yanaguida Kendziuro (nacido en 1893), hombre público progresivo, enemigo del militarismo y de la reacción.

Diccionario filosófico · 1965:183-185

Filosofía japonesa.

En Japón, las primeras doctrinas filosóficas aparecieron en la época del feudalismo. La filosofía japonesa se desarrolló bajo la influencia de las representaciones de la filosofía natural antigua china, de la doctrina ético-política del confucianismo, el budismo y, más tarde, también del neoconfucianismo. Los fundadores del idealismo neoconfuciano en Japón fueron Fujiwara Seika (1561-1619) y Hayashi Razan (1583-1657). Su escuela –“Shushi Gakuha”– propagaba la doctrina del filósofo chino Zhu Xi. Los neoconfucianistas japoneses enseñaban que en el Universo domina el “gran límite” o lo “ilimitado” que es una fuerza sobrenatural universal, desprovista de cualidades y formas e inaccesible a la percepción humana; lo absoluto místico de lo “ilimitado” constituye la base del principio ideal “ri” (li), asociado al principio material “ki” (tsi) y capaz de crear la naturaleza física de las cosas y del hombre. 
Los neoconfucianistas fundamentaban los dogmas del confucianismo clásico sobre las relaciones eternas de sometimiento (del hijo al padre, del súbdito al emperador, de la esposa al esposo, &c.). En aquel período funcionaban también escuelas del confucianismo clásico y de los adeptos del idealismo subjetivo del filósofo chino Wang Shouren (Wang Yangming). En oposición a las corrientes idealistas, dominantes en la filosofía japonesa, se formaron las concepciones materialistas de Muro Kyuso (1658-1734), Yamagata Shunan (1687-1752) y otros. En la época del feudalismo desarrolló su actividad el filósofo materialista y ateo Ando Shoeki (fines del siglo 17 y comienzos del 18). 

Al rechazar la idea neoconfuciana del principio ideal “ilimitado”, Ando Shoeki defendía la tesis de que la ley auténtica de la naturaleza era el “devenir ininterrumpido”. Afirmaba que el Universo está compuesto por cinco elementos materiales infinitos. Ando Shoeki era adversario resuelto del régimen feudal y propagandista de la ilustración. Impugnando la idea de la desigualdad innata de los hombres, consideraba que la fuente del mal social era la propiedad privada. Sin embargo, sus exigencias sociales eran utópicas. La revolución burguesa inacabada de 1867-68 constituyó un momento sustancial que ejerció influencia sobre la evolución de la filosofía japonesa en la segunda mitad del siglo 19. En aquel período, las ideas filosóficas se desarrollaban en la lucha entre los filósofos “kanryo gakusha” (“científicos de la burocracia”) y “minkan gakusha” (“científicos del pueblo”). Los representantes de “kanryo gakusha” –Nishi Amane (1826-94) y Kato Hiroyuki (1836-1916)–, que consideraban como su vocación “el desarrollo de la cultura con arreglo a los planes, gustos y esfuerzos de los de arriba”, procuraban combinar los elementos del confucianismo con las ideas de la filosofía idealista euroccidental (Mill, Bentham, Comte, Spencer y otros).

 Nishi fue el primero en introducir el término “tetsugaku” (“filosofía”). Fukuzawa Yukichi (1834-1901) rechazaba las ideas socialdarwinistas de Kato Hiroyuki y predicaba la igualdad social. El idealista y ecléctico Inoue Tetsujiro (1855-1944) fue ideólogo del régimen monárquico japonés. Al impugnar el empirismo inglés, intentaba sintetizar las ideas del confucianismo, el neoconfucianismo, el sintoísmo y el budismo con las de la filosofía clásica alemana (principalmente las de Hegel), de E. Hartmann, y del empiriocriticismo. La doctrina ecléctica de Inoue Tetsujiro pasó a ser la base filosófica de la ideología del “japonismo”. Un adversario de la filosofía de Inoue y, en principio, de todo el idealismo fue el filósofo materialista y ateo Nakae Chomin (1847-1901), que ejerció una gran influencia sobre el desarrollo del pensamiento científico y social progresista japonés. Al entrar Japón en la fase del imperialismo, las escuelas filosóficas idealistas recibieron un apoyo cada vez más activo. 

En las universidades se organizan cátedras especiales, que divulgan las ideas de la filosofía clásica alemana y del idealismo novísimo (fenomenología, filosofía de la vida, pragmatismo y existencialismo). Se propagó más que otras la filosofía de Nishida Kitaro (1870-1945), que trataba de expresar las ideas de budismo zen en los conceptos de la filosofía, idealista euroccidental. La Gran Revolución Socialista de Octubre (1917) en Rusia, la crisis general del capitalismo y los éxitos del movimiento obrero japonés contribuyeron al surgimiento y extensión en Japón de la filosofía marxista, asociada al nombre de Sen Katayama (1859-1933), sus seguidores y los propagandistas activos de esta filosofía.

Diccionario de filosofía · 1984:177-178




                                                        Budismo.





no figura
Diccionario filosófico marxista · 1946

no figura
Diccionario filosófico abreviado · 1959

Budismo

Una de las religiones mundiales; preconiza la eliminación de los sufrimientos a través de la renuncia a todos los deseos hasta llegar a la «suprema iluminación», el nirvana. Surgió en la India, en el siglo VI a.n.e. Actualmente se halla difundido por el Japón, China, Nepal, Birmania y otros países. Profesan la religión budista unos quinientos millones de seres humanos. El fundador de esta doctrina fue Sidarta, llamado Buda (el iluminado). Sidarta, en el período en que se destruían las relaciones propias del régimen de comunidad primitiva y se constituían los Estados clasistas, dio expresión a la protesta de las masas del pueblo contra la religión brahmánica, contra las diferencias de casta consagradas por dicha religión, contra los complicados ritos de adoración a los dioses y contra los sacrificios cruentos. 
Buscaba la liberación de los sufrimientos no en las transformaciones sociales ni en la lucha contra las fuerzas de la naturaleza, sino en el perfeccionamiento moral al que ha de llegar el hombre apartándose de la vida, sumiéndose en el nirvana. Buda negó la existencia de un dios creador, rechazó la religión de los Vedas, pero tomó de ellos la doctrina de las rencarnaciones (sansara) y de la recompensa (karma). Indicaba sólo que las nuevas encarnaciones no dependen de que se pertenezca a una u otra casta ni de los sacrificios cruentos, sino de los actos buenos y malos del individuo. Al principio (siglos III a I a.n.e.), las ideas de Buda acerca de la salvación se fundamentaban filosóficamente en la doctrina del mundo y de la persona humana vistos como corriente de elementos de materia y conciencia –djarma– que se suceden unos a otros. 
Según esta doctrina, el camino de la salvación consiste en aplastar la «intranquilidad del djarma. En los primeros siglos de nuestra era, la religión budista adquiere un carácter completamente distinto. La simple veneración de la memoria del maestro es sustituida por el culto a Buda divinizado. La salvación del hombre se hace depender de la gracia divina, que se puede impetrar con la repetición de los sagrados sutras. La nueva religión fue llamada mahayana, a diferencia de la escuela tradicional, que arrancaba de Buda, denominada hinayana. Cambia también el contenido filosófico del budismo. En contraposición a los filósofos hinayanistas, que consideraban reales los djarmas materiales y psíquicos, los filósofos mahayanistas procuran demostrar que los djarmas no son reales ni lo es el mundo todo. La doctrina sobre la irrealidad de los djarmas o sobre la shuniata (vacío) fue fundamentada lógicamente por Nagardzhima (siglo II). Entre todas las sutras mahayanistas, los tratados de Nagardzhima se distinguían por el rigor lógico de la demostración, y por la consecuencia de su estructura.
 El racionalismo de Nagardzhima sirvió de punto de partida para el desarrollo de la lógica budista, de la que fueron representantes Dignaga y Dharmakirta (siglos V-VII). La doctrina de Nagardzhima sobre la irrealidad del pensamiento conceptual y acerca del conocimiento intuitivo absoluto se convirtió en fundamento de posteriores escuelas idealistas (madjiamika, vidzhnianabada), del budismo tantrista y hasta del budismo zen. En la actualidad, los partidarios del budismo subrayan el carácter «racionalista», «ateo» de la doctrina. En el fondo, sin embargo, estos nuevos epítetos tienen por objetivo servir de propaganda a la religión budista modernizada. Los budistas, encabezados por su Hermandad Mundial, se manifiestan en pro del desarme y de la coexistencia pacífica.

Diccionario filosófico · 1965:51-52

Budismo

Una de las religiones mundiales, que predica la liberación de los sufrimientos mediante la renuncia a los deseos y el logro de la “serenidad suprema”: nirvana. Apareció en la India en los siglos 6-5 a.n.e. como una de numerosas doctrinas heréticas de perfil ético; en el siglo 3 a.n.e. se proclama religión oficial. En la actualidad está difundido en Sri Lanka, Japón, China, Nepal, Birmania, Tibet (en forma de Lamaísmo) y en otros países. Profesan el budismo unos 500 millones de personas. En el período de formación de los grandes Estados, el fundador del budismo, Siddharta, llamado Buda (“El Sabio”), expresó la protesta de las masas populares contra la religión brahmana, las diferencias de casta, consagradas por ella, los ritos complicados de culto a dioses y sacrificios. Buscaba la liberación de los sufrimientos tan sólo en el perfeccionamiento moral, que se lograba mediante el abandono de la vida y la inmersión en la nirvana.
 Al comienzo, las ideas del budismo se transmitían como alegorías, leyendas, &c. En los siglos 3-1 a.n.e., la idea de Buda sobre la salvación encontró interpretación filosófica en la doctrina del mundo y de la personalidad humana como flujo de elementos de la materia y de la conciencia –dharmas–, que se sustituyen mutuamente. Según esta doctrina, el camino de la salvación consiste en la supresión de la “inquietud” de los dharmas.
 En los primeros siglos de nuestra era, la religión budista adquiere el carácter completamente distinto. El lugar de la simple veneración de la memoria del maestro lo ocupa la deificación de Buda. La salvación del hombre se pone en dependencia de la benevolencia de la divinidad. La nueva religión recibió el nombre de mahayana (“gran carroza”), a diferencia de la orientación tradicional, que viene de Buda: hinayana (“pequeña carroza”). En oposición a los filósofos hinayanistas, que consideraban reales los dharmas materiales y psíquicos, los filósofos mahayanistas tratan de demostrar la irrealidad de los dharmas y de todo el mundo. 
La doctrina sobre la irrealidad de los dharmas o el shunyate (el vacío) fue fundamentada lógicamente por Nagarjuna (siglo 2). El racionalismo de éste se convirtió en el punto de partida del desarrollo de la lógica budista, cuyos representantes eran Dignaga y Dharmakirti (siglos 5-7). La doctrina de Nagarjuna sobre la irrealidad del pensamiento conceptual y sobre el conocimiento intuitivo absoluto devino la base de las escuelas idealistas posteriores e incluso del budismo zen. 
Actualmente, los adeptos del budismo subrayan su carácter “racionalista” y “ateo” y lo llaman “religión sin Dios”. En esencia estos epítetos nuevos tienen como objetivo hacer propaganda de la religión budista modernizada.

Diccionario de filosofía · 1984:48-49



                                                        Budismo zen.




no figura
Diccionario filosófico marxista · 1946

no figura
Diccionario filosófico abreviado · 1959

Budismo zen
Una de las direcciones del budismo. Surgió en China, en el siglo VI; su base estriba en la representación de una esencia única de Buda y todos los seres, en la representación del camino natural, tao, que es superior a todos los métodos teóricos. 
A diferencia de otras escuelas, el budismo zen pregona la «lucidez instantánea» (satori). El irracionalismo y el intuicionismo del budismo zen han despertado gran interés entre los filósofos de Europa occidental y americanos, sobre todo durante los últimos veinte años.

Diccionario filosófico · 1965:52

Budismo zen

Corriente del budismo que surgió en el siglo 6 en China y adquirió gran difusión en Japón. La base del budismo zen es la noción acerca de la unidad del Buda y de todos los seres, así como la doctrina del “camino” natural –dao (tao)–, que es superior a todos los métodos teóricos. A diferencia de otras escuelas, el budismo zen predica la “lucidez instantánea” (o comprensión de la verdad). El irracionalismo y el intuitivismo del budismo zen y su ritualidad exótica atraen la atención de filósofos euroccidentales y americanos, sobre todo en los últimos decenios.

Diccionario de filosofía · 1984:49



Itsukushima Shrine.


ANEXO.



                                                     Filosofía japonesa.



  



La filosofía japonesa es la descripción de la filosofía oriental que se origina a partir del desarrollo cultural de Japón, a través del proceso religioso e histórico que surgió del pensamiento chino, manteniéndose hasta el período Heian, del cual se inicia el pensamiento japonés y al igual que el primero, se orienta a los asuntos de sabiduría práctica.
El pensamiento japonés moderno se desarrolló bajo fuertes influencias occidentales, como el estudio de las ciencias occidentales (llamado «Rangaku») y la sociedad intelectual modernista Meirokusha, que se inspiró en el pensamiento europeo. El siglo xx vio el surgimiento del sintoísmo estatal y también el nacionalismo japonés. La Escuela de Kioto, una influyente escuela filosófica japonesa, surgió también influenciada por la fenomenología occidental y la filosofía budista japonesa medieval.

Religión, mitología y filosofía.

En el momento de los inicios de la era japonesa (siglos iii-iv), el carácter del origen filosófico se deriva de las creencias animistas y chamánicas en el surgimiento del sintoísmo, el cual con el tiempo se sistematizará de un modo doctrinal hacia la ritualización y los dioses.
Con la llegada de la influencia cultural china y coreana (siglo v) surge además el estudio de la historia japonesa, y el pensamiento filosófico queda supeditado a la mitología y a las creencias sintoístas como lo demuestra en los textos del Kojiki (Crónica de las cosas antiguas, del año 712) y del Nihon shoki (Crónica de Japón, del año 720) del cual nos marca un estatus de historia y política que marca el componente literario japonés.
Para reforzar el poder imperial del emperador (tennō) se hace explícito el fundamento de la doctrina imperial, en el cual se daba el poder divino y el principio del estado. Al llegar el confucionismo a Japón, se reforzó esta creencia gracias a los puntos capitales que ofrecía como el predominio celestial sobre lo terrenal, la piedad filial y las virtudes cardinales.
Con respecto al taoísmo tuvo poca atención pese a que algunas de sus características fueron asimilándose con el tiempo al sintoísmo, al confucionismo y sobre todo al budismo zen.
Fue precisamente con el budismo, la que marcaría junto al shinto, la influencia decisiva de la formación filosófica japonesa, manteniendo su correspondencia entre las divinidades de ambas religiones, predominando la corriente budista mahāyāna y su fusión con la parte tántrica.

Antigüedad budista (710-1185)

Las eras Nara (710-794) y Heian fueron las más propicias para el desarrollo del budismo y su función sincrética con el shinto, que fue impulsada desde la época del príncipe Shotoku, por la que prospera la influencia china en Japón hasta el siglo xii, sobre todo en el predominio de las sectas de Nara y el influjo de la Escuela Budista del Tiantai (Tendaishū). Es ahí donde se introduce la parte esotérica, aunque se muestran los ideales del budismo de salvación a través del estudio y la adoración del Buda Amidala y su formación como secta (amidismo). Además, el Tendaishū se caracterizó por su valioso aporte cultural en el periodo Heian.

Edad Media (1185-1603)

Las guerras que sacudieron a Japón fueron propicias no sólo en el predominio budista entre el pueblo, sino también en la sistematización del sintoísmo y, así mismo, se logra cada vez más la infiltración de las ideas confucianas en las cortes. Partiendo de ello, el Tendai y el amidismo se separan en profundas reformas y descisiones que conducen al surgimiento del jodo shinsu (la ‘verdadera tierra pura’) dentro del predominio religioso y soteriológico, dentro del aporte de Nichien y su combate a la herejía en el budismo.
Es ahí donde surge el fondo común, propugnado por el zen, que logra dar las bases filosóficas, culturales y cortesanas. Además, plantean el retorno de la meditación y el monasticismo, el despertar y transmitir del conocimiento de la desconfianza al pensamiento discursivo y la experiencia de la «no permanencia». Posteriormente el rinzai (corriente budista de ideas esotéricas y confucianas) proporciona prosperidad artística y literaria a la naciente cultura japonesa que hoy conocemos y continuó la autonegación de cualquier forma de práctica intelectual.
En tanto, el sintoísmo empezó a esquematizar su doctrina partiendo de su reacción al budismo por parte de las familias sacerdotales, del cual se inician la redacción de los textos canónicos en los que se recogen los elementos de las religiones filosóficas chinas, el holismo y las creencias budistas añadiendo un panteísmo vital y optimista, proporcionando una base teórica nacionalista.
El pensamiento histórico ya viene planteado con el conocimiento de los hechos basados en un análisis entre lo sagrado y lo pragmático como el del abad Jien y de Kitabatake Chikafusa, del cual muestran un significado de realismo político en adaptación al sintoísmo. En el aspecto estético, ya se dan nociones de un lugar preponderante en la sociedad japonesa a través de un difícil misterio de belleza lleno de refinamiento, discreto y sutil.

Periodo Tokugawa (1603-1868)

Con la llegada al poder unificador de los shōgun Tokugawa, se da cada vez más la influencia de las culturas china y europea, y con ello el budismo pierde el favor de las élites a causa de su poco dinamismo y de su corrupción sacerdotal. Aunque el Zen logra ganar cada vez más prosélitos entre el pueblo y a la vez destierra el esoterismo, el sintoísmo aún goza de favorabilidad en donde vuelve a la adoración a los dioses principales.
Es entonces cuando llega el poder del confucionismo con un dominio claro en la escuela ortodoxa de Zhu Xi, cuestionando los viejos valores cosmológicos, morales y humanos. También surgen escuelas como el de Yamazaki Anzai y la escuela de Mito.
No obstante, el sintoísmo conserva una actitud reticentemente nacionalista haciendo combinar un realismo burocrático del Shogun con el idealismo del Tenno, dando lugar a la conservación del régimen feudal dentro de un estado centralizado. Con el confuciano Hayashi Razan añade la virtud de la fidelidad, el principio de autoridad en un estado legalmente constituido e imponiendo las ideas fundamentales del bushidō.
En cuanto al cristianismo, si bien esta religión admiraba ciertas cosas de la cultura y filosofía japonesas, no logra calar dentro del pensamiento japonés a causa de su posicionamiento doctrinal que difícilmente concilia ideas espirituales como la existencia de Dios. Uno de sus representantes Fabián Fukansai (antiguo monje zen y después cristiano apóstata) mantuvo esta idea hasta su renuncia a la fe cristiana. Con el tiempo se tomaron ciertas influencias con Gennai Hiraga, Kōkan Shiba, Toshiagi Honda, Genpaku Sugita y Baien Miura.

Concepciones diferentes del confucionismo

En el confucionismo de la escuela Wang Yangming, se dio a conocer el debilitamiento de los marcos políticos, sociales e intelectuales cuya única solución era ir recurriendo a la autonomía personal de la que el conocimiento se daría de manera a priori. Con Nakae Tōju, y más tarde con su discípulo Kumazawa Banzan, se confeccionan las creencias sintoistas con las budistas, sobre todo en el despertar del yo. Ya a partir de los siglos xvii y xviii se hace énfasis a la crítica seria del espíritu del neoconfucianismo, basado en el modelo de la erudición, lo cual trajo la rehabilitación de las emociones y sentimientos con un modo de renovación sin precedentes. Además, los confucianistas aportan los cambios a nivel de la cultura, lo que lleva a replantearse en la Escuela de Estudios Antiguos entre cuyos representantes están Ho Jinsai, Yamaga Soko y Ogyu Sorai.
Es dentro del mismo periodo histórico en el que se lleva a cabo la concepción del trabajo en formas más desinteresadas y que contribuyeron con el desarrollo armónico de las relaciones entre el hombre, el universo y la sociedad como en el caso del bushidō (‘camino del guerrero’), expuestas por el propio Soko y luego por Daidoji Yazan y Yamato Tsunetomo. También surgen otras clases de relación como la de las virtudes del comerciante y sus beneficios (planteadas por Sumimoto Satamo y Mitsui Takafusa) y la del agricultor (Ninomiya Suntaku).

Desarrollo científico y otras concepciones no confucionistas

Si bien el desarrollo científico japonés estuvo influido por las ideas cosmológicas, esotéricas y espirituales tanto en el caso de la medicina y la astronomía; fue a partir de 1720 cuando empiezan los estudios basados en los textos que importaban de los neerlandeses y se comenzó a equilibrar el pensamiento tradicional con la investigación científica moderna a través de la corriente rangaku. Con la decadencia del periodo Edo, se realizaron algunos análisis de valor histórico y filológico del conocimiento antiguo como lo fue en el caso de Tominaga Nakamoto.
Con Ando Shoeki y Yamagata Banto se definieron las concepciones del materialismo ateo y la igualdad utópica de la sociedad, lo cual lograría romper con la estructura confucionista de la misma y a la cual le seguirían Minagawa Kien, Hiraga Gensai, y Kamada Ryukyu. Por su parte, el pensamiento nacionalista alcanzó su punto álgido con la Escuela de los Estudios Nacionales (Kokugaku), preconizando la purificación del Sintoísmo de sus influencias foráneas y retomando las orientaciones de la Escuela de Estudios Antiguos. Además plantea la confrontación con el pensamiento chino. Las presencias más notables fueron las de Motoori Norinaga, Ueda Akinari y Hirata Atsutane.
Con la apertura de Japón en 1853, ya se plantearon: la cuestión intelectual de la cultura occidental y la modernización del país.

Periodo imperial (1868-1945)

A pesar de la imposición de la política modernizadora en Japón, ya se había abonado el terreno en los años anteriores con la modernización de la ciencia y el pensamiento japonés gracias a los limitados contactos con Occidente. A partir de la Era Meiji las ideas tradicionales empezaron a perder su calidad ideológica en las doctrinas budistas y confucianistas, dándole el triunfo al «sintoísmo de la corriente pura».
Sobre el surgimiento de las ideas neotradicionalistas, estas fueron la clara respuesta al proceso modernista que imperaba en la época y sobre todo a la abolición del feudalismo medieval que florecía en el país. Además de la introducción de las filosofías del utilitarismo y del positivismo, también se ponían en la práctica las ideas materialistas, las de la Ilustración europea y sobre todo el marxismo como idea humanista y también como principio político de la formación del pensamiento democrático japonés.
Los representantes de la corriente neotradicional, del cual destaca la síntesis del pensamiento oriental, del existencialismo idealista-poskantiano y de la fenomenología y que retoman la identidad budista del samsara en la que se preconizan los enfrentamientos entre los opuestos (materia y espíritu), formuladas por Inoue Tetsujiro (pionero del estudio universitario confucionista) y Miyake Setsurei, proponiendo un nacionalismo popular de matices evolucionistas. Con Nishida Kitaro, su pensamiento se dirige más hacia la experiencia.
En esta época surge ya la Escuela Filosófica de Kioto, de la que sale la figura de Tanabe Hajime, que elabora una epistemología científica basada en los postulados de Nishida, Husserl y Hegel y Martin Heidegger.​ En el plano ético, Watsuji Tetsuro propone un equilibrio entre el existencialismo y la totalidad dentro de un marco general.
Durante reino de emperador Taishō, surge la escuela romántica japonesa (日本浪曼派), de la cual Kobayashi Hideo prioriza la tradición y la armonía a través de la vida simple en la que enmarca la belleza de la naturaleza modernista y la historia medieval japonesa

Periodo democrático (1945-presente)

Después de la Segunda Guerra Mundial, Yoshimoto Takaaki, filósofo de la izquierda clásica, creció en su vida intelectual con los intercambios con los posmodernistas y con la Escuela de Estudios Japoneses marcando la vuelta a las realidades concretas, coincidiendo con las ideas de Karl Marx y Sigmund Freud dentro del marco japonés y criticando a la sociedad consumista de la actualidad. Además surge el retorno a las ideas espirituales pero sin seguir los antiguos patrones del pasado, definidos por Hasumi Shigehiko, Ueno Chizuko, Karantani Kajin y Yamazaki Masakazu.
En otras vertientes del pensamiento se marca la crítica del yo y los estudios del psicoanálisis, como el de Morita Masatake, Yoshimoto Ishin y Kimura Bin. También se plantea el lugar que Japón ocupa en la Historia en comparación con otras culturas, planteada por Hajime Nakamura. Sobre el marxismo, esta crea sus propias escuelas de interpretación, de las cuales, Hiromatsu Wataru pone a esta doctrina con las tesis originales de sus fundadores y las relaciones del hombre con la naturaleza. Destacan otros autores marxistas como Tosaka Jiun, Kagata Hiroshi, Yanagida Kenjurō y Kawakami Hajime.
En los últimos años se han debatido temas como el lugar del ser, la conciencia y temas diversos de la actualidad, todos en el proceso autobjetivo como el de Itutsu Toshihiko, Omari Shazo, Imomichi Tomanubu, Sakabe Megumi y Nakamura Yujiro, quienes desarrollaron temas de corte ético-ecológico e idealista con matices naturalistas y neotradicionales.


                                                     Filosofía China.




La filosofía china es la descripción de la filosofía oriental que comprende la suma de escuelas filosóficas creadas en China. Tiene una historia de varios miles de años y su inicio se suele establecer en el siglo xii a. C. con la escritura del I Ching (El libro de los cambios), un compendio antiguo sobre adivinación que introdujo alguno de los términos fundamentales de la filosofía china. Sin embargo, la tradición oral se remonta a épocas neolíticas.
La historia de la filosofía china se puede dividir en cuatro períodos. El primero vio venir las primeras doctrinas de la dinastía Shang acerca de lo cíclico, así como el I Ching (el Libro de los cambios). El segundo período es el de la filosofía china clásica, conocido por la variedad y cantidad de escuelas que se formaron. Entre ellas destacaron el confucianismo, el taoísmo, el moísmo, el legalismo y la Escuela de los Nombres. El tercer período comenzó cuando la dinastía Qin adoptó como filosofía oficial el legismo, persiguiendo además a los confucianistas y moistas. Luego la dinastía Han impuso al confucianismo y taoísmo como doctrinas oficiales, y su influencia continuaría hasta el siglo xx. El último período, el de la modernidad, se caracteriza por la importación e incorporación de la filosofía occidental.
Durante la dinastía Zhou occidental y los siguientes períodos después de su caída, florecieron las cien escuelas del pensamiento (siglo VI a 221 a. C.). Este período se caracterizó por importantes desarrollos intelectuales y culturales y vio el surgimiento de las principales escuelas filosóficas de China: el confucianismo, el legalismo y el taoísmo, así como numerosas otras escuelas menos influyentes. Estas tradiciones filosóficas desarrollaron teorías metafísicas, políticas y éticas como Tao, Yin y yang, Ren y Li que, junto con el budismo chino, influyeron directamente en la filosofía coreana, la filosofía vietnamita y la filosofía japonesa (que también incluye la tradición sintoísta nativa). 
El budismo comenzó a llegar a China durante la dinastía Han (206 a. C.-220 d. C.) a través de una transmisión gradual a través de la Ruta de la Seda, y mediante influencias nativas desarrollaron distintas formas chinas (como Zen) que se extendieron por toda la esfera cultural de Asia Oriental. Durante las dinastías chinas posteriores, como la dinastía Ming (1368-1644), así como en la dinastía coreana de Joseon (1392-1897), un renacimiento del neoconfucianismo dirigido por pensadores como Wang Yangming (1472-1529) se convirtió en la escuela de pensamiento dominante, y fue promovido por el estado imperial.
En la era moderna, los pensadores chinos incorporaron ideas de la filosofía occidental. Gottfried Leibniz fue uno de los primeros intelectuales europeos que reconocieron el valor y la importancia del pensamiento chino. La filosofía marxista china o maoísmo se desarrolló bajo la influencia de Mao Zedong, mientras que el pragmatismo chino bajo el ascenso de Hu Shih y el nuevo confucianismo fue influenciado por Xiong Shili.

Historia

Primeras creencias

Las primeras doctrinas de la dinastía Shang estaban basadas en el concepto de lo cíclico. Esta noción proviene de lo que podían ver a su alrededor: el día y la noche, las estaciones, las fases de la luna. Así, esta noción, que seguirá siendo relevante a través de la historia de la filosofía china, refleja el orden de la naturaleza. En yuxtaposición, también marca una distinción fundamental con la filosofía occidental, en la cual el modo de ver el tiempo era como una sucesión lineal. Se pensaba que el sino podía ser manipulado por las grandes deidades. Se veneraba a los antepasados y se hacían sacrificios animales y humanos.
Cuando los Shang fueron derrocados por los Zhou, se introdujo en China un nuevo orden político, religioso y filosófico llamado el "mandato del cielo". El mandato se dijo cuando las normas empezaron a ser indignas bajo el punto de vista de los Zhou y como una justificación astuta para imponer sus normas.

Período clásico

Alrededor del 500 a. C., después de que el gobierno Zhou se debilitara y China pasara al periodo de Primaveras y Otoños, comenzó el periodo clásico de la filosofía china, que coincide con la aparición de los primeros filósofos griegos. Terminó en el siglo iii a. C., cuando el Qin Shi Huang, el primer emperador de la historia china, unificó todo el país.
A este periodo se le conoce como el de los cien escuelas de pensamiento (varios filósofos, cientos de escuelas), de las cuales sobresalen cinco: confucianismo, taoísmo, mohismo, legalismo y la Escuela de los Nombres.
El período clásico del pensamiento chino coincidió con una época en la que muchos reinos se disputaban la hegemonía de China. Casi todos los pensadores chinos eran miembros de la corte de los reyes cuya función era el asesoramiento, o consejeros cuyo oficio consistía en viajar de reino en reino para aconsejar a los distintos monarcas.

Era imperial

Durante la breve dinastía Qin, cuya filosofía oficial era el legismo, se realizó una persecución contra las escuelas mohista y confucianista. El legismo siguió siendo influyente hasta que los emperadores de la dinastía Han adoptaron el taoísmo y el confucianismo como doctrina oficial. Estas dos últimas fueron las doctrinas filosóficas dominantes hasta el siglo xx, con la entrada del budismo (Durante la dinastía Tang), negociada durante mucho tiempo, porque se pensaba que era similar en muchos aspectos al taoísmo.
El neoconfucianismo restablecía los viejos principios confucianos aparecidos durante la dinastía Song, con características del budismo, del taoísmo y del legismo. Fue popularizado más adelante durante el reinado de la dinastía Ming.
La influencia del taoísmo y del confucianismo a menudo se describen en la siguiente frase: 
"Los chinos son confucionistas durante el día y taoístas por la noche". 
También, muchos chinos mandarines eran funcionarios en la vida laboral y poetas o pintores en su tiempo libre.

Era moderna

Durante las edades moderna e industrial, la filosofía china comenzó a integrar conceptos de la filosofía occidental, como pasos hacia la modernización. Durante la Revolución de Xinhai se produjeron numerosos levantamientos, como el del cuatro de mayo, que suprimieron totalmente las viejas instituciones y prácticas imperiales de China. Por esta época hubo tentativas de incluir conceptos como Democracia, Republicanismo o Industrialización en la filosofía china, sobre todo por Sun Yat-sen al comienzo del siglo xx, mientras que Chen Tu-Hsiu introdujo el marxismo y el trotskismo, y otras doctrinas comunistas. Posteriormente Mao Tse-Tung incluyó el estalinismo para orientar al Partido Comunista Chino hacia su propia versión de Socialismo con características chinas, que en el uso popular es conocido como Maoísmo.
Cuando el Partido Comunista de China subió al poder, las escuelas filosóficas anteriores, exceptuando el taoísmo, fueron suprimidas durante la Revolución Cultural. Sin embargo, las antiguas doctrinas aún tienen influencia en la filosofía china. En la actualidad, el gobierno chino está interesado en promover un socialismo de mercado.
Desde el movimiento radical de la Revolución Cultural, el gobierno chino ha pasado a ser más tolerante con las prácticas filosóficas y religiosas tradicionales. 
La constitución de 1978 de la República Popular de China garantiza "libertad de culto", siempre y cuando éstas no atenten contra la soberanía de la República Popular. Se ha permitido el establecimiento o restablecimiento de instituciones espirituales y filosóficas, ya que el PCC no las ve como una amenaza, aunque son vigiladas y controladas por el Estado. 
Las doctrinas del pasado aún están muy inculcadas en la cultura china. Al igual que la japonesa, la filosofía china se ha convertido en una amalgama de ideas. Acepta nuevos conceptos, pero no olvida sus viejas creencias.


Escuelas filosóficas Chinas.


Filosofia India.

1 comentario:

  1. una enciclopedia muy ideologíada con teoría marxista, en especial ciencias sociales.

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