Biografía. Balmes Urpiá, Jaime Luciano. Vich (Barcelona), 28.VIII.1810 – 9.VII.1848. Filósofo, teólogo, apologista, historiador, sociólogo y político. Cuarto de los once hijos del matrimonio Jaime Balmes y Teresa Urpiá, ambos de condición humilde. Desde su infancia destacó por su prodigiosa memoria y afición a la lectura. Reconocido como una de las grandes figuras de la filosofía cristiana española. No es escolástico, ni tampoco tomista, ni siquiera un precedente de la restauración escolástica de finales del siglo XIX. No obstante, los pensadores españoles posteriores asumieron su actitud de estudio, de ecuanimidad y de diálogo. Autor de numerosas obras de manifiesta inspiración cristiana, de gran éxito en España, que se tradujeron al francés, inglés, italiano y alemán. Estudió gramática, retórica y filosofía en el Seminario de Vich. Continuó los estudios teológicos en la Universidad de Cervera, en 1826, gracias a que su obispo, Pablo de Jesús Corcuera, le concedió una beca que estaba vacante. Se licenció en Teología en mayo de 1833. En octubre, con veintitrés años, hizo una oposición a una cátedra de Teología en la misma Universidad de Cervera y otra a la canonjía magistral de la catedral de Vich. No las ganó, probablemente debido a su juventud. El 24 de septiembre de 1834 fue ordenado sacerdote en el salón de sínodos del palacio episcopal de Vich. En octubre de ese año, volvió a la Universidad de Cervera para estudiar Derecho Canónico. En el noveno curso académico en la Universidad de Cataluña obtuvo el doctorado en Teología y el grado de bachiller en Cánones. En verano de 1835 regresó a Vich. Hasta 1841 vivió recluido en su ciudad natal, dedicado al estudio y a impartir clases de matemáticas. Fue un período, que se ha llamado de “vida oculta”. Consiguió una cátedra de Matemáticas fundada por la Sociedad de Amigos del País de Barcelona, de la que pudo vivir. En 1839 comenzó su período de escritor fecundo y de notable éxito. La revista mensual El Madrileño Católico, en su número de diciembre de 1838, convocó un concurso sobre el celibato del clero. Debía responderse a esta pregunta: “El celibato del clero católico, prescindiendo de las leyes canónicas y civiles, solamente desde el punto de vista político, moral y religioso, ¿conduce más al bien de la sociedad que la facultad de casarse que tienen los protestantes?”. Balmes secretamente envió sus “reflexiones”. Ganó el concurso y su memoria fue publicada en el número de la revista de marzo de 1939. Después de la publicación de este extenso artículo, estimulado por la lectura de la Historia general de la civilización de Europa, del historiador y estadista francés François Guizot (1787-1874) de origen protestante y de los últimos acontecimientos políticos en España, como las acciones del ministro de Hacienda, Mendizábal, comenzó su etapa apologética con la publicación de Observaciones sociales, políticas y económicas sobre los bienes del clero, publicado en Vich, a primeros de 1840. El opúsculo, de gran éxito, le dio a conocer en toda España. Al mismo tiempo, por encargo, tradujo del francés el libro Máximas de San Francisco de Sales. El siguiente opúsculo fue su primera obra política, Consideraciones políticas sobre la situación de España, que apareció a mitad de 1840. Al año siguiente publicó La religión demostrada al alcance de los niños, que escribió en quince días. Con esta pequeña obra, como dice al principio, intenta presentar “una serie de reflexiones y raciocinios que dan razón de la fe aprendida en el catecismo”, y también, proporcionar argumentos para la “conversación y disputa sobre materias religiosas con protestantes e incrédulos”. Muchos colegios tomaron como libro de texto este “catecismo filosófico”. El éxito que alcanzó lo revela que en vida de Balmes se hicieron siete ediciones de cuatro mil ejemplares cada una. Se había establecido en Barcelona en 1841 para fundar y llevar la dirección de la revista quincenal apologética La civilización, con un grupo de amigos y condiscípulos de la Universidad de Cervera, que tuvo una amplia difusión, incluso en el extranjero. Por problemas entre los editores, no tuvo larga vida. Se publicó desde agosto de 1841 hasta febrero de 1843. Balmes se lanzó entonces a publicar él solo una revista también quincenal y de carácter religioso, cultural y político, La sociedad. Salió el 1 de marzo de 1843 y su último número fue el del 7 de septiembre de 1844. A principios de 1842, escribió un pequeño opúsculo, en catalán —único escrito de Balmes en su lengua materna—, que no lleva el nombre del autor, titulado Conversa de un pagès de la montanya sobre lo Papa. En marzo de este mismo año, publicó el primer tomo del libro El protestantismo comparado con el catolicismo. El cuarto y último apareció en febrero de 1844. La obra, que siempre se ha considerado como la más importante de Balmes, tenía sus orígenes en los estudios de sus años “ocultos” en Vich. Le había dedicado mucho tiempo, sobre todo para replicar las tesis de Guizot sobre la influencia positiva de la Reforma. Por el contrario, Balmes presenta el desenvolvimiento de la cultura europea por la acción de las doctrinas católicas. Intenta probar la nula influencia del protestantismo en el desarrollo de la civilización occidental. Sus innumerables sectas confirmarían su incapacidad para organizarse como sistema religioso sólido y duradero. En cambio, de los principios católicos se han obtenido beneficiosas consecuencias sociales, políticas y humanas. El libro fue un verdadero éxito editorial. Con su publicación Balmes empezó a ser conocido y valorado en Europa. Después viajó a París. Se puso en contacto con los intelectuales católicos franceses y tradujo la obra al francés. La edición francesa apareció entre abril y junio de aquel año. Desde París viajó también a Londres para conocer a la sociedad inglesa, los pensadores católicos y preparar una edición inglesa de “su obra”. A finales de 1843, se estaba preparando la traducción al alemán y al italiano. Las agitaciones políticas del año 1843 le obligaron a abandonar Barcelona. Se dirigió a la masía el Cerdá de Centellas, pero residió en la del Prat de Dalt, que pertenecía al término municipal de Caldas de Montbuy, que estaba muy cercana. En agosto regresó a Barcelona, pero el asedio de la ciudad, por las tropas del Gobierno, le obligaron a abandonarla de nuevo. No regresó hasta el 21 de noviembre, después de que se firmara dos días antes la capitulación. Durante esos días escribió El criterio. Era habitual en él concentrarse en la actividad intelectual mientras la vida política y social se agitaba. En el pequeño desván de la masía, de poco más de diez metros cuadrados, al que se accedía por una entrada escondida, mientras se bombardeaba Barcelona desde el castillo de Montjuic por orden de Espartero, escribió esta conocidísima obra, que ha alcanzado múltiples ediciones. Parece ser que en este escondrijo disponía de muy pocos libros para consultar y que escribió el texto como un discurso seguido. Cuando se publicó, casi inmediatamente, se dividió en capítulos. El criterio es una obra destinada a enseñar a pensar de acuerdo con la realidad. Se inicia con estas palabras: “El pensar bien consiste o en conocer la verdad, o en dirigir el entendimiento por el camino que conduce a ella. La verdad es la realidad de las cosas. Cuando las conocemos como son en sí alcanzamos la verdad; de otra suerte caemos en el error” (cap. 1). La obra puede considerarse dividida en tres partes: introducción, pensamiento especulativo y pensamiento práctico. La primera comprendería los tres capítulos iniciales sobre el arte de pensar bien, las condiciones indispensables y los obstáculos que se presentan. La segunda, los capítulos cuarto al vigésimo primero y trata del objeto —de su existencia y de su naturaleza—, de las propiedades y relaciones de las cosas, de la actividad del pensamiento —de sus métodos y de las facultades auxiliares—, de la filosofía de la historia y de la religión. La tercera, sería el último capítulo, que se ocupa del objeto y fin de las acciones, cuáles deben ser las cualidades del buen juicio práctico y de los defectos que lo impiden, la moral, su guía, la utilidad de la virtud, la ciencia como su ayuda, su concordancia con la religión, reglas para los juicios prácticos, el papel de las pasiones y de la voluntad, y el ideal armonioso del hombre perfecto. La verdad no requiere la clausura de la relación con los que no piensan igual, sino el diálogo. En él, se debe atender a las otras posiciones, que deben ser conocidas incluso con gran claridad, tanto en sus argumentaciones como en su misma fuerza convincente. Es preciso, por tanto, la comprensión. También se debe procurar tratar al otro con benevolencia. Sin despreciarle ni humillarle y procurando hallar y valorar la parte de verdad que presenta. Deben conservarse siempre la cortesía y la deferencia, sin por ello renunciar a la certeza ya que en nada se oponen a la verdad. Por último, es necesaria la sinceridad. El diálogo no supone la renuncia a la verdad. El derecho que tienen los demás de conocer la verdad comporta el deber de no encubrirla. Además, aunque no puedan hacerse juicios temerarios, en cambio, sí es posible el juicio de las posiciones, en cuanto tales, porque se fundamenta en el convencimiento de que el estar en la verdad es un bien para la persona. Otra regla de El criterio, muy importante, es que las facultades del hombre tienen que estar sujetas a la recta razón. Es un hecho que se encuentran como insubordinadas. Al hombre le falta concordia, todo en él está en pugna. Le falta la armonía consigo mismo, especialmente en su razón y en su voluntad, y también con los demás. Para la ordenación de la conducta humana es necesaria la razón. Para pensar bien, o para conocer la verdad, hay medios que conducen y otros que obstaculizan. Los sentimientos o las pasiones son un gran obstáculo, porque pueden impedir el conocimiento de la realidad y, por ello, la orientación o guía de la conducta humana. Es preciso sujetar todos los sentimientos con la razón. Es necesario tener conciencia de ellos y encauzarlos, sin que ello suponga suprimirlos e incluso utilizarlos para hacer el bien. Tanto para pensar bien como para actuar bien son necesarias tres facultades: entendimiento, voluntad, y sentimiento. Sin embargo, deben estar ordenadas y en concordia. La ordenación que propone, queda sintetizada así: “La razón es fría, pero ve claro: darle calor y no ofuscar su claridad; las pasiones son ciegas, pero dan fuerza: darles dirección y aprovecharse de su fuerza”. La norma o criterio del hombre entero, que quiere ser objetivo y ajustarse a la realidad completa será, por tanto, el siguiente: “El entendimiento, sometido a la verdad; la voluntad, sometida a la moral; las pasiones, sometidas al entendimiento y a la voluntad” (cap. 60). El 7 de febrero de 1844, apareció en Madrid el semanario fundado por Balmes, El Pensamiento de la Nación, que tenía un aire periodístico y político y contaba con un excelente grupo de colaboradores. Se había traslado ya a Madrid, en donde vivió durante tres años. Emprendió en la publicación una campaña política encaminada al casamiento de la reina Isabel II con el hijo de don Carlos, el conde de Montemolin, para acabar con la cuestión dinástica y la reconciliación de carlistas y liberales. Para reforzarla, también fundó el periódico El Conciliador, que salió el 16 de julio de 1845, dirigido al sector moderado del partido isabelino. El proyecto fracasó, porque el partido moderado careció de la generosidad y el patriotismo que tuvo, en cambio, el carlista. El martes 9 de diciembre de 1845 salió el último número. También, después del matrimonio de la Reina con su primo el infante Francisco de Asís María, el día 10 de octubre de 1846, se suspendió la publicación de El Pensamiento de la Nación, aunque se alargó hasta el último día del año por deferencia a los suscriptores. A finales de abril de 1845, realizó un segundo viaje a París para preparar una obra filosófica. Necesitaba estudiar en las bibliotecas, donde había obras que no había podido consultar en España. También estuvo en Bélgica. A los cinco meses regresó ya casi con la Filosofía fundamental terminada. El primer volumen apareció en febrero de 1846 y los tres restantes durante aquel año. Quería que saliera al mismo tiempo la traducción francesa, lo que no ocurrió hasta después de su muerte. Este extenso y cuidado libro invalida la consideración de Balmes como un filósofo divulgativo, autor de una filosofía del “sentido común”. Aunque la obra sea pedagógica, ofrece originales investigaciones sobre grandes cuestiones filosóficas básicas. De ahí el adjetivo “fundamental” de su título. Afronta tres grandes campos: los criterios de verdad, la experiencia sensible y la actividad intelectual. Al primero dedica el libro I (“De la certeza”). Los libros II y III (“De las sensaciones” y “La extensión y el espacio”) al segundo; y al tercero los siete restantes (“De las ideas”, “Idea del ente”, “Unidad y número”, “El tiempo”, “Lo infinito”, “la substancia” y “Necesidad y causalidad”). En todos ellos, Balmes demuestra un amplio conocimiento de la filosofía moderna. Acepta y discute, entre otras, doctrinas de Descartes, Locke, Leibniz, Condillac, Kant, Fichte y Schelling. El criterio, obra con la que había iniciado su etapa estrictamente filosófica, presupone que la verdad existe. En la Filosofía fundamental se afirma su existencia, porque ésta se presenta al hombre como evidente. El mismo hecho de la duda patentiza su existencia. La duda implica el apoyo en unos conocimientos verdaderos, en unas verdades indudables. Reconoce Balmes que al hombre no le es posible muchas veces conocerla con la suficiente claridad en todos los ámbitos, pero en muchos casos posee una certeza absoluta o un firme asentimiento. El hombre accede o capta las verdades, poseyendo la certeza, por tres medios: la conciencia, la evidencia y el sentido común, que son así verdades subjetivas, verdades racionales y verdades objetivas. La conciencia es el medio por el que se capta todo lo que pasa en nosotros. Por ella, se siente lo que nos es íntimo. Su función es la de señalar o presentar hechos. Nos pone en contacto con la realidad exterior. Aunque la conciencia sea subjetiva, proporciona una certeza absolutamente indubitable. Es el punto de partida de todos los conocimientos. La evidencia, o la patentización de la verdad racional, no se refiere directamente a lo contingente y a lo individual, como la conciencia, sino a las verdades necesarias y universales de los juicios, obtenidos por evidencia inmediata, como los primeros principios, o mediata, como conclusión de un razonamiento. Además de la conciencia, a la evidencia le acompaña algo que no es evidente: la creencia en el valor objetivo de las mismas ideas. A esta inclinación Balmes la denomina “instinto intelectual”. Este impulso natural de la razón, que proporciona también la certeza, independientemente de la conciencia y de la evidencia, no es irracional, porque es posible la reflexión racional sobre el mismo. Tal tendencia responde a una ley natural de las facultades humanas, que la llama “sentido común”, por su carácter pasivo y por ser general a toda la humanidad. El sentido común no sólo se manifiesta en la objetividad del pensamiento, sino también en las sensaciones, en las verdades morales, en la aceptación de verdades en sí mismas demostrables, pero que accidentalmente no lo son para el sujeto, las verdades instantáneas, pero demostrables por cálculo de probabilidades y en los casos de analogía, aunque explicables por la ciencia. El sentido común balmesiano expresa, por tanto, la orientación general del hombre hacia la verdad y el rechazo instintivo al error. Por este criterio de certeza, no puede entenderse a Balmes como el autor de una filosofía del “sentido común”, en sentido propio, ni incluso según el modo de la escuela escocesa. La filosofía balmesiana de la verdad no guarda relación ni con la de la escuela escocesa ni con la catalana de Martí de Eixala. Tampoco se encuentra ninguna influencia directa de Claude Buffier, como también se afirma a menudo. Para su comprensión debe tenerse presente el eclecticismo de la Universidad de Cervera, y su vinculación con filosofías eclécticas de siglos anteriores inmediatos, que conoció en su juventud. Gracias a esta doctrina de los tres modos de acceder a la verdad, Balmes puede ofrecer una genial solución a la problemática del principio de la filosofía. Al tratarse esta cuestión, se presupone que debe buscarse únicamente un principio que sirva de punto de apoyo. Se han dado históricamente los siguientes: el principio de Descartes (“Yo pienso, luego soy”), el principio de no-contradicción (“Es imposible que una cosa sea y no sea a un mismo tiempo”), y el llamado principio de los cartesianos (“Lo que está contenido en la idea clara y distinta de una cosa se puede afirmar de ella con toda certeza”). Balmes propone que los tres sean necesariamente a la vez los principios fundamentales. Los tres son irreductibles entre sí. Son de órdenes distintos por expresar respectivamente: un hecho de conciencia, una verdad conocida por evidencia inmediata, y una verdad de sentido común. Estas verdades desiguales son conocidas por los tres criterios: el de conciencia, que es subjetivo y presenta hechos, pero es de una certeza absoluta y punto de partida e independiente de los otros; el de evidencia, caracterizado por la necesidad y universalidad de sus objetos; y el de sentido común, definido por una ley del espíritu humano, que denomina instinto intelectual, cuando se manifiesta en la vida intelectiva, y que expresa la inclinación natural a asentir a verdades no atestiguadas por los otros dos criterios y que llama “sentido común”. Antes de aparecer, el cuarto volumen de la Filosofía fundamental, muchos de los lectores le pidieron la publicación de una obra parecida como ayuda para la impartición de clases. Empezó por ello la preparación de un curso de Filosofía elemental. En la obra, se exponen de modo sencillo y resumido las doctrinas de las otras dos obras. Comenzó a aparecer en 1847. Consta de ocho partes, agrupadas en cuatro volúmenes: Lógica, Ética, Estética, Ideología pura, Gramática general o Filosofía del lenguaje, Psicología, Teodicea e Historia de la Filosofía. Balmes empezó también la traducción latina, que no pudo terminar y que se publicó después de su muerte. En junio de 1846 había publicado las Cartas a un escéptico en materia de religión, colección de veinticinco cartas, de las que, catorce habían aparecido en la revista La Sociedad. También se recogen de las otras dos publicaciones periódicas. En otras ediciones, se añadieron algunas más. En el libro, que no es meramente apologético, se ofrece un profundo análisis de los problemas del escepticismo. La filosofía social y política balmesiana no se reduce al tratamiento de cuestiones históricas del momento, sino que ofrece asimismo los principios de la filosofía social y política. Es una doctrina fundamental que se basa en el hombre. A estos estudios se les ha considerado como precursores de las enseñanzas de la moderna doctrina social de la Iglesia, y más concretamente de la encíclica Rerum novarum, de León XIII (1891), con la que comenzó el desarrollo del pensamiento católico social. Su principio más básico y fundamental es que la sociedad se explica por el hombre. Las necesidades humanas esenciales son inteligencia, moralidad y bienestar. Son al mismo tiempo los tres fines supremos de la sociedad. Por ser imprescindibles son irrenunciables. Estos tres bienes sociales deben estar regidos por la “ley de la caridad”, dado que hay diferentes maneras de posesión de los mismos. A las clases o grupos sociales que posean en mayor medida estos bienes, les recuerda Balmes el deber, hacia las otras más desfavorecidas, de “hacerlos buenos y hacerles bien”. En 1847, en su último año de trabajo, preparó la publicación del gran volumen de los Escritos políticos, que recoge los artículos de las tres publicaciones que había fundado y de algunos otros opúsculos y un apéndice que preparó entonces. Empezó su aparición en este mismo año y se finalizó al año siguiente. Presenta una concepción completa de la política, que también está fundamentada en su idea humanística. Además de enunciar una teoría de la ley justa y del gobierno justo, trata los temas siguientes: religión y estado, instituciones políticas, autoridad y libertad, la monarquía, la revolución, Cataluña, España y otros de política en general. Todos ellos se cimentan en el principio fundamental de que la política tiene que basarse en la sociedad, al igual que ésta lo hace en el ser humano. La política no puede crear nada, sino reunir y dirigir los tres agentes principales de la sociedad: inteligencia, moralidad, y fuerza. Las instituciones políticas deben organizarlos y ordenarlos al bien del hombre, a su felicidad. Su realización más plena está en el régimen monárquico cristiano. La monarquía tiene grandes ventajas, porque mantiene el orden, garantiza la estabilidad y hace al mismo poder bondadoso. Balmes considera que España es el pueblo más monárquico de Europa, aunque a veces los españoles no son conscientes de ello. El sentimiento monárquico del pueblo español se concreta en el de la monarquía cristiana, porque todavía es más profundo su sentimiento religioso católico. La religión católica es el alma de la nación y de la monarquía española. Por fidelidad a su tradición, monárquica y católica, España no puede quebrantar su unidad nacional. Para conservar este ser propio, la nación española debe conservar su unidad, lo que no impide que se ame la propia región. Incluso este amor a la propia provincia es la base del amor a España. Balmes no sólo no es “independentista”, o “provincialista”, como se llamaba entonces a todo tipo de separatismo, sino que lo critica con palabras muy duras. Condena el separatismo catalán, por ejemplo, por injusto, contrario al sentido común, utópico, estéril y perjudicial para la misma Cataluña. La solución más radical y, por tanto, más efectiva para los problemas de España, se encuentra en el fundamento religioso, en el cristianismo, verdadera raíz de la nación española, fundamento y causa permanente de su naturaleza, de su ser y de su unidad. En su enjuiciamiento de todos los ámbitos de la entonces naciente cultura contemporánea se advierte en Balmes una actitud asimiladora y optimista. No le reconoce al mundo moderno la suficiencia para redimir total y definitivamente los males humanos, pero no se opone a ninguno de sus logros, desde los técnicos a los políticos. No considera que ninguno sea intrínsecamente malo, sino que está mal utilizado. Lo alcanzado por el mundo moderno es bueno en sí y apto para ser ordenado al bien. Establece, como consecuencia, la necesidad y la legitimidad de que los católicos los utilicen. Existe un riesgo, por el peligro del contagio de los males que le acompañan, pero es necesaria la presencia y restauración cristiana en estas novedades del mundo actual. Esta actitud comprensiva y dialogante quedó expresada principalmente en su polémico escrito Pío IX, que apareció en diciembre de 1847 y que escandalizó a muchos católicos de su época. En verano de ese año emprendió su tercer viaje a París para prepararlo y documentarse. En Pío IX, Balmes defendió las reformas administrativas que, poco después de su elección, había realizado el nuevo Papa en los Estados Pontificios —concesión de la amnistía política, mayor participación de los laicos en la administración y promulgación de una constitución, que establecía la existencia de dos cámaras, una formada por elección popular—, todas ellas destinadas a una mejora de las condiciones de vida, y que para algunos católicos suponían una política poco clara y hasta equivocada. Incluso se le tachaba de “Papa liberal”. La publicación de Balmes desencadenó una gran oposición, que se convirtió en “persecución”. Llegó a decirse que era “el Lamennais español”. En nuestros días incluso se ha hablado de un “segundo Balmes”. No se comprendió adecuadamente su actitud. El reconocimiento de los bienes modernos y la necesidad de asumirlos, incluso en el ámbito político, no implicaba la aceptación de sus errores, tanto en el orden de los principios, que llevaban a una concepción del mundo distinta de la cristiana, como en el de las aplicaciones prácticas. Por el contrario, había que redimirlos. Éste era, a su entender, lo que estaba haciendo el papa Pío IX. También en el postrer escrito de Balmes, que ya no pudo terminar, titulado República francesa, dedicado a la revolución de 1848 y que es como su testamento político, explica que la revolución ha surgido desde la misma Monarquía de Luis Felipe, que juzga negativamente, porque, aunque conservadora, era también liberal. No es extraño, por ello, que haya terminado en revolución. Explícitamente declara al final de este escrito último: “¿Queréis evitar revoluciones? Haced evoluciones”. En esta frase está sintetizado todo su pensamiento político práctico, que confiesa haber aprendido del catolicismo, porque la Iglesia ha sido siempre reformadora con sus concilios. A principios de 1848, apesadumbrado por la conducta de sus mismos amigos y sintiéndose enfermo regresó Barcelona. En mayo de aquel año partió para Vich, enfermo de tuberculosis. El 9 de julio murió el llamado doctor humanus por el carácter humanístico de sus claras y ordenadas publicaciones. Es muy conocida la declaración final del libro primero de la Filosofía fundamental: “Si no puedo ser filósofo sin dejar de ser hombre, renuncio a la Filosofía y me quedo con la humanidad” (cap. 34). Obras de ~: Obras completas, primera edición crítica, ordenada y anotada por el padre Ignacio Casanovas, SI, Barcelona, Ed. Balmes, 1925-1927, 33 vols.; vol. I: Epistolario; vol. II: Primeros escritos; vol. III: Poesías; vol. IV: Del clero católico; vols. V-VIII: El protestantismo comparado con el catolicismo en sus relaciones con la civilización europea; vol. IX. Estudios apologéticos; vol. X: Cartas a un escéptico; vol. XI: Estudios sociales; vol. XII: Biografías; vol. XIII: De Cataluña; vol. XIV: Miscelánea; vol. XV: El criterio; vols. XVI-XIX: Filosofía Fundamental; vol. XX-XXI: Curso de filosofía elemental; vols. XXIII-XXXII: Escritos políticos; vol. XXXIII: Efemérides e índices. Obras completas, Prólogo, ordenación y notas por Basilio de Rubí, OFM, Edición conmemorativa del centenario (1848-1948), Barcelona, Ediciones Selecta, 1948, 2 vols.; vol. I: El criterio, Curso de filosofía elemental, Curso de filosofía fundamental, Religión demostrada al alcance de los niños, Cartas a un escéptico en materia de religión, La civilización, El protestantismo comparado con el catolicismo; vol. II: España y la política, Política extranjera, Cuestiones sociales, Biografías, Ensayos literarios, Obra catalana. Obras completas, edición de la BAC dirigida por la Fundación Balmesiana de Barcelona, según la ordenada y anotada por el padre Casanovas, 8 vols., Madrid, BAC, 1948-1950; t. I: Biografía y Epistolario; t. II: Filosofía Fundamental; t. III: Filosofía elemental y El criterio; t. IV: El Protestantismo comparado con el catolicismo; t. V: Estudios apologéticos, Cartas a un escéptico, Estudios sociales, Del clero católico, De Cataluña; t. VI: Escritos políticos (I); t. VII: Escritos políticos (II); t. VIII: Biografías, Miscelánea, Primeros escritos, Poesías, Índices; “Vindicación personal”, en El Pensamiento de la Nación, 133 (1846), págs. 513- 524. Bibl.: M. de Esplugas, “El espíritu de Balmes”, en Revista de Estudios Franciscanos, 26, 27, 28, 30 y 31, págs. 81-86, 161-167, 241-247 y 401-409 (1909), y 38, 39 y 42 (1910), págs. 1-9, 73-79, 153-158 y 377-384; N. Roure, La vida y las obras de Balmes, Gerona, Librería de Dolores Torres, 1910; N. Roure, Las ideas de Balmes. 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Torres López, “La ética de Jaime Balmes”, en Espíritu, 120 (1999), págs. 247-254; J. Laínz, La nación falsificada, Madrid, Encuentro, 2006, págs. 265-275. |
Biblioteca Personal.
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Principales escuelas filosóficas Chinas. Confucianismo El confucianismo (en chino: 儒家, pinyin: rújiào ‘doctrina de Confucio’), también conocido como ruismo (Rújiào, ‘doctrina de los eruditos’) y a veces también llamado confucionismo,5 es un sistema de pensamiento con aplicaciones religiosas, rituales y morales,6 predicadas por los discípulos y seguidores de Confucio tras su muerte.7 Las doctrinas del confucianismo se centran en los valores humanos como la armonía familiar y social, la piedad filial (孝, Xiao), ren (仁, «bondad» o «humanidad») y Lǐ (禮 / 礼), que es un sistema de normas rituales que determina cómo debe actuar una persona para estar en armonía con la ley del Cielo. El confucianismo tradicionalmente sostiene que estos valores se basan en el principio trascendente conocido como Cielo (天, Tiān) y también incluye la creencia en espíritus o dioses (shén). El confucianismo se podría entender como una ética social y humanista, de un sistema centrado en los seres humanos y sus relaciones. En el confucianismo se hace hincapié en los rituales formales de todos los aspectos de la vida, desde casi las ceremonias religiosas de estricta cortesía y deferencia a uno de los ancianos, especialmente a los padres y al Estado en la forma del emperador. La tradición se desarrolló en torno a las enseñanzas de Confucio (Kǒng Fūzǐ, «Maestro Kong», 551-479 a. C.) que se consideraba a sí mismo como transmisor de los valores y la teología de los sabios antepasados.9 Otros influyentes filósofos confucianos clásicos incluyen a Mencio y Xun Zi, quienes estuvieron en desacuerdo sobre la naturaleza moral innata de los humanos. El confucianismo fue una ideología importante del estado imperial durante la dinastía Han (206 a. C.-220 d. C.) y fue revivido como neoconfucianismo durante la dinastía Tang (618-907). Durante las dinastías chinas posteriores, como la dinastía Song (960-1297) y la dinastía Ming (1368-1644), así como en la dinastía Joseon coreana (1392-1897) un resurgimiento neoconfucionista dirigida por pensadores tales como Zhu Xi (1130-1200 ) y Wang Yangming (1472-1529) se convirtió en la escuela de pensamiento dominante y fue promovido por el estado imperial. A partir de la dinastía Song, los clásicos confucianos fueron la base de los exámenes imperiales y se convirtieron en la filosofía central de la clase oficial erudita. El confucianismo sufrió reveses durante el siglo xx, pero recientemente ha experimentado un resurgimiento, que se denomina Nuevo Confucianismo. El confucianismo ha ejercido una gran influencia sobre China, Corea, Vietnam, Japón, Taiwán, Hong Kong y Macao, así como por varios territorios poblados predominantemente por chinos, como Singapur. Fue la religión oficial de China hasta 1912, cuando se proclamó la República. El canon de la filosofía confuciana lo componen los Cuatro Libros. Su pensamiento se formó durante un largo período que abarca las épocas de Primaveras y Otoños y Reinos Combatientes (siglos VII al III a. C.). Cuando China fue reunificada por Qin Shi Huang (221 a. C.) ya era una doctrina perfectamente formada y definida, con muchos seguidores y un gran corpus textual. Tras la breve dinastía Qin, su núcleo fundamental se ha mantenido intacto, excepto por posibles errores de transmisión e interpolaciones que solo afectan lo accidental. Como para la mayor parte de sus contemporáneos, los confucianos ven el cosmos como algo armónico que regula las estaciones, la vida animal, la vegetal y la humana. Si esta armonía era trastornada, habría graves consecuencias. Un ejemplo común que utiliza el confucianismo es el del mal gobernante que conduce a su pueblo a la ruina mediante su conducta. El mal gobierno contradice el orden natural y viola el Mandato del Cielo. El gobernante que se conduce así pierde su legitimidad y puede ser depuesto por otro que recibirá este mandato. Neoconfucianismo El neoconfucianismo (en caracteres chinos simplificados: 宋明理学; caracteres chinos tradicionales: 宋明理學; pinyin: Sòng-Míng Lǐxué o también acortado como 理學) es una filosofía china moral, ética y metafísica influida por el confucianismo y que incorpora ideas del taoísmo y el budismo. Fue originada por Han Yu y Li Ao (772-841) en la dinastía Tang y tuvo un lugar prominente durante las dinastías Song y Ming. Taoísmo. Taoísmo es el nombre de:
El carácter "Tao"(o "Dao", dependiendo del esquema de latinización que uno prefiera) significa literalmente "Camino" o "Manera", pero en la religión y filosofía china ha adquirido significados más abstractos. El Taoísmo netamente filosófico fue originado en el siglo vi a. C. a raíz de las enseñanzas del pensador chino al que se lo conoce como Lao-Tsé (Anciano Maestro), quien vivió en el período de los Siete Reinos Combatientes. Debido a la situación de guerra que vivía la Antigua China de aquella época, Lao-Tsé postuló un tratado filosófico donde planteaba las causas del comportamiento hostil del hombre y los comparaba con el comportamiento natural de la naturaleza, mostrando como es que los ciclos cósmicos naturales, los diferentes elementos y ecosistemas, y los animales mismos, vivían en una perfecta armonía que debía servir de ejemplo para trasladar dicha prosperidad a la vida del hombre, el cual en contraste se comportaba de forma autodestructiva y contraproducente para sus semejantes. En su Tao Te King Lao-Tsé señala que la codicia y la ambición son las causas por las cuales los hombres han estratificado su sociedad poniendo a un poder nobiliario como máxima autoridad, la cual justifica su soberanía con leyes intolerantes, tributaciones desmesuradas, lealtad absoluta a una ética patriótica, y sumisión incuestionable al poder religioso que asegura el derecho divino de gobernar para la familia real, los cuales llegan a involucrarse en guerras sangrientas en pos de dominar las tierras y riquezas de los reinos vecinos. Pese a ser originario del Reino de Chu, Lao-Tsé no afiliaba a la idea de la lealtad nacionalista a su soberano, el Rey Chow, ya que la filosofía del anciano maestro era contraria a todo régimen nacionalista y monárquico debido a que todos ellos perpetuaban las guerras y el sufrimiento de sus pueblos, por lo que Lao-Tsé era crítico incluso contra la propia dinastía Chou para la cual había trabajado anteriormente como archivista de la biblioteca imperial. Siguiendo el ejemplo de la naturaleza y el Cosmos, Lao-Tsé acaba planteando al Tao como la máxima idea de plenitud y totalidad universal, mostrando que en la naturaleza la interacción de las distintas partes en favor de su beneficio mutuo es lo que permite el desarrollo de todas las cosas, razón por la cual el hombre debe adoptar un nuevo orden social donde su interacción mutua se corresponda al desarrollo común de las vidas de todos, y no continuar con un orden artificial y estratificado impuesto por un poder nobiliario que obtiene beneficios para sí a costa del sufrimiento de los súbditos que están ubicados en la base de ese modelo social estratificado. Así la idea de un orden espontáneo de la naturaleza es lo que el Taoísmo plasma como modelo de conducta para la humanidad, y sirviendo luego todos los conceptos taoístas para aplicarse a las distintas ramas del saber humano que posteriormente se desarrollaron en disciplinas más específicas y simbologías más crípticas. El símbolo del Yin y Yang fue creado por el taoísmo, y simboliza una versión de la dialéctica hegeliana, pero de características no solo históricas sino también cosmológicas, metafísicas, humanísticas, y toda clase de aplicaciones que pueden analizarse mediante este esquema. El ying y el yang representan dos fuerzas opuestas en conflicto permanente con el otro, conduciendo así a la contradicción y el cambio perpetuos. Esta noción de dos polos opuestos y de la perpetuidad del cambio es frecuente en el pensamiento y cultura chinos a través de su historia. Cabe destacar que estos opuestos no presentan una conflictividad absoluta sino que su dialéctica los hace relativos, permitiendo así que uno pueda tornarse en otro y viceversa, o inclusive que "el bueno" y "el malo" cambien sus roles según el contexto en el que se lo aplique, razón por la cual el taoísmo incita a que sean los propios estudiantes quienes analicen cada circunstancia para determinar cual es el "camino" correcto según sean dadas las circunstancias de las diferentes posibilidades. La alquimia, la astrología, la cocina, varias artes marciales, la medicina tradicional, el Feng Shui, y muchos estilos de las disciplinas del entrenamiento de la respiración del Qi-Gong tienen relación con el taoísmo debido a que sus conceptos pilares se originaron a partir de los postulados taoístas. Legalismo. El legalismo o legismo (chino 法家 pinyin fǎjiā, escuela de 'métodos' o estándares') fue una escuela filosófica china que se centraba en la filosofía política, las leyes, la realpolitik y la gestión burocrática. Ignorando en gran medida la moralidad o las visiones idealizadas de cómo debería ser la sociedad, se centraron en el gobierno pragmático a través del poder del autócrata y el estado. Su objetivo era lograr el orden social, seguridad y estabilidad. Siglos más tarde, las ideas del legalismo influyeron en las del régimen maoísta. Una figura clave de esta escuela fue el administrador y filósofo político Shen Buhai (c 400-337 a. C.). Otra figura central, Shang Yang (390-338 a. C.), fue un destacado reformador que transformó el estado Qin en el poder dominante que conquistó el resto de China en 221 a. C. El sucesor de Shen, Han Fei (c.280 - 233 a. C.) sintetizó el pensamiento de los otros legalistas en su texto homónimo, el Han Feizi, uno de los textos legalistas más influyentes que fue utilizado por los sucesivos gobernantes chinos como una guía para el gobierno y organización burocrática del estado imperial. Sus teorías representaban los intereses de los terratenientes. Tenían una visión materialista del mundo, plasmada en la frase El hombre vence al cielo (tian) con lo que se oponía claramente al confucianismo. También defendían el Gobierno mediante las leyes que se oponía al Gobierno mediante los ritos de los confucianos. Una máxima del legismo era «cuando la época cambia, las maneras cambian» y su principio fundamental era la jurisprudencia. En este contexto legismo significa «filosofía política que mantiene la regla de la ley», distinguiéndose así del sentido occidental de la palabra. Moísmo. El moísmo o mohismo (chino: 墨家; pinyin: Mòjiā; literalmente: 'Escuela de Mo') fue una escuela filosófica china fundada a finales del siglo V a. C. por Mozi y sus estudiantes, defensores de una sociedad igualitaria que difunde el utilitarismo estricto y el amor mutuo entre las personas. Fue una importante escuela de pensamiento y rival del confucianismo y el taoísmo durante los períodos de las Primaveras y Otoños y de los Reinos Combatientes (770-221 a. C.). Es considerada por sus detractores como una clase de confucianismo degenerado, que junto a las ideas sobre el amor universal pacifista promulga la organización de unidades paramilitares, la denegación de los ritos ancestrales y la dedicación absoluta al bien común. El texto principal de la escuela es el libro Mozi. El pensamiento administrativo del moísmo fue absorbido más tarde por el legalismo, su ética absorbida por el confucianismo y sus libros también se fusionaron en el canon taoísta, ya que el moísmo casi desapareció como escuela independiente después de la era de la dinastía Qin. El moísmo es conocido por la idea de «amor imparcial» (chino: 兼愛; pinyin: jiān ài; lit. amor inclusivo). Según el maestro Mozi, las personas deberían preocuparse por igual por todas las demás personas, independientemente de su relación con ellas. Mozi también abogó por una meritocracia imparcial en el gobierno que se debería basar en el talento, no en las relaciones de sangre. Mozi estaba en contra del ritualismo confuciano, en lugar de enfatizar la supervivencia pragmática a través de la agricultura, la fortificación y el arte de gobernar. En el moísmo, la moral no está definida por la tradición, sino por una guía moral constante paralela al utilitarismo. Para el moísmo, la tradición es inconsistente, y los seres humanos necesitan una guía por fuera de la tradición para identificar qué tradiciones son aceptables. La guía moral debe promover y fomentar comportamientos sociales que maximicen el beneficio general. Al igual que el taoísmo, el moísmo critica al legalismo por su idea de sumisión absoluta al poder imperial y también al confucianismo por su idea de que la educación académica es la única forma de conocimiento y que solo los letrados posean derecho a gobernar a los no-letrados. A pesar de haber sido una escuela importante en la China antigua, el moísmo no sobrevivió al pasar de los milenios y no llegó a ser tan masivo como el taoísmo ni popular como el confucianismo. El moísmo también se asoció e influyó en una escuela filosófica separada conocida como la Escuela de los Nombres (Míngjiā, también conocida como "Logicos"), que se centró en la filosofía del lenguaje, la definición y la lógica. Budismo. El budismo es una filosofía práctica, una religión e, indiscutiblemente, una psicología basada en las enseñanzas de Buda Gautama, que vivió en India probablemente a mediados del siglo vi o principios del siglo v a. C. Cuando se usa en sentido genérico, Buda es aquel que descubre la verdadera naturaleza de la realidad después de años de cultivo del espíritu, estudio de las diferentes prácticas religiosas y meditación. Para Buda, cualquier persona puede seguir su ejemplo, aclararse con el estudio de sus palabras "dharma" y ponerlas en práctica, lo que conduce a una vida virtuosa, moral y a la purificación de la mente. Buda no es ni un dios, ni un mesías ni un profeta, y el budismo no postula sobre un creador. Buddha es un título en los antiguos idiomas pali y sánscrito, cuyo significado es "el que ha despertado". En el budismo el término no sólo se usa para referirse al personaje histórico, sino también para referirse a cualquier otra persona que igualmente haya realizado lo que se considera como el descubrimiento personal que él hizo. Las enseñanzas no son vistas por los seguidores como revelaciones divinas ni como dogmas de fe, puesto que existe una dinámica que impulsa a investigarlas e interpretarlas. Se considera que se alcanza su comprensión mediante la práctica y la experiencia. El único propósito de estas enseñanzas es la erradicación definitiva de todo sentimiento de insatisfacción o frustración. Según el budismo, la causa real de la insatisfacción es o el anhelo ansioso, o el aferramiento, que a su vez son el producto último de ilusión e ignorancia, entendidas como la percepción errónea de la auténtica naturaleza de la existencia. Por ello el cese definitivo de esta situación se denomina el despertar. Para guiar el esfuerzo necesario para alcanzar ese nuevo estado, el budismo desarrolla y prescribe prácticas de entrenamiento mental y emocional, la disciplina ética y el estudio. El budismo es la cuarta religión organizada del mundo por su número de seguidores, la mayoría de ellos en Asia, con unos 380 millones (o unos 700 millones si se incluyera a la heterogénea religión tradicional china). Todas las tendencias del budismo actual se pueden clasificar en dos grandes grupos, el Budismo del Sur (o Theravāda) y el Budismo del Este (o Mahāyāna). Una adopción de las prácticas del tantrismo hindú haría surgir lo que en ocasiones se afirma como una tercera corriente, llamada Budismo del Norte o Tántrico (Vajrayāna), si bien filosóficamente ésta se incluye dentro del Mahāyāna. Maoísmo. El maoísmo o pensamiento Mao Zedong (en chino simplificado, 毛泽东思想; en chino tradicional, 毛澤東思想; pinyin, Máo Zédōng Sīxiǎng) es la variante del marxismo-leninismo planteada y desarrollada por el líder revolucionario Mao Zedong en el marco de la revolución comunista china. En la República Popular China es la doctrina oficial del Partido Comunista de China. Sin embargo, tras las reformas iniciadas por Deng Xiaoping en 1978, tendentes a una economía de mercado, el socialismo con características chinas ha sido la política aplicada en el país, y la definición oficial y el rol del Pensamiento de Mao Zedong en este país ha sido radicalmente modificado, aunque su imagen todavía preside la Plaza de Tiananmen de Pekín. El término maoísmo nunca ha sido empleado oficialmente por el Partido Comunista de China, excepto como palabra derivada. El término preferido ha sido siempre Pensamiento Mao Zedong. De la misma forma, algunos partidos maoístas fuera de China se denominan en ocasiones a sí mismos como marxistas-leninistas, lo cual refleja su idea de que Mao no modificó sustancialmente los planteamientos de Lenin, sino que los desarrolló y adaptó a la Revolución China. Sin embargo, otros partidos maoístas consideran que Mao realizó aportes teóricos y prácticos que significaron un desarrollo sustancial del leninismo, por lo que se denominan Marxistas-leninistas-maoístas o simplemente maoístas. Por ejemplo, el Partido Comunista de Nepal (Maoísta) se diferencia de otras organizaciones, como el Partido Comunista de Nepal (Marxista-Leninista Unificado), con dicho adjetivo. Hay partidos maoístas que sostienen que hoy es imposible defender la teoría de Marx y de Lenin sin estudiar los aportes de Mao y la experiencia de la Revolución China en cuanto a la continuación de la lucha de clases, bajo nuevas formas, en el marco de la construcción de la sociedad socialista. Fuera de China, el término maoísta fue usado desde la década de 1960, generalmente de manera hostil, para describir a los partidos y personas que apoyaban a Mao Zedong y su forma de comunismo, como opuesta a la forma aplicada en la URSS (considerados, a partir de la muerte de Iósif Stalin, revisionistas por los maoístas). Conceptos de la filosofía china. Las diferencias entre las escuelas filosóficas chinas son considerables, sin embargo comparten un vocabulario y unas preocupaciones comunes. Entre los términos encontrados comúnmente en la filosofía china suelen estar:
Las grandes preguntas de la filosofía china son:
las grandes cosas en común de las diferentes doctrinas filosóficas chinas son:
Comparación de la filosofía china con la occidental. La filosofía occidental y la china poseen argumentos de distinta índole, muchos de los cuales se asemejan entre sí, coincidiendo los conceptos de una y otra filosofía, o en ciertos casos no necesariamente el concepto en sí, pero si la finalidad que persiguen. Por otro lado, muchos otros conceptos de ambos hemisferios son muy diferentes entre sí, principalmente en la idea oriental de entender al origen de la naturaleza como una energía inmaterial y abstracta, pero natural, el Chi, concepto prácticamente desconocido por la filosofía occidental, salvo por las antiguas formas de metafísica helénica, que entendían algo similar bajo el nombre de Pneuma. En general, las cuestiones existencialistas sobre los orígenes de la naturaleza en occidente, se debaten entre posturas marcadamente más antagónicas, como el Teísmo y el Ateísmo, donde la idea de la ethereidad se asocia a una creencia espiritualista donde uno o más dioses están detrás de todo y, por contraparte, la concepción materialista sostiene que no existe nada ethereo por ser lo ethereo considerado como espiritual, anulando así la creencia en Dios o seres similares. En China la filosofía tomó esto de manera muy diferente, considerando que sí es menester entender que la naturaleza y lo existente en sus orígenes no poseía forma material y se manifestaba ethereamente, pero esa ethereidad es perfectamente natural por ser simplemente Energía (Chi) por lo que la metafísica china no concibe la idea de un espiritualismo en la ethereidad ni tampoco atribuye lo abstracto a ninguna creencia teísta; la concepción china sobre la naturaleza es que aún lo abstracto y ethereo, como el Chi, han de ser algo natural y no responden a ninguna jerarquía teísta ni a ninguna creencia espiritualista. Tanto la filosofía china como la europea tienen un efecto considerable en la mentalidad de ambas sociedades, por lo que pese a sus semejanzas y diferencias, el impacto que generaron en sus respectivos pueblos fue algo de carácter profundo en ambos casos. La filosofía occidental debate entre la ambición y la modestia; el individualismo y el colectivismo; el espiritualismo y el materialismo; el sujeto y el objeto, siempre colocando a dos elementos absolutos y opuestos que se confrontan entre sí, y tratando de determinar cual es el "correcto" o el "incorrecto", el "verdadero" o el "falso", cual es el que prevalece y cual es el que decae, cual es el "Superior" y cual el "Inferior"; mientras que la filosofía china tiende a considerar a los opuestos como complementarios no-absolutos, ya que ambos forman parte de un todo y se interrelacionan entre sí, afectándose recíprocamente, por lo que ninguno de ellos es absoluto e incluso sus confrontaciones generan cambios que reestructuran los paradigmas, refutando y verificando a cada cual según sean las circunstancias, razón por la cual la filosofía china suele buscar entender cual es el verdadero funcionamiento de la naturaleza, para así entender cual elemento es el correcto y cual el incorrecto, no desde la perspectiva de los absolutos confrontándose, sino desde la funcionalidad sinérgica de que ambos forman parte de un Todo, y ese Todo es el que debe entenderse para determinar cuales argumentos y en que casos es que funcionan, y cuales no. Al funcionamiento verdadero del "Orden Natural" los orientales lo llaman Armonía, y la búsqueda de la armonía suele ser el fin de las mayorías de las corrientes filosóficas orientales. El conocimiento de esa verdadera naturaleza es entendido como sabiduría, Siendo esa la vía a alcanzar para lograr el desarrollo cognoscitivo correcto. Así todo, la interpretación de estas dicotomías y los fines a considerar por ambos hemisferios filosóficos, varían según las diferentes escuelas de pensamiento de cada uno de ellos, tanto de Europa como de China, así por ejemplo, el Confucianismo considera como premisa la lealtad a la familia y el culto a los antepasados, y entiende por "sabiduría" a la instrucción académica y a la educación cultural, mientras que el Taoísmo rechaza esas argumentaciones sosteniendo que la lealtad y el culto a la familia solo son formas de dogmatizar al ser para restringirle su libertad de pensamiento y hacerle acatar las ideas preconcebidas inculcadas por la genealogía, por lo que la visión de "sabiduría" en el Taoísmo se basa en no arraigarse en doctrinas prejuzgadas de ninguna índole, ni siquiera en la educación académica impartida por las escuelas, ni tampoco en las creencias de culto ni en la lealtad ciega al clan familiar, ya que el conocimiento debe alcanzarse mediante las máximas expresiones de libertad y autocuestionamiento, y por esa razón los taoístas consideran "sabio" a quien adquiere conocimiento mediante introspección y observación propia e imparcial, y no a quienes buscan conocimiento mediante el estudio de doctrinas parciales impartidas por una escuela o creencias acatadas ciegamente por la simple sumisión a la autoridad nacional o filial. En muchos puntos, las filosofías occidental y china son la antítesis de la otra. Por ejemplo, el realismo tensiona el Estado de Derecho, y el Confucianismo predicó una sociedad gobernada por la ética. Mientras que la Ilustración llamaba a la libertad y la democracia, el legismo demandaba una incuestionable lealtad al poder imperial. Mientras que la competición es la ideología esencial del capitalismo, el cooperativismo se considera como la clave para conseguir la armonía en Oriente. Principalmente la diferencia entre ambos sectores de la filosofía mundial, radica en las premisas que sus pensadores toman como paradigmas, así por ejemplo, los filósofos orientales suelen partir de ideas existenciales acerca de alguna clase de concepto abstracto como base de la naturaleza de la vida, generalmente tomando como base ideas cosmológicas y usándolas como tesis para sus ontologías, como sucede con el Chi, en cambio, los filósofos occidentales suelen partir de ideas fijas desde sus perspectivas personales, como lo era la materia para Marx, o la vida para Nietzsche, enfocándose en una idea determinada que es correlativa al contexto histórico en el que el filósofo vivió, y no a un punto de vista globalizador y atemporal, metafísicamente neutral, como sucede en la filosofía oriental. En muchos otros casos, las filosofías de China y Europa poseen similitudes muy interesantes, al punto de que dos filosofías diferentes entre sí, llegan a las mismas conclusiones. Por ejemplo, el concepto taoísta del Yin y Yang hace alusión a una forma de mecánica relativizadora donde el funcionamiento natural de la existencia se basa en elementos opuestos que se complementan al sucederse recíprocamente, ya que el incremento o apogeo de uno no es absoluto, y acabará por declinar y darle paso a una nueva forma de dominio representada por su contraparte; y así mismo este ciclo se repetirá indefinida y suscesivamente, siendo toda esta idea similar al concepto de la Dialéctica desarrollada por Hegel. Otro ejemplo serían las rivalidades entre las distintas filosofías de cada continente, viéndose así como las ideas del Legismo suelen ser marcadamente monarquistas, estatistas e imperialistas, y coincidentes con el Confucianismo en la idea de una sociedad estratificada; poseyendo así semejanzas con teóricos occidentales como Maquiavelo, e incluso con los partidarios del Liberalismo, ya que en lo referente a la estructura social tanto Thomas Malthus y Adam Smith coinciden con Confucio y Mencio en la idea de preservar el poder jerárquico de las clases sociales altas, por sobre las clases sociales más bajas, a las cuales consideran incapaces de autorregularse por sí solos, contrariamente a las ideologías de Karl Marx y Mijaíl Bakunin, que coinciden con Lao-Tsé y Chuang-Tsé en la postura radical de la organización autorregulada del pueblo, para autogestionarse y establecer un orden social acrático donde no exista un gobernante con privilegios por sobre un pueblo asediado por la recaudación impositova y otras formas de explotación. De esta manera, el concepto de Armonía de los filósofos orientales impulsa la idea de que la susodicha solo puede concretarse si existe el Equilibrio; para los taoístas el equilibrio entre Yin y Yang es fundamental, razón por la cual una sociedad equilibada no posee castas diferenciadas donde una clase social oprime a la otra, y es así como Lao-Tsé y Chuang-Tsé platean que la sociedad jerarquizada es un desequilibrio, al ser el monarca el que consume excesivamente, a costa de la explotación del pueblo, y en este punto se asemejan a pensadores occidentales como Karl Marx y Pierre-Joseph Proudhon, al sostener que la igualdad solo se obtendrá al abolir el poderío del ente jerárquico y sustituirlo por un nuevo orden social sin clases sociales. Otras similitudes se aprecian en los asuntos referentes a la religión, donde por lo general, las creencias de los sectores filosóficos más conservadores de ambos continentes, siempre tiende a promover la creencia teísta y el respeto a las autoridades religiosas, tal como sucede en el Legalismo, Confucianismo, Monarquismo y Capitalismo, mientras que sus opositores plantean ideologías revolucionarias donde desacreditan al poder sacerdotal por considerarlo alienador y defensor de las castas dominantes, y descreen de la existencia o intervención de las divinidades, volcándose a pensamientos ateístas, tal como sucede en el Taoísmo, Buddhismo, Marxismo y Anarquismo. A pesar de sus muchas diferencias en los conceptos ontológicos donde la filosofía europea y china han pensado totalmente diferente, desarrollaron similitudes en sus rivalidades y su accionar político y social. Las dos filosofías exploraron profundamente en los campos de la investigación y utilizaron argumentos similares en esas áreas. Por ejemplo, había filósofos en China, al igual que la escuela de la lógica, que hicieron de la racionalidad científica su principal modo de pensar, mientras que había filósofos de Occidente, como Marco Aurelio que vio la meditación como el camino hacia la sabiduría. Es justo en lo que hace tan diferentes a las escuelas filosóficas occidental y china, en donde suelen asemejarse la una a la otra, según cuales sean las distintas escuelas de pensamiento que hayan gestado, y los impulsores que las hayan promovido. Cabe destacar también que a las filosofías más radicales de ambos continentes, se las ha considerado como algo negativo por parte de las posturas dominantes de las sociedades establecidas con sus statu quo conservadores, y por eso han sido víctimas de persecución tanto los taoístas y budistas, como los marxistas y anarquistas. Así también, los jefes de Estado detractores de estas filosofías, se han valido de tergiversaciones para deformarlas y convertirlas en objeto de culto, contradiciendo así sus principios originales de emancipación para formar corrientes dogmáticas que hacen justamente lo contrario, al imponer doctrinas absolutistas a las masas y hacerles seguir las políticas de los líderes gubernamentales y sacerdotales, con la excusa de que esa es la voluntad de la filosofía que siguen, cuando en realidad los conceptos originales de las mismas se oponían totalmente a las formas de doblegamiento. Esto puede ejemplificarse al ver como los líderes militares de los países socialistas, han establecido cultos a la personalidad, tales como el Estalinismo y el Maoísmo; o revisionismos tales como la Socialdemocracia, alegando ser marxistas cuando de hecho, contradicen los principios de la conciencia social y la emancipación que proponía Karl Marx. Esto mismo ha sucedido con el Taoísmo y el Buddhismo, donde los mandatarios y sacerdotes orientales han formado y/o impulsado religiones en donde fomentan el culto a Buda y a Lao-Tsé por considerarlos deidades, cuando en realidad estos dos filósofos claramente impulsaban la insumisión al dogma religioso y la búsqueda del conocimiento por vía propia, dudando y cuestionando como método de razonamiento, y no acatando dogmas absolutistas como los que proponían las religiones de sus épocas. |
La filosofía coreana.
La filosofía coreana se enfocó en su totalidad en la cosmovisión. Se integró el contenido emocional del chamanismo, lo impredecible, y algunos aspectos del neoconfucianismo. El pensamiento tradicional coreano ha sido influenciado por un gran número de corrientes de pensamiento filosófico y religiosas a lo largo de los años. Al ser las principales influencias en la vida en Corea, a menudo los movimientos del chamanismo coreano, taoísmo, budismo y confucianismo han moldeado el estilo de vida y pensamiento coreano. Budismo Los pensadores budistas coreanos refinaron ideas introducidas originalmente de China de manera distinta. Los Tres Reinos de Corea introdujeron el budismo en Japón, desde donde se popularizó en el Occidente. El budismo coreano consiste en su mayoría del linaje Seon, el cual es una derivación del budismo Zen de China y precursor del budismo Zen conocido en Occidente a través de Japón. Los templos budistas se pueden encontrar en varias partes de Corea, siendo muchos considerados tesoros nacionales. Confucianismo Una de las influencias más sustanciales en la historia intelectual coreana fue la introducción del pensamiento confuciano como parte de un intercambio cultural con China. En la actualidad el legado del confucianismo sigue siendo una parte fundamental de la sociedad coreana, formando el sistema moral, estilo de vida, relaciones sociales entre adultos y jóvenes, e incluso sobrevivió a la modernización del sistema legal. Escuelas de pensamiento durante la Dinastía Joseon Esta dinastía surgió tras las dictaduras militares y caos de la era precedente. La transición en esta era fue desde el budismo al neoconfucianismo. Se hizo mucho trabajo, especialmente en los comentarios; de hecho la escuela Chu Hsi representó la edad dorada de la filosofía religiosa coreana. Estudios metafísicos actuales investigaron las relaciones teológicas entre principio (i) y fuerza vital/material (ki), y también entre los cuatro comienzos (sadan), y los siete sentimientos (ch'ilchong); con la división de los confucianistas de esta dinastía en dos escuelas principales: una sobre la «fuerza» y otra sobre los «principios». El filósofo Hwadam (Suh Kyungduk, 1489–1546) integró el concepto de i y ki, además habló de la Gran Armonía (taehwa). Filosofía occidental en Corea entre 1890 y 1945 Aquellos que fueron enviados para ser educados en Japón regresaron con un conocimiento limitado de la filosofía occidental en su totalidad, aunque la influencia educacional alemana en Japón llevó al inicio de un interés en los ideales alemanes en Corea a través del conocimiento indirecto, con la excepción de Marx, Hegel y los dialécticos. La fuerte influencia del bajo cristianismo de la iglesia, a través de escuelas misioneras, condujo a una filosofía práctica de estilo estadounidense que entró en Corea desde 1890 en adelante. La discusión del cristianismo coreano y la filosofía cristiana se complica con muchas divisiones, siendo discutida en diversos artículos. La filosofía en Corea estaba dividida, según la escuela occidental, de acuerdo a un tipo de mezcla pragmática de creencias libertarias progresivas variadas en el sur con cambios muy variables desde el autorismo rígido a enfoques más pragmáticos más suaves y fáciles desde la década de 1990 en adelante. Filosofía norcoreana después de 1945 En el periodo republicano, después de 1945, el marxismo-leninismo en el norte se construyó con los eruditos guerreros yangban de tiempos antiguos, llevado a extremos absolutos. La principal influencia en Corea del Norte ha sido desde 1996 la noción de «El espíritu del emblema rojo». Este sistema de creencias incentiva a los norcoreanos a construir un «kangsong taeguk», un estado de fortaleza, basado en la autosuficiencia y absoluta lealtad al líder (suryong). Esta filosofía fue creada por los «tres generales del Mt. Paektu», refiriéndose al antiguo líder norcoreano Kim Jong-il, su padre Kim Il-sung y su madre Kim Jong-suk. Se conoce poco sobre estas publicaciones filosóficas acerca de este tema; pero parece haber reeemplazado al Marxismo con una ideología nacionalista desarrollada internamente. |
Kim Jeong-hui.
Kim Jeong-hui Hangul - 김정희 |
La isla de Jeju ((en hangul, 제주도; en hanja, 濟州島); AFI: /tɕedzudo/) es la isla más grande de Corea del Sur, ubicada en Provincia de Jeju (Provincia Autónoma Especial de Jeju). La isla cubre un área de 1833,2 kilómetros cuadrados (707,8 mi²), que es el 1.83 por ciento del área total de Corea del Sur. En 2020, la población de registro de residentes es de aproximadamente 670.000, la mayor entre las islas de Corea del Sur.
La isla se encuentra en el Estrecho de Corea, debajo de la Península de Corea, al sur de la Provincia de Jeolla del Sur. Jeju es la única provincia autogobierno en Corea del Sur, lo que significa que la provincia está dirigida por habitantes locales en lugar de políticos del continente.
caligrafía Orquídeas Luces en Seonran. |
caligrafía |
Kim Jeong-hui (1786-1856), fue uno de los artistas más célebres de la caligrafía, epigrafistas, y estudiosos de la dinastía Joseon de Corea. Él era un miembro del clan de Gyeongju Kim. Utilizó varios seudónimos: Wandang (阮 堂), Chusa (秋 史), Yedang (禮堂), Siam (詩 庵), Gwapa (果 坡), Nogwa (老 果) etc (unos 200 en todos). Es especialmente famoso por haber transformado la epigrafía de Corea y por haber creado el "Chusa-che" (秋 史 體 estilo de escritura Chusa) inspirado en su estudio de los antiguos epitafios coreanos y chinos. Sus pinturas de tinta, especialmente de orquídeas, son igualmente admiradas.
caligrafía |
El estilo Chusache
Para el coreano de hoy que usa primordialmente sistema de escritura Hangul, los varios estilos de caligrafía de los caracteres chinos pueden parecer indistinguibles unos de otros. Sin embargo, el estilo de Chusa Kim Jeong Hui es singularmente original, sobresaliente entre los demás tipos de caligrafía.
Sus líneas rebosan de energía, y visualizan una tenacidad férrea; los ángulos son firmes y la armonía delicada de las líneas gruesas con las finas se traducen en una estética innovadora y singular, mientras que los usos efectivos de los espacios crean una composición equilibrada del vacío y de la estructura.
El estilo Chusache de Kim Jeong Hui trasciende la belleza de la caligrafía y raya en la estética pictórica, logrando la materialización sublime del largo sufrimiento vital de su creador.
Calígrafo innato
Kim Jeong Hu, descendiente del prestigioso linaje aristocrático Kim de Gyeongju que era una de las familias nobles más importantes de finales de Joseon, vio la luz del mundo el 3 de junio de 1786 en el poblado Yonggungri de la provincia de Chuncheong del sur.
Su dote artístico en la caligrafía salió a relucir a muy temprana edad. A los siete años escribió una frase celebrando la llegada de la primavera que se colocó en la puerta principal de su casa, y fue elogiada por Che Je Gong, primer ministro y gran erudito durante el reinado de Jeongjo. Quedó igualmente impresionado con esta frase el maestro Park Jae Ga, estudioso del Silhak, que expresó su deseo de tomar al niño como discípulo. Y efectivamente, después de ocho años, Kim Jeong Hui inició sus estudios bajo la tutela de Park Jae Ga.
Los pilares del Chusache
Kim Jeong Hui aprendió bajo un maestro que se alineaba con la Escuela Norteña del Silhak, abrazando las ideas reformistas que abogaban por la apertura a las culturas del extranjero junto a estudiosos como Hong Dae Yong y Park Ji Won. A los 24 años aprueba los exámenes de licenciatura en los clásicos y parte hacia el reino de Qing de China en compañía de su padre.
Kim Jeong Hui lograba así su sueño de viajar a Qing y vivir de cerca la cultura de aquel país. Obtuvo con ello la oportunidad de entablar relaciones cercanas con estudiosos confucianistas del momento como Ruan Yuan y Cao Jiang, así como con Fanggang Weng, celebrado calígrafo del momento. También tuvo ocasión de ampliar sus conocimientos mediante el estudio de las inscripciones chinas de la dinastía Han. En base a esto logró revelar las inscripciones del Monumento de Bukhansan a los 31 años de edad, revelando la celebración de la expansión territorial del rey Jinheung de Silla, erigiéndose como un experto en la epigrafía. Kim Jeong Hui se estableció así como un intelectual representativo de toda Asia del siglo XIX, abarcando todos los ámbitos como los clásicos chinos, el budismo, la literatura y las artes.
Kim Jeong Hui tuvo buena fortuna en la vida pública, ascendiendo a puestos de importancia en la corte, incluyendo el título de Vice Ministro de Guerra. Sin embargo, en 1840 cayó víctima de una disputa entre facciones políticas, siendo condenado a exilio en la isla Jejudo. Kim Jeong Hui fue sentenciado al exilio más severo que consistía en un cautiverio rodeado de un muro de espinas que lo segregaba de todo contacto con el mundo exterior. Fue este tiempo de extrema soledad y aislamiento cuando el arte sublime de Kim Jeong Hui llega a florecer.
Perfeccionamiento del arte en la soledad
Kim Jeong Hui había cumplido 55 años y habían transcurrido nueve años de su exilio. En los confines de la desolación, Kim Jeong Hui desgastó la punta de 1000 plumas y acabó diez piedras de tinta, dedicándose diariamente a la perfección de una caligrafía singular. Logró así llegar a la maestría de un nuevo tipo de caligrafía en que las letras eran en sí poesía y arte, llamándolo estilo Chusache.
En el lienzo, Kim Jeong Hui traspuso su mundo interior, materializando en líneas de tinta la belleza más sublime de su arte, y resaltando su rebeldía transgresora en los vacíos. De su sudor nace así el Sehando, máxima obra pictórica del arte literario de Corea. Las producciones de Kim Jeong Hui de estos años fueron fruto de su sudor, de sus lágrimas, de su sufrimiento. Habiendo logrado la sublimación de sus pesares en expresiones artísticas, Kim Jeong Hui fue relevado de su exilio en 1849, pero inmediatamente fue sentenciado otro dos años más tarde. Sus últimos años transcurren en Gwacheon de Gyeonggi hasta su muerte a los 71 años de edad.
Aunque nació del sufrimiento y de la soledad, el estilo de caligrafía Chusache no es la materialización del dolor. El maestro Kim Jeong Hui fue un artista sublime, un estudioso metódico y de gran profundidad, fue poeta emotivo y pensador de inflexible rectitud. Su caligrafía Chusache reúne en sus líneas todos los valores que defendió su creador, transmitiendo a las generaciones de hoy el espíritu noble de Kim Jeong Hui.
caligrafía Paisaje en invierno |