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martes, 10 de septiembre de 2013

170.-La Guerra civil española, memoria y el recuerdo.-a


 

  



EL PAÍS QUE PUDO HABER SIDO Y NO FUE.

¿Qué pasó con la generación perdida? 

Eran jóvenes y felices en los 20... pero llegó la guerra.
El historiador Juan Francisco Fuentes recupera una encuesta de 1929 que mostraba a los jóvenes españoles como optimistas y luego sigue la pista de lo que le ocurrió a cada uno de ellos a partir de 1936

Por Paula Corroto
23/10/2022 -

A finales de 1929, el periódico 'El Sol', de línea progresista, urbana y burguesa, y que estaba bajo el paraguas filosófico de José Ortega y Gasset, decidió publicar una encuesta sobre los jóvenes. En ella les preguntaba qué pensaban de la vida, del año 1929, España, la cultura, el amor y el sexo, el deporte, la política y el trabajo. La edad no estaba muy especificada y se llegaron a recibir 1.326 respuestas de mayoritariamente hombres (1.220 frente a 27 mujeres, aunque 77 no dijeron su sexo) entre los 17 y los 33 años de edad de todos los puntos del país. 

Los resultados ofrecieron una panorámica que trajo muchísima cola.  La juventud del 29 que retrataba el periódico era progresista, creía en un futuro mejor, en la igualdad, en el laicismo, en la República, en una mayor libertad sexual, en el hedonismo, en la tecnología. Poco tiempo después, todos ellos se enfrentaron en la Guerra Civil: algunos murieron, otros se exiliaron, otros desaparecieron, otros incluso llegaron a ocupar algún cargo en el franquismo. Pero lo que es más evidente: todos los ideales que habían manifestado hacía solo unos pocos años se fueron por el sumidero. Durante décadas. 
Esta encuesta ha sido rescatada por el catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad Complutense, Juan Francisco Fuentes, en ' La generación perdida ' (Taurus), un ensayo en el que se recogen aquellos datos, las respuestas que publicó el periódico de 36 jóvenes, los artículos relacionados con la estadística y, casi lo más interesante, qué sucedió con parte de aquellos chicos y chicas que respondieron.
Todo había comenzado con un pequeño hallazgo entre las páginas de 'El Sol' publicado el 24 de diciembre de 1929. Era la respuesta de una chica de 17 años que firmaba como M.U y que mostraba un pensamiento muy abierto y liberal en temas como el feminismo, la religión, la política, el matrimonio y la educación, y muy en contra del auge de los nacionalismos que ya amenazaban a Europa en los años veinte.

La primera arquitecta española.

Poco a poco, el catedrático descubrió que se trataba de Matilde Ucelay Maortua, perteneciente a una familia liberal que se convertiría en la primera licenciada en Arquitectura en España justo en julio de 1936. Casada con el editor José Ruiz-Castillo, sus sueños pronto se truncaron. 
En 1942 fue inhabilitada para practicar su profesión y, aunque finalmente pudo desarrollar su carrera —muchos de sus primeros trabajos fueron firmados por compañeros—, no vio reconocida su labor hasta 2006 cuando le dieron el Premio Nacional de Arquitectura. Habían pasado setenta años desde el hito de ser la primera licenciada.
 A la encuesta respondió una juventud ilustrada, urbana y progresista, más bien burguesa y de clase media 
Como Matilde había más, por lo que el profesor Fuentes se dedicó a tirar del hilo hasta que dio con todas las respuestas publicadas y sus biografías posteriores. Se encontró así con "una juventud ilustrada, urbana y progresista, más bien burguesa y de clase media, aunque con algún miembro de la juventud trabajadora", señala el profesor en respuesta a El Confidencial. Era lógico, puesto que esta era la línea del diario y muchos de ellos habían estudiado en la Institución Libre de Enseñanza, lo más progresista que había entonces y para las familias bien. 
Sin embargo, como resalta Fuentes, aunque podía resultar minoritaria para la época, era una juventud que "tendrá una gran influencia en los acontecimientos de los años treinta", por lo que sí es representativa de lo que sucedía entonces.

Republicanos, federalistas, socialistas y optimistas.

Hay cuestiones bastante llamativas entre las respuestas de estos jóvenes que eran algo menores, la mayoría, que los reconocidos artistas de la llamada Generación del 27. La primera de ellas es que nadie se plantea la cercanía de una guerra civil. Ni la desea ni la percibe. Al contrario: creen en el futuro y que este será mejor. Ni siquiera hay pensamientos muy radicales. La gran mayoría se aleja de los postulados ideológicos extremos, lo que contrasta con lo que sucedería muy poco después cuando sí se muestra un proceso de radicalización imparable a extrema izquierda y derecha en el paso de los felices veinte a los terribles treinta, según apostilla Fuentes.

En 1929 bastantes de los que respondieron estaban de acuerdo en que el mejor régimen político era la República (y esto no era ser un radical). Como explica el catedrático, de alguna forma, era algo normal. 
"Con la dictadura de Primo de Rivera la monarquía había quemado sus naves. No se podía volver al régimen de la Restauración, anterior a 1923; no se podía instaurar otra dictadura militar. Por eliminación, quedaba la democracia. La cuestión era si la monarquía podía hacerse compatible con la democracia", comenta. En 1931 llegó la respuesta y fue que no. "Alfonso XIII había perdido toda credibilidad para encabezar el cambio. Tal vez entre 1917 y 1923 hubiera sido posible. En 1931 ya era demasiado tarde. Eso es lo que creen los jóvenes que responden a la encuesta de 'El Sol': que el cambio será republicano o no será", añade. 

Son también numerosos los que defienden el socialismo (de los años veinte), pero no así el liberalismo, que en ese momento no estaba de moda y se veía como algo propio de las generaciones anteriores, de señores con levita y sombrero, como se describe en alguna respuesta. 

"El republicanismo y el socialismo tenían mucho tirón entre los jóvenes. Muchos de ellos veían en el socialismo una alternativa al "caduco" régimen liberal. Eso explica que incluso una parte de la extrema derecha se sintiera atraída por una cierta idea del socialismo", admite Fuentes.
 Los jóvenes ilustrados tenían una gran fe en el maquinismo, la coeducación, etc.

 Otra idea que hacía furor entre los jóvenes era el federalismo. "Es una consecuencia de su republicanismo, porque el Estado federal fue el modelo territorial de la Primera República", explica el profesor. Un sistema que, sin embargo, como indica también Fuentes, no se llevó a cabo en la II República, que más que federal creó una especie de "Estado integral, que en el fondo era un Estado autonómico, pensando sobre todo en resolver el problema catalán". En este sentido, a los jóvenes progresistas lo que les provocaba mucho rechazo era el nacionalismo. 
Eran internacionalistas, ya que "el nacionalismo se identificaba con el fascismo. Hoy una parte de la izquierda española ve en los nacionalismos periféricos un factor de libertad y progreso. Vivir para ver. Algunos dirigentes de la izquierda actual deberían leer más a Azaña, si es que lo han leído alguna vez", añade el profesor que no da puntada sin hilo. 

De todas las ideas y sensaciones que plasmaron estos chicos la que más acongoja es su optimismo, sus ganas de vivir y de disfrutar —bailaban el charlestón o el foxtrot—, lo cual incluso choca con la juventud actual, más futurofóbica y mucho más pesimista. Pero en 1929, los chavales tenían una gran fe en el maquinismo —la velocidad, la potencia del coche, los aviones— les encantaban el cine, los deportes (no así la competición), apostaban por la coeducación —que no hubiera colegios segregados por sexo—, el laicismo —casi todos critican a la Iglesia— o el feminismo. Sabiendo lo que ocurrió después resulta enternecedor y a la vez muy triste, si bien en 1929 esta mirada a la vida era lógica, apostilla Fuentes. 
"Es un buen reflejo de los felices 20, una década de modernización y cambio que los jóvenes, sobre todo urbanos, vivieron con apasionamiento por todas las novedades que traía consigo: nuevas formas de ocio y diversión —música, cine, deporte, baile, moda…— y, al mismo tiempo, una gran pasión por la cultura, que se encuentra en un momento de auténtico esplendor. Una época de liberación del cuerpo —se ve en la moda y el deporte— y de búsqueda del placer. Por eso muchos de estos jóvenes se sienten afortunados por la época que les ha tocado vivir", describe el profesor.

La mujer, ya en esta década, también estaba ocupando cada vez más puestos de trabajo y logrando más derechos. A algunos chicos, incluso alguno que se identifica como marxista, todavía les cuesta, como se puede leer en sus respuestas, pero como reconoce Fuentes, "la tendencia, efectivamente, era incorporar a la mujer a la vida pública y reconocerle derechos que hasta entonces le eran negados. La Guerra Civil y el franquismo frenaron en seco ese proceso. ¿Se puede decir por ello que fueron las grandes perdedoras? Puede ser".

 Pocos años después de la encuesta ninguno de los jóvenes volvió a ser como entonces.

Y llegó la radicalización de los años 30

De lo más valioso de este ensayo es ver también qué ocurrió con estos chicos cuando llegó la II República y después la Guerra Civil. Lo más recalcable, afirma el profesor, es su radicalización política e ideológica, sobre todo a partir de 1933.
 "Uno de los jóvenes que responden al cuestionario de 'El Sol' en 1929 declara que su sueño es que sus hijos vivan en una sociedad marxista. Cuatro años después, ese mismo joven —Maximiano García Venero— se hace falangista. Menos liberales, podían ser cualquier cosa". 
Y este es solo uno de los cambios de rumbo. 
La radicalización fue general en la sociedad y tuvo mucho que ver el contexto europeo, ya que en los años treinta España, en tanto que democracia liberal, era casi una isla en medio de los totalitarismos. 
"El cambio de la dictadura a la democracia que vivió España en 1930-1931 iba en el sentido contrario a la tendencia política del momento, de triunfo de las dictaduras y quiebra de las democracias. La radicalización de la política española, sobre todo a partir de 1933, es fruto, en parte, de esa creencia: que la democracia estaba acabada", resume el profesor. 
En definitiva, el régimen democrático empezaba a dejar de molar.

Y si la sociedad se radicaliza, la juventud suele estar en esquinas aún más polarizadas, y eso es lo que les ocurrió a algunos de estos chicos. "Era una juventud muy politizada y radicalizada. ¿Más que ahora? Creo que sí. Hay que decir además que las juventudes de los partidos (las del PSOE o las de la CEDA, por ejemplo) contribuyeron decisivamente a radicalizar al partido matriz", sostiene Fuentes. 

No había más que dar fuelle a las crisis y empezar a buscar culpables. Aquí está todo inventado. 
"Y se suelen encontrar en quienes defienden soluciones moderadas a problemas a veces dramáticos, sobre todo para los más vulnerables. Los jóvenes son muy sensibles a crisis que reducen sus expectativas vitales y se sienten escasamente vinculados al orden existente. La búsqueda de alternativas los lleva a los márgenes del sistema, a confiar en fuerzas que prometen una respuesta radical ante la crisis", admite Fuentes.
 Hay varios ejemplos en la Historia (y en la actualidad). 
"Por eso no es del todo raro que algunos jóvenes en los años treinta pasaran sin solución de continuidad de la extrema derecha a la extrema izquierda, o viceversa. Sería interesante saber si hoy ocurre lo mismo: si hay un trasvase de votantes y militantes jóvenes entre Vox y Podemos, en un sentido o en otro", añade el catedrático que observa con cierta preocupación —y ahí están los votos de los jóvenes a algunos partidos— "un cierto paralelismo con la juventud actual, atraída por los extremos, no solo por la extrema derecha, sino también por la extrema izquierda, como entonces. Ese proceso de radicalización política de los jóvenes recuerda el de los años treinta. Esperemos que no acabe igual".
 "Los jóvenes son muy sensibles a crisis que reducen sus expectativas vitales y no es raro que se pasen a la extrema derecha o izquierda" 
En cuestiones culturales tampoco eran tan dispares los jóvenes de hace ochenta años y los actuales. Fuentes hace aquí una comparación curiosa entre el cigarrillo de la juventud de los 30 y el móvil de la del siglo XXI. 
"Es una forma de autoafirmación individual que genera adicción, además de una gestualidad parecida. Una mezcla de solipsismo —subjetivismo e individualismo a ultranza— y socialización, ahora intercambiando imágenes; entonces, fuego y cigarrillos. En torno al móvil —ahora— y al cigarrillo —sobre todo entonces— se desarrollan ritos de iniciación que suponen dejar atrás la infancia. Son también formas poderosas de evasión. Creo que el paralelismo da mucho juego". 
Las consecuencias del tabaco ya las sabemos; las del móvil tampoco parecen ser muy positivas.

El final de 'El Sol' y los jóvenes

Cuando 'El Sol' publicó la encuesta tuvo un eco tremendo en toda la prensa española, ya que muchas respuestas no eran solo de Madrid y Barcelona (el tercer remite postal más enviado fue Oviedo). Pero no hay que olvidar que se hizo todavía en una dictadura en la que había censura y autocensura, lo que tiene aún más mérito. Eso sí, fue muy defenestrada por la prensa de la derecha, no tanto por la proximidad de los jóvenes a la izquierda política, dice Fuentes, sino por los valores y principios que defendían: laicismo, hedonismo, internacionalismo…, todos ellos contrarios a la mentalidad tradicional.

 "El final abrupto de la encuesta de 'El Sol' es fruto de las presiones de la empresa" 

De hecho, el experimento tampoco cayó bien entre los dueños del periódico —Nicolás María de Urgoiti, dueño también de la imponente imprenta Papelera Española—, que eran mucho más conservadores que su redacción e hizo que se acelerara su crisis interna. 
"Yo creo que el final abrupto de la encuesta de 'El Sol' es fruto de las presiones de la empresa, escandalizada por el tono y el contenido de muchas de las respuestas que se publican. Un año y pico después se producirá la ruptura con la renuncia de la mayoría de redactores y columnistas, como Ortega y Gasset", mantiene Fuentes. 
Y eso que el filósofo no era precisamente un radical izquierdista. 'El Sol' sería entregado a los sectores más monárquicos del accionariado lo que le llevaría a una línea más conservadora durante la República. En 1939 acabó cerrando y en sus talleres se empezó a imprimir el periódico falangista 'Arriba'.

 La Guerra Civil también marcó el final para esa generación de jóvenes que se había definido como optimista y progresista apenas siete años antes. Aflige que tuvieran que batallar, matarse, exiliarse, desaparecer. De ahí que este profesor les haya querido denominar 'la generación perdida', como esa feliz expresión de Hemingway. Fueron el país que pudo haber sido y no fue hasta muchas décadas después. "Como dice Stefan Zweig en 'El mundo de ayer', la humanidad tiene una relación muy complicada, y casi siempre equivocada, con el futuro. Al final, acaba pasando algo muy distinto de lo que se espera. Es lo que le ocurrió a la juventud de 1929", zanja el historiador.

Nota: El Sol fue un periódico editado en Madrid entre 1917 y 1939.​ Considerado un periódico influyente, sin embargo, a lo largo de su existencia hubo de hacer frente a numerosas pérdidas económicas.​ De ideología liberal en sus primeros tiempos, durante los años de la Segunda República sufrió diversos avatares y fue evolucionando ideológicamente; en el transcurso de la Guerra Civil se convirtió en órgano del Partido Comunista. El diario dejó de editarse al final de la contienda.



 

Guerra Civil de España: cómo sigue presente 80 años después de haber terminado.


Mar Pichel
BBC News Mundo
1 abril 2019
"En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército rojo, han alcanzado las tropas Nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado".

Era el 1 de abril de 1939 y así anunciaba el general Francisco Franco el final de la Guerra Civil que comenzó en España tras un sublevamiento militar contra las autoridades republicanas el 18 de julio de 1936.
Se ponía fin a los casi tres años de contienda entre el bando republicano -apoyado por la Unión Soviética- y el bando nacional, liderado por Francisco Franco y que recibió el apoyo de la Alemania de Adolf Hitler y la Italia de Benito Mussolini. Ese escueto comunicado dio paso a casi 40 años de régimen militar Franquistas.
Aunque nadie sabe con exactitud la cifra, se estima que el conflicto dejó alrededor de medio millón de muertos y más de 200.000 exiliados, muchos de los cuales se establecieron en América Latina o en sur de Francia.
Han pasado 80 años desde el final de esa guerra, pero muchas de sus heridas parecen aún abiertas. Mientras la exhumación de Franco, quien falleció en 1975, es epicentro de acalorados debates, las familias de los miles de desaparecidos durante la guerra y la posterior represión franquista esperan poder desenterrar a sus muertos de alguna de las fosas comunes repartidas por todo el país.
Además, la forma en la que se aborda esta etapa de la historia del país es objeto de críticas por parte de expertos e historiadores.
Hablamos con algunos de ellos para analizar cuáles son las asignaturas por resolver y por qué no se han tomado medidas para abordar algunas de estas cuestiones.

La tumba de Franco

Ocupa parte del debate político en España desde que en junio del año pasado el gobierno socialista encabezado por Pedro Sánchez anunciara que procedería a la exhumación de los restos de Francisco Franco.
Los restos del general reposan en un colosal mausoleo a las afueras de Madrid, en el Valle de los Caídos. El monumento está coronado por una cruz de 150 metros de altura, que pasa por ser la cruz católica más grande del mundo.
Además de Franco, en el Valle de los Caídos están enterrados José Antonio Primo de Rivera (fundador de Falange Española, el único partido admitido durante el franquismo) así como unos 15.000 combatientes del bando nacional y 18.000 del bando republicano caídos durante la Guerra Civil.
El tema es objeto de una intensa polémica entre los que consideran una anomalía democrática que los restos del general descansen en un mausoleo y los que consideran que la exhumación solo reabre viejas heridas o que en el país hay asuntos más importantes que atender, como la crisis económica o el desafío independentista de Cataluña.
El líder del Partido Popular, principal partido de la oposición, Pablo Casado, tachó al presidente Sánchez de "irresponsable" por "reabrir heridas superadas" en la Transición con su intención de exhumar los restos de Franco.

Casado sostiene que España necesita mirar al futuro y no seguir anclada en lo que pasó hace 40 años.

Pero la mayoría de historiadores no están de acuerdo.
"Franco no debería estar en un lugar de culto, de peregrinación o de exaltación", opina el historiador Santos Juliá, quien considera que en España ahora mismo "hay un acuerdo bastante generalizado de que debería trasladarse a un cementerio privado, a un mausoleo privado, a una tumba familiar".
Sin embargo, la exhumación de Franco se convirtió en un auténtico embrollo político que involucró al gobierno, la Iglesia católica -pues sus restos reposan en una basílica- y la familia del general, que se opone a la exhumación.
En principio, el gobierno aprobó sacar los restos del Valle de los Caídos el próximo 10 de junio, pero el Tribunal Supremo o la familia aún podrían impedirlo.
Para el historiador experto en la Guerra Civil Ángel Viñas, la salida de Franco del Valle de los Caídos "es un movimiento absolutamente fundamental, porque supone una ruptura con el pasado, que todavía no se ha roto del todo".

Buscando a los desaparecidos.

La represión franquista que siguió a la guerra dejó al menos 114.226 desapariciones forzadas. Se trata de personas que el régimen persiguió, mató y arrojó a fosas comunes que se reparten por todo el país.
Y varios informes coinciden en que España es, después de Camboya, el país del mundo con mayor número de desaparecidos cuyos restos no han sido recuperados ni identificados.
Este es, para los expertos, el tema más urgente y "una cuestión de derechos humanos".
El Grupo de Trabajo de Naciones Unidas sobre desapariciones forzadas o involuntarias le recalcó en varias ocasiones al Estado español la necesidad de adoptar un plan nacional de búsqueda de personas desaparecidas.
Los restos de miles de desaparecidos están en fosas comunes repartidas por todo el país.
Para Santos Juliá, ningún gobierno ni partido político asumió lo que considera un "deber del Estado": exhumar a las víctimas de estos fusilamientos de las fosas comunes cuando lo demanden legalmente los familiares, acabar con los enterramientos ilegítimos y darles el entierro que los familiares quisieran.
Lo intentó el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) durante el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, con la aprobación de la Ley de la Memoria Histórica en 2007.
 "Una ley -dice Juliá- de reconocimiento y reparación, pero que en lo que se refería a la exhumación destinó unas cantidades (de financiamiento) insuficientes".

El periodista especialista en memoria histórica Juan Miguel Baquero, autor del libro "El país de la desmemoria", destaca que esta "es una deuda que España tiene con los que se fueron, con los que lucharon por las libertades y la democracia".

La extrema derecha

Recientemente en España ha cobrado fuerza Vox, un partido político de extrema derecha con propuestas similares a las de otros partidos en Europa como Alternativa para Alemania (AfD), la Liga Norte italiana que lidera Matteo Salvini o el Frente Nacional de Marine Le Pen.
"España está atravesando una crisis similar a la de otras naciones europeas", dice Viñas, aunque muchos pensaban que el país era inmune al fenómeno populista precisamente por el recuerdo del régimen franquista.
Muchos de estos partidos crecieron impulsados por los efectos de la crisis económica de los últimos años, que en España fue particularmente dura.

"En España siempre hubo extrema derecha, que esencialmente se ocultaba en el Partido Popular (PP, derecha)", explica el historiador.
"Vox está recogiendo un voto que antes votaba al PP o que estaba en el PP. No han nacido de la noche a la mañana".
Para Baquero, esta llegada de la extrema derecha a España tiene que ver con el régimen militar de Franco, que "sigue vigente en los espíritus de mucha gente".
"El cordón umbilical con el franquismo es evidente", dice.

Ponerse de acuerdo con el pasado

Generaciones de españoles no conocen bien qué ocurrió durante la Guerra Civil y posterior régimen militar y esto se debe a dos factores: por un lado, no se estudiaba, y, por otro lado, el relato que se impuso fue únicamente el de los vencedores, a través de la propaganda.
"No se estudió en las aulas durante muchísimo tiempo, con lo cual hay mucha gente que solo ha escuchado sobre el tema a través de la propaganda o los recuerdos familiares", explica el historiador Julián Casanova.
Con la llegada de la democracia, se empiezan a desclasificar archivos de la guerra y la posguerra y los historiadores españoles comienzan a construir un relato de lo que pasó.
"Cuando Franco murió y llegó la Transición, la represión franquista no se conocía bien, los hechos de la represión republicana sí porque el régimen se encargó de mantenerlos en vida. Pero los de la represión franquista no se conocían en profundidad, en extensión", explicó Viñas.
Sin embargo, el historiador asegura que a día de hoy se sigue estudiando en los colegios una "visión edulcorada" del régimen de Franco.

"Los gobiernos españoles no han sido beligerantes contra el franquismo", dice. "Es un problema de educación y de agallas políticas".

Asumir todas las memorias

Para expertos como Baquero, que existan estos "temas por resolver" en España se debe a que, tras la muerte de Franco y la llegada de la democracia al país, los nuevos dirigentes establecieron una especie de "pacto del olvido".
"Los partidos llegaron a un acuerdo en ese momento de que había que hacer un pacto del olvido: pasar página y cerrar esa carpeta, pero claro, cerrarla en falso", dijo el periodista.
Pero "las heridas están ahí, y las víctimas poco a poco han ido saliendo y reclamando lo que les pertenece y lo que es de justicia".
Casanova sostiene que en España no hubo un acuerdo político sobre cómo gestionar el pasado y no se ha sabido qué hacer "con las memorias abrumadoras de unos y no tan abrumadoras de otros".
Se refiere en concreto al tema de las fosas, "que responde a una presencia durante años abrumadora de los vencedores y un desprecio y humillación de los vencidos".

 Santos Juliá es claro al respecto:

 "la democracia tiene que asumir todo el pasado".

"Una democracia que intenta enfrentar la memoria de una guerra civil donde se han matado y donde hay recuerdos de matanzas de los dos lados enfrentados lo que tiene que garantizar es que todas las memorias tengan espacio para manifestarse", dice.
Sin embargo, a falta de esos acuerdos políticos y de la puesta en marcha de un centro o museo de la memoria que recupere todo lo que ocurrió -como sí podemos encontrar en países como Alemania, Chile o Argentina- las memorias de muchas familias siguen enterradas en lugares desconocidos.

  

85 años de la Batalla del Ebro, una de las más sangrientas de la Guerra Civil española.


Fue la batalla más larga, en la que participaron más combatientes y una de las más sangrientas de la Guerra Civil española.

Gonzalo Jiménez Tapia
18/11/2023 

El invierno de 1937 comenzó la ofensiva de Teruel durante la guerra civil española. La batalla termino en enero del siguiente año, cuando capitulan las tropas republicanas. Es una zona con un clima muy frio con una geografía agreste lo que había más difícil la lucha. Una vez cae Teruel, Franco decidió que volcar todo el esfuerzo bélico en la región. Los nacionales consiguieron recuperar Teruel, y el 2 de abril del 1938 llegaron al Ebro.
Alberto Ayuso.

El 25 de julio de 1938 se inicia la Batalla del Ebro. El mando republicano quiso atravesar el río para envolver a las tropas nacionales que estaban yendo a Valencia. El ejército republicano de Cataluña al mando de Vicente Rojo Lluch, jefe de Estado Mayor del Ejército Popular, diseñó una estrategia en la que se construirían puentes y plataformas para cruzar el Ebro con el objetivo del cortar la comunicación de las tropas nacionales que avanzaban hacia Valencia.
El asalto inicial consiguió buenos resultados, aunque enseguida las posiciones se estabilizaron. Rojo llegó a decir que «después del impulso extraordinario de los dos primeros días, especialmente el primero, la cosa está bastante parada». Los zapadores construyeron trincheras para que la tropa pudiera protegerse de los proyectiles, lo que estabilizó el avance republicano. El 2 de agosto, la batalla se estabilizó, algo que perjudicó a los republicanos que habían cruzado el Ebro, porque los nacionales aprovecharon para lanzar las tropas y los carros de combate contra las tropas republicanas, mermadas por los problemas logísticos y los numerosos bombardeos sobre sus posiciones.
Fue una campaña bastante larga porque García Valiño, que dirigía las operaciones, era muy dado a las operaciones frontales, por eso se convirtió en uno de los enfrentamientos más sangrientos y con más bajas. Los meses pasaron y el 31 de octubre de ese año, tuvo lugar el asalto sobre la sierra de Cavalls, a partir del que la resistencia de las tropas republicanas se vino abajo, aunque lograron replegarse al otro lado del Ebro. El 16 de noviembre de 1938 acabaron los últimos combates. A pesar de la derrota, el combate estuvo muy equilibrado, al igual que el número de bajas en ambos contingentes.

Del Ebro a Cataluña

La estrategia de frenar a Franco en el Ebro había fracasado, aunque dio tiempo para reorganizar las tropas en Cataluña y el Levante. Mientras, Lérida y Morella cayeron en manos de los nacionales y una vez llegado al Mediterráneo se planteó una cuestión en el Estado Mayor nacional: subir hacia Cataluña o bajar a Valencia. A pesar de las recomendaciones de sus generales, Franco decidió ir a Valencia, él mismo dijo que lo hizo por temor a una intervención francesa.

El problema con el que no contaron los nacionales es que los republicanos aguantaron bien el avance y ralentizaron la derrota. Esto no sucedería en la campaña de Cataluña, trascurrida entre diciembre de 1938 y febrero de 1939. Fue una campaña muy rápida, aunque los republicanos tenían bastantes hombres estaban faltos de moral por la derrota en el Ebro, y ya veían la derrota como una realidad. Barcelona cayó el 26 de enero. 
Al final de la campaña se celebraron las ultimas cortes del Frente Popular en el castillo de Figueras. Posteriormente, tanto Azaña como el general Rojo se marcharon a Francia, dando por perdida la guerra.



  

La Iglesia beatifica en Tarragona a 522 mártires de los años 30.



A la misa solemne, en la que participaron 104 obispos y 1.400 sacerdotes, han acudido 25.000 peregrinos, que han llegado en más de 300 autobuses procedentes de toda España
Multitudinaria asistencia al acto celebrado en Tarragona, en el que se escuchó un mensaje del Papa Francisco animando a los fieles a ser cristianos "de obras y no de palabras". La Iglesia beatifica en Tarragona a 522 mártires de los años 30

13/10/2013 

Tarragona. 

La ceremonia de beatificación de mártires de los años 30 y la Guerra Civil, la más numerosa en España, se desarrolló este domingo en el Complejo Educativo de Tarragona y estuvo presidida por el prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, el cardenal Angelo Amato.
El acto ha comenzado puntual y con un mensaje del Papa Francisco que ha pedido imitar a los mártires porque "siempre hay que morir un poco para salir de nosotros mismos, de nuestro egoísmo, de nuestro bienestar, de nuestras perezas" y ha animado a ser cristianos "con obras y no de palabras" y no ser "mediocres, barnizados, pero sin sustancia".
Por su parte, el prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, el cardenal Angelo Amato, ha destacado este domingo que la Iglesia "no busca culpables" con la beatificación. En su homilía en la celebración solemne en el Complejo Educativo de Tarragona, ha defendido que la Iglesia es "casa del perdón" y que, con este gesto, quiere glorificar a estos testigos heroicos del Evangelio.

Por su parte, el presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), el cardenal Antonio María Rouco Varela ha agradecido la presencia de "tantos obispos" y muy especialmente del "delicado gesto del Patriarcado de Moscú, que, con su presencia a través de dos representantes, pone de relieve el nuevo camino ecuménico abierto por los mártires del siglo XX".
A la misa solemne, en la que participaron 104 obispos y 1.400 sacerdotes, han acudido 25.000 peregrinos, que han llegado en más de 300 autobuses procedentes de toda España y en más de un millar de vehículos particulares.
Entre los asistentes se encontraban el presidente de la Generalitat, Artur Mas; el del Congreso, Jesús Posada, y los ministros de Interior y de Justicia, Jorge Fernández Díaz y Alberto Ruiz Gallardón.
Por su parte, desde el PSC han mostrado su respeto por la macrobeatificación pero han exigido a la Iglesia que antes debería condenar el franquismo, mientras que ERC ha expresado su respeto aunque "no es una explicación de lo que pasó" durante la Guerra Civil y los años 30 en España.

Once mártires españoles ya han sido canonizados
Se trata de nueve hermanos de las Escuelas Cristianas -La Salle- (ocho mártires en Turón (Asturias), durante la Revolución de octubre de 1934, y uno en Tarragona en 1937); del sacerdote pasionista Inocencio de la Inmaculada, mártir también en Turón (todos ellos fueron canonizados en Roma, en 1990) y el sacerdote diocesano Pedro Poveda Castroverde, martirizado en Madrid en 1936 y que fue canonizado por Juan Pablo II en 2003.
Según datos de la Conferencia Episcopal Española, la edad media de los mártires beatificados hoy es de 43,59 años y 131 de ellos tenían 30 años o menos en el momento de ser asesinados.
El más joven tenía 18 años recién cumplidos, el carmelita José Sánchez Rodríguez, y la más anciana, con 86 años, era la monja Sierva de María Sor Aurora López González.
Sor Aurora nació en San Lorenzo (Madrid), el 28 de mayo de 1850 e ingresó como postulante en las Siervas de María, en la casa de El Escorial en 1874, para perpetuar sus votos en 1879.
En año 1885 fue nombrada Superiora de Arévalo. Volvió a Madrid en 1893, luego la destinaron a El Escorial, donde desempeño el cargo de Consiliaria y residió también en las comunidades de Salamanca, Alcalá de Henares, Cabeza del Buey, Jaén, Cuidad Real y por último en Pozuelo de Alarcón.
En julio de 1936, la casa de Pozuelo de Alarcón fue tomada por milicianos y las monjas huyeron, aunque Sor Aurora fue reconocida y ejecutada en la noche del 6 al 7 de diciembre de 1936 en Aravaca (Madrid).
El beato más joven, José Sánchez Rodríguez, fue clérigo profeso de los Carmelitas de la Antigua Observancia, y había nacido el 2 de agosto 1918 en Pajares de la Lampreana (Zamora).
A las cinco de la mañana del lunes 27 de julio de 1936, varios guardias de asalto entraron en el Convento de El Carmen de Onda (Castellón), donde estaban una treintena de estudiantes carmelitas, entre ellos el hermano José, que, tras un periplo para llegar a Madrid, fue asesinado el 18 de agosto de 1936 en Carabanchel Bajo (Madrid).
El hecho de que Tarragona haya acogido hoy la beatificación de los 522 nuevos mártires se debe a que es la archidiócesis con más causas, con un total de 147 mártires, y también a que cuenta con una gran historia de fe cristiana y martirial.

Según la historia eclesial, el obispo de Tarragona Fructuoso y sus dos diáconos Augurio y Eulogio, que fueron martirizados en el año 259 en el anfiteatro romano de la capital tarraconense, fueron probablemente los primeros mártires hispanos




  

ENTREVISTA

Monseñor Pujol: «Me apena que la beatificación de los mártires haya abierto heridas antiguas»
El arzobispo de Tarragona señala que el ejemplo de los nuevos beatos «nos interpela a superar todo resentimiento entre hermanos»


LAURA DANIELE
13/10/2013
Jaume Pujol Balcells (8 de febrero de 1944, Guisona, Lérida), es un obispo español de la Iglesia Católica, perteneciente al Opus Dei. Arzobispo de Tarragona (2004-2019). 


Monseñor Jaume Pujol Balcells (Guissona, 1944) será este domingo el obispo anfitrión de la ceremonia de beatificación de 522 mártires de la persecución religiosa de los años 30 ’. Tarragona ha sido elegida como sede de este acto histórico porque cuenta con una de las causas más numerosas. Un total de 147 sacerdotes y religiosas, entre ellos el obispo auxiliar Manuel Borrás, murieron martirizados en esta diócesis. Además, el hecho de que el obispo de Tarragona Fructuoso y sus dos diáconos, del siglo III, se encuentren entre los primeros mártires hispanos, llevaron a los obispos a elegir esta provincia como sede de esta macrobeatificación.

Más de 25.000 personas se espera que asistan a la solemne Eucaristía, que comenzará a las 12.00 horas en el Complejo Educativo de la ciudad tarraconense. La ceremonia estará presidida por el prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, Angelo Amato, y concelebrada por más de 104 obispos y 1.400 sacerdotes.
Para monseñor Pujol son días de alegría, pese a las críticas que resuenan sin mayor eco por parte de ciertos grupos, sindicatos y partidos políticos que no pierden oportunidad para llevar agua a su molino. «Los nuevos beatos nos interpelan para que seamos capaces de superar todo resentimiento entre hermanos», aseguró el arzobispo de Tarragona, durante esta entrevista concedida a ABC.

—¿Hay antecedentes de una ceremonia semejante en la historia de la Iglesia española?

—No me consta, ya que las anteriores magnas beatificaciones de mártires del siglo XX en España fueron las dos en Roma, una en el año 1988 con 471 mártires y la otra en el año 2007 con 498. Este domingo serán beatificados 522 mártires.

—No es intención de la Iglesia abrir viejas heridas con la beatificación de estos mártires, pero es casi imposible leer las historias de vida de estos sacerdotes y religiosas sin volver a un capítulo doloroso de la historia de España. ¿Qué mensaje pretende transmitir la Iglesia con esta ceremonia?

—Esta gozosa ceremonia en Tarragona sólo quiere transmitir un mensaje de paz y de perdón fraterno. Me apena comprobar, sin embargo, que ha abierto en algunos heridas antiguas. Me duele porque nada es más contrario al sentido y mensaje de esta ceremonia. Precisamente, el ejemplo de los nuevos beatos que se va a reconocer públicamente nos interpela para que seamos capaces de superar todo resentimiento entre hermanos. Es por esto que se les beatifica, porque en momentos muy difíciles no permitieron que el odio anidara en su corazón, y murieron perdonando heroicamente, como Jesucristo.

¿Por qué se ha elegido el día 13 de octubre para esta celebración?

—Se había previsto primero el 27 de octubre, pero posteriormente el Papa convocó con motivo del año de la fe ese día a las familias en Roma, y muchos obispos quieren estar presentes, y se adelantó al día 13.

—Habrá muchos familiares. ¿Cómo viven las familias esta beatificación? Hablamos de mártires de apenas dos generaciones anteriores a nosotros...

—En estos momentos hay cerca de 4.000 familiares de los 522 mártires que quieren venir a Tarragona a la ceremonia de beatificación. Puedo decir que es de las cosas que más me impresionan, pues hay en ellos una gran ilusión por ver glorificados a algunos de su familia de sangre. Vendrán incluso hermanos de algunos de los mártires.

—¿Teme que se utilice esta ceremonia teniendo en cuenta la coyuntura política de Cataluña? Ayer hubo una concentración en Barcelona a favor de la unidad de España...

—Vivimos en una democracia y cada uno puede, dentro del orden establecido, manifestar sus ideas, también en público. Pero la ceremonia de beatificación es un acto estrictamente religioso y espero que todos sepan respetarlo como tal y no quieran aprovecharlo políticamente, de forma partidista.




  Granito y nación: el papel de los monumentos a los caídos por Dios y por España.





Un libro aborda la construcción, impacto y significado de las cruces y monumentos levantados por todo el país tras la guerra civil como uno de los mitos fundacionales de la dictadura franquista.

Gutmaro Gómez Bravo
13 jul 2022 

Desde que en Georges Mosse explicara en Fallen Soldiers el mito de la experiencia de guerra en la memoria de los dos grandes conflictos mundiales, la visión de la guerra civil española, producto híbrido de ambos, no ha dejado de cambiar. Sobre todo a través del estudio de pequeños detalles y de elementos de la vida cotidiana. Los objetos y los hechos más rutinarios y del día a día son, al final, los que inconscientemente nos ayudan a construir nuestra visión del mundo; manipulados para enmascarar la violencia, habilidad máxima del nacionalsocialismo, tendremos a toda una sociedad bajo control. Ya desde el comienzo de la guerra, la muerte fue un elemento clave para generar una nueva comunidad, la de los “caídos por Dios y por España”. 
Puntal clave para delimitar la “auténtica” nación, separaba expresamente a los buenos de los malos españoles. Una operación cristalizada desde muy temprano en la construcción de los monumentos a los caídos, de participación popular pero controlada, de principio a fin, por las autoridades rebeldes. Poco a poco, fueron llamados a ser “conjuntos monumentales nacionales”: a través de la honra y recuerdo de los caídos, terminaron definiendo y ensalzando la propia figura política de Franco. La memoria de la guerra fue así absorbida por la de la Cruzada, un elemento que no tuvieron nunca ni Hitler ni Mussolini, como máxima expresión del nacionalcatolicismo.

A pesar de la importancia del tema, no existía un estudio monográfico sobre su construcción, impacto y significado. En Cruces de memoria y olvido. Los monumentos a los caídos de la guerra civil española (1936-2021), Miguel Ángel del Arco recoge el guante a través de un libro de historia que muestra la utilización de estos monumentos en la reconstrucción del nacionalismo español, separándose del programa nacionalización de masas europeo por las que el franquismo no mostró nunca devoción alguna. El golpe detuvo el tiempo y sirvió para restaurar el viejo orden tradicional de las cosas, para mejorar la Restauración con militares e intelectuales con experiencia en la dictadura de Primo de Rivera. 
El viejo general se empeñó en acercar la playa a su ciudad natal, Jerez, en llevar el ferrocarril a lugares que no habían visto el vapor y menos aún estaciones de estilo neomudéjar, símbolo de su pretendida modernización autoritaria. El franquismo, sin embargo, utilizó la guerra civil para paralizar e invertir el sentido de todo programa de cambio y reforma. En su lugar, potenció recuerdos compartidos a través de enemigos comunes que encarnaban también su falta del proyecto político: el comunismo, la democracia, el liberalismo y la Republica, en definitiva, la anti-España. La memoria de la guerra sufrió así una integración negativa cuyo reverso se proyectó en un gigantesco programa constructivo que ha llegado hasta nuestros días, un excelente objeto de estudio para comprender nuestra propia evolución histórica y social.

Todas las capitales de provincia y pueblos importantes tenían uno. En las grandes ciudades ocuparon el centro y los nuevos espacios de la geografía herida de la posguerra. Empezaron a recibir ataques muchos años después, en la recta final del franquismo, mostrando el deseo, tantas veces repetido, de terminar con una época derribando sus símbolos. Han sobrevivido, vandalizados, pintados y retocadas pero también han sido restaurados y cuidados como parte de un pasado idealizado, de un conjunto sagrado. Las cruces y los monumentos de los caídos por Dios y por España, transmiten aún la fuerza de uno de los principales mitos fundacionales de la dictadura franquista, que se mantuvo operativo gracias a una empresa de construcción funeraria que ni siquiera el desarrollismo pudo desalojar.

Las élites culturales franquistas grabaron en granito su mentalidad y todo lo que la guerra supuso para ellos. Crearon un lenguaje, un estilo y unos elementos que asumiría el Estado como propios e innegociables. El trabajo de archivo sobre los monumentos pone al descubierto sus redes, de abajo arriba, de los ayuntamientos a las diputaciones, pero sobre todo muestra el conflicto entre la propia administración franquista y el partido único. 
Fueron disputados por la Dirección General de Bellas Artes, que planificaba y mantenía el diseño, y la Secretaría General del Movimiento que controlaba los ceremoniales, insertando los monumentos en el nuevo calendario festivo del régimen. Su mejor síntesis fue el Valle de los Caídos, concebido como el monumento nacional a los caídos por la dictadura, mediante un plan iconográfico que representaba todos sus elementos corales: lo rural, lo sagrado y lo militar. Un monumento principal que buscaba conectar su origen con el pasado imperial, con Felipe II y el Escorial.
 El Caudillo era el continuador de su obra. De modo que Muguruza, su arquitecto, no pudo proyectar todas las grandes explanadas para la escenografía de masas que había estudiado en la Alemania nazi y tuvo que centrarse, junto con el escultor Juan de Ábalos, en representar la idea de Cruzada “para los caídos por Dios y por España”, junto con la del castigo redentor para los vencidos. Inaugurado en 1959, el reflejo de las dos Españas volvía a emerger con fuerza dos décadas después del término de la guerra, un tiempo lento y de sufrimiento para los perdedores en el que la vida continuaba abriéndose paso, en el que la sociedad española cada vez se parecía menos a la salida de la guerra.

Los monumentos hablan también de los esfuerzos del franquismo por luchar contra el olvido, por mantener vivo su relato de la guerra civil. A partir de la década de 1960, entraron en declive, al mismo tiempo que aparecían otras memorias distintas de la guerra. Tras la constitución de los primeros ayuntamientos democráticos en 1979, muchos fueron remodelados o trasladados. La cuestión de las cruces ha sido más problemática y muestra la indecisión y las dificultades de los gobiernos democráticos por terminar con esta memoria oficial de la guerra. 
Construida y ensalzada para la propia dictadura, a través del recuerdo de solo una parte de los combatientes, sigue siendo testigo de su modelo de reconciliación. Una memoria oficial excluyente, basada en un mito que había dejado de funcionar, resucitado por la polarización política que arrastra el pasado y la historia al centro de una guerra cultural sin cuartel.

Cruces de memoria y olvido. Los monumentos a los caídos de la guerra civil española (1936-2021), Miguel Ángel del Arco. Crítica, 2022. 456 páginas, 24,90 euros.

Gutmaro Gómez Bravo es profesor titular de Historia contemporánea en la Universidad Complutense y director del Grupo de Investigación Complutense de la Guerra Civil y el Franquismo (Gigefra).





Itsukushima Shrine.


BRUSELAS.

  

La Bruselas histórica eran casi dos ciudades: la Ciudad Alta y la Ciudad Baja. Hasta ahora has estado viviendo las historias de la Ciudad Baja, la ciudad de los mercaderes y de los ciudadanos que tenía su centro en la Grand Place. La Ciudad Alta estaba en lo alto de la colina y era el reino de los Duques de Bravante. Ahora vas a recorrer el camino que separa ambos mundos, una especie de tierra de nadie que a veces une... y a veces separa.
Para empezar, nada mejor que hacerlo por el edificio que se encuentra a mitad del camino y que hace de nexo de unión entre ambos mundos: la Catedral, mitad ciudadana y mitad noble, y que, como no podía ser de otro modo -por aquello de estar a mitad de camino- se encuentra dominando una amplia explanada en cuesta.

Explanada Catedral Bruselas
La gran "cicatriz"

Cuando estés llegando a la gran explanada te voy a pedir que hagas un paréntesis, porque merece la pena ver algo de lo que muy pocas de las personas que pasan por aquí son conscientes: una enorme "cicatriz" urbana, y un espacio que tal vez dentro de algún tiempo acabe por convertirse en uno de los grandes referentes de la ciudad.
Como ves, después de las estrecheces en las que te has estado moviendo, ahora aparece un espacio despejado y de alguna manera desangelado con muchos edificios relativamente recientes.
Pues bien, estás ante la que probablemente sea la mayor cicatriz de la ciudad. Estás en lo que alguna vez fueron unos barrios de estrechas calles y casas humildes (el barrio de La Putterie... sí, de la Putterie), que fueron literalmente arrasados en el siglo XIX para construir un túnel que enlazase las dos estaciones de tren de la ciudad (la del Norte y la del Sur).
Debajo de ti van nada menos que seis líneas de tren paralelas por las que circula cada día buena parte del tráfico ferroviario del país. Y aquí, en la superficie, está la solución urbanística con la que se cubrió todo esto. 
De nuevo, una muestra de la complicada relación del siglo XX con el urbanismo. Un espacio que sin ninguna duda rompe con todo lo que hay alrededor, pero que sin embargo poco a poco va encontrando su personalidad. Algunos edificios de la primera mitad del siglo XX han dejado atrás su etapa de "viejos" para empezar a ser "clásicos", y hay espacios que poco a poco empiezan a ser redescubiertos. 
Todavía es pronto y todavía debe seguir madurando (envejeciendo, dirían otros). Tal vez le queden 20 años más, pero o mucho me equivoco o en algún momento esta cicatriz dará mucho que hablar.

Plaza catedral Bruselas

La Catedral

Ahora sí, la Catedral gótica... aunque tal vez habría que hablar mejor de la Iglesia de San Miguel y Santa Gudula, porque, aunque se comenzó a construir en 1225 y estuvo en obras durante tres siglos, sólo es catedral desde hace menos de 60 años. 
Y es que en Bruselas, la siempre complicada relación entre los ricos burgueses y los poderosos nobles dejaba muy poco espacio para la Iglesia, que prefería mantener su sede en la cercana ciudad de Malinas.
Esto no significa sin embargo que este templo no tuviera relevancia. Muy al contrario, siempre fue un escenario perfecto para los grandes acontecimientos... políticos.
Recorre la explanada que hay frente a la Catedral (aprovecha para recostarte en uno de sus bancos-tumbona) y luego sube la espectacular escalera hasta llegar debajo de las torres. 69 metros, construidas en tiempos de Carlos V.
Desde ahí tienes una buena vista de la Ciudad Baja que, como ves, poco a poco vas dejando atrás...
Cuando entras, descubres un interior claro, tremendamente luminoso... Siéntate en un banco y déjate absorber por este espacio y por sus fantasmas.

Un día de 1516 (pronto hará, pues, 500 años), bajo estas mismas bóvedas se celebró una ceremonia grandiosa en la que se proclamó a Carlos V "rey de las Españas". El hijo de Juana "la Loca" y de Felipe "el Hermoso"... el nieto de los Reyes Católicos... y de Maximiliano de Austria y María de Borgoña (¿recuerdas la fantástica historia de los cisnes de Brujas o la de las dos tumbas y un corazón?...). 
Carlos tenía 16 años y nunca había estado en España. Había nacido muy cerca de aquí, en Gante, y toda su infancia la había pasado también cerca, en Malinas. Ahora tocaba tomar las riendas de lo que iba a ser el imperio más grande de su tiempo.

Tiempos tormentosos...y solemnes

Tal vez te haya llamado la atención la "desnudez" de las paredes y la blancura de las vidrieras de la parte más alta. Resulta atractiva... pero no se trata de una elección artística. Esta iglesia fue saqueada en dos ocasiones. La primera fue durante las guerras de religión entre católicos y protestantes en época de Felipe II (ya viste cómo acabaron para los condes de Egmont y Horn...). La segunda fue en tiempos de la Revolución Francesa.
Sin embargo, la iglesia logró sobrevivir y muy pocos años después de este último "atropello" volvía a vivir un grandioso acontecimiento. En julio de 1803 por este mismo pasillo avanzaron solemnemente Napoleón Bonaparte y su esposa Josefina. Bajo estas mismas bóvedas se cantó un solemne Te Deum en su honor. 
Y... lo que son las cosas... justo doce años después, en julio de 1815 aquí volvía a celebrarse otro solemne Te Deum. En esta ocasión fue para celebrar... la derrota definitiva de Napoleón, que se acababa de producir a apenas 20 kilómetros de aquí, en Waterloo...

La Estación Central

La última etapa de tu camino hacia la Ciudad Alta te va a llevar al Mont des Arts, el Monte de las Artes, donde hoy se concentran varios de los principales museos de la ciudad. Esta zona es pura "cicatriz", aunque si prestas un poco de atención verás cómo las "costuras" están empezando a convertirse en "bordados".
Primero vas a pasar por delante de la Estación Central (obra, por cierto del gran arquitecto Victor Horta). Prácticamente toda ella es subterránea y por eso casi invisible, aunque con un enorme tráfico ferroviario. Puro sabor "años 30", sobria, funcional, con sus carteles con una maravillosa tipografía de la época. Un magnífico ejemplo de un edificio que está justo en el momento de pasar de "viejo" a "clásico". Se salvará, porque ya ha pasado el punto de no-retorno.
Un poco más adelante llegas a la plaza Albertina donde ya puedes ver con claridad la cuesta que te va a terminar de llevar hasta la Ciudad Alta. A tus espaldas puedes entrever el campanario de la Grand Place que sobresale por encima de los tejados y que ya vas dejando atrás.

Mont des Arts
La subida

Bruselas no es una ciudad de grandes perspectivas, pero aquí se ha conseguido una de las más atractivas de la ciudad, tanto cuando la subes como cuando la bajas. Así que no olvides ir echando la vista atrás según vas ascendiendo. La subida al Mont des Arts es un espacio de mediados del siglo XX que consigue unir ambos mundos con un "lenguaje" minimalista, que resulta extrañamente atractivo.
La subida arranca con la explanada en la que están la Biblioteca Real y un palacio de congresos al que se acede a través de un cubo de vidrio. Todo geométrico y con líneas rectas: los edificios, el jardín, hasta los árboles alineados con sus troncos pintados en blanco... salvo esa escultura contemporánea cuyas líneas curvas ejercen un efecto casi hipnótico sobre los cansados turistas, que caen rendidos entre sus redes...No dejes de pasar por aquí de noche porque verás un curioso espectáculo que muy poca gente conoce: tus sombras de colores. Te hablaré de ello más adelante...Según vas subiendo, echa un vistazo al curioso reloj que hay, casi escondido, a la izquierda de la explanada. Es de 1965 y cuenta con 12 pequeñas figuras que, una por hora, hacen su pequeña representación mientras suena el carillón y una figura de bronce da las horas.
Las figuras representan a varios personajes, entre los cuales pueden identificar al emperador Carlos V, a Rubens (nacido en la vecina ciudad de Amberes), al decapitado Conde de Egmont o a Godofredo de Bouillon, el legendario líder de la Primera Cruzada, que partió hacia su aventura desde su castillo a poco más de 100 kilómetros de aquí.
Al final de la escalinata llegas por fin al Mont des Arts. A tu izquierda, en plena cuesta, vas a ver lo que de alguna manera podría ser un cuadro impresionista. Una mezcla de edificios de diseños absolutamente dispares que sin embargo han conseguido un atractivo y extraño conjunto. 

Old England Bruselas
 
Hotel Ravenstein 


Desde los aires medievales del hotel Ravenstein (a la izquierda), al derroche modernista de hierro y cristal de lo que un día fueron los almacenes Old England y que hoy es el no menos espléndido Museo de Instrumentos Musicales (a la derecha y, por cierto, con una cafetería en su último piso con una vista espectacular).
Observa el conjunto. Dos de los edificios llevan el sello del mismo arquitecto. ¿Te atreverías a decir cuáles? Venga... juega... piensa un poco... antes de mirar la solución en en párrafo siguiente...
Pues son precisamente los dos que te mencioné antes, el edificio modernista de la derecha (1899) y el medieval hotel Ravenstein de la izquierda. El primero, una obra original y el segundo una importante rehabilitación de un edificio medieval hecha cinco años antes, ambas obra del arquitecto Paul Saintenoy, en una clara muestra de lo polifacético y riguroso que podía llegar a ser.
Delante de los edificios habrás visto una fuente contemporánea que va girando lentamente... Sí, es obra de Calder, el gran escultor norteamericano de los móviles.
Llegado aquí, una vez más, no olvides mirar hacia atrás. Ahí tienes la Ciudad Baja, con el campanario de la Grand Place y al fondo, a lo lejos, en un espectacular contraste, la enorme Basílica del Sagrado Corazón que se alza en otra parte elevada del otro extremo de la ciudad.
Contraste de formas, de materiales y de colores sin un aparente plan previo pero que sin embargo conviven en una extraña armonía tremendamente atractiva. A un paso tienes ya la Place Royale, la Plaza Real, corazón de la Ciudad Alta. Desde aquí los Duques de Bravante marcaban distancias con la tortuosa y a veces insalubre Ciudad Baja. Pero siempre tuvieron a la vista, sobresaliendo de ese mar de tejados, el espectacular campanario del Ayuntamiento con su San Miguel venciendo al demonio... como para dejar claro que esta ciudad no se iba a dejar atropellar.




Cuando termines la visita a la Cetedral, vuelve de nuevo a la explanada y sigue por el Boulevard de l'Imperatrice hasta la pequeña plaza de la Estación Central. Después continúa recto y, al final de la calle, sube hacia la izquierda (si vas a la derecha vuelves a la Place du Marché Aux Herbes). La pequeña iglesia que tienes delante es lo único que queda del barrio de La Putterie (la iglesia de Santa María Magdalena).

El siguiente paso te lleva hacia la Place Albertina, desde donde ya ves perfectamente la perspectiva que te va a llevar hasta la Place Royale (el edificio porticado que ves al final de la cuesta).


  

LA PLACE ROYALE Y LE SABLON.

LA LARGA SOMBRA DE LOS ESPÍRITUS 

La Ciudad Alta es el reino de lo que hay y de lo que no hay. Es, de alguna manera, el reino de sus fantasmas. Aquí, dominando la ciudad, se levantó durante muchos siglos el imponente Palacio de los Duques de Bravante, que quedó completamente destruido y cuyos restos pisas cada vez que pasas por esta plaza. En él, curiosamente, se desarrollaron algunos de los acontecimientos más importantes de la historia de la monarquía española.
Aquí, en lo alto de la colina, estuvo durante 600 años el Palacio de Coudenberg, la residencia de los Duques de Bravante. Y aquí vivía el más poderoso de todos ellos en las largas temporadas que pasaba en Bruselas: el emperador Carlos V.
El lugar fue muy importante para él, porque marcó el principio y el fin de su reinado. Aquí residía cuando fue nombrado rey de España... y 40 años después, este mismo lugar fue el que eligió para, en un acto solemne y en presencia de todos los nobles de sus reinos, abdicar en su hijo Felipe II.
Carlos V hizo de Bruselas la capital de los Países Bajos españoles y dio a la ciudad su época de mayor esplendor. Con 56 años, cansado y con la sensación del deber cumplido, a finales de verano de 1556, el que había sido el monarca más poderoso de su tiempo emprendió desde aquí el que iba a ser su último viaje. Un larguísimo periplo que le llevaría hasta el Monasterio de Yuste, en Cáceres... donde iba a morir justo dos años después. 
El palacio no existe porque fue devastado por un incendio casi 200 años después de la marcha del emperador, pero su "alma" sigue viva. Estás sobre él. Sus restos fueron utilizados para nivelar la plaza en la que estás, e incluso debajo de tus pies hay pasadizos que se salvaron y todavía hoy puedes recorrer. Pero por encima de todo, quedó esa especie de solemnidad que todavía hoy se sigue respirando aquí.
El incendio del palacio dejó atónitos a los bruselenses. Hasta tal punto que durante 40 años la zona estuvo abandonada, como si a unos y a otros les costase trabajo aceptar que el intimidante Coudenberg había desaparecido para siempre.
Hasta que el gobernador de los ya entonces Países Bajos austríacos decidió mirar hacia el futuro. Y su decisión no fue reconstruir el palacio, sino crear algo totalmente nuevo. Surgió así esta plaza, abierta hacia la Ciudad Baja.
La plaza se diseñó "a la última". Un exquisito espacio neoclásico, de fachadas sencillas, idénticas, blancas... y una iglesia en su centro (la iglesia de Santiago) para romper la monotonía. Una plaza con sólo tres lados (...y medio), para convertir el cuarto lado en un inmenso paisaje abierto hacia la Ciudad Baja... y más allá... Como si, en lugar de vigilarla, como había hecho el viejo palacio, quisiera acogerla...
La iglesia está más o menos en el mismo lugar donde se encontraba la capilla del palacio. Una capilla que, curiosamente, había escapado al incendio... pero que no pudo escapar a los nuevos tiempos... La capilla fue demolida para poder construir un espacio totalmente nuevo
Eran nuevos tiempos... ¡Y cómo...!... Aunque el gobernador no sabía todavía hasta qué punto...
Porque menos de 50 años después de terminarse la plaza, las escalinatas que hay delante de la fachada de la iglesia iban a ser escenario de un acontecimiento histórico que iba a cambiar las cosas para siempre: el 21 de julio de 1831 Leopold Georg Christian Friedrich von Sachsen-Coburg-Saalfeld se subía a ellas y prestaba solemne juramento a la recién redactada Constitución belga, y se convertía en Leopoldo I, el primer rey de Bélgica. 
Aquí mismo, sobre las piedras (y el espíritu) de lo que durante siglos fue el mítico palacio de los Duques de Bravante, ese día nacía este país. Por primera vez, independiente. Y desde entonces, ése es el día de su Fiesta Nacional.
Todo ocurrió aquí mismo, y ese día esta plaza, convertida en un espectacular escenario (y casi hasta en un "altar cívico"), se ganó para siempre su sitio en la Historia. Ya nadie recordó el antiguo Coudenberg y pudo por fin descansar para siempre debajo del suelo que pisas... ¿o tal vez no?... 

El mítico Godofredo de Bouillon

Para mostrar con orgullo las profundas raíces del nuevo país, en el centro de la plaza, permanentemente custodiada por los tranvías que van y vienen, se colocó la estatua de Godofredo de Bouillon, el mítico líder de la Primera Cruzada.
Godofredo, cuyo castillo (y cuya aventura) puedes revivir apenas a 150 kilómetros de esta plaza, en los míticos bosques de Bouillon, fue desde la Edad Media uno de los grandes personajes de la historia de Europa. 
Nada menos que vendió su castillo para pagar los gastos de la Cruzada y, al frente de 40.000 hombres partió hacia Tierra Santa. Por el camino se unieron a otros ejércitos que habían partido de Francia e Italia y tres años después llegaron a las puertas de Jerusalén. Godofredo y sus hombres fueron los primeros en romper el sitio y unos días después era nombrado Rey de Jerusalén.
Él nunca aceptó el título, según cuentan porque no quería llevar una corona de rey allí donde Jesús había llevado una corona de espinas... Aceptó el título de defensor del Santo Sepulcro... Hoy en lo más alto del espectacular castillo de Bouillon sigue ondeando en su honor la bandera del Reino de Jerusalén.

El genial Magritte

Muy distinta historia tiene el edificio que tiene enfrente, que desde hace muy poco alberga el Museo Magritte.
El genial pintor surrealista René Magritte era bruselense y entre estas paredes se exhibe una interesantísima colección de sus obras que no deberías dejar de ver.
Magritte era el pintor de las nubes, de los inconfundibles burgueses con abrigo negro y bombín, de las ventanas y las farolas... Es el autor del famoso cuadro de una pipa con un cartel de "Esto no es una pipa"... Magritte sólo podía ser de Bruselas. Plenamente consciente de que las cosas no siempre son lo que parecen...

 ¡¡Pues claro que eso no es una pipa... eso es un cuadro!! Lo que ves es una ilusión... ... Sin embargo, todavía nos seguimos engañando y seguimos cayendo en la trampa... Seguimos empeñándonos en ver pipas donde sólo hay lienzos y manchas de colores... ¡Larga vida, maestro Magritte!

El Palacio Real 

Si sales por un momento de la plaza por la izquierda (según miras hacia la iglesia) verás el nuevo Palacio Real. 
Es relativamente reciente, se terminó a comienzos del siglo XX y fue construido para estar a la altura de la nueva monarquía.

Este no mira desde arriba a la ciudad baja como el viejo Coudenberg. Fiel reflejo de los nuevos tiempos, da la cara a una amplia plaza donde están los edificios del Parlamento (justo enfrente, al otro lado del parque) y del Gobierno.
Hoy es la plaza del poder político en Bélgica... aunque el rey no reside ni trabaja en ese palacio. Vive a las afueras, junto al Atomium, en el palacio de Laeken... al que también acabarás por ir...
Si acaso decidieras cruzar el parque e ir hacia la fachada del Parlamento, justo antes de salir de los jardines, te encontrarás con el delicioso Teatro Real del Parque, un pequeño edificio en el que no era raro ver a Victor Hugo porque en él representó varios papeles su amante la actriz Juliette Drouet.

El Sablon

Bien, es hora de volver a la Plaza Real para caminar hasta el vecino Sablon.
Al fondo de la calle puedes ver la enorme mole del Palacio de Justicia (ya tendrás ocasión más tarde de entrar en él). Camina en esa dirección por la Rue de la Regence.

 Antes de llegar pasarás por delante de los Museos de Bellas Artes. Dentro, buenas colecciones de arte flamenco y belga. Verás cuadros de Rubens... y de Pieter Bruegel el Viejo, uno de los grandes de los llamados "primitivos flamencos". Más adelante pasarás por la casa donde vivió, que todavía sigue existiendo. 

El Sablon son en realidad dos plazas: el Petit Sablon a la izquierda y el Grand Sablon a la derecha, separadas por la calle por la que vas y unidas (al menos visualmente) por la espectacular iglesia gótica de Notre Dame du Sablon que de alguna manera las enlaza. 
En tiempos estos era una zona pantanosa y más o menos insalubre, que fue evolucionando hasta convertirse hoy uno de los lugares más "chic" de la ciudad.
Empieza por el Petit Sablon, un pequeño jardín que por alguna extraña razón parece como si allí el tiempo se hubiese congelado.
Fíjate en la verja que lo cierra. En lo alto de cada columna hay una escultura en bronce que representa a uno de los oficios antiguos de la ciudad, cada una completamente diferente de las demás. En total son 48 y contribuyen a darle a este espacio ese extraño encanto.
El jardín está presidido por una fuente con las esculturas de los duque de Egmont y Hoorn, aquéllos a los que el Duque de Alba mandó cortar la cabeza en la Grand Place.
Ésta fue la escultura que durante años estuvo en la Grand Place, justo en el lugar donde fueron ejecutados. Hoy tienen una vida más placentera en el lugar en el que los Egmon tenía su palacio. Es el que ves justo detrás de ellos.
Cuando te sientas en alguno de sus bancos y los observas tienes la sensación de que te transportas en el tiempo. Pero no al tiempo de ellos, sino a una especie de lugar en el que el tiempo hubiese dejado de existir. Y es que el lugar tiene un sosiego especial... como de parque antiguo...
No tienes en ningún momento la sensación de estar en el centro de una ciudad. Y notas como el tiempo se estira... se hace más lento...
Las puertas del jardín suelen cerrarse por la noche, pero no dejes de venir tras ponerse el sol. Las esculturas de piedra blanca que "escoltan" a la de ambos personajes tienen una iluminación peculiar que desde lejos les otorga una apariencia realmente espectral, como si cada día esperasen la llegada de ese momento para volver a la vida y escoltar el reposo de los mártires. Siempre que paso por aquí no puedo dejar de pensar en la escena del cementerio de la historia de Don Juan... Tendrás que contentarte con verlo a cierta distancia, desde fuera de las verjas, pero no te pierdas ese instante mágico.
Enfrente tienes la iglesia de Nuestra Señora del Sablon, una pequeña joya gótica en lo que en algún momento fueron las afueras de la ciudad. Si tienes la suerte de pasar por aquí un día soleado por la mañana no te pierdas el espectáculo de ver el interior bañado con los colores que produce el sol al entrar por las grandes vidrieras.


El Grand Sablon

En el extremo opuesto de la iglesia se extiende el Grand Sablon, un sitio "chic" para iniciados, el templo de los anticuarios, de las chocolaterías de lujo... y el sitio donde debe vivir y dejarse ver cualquier bo-bo (burgués-bohemio) que se precie.
Alrededor de la plaza están algunas de las mejores chocolaterías de la ciudad. Prácticamente imposible distinguir una chocolatería de una joyería. En dos lugares de la plaza, el rey Pierre Marcolini. 

Nunca habrías pensado que podría haber tantas denominaciones de origen para tantos tipos distintos de chocolate... Ni tanto mimo para elaborarlo. 
Puedes tomarte un chocolate caliente... pero ojo, sólo para paladares advertidos... con un contenido muy alto de cacao... También cuidadísimos pasteles artesanales elaborados allí mismo todos los días, macarons de todos los colores, a veces incluso recubiertos con finísimas virutas de auténtico oro...
Pero hay más, Godiva, Neuhaus, Wittamer, Leonidas... Y varios cafés y restaurantes...
Los fines de semana hay también un mercadillo de antigüedades en unas casetas de lona de rayas verdes y rojas, los colores de la bandera de Bruselas, justo al lado de la iglesia.
El Sablon, un rincón con sabor flamenco, del que no deberías marcharte sin pecar... aunque sea un poco.

De nuevo la Grand Place

Y después, con los "deberes" bien hechos, es hora de descender de nuevo hacia la Ciudad Baja callejeando, hasta llegar hasta la Grand Place. Ahora apenas te vas a detener en ella. Simplemente va a ser el punto de partida para el siguiente recorrido... Pero... ¿ibas a marcharte de ella sin llevarte un nuevo secreto?

Si prestas atención verás algo de lo que tal vez no te hayas dado cuenta en las dos visitas anteriores. 

Y es que muchas de las casas tienen una inscripción en su remate... con unas letras más grandes que otras. Sí... es un mensaje "secreto"... aunque bien es verdad que más como un juego que como un misterio. Elige sólo las letras de mayor tamaño y sustitúyelas por su valor en números romanos (I=1, V=5, L=50...). Luego suma cada "letra" de forma independiente. Te saldrá el año en el que fue construida la casa.

Venga, haz la prueba con uno sencillo (...con permiso de las palomas). Es el que está en lo alto de la Casa de la Barca de Oro, la casa de la corporación de los sastres, en el número 25 de la plaza (es la casa que está justo a la derecha de la última en la que vivió Victor Hugo). La frase significa: "El sastre restaura la casa que un furor hostil había destruido por las llamas, y la dedica a las autoridades". El mensaje "secreto"... 1697...

 (5+5+1+50+1+5+5+1+1+5+500+5+1+500+1+5+5+500+1+100).

Hay quien dice que no... que eso es sólo una trampa del juego, y que lo que hay es realmente otro mensaje oculto, como en tantos otros lugares de la plaza... pero eso ya lo dejo en tus manos...
Ahora sí, cambiamos de registro. Porque ahora la historia va a dar un giro... Una vez que has vivido el solemne momento en que Bélgica nació como país, ha llegado la ocasión de ver lo que ocurrió cuando quiso ser mayor...





Por la zona noble 

Empieza el recorrido en la Place Royale, haciendo un breve paréntesis hacia la izquierda (según miras hacia la iglesia) para ir hasta la Place des Palais donde están el Palacio y los jardines Reales.
Luego regresa a la Place Royale para ir por la Rue de la Régence hasta la iglesia de Nôtre Dame du Sablon. Cuando llegues, ve primero a la izquierda, a los jardines de Le Petit Sablon, y luego, enfrente, Le Grand Sablon.
Cuando finalices, desde Le Grand Sablon desciende hacia la Ciudad Baja por la Rue Lebeau y su prolongación Rue de l'Hôpital. Cuando llegues a la placita continúa por la Rue de la Violette y luego por la primera a la derecha, Rue des Chapeliers, que te lleva hasta la Grand Place.



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