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Libro de Proverbios, 8 20, de la Biblia. "Yo camino por la senda de la justicia, por los senderos de la equidad."

domingo, 18 de octubre de 2015

280.-La caligrafía Japonesa.-a


Luis Alberto Bustamante Robin; Jose Guillermo Gonzalez Cornejo; Jennifer Angelica Ponce Ponce; Francia Carolina Vera Valdes;  Carolina Ivonne Reyes Candia; Mario Alberto  Correa Manríquez; Enrique Alejandro Valenzuela Erazo; Gardo Francisco Valencia Avaria; Alvaro Gonzalo  Andaur Medina; Carla Veronica Barrientos Melendez;  Luis Alberto Cortes Aguilera; Ricardo Adolfo  Price Toro;  Julio César  Gil Saladrina; Ivette Renee Mourguet Besoain; Marcelo Andres Oyarse Reyes; Franco Gonzalez Fortunatti; Francia Marisol Candia Troncoso; Maria Francisca Palacio Hermosilla;

Sello del Emperador 
Introducción.
La escritura japonesa es la misma que la escritura china y, por ende, su caligrafía también. Este traspaso cultural se produjo entre los años 300 al 600 de nuestra era a través de monjes budistas chinos que de Corea pasaron a Japón. Como los japoneses carecí­an de escritura la hicieron suya y la desarrollaron de acuerdo a sus propias necesidades. Hoy los japoneses escriben con los ideogramas chinos, con alfabetos silábicos desarrollados exclusivamente por ellos y que son llamados kanas y también con nuestro alfabeto occidental, incluyendo los números arábigos, sobre todo en el comercio y turismo.

Sistema lingüístico.  
Las letras chinas o ideogramas se llaman Kanjis, o letra de Kan (Han era la dinastí­a china de esa época), los kanas (que son dos) se llaman hiragana y katakana y las letras occidentales las llaman romaji, o letra de Roma.
Indudablemente la escritura es una herramienta para comunicar pensamientos y como tal, su expresión es simple y sin una mayor pretensión que la claridad y el orden, como la vemos en una carta manuscrita o, en forma impresa, en un libro o una revista. Pero cuando un maestro de caligrafí­a toma el pincel, cada sí­mbolo, ya sea ideográfico o fonático, que escriba, lo transforma en una obra de arte. La belleza del signo en sí­, su equilibrio, proporción y armoní­a junto a la fuerza y carácter que le imprime el maestro, conforman una obra de gran plasticidad y belleza. La caligrafí­a es parte del arte japonés, un arte que implica mucha dedicación, esfuerzo, paciencia y concentración y que ha contribuido a conformar el sentido estático del pueblo japonés.
Este arte también era muy apreciado por la casta de los guerreros (samuráis). Hallaban en él una exigencia de ser, de despertar, que pasaba por los dominios de lo mental y del comportamiento que correspondí­an a su propia ética. La seguridad y rapidez del gesto para dibujar el trazo, le parecí­an adecuados para el perfeccionamiento interior de ellos mismos, primera exigencia del "bushido" o camino del guerrero.

material para caligrafía japonesa.

Los instrumentos que se utilizan para el shodō son:

Shitajiki (下敷き): Una estera de color negro, suave. Provee una superficie suave y cómoda.

Bunchin (文鎮): Una barra de metal que sirve de pisapapeles.

Hanshi (半紙): Un papel delgado que se usa especialmente para la caligrafía.

Fude (筆): Pincel. Se utiliza un pincel más grueso para los caracteres principales y uno más pequeño para el nombre del artista. Sin embargo, el pincel más pequeño también se puede utilizar para caracteres.

Suzuri (硯): Un recipiente pesado y negro donde se deposita la tinta.

Sumi (墨): Es un material negro y sólido que debe frotarse con agua en el suzuri para producir la tinta negra que se utiliza para la escritura. También existen botes de tinta instantánea.





 El shodo.

El shodo o caligrafía japonesa es el arte de escribir caracterespropios de Japón (kanji, hiragana y katakana) con pinceles y tinta china sobre papel de arroz. Literalmente shodo significa «El caminode la escritura» y tiene un componente espiritual y artístico muy importante.
La concentración a la hora de realizar los trazos es un elemento fundamental del shodo, como camino para obtener una obra artística en perfecta armonía con el espíritu. El shodo no es casual. Es muy importante la forma de las líneas y puntos, su inicio, su dirección y su final.

Arte.

La caligrafía japonesa (書道, shodō) es una de las artes más populares de Japón. Las obras de caligrafía son apreciadas igual que una pintura, pero este tipo de arte posee un sentido filosófico. En sí, la caligrafía es la belleza en la escritura. Un maestro puede crear una obra de arte con una brocha de bambú y papel arroz. Esta actividad transfiere armonía y belleza. La paridad de la simpleza y la gracia se plasman en obras de caligrafía como uno de los principios de la estética japonesa conocida como wabi sabi.

Como muchas prácticas en Japón, el shodō provino de China junto con el sistema de escritura, alrededor del siglo VI ó VII. En aquella época la escritura era un arte importante que debía ser dominado por los miembros de la nobleza. Conforme pasó el tiempo, el arte se difundió entre las clases medias también, y actualmente no solamente es un arte, sino que se utiliza en eventos importantes, al escribir cartas de año nuevo o en otros eventos de la vida diaria.

Como el ikebana y la ceremonia del té, el shodō es herencia del budismo zen.  En el shodō no hay casualidades. El comienzo, la dirección, la forma y la terminación de las líneas, y el balance entre los elementos es importante para cada trazo, e incluso los espacios en blanco se dejan deliberadamente. Además, la caligrafía no sólo consiste en la belleza de la escritura, sino también en la transmisión de conocimientos milenarios.

lapides


Desde que están en primaria, los japoneses aprenden los elementos básicos de la caligrafía. Al inicio de cada año escolar los niños se reúnen para participar en una actividad conocida como kakizome, donde crean obras de caligrafía que simbolizan sus deseos para el nuevo año. Los estudiantes practican su escritura para mejorar su caligrafía, a veces copiando obras de escritores famosos del pasado. Algunos estudiantes de escuela primaria y secundaria incluso van a escuelas especiales para perfeccionar el arte.

El shodo contemporáneo.

A diferencia de los trazos del alfabeto romano, los trazos de los caracteres japoneses deben ser trazados en un orden correcto, no arbitrariamente. A esto se le llama kaisho. Sin embargo, en el día a día se utilizan otras formas de escritura que son más rápidas, en la que los kanji son menos legibles, como cuando se escribe con rapidez en alfabeto romano. Estos dos estilos se conocen como “semicursiva” (gyōsho) y “cursiva” (sōsho).


Ejemplos de caligrafía.


Pagina completa




Detalle firma


Hirohito, Emperador de Japón.

Carta firmada (en caracteres caligráficos) como emperador, a "Su Majestad, el rey Fuad I de Egipto," Palacio Imperial, Tokio, 29 de Noviembre "séptimo año de Showa" [1932]. Consta de dos partes, una carta y una traducción al francés. mano caligráfica en japonés, escrito en limpio gobernó columnas en una sola hoja de papel doblada vitela con textura con el emblema dorado del crisantemo en la cabecera de la hoja, con caligrafía "firma" del Emperador (dos caracteres) audazmente escribió en el último columna (izquierda).

 2) Traducción francesa:

claramente escrito en una mano grande cursiva, en francés, titulada "Hirohito, emperador de Japon," y con el emblema del crisantemo dorado, la firma  cursiva "Hirohito", 2 páginas, 4to, con el sobre original, dirigida en caracteres caligráficos y sellado con el emblema del crisantemo. En buenas condiciones.














Continuación


Itsukushima Shrine.


  

Literatura japonesa.




No se conservan testimonios de una escritura autóctona japonesa. Por ello, las primeras muestras de literatura japonesa pertenecían a un conjunto de ritos donde folklore y religión conformaban una rica y antiquísima tradición oral. Una figura importante en esta tradición oral fue la del kataribe. un recitador/a de historias que cumplía la función de conservar y transmitir hechos, mitos y leyendas que una determinada comunidad consideraba parte esencial de su identidad. La expresión para describir su actividad era monogataru (contar cosas)


Con el tiempo estas canciones y relatos serían recogidos de manera escrita. Cuando la escritura china llegó a Japón, aproximadamente en el siglo VIII de nuestra era, en pleno esplendor de la dinastía Tang, ya tenía más de 20 siglos de historia. En ese momento Japón salió de la prehistoria y comenzó la producción de su rica literatura. La poesía china clásica tuvo una gran influencia en la literatura japonesa y el estilo de los poetas chinos fue muy imitado.




Las primeras obras de la literatura japonesa estuvieron fuertemente influenciadas por el contacto cultural con China y la literatura china, y a menudo se escribieron en chino clásico. La literatura india también influyó a través de la difusión del budismo en Japón. En el período Heian, la cultura original kokufū de Japón (literalmente, "cultura nacional") se desarrolló y la literatura también estableció su propio estilo. Tras la reapertura japonesa de sus puertos al comercio y la diplomacia occidentales en el siglo XIX, la literatura occidental ha influido en el desarrollo de los escritores japoneses modernos, mientras que a su vez han sido más reconocidos fuera de Japón, con dos premios Nobel hasta ahora, a partir de 2020.

No se conservan testimonios de una escritura autóctona japonesa. El japonés era, una lengua sin escritura o ágrafa hasta la llegada de los ideogramas chinos, los kanji, cuya introducción no se documenta hasta en el año 538, aunque sin duda, eran conocidos por los japoneses con mucha anterioridad. Por ello, las primeras muestras de literatura japonesa pertenecían a la tradición oral.

Su origen, como el de otras culturas, se remonta a un conjunto de ritos donde folclor y religión conformaban una rica y antiquísima tradición oral. Alrededor del año 300 a. C. se documentan narraciones, canciones y danzas populares sobre los ciclos del cultivo del arroz que celebraban ya la llegada del dios en primavera o su despedida en el otoño. Con el tiempo estas canciones y relatos serían recogidos de manera escrita, formando parte de las primeras producciones literarias como el Kojiki, Nihonshoki y Fudoki o de las representaciones de teatro kabuki y el teatro NO.

Una figura importante en esta tradición oral primitiva fue la del kataribe.​ Se trataba de un recitador o recitadora de historias que cumplía la función de conservar y transmitir hechos, mitos y leyendas que una determinada comunidad consideraba parte esencial de su identidad. El de kataribe era un oficio con frecuencia desempeñado por mujeres probablemente asociadas a funciones chamanísticas. La expresión para describir su actividad era monogataru (contar cosas), base de los futuros monagatari o narraciones escritas que surgieron en la época Heian. La labor de los kataribe llegó a ser tan importante que, con el tiempo, algunos se profesionalizaron y llegaron a ocupar un puesto oficial en la Corte, creando lazos entre la literatura oral arcaica y la nueva literatura escrita.

Algunas expresiones del Japón antiguo, por su carácter mágico-religioso, no podían ser transcritas en caracteres extranjeros. Su conservación se realizaba en el yamato kotoba o palabras de Yamato, uno de los nombres del antiguo Japón. El género poético más antiguo, el waka, solo podía ser compuesto en el yamato kotoba, única lengua empleada por los kataribe. Este hecho suele interpretarse como una reacción ante la omnipresencia de la cultura china, en un afán por conservar la propia identidad y una pervivencia de la filosofía kotodama, el poder mágico de las palabras, de la que se nutría la antigua poesía oral.​

Los inicios

La transición de la antigua poesía oral a la nueva literatura escrita está representado por el Kojiki (Memorias de los sucesos de la humanidad) de 712 y Nihonshoki (Crónicas de Japón) del 720. Ambas obras constituyeron empresas oficiales, vinculadas al objetivo político de construir un país regido por un poder central y de entroncar las familias imperiales con las deidades del Japón antiguo, reuniendo datos históricos y tradicionales del linaje imperial y dejar una única historia para los descendientes. El Kojiki surgió del esfuerzo del Emperador Tenmu por compilar las narraciones orales del kataribe Hieda no Are, mientras que Nihonshoki fue encargado por la emperatriz Gensho, un intento de historia del Japón en treinta tomos.
La poesía del periodo Nara está representada por el Manyoshu (Colección de diez mil hojas) probablemente concluida en la segunda mitad del siglo VIII. Se desconoce la identidad de los antólogos, aunque se le atribuye al poeta Ōtomo no Yakamochi un papel importante. La colección reúne cerca de 4500 poemas de finales del siglo VII y la primera mitad del VIII. El Manyoshu representa el triunfo del poema breve: de los cuales 4200 eran poemas tanka, 260 choka y 60 sedoka, todos ellos escritos en caracteres chinos. 
La temática de estos poemas pueden agruparse en tres categorías: somonka (poemas de amor), banka (elegías) y zoka (misceláneos) dedicados a celebrar viajes, banquetes o leyendas. Entre los poetas destacados de esta antología se hallan, además del propio Ōtomo no Yakamochi, Kakinomoto no Hitomaro (finales del siglo VII), Yamabe no Akahito (primera mitad del VIII), Yamanoue no Okura y Ōtomo no Tabito, considerados los "cinco grandes hombres del Manyô".

Período clásico

El período Heian (794-1186) es considerado como la etapa clásica de la literatura japonesa. Es una época de decreciente interés hacia la cultura china que desde el siglo VI había moldeado de manera decisiva la cultura japonesa. En este lapso de tiempo se comenzó a escribir con caracteres japoneses, ya que anteriormente se utilizaban los caracteres chinos.
La literatura de la época Heian refleja los sólidos valores del mundo de la Corte y en ellas la combinación de artes plásticas y literatura hace difícil encuadrar las obras de artes en categorías estancas. Por otro lado, se trata de una producción literaria realizada tanto por hombres como por mujeres. Las damas japonesas, desde el mundo cerrado de sus alcobas y mansiones, ofrecerán una rica obra literaria llena de sensibilidad y, a veces, de humor.
Entre las obras destacables en la poesía, debe señalarse el Kokinshu (Colección de Poemas japoneses antiguos y modernos) antología ordenada por el emperador Daigo en 905. Esta antología representa la elevación a obra artística de uno de los géneros poético más antiguos y genuinos del Japón, el waka o canción japonesa, y, con ello, la reivindicación nacional y la afirmación de la identidad japonesa tras siglos de influencia china. El Kokinshu constituirá a la postre una especie de canon del clasicismo japonés. Junto al Kokinshu existieron otras antologías imperiales: Gosennshu (Colección escogida posteriormente) y el Shuyshu (Colección de fragmentos reunidos). Estas tres antología constituyen el Sanndayshu (Colección de los tres reinos), es decir Daigo, Murakami y Kwazan.

En la prosa, en la época Heian sobresalen los diarios privados (nikki) y libros de impresiones (shôshi), el relato poético (uta monogatari) y la novela lírica. Como obra cumbre de los nikki (diario) suele citarse el Tosa Nikki (Diario de Tosa), redactado en el año 935 por Ki no Tsurayuki. Especial importancia en estos géneros tuvo la literatura escrita por mujeres (Nyōbō Bungaku), en la que destaca la obra de Sei Shōnagon Makura no Sōshi (Libro de la almohada), escrita a principios del siglo XI. Libro autobiográfico, que muestra muchos rasgos de la cultura japonesa de la época, como el ideal de belleza de hombres y mujeres entre la aristocracia japonesa. Otros diarios privados escritos por mujeres de la época son el Diario de una mujer efímera de Fujiwara (siglo X), el Diario de Sarashina (mediados del XI) y el Diario de una dama de honor del siglo XII.

Bajo el nombre genérico de monogatari se inicia en el siglo X el género de relato breve escrito en kana. Entre los uta monogatari o narraciones con poemas intercalados encontramos los Ise Monogatari (Cantares de Ise) y los "Cantares del Yamato" (960). Los tsukuri-monogatari o relatos de ficción quedan representados por el Taketori Monogatari (Cuento del cortador de bambú).

La otra gran obra del periodo Heian, y sin duda una de las obras más importantes de la literatura japonesa de todos los tiempos, corresponde a una novela cortesana, el Genji Monogatari (La historia de Genji) de Murasaki Shikibu, aparecida en el año 1000. Se trata de un inmenso relato de más de 4000 páginas, que narra la historia del hijo de un mikado (emperador japonés) y que refleja los valores de la élite aristocrática del período Heian.
Lejos del refinamiento estético del mundo de Genji, encontramos a la "otra" sociedad en el Konjaku Monogatarishū (Cuentos de antaño), una recopilación de más de mil historias de China, la India y Japón. Estos manuscritos quedaron abandonados en un templo budista, hasta que fueron descubiertos en el siglo XVIII.
En la misma época debemos situar a Sugawara no Michizane, autor de Suga-ke Bunsō (菅家文草, 'Suga-ke Bunsō'?) escrito en 900 y el Suga-ke Goshū (菅家後集, 'Suga-ke Goshū'?) en 903 que introducen una tímida aparición de la literatura de crítica social.

Período medio

Esta etapa que abarca de fines del siglo XII, hasta principios del siglo XVII, fue muy pobre, debido a las constantes guerras y hambrunas, hubo poca producción literaria la cual recayó sobre los monjes. Así, son de digna mención las obras Heike-monogatari (Cantar de los Taira) y Tsurezuregusa de Yoshida Kenkō.
En el siglo XIV aparecen las representaciones teatrales llamadas No, que tenían como propósito la exaltación patriótica y la propaganda religiosa, recordemos que la literatura de estos tiempos fue elaborada por monjes budistas.

Aislamiento japonés

Los primeros europeos en tener contacto con la cultura japonesa, fueron los marinos, mercaderes y misioneros del siglo XVI. Ante estos primeros encuentros, los japoneses mostraron bastante tolerancia, incluso aceptando el catolicismo. Pero los dirigentes del país, el shogunato Tokugawa, desconfiaron de las intenciones de los europeos, expulsándolos y llevando al país a un aislamiento de más de 200 años.
Esta etapa dio inicio en el siglo XVII prolongándose hasta mediados del XIX, que fue cuando Japón abrió de nuevo sus puertas al mundo. Dentro de la producción literaria del país, se hace notable en cuanto a poesía, novela y teatro.
En la poesía, destaca Matsuo Bashō, quien compuso los haiku, pequeños poemas que con la mínima cantidad de palabras, se trata de expresar el máximo de cosas.
En cuanto a novela, destaca Saikaku Ihara, escritor de Hombre lascivo y sin linaje, su obra más conocida, donde se muestra un vivido reflejo de la vida de la época. Causa por la cual estuvo cerca de morir en la hoguera.
En el caso del teatro hubo dos tendencias distintas en ejecución, una el kabuki, representado por personas y el joruri, donde se empleaban marionetas. El más grande representante del teatro en esta época fue Chikamatsu Monzaemon.

Período imperialista

Después de 250 años de aislamiento, con la llegada al poder de Meiji, los escritores gozaron de cierta libertad para escribir. Hubo evolución en el aspecto lingüístico, se simplificó la estructura del lenguaje japonés y se agregaron palabras para designar ideas tan comunes en Occidente como deporte o derechos humanos. Esto gracias a la disposición del país a aprender del mundo occidental, siendo los escritores los principales promotores de la comunicación entre la cultura japonesa y la ciencia occidental.
Ryunosuke Akutagawa, cuentista que recuperó la obra de Cuentos de antaño, entre los cuales podemos destacar el cuento titulado El tabaco y el demonio, donde se explica como fue introducido el tabaco en el Japón. Otro de esos cuentos es El biombo del infierno, donde induce al lector a reflexionar sobre qué es la belleza de Japón.
Junichiro Tanizaki, escribió todas sus novelas alrededor de un solo tema, el sexo. Por su parte, Yasunari Kawabata se centró en el amor no correspondido. En 1968, este escritor fue el primer nipón en ganar el premio Nobel de Literatura. Una de sus obras más conocidas fue Mil grullas, basado en el Romance de Genji, pero en un contexto moderno. Se suicidó en 1972.

Posguerra

Inmediatamente después de que Hiroshima y Nagasaki fueran bombardeadas por EE. UU. en la Segunda Guerra Mundial, Japón se rindió, solo para renacer de las cenizas y aprender de los errores, llegando a ser una de las potencias del mundo en la actualidad.
Los cambios sociales, políticos e ideológicos, dieron pie al surgimiento de una nueva generación de escritores, así como al surgimiento de dibujantes que se basaron en novelas antiguas para crear un nuevo género literario que mezclaba la historieta occidental con la ancestral historia nipona: El Manga.
Masuji Ibuse publicó Lluvia negra, de la cual hay una versión cinematográfica. Shintarō Ishihara escribió La tribu del sol y Seicho Matsumoto creó Niebla negra. Aunque de todos ellos hay dos que destacan más aún, se trata de Dazai Osamu y Yukio Mishima. Entre las obras de Dazai Osamu, podemos mencionar El sol que declina y Ya no humano, las dos en parte autobiográficas, donde crítica asperamente la hipocresía del mundo moderno. Yukio Mishima, gran figura de este período, escribió Confesiones de una máscara, El pabellón de oro, El mar de la fertilidad, entre otras. Cuando entregó esta última obra al editor, una hora después se hizo el seppuku, en protesta a la democracia occidental que no toleraba.
En cuanto al Manga, surgieron dibujantes y escritores en todo Japón, formando un gran equipo que llevaron la cultura japonesa al resto del mundo con sus libros. El más destacado sin lugar a dudas es Osamu Tezuka, creador de Mangas como Buda y Fénix.

Vanguardias

Se considera este período a partir de los Juegos Olímpicos de Tokio en 1964, fecha que marca la apertura de Japón al mundo, logrando poseer una mentalidad cosmopolita y moderna.
Entre los escritores de estos tiempos podemos mencionar a Kenzaburo Oe, segundo autor japonés en obtener el premio Nobel de Literatura en 1994. Obras como Nuestro Tiempo y Una experiencia personal muestran gran evolución en su estilo, debido mayormente a sus vivencias. Otro escritor destacado es Shūsaku Endō, cuyo prestigio está basado en dos de sus obras, Silencio y El Samurai, que han causado gran polémica en su país. Para finalizar, encontramos a Kōbō Abe, autor de La pared, catalogada como la obra más vanguardista de la literatura del Japón y a Haruki Murakami que con su obra general, es catalogado como uno de los nombres más importantes en el surrealismo japonés. El Manga obtuvo su auge en los años ochenta, con la aparición de Mangakas como Akira Toriyama, Masami Kurumada, Yoshihiro Togashi, Rumiko Takahashi, Nobuhiro Watsuki, Hiroyuki Takei y Eiichiro Oda.

Las formas literarias

el relato/ cuento/ epopeya o monogatari
la anécdota o setsuwa
las memorias/ diario o nikki
la poesía de corte o waka y tanka
los cantos o uta
los relatos de viaje
el poema corto o haiku
el ensayo shi-shōsetsu o zuihitsu
la novela moderna o shōsetsu
el Manga

Soy un gato de Natsume Sôseki.


  

La obra maestra de Sôseki ahora la tenemos también en una práctica edición de bolsillo. El narrador de esta novela es un gato misántropo que observa con curiosidad y sarcasmo los trasiegos de una familia burguesa del Tokio de principios del siglo XX. Una historia irrepetible del escritor más estimado de la literatura japonesa. Gustará incluso a quienes no les gusten los gatos.

Parte del manuscrito de “Soy un gato”



Soy un gato (吾輩は猫である ), traducida también como Yo, el gato, es una novela satírica escrita entre 1905 y 1906 por el escritor japonés Natsume Sōseki. La novela fue adaptada a una película de animación en 1982.
​ La obra se desarrolla dentro del contexto de la burguesía de la Era Meiji (1868-1912), una sociedad conservadora y en transición de modernización occidental, que finalmente florecería en las eras Taishō (1912-1926) y principios de Shōwa (1926-1989). La modernización de las costumbres y tecnologías niponas tienen profundo eco dentro de la obra, como lo prueban las menciones a artistas y personajes como Andrea del Sartro, William Thackeray, Lafcadio Hearn, Shigenobu Okuma (este último, de acuerdo con la editorial Impedimenta, "considerado uno de los máximos responsables de la introducción de la cultura occidental en Japón"​), entre otros.

Originalmente, el primer capítulo de la novela, publicado en la revista Hototogisu, consistía en un relato corto, mas por petición del editor fue publicándose por entregas entre 1905-06.

Argumento

Un gato sin nombre, narrador y protagonista, se convierte en observador y crítico de la sociedad japonesa de su tiempo. El perspicaz y sabiondo felino se interna en los escondidos recovecos de la sociedad para escudriñar conductas, escuchar conversaciones y presenciar hechos que le dan pie para sentar cátedra de filósofo. En realidad, al confiar al gato el papel de inquisidor y fustigador de los entuertos humanos, lo que el autor intenta es pasar por el tamiz modas, costumbres y formas de pensar importadas de occidente. Bajo la implacable férula de un gato que se presenta con un yo mayestático y petulante, la novela suscita, además de sonrisas, inquietud en torno al eterno conflicto entre la horma cultural indígena y el modelo de civilización traído del exterior. 
La obra viene a resultar útil para comprender al pueblo japonés, siempre atento al progreso moderno y, al mismo tiempo, respetuoso con su patrimonio ancestral, que, a veces, se nos antoja misterioso, enigmático. Sin pretenderlo, el gato sin nombre acaso ayude también a superar barreras y enigmas culturales.

En el primer capítulo, el gato (el cual jamás tendrá nombre) narra cómo obtiene un hogar con el profesor Chinno Kushami. La novela empieza con el gato, de quizá apenas dos meses, en una cama de paja con su madre y sus numerosos hermanos; un shoshei, al verlo, decide recogerlo y llevarlo con él en un jardín. 
Ante la ruptura del discernimiento, el vértigo, la fotofobia y el hambre, comienza a llover, estando solo. Dándose cuenta de que maullar no ayudaría en lo absoluto, decide investigar el lugar, encontrándose con una valla de bambú con un agujero. El propio felino se agradece de ello; en sus palabras: 

"Ciertamente, el destino me había sonreído: si la valla no hubiera estado rota, podría haberme muerto de hambre y de frío allí mismo, a pocos metros de mi salvación."

El monumento "Soy un gato" frente al alma mater de Soseki, la escuela
 primaria Kinka (actualmente escuela primaria Chiyoda Ward Ochanomizu ) 


Colándose a la casa, se encuentra con Osan, la criada de la casa. Osan lo despide desde la cocina, pero él, con brío en sus designios, vuelve a entrar a hurtadillas. El proceso se repite en numerosas ocasiones. Ante un nuevo intento, entra el profesor Kushami, quien decide, en pocas palabras, que el gato se quede. Desde entonces, ambos traen una manía entre sí, mientras que él decide pasar su tiempo con el profesor, más que por quererlo, por ser el único que tolera su presencia.

El gato narra la fuerza de costumbre diaria del profesor: cada día, al llegar de la escuela, se encierra en su estudio, abre un libro (sea occidental u oriental), y se duerme sobre él, babeándolo todo. 
El gato, al ver que el maestro se autoproclama el colmo de la laboriosidad, y que su familia le da respeto por su condición de maestro, obteniéndolo con solo dormir, piensa que no habría problema en ser gato y maestro a la vez. Convive con unos gatos del vecindario: Mike, el gato tricolor, Shirokun, y más adelante, Kuro, aunque a partir de la desolación ambiental y el aislamiento que sufre en el tercer capítulo, no volverá a guardar relación con otros felinos, enfocándose exclusivamente a las actividades humanas. 
De igual modo, el maestro se obsesionó con la pintura a la acuarela. Al final nadie comprendía qué había intentado pintar. Tal es una característica del maestro: ante toda nueva actividad que realiza, todos sus intentos obsesivos serán abandonados. Un esteta de Bellas Artes, Meitei, mejor amigo del maestro, aprovecha la situación para decirle del factor natural como componente primordial de la estética, citando supuestamente a Andrea del Sartro. El maestro, impresionado, se inspira, llegando a escribir en su diario sueños constantes de él abandonando su pintura y sintiéndose un verdadero artista, o reuniones con personajes de otras clases. 
Cuando Meitei y Kushami se reúnen nuevamente, el primero le cuenta que el asunto de Andrea del Sartro y su visión de la estética no era más que una broma, dado que Andrea del Sartro jamás mencionó tal visión del arte. Meitei había hecho ya bromas similares entre colegas suyos y estudiantes, y entre uno de ellos, un estudiante que aprendió de memoria el orden del discurso de Meitei, lo adueñó y repitió en un discurso de arte. Efectivamente, los demás, por disonancia cognitiva o por falsedad, asentían en todo lo que Meitei decía, sin contradecir, al hablar de algo desde una ignorancia mutua. Meitei tiene tendencia no solo a inventar, sino tergiversar los componentes de las órdenes culturales con tal de, en sus propias palabras, logre "tomarle el pelo a la gente". 

Metei, como actuará en los siguientes capítulos, no sabe diferenciar su casa del de los demás, y entra constantemente a casa del maestro sin preguntar, y si hay una visita en una casa ajena, actúa como el anfitrión. El primer capítulo acaba a principios de invierno, en tintes aflictivos, con el maestro abandonando la pintura y su tratamiento para la dispepsia, Kuro lastimado por su dueño, y el gato sin obtener especial cariño, ni un nombre.

Personajes
La obra cuenta con el Profesor Chinno Kushami como protagonista junto con su gato; Meitei , es un amigo del profesor, un estudiante mujeriego llamado Mizushima Kangetsu y una mujer llamada Kaneda Tomiko. Kaneda Fujin esposa del empresario Kaneda que vive en el vecindario. Aparecen además otros dos gatos del vecindario llamados Mikeko y Kuro.



  

«Soy un gato», de Natsume Soseki

¿Por qué ha sido "Soy un Gato" el libro de más éxito del 23 de Abril?

 Su autor Natsume Soseki nació en 1867 cerca de Tokio y murió en 1916 en la misma ciudad. Una vida corta pero bastante intensa a nivel literario. Su verdadero nombre no era Natsume Soseki sino Kinnosuke pero decidió cambiárselo al conocer al poeta Masaoka Shiki.
Como todos los nombres japoneses y chinos, el suyo tiene un significado que en este caso es bastante peculiar: Soseki significa » terco». Gran parte de los acontecimientos que tuvieron lugar en su vida se ven reflejados en su novela y se entiende el por qué de los mismos.
«Soy un Gato» la escribió en 1905. Pese a estar ya en el siglo XX no debemos pensar que el Japón de ese momento era como el actual. En 1905 la sociedad nipona aún era muy conservadora y algo cerrada sobre todo con todo lo relacionado con Occidente. Que Natsume vaya a estudiar a Inglaterra, que conozca Europa hace comprensible por qué el portagonista humano de su novela, el profesor Kushami, es un admirador y experto tanto en Cultura Clásica ( Grecia y Roma) como en Literatura inglesa. Si en 1905 los japoneses empezaban a tener relación con Europa no todos los países les caían igual de bien y menos los ingleses a los que consideraban rivales en el Pacífico para controlar colonias.
Pero bueno, la novela de Natsume no nos habla de guerras ni colonias sino que nos habla de un gato bastante peculiar. Es el gato de un maestro, el profesor Kushami que se dedica a hacer caligrafía y a escribir haikus. Es un gato pero no tiene nombre. A través de sus ojos, de sus andanzas, vamos a ir conociendo al resto de personas que viven tanto en casa del maestro como en su barrio. Así conoceremos a la mujer e hijas del maestro, a Mehi, a Kangetsu, al carretero… También conoceremos a otros gatos que viven en el barrio, como el gato del carretero que se cree superior a nuestro gato protagonista por el simple hecho de ser un gato de carretero no de un pobre maestro muerto de hambre. Como ocurre hoy en día, en este momento hay una especie de rechazo hacía todo lo intelectual y más hacía una persona a la que le fascina tanto Occidente.
Aunque el protagonista es un gato, no es una novela gatuna ni superficial sino mucho más profunda. Los ojos de este gato nos muestran cómo vivía y cómo sentía la sociedad japonesa en la Era Meiji ( que corresponde a 1905). Por medio de estos ojos gatunos y, sobre todo de sus pensamientos, Natsume Soseki hace una crítica mordaz de la sociedad japonesa del momento. Lo que más critica, o al menos eso nos ha parecido, es ese » encerramiento» que tiene, ese gusto por poner murallas y puertas, de querer permanecer aislados del mundo aunque ya no puedan. Por medio de este gato y de su dueño, este maestro, Natsume habla de la necesidad de Japón de abrirse más al mundo.
Soseki sigue con su costumbre que perfeccionará en Botchan y Sanshiro de retratar imágenes con poco movimiento, ralentizarlas hasta lo inverosímil y hacerlas posar, tal como un pintor haría con sus modelos, para nuestro deleite.

El libro tiene 646 páginas divididas en 12 capítulos bastante extensos. Es una novela que tiene ritmo sin embargo no recomendamos leerla aprisa (aunque es muy difícil no hacerlo porque te atrapa). Es una novela para leer disfrutándola, anotando datos, sintiendo cada una de las palabras. Como muchas de las cosas que vienen de Japón, y que también he encontrado en las novelas de Murakami, hay mucho de Zen en ella, de armonía, te contagia de ese espíritu japonés en el que la pausa, la tranquilidad, lo Zen están al orden del día.

Por todo ello, esta novela es más que recomendable. El tener tres ediciones en menos de un mes es prueba palpable de ello. ¡Guau qué libro! Perdón ¡miau!

Ysabel – Biblioteca de El Perelló



Caligrafía japonesa.


calígrafos 

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Arte Caligráfico Japonés. 




















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