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Libro de Proverbios, 8 20, de la Biblia. "Yo camino por la senda de la justicia, por los senderos de la equidad."

lunes, 9 de noviembre de 2015

281.-El alma; Bienvenidos al Japón literario.-a


 El alma.




el alma humano


Filosofía. 

La existencia del alma es tan evidente para la conciencia humana, que bien puede decirse que ha pasado a la categoría de las verdades de sentido común y consentimiento universal. Pero como en la época actual no faltan autores y escuelas que niegan el dualismo de elementos en el hombre, esto es, la existencia del alma realmente distinta del cuerpo, conviene ante todo afirmar esta existencia que la conciencia, la reflexión y la unidad e identidad de aquélla prueban evidentemente. Según el sentido común y el consentimiento universal, alma es el principio que comunica la vida al cuerpo. 
Según Aristóteles se entiende por alma, el acto primero del cuerpo físico-orgánico que tiene la vida en potencia Enteleceia< prwth to<n swmatoç fusikou< arganikou< dúnamei zwen ecovtoç. Esta definición altamente filosófica declara ante todo el elemento determinante del cuerpo natural orgánico al cual, comunica la vida y lo hace capaz de ejercer sus funciones. Dice acto primero pues siendo principio determinante o forma substancial, comunica a la materia el específico y substancial de vivo y animado. Del cuerpo natural, porque el artificial, como es una máquina, sólo es capaz de moverse en fuerza de un agente externo y no en virtud de un principio intrínseco, como sucede, en los seres vivientes. 
Orgánico, porque siendo las funciones del viviente muchas y muy varias, necesita que las diversas partes del cuerpo sean orgánicas y heterogéneas, y no homogéneas e inorgánicas como las del mineral. Por eso la planta tiene tallo, hojas, raíz, etcétera, y el animal ojos, oídoscorazón, cerebro, etcétera. Que tiene la vida en potencia, para indicar que el viviente animado por el alma está en estado de ejercer las operaciones vitales siempre que esté en condiciones debidas, aunque de hecho no las ejerza, al menos todas. Completando la definición de Aristóteles, y considerando el alma con relación a las operaciones vitales, la definió Santo Tomás: el principio primero por el cual vivimos, sentimos, nos movemos y entendemos. 
Dice principio primero, porque las facultades son los principios próximos e inmediatos de las operaciones vitales, subordinados al alma, que es el principio primero. Por el cual vivimos, lo cual nos es común con las plantas. Sentimos y nos movemos,operaciones que nos son comunes con los brutos irracionales. Y entendemos, porque por la inteligencia nos diferenciamos de los demás vivientes de la creación visible.
El alma humana tiene facultades y atributos. Son las primeras, las potencias orgánicas e inorgánicas que sirven al compuesto humano a o al principio espiritual sólo para ejercer las funciones y actos de la vida vegetativa, sensitiva e intelectiva. Son los segundos, la substancialidad, la simplicidad, la espiritualidad y la inmortalidad, que es en el alma intrínseca y extrínseca.

1. Errores acerca de la naturaleza del alma: el materialismo.

 Es la más antigua concepción filosófica del mundo; se ha presentado en las formas de dualista (dos materias distintas) y monista. El materialismo dualista se encuentra en las primitivas concepciones de la filosofía sobre la naturaleza y atribuye todo lo psíquico a una materia más delicada, trabada superficialmente a la substancia del cuerpo. Así Demócrito enseñó que el alma es cierto fuego, que es sumamente móvil y causa del movimiento de lo demás; Leucipo, que la componen átomos redondos, los más aptos para el movimiento; Diógenes, que es el aire; Heráclito, que es el vapor, y para Hipón, es el agua. Todos estos filósofos consideraban al alma como principio movente. Empédocles la consideró como principio de conocimiento y dijo consistir en el abrazo de los cuatro elementos, para que lo pueda conocer todo: Simile simili cognoscitur. 

El materialismo dualista fue renovado más tarde por Epicuro en Atenas y Lucrecio Caro en Roma. Aristoxeno, discípulo de Aristóteles, creyó ser el alma una armonía o equilibrio de los elementos contrarios dominantes en el cuerpo, apoyado en la ligazón de la vida psíquica con los procesos corporales. El materialismo monista moderno, sostenido por Lamettrie, barón de Holbach, Prestley, Cabanis, Magendie y Broussais y más concretamente por J. Moleschott, Büchner, K. Vogt, Littré, Darwin, Häekel y otros, explica el alma por leyes matemáticas y de movimiento (monismo-mecánico). Borel, Belini, Est. Hales, Bernouil, Böerhaave, entre otros, aplican al alma las leyes y los principios de las matemáticas (yatromecanistas); el último, en la explicación de los fenómenos vitales, emplea las voces mecanismo de presión, presión del estómago, frote de los glóbulos de la sangre, filtros, resortes, instrumentos mecánicos, concibiendo el cuerpo viviente como una máquina fabricada para transformar el movimiento que de fuera se le imprime. Häcke1 cree que el alma consciente es la totalidad de fuerzas de tensión almacenadas. Otra fracción de filósofos del monismo, quiere que el principio quede reducido a acciones y reacciones químicas (yatroquimistas). 

Los organicistas identifican al alma con la sola disposición y propiedades de los órganos. Los positivistas, con Augusto Comte a la cabeza, reducen toda psicología a la fisiología; la escuela asociacionista inglesa (Hume, Stuart Mill, Bain, Spencer), dice que el yo es la posibilidad del sentir así como la materia es la posibilidad de ser sentida; la última respuesta de Stuart Mill a la cuestión, no resuelta en dicha escuela, de cómo se distingue el yo del no yo, es que el cuerpo es causadesconocida de sensaciones y el espíritu es recipiente desconocido de sensaciones; por lo demás, todo proceso psíquico se explica en ella por sensaciones y asociaciones de sensaciones de una manera positivista.
El espiritualismo. Fue el término del progreso de la filosofía griega cada vez menos materialista en la comprensión de los fenómenos del orden psíquico. El espiritualismo, sin embargo, no se presenta bien deslindado hasta quedar bien planteada la base de la filosofía cristiana. Puede ser monista y dualista. En el primero se establece que alma y cuerpo son dos realidades distintas; son dos órdenes distintos de operaciones, ligadas entre sí para componer el todo hombre; el cuerpo privado de toda sensación, el alma ser senciente y pensante, sin dimensiones geométricas. El primer sostenedor de este espiritualismo fue Platón, que inspirándose en las antiguas teorías materialistas y animistas, dio origen y estabilidad a dicha concepción. Este filósofo hace en el Timeo al alma compuesta de los mismos elementos de que constan las cosas por ella entendidas, las cosas en sí, y pues estas son las ideas eternas, inmutables, eternas e inmutable es igualmente el alma; así el alma es la razón, como enseñó en el Fedón; las almas preexisten en el alma universal, Dios, antes de ocupar su cuerpo y a él vuelven después de la muerte. Platón apoya la inmortalidad en el hecho de ser el alma principio de conocimiento, que sólo puede llegar a ser perfecto cuando hay completa identificación de inteligencia e inteligible, lo que sólo tiene lugar hecha la separación de alma y cuerpo; como principio de movimiento dice que es: «el músico invisible que hace resonar la lira (el cuerpo) y puede a su gusto romperla» (Fedón, 94), y tal movimiento es de la naturaleza del que parte del alma universal, y de ser el alma principio de la virtud, que sólo es suficientemente recompensada en otra vida. A partir de Platón, la concepción espiritualista ha estado involucrada en ideas animistas, que en la Edad Media aparecen expuestas con una copia excesiva de pormenores y han perdurado hasta los tiempos modernos.
Descartes emancipó el espiritualismo de la idea animista haciendo entre alma y cuerpo una separación, que, a la vez que abrió la puerta a las teorías idealistas, abrió una era al estudio de los fenómenos psíquicos en el terreno de una fecunda y desconocida observación, que continuada y extendida hasta nuestros tiempos, habría de imprimir a la psicología un carácter de ciencia experimental. Descartes con todo es espiritualista del dualismo; no quiere separación de los conceptos de simplicidad y espiritualidad en el alma: entre lo extenso (el cuerpo), y lo inextenso (el espíritu) no quiere medio; el alma es algo inextenso con poder de pensar. La esencia del alma estriba, en su sentir, en el poder de pensar; mas no toma, el pensamiento en el sentido de producto del solo entendimiento, sino como sinónimo de la voluntad, que quiere que sea más íntima en el pensamiento que el propio entendimiento; éste es el elemento «pasivo», aquélla el «activo» del pensamiento. 
La esencia del alma está en definitiva en la «conciencia de obrar o de padecer, de querer o de conocer». Si el filósofo holandés al llamar al alma res cogitans quiere significar que ésta es el sujeto pensante, elyo consciente de sus actos y modificaciones, encerrándose en tal conciencia actual todo el ser del alma, ésta será un accidente, una acción viviente representativa, y resulta el alma sin ser propio, una simple manifestación de una substancia única: no puede mantenerse Descartes en tal caso en el espiritualismo dualista. Si la conciencia es una simple cualidad del alma, objeto no percibido por intuición, el alma sería una substancia y la conciencia su accidente; pero tampoco puede mantenerse en este terreno, pues define él la substancia «una cosa que no tiene necesidad más que de sí para existir», definición que bien entendida, no puede aplicarse más que a un solo ser, como lo hizo luego Spinoza, naciendo de allí el panteísmo filosófico. Entonces alma y cuerpo no se distinguirían con distinción de «exclusión» como pretende Descartes, sino que uno y otra serían modificaciones de una sola substancia. 
El espiritualismo monista admite una sola substancia, la espiritual; los cuerpos y sus formas no son más que modificaciones de la misma; su base es el idealismo, y como éste se apoya en la mayor certeza, inmediata, de la experiencia interna mayor que la de la experiencia externa, sólo mediata. De la concepción de los objetos externos por representaciones, efectos de una substancia intelectual única, nace el espiritualismo monista panteístico originado de la necesidad de creer a causa del escaso o ningún valor que a los criterios objetivos y subjetivos conceden sus partidarios: de aquí el espiritualismo panteísta de Berkeley, que afirma que Dios es quien causa en nuestro espíritu las ideas que en su conjunto total forman el mundo exterior; el mundo nos es a cada instante representado todo entero por la sensación actual; y nuestra alma es sin cesar el «espejo» de lo que se llama el universo físico; a pesar de suprimir la materia fantasma que la ciencia va disipando, Berkeley parece que concedió existencia real a una cosa pensante, una substancia inteligente. En el panteísmo intelectualista de los discípulos de Kant, se llega por vías distintas a la conclusión de que el alma es idéntica al espíritu absoluto, o una parte de él, no en esta vida pasajera, sino en la inmortal y eterna; reconcentrarse el espíritu es formar conciencia de tal vida superior; la vida moral, la más alta manifestación de la actividad del espíritu, es el último grado del desarrollo del espíritu en el camino de la historia, en el que forma conciencia de sí (Fichte, Schelling y Hegel). 
En el panteísmo pesimista de Schopenhauer, nacido de un espíritu de reacción realista contra Hegel, la voluntad, «cosa en sí», de la que el mundo es objetivación, al seguir su impulso de exteriorizarse en existencia, lo primero que halla es el cerebro y allí sienta sus reales: es el fundamento de la individualidad, que hace al hombre superior a los fenómenos, es independiente del conocimiento del que toma sólo los motivos por los que se desarrolla y se hace sensible y es anterior al mismo conocimiento; de manera que el lugar del alma lo tiene la voluntad en sentido de fuerza enérgica dotada de conocimiento, ante la que el yoqueda borrado, destinada a luchar incesantemente en la vida con la seguridad de ser vencida y que sólo llega al aniquilamiento del deseo de vivir por medio de la plena conciencia de sí y del mundo. El pesimismo de Hartmann, reaccionario sobre el anterior, añade a la voluntad la idea. 
En el original espiritualismo voluntarista de Maine de Biran el yo al analizarse [774] por la reflexión, consistente en la expulsión de sí de toda concepción metafísica y todo fenómeno de conciencia, se encuentra basado en la acción, la voluntad, y descubre que la vida psíquica se desarrolla en tres grados: la vida inferior o puramente afectiva y representativa, en la que el yo no se diferencia distintamente de los objetos de percepción y los afectos que éstos engendran; la vida media o intelectual caracterizada por lareflexión, que al percibir los objetos, percibe a la vez el esfuerzo del sujeto para unírselos, que es una voluntad con tensión, que se le encuentra en el fondo de todo acto intelectual y de toda coalición, y vida divina, en la que la personalidad cede su carácter propio al de un quid misterioso, la gracia divina informando al espíritu. 
Las tendencias voluntaristas del pesimismo alemán y las fecundas de Maine de Biran han influido poderosamente en los sistemas de los filósofos de nuestros días. En elfenomenismo de Kant, afín al idealismo y al espiritualismo, el alma, al igual que el mundo y Dios, es un nóumeno, un incondicionado, al cual se llega por la operación más alta del sujeto pensante, la razón, que es causa que el pensamiento en su tarea de recoger en una de totalidad las series enlazadas de las cosas y reducirlas a un término último, que las explique, descubra el postulado de la existencia del alma como principio primero o condición suprema de los fenómenos del mundo psíquico; es una incógnita para Kant la existencia en nosotros de una substancia, una y simple, pues sólo la experiencia es capaz de describírnosla, y ésta no pasa de la afirmación del acto del pensamiento uno y simple y no hay razón para afirmar de aquí un soporte del pensamiento de la misma naturaleza.
 Otra especulación que explicase la entrada del mundo exterior en el espíritu por la percepción dentro del campo espiritualista, fue la de la monadología, espiritualismo monadológico, concebido por Leibnitz; aquí el alma toma su carácter de la elevación a que ha llegado en el desarrollo de la conciencia capaz de hacerse cargo del mundo exterior sin dejar de hallarse en unión con el cuerpo y con la totalidad de los objetos externos. Las dificultades con que tropieza el materialismo en la explicación de los fenómenos de percepción y consiguientemente en la comprensión de la verdadera naturaleza del alma, aparecen a simple vista; por eso se hace el vacío en torno del monismo hilístico y los espíritus pensadores de todas las escuelas convergen a la idea espiritualista. 
La concepción espiritualista dualista de la filosofía tradicional, no deja de presentar embarazos de monta al ensayar la explicación de la unión del mundo psíquico con el exterior, aun recurriendo al puente de las especies inteligibles y de las variedades del entendimiento agente y posible: en todo caso hay la distancia no salvada del espíritu, inextenso, intangible, y la materia, grosera, extensa. Con todo no ofrece escuela alguna la orientación de ésta en la solución del problema del conocimiento y consiguiente concepción del alma: contra los radicalismos del idealismo y del materialismo, ineficaces para enlazar el mundo objetivo y el subjetivo, ofrece la explicación tradicional la más racional situación de la realidad del objeto y la actividad del sujeto, en un contacto, íntimo en lo más posible, sin que se confundan monstruosamente. Lo complicado y minucioso en la teoría, no prueba imposibilidad de adaptarla en términos más justos, en terreno algo más despejado por fina observación. Leibnitz quiso resolver el problema sentando que el alma es la mónada dominante entre las infinitas que agrupadas forman el cuerpo, que por el grado supremo de conciencia a que llegó una vez salida por metamorfosis del animal espermático, supo imponer unidad al conjunto de fuerzas subordinadas que se llama cuerpo, unidad en que se reflejó la de la propia alma; saca de su fondo todas las sensaciones, representaciones, voliciones, &c.; conserva su identidad a través de las percepciones insensibles que en grandísimo número bullen en la conciencia y que en su sucesión no interrumpida ligan su estado de conciencia con su anterior; aun separada, se halla ligada a una materia muy sutil y conserva el recuerdo de las sensaciones. 

La monadología de Leibnitz murió con su autor; Wolf no tuvo que dar más que un paso para volver al dualismo espiritualista. Con todo se han profesado ideas monadológicas: Herbart establece que la psicología saca su contenido de las perturbaciones y conservaciones espontáneas mutuas de los seres simples; que el alma es el único ser simple en medio de los seres numerosos que le están subordinados; la representación consiste en la permanencia entre las perturbaciones que el alma sufre de las otras mónadas, y el hecho entero de la conciencia resulta de las relaciones entre las representaciones. Mas la teoría monadologista difícilmente puede conservar su posición en el espiritualismo: con una pequeña evolución, o pasa al espiritualismo monista o al materialismo fisiológico; no poca parte toca a Leibnitz en el desarrollo de ambas tendencias en nuestros tiempos.
El animismo. Asiento del alma. El animismo considera al alma como principio vital; por el hecho de la conexión de los fenómenos psíquicos con la totalidad de los biológicos, confunde su tarea con la del biólogo. Puesto que los fenómenos biológicos se prestan a la investigación preferentemente a los psíquicos puros, se encauzó en la corriente del animismo, la primitiva especulación filosófica. Aristóteles fijó la doctrina: y de sus ideas arranca el animismo de la filosofía medioeval. Ideas más especiales de animismo han sido profesadas por Perrault, y el médico Jorge Stahl atribuye al alma en su más alto grado, la facultad intelectiva, las funciones de la vida vegetativa, con independencia del organismo y de las combinaciones químicas y las fuerzas físicas; también las encontró Taylor (Anfängen der Cultur) aplicadas totalmente al dominio de la creencia de los espíritus (espiritismo). Contiguo a este concepto es el del vitalismo que explica los estados de salud y enfermedad por las funciones biológicas sin tener en cuenta la verdadera materia inorgánica. 
El animismo puede ser lo mismo espiritualista que materialista. Para Aristóteles cada alma natural es la última expresión de un cuerpo «la primera entelequia» y debe mirarse, no como producto del cuerpo, sino formada con la misma materia de que están constituídos los cielos, la conciencia y los cuerpos celestes; de aquí al hombre en conexión directa con la esfera de lo eterno; hállase indeciso en la predicación de la inmortalidad del alma humana, pues dice que nuestra razón es doble, la activa y la pasiva; hace indestructible a la primera, pero que si es capaz de recibir impresiones, parecería que nuestra individualidad viene sujeta a la destrucción. Según los estoicos, en el hombre como en los dioses, el espíritu vital se manifiesta como emanación del alma del mundo, en su más alto grado de pureza e intensidad y el espíritu como emanación [775] de la primitiva substancia, el éter purísimo. 

Como una chispa del fuego celeste animado por el calor vital; el alma es corpórea y es a la vez razón, inteligencia y principio regulador; es para el cuerpo lo que Dios es para el mundo; posee absoluta simplicidad y su ser es la acción, el esfuerzo o tensión; siete distintas corrientes de aire parten del corazón para los órganos, originando otras tantas formas de actividad; la sensación, el juicio y otros fenómenos psíquicos proceden de la unidad del alma. Los escolásticos siguiendo a Aristóteles, distinguen en el alma humana entitativamente una, tres virtudes, la intelectiva, inorgánica; la sensitiva, que ejecuta por los órganos corporales, y la vegetativa, que se deja conocer en las funciones de la nutrición, crecimiento y reproducción; las dos últimas ejercidas en proporción con el estado de disposición de las respectivas partes del cuerpo; la primera necesita para sus acciones perceptivas de las sensaciones que por una virtud del orden intelectivo de la misma alma, el intellectus agens, se depuran de las condiciones materiales, no inteligibles per se, hasta ser convertidas en especies inteligibles adheridas al entendimiento a manera de moldes para las futuras intelecciones, y para las volitivas, la aplicación de la facultad de querer con objeto del bien que el intelecto ofrece a ésta con motivos para atraer o rehusar su abrazo. 

El médico Paracelso y el matemático Cardan, profesaron la idea de que el mundo es una jerarquía de fuerzas divinas, y que basta asimilarse las fuerzas superiores para dirigir las inferiores, mezcla de neoplatonismo y de magia. En tales ideas se inspiró sin duda Leibnitz para concebir su sistema. En la filosofía de la naturaleza de Schelling se descubre un animismo hilozoístico turbio, de poca trascendencia en las corrientes sucesivas. Ideas animistas aisladas se las observa por todas las corrientes de filosofía, en su mayoría provenientes de la concentración de los que se pusieron frente a la manera de concebir mecánicamente los fenómenos de la vida, que se miró por largo tiempo como opuesta a aquella concepción. Con la disputa entre animalculistas y ovulistas acerca de la esencia de los procesos de evolución, el animismo dejó de jugar su papel en fisiología; William Harvey con sus brillantes descubrimientos indujo a fundir las ideas mecanistas acerca de la vida en su vitalismo, resto de animismo sin espíritu. El animismo, imposibilitado de poder ofrecer su campo de acción bien despejado y afirmado por una amplia y exacta serie de experimentos, resiste difícilmente a la crítica en la explicación del principio de los fenómenos psíquico-biológicos, y no presenta solución alguna al problema del conocimiento.
El asiento que al alma se asigna en el cuerpo, es consecuencia del punto de vista general de la naturaleza de aquélla y de la situación adoptada para resolver el problema del conocimiento. El espiritualismo tradicional la fija en todo el cuerpo con adaptación para el ejercicio de sus potencias a determinadas partes del cuerpo. Descartes la sitúa en la glándula pineal; apoyado en la «más fácil comunicación de los espíritus de su cavidad anterior con los de la posterior»; Herbart, al parecer, en la misma glándula, a la cual convergerían hilos nerviosos de todos lados, cuyas excitaciones comunicarían al alma los estados de las restantes partes del cerebro, hipótesis en abierta oposición con los datos de la moderna fisiología. De aquí se ha pasado a afirmar que será móvil en el cerebro, que divaga por toda la extensión de éste para que esté presente en todas sus regiones, lo que equivale a sentar que el alma se hallará en varios puntos a la vez con solución de continuidad, de cuya rareza no se da razón alguna. El milagro de intervención divina primitiva o la armonía preestablecida, se presupone en la expresada teoría, a menos de decir que la intuición del alma se limite a las mónadas del cuerpo. Alberto Magno hizo ya en el siglo XIII una detenida descripción de las facultades mentales que situaba en la cabeza, y Gordon, profesor de medicina (1292), asignaba a los ventrículos laterales la recepción de las impresiones, y al posterior la fantasía (V. Frenología). 
Plutarco dice que para Platón y Demócrito el alma racional reside en toda la cabeza; para Estratón, debajo de las cejas; para Erasistrato, en la membrana cerebral que llama epicranida: para Herófilo, en el fondo del cerebro; para Parménides, en todo el pecho; para Epicuro y los estoicos, en todo el corazón, o en el espíritu del corazón; para Diógenes, en la concavidad arterial del corazón, para Empédocles, en la substancia de la sangre; para Pitágoras, la parte vital del alma está cerca del corazón, y la razón y la mente cerca de la cabeza. Entre los modernos, Van Helmont emplaza el alma en el píloro; Lancisio y De la Peyronie, en el cuerpo calloso; Lotze, en el puente de Varolio: Malpighi y Willis tuvieron la corteza cerebral como elemento dinámico.
El alma en la llamada filosofía novísima. Bradley, representante el más genuino de la actual escuela inglesa, de tendencia espiritualista, acogido a un atomismo psicológico con miras a una constitución de vida universal orgánica, dice que la conciencia no es una pura colección de elementos, pues sería imposible comprender cómo tomar conciencia de sí misma, sino que influido de la filosofía alemana, quiere la subordinación de aquellos elementos a la unidad; alma y cuerpo son dos formas de existencia y es imposible formar idea de cómo se comunican mutuamente. En la filosofía francesa, el alma es en aspecto del todo-realidad en el espinozismo semihegeliano de Vacherot y en el espinozismo positivísta-empirista de Taine, un hálito en el espiritualismo absoluto de Ravaisson, un centro de expansión, de fecundidad y de generosidad social en el determinismo vital-sociológico de Guyau; la encarnación de un sentimiento más o menos sordo de bienestar o de malestar envolviendo un discernimiento rudimentario y determinativo de una preferencia instintiva en el psicólogo experimentalista Ribot, que reduce el elemento mental a un epifenómeno (fenómeno de aumento) y lo fundamental de la vida psíquica a una tendencia, entendiendo por tal un conjunto de movimientos; Fouillée hace objeto de la psicología a la voluntad; los fenómenos psicológicos son simple manifestación de un impulso, de una apetición, acompañados en todo caso de placer, cuando son favorecidos, y de dolor cuando embarazados; fenómenos psicológicos y fisiológicos son sólo dos rasgos de la realidad total; todo pensamiento y toda idea señala una dirección más o menos consciente de nuestra vida, que es esfuerzo o percepción sensible. Fouillée es representante el más fiel del voluntarismo, que quiere el obrar de la voluntad sin paréntesis en todo el curso de la vida psíquica, voluntad siempre libre, pero no condenada, como había pensado equivocadamente Maine de Biran, a un esfuerzo para luego entregarse en brazos de una vida divina que hiciese las veces [776] del esfuerzo impotente, sino obligada a emplear el esfuerzo sólo en el período de la vida en que fuera preciso vencer los obstáculos de fuera, y luego sujeta a vencer los del interior en el deseo de progreso inacabable, cuya realización se opera sin emplear el esfuerzo o tensión.
 Lo que caracteriza aún especialmente a este autor en esta materia, es la teoría de las ideas-fuerzas: la idea de libertad puede despertar un esfuerzo y hacer desprender una fuerza, seamos libres o no: tal es la idea-fuerza,resultado del ideal determinándose a la realización aun antes de toda idea consciente; nuestro yo, en sentir de Fouillée, siente todo el impulso de la voluntad que respira en toda la naturaleza. Renouvier, discontinuista, concibe la conciencia como relación entre mi yo sujeto y mi yo objeto; ve en el querer el fundamento de la casualidad en nuestra conciencia. Boutroux arregla las leyes del dominio psicológico por la costumbre, que acaba por establecer un mecanismo en las operaciones psíquicas. 
Wundt, el más ilustre filósofo del experimentalismo, tiene el concepto de alma como el de un postulado, como el del sujeto del que hay que suscribir el contenido de la experiencia interna; pero un sujeto lógico, determinado por los predicados de los hechos de experiencia interna. 
La verdadera alma la establece en la actividad (Thätigkeit), no en una cosa-sustancia; el concepto actual de alma lo afirmó ya Fichte y antes lo inició Kant al considerar la conciencia como síntesis; Sibborn y Höffding lo han adoptado. Una síntesis continua de todos los hechos psíquicos, revelada en todos los procesos de experiencia interna y que tenemos derecho prolongar y concluir más allá de lo que permite la observación, descubre para Wundt la esencia del alma. 

Es voluntarista, no en sentido de que la voluntad absorba todas las formas de la conciencia, a la manera de Fouillée, Jodl y Stout, sino como el tipo y concepto central, y por analogía a éste hay que pensar el resto de la vida psíquica. Ardigó, positivista original italiano, concibe el alma como la característica común de todos los estados internos; fenómenos psíquicos y fenómenos fisiológicos son manifestaciones de una sola substancia, el Indistinto, producto de la abstracción, al que llama realidad psicofísica; mejor que preguntar cómo la materia puede convertirse en alma, es preguntar cómo nuestras representaciones más indistintas en su origen, llegan poco a poco a diferenciarse de tal modo que unas aparecen como manifestaciones del yo y otras del no yo.

2. Facultades del alma.

 Hasta la evolución de la psicología en nuestros días, facultad significaba una entidad permanente agregada al alma con destino a desarrollar una especial forma de actividad. En la psicología experimental esta voz no tiene cabida, y lo que con ella se señalaba son dominios de actividad de extensión y relaciones diferentes de la antigua concepción. Platón, partiendo de una base ética, hace el en Timeo una triple división de las facultades: facultades del conocimiento, del sentimiento y del deseo; el sentimiento y el deseo propios del alma superior y el conocimiento del alma inferior; el sentimiento es intermedio del conocimiento y del deseo; la sensación y el deseo pertenecen a la misma parte del alma, en tanto que el pensamiento (diánoia) y el sentimiento dicen cual respecto a la razón. En toda esta enumeración no logró Platón la unidad. Aristóteles (De anima, 1. III), atendiendo a una base biológica, a un concepto del alma como principio de vida, dividió las facultades en nutrición, sensación y facultad de pensar, entre las que intercala otras menos principales; subordina el deseo a la sensación. Descontada la nutrición, coincide con su maestro en la división, en sensibilidad y razón. 

Los escolásticos adoptaron la división aristotélica. Wolf, apoyado en la distinción que Leibnitz había hecho en representación y tendencia, dos formas fundamentales de las mónadas, aprovecha la división platoniana subordinando el sentimiento al deseo, conocimiento y deseo y subdivisión de ambos en parte superior y parte inferior. 
Los escolásticos atribuyeron el concepto, el juicio y el raciocinio al entendimiento; lo que hizo suyo Wolf`, que explicó como disposiciones del entendimiento, la razón, el ingenio, el arte de descubrir, de observar, &c., y daban a las facultades del sentimiento y del deseo la misma extensión que al conocimiento; éste presentó una mejor sistematizada división de las facultades. Tampoco en esta división aparece unidad, a pesar de haber intentado Wolf derivar las facultades de una fuerza fundamental única, de la fuerza de representárnoslas. Kant, al contrario de los wolfianos, admitía que el conocimiento, el deseo y el sentimiento tienen cada uno su origen; para él el conocimiento se halla por encima de las tres facultades a las que dicta leyes, y es la norma de la vida moral y la luz en las investigaciones científicas; así el entendimiento en su más estricta acepción es el legislador de la facultad del conocimiento, la razón rige la facultad del deseo y el juicio dirige al sentimiento: entendimiento, juicio y razón son tres variedades del entendimiento.
 Otra división establece del conocimiento en facultad superior, que abraza el entendimiento, su lado activo, e inferior que es la sensibilidad, lado receptivo del conocimiento. El entendimiento engendra los conceptos puros, y auxiliado de la sensibilidad los conceptos empíricos. Herbart da a las facultades el valor de solas posibilidades que nada añaden al contenido de la experiencia interna.

3. Origen del alma.

 Tres teorías han sido profesadas para dar razón de la procedencia de las almas individuales: 
1ª el preexistencialismo, profesado por Pitágoras y Platón y adoptado por los esenios, Filón, y Orígenes, con el fin de explicar el pecado original, por el filósofo Nemesio y por el poeta Prudencio, que dicen que las almas existen todas antes de ser infundidas en el cuerpo que cada una debe informar; 
2ª el traducianismo o generacianismo, o afirmación de que el alma es engendrada por el padre al mismo tiempo que el cuerpo; de los traducianistas, algunos creen que el alma fue producida por una generación material, y otros que su Progenitor es el alma del padre; fue profesada esta teoría por los apolinaristas, y en cierto sentido por san Agustín, y recientemente por Frohsehammer; Rosmini enseñó que las almas, en cuanto sensitivas, proceden de los padres por generación y que luego se vuelven intelectivas al aparecer la conciencia; 
3ª el creacionisino, por el que se afirma que el alma de cada hombre es creada por Dios e infundida en el cuerpo, sea en el momento de la concepción, sea en el estado embrionario del cuerpo: es tesis de la doctrina católica.

4. Relación recíproca del alma y el cuerpo. 

Platón, partiendo de su afirmación de que el alma está unida con el cuerpo a la manera del marinero con la nave y que se sirve de él como el músico se sirve de [777] la lira, no admitía otro contacto más que el virtual. Descartes, con limitación del asiento del alma en la glándula pineal, dejó la cuestión de la correlación del alma y el cuerpo expuesta a ser tratada de diferentes maneras, otras de la información substancial aristotélica. De allí nacieron tres teorías: la del ocasionalismo o de la asistencia, seguida por Mallebranche: establece que, con ocasión de algunas percepciones o voliciones que Dios produce en el alma, son excitados por el mismo Dios correspondientes movimientos en el cuerpo y viceversa; en cada caso se requiere la intervención de la asistencia divina por un milagro; la teoría no plugo a Leibnitz, a quien siguió Wolf, y concediendo, contra Descartes, actividad a la mónada alma y la suma de las del cuerpo, se hallan en tal disposición ordenados alma y cuerpo que, sin ligadura intrínseca, los movimientos de uno y otra están en paralela armonía (armonía preestablecida) desde que Dios arregló desde un principio estas series de paralelismos de seres y actividades: una sola vez admite el milagro de la intervención (en el principio) en vez de la continuada de Descartes.
 La tercera teoría derivada de Descartes fue la del influjo físicoempleado por Locke; a cada impresión de los órganos corporales responde el alma como un cuerpo herido, que, a su vez, reacciona contra ellas por movimientos centrífugos. Cudworth discurrió una substancia muy sutil intermediaria de alma y cuerpo, de naturaleza tal que sirva de puente entre ambos: la llamó mediador plástico. La cuestión de la correlación es resuelta en cada sistema en armonía con la explicación que acerca de la naturaleza del alma se adopte. Las expresadas teorías no han dejado rastro, si se exceptúa la del influjo físico, modificada en sentido materialista. 

La del ocasionalismo destruye evidentemente la actividad manifiesta de los seres haciendo intervenir a Dios en acciones que la constitución del ser creado reclama por suyas. A la aparatosa frase de Leibnitz «las mónadas no tienen ventanas», oponen todos los sistemas, aun los modernos, «los seres tienen ventanas», que permiten el acceso al influjo de los demás seres.



Divisiones de las facultades del alma

PlatónConocimientoAlma superior
SentimientoAlma inferior
Deseo
Aristóteles y los escolásticosNutriciónPotencia generativaNutrición
Alimento
Reproducción
Potencia locomotiva
SensibilidadPotencia intelectivaRazónHabito discursivo
Habito de los primeros principios
Entendimiento (hábito intelectivo intuitivo)
Potencia sensitivaSentidos externos... 5
Sentidos internos... 4
RazónPotencia apetitivaSuperior (voluntad)
Inferior (apetito sensitivo)Concupiscencia
Irascibilidad
WolfConocimientoFacultad superiorAtención
Reflexión
Entendimiento
Facultad inferiorSentido
Imaginación
Facultad de la poesía
Memoria
DeseoFacultad superiorQuerer y no querer
Voluntad
Facultad inferiorPlacer y disgusto
Deseos de los sentidos y aversión sensible
Afecciones
Sentimiento
KantConocimientoEntendimiento
Razón
Juicio
Facultad superior: entendimiento (activo). Conceptos puros.
Facultad inferior: sensibilidad (receptiva). Conceptos empíricos.
Deseo
Sentimiento


Itsukushima Shrine.


  

FENÓMENO EDITORIAL.

Más allá de grandes autores como Mishima o Murakami, la literatura japonesa experimenta en los últimos tiempos un notable y sostenido crecimiento en castellano, paralelo al interés por otros fenómenos nipones como el manga o el anime


Mauricio Bach
18/11/2023

Hubo un tiempo –no tan remoto como pueda parecer– en que los no muy abundantes libros japoneses que se publicaban por aquí –cuentos zen, haikús o clásicos del siglo XX como Tanizaki y el premio Nobel Kawabata– solían ser traducciones indirectas del inglés o del francés, porque apenas había traductores de la lengua original disponibles. Además, localizar los derechos de obras japonesas podía ser una operación muy compleja porque la comunicación con las editoriales de ese país no era sencilla. Desde hace años las cosas han cambiado y la literatura japonesa nos llega con una razonable fluidez y en traducciones competentes y directas.
Aquí hemos vivido dos fenómenos literarios japoneses particularmente reseñables: el fervor por Mishima de los años ochenta (cuando además Paul Schrader rodó su osado biopic Mishima, una vida en cuatro capítulos) y un par de décadas después la locura Murakami (al que sus compatriotas consideran el más occidentalizado de sus autores y que este año ha recibido el Premio Princesa de Asturias). Además, el entusiasmo por el manga y el anime –con mención especial a Miyazaki y Studio Ghibli–, la creciente llegada de cine japonés (el que mejor conocemos de todos los asiáticos) y hasta la expansión de su gastronomía han ayudado a dar visibilidad a esta cultura en nuestro país.
Japón nos fascina y nos sigue sorprendiendo por su mezcla de tradiciones ancestrales, contemporaneidad casi futurista y singulares ritos sociales. Viajar allí es adentrarse en otro universo, paradójico, desconcertante, inagotable. Podemos hacerlo tomando un avión o leyendo un libro. Por ejemplo, algunas de las novedades que llegan a las librerías estos días. En la actualidad tenemos a nuestra disposición a los clásicos incuestionables del siglo XX como Kawabata, Tanizaki (del que la editorial Satori acaba de publicar una novela policiaca inédita en castellano: Blanco y negro), Mishima (del que Alianza ha lanzado La casa de Kyoko) o el premio Nobel Kenzaburo Oé. También nos fueron llegando Soseki, Inoue, Endo y el inquietante Kobo Abe, mientras que Sajalin ha presentado varios libros de un clásico menos evidente pero muy potente: Osamu Danzai, incluida su obra maestra, Indigno de ser humano.
Podemos encontrar en nuestras librerías incluso los relatos y novelas de lo grotesco de Rampo Edogawa, los policiacos de Seicho Matsumoto (Libros del Asteroide incorpora en noviembre un tercer título a su catálogo: El castillo de arena), al feroz Ryu Murakami y el chifladísimo y pop Yasutaka Tsutsui. Y entre las escritoras más recientes, han triunfado entre nosotros Banana Yoshimoto y Hiromi Kawakami.

⁄ Japón fascina y sorprende por sus tradiciones, modernidad casi futurista y singulares ritos sociales

Entre las novelas que nos llegan este otoño destaca El hijo predilecto, la segunda obra de Yuko Tsushima (Tokio, 1947-2016), que publica Impedimenta después de Territorio de luz. La autora era hija de Osamu Danzai, que se suicidó arrojándose a un río con su amante cuando ella tenía solo un año. Aparecida en 1978, la novela aborda los temas recurrentes en la obra de la escritora: el desafío a las convenciones sociales y la situación de la mujer en la patriarcal sociedad japonesa. En este caso lo hace, con tintes autobiográficos, a través de una madre que se ha visto obligada a criar sola a su hija, de la que con el tiempo se siente cada vez más distanciada.
Las escritoras son mayoría entre las novedades japonesas recientes. Inaba Mayumi (Prefectura de Aichi, 1950) narra en La península de las veinticuatro estaciones la historia de una mujer que deja Tokio para instalarse en un paraje marítimo remoto en el que, en soledad, se redescubre a sí misma y reconecta con la naturaleza. El ciclo de las estaciones se vincula con el viaje hacia la madurez de esta mujer de mediana edad. Una historia de renacimiento rebosante de haikus, bambús, luciérnagas, copos de nieve y espíritu zen…, el personaje es como una versión en femenino y con sensibilidad oriental de Thoreau –se menciona explícitamente al pensador americano–, en busca de la comunión con la naturaleza y el autoconocimiento.

Por su parte, Aki Shimazaki (Gifu, 1954) tiene en la actualidad la nacionalidad canadiense, pero nació en Japón y su escritura y universo son muy japoneses. Su peculiaridad es que escribe en ciclos novelísticos, de los que ya conocíamos las pentalogías El quinteto de Nagasaki y El corazón de Yamato. Ahora es el turno de una nueva pentalogía, La sombra del cardo, de la que de momento han aparecido los dos primeros volúmenes: Azami, el club de Mitsuko y Hozuki, la librería de Mitsuko . Son novelas breves en las que se entrelazan las historias de varios personajes para abordar el mundo de los sentimientos, los conflictos emocionales, los engaños, las mentiras y las segundas oportunidades.

Los conflictos emocionales, pero en este caso centrados en el mundo adolescente y con el bullying como tema central, son la materia con la que trabaja Mieko Kawakami (Prefectura de Osaka, 1976) en Heaven . El narrador es un chaval de catorce años que sufre acoso escolar por su estrabismo y encuentra consuelo y comprensión en una compañera de clase que también es víctima de los abusones del aula. Kawakami, que también es cantante pop, tiene una novela anterior, Pechos y huevos , que la proyectó internacionalmente por su modo de abordar el cuerpo femenino en una sociedad repleta de tabús e ideales prefabricados.


Los ‘Cuadernos japoneses’ de Igort
Apuntes y curiosidades dibujadas.

 

A Igort –nombre con el que firma sus novelas gráficas el italiano Igor Tuveri (Caligari, 1958)–, el editor japonés para el que trabajó en el gigante editorial Kodansha le dijo: “Japón es como un cofre, para descubrir sus tesoros hay que venir aquí y aguzar el oído.” El dibujante ya estaba fascinado por ese país desde la adolescencia, mucho antes de visitarlo. Pudo hacerlo por primera vez en 1991 y desde entonces ha vuelto en multitud de ocasiones y ha pasado largas temporadas, gracias a diversas becas y a un contrato para colaborar con mangakas locales. Fruto de estas estancias son los tres volúmenes de los Cuadernos japoneses (el tercero de los cuales acaba de aparecer) y Kokoro, el sonido oculto de las cosas, todos publicados por Salamandra Graphic.

El primero de los cuadernos empieza como un cómic autobiográfico en el que el autor cuenta sus peripecias cotidianas en una sociedad tan peculiar que parece casi extraterrestre. Hay, por ejemplo, una anécdota muy divertida sobre su primera reunión con el editor, que duró tres horas y media. Igort descubrió a posteriori que, según el protocolo local, es el invitado quien tiene que levantarse para dar por terminada la reunión; su desconocimiento le supuso un generoso aumento de sueldo, porque el editor creía que era eso lo que buscaba y le fue subiendo la oferta. También nos cuenta sus encuentros con figuras como el maestro Miyazaki.

Sin embargo, conforme avanzan los cuadernos, la peripecia personal va quedando en segundo plano y ganan protagonismo los apuntes de variopintos aspectos de la cultura japonesa. Desde figuras históricas como el poeta Basho o el pintor Hokusai, hasta novelistas como Kawabata, Mishima y Tanizaki. También dedica atención a la actriz Setsuko Hara (la musa de Ozu) y a conceptos como el Mono no aware (la expresión de la emoción ante la naturaleza y la vida) o el Wabi-sabi (la celebración de la imperfección y la pátina del tiempo). Nos habla de los grabados del mundo flotante (Ukiyo-e), de los Yokai (extravagantes espíritus maléficos), del Ero-guro nansensu (estética que fusiona lo erótico y lo grotesco), el Pinku eiga (el cine porno) y peculiares prácticas entre lo sexual y lo estético como el Shibari o Kinbaku (que vendría a ser el bondage a la japonesa).

Los cuadernos no tienen la pretensión de ser una enciclopedia, sino una guía personal sobre peculiaridades y curiosidades de la sociedad nipona, en un abanico que va de lo sublime a lo sórdido. M. Bach

También Yukiko Motoya (Ishikawa, 1979) proyecta una mirada crítica sobre la sociedad japonesa, pero en su caso lo hace a través de la sátira. Si en Mi marido es de otra especie manejaba la ironía con toques fantástico para abordar la vida en pareja, ahora regresa con un volumen que reúne dos novelas cortas. En Selección automática, la que le da título, plantea una distopía tecnológica en la que los chips que llevamos en el cuerpo nos organizan la vida cotidiana a base de algoritmos, desde qué comemos a qué hacemos en nuestros ratos de ocio, aunque al final no todo resulta ser tan estupendo y cómodo como puede parecer a primera vista. En la segunda narración del libro, Mis eventos, presenta la estratificación de la sociedad a través de los inquilinos de un edificio que esperan la llegada de un tifón. Una curiosidad: Motoya empezó como actriz poniendo voz a un personaje de anime de la serie basada en el manga Kare Kano.
También usa elementos fantásticos Yoko Ogawa (Okayama, 1962), pero llevándolos al terreno del Ero-guro, es decir de lo grotesco. Logró fama internacional con la emotiva La fórmula preferida del profesor, pero mostró su lado más inquietante y fantasioso con La policía de la memoria. Ahora nos llega Venganza, que reúne once relatos en los que maneja un tono similar. La particularidad de la propuesta es que los cuentos están entrelazados entre sí por sutiles hilos, como personajes o escenarios que reaparecen. Y también por el universo extraño, incluso perturbador, que asoma en ellos.
Hasta aquí las autoras, a las que añadiremos dos escritores que cuentan historias de descubrimientos emocionales a través de los libros y de la comida. El primero es Satoshi Yagisawa (Chiba, 1977), que debuta con Mis días en la librería Morisaki, ambientada en el barrio literario de Tokio, donde abundan editoriales y librerías. La protagonista es Tanako, una mujer en crisis desde que el hombre con el que pretendía casarse le dio plantón. Su tío es el propietario de la pequeña librería Morisaki y le propone que se mude al piso que hay encima de la tienda. Allí, poco a poco, va descubriendo los placeres de la lectura y cómo los libros pueden enseñarnos a vivir.

⁄ Entre las novedades abundan las escritoras, así como relatos centrados en los libros o la comida

En el caso de Los misterios de la taberna Kamogawa de Hisashi Kashiwai (Kioto, 1952) es la comida el elemento redentor. El escenario es una recóndita taberna semiescondida en una zona de callejones. En ella, un padre y una hija ofrecen a sus comensales la posibilidad de recrear guisos que recuerdan haber probado pero cuya receta no conocen o ya no recuerdan. De modo que el sabor de los platos se convierte en un vehículo de memoria, que retrotrae a los comensales al lugar donde los probaron por primera vez, les ayuda a evocar a la persona con la que lo comieron, a rememorar cómo y dónde encontraron los ingredientes… La propuesta recuerda en algunos aspectos a aquella hermosa película de Yohiro Takita titulada El cocinero de los últimos deseos.
Aborda también el tema de la comida y las sensaciones, pero desde el ámbito del ensayo, la japonesa residente en París Ryoko Sekiguchi (Tokio, 1970) en Nagori. La nostalgia por la estación que termina. El sucinto volumen despliega con sutileza la sensibilidad nipona aplicada al tiempo, los paisajes y la comida. Y para concluir, un libro de viajes: Círculos infinitos del holandés Cees Nooteboom (La Haya, 1933), infatigable viajero que nos propone un recorrido repleto de contrastes por Japón. Aparecen en sus páginas desde las metrópolis de aires futuristas como Tokio u Osaka hasta los remansos de paz de los templos y jardines zen, pasando por las antiguas ciudades imperiales de Kioto y Nara. Un buen retrato de este país paradójico, que se mueve entre lo tradicional y ultramoderno.

Satori: pasión por la cultura nipona.

Satori es el término del budismo zen para designar la iluminación, el estado de no-mente, de asunción del presente. Literalmente significa “comprensión” en su nivel más alto, la cima espiritual que supera lo terrenal. Satori es también el nombre de una editorial fundada en Gijón en el 2007 por Alfonso García y Marian Bango, dos entusiastas del universo japonés, al que está dedicada de forma exclusiva. Llevan más de doscientos títulos publicados, algo más de la mitad literarios y el resto ensayos de los más variopintos aspectos de esta cultura, de la historia al anime o las artes marciales. Sacan una veintena de novedades anuales. Sus dos best-sellers: las ediciones definitivas de los clásicos Kokoro de Soseki y Elogio de la sombra de Tanizaki.
Empezaron con ensayos y libros de historia y después ampliaron el campo a lo literario. En narrativa han recuperado clásicos (desde El libro de la almohada del siglo X hasta abundantes títulos de autores como Tanizaki y Akutagawa) y publican también autores contemporáneos. Además, tienen una nutrida colección de poesía dedicada al arte del haiku. Viajan periódicamente a Japón para comprar derechos y todas sus traducciones son directas del japonés. Según el editor Alfonso García “desde los años noventa se fueron normalizando las traducciones directas”. Su objetivo es “seguir buscando obras no publicadas en España, ir cubriendo los huecos que todavía existen.” M.B.

 Libros.


 
Yuko Tsushima
El hijo predilecto
Impedimenta

Inaba Mayumi
La península de las veinticuatro estaciones
Errata Naturae

Aki Shimazaki
Hôzumi, la librería de Mitsuko /
Hôzumi, la llibreria de la Mitsuko
Nórdica

Mieko Kawakami
Heaven
Seix Barral

Yukiko Motoya
Selección automática
Alianza

Yoko Ogawa
Venganza
Tusquets

Hisashi Kashiwai
Los misterios de la taberna Komogawa / 
Els misteris de la cuina dels Komogawa
Salamandra / La Magrana




Yukio Mishima
La casa de Kyoko
Alianza

Junichiro Tanizaki
Blanco y negro

La historia de un ciego
Satori

Ryoko Sekiguchi
Nagori
Periférica

Cees Nooteboom
Círculos infinitos
Siruela

Precursores de Basho
Primavera de dioses
Satori

Igort
Cuadernos japoneses
(tres volúmenes)
Salamandra Graphic

Satoshi Yagisawa
Mis días en la librería Morisaki / 
Els meus dies a la llibreria Morisaki
Plata / Navona

Seicho Matsumoto
El castillo de arena
Libros del Asteroide

POEMAS ZEN CLÁSICOS.

  

Como se trata de materiales clásicos y muy antiguos no siempre se tienen los datos de los autores. Los poemas pertenecen a tres autores: Suzuki, Watts y Deshimaru, los dos primeros son divulgadores a los que, como mucho, se les debe atribuir la traducción de estos poemas, el tercero Deshimaru era un monje dedicado a la difusión del budismo. La primera edición inglesa de Suzuki es de 1949, hace más de cincuenta años.


  

* * *
(Tung-shan. Ensayos Sobre Budismo Zen, del Dr. Suzuki)

Cuidando de buscar la Verdad según los demás,
cada vez se retiraba más de mí …
Ahora ando sólo conmigo mismo,
y no hay otro más que yo;
no obstante, no soy él…
Una vez entendido esto,
estoy con Él cara a cara.

  

* * *
(Tozan, undécimo patriarca Zen (807-869). La Práctica Del Zen, de Taisen Deshimaru)

No busquéis el camino en los otros,
en un lugar lejano;
el camino está bajo nuestros pies.
Ahora viajo solo…
Pero puede encontrarlo en todas partes;
ciertamente, él es ahora yo,
pero ahora yo no soy él.
Así también, cuando encuentro lo que encuentro,
Puedo obtener la verdadera libertad.

  

* * *
(Fu, de T´ai-yüan. Ensayos Sobre Budismo Zen, del Dr. Suzuki).

Recuerdo la época en que no tenía visión (satori),
cada vez que oía la flauta mi corazón se afligía.
Ahora no tengo sueños vanos en mi almohada,
me limito a dejar que el flautista ejecute el son que le plazca.


  

* * *
(Poema haiku japonés. Ensayos Sobre Budismo Zen, del Dr. Suzuki).

¡Oh! ¡Esto es Yoshino!
¿Qué más puedo decir?
¡La montaña ataviada con flores de cerezo!.

  

* * *
(Saigyó, periodo Kamamura (1168-1334). Ensayos Sobre Budismo Zen, del Dr. Suzuki)

¡El aventado humo del monte Fuji
desapareciendo mucho más allá!.
¿Quién conduce el destino
de mi pensamiento, extraviándose con él?.

  

* * *
(Canción tradicional japonesa. Ensayos Sobre Budismo Zen, del Dr. Suzuki)

¿Llegó? ¿Llegó?
Voy a la orilla a encontrarme con él.
Mas en la orilla no hay nada salvo brisa
que canta entre los pinos.

  

* * *
INSCRITO EN LA MENTE CREYENTE (Hsin-hsin-ming). (Sêng-ts´an, tercer patriarca Zen, muerto en 606. Ensayos Sobre Budismo Zen, del Dr. Suzuki)


El Método Perfecto no sabe de dificultades,
excepto que rehusa efectuar preferencias:
sólo cuando se libera de odio y amor
se revela plenamente sin disfraz.
Basta la diferencia de una décima de milímetro
para que el cielo y la tierra queden separados:
si quieres verlo manifiesto,
no asumas pensamiento en su favor ni en su contra.
Alzar lo que gustas contra lo que te disgusta…
Esta es la enfermedad de la mente.
Cuando no se entiende el profundo significado (del Método)
se perturba la paz de la mente y nada se gana.
El Método es perfecto como el vasto espacio,
sin faltarle nada, sin nada superfluo:
en verdad, se debe a efectuar elección
que su talidad se pierda de vista.
No persigas las complicaciones externas,
no mores en el vacío interior.
Cuando la mente reposa serena en la unidad de las cosas,
el dualismo se desvanece de por sí.
Y cuando no se entiende integralmente la unidad
de dos modos se sustenta la pérdida:
la negación de la realidad puede conducir a su negación absoluta,
mientras apoyar el vacío puede resultar en su contradicción.
Verbalismo e intelección…
Cuando más nos acompañamos de ellos, más nos descarriamos;
por tanto, fuera el verbalismo y la intelección
y no habrá lugar al que no puedas pasar libremente.
Cuando retornamos a la raíz, ganamos el significado;
cuando perseguimos los objetos externos, perdemos la razón.
En el momento en que nos iluminamos por dentro,
trascendemos el vacío y el mundo que nos enfrenta.
Las transformaciones que se suceden en un mundo vacío que nos enfrenta,
parecen todas reales debido a la Ignorancia:
procura no buscar lo verdadero,
cesa tan solo de abrigar opiniones.
No te entretengas con el dualismo,
evita cuidadosamente perseguirlo;
tan pronto tengas lo correcto y lo erróneo,
lo que se sigue es confusión, la mente se pierde.
Los dos existen debido al uno,
pero ni siquiera te aferres a este uno;
cuando la mente única no está perturbada,
las diez mil cosas no ofrecen ofensa.
Cuando ellas no ofrecen ofensa, es como si no existieran,
cuando la mente no es perturbada, es como si no hubiese mente.
El sujeto se aquieta cuando el objeto cesa,
el objeto cesa cuando el sujeto se aquieta.
El objeto es un objeto del sujeto,
el sujeto es un sujeto de un objeto:
conoce que la relatividad de los dos
reside únicamente en la unidad del vacío.
En la unidad del vacío los dos son uno,
y cada uno de los dos contiene en sí la totalidad de las diez mil cosas;
cuando no se efectúa discriminación entre esto y aquello,
¿cómo puede surgir un criterio unilateral y prejuicioso?.
El Gran Método es calmo y de espíritu abierto,
nada es fácil, nada es difícil:
los propósitos pequeños son irresolutos,
cuando más se apresuran más se demoran.
El apego jamás se mantiene dentro de los lazos,
es seguro que marche en sentido equivocado:
déjalo ir flojo, que las cosas sean como fueren,
mientras la esencia ni parte ni mora.
Obedece a la naturaleza de las cosas, y estarás en concordia con el Método,
calmo, cómodo y libre de molestia;
mas cuando tus pensamientos están atados, te alejas de la verdad,
se tornan más pesados y torpes, y de ningún modo son sensatos.
Cuando no son sensatos, el alma está turbada,
¿de qué sirve, entonces, ser parcial y unilateral?.
Si quieres recorrer el curso del Único Vehículo
no tengas prejuicios contra los objetos-de-los-seis-sentidos.
Cuando no tienes prejuicios contra los objetos-de-los-seis-sentidos,
a la vez te identificas con la Iluminación.
El sabio es no-activo,
mientras el ignorante se ata;
mientras que en el mismo Dharma, no hay individuación,
ignorantemente se apegan a objetos particulares.
Son sus propias mentes las que crean ilusiones,
¿no es esa la máxima de las contradicciones?.
La Ignorancia engendra el dualismo del reposo y del desasosiego.
Los iluminados carecen de gustos y disgustos.
Todas las formas de dualismo
medran ignorantemente por la mente misma,
son como visiones y flores en el aire:
¿por qué debemos perturbarnos tratando de agarrarlas?.
Ganancia y pérdida, correcto y erróneo…
¡fuera con ellos de una vez por todas!.
Si el ojo nunca se duerme
todos los sueños cesan de por sí:
si la mente retiene su unidad,
las diez mil cosas son de una sola talidad.
Cuando se sondea el hondo misterio de la talidad única,
de repente olvidamos las complicaciones externas:
Cuando se ve a las diez mil cosas en su unidad,
retornamos al origen y seguimos siendo lo que somos.
Olvida el porqué de las cosas,
y alcanzas un estado más allá de la analogía:
el movimiento detenido no es movimiento,
y el reposo puesto en movimiento no es reposo.
Cuando no se obtiene más el dualismo,
ni siquiera la unidad misma sigue siendo como tal.
El fin último de las cosas, donde no pueden ir más allá,
no está sujeto a reglas ni medidas:
la mente en armonía con el Método es el principio de la identidad,
en el que hallamos todas las acciones en un estado de quietud;
las irresoluciones son descartadas por completo,
y la fe recta es restablecida en su rectitud genuina.
Así nada es retenido,
nada es memorizado,
todos es vacío, lúcido, auto-iluminativo.
No hay mancha, ni ejercicio, ni derroche de energía:
he aquí donde jamás alcanza el pensamiento,
he aquí donde la imaginación fracasa en sus mediciones.
En el reino superior de la Talidad Verdadera
no hay «otro» ni «yo».
Cuando se pide una identificación directa
sólo podemos decir: «No dos».
Al no ser dos todo es lo mismo,
todo lo que es, está comprendido en ello:
los sabios de los diez sectores,
todos entran en esta fe absoluta.
Esta fe absoluta está más allá de la prisa (tiempo) y de la extensión (espacio).
Un instante es diez mil años.
No interesa cómo están condicionadas las cosas, ya sea con «ser» o «no ser»,
eso se manifiesta por doquier ante ti.
Lo infinitamente pequeño es tan grande como grande puede ser,
cuando se olvidan las condiciones externas;
lo infinitamente grande es tan pequeño como pequeño puede ser,
cuando se ponen fuera de la vista límites objetivos.
Lo que es lo mismo con lo que no lo es,
lo que no es lo mismo con lo que es:
donde no pueda obtenerse este estado de cosas,
asegúrate de no entretenerte.
Uno en todos,
todos en uno…
Si sólo se comprende esto,
¡No te preocupes más por no ser perfecto!.
La mente creyente no está dividida,
e indivisa es la mente creyente…
He aquí donde fallan las palabras,
pues esto no pertenece al pasado, al futuro ni al presente.

  

* * *
(Lao-tzu, El Tao. El Camino Del Zen, de Alan W. Watts)

¡Suprimid el talento y acabaréis con las ansiedades…!
La gente, en general, es tan feliz como si estuviera de fiesta,
o como si subiera a una torre en primavera.
Yo solo estoy tranquilo, y no he hecho signos,
como un niño que aún no sabe sonreír;
desamparado como si no tuviera casa adonde ir.
Todos los otros tienen más que suficiente,
y solo yo parezco estar necesitado.
Posiblemente mi mente sea la de un tonto
¡que es tan ignorante…!.
Los vulgares son brillantes,
y solo yo parezco ser torpe.
El vulgo discrimina,
y solo yo parezco más que suficiente.
Soy negligente como si fuera oscuro;
a la deriva, como si no me apegase a nada.
La gente, en general, todos tienen algo que hacer,
y solo yo parezco carecer de habilidad y práctica.
Yo solo soy diferente de los otros,
pero valoro la búsqueda del sustento que viene de la Madre.
* * *
(Han-shan. Ensayos Sobre Budismo Zen, del Dr. Suzuki)
Pienso en los veinte años que pasaron,
cuando acostumbraba volver a casa tranquilamente desde el monasterio;
toda la gente que vivía en el monasterio decía:
«Han-Shan es un idiota».
Reflexiono: ¿soy realmente un idiota?.
Pero mis reflexiones no logran resolver la cuestión,
pues ni yo mismo sé quién es el yo.
Me limito a bajar la cabeza; no son necesarias más preguntas,
porque ¿de qué puede servir el preguntar?.
Que vengan y de mí se burlen todo cuanto gusten,
yo sé muy claramente qué quieren decir,
más no he de responder a sus befas,
pues eso se adapta admirablemente a mi vida.

  

* * *
HOKYO ZAN MAI (Samadhi del Espejo del Tesoro). (Maestro Tozan, 807 – 869. La Práctica Del Zen, de Taisen Deshimaru).

Sin error, sin duda, así es el Dharma.
Buda y los maestros de la transmisión no hablaron de él.
Ahora podéis obtenerlo.
Por eso, os lo ruego, conservadlo intacto.
La nieve blanca
se amontona en la bandeja de plata.
La luz de la luna envuelve a la garza blanca.
Son parecidas,
pero no idénticas.
Se funden íntimamente,
pero cada una comprende su estado.
La conciencia no es lenguaje.
Si se presenta la ocasión
también hay que pasar por esto.
Turbado por las palabras,
te precipitas en el abismo.
En desacuerdo con las palabras,
topas con el límite de la duda.
Salir al encuentro,
tocar.
Ni una ni otra cosa valen,
es como una bola de fuego.
Expresarse
con lenguaje adornado
es desvirtuar.
La medianoche
es luz verdadera,
el alba
no es claro
Aun cuando no sea sin conciencia,
no es sin lenguaje.
Pero si es inconsciente,
se hace lenguaje.
Es como mirarte en un espejo:
la forma y el reflejo cara a cara.
Tú no eres el reflejo,
pero el reflejo es tú.
El bebé está en el mundo
bajo cinco condiciones:
no va ni viene,
no llega de pronto…
no es amo de quedarse….
no habla….baba wawa…
Por último, no puede obtener
el objeto deseado,
pues su lenguaje no es justo.
Las seis líneas del hexagrama del shuri
deciden el juego mutuo.
Sin embargo, la causa de se establezca
el tres resulta ser el cinco.
Como los cinco sabores de la planta chisso
Es igual que un cetro de diamante
Cuando lo derecho y lo oblicuo
se hallan y pellizcan
(como las piernas en loto),
danse maravillosamente
pregunta y respuesta confundidas.
Intimo con el origen
familiar con la Vía.
Si hay mezcla,
hay felicidad.
Pero no debemos cometer
error alguno.
Es inocente y misterioso,
no pertenece a la ilusión
ni al satori.
La ley de la interdependencia y la ocasión
pueden realizarse en la claridad
y el silencio del corazón.
El microcosmos penetra en el infinito.
El límite del macrocosmos
es el propio límite del cosmos.
La creación de una diferencia,
incluso ínfima,
no puede armonizarse
con el ritmo de la música.
Tenemos ahora lo súbito y lo gradual,
el Zen se hace sección,
una medida para las comparaciones.
A pesar de la comprensión a través de las sectas
y de la realización de la idea, hay una
mancha en el verdadero satori.
En el exterior, la calma.
En el interior, el movimiento.
Como el caballo trabado
y el ratón escondido.
Todos los maestros de la transmisión
se han afligido en lo tocante a este punto,
por eso sienten la necesidad de brindar el dharma.
Todos van tras ilusiones erróneas,
por eso se confunde el blanco con el negro.
Cuando la ilusión se desvanece, en el mismo
instante cada uno puede comprenderse a sí mismo.
Si deseáis adaptaros, pisad
las viejas huellas transmitidas.
Os lo ruego, estudiad con atención
el ejemplo de los ancianos precedentes.
El árbol ha sido observado durante diez millones de años
para alcanzar la vía de Buda.
Como la debilidad del tigre,
como los ojos nocturnos del caballo.
Por su complejo de inferioridad,
que les hace ver los objetos
como si fueran un raro tesoro,
y puesto que los hombres tienen el horror en su espíritu,
el maestro ha de convertirse en gato
o en buey blanco.
El maestro de tiro con arco,
gracias a su elevada y justa técnica
puede dar en el blanco
incluso a la mayor de las distancias.
Pero si flecha y lanza chocan en pleno vuelo,
la más elevada técnica pierde toda su eficacia.
Canta el hombre de madera,
la mujer de piedra se levanta y baila.
Los súbditos deben obedecer al rey,
el hijo ha de seguir al padre.
No seguir no es el deber filial del hijo,
no obedecer no es ser un verdadero seguidor.
La acción oculta, secreta,
íntimamente utilizada,
parecerá limitada y estúpida.
Su nombre es la causa de la causa,
y es lo único que triunfa.

  

* * *
(Suttanipáta, vers. 949 y 1099. Ensayos Sobre Budismo Zen, del Dr. Suzuki)
Lo que está ante ti, descártalo;
que nada quede detrás de ti.
Si luego no captas qué hay en medio,
en nada vagarás.

  * * *

(Budismo tibetano, tradición del Sendero Breve. El Camino Del Zen, de Alan W. Watts)

Nada de pensamiento, nada de reflexión, nada de análisis,
nada de cultivarse, nada de intención:
deja que se resuelva solo.

  

* * *
(Ikkyu, poema doka. El Camino Del Zen, de Alan W. Watts)

Comemos, evacuamos, nos acostamos y nos levantamos;
este es nuestro mundo.
Todo lo que tenemos que hacer después es morir.

  

* * *
(Zenrin Kushu. El Camino Del Zen, de Alan W. Watts)

Los gansos salvajes no se proponen reflejarse en el agua,
el agua no piensa recibir su imagen.

  * * *

(Zenrin Kushu. El Camino Del Zen, de Alan W. Watts)

Una palabra establece el cielo y la tierra,
una espada nivela el mundo entero.

  

* * *
(Hsüeh-tou, compilador del Pi-yen-chi. Ensayos Sobre Budismo Zen, del Dr. Suzuki)

La brisa primaveral se eleva suavemente sobre el distrito de Chang.
La perdiz canta tiernamente entre los arbustos cargados de flores.
La carpa que salta la turbulenta catarata que se parte en tres se convierte en dragón…
Y ¡qué necio es quien aun de noche la busca en la alberca!.

  

* * *
(Bashó, poeta haiku. Ensayos Sobre Budismo Zen, del Dr. Suzuki)

Una rama despojada de hojas,
un cuervo posado en ella…
Este atardecer de otoño.

  

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(Dogen. El Camino Del Zen, de Alan W. Watts).

Las flores se van cuando nos apena perderlas,
los yuyos llegan mientras nos apena verlos crecer.

  

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(Cheng-tao Ke. El Camino Del Zen, de Alan W. Watts)

Como el cielo vacío, carece de límites,
pero está en su lugar, siempre profundo y claro.
Cuando tratas de conocerlo, no puedes verlo.
No puedes agarrarlo,
pero no puedes perderlo.
Al no poderlo tomar, lo tomas.
Cuando callas, habla;
cuando hablas, calla.
El gran portón esta abierto de par en par para dar limosnas,
y ninguna multitud bloquea el camino.


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(Gochiku, poema haiku. El Camino Del Zen, de Alan W. Watts)

La larga noche;
el sonido del agua
dice lo que pienso.


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(Hoyen (Fa-yen) de Gosozan (Wu-tso-shan) muerto en 1104. Ensayos Sobre Budismo Zen, del Dr. Suzuki)

Un lote de tierra labrantía yace en silencio, junto a la colina.
Cruzando mis manos sobre el pecho, pregunto gentilmente al viejo labriego:
«¿Con cuánta asiduidad lo vendiste y lo volviste a comprar?».
Me placen los pinos y bambúes que convidan con refrescante brisa.


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(Poema popular japonés. El Camino Del Zen, de Alan W. Watts)

Así es la vida:
siete veces abajo,
¡ocho veces arriba!.



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(Goso Hóyen. Ensayos Sobre Budismo Zen, del Dr. Suzuki)
Cien años: treinta y seis mil mañanas.
¡Esto mismo, viejo amigo, sigue adelante por siempre!.
* * *
(Chuang-tzu. El Camino Del Zen, de Alan W. Watts)

El cuerpo como hueso seco,
la mente como cenizas muertas;
eso es verdadero conocimiento:
no esforzarse en saber el porqué.
En la niebla, en la oscuridad,
el sin mente no puede planear.

¿Qué clase de hombre es ese?.


* * *
(Chih-jôu discípulo de Yüan-t´ung. Hsü-chuan. (Transmisión de la lámpara), XX. Ensayos Sobre Budismo Zen, del Dr. Suzuki)

Durante veinte años peregriné
todo el camino de Este a Oeste;
y ahora, al encontrarme en Ch´i-hsien,
veo que jamás di ni un paso adelante.

* * *
(Mumon (Wu-mên). Ensayos Sobre Budismo Zen, del Dr. Suzuki)

Cientos de flores primaverales; la luna otoñal.
Una refrescante brisa estival; la nieve invernal.
Libra tu mente de todo vano pensamiento

¡Y cuán agradable es para ti toda estación!


* * *
(Nansen (Nanch´üan). Ensayos Sobre Budismo Zen, del Dr. Suzuki)
Bebiendo té, comiendo arroz,
paso mi tiempo tal como viene.
Observando el río, contemplando las montañas…
¡Cuán sereno y descansado verdaderamente me siento!.


* * *
(Hui-yüan. De Hsü-chuan (Transmisión de la lámpara). Ensayos Sobre Budismo Zen, del Dr. Suzuki)

¡Oh, este raro suceso…!
¿Cómo no me alegraría dar por él diez mil piezas de oro?
Tengo un sombrero sobre mi cabeza, y un atado alrededor de mis ijares.
¡Y en mi cayado llevo la brisa refrescante y la luna llena!.


* * *
(Ensayos Sobre Budismo Zen, del Dr. Suzuki)
Las sombras del bambú están barriendo las escaleras,
pero no se agita el polvo.
La luz de la luna penetra hondamente en el fondo del estanque,
pero en el agua no quedan rastros.


* * *
(Poema del Zenrin Kushu. El Camino Del Zen, de Alan W. Watts)

Los árboles muestran la forma corporal del viento;

las olas dan energía vital a la luna.

  

* * *
(Zenrin Kushu. El Camino Del Zen, de Alan W. Watts).

No puedes conseguirlo poniéndote a pensar;
no puedes buscarlo sin ponerte a pensar.


* * *
(El Camino Del Zen, de Alan W. Watts)

El monte Lu en lluvia y niebla; el río Che muy crecido.
¡Antes de que fuera allí, no cesaba el dolor del deseo!
Fui allí y retorné… No fue nada en especial:

el monte Lu en lluvia y niebla; el río Che muy crecido.



* * *
(El Camino Del Zen, de Alan W. Watts)

La gloria matutina que florece una hora
no difiere en esencia del pino gigante

que vive un milenio.


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(Poema del Zenrin Kushu. El Camino Del Zen, de Alan W. Watts)

Quietamente sentado, sin hacer nada,
llega la primavera y crece sola la hierba.
* * *
(Manura, vigésimosegundo patriarca Zen. Ensayos Sobre Budismo Zen, del Dr. Suzuki)

La mente se desplaza con las diez mil cosas;
hasta cuando se mueve está serena.
Percibe su esencia a medida que se mueve,

Y no hay júbilo ni aficción.


* * *
(Fa-yen de Wu-tsu Shan. Ensayos Sobre Budismo Zen, del Dr. Suzuki)

La hoja de la espada de Chao-chou está fuera de su vaina.
¡Cuán fría como escarcha, cuán flamígera como llama!.
Si uno intenta preguntar: «¿Cómo es eso así?»,
de inmediato aparece una división: esto y aquello.


* * *
(Kena-Upanishad. Ensayos Sobre Budismo Zen, del Dr. Suzuki)

Lo concibe quien no lo concibe;
quien lo concibe, no lo conoce.
No lo entienden quienes lo entienden;
lo entienden quienes no lo entienden.
* * *
(Dhritaka, sexto patriarca Zen. Ensayos Sobre Budismo Zen, del Dr. Suzuki)

Penetra en la verdad última de la mente,
y no tendrás cosas y no-cosas.
Iluminados y no-iluminados… son lo mismo.
No hay mente ni cosa.


* * *
(Hokoji, discípulo de Baso (Ma-tsu). Ensayos Sobre Budismo Zen, del Dr. Suzuki)

¡Cuán maravillosamente sobrenatural
y cuán milagroso es esto!
¡Sacar agua y llevar leña!.


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(Shuan (Shou-an). Ensayos Sobre Budismo Zen, del Dr. Suzuki)

En Nantai me siento en silencio con incienso encendido.
En un día de arrobamiento, todas las cosas se olvidan.
No es que la mente se detenga y los pensamientos se aparten,
sino que en realidad nada hay que mi serenidad perturbe.


* * *
(Visuddhimagga, resumen de la doctrina budista. El Camino Del Zen, de Alan W. Watts)

El sufrimiento existe solo, ninguno que sufra;
el hecho existe, pero no quien lo haga;
Nirvana existe, pero nadie que lo busque;
el Sendero existe, pero nadie que lo recorra.
Sólo la miseria existe; no hay mísero,
ni hacedor; no se encuentra nada, salvo el acto.
El Nirvana existe, pero no el hombre que lo busca.
El Sendero existe, pero no el que viaje en él.


* * *
(Hui-k´ai (1183-1260). El Paso Fronterizo Sin Puerta (Wu-mên-kuan).
Ensayos Sobre Budismo Zen, del Dr. Suzuki)
¿La naturaleza búdica en el perro? (“¡Wu!”)
La elevación es completa, el mandato inequívoco;
tan pronto vaciles entre ser y no-ser
ya eres cadáver inerte.


* * *
(Hui-k´ai (1183-1260). El Paso Fronterizo Sin Puerta (Wu-mên-kuan).

Ensayos Sobre Budismo Zen, del Dr. Suzuki)
El gran camino no tiene puertas,
(pero) ¡cuán entrecruzados son los pasajes!.
Una vez traspuesto este paso fronterizo,
recorres en real soledad el universo.
* * *
(Fudaishi (Fu-ta-shih). Ensayos Sobre Budismo Zen, del Dr. Suzuki)

Ando con las manos vacías y con todo la espada está en mis manos;
marcho a pie, y con todo a grupas de un buey voy cabalgando:
cuando transpongo el puente,
he aquí que el agua no fluye, pero el puente sí.

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