Luis Alberto Bustamante Robin; Jose Guillermo Gonzalez Cornejo; Jennifer Angelica Ponce Ponce; Francia Carolina Vera Valdes; Carolina Ivonne Reyes Candia; Mario Alberto Correa Manríquez; Enrique Alejandro Valenzuela Erazo; Gardo Francisco Valencia Avaria; Alvaro Gonzalo Andaur Medina; Carla Veronica Barrientos Melendez; Luis Alberto Cortes Aguilera; Ricardo Adolfo Price Toro; Julio César Gil Saladrina; Ivette Renee Mourguet Besoain; Marcelo Andres Oyarse Reyes; Franco Gonzalez Fortunatti; Patricio Ernesto Hernández Jara; Demetrio Protopsaltis Palma; Katherine Alejandra Del Carmen Lafoy Guzmán;
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El ex libris, acta de propiedad y vínculo.
El exlibris, escrito todo junto por el hecho de ser sustantivo compuesto con sentido individual -como defendió el célebre y versátil Mariano Pardo de Figueroa, alias doctor Thebussem, y comparten tratadistas como Rojas o Albert-, en escritura separada (ex libris) -como ampara la Real Academia de la Lengua- o trabado mediante guión (ex-libris) -para asegurar su sentido unitario- es, según el diccionario de la RAE:
«Etiqueta o sello grabado que se estampa en el reverso de la tapa de los libros, en la cual consta el nombre del dueño o el de la biblioteca a que pertenece el libro».
Otros autores mantienen otras definiciones, así el marqués de San Juan de Piedras Albas precisó que ex libris es:
«Marca que equivale a un título legítimo de propiedad sobre uno de sus libros hecha por el dueño de una biblioteca».
Artículos de prensa sobre ex libris
El ex libris, acta de propiedad y vínculo
FEDERICO MARTINÓN SÁNCHEZ
09·06·13
Al margen de cómo se escriba ex libris, siempre tiene el mismo significado: «de (entre) los libros», o de modo más literal: «de entre los libros de». La locución latina con nombre en genitivo, se expresa en plural, pues hace referencia a que el libro no está solo, forma parte de una colección, es uno de los libros del propietario de una biblioteca. Es posible que alguien en los principios de la imprenta anotase de su mano una declaración de pertenencia, por ejemplo, sobre un ejemplar del Misal Auriense, el año 1494, escribiese su dueño:
«De los libros de Juan Deza, arcediano de Bubal».
En las primeras formas de escritura (cuneiforme mesopotámica, egipcia, del Indo, china, precolombina, semítica y otras), sobre diferentes materiales (tablillas de barro, papiros, rollos?) el equivalente del ex libris era una simple nota o inscripción grabada con predominio o uso exclusivo de palabras. Con posterioridad, desde el siglo XII, la inscripción de propiedad se hacía a mano, como las miniaturas de los pergaminos.
No obstante, es cuando se incorpora la imagen a la marca y se establece la dualidad palabra-imagen, el momento en que se configura el ex libris propiamente dicho, que alcanzará su importancia y difusión a partir de 1450 con la invención de la imprenta de tipos móviles por el orfebre alemán Johannes Gutemberg, que facilitó no sólo la propagación de grandes tiradas de libros, sino también de ex libris, que al principio se confeccionaron por el procedimiento tipográfico (fundido en plomo) y el xilográfico (grabado en madera). Fue por lo tanto Alemania la cuna del ex libris, donde artistas como Durero, Cranach, Holbein el Viejo y otros hicieron de esta marca de propiedad autenticas obras maestras en miniatura. Después iría apareciendo ex libris en toda Europa, incluida Galicia, algunos de sumo interés, la exlibrística y su coleccionismo, a cuyo análisis, junto con otros datos, he de referirme en otra ocasión
Son varios los que dejan su marca en el libro: el editor que lo hace en la portada y cubierta, el impresor en el colofón en la última página -si bien en el libro antiguo portada y colofón pueden ir en la misma página-, el librero que puede fijarle una etiqueta o sello y el encuadernador, cuya marca suele dejarla en la parte interna de la cubierta o en un contracanto. A todas ellas pueden añadirse: la filigrana o marca de agua del papel, el anagrama del molino papelero, la marca o sello de la biblioteca y la marca del autor, como simple firma o con dedicatoria y/o pictograma. Finalmente cuando el libro llega al propietario, este le colocará su propio ex libris.
El ex libris del dueño puede ser una simple anotación manuscrita, un sello de caucho, un grabado en relieve con troquel o una cédula, hojita o tira de papel, siempre y cuando cualquiera de los ellos contenga los elementos le son propios y lo componen. El ex libris «típico» es esta hojita de papel que se pega en la cara interna de guarda fija de la tapa delantera o de la hoja en blanco de respeto o cortesía. En dicha cédula debe figurar la fórmula ex libris, el nombre latinizado o en lengua usual del propietario y las armas, una figura alegórica o simbólica relacionada o no con el bibliófilo, un anagrama o la reproducción de un cuadro o grabado. Sus medidas deben ser intermedias para que sirva para libros de diferentes tamaños (de 5 a 6 cm x 10 a 12 cm).
Es preferible que sean engomadas o autoadhesivas para evitar huellas de rebaba de la cola. El material con que se confeccionan suele ser papel opaco de no mucho cuerpo, si bien pueden ser de otros constituyentes, incluso piel.
Es preferible que sean engomadas o autoadhesivas para evitar huellas de rebaba de la cola. El material con que se confeccionan suele ser papel opaco de no mucho cuerpo, si bien pueden ser de otros constituyentes, incluso piel.
El que suscribe, carente de las dotes artísticas necesarias para elaborar su ex libris personal, seleccionó con tal fin, ya hace muchos años, una reproducción, sobre hoja de papel de la litografía Consulta de Médicos de 1760, ejecutada alrededor del año 1830. La estampa es obra del francés Louis-Léopold Boilly (La Bassée, 1761 - París, 1845), pintor autodidacta, cuya vida transcurrió durante los años más convulsos, apasionantes y con más cambios de la política francesa -periodo revolucionario, estado napoleónico y restauración monárquica-, lo que influenció y se reflejó en su propia vida y en su obra. Así, después de una etapa inicial como retratista, ejecutó una considerable producción de cuadros con escenas cotidianas de la época, en los que recogía los ambientes callejeros y hogareños, las actividades sociales y los tipos y las situaciones populares. Las escenas de sus cuadros, muy del gusto de la sociedad del momento, pronto le reportaron aceptación y éxito. Sin embargo, es a partir de 1804, justamente después de ser galardonado con la Medalla de Oro del París, cuando la reproducción masiva de su obra mediante litografías, muchas de carácter satírico, alcanza gran difusión y popularidad.
Consulta de Médicos es una litografía de carácter satírico que muestra un grupo de médicos viejos, muy apretujados entre sí, reunidos en consulta profesional. Los médicos aparecen ataviados con pelucas empolvadas y muestran grados de decrepitud e impotencia, de lo que son expresión el cuerno del oído o trompetilla para sordos, los bastones para caminar y sus miradas desconcertadas y de incredulidad.
En la obra original aparece el año 1760 y el aspecto de las figuras es también del siglo XVIII por lo que se ha sugerido que se trata de una evocación crítica contra el caótico Antiguo Régimen, sistema social y político establecido en Francia bajo la antigua monarquía absoluta, que después sería eliminada por la revolución de 1789. Sin embargo, para otros, como Nina María Athanassoglou-Kallmyer, sería una crítica a la mala situación de la medicina de 1760, representada en un grupo de médicos impotentes que mantienen un diálogo confuso e ineficaz -diálogo de sordos-, es decir, muy ocupados celebrando la consulta entre sí, mientras descuidan a su paciente en lugar de tomar las decisiones adecuadas. Es algo que lamentablemente ha ocurrido en todos los tiempos: intercambio de opiniones entre personas en que ninguna parece escuchar a otra.
Es precisamente esta segunda interpretación, que yo comparto, la que me llevó a seleccionarla como motivo de mi ex libris, como recuerdo permanente de lo que nunca fue admisible, ni lo es en la actualidad, en que se imponen la medicina en equipo, la asistencia multidisciplinar, los comités médicos, los protocolos y los documentos de consenso, bajo la permanente información de la Medicina Basada en la Evidencia, cuya práctica significa integrar la competencia clínica individual con la mejor evidencia clínica externa disponible a partir de la investigación sistemática. Las mejores evidencias actuales son la información actualizada de la investigación relevante y válida sobre los efectos de las diferentes intervenciones en la asistencia sanitaria, el potencial daño debido a la exposición a agentes particulares, la exactitud de las pruebas diagnósticas y el poder de predicción de los factores de pronóstico (Testimonio médico personal. Faro de Vigo, 11.11.2012).
Boilly ejecutó una segunda litografía titulada Consulta de Médicos de 1823, que es otra impresión de su serie más conocida, Colección de muecas. De nuevo representa cinco médicos, también muy agrupados, si bien jóvenes y con expresiones faciales distintas. El médico de la parte inferior izquierda se muestra desesperado y parece increpar al de la parte inferior derecha, que se diría está entre extasiado y dubitativo, mientras el del centro contempla con admiración al increpante. Los dos de la parte superior parecen figurar actividades académicas el de la izquierda con lupa indicaría el enfoque científico y el de la derecha expresaría meditación y duda ante la busca de una solución para el enfermo sobre el que discuten. De nuevo las interpretaciones han sido dispares:
¿una caricatura satírica de la política de la Francia de 1823?
¿una representación de que la cosas, aunque cambian, son similares?
¿o simplemente un enfoque más realista y adecuado de lo que sería una consulta de médicos de esa época?
¿una caricatura satírica de la política de la Francia de 1823?
¿una representación de que la cosas, aunque cambian, son similares?
¿o simplemente un enfoque más realista y adecuado de lo que sería una consulta de médicos de esa época?
Por lo satírico, mordaz y crítico, a través de la deformidad física y moral, uno diría que estas obras de Boilly pertenecen al arte grotesco, si bien no hay acuerdo unánime de su significado. Para el diccionario de la RAE dos son las acepciones de grotesco: una es «ridículo y extravagante» y la otra es «irregular, grosero y de mal gusto».
En el intento de ver y agrupar esa diversidad, el Museo Pablo Picasso de Málaga, este mismo año, expuso una muestra a la que denominó «El factor grotesco», con la que quería significar su propia pluralidad. La dificultad es mayor a la hora de englobar o no a la caricatura como arte grotesco. Si la caricatura exagera una parte del cuerpo para denunciar o burlarse de un defecto moral a través de un defecto físico, o bien si lo afea hasta la deformidad, restándole equilibrio y dignidad, tal como afirma Hans Sedlmayr (El arte descentrado. Barcelona: Ed. Labor; 1959), estaría dentro de lo grotesco.
En el intento de ver y agrupar esa diversidad, el Museo Pablo Picasso de Málaga, este mismo año, expuso una muestra a la que denominó «El factor grotesco», con la que quería significar su propia pluralidad. La dificultad es mayor a la hora de englobar o no a la caricatura como arte grotesco. Si la caricatura exagera una parte del cuerpo para denunciar o burlarse de un defecto moral a través de un defecto físico, o bien si lo afea hasta la deformidad, restándole equilibrio y dignidad, tal como afirma Hans Sedlmayr (El arte descentrado. Barcelona: Ed. Labor; 1959), estaría dentro de lo grotesco.
Ahora bien, si como considera Karl Rosenkranz (Estética de lo feo. Madrid: Ollero ed.; 1992), la caricatura es una redención estética de lo feo y hace uso armónico de la deformación o bien como afirmaba Castelao, «la caricatura no consiste en exagerar los rasgos, sino en hacer selección de los esencialmente expresivos y estudiar a fondo el modelo real», esta no es arte grotesco. Mi criterio personal es que las obras de Boilly son a la vez grotescas y caricatura. Pero estas disquisiciones merecen un próximo artículo.
Los ex libris y su uso por los médicos
FEDERICO MARTINÓN SÁNCHEZ
18·08·13
Ya había escrito en estas páginas sobre los ex libris y sus antecedentes (Faro de Vigo, 09.06.2013) y, tal como les prometí, lo hago de nuevo y con gusto. Les adelanto que no será la última vez, ya que bien lo merecen tanto por su número, calidad y variedad, como por la importancia de los artistas y grabadores que los ejecutaron y fueron capaces de recoger la profesión y hasta la psicología de su propietario. Además, son expresión de las tendencias y gustos de la época en que se realizaron.
Para los que no me leyeron o son legos en la materia, les recuerdo que ex libris significa literalmente "de entre los libros de" o, en sentido más amplio, "libro perteneciente a". En su forma "típica" consiste en una pequeña estampa adhesiva que se pega en la parte interior de la cubierta, guarda u hoja de respeto del libro, en la que figura el latinismo ex libris, el nombre del propietario, bien en latín o bien en lengua común, y las armas o una imagen alegórica o simbólica relacionada o no con el bibliófilo, un anagrama o la reproducción de un cuadro o grabado.
La revolución del exlibrismo se produjo con las nuevas técnicas de impresión y creación tipográfica, a partir de 1450, con la invención de la imprenta de tipos móviles. Las técnicas de reproducción del ex libris han sido múltiples. Las más antiguas fueron la tipografía por fundido en plomo y la xilografía o grabado en madera, a las que se fueron sumando otro tipo de grabados como el linóleo, buril, aguafuerte, punta seca, litografía, agua tinta, xerigrafía u otro tipo de impresiones. A ellos se añadieron en la actualidad las nuevas artes gráficas por medios fotomecánicos, en las que el ex libris se obtiene a partir de una copia fotográfica, mediante el fotograbado, la tipografía, la tricromía, la cuatricromía, la fototipia, el huecograbado, el offset o la fotocopia simple.
A lo largo de los años se observó una evolución en los temas tratados en la imagen del ex libris, que pasaron del escudo o el blasón -símbolo de la aristocracia, el clero y el linaje de los propietarios de los libros durante la Edad Media y el Renacimiento-, a las alegorías propias del siglo XVII, vinculados a las aficiones y profesiones de la burguesía, los nuevos propietarios de los libros y las bibliotecas. Asimismo, surge una temática nueva que distingue el ex libris religioso, el infantil, el conyugal, el femenino, el macabro, el serio, el humorístico, el erótico, el frívolo? Incluso algunos reflejan la personalidad a través de un dibujo de carácter humorístico o caricaturesco.
No olvidamos los de claro significado jeroglífico cuando sus nombres o apellidos tienen relación con animales, flores u objetos. Un buen ejemplo sería el del benedictino Fr. Martín Sarmiento, que conjuga cifras, letras y agujeros y fue estudiado por Damiro de la Válgoma (Boletín de la Real Academia Gallega. 1971-72; 31: 143-147) y transcrito en su totalidad por Ana Barbazán (O ex libris en Galicia. Arte e Bibliofilia). En cualquier caso, la producción exlibrística fue bastante limitada hasta la revolución industrial y el movimiento artístico que con ella surgió, el Modernismo. Es en el siglo XX cuando surgen los coleccionistas, nacen las primeras asociaciones de exlibristas, se editan publicaciones especializadas y se celebran Congresos y Exposiciones.
En España también es en los primeros años del siglo XX cuando se produce un verdadero renacimiento del ex libris moderno, coincidiendo con el apogeo del Modernismo o Art Noveau, sobre todo en Cataluña, impulsado por los trabajos de Ramón Miquel y Planas y de mano de los dibujantes José Triadó y Alejandro de Riquer, este último, arquetipo del estilo modernista y creador del ex libris moderno (Exlibris. Barcelona: J.Furno; 1903).
Otras figuras de la exlibrística fueron Joaquín Renart y el pintor Juan Gris. Después de la guerra civil se produce un segundo resurgir de los ex libris, a cargo de artistas como Juan Estiarte, Juan Catasús o Francisco Esteve Botey. Es el momento en que se crean la Asociación de Exlibris ibéricos en Madrid y la Asociación de Exlibristas de Barcelona. En Galicia su desarrollo es paralelo al auge de las artes gráficas a partir de la década de los veinte y, como mantiene María Victoria Carballo-Calero (Entre la tradición e invención.
Obra gráfica en la Galicia Moderna. Abrente. 2007; 38-39: 279-287), sigue el modelo estético y cultural catalán de la mano de Camilo Díaz Baliño, Juan Luís o Cándido Fernández Mazas, Álvaro Cebreiro, Castelao y Xaime Prada, y en él no faltan motivos antiguos o modernos del país gallego. En Portugal destacaron los artistas Antonio Lima y Alfredo Cándido, así como los grabadores Paes Ferreira e Isaías Peixoto. De todo ello es expresión la definición de Walter Schulte, que eleva a la categoría de arte el concepto de ex libris:
"Es el vínculo más íntimo y más artístico que une el libro con su propietario".
La práctica totalidad de los médicos dispone de una biblioteca, de mayor o menor extensión, formada por los tratados básicos y las revistas especializadas, en la actualidad enriquecida por las búsquedas bibliográficas "online", que le resultan imprescindibles para la formación y actualización continuada. Un significativo número de médicos han estado desde siempre vinculados a las humanidades, las artes y las ciencias sociales. Es una conjunción que surge de modo natural si se considera que estas disciplinas enriquecen la condición humana, llevan a una mejor reflexión ética sobre las responsabilidades con otros hombres e impulsan la observación, análisis y autorreflexión, al tiempo que sientan las bases históricas de la medicina y la salud. Como consecuencia, es frecuente que en las bibliotecas de los médicos se incluyan libros y revistas de filosofía, ética, historia, religión, literatura, artes, sociología, antropología, política, economía, etc.
Es más, esta circunstancia ha conducido a un campo académico interdisciplinario que incluye historia de la medicina, bioética, patobiografía, epistemología médica, antropología física, economía de la salud, etc. Sin embargo, son relativamente pocos los médicos que usan ex libris, lo que no sólo es aconsejable sino imprescindible.
En Portugal, en un estudio cuidadoso de Adelino Vieira Neves (O es-libris e o seu uso pelos médicos portugueses (Braga: Academia Portuguesa de Exlibris; 1976), se recogen poco más de un centenar de ex libris de médicos. En España se citan colecciones no muy numerosas -como los expuestos en la galería de arte del hospital del Bellvitge en 1994- y casos aislados (Manuel Rodríguez Codolá. El exlibris y su uso por los médicos y farmacéuticos. Barcelona: Laboratorios del norte de España; 1941).
En cualquier caso, no todos los ex libris usados por médicos hacen alusión a su profesión, sino a inquietudes culturales o espirituales distintas, como el arte, la poesía, la música o la etnografía y, en otras ocasiones, aunque no exista un símbolo de la medicina debidamente concretizado, sí aparece un elemento simbólico que expresa que un médico es su poseedor. Al igual que otros bibliófilos, algunos médicos no se contentan con uno solo sino que tienen varios, ligados a épocas distintas o diferentes secciones de su biblioteca. Resulta imposible que reunamos aquí todos los ex libris de médicos, pero sí citaremos algunos dado el interés artístico de los mismos o la importancia de sus propietarios.
Entre los ex libris de médicos españoles son conocidos el del Dr. Sitjar, original de Triadó; el del doctor José María Roca, dibujado por Riquer; el del Dr. Vicente Giménez dibujado por Vereber y que representa un azulejo con la leyenda "Quaerite et invenietis"; el del Dr. Comendador, que hace alusión al juramento hipocrático a través de un cráneo que lleva entre sus dientes a la serpiente; el del Dr. Marañon, dibujado por él mismo bajo la divisa "Si la pena no muere se la mata"; los del Dr. Fabregat o el del Dr. Jaime Padrós, que refleja el busto de la ciega Pompeya y dos ojos que dan luz en las tinieblas. No olvido el de mi amigo, el Dr. Xabier Casares, simple estampilla de caucho de un dibujo lineal de una paloma de la paz, tomado de un original de Rafael Alberti, que refleja muy bien su pensamiento.
En Portugal utilizaron ex libris destacados médicos, entre ellos, el gran bibliófilo Dr. Melo, conde de Mafra; el premio Nobel, profesor Egás Moniz, alusivo a un verso de Os Lusíadas, relacionado con la llegada de los portugueses a tierras de Oriente; el Dr. Centeno Fragoso, con un dibujo que imita un haz en torno al cual se arrolla la simbólica serpiente, resaltando sobre un conjunto floral; el del Dr. Da Rocha Brito, que representa una mano, rodeada de una corona de espinos, que sostiene una balanza con una calavera en un platillo y un corazón en el otro; el del profesor Costa Sacadura, con una figura de mujer protegiendo a dos niños y simbolizando a las maternidades que él mismo fundó; o el del profesor Augusto Salazar Leite, con un caballero de la edad media con la divisa "Confío em mim", para afirmar que siempre luchará para vencer el mal que mortifica a la humanidad.
Imposible enumerar aquí los de otros países, pero valgan como ejemplo el ex libris del oftalmólogo alemán, Dr. Schieck, con un joven sirviendo de lazarillo a un anciano ciego que va por un camino donde apenas resplandece el sol, o el del francés Dr. Pierre, que refleja a un monje medieval practicando una cesárea.
Autor
Federico Martinón Sánchez (Ourense, el 8 de octubre de 1941.
Licenciatura de Medicina en la Universidad de Santiago de Compostela (USC). Tesis Doctoral en la USC, con sobresaliente “cum laude”. Especialidad de Pediatría en la Clínica y Escuela Profesional de
Pediatría de la USC (Prof. Peña Guitián).
Los siete hermanos que se criaron con 20.000 libros.
Un arqueólogo entre los guerreros de Xian, una paleoantropóloga en el Cáucaso, un pediatra en Kazajistán... Los Martinón Torres despuntan tras crecer en una biblioteca
Manuel Ansede
03 abr 2016
“Todas las personas mayores fueron primero niños, aunque pocas de ellas lo recuerdan”, proclama la primera página de El Principito. Su autor, el aviador francés Antoine de Saint-Exupéry, puntualizaba que existían excepciones a esta regla del olvido: adultos que recuerdan aquella época —su infancia— en la que en vez de un sombrero veían una boa digiriendo un elefante. Los siete hermanos Martinón Torres, nacidos por separado en Ourense entre 1971 y 1982, son de esas pocas “personas mayores” que evocan su niñez vívidamente. Y su memoria señala hacia un mismo lugar mágico: la biblioteca de sus padres.
“Los siete hermanos crecimos con la naturalidad de que la biblioteca fuera la mayor habitación de la casa. Allí había unos 20.000 libros, con dos o tres capas de volúmenes en cada estante”, rememora Marcos Martinón Torres, de 38 años y catedrático de Arqueología en el University College de Londres.
De niño, vivía aventuras épicas sin alejarse de los anaqueles. Hoy, su vida transcurre entre los guerreros de terracota de Xian, en China, y las estatuas de oro precolombinas de los alrededores de Bogotá, en Colombia. Su objetivo es identificar a los artistas individuales que parieron estas obras: sacar del anonimato a los picassos chinos y americanos.
La biblioteca era la mayor habitación del piso de los Martinón Torres en Ourense.
Aquella biblioteca de un piso de Ourense repleta de epopeyas de papel se convirtió en una fábrica de cerebros dedicados a la ciencia. Marcos, el arqueólogo, es el quinto hermano, nacido en 1977. María, de 1974, es investigadora en los yacimientos de Atapuerca (Burgos) y una de las principales expertas en evolución humana del mundo. Federico, el hermano mayor, de 1971, es uno de los pediatras más citados de España y una referencia en vacunación infantil en Europa. Y, así, suma y sigue toda la familia.
“En mi casa había veneración por los libros, como fuente de entretenimiento, de conocimiento, de consuelo”, recuerda María Martinón Torres, cuyos estudios de fósiles asiáticos están reescribiendo la prehistoria del ser humano. Hace unos meses, anunció el hallazgo de los restos de 47 personas en la cueva de Fuyan, en el sur de China. Eran Homo sapiens fallecidos hace más de 80.000 años y demostraban que nuestra especie estaba en Asia mucho antes de lo que se pensaba.
María creció fascinada por las aventuras de Sherlock Holmes y los libros de Julio Verne. Luego, su propia vida se convirtió en ocasiones en una odisea. En 2007, la paleoantropóloga se encontraba en Tiflis (Georgia), estudiando fósiles humanos de 1,8 millones de años hallados en el Cáucaso, cuando los aviones rusos comenzaron a bombardear la capital georgiana. La investigadora logró huir en el último avión que despegó de la ciudad. Poco después, un misil convirtió en escombros una de las pistas del aeropuerto.
“Nuestros padres no nos decían que fuéramos los mejores médicos, sino que diéramos la mejor versión de nosotros mismos en lo que nos gustara. Todo el mundo es potencialmente bueno en algo y el quid es encontrar en qué”, explica María.
El lema familiar recuerda a otra de las frases míticas de El Principito:
“Se debe pedir a cada cual lo que está a su alcance realizar”.
El padre de los siete hermanos es Federico Martinón Sánchez, bibliófilo y jefe del departamento de Pediatría del Hospital de Ourense hasta su reciente jubilación. La madre es Georgina Torres, melómana y enfermera hasta que lo dejó para criar a sus hijos.
“Nuestros padres nunca nos dijeron lo que teníamos que hacer. Nos dieron los medios para tener curiosidad intelectual. Yo quise ser arqueólogo desde muy pequeño, porque estaba expuesto al arte y a la historia sin salir de casa. Ni siquiera pasé por la fase de querer ser futbolista”, explica Marcos.
Las investigaciones del arqueólogo, en ocasiones, han servido para reescribir los libros de historia que tanto le gustaba hojear de pequeño en la biblioteca de sus padres. Marcos dirigió la tesis doctoral del primer proyecto arqueológico en Ruanda después del genocidio, que en 1994 dejó 800.000 muertos, muchos de ellos a machetazos en la cabeza.
“Los ruandeses creían que su industria del hierro la habían llevado los europeos. Nosotros demostramos que esas tecnologías estaban allí 2.000 años antes de que llegaran los europeos. Es un ejemplo de cómo la arqueología puede solucionar una historia tergiversada”, aplaude Marcos.
El hermano mayor, Federico, sí siguió los pasos de su padre. Y los de su abuelo, Federico Martinón León, otro pediatra de Ourense. De niño, se sumergía en los miles de artículos médicos de la biblioteca, subrayados del primero al último.
“A mí me gustaba lo que hacían, pero nunca hubo presión para que me dedicara a la pediatría”, afirma.
El joven Federico Martinón Torres, sin embargo, se licenció con el premio nacional al mejor expediente académico. Hoy lidera el Grupo de Investigación en Genética, Vacunas, Infecciones y Pediatría (GENVIP), un equipo de una veintena de científicos en Santiago de Compostela que lucha con nuevos enfoques contra enfermedades infantiles.
“En medicina, si no estudias estás abocado a la mediocridad. Pero, sobre todo, tus pacientes estarían abocados a la mediocridad de su médico”, esgrime.
Federico, colaborador de la Organización Mundial de la Salud en brotes epidémicos, fue testigo en las estepas de Kazajistán de los efectos letales del sarampión en personas no vacunadas.
“He visto a niños morir por enfermedades prevenibles con vacunas, así que no soporto ver aquí en España a energúmenos antivacunas sin base científica que no son conscientes del daño que hacen”, lamenta.
Como Federico, la pequeña de los siete hermanos, Nazareth, de 33 años, también es pediatra. Acaba de recibir el premio extraordinario de la Universidad de Salamanca por su tesis sobre las bases genéticas de la enfermedad meningocócica, una infección bacteriana de las membranas que rodean al cerebro. Si no se trata, como ocurre muchas veces en los países del África subsahariana, el mal es mortal en el 50% de los casos. La enfermedad hace estragos a lo largo del llamado cinturón de la meningitis, que recorre el continente africano de costa a costa, desde Senegal hasta Etiopía. En esa franja, los vientos polvorientos de la estación seca se alían con el frío nocturno para facilitar las infecciones bacterianas y se desencadenan epidemias, en ocasiones letales.
“Donde hay mayor incidencia es en el cinturón de la meningitis, pero la enfermedad meningocócica también es la primera causa de muerte por infección en niños en los países desarrollados”, advierte Nazareth.
Su investigación señala a determinadas regiones de nuestros genes que influyen en que una persona muera por la infección mientras que otra sale indemne. Ahí pueden esconderse claves para salvar vidas.
La segunda hermana Martinón Torres, Georgina, nacida en 1972, es geriatra en el Hospital General Universitario de Ciudad Real y miembro de la red Cochrane, una organización sin ánimo de lucro que agrupa a más de 37.000 investigadores de 130 países para producir información sanitaria creíble y libre de patrocinios comerciales. Georgina también defenderá en los próximos días su tesis doctoral, dedicada a la vejez en la obra pictórica de Velázquez. “Lo elegimos porque es el mejor retratista de todos los tiempos”, explica Georgina. Habla en plural porque su director de tesis es su propio padre, “un médico humanista total”, en sus palabras.
Con ojos de geriatra, Georgina ha analizado cuadros de Velázquez como Vieja friendo huevos o Cristo en casa de Marta y María, ambos pintados alrededor de 1618 y presuntamente con la misma modelo: la suegra de Velázquez.
“En los cuadros de Felipe IV se aprecia muy bien su proceso de envejecimiento. Se deprimió por el ocaso del imperio español y Velázquez lo reflejó en sus cuadros”, detalla Georgina, que ha escrito su tesis en sus ratos libres y, cómo no, en la biblioteca de sus padres.
Mateo, el hermano de 1975, es informático y trabaja como gestor en una empresa de alimentación en Santiago de Compostela. Y Lucas, de 1980, ha salido el hermano más de letras. Es periodista: director general de comunicación de la Xunta de Galicia. Con 27 años, Lucas ya escribía los discursos de Alberto Núñez Feijóo, hoy presidente gallego. La prensa local le comparó con Jon Favreau, el joven que escribía los discursos de Barack Obama. El éxito de los siete hermanos no se debe solo a aquella biblioteca, según bromea Federico:
“Tener una familia numerosa te aviva. Porque sabes que si quieres repetir postre tienes que ser más rápido y más vivo que tus seis hermanos”.
Desde el domingo 10, con EL PAÍS y 'Materia', llega la Biblioteca 'Descubrir la ciencia', una colección en la que encontrarás las grandes ideas de la ciencia como nunca te las habían explicado.
Letras, ciencias y momias de niños incas
“La biblioteca de mis padres era un sitio cálido, lleno de libros, donde todos los hermanos queríamos estar, aunque fuera para leer un cuento”, recuerda el pediatra Federico, el mayor de los siete Martinón Torres.
Entre los más de 20.000 volúmenes de su biblioteca se encontraban incunables, obras médicas y primeras ediciones de grandes clásicos. Letras y ciencias entreveradas en pilas de libros que llegaban hasta el techo. “Aprendimos la permeabilidad entre las diferentes ramas del conocimiento”, apunta Marcos, el hermano arqueólogo en el University College de Londres.
“Si cogías de un estante un libro de medicina del siglo XVII, aprendías medicina, pero también historia y arte”, explica.
Ese mestizaje de conocimientos se nota en el trabajo diario de los siete hermanos. Por ejemplo, en el de Federico. De vez en cuando cuelga la bata de pediatra del Hospital Clínico Universitario de Santiago de Compostela y se atreve con pacientes insólitos, como la momia de un niño de 7 años asesinado por los incas hacia el año 1500. El ADN del chico, sacrificado a los dioses a 5.300 metros de altura en el Aconcagua, confirmó que los primeros americanos llegaron al continente hace unos 15.000 años.
El estudio del equipo de Federico, publicado en noviembre en la revista Scientific Reports, fue la primera vez que se leía el genoma mitocondrial entero de una momia americana.
"Desde niños hemos visto a nuestros padres leer y estudiar más allá de su jornada laboral. Nos dieron el ejemplo a seguir, la inspiración y los medios necesarios: los libros", sostiene.
Manuel Ansede es periodista científico y antes fue médico de animales. Es cofundador de Materia, la sección de Ciencia de EL PAÍS. Licenciado en Veterinaria en la Universidad Complutense de Madrid, hizo el Máster en Periodismo y Comunicación de la Ciencia, Tecnología, Medioambiente y Salud en la Universidad Carlos III.
F. E. Smith, 1st Earl of Birkenhead. Frederick Edwin Smith, primer conde de Birkenhead, (12 de julio de 1872 - 30 de septiembre de 1930), conocido como FE Smith , fue un Barrister y político conservador británico que alcanzó un alto cargo a principios del siglo XX, en particular como Lord Alto Canciller de Gran Bretaña. Era un orador hábil, conocido por su firme oposición al nacionalismo irlandés, su ingenio, puntos de vista beligerantes. Coat of arms of F. E. Smith, 1st Earl of Birkenhead. Crest : A cubit arm couped fessways vested Gules cuffed Argent the hand Proper grasping a sword erect also Argent pommel and hilt Or. Escutcheon :Ermine on a pale Gules between four cross crosslets of the second a like cross Or. Supporters : Dexter a griffin Or wings per fess Or and Sable, sinister a lion Azure charged on the shoulder with a crozier Or. Motto :Faber Meæ Fortunæ. |
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