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Libro de Proverbios, 8 20, de la Biblia. "Yo camino por la senda de la justicia, por los senderos de la equidad."

domingo, 6 de abril de 2014

189.-Juego de Tronos y la Filosofía.-a



Luis Alberto Bustamante Robin; Jose Guillermo Gonzalez Cornejo; Jennifer Angelica Ponce Ponce; Francia Carolina Vera Valdes;  Carolina Ivonne Reyes Candia; Mario Alberto  Correa Manríquez; Enrique Alejandro Valenzuela Erazo; Gardo Francisco Valencia Avaria; Alvaro Gonzalo  Andaur Medina; Carla Veronica Barrientos Melendez;  Luis Alberto Cortes Aguilera; Ricardo Adolfo  Price Toro;  Julio César  Gil Saladrina; Ivette Renee Mourguet Besoain; Marcelo Andres Oyarse Reyes; Franco Gonzalez Fortunatti; Patricio Ernesto Hernández Jara;  Demetrio Protopsaltis Palma;; Paula Flores Vargas;  Ricardo Matias Heredia Sanchez; Slamiro Fernandez Acevedo;  Soledad García Nannig

¿Son el honor y la verdad necesarios para conseguir la felicidad, o bien nos impiden llegar a ella?

¿Pueden los huargos y otras criaturas fantásticas revelarnos las verdades sobre nuestra conciencia y nuestra realidad?

¿La profecía nos demuestra que somos meros peones del destino o bien que somos libres de vivir una vida auténtica?

Si las series de televisión son ideales para el análisis filosófico, Juego de tronos lo es por partida doble. En Westeros y más allá del Mar Angosto, el mundo de George R.R. Martin está repleto de docenas de personajes complejos en conflicto con ellos mismos y en lucha con otros, dudando de sí mismos, abocados al riesgo moral, al engaño, a la incertidumbre, a la arrogancia y a la agitación social y política.
Mientras los Siete Reinos están en guerra, más allá del Muro, los horrores del invierno se acercan. Muy lejos, una joven reina lucha con su destino mientras viaja para recuperar su hogar. Todo esto es sabido, pero esta guía perspicaz se basa en las obras de Maquiavelo, Hobbes, Descartes, San Agustín, Platón, Aristóteles y muchos otros grandes filósofos para analizar los personajes y argumentos clave, mientras explora temas como la guerra, el honor, el conocimiento, la moral, la teoría de género y mucho más de una manera tan amena como sorprendente.

Notas

Juego de tronos es un fenómeno mundial como hacía tiempo que no veíamos. La ficción de George R. R. Martin ha atrapado a millones de personas en todo el planeta, batiendo todo tipo de récords. 
¿Qué filosofía hay tras esta saga de libros y serie de aventuras, batallas, conquistas, ambición, muertes, etc.? 
¿Por qué ha triunfado en el mundo entero? 

Uno de los aspectos determinantes de este éxito son sus personajes, perfectamente caracterizados. Conocemos cómo son, cómo piensan y qué filosofía es la que rige sus acciones. Y es ahí donde entramos en la zona de influencia de la ética que, en este mundo en que se narran las aventuras y desventuras de los ciudadanos de Poniente (el continente ficticio donde se desarrolla buena parte de la trama), es bastante frágil, cuando no peligrosa.

¿El triunfo de la maldad?

Tal como explicaba en uno de los capítulos de la primera temporada Petyr Belish (el actor Aidan Gillen, en la serie), “desconfiar de mí es lo más inteligente que habéis hecho desde que os bajasteis del caballo”. Es este un mundo realmente peligroso y despiadado, en el que los sutiles y traidores suelen tener bastante más éxito que los sinceros y frontales. Y esto, en una narración que está llena, plagada, de conflictos, guerras y sangre, la verdad es que da mucho juego. El espectador sufre al ver cómo el héroe, que se encuentra atado de pies y manos por su código de conducta, se las ve y se las desea para salir a flote, máxime cuando observa cómo la maldad es infinitamente más recompensada en la mayoría de las ocasiones. ¿Es el triunfo de la maldad? Lo cierto es que la ética sí existe en el universo creado en la ficción por George R. R. Martin. El gran problema está en que no todos sus habitantes la interpretan de la misma manera o tienen la misma visión de qué es bueno o qué es malo.

El espectador sufre al ver cómo el héroe, atado de pies y manos por su código de conducta, se las ve y se las desea para salir a flote.

Ética deontológica o los deberes morales indestructibles

Por un lado, podemos encontrar personajes como Brienne de Tarth, Sir Barristan Selmy o buena parte de la familia Stark, todos ellos personajes leales, incorruptibles, fieles a sus palabras y sus promesas, consecuentes con unos valores que establecen la integridad como la piedra de toque de su conducta. Huelga decir que en no pocas ocasiones son ellos los personajes más tristes y frustrados de toda la ficción, sabedores de que la rigidez de sus normas choca a menudo con lo que sus intereses y la prudencia más básica recomendarían. Son personajes que sostienen un código deontológico que, a la manera de una lista de mandamientos, ciñen su comportamiento a una norma, justificando la realidad y sus acciones en torno a ella. Una suerte de imperativo categórico que entiende la moral como un conjunto de dogmas universales y cuyo respeto es, en gran medida, lo que determina el grado de honorabilidad del ser humano. Sus valores y su propia capacidad para vivir acorde a los mismos. En este sentido, la serie muestra exponentes de todos los extremos, como el hermético Stannis Baratheon, para quien no hay más Dios que la ley y el deber.

El problema con este tipo de códigos es que, pese a facilitarnos una regla clara y visible que determine nuestros actos, difícilmente pueden adaptarse a todas las situaciones que se nos plantean. No son precisamente flexibles. ¿Servir a un rey psicópata que desea masacrar a miles de inocentes por cumplir un juramento de obediencia? Puede ser una buena excusa…, pero difícilmente podremos determinarlo como una actuación moral.

El fin justifica los medios

Por otro lado, encontramos otros personajes en los libros y la serie que no tienen tantos problemas. Son aquellos que callan cuando les conviene, que traicionan si es necesario y que, principalmente, miran su propio ombligo sin preocuparse de qué efecto tendrán sus acciones en quienes los rodean (“El oro puede guardar un secreto por un tiempo, pero una flecha lo guarda para siempre”). Son -y cualquier seguidor de la serie estará de acuerdo- los que la mayoría odia, pero que al mismo tiempo no podemos dejar de admirar por el realismo de que hacen gala y su fría inteligencia. Y sí, a ellos les suele ir mejor que a los primeros. Juego de tronos es como la vida real: la virtud suele tener más castigo que el vicio.
Meñique, La araña, Cersey… Son todos ellos personajes que parecen preocuparse muy poco por la maldad o bondad de sus actos, sino que se fijan en otro parámetro: si sus objetivos son convenientes. Es lo que se conoce como Teleología, la doctrina filosófica que investiga las causas finales; en este caso, en la bondad o maldad de los resultados de las acciones. Si el fin que logramos con dicha acción es bueno (o lo consideramos como tal), esta está más que justificada. Matar por la espalda, asesinar a inocentes o engañar son actos necesarios, siempre y cuando alcancemos con ellos un bien mayor.

Hay personajes a los que la mayoría odia, pero que al mismo tiempo no podemos dejar de admirar por su realismo y su fría inteligencia

El fallo en este caso está en que prácticamente todo puede ser justificado si apelamos a los fines. Las mayores atrocidades en la historia se han perpetrado para lograr objetivos loables. Y si bien, en la práctica, guiarnos por este tipo de código puede beneficiarnos, es probable que tengamos problemas a la hora de definirnos como personas “morales”.

La filosofía a la hora de construir personalidades

En base a estas dos visiones del mundo es en la que se estructuran casi todas las personalidades de la saga, y es que dota a su universo del encanto que posee: entendemos perfectamente a los personajes. Están bien trabajados, son sólidos y acordes con la realidad. Encontramos en ellos desde el ideal que ansiaríamos ser o conocer hasta la maldad pura y dura tal y como la concebimos. Son, en definitiva, filosóficamente estables y eso dota a su historia de una fuerza tremenda. Y es que, para que una historia sea buena, debe conseguir, indefectiblemente, que comprendamos cómo piensan y por qué actúan sus protagonistas.

Comentario

En febrero de 2018 llegó a Chile el libro Juego de tronos y la filosofía, un texto que analiza cómo se desarrolla esta ficción creada por George R.R. Martin, desde los fundamentos básicos de los mayores pensadores de la historia.
Su mismo nombre lo dice. Llegar al trono de hierro es un juego, claro que solo en términos de la necesidad de una estrategia conjugado con la benevolencia del azar, porque no es para tomarlo a la ligera. “Cuando juegas el juego de trono, ganas o mueres”, dijo Cersei Lannister a Ned Stark. Tenía razón, aquí no hay perdedores, y desde un comienzo resulta fácil intuir que la guerra por el poder es la columna vertebral de esta ficción.

Juego de tronos y la filosofía es uno más de los textos creados por William Irwin y Henry Jacoby, quienes también son responsables de los análisis filosóficos de Star Wars, House M.D, House of Cards y Los Simpson entre otros.

La estructura se replica: la historia en cuestión es diseccionada para aplicar en ella los principales fundamentos filosóficos impartidos hace cientos de años. Desde los cimientos de esta doctrina en Grecia con Platón y Aristóteles, pasando por los pensadores de la época monárquica como Maquiavelo, la corriente ilustrada de la mano de Voltaire y Kant, hasta la filosofía más contemporánea con autores como Simone de Beauvier y Facoult.
La diferencia fundamental entre Juego de tronos y la filosofía, y las otras entregas en base a populares series o películas, es que este análisis se da de forma natural, como si el autor de la saga Canción de hielo y fuego efectivamente hubiese recurrido a la bibliografía de estos pensadores. Tal vez lo hizo inconscientemente.

Y es lo lógico considerando no solo la temática central de los libros y serie, también porque son corrientes de pensamientos que forman parte de la ciencia política universal, aún para quienes no se han dedicado a estudiar el “amor a la sabiduría”, como se traduce “filosofía” del latín.

El capítulo más destacado -y que mejor resume el libro- es el tercero de la primera parte. “Jugar al juego de tronos: algunas lecciones de Maquiavelo” fue escrito por Marcus Schulzke, y tal como su título adelanta, combina los preceptos de Nicolás Maquiavelo (1469-1527) plasmados en El Príncipe, con la guerra por heredar el trono de hierro que domina los Siete Reinos.

Maquiavelo es mucho más que la famosa frase “El fin justifica los medios”, pero esta no condensa su obra cumbre creada en principio para ayudar al monarca a preservar el poder, pero que en realidad era un suerte de guía para quienes quisieran usurparlo.

Según sus planteamientos, existen dos clases de reinos: los hereditarios y los nuevos. Aquellos que son heredados suponen una posición ‘segura’ para los gobernantes ya que solo deben seguir los lineamientos de sus antecesores que fueron capaces de mantener el poder en sus manos. Los nuevos, en tanto, son quienes tienen la tarea difícil ya que no solo ganan enemigos, además enseñan a otros a arrebatar el trono.

En Game of Thrones se ejemplifica con la guerra que comenzó todo: Aerys Targaryen gozaba de una posición firme al ser el heredero de una extensa dinastía de dragones hasta que enloqueció poniendo en peligro a sus súbditos, y su hijo Rhaegar secuestró a Lyanna Stark; acontecimientos que detonaron la rebelión liderada por Robert Baratheon.

El nuevo Rey de la casa Baratheon, junto a su esposa Cersei de la casa Lannister, tuvieron como desafío mantener la paz en Poniente. Con Ned Stark custodiando el norte, y los herederos infantes de los Targaryen en el exilio; fue una misión exitosa. Supieron anteponerse a los enemigos y conformar un círculo de aliados que los protegía. Sin embargo, con el paso de los años, el invierno llegó, los niños Targaryen eran adultos y las máscaras de quienes se creían aliados comenzaron a caer.
Leer Juego de tronos y la filosofía no solo fue un repaso de los sucesos ya acontecidos en Poniente , los cuales adquieren un matiz diferente al conjugarlo con la filosofía elemental; también funciona en el sentido inverso al explicar con hechos conocidos por los seguidores la corriente lógica que llevó a la creación de distintas teorías políticas y sociales.


Es una lectura obligatoria tanto para quienes buscan ver desde otro ángulo la serie que han seguido capítulo a capítulo, como para aquellos que pretenden sumergirse en la filosofía con ayuda de su ficción predilecta.
Itsukushima Shrine.


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