Bibliotecas y mi colección de libros

Lema

Libro de Proverbios, 8 20, de la Biblia. "Yo camino por la senda de la justicia, por los senderos de la equidad."

sábado, 16 de junio de 2012

91.-Meditaciones: Marco Aurelio.-a


libro.

  


Las Meditaciones o Pensamientos o A sí mismo (en griego, Τὰ εἰς ἑαυτόν, Tà eis heautón, literalmente 'cosas para sí mismo') del emperador romano Marco Aurelio es una obra literaria constituida por una serie de reflexiones de este filósofo, aparentemente fuera del tiempo y sin cronología. Escritos en XII libros, representan una obra única en su género, que parece recorrer los últimos doce años de la vida interior de este emperador.

Manuscritos y ediciones.

El texto de las Meditaciones se ha conservado completo solamente gracias a dos manuscritos. El primero de ellos es el códice del siglo xvi Vaticanus Graecus 1950, y el segundo el códice Toxitanus (T),a denominado Palatino (P)b por sus editores y que hoy se ha perdido.c Es este último el que utilizó Wilhelm Xylander para su edición príncipe, una traducción al latín del original griego, impresa en Zúrich en 1559 por Andreas Gesner.

Datación.

Algunos autores modernos consideran que el primero de estos libros, escrito en Granua (el actual río Hron de Eslovaquia) constituye una especie de testamento interior, donde Marco Aurelio recuerda a todas las personas importantes de su vida en forma autobiográfica, quizás datable hacia el año 179 (poco antes de su muerte).
El libro II, escrito en Carnuntum, también supuestamente de datación tardía, podría haber sido escrito en el año 178 y, cosa más importante, representa el hilo conductor para una posible interpretación cronológica de la obra. En este caso sería demasiado fácil (aunque posible) pensar en una cronología en la que el primero de los libros es datable en el 179 y el último en el 168, poco después de la muerte del amigo y maestro Marco Cornelio Frontón.
La unidad auténtica de la obra, que a juicio de algunos estudiosos aparece como una especie de conjunto de pensamientos, sin aparente concatenación entre las numerosas reflexiones, se encuentra en la actitud espiritual del autor al observar la vida y las cosas terrenas, en una visión más amplia, fuera del tiempo, fuera de los eventos contemporáneos que lo circundaban.

Contenido.

Los libros desde el II al XII contienen meditaciones sobre la condición humana, la vida, la muerte, el universo, la creación, la moralidad, la fortuna, los valores en los que las personas deben inspirarse. Marco Aurelio parece encerrarse en sí mismo con una meditación melancólica, aceptando el peso del imperio como un triste deber.
Retoma las posiciones estoicas con un acento sobre el sentido de impotencia del hombre ante Dios, y de la superficialidad de las representaciones humanas. Parece adecuarse a las razones supremas que gobiernan el mundo, en cuanto sabio y filósofo, aun cuando tiende en este escrito a huir del mundo y de la materialidad de la vida. Ante el “no sentido” del mundo y de sus realidades caducas, la única vía que queda al sabio es el volver sobre sí mismo que da significado a su propia existencia individual.
Como para Séneca, para Marco Aurelio el alma es distinta y separada del cuerpo pero está compuesta del alma propiamente tal, entendida como espíritu, pneuma, soplo vital y el intelecto, la sede de la actividad espiritual.
En su rol de emperador, cumple estoicamente su deber en cuanto político, pero siente la inutilidad y la falta de sentido de acciones que no cambiarán la irracionalidad que entorpece todo lo humano.

Notas.

Recibe ese nombre por el poeta Michael Toxites (latinización de Michael Schütz) que, probablemente en abril de 1556, proporcionó el manuscrito al humanista Conrad Gesner, según relata este en la dedicatoria previa al texto.
Debido a que probablemente procedía de la biblioteca Palatina de Heidelberg.
Xylander ya no disponía de él para su segunda edición, impresa en Basilea en 1568.


Manuscritos y ediciones.

De acuerdo al filólogo español Carlos García Gual, la historia de la tradición del texto de las Meditaciones es imprecisa e insuficiente hasta el siglo x.​ En el siglo iii, en un pasaje literario que puede referirse al manuscrito, el historiador Herodiano menciona el legado literario de Marco Aurelio diciendo: 
"Estaba preocupado por todos los aspectos de la excelencia, y en su amor por la literatura antigua no era el segundo de ningún hombre, romano o griego; este es evidente en todos sus dichos y escritos que nos han llegado".

A mediados del siglo iv, Juliano el Apóstata y el orador Temistio mencionan con aprobación y elogio la personalidad de Marco Aurelio. Temistio en su panegírico sobre Valente, titulado El amor fraterno o Sobre la humanidad, se encuentra la primera referencia al escrito de Marco Aurelio bajo el título expreso de "Admoniciones de Marco" (Márkou parengélmata).

El biógrafo de Avidio Casio en la Historia Augusta hace referencia a unas "exhortaciones" que Marco Aurelio habría realizado días antes de partir a la guerra con los marcomanos. No obstante, de acuerdo con García Gual, luego de eso y hasta el siglo ix no se encuentran menciones a los escritos de Marco Aurelio.
La primera mención directa de la obra aparece en el siglo x. El arzobispo bizantino Aretas de Cesarea, gran coleccionista de manuscritos y libros profanos, escribe una carta al arzobispo Demetrio de Heraclea expresando: 
"Hace algún tiempo que tengo un ejemplar antiguo del libro más provechoso del emperador Marco, tan antiguo que es cayendo en pedazos ... Esto lo he copiado y puedo pasarlo a la posteridad con su nuevo vestido".
A mediados del siglo x, el léxico bizantino Souda del historiador Suidas refiere a los doce libros del "Eis heautón" de Marco Aurelio, citando varios pasajes del manuscrito. En el siglo xii, Tzetzes cita algunos párrafos en sus Quilíadas.

Asimismo, las fuentes historiográficas sobre la personalidad y el período de gobierno de Marco Aurelio resultaban insuficientes. La obra con las biografías de los doce emperadores que seguían a los de Suetonio, llamada "Caesares" y escritas por Mario Máximo, solo subsiste bajo citas parciales y cuestionadas en su validez por obras de autores posteriores. Los libros de Rerum gestarum libri XXXI, llamada a menudo "Historias", de Amiano Marcelino, correspondientes al período de Marco Aurelio, no sobrevivieron a la Tardoantigüedad. El interés por la figura de Marco Aurelio solo reaparece en el último cuarto del siglo xv con la editio princeps de la Historia Augusta.
En 1528 se imprime en Sevilla el Libro áureo de Marco Aurelio, la obra que despierta el interés del público en la vida del gobernante romano. Escrita por Antonio de Guevara, la novela es recogida y ampliada en el "Relox de príncipes" (Valladolid, 1529); obra que alcanzó 58 ediciones en diferentes lenguas de toda Europa. Gozó de un sorprendente éxito pese a que la mayor parte de sus pasajes surgen solo de la imaginación del eclesiástico español y cuentan con poco respaldo historiográfico.
 En el contexto de ese éxito editorial es que reaparece el manuscrito de las meditaciones de Marco Aurelio.

El texto de las Meditaciones se ha conservado completo solamente gracias a dos manuscritos. El primero de ellos es el códice del siglo xvi Vaticanus Graecus 1950, y el segundo el códice Toxitanus (T),​ denominado Palatino (P) por sus editores y que hoy se ha perdido.​ 
Es este último el que utilizó Wilhelm Xylander para su edición príncipe, una traducción al latín del original griego, impresa en Zúrich en 1559 por Andreas Gesner.

Guilielmus Xylander.




Guilielmus Xylander (traducción al latín de su nombre, Wilhelm Holtzman, literalmente «Guillermo el hombre de madera») (26 de diciembre de 1532 - 10 de febrero de 1576) fue un filólogo clásico alemán.
dición latina de Xylander (1558)


Nacido en Augsburgo, estudió en Tubinga, y en 1558, en un momento en que pasaba apuros económicos (debido, según algunos, a sus hábitos inmoderados) fue elegido para suceder a Micyllus en el departamento de Griego de la Universidad de Heidelberg. En 1562, cambió su plaza por una cátedra de lógica (publicus organi Aristotelii interpres).
Xylander escribió varias obras importantes, entre ellas traducciones al latín de Dión Casio (1558), Plutarco (1560-70) y Estrabón (1571). También editó el léxico geográfico de Esteban de Bizancio (1568); el libro de viajes de Pausanias (completado tras la muerte de Xylander por Friedrich Sylburg, 1583); las Meditaciones de Marco Aurelio (editio princeps en 1558, a partir de un manuscrito de Heidelberg, hoy perdido; segunda edición en 1568, con la adición del mitógrafo Antonino Liberal y los paradoxógrafos Flegón de Tralles, Apolonio y Antígono de Caristo); y la crónica de Jorge Cedreno (1566). Tradujo al alemán los seis primeros libros de Euclides, en edición anotada y la Aritmética de Diofanto. Tradujo también al latín una obra matemática de Miguel Psello, el De quattuor mathematicis scientiis.


  

Marco Aurelio.




(Marcus Annius Verus; Roma, 121 - Viena, 181) Emperador y filósofo romano. Perteneciente a una gens española de Roma, ya de niño llamó la atención del emperador Adriano, quien quedó admirado por su ingenua franqueza y su inteligencia, y ordenó a Antonino Pío que lo adoptara (138), quedándole destinado el imperio.

Estudió retórica griega y latina con Herodes Ático y Marco Cornelio Frontón, el cual desde entonces habría de ser su amigo y consejero espiritual. Seducido por el estoicismo, vistió muy pronto el manto de filósofo (133). Nombrado césar en 139 y cónsul en 140 y 145, este último año se casó con su prima Faustina la Joven, hija de Antonino Pío.
Los veintitrés años que duró el reinado de Antonino Pío se cuentan entre los más prósperos del imperio. Pero cuando tras la muerte de Antonino en el año 161, Marco Aurelio fue nombrado emperador, se abrió un período enormemente conflictivo para el imperio, que se vio sacudido por los ataques de los bárbaros, revueltas populares y varias epidemias. A la serie ininterrumpida de guerras y calamidades que tuvo que soportar, el emperador opuso su serenidad y su fuerza moral.
En su relación con los cristianos, adoptó la misma actitud que Trajano, que evitaba la persecución pero reprimía las manifestaciones públicas de su fe y castigaba a los fieles que, tras ser denunciados, se negaban a celebrar el culto de la religión ancestral. Sin embargo, esa actitud obedecía menos a una voluntad de erradicar el cristianismo que a la opinión extremadamente severa que le merecían su proselitismo y sus prácticas rituales. De hecho, los cristianos nunca lo incluyeron en su lista de perseguidores.
Como emperador, a pesar de su temperamento pacífico y su preocupación por la economía, se vio obligado a concertar empréstitos forzosos y a desprenderse de parte del patrimonio imperial ante la urgente necesidad de constituir un ejército de esclavos, gladiadores, extranjeros y fugitivos con el que hacer frente a la presión de los bárbaros; así, rechazó a los germanos hasta más allá del Danubio en el 168, venció a los partos y les arrebató parte de Mesopotamia (161) y sometió a marcomanos (172), cuadros (174) y sármatas (175).
Tras la paz general de 175 y la ocupación de una franja de seguridad al norte del Danubio, admitió en el imperio, por primera vez, a bárbaros como colonos y soldados. Sin embargo, una revuelta en el norte de Italia determinó que proscribiera por un tiempo esa práctica. Quebrantada la paz por los bárbaros en el 177, Marco Aurelio emprendió una nueva campaña, en el curso de la cual sucumbió a la peste que desde el 166 asolaba el imperio, que pasó a regir su hijo Cómodo.

Las Meditaciones de Marco Aurelio

Antes de acceder al gobierno del imperio, Marco Aurelio había adquirido el hábito de escribir durante sus viajes cartas diarias a su maestro Marco Cornelio Frontón, a quien comentaba cuestiones de estilo y retórica e informaba sobre el curso de sus estudios y acerca de su delicada salud, castigada por el rígido ascetismo que se imponía; después pasó escribir para sí mismo, y en griego, cuando antes lo había hecho sólo en latín.

Su estilo, influido sin duda por los maestros estoicos, carece sin embargo de la dureza dogmática de Epicteto, de quien adoptó el elogio de la libertad humana, o del tono docto y académico de Séneca. Por el contrario, sus textos denotan un tono muy personal, ya que parten de una reflexión íntima y crítica, y acusan una tendencia a transformar la doctrina en un constante examen de conciencia.

Su gran legado, las Meditaciones o Pensamientos, es el resultado de las reflexiones morales que, ya al final de su vida, fue dejando por escrito, sin seguir un plan estricto o preestablecido. Dividida en doce libros y redactada en griego, la obra se basa en una serie de reflexiones inspiradas por su experiencia cotidiana y deja traslucir la influencia estoica, en particular la de Epicteto. Su visión del hombre es pesimista, pues considera que sus pasiones son el factor principal de la corrupción del mundo, por lo que aconseja perseguir tan sólo aquellos fines que dependan de uno mismo. Es ilustrativo el hecho de que se inspirara tanto en un esclavo como había sido Epicteto y que detestara el poder despótico, a cuyo ejercicio él mismo denominó, irónicamente, «cesarizar».

Obra literaria

Al tiempo que luchaba en las campañas de los años 170 y 180, Aurelio escribió sus Meditaciones como fuente para su guía y mejora personal. El emperador había sido sacerdote en los altares de sacrificio romano y era un convencido patriota. Sus notas son representativas de una mente lógica y de un pensamiento filosófico y espiritual acorde con el estoicismo, y en consonancia con los principales estoicos de raíz bética cordobesa: Séneca, Lucano, Helvia, Novato, etc. Sus Meditaciones están consideradas como un monumento literario a un gobierno al servicio del deber. Es una obra que ha sido elogiada por su exquisito acento y dulzura. Como muchos de los emperadores de Roma, Marco Aurelio fue amado por su pueblo.
El libro fue publicado por primera vez en el año 1558 en Zúrich, transcrito de un manuscrito que hoy en día se ha perdido. La copia del manuscrito perdido se encuentra en los Museos Vaticanos.
La importancia de la muerte estaba cargada de gran significado en la filosofía estoica, aunque no creía en la vida después de la muerte. En una de sus obras, Marco Aurelio escribe:
«Vivimos por un instante, sólo para caer en el completo olvido y el vacío infinito de tiempo de esta parte de nuestra existencia." "Piensa en lo que han hecho, tras pasar una vida de implacable enemistad, sospecha, odio... ahora están muertos y reducidos a cenizas».

Según Marco Aurelio todo acaba cayendo en el olvido, incluso las leyendas.

«La vida del hombre es una simple duración, un punto en el tiempo, su contenido una corriente de distancia, la composición del cuerpo propensa a la descomposición, el alma un vórtice, la fortuna incalculable y la fama incierta. Las cosas del cuerpo son como un río y las cosas del alma como un sueño de vapor, la vida es una guerra y la fama después de la muerte, solo olvido». «Todo lo existente se desintegra y todo lo creado por la naturaleza está destinado a morir». «La duración de la vida de cada uno es irrelevante, un paso para ver el enorme abismo de tiempo detrás de ti y antes de ti en otro infinito por venir. En esta eternidad de la vida de un bebé de tres días y la vida de un Néstor de tres siglos se funden como uno solo». «Los deseos conducen a la permanente preocupación y decepción, ya que todo lo que se desea de este mundo es miserable y corrupto».
Para Marco Aurelio la muerte es deseable, ya que pone fin a todos los deseos.

A pesar de estas reflexiones sobre la vida y la muerte, Marco Aurelio fue un defensor racional de la virtud. Según Jonathan Dollimore, Marco Aurelio tenía una especie de indiferencia hacia las brutalidades en la vida. Como emperador, persiguió a los cristianos y dirigió con frecuencia ejércitos en las campañas militares. Su misma forma de gobernar justifica el hecho de que cuando escribe minusvalore o haga ver la insignificancia de los asuntos mundanos.



  

Marco Aurelio, ¿un filósofo adorado por las legiones?

IMPERIO ROMANO

Fue “el emperador filósofo”, formado con los mejores intelectuales de su tiempo, pero eso no significa que no fuese brillante en el campo de batalla.

Con Marco Aurelio, heredero de Trajano y Adriano y último gran emperador de la dinastía hispánica de los Antoninos, parecía cumplirse aquel ideal de Platón que auguraba la felicidad de los pueblos cuando los reyes fueran filósofos. Sin embargo, las leyes de la política y la guerra exigieron que este romano ejemplar, de alma republicana, dedicara su vida de césar a guerrear contra los bárbaros, algo que detestaba de joven, pero que con el tiempo llegó a disfrutar tanto como lo hiciera con las disquisiciones filosóficas.
Estoico por naturaleza, Marco Aurelio aceptaba la realidad como un dictado natural al que hay que someterse. Para él lo importante era que cada ciudadano, fuera porquero o emperador, se entregase a su tarea con la mente limpia y el ánimo dispuesto. Por eso, desde pequeño, admitió sin queja lo que el destino fue acumulando sobre sus robustos hombros.

Grandes responsabilidades

A los seis años fue elevado al orden ecuestre por el propio Adriano, un rango aristocrático que le obligaba a comparecer desde niño en las ceremonias y distanciarse de sus compañeros de juegos, lo que hizo de él un muchacho taciturno. Cumplidos los ocho, se le admitió solemnemente en el colegio sacerdotal de los salios, una de las cuatro cofradías religiosas –junto a arvales, lupercios y feciales– que ayudaban a las tareas ceremoniales del colegio de pontífices para la celebración de fiestas periódicas y ejecutaban, además, los ritos de guerra y alianza en nombre del pueblo romano (Pro populo romano).
Su madre, DomicIa Lucilla, vivía entregada a la labor de cuidar del joven Marco Aurelio
Al chico retraído le abrumaba incluso la vestimenta, pues con la gruesa túnica carmesí del colegio, una coraza y casco de bronce y el pesado manto de brocado debía ejecutar las complicadas danzas sacerdotales. Aunque lo peor era soportar los banquetes rituales, en los que se comía y bebía demasiado, impropios para su edad. Tal vez de aquellos ágapes interminables, durante los cuales los sacerdotes creían poner en contacto al dios Júpiter con el pueblo, le vino su desagrado por los excesos en la mesa y su inclinación a la sobriedad.
Por entonces, el joven Marco habitaba la casa de su bisabuelo materno en el monte Celio, un enclave de mansiones patricias que rivalizaban con las villas imperiales del Palatino. Su madre, Domicia Lucilla, mujer tan exigente como cariñosa, vivía entregada a la labor de cuidar del retoño, en quien había puesto los ojos el mismísimo emperador. Tan culta como aquellas mujeres de la República que filosofaban con los hombres, Domicia insistió en que Marco hablara y escribiera en griego, porque para ella la lengua de Platón era el vehículo adecuado del pensamiento.
Huérfano de padre y tras quedarse también sin abuelo paterno, el antiguo prefecto de Roma Annio Vero, Marco gozó de la protección viril de su bisabuelo, el respetado Catalino Severo. El venerable patricio supo ver las virtudes de su prometedor descendiente y le concedió la exención de la escuela pública para que estudiara en casa con reputados seguidores de Séneca y de su escuela estoica, conocida como El Pórtico, que le enseñaron sobre todo literatura latina.
ara completar su formación, Domicia llamó a Diognetes, otro maestro del Pórtico con quien los jóvenes aristócratas aprendían pintura, canto y danza. Él fue, más que ninguno, quien inició al joven discípulo en la reflexión filosófica. Entre aquel círculo de pensadores que formaban la vanguardia intelectual de la época áurea de Adriano pasó su juventud Marco Aurelio.

Un filósofo militante.

En plena adolescencia Marco decide “ser” un filósofo de verdad, no quiere quedarse solo en las palabras. “Lo que es bueno para un pastor no tiene por qué ser malo para mí –argumenta a su madre–. Vestiré la túnica más tosca, me acostaré sobre tablas en el suelo. Demostraré que un aprendiz de filósofo nacido en una casa rica es capaz de practicar su filosofía y no limitarse a hablar de ella”. Los preceptores tratan como igual a este príncipe modesto que disfruta con las disquisiciones y propone razonamientos ponderados.
Nuevos pensadores se van añadiendo a la nutrida lista de tutores. Entre ellos destaca Junio Rustico, el filósofo que le hace conocer –y amar– la obra de Epicteto El Enquiridión, un manual de aforismos morales que le servirá de guía e inspiración literaria. Pero el más importante de todos los preceptores es Cornelio Frontón, maestro, confidente y amigo queridísimo con quien mantendrá un vínculo fraternal que durará muchos años.
Los cortesanos tratan de ganarse su compañía, pero él huye en cuanto puede para dedicar su tiempo a la lectura.
Los principios estoicos de Marco Aurelio eran la armazón de una mentalidad que trataba de dar a cada cosa su justo valor. Una sabiduría sin subterfugios. Pero esa ética implacable con las cosas del mundo y el acontecer diario entrañaba una trampa sutil: nada, ninguna situación por injusta que fuese, debía reformarse, pues todo había que aceptarlo como expresión de la naturaleza y el cosmos. Incluso la esclavitud, una lacra social que aunque le repugnara no llegó a suprimir.
Esta moral de aceptación, precursora de la resignación cristiana, hacía pensar al aprendiz de césar que aunque Epicteto hubiera sido esclavo y Nerón emperador, la crueldad del destino se compensaba porque el primero había sido sabio, y por tanto más grande y respetado por la posteridad, mientras que el segundo resultó un fantoche detestado por sus súbditos.
En la primavera de 136, cuando acaba de cumplir quince años, toma la toga viril y comienza a ser considerado como adulto en audiencias, rituales y banquetes. A diario recibe alusiones y encuentra presagios. En una salutación que los sacerdotes salios hacen a Marte arrojando cada uno una guirnalda hacia su estatua, la de Marco cae justo sobre la cabeza del dios, mientras las del resto quedan a sus pies. Admirados, sus compañeros le otorgan signos de reconocimiento: será un cónsul victorioso.
Cuando a veces se queja de los largos ceremoniales o los banquetes, los ayos le animan con una mezcla de compasión y envidia: “Esto no es nada, ya verás lo que te espera”.
Y así, empedrándole el camino hacia la púrpura y tratándole con adulación, los cortesanos tratan de ganarse su favor, sin advertir que ese hombre en ciernes huye en cuanto puede para dedicar su tiempo a la lectura. Adriano lo llama para pasear por su fastuosa villa a las afueras de Roma, tratando de buscar en esos ojos glaucos, que tanto le recuerdan a él mismo, bálsamo a su melancolía y certeza a la sucesión.

Príncipe heredero.

Cuando el emperador designa al cónsul Antonino Pío como futuro augusto, le pide como condición que adopte a Marco como sucesor. Con 18 años, Marco tiene que trasladarse a su pesar al Palacio Imperial del Palatino junto a su madre Domicia como césar asociado al trono. Todo el mundo piensa que él es el auténtico heredero, pues Antonino Pío, con 50 años y salud frágil, no será más que un interregno hasta que Marco madure.
Al año siguiente es nombrado cónsul y cuatro años después, en 145, se casa con Faustina, la hija de Antonino Pío, para establecer lazos dinásticos más sólidos. La futura emperatriz no estuvo a la altura de la elección. No es que Marco mostrara un amor desmedido por ella, aunque sí la quiso, pero la ausencia de decoro de Faustina se hizo célebre, y sus relaciones con gladiadores fornidos llegaron a ser la comidilla de la corte imperial.
En 138 muere el gran Adriano, con la satisfacción de haber llevado la paz al belicoso imperio que le legó Trajano y haber encontrado digno sucesor. Antonino Pío ciñe la diadema imperial, pero su reinado no será tan breve como se suponía. Durante veintitrés años continuará la política de pacificación, obras públicas y suaves reformas de su antecesor.

En sus primeros años como emperador pondrá su empeño en mantener los territorios que abarcaba Roma
Confirmado como césar asociado, Marco continúa su aprendizaje durante esos años sin moverse de Roma, apegado al corazón del Imperio. No le interesan las aventuras militares en lejanos territorios. Sigue apegado a sus libros y a los maestros del Pórtico.

El nuevo augusto.

En el momento en el que por fin accede al trono imperial, Roma ha alcanzado su mayor expansión: desde la gran isla de Britania en el oeste hasta Palestina en el este y desde los bosques del Danubio hasta las arenas de Mauritania, además de los magníficos territorios de Anatolia e Hispania en los bordes de Oriente y Occidente, incluidos los palacios de Siria. El limes es la línea que separa la avanzada civilización romana del resto del mundo, una frontera siempre amenazada.
Marcus Elius Aurelius Verus Antoninus Imperor es consciente de ser el depositario de una edad de oro que debe conservar y defender: una civilización ecuménica, más ambiciosa, que con la dinastía hispánica de los Antoninos había unificado Oriente y Occidente, tratando de imponer el modelo romano tanto por las armas como por la razón y el progreso. Durante veinte años pondrá todo su empeño en sujetar los numerosos territorios que abarcaba la ciudad imperial sin intentar nuevas conquistas.
Al contrario que muchos de sus contemporáneos, Marco Aurelio no cree que el orbe romano sea el único asiento de cultura. Para establecer relaciones con otros pueblos, envía embajadores a lugares tan distantes como China e India, aunque los contactos siempre resultan escasos y llenos de dificultades.

De filósofo a guerrero.

Pero, a pesar de los buenos augurios y sus excelentes propósitos, graves problemas acecharon su reinado desde el principio, como si el destino quisiera enmendar con ferocidad los dones recibidos. La buena voluntad del emperador se estrellaba una y otra vez contra desgracias y revueltas. Marco Aurelio tuvo que pasar la mayor parte de los veinte años que duró su gobierno yendo de una frontera a otra, achicando las vías de agua que se abrían en la pesada nave del Imperio.
Gracias a su tenacidad, consiguió ir venciendo las dificultades y encontró tiempo para escribir sus Meditaciones, un compendio de estoicismo en el que el soldado olvida la armadura y busca la dignidad de la naturaleza humana.
Mientras pudo, Marco Aurelio no salió de Roma, pero cuando las campañas requirieron su presencia no eludió ponerse a la cabeza de su ejército. Resulta sorprendente que, careciendo de experiencia militar, se desempeñara en esa tarea de manera tan brillante, algo en lo que sin duda le ayudó su conciencia de ser el primer servidor del Estado.
En una segunda etapa de su vida, sus amigos no son ya filósofos, sino generales de su Estado Mayor
Ser el jefe de las legiones le descubre pronto una popularidad muy distinta al clamor del populacho en Roma. Confiesa que le gusta recibir las aclamaciones y el afecto de quienes se juegan la vida con él. Disfruta, y mucho, con la vida ruda del campamento, la sobriedad sin afeites ni mujeres y la disciplina espartana. En esta segunda etapa de su vida, sus amigos no son ya filósofos, sino generales de su Estado Mayor, como Claudio Pompeyano o Helvetio Pertinax, cuyo nombre es ya glorioso.
Una tras otra, las tribus que amenazan la frontera caen derrotadas. El antiguo sedentario mueve ahora el frente en todas direcciones, su hogar es la sencilla tienda donde por la noche lee y escribe. Las legiones le adoran y los bárbaros le temen: costobocos, marcomanos, cuados, sármatas, todos se rinden al nuevo Alejandro que busca la paz perpetua y los convierte en colonos feudatarios con tierras y concesiones.
Hasta Faustina, la esposa imperial que entretenía la separación en Roma con un tálamo concurrido, se hizo eco de su reputación entre las legiones y fue hasta el campamento de Sirmium a comienzos del año 175, con dos de sus hijas pequeñas, para acompañar al emperador, que estaba enfermo.
Allí, la hija de Antonino Pío debió de sentir la llamada dinástica y se mostró como verdadera emperatriz, acudiendo a las ceremonias militares, atendiendo ruegos y arengando incluso a la tropa cuando Marco Aurelio no podía abandonar el lecho. De esta forma consiguió tal popularidad que las legiones le otorgaron espontáneamente el título de Mater Castrorum (Madre de los campamentos). A Marco Aurelio le llenó de tal orgullo el título que lo añadió a la nueva acuñación de moneda en la que aparecía la efigie de Faustina.

Viaje de regreso.

Pacificada Asia, el emperador pasó el invierno de 175-76 en Alejandría, la magnífica urbe que competía en esplendor con Roma y en cuya biblioteca pasó sus mejores horas. Luego regresó a Europa por tierra, atravesando Palestina y Siria, donde se quedó horrorizado de la escasa civilización de las tribus del desierto y escribió:
 “¡Oh cuados, oh marcomanos, oh sármatas, al fin he visto gentes más hurañas que vosotros!”.
Al llegar a Halala, frente al Taurus, la emperatriz Faustina murió inesperadamente. La leyenda dice que había vuelto a sus escándalos sexuales y que el emperador sugirió a su esposa el suicidio por decoro, en la mejor tradición estoica, pues su paciencia tenía un límite.
Marco Aurelio deseaba regresar a Roma. Se detuvo en Esmirna, ciudad plagada de palacios que tuvo la dicha de conocer antes del terremoto que la destruyó al año siguiente y donde hubo de advertir a su hijo Cómodo contra su licenciosa vida.

Confiaba en que la dignidad imperial enderezara a su hijo Cómodo. La historia demostró su equivocación
El joven, con apenas dieciséis años, era violento y voluptuoso, todo lo contrario que su padre; tenía como amante a un griego maestro en intrigas y parecían interesarle solo las cosas del circo. Marco Aurelio no se hacía ilusiones respecto a sus cualidades, pero quería hacerle césar y heredero del Imperio. El padre confiaba en que la dignidad imperial consiguiera enderezar al chico. La historia demostró su desastrosa equivocación.

El mal corregente.

Tras Esmirna, el séquito se dirigió a Atenas, la patria espiritual de Marco Aurelio. Allí visitó todas las escuelas filosóficas y creó un colegio, germen de las universidades medievales, con cuatro cátedras para las corrientes existentes: estoicos, aristotélicos (peripatéticos), cínicos y epicúreos. La tolerancia del emperador hacia los derechos de los demás causó asombro en la vieja ciudad ática.
A finales de año entró en Roma, donde le esperaba un recibimiento triunfal. El largo cortejo atravesaba las avenidas y los foros imperiales entre el delirio de la multitud cuando, de pronto, el emperador descendió del carro y dejó que lo guiara Cómodo para continuar él a pie. La mala fama del muchacho, a quien ya había hecho corregente, no engañó a los romanos. Se oyeron silbidos e imprecaciones entre la multitud.
No pudo disfrutar de su querida ciudad, pues los bárbaros del Danubio volvieron a levantarse. Marco Aurelio, queriendo transmitir al pueblo su fe mística en la grandeza de Roma, arrojó una lanza ensangrentada en dirección al enemigo haciendo un gesto expreso de Sumo Pontífice. De nuevo volvió al frente. Pasó el año 179 en el campamento de Carnutum intentando pacificar la zona, escribiendo pensamientos que a menudo trataban sobre la muerte e intentando sembrar en Cómodo la responsabilidad del Estado.

Pero la peste cruel, que a cualquiera alcanzaba sin respetar siquiera la dignidad de un gobernante verdaderamente preocupado por su pueblo, le arrebató la vida en 180. Murió el gran emperador y le sucedió un hijo inepto con el que se precipitó la larga caída del Imperio. Pero Marco Aurelio, el césar filósofo, había cumplido su papel. Con creces.


  

La felicidad, según el emperador romano Marco Aurelio.


En base a sus escritos, reflexionamos sobre qué significaba realmente la felicidad para el mítico emperador romano.

Marco Aurelio fue un emperador y filósofo romano que gobernó desde el año 161 d.C. hasta su muerte en el 180. Pero no solo es conocido por su reinado, sino también por su tendencia estoica. En efecto, sus reflexiones quedaron plasmadas para siempre en Pensamientos, una serie de escritos inspirados por su propia experiencia cotidiana.
En estas meditaciones, escritas originalmente en griego, expresa su preocupación por la autodisciplina, la moderación ante todas las cosas y el deber con los demás. Y es que, Marco Aurelio, como filósofo estoico, tenía una comprensión particular de la felicidad.
En primer lugar, creía que la virtud, concretamente, la sabiduría, la justicia, el coraje y la moderación, era la verdadera fuente de felicidad. De hecho, los estoicos consideraban que vivir una vida virtuosa, independientemente de las circunstancias externas, era fundamental para alcanzar la paz interior.
Otra de las máximas del estoicismo es la aceptación del destino. Es decir, creían que debemos aceptar las cosas que no se pueden cambiar. Por tanto, Marco Aurelio entendía que muchas situaciones en la vida están más allá de nuestro control y que la resistencia a ellas conducen a la angustia.
Para estos pensadores, resultaba más reconfortante aceptar de forma serena las circunstancias, tanto las favorables como las adversas. Esta actitud se veía como un camino hacia la paz mental, y, por ende, hacia la felicidad.
Asimismo, Marco Aurelio aconsejaba examinar y controlar las emociones y reacciones a las distintas situaciones, para evitar ser dominado por pasiones como la ira o el miedo. Para los estoicos, el autocontrol era visto como una forma de llegar a la tranquilidad, y, por tanto, a la felicidad.
Sin embargo, también valoraban las relaciones interpersonales y la disposición hacia los demás. Es decir, a pesar de su enfoque en la autodisciplina, los estoicos ponían en valor las relaciones humanas y el servicio a otras personas. Aquí es donde defienden virtudes como la empatía, la compasión y la ayuda a los demás, algo que contribuye significativamente a la propia felicidad, según sus criterios.
Por otro lado, esta corriente de pensamiento creía en el desapego de los bienes materiales. En este sentido, admitían que la fuente de felicidad no puede provenir de lo material y que, por tanto, hay que mostrar indiferencia y desapego hacia las posesiones, las riquezas y el estatus social. La verdadera riqueza, pensaban, reside en vivir una vida en armonía con la naturaleza y la razón.
Para los estoicos, y curiosamente para este mandatario, la auténtica felicidad no se encuentra en los placeres externos o en los anhelos, sino en el propio desarrollo personal y en vivir de acuerdo con la virtud y la razón.
No obstante, la visión de Marco Aurelio es pesimista, pues consideraba que las pasiones de los individuos son el motivo principal de la corrupción del mundo. Es por eso que aconsejaba perseguir tan sólo aquellos fines que dependan de uno mismo. He aquí un fragmento de sus Pensamientos:
“La dicha del hombre consiste en hacer lo que es propio del hombre (…): el trato benevolente con sus semejantes, el menosprecio de los movimientos de los sentidos, el discernir las ideas que inspiran crédito, la contemplación de la naturaleza del conjunto universal y de las cosas que se producen de acuerdo con ella. (…)

- Si te afliges por alguna causa externa, no es ella lo que te importuna, sino el juicio que tú haces de ella. Y borrar este juicio, de ti depende. Pero si te aflige algo que radica en tu disposición, ¿quién te impide rectificar tu criterio? Y de igual modo, si te afliges por no ejecutar esta acción que te parece sana, ¿por qué no la pones en práctica en vez de afligirte?.

- Piensa cuánto tiempo hace que estás dejando para otro día esas ocupaciones tan importantes y cuántas veces has desperdiciado las ocasiones que te ha ofrecido la Providencia. (...), y que tu vida está estrechamente circunscrita al tiempo. Por lo tanto, si no lo aprovechas para buscar la tranquilidad de tu alma, desaparecerá contigo y ya no podrás lograrlo. 

- No te dejes embargar demasiado por los acontecimientos exteriores. Abandona esa vida febril de cuando en cuando y dedica tus momentos de ocio a instruirte en algo bueno. Procura evitar asimismo cualquier otro error. Es una locura trabajar toda la vida si nuestra imaginación y nuestros esfuerzos no tienden hacia un objetivo determinado”. 

De familia hispana, fue adoptado por Antonino Pío, al que sucedió en el 161 d.C. Compartió el poder con su hermano adoptivo Vero y, a partir de 177, asoció al trono a su hijo Cómodo. Durante su reinado, reforzó la centralización administrativa de Roma y el poder imperial.

Este gobernante arrebató parte de Mesopotamia a los partos (165) y tuvo que hacer frente a las invasiones de marcomanos, sármatas y vándalos. A nivel político, Marco Aurelio enfrentó numerosos desafíos durante su reinado, incluyendo conflictos militares en las fronteras del Imperio Romano.
Su obra filosófica está recogida en Pensamientos (o Meditaciones), un conjunto de máximas y reflexiones de tendencia estoica. Estas meditaciones se consideran una de las referencias textuales más importantes del estoicismo. Marco Aurelio murió el 17 de marzo de 180 d.C. en Vindobona, actualmente Viena, capital de Austria.

Referencias:

Marcus Annius Verus. 'Meditaciones'
Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «Biografía de Marco Aurelio». Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea. Barcelona, España, 2004.
Enciclopedia Universal de El Mundo. Espasa (2004)


  

Historia.


Marco Aurelio: un filósofo estoico para tiempos revueltos.

Es con toda probabilidad, el libro de la antigüedad más leído hoy. «Meditaciones», el conjunto de pensamientos del emperador-filósofo, son un manual práctico que ayuda a afrontar las dificultades de las vida

DAVID HERNÁNDEZ DE LA FUENTE
19.11.2023


Ante lo inesperado, ante el mundo que colapsa, cuando todo parece derrumbarse tanto en el plano individual como en el colectivo, céntrate en lo que de ti depende y ten esto mano: nada de fuera puede dañarte…así nos dice el antiguo estoicismo romano, un pensamiento que se puede «tener a mano» a modo de manual que nos ayuda en las acciones y las decisiones del día a día. El estoicismo había surgido como escuela de pensamiento en época helenística (s. III a.C.), pero, tras una evolución que llega hasta el mundo romano del s. II, se había centrado mucho más en la perspectiva personal, en la ética del ciudadano de un vasto imperio, como el romano, en sus tareas cotidianas. En nuestro mundo actual resulta sorprendente lo familiares que son las ideas de los grandes estoicos de la época romana, sobre todo, de Marco Aurelio y Epicteto.

Ambos, que escriben su obra en griego en ese siglo II, representan muy bien los ideales del sabio estoico en su vertiente de hombre de reflexión, misión, vocación y acción. Representan dos extremos de la pirámide social de la cosmópolis del mundo romano. El primero fue emperador y el segundo fue esclavo. Pero apuntan las mismas cosas Marco Aurelio, que gobernó desde la capital del mundo, y Epicteto, que enseñó en su escuela en una ciudad de provincias. Cada uno tuvo un sino –anhelado u odiado por muchos indistintamente–, luchó y se amoldó a él. Epicteto fue de joven esclavo, quedó lisiado por malos tratos, y luego fue manumitido: acabó ganándose la vida como maestro. 
Marco Aurelio era un joven soñador y poético, frágil, pero aficionado a los deportes, que anhelaba ser filósofo, pero le cayó encima la más grave responsabilidad. Desde su ascenso al trono pasó poco tiempo en Roma y tuvo que viajar por las fronteras para afrontar una serie de campañas larguísimas contra los bárbaros. Ambos representan dos modelos de cómo el estoicismo ayuda en la ética cotidiana a cada cual, indistintamente de la misión que le haya tocado, en la búsqueda de la serenidad y la tranquilidad de ánimo, que son –qué duda cabe– los ingredientes básicos de la felicidad.

Es muy característica de esta escuela la idea de tener presente un «manual» de pensamientos básicas. De hecho, el llamado «Manual» es la obra que recoge los pensamientos básicos de Epicteto, que escribió su discípulo Flavio Arriano y que estaba destinada a «tener a mano» su pensamiento. Esta es una expresión que también repite a menudo Marco Aurelio en sus «Meditaciones», otra obra que resume muy bien los saberes del estoicismo romano. Las dos obras mencionadas son muy peculiares en el mundo antiguo.

Notas personales.

Epicteto probablemente no escribió nada, como los grandes sabios de la antigüedad, y los apuntes de sus lecciones fueron tomados por Arriano para elaborar esta especie de vademécum, a modo de «Manual», en griego “Encheiridion», El caso de Marco Aurelio es también curioso: su obra, conocida como «Meditaciones» o «Pensamientos», en realidad se ha transmitido simplemente con el título de «Para sí mismo», en griego «Eis Eauton», y es una suerte de conjunto muy dispar de notas personales, a modo de diario íntimo, tomado por el emperador en sus campañas guerreras. La peculiaridad de este libro es que no es un libro, porque con toda seguridad su autor nunca quiso publicarlo y por tanto, nos ha llegado casi de casualidad en una transmisión realmente inverosímil.

En suma, que Epicteto no quiso escribir y Marco Aurelio no quiso que lo leyéramos. Entonces, ¿qué tienen que decirnos sus obras? Sus dos libros, breves, concisos, precisos y maravillosos, han llegado hasta nosotros con un potentísimo mensaje, precisamente por esa falta de artificio, como epítome del saber práctico del estoicismo romano. Es fácil entender las razones de la moda actual del neoestoicismo. Tiene mucho que ver con esa claridad y practicidad de su pensamiento que nos ayuda a buscar el punto de equilibrio ante los problemas. No es casualidad que haya cundido entre los grandes gurús de las tecnológicas de Silicon Valley, entre Youtubers de muy diverso pelaje, entre seleccionadores de fútbol o entrenadores personales, entre boxeadores o ex militares.
 Tampoco que haya sido un libro de cabecera para diversos gobernantes, desde Federico II de Prusia y George Washington a Bill Clinton. Pero desconfíen de mediadores o neoestoicos que nos explican lo que pensaban Marco Aurelio o Epicteto: muchas veces manipulan o falsean su pensamiento, otras son fieles…, hay de todo. Pero principalmente hemos de acercarnos a los libros clave del estoicismo y leerlos una y otra vez con detenimiento en buenas traducciones. Veamos solo una de las ideas principales: evitar los juicios de valor y las impresiones, lo que en griego se dice «phantasiai», y que en realidad se puede traducir bien por «imágenes mentales», y centrarse en lo que de nosotros depende. Nuestra percepción está condicionada por el deseo, que hay que evitar, los impulsos y las pasiones, como la ira, que nos hace reprochar nuestro destino a los dioses o a otros seres humanos cuando realmente solo nos incumbe lo que de nosotros depende.


"Dramatis personae" del libro.

La idea de aceptar con serenidad lo que nos ocurre la recuerda a menudo Marco Aurelio en sus «Meditaciones». Hay una ascesis continua y un camino ético para sobreponerse a las dificultades, como se ve por ejemplo cuando dice: 
«Ante cada suceso que te ocurra mantén siempre ante tus ojos aquellos a los que les ha sucedido lo mismo, que se lamentaban, se sorprendían y reprochaban al destino. ¿Dónde están aquellos ahora?, en ninguna parte. ¿Y entonces? ¿También tú quieres actuar de forma semejante? [...] Solo ten precaución y desea para ti mismo ser bello en toda situación en la que actúes». (VII 58, según mi reciente traducción en Arpa Editores).

Recordamos cómo comienza el manual de Epicteto en la excelente traducción de Óscar Martínez (EDAF): 
«De las cosas que existen, unas dependen de nosotros, otras no. De nosotros dependen el juicio de valor, la motivación, el deseo, la aversión y, en una palabra, todo cuanto es acción nuestra… Si piensas que solo es tuyo, lo que es tuyo y que lo que es ajeno es ajeno (como así es en realidad), nadie te coaccionará jamás, nadie te pondrá obstáculos, no reprocharás nada a nadie, ni acusarás a ninguno; no harás nada contra tu voluntad, porque no te golpeará ningún daño.» 
La libertad estoica es este preocuparse solamentre de lo que de uno depende. Para el exesclavo, la condición y carácter del filósofo es esperar todo, beneficios o daños, solamente de sí mismo. Nada de fuera nos afecta: 

«Puedes ser invencible si no entras en ninguna batalla de la que no dependa de ti salir vencedor — [sé] un hombre libre. Y solo hay un camino para ello: el desprecio de lo que no depende de nosotros». (19).

Coincide con esto el emperador-filósofo, solo la filosofía es capaz de «liberarnos», al proporcionar serenidad y felicidad, liberándonos de la esclavitud de los juicios de valor ajenos, de lo que se suele pensar que es bueno o malo. Marco Aurelio propone descubrir lo que la Razón divina que gobierna el mundo quiere, y aceptar lo que nos es destinado a cada uno. En su caso, intrigas, usurpaciones, calumnias, todo lo que le tocó cuando fue designado emperador. No por eso se volvió soberbio o cruel, sino que siguió su camino filosófico. Ante todo, hay de cumplir nuestra misión: esclavo y maestro de su escuela el uno, emperador que ha de batirse una década con los bárbaros entre lodo, nieve y sangre, afrontar la muerte seis de sus hijos o las traiciones de su hermano, entre otras cosas, el otro.

Pero, como dice Epicteto «todo problema tiene dos asas, una que lo hace llevadero y otra no llevadero» (43). Marco Aurelio apunta en las «Meditaciones» que es imposible que la razón universal tome malas decisiones (VI 44), que lo que conviene a la colmena por fuerza conviene a la abeja. Por eso hay que alegrarse de lo que nos sucede, independientemente de si la opinión común cree que son buenas o malas cosas (muerte, dolor, nombramientos, guerra, riqueza, sufrimientos…), todo tiene un sentido y hay que aceptarlo. También hay que entender al prójimo: alegrarse de compartir la vida con quienes nos ha tocado compartirla y de sus virtudes (VI 48), pero también intentar convencerles cuando actúan contra la razón global (VI 38). 

Incluso los ingratos, malvados o impertinentes (II 1) están hechos para colaborar con nosotros como pies, como manos, como párpados… hemos de aceptarlos también como parte del todo con quien nos ha tocado vivir en este mundo. Igual que lo que se estima honor y deshonor, fortuna o infortunio, maldad o bondad: realmente esto no es lo que de nosotros depende, sino que nos viene dado y, por lo que hay, que aceptarlo. En ese sentido, nos recuerdan Epicteto y Marco Aurelio, la gran lección es la libertad estoica de mirar hacia el interior y localizar en el principio racional –lo que llaman a veces «el dios interior»– las claves que nos permiten ver claramente que todo tiene un sentido y cuál es nuestra misión. Incluso cuando todo se tambalea. Lean estoicismo para tiempos revueltos.

 

 Psicología Meditación.


Meditaciones de Marco Aurelio: qué son y cómo meditar para tener una actitud estoica ante los problemas de la vida.

Esta Meditación guiada inspirada en las meditaciones de Marco Aurelio nos ayuda a trabajar una actitud estoica frente a la vida, ser mejores ciudadanos y cumplir con los propósitos de año nuevo.

Meditar puede servir para adoptar una actitud estoica en la vida.

Vilma Montoliu
Naturópata
14 DE NOVIEMBRE DE 2023 

Esta meditación guiada para tener una actitud estoica ante la vida está basada en los libros Las Meditaciones, obra del emperador romano Marco Aurelio escrita originalmente en griego entre los años 170 y 180 d.C. La obra de Marco Aurelia nunca estuvo pensada para ser publicada. Sus meditaciones son más bien pensamientos que escribió para sí mismo con la intención de entender su mente y entrenar su actitud estoica ante la vida.
Marco Aurelio no escribió unas meditaciones tal y como las entendemos y practicamos hoy en día. Sin embargo, su visión de la vida basada el estoicismo es una perfecta inspiración para meditar.
Por ello, en este artículo te proporciono una meditación guiada basada en las meditaciones de Marco Aurelio que te ayudarán a adoptar una actitud calmada ante los problemas de la vida.

MEDITACIONES DE MARCO AURELIO: QUÉ SON

Marco Aurelio fue un emperador muy querido de la antigua Roma a pesar de las muchas desgracias que sufrió la ciudad durante su reinado, como, por ejemplo, la gran hambruna que produjeron las graves inundaciones que provocó la crecida de las aguas del río Tíber, la plaga conocida como peste antonina o las numerosas invasiones de pueblos vecinos que dieron lugar a varias guerras. Aunque, sin duda, para él la peor de las desgracias fue la muerte de nueve de sus trece hijos.

Sus experiencias vitales le llevaron a profundizar en el autoconocimiento y a desarrollar una actitud estoica ante la vida. Es este estoicismo lo que plasman los diarios que hoy en día conocemos como Las Meditaciones. Gracias a este conocimiento de sí mismo pudo ser un gobernante querido y valorado por su pueblo.

La obra de Marco Aurelio nunca estuvo pensada para ser publicada. En un principio, Las Meditaciones llevaban como título original “Cosas para sí mismo” y no eran sino una serie de diarios que el emperador Marco Aurelio escribió para sí mismo.
Su visión de la vida se basa, pues, en el estoicismo, originalmente una escuela filosófica fundada en Atenas por Zenón de Citio en el siglo III a.C., es decir, mucho antes de Marco Aurelio y Las Meditaciones.El estoicismo defiende el dominio de las pasiones y de las emociones que alteran el carácter y apela a la razón y a la virtud para hacer frente a los principales retos de la vida por muy inesperados, incómodos, trágicos o desagradables que sean. Actualmente, una de las maneras que tenemos de trabajar el estoicismo en nuestra vida es precisamente la meditación guiada.

Meditación guiada para dormir profundamente.

Las Meditaciones comprendían doce libros, en los que Marco Aurelio aborda cinco temas principales del estoicismo:

  • El autodominio, es decir, el dominio de las emociones y del comportamiento.
  • El carácter virtuoso, pues si tenemos un buen autodominio de las emociones y del comportamiento, podremos reaccionar de la mejor manera posible ante las vicisitudes de la vida.
  • La conciencia de la muerte, puesto que, si tenemos presente la muerte, aprenderemos a apreciar aún más la vida.
  • La vida espiritual, que nos permite ser conscientes de la verdadera importancia de nuestros problemas.
  • Y, por último, la voluntad de ser un buen ciudadano y gobernante.
Nos basaremos, pues, en la obra de Marco Aurelio para crear una meditación guiada que nos permita tener una actitud más estoica ante la vida y ser mejores ciudadanos. Además, trabajar nuestro carácter y ser mejores personas suele ser uno de los propósitos de Año Nuevo. Así que con esta idea nos adentramos en esta meditación guiada.

MEDITACIÓN GUIADA PARA TENER UNA ACTITUD ESTOICA ANTE LA VIDA.

Me gustaría que antes de iniciar la meditación pensaras en una situación que actualmente te esté preocupando y sientas que no llevas de la mejor manera posible. Quizás esa situación incide en todos los aspectos de tu vida y te esté amargando o entristeciendo en estos momentos. Mediante esta meditación apaciguaremos esas emociones negativas de modo que puedas aceptar esa situación con una actitud serena.

Se trata de viajar hacia el fondo del mar, donde las aguas están tranquilas, y llevar esa paz abismal hacia la superficie para que el oleaje no arruine todo lo que tengas construido en la orilla. ¿Me entiendes? Se trata de llenarnos de calma, de perspectiva y de una actitud serena.

  • Puedes hacer esta meditación en cualquier momento del día, pero te la recomiendo especialmente por la mañana o antes de irte a dormir.
  • Haz la meditación sentado en una silla con la espalda erguida, pero sin tensión. Así seguro que no te duermes y seguirás estando cómodo.
  • Si te apetece, puede resultarte gratificante hacer la meditación con auriculares. Sentirás el sonido más envolvente y podrás aislarte mejor del exterior.
  • Si durante la meditación necesitas moverte, adelante. Si estás incómodo, por favor, recolócate en una postura más cómoda con movimientos suaves.
  • Si puedes, descárgate toda la meditación y luego pon tu dispositivo en modo avión.
  • Ponte algún aceite esencial en el difusor o algún incienso. Te recomiendo aromas cítricos porque son vigorizantes y te pondrán de buen humor como, por ejemplo, los de limón, bergamota o naranja.


Historia

Un fragmento de las meditaciones de marco aurelio.


Busto de Marco Aurelio. Museo Saint-Raymond.



recogemos algunos de los pensamientos de Marco Aurelio en sus últimos años de vida, probablemente lejos de la fastuosa Roma, en ocasiones en la soledad de su tienda de campaña a orillas del río Danubio. Corresponden al Libro VI de su obra; la traducción es de Ramón Bach Pellicer para la editorial Gredos.
 

1.La sustancia del conjunto universal es dócil y maleable. Y la razón que la gobierna no tiene en sí ningún motivo para hacer mal, pues no tiene maldad, y ni hace mal alguno ni nada recibe mal de aquélla. Todo se origina y llega a su término de acuerdo con ella.

2. Sea indiferente para ti pasar frío o calor, si cumples con tu deber, pasar la noche en vela o saciarte de dormir, ser criticado o elogiado, morir o hacer otra cosa. Pues una de las acciones de la vida es también aquella por la cual morimos. En efecto, basta también para este acto «disponer bien el presente».

3. Mira el interior; que de ninguna cosa te escape ni su peculiar cualidad ni su mérito.

4. Todas las cosas que existen rapidísimamente se transformarán y, o se evaporarán, si la sustancia es una, o se dispersarán.

5. La razón que gobierna sabe cómo se encuentra, qué hace y sobre qué materia.

6. La mejor manera de defenderte es no asimilarte a ellos.

7. Regocíjate y descansa en una sola cosa: en pasar de una acción útil a la sociedad a otra acción útil a la sociedad, teniendo siempre presente a Dios.

8. El guía interior es lo que se despierta a sí mismo, se gira y se hace a sí mismo como quiere, y hace que todo acontecimiento le aparezca tal como él quiere.

9. Todas y cada una de las cosas llegan a su término de acuerdo con la naturaleza del conjunto, y no según otra naturaleza que abarque el mundo exteriormente, o esté incluida en su interior, o esté desvinculada en el exterior.

10. Barullo, entrelazamiento y dispersión, o bien unión, orden y previsión. Si efectivamente es lo primero, ¿por qué deseo demorar mi estancia en una azarosa mezcla y confusión tal? ¿Y por qué va a importarme otra cosa que no sea saber cómo «convertirme un día en tierra»? . ¿Y por qué turbarme? Pues la dispersión me alcanzará, haga lo que haga. Y si es lo segundo, venero, persisto y confío en el que gobierna.

11. Siempre que te veas obligado por las circunstancias como a sentirte confuso, retorna a ti mismo rápidamente y no te desvíes fuera de tu ritmo más de lo necesario. Pues serás bastante más dueño de la armonía gracias a tu continuo retornar a la misma.

12. Si tuvieras simultáneamente una madrastra y una madre, atenderías a aquélla, pero con todo las visitas a tu madre serían continuas. Eso tienes tú ahora: el palacio y la filosofía. Así pues, retorna a menudo a ella y en ella reposa; gracias a ésta, las cosas de allí te parecen soportables y tú eres soportable entre ellos.

13. Al igual que se tiene un concepto de las carnes y pescados y comestibles semejantes, sabiendo que esto es un cadáver de pez, aquello cadáver de un pájaro o de un cerdo; y también que el Falerno es zumo de uva, y la toga pretexta lana de oveja teñida con sangre de marisco; y respecto a la relación sexual, que es una fricción del intestino y eyaculación de un moquillo acompañada de cierta convulsión. ¡Cómo, en efecto, estos conceptos alcanzan sus objetos y penetran en su interior, de modo que se puede ver lo que son! De igual modo es preciso actuar a lo largo de la vida entera, y cuando las cosas te dan la impresión de ser dignas de crédito en exceso, desnúdalas y observa su nulo valor, y despójalas de la ficción , por la cual se vanaglorian. Pues el orgullo es un terrible embaucador de la razón, y cuando piensas ocuparte mayormente de las cosas serias, entonces, sobre todo, te embauca. Mira, por ejemplo, qué dice Crates acerca del mismo Jenócrates .

14. La mayor parte de las cosas que el vulgo admira se refieren a las más generales, a las constituidas por una especie de ser o naturaleza: piedras, madera, higueras, vides, olivos. Las personas un poco más comedidas tienden a admirar los seres animados, como los rebaños de vacas, ovejas o, sencillamente, la propiedad de esclavos. Y las personas todavía más agraciadas, las cosas realizadas por el espíritu racional, mas no el universal, sino aquél en tanto que es hábil en las artes o ingenioso de otra manera [o simplemente capaz de adquirir multitud de esclavos]. Pero el que honra el alma racional universal y social no vuelve su mirada a ninguna de las restantes cosas y, ante todo, procura conservar su alma en disposición y movimiento acorde con la razón y el bien común, y colabora con su semejante para alcanzar ese objetivo.

15. Unas cosas ponen siempre su empeño en llegar a ser, otras ponen su afán en persistir, pero una parte de lo que llega a ser se extinguió ya. Flujos y alteraciones renuevan incesantemente el mundo, al igual que el paso ininterrumpido del tiempo proporciona siempre nueva la eternidad infinita. En medio de ese río, sobre el cual no es posible detenerse, ¿qué cosa entre las que pasan corriendo podría estimarse? Como si alguien empezara a enamorarse de uno de los gorrioncillos que vuelan a nuestro alrededor, y él ya ha desaparecido de nuestros ojos. Tal es en cierto modo la vida misma de cada uno, como la exhalación de la sangre y la inspiración de aire. Pues, cual el inspirar una vez el aire y expulsarlo, cosa que hacemos a cada momento, tal es también el devolver allí, de donde la sacaste por primera vez, toda la facultad respiratoria, que tú adquiriste ayer o anteayer, recién venido al mundo.

16. Ni es meritorio transpirar como las plantas, ni respirar como el ganado y las fieras, ni ser impresionado por la imaginación, ni ser movido como una marioneta por los impulsos, ni agruparse como rebaños, ni alimentarse; pues eso es semejante a la evacuación de las sobras de la comida. ¿Qué vale la pena, entonces? ¿Ser aplaudido? No. Por consiguiente, tampoco ser aplaudido por golpeteo de lenguas, que las alabanzas del vulgo son golpeteo de lenguas. Por tanto, has renunciado también a la vanagloria. ¿Qué queda digno de estima? Opino que el moverse y mantenerse de acuerdo con la propia constitución, fin al que condu­cen las ocupaciones y las artes. Porque todo arte apun­ta a este objetivo, a que la cosa constituida sea adecua­da a la obra que ha motivado su constitución. Y tanto el hombre que se ocupa del cultivo de la vid, como el domador de potros, y el que amaestra perros, persi­guen este resultado. ¿Y a qué objetivo tienden con ahínco los métodos de educación y enseñanza? A la vista está, pues, lo que es digno de estima. Y si en eso tienes éxito, ninguna otra cosa te preocuparás. ¿Y no cesarás de estimar otras muchas cosas? Entonces ni serás libre, ni te bastarás a ti mismo, ni estarás exento de pasiones. Será necesario que envidies, tengas celos, receles de quienes pueden quitarte aquellos bienes, y tendrás necesidad de conspirar contra los que tienen lo que tú estimas. En suma, forzosamente la persona fal­ta de alguno de aquellos bienes estará turbada y ade­más censurará muchas veces a los dioses. Mas el respe­to y la estima a tu propio pensamiento harán de ti un hombre satisfecho contigo mismo, perfectamente adap­tado a los que conviven a tu lado y concordante con los dioses, esto es, un hombre que ensalza cuanto aqué­llos reparten y han asignado.

17. Hacia arriba, hacia abajo, en círculo, son los movimientos de los elementos. Mas el movimiento de la virtud no se halla entre ninguno de ésos, sino que es algo un tanto divino y sigue su curso favorable por una senda difícil de concebir.

18. ¡Curiosa actuación! No quieren hablar bien de los hombres de su tiempo y que viven a su lado, y, en cambio, tienen en gran estima ser elogiados por las generaciones venideras, a quienes nunca vieron ni verán. Eso viene a ser como si te afligieras, porque tus antepasados no han tenido para ti palabras de elogio.

19. No pienses, si algo te resulta dificil y penoso, que eso sea imposible para el hombre; antes bien, si algo es posible y connatural al hombre, piensa que también está a tu alcance.

20. En los ejercicios del gimnasio, alguien nos ha desgarrado con sus uñas y nos ha herido con un cabezazo. Sin embargo, ni lo ponemos de manifiesto, ni nos disgustamos, ni sospechamos más tarde de él como conspirador. Pero sí ciertamente nos ponemos en guardia, mas no como si se tratara de un enemigo ni con recelo, sino esquivándole benévolamente. Algo parecido ocurre en las demás coyunturas de la vida. Dejemos de lado muchos recelos mutuos de los que nos ejercitamos como en el gimnasio. Porque es posible, como decía, evitarlos sin mostrar recelo ni aversión.

21. Si alguien puede refutarme y probar de modo concluyente que pienso o actúo incorrectamente, de buen grado cambiaré de proceder. Pues persigo la verdad, que no dañó nunca a nadie; en cambio, sí se daña el que persiste en su propio engaño e ignorancia.

22. Yo, personalmente, hago lo que debo; lo demás no me atrae, porque es algo que carece de vida, o de razón, o anda extraviado y desconoce el camino .

23. A los animales irracionales y, en general, a las cosas y a los objetos sometidos a los sentidos, que carecen de razón, tú, puesto que estás dotado de entendimiento, trátalos con magnanimidad y liberalidad; pero a los hombres, en tanto que dotados de razón, trátalos además sociablemente.

24. Alejandro el Macedón y su mulero, una vez muertos, vinieron a parar en una misma cosa; pues, o fueron reasumidos en las razones generatrices del mundo o fueron igualmente disgregados en átomos.

25. Ten en cuenta cuántas cosas, en el mismo lapso de tiempo brevísimo, brotan simultáneamente en cada uno de nosotros, tanto corporales como espirituales. Y así no te sorprenderás de que muchas cosas, más aún, todos los sucesos residan a la vez en el ser único y universal, que llamamos mundo.

26. Si alguien te formula la pregunta de cómo se escribe el nombre de Antonino, ¿no te aplicarías a detallarle cada una de sus letras? Y en caso de que se enfadasen, ¿replicarías tú también enfadándote? ¿No seguirías enumerando tranquilamente cada una de las letras? De igual modo, también aquí, ten presente que todo deber se cumple mediante ciertos cálculos. Es preciso mirarlos con atención sin turbarse ni molestarse con los que se molestan, y cumplir metódicamente lo propuesto.

27. ¡Cuán cruel es no permitir a los hombres que dirijan sus impulsos hacia lo que les parece apropiado y conveniente! Y lo cierto es que, de algún modo, no estás de acuerdo en que hagan eso, siempre que te enfadas con ellos por sus fallos. Porque se ven absolutamente arrastrados hacia lo que consideran apropiado y conveniente para sí. «Pero no es así.» Por consiguiente, alecciónales y demuéstraselo, pero sin enfadarte.

28. La muerte es el descanso de la impronta sensitiva, del impulso instintivo que nos mueve como títeres, de la evolución del pensamiento, del tributo que nos impone la carne.

29. Es vergonzoso que, en el transcurso de una vida en la que tu cuerpo no desfallece, en éste desfallezca primeramente tu alma.

30. ¡Cuidado! No te conviertas en un César, no te tiñas siquiera, porque suele ocurrir. Mantente, por tanto, sencillo, bueno, puro, respetable, sin arrogancia, amigo de lo justo, piadoso, benévolo, afable, firme en el cumplimiento del deber. Lucha por conservarte tal cual la filosofía ha querido hacerte. Respeta a los dioses, ayuda a salvar a los hombres. Breve es la vida. El único fruto de la vida terrena es una piadosa disposición y actos útiles a la comunidad.

En todo, procede como discípulo de Antonino; su constancia en obrar conforme a la razón, su ecuanimidad en todo, la serenidad de su rostro, la ausencia en él de vanagloria, su afán en lo referente a la comprensión de las cosas. Y recuerda cómo él no habría omitido absolutamente nada sin haberlo previamente examinado a fondo y sin haberlo comprendido con claridad; y cómo soportaba sin replicar a los que le censuraban injustamente; y cómo no tenía prisas por nada; y cómo no aceptaba las calumnias; y cómo era escrupuloso indagador de las costumbres y de los hechos; pero no era insolente, ni le atemorizaba el alboroto, ni era desconfiado, ni charlatán. Y cómo tenía bastante con poco, para su casa, por ejemplo, para su lecho, para su vestido, para, su alimentación, para su servicio; y cómo era diligente y animoso; y capaz de aguantar en la misma tarea hasta el atardecer, gracias a su dieta frugal, sin tener necesidad de evacuar los residuos fuera de la hora acostumbrada; y su firmeza y uniformidad en la amistad; y su capacidad de soportar a los que se oponían sinceramente a sus opiniones y de alegrarse, si alguien le mostraba algo mejor; y cómo era respetuoso con los dioses sin superstición, para que así te sorprenda, como a él, la última hora con buena conciencia.

31. Vuelve en ti y reanímate, y una vez que hayas salido de tu sueño y hayas comprendido que te turbaban pesadillas, nuevamente despierto, mira esas cosas como mirabas aquéllas.

32. Soy un compuesto de alma y cuerpo. Por tanto, para el cuerpo todo es indiferente, pues no es capaz de distinguir; pero al espíritu le son indiferentes cuantas actividades no le son propias, y, en cambio, cuantas actividades le son propias, todas ellas están bajo su dominio. Y, a pesar de esto, sólo la actividad presente le preocupa, pues sus actividades futuras y pasadas le son también, desde este momento, indiferentes.

33. No es contrario a la naturaleza ni el trabajo de la mano ni tampoco el del pie, en tanto el pie cumpla la tarea propia del pie, y la mano, la de la mano. Del mismo modo, pues, tampoco es contrario a la naturaleza el trabajo del hombre, como hombre, en tanto cumpla la tarea propia del hombre. Y, si no es contrario a su naturaleza, tampoco le envilece.

34. ¡Qué clase de placeres han disfrutado bandidos, lascivos, parricidas, tiranos!

35. ¿No ves cómo los artesanos se ponen de acuerdo, hasta cierto punto, con los profanos, pero no dejan de atender a las reglas de su oficio y no aceptan renunciar a él? ¿No es sorprendente que el arquitecto y el médico respeten más la razón de su propio oficio que el hombre la suya propia, que comparte con los dioses?

36. Asia, Europa, rincones del mundo; el mar entero, una gota de agua; el Atos, un pequeño terrón del mundo; todo el tiempo presente, un instante de la eternidad; todo es pequeño, mutable, caduco.

Todo procede de allá, arrancando de aquel común principio guía o derivando de él. En efecto, las fauces del león, el veneno y todo lo que hace mal, como las espinas, como el cenagal, son engendros de aquellas cosas venerables y bellas. No te imagines, pues, que esas cosas son ajenas a aquel a quien tú veneras; antes bien, reflexiona sobre la fuente de todas las cosas.

37. Quien ha visto el presente, todo lo ha visto: a saber, cuántas cosas han surgido desde la eternidad y cuántas cosas permanecerán hasta el infinito. Pues todo tiene un mismo origen y un mismo aspecto.

38. Medita con frecuencia en la trabazón de todas las cosas existentes en el mundo y en su mutua relación. Pues, en cierto modo, todas las cosas se entrelazan unas con las otras y todas, en este sentido, son amigas entre sí; pues una está a continuación de la otra a causa del movimiento ordenado, del hálito común y de la unidad de la sustancia.

39. Amóldate a las cosas que te han tocado en suerte; y a los hombres con los que te ha tocado en suerte vivir, ámalos, pero de verdad.

40. Un instrumento, una herramienta, un apero cualquiera, si hace el trabajo para el que ha sido construido, es bueno; aunque esté fuera de allí el que los construyó. Pero tratándose de las cosas que se mantienen unidas por naturaleza, en su interior reside y persiste el poder constructor; por esta razón es preciso tenerle un respeto especial y considerar, caso de que tú te comportes y procedas de acuerdo con su propósito, que todas las cosas te van según la inteligencia. Así también al Todo le van sus cosas conforme a la inteligencia.

41. En cualquier cosa de las ajenas a tu libre voluntad, que consideres buena o mala para ti, es inevitable que, según la evolución de tal daño o la pérdida de semejante bien, censures a los dioses y odies a los hombres como responsables de tu caída o privación, o como sospechosos de serlo. También nosotros cometemos muchas injusticias a causa de las diferencias respecto a esas cosas. Pero en el caso de que juzguemos bueno y malo, únicamente lo que depende de nosotros, ningún motivo nos queda para inculpar a los dioses ni para mantener una actitud hostil frente a los hombres.

42. Todos colaboramos en el cumplimiento de un solo fin, unos consciente y consecuentemente, otros sin saberlo; como Heráclito , creo, dice, que, incluso los que duermen, son operarios y colaboradores de lo que acontece en el mundo. Uno colabora de una manera, otro de otra, e incluso, por añadidura, el que critica e intenta oponerse y destruir lo que hace. Porque también el mundo tenía necesidad de gente así. En consecuencia, piensa con quiénes vas a formar partido en adelante. Pues el que gobierna el conjunto del universo te dará un trato estupendo en todo y te acogerá en cierto puesto entre sus colaboradores y personas dispuestas a colaborar. Más no ocupes tú un puesto tal, como el verso vulgar y ridículo de la tragedia que recuerda Crisipo .

43. ¿Acaso el sol estima justo hacer lo que es propio de la lluvia? ¿Acaso Asclepio, lo que es propio de la diosa portadora de los frutos? ¿Y qué decir respecto a cada uno de los astros? ¿No son diferentes y, sin embargo, cooperan en la misma tarea?

44. Si, efectivamente, los dioses deliberaron sobre mí y sobre lo que debe acontecerme, bien deliberaron; porque no es tarea fácil concebir un dios sin decisión. ¿Y por qué razón iban a desear hacerme daño? ¿Cuál sería su ganancia o la de la comunidad, que es su máxima preocupación? Y si no deliberaron en particular sobre mí, sí al menos lo hicieron profundamente sobre el bien común, y dado que estas cosas me acontecen por consecuencia con éste, debo abrazarlas y amarlas. Pero si es cierto que sobre nada deliberan (dar crédito a esto es impiedad; no hagamos sacrificios, ni súplicas, ni juramentos, ni los demás ritos que todos y cada uno hacemos en la idea de que van destinados a dioses presentes y que conviven con nosotros), si es cierto que sobre nada de lo que nos concierne deliberan, entonces me es posible deliberar sobre mí mismo e indagar sobre mi conveniencia. Y a cada uno le conviene lo que está de acuerdo con su constitución y naturaleza, y mi naturaleza es racional y sociable.

Mi ciudad y mi patria, en tanto que Antonino, es Roma, pero en tanto que hombre, el mundo. En consecuencia, lo que beneficia a estas ciudades es mi único bien.

45. Cuanto acontece a cada uno, importa al conjunto. Esto debería bastar. Pero además, en general, verás, si te has fijado atentamente, que lo que es útil a un hombre, lo es también a otros hombres. Tómese ahora «la utilidad» en la acepción más común, aplicada a las cosas indiferentes.

46. Así como los juegos del anfiteatro y de lugares semejantes te inspiran repugnancia, por el hecho de que siempre se ven las mismas cosas, y la uniformidad hace el espectáculo fastidioso, así también ocurre al considerar la vida en su conjunto; porque todas las cosas, de arriba abajo, son las mismas y proceden de las mismas. ¿Hasta cuándo, pues?

47. Medita sin cesar en la muerte de hombres de todas clases, de todo tipo de profesiones y de toda suerte de razas. De manera que puedes descender en esta enumeración hasta Filistión, Febo y Origanión . Pasa ahora a los otros tipos de gente. Es preciso, pues, que nos desplacemos allá donde se encuentran tan gran número de hábiles oradores, tantos filósofos y venerables: Heráclito, Pitágoras, Sócrates, tantos héroes con anterioridad, y, después, tantos generales, tiranos. Y, además de éstos, Eudoxo , Hiparco, Arquímedes, otras naturalezas agudas, magnánimos, diligentes, laboriosos, ridiculizadores de la misma vida humana, mortecina y efímera, como Menipo , y todos los de su clase. Medita acerca de todos éstos que tiempo ha nos dejaron. ¿Qué tiene, pues, de terrible esto para ellos? ¿Y qué tiene de terrible para los que en absoluto son nombrados? Una sola cosa merece aquí la pena: pasar la vida en compañía de la verdad y de la justicia, benévolo con los mentirosos y con los injustos.

48. Siempre que quieras alegrarte, piensa en los méritos de los que viven contigo, por ejemplo, la energía en el trabajo de uno, la discreción de otro, la liberalidad de un tercero y cualquier otra cualidad de otro. Porque nada produce tanta satisfacción como los ejemplos de las virtudes, al manifestarse en el carácter de los que con nosotros viven y al ofrecerse agrupadas en la medida de lo posible. Por esta razón deben tenerse siempre a mano.

49. ¿Te molestas por pesar tantas libras y no trescientas? De igual modo, también, porque debes vivir un número determinado de años y no más. Porque al igual que te contentas con la parte de sustancia que te ha sido asignada, así también con el tiempo.

50. Intenta persuadirles; pero obra, incluso contra su voluntad, siempre que la razón de la justicia lo imponga. Sin embargo, si alguien se opusiera haciendo uso de alguna violencia, cambia a la complacencia y al buen trato, sírvete de esta dificultad para otra virtud y ten presente que con discreción te movías, que no pretendías cosas imposibles. ¿Cuál era, pues, tu pretensión? Alcanzar tal impulso en cierta manera. Y lo consigues. Aquellas cosas hacia las que nos movemos, llegan a producirse.

51. El que ama la fama considera bien propio la actividad ajena; el que ama el placer, su propia afección; el hombre inteligente, en cambio, su propia actividad.

52. Cabe la posibilidad, en lo concerniente a eso, de no hacer conjetura alguna y de no turbar el alma; pues las cosas, por sí mismas, no tienen una naturaleza capaz de crear nuestros juicios.

53. Acostúmbrate a no estar distraído a lo que dice otro, e incluso, en la medida de tus posibilidades, adéntrate en el alma del que habla.

54. Lo que no beneficia al enjambre, tampoco beneficia a la abeja .

55. Si los marineros insultaran a su piloto o los enfermos al médico, ¿se dedicarían a otra cosa que a poner en práctica los medios para poner a salvo la tripulación, el primero, y para curar a los que están bajo tratamiento, el segundo?

56. ¡Cuántos, en compañía de los cuales entré en el mundo, se fueron ya!

57. A los ictéricos les parece amarga la miel; los que han sido mordidos por un perro rabioso son hidrófobos, y a los pequeños les gusta la pelota. ¿A qué, pues, enojarse? ¿Te parece menos poderoso el error que la bilis en el ictérico y el veneno en el hombre mordido por un animal rabioso?

58. Nadie te impedirá vivir según la razón de tu propia naturaleza; nada te ocurrirá contra la razón de la naturaleza común.

59. ¡Quiénes son aquéllos a quienes quieren agradar!, y ¡por qué ganancias, y gracias a qué procedimientos! ¡Cuán rápidamente el tiempo sepultará todas las cosas y cuántas ha sepultado ya!

Biblioteca Personal.

Tengo un libro en mi colección privada .- 


Itsukushima Shrine.

Emperador romano es el término utilizado por los historiadores para referirse a los gobernantes del Imperio romano tras la caída de la República romana.
En la Antigua Roma no existía el título de «emperador romano», sino que este título era más bien una abreviatura práctica para una complicada reunión de cargos y poderes. A pesar de la popularidad actual del título, el primero en ostentarlo realmente fue Miguel I Rangabé a principios del siglo ix, cuando se hizo llamar Basileus Rhomaion (‘emperador de los romanos’). Hay que tener en cuenta que en aquella época el significado de Basileus había cambiado de ‘soberano’ a ‘emperador’. Tampoco existía ningún título o rango análogo al título de emperador, sino que todos los títulos asociados tradicionalmente al emperador tenían su origen en la época republicana.
La discusión sobre los emperadores romanos está influenciada en gran medida por el punto de vista editorial de los historiadores. Los mismos romanos no compartían los modernos conceptos monárquicos de «imperio» y «emperador». Durante su existencia, el Imperio romano conservó todas las instituciones políticas y las tradiciones de la República romana, incluyendo el Senado y las asambleas.
En general, no se puede describir a los emperadores como gobernantes de iure. Oficialmente, el cargo de emperador era considerado como el «primero entre iguales» (primus inter pares), y muchos de ellos no llegaron a ser gobernantes de facto, sino que frecuentemente fueron simples testaferros de poderosos burócratas, funcionarios, mujeres y generales.

No hay comentarios:

Publicar un comentario