Bibliotecas y mi colección de libros

Lema

Libro de Proverbios, 8 20, de la Biblia. "Yo camino por la senda de la justicia, por los senderos de la equidad."

viernes, 27 de enero de 2017

395.-La Biblioteca Nacional de Chile.-a

Luis Alberto Bustamante Robin; Jose Guillermo Gonzalez Cornejo; Jennifer Angelica Ponce Ponce; Francia Carolina Vera Valdes;  Carolina Ivonne Reyes Candia; Mario Alberto  Correa Manríquez; Enrique Alejandro Valenzuela Erazo; Gardo Francisco Valencia Avaria; Alvaro Gonzalo  Andaur Medina; Carla Veronica Barrientos Melendez;  Luis Alberto Cortes Aguilera; Ricardo Adolfo  Price Toro;  Julio César  Gil Saladrina; Ivette Renee Mourguet Besoain; Marcelo Andres Oyarse Reyes; Franco Gonzalez Fortunatti; Patricio Ernesto Hernández Jara;  Demetrio Protopsaltis Palma; Katherine Alejandra Del Carmen  Lafoy Guzmán;

  

Av Libertador Bernardo O'Higgins 651,
 Santiago, Región Metropolitana, Chile



La Biblioteca Nacional de Chile, principal centro bibliográfico del país, fue fundada el 19 de agosto de 1813 y tiene su sede en la ciudad de Santiago.

En sus comienzos en 1813, y luego entre 1818 y 1823, funcionó en una de las dependencias de la Universidad de San Felipe, ubicada en los terrenos donde se construiría posteriormente el Teatro Municipal de Santiago. Diez años más tarde, para 1823, se instala en la esquina sur oriente de las calles Bandera y Compañía, en un edificio construido en 1805 por José María Atero con base en diseños de Joaquín Toesca, que había sido sede de la  antigua Real Aduana y que hoy alberga al Museo Chileno de Arte Precolombino
Si bien se había ordenado en 1839, es en 1843, bajo la dirección de Francisco García Huidobro, la Biblioteca se traslada a la esquina sur poniente de las calles Bandera y Catedral, a un edificio de adobe de dos pisos, construido especialmente para dichos fines.
​ En 1886 se mueve al antiguo edificio del Real Tribunal del Consulado,​ diseñado por Juan José de Goycoolea hacia 1807, ubicado en la esquina de Bandera con Compañía, donde se desarrolló el cabildo de Santiago del 18 de septiembre de 1810 y donde actualmente se ubican los Tribunales de Justicia. 
Finalmente, en 1913, el Estado compró el terreno del convento de las monjas claras donde en 1925 se terminó de construir el edificio donde se ubica desde entonces.

Misión

La Biblioteca Nacional, que tendrá como misión reunir, preservar, investigar y difundir los diversos materiales bibliográficos, impresos y en otros soportes, que forman parte de la memoria colectiva nacional, a fin de posibilitar el acceso a la información y al conocimiento contenidos en sus colecciones a todos los usuarios presenciales y remotos de la comunidad nacional e internacional que lo requieran, fomentando la lectura.

Edificio.

Desde la colocación de su primera piedra, en 1913, el edificio de Alameda 651 ha ido atesorando una serie de piezas artísticas de gran valor patrimonial. A ellas se suman los trabajos decorativos del inmueble, que lo convierten en uno de los más nobles edificios públicos del siglo XX.
Desde la colocación de su primera piedra, en 1913, el edificio que alberga a la Biblioteca Nacional de Chile ha ido atesorando una serie de piezas artísticas de gran valor histórico y patrimonial. A las pinturas y esculturas que lo engalanan, se suman los exquisitos trabajos decorativos del inmueble, que reflejan el papel prepoderante que la institución -principal centro bibliográfico del país- ha tenido en el resguardo y la promoción de la cultura.
Después de funcionar en distintos recintos que no habían sido concebidos con ese fin, recién a principios del siglo XX, bajo la administración del director Carlos Silva Cruz, comenzaron las gestiones para dotar a la Biblioteca Nacional de un edificio propio. La construcción de este se inició en el año 1913, en los terrenos que hasta entonces había ocupado el Convento de las Monjas Claras y su iglesia, emplazados en la manzana comprendida por las actuales calles Avenida Libertador Bernardo O'Higgins, Mac-Iver, Moneda y Miraflores.
 La nueva edificación fue diseñada por el arquitecto chileno Gustavo García del Postigo, quien organizó la planta al modo de una cruz de Malta, concebida para reunir bajo un mismo techo a la Biblioteca Nacional, el Archivo Nacional y el Museo Histórico Nacional. Mientras que el ala oriente fue destinada a este último, la poniente, en cambio, donde se ubicaría el Archivo, nunca llegó a construirse y su lugar permanece ocupado hasta el día de hoy por jardines.

Los volúmenes del edificio se inscriben dentro del estilo neoclásico característico de la arquitectura pública de principios del siglo XX. El edificio fue uno de los primeros en Chile en ser construido en hormigón armado desde sus cimientos, lo que explica en buena parte su excelente estado de conservación, pese a los varios terremotos que ha debido soportar. Un recorrido por el recinto basta para comprobar que, entre los edificios públicos, "ninguno tuvo mejores terminaciones" (Laborde, Miguel. Lugares con historia, pág. 115): los materiales fueron escogidos con criterio exigente, la mayoría de ellos de fabricación nacional, desde el cemento utilizado en el hormigón, proveniente de la fábrica El Melón, hasta el parquet de los suelos.

Asimismo, la mayor parte de las obras artísticas y ornamentales que se aprecian en su interior fueron ejecutadas por artistas y artesanos chilenos. Entre ellas están las pinturas murales de Alfredo Helsby y Arturo Gordon que, decoran la rotonda del segundo piso del sector Alameda; los trabajos pictóricos alusivos a la vida del bibliófilo José Toribio Medina, ubicados en la sala que lleva su nombre, uno de ellos realizado por Camilo Mori; una serie de bustos de prominentes intelectuales del siglo XIX; y las pinturas de Benito Rebolledo y Prosper Piatti que decoran la Sala Fray Camilo Henríquez. Más reciente es la obra en homenaje a Gabriela Mistral realizada por Gracia Barrios y las que ambientan el Salón de Lectura que lleva su nombre, emplazado en el segundo piso del Sector Moneda. Además, a lo largo de las galerías y corredores del edificio es posible observar numerosos cuadros que retratan a los directores de la institución, así como a otros personajes históricos.

Finalmente, la Biblioteca conserva valiosos objetos decorativos y patrimoniales que ennoblecen el edificio y realzan su labor cultural. Entre ellos destacan el mobiliario perteneciente a J. T. Medina, varias piezas de porcelana de Sèvres y la prensa en la que se acuñó La Aurora de Chile, el primer diario impreso en el país, elementos que conviven armónicamente con el diseño moderno y la tecnología de punta que se respira en espacios como el Salón Bicentenario o la Sala de Recursos Digitales.



 

 El Servicio Nacional del Patrimonio Cultural.


El Servicio Nacional del Patrimonio Cultural (SNPC) es el servicio público chileno, dependiente del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, encargado de la ejecución e implementación de las políticas públicas en materia de patrimonio cultural, tanto material como inmaterial. El organismo fue creado en 1929 como Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos (Dibam),​ y adquirió su actual denominación el 28 de febrero de 2018.

  Biografías


Juan Egaña

(Juan Egaña Risco; Lima, 1769 - Santiago, 1836) Político, jurista y escritor chileno. La actividad política que Juan Egaña desplegó en Chile a lo largo de toda su vida no le impidió ser también un prolífico poeta y autor teatral. El fomento de la enseñanza y el proyecto de una confederación de países americanos fueron las ideas que animaron su actuación pública.
Hijo del chileno Gabriel José de Egaña Marín y la peruana Josefa Risco, Juan Egaña cursó estudios en su Lima, donde se graduó como bachiller en Cánones y Leyes por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (1791), y ese mismo año se trasladó a Chile, donde ampliaría su formación con el título de abogado por la Universidad de San Felipe. 
Consiguió el grado de doctor en 1802, y más adelante impartiría la docencia en el mismo centro universitario como profesor de retórica y de latín, cátedra que él mismo promovió. También en Santiago se casó con Victoria Fabres González de la Rivera, chilena. El matrimonio tuvo varios hijos, entre los cuales destacó el también abogado y político Mariano Egaña Fabres.
Egaña se implicó en el proceso de la emancipación de Chile desde sus inicios. Junto con Camilo Henríquez, colaboraba activamente en el periódico La Aurora de Chile, medio de prensa que difundía las ideas liberales y soberanistas, y, tras el primer triunfo de la revuelta (1810), fue elegido diputado por la circunscripción de Melipilla en el primer Congreso Nacional (1811). 
La primera Junta de Gobierno le encargó la redacción del primer proyecto o reglamento constitucional (un proyecto de declaración sobre los derechos del pueblo de Chile), que sin embargo no fue promulgado. No ocurrió lo mismo con el Reglamento Constitucional Provisorio, que sí fue aprobado por el Congreso el 26 de octubre de 1812.
 A continuación fue elegido senador y presidente del Senado (1813), desde el cual impulsó ese mismo año, junto con Camilo Henríquez y Manuel de Salas, la fundación del Instituto Nacional. Formó asimismo parte de la Junta de Gobierno y promovió la creación de la Biblioteca Nacional.
Como consecuencia de la derrota de los patriotas en la Batalla de Rancagua, las fuerzas realistas fieles a la metrópoli española tomaron de nuevo el poder, y Egaña fue desterrado (por decisión del capitán general Casimiro Marcó del Pont) al archipiélago de Juan Fernández, donde permaneció tres años, hasta 1817, junto con su hijo Mariano. 
Fue allí donde redactó su célebre Filosofía religiosa (el título completo original es El chileno consolado en los presidios o filosofía de la religión: Memorias de mis trabajos y reflexiones escritas en el acto de padecer y de pensar), una suerte de combinación entre sus experiencias de destierro y sus ideas sobre la independencia de las colonias americanas de España. La obra no sería publicada hasta 1826 en Londres.
Después de la Batalla de Chacabuco (1817), que devolvió la independencia a Chile, Juan Egaña regresó al país. Fue nombrado poco después secretario accidental de Gobierno y Guerra en el Directorio Supremo formado por Luis de la Cruz y Manuel Javier Rodríguez Erdoíza (marzo de 1818). Publicó en años sucesivos diversas piezas literarias de ficción, en forma de entregas periodísticas o folletines, como sus famosas Cartas Pehuenches (el título completo es el de Correspondencia de dos indios naturales del Pire-Mapu, ó sea la Quarta Thetrarquía en los Andes, el uno residente en Santiago, y el otro en las Cordilleras Pehuenches), que constituyen, al decir de numerosos estudiosos, el primer acto de ficción narrativa en la historia del Chile independiente. No es difícil encontrar en ellas el rastro de otras piezas literarias similares anteriores, como las Cartas persas (1721) del barón de Montesquieu o las Cartas marruecas del español José Cadalso.

Después de la abdicación de Bernardo O'Higgins (1823), el héroe de la independencia chilena, Egaña retomó su pulso como jurista y político. Recibió un nuevo encargo, esta vez el de formar parte del grupo de redactores que debían confeccionar una nueva Constitución para el país. De todo aquel trabajo surgió la Constitución Política del Estado de Chile, promulgada el 29 de diciembre de 1823, aunque su tono sumamente conservador la acabaría haciendo inviable, y fue sustituida por un nuevo texto constitucional en 1826. A continuación, el año siguiente volvió a ser elegido senador (1824) y presidente del Senado (1827), y en 1825 resultó elegido diputado por la circunscripción de Santiago; presidió la Asamblea Provincial. En 1826 fue diputado de nuevo por Melipilla.
A su labor política añadió la actividad docente en el Instituto Nacional, donde ejerció como profesor de literatura, y el trabajo periodístico, ya que fue director de dos diarios. Escritor identificado con el neoclasicismo, entre sus obras teatrales destacan El amor vence al desdén y Poliforonte o el valor ostensible. Al igual que muchas de sus piezas de teatro, la mayor parte de su producción poética se perdió, aunque se conserva el poema satírico La Fernandina. 
En 1829 publicó en Londres Ocios filosóficos y poéticos en la Quinta de las Delicias —obra que reúne unos diálogos (Conversaciones filosóficas), poemas (Poesías fugitivas) y un melodrama (el citado El amor vence al desdén)—. Juan Egaña falleció en 1836 en Santiago, donde se publicó una antología póstuma de sus escritos. Junto con Camilo Henríquez y Manuel de Salas formó el denominado “trío de las luces” (es decir, de los ilustrados e intelectuales) de la época de la independencia.

  Mariano Egaña.


Es el faro luminoso, no ya de la familia, sino de la sociabilidad y de la política chilena. Aparece en el escenario público como una gran figura desde las primeras etapas libertadoras hasta 1846, y ocupa puestos sobresalientes como jurisconsulto, legislador, Ministro de Estado, diplomático, escritor y consejero áulico de numerosos regímenes y gobernantes.

Nació en Santiago por el año 1788 y se recibió de abogado en 1806, a los 18 años de edad. En 1813 sirvió la secretaría de la Junta de Gobierno y después del desastre de Rancagua fue conducido, en unión del autor de sus días, al cautiverio de Juan Fernández, donde permaneció hasta el 25 de marzo de 1817.
A su regreso en Santiago fue secretario de la intendencia, mayor de policía y sucesivamente, agente fiscal del tribunal de apelaciones, secretario de la junta de economía y árbitros; en 1820 fue cabildante y dos años después asesor letrado de la intendencia.
En 1823 pasó ya a sitios más encumbrados y fue secretario de Gobierno y de Marina, donde demostró sus cualidades de estadista y de letrado (28 enero y 4 de abril 1823).
Abdicación de O'Higgins. El 28 de Enero de 1823 se reunió el pueblo en el edificio del Consulado y exigió la comparecencia del Director Supremo, que al principio se resistió a concurrir y que luego se presentó ante la asamblea e hizo su histórica pregunta:

-¿Cuál es el objeto de esta asamblea?.

Mariano Egaña fue el primero en contestarle: manifestó que el pueblo estimaba sus servicios y su valor; pero que la situación reclamaba, para evitar mayores males, que dejara el mando que ejercía. O'Higgins negó a la concurrencia el derecho de representante del pueblo, pero al cabo de otros discursos de José Miguel Infante y Fernando Errázuriz, concluyó por dimitir el poder supremo.
Ministerio Egaña-Vial Santelices. El mismo día 28 de Enero del 23 desempeñó los Ministerios de Gobierno, de Relaciones y de Marina, teniendo por colega único, en los despachos de Hacienda y Guerra, a Agustín Vial Santelices. Era casi Ministro universal, y en realidad era el hombre más influyente de la época.
Emancipación de esclavos.- Cuando el Senado de 1823 decretó la manumisión de los esclavos, él se opuso y, si bien no demostró ideas esclavócratas, votó el acuerdo senatorial de libertad absoluta y propuso un reglamento sobre libertad condicional de la raza servil. Consideraba que los dueños de esclavos debían ser indemnizados en respeto al principio de propiedad y que la manumisión debía hacerse poco a poco, en bien de los mismos interesados. En su reglamento no acordaba la libertad a los esclavos de más de 50 años para no privarlos del derecho de ser mantenidos por sus amos y no exponerlos en la vejez a la miseria o mendicidad; rechazaba la manumisión para los menores de 21 años, y aún pasada esa edad el manumitido debía poseer un oficio; las mujeres no debían ser libres mientras no se casaran, etc.
Estas ideas, corrientes en el siglo XVIII, fueron desechadas por la opinión y por los legisladores y el mismo Egaña puso su firma, el 24 de Julio de 1824, a la ley que declaraba abolida la esclavitud en Chile. Barros Arana (Hist. G., XIV, 109) da interesantes pormenores sobre este punto.

Por lo demás el comercio negrero o la compraventa de esclavos era usual en Chile y América, y Egaña, al oponerse a la liberación y pedir que los amos recibieran indemnización, no hacía más que estimar el hecho lo mismo que si se hubiera tratado de expropiar un buey o un animal cualquiera. La moral quedaba rezagada y sólo se veía el principio de propiedad. La ética de entonces no permitía ver en el esclavo una parte de la humanidad, sino un ser despreciable y valorizado según su edad y sus aptitudes para el trabajo.
Ministerio Egaña-Mena. Duró el anterior Gabinete hasta el 4 de abril de 1823, en que le tocó organizar el siguiente: Gobierno y Relaciones, Mariano Egaña; Hacienda, Pedro Nolasco Mena, y Guerra y Marina, Juan de Dios Rivera. Permaneció en la jefatura ministerial hasta el 12 de julio de 1824, y fue reemplazado por Francisco A. Pinto.
Desde esa época pasa a ocupar puestos prominentes en la dirección del Estado. Fue nuevamente Ministro de Hacienda en 1830 y de Justicia en 1837. Salió elegido senador en 1831, firmó como tal la Constitución de 1833, y fue reelegido desde 1834 hasta 1846.
En 1825 se le nombró Ministro plenipotenciario ante varios Gobiernos europeos y estuvo especialmente en Londres y Paris. A él le cabe el honor de haber contratado los servicios del sabio Andrés Bello. Durante largos años, o más bien durante casi toda su gestión senatorial, fue fiscal de la Corte Suprema, puesto que entonces tenía atribuciones casi omnímodas en materia de acusaciones públicas. En 1835 fue al Perú en una misión especial e investido de plenos poderes para declarar la guerra al protector Santa Cruz y en 1839 desempeñó una misión análoga.
Redacción de la Constitución de 1833.- Mariano Egaña fue el más esforzado reformador constitucional de 1833. Presentó un proyecto de reformas en 1832, el cual sirvió de base de discusión a la comisión encargada de informar sobre la reforma. La comisión se componía de siete miembros elegidos el 25 de Octubre, de 1832 por la gran Convención Nacional y que eran Mariano Egaña, Agustín Vial Santelices, Fernando A. Elizalde, Santiago Echeverría, Gabriel José Tocornal, Juan Francisco Meneses y Manuel José Gandarillas.
Sobresalían entre esto el Sr. Egaña y el Sr. Gandarillas. El primero había adquirido en Chile en su juventud los mayores y los más extensos conocimientos legales que podía proporcionar la vetusta Universidad de San Felipe. Desde niño había manifestado, junto con una gran contracción al estudio, una rara precocidad intelectual no sólo para asimilarse los conocimientos, sino para discurrir por sí mismo con una notable claridad de juicio. Al lado de su padre el Dr. Juan Egaña, que era tenido por el hombre más ilustrado de este país, Mariano había adquirido muy variada educación; había estado recluido en Juan Fernández y sus cuatro años de permanencia en Europa, en desempeño de una importante comisión nacional, le habían permitido adquirir muchos conocimientos sobre la ciencia y práctica del gobierno" (Barros Arana, Historia General, XVI, 305).
Fue el principal instrumento de la reforma y muchos artículos están redactados de su puño y letra. El objeto que perseguía era constituir un ejecutivo fuerte y poderoso, capaz de resistir y sofocar los gérmenes revolucionarios y anárquicos que habían prevalecido y estallado desde la caída de O'Higgins.
Uno de los principales méritos de la Constitución de 1833, al revés de la de 1828, consistió en revestir de facultades propias e independientes al Jefe del Estado, de amoldar la situación a la realidad de la vida social y de ajustar las normas del derecho y de la cultura a los medios existentes, sin ideolojismos fantásticos ni ficciones extraídas o trasplantadas de otros pueblos o de otras edades.

Aquí está el gran mérito de este constitucionalista del 33. Muchas de sus ideas, vaciadas en los moldes de la monarquía, fueron rechazadas y combatidas; pero también otras fueron aceptadas y así, con trozos e ideas dispersos y heterogéneos, se formó el edificio constitucional de 1833, que tuvo 90 años de existencia y fue reemplazado por la Constitución promulgada el 18 de Septiembre de 1925.

Leyes Marianas. Y no sólo se le deben muchos preceptos constitucionales de 1833, sino que es autor de numerosos decretos con fuerza de ley que se dictaron en 1837, en virtud de facultades extraordinarias de que se invistió al Gobierno, al igual que se hizo en 1825 y 1826, para que arreglara y completara la legislación del país.
Ese año, dice Manuel E. Ballesteros en su Derecho procesal chileno, "el poder Ejecutivo, haciendo uso de las facultades legislativas que le habían dado, delegadas por ley de 31 de Enero del mismo año, dictó una serie de disposiciones tendientes a establecer nuevas reglas de procedimientos en materias importantes. Estos decretos han sido reconocidos con el nombre de leyes marianas por haber sido la obra del fiscal de la Corte Suprema, Mariano Egaña, que era en esa época uno de los primeros jurisconsultos del país".
A él se debe la creación de cementerios. El decreto creador empezaban así: "En toda ciudad o villa se formará un panteón fuera de la ciudad".
Fue uno de los hombres más influyentes entre sus contemporáneos, contribuyó, junto con Portales, a vigorizar el poder central, intervino en la dictación de casi todas las leyes sustanciales del país y demostró entereza de carácter, voluntad inflexible en el cumplimiento de sus deberes y nobilísimas virtudes republicanas.
Al morir, el 23 de Junio de 1846, se le decretaron honores públicos.
Fue dueño de Peñalolén, cuyo famoso parque, imitación del de Saint-Cloud, hizo construir según modelo que trajo de sus viajes por Europa. En él mantenía sabrosas charlas con sus visitantes, entre los cuales contaba se siempre el sabio Andrés Bello.

Compra de la Biblioteca Egaña. Por ley de 16 de octubre de 1846 se dispuso que el Estado "comprara la biblioteca que fue del finado senador y fiscal de la Corte Suprema, supuesto el consentimiento en forma legal, de la heredera doña Margarita Egaña".
Se disponía en la misma ley que con esa biblioteca y todos sus impresos, manuscritos y bustos que la componían, se formara un departamento especial en la Biblioteca Nacional, cuyas puertas y estantes tendrían esta inscripción: Biblioteca Egaña.
Y a este propósito escribió Luis Galdames en su estudio sobre la Biblioteca Nacional en 1908: "Su gabinete de estudio había llegado a ser lo mejor que en materia de libros se conociera en Chile, y atendidas la importancia y la variedad de las obras, ni la Biblioteca Nacional podía competir con él.
Contaba, además, con una multitud de documentos sobre la historia patria, que tanto él como su ilustre padre habían reunido desde la época de la Independencia, y con una colección de bustos y personajes célebres, que servían a la sala de adecuado adorno".
Así se tributó un digno y merecido homenaje al esclarecido ciudadano que contribuyó durante cerca de medio siglo a la organización y robustecimiento de la República.
Fue casado con doña Rosario Zuazagoitía y dejó una sola hija, doña Margarita, esposa primero de José Santiago Melo, y desposada después en segundas nupcias con Pedro Nolasco Tocornal".
 
Biblioteca.

 Mariano Egaña, poseía una de las más importantes bibliotecas privadas del continente, compuesta por unos 10.000 volúmenes. Sabemos que una gran cantidad de obras fueron traídas al país por él mismo tras su paso como diplomático por Inglaterra y Francia, y otras tantas heredadas de su padre, Juan. En 1846 el Estado chileno compra y agrega a la Biblioteca Nacional, la colección del difunto Mariano, exceptuándose algunas obras que conserva su única heredera Margarita Egaña. 
El catálogo confeccionado dio cuenta de la suma exacta de 8.806 ejemplares, entre los que destacan autores como Grotius, Montesquieu, Pufendorf, Campomanes, Mirabeau, Bossuet, Comte, Constant, Jovellanos, Locke, Martínez Marina, Paine, Pradt, Raynal, Therry, Condillac, Condorcet, Hobbes, D’Holbach, Portalis, Burke, Volney, Rousseau, Voltaire, y Blanco White.

Importancia histórica.


La biblioteca de la que fuera propietario Mariano Egaña  fue, en su tiempo, la más completa de Chile y una de las mejores de América hispana; en esto están de acuerdo todos quienes a ella se han referido. El mismo Mariano Egaña, consciente de ella en más de una oportunidad así lo señaló, comparándola, incluso, con otras bibliotecas tales como la de Francisco Tadeo Diez de Medina y José Antonio de Roias  o la de Manuel de Salas y Corvalán. Por su calidad, al menos en Chile, ni la Biblioteca Nacional se le podía comparar.

La biblioteca se formó, en parte, con los libros que Mariano adquirió en Europa durante el tiempo que desempeñó la misión oficial que la novel república de Chile le encargara. Estos eran calculados por él en 3.000 volúmenes, primero 8 y 4.000 después. En su adquisición, como asimismo en la de números  instrumentos (microscopios, telescopios y otros), eran invertidos la totalidad de sus ahorros 10 al punto que él confesaba que había comprado muchos más libros que los que pensaba adquirir en un principio.
La mayoría los compró en Londres y París, si bien fueron más abundantes los adquiridos en la capital francesa. El mayor costo de los libros en Inglaterra y el hecho de que su padre no leyese en inglés fueron las principales razones para ello; esto no impidió, sin embargo, la adquisición de numerosos libros en Londres  referidos a las más diversas materias.  En 1826, estando Mariano aún en la capital inglesa, eran embarcados para Chile los adquiridos en Inglaterra.
En Chile incrementó su biblioteca con la que heredó de su padre, en la cual se encontraba una considerable cantidad de manuscritos relativos a la historia nacional; a ellos agregó los manuscritos que él mismo reunió o hizo copiar.

En la formación de su biblioteca, Mariano Egaña fue muy exigente. No sólo se cuidaba de examinar personalmente los libros que adquiría, sino que, además, se fue preparando cuidadosamente para ello, haciéndose asesorar por quienes podían sabiamente aconsejarle, entre otros, por Andrés Bello, y consultando las obras bibliográficas que por esa época circulaban, de las cuales fue reuniendo las más importantes le, Este especial cuidado tenía su justificación: el escaso concepto que se tenía en Europa de la cultura de los países americanos hacía que los editores y libreros ofrecieran a estos jóvenes países sólo literatura de escaso valor tanto por su contenido como por la calidad de sus traducciones.


Este especial cuidado hizo que la biblioteca fuese una de las mejores de América, no sólo por el número de volúmenes que la componían, sino, especialmente, por las materias que contenía. 
Las más diversas disciplinas se encontraban vastamente representadas Derecho, Política, Teología, Filosofía, Historia, Matemáticas, Física, Química, Literatura, Geografía, etc. 
Junto a lo anterior no era difícil encontrar obras de jardinería, cocina, juegos a, higiene a belleza, entre esta gran variedad eran las obras de derecho, teología y filosofía las más numerosas; el mismo Mariano Egaña confesaba en una de sus cartas que la moral era una de sus particulares aficiones,

Entre las obras de carácter jurídica se encontraban en abundancia las fuentes y la literatura jurídicas: derecho indiano en su vertiente legislativa  y doctrinaria; derecho real castellano en la misma doble perspectiva a; derecho romano tanto del Mos italicus como del Mos gallicuc; literatura iusnaturalista racionalista, el derecho canónico  y literatura de decisiones. A esto hemos de agregar la escasa literatura jurídica chilena y americana que había hasta esa época. Son también numerosos los títulos referidos a los códigos franceses.

El deseo expreso de Mariano Egaña fue que la biblioteca se situara en la propiedad que la familia tenía en Peñalolén, la que con frecuencia era aludidas en sus cartas con el nombre de en casitas
Durante su permanencia en el viejo continente se encargó de adquirir todo lo que estimó necesario para convertirla en su refugio preferido y su especial carácter, unido a las aflicciones que debió pasar, hacían que la evocase en sus cartas, a veces, con nostalgia. Lógicamente, un lugar importante de ella lo ocupaba la biblioteca, de cuya estructura tenía ya una clara idea estando aún en Europa; en un de las cartas enumeradas desde Paris describe a su padre detalladamente lo que ella debía ser: estaría en dos salones empapelados, conteniendo varios oradores y figuras análogas. 

Los estantes, con llave, debían estar todos cubiertos con cristales. Por todo el comedor irían colocados, sobre pequeñas columnas, los bustos en mármol de Demóstenes, Cicerón, Virgilio, Homero, Platón, Sócrates, Montesquieu, Buffon, Voltaire, Rosseau y Napoleón. 
En la testera una mesa de escribir grande con sus atriles y sillas al derredor; el suelo alfombrado y en medio de los salones, una araña de bronce ss. 
Una biblioteca de tal calidad en su contenido merecía tal continente. El afán con que Mariano Egaña se preocupaba de su biblioteca le llevó, incluso, a pensar en hace uso de la madera de los cajones en que mandaba los libros y demás útiles con el fin de construir con ella, los estantes. 

La calidad de dicha madera debió hacerle desistir de su idea. Al morir Mariano Egaña el 24 de junio de 1846 le heredó su única hija Margarita de Egaña. Poco después de su muerte, con fecha 17 de julio del mismo año, el Ejecutivo pasó a las Cámaras legislativas, con acuerdo del Consejo de Estado un proyecto proponiendo la adquisición por cuenta de la nación de la biblioteca de Egaña, en la cual se incluían los impresos, manuscritos y bustos que la componían, exceptuando solamente aquello que la heredera quisiera retener; el valor sería fijado por peritos, debiendo pagarse  a plazo por el erario. Este proyecto fue acogido por el cuerpo legislativo y transformado en ley de la republica, eI 16 de octubre de 1846

Según Barros Arana, don José Antonio Palazuelos, curador de la heredera, apartó los manuscritos que no entraron a la venta, creyendo que eran obra de Mariano Egaña, error que impidió que ellos pasaran a formar parte de la Biblioteca Nacional.

Andrés Bello fue encargado de hacer la tasación, la que, al parecer, según el mismo historiador, dio la suma de cuarenta mil pesos. En total fueron 8.876 volúmenes adquiridos

Catalogo de la Biblioteca 


  

Los Incunables.


Los incunables son los libros que surgieron desde la creación de la imprenta hasta principios del siglo XVI. La Biblioteca Nacional de Chile cuenta con un total de 29 incunables universales, y una edición facsimilar de 1861 de «De insulis inventis - Epistola Christoferi Colom». 

Johannes Gutenberg desarrolló la imprenta de tipo móvil a mediados del siglo XV. Esta innovación tecnológica consistió en la creación de plantillas de madera por cada letra del alfabeto que eran rellenadas con plomo. Estas piezas de metal tenían una duración mucho mayor que las usadas anteriormente, por lo que con una misma pieza se podían hacer más copias de cada texto.

Los primeros libros realizados con esta nueva técnica, en particular aquellos impresos antes del año 1501, son llamados incunables, término acuñado por Cornelius Beughem. Estos libros son objetos muy valiosos, tanto por su antigüedad como por su significado en la historia del libro y la lectura, por lo que diversas bibliotecas del mundo los consideran parte esencial de sus colecciones.

Así también existen los llamados "incunables americanos", que son los primeros libros impresos en América Latina entre los siglos XVI y XVII, principalmente en México, país en donde llegó la imprenta en 1534.

La Biblioteca Nacional de Chile cuenta con los siguientes 29 incunables europeos, los que corresponden a una valiosa parte de las colecciones de la Sala Medina:

Titulo-Autor-Ciudad-Editor-Año.

  Comentarii in satyras Juvenalis cum defensione comentariorum Martialis et recriminatione adversus Brotheum grammaticum Juvenal  Romæ 1474


  Opera, cum Mauri Servii Honorate in tria Virgilii opera expositione Virgilio  (1450). Mediolani  1475


  Pharsaliae Marco Antonio Lucano Venetis Juvenem Guerinum 1477


  Sermones traductionem venerabilis patris Ambrosii camaldulensis San Ephrem Floretiæ Antoniu Bartholomei Mischomini 1481


  Super omnia opera divini doctoris Thome Aquinatis Tabula Pietro da Bergamo Bolonia Oficina Baldiseri Azquíde 1484


  Las leyes de la hermandad : este es el cuaderno de las leyes nuevas de la hermandad del Rey y de la Reyna ... y por su mandado hechas en la Junta General en la Villa de Tordelaguna España Lordoña 1486



 



 Histoire de Ros-Asanah y Kipur : por eftillo corriente y feguido sin bolver de una aotra parte, como se uza en efte Kahal Kados  Ámsterdam Acofta de Aharon Hisquia Querido 1486 [=1726]


Rosh Hashaná (en hebreo, ראש השנה‎, rosh ha-shanah, "cabeza del año"), es el Año Nuevo judío, que es conmemorado por la mayoría de los judíos dondequiera que se encuentren, el primero y el segundo día de Tishrei (séptimo mes del calendario hebreo). El nombre, según la Torá, es Yom Terúah.

Origen de Yom Terúah según la Torá
Es la fecha de la Fiesta de las Trompetas (en hebreo, זכרון תרועה‎ Zikron Teru'ah, conmemoración con sonar de trompetas), establecida en Levítico 23:24.​ Esta fiesta se celebra en el primer mes del calendario hebreo moderno.

Origen de Rosh Hashaná
Conforme a la Torá, el mes de Abib o Nisán (por marzo-abril) es el principal de los meses del año, ya que la palabra en hebreo usada ahí es "Rosh Jodashim" (en hebreo, ראש חודשים), que quiere decir literalmente "cabeza de meses", refiriéndose a que es el principal mas no el primero, de modo que es equívoco decir que este día es el primero del año.8​ Según el judaísmo rabínico, el año nuevo cae en el mes hebreo de Tishréi (por septiembre-octubre), cuando se festeja el Año Nuevo Judío o Rosh Hashaná, que conmemora el día en que Elohim creó el mundo o, según el rabino Eleazar ben Shammua, el día de la creación del hombre, y es a partir de este día cuando se cuentan los años.
Cabe destacar que los judíos, al retorno de su exilio en Babilonia, empezaron a denominar a los meses según el nombre que ellos conocieron en el destierro. Así, al cuarto mes empezaron a llamarlo Tammuz, nombre de un Dios de Babilonia. Los babilonios celebraban el año nuevo casi en los mismos días que la fiesta de Yom Teruah.

Celebración.
El shofar se toca durante la plegaria matutina. El sonido de este cuerno, casi siempre de carnero, llama a los judíos a la meditación, al autoanálisis y a retomar el camino de justicia (Teshuvá). Es el primero de los días del regreso e introspección, de balance de los actos y de las acciones realizadas, de plegaria y sensibilidad especiales (Aseret Yemei Teshuvá) que terminan con el Yom Kippur (Día del Perdón).
Tras sonar el cuerno, conforme a la tradición, se encienden velas las dos noches de celebración y hay comidas festivas.​ además se evita realizar actividades como trabajar, conducir y usar electrodomésticos.
También se conoce como el Día del Toque del Shofar y como el Día del Juicio porque ese día Dios juzga a los hombres, abriendo tres libros: uno, con los malos (quienes quedan inscritos y sellados para la muerte); otro, con los buenos (quienes quedan inscritos y sellados en el Libro de la vida), y el tercero, para quienes serán juzgados en Yom Kippur .
Rosh Hashaná (Comienzo del año), junto con Yom Kippur (Día del perdón), forman en la tradición judía una unidad llamada Yamim Noraim (Días terribles), por ser el momento en que Elohim juzga al mundo y decreta lo que sucederá en el transcurso del nuevo año.
El 1º de tishrei no es solo el primer día del año, sino también su "cabeza". Así como la cabeza comanda al resto del cuerpo, del mismo modo en este día se predestinan todos los hechos que ocurrirán durante el año.

  Super sapientiam Salomonis Robertus Holtok  París Georg Wolf 1489


  

Opera philosophica ; Epistolae Lucio Anneo Séneca  Venetiis Bernardinum de Cremora & Simonem de Luero 1490



  

Plurima opuschula sancti Augustim Agustín de Hipona Pelegrinum de pasqualibus de Bononia 1491



  Quadragesimale doctoris illuminati Francisco de Mayronis  Venetiis Bernardinuz Novaria 1491



  Las vidas de Plutarco : que fueron escriptas en griego y traduzidas en latin por diversos trasladores y despues vueltas en romance castellano por el cronista Alfonso de Palencia Mestrio Plutarco  Sevilla Paulo d’Colonia, Johanes d’Nuréberg y Magno y Thomas de Alemania 1491


  Las siete partidas Alfonso X  Sevilla Paulo de Colonia, Johánes Pegniczer de Nuberga y Magno y Thomas de Alemania, 24 de diciembre de 1491. 1491


Las Siete Partidas, o simplemente Partidas, son un cuerpo normativo redactado en Castilla durante el reinado de Alfonso X (1221-1284) con el objetivo de conseguir una cierta uniformidad jurídica del reino. Su nombre original era «Libro de las Leyes», y hacia el siglo xiv d. C. recibió su actual denominación, por las secciones en que se encontraba dividida.
Esta obra se considera uno de los legados más importantes de Castilla a la historia del Derecho, al ser el cuerpo jurídico de más amplia y larga vigencia en Hispanoamérica (hasta el siglo xix d. C.). Incluso se la ha calificado de «enciclopedia humanista», pues trata temas filosóficos, morales y teológicos (de vertiente grecolatina), aunque el propio texto confirma el carácter legislativo de la obra, al señalar en el prólogo que se dictó en vista de la confusión y abundancia normativa y solamente para que por ellas se juzgara.


  

Caesarum opere / Suetonius ; cum commentario Phillipi Beroaldi Cayo Suetonio Tranquilo  Bononiæ Benedictus Hectoris 1493


  

Tragoedias Lucio Anneo Séneca  Venetiis Matheú Capcasam 1493




 


 Operi de hytoriis etatum mundi, ac descriptione urbium Hartmann Schedel  Núremberg Antonius Koherger 1493


Las Crónicas de Núremberg (en latín: Liber chronicarum, Libro de las crónicas; en alemán: Die Schedelsche Weltchronik, Crónica mundial de Schedel) es un libro impreso en 1493, que fue editado en dos versiones: una latina (impresa el 12 de junio de 1493) y otra alemana (impresa el 23 de diciembre de 1493) —ambas preparadas de manera simultánea—, lo que permitió que se difundiera ampliamente por toda Europa. Narra la historia universal basándose en el relato de la Biblia; es conocido por sus numerosos grabados de ciudades de la época y por contener uno de los primeros mapas de Alemania impresos.
Es uno de los más preciados incunables (del latín incunabulum 'cuna' o 'comienzo', nombre que se da a los primeros libros salidos de la recientemente creada imprenta —entre 1450 y 1500—). De aproximadamente 600 páginas in-folio (formato de aproximadamente 44x67 cm), está muy ricamente ilustrado con 1804 xilografías (grabados mediante planchas de madera). La edición está muy cuidada y sus xilografías son de gran valor artístico.
Los estudiosos estiman que se hicieron entre 1400 y 1500 copias en latín y entre 700 y 1000 en alemán. Un documento de 1509 registra que 539 de las latinas y 60 de las alemanas se habían quedado sin vender para esa fecha. Aproximadamente 400 latinas y 300 alemanas sobreviven en el siglo XXI. Se hallan dispersas en museos y colecciones de todo el mundo: Instituto Geográfico Nacional (Madrid), Academia de San Fernando (Madrid), Abadía del Sacromonte (Granada), Biblioteca Palafoxiana (Puebla, México), Museo de Bellas Artes (Boston), Biblioteca Nacional de Chile (Santiago), Área Cultural del Banco, (Cúcuta, Colombia), Biblioteca Central Pública (Durango, México), entre otras. En abril de 2011, el anticuario estadounidense Ken Sanders encontró casualmente en la pequeña localidad de Sandy (al sur de Salt Lake, Utah) un ejemplar de la primera edición en lengua alemana.
Las Crónicas como texto literario es el resultado de una compilación obra del médico Hartmann Schedel. Los grabados fueron responsabilidad de Michael Wolgemut2​ y Wilhelm Pleydenwurff. El impresor y editor responsable de la publicación fue Anton Koberger,​ financiado por la iniciativa de Sebald Schreyer y Sebastian Kammermaister. La traducción del Liber chronicarum al alemán fue realizada por Georg Alt,​ quien había ayudado a Schedel en la compilación de la versión latina inicial.
Los ilustradores Wolgemut y Pleydenwurff eran artistas de renombre, y uno de sus aprendices era Alberto Durero, que en poco tiempo se convertiría en uno de los más importantes grabadores y pintores de Europa. Con 645 planchas xilográficas obtuvieron las 1804 ilustraciones, discrepancia causada por el hecho de que varias de las planchas se repiten en el libro para ilustrar 


  Sermones tredecim universales praedicables per totum annus ; Sermo de passione domini Michael de Hungría Lugduni Edmondus David 1495


  De rerum natura : liber primus incipit fœliciter Tito Lucrecio Caro  Venetiis Theodorum de Ragazonibus 1495



De la naturaleza de las cosas​ (en latín, Dē rērum natūra) es un poema didáctico, dentro del género de los periphyseos cultivado por los filósofos atomistas griegos, escrito en el siglo I a. C. por Tito Lucrecio Caro; dividido en seis libros, proclama la realidad del hombre en un universo sin dioses e intenta liberarlo de su temor a la muerte. Expone la física atomista de Demócrito y la filosofía moral de Epicuro. Constituye posiblemente la mayor obra de la poesía de Roma y, sin duda, uno de los mayores intentos destinados a la comprensión de la realidad del mundo y de lo humano.

Contenido del libro

El extenso poema está compuesto por seis libros, escritos en versos hexámetros dactílicos.En ellos se pretende explicar los fenómenos del Universo, a partir de la observación y la reflexión filosófica de la escuela epicúrea.
Lucrecio da inicio a su poema invocando, al modo homérico, a Venus como la Madre de la naturaleza (Alma Venus) y la insta a calmar los furores de su amante, Marte, los cuales introducen la discordia en la ciudad, es decir, Roma. De este modo, el proemio de la obra respeta la convención de la épica. Sin embargo, como Lucrecio argumenta que los dioses, perfectos, no intervienen en los asuntos humanos, muchos comentaristas han propuesto que la mención a Venus, así como el propio estilo del poema que recuerda los Himnos Homéricos, es una simple convención poética. Añaden que la mención de Venus, evoca la idea de Empédocles, quien consideraba a su equivalente griega, Afrodita, el poder que explicaba la existencia.
Después de la apertura, el poema comienza con una explicación acerca de la naturaleza y el ser de las deidades, el que termina en una invectiva contra la superstición. Lucrecio propone el axioma de que «nada surge de la nada y nada puede reducirse a nada» (Nil fieri ex nihilo, in nihilum nil posse reverti). A continuación, el poeta sostiene que el universo está formado por un número infinito de átomos, los cuales se encuentran dispersos en un vacío infinito. Expone luego la forma de estos átomos, sus propiedades, sus movimientos, las leyes bajo las cuales entran en combinación y asumen formas y cualidades apreciables por los sentidos, con otras cuestiones preliminares sobre su naturaleza y afecciones, junto con una refutación de objeciones e hipótesis contrarias, con lo cual terminan los dos primeros libros.
A continuación,estos conceptos generales se aplican al mundo humano para demostrar que los principios vitales e intelectuales, el Anima y el Animus, son tan parte del ser humano como sus propios miembros, pero al igual que ellos, carecen de existencia independiente. Por lo tanto, concluye Lucreciao, el alma y el cuerpo viven y perecen juntos; por ello argumenta que el miedo a la muerte es una locura, ya que la muerte simplemente extingue todos los sentimientos. Se expone, entonces, una teoría de los sentidos, la vista, el oído, el gusto, el olfato, el sueño y los sueños, finalizando con una disquisición sobre el amor y el sexo.
Lucrecio explica luego el origen del mundo, los movimientos de los cuerpos celestes, el cambio de las estaciones, el día y la noche, el surgimiento y progreso de la humanidad (incidentalmente se mencionan tres edades, de piedra, bronce e hierro), la sociedad, las instituciones políticas y la invención de las diversas artes y ciencias. Por último, se analizan algunos de los aspectos naturales más llamativos, especialmente los fenómenos atmosféricos, así como los sismos, las erupciones y las enfermedades. Este último tema introduce una descripción detallada, y magistral, de la peste que devastó Atenas durante la Guerra del Peloponeso. Con este episodio, termina el libro; este abrupto final sugiere que Lucrecio podría haber muerto antes de que pudiera finalizar y editar su poema. 

Estructura del poema

Los tres primeros libros tratan del ser y la nada, en cuanto conceptos, de la materia y el espacio y los átomos con sus movimientos.Se abordan temas tales como la infinitud del Universo, la regularidad de sus procesos y la naturaleza del espíritu (animus) y de la mente (anima), explicados como sustancias materiales sujetas a la mortalidad o, más bien, la disolución. Los tres últimos libros explican desde el materialismo y la teoría atómica, la naturaleza de los astros, las fuerzas de la naturaleza, los sentidos, la reproducción, la atracción sexual y las enfermedades.

Libro I: finalidad de la doctrina epicúrea, análisis del principio "de la nada, nada se origina", teoría del átomo y del vacío.
Libro II: origen del Universo mediante las combinaciones atómicas producidas por la caída de los átomos. Teoría del clinamen (término latino usado por Lucrecio para designar la parénclisis).
Libro III: doctrina sobre el alma. Distingue entre animus, principio intelectivo humano, y anima, principio exclusivamente vital.
Libro IV: teoría de la sensación; análisis de los simulacra (los eidola de Epicuro). Crítica del escepticismo; los sentidos como fuente de verdad. Negación del finalismo en la naturaleza.
Libro V: de contenido cosmológico. Origen del Universo; estudio de los astros; análisis de la vida vegetal y animal; exposición de la evolución de la civilización humana.
Libro VI: continuación del anterior. Estudio de los fenómenos atmosféricos; causas de las enfermedades.
Termina con la descripción de la peste de Atenas, uno de los pasajes más perfectos de la literatura universal.


  

Opus præclarissimum in quatuor libro Sententiarum Nicolas de Orbellis Pavillon royal de la France.svg Parissis Johanni Richardis 1498
Salutifera navis : narragonice prosectionis nun qua satis laudata Navis p Sebastianum Grant vernaculo vulgarique sermone & rhythmo pro cuncto rum mortalium satuitatis semitas essugere cupientium [...] Sebastian Brant Lyons Iacobum Zachoni de Romano 1488

[i. e. 1498]

La nave de los necios o La nave de los locos (en el original alemán, Das Narrenschiff; en su traducción latina, Stultifera Navis; por error,​ transcrito en algunas copias como Salvtifera Navis​) es una obra satírica y moralista publicada en Basilea en 1494 y escrita por el teólogo, jurista y humanista conservador de origen alsaciano y cultura alemana Sebastian Brant (o Brand).
Es una sucesión de 112 cuadros críticos (el número puede variar dependiendo de las ediciones) acompañados cada uno de un grabado, en los que Sebastian Brant critica los vicios de su época a partir de la denuncia de distintos tipos de necedad o estupidez. También se ha entendido la obra como una velada crítica a la Iglesia de la época (en latín, navis se refiere también a la nave de un templo, y se conoce a la Iglesia católica como la nave de San Pedro).

Ediciones

El éxito de la obra fue enorme en su época, al menos hasta el siglo XVII. Hubo seis ediciones originales, en alemán del alto Rin. En Estrasburgo catorce, y quince en París. En Alemania hubo hasta nueve ediciones piratas (por ejemplo, La nueva nave del país de los necios, Estrasburgo, 1495, con cinco ediciones). Fue traducida al latín por Jacob Locher en 1497 con el título de Nave Necia, Naves Necias o Stultifera Navis.
Con respecto a las ilustraciones, los grabados que la acompañan han sido reelaborados varias veces, y sus diseños se atribuyen a cuatro o cinco artistas, de los cuales todos menos uno son anónimos. El único identificado es Alberto Durero, a quien se atribuye la mayor parte del trabajo (aproximadamente 75 de las 116 imágenes), y de los restantes autores se ha intentado perfilar la personalidad de dos de ellos, llamándolos Haintz-Nar-Meister y Gnad-Her-Meister.

Antecedentes de la obra
La imagen de un grupo de locos viajando en barco hacia la tierra de los tontos (o Narragonia, en el original alemán), así como otros elementos del libro de Sebastian Brant, entronca con varias tradiciones de la literatura clásica y medieval, y como se verá, sobrevive hasta nuestros días. Se le relaciona con Jasón y los argonautas y con la literatura didáctica medieval (como el Schildbürgerbuch, o Libro de los papanatas, cuyos personajes son necios y cuya intención es moralizante). También recoge la tradición de las danzas de la muerte (puesto que en la obra hay danzas de necios, como en los capítulos 1, 61, 62 y 85). 
Se incluyen en la obra numerosas citas bíblicas y refranes de la época.​En cuanto a los antecedentes personales, es sabido que S. Brant había publicado durante los años precedentes una serie de hojas volanderas (primero en latín, luego en alemán) en las que se solía incluir una pequeña ilustración, contando sucesos relevantes o noticias curiosas. Dado que Brant aprendió a hablar alemán de manera tardía, estas hojas permiten conocer hoy sus progresos en el aprendizaje de ese idioma, que también anticipan el estilo moralizante y su voluntad didáctica (la combinación entre imagen y texto y la redacción en alemán y no en latín son prueba de que su principal destinatario era el gran público, al igual que La Nave de los Necios).

Estructura
Una parte de la crítica5​ afirma que "La Nave de los Necios" carece de estructura, siendo una simple sucesión de cuadros aislados (De los cocineros y de los bodegueros, De la intención declarada, Del necio grosero, etc.). La unidad vendría dada entonces por la lengua y la versificación, por la figura del necio como personaje central, por su ubicación en una nave o por el estilo emblemático.

El Necio

Se ha intentado rehacer una clasificación de necedades a partir de la obra de Brant. Zeydel,​ entre otros autores, ha visto el viaje a Narragonia como un viaje hacia uno mismo, lo que supondría que Brant habría anticipado una temática moderna de autodescubrimiento del yo. Es importante también apreciar que la literatura medieval (así como el propio Brant) no hacía distinciones entre los tipos clásicos de necedad latina (stultus, fatuus, insipiens y demens).

Influencia posterior
La secuela más conocida es el Elogio de la locura (1509), del humanista Erasmo de Róterdam, quien conocía la obra de Brant (recordemos la identidad entre locura y necedad que preside las concepciones de la época). La influencia de Brant llega a Rabelais o más recientemente al estudio de la necedad formulado en el célebre ensayo del economista italiano Carlo Maria Cipolla titulado Allegro ma non troppo.
Michel Foucault dedicó a este libro el primer capítulo de su Historia de la locura en la época clásica y lo relacionó con auténticos barcos de dementes que navegaban por los canales de una ciudad a otra.​ El pintor El Bosco recreó en un cuadro su propia nave de los locos.
Pío Baroja escribió en 1925 la novela La nave de los locos, que forma parte de la serie Memorias de un hombre de acción. En ella, tras su famoso «Prólogo casi doctrinal sobre la novela, que el lector sencillo puede saltar impunemente», dedicado a defender su teoría literaria novelística de las críticas vertidas por el «un poco ideológico» José Ortega y Gasset, incluye un primer capítulo con el mismo título de la novela, «La nave de los locos», en el que explica el sentido metafórico de la locura de la humanidad, dando como referencia el poema de Sebastián Brant.



  


Prima pars Biblie cum glosa ordinaria et expositione Lyre litterali et morali : necnon additionibus ac replicis... Múltiples autores Banner of the Holy Roman Emperor with haloes (1400-1806). Sin información [Nicholas de Lyra?] 1498

Genesim -- Exodum -- Leviticum -- Numeri -- Deuteronomium.

Resumen

El Pentateuco (del griego πέντε [pénte], 'cinco', y τεύχος [téukhos], 'rollo', 'estuche'; es decir, «cinco rollos», por los estuches cilíndricos donde se guardaban enrollados los textos hebreos, es el conjunto formado por los cinco primeros libros de la Biblia, que la tradición atribuye al patriarca hebreo Moisés. El Pentateuco es considerado canónico por todas las confesiones cristianas y forma parte de todas las Biblias. Los cinco libros que lo componen son: Génesis, Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio --

  

Opera agricolationum / Columellæ ; Varronis ; Catonisque necnon Palladii ; cum exscriptionibus & commentariis D. Philippi Beroaldi Lucius Junius Moderatus  Desconocida Impressa Regii impensis Francisci Mazali 1499


  

Naturæ historiarum libri XXXVII / C. Plinii Secundi ;e castigationibus Hermolai Barbari quam emendatissime editi Cayo Plinio Segundo  Venetiis Joannem Aluisium de Varisio 1499

 

Leyes hechas por los muy altos y muy poderosos principes y Señores el Rey don Fernãdo y la Reyna doña Isabel nuestros soberanos señores por la brevedad y orden de los pleytos. Fechas en la villa de Madrid año del Señor de mil.cccc.xcix. España  Salamanca 1499


 

Missale Benedictinum : Missale secundum consuetudinem monachorum Congregationis Sancti Benedicti de Valladolid Iglesia católica  Montserrat Juan Luschner y Uldarico Belch 1499


  

Sermones dominicales per totum annum editi per venerabilem virum et patre fratrem Antonium de Bitonto Antonio de Bitonto  Venetiis Johann Hamman para Nicolo da Francoforte 1496

  

Super quattour libros Sententiarum Guillermus Vorrilong Flag of Most Serene Venezia Jacopo Penzio para Lazzaro Suardi] 1496


  De divinis institutionibus adversus gentes Lactantii Firmiani  Venetiis Simonem Beuilaqua 1497



Sala Medina.

  



Sala Medina, llamada así en homenaje al bibliógrafo e historiador chileno José Toribio Medina, alberga el fondo bibliográfico más valioso de Chile y uno de los más importantes de América Latina, especialmente en lo que se refiere a textos coloniales y del siglo XIX.


Sala Medina, llamada así en homenaje al bibliógrafo e historiador chileno José Toribio Medina, alberga el fondo bibliográfico más valioso de Chile y uno de los más importantes de América Latina, especialmente en lo que se refiere a textos coloniales y del siglo XIX.

Fue conformada a partir de la donación realizada por el historiador Diego Barros Arana (1929) y el erudito José Toribio Medina (1925). A su colección se suma la existencia del Museo Bibliográfico, que contiene donaciones realizadas a la Biblioteca Nacional posteriormente, entre las que se encuentra la de Guillermo Feliú Cruz, quien trabajó en la conservación de la sala por más de cuatro décadas.

La sala Medina, ubicada en el segundo piso de la Biblioteca Nacional, es una fuente de consulta obligada para quienes estén interesados en conocer la historia y la cultura hispano colonial. Además encontrarán completa información sobre el siglo XIX chileno, la América Española y valiosos impresos europeos entre los siglos XV y XVIII. Hoy cuenta con cerca de 35 mil títulos a disposición de los usuarios.

Parte de la Biblioteca Medina forma parte del Instituto Panamericano de Geografía e Historia (IPGH)


  



La Biblioteca Americana.

La Biblioteca Americana reúne todo el material recopilado por José Toribio Medina durante sus prolongadas estancias en América y Europa, donde el erudito visitó archivos y bibliotecas, reuniendo una valiosa y abundante documentación inédita.

Este destacado bibliófilo e investigador, recopiló las fuentes documentales que permitieron el desarrollo de la historiografía colonial chilena e hispanoamericana, a partir de las dos últimas décadas del siglo XIX. Esta colección se compone de 8.431 títulos y es material de consulta indispensable para cualquier estudioso del período colonial americano. La búsqueda de Medina comprendió todo el espacio geográfico colonizado por España desde el siglo XVI; y aunque las temáticas que recoge son variadas, es evidente su especial interés por la literatura, la imprenta y el Tribunal del Santo Oficio.

La prolija compilación realizada por Medina comenzó en 1875 en Lima, cuando fue designado secretario de la Legación Chilena en Perú. En la capital peruana entró en contacto con los antiguos registros de la administración virreinal, depositados en la Biblioteca Nacional del Perú. Ya clara su vocación y antes de regresar a Chile en 1877, visitó Estados Unidos, Francia, España y Gran Bretaña, donde se familiarizó con las más avanzadas técnicas para la organización de bibliotecas y la conservación de documentos antiguos.
De regreso en Chile publicó algunos de sus hallazgos y, por encargo del gobierno, formó el archivo histórico Capitanía General que contiene el registro del gobierno colonial en Chile durante el siglo XVIII, hasta entonces abandonado en las bodegas del Ministerio del Interior. En 1884, una nueva designación diplomática en Madrid le permitió recorrer detenidamente los archivos y bibliotecas de España. En el Archivo de Indias de Sevilla encontró antecedentes inéditos y muy valiosos para la historia colonial chilena y americana, los que transcribió y puso a disposición de los intelectuales motivados en profundizar el conocimiento del pasado de las jóvenes repúblicas.
De vuelta en Chile, en 1892, su abierta simpatía por el derrotado Presidente José Manuel Balmaceda, lo privó del apoyo que hasta entonces le había prestado el Estado para solventar su labor. Esta situación lo llevó a aceptar la invitación del director del Museo de La Plata para radicarse durante tres años en Argentina, donde profundizó sus investigaciones sobre la imprenta colonial.
Sus últimos viajes por Europa y América los efectuó en 1902 y 1912, comisionado por el gobierno de Chile. En estas visitas aprovechó la experiencia y los contactos de sus viajes anteriores y logró obtener las piezas que faltaban para completar su valiosa colección.
En 1925, esta colección fue donada a la Biblioteca Nacional, donde actualmente se encuentra a disposición del público en la Sala José Toribio Medina y forma parte del patrimonio cultural de la Nación.

  

J. T. Medina, 1928


José Toribio Medina Zavala (Santiago, 21 de octubre de 1852—11 de diciembre de 1930) fue un abogado, bibliógrafo, investigador, historiador, lexicógrafo y coleccionista chileno, el mayor recolector de fuentes para el estudio de la historia de su país.

Fue hijo primogénito de José del Pilar Medina y Valderrama y de Mariana Zavala Almeida. Su padre, que era abogado, debía viajar constantemente en función de su cargo de magistrado, por lo que Medina pasó su niñez en diferentes ciudades: Santiago, Talca y Valparaíso. A los trece años volvió definitivamente a Santiago, pues su progenitor perdió el uso de las piernas y no podía moverse de su sillón, e ingresó al curso de Humanidades del Instituto Nacional General José Miguel Carrera, dirigido entonces por el gran historiador Diego Barros Arana. Posteriormente estudió derecho en la Universidad de Chile, y se recibió como abogado el 26 de marzo de 1873.

Secretario de la legación de Perú, primer viaje a Europa (1875-1878)

En 1875, el ministro de relaciones exteriores Adolfo Ibáñez Gutiérrez lo nombró secretario de la legación del Perú. Trasladado a Lima, comenzó a interesarse vivamente en el descubrimiento de documentos, buscando libros y archivos por toda la capital peruana. No estuvo mucho tiempo debido a la ruptura entre él y su jefe, y al renunciar se dirigió, invitado por la señora Genoveva Mathieu, a la exposición de Filadelfia. Pasó tres meses en Estados Unidos y después visitó Inglaterra, y estudió en el Museo Británico temas de la literatura colonial de Chile -un asunto que le apasionaba- y familiarizándose con las técnicas de organización de bibliotecas y de conservación de documentos antiguos. De Londres pasó a París, de París a Madrid, y regresó a su país en junio de 1877.

Guerra del Pacífico y archivo de la Capitanía General (1879-1883)
Se trasladó al norte para ofrecer sus servicios a su país durante la Guerra del Pacífico. Durante la campaña, ejerció el cargo de auditor de guerra del ejército de reserva, y más tarde el de juez de letras en Iquique. Por encargo del gobierno, creó el archivo histórico Capitanía General, con los registros de la época colonial, hasta entonces guardados en una bodega.

Secretario de la legación de España (1884-1886)
A fines de 1884, Medina fue nombrado secretario de la legación de España, de la cual era Ministro el almirante Patricio Lynch, con la misión adicional de obtener copias de los documentos más importantes concernientes a Chile. Se abocó todo el tiempo a la labor documental, y prácticamente dejó de lado su trabajo como secretario, pero con el visto bueno de Lynch. Dos años estuvo indagando en bibliotecas y archivos españoles. En el Archivo de Indias de Sevilla encontró antecedentes inéditos y muy valiosos para la historia colonial no solo chilena sino americana. A su regreso dio cuenta de un total de 17.799 páginas copiadas y listas para imprimir, con un ahorro de recursos también impresionante. Por esa época también contrajo matrimonio con Mercedes Ibáñez, hija del ministro que lo había ayudado en sus primeros momentos.

Primeras publicaciones, imprenta Ercilla (1887-1891)
El año de 1887 publicó Historia de la Inquisición en Lima. Al año siguiente y en posesión de una pequeña imprenta, a la que llamó Ercilla, dio paso a la publicación de sus obras más recordadas, la Colección de historiadores de Chile y los Documentos inéditos para la Historia de Chile. Tras la revolución de 1891 en la cual fue abiertamente partidario del derrotado presidente José Manuel Balmaceda, se vio privado del apoyo estatal, debió interrumpir la publicación y se trasladó a la Argentina. Allí, Francisco P. Moreno, director del Museo de La Plata, lo acogió y alojó en el museo mismo.

Tercer viaje a Europa.

La hospitalidad de Moreno le permitió realizar un tercer viaje a Europa. La situación en Chile le permitió volver en 1895 y reanudar la publicación de sus colecciones.
En 1897, la Universidad de Chile le nombró miembro académico, en reemplazo del sacerdote Joaquín Larraín Gandarillas, que acababa de fallecer, y ocupó la primera cátedra de Historia Documental Americana y Chilena en 1899. Su trabajo se volvió fecundo, y decidió realizar un cuarto viaje en 1902, para estudiar la organización de los archivos y bibliotecas públicas de Europa. El quinto lo realizaría en 1912, comisionado por el Ministerio de Instrucción Pública para que estudiara la organización del Archivo Notarial de Madrid. 
Siguió con la creación de nuevas obras, a pesar de su ancianidad, e incluso realizó un último viaje para representar a Chile en el vigésimo tercer Congreso de Americanistas de Nueva York, y en la exposición sevillana de 1929. En 1923 se le otorga el doctor honoris causa por parte de la Universidad Nacional Autónoma de México
Murió en 1930. Sus restos descansan en el Patio 15 del Cementerio General de Santiago.

Años antes había entregado a la Biblioteca Nacional, con sendos catálogos, un total de 60 mil impresos, 1.668 manuscritos originales y 8.659 documentos transcritos de su biblioteca personal, que se colocaron en una sala del edificio que hoy se denomina en su honor Biblioteca Americana José Toribio Medina.

José Toribio Medina: andanzas de un bibliógrafo.

VÍCTOR CID CARMONA · 
 05/08/2020 

José Toribio Medina Zavala nació en Santiago de Chile en 1852, completó su formación inicial en el Instituto Nacional (1863) de dicha ciudad, donde posteriormente estudió leyes y se recibió de abogado en 1873. Adolfo Ibañez, Ministro de Relaciones Exteriores lo nombró secretario de la legación chilena en Perú (1875).[1] Desde aquella ciudad relata a su padre:
“Me he visto obligado a no poder continuar en esta ciudad mis estudios de las ciencias naturales y de la antropología, por lo cual, para matar el tiempo, me he dedicado a recorrer los archivos y las bibliotecas para ver manera de encontrar algo útil para Chile, y también porque creo que en ellos puedo hallar antecedentes que sirvan a mis puntos de vista sobre los primeros habitantes del país”.[2]

De lo anterior, se deduce que desde temprana edad Medina se inclinó por la compilación de datos en bibliotecas y archivos, primero sobre su país y, con el tiempo, como se verá, con una visión hispanoamericana, que, al fin, le valió reconocimiento como uno de los más destacados bibliógrafos latinoamericanos.
Los viajes emprendidos por Medina a lo largo de su vida le permitieron compilar una vasta colección de notas sobre los más variados temas de su interés, además de facilitarle la adquisición de libros y documentos con los que integraría una de las más sobresalientes bibliotecas americanas.
Al año siguiente, 1876, durante un viaje que lo llevó por varias ciudades europeas en 1876, desde Londres le escribe a su padre, al describir un paseo por la ciudad le refiere:

De vuelta pasé al Museo Británico, dónde está la Biblioteca con sus 800,000 volúmenes y su salón de lectura admirablemente dispuesto, al cual, en el tiempo que lo he visitado, le he cobrado verdadero afecto por la comodidad con que uno se halla allí donde tiene de todo, por la exquisita amabilidad y atención de los empleados y, más que todo, por las inmensas riquezas bibliográficas que encierra. He pasado en él ochenta horas y pico y sin duda que las contaré entre mis más queridas, más puras, más provechosas y de recuerdos más duraderos. Con esto ya sabrá Ud. Por qué conozco todavía poco de Londres”.[3]

En otra carta, enviada desde Sevilla en septiembre de aquel año, le menciona a su padre: “El gran atractivo de Sevilla que me detendría medio año si fuera posible, es el Archivo de Indias, destinado a los documentos sobre la América: allí está Chile representado y en el estudio de su historia me encuentro actualmente”.[4]

Además de visitar archivos y bibliotecas en Europa y América, Medina frecuentó librerías con el propósito de acopiar la mayor cantidad de material que le permitiera desarrollar sus investigaciones y enriquecer su Biblioteca.

En 1902 emprende otro largo viaje por varias ciudades de América con el propósito de recabar más información relativa al desarrollo de la imprenta en antiguas ciudades en que hubiera florecido durante la época colonial.
Su primer destino fue Lima, donde residió tres meses a fin de compilar documentación sobre la imprenta en Lima, en dicha ciudad se reencontró con el escritor Ricardo Palma, a quien había tratado años antes, cuando Medina desempeñó el cargo de Secretario de la Legación chilena en aquel país. De regreso a Chile, imprimió en su casa los 4 volúmenes que se refieren a La imprenta en Lima entre 1904 y 1907.
Pasó después a Guatemala, donde se relacionó con el diplomático Antonio Batres Jáuregui y el historiador Agustín Gómez Carrillo, entre otros. Se instaló en la Corte Suprema de aquel país para documentar la información recabada en los acervos de las más selectas bibliotecas guatemaltecas y ordenar las obras incluidas en La imprenta en Guatemala (1660-1821) que imprimió en su casa en 1910.
Se embarcó después a México y arribó a Salina Cruz, Oaxaca en abril de 1903, visitó las bibliotecas y archivos más significativos de Oaxaca y se trasladó posteriormente a la ciudad de México, donde fue recibido por el Presidente Porfirio Diaz, quien le ofreció apoyo económico para publicar sus trabajos sobre nuestro país, además de las mayores facilidades para que pudiera realizar sus investigaciones.

Dedicatoria de José Toribio Medina a Porfirio Díaz.[5]


Medina estableció relaciones con los más destacados bibliógrafos mexicanos, con algunos de los cuales había intercambiado correspondencia previamente. Pudo visitar la biblioteca de Vicente de Paula Andrade, autor del Ensayo bibliográfico mexicano del siglo XVII, publicado en 1899, y la del Dr. Nicolás León, que había comenzado a publicar su Bibliografía mexicana del siglo XVIII. Sobre la Bibliografía mexicana del siglo XVI de Joaquín García Icazbalceta, editada en 1886, Medina relata que no pensaba incluir los impresos de aquella época, aunque, dice: “sucedió, sin embargo, que, poco a poco, fuimos encontrando títulos que se habían escapado a la investigación bibliográfica de aquel autor, y creímos entonces que era necesario completar esa obra y la nuestra”.[6]  A la vista de los resultados, se comprueba que procedió de la misma manera respecto de los impresos mexicanos de los siglos XVII y XVIII, independientemente de lo compilado por los otros bibliógrafos.

Además de su estancia en la ciudad de México, visitó, acompañado de su esposa, bibliotecas en Puebla, Guadalajara, Guanajuato, Veracruz y Querétaro, con el propósito de reunir la mayor información posible, a fin de completar sus repertorios bibliográficos.
De regreso a Chile, en 1904, Medina publicó varios de los volúmenes relacionados con la imprenta en ciudades de América. Imprimió en su casa, los 250 ejemplares de cada uno de los 8 volúmenes destinados a la imprenta en la ciudad de México, entre 1907 y 1912, en total, describe 12,412 títulos, acompañados de notas y referencias. Cabe mencionar que la obra ha sido ampliada y rectificada posteriormente, pero, sin duda, constituye el mayor esfuerzo realizado para registrar de manera sistemática los impresos mexicanos.

El interés de Medina en los impresos mexicanos fue excepcional, baste decir que, aproximadamente 8,000 libros y folletos de su Biblioteca provenían de México.
Independientemente de las bibliografías ya mencionadas, J. T. Medina compiló la Biblioteca Hispano-Americana, en 7 volúmenes, publicados entre 1898 y 1907 y la Biblioteca Hispano-Chilena, impresa entre 1897 y 1899, en 3 volúmenes. Además de una amplísima colección de obras en las que registró la producción salida de las imprentas establecidas en las principales ciudades de la América española, como las dedicadas a Puebla o Veracruz, por mencionar algunas.
El prolífico autor chileno también escribió textos biográficos, cartográficos, etnográficos, geográficos, históricos, lexicográficos, numismáticos, además de compilaciones documentales, documentos sobre lenguas aborígenes americanas y recopilaciones literarias, en conjunto, su basta producción supera los 300 títulos.[7] En nuestra biblioteca se pueden consultar algunas de las bibliografías y otras publicaciones mencionadas.
Recuerda Guillermo Feliu Cruz, conservador de la Biblioteca Americana, por expreso deseo de su maestro, José Toribio Medina, que éste le dijo alguna vez: “No debes dejar pasar una mañana sin hacer un apunte, una tarde sin escribir una página, una noche sin leer una línea”[8], tal recomendación podría explicar su propio sistema de trabajo, a todas luces, incansable.
Por documento enviado por Medina al Director de la Biblioteca Nacional de Chile en noviembre de 1925, sabemos sobre su decisión de donar a dicha institución su Biblioteca, compuesta por 22,000 volúmenes y cerca de 500 tomos manuscritos relacionados con la historia americana. Solicita recursos económicos para imprimir el catálogo correspondiente y menciona, además, que él mismo redactará el reglamento para su conservación y uso. Propone también, que Guillermo Feliú Cruz sea nombrado su conservador, lo que ocurrió, posteriormente.
El reglamento correspondiente, se aprobó por decreto del 15 de julio de 1926, en él, además de indicaciones procedimentales y sobre el derecho de Medina a ingresar a ella en cualquier momento, se estipulaba que la Sala Medina:
Abriría todos los días hábiles, que podrían acceder a ella los mayores de 17 años y que por ninguna razón podrían sacarse de ella libros o documentos. Como última recomendación se dice: “El donante confía en la ilustración y honradez de las personas que en ella trabajen y espera, por ello, que sabrán dar a los libros el trato que les dispensarían si fueran propios”.

Reglamento de la Sala Medina

La Sala Medina resguarda el legado bibliográfico y documental que integra la Biblioteca Americana.[9] En su Memoria Chilena, la Biblioteca Nacional de Chile ofrece acceso a variada información sobre J. T. Medina, incluye entre otros, datos biográficos, cronológicos, fotografías y acceso al texto completo de algunas de sus publicaciones.
La biblioteca que sirvió a José Toribio Medina para producir varias de sus obras bibliográficas, resulta uno de los destinos obligados para los estudiosos e investigadores que, desde hace tiempo, hacen viajes, emulando a Medina, para consultar, como él, libros y documentos salidos de las imprentas americanas de las antiguas colonias españolas.


[1] Amunátegui Solar, Domingo. José Toribio Medina. Santiago: Prensas de la Universidad de Chile, 1932, pp. 8-11

[2] Feliu Cruz, Guillermo. Medina y la historiografía americana: un ensayo sobre la aplicación del método. Santiago de Chile: imprenta Universitaria, 1933, p. 23.

[3] Medina, José Toribio. “Viajes por Europa en 1876 y 1877. Correspondencia de don José Toribio Medina”, Atenea. José Toribio Medina. Homenaje en el centenario de su nacimiento, número extraordinario, 1952, p. 11.

[4] Medina, José Toribio. “Viajes por Europa en 1876 y 1877”, p.  23.

[5] Aparece la dedicatoria en un ejemplar del Ensayo acerca de una Mapoteca chilena, que se conservado en la Biblioteca Nacional de México. Se incluye en: Una experiencia bibliográfica: José Toribio Medina y su imprenta en la Puebla colonial, artículo de Rafael Sagredo Baeza y Guillermo González Donoso.

[6] Medina, José Toribio. La imprenta en México, vol. 1, p. xii.

[7] Carl H. Schaible publicó la Bibliografía de José Toribio Medina. (Santiago de Chile: Sociedad de Bibliófilos Chilenos, 1952).

[8] Feliu Cruz, Guillermo. Medina y la historiografía americana: un ensayo sobre la aplicación del método. Santiago de Chile: imprenta Universitaria, 1933, p. 23.

[9] Sobre ella se puede consultar J. T. Medina y su biblioteca americana en el siglo XXI : prácticas de un erudito, publicado por Rafael Sagredo Baeza. (Santiago de Chile: Ediciones Biblioteca Nacional de Chile, 2018).


Por su contribución a la numismática hispanoamericana, aparece citado en la publicación La Casa de Moneda de Santiago de Chile 1743-1943.


Itsukushima Shrine.

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