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sábado, 28 de enero de 2017

396.-Isaac Casaubon; 400 años de Folio de Shakespeare.-a



  

(Ginebra, 18 de febrero de 1559 - † Londres, 1 de julio de 1614) fue un erudito clásico y filólogo, primero en Francia y después en Inglaterra,​ considerado por muchos en su tiempo como el más ilustrado de Europa.

Juventud y formación.

Nació en Ginebra, hijo de refugiados hugonotes franceses. Su familia volvió a Francia después del Edicto de Saint-Germain en 1562 y se estableció en Crest, en el Delfinado, donde Arnaud Casaubon, padre de Isaac, se convirtió en ministro de una congregación hugonote. Hasta que llegó a los diecinueve años, Isaac no tuvo ninguna educación más que la dada por su padre. Arnaud pasó mucho tiempo en el campamento calvinista, y la familia huyó a las colinas con regularidad para esconderse de las bandas de católicos armados que patrullaban el país. 
En una cueva, en las montañas de Dauphiné, después de la matanza de San Bartolomé, Isaac recibió su primera clase de griego, del libro de texto Isocrates ad Demonicum.
A la edad de diecinueve años, Isaac fue enviado a la Academia de Ginebra, (Fue creada en 1559 por iniciativa de Juan Calvino, que fue un seminario teológico y humanista) donde estudió Griego bajo la tutela del cretense Francis Portus. Portus murió en 1581 y al hacerlo recomendó a Isaac, con sólo 22 años, como su sucesor. Se quedó en Ginebra como profesor de Griego hasta 1596. Allí se casó dos veces, siendo su segunda mujer Florence Etiennes, la hija de Henri Estienne, el erudito-impresor. En Ginebra, Casaubon carecía de ejemplo, estímulo y ayuda, y luchó contra las tropas de los duques de Saboya.
 Se convirtió en un erudito consumado de Griego y los clásicos. Gastó todo el dinero que pudo en libros, incluyendo copias de clásicos que en aquel entonces no fueron publicados. Aunque Henri Estienne, Teodoro de Beza (rector de la universidad y profesor de teología) y Jacques Lect fueron hombres de educación superior, a veces no tuvieron tiempo para Casaubon.

Casaubón buscó ayuda para cultivar su conocimiento en eruditos extranjeros pues Ginebra, la metrópoli del calvinismo, recibía una multitud constante de visitantes. Finalmente conoció a Henry Wooton, un poeta y diplomático, que se alojó con él y le prestó dinero. De mayor importancia fue el conocimiento que tuvo de Richard Thomson, profesor de Clare College, Cambridge, y a través de Thomson llamó la atención de Joseph Scaliger. Scaliger y Casaubon intercambiaron cartas por primera vez en 1594. Nunca se conocieron, pero mantuvieron una larga correspondencia que demuestra su mutua admiración, estima y creciente amistad. Hombres influyentes como el protestante Jacques Bongars, el católico Jacques de Thou, y el converso católico Philippe Canaye (señor de Fresne) intentaron que Casaubon fuera invitado a Francia.

En 1596 tuvieron éxito, y Casaubon aceptó un puesto en la Universidad de Montpellier,​ con los títulos de conseilleur du roi (consejero del rey) y professeur stipendié aux langues et bonnes lettres (profesor universitario asalariado de lenguas y literatura). Se quedó allí sólo tres años, con varias ausencias prolongadas. Fue maltratado y mal pagado por las autoridades universitarias. Casaubon empezó a ver la redacción de los libros griegos como un trabajo más apto para él. 
En Ginebra había escrito algunas notas sobre Diógenes Laercio, Teócrito y el Nuevo Testamento. Hizo su debut como editor con una edición completa de Estrabón (1587), de la que estaba tan avergonzado después que se disculpó ante Scaliger. Esto fue seguido por el texto de Polyaenus, una edición príncipe, en 1589; un texto de Aristóteles, en 1590; y unas notas aportadas a las ediciones de Henri Estienne de Dionisio de Halicarnaso y Epistulae por Plinio el Joven. 

Su edición de Los Caracteres de Teofrasto (1592) es el primer ejemplo de su estilo peculiar de comentario ilustrativo, al mismo tiempo apto y abundante. Cuando salió de Montpellier ya estaba ocupado con su magnum opus, su redacción y comentario sobre Athenaeus.

Viajes y tribulaciones.

En 1598 Casaubon estaba en Lyon, supervisando la impresión de su Athenaeus. Aquí vivía en la casa de Méric de Vicq, surintedant de la justice (Inspector de la Justicia), un católico de pensamiento liberal. Acompañado por de Vicq, Casaubon visitó brevemente París, donde fue presentado al rey Enrique IV de Francia. El Rey dijo algo sobre emplear los servicios de Casaubon en la 'restauración' de la Universidad de París caída. 
En enero de 1599, recibió un citación para volver a París, pero los términos de la carta fueron tan vagos que Casaubon vaciló en actuar. Sin embargo, jubiló su silla en Montpellier. Se quedó un año más en Lyon con de Vicq, donde esperó que pudiera conocer el Rey, quien se espera visitara al sur. Se oyó nada más sobre el puesto de profesor, en vez de Vicq lo llamó a París para negocios importantes: la Conferencia Fontainebleau. Casaubon fue persuadido a sentarse como árbitro en el desafío mandado a Du Plessis Mornay por Cardinal Duperron. En hacer esto, lo colocó en una posición falsa, como dijo Scaliger:

"Non debebat Casaubon interesse colloquio Plessiaeano; erat asinus inter simias, doctus inter imperitos" (Scaligerana 2). ['Casaubon no debería haber implicado en la conferencia sobre Du Plessy; fue un burro entre monos, un hombre docto entre los ignorantes'.]

Se inventó el asunto que el partido protestante (De Plessis Mornay) fracasaría sin falta. Al concurrir con esta decisión, Casaubon afirmó las sospechas de los protestantes que, como su amigo, Canaye du Fresne, estaba contemplando la abjuración. Desde entonces, se convirtió en el objeto de las esperanzas y miedos de las dos religiones; los católicos le prodigaba argumentos; los ministros protestantes insinuaba que fue preparando a abandonar una causa perdiendo, y sólo regateando su precio. Ningún lado pudo entender que la lectura de Casaubon de los Padres de la Iglesia le dirigió a adoptar una posición intermedio entre el Calvanismo ginebrino y el Ultramontanismo.
Entretanto, el rey repitió su invitación a Casaubon a vivir en París y le dio una pensión. No se dijo nada más sobre la universidad. La reforma reciente de la Universidad de París cerraron sus puertas a todos salvo los católicos; y mientras las sillas del Collège de France no fueron gobernadas por las estatutos de la universidad, la opinión pública fue tanto contra los protestantes, que Enrique IV no se atrevió a nombrar un calvinista a esta posición. Cuando el sub-bibliotecario del Rey, Jean Gosselin murió de vejez extrema en 1604, Casaubon le sucedió con un sueldo de 400 livres en adición a su pensión.

París.
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Casaubon se queda en París hasta 1610. Esta década fue el periodo más brillante de su vida. Había conseguido la reputación de ser, después de Scaliger, el hombre más docto de la edad, durante una edad en la cual la enseñanza formó el único estándar de mérito literario. Tuvo dinero, la capacidad de venerar como hugonote (aunque tuvo que viajar a Hablon o Charenton para venerar), y la sociedad de hombres de letras, domésticos y extranjeros. Sobre todo, tuvo facilidades abundantes para usar libros griegos, impreso y en manuscrito, el deseo de los cuales le había dolido en Ginebra y Montpellier, y que sólo París puede proveer en este momento.
A pesar de todas estas ventajas, Casaubon consideró muchas esquemas para salir de París y establecerse en otro lugar. Ofertas le vinieron de varios cuadros, incluyendo Nimes, Heidelberg y Sedán, Ardenas. Sus amigos Lect y Giovanni Diodati desearon, en vez de esperaron, hacerle volver a Ginebra. En París, Casaubon todavía fue indeciso sobre su religión: la vida de un hugonote parisino solía ser insegura, porque la policía probablemente no fue lo suficientemente fuerte para protegerles contra un alzamiento imprevisto de la turba. Desde la Conferencia de Fontainebleau, una impresión prevaleció que Casaubon flaqueaba. Los católicos le dijeron que podría ser profesor, sólo si renunciaba al protestantismo. Cuando se hizo claro que Casaubon no pudo ser comprado, Enrique IV, a quien le gustaba a Casaubon personalmente, se encargó de intentar convertirlo. (Enrique se había convertido al catolicismo para gobernar Francia).
El cardenal del rey, Duperron, en su capacidad de aumonier, se peleó con Casaubon en la biblioteca del rey. Por otra parte, los teólogos hugonotes, especialmente Pierre du Moulin, el pastor jefe de la iglesia de París, acusó a Casaubon de conceder demasiado, y de ya haber salido de las líneas de la ortodoxia estricta del calvinismo.

Inglaterra.

Cuando el asesinato de Enrique IV dio todo el poder al partido Ultramontanista en las cortes, Duperron se convirtió en más impertinente, incluso amenazante. Casaubon empezó a prestar atención a oberturas de los obispos y la corte de Inglaterra. En octubre de 1610 se fue a Inglaterra en el suite del embajador, Lord Wotton de Marley (hermano del amigo temprano de Casaubon, Henry Wotton), una invitación oficial habiendo ser mandado a Casaubon por Richard Bancroft, Arzobispo de Canterbury. Recibió el recibimiento más lisonjero del rey Jacobo I, quien a menudo mandó por él para discutir asuntos teológicos. Los obispos ingleses fueron llenados de alegría encontrar que el gran erudito francés fue un anglicano ya preparado, quien había llegado, por estudio independiente de los Padres, en la vía media entre el puritanismo y el catolicismo que se fue convirtiendo en la moda en la Iglesia Inglesa. 

Casaubon fue recopilado a una prebenda en Canterbury, y recibió una pensión de £300 cada año de la Hacienda. Jacobo I insistió que “Señor Casaubon será pagado antes de mí mismo, mi mujer y mis niños”. Casaubon todavía retuvo sus citas en Francia, y su cargo de bibliotecario: había obtenido excedencia para la visita a Inglaterra, donde no fue supuesto a establecerse de una manera permanente. Para le retiene dominado, la reina regente, Marie de Medici rechazó que su biblioteca fuera mandada a Inglaterra. Requirió una petición específica de Jacobo I sí mismo para permitir que Senora Casaubon pudiera traerle una parte de sus libros más necesarios. Casaubon continuó a hablar de sí mismo como el criado del regente, y a declarar su buena disposición a volver cuando fue llamado.
Casaubon tuvo gran éxito en Inglaterra. John Overall, uno de los clérigos más doctos de Inglaterra, le recibió y toda su familia en su casa de Santo Paulo, y le entretuvo durante un año. Lancelot Andrews, el entonces Obispo de Ely, también se convirtió en amigo de Casaubon, llevándole a Cambridge, donde recibió un gran recibimiento de los nobles de la universidad. Viajaron juntos a Downham, donde Casaubon pasó seis semanas del verano de 1611, el año en el cual se convirtió en naturalizado. En 1613 fue llevado a Oxford por Sir Henry Savile, donde, entre el homenaje y banquete de los que Casaubon fue el objeto, su interés principal fue para los tesoros del manuscrito de la Biblioteca Bodleiana. Rechazó la licenciatura honoraria que les ofreció.
Todavía, Casaubon gradualmente descubrió las desventajas serias de su posición. Tuvo que compartir en la impopularidad creciendo del rey y los obispos. Los cortesanos estaban celosos de un pensionado extranjero quien estaba tan cerca al Rey. Casaubon estaba mortificado especialmente por el comportamiento de Sir Henry Wotton hacia sí mismo, tan inconsistente a su intimidad pasada. Sus ventanas fueron rotas por vándalos, y sus niños fueron arrojados en las calles. En una ocasión apareció en Theobalds con un ojo morado, después de haber sido agredido en la calle. 
Estas atrocidades parecen haber tenido lugar sólo de la antipatía inglesa al hombre francés: Casaubon, aunque podía leer un libro inglés, no puede hablar el idioma. Esta deficiencia lo expuso a insultos y fraudes, y restringió su actividad social. Le excluyó del círculo de los ingenios; y no fue aceptado en el círculo de los antiquarios como William Camden, Sir Robert Cotton y Henry Spelman.
Aunque Sir Henry Savile le trató con condescendencia ostensiblemente, Casaubon no pudo ayudar que sospechar que Savile había persuadido a Richard Montagu a prevenir el libro de Casaubon sobre Baronius. Una excepción fue John Selden quien ahora estaban suficiente cerca a Casaubon a prestarle dinero. Aparte de los celos de los nativos, Casaubon ahora tuvo que sufrir los ataques abiertos de los folletistas jesuitas, quienes, después cometer al anglicismo, le odiaron. No sólo Joannes Eudaemon, Heribert Rosweyd y Scioppius (Gaspar Schoppe), sino un escritor decente, amistoso a Casaubon, Andreas Schott de Amberes, añadió a la insinuación que Casaubon había vendido su conciencia para el oro inglés.

La causa más seria de incomodidad en Inglaterra fue que su tiempo ya no era el suyo propio. Fue continuamente llamado a una u otra de las residencias de caza de Jacobo I para conversar. El Rey y los obispos le obligaron a escribir folletos en el sujeto del día, la soberanía real. Finalmente, avergonzado de malversar las reservas de enseñanza de Casaubon, le preguntó a refutar el popular Annals de Baronius. En esta tarea Casaubon pasó su restante fuerza y vida.
Murió de una malformación congénita de la vejiga; pero su fin fue acelerado por una vida malsana de demasiado estudio, y por su ansiedad a absolverle acreditablemente en su crítico de Baronius. Se enterró en la Abadía de Westminster. El monumento con su nombre fue edificado en 1632 por su amigo Thomas Morton cuando era Obispo de Durham.

Legado.

Además de las ediciones ya mencionadas, Casaubon publicó y comentó sobre Aulo Persio Flaco, Suetonio, Esquilo y los Scriptores Historiae Augustae. La edición de Polibio, en la que había pasado mucho labor, dejó no terminada. Su obra más ambiciosa fue su revisión del texto del Deipnosophistae de Athenaeus, con comentarios. El Teofrasto quizás exhibe sus excelencias más características como un comentador. Los Exercitationes in Baronium son sólo un fragmento del gran crítico que contempló; fracasó en presentar el personaje no crítico de la historia de Baronius, y sólo tuvo un éxito moderado, incluso entre los protestantes. Su análisis del Corpus Hermeticum volcó la opinión general previa en Europa que estos textos dataron de casi el tiempo de Moisés por ponerlos entre 200 y 300 AD. 
Su correspondencia (en latino) fue finalmente colectada por Theodorus Janssonius van Almeloveen (Rotterdam, 1709), quien prefijó a las cartas una biografía cuidosa de Casaubon. Pero este editor docto holandés sólo leyó extractos del diario de Casaubon. Este diario, Ephemerides, el manuscrito del cual se preserva en la biblioteca de Canterbury, fue imprimido en 1850 por el Clarendon Press. Forma el récord más valorable que poseemos de la vida diaria de un erudito, o hombre de letras, del siglo XVI.
Su hijo Méric Casaubon fue también un erudito clásico.



CASAUBON (ISAAC) – DICCIONARIO ENCICLOPÉDICO HISPANO-AMERICANO.

Biografías. Teólogo calvinista y sabio crítico ginebrino. Nació el 8 de febrero de 1559; murió en Londres el 1.º de julio de 1614. A la edad de nueve años hablaba el latín con toda pureza, y a la de diecinueve comenzó a seguir los cursos de la Universidad de Ginebra. Estudio jurisprudencia, teología y lenguas orientales; reemplazó (1582) a Portus en la cátedra de griego, y contrajo matrimonio con la hija mayor de Enrique Etienne, tan erudita como dotada de amable carácter. Más tarde enseñó, durante dos años, griego y bellas letras en Montpellier, y luego ocupó un puesto semejante en el Colegio de Francia. Algunos años después fue nombrado por Enrique IV guardián de su librería y uno de los comisarios para la conferencia de Fontainebleau; y como en ella mostrase opiniones contrarias a las del jefe de los protestantes, hízose sospechoso a su partido, sin ganar la benevolencia de los católicos. Muerto Enrique IV marchó a Inglaterra con el caballero Wotton, embajador extraordinario de Jacobo I, monarca que le recibió cariñosamente y con el cual mantenía Casaubon correspondencia, cuando Jacobo era solamente rey de Escocia.
 El sabio calvinista fue para el rey de Inglaterra su alter ego en sus disputas teológicas. Por encargo del rey escribió, en respuesta a la Apología de la Compañía de Jesús, por Cotton, la Is. Casauboni epistola ad Frontonem Ducaeum, de Apología quae communi jesuitarum nomine, ante aliquot menses Parisiis edita est, que fue impresa en 1611. Por este trabajo se vio amenazado por las iras de los puritanos, si bien, a título de recompensa, recibió dos prebendas, una en Cantorbery y otra en Westminster, con una pensión de 600 libras esterlinas. 
Su cuerpo reposa en las bóvedas de Westminster. Casaubon fue un teólogo tolerante y pacífico, un sabio de primer orden, un hábil traductor y un excelente crítico. Mereció los elogios de los mejores eruditos de su tiempo, y no es menos apreciado por los hombres de ciencia del presente siglo.

Publicó las obras tituladas Diogenem Laertium notae (1583, en 8.º); Polyoeni stratagemata, gr. et lat. (Lyon, 1539, en 12.º); Aristotelis opera, gr. et lat. (Lyon, 1590, en fol.); Theophrasti caracteres, gr. et lat.; Suetonii opera cum animadversionibus (París, 1606, en 4.º); Persii Satyrae cum comment. (París. 1605, en 8.º) Además dejó trabajos muy apreciables, aunque no terminados, sobre Teócrito, Estrabón, Dionisio de Halicarnaso, Dicearco, Plinio el Joven, Apuleyo, Ateneo, San Gregorio de Nisa, Sinesio, Esteban de Bizancio, Polibio y Esquilo. Dignas son también de recuerdo sus disertaciones sobre la poesía satírica de griegos y romanos; sus Exercitationes in Baronium; su obra De libertad eclesiastica; su Carta a Fronton, y la Colección de sus cartas, de la que se hicieron varias ediciones.

  



El francés que ayudó a traducir la Biblia al inglés.
SIGLO XVII

El celebre erudito Isaac Casaubon participó en la edición de la famosa ‘King James Version’ sin hablar ni escribir en el idioma anglosajón.

DAVID RUIZ MARULL
04/05/2018

La Biblia del Rey Jacobo (King James Version) es uno de los libros más leídos e influyentes de la historia de la literatura inglesa. Publicada por primera vez en 1611, su impacto en escritores tan famosos como Herman Melville, John Milton, John Dryden, William Wordsworth y otros muchos fue enorme. La obra, también conocida como la “versión autorizada”, tuvo una fuerte influencia en el léxico y la sintaxis de épocas posteriores.

Más de 40 eruditos participaron en esta biblia, una de las primeras que se hizo al ingles.

 Tomaron el Textus Receptus, el texto en griego del Antiguo Testamento editado por Erasmo de Rotterdam e impreso por primera vez e 1516, e iniciaron un “misterioso” proceso de traducción en el que aún se pueden encontrar “muchas fuentes desconocidas y no identificadas”, según señala Nicholas Hardy, profesor de Literatura inglesa en la Universidad de Birmingham.
Más de 40 eruditos participaron en esta biblia, la primera que se hizo al ingles. Hasta ahora, los investigadores que se habían interesado por la ‘construcción’ de esta obra se basaban en cuatro fuentes escritas: la copia de una traducción previa en inglés, partes de la cual aparentemente fueron revisadas por algunos de los traductores; un borrador anónimo de un trozo del Nuevo Testamento; un conjunto de escritos sobre algunos de los libros apócrifos del traductor Samuel Ward; y notas sobre el Nuevo Testamento de otro traductor, John Bois.

Desde 1970, nadie había aportado más luz sobre este asunto. Pero Nicholas Hardy afirma que ha descubierto tres nuevas pruebas que nadie había “catalogado con precisión”, explica en un artículo publicado en The Conversation. Y uno de los detalles más sorprendentes es que uno de los traductores fue un erudito francés que ni tan siquiera hablaba inglés.

La primera fuente que se halló era “una copia impresa del Antiguo Testamento” con anotaciones de John Bois.
Pero empecemos por el principio. La primera fuente que halló el profesor era “una copia impresa del Antiguo Testamento que estaba en las Bibliotecas Bodleian en Oxford, anotada en gran medida por Bois, un lingüista de quien se dice que ya podía ‘escribir en hebreo con una letra elegante’ cuando tenía solo seis años”.

La subcolección a la que pertenece este libro había estado en Oxford durante siglos, pero nadie la había catalogado según los estándares modernos. La información disponible era tan básica “que no revelaba que el libro contenía anotaciones, y mucho menos que fueran de un conocido traductor bíblico. Es uno de los cientos de miles de libros antiguos impresos en todo el mundo que los eruditos todavía tienen que inspeccionar”, comenta Hardy.
Lo mismo ocurría con el segundo y tercer artículos que encontró: un conjunto de cartas manuscritas intercambiadas entre Bois y el célebre sabio francés Isaac Casaubon, que llegó a Inglaterra en 1610 a instancias de Jacobo I. “Estas cartas han estado en la Biblioteca Británica durante unos dos siglos, pero el catálogo no dice nada más que los nombres de los corresponsales”, dice.

En las Bibliotecas Bodleian también aparecieron una serie de notas que Casaubon hizo después de discutir varios problemas de traducción con otro especialista, Andrew Downes, profesor de griego en la Universidad de Cambridge.

En las Bibliotecas Bodleian aparecieron unas notas que Casaubon hizo después de hablar con Andrew Downes.
“Un factor que vincula los tres descubrimientos y que puede sorprender es que todos estos textos fueron escritos en latín e apenas alguna aportación en inglés. La edición impresa del Antiguo Testamento anotada por Bois había sido publicada en Roma y Bois y Casaubon se mandaban cartas en latín. Las conversaciones de Casaubon con Downes también eran en latín porque Casaubon no podía hablar ni escribir en inglés”, relata Nicholas Hardy.
El latín era lo más parecido que Europa tenía a un lenguaje común en ese momento, especialmente entre las elites intelectuales. “Estos descubrimientos demuestran que, al igual que otras traducciones de la Biblia al inglés de este período, no eran producto de una cultura literaria nacional nueva e independiente. Se puede haber visto así en siglos posteriores, pero en su momento fue fruto de la constante cooperación e intercambio entre los académicos ingleses y continentales”, concluye.

El latín era lo más parecido que Europa tenía a un lenguaje común en ese momento.

  



Itsukushima Shrine.

  

Exposiciones y ediciones de coleccionista conmemoran el 400° aniversario del Primer Folio de Shakespeare.

Al menos dos importantes proyectos editoriales se lanzaron con motivo del cuarto centenario: el de la Biblioteca Británica, junto a Rizzoli Books de Nueva York, y el más ambicioso y exclusivo: “The Complete Plays”, de la Folio Society

Por Hillel Italie
24 Oct, 2023 


Los estudiosos creen que aún sobreviven entre 200 y 300 ejemplares de la edición de finales de 1623 de Mr. William Shakespeares Comedies, Histories & Tragedies. Presidido por dos amigos y antiguos colegas de Shakespeare, fallecido en 1616, el Folio garantizó la existencia de textos perdurables de Macbeth, Noche de Reyes y otras piedras angulares de la literatura occidental. En vida de Shakespeare, muchas de sus obras eran inéditas o sólo estaban disponibles en ediciones baratas de bolsillo.
“Sin el First Folio habríamos perdido un mundo de palabras”, escribe Gregory Doran, director artístico emérito de la Royal Shakespeare Company, en la introducción de The Complete Plays de Shakespeare, una nueva publicación.

Los primeros folios se han expuesto en todas partes, desde el Museo Británico hasta la Biblioteca Pública de Nueva York, y al menos dos importantes proyectos de libros conmemorarán el aniversario.

La Biblioteca Británica colabora con Rizzoli Books de Nueva York en Shakespeare’s First Folio: 400th Anniversary Facsimile Edition, que se presenta en un estuche. Con un precio de catálogo de 135 dólares, el libro consta de 928 páginas e incluye un folleto introductorio coescrito por Adrian Edwards, conservador jefe de las Printed Heritage Collections de la Biblioteca Británica.

El proyecto más ambicioso y exclusivo es The Complete Plays, una edición limitada de la Folio Society, una empresa londinense propiedad de sus empleados que publica volúmenes personalizados que van desde Beowulf hasta la serie Canción de hielo y fuego de George R.R. Martin. La Sociedad sólo ha impreso 1.000 ejemplares de la caja de 3 volúmenes, cuyo precio de catálogo es de 1.500 dólares. Además de la introducción de Doran, la edición de Folio Society incluye un prólogo de Dame Judi Dench. Cada ejemplar está numerado a mano por el ilustrador Neil Packer.

Según la editorial, ya se han vendido más de tres cuartas partes de The Complete Plays.
“En una época en la que todo parece desechable, creo que hay un buen mercado para las buenas ediciones de libros clásicos”, afirma el director editorial de la Folio Society, Tom Walker.

Según Chris Laoutaris, estudioso de Shakespeare, el First Folio fue un libro atrevido, incluso audaz, para su época, cuando este tipo de publicaciones estaban “reservadas a tratados eruditos, voluminosos textos genealógicos, libros de importancia religiosa o historiográfica, o incluso obras de monarcas”. Antes de Shakespeare, el único dramaturgo conocido que recibió tal distinción fue su contemporáneo Ben Jonson, que se honró a sí mismo con la edición de The Workes of Benjamin Jonson en 1616. Mientras que la edición del Museo Británico es relativamente asequible, la producción de la Folio Society se acerca más al mercado al que estaba destinada la versión original.

Sólo aquellos con bolsillos holgados y espacio para leerlos podían permitirse productos tan lujosos”, afirma Laoutaris, profesor asociado del Instituto Shakespeare de Stratford-On-Avon, ciudad natal del dramaturgo, y autor de Shakespeare’s Book: The Intertwined Lives Behind the Fist Folio, que salió a la venta este año. 

“Cuando se publicó, el Primer Folio costó más de producir que cualquier otra colección de obras de teatro de la historia hasta ese momento”.

El Folio tuvo tanto éxito que se publicó una edición actualizada, el Segundo Folio, en 1632, un Tercer Folio en 1663 y un cuarto en 1685. En el siglo XIX, el Folio original se había convertido en una valiosa pieza histórica, en parte gracias a los esfuerzos de los coleccionistas Henry y Emily Folger, y en un símbolo del poderío del Imperio Británico. Sir George Grey, que había sido gobernador colonial, creó bibliotecas en todo el mundo que incluían copias del First Folio.

“Para Grey, el First Folio representaba la cima de la cultura, pero específicamente de la cultura inglesa”, afirma Laoutaris. “Buscaba nada menos que la obliteración de la lengua y la cultura de las poblaciones nativas de Australia, Nueva Zelanda y Sudáfrica, alimentando el deseo de sustituirlas por la lengua inglesa y sus productos literarios”.

En Estados Unidos se conserva más de la mitad de las copias existentes del First Folio, seguidas del Reino Unido y Japón, con un puñado de ediciones también en Alemania, Francia, Sudáfrica, Australia y Nueva Zelanda, entre otros países. Para los anticuarios, el Primer Folio es el mayor de los premios: uno se vendió por 9,9 millones de dólares en 2020. Para los eruditos e innumerables admiradores, el Folio es secundario a las obras en sí.

La estatura de Shakespeare, durante los últimos 400 años, es un reflejo del poder de permanencia de sus obras en el escenario mucho más que su supervivencia en una colección de obras”, dice James Shapiro, profesor de inglés y literatura comparada en la Universidad de Columbia y autor de varios libros sobre Shakespeare.
“Puede comprar un folio de Ben Jonson por unos miles de dólares; uno de Shakespeare le costará millones. La razón es simple: la notable vida posterior de sus comedias, historias y tragedias en los teatros de todo el mundo”.


El Primer Folio: el libro publicado hace 400 años que hizo famoso a William Shakespeare y salvó del olvido a obras como "Macbeth" y "Julio César"


William Márquez
12 noviembre 2023

En un cuarto reservado para lectura de la Biblioteca Británica, en Londres, estoy esperando apreciar de cerca el ejemplar de un libro publicado hace 400 años que solo antes he visto expuesto a través de una gruesa vitrina.
El director del acervo impreso de la biblioteca, Adrian Edwards, entra empujando un carrito metálico, abre una compuerta bajo llave, saca de su funda un grueso volumen de más de 30cm de alto y 20cm de ancho, lo recuesta en un atril sobre la mesa y lo abre a su página titular:

Mr. William Shakespeares Comedies, Histories & Tragedies (Las comedias, historias y tragedias de don William Shakespeare), la primera edición de la obra completa del dramaturgo más famoso del mundo, publicada en noviembre de 1623.

Más allá de la emoción de ver en minucioso detalle sus páginas amarillentas con el paso del tiempo y el relieve del grabado de la icónica imagen del bardo, es difícil exagerar la importancia y significado de este libro histórico conocido hoy como el Primer Folio.
“El significado principal es que contiene 36 obras de Shakespeare, 18 de las cuales nunca habían sido impresas antes y no sobrevive ningún manuscrito de estas obras”, dice Adrian Edwards pasando delicadamente las páginas.
“No existen copias de archivo de los Actores del Rey [el nombre de la compañía de Shakespeare bajo auspicio real], nada, solo los textos que están en el Primer Folio”, añade.

Sin este libro se hubieran perdido clásicos como Macbeth, Julio César, Antonio y Cleopatra, Noche de reyes, La fierecilla domada y La tempestad, entre otros.
Además de garantizar la supervivencia de su obra y cimentar su valor literario, el Primer Folio también fue crucial en establecer la figura y grandeza de Shakespeare y de difundirlas por el mundo.
Las copias existentes han sido cuidadosamente estudiadas por expertos, revelando detalles sobre las prácticas teatrales de la época, las técnicas de impresión y el mercado de los libros de principios del siglo XVII. También han dado pistas y generado polémica sobre la identidad del dramaturgo.
El propio libro ha creado su propia historia, acumulando las huellas, marcas y anotaciones de sus diferentes dueños a lo largo de los siglos, aumentando exponencialmente su valor con el traspaso de mano en mano entre bibliófilos, filántropos, instituciones y museos. El más reciente ejemplar fue vendido en subasta por casi US$10 millones.

Un proyecto riesgoso y complejo.

Siete años después de la muerte de Shakespeare, dos colegas de su compañía actoral, John Heminges y Henry Condell, se asignaron la tarea de reunir todos los manuscritos del autor, negociar los derechos de publicación y editar en un gran tomo las obras completas.
Era una empresa inusual para la época, como me contó Emma Smith, profesora de Estudios de Shakespeare de Hertford College, Oxford, y autora de varios libros sobre el tema.
“Debido a que el teatro era una forma de entretenimiento popular, no había mucho interés en leer los libretos”, explica.
“Es como ahora que estamos en una era de narrativa dramática en televisión, pero no tenemos una cultura de producir los libretos de [series como] ‘Sucesión’ o ‘Juego de Tronos’, lo mismo ocurría con el teatro entonces”.
Solo el contemporáneo de Shakespeare Ben Jonson había publicado con anterioridad un volumen de obras de teatro completas, las suyas propias, que incluía sus poemas también.
Pero la iniciativa de Heminges y Condell era un proyecto enorme, complejo,
En primer lugar estaba la tarea de recopilar los textos fidedignos de las obras, seguramente de los archivos de la compañía actoral. No obstante, algunas obras también circulaban individualmente en versiones alteradas en pequeños libros o cuartillas, en panfletos y en copias pirateadas.
Pero en la página introductoria Heminges y Condell aseguran que su folio sigue “las copias verdaderas y originales”.
Luego había que negociar los derechos. No existía la propiedad intelectual como tal, las obras pertenecían a la compañía teatral para montarlas en el escenario, pero su publicación estaba regida por un ente conocido como la Compañía de Impresores.
“Los impresores tenían un sistema de registro mediante el cual sus miembros podían ingresar ciertos títulos en una gran bitácora y los derechos de muchos de estos se aseguraban así”, dice la profesora Emma Smith.
“Lo que tuvieron que hacer [Heminges y Condell] era convencer a quienes hubieran comprado esos derechos a que se los vendieran”.
Una prueba de esa dificultad podría encontrarse en el hecho que la pieza Troilo y Crécida, incluida en el Primer Folio, no aparece descrita en el índice de obras, seguramente porque sus derechos fueron negociados a última hora, después de que la página de índice ya estuviera impresa.
El alto costo del papel en esa época hacía prohibitivo la reimpresión de dicha página. También implicaba que el texto de las 36 obras tenía que caber apretado en el menor número de páginas posibles, que llegó a ser de aproximadamente 900.
Teniendo en cuenta que la tipografía tenía que ser compuesta letra por letra se puede uno imaginar el largo trabajo de impresión.

¿Una empresa comercial o un acto fraternal?

No se sabe, entonces, por qué los dos actores colegas de Shakespeare decidieron embarcarse en esta empresa, ni cuál era su objetivo final.
Está el ángulo comercial, por supuesto. Presumiblemente, los editores colocaron de primera la obra La tempestad, que no había sido publicada antes, igual que Cimbelino, que está al final de la colección, para que de cualquier lado que un cliente potencial abriera el libro se encontrara con algo nuevo, algo que no había sido impreso antes y así estimular la necesidad de comprarlo.
Para algunos expertos, el hecho que Shakespeare haya mencionado a Heminges y Condell en su testamento de 1616 y dejado dinero para comprar anillos en su memoria implica de alguna manera que los había comisionado para producir su legado literario, señala la profesora Smith.
“Pudo tratarse de un acto fraternal hacia su amigo y colega. Otra, que quisieran presentar la compañía Actores del Rey a una audiencia más amplia. Tal vez a una audiencia más sofisticada tanto con un teatro escenificado como impreso”, dice la académica.
Adrian Edwards, de la Biblioteca Británica, plantea la posibilidad que la influencia de Shakespeare estaba declinando frente a nuevos dramaturgos y esta publicación pretendía rehabilitarlo ante las nuevas generaciones.
“Su obras no se estaban presentando con la frecuencia de antes. El teatro era algo que se presentaba un par de veces y luego se olvidaba. Tal vez un grande y costo volumen era parte de la propaganda para establecer a Shakespeare como una importante figura cultural”, especula Edwards.
El libro, que con la opción de una pasta en cuero de cabra se vendía a 20 chelines, unos US$200 de hoy día, no fue lo que se llamaría un best seller, pero con el tiempo fue adquiriendo clientela, hasta el punto de que salieron tres ediciones más en el siglo XVII; de ahí que a la primera edición se la conozca como el Primer Folio.
El tamaño y peso del Primer Folio aseguró su permanencia, indica Emma Smith. 
“No es un libro que se pierda fácilmente y en los períodos históricos cuando el teatro se ha interrumpido ha sido la misma presencia física de este ejemplar de Shakespeare lo que ha permitido que su obra ingrese otra vez al repertorio”.


El polémico retrato de Shakespeare

La imagen por la que la mayoría del mundo reconoce a Shakespeare


Otro aspecto que ha contribuido a la trascendencia de este volumen es el retrato que lo acompaña, algo muy poco usual para un libro de la época.

En la página titular, que lee “Las comedias, historias y tragedias de don William Shakespeare”, hay un gran grabado con la imagen del autor que se ha vuelto icónica y nos ha permitido visualizarlo a él y relacionarlo con su obra.
Pienso que lo que el Primer Folio sugiere es que, al leer las obras, estamos leyendo la mente de un individuo y, naturalmente, una mente interesante”, resalta la profesora Smith.
El ilustrador y artista Martin Droeshout fue quien creó el grabado, pero los expertos han detectado cambios en el retrato en diferentes ejemplares. Hay por lo menos tres versiones del grabado y la copia del folio que Adrian Edwards me muestra en la Biblioteca Británica es la original.
“Sólo sobreviven cuatro copias [del folio] en todo el mundo con esta versión del retrato”, me muestra. “La sospecha es que, después de unas impresiones [Droeshout] no estaba satisfecho y empezó a hacerle cambios. Le añadió bastante sombra alrededor del cuello y después decidió agrandar el tamaño del bigote de Shakespeare”.

Por el alto costo del papel, esas pruebas preliminares no se desecharon y fueron incluidas en los primeros ejemplares del folio. Esos cambios en el grabado de Shakespeare han contribuido a generar todo tipo de teorías que cuestionan la real autoría de las obras.
Una es la “teoría oxofordiana” que dice que el Shakespeare de Stratford upon Avon que nos da la historia era analfabeto, un actor de segunda sin preparación alguna que en realidad fue testaferro del aristócrata contemporáneo Henry De Vere.
No obstante, la profesora Emma Smith apunta a una triangulación de pruebas que deja pocas dudas de quién es el verdadero autor.
“Diría que hay bastante evidencia contemporánea que vincula a Shakespeare el actor, Shakespeare el dramaturgo y el Shakespeare que vive y muere en Stratford upon Avon”, asegura.
“Así que no hay espacio para la idea de que él fuera la marioneta de algún noble que no era capaz de admitir la autoría de las obras”.

Un talismán.

Se estima que la tirada del Primer Folio en 1623 fue de unos 750 ejemplares, de los cuales han sobrevivido unos 325 debidamente autenticados por expertos. Estas copias se encuentran distribuidas por todo el mundo, en bibliotecas, instituciones, museos y colecciones privadas.
Curiosamente, ninguna copia es igual a la otra. Además de los cambios mencionados al retrato de Shakespeare, durante el proceso de impresión se descubrieron errores de tipografía que se fueron corrigiendo sobre la marcha, produciendo libros con una mezcla de páginas de errores y correcciones.

“Todos estos libros son diferentes en varias formas y fueron diferentes desde el mismo principio”, indica Emma Smith.

Probablemente han sido alterados más bajo la presión de sus diferentes dueños que los han reencuadernado, remendado, o ‘mejorado’ a su manera”.

A algunos les han cambiado el orden de las obras, a otros arrancado páginas y reemplazado estas con copias facsimilares. Varios están anotados por sus dueños con comentarios, tachones, interpretaciones, poemas adicionales y firmas. También hay dibujos, garabatos, marcas de una copa, manchas de té, comida y otras huellas.

Un antiguo dueño de esta copia del Primer Folio en la colección real británica anotó con su puño y letra algunos de los personajes destacados en el índice de obras.


“Nos ofrecen una conexión con el pasado”, dice la profesora Smith. “Si ves que alguien ha subrayado una frase en particular eso deja entrever una visión del mundo de alguien más, la mente de otra persona y eso puede ser muy conmovedor”.
La procedencia de estos ejemplares sobrevivientes y cómo se han distribuido a través del mundo se ha vuelto un aspecto importante de las investigaciones shakesperianas, añade la académica de Oxford.
En la biblioteca Morgan de Nueva York, por ejemplo, hay un ejemplar que se sabe que estuvo en una escuela de Alemania a mediados del siglo XVIII, lo que apunta a que hubo una recepción extraordinaria de Shakespeare entre los poetas y estudiosos alemanes mucho antes de que el dramaturgo volviera a ser popular en el mundo angloparlante en ese siglo.
Además de haber preservado para la posteridad 36 obras de Shakespeare y de revelar aspectos sociales, culturales y económicos de su época, algo extraordinario ha pasado con el Primer Folio que le ha dado su propia identidad más allá de su contenido y que lo ha vuelto tan cotizado que la última copia se subastó en US$9.978.000 en 2020.
En parte se ha convertido en un talismán para todo tipo de cosas asociadas con Shakespeare”, concluye la profesora Emma Smith. “Pero en parte pienso que se ha convertido en un libro que es valioso por su propia historia y sus propios 400 años de existencia”.


  

John Heminges (también Hemminge o Hemings) (1566 - 1630) fue un actor de la compañía teatral King's Men para la que escribía William Shakespeare. Publicó en 1623, junto con Henry Condell, la recopilación póstuma de las obras teatrales de Shakespeare conocida como First Folio. Se dice que fue un gran actor y una persona con mentalidad para los negocios. John Heminges fue bautizado en Droitwich, Worcestershire, el 25 de noviembre de 1566. Gestionó hasta su muerte los asuntos financieros del Globe Theatre. Hemminges aparece en la película de 1998 Shakespeare in Love interpretado por David Curtiz.

Henry Condell fue un actor de King's Men, la compañía de teatro para la que William Shakespeare escribió. Participó, junto con John Heminges, en la publicación póstuma de la colección de obras teatrales de Shakespeare, conocida como First Folio.

  

Macbeth.
The title page of Macbeth, printed in the Second Folio of 1632



Macbeth


Esta tragedia en cinco actos de William Shakespeare fue escrita probablemente entre 1605 y 1606, estrenada en 1606 e impresa en la edición infolio de 1623. El texto es poco satisfactorio por los indicios de retoques que parece presentar; probablemente hay cortes e interpolaciones. La fuente de la obra es la Crónica de Holinshed, que para los sucesos de Escocia se basa en la versión inglesa que hizo John Bellenden de las Scotorum Historiae (1527) de Héctor Bocce.

Ellen Terry como lady Macbeth por John Singer Sargent, 1889


Macbeth y Banquo son generales de Duncan, rey de Escocia. Volviendo de una victoriosa campaña contra los rebeldes, Macbeth y Banquo se encuentran en una llanura con tres brujas que profetizan que Macbeth será primero barón de Cawdor («thane», título nobiliario escocés semejante a barón) y posteriormente rey de Escocia, y que Banquo engendrará reyes, aunque él no esté destinado a serlo. Inmediatamente después llega la noticia de que Macbeth, por el valor mostrado en la batalla, ha sido nombrado barón de Cawdor.

Terror clásico: Francesca Annis interpretó a Lady Macbeth en la película de 1971 dirigida por Roman Polanski



lady Macbeth 

lady Macbeth 

lady Macbeth 

lady Macbeth 

lady Macbeth 

lady Macbeth 

lady Macbeth 

lady Macbeth 

lady Macbeth 

lady Macbeth 

Tentado por el cumplimiento parcial de la profecía y por lady Macbeth (que excita en su marido la ambición, secando «la leche de la humana benevolencia»), Macbeth asesina mientras duerme a Duncan, que se había hospedado en su castillo, pero en seguida es presa del remordimiento. Los hijos del rey Duncan, Malcolm y Donalbain, huyen, y Macbeth se apodera de la corona. Pero todavía queda un obstáculo en el camino de Macbeth: las brujas habían profetizado que el trono iría a parar a la familia de Banquo, por lo cual Macbeth decide hacer desaparecer a Banquo y a su hijo Fleance. Banquo muere, pero Fleance logra escapar.
Perseguido por el espectro de Banquo, que se le aparece durante un banquete, Macbeth consulta a las brujas, que le dicen que se guarde de Macduff, barón de Fife; que solamente alguien no nacido de mujer podría vencer a Macbeth; y que sólo será vencido cuando el bosque de Birnam se mueva y lo ataque en Dusinane. Por estos dos últimos anuncios, que parecen de imposible cumplimiento, Macbeth recupera la confianza.

Entretanto, el primogénito y legítimo heredero del rey asesinado, Malcolm, ha empezado a reclutar un ejército en Inglaterra para recuperar el trono. Sabiendo que Macduff se ha unido al príncipe legítimo, Macbeth hace asesinar a lady Macduff y a sus hijos. Lady Macbeth, a quien le había caído de la mano el puñal al intentar (antes que su marido) asesinar a Duncan y ver en él por un momento a su propio padre, pierde la razón e intenta en vano hacer desaparecer de sus manos la visión de la sangre; finalmente muere.

El ejército de Macduff y de Malcolm ataca el castillo de Macbeth: pasando por el bosque de Birnam, cada uno de los soldados corta una rama, y detrás de esta cortina de follaje avanzan contra Dusinane. En el ataque final Macduff (que no había nacido de mujer sino de un cadáver, pues fue sacado del vientre materno cuando su madre ya había fallecido) da muerte a Macbeth. Se cumplen así los augurios que parecían de imposible cumplimiento, y Malcolm sube al trono.

El drama es en parte un acto de homenaje al rey Jacobo I (por la enumeración de los futuros reyes escoceses en el acto IV, escena 1, y por otros detalles). De las tragedias de Shakespeare, Macbeth es, sin duda, la más vigorosa. Como dijo muy bien August Wilhelm von Schlegel, después de la Orestíada de Esquilo, "la poesía trágica no había producido nada más grandioso ni más terrible".
Una atmósfera iracunda gobierna el drama desde los primeros versos hasta el cumplimiento de la profecía. Los vaticinios de las brujas constituyen un sortilegio infernal que revela a Macbeth su no confesada ambición y aspiraciones, y cierran sobre quien había parecido un fiel y valeroso guerrero una red inevitable. El protagonista sucumbe a la tentación, pero aun así se debate y conserva las huellas de su primitiva nobleza en medio de todos los excesos a que se ve arrastrado.
Sobre los personajes de Macbeth pesa el mismo clima de fatalidad que pesaba sobre la casa de los Atridas; la acción se desenvuelve quizás en varios años, pero toda consideración de tiempo desaparece ante el espectáculo, cuyo ritmo está medido sobre el horror y la congoja. Un sentido de misterio e incluso de irracionalidad (¿era realmente necesario el delito de Macbeth?; ¿no es un salto en el vacío precipitado por una fatal sugestión?) emana de este drama; domina en él la noche, con las frecuentes invocaciones a las tinieblas, y la evocación de las torpes criaturas furtivas y rapaces de la oscuridad. 
El pavor y la duda avanzan entre episodios de violencia y sangre; al final, en unos versos célebres y frecuentemente citados (acto V, escena 5), el propio Macbeth acaba percibiendo la vida como «un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y furia, que no significa nada».

Historia.

Macbeth (título completo en inglés, The Tragedy of Macbeth, La tragedia de Macbeth) es una tragedia de William Shakespeare, que se cree que fue representada por primera vez en 1606.​ Dramatiza los dañinos efectos, físicos y psicológicos, de la ambición política en aquellos que buscan el poder por sí mismo. De todas las obras que Shakespeare escribió durante el reinado de Jacobo I, quien era patrón de la compañía teatral de Shakespeare, Macbeth es la que más claramente reflexiona sobre la relación del dramaturgo con su soberano.
​ Se publicó por primera vez en el Folio de 1623, posiblemente a partir de un prompt book, y es su tragedia más breve.
No hay seguridad absoluta de que la tragedia sea en su totalidad obra de Shakespeare, ya que algunos afirman que ciertos pasajes podrían ser adiciones posteriores del dramaturgo Thomas Middleton, cuya obra La bruja (The Witch) tiene múltiples afinidades con Macbeth.
La obra está libremente basada en el relato de la vida de un personaje histórico, Macbeth, quien fue rey de los escoceses entre 1040 y 1057. La fuente principal de Shakespeare para esta tragedia fueron las Crónicas de Holinshed, obra de la que extrajo también los argumentos de sus obras históricas. Raphael Holinshed se basó a su vez en Historia Gentis Scotorum (Historia de los escoceses), obra escrita en latín por el autor escocés Hector Boece e impresa por primera vez en París en 1527. Para agradar a su mecenas, el rey Jacobo V de Escocia, Boece había oscurecido deliberadamente la figura de Macbeth, con el fin de exaltar a un hipotético antepasado del rey, Banquo.
Es importante resaltar que el texto llega a los tiempos modernos únicamente a través del First Folio, a diferencia de otras obras de Shakespeare de las que además se conservan algunas ediciones en "cuartos", aprobadas unas por el autor y otras provenientes de la memoria de los espectadores. Cierta corriente de la crítica sostiene que, dada la extensión menor de esta obra en relación con otras tragedias del Folio, puede argumentarse que lo que ha llegado a nosotros sea un resumen de la obra completa de Shakespeare, justificado además por la existencia de ciertos pasajes oscuros en el texto que dan la impresión de necesitar información adicional para ser interpretados dentro del contexto de la obra.

Macbeth de Escocia.

Macbeth (en gaélico escocés antiguo: Mac Bethad mac Findlaích, en gaélico moderno: MacBheatha mac Fhionnlaigh; ¿?-15 de agosto de 1057) fue rey de Alba (Escocia) desde 1040 hasta su muerte en combate. Estaba casado con su prima Gruoch, dama de cámara de Escocia y nieta de Kenneth II. En tal condición, podía reivindicar el trono de Escocia a la muerte de Malcolm II, pero este último modificó las reglas de sucesión al trono en beneficio de su propio nieto Duncan I. Macbeth es el protagonista de la obra homónima de Shakespeare, probablemente escrita entre 1599 y 1606.
Hacia 1031 Macbeth sucedió a su padre, Findlaech, como mormaer de Moray. Mató a Duncan I en Bothnagowan, ahora Pitgaveny, cerca de Elgin, el 15 de agosto de 1040,1​2​ y no en su lecho como describe Shakespeare. La muerte de Duncan produjo dos efectos importantes:

Por un lado, Macbeth restableció el orden sucesorio picto, caracterizado fundamentalmente por el matrilinaje, instaurado por el fundador de la dinastía real escocesa, Kenneth I Mac Alpin y modificado por el abuelo de Duncan I, Malcolm II, en lugar del sistema sucesorio gaélico conocido como tanistry.
Por otro lado, Macbeth restableció el orden interno en Escocia, perdido durante el reinado desordenado de Duncan. Macbeth expió su asesinato con un peregrinaje a Roma. Residió en el castillo de Dunsinane, y reinó de 1040 a 1057.
En 1046, Siward, conde de Northumbria, fracasó en su tentativa de derrocar a Macbeth en favor de Malcolm Canmore, el futuro rey Malcolm III de Escocia, y pariente de Duncan I.
Macbeth murió como resultado de las heridas recibidas en combate en Lumphanan (Highlands) por Malcolm Canmore, quien, tras matar también al sucesor de Macbeth, su hijastro Lulach I de Escocia (hijo de Gruoch), sería el rey Malcolm III. Macbeth fue enterrado en la isla de Iona como todos los reyes legítimos.

Gruoch Ingen Boite fue la hija de Boite mac Cináeda|Boite, hijo de Kenneth III de Escocia.​ Las fechas de su vida no se saben con seguridad.
Antes de 1032 Gruoch se casó con Gille Coemgáin mac Maíl Brigti, Mormaer de Moray, con quien tuvo al menos un hijo, Lulach mac Gille Coemgáin, más tarde rey de los escoceses. Gille Coemgáin fue asesinado en 1032, quemado en una sala junto con cincuenta personas.2​ El segundo matrimonio de Gruoch fue con el rey Mac Bethad, de nuevo la fecha no está documentada. No se conocen hijos de este matrimonio.
Gruoch es mencionada con Boite y también con Mac Bethad en cartas que concedían al monasterio culdee en Loch Leven. La fecha de su muerte se desconoce.
Sirvió como modelo para el personaje de Lady Macbeth en la obra de William Shakespeare Macbeth. Una versión un poco más apropiada de Gruoch apareció en la serie de televisión animada Gárgolas.

Tres brujas.


The_Three_Witches_from Shakespeares Macbeth by Daniel Gardner, 1775


Elizabeth Lamb, vizcondesa de Melbourne con Georgiana Cavendish, duquesa de Devonshire y Anne Seymour Damer en Brujas alrededor del caldero, interpretada por Daniel Gardner en gouache (1775).


Las tres brujas de Shakespeare son profetisas que saludan a Macbeth al principio de la obra epónima y predicen su ascenso al trono. Luego de matar al rey Duncan y ganar el trono de Escocia, Macbeth les escucha otra profecía que anuncia de forma ambigua su caída. Las brujas, con su aspecto "inmundo" y su aparente regodeo ante las tragedias humanas, contribuyen a establecer el tono siniestro de la obra.

Los artistas del siglo xviii, incluidos Henry Füssli y William Rimmer, representaron a las brujas de diversas formas, al igual que muchos directores de cine desde entonces.


En la persecución por la corona de Escocia: ¡las frases de Macbeth!

Macbeth

1. La vida es una sombra tan solo, que transcurre; un pobre actor que orgulloso, consume su turno sobre el escenario para jamás volver a ser oído. Es una historia contada por un necio, llena de ruido y furia, que nada significa.
Para comenzar con las frases de Macbeth recordemos que la vida puede ser bastante intrépida, descontrolada, casi eufórica. Es eso lo que la hace tan maravillosa e impredecible.

2. Dad palabras al dolor. La desgracia que no habla murmura en el fondo del corazón, que no puede más, hasta que le quiebra.

Todos debemos saber que al dolor es mejor sentirlo y dejarlo salir de nosotros. Acallar este sentimiento sería nuestra condena, sería herirnos desde adentro.
3. Ven, ciega noche, véndale los ojos al clemente día.
La noche es el momento de decir lo que no dijimos y de sentir con mayor irreverencia. La noche no está cobijada por el sol o por la luz, se cobija por el misterio que llega de la oscuridad. Bien lo dicen las frases de Macbeth.
4. ¿Por qué siempre solo, acompañándoos de tristes pensamientos y acosado por ideas que debieron morir con los que las engendraron? Debe darse al olvido lo que no tiene remedio. Lo hecho, hecho está.

El ser humano, cualquiera que sea, tiene la costumbre de sentirse abatido por aquello que pudo ser. A veces, lo único que podemos hacer al respecto es aceptar lo que ya paso y aprender de ello.
5. Aceptad cuanto os consuele. ¡No hay noche, por larga que sea, que no encuentre al fin el día!
Aún en los momentos más oscuros las frases de Macbeth llegan para hacernos dar cuenta de que siempre habrá cosas, situaciones o personas que nos ayuden a salir adelante, por difícil que parezca.
6. Para engañar a los tiempos confórmate a sus mandatos.

No siempre podemos luchar contra la vida, contra lo que viene con el tiempo. Aunque no tenemos que subordinarnos, la aceptación podría ser un buen camino para salirnos con la nuestra.
7. La confianza es el mayor enemigo de los mortales.

Al tener capacidades, talentos o situaciones a nuestro favor comentemos el error de confiar plenamente, incluso en los demás. La confianza tiene sus límites y es grandioso aprender a reconocerlos. Una grata enseñanza de las frases de Macbeth.
8. Si con dar un solo golpe se atajaran las consecuencias y el éxito fuera seguro…, yo me lanzaría de cabeza desde el escollo de la duda al mar de una existencia nueva.

Lo que más nos angustia de la vida es saber que a veces necesitaremos de múltiples intentos para lograr nuestro cometido. No todo se obtiene de una vez.

9. Muchas veces tenemos por amor lo que es verdadera desgracia.

No debería ser tan fuerte la relación entre el amor y el dolor o el engaño. Como lo indican las frases de Macbeth, el amor debería ser puro y hermoso todo el tiempo; pero como lo hemos idealizado, lo vemos todo el tiempo, en todo y esto hace que para la desgracia sea muy sencillo disfrazarse de amor.

10. Mira que a veces el demonio nos engaña con la verdad, y nos trae la perdición envuelta en dones que parecen inocentes.

De nuevo. Queremos ver las cosas buenas reflejadas en cada rincón y ese deseo nos puede enceguecer tanto que nos impide reconocer el engaño y la oscuridad.
11. La alegría es la salsa de las cenas.

Cualquier cena, con cualquiera que sea, requiere de un ingrediente fundamental para tener sabor, para brindar placer. Sin la alegría no somos seres humanos, nos convertimos en monstruos que comen por comer.

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