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Libro de Proverbios, 8 20, de la Biblia. "Yo camino por la senda de la justicia, por los senderos de la equidad."

miércoles, 28 de noviembre de 2012

127.-La Anábasis o Expedición de los Diez Mil.- a

La Anábasis o Expedición de los Diez Mil


  

Thalatta! Thalatta! ( Griego : !! Θάλαττα θάλαττα - "El Mar El Mar!") Fue el grito de alegría cuando los itinerancia 10.000 griegos vieron Euxeinos Pontos (el Mar Negro ) desde el Monte Theches (Θήχης) en Trebisonda , después de participar en Ciro los más jóvenes 's fallaron marcha contra el Imperio persa en el año 401 antes de Cristo. La montaña estaba a sólo cinco días de marcha de la ciudad costera de usar Trapezus . La historia es contada por Jenofonte en su Anábasis.
Anllela hormazabal moya

(también La retirada de los Diez Mil o La marcha de los Diez Mil; en griego clásico Κύρου Ανάβασις, que significa «subida o marcha tierra adentro de Ciro») es un relato del historiador griego Jenofonte, un discípulo de Sócrates que participó como aventurero y posteriormente como comandante en la expedición.

Todos los manuscritos disponibles coinciden en dar a la obra el título de Κύρου Ανάβασις, Anábasis de Ciro, es decir «subida o marcha tierra adentro de Ciro». La palabra griega anábasis hace referencia a una expedición de la costa hacia el interior de un país; por el contrario, catábasis es el viaje desde el interior a la costa.

En la aventura descrita por Jenofonte, aunque la expedición de Ciro el Joven es una anábasis desde Sardes, en la costa oriental del mar Egeo, hacia el interior de Persia, en su mayor parte la obra narra el viaje de regreso de los Diez Mil desde Mesopotamia hasta la costa del mar Negro. Por lo tanto, la expedición tiene más que ver con una catábasis que con una anábasis. Es probable que Anábasis fuera el título que dio a la obra Jenofonte cuando empezó el relato y siguiera conservándolo al prolongarse la ruta, que además de una anábasis y una catábasis sigue con una parábasis, o expedición por la costa hasta Tracia. 
El título alternativo, Expedición de los Diez Mil, tiene origen también en el mismo texto de la obra, donde se utiliza el término myriás, «miríada» o «diez mil», que era la unidad de cuenta utilizada por los ejércitos persas, y que Jenofonte emplea como equivalente a myríoi, también «diez mil» con el significado vago de «innumerables». Dado que el número inicial de soldados en la expedición era de 12 000, en algunos manuscritos se comenzó a utilizar la expresión para designar al conjunto de mercenarios.

Manuscritos

El texto de la obra se conserva en una serie de manuscritos medievales, cuyas diferentes versiones se han podido cotejar con fragmentos en papiro descubiertos a principios del siglo xx. 
Los filólogos clasificaron inicialmente los manuscritos en dos categorías según su aparente fiabilidad: los codices meliores y los codices deletiores. Los editores decimonónicos basaban el texto en los codices meliores (sobre todo en el manuscrito C) y solo usaban los deteriores para corregir las lagunas de los primeros o los errores más evidentes. Sin embargo, el descubrimiento de los papiros obligó a reconsiderar la situación ya que, en muchos casos, la lectura de los codices deletiores se demostraba preferible y se constató que los meliores contenían un texto «perfeccionado» o parcialmente retocado por los copistas y filólogos bizantinos

Codices meliores

Manuscrito C: o códice Parisinus 1640 (1320).
Manuscrito B: Parisinus 1641 (siglo xv).
Manuscrito A: Vaticanus 987 (datación incierta).
Manuscrito E: Etonensis (siglo xv).

Codices deletiores

Manuscrito F: Vaticanus 1335 (siglo xii).
Manuscrito M: Venetus martianus (siglos xii-xiii), que contiene a su vez:
Manuscrito D: Bodleianus (finales siglo xiv o principios xv).
Manuscrito V: Vindobondensis 95 (siglo xv).

Datación.

Existe división de opiniones entre los especialistas sobre las fechas en las que Jenofonte pudo escribir la Anábasis. Las evidencias internas sugieren que lo hizo en dos fases divididas por el capítulo 3 del libro V. En este punto Jenofonte relata su regreso a Grecia, cuando se instaló en Escilunte y le dedicó una inscripción a Artemisa, su guía durante la expedición, antes de unirse a la campaña de Agesilao contra Beocia (An. 5.3.6). 
La redacción hace pensar que escribió esa primera parte al comienzo de su estancia en Escilunte, en torno al año 385 a. C., y la continuación cuando ya había abandonado la localidad, después de 371 a. C. Algunas alusiones a Atenas podrían interpretarse en el sentido de que la redacción final se completó allí sobre el año 368 a. C., aunque no es seguro que realmente Jenofonte residiera en la ciudad al final de su vida.

Contenido.

En ella se narran la expedición militar de Ciro el Joven contra su hermano el rey de Persia Artajerjes II, y el posterior intento de retorno a la patria de los mercenarios griegos que estaban a su servicio, tras la derrota y muerte del mismo Ciro.

En 401 a. C., tres años después de subir al trono el persa Artajerjes II, su hermano menor Ciro se rebeló en su satrapía de Asia Menor. Para destronar a su hermano, reclutó un ejército en el que incluyó a diez mil mercenarios griegos, que partió de Sardes, marchó a través de Asia Menor y descendió costeando el río Éufrates hasta Cunaxa, cerca de Babilonia. Ciro murió en la batalla de Cunaxa, lo que produjo la desbandada de su ejército. Los mercenarios griegos, sin embargo, se mantuvieron invictos y unidos bajo el mando del comandante espartano Clearco.
 En las negociaciones que siguieron con el enemigo, Clearco y los principales comandantes griegos fueron decapitados a traición, por lo que los mercenarios hubieron de elegir a otros líderes. Entre éstos estaba el propio Jenofonte de Atenas, quien guio el retorno del resto del ejército a Grecia. Remontaron el río Tigris y atravesaron Armenia por una ruta de casi cuatro mil kilómetros de territorio enemigo, hasta llegar a la colonia griega de Trapezunte (actual Trabzon, Turquía), en la orilla sur del Mar Negro. Son famosos los gritos de alegría de los soldados a la vista de este: θάλασσα, θάλασσα (Thalassa, Thalassa, «El mar, el mar»).

La narración, escrita en tercera persona, posee gran interés histórico, pero además tiene un estilo ameno, no exento de gran emotividad en algunos pasajes. Por la sencillez de su estilo, a menudo se usa en la educación secundaria como texto de iniciación a la traducción del griego clásico.

La Expedición de los Diez Mil.

La Expedición de los Diez Mil fue una campaña formada por contingentes de mercenarios griegos, reclutados por el persa Ciro el Joven, durante su revuelta para obtener el trono, contra su hermano mayor, el rey aqueménida Artajerjes II Memnón. La expedición es relatada por Jenofonte, que formó parte de ella, en su obra la Anábasis, teniendo lugar entre el año 401 a. C. y el año 399 a. C.

Disputa por el trono de Persia
Tras la muerte de Darío II rey del Persia, en el año 404 a. C., su hijo Artajerjes II heredó el trono legítimamente. Su hermano menor, Ciro el Joven, conspiró para conseguir la corona, pero fue denunciado por el sátrapa Tisafernes. Protegido por su madre Parisatis, fue restablecido en su mando de Sardes, situada en la zona de Jonia (hoy Turquía), plagada de ciudades griegas (bajo dominio persa), muy lejos de la sede central del Imperio aqueménida.
Allí acudió a sus anfitriones para reclutar un ejército de mercenarios griegos. No fue muy difícil, ya que numerosos hoplitas se encontraban inactivos a finales de la guerra del Peloponeso.
Ciro recibió ayuda de Esparta. De hecho, solicitó específicamente recurrir a los peloponesios, reputados por su valentía, y a los que él mismo había socorrido a lo largo de la guerra. Esparta no quiso implicarse abiertamente en la campaña, pero permitió que muchos de sus soldados veteranos de la guerra del Peloponeso se alistaran libremente como mercenarios.

Ejército

Clearco (exgobernador espartano de Bizancio que había sido desterrado de la patria por rebelión), asumió el mando de las tropas espartanas y del resto de los mercenarios griegos. Ciro reunió a su ejército, compuesto por tropas griegas y persas, en la ciudad de Sardes (Asia Menor). Según Jenofonte (Jenofonte Anábasis 1.2.9), el contingente de persas era de 50 000 hombres, y los mercenarios griegos de alrededor de 12 000, distribuidos en:

1000 hoplitas, 800 peltastas tracios y 200 arqueros cretenses bajo Clearco de Esparta.
700 hoplitas bajo Chirisophus de Esparta
300 hoplitas bajo Sóside de Siracusa (por ese entonces griega)
1000 hoplitas bajo Soféneto de Arcadia
4000 hoplitas bajo Xenias de Arcadia (hasta que dejó el ejército en Siria)
1500 hoplitas y 500 peltastas (infantería ligera) bajo Próxeno de Beocia.
1000 hoplitas bajo Soféneto de Estínfalo
500 hoplitas bajo Sócrates de Acaya.
300 hoplitas y 300 peltastas bajo Pasión de Mégara, hasta que dejó el ejército en Siria.
1000 hoplitas y 500 peltastas bajo Menón de Tesalia
Avance en territorio persa

Ciro ocultó, al principio, el objetivo de su expedición: les anunció que quería someter la región rebelde de Pisidia. El ejército partió desde Sardes, e inició su marcha hacia el este a través de las tierras de Ciro mientras se les unían más mercenarios, atravesando luego Cilicia y Siria sin tener enfrentamiento alguno con tropas de Artajerjes, advertido ya de la conspiración. Una vez que el ejército sorteó esta región y llegó a los límites del Éufrates, no pudo seguir ocultando la verdad: los soldados se indignaron al principio, pero se apaciguaron por la promesa de generosas pagas.

La batalla

Finalmente las tropas de Ciro se enfrentaron a las de Artajerjes en la batalla de Cunaxa (401 a. C.), a unos pocos kilómetros de Babilonia. Según Jenofonte, el rey persa contaba con 1 200 000 hombres, pero las fuentes modernas estiman 120 000. Sea cual fuere el caso, el número de hombres de Artajerjes era el doble o más.
Los mercenarios griegos formaron la falange en el ala derecha (posición estratégica en la historia militar de la antigua Grecia). En el choque de ejércitos, destruyeron el flanco izquierdo del ejército persa, poniendo en fuga a sus soldados y aniquilándolos durante la huida. Según cuenta Jenofonte, la batalla era una masacre.
Cerca de una inminente victoria, ocurrió algo inesperado: Ciro encabezó un ataque directo con su caballería contra la posición donde se encontraba su hermano Artajerjes y encontró la muerte. Tras perder a su líder, las tropas persas de Ciro comenzaron a huir y a rendirse. Los griegos, en cambio, fieles a su doctrina militar, continuaron luchando solos.
Las tropas de Artajerjes avanzaron por el otro flanco, tomando posesión del campamento rebelde. Los griegos, en una evidente desventaja numérica, retrocedieron y los enfrentaron, continuando por segunda vez la masacre, poniendo a la fuga y matando un buen número de persas. Artajerjes ordenó entonces la retirada del campo de batalla. Los griegos perseguirían a los persas, continuando con las matanzas hasta la noche. Jenofonte en su Anábasis cuenta que no hubo pérdidas en el contingente griego, solo algunos heridos.

La tregua.

Luego de volver al campamento, los victoriosos griegos se encontraron solos y aislados en el medio del inmenso Imperio persa, y sin recompensa.
El ejército griego concluyó primero una tregua con Artajerjes, que no quería arriesgarse a perder más hombres. Acompañados por las tropas del sátrapa Tisafernes, los helenos dieron media vuelta hasta las orillas del Tigris. Allí, Tisafernes recibió en su campamento a los comandantes griegos encabezados por Clearco para concluir las condiciones del acuerdo, pero les tendió una trampa y los asesinó, dejando a los Diez mil sin líderes. Los soldados planificaron la retirada y eligieron como nuevos generales a Jenofonte, Timasión, Xanthicles, Cleanor, y Philesius, con el espartano Chirisophus como el comandante general.

  

La retirada de los diez mil: el épico viaje de los griegos

En el año 401 a.C., diez mil mercenarios griegos que luchaban a las órdenes del príncipe Ciro el Joven quedaron abandonados en medio del Imperio persa. Liderados por Jenofonte, emprendieron un épico viaje de regreso a casa

el 3 de septiembre del año 401 a.C., los griegos obtuvieron una de las más señaladas victorias de toda su historia. En Cunaxa, en plena Mesopotamia, un lugar situado a escasa distancia de Babilonia, unos diez mil soldados hoplitas combatieron, aliados con las fuerzas del príncipe persa Ciro el Joven, contra la enorme masa del ejército de Artajerjes II, el Gran Rey de Persia. Ante la durísima crisis económica en la que se hallaba sumida Grecia, los griegos habían buscado en la expedición un medio para ganarse la vida, tentados por las promesas que les había hecho el príncipe, que aspiraba a desbancar del trono a su hermano Artajerjes. Por ello, cuando el Gran Rey lanzó su ataque definitivo contra ellos, entonaron el peán, el cántico de guerra en honor a Apolo, y respondieron con fiereza. Los persas emprendieron la huida y los griegos quedaron dueños del campo.
Pero al día siguiente, los combatientes helenos descubrieron que, antes de aquel lance final de la batalla, Ciro había sido abatido cuando se arrojó temerariamente contra el Gran Rey y su guardia acorazada. Así pues, la victoria final de los griegos no había servido para nada. Peor aún: su situación era de lo más comprometida, pues se encontraban abandonados en tierra hostil, a miles de kilómetros de sus hogares, sin víveres y a expensas del ánimo vengativo de Artajerjes y de sus decenas de miles de guerreros. Unos días después acordaron una tregua con el rey persa, que seguía temiendo su fuerza y que les prometió provisiones y seguridad en su camino de regreso. Pero poco después, Tisafernes, el ministro de confianza del Gran Rey, tendió una trampa a los jefes griegos. Tras invitarlos a un banquete, hizo detener a cinco de los generales griegos y a un nutrido grupo de capitanes y los hizo pasar a cuchillo.

Los griegos quedaron, así, descabezados, embargados por el desánimo y la tristeza, sin saber qué hacer a continuación.

Los griegos quedaron, así, descabezados, embargados por el desánimo y la tristeza, sin saber qué hacer a continuación. Los contingentes del ejército ni siquiera se juntaban, sino que cada uno acampaba en cualquier lugar, sin preocuparse del resto. Los soldados se echaban a dormir cada uno por su lado, dispuestos a dejar pasar los días y las noches hasta que los persas los atacaran y acabaran con ellos. Perdida toda disciplina, los hombres vagaban, desconcertados, sin pensar en el modo de encarar la adversidad.

LA REVELACIÓN DE UN NUEVO LÍDER

Fue entonces cuando de entre ellos surgió una voz. El joven ateniense Jenofonte, un aventurero que había marchado con Ciro y los Diez Mil, trató primero de animar a aquellos que más autoridad tenían entre los soldados a fin de convencerles de que debían tomar una decisión. Luego se reunieron todos los soldados en una asamblea y Jenofonte les expuso la situación con claridad. No podían entregar las armas al Gran Rey, como éste les exigía, pues eran ellos quienes habían vencido en la batalla; de hecho, Artajerjes no les atacaba porque sabía que eran militarmente superiores. Por tanto, sólo les quedaba la opción de buscar por cualquier medio un camino de vuelta a casa. También les recordó el crimen cometido por los persas contra la hospitalidad y los juramentos al asesinar a sus generales; por ello, los dioses estarían con ellos y defenderían su causa. Tras exponer su estrategia, Jenofonte preguntó si alguien tenía otra mejor y, como todos callaron, continuó:
 «El que esté conforme que levante la mano».
 Todos aprobaron su propuesta. De esta forma, un simple ejército se convirtió en una auténtica comunidad en movimiento, en la que cada miembro participaba en la toma de decisiones; los soldados no servían a Jenofonte ni a otro, sino a sí mismos, teniendo como objetivo la salvación común.
Sin embargo, las dificultades a las que se enfrentaban eran enormes. La principal era la necesidad de hacer acopio de alimentos; aunque existían en el camino aldeas y ciudades donde podrían encontrar sustento, los griegos temían que éstas estuviesen ya en manos del enemigo, quien buscaría dificultarles la huida por todos los medios. Al fin y al cabo, ¿qué prestigio podría quedarle al más poderoso señor del mundo civilizado, como era el Gran Rey, si un puñado de hombres armados podía pasearse impunemente por su reino, tomando sus aldeas y saqueando los campos de su propiedad?

CON EL ENEMIGO EN LOS TALONES.

Al emprender la marcha, los griegos organizaron sus fuerzas en formaciones cuadradas, de modo que la impedimenta, los bagajes y los carros quedasen resguardados en el centro de la formación. Jenofonte, por su parte, se hizo cargo de la retaguardia, que debía cubrir cualquier ataque persa. Al no contar con fuerzas de caballería, los helenos temían quedar en inferioridad de condiciones frente a los magníficos jinetes persas, pero nuevamente Jenofonte les exhortó a abandonar cualquier temor, pues, decía, nunca en la guerra alguien había muerto de un mordisco o una coz de caballo, y sí por el filo de una lanza griega.
La caballería persa, en efecto, hostigó a la retaguardia griega, a lo que Jenofonte respondió con un contraataque que sus compañeros censuraron por demasiado temerario. Finalmente, los helenos acordaron crear una fuerza de asalto integrada por rodios y cretenses, célebres por su dominio del arco y la honda, con la que frenaron las posteriores incursiones del enemigo contra su zaga. Los griegos se ensañaban con los cadáveres de los persas a los que lograban abatir, desfigurando sus rostros para provocar el pánico y disuadir a los demás de atacarles.
Ante la imposibilidad de cruzar el caudaloso Tigris, los griegos optaron por seguir una áspera y peligrosa ruta por las montañas hacia Armenia. En sus estribaciones vivían los carducos, un pueblo belicoso y hostil, que no dudaron en abandonar en masa sus casas y poblados para presentar batalla a los invasores en los desfiladeros y las colinas, lanzando contra ellos piedras y proyectiles. Para evitar retrasos, los griegos abandonaron entonces a la mayor parte de los esclavos y bestias de carga, a la vez que se servían como guías de prisioneros capturados en escaramuzas o de rehenes apresados en las aldeas. Obligados a avanzar a marchas forzadas, perdieron a menudo muchos hombres en las refriegas por ocupar los pasos de montaña antes que el enemigo. Los amigos de los caídos se dolían de la pérdida, pero seguían adelante, sin dar oportunidad al abatimiento.
Como los carducos les presionaban a cada paso, Jenofonte y los generales reorganizaron el ejército, dividiéndolo en compañías independientes; así ganaban movilidad para tomar las cimas que abrían los pasos de montaña. Llegados al río Centrites, en la frontera con Armenia, que era difícil de vadear, fueron acosados por un gran ejército carduco. Para evitar el ataque mientras cruzaban el río, Jenofonte ideó una curiosa estratagema: mientras parte de los helenos pasaban a la otra orilla, la retaguardia, comandada por él mismo, hizo amagos de ataque en medio de un gran griterío, con lo que logró ahuyentar a los carducos y facilitar a las tropas la travesía del río. Ya en Armenia, los griegos acordaron una tregua con el gobernador persa Tiribazo, aunque la intención de éste era, en realidad, atacarlos en las montañas. Los griegos, desconfiados, advirtieron la treta y atacaron preventivamente, logrando una nueva victoria.

«¡EL MAR, EL MAR!»

Ni la lluvia ni la nieve, que hacían mella en sus cuerpos, doblegaban en cambio el espíritu de los griegos. Sin embargo aumentaban los enfermos, a causa de la mala alimentación o por comer plantas tóxicas para combatir el hambre con lo que fuese. Algunos heridos pedían que los degollaran, al no poder continuar, pero Jenofonte enviaba con ellos a los más jóvenes para que, por medio de palabras de ánimo o incluso golpes de bastón, les hiciesen seguir la marcha. Habrían de salvarse todos o ninguno.
Sin detenerse en ningún momento, los griegos continuaron haciendo frente a cada pueblo que quería expulsarlos de sus tierras hasta que finalmente llegaron al pie de una montaña llamada Teques. Al coronar la cima, la avanzadilla empezó a proferir gritos, de suerte que Jenofonte, a la zaga, pensó que se trataba de un ataque inesperado o una trampa. Cuando ya todo el contingente corría para auxiliar a los compañeros advirtieron que los gritos decían:
 «¡Θάλασσα! ¡Θάλασσα!, ¡Thalassa! ¡Thalassa!» («¡El mar! ¡El mar!)» 
 Tenían ante sus ojos el mar Negro, y con él una ruta segura por la costa hasta la ansiada patria. Los griegos se abrazaron, lloraron y erigieron un monumento, un gran túmulo sobre el que colocaron pieles de buey, bastones y escudos de mimbre capturados en la guerra. Conmemoraban, así, su fabulosa huida, pero, sobre todo, a los caídos en el camino.

  

Sin embargo, los griegos no se habían librado: les hacían falta barcos, les quedaban aún 1000 km por recorrer, con escasez de alimento y agua. Quirísofo, estratego comandante en jefe, partió a Bizancio para conseguirlos, mientras los griegos reemprendían la marcha en dirección a Paflagonia. 
Las ciudades griegas del litoral, en lugar de acogerles, les mantuvieron a distancia, por miedo a posibles pillajes —la mayoría de los griegos rechazaron volver a su hogar sin botín—. La rebelión brotó en las filas, y los arcadios y aqueos acabaron por hacer secesión. El ejército estuvo a punto de ceder al pánico cuando se propagó el rumor de que Jenofonte deseaba fundar una colonia en Asia. Lo refutó ante el ejército constituido en asamblea.
Los griegos se alquilaron entonces a un dinasta tracio, que luego se negó a pagarles. Un general espartano, Tibrón, les contrató para luchar contra los sátrapas Tisafernes y Farnabazo I, quienes luego de la muerte del joven Ciro, habían retomado el control de las ciudades griegas de Jonia. 
Los Diez mil, que dos años después no eran más de 6000 —por la ruta distinta que emprendieron los espartanos—, marcharon a Lámpsaco y después a Pérgamo, donde Jenofonte cedió el mando a Tibrón, y así planear su retorno a Grecia. Fue recibido con honores en Esparta.

El interés geográfico de la Anábasis

Entre las dificultades que encontramos para interpretar correctamente el escrito están, por ejemplo, las medidas del espacio. Los antiguos griegos medían las distancias largas en estadios. Lejos de ser una medida que nos facilite la comprensión cada polis tenía un concepto diferente.
35 estadios, por ejemplo, podían ser medidas diferentes en Tebas y en Esparta. En el libro se usa, además, la medida propia de la Persia de aquellos tiempos, la parasanga, pero no como las veía un nativo, sino a través de los ojos de un griego.
Parece que ser que esta unidad pudo ser una fracción de lo que un soldado de infantería era capaz de recorrer en un determinado tiempo. Según los diferentes estudios que se han realizado en épocas diversas, estaría entre los actuales 5,7 y 4,8 km.


  


LIBROS.

Libro I
La expedición marcha desde la ciudad de Sardes para atravesar Lidia hasta el río Meandro. En ese momento se describe que el cauce tiene dos pletros de ancho. Esta es otra unidad de medida persa equivalente a unos 30 m. Atravesaron Frigia hasta la ciudad de Colosas. Al más puro estilo corográfico, se nos hace una descripción de la urbe y su entorno natural y económico.
Para cruzar Cilicia se nos cuenta cómo tuvieron que sortear los diferentes pasos montañosos por un camino muy complejo y se nos describe un valle rico en flora y alimentos.

Libro II
Empieza la verdadera hazaña de los griegos, tras la batalla de Cunaxa y tras enterarse de la muerte de Ciro en la contienda. Durante el inicio del camino al norte, Jenofonte nos narra los materiales de construcción de la zona, los frutos que se obtienen del campo, las plantas, la agricultura del lugar.
A estas bonitas descripciones, y como contraste, encontramos las angustiosas impresiones que cada emplazamiento le inspira. Recordemos que los griegos están constantemente temiendo un ataque de los persas.

Libro III
Somos testigos de la violación de la tregua que hasta ahora había imperado. Todos los generales griegos son asesinados a traición y Jenofonte se convierte en uno de los principales capitanes de la expedición.
Rápidamente, ordena continuar la marcha. Cuando llegan al río Tigris se encuentran con la antigua ciudad meda de Larisa, ahora abandonada, y se nos ofrece su descripción. Más tarde llegan a la ciudad de Mespila, tras caminar 6 parasangas. Los griegos aprovechan cualquier lugar para abastecerse y conseguir provisiones, que es uno de los principales problemas a los que se enfrentan en su periplo.
En este momento se produce un encontronazo con el ejército persa, al que consiguen hacer huir al ganar una posición estratégica en la cima de un pico. Para desesperación de los helenos, los persas destruyeron todos los campos de cultivo en su huida.
En una maniobra incomprensible para sus enemigos, los griegos decidieron ir hacia atrás, hacia Babilonia, y de alguna forma conseguir provisiones.

Libro IV
Presenciamos otro ataque persa a los griegos que esta vez sí termina en una batalla. Al poco tiempo cruzaron el río Centrites y atravesaron la llanura de Armenia Occidental. Seguidos por los persas, llegaron a una aldea donde consiguieron aprovisionarse abundantemente.
Las condiciones climatológicas también son narradas como un elemento fundamental para la organización y estrategia de la marcha: lluvia, nieve, viento, calor…
El libro termina con los griegos, después de pasar varias penurias, camino de la ciudad de Trapezunte.

Libro V
En el libro quinto, antes de llegar a la región de Plafagonia, a orillas ya del mar Negro, se destacan algunas descripciones corográficas de los habitantes y lugares por los que pasan.

Libro VI
En el sexto libro, el destacamento embarca y llega a lo que hoy es Estambul para continuar el viaje a pie a través de Tracia, es decir, la costa desde la ciudad turca hasta Grecia.
Jenofonte se toma su tiempo para contarnos cómo son el puerto de Calpe y la orografía del lugar, sus montes terrosos hacia el interior y llenos de vegetación según se acercan al mar. También nos habla de la riqueza agrícola de la región, en la que se produce cebada, trigo, legumbres, sésamo, higos y viñas.

Libro VII
Los griegos hacen la guerra a los tracios. Al tratarse de época invernal, abundan las descripciones relacionadas con la climatología, viento, nieve, lluvias… y las étnicas, ya que a Jenofonte parece llamarle la atención las ropas de abrigo que usaban las gentes del lugar.

  

Consecuencias.

El periplo del contingente griego a través del Imperio aqueménida sorprendió, con razón, a los contemporáneos de Jenofonte. Era la primera vez que un grupo de griegos llegaba a escaparse del «corazón de las tinieblas» de Persia, un imperio hasta entonces inviolado. La expedición de los griegos demostró que dicho imperio, que había invadido dos veces a Grecia durante las guerras médicas, no era quizás, al fin y al cabo, tan temible.
Una pequeña tropa de mercenarios —aguerridos, desde luego, y determinados— logró lo inimaginable: escapar de la venganza de Artajerjes y de sus ejércitos en el corazón mismo de su reino. Su éxito, además de demostrar la innegable superioridad militar de los griegos sobre los persas, demostró que era posible una expedición a las tierras del Gran Rey.
Esta lección, narrada en la Anábasis de Jenofonte, donde queda en evidencia la evolución significativa del mercenariado, y la notable arma letal que significaba la unión de guerreros de distintas polis griegas complementando todas las técnicas, como quedó reflejado en el campo de batalla, será recordada especialmente por Alejandro Magno, quien 70 años después le quitó a Persia todo su vasto reino, con un pequeño ejército de 40 000 soldados griegos.

  


La biblioteca de Ignacio del Valle.
12 Abr 2022

Hace unas semanas retraté a Ignacio en su casa del barrio de Salamanca, en Madrid, ante una de sus bibliotecas, llena de clásicos y de ediciones del siglo pasado.

Ignacio del Valle (Oviedo, 1971) vive en Madrid desde hace más de veinte años. Es autor de la serie de suspense histórico protagonizada por Arturo Andrade y formada por El arte de matar dragones, El tiempo de los emperadores extraños —que fue llevada al cine por Gerardo Herrero (Silencio en la nieve, película con Juan Diego Botto y Carmelo Gómez estrenada en 2012)—, Los demonios de Berlín, Soles negros, Los días sin ayer y Cuando giran los muertos. 
Asimismo ha escrito las novelas De donde vienen las olas, El abrazo del boxeador, Cómo el amor no transformó el mundo, Busca mi rostro, Índigo mar, Coronado y el libro de relatos Caminando sobre las aguas.
Sus obras han sido traducidas a varios idiomas. Mantiene todos los lunes una tribuna de opinión en el diario El Comercio y colabora con El Viajero de El País, entre otras publicaciones. Desde 2010 dirige la sección cultural Afinando los sentidos en La brújula de Asturias, de Onda Cero Radio.
Actualmente Ignacio está en la gira de promoción de su última novela, Cuando giran los muertos (Algaida), Premio Ateneo de Sevilla 2021.

Nos recomienda a los lectores de Zenda:

La Anábasis, o el mejor manual de autoayuda.

Hace 2400 años diez mil mercenarios griegos se vieron obligados a hacer una retirada a pesar de haber ganado la guerra. Aparte de las circunstancias, que no vienen al caso, nosotros tenemos la enorme fortuna de que un hombre (escritor, general y discípulo de Sócrates), Jenofonte, narrase la épica de este hecho en un libro titulado Anábasis (La retirada).
Fieros y disciplinados, los griegos recorrieron de regreso a casa todo un imperio enemigo, el persa, casi cuatro mil kilómetros, acosados en todo momento hasta lograr alcanzar las colonias griegas en la actual Turquía. Jenofonte nos regala un tratado de inteligencia, cómo sobrevivir en entornos hostiles, bien utilizando la violencia explícita, la negociación, el chantaje, la amenaza o el engaño. Realmente es impresionante. Momentos en que hace descarnadas declaraciones de principios:
 “Nosotros, los mercenarios, nunca tenemos gloria, solo botín». 
Periodos de desmoralización que se remontan a base de soberbios discursos:
  “Mientras estéis juntos y seáis tantos, seréis respetados».
Escenas que recuerdan directamente a El Padrino, cuando los griegos, para obligar a un pueblo a darles mercado para comer, les recuerdan que tienen conocimiento de otro pueblo adversario que sabría perfectamente qué hacer con diez mil aliados extranjeros, dicho esto con tono Corleone. Traiciones brutales, como cuando los persas prometen la paz y en las negociaciones ejecutan a todos los estrategas griegos, obligando al resto a elegir nuevos comandantes. Las distintas maneras de organizar las falanges militares en pasos de montaña o en campo abierto para no quedar nunca desguarnecidos. El uso directo del terror cuando capturan prisioneros persas y los descuartizan, dejándolos en el camino de sus perseguidores a fin de comerles la moral. 
Las triquiñuelas (tan del gusto de Odiseo), cuando el negociador persa les anuncia que «si no se mueven habrá paz, si se mueven habrá guerra. ¿Qué le comunico al rey, paz o guerra?», y los griegos responden para ocultar sus intenciones:
  «Pues eso, que si ve que nos movemos que declare la guerra, y si ve que nos mantenemos quietos que declare la paz».
Se describen costumbres, comidas, vestimentas, bailes, paisajes de las distintas naciones que cruzan (los kurdos siempre han estado ahí y siempre han sido belicosos). Momentos estéticos, como cuando algunos griegos se desnudan para ungirse con aceite de oliva. Ríos, montañas, desiertos, siempre en retirada, hacia el mar salvífico, hasta que, de repente, se escucha una voz que encuentra su eco en todo un ejército: 
¡Thalassa, Thalassa!, ¡el mar, el mar! Estamos en casa.




Biblioteca Personal.

Tengo un libro en mi colección privada .- 



Itsukushima Shrine.

  

Inscripción de Behistún.

Castigo de impostores y conspiradores capturados: Gaumāta yace bajo la bota de Darío el Grande. La última persona en la fila, que lleva un sombrero y un traje tradicional escita , es identificada como Skunkha . Su imagen se agregó después de completar la inscripción, lo que requirió que se eliminara parte del texto.


La inscripción de Behistún (en persa: بیستون‎) es una inscripción monumental en piedra de la época del imperio Aqueménida (siglo vi a. C.). Está inscrita sobre la pared de un acantilado en la provincia de Kermanshah, al noroeste de Irán, a unos 100 metros de altura. 
Fue ordenada inscribir por Darío I de Persia en algún momento posterior a su accesión al trono del Imperio persa en 522 a. C. y antes de su muerte en 486 a. C.
La inscripción incluye tres versiones del mismo texto, en tres lenguas diferentes, empleando escritura cuneiforme: persa antiguo, elamita y babilonio


Henry Creswicke Rawlinson, Primer Baronet (Chadlington, Oxfordshire, 11 de abril de 1810 – Londres, 5 de marzo de 1895) fue un soldado británico, diplomático y orientalista. También conocido como el «Padre de la Asiriología».
Un oficial del ejército británico, sir Henry Rawlinson, transcribió la inscripción en dos momentos, en 1835 y 1843. Rawlinson pudo traducir el texto cuneiforme en persa antiguo en 1838, y los textos elamitas y babilonios fueron traducidos por él mismo y otros después de 1843. 
Esta inscripción es a la escritura cuneiforme lo que la piedra de Rosetta a los jeroglíficos egipcios: el documento clave para el desciframiento de una escritura antigua desconocida que muestra el mismo texto en otro idioma conocido. La lengua babilonia era una forma tardía del acadio; ambas son lenguas semíticas. La inscripción de Behistún fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2006. Abarca una zona de protección de 187 ha y una zona de respeto de 361 ha.

La inscripción.
Columna 1 (DB I 1-15), boceto de Fr. Spiegel (1881)


El texto de la inscripción es una proclamación de las hazañas de Darío I de Persia previas a su acceso al trono. Los tres textos, que presentan básicamente el mismo contenido, están escritos en tres lenguas distintas, usando para cada uno una adaptación de la escritura cuneiforme.
 El panel inmediatamente bajo el friso está escrito en persa antiguo, una lengua indoeuropea. Los otros dos textos fueron escritos en elamita y babilonio, la primera una lengua elamo-drávida y la segunda, semítica. Darío gobernó el Imperio persa desde el año 521 a. C. hasta el 486 a. C. En algún momento hacia el 515 a. C. ordenó la creación de esta inscripción, que describiera un largo relato de su ascenso frente al usurpador Gaumata y las subsecuentes guerras victoriosas de Darío y el sofocamiento final de la rebelión, para ser así inscritas en un acantilado cercano a la moderna ciudad de Bisistun, en las colinas de los Montes Zagros de Irán, en el punto donde se yerguen desde el llano de Kermanshah.
La inscripción mide aproximadamente 15 metros de alto por 25 de ancho, y se halla 100 metros por encima de un acantilado al lado de un antiguo camino que unía las capitales de Mesopotamia y Media (Babilonia y Ecbatana). Su acceso es muy complicado, ya que, después de su finalización, las laderas fueron eliminadas para hacer la inscripción más perdurable.
El texto en persa antiguo contiene 414 líneas en cinco columnas, el texto elamita incluye 593 líneas en ocho columnas y el babilonio tiene solo 112 líneas. La inscripción fue ilustrada con un bajorrelieve de la vida de Darío, dos sirvientes y diez figuras de un metro de altura, que representan los diferentes pueblos conquistados; el dios Ahura Mazda, representado como Faravahar, se muestra flotando sobre el conjunto de figuras mientras bendice al rey. Una figura parece haber sido agregada después de que las otras estuvieran acabadas, al igual que la barba de Darío, que es un bloque de piedra separado unido a la figura con pernos de hierro y plomo, un hecho realmente excepcional.

En la historia antigua.

La inscripción de Behistún, grabada en la pared de un acantilado, contiene el mismo texto en tres idiomas, donde se explica la historia de las conquistas del rey Darío I, y está ilustrada con imágenes talladas del soberano con otros personajes presentes.


La primera referencia histórica de que se tiene noticia sobre la inscripción es a través del autor griego Ctesias de Cnido, quien conoció su existencia sobre el 400 a. C. Tácito asimismo la menciona e incluye una descripción de algunos de los antiguos monumentos auxiliares en la base del acantilado, donde había un manantial. Lo que se ha podido recuperar de ellos es coherente con la descripción de Tácito. Diodoro de Sicilia también escribe sobre el «Bagistanon» y sostiene que fue inscrito por la reina Semíramis de Babilonia.
Tras la caída del Imperio persa y los reinos herederos (el Imperio macedonio, el Imperio parto y el imperio sasánida), y después de que la escritura cuneiforme cayera en desuso, la naturaleza de la inscripción fue olvidada y se le atribuyó un origen cuando menos fantasioso o mítico. Durante siglos, en vez de ser atribuida a Darío (uno de los primeros reyes persas), se creyó que procedía del reino de Cosroes II de Persia (uno de los últimos). 

Descubrimiento.
Textos cuneiformes de la inscripción de Behistún


No fue hasta 1598, cuando el inglés Robert Shirley la vio durante una misión diplomática en Persia en nombre de Austria, que la inscripción atrajo por primera vez la atención de los eruditos de Europa Occidental, quienes llegaron a la conclusión de que era un relato de la ascensión de Jesús. Las interpretaciones bíblicas erróneas por parte de los europeos fueron abundantes en los dos siglos siguientes, incluyendo teorías tales como que se trataba de Cristo y sus apóstoles, las tribus de Israel o Salmanasar I de Asiria.
En 1835 sir Henry Rawlinson, un oficial del ejército británico que entrenaba al ejército del Sah de Persia, empezó a estudiar seriamente la inscripción. Como en esa época el nombre de la ciudad de Bisistún se había anglicizado en «Behistun», el monumento empezó a ser conocido como la «inscripción de Behistún». A pesar de su inaccesibilidad, Rawlinson consiguió escalar el acantilado y copiar la inscripción en persa antiguo. La versión en lengua elamita se encontraba al borde de un abismo, y la versión en lengua babilonia estaba cuatro metros más abajo; ambas estaban lejos de ser fácilmente alcanzables y se dejaron para ulteriores intentos.
Pertrechado con el texto persa, y con una tercera parte de un silabario puesto a su disposición por el experto en escritura cuneiforme Georg Friedrich Grotefend, Rawlinson empezó a trabajar para descifrar el texto. Afortunadamente, la primera sección del texto contenía una lista de reyes persas idéntica a la descrita por Heródoto. Emparejando los nombres y los caracteres, Rawlinson pudo descifrar en 1838 la forma cuneiforme usada por el persa antiguo.
Vinieron luego los dos textos restantes. Después de una prolongación de su servicio en Afganistán, Rawlinson volvió a estudiar la inscripción en 1843. Con unos tablones cruzó el espacio existente entre el texto en persa antiguo y el elamita, y lo copió. Entonces encontró a un resuelto chico de la zona que escaló por una grieta del acantilado con cuerdas y aparejos hasta el texto babilonio, de manera que se pudieran tomar moldes en papel maché. 
Rawlinson tradujo el texto y el lenguaje babilonios, independientemente de Edward Hincks, Julius Oppert y William Henry Fox Talbot, quienes también contribuyeron al descifrado. Edwin Norris y otros fueron los primeros que hicieron lo mismo con el elamita. Conociendo tres de los lenguajes primarios de Mesopotamia y tres variaciones de la escritura cuneiforme, estos descifrados fueron una de las claves para la fundación de la asiriología como disciplina.
Se cree que Darío quiso situar la inscripción en un lugar inaccesible para mantenerla a salvo de modificaciones. Su legibilidad jugó un papel secundario, pues el texto es completamente ilegible desde el nivel del suelo. El monumento sufrió algunos daños en la Segunda Guerra Mundial porque los soldados británicos lo usaban para prácticas de tiro. El rostro de Ahura Mazda está completamente destrozado.

  


La inscripción de Behistún, piedra Rosetta de la escritura cuneiforme.


La inscripción de Behistún comienza con la autobiografía de Darío I, dando cuenta de su ascendencia y linaje. Luego cuenta los acontecimientos sucedidos tras las muertes de Ciro el Grande y Cambises II, que llevaron a su ascenso al trono.
Durante mucho tiempo después de que el persa antiguo cayera en desuso y se olvidase el significado de la inscripción, se la atribuyó al rey sasánida Cosroes II, quien vivió más de mil años después de Darío.
El texto está inscrito en tres versiones, con tres idiomas de escritura cuneiforme diferentes: persa antiguo, elamita y babilonio (una variante del acadio). Por ello supone para la escritura cuneiforme lo mismo que la piedra Rosetta para los jeroglíficos egipcios, el documento principal que llevó a su desciframiento y comprensión.
Tiene unos 15 metros de altura por 25 de ancho, y se situa a 100 metros de altura en un acantilado de piedra caliza de los Montes Zagros en el antiguo camino que unía Babilonia y Ecbatana (capital de Media). El texto persa tiene 414 líneas en 5 columnas, mientras que el elamita incluya 593 líneas en 8 columnas, y el babilonio 112 líneas.
Al texto le acompaña un bajorrelieve a tamaño real que muestra a Darío el Grande con un arco, con el pie izquierdo sobre el pecho de una figura, el pretendiente Gaumata. Dos sirvientes atienden a Darío y otras 9 figuras están a su derecha con las manos y cuellos atados, representando a los pueblos conquistados.
La primera referencia documental que tenemos de la inscripción de Behistún procede de Ctesias de Cnido, historiador griego que, tras ser apresado por los persas en 415 a.C. se convirtió en médico del rey Artajerjes II durante 17 años. Escribió una historia de Persia titulada Pérsica, hoy perdida, pero que se puede reconstruir parcialmente gracias a otras fuentes.
En ella menciona la inscripción, indicando que bajo ella hay un pozo y un jardín. Pero incorrectamente atribuye su realización a la reina Semirámis de Babilonia, algo que luego Diodoro de Sicilia daría también por cierto.
Tácito también la mencionó, describiendo algunos de los monumentos que había al pie del acantilado, e indicando la presencia de un manantial. Lo que se ha podido recuperar de estos monumentos en las excavaciones arqueológicas es coherente con sus descripciones.
El texto de la inscripción es completamente ilegible desde el suelo, dada la altura a que está situada. Se cree que Darío prefirió velar por su conservación, situándola en un lugar inaccesible, a que fuera legible, algo que en efecto dio resultado. Para ello mandó incluso destruir las cornisas de roca que habían permitido a los artesanos el acceso al lugar, para que nadie pudiera volver a ascender hasta ella.

  

Henry C. Rawlison, un inglés en la corte de Darío.
ABR 2013

Artículo publicado en la revista Misterios de la Arqueología y del Pasado nº17 febrero 1998

Más que un reconocido diplomático y no menos militar inglés de gran valía, Henry Creswicke Rawlinson fue ante todo el pionero más importante de la asiriología. Con el desciframiento de la escritura cuneiforme y el descubrimiento de la cultura sumeria, dio vida a la legendaria Mesopotamia, la tierra de donde surgió la civilización.

El lujoso salón principal de la sede de la Real Sociedad Asiática en Londres estaba, una tarde más, repleto de viejas lumbreras que más por moda que por afición, gustaban de reunirse para fumar y escuchar los nuevos descubrimientos de alguno de sus colegas en el tan en boga «orientalismo». En los aterciopelados sillones color burdeos del amplio salón, se amontonaban enclenques sabios dispuestos a humillar a uno de sus contrincantes más jóvenes. Sobre el crujiente estrado de madera se encontraba el Cónsul General Británico en Bagdad, un tal Mr. Rawlinson; para ellos no más que otro soporífero diplomático que ocupaba sus abundantes ratos de ocio en el vano intento de descifrar la misteriosa escritura cuneiforme empleando libros de historia de segunda.
La conferencia había dado comienzo. Lejos de caer en el aburrimiento, los asistentes a la charla comenzaron a sorprenderse por los planteamientos propuestos por aquel diplomático. Con el paso de los años, todos más o menos habían reconocido que el akkadio era la escritura más antigua en caracteres cuneiformes. Sin embargo, Rawlinson estaba hablando de un tipo de lengua desconocida escrita con los mismos caracteres, de la que el akkadio había tomado una serie de nombres. Esos nombres no pertenecían ni al semita ni al indoeuropeo, «parecen no pertenecer a ningún grupo de lenguas ni pueblos conocidos», afirmó Rawlinson apoyando sus manos sobre el estrado y mirando fijamente a su impresionado auditorio. Corría el año 1853. Rawlinson, Cónsul británico en Bagdad, acababa de redescubrir Sumeria para la humanidad.

Comienza un gran sueño
Henry Rawlinson -que después tomaría el nombre de la familia de su madre pasándose a llamar Henry Creswicke Rawlinson- nació el 11 de abril 1810 en Chadlington Park, en el condado de Oxfordshire (Inglaterra). Educado en la ciudad de Ealing (Middlesex), fue en su colegio en donde desde muy pequeño comenzó a apasionarse por la historia antigua, destacando muy pronto en latín y griego. Sin embargo, no tardó en aflorar en el espíritu del pequeño Henry otra de sus grandes pasiones, la vida militar. Así, cuando tan sólo contaba con dieciséis años de edad se alistó en el ejército británico, la manera más fácil de dar rienda suelta a todas sus aspiraciones de aventurero. Quizás fue esta la razón por la que Rawlinson no tuvo reparos en alistarse como cadete en el servicio militar de la Compañía inglesa de la India Oriental, país en donde viviría durante los próximos siete años, hasta 1833.
En su viaje a Bombay tuvo la suerte de coincidir en el barco con Sir John Malcom, diplomático y orientalista de gran renombre que acababa de ser nombrado gobernador de Bombay. Durante los largos días de travesía, Malcom introdujo a Rawlinson en el apasionante mundo de la historia antigua próximo oriental. Con él se inició en el estudio de varias lenguas como el indostano, el árabe y el persa moderno.
El gusto por la historia y su destreza para los idiomas le facilitaron sobremanera el trabajo durante su larga estancia en el agreste país extranjero, colocándose en cabeza del grupo de Bombay. A la par que estudiaba y desarrollaba una reconocida labor castrense, Rawlinson se hizo muy famoso por sus extraordinarias dotes para el polo y el atletismo, no en vano medía 1,83 metros, algo totalmente extraordinario para su época.

La inscripción de Behistún
Su excepcional currículum, en donde destacaba su dominio del persa moderno, le sirvió para que en 1833 las autoridades de su país leRawlison02-nacho-ares enviaran a Persia como intérprete del Servicio Británico de Información, alcanzando en poco tiempo la graduación de Mayor. En su nuevo destino debería cooperar en la reestructuración y modernización del caduco ejército persa en calidad de Consejero Militar del propio Sha, en la ciudad de Kermanshah. Rawlinson, con tan sólo veintitrés años de edad, ya era Asesor del gobernador del Kurdistán. Allí estudió también sánscrito y avéstico, lenguas que le sirvieron de gran utilidad años más tarde para traducir diferentes textos cuneiformes.
En sus ratos de ocio, Rawlinson llevaba a la práctica sus pinitos en orientalismo siguiendo los consejos recibidos por su maestro John Malcom. De esta manera, conoció de primera mano una de sus grandes pasiones, y a la que dedicaría el resto de su vida, la escritura cuneiforme. Gustaba de pasear a caballo por las zonas cercanas a su ciudad, teniendo acceso directo a multitud de yacimientos arqueológicos, y fue precisamente en uno de esos paseos cuando Rawlinson descubrió en 1835 una colosal inscripción encaramada en la pared rocosa de una montaña. Se trataba de la famosa inscripción trilingüe de Darío I (522-486 a. de C.) grabada en Behistún, la moderna Bisitun. El texto esculpido sobre la pared de esta montaña, situada en los montes Zagros en el Irán occidental, fue considerado «la piedra de Rosetta del cuneiforme». En esta roca, el mismo texto aparecía inscrito en tres lenguas diferentes, a la sazón persa antiguo, elamita y babilonio. La inscripción, cuyas dimensiones eran de 50 metros de largo por 30 de ancho, estaba decorada con unos relieves de la figura de Darío pisoteando a un enemigo y juzgando a otros nueve. Sobre ellos aparecía el dios Ahura Mazda (Ormuz), la divinidad suprema de los antiguos persas.
Para copiar el texto íntegro de la inscripción, Rawlinson tuvo que realizar auténticos juegos malabares, jugándose la vida en más de una ocasión para no caer a un vacío de 90 metros en la roca. Primero copió las líneas inferiores escritas en persa antiguo, aguantando el equilibrio en el reborde del risco, desafiando casi las leyes de la gravedad. Para finales de 1837, Rawlinson había traducido solamente los dos primeros párrafos. Habiendo localizado los nombre de varios reyes y países, Rawlinson fue identificando más y más signos hasta llegar casia la veintena. El mérito verdadero de su tarea como epigrafista y filólogo estaba en que él trabajaba sólo y mucho más rápido, ignorando los adelantos que grupos interdisciplinares realizaban a la vez que él en Europa. 
Ese mismo año, Rawlinson envió sus descubrimientos a Londres reclamando el título de descifrador de la escritura cuneiforme del persa antiguo. Y como nadie es profeta en su tierra, el mayor reconocimiento lo recibió de la Sociedad Asiática Francesa, nombrándole Miembro Honorario y realizando toda clase de gestiones para que Rawlinson estuviera al corriente de todos los descubrimientos que a la par se hacían en Europa.
En 1839, ayudándose de varias escalas y subido al último peldaño de éstas, consiguió copiar algunas de las líneas superiores «sin otro sostén que apoyar el brazo izquierdo contra la pared rocosa, mientras sostenía el cuaderno de notas con la mano izquierda y escribía con la derecha», según contaba el propio Rawlinson en su diario. Para esta fecha ya había traducido más de doscientas líneas de la inscripción trilingüe. Después de este año, tuvo que abandonar momentáneamente sus investigaciones debido a la guerra afgana, al participar en 1840 como agente consular en Kandahar y agente político en Arabia. Es precisamente en Kandahar donde Rawlinson jugó un papel destacado al mando de una caballería persa en la batalla librada el 29 de mayo de 1842. Dos años más tarde, la excepcional carrera de este pionero de la asiriología le lleva al consulado de Gran Bretaña en Bagdad.
Después de cuatro años de vacío, Rawlinson vuelve a retomar sus trabajo en la inscripción de Behistún. Curiosamente sus colegas europeos, en tanto tiempo, no habían dado alcance a los avances del ahora cónsul. Más mérito tenía el de Rawlinson cuando al mismo tiempo que dedicarse a Behistún, supervisó las excavaciones de Nínive y Babilonia, copiando toda clase de inscripciones que cayeran en su mano.
Con todo, las líneas superiores de la inscripción de Behistún seguían siendo inalcanzables para ser copiadas. Pero como venido del cielo, un día apareció por el lugar «un salvaje muchacho turco», según las propias palabras de Rawlinson, que ante los ojos atónitos de éste, se las arregló para ascender por una grieta hasta el lugar más alto de la inscripción. Allí, el muchacho colocó una estaca en la roca. Después cruzó, como si de un hombre araña se tratara, toda la inscripción hasta llegar al lugar opuesto en donde hincó otra estaca. Tendiendo sogas entre las dos estacas el joven curdo pudo desplazarse a lo largo de todo el relieve y sacar vaciados de cartón de los textos siguiendo las precisas instrucciones que desde abajo le asignaba un atónito Rawlinson.

Una década de trabajo
Finalmente en 1847, más de diez años después de haber comenzado los trabajos en la montaña de Behistún, Rawlinson podía decir que tenía copiada toda la inscripción de Darío I al completo. Aunque la traducción fue muy lenta -solamente cuatro años después publicará una tabla con más de 240 signos- los resultados se presentaban extraordinarios. Al final se pudo conocer que el relieve no representaba ni a un Rawlison03-nacho-aresmaestro de escuela enfrentándose a un grupo de alumnos recalcitrantes, ni a las tribus de Israel, tal y como se había creído hasta la fecha, sino que se trataba de una descripción de los triunfos de Darío I en su vasto reino.
Poco es lo que sabemos sobre el método empleado por Rawlinson para descifrar el cuneiforme. A través de sus cuadernos de notas se ha sabido que, por ejemplo, entreviendo en la inscripción de Behistún los nombres de los pueblos dominados por Darío y conociendo éstos por los textos de los antiguos griegos, pudo asignar valores a muchos signos del persa antiguo. De igual manera, su dominio del avéstico, del que se sabía que era procedente del persa antiguo, ayudó notablemente en los trabajos de Rawlinson.
El texto completo de la inscripción con comentarios y notas fue publicado finalmente el propio año de 1847 en Londres en el número 10 del Journal of the Royal Asiatic Society. De esta manera, el desciframiento de la escritura persa aqueménida abría nuevos caminos al estudio de otras lenguas más antiguas como el babilonio, el asirio, el akkadio, y lo más importante quizás de todo, el propio descubrimiento de Rawlinson de la existencia de una misteriosa cultura anterior al mundo akkadio hasta entonces ignorada: la civilización sumeria.

La prueba de fuego
Aún el reconocimiento velado de sus compatriotas contemporáneos, todavía existían muchas dudas sobre el valor real del trabajo realizado por Rawlinson a partir de la inscripción de Darío I en Behistún. Eran muchos lo que no acaban de reconocer que la escritura cuneiforme hubiera sido descifrada en su totalidad. Para demostrar que su método de desciframiento era correcto, Rawlinson no tuvo reparos en aceptar una especie de duelo con los tres orientalistas más importantes de su época: Jules Opert, Fox Talbot, y Edward Hincks, a propuesta de la Real Sociedad Asiática. La prueba consistía en traducir independientemente unos de otros y empleando el método original del diplomático inglés, una inscripción inédita de Tiglatpiliser I. El éxito no se hizo esperar. Todos llegaron al mismo resultado, publicándose la inscripción en 1857 por la misma Sociedad.
De vuelta a Inglaterra para asentarse definitivamente en su país natal, Rawlinson dedicó todo su tiempo en trabajar para el Museo Británico de Londres. Junto a E. Norris y G. Smith se dedicó a la recopilación de textos asirios publicándolos en seis volúmenes bajo el título de The cuneiform inscriptions of Western Asia, trabajo que le llevó hasta 1880. Al mismo tiempo desarrolló una importante labor política como parlamentario destacado en Asia Central.
Junto a su hermano George, dos años menor que él, se hizo popular por una de las mejores traducciones al inglés de la obra de Heródoto, publicada con unos interesantes comentarios en 1876.
Entre sus obras más destacadas están The Persian cuneiform inscription at Behistun (1846), y History of Assyria, as collected from the inscriptions discovered in the ruins of Niniveh (1852). También de su labor diplomática publicó varios libros de carácter histórico-político.
Con un título de Sir a sus espaldas, como el reconocimiento de su país natal por su trabajo, y casado con una hija de la ilustre familia Seymur, Rawlinson no consiguió que su descendencia siguiera sus mismos pasos en la asiriología, aunque sí en el mundo militar. Su hijo, también de nombre Henry y primer barón de Rawlinson, fue un destacado comandante del ejército británico en la India y África.

El final de un genio

Si bien nadie duda que Rawlinson fue el descifrador definitivo de la escritura cuneiforme babilónica, muchos investigadores siguen planteando serias dudas sobre la legitimidad de las circunstancias que rodearon al trabajo de Rawlinson. Y es que, al contrario de lo que
sucedió con Champollion, Rawlinson nunca llegó a explicar el camino que siguió para alcanzar su desciframiento. Por otra parte, un estudio reciente de sus cuadernos de notas

ha demostrado que tomó más de un apunte de los estudios del erudito y colega Edward Hincks, un clérigo irlandés, haciéndolos como propios. Con todo, la aportación de este aventurero es trascendental para el comienzo de una nueva ciencia.
El 5 de marzo de 1895, en Londres decía el último adiós el que a partir de entonces fue considerado «padre de la asiriología y de la arqueología británica». Más erudito y filólogo que epigrafista, Rawlinson poseyó una intuición singular que le permitió ir más allá de todos sus contemporáneos, la misma que disfrutaron otros genios como Champollion o Michael Ventris, para el jeroglífico egipcio y el lineal B respectivamente.

El cuneiforme
Este tipo de escritura, cuyo nombre proviene de la forma de sus caracteres, semejantes a una cuña, nace posiblemente al norte del Golfo Pérsico en una zona pantanosa, la antigua Sumeria, en donde abundaba la arcilla, apta para esta escritura. Durante el III milenio a. de C. esta grafía es adaptada por los akkadios (ca. 2400 a. de C.) y extendida por todo el Próximo Oriente.
En un principio la escritura cuneiforme era ideográfica como los jeroglíficos egipcios. Así el dibujo esquemáticos de un pájaro significaba «pájaro» o el de la cabeza de un buey significaba «buey». Con el paso del tiempo, y en vistas a la necesidad de expresar pensamientos abstractos que no tienen una realidad física con que identificarlos, algunos ideogramas pasaron a tener valor silábico.
Rawlison05-nacho-aresEntre los derivados de la escritura cuneiforme está el asirio (ca. 1250 a. de C.) -un dialecto del akkadio- que consta de unos 600 signos, la mayor parte de ellos todavía ideográficos. El elamita (ca. 1700 a. de C.), un estadio más avanzado que el akkadio, es una lengua predominantemente silábica que se compone de poco más de 120 signos. Para complicarlo más, el persa (s. VI a. de C.) solamente tenía 36 caracteres alfabéticos, 4 ideogramas y una palabra divisoria, en total 41 signos.

  

Nota histórica.

Un gran imperio que ha dominado Asia Central

El Imperio Persa ha sido, sin duda, uno de los grandes protagonistas en la historia de la humanidad, dándose la circunstancia de que es uno de los pocos que han tenido un gran poder e influencia en diversos momentos de la historia, en concreto en las épocas en las que algunas de las dinastías más conocidas se situaron en el poder (otras grandes civilizaciones, en cambio, como la egipcia, la griega o la romana solamente han tenido una época de esplendor, por gloriosa y floreciente que esta pueda haber sido, pero sin recuperar en ningún caso al menos parte del protagonismo perdido). 
También se trata de uno de los pocos imperios que ha llegado a tener influencia en más de uno de los cinco continentes que actualmente se conocen, ya que en determinados momentos, en especial en la Antigüedad, fue notable el poder que ejerció sobre Europa y sobre África además de sobre Asia.
Aunque han sido muchas las dinastías que han alcanzado notoriedad y éxito en la gestión del estado persa, se pueden destacar como principales la aqueménida (en el siglo VI a.C.), la sasánida (en el siglo III d.C.) y la samánida (a partir del siglo IX de nuestra era), y a la literatura de esos tres momentos de la civilización persa se dedica este artículo. La literatura de la época de estas tres dinastías se desarrolló antes de la irrupción de los que son considerados los grandes maestros de la literatura persa, por lo general poetas como Rumi o Hafiz, pero sin duda fue clave para todo el desarrollo literario posterior del país.

Imperio Aqueménida, inscripciones de las gestas de los emperadores

La dinastía aqueménida fue la primera en conseguir elevar al estado persa a la categoría de imperio, y lo hizo de la mano de conocidos emperadores como Ciro II, Darío I, Jerjes o Artajerjes, entre otros. 
Los territorios que se llegaron a controlar alcanzaban a las actuales Turquía, Grecia, Egipto, Israel, Líbano y Rusia además de, por supuesto, todos los estados de Asia Central.
Obviamente, no es sencillo que queden para la posteridad demasiados vestigios de una literatura desarrollada en un momento tan temprano como el siglo VI antes de Cristo, pero sí se conoce que esa literatura existió y que adoptó principalmente la forma de inscripciones llevadas a cabo por los reyes (o al menos hechas por iniciativa de estos). 
Esas inscripciones se hacían sobre piedra o sobre materiales como el papiro, por lo general se plasmaban en varios idiomas (en persa, babilonio y elamita, ello debido a la tremenda influencia que las distintas civilizaciones se habían ejercido mutuamente) y con frecuencia se enviaban copias de ellas a diferentes lugares con el fin de llevar ciertos mensajes a los distintos rincones del imperio.
 Los temas principales tratados en esas inscripciones eran las campañas llevadas a cabo por los emperadores, el apoyo que distintos estamentos de la sociedad persa profesaban al monarca, la supuesta relación entre los emperadores y las divinidades en las que creían y el dominio que se ejercía sobre los distintos pueblos vasallos. Las inscripciones de Behistún, promovidas por Darío II, son tal vez las más conocidas.

Dinastía sasánida, predominio de la literatura religiosa

La dinastía sasánida es la que estaba en el poder en el conocido como segundo Imperio Persa, también con algunos emperadores muy conocidos como Ardashir I y Cosroes II y con un dominio territorial amplio sobre las actuales Irak, Siria, Arabia, Turquía, los estados caucásicos y Afganistán, entre otros territorios (en cualquier caso, la extensión alcanzada era algo menor que la de la dinastía aqueménida).

En lo que concierne a la literatura, merece la pena destacar que se trataba de unas formas y manifestaciones literarias obviamente más amplias y evolucionadas que las aqueménidas, destacando sobre todo la presencia de numerosos textos de naturaleza tanto secular como religiosa (del Zoroastrismo, la antigua religión de los persas, puesto que el Islam aún no había siquiera aparecido). Entre los textos seculares tuvieron protagonismo los que trataban sobre geografía y sobre literatura –una suerte de críticas literarias-, mientras que en los religiosos sobresalieron por encima de todos el Avesta (una colección de textos sagrados que incluían cantos e himnos y que componían un total de veintiún libros –los textos databan de época anterior pero  fueron compilados en época sasánida-) –también merece la pena destacar el Zend, unos comentarios a los textos del Avesta-. 
En cualquier caso, en relación a la literatura religiosa habría que señalar que, aunque la zoroástrica era predominante, también hubo alguna de las religiones maniqueísta y nestoriana –una variante del Cristianismo que llegó a estar presente en prácticamente toda Asia-.

Dinastía samánida, impulso de la poesía que es seña de identidad del país

La dinastía samánida, que supuestamente descendía de la sasánida y que estuvo en el poder ya después de la conquista árabe, tal vez tuvo una importancia política menor que las dos anteriores, pero aun así llegó a ocupar territorios de Asia Central y de Afganistán y a controlar una región más amplia.
En cualquier caso, no obstante esa relevancia política más atenuada, se trató de una de las dinastías más destacadas en el ámbito literario, ya que unos y otros monarcas ejercieron una importante labor de mecenazgo de esa literatura post-islámica también conocida como neopersa (la dinastía acogió, de hecho, a numerosos literatos y filósofos en su territorio, y además de por la literatura apostó por el desarrollo de otras ciencias y artes, así como por el impulso de la cultura y de la lengua persa). 

Entre esa literatura destacó, por encima de otros géneros la poesía, que en realidad ya había estado presente dentro de la cultura persa pero que en época samánida alcanzó otra dimensión que iba a ser la base para el incluso mayor desarrollo posterior.
 Son de época samánida los maestros Rudaki (considerado el padre de la poesía persa) o Ferdousi (otro de los poetas más reconocidos en el país).

Traducción. 

Columna uno.

Introducción: los títulos de Darío y el alcance de su imperio.

Linaje de Darío el Grande


(1) Soy Darío [Dâryavuš], el gran rey , rey de reyes , el rey de Persia [Pârsa], el rey de países, el hijo de Hystaspes , el nieto de Arsames , el aqueménida.
(2) El rey Darío dice: Mi padre es Hystaspes [Vištâspa]; el padre de Hystaspes fue Arsames [Aršâma]; el padre de Arsames fue Ariaramnes [Ariyaramna]; el padre de Ariaramnes fue Teispes [Cišpiš]; el padre de Teispes fue Aquemenes [Haxâmaniš].
(3) El rey Darío dice: Por eso nos llaman aqueménidas; desde la antigüedad hemos sido nobles; Desde la antigüedad nuestra dinastía ha sido real.
(4) El rey Darío dice: Ocho de mi dinastía fueron reyes antes que yo; Soy el noveno. Nueve seguidos hemos sido reyes.
(5) El rey Darío dice: Por la gracia de Ahuramazda soy rey; Ahuramazda me ha concedido el reino.
(6) El rey Darío dice: Estos son los países que están sujetos a mí, y por la gracia de Ahuramazda me convertí en rey de ellos: Persia [Pârsa], Elam [Ûvja], Babilonia [Bâbiruš], Asiria [Athurâ], Arabia [Arabâya], Egipto [Mudrâya], los países junto al mar, Lidia [Sparda], los griegos [Yauna ( Ionia )], Media [Mâda], Armenia [Armina], Capadocia [Katpatuka], Partia [Parthava], Drangiana [Zraka], Aria [Haraiva], Chorasmia [Uvârazmîy], Bactria [Bâxtriš], w:Sogdia [Suguda], Gandhara [Gadâra], Scythia [Saka], Sattagydia [Thataguš], Arachosia [Harauvatiš] y Maka [Maka] ; veintitrés tierras en total.
(7) El rey Darío dice: Estos son los países que están sujetos a mí; por la gracia de Ahuramazda quedaron sujetos a mí; me trajeron tributo. Todas las órdenes que yo les he dado, de noche o de día, las han cumplido.
(8) El rey Darío dice: Dentro de estas tierras, al que era amigo, ciertamente lo he protegido; Al que era hostil, lo destruí por completo. Por la gracia de Ahuramazda estas tierras se han ajustado a mis decretos; como yo les mandé, así se hizo.
(9) El rey Darío dice: Ahuramazda me ha concedido este imperio . Ahuramazda me trajo ayuda, hasta que obtuve este imperio; Por la gracia de Ahuramazda tengo este imperio.

Asesinato de Smerdis y golpe de estado de Gaumâta el Mago.

(10) El rey Darío dice: Lo siguiente es lo que hice yo después de convertirme en rey. Un hijo de Ciro [Kûruš], llamado Cambises [Kabûjiya], uno de nuestra dinastía, fue rey aquí antes que yo. Que Cambises tenía un hermano, de nombre Smerdis [Bardiya], de la misma madre y del mismo padre que Cambises . Después Cambises mató a este Esmerdis . Cuando Cambises mató a Smerdis , el pueblo no sabía que Smerdis había sido asesinado. Entonces Cambises fue a Egipto . Cuando Cambises partió hacia Egipto , el pueblo se volvió hostil y la mentira se multiplicó en la tierra, incluso en Persia y Media , y en las otras provincias.
(11) El rey Darío dice: Después, hubo cierto hombre, un mago [maguš], de nombre Gaumâta , que levantó una rebelión en Paishiyauvada , en una montaña llamada Arakadriš . El decimocuarto día del mes Viyaxana (11 de marzo de 522 a. C.) se rebeló. Mintió al pueblo, diciendo: 'Soy Esmerdis , el hijo de Ciro, el hermano de Cambises '. Entonces todo el pueblo se rebeló y desde Cambises se pasaron a él Persia , Media y las demás provincias. Se apoderó del reino; el noveno día del mes Garmapada (1 de julio de 522 a. C.) se apoderó del reino. Posteriormente, Cambises murió por causas naturales.
(12) El rey Darío dice: El reino del que Gaumâta , el Mago , desposeyó a Cambises , había pertenecido siempre a nuestra dinastía. Después que Gaumâta , el Mago , hubo desposeído a Cambises de Persia y Media , y de las demás provincias, hizo según su voluntad. Se convirtió en rey.

Darío mata a Gaumâta y restaura el reino.

(13) El rey Darío dice: No hubo ningún hombre, ni persa ni medo , ni de nuestra propia dinastía, que le quitara el reino a Gaumâta , el Mago . La gente le temía muchísimo, porque mató a muchos que habían conocido al verdadero Smerdis . Por esta razón los mató, 'para que no sepan que yo no soy Smerdis , el hijo de Ciro'. No hubo nadie que se atreviera a actuar contra Gaumâta , el Mago , hasta que yo llegué. Luego oré a Ahuramazda ; Ahuramazda me trajo ayuda. El décimo día del mes w:Bâgayâdiš (29 de septiembre de 522 a. C.), yo, con unos pocos hombres, maté a Gaumâta , el Mago , y a los principales hombres que eran sus seguidores. En la fortaleza llamada w:Sikayauvatiš , en el distrito llamado Nisaia en Media , lo maté; Lo desposeí del reino. Por la gracia de Ahuramazda me convertí en rey; Ahuramazda me concedió el reino.
(14) El rey Darío dice: El reino que había sido arrebatado a nuestro linaje lo traje de vuelta y lo restablecí sobre sus cimientos. Los templos que Gaumâta , el Mago , había destruido, los devolví a la gente, y los pastos, y los rebaños y las viviendas, y las casas que Gaumâta , el Mago , había quitado. En su lugar puse al pueblo de Persia , de Media y de las demás provincias. Restauré lo que me habían quitado, tal como era en los días antiguos. Esto lo hice por la gracia de Ahuramazda , trabajé hasta establecer nuestra dinastía en su lugar, como en los días de antaño; Trabajé, por la gracia de Ahuramazda , para que Gaumâta , el Mago , no desposeyera nuestra casa.
(15) El rey Darío dice: Esto fue lo que hice después de ser rey.

Rebeliones de ššina de Elam y Nidintu-Bêl de Babilonia ( Nabucodonosor III ) 

(16) El rey Darío dice: Después de haber matado a Gaumâta , el mago , cierto hombre llamado ššina , el hijo de Upadarma , levantó una rebelión en Elam , y habló así al pueblo de Elam : 'Soy rey ​​en Elam . ' Entonces el pueblo de Elam se rebeló y se pasaron a ese ššina : él se convirtió en rey en Elam . Y cierto babilónico llamado Nidintu-Bêl , hijo de Kîn-Zêr , se rebeló en Babilonia : mintió al pueblo, diciendo: 'Yo soy Nabucodonosor , el hijo de Nabonido '. Entonces toda la provincia de Babilonia pasó a Nidintu-Bêl , y Babilonia se rebeló. Se apoderó del reino de Babilonia (3 de octubre de 522 a. C.).
(17) El rey Darío dice: Entonces envié (¿un enviado?) a Elam . Me trajeron a ššina encadenado y lo maté.
(18) El rey Darío dice: Entonces marché contra ese Nidintu-Bêl , que se hacía llamar Nabucodonosor . El ejército de Nidintu-Bêl controló el Tigris ; allí se mantuvo firme, y a causa de las aguas (el río) era intransitable. Entonces apoyé a mi ejército sobre pieles (infladas), a otros los hice en dromedarios, a los demás les llevé caballos. Ahuramazda me trajo ayuda; Por la gracia de Ahuramazda cruzamos el Tigris . Entonces derroqué por completo a esa hueste de Nidintu-Bêl . El día veintiséis del mes w:Âçiyâdiya (13 de diciembre de 522 a. C.) entramos en batalla.
(19) El rey Darío dice: Después de eso marché contra Babilonia . Pero antes de llegar a Babilonia , Nidintu-Bêl , que se hacía llamar Nabucodonosor , vino con un ejército y ofreció batalla en una ciudad llamada w:Zâzâna , en el w:Éufrates . Luego nos unimos a la batalla. Ahuramazda me trajo ayuda; por la gracia de Ahuramazda derroqué por completo a la hueste de Nidintu-Bêl . El enemigo huyó al agua; el agua se los llevó. El segundo día del mes Anâmaka (18 de diciembre de 522 a. C.) entramos en batalla.

Columna dos 

(20) El rey Darío dice: Entonces Nidintu-Bêl huyó con unos pocos jinetes a Babilonia . Entonces marché a Babilonia . Por la gracia de Ahuramazda tomé Babilonia y capturé Nidintu-Bêl . Luego maté a ese Nidintu-Bêl en Babilonia .
(21) El rey Darío dice: Mientras estaba en Babilonia , estas provincias se rebelaron contra mí: Persia , Elam , Media , Asiria , Egipto , Partia , Margiana [Marguš], Sattagydia [Thataguš] y Escitia . Saka].

Revuelta de Martiya de Elam 

(22) El rey Darío dice: Cierto hombre llamado w:Martiya , hijo de w:Zinzakriš , vivía en una ciudad de Persia llamada w:Kuganakâ . Este hombre se rebeló en Elam y dijo al pueblo: 'Soy Ummaniš , rey en Elam '.
(23) El rey Darío dice: En aquel tiempo yo era amigo de Elam . Luego estaban los elamitas que me tenían miedo, y a Martiya , que era su líder, lo capturaron y lo mataron.

Revuelta de Fraortes de Media 

(24) El rey Darío dice: Un tal medo llamado Fraortes [Fravartiš] se rebeló en Media y dijo al pueblo: 'Soy Khshathrita , de la familia de Cyaxares '. Entonces los medos que estaban en el palacio se rebelaron contra mí y se pasaron a Fraortes . Llegó a ser rey en Media .
(25) El rey Darío dice: El ejército persa y medo que estaba conmigo era pequeño. Sin embargo, envié un (otro) ejército. A un persa llamado Hidarnes , mi siervo, lo nombré líder, y le dije: "Ve, golpea a ese ejército medo que no me reconoce". Entonces Hidarnes avanzó con el ejército. Cuando llegó a Media , en una ciudad de Media llamada w:Maruš , dio batalla a los w:Medos . El que era jefe de los medos no estaba allí en aquel tiempo. Ahuramazda me trajo ayuda: por la gracia de Ahuramazda mi ejército derrotó por completo a esa hueste rebelde. El día veintisiete del mes Anâmaka (12 de enero de 521) libraron la batalla. Entonces mi ejército me esperó en un distrito de Media llamado Kampanda , hasta que llegué a Media .
Revuelta de los armenios 
(26) El rey Darío dice: Envié a un armenio llamado w:Dâdarši , mi siervo, a Armenia , y le dije: 'Ve, golpea a ese ejército que está en rebelión y no me reconoce.' Entonces w:Dâdarši salió. Cuando llegó a Armenia , los rebeldes se reunieron y avanzaron contra W:Dâdarši para darle batalla. En un lugar de Armenia llamado w:Zuzza pelearon la batalla. Ahuramazda me trajo ayuda; Por la gracia de Ahuramazda , mi ejército derrocó por completo a esa hueste rebelde. El octavo día del mes de Thûravâhara (20 de mayo de 521 a. C.) libraron la batalla.
(27) El rey Darío dice: Los rebeldes se reunieron por segunda vez y avanzaron contra w:Dâdarši para darle batalla. Entablaron batalla en una fortaleza en Armenia llamada Tigra. Ahuramazda me trajo ayuda; Por la gracia de Ahuramazda , mi ejército derrocó por completo a esa hueste rebelde. El día dieciocho del mes de Thûravâhara (30 de mayo de 521 a. C.) libraron la batalla.
(28) El rey Darío dice: Los rebeldes se reunieron por tercera vez y avanzaron contra w:Dâdarši para darle batalla. En una fortaleza de Armenia llamada w:Uyamâ se entablaron batalla. Ahuramazda me trajo ayuda; Por la gracia de Ahuramazda , mi ejército derrocó por completo a esa hueste rebelde. El noveno día del mes w:Thâigaciš (20 de junio de 521 a. C.) libraron la batalla. Luego w:Dâdarši me esperó en Armenia , hasta que llegué a Armenia .
(29) El rey Darío dice: Envié a un persa llamado Vaumisa , mi siervo, a Armenia , y le dije: 'Ve, golpea a ese ejército que se ha rebelado y no me reconoce'. Entonces Vaumisa salió. Cuando llegó a Armenia , los rebeldes se reunieron y avanzaron contra Vaumisa para darle batalla. En un lugar de Asiria llamado Izala se entablaron batalla. Ahuramazda me trajo ayuda; Por la gracia de Ahuramazda , mi ejército derrocó por completo a esa hueste rebelde. El decimoquinto día del mes Anâmaka (31 de diciembre de 522 a. C.) libraron la batalla.
(30) El rey Darío dice: Los rebeldes se reunieron por segunda vez y avanzaron contra Vaumisa para darle batalla. En un lugar de Armenia llamado w:Autiyâra se entablaron batalla. Ahuramazda me trajo ayuda; Por la gracia de Ahuramazda , mi ejército derrocó por completo a esa hueste rebelde. Al final del mes w: Thûravâhara (11 de junio de 521 a. C.), ellos libraron la batalla. Luego Vaumisa me esperó en Armenia , hasta que llegué a Armenia .

Fin de la revuelta de los medos 

(31) El rey Darío dice: Entonces salí de Babilonia y entré en Media . Cuando llegué a Media , Fraortes [Fravartiš], que se hacía llamar rey en Media , vino contra mí a una ciudad de Media llamada Kunduruš ( w:Kangâvar ?) para ofrecer batalla. Luego nos unimos a la batalla. Ahuramazda me trajo ayuda; Por la gracia de Ahuramazda , mi ejército derrocó por completo a esa hueste rebelde. El día veinticinco del mes de Adukanaiša (8 de mayo de 521 a. C.) libramos la batalla.
(32) El rey Darío dice: Entonces Fraortes huyó de allí con unos pocos jinetes a un distrito de Media llamado w:Rhagae [Ragâ]. Entonces envié un ejército en su persecución. Fraortes fue apresado y traído a mí. Le corté la nariz, las orejas y la lengua, le saqué un ojo y lo mantuvieron encadenado a la entrada de mi palacio, y todo el pueblo lo vio. Luego lo crucificé en w:Ecbatana [Hagmatâna]; y a los hombres que eran sus principales seguidores, los que estaban en Ecbatana, dentro de la fortaleza, los desollé y colgué sus pieles, rellenas de paja.
(33) El rey Darío dice: Un hombre llamado Tritantaechmes [Ciçataxma], un Sagartiano , se rebeló contra mí, diciendo a su pueblo: 'Soy rey ​​en w:Sagartia [Asagarta], de la familia de Cyaxares .' Luego envié un ejército persa y medo . A un medo llamado Takhmaspâda , mi sirviente, lo nombré líder y le dije: 'Ve, golpea a esa hueste que está en rebelión y no me reconoce'. Entonces Takhmaspâda salió con el ejército y libró una batalla contra Tritantaechmes . Ahuramazda me trajo ayuda; Por la gracia de Ahuramazda, mi ejército derrotó por completo a esa hueste rebelde, y capturaron a Tritantaechmes y me lo trajeron. Después le corté la nariz y las orejas y le saqué un ojo. Lo mantuvieron atado en la entrada de mi palacio y todo el pueblo lo vio. Después lo crucificé en Arbela .
(34) El rey Darío dice: Esto es lo que hice yo en Media .

Revuelta de los partos 

(35) El rey Darío dice: Los partos [Parthava] y los hircanos [Varkâna] se rebelaron contra mí y se declararon del lado de Phraortes [Fravarta]. Mi padre Histaspes estaba en Partia ; y el pueblo lo abandonó; se volvieron rebeldes. Entonces Hystaspes [Vištâspa] avanzó con las tropas que habían permanecido fieles. En una ciudad de Partia llamada w:Višpauzâtiš libró una batalla contra los partos. Ahuramazda me trajo ayuda; Por la gracia de Ahuramazda, mi ejército derrotó por completo a esa hueste rebelde. El segundo día del mes Viyaxana (8 de marzo de 521) libraron la batalla.
Columna tres 
(36) El rey Darío dice: Entonces envié un ejército persa a Hystaspes [Vištâspa] desde Rhagae [Ragâ]. Cuando ese ejército llegó a Hystaspes, él avanzó con el ejército. En una ciudad de Partia llamada Patigrabanâ dio batalla a los rebeldes. Ahuramazda me trajo ayuda; por la gracia de Ahuramazda Hystaspes derrotó por completo a esa hueste rebelde. El primer día del mes Garmapada (11 de julio de 521) libraron la batalla.
(37) Dice el rey Darío: Entonces la provincia era mía. Esto es lo que hice yo en Partia.

Revuelta de Frada de Margiana. 

(38) El rey Darío dice: La provincia llamada Margiana [Marguš] se rebeló contra mí. A una tal margiana llamada Frada la nombraron líder. Entonces envié contra él a un persa llamado Dâdarši, mi siervo, que era sátrapa de Bactria [Bâxtriya], y le dije: 'Ve, golpea a ese ejército que no me reconoce'. Entonces Dâdarši salió con el ejército y dio batalla a los margianos. Ahuramazda me trajo ayuda; Por la gracia de Ahuramazda, mi ejército derrocó por completo a esa hueste rebelde. El día veintitrés del mes Âçiyâdiya (28 de diciembre de 521) fue la batalla que libraron.
(39) Dice el rey Darío: Entonces la provincia era mía. Esto es lo que hice yo en Bactria.

Revuelta de Vahyazdâta de Persia. 

(40) El rey Darío [Dâryavuš] dice: Cierto hombre llamado Vahyazdâta vivía en una ciudad llamada Târavâ en un distrito de Persia llamado Vautiyâ. Este hombre se rebeló por segunda vez en Persia, y así habló al pueblo: 'Soy Smerdis [Bardiya], el hijo de Ciro [Kûruš]'. Entonces el pueblo persa que estaba en el palacio abandonó su lealtad. Se rebelaron contra mí y se pasaron a ese Vahyazdâta. Se convirtió en rey de Persia.
(41) El rey Darío dice: Entonces envié al ejército persa y medo que estaba conmigo. A un persa llamado Artavardiya, mi sirviente, lo nombré su líder. El resto del ejército persa vino a verme en Media . Luego Artavardiya se fue con el ejército a Persia. Cuando llegó a Persia, en una ciudad de Persia llamada Rakhâ, Vahyazdâta, que se hacía llamar Smerdis , avanzó con el ejército contra Artavardiya para darle batalla. Luego pelearon la batalla. Ahuramazda me trajo ayuda; Por la gracia de Ahuramazda, mi anfitrión derrocó por completo al ejército de Vahyazdâta. El duodécimo día del mes Thûravâhara (24 de mayo de 521) tuvo lugar la batalla que libraron.
(42) El rey Darío dice: Entonces Vahyazdâta huyó de allí con unos pocos jinetes a Pishiyâuvâda. Desde allí salió por segunda vez con un ejército contra Artavardiya para darle batalla. En una montaña llamada Parga pelearon la batalla. Ahuramazda me trajo ayuda; Por la gracia de Ahuramazda, mi anfitrión derrocó por completo al ejército de Vahyazdâta. El quinto día del mes Garmapada (15 de julio de 521) fue la batalla que libraron. Y capturaron a Vahyazdâta, y los hombres que eran sus principales seguidores también fueron capturados.
(43) El rey Darío dice: Entonces crucificé a Vahyazdâta y a los hombres que eran sus principales seguidores en una ciudad de Persia llamada Uvâdaicaya.
(44) El rey Darío dice: Esto es lo que hice yo en Persia.
(45) El rey Darío dice: Que Vahyazdâta, que se hacía llamar Smerdis , envió hombres a w:Arachosia [Harauvati] contra un persa llamado Vivâna, mi sirviente, el w:sátrapa de Arachosia. Nombró a cierto hombre para que fuera su líder, y así le habló, diciendo: '¡Ve a herir a Vivâna y al ejército que reconoce al rey Darío!' Entonces ese ejército que Vahyazdâta había enviado marchó contra Vivâna para darle batalla. En una fortaleza llamada Kapiša-kaniš [= w:Kandahar ] pelearon la batalla. Ahuramazda me trajo ayuda; Por la gracia de Ahuramazda, mi ejército derrocó por completo a esa hueste rebelde. El decimotercer día del mes Anâmaka (29 de diciembre de 522) fue la batalla que libraron.
(46) El rey Darío dice: Los rebeldes se reunieron por segunda vez y salieron contra Vivâna para darle batalla. En un lugar llamado Gandutava libraron una batalla. Ahuramazda me trajo ayuda; Por la gracia de Ahuramazda, mi ejército derrocó por completo a esa hueste rebelde. El séptimo día del mes Viyaxana (21 de febrero de 521) libraron la batalla.
(47) El rey Darío dice: El hombre que era comandante de ese ejército que Vahyazdâta había enviado contra Vivâna huyó de allí con unos pocos jinetes. Fueron a una fortaleza en Arachosia llamada Aršâdâ. Entonces Vivâna con el ejército marchó tras ellos a pie. Allí lo apresó y mató a los hombres que eran sus principales seguidores.
(48) Dice el rey Darío: Entonces la provincia era mía. Esto es lo que hice yo en Arachosia.

Segunda revuelta babilónica de Arakha ( w: Nabucodonosor IV ) 

(49) El rey Darío dice: Mientras estaba en Persia y en Media, los babilonios se rebelaron contra mí por segunda vez. Cierto hombre llamado Arakha , un armenio, hijo de Haldita, se rebeló en Babilonia. En un lugar llamado Dubâla, mintió a la gente, diciendo: 'Soy Nabû-kudurrī-Aṣur (Nabucodonosor), el hijo de Nabonido.' Entonces el pueblo babilónico se rebeló contra mí y se pasaron a ese Arakha. Se apoderó de Babilonia y se convirtió en rey de Babilonia.
(50) El rey Darío dice: Entonces envié un ejército a Babilonia. A un persa llamado Intaphrenes [Vidafarnâ], mi siervo, nombré como su líder, y así les hablé: 'Vayan, golpeen a esa hueste babilónica que no me reconoce.' Entonces Intafrenes marchó con el ejército hacia Babilonia. Ahuramazda me trajo ayuda; Por la gracia de Ahuramazda, Intaphrenes derrocó a los babilonios y me trajo al pueblo. El día veintidós del mes Markâsanaš (27 de noviembre) se apoderaron de Arakha, que se hacía llamar Nabucodonosor, y de los hombres que eran sus principales seguidores. Luego promulgué un decreto que decía: '¡Que Arakha y los hombres que eran sus principales seguidores sean crucificados en Babilonia!'

Columna cuatro. 

(51) El rey Darío dice: Esto es lo que hice yo en Babilonia .
(52) El rey Darío dice: Esto es lo que he hecho. Por la gracia de Ahuramazda siempre he actuado. Después de convertirme en rey, libré diecinueve batallas en un solo año y, por la gracia de Ahuramazda, derroqué a nueve reyes y los hice cautivos.
Uno se llamaba Gaumâta, el Mago ; mintió, diciendo: 'Soy Smerdis [Bardiya], el hijo de Ciro [Kûruš]'. Hizo que Persia se rebelara.
Otro se llamaba ššina, el elamita [Ûvjiya]; mintió, diciendo: "Yo soy el rey de Elam". Hizo que Elam se rebelara.
Otro se llamaba Nidintu-Bêl [Naditabaira], el babilónico [Bâbiruviya]; mintió, diciendo: 'Soy Nabucodonosor [Nabukudracara], el hijo de Nabonido [Nabunaita]'. Hizo que Babilonia se rebelara.

Darío y los reyes capturados.

(53) El rey Darío dice: A estos nueve reyes capturé en estas guerras.
(54) El rey Darío dice: En cuanto a estas provincias que se rebelaron, la mentira las hizo rebelarse, de modo que engañaron al pueblo. Entonces Ahuramazda los entregó en mis manos; y les hice conforme a mi voluntad.
(55) El rey Darío dice: Tú que serás rey en el futuro, protégete vigorosamente de la mentira; Castiga bien a los mentirosos, si así piensas: '¡Que mi país esté seguro!'
Afirmación de la veracidad del expediente 
(56) El rey Darío dice: Esto es lo que he hecho, por la gracia de Ahuramazda siempre he actuado. Quienquiera que lea esta inscripción en lo sucesivo, que crea en lo que yo he hecho. No debes considerar que son mentiras.
(57) El rey Darío dice: Llamo a Ahuramazda como testigo de que es verdad y no mentira; Todo esto lo he hecho en un solo año.
(58) El rey Darío dice: Por la gracia de Ahuramazda hice mucho más, que no está grabado en esta inscripción. Por esta razón no se ha escrito para que quien lea esta inscripción en lo sucesivo considere excesivo lo que he hecho y no lo crea y lo considere mentira.
Afirmación de que es piadoso dar a conocer el acta 
(59) El rey Darío dice: Aquellos que fueron reyes anteriores, mientras vivieron, no hicieron lo mismo que yo hice por el favor de Ahuramazda en un mismo año.
(60) El rey Darío dice: Ahora deja que lo que he hecho te convenza. Por el bien del pueblo, no lo ocultéis. Si no ocultas este edicto pero lo publicas al mundo, que Ahuramazda sea tu amigo, que tu familia sea numerosa y que vivas muchos años.
(61) El rey Darío dice: Si ocultas este edicto y no lo publicas al mundo, que Ahuramazda te mate y que tu casa cese.
(62) El rey Darío dice: Esto es lo que he hecho en un solo año; Por la gracia de Ahuramazda siempre he actuado. Ahuramazda me trajo ayuda, y los demás dioses, todos los que hay.
La importancia de la justicia 
(63) El rey Darío dice: Por esto Ahuramazda me trajo ayuda, y todos los demás dioses, todos los que hay, porque no fui malvado, ni fui mentiroso, ni fui un déspota, ni yo ni ninguno de mis familia. He gobernado según la justicia. Ni a los débiles ni a los poderosos hice mal. Al que ayudó a mi casa, yo lo favorecí; Al que era hostil, a él lo destruí.
(64) El rey Darío dice: Tú, que serás rey en el futuro, cualquiera que sea mentiroso o rebelde, o no sea amistoso, ¡castígalo!

Bendiciones y maldiciones. 

(65) El rey Darío dice: ¡Tú que en el futuro verás esta tabla que he escrito, o estas esculturas, no las destruyas, sino consérvalas mientras vivas!
(66) El rey Darío dice: Si contemplas esta inscripción o estas esculturas y no las destruyes, sino que las conservas mientras dure tu linaje, entonces que Ahuramazda sea tu amigo y que tu familia sea numerosa. Viva mucho tiempo y que Ahuramazda tenga suerte en todo lo que haga.
(67) El rey Darío dice: Si contemplas esta inscripción o estas esculturas, y las destruyes y no las conservas mientras dure tu linaje, que Ahuramazda te mate, que tu familia quede en nada y que Ahuramazda destruya todo lo que sea. ¡tú haces!
(68) El rey Darío dice: Estos son los hombres que estaban conmigo cuando maté a Gaumâta el Mago [maguš], que se llamaba Smerdis [Bardiya]; Entonces estos hombres me ayudaron como mis seguidores:
Intafrenes [Vidafarnâ], hijo de Vayâspâra, un persa;
Otanes [Utâna], hijo de Thukhra [Thuxra], un persa;
Gobryas [Gaubaruva], hijo de Mardonio [Marduniya], un persa;
Hydarnes [Vidarna], hijo de Bagâbigna, un persa;
Megabyzus [Bagabuxša], hijo de Dâtuvahya, un persa;
w:Ardumaniš , hijo de Vakauka, un persa.
(69) El rey Darío dice: Tú que podrás ser rey en el futuro, protege a la familia de estos hombres.
(70) El rey Darío dice: Por la gracia de Ahuramazda esta es la inscripción que he hecho. Además, estaba escrito en escritura aria y estaba compuesto en tablillas de arcilla y en pergamino . Además, hice una figura esculpida de mí mismo. Además, hice mi linaje. Y fue escrito y leído ante mí. Después envié esta inscripción a todas partes entre las provincias . El pueblo trabajó unidamente en ello.

Columna cinco 

(71) El rey Darío dice: Lo siguiente es lo que hice en el segundo y tercer año de mi gobierno. La provincia llamada Elam [Ûvja] se rebeló contra mí. A un elamita llamado Atamaita lo nombraron líder. Entonces envié un ejército a Elam. A un persa llamado Gobryas [Gaubaruva], mi sirviente, lo nombré líder. Entonces Gobrias partió con el ejército; libró batalla contra los elamitas. Entonces Gobryas destruyó a muchos del ejército y capturó a Atamaita, su líder, y lo trajo a mí, y lo maté. Entonces la provincia pasó a ser mía.
(72) El rey Darío dice: Esos elamitas eran infieles y Ahuramazda no era adorado por ellos. Adoré a Ahuramazda; Por la gracia de Ahuramazda les hice según mi voluntad.
(73) El rey Darío dice: Quien adore a Ahuramazda, la bendición divina será sobre él, tanto en vida como cuando esté muerto.

Guerra contra los escitas (520/519) 

(74) El rey Darío dice: Después con un ejército partí hacia Escitia , siguiendo a los escitas que llevan el gorro puntiagudo. Estos escitas se alejaron de mí. Cuando llegué al río, lo crucé con todo mi ejército. Después derroté terriblemente a los escitas; [uno de sus líderes] tomé cautivo; Lo llevaron atado a mí y lo maté. Agarraron a [otro] jefe de ellos, llamado Skunkha, y me lo llevaron. Luego nombré a otro su jefe, como era mi deseo. Entonces la provincia pasó a ser mía.
(75) El rey Darío dice: Esos escitas [Sakâ] eran infieles y Ahuramazda no era adorado por ellos. Adoré a Ahuramazda; Por la gracia de Ahuramazda les hice según mi voluntad.
(76) El rey Darío dice: Quien adore a Ahuramazda , la bendición divina será sobre él, tanto en vida como cuando esté muerto.

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