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Lema

Libro de Proverbios, 8 20, de la Biblia. "Yo camino por la senda de la justicia, por los senderos de la equidad."

sábado, 10 de enero de 2015

240.-Talmud I Generalidades.-a

Luis Alberto Bustamante Robin; Jose Guillermo Gonzalez Cornejo; Jennifer Angelica Ponce Ponce; Francia Carolina Vera Valdes;  Carolina Ivonne Reyes Candia; Mario Alberto  Correa Manríquez; Enrique Alejandro Valenzuela Erazo; Gardo Francisco Valencia Avaria; Alvaro Gonzalo  Andaur Medina; Carla Veronica Barrientos Melendez;  Luis Alberto Cortes Aguilera; Ricardo Adolfo  Price Toro;  Julio César  Gil Saladrina; Ivette Renee Mourguet Besoain; Marcelo Andres Oyarse Reyes; Franco Gonzalez Fortunatti; Patricio Ernesto Hernández Jara;  Demetrio Protopsaltis Palma; Katherine Alejandra Del Carmen  Lafoy Guzmán

Definición.
El libro

El Talmud es libro de los judíos que contienen la tradición, doctrina, ceremonia y policía, que suele observarse tan rigurosamente como la misma ley de moisés.
-El Talmud (התלמוד) es una obra que recoge principalmente las discusiones rabínicas sobre leyes judías, tradiciones, costumbres, leyendas e historias.
-El Talmud se caracteriza por preservar la multiplicidad de opiniones a través de un estilo de escritura asociativo, mayormente en forma de preguntas, producto de un proceso de escritura grupal, a veces contradictoria.
-El Talmud más que uno solo, se puede hablar de dos, el Talmud de Jerusalén (Talmud Yerushalmí), que se redactó en la provincia romana llamada Philistea, y el Talmud de Babilonia (Talmud Bavlí), que fue redactado en la región de Babilonia. Ambos fueron redactados a lo largo de varios siglos por generaciones de rabinos de muchas academias rabínicas de la antigüedad.
-El Talmid, para la religión  judía se considera como fuente de la tradición oral, mientras que la Torá (el Pentateuco) es considerada como fuente de la tradición escrita. El Talmud extiende, explica y complementa al Tanaj, pero no puede, por definición, contradecir a la Torá. El paradigma de la halajá (‘ley judía’ en hebreo) subordina la autoridad del Talmud a la de la Torá.
 -El Talmud en la  Literatura rabínica. El significado de la palabra Talmud es la enseñanza; deriva de la raíz lamad (Aprender). Designa el gran cuerpo de doctrina de los judíos, en el cual trabajaron sucesivamente, en diferentes épocas (Siglo II al VI), los más acreditados rabinos de Israel. Es el código completo, civil y religioso, de la sinagoga. Su objeto es explicar la ley de moisés, de conformidad con el espíritu de la tradición verbal, contiene discusiones y opiniones, a veces contradictoria, debidas a los que se dedicaron a profundizarla la ley, a veces las conclusiones y decisiones de aquella.. Ofrece también digresiones sobre historia y las ciencias que pueden tener interés para los historiadores, sobre todo para los arqueólogos.
-El Talmud es el fruto de una actividad que duró siglos; en él cristalizaron y aun entrechocaron las tendencias, las esperanzas, toda la trabajada vida de los judíos, en los núcleos o escuelas principales: la de Jerusalén y la de Babilonia.
-El Talmud para comprender hay conocer el estado o ambiente religioso de los judíos, del cual aquel viene a ser reflejo.  
Historia.
El pueblo israelita, junto a la ley escrita, contenía en la Biblia, tenía también una ley oral trasmitida por la tradición, la cual se proponía completar y acopar la primera. Para los israelitas, la ley oral tenía también un origen divino y arrancaba del Sinaí; en efecto en algunos pasajes del Pentateuco se ven alusiones a una ley oral, y Dios ordeno  a Moisés que proponga de viva voz algunos preceptos al pueblo. Así dice el Éxodo (XXXIV 31-32) que Moisés, de vuelta del Sinaí, llamo Aarón y a los hijos de Israel, “y Aaron y todos los príncipes de la congregación volvieron con el, y Moisés les hablo. Y después se llevaron todos los hijos de Israel, a los cuales mando todas las cosas que Jehová le había dicho en el monte de Sinaí”
Desde profeta Esdras los cimientos de la comunidad religiosa Judía fue la ley. Todo fue regulado de acuerdo con normas fijas; nada podía ser agregado o cambiado en la ley descendida en el Pentateuco. Sin embargo, las siempre cambiantes condiciones de vida impulsaron la creación de nuevas ordenanzas, y estas fueron decretadas de acuerdo con las necesidades de los tiempos y los casos especiales que debían ser determinados. Fue así formada una ley tradicional y de costumbres trasmitidas oralmente.
Cada decreto de este tipo (halakha), si había existido desde tiempo inmemorial y nada más podía ser dicho en relación con su origen, se afirmaba que era una ley dada a Moisés en el Monte Sinaí. Aún para el Judaísmo ortodoxo de hoy en día es un artículo de fe que Moisés, al mismo tiempo que recibió la ley escrita registrada en el Pentateuco, recibió además detalladas explicaciones de las diferentes leyes, las que fueron trasmitidas por tradición como ley oral.
Adicionalmente a esto los escribas en un período temprano procuraron, mediante la interpretación del Torah, hacer la ley aplicable a las cambiantes condiciones de vida, para basar los nuevos preceptos al menos retrospectivamente en el Torah, y para deducir de él leyes religiosas adicionales.
Esta ley oral, casi siempre adjetiva, se acreció sobre todo por la necesidad de interpretar y articular con la realidad una ley que ya no encajaba con ella; así es que se impuso una autoridad y una jurisprudencia que declarase aquella ley, por medio de interpretaciones que en algunos casos podrían pugnar con el  mismo espíritu del legislador. Claro está que la importancia de estas decisiones interpretativa tenia que ser mayor cuando más alejada estaba la realidad de aquella otra sobre la cual versaba el precepto escrito o sea cuando destruidos los reinos de Israel y Judá, dispersos los judíos en las diversas regiones de los Imperios que sucesivamente los dominaron: caldeos, persas, griegos, romanos, no vieron imposibilitados de observar el culto mosaico, sino que aun peligraba la conservación entre ellos del espíritu de la Biblia.
De aquí que a la antigua actividad política o sacerdotal sucede, a la vuelta del cautiverio, una actividad escolar, exegética; del antiguo levita sucedió el doctor, el rabino. Se crearon escuelas o academias (Bet Hamidracel), en las cuales se concentró la actividad intelectual de los judíos.  
Para este tipo de aprendizaje de las Escrituras fueron establecidas en un período posterior reglas hermenéuticas (Middoth), en un principio siete, las que luego fueron divididas en catorce, y finalmente se incrementaron a treinta y dos. Todos los viejos agregados al Torah así como el nuevo material de constante crecimiento fueron por un largo tiempo trasmitidos oralmente y, de acuerdo con la visión prevaleciente, fue prohibido registrarlos por escrito.
Pero es de todos modos equivocados asumir que hubo una prohibición formal de registrar Halakhoth por escrito. La prohibición probablemente se refirió a los registros escritos con propósito de uso público; ya que un registro fijo de la ley tradicional hubiera actuado como un obstáculo para su posterior desarrollo de acuerdo con las necesidades existentes en cada momento.
El primer lugar de  la academia pertenecía al patriarca de la cautividad; después venia el presidente de la Academia (Roch Haiechibá), cargo que tarde fue el principal, cuando el de patriarca desapareció. Con las luchas que los judíos de Palestina tuvieron que sostener varias veces con los romanos, el supremo magisterio de los judíos paso preferentemente a manos de Babilonia, la cual desde el siglo III fue el hogar de la ciencia judía. Las ciudades de Sora y Pumbedita se pusieron de parte del movimiento. Los discípulos afluían a sus academias en primavera y otoño, en los meses de Adar y Edul, llamados por estos los meses de reunión.  
La organización de estas academias estaba sabiamente regulada. El presidente tenia por adjunto un gran juez (Dayan dibaba, juez de la puerta), el cual ejercía las funciones judiciales. Después seguían siete jueces de estudio y tres agregados (haberin). Había  un colegio de 100 miembros, de los cuales 70 hacían el gran sanedrín y 30 el pequeño sanedrín, los cuales juzgaban las cuestiones que las comunidades les sometían a examen.
 La escena, pues, de esta actividad judía es durante dos siglos la Palestina, luego Palestina y Babilonia, al fin solo Babilonia. El fruto de su labor fue el Talmud, en el cual se contiene los resultados de cinco siglos de enseñanza.
 Veamos como se llegó a la redacción de Talmid.
A la destrucción de Jerusalén por Tito, el gran rabino Johanan Ben Zacai logro del vencedor que se le autorizare abrir una escuela en Yabue. La enseñanza que ella dio, sus interpretaciones de la ley y preceptos, la codificación que de los mismos hizo, vino a ser una pauta, una doctrina de escuela (misnah);  junto con el hubo un maestro, Rabi Aquiba, el cual en su magisterio y decisiones se inclino un poco al misticismo.
Un discípulo de este ultimo, Rabi Meir, nutrió con una gran cantidad de anécdotas y rasgos la enseñanzas de su maestro y muchas de ellas han pasado al Talmud.
La obra de estos doctores fue la que, seleccionada y redactada por otro rabino posterior, Rabí Judá Hanasí  (yehuda haNasi), llamado Ha-nashi (el príncipe) o Ha-gadosh (el santo) o simplemente el Rabbi (135-215), constituye la Misnah, el núcleo del Talmud.
No es de ningún modo improbable que la reducción final del Mishna fuera precedida por registros escritos previos, especialmente después de que Rabbi Agiba, al principio del siglo segundo, hubiera despojado el estudio de la ley de su previo carácter oral y hubiera emprendido el ordenamiento sistemático. Es probable que entre sus alumnos fuera ya mencionado, Rabbi Me'ir quien continuara estos trabajos sistemáticos.
Rabí Judá había adoptado solo una parte de las doctrinas, que en el curso del tiempo habían sido trasmitidas en las diferentes escuelas. Aunque él seleccionó lo que era más importante, a veces omitió mucho que le pareció importante a otros; y por otra parte, se consideró que no debería permitirse hundir en el olvido ni aún lo poco importante. En consecuencia, pronto se originaron otras colecciones, las que, aunque no canónicas, fueron de todos modos altamente valoradas.
Las doctrinas no fue incluido en el Mishna de Jehuda recibió el nombre Baraithoth (sing. Baraitha, "doctrina omitida"). La más importante colección Baraitha es la Tosephta.

He aquí como había Malmónides de este momento en la elaboración de la misnah: “el santo recogió por primera vez todas las tradiciones, todos los juicios, las sentencias, las exposiciones de la Ley, vida de Moisés, nuestro maestro, y enseñadas en cada generación. Con todos estos materiales compuso el libro de la misnah y lo leyó públicamente para hacerlo conocer a todos los hijos de Israel. Entonces todo el mundo se apresuro a trascribirlo y explicarlo por doquiera, a fin de impedir que se olvidara la ley oral”
Mishna y Gemara.
La precisa brevedad de la expresión y la fecunda forma en la que el Mishna había codificado al Halakhoth hizo su interpretación necesaria, mientras que la característica casuística del trabajo fue un estímulo para ulterior desarrollo casuístico. En el estudio profundo y en la explicación de sus contenidos se puso mucho énfasis sobre el Haggada, esto es, las doctrinas no incluidas en la ley (folklore, leyendas, recopilaciones históricas, éticas y didácticas, etc.), a las cuales Jehuda, que aspiraba a redactar un código de leyes, tuvo poco o nada en cuenta. En realidad, todo lo que ofrecía la tradición fue puesto dentro del rango de discusión.
A los efectos de dar una designación apropiada a la nueva tendencia en la enseñanza de la ley, los estudiosos, hacia los tiempos de la trascripción final del Mishna, fueron conocidos como Tanna'im (sing., Tanna, "maestro"), aquellos que vinieron después de ellos, Amora'im (sing. Amora, "locutor"). 
La colección de Amora'im, como fue finalmente registrada, fue llamada Gemara. El gemara se divide por  las escuelas: El Gemara Palestino, de escuelas palestinas, y  las escuelas Babilónicas, el Gemara Babilónico.
La edición combinada del Mishna y el Gemara, o el Talmud en nuestro sentido de la palabra, discrimina, por lo tanto, entre Mishna y Gemara Palestino, o "Talmud Palestino", y Mishna y Gemara Babilónico o "Talmud Babilónico". Se hace referencia a este último cuando se hace referencia al Talmud sin otro aditamento. 




Columnas, Judaísmo, Torá

¿Por qué existe la Torá Oral? Una perspectiva

 La Torá tiene muchas caras, al ser un camino espiritual y la expresión de D-os en palabras se abre constantemente a la interpretación y particularidad de las personas que la escuchan. Hay dos formas de llegar a ella: a través de la intelectualidad, o a través de la experiencia. La idea siempre ha sido que todo el que se acerca pueda vivirla en estas dos maneras, que a través de las creencias y las acciones uno cultive su propia espiritualidad, crezca y aprenda a actuar moralmente. Dicha simbiosis entre el pensamiento y la emoción ha existido en el corazón del judaísmo y la Torá desde su primera existencia y se expresa en la forma que fue entregada al pueblo judío y Moisés hace más de tres mil años. Dentro de sus clases, la rebetzin Tziporah Heller nos habla de la estructura de la Torá, de por qué fue entregada de forma oral y escrita y el proceso histórico de su enseñanza a lo largo del tiempo. A continuación hablaremos de ello, la información fue tomada de sus clases.

Tres formas de aprender

En la tradición judía se nos narra que tras el suceso del Becerro de Oro Moisés subió al Monte Sinaí para pedir el perdón divino y es tras Yom Kipur que D-os le enseña toda la Torá de principio a fin (I). Bajando de la montaña a lo largo de toda la travesía por el desierto del pueblo judío , él sería el encargado de enseñar y revelar la Torá al pueblo judío, paulatinamente bajo la guía de D-os. La escritura de la misma fue ordenada hasta el final de sus días. La pregunta que surge es por qué D-os decidió dar de esta forma al pueblo la Torá. La respuesta se encuentra profundamente ligada a la experiencia que surge en su observancia y transmisión. La rebetzin señala las diferencias entre recibir la Torá de forma escrita y de forma oral.

Hay tres formas de aprender, nos dice, a través de un libro, a través de un maestro o a través de lo que observamos por nuestra propia experiencia; cada una tiene sus virtudes y cada una sus desventajas. El aprendizaje a través de la experiencia es más cercano y más individual, es completamente integral no hay una división entre lo que la persona piensa y lo que vive, porque precisamente nace de lo que vive; sin embargo se abre a las conjeturas, las equivocaciones y las distorsiones a través del tiempo. El aprendizaje a través de la forma escrita, un libro por ejemplo, es más estable en el tiempo, no cambia y le permite a la persona regresar a las palabras, leer varias veces, integrarlo a su tiempo, pero al igual que la experiencia está abierto a la exploración y la conjetura. El aprendizaje por medio de un maestro por su parte (cuando éste es bueno y conoce a fondo la materia) cierra los errores que la conjetura personal genera y ayuda a la persona a profundizar en la materia con mayor eficiencia, pues el maestro abre al alumno a caminos que este último desconoce, cuando uno no sabe qué preguntar el maestro guía hacia las preguntas correctas.

La Torá fue hecha para que las tres formas de aprendizaje se preservaran a lo largo del tiempo. Cuando hablamos de que Moisés recibió toda la Torá en el Monte Sinaí, nos referimos a que había una sintonía en las acciones, las emociones y los pensamientos, la observancia de la Torá debe generar este mismo balance dentro de nuestra persona: debe ser la unión de nuestro cuerpo, nuestras emociones (corazón) y nuestro pensamiento. Por eso siempre se dio un gran respeto a la experiencia y la intelectualidad. Las formas en que la Torá fue trasmitida lo largo del tiempo muestran en su estructura este balance y el rol que las tres formas de aprendizaje trae.

Transmisión de la Torá.

La época de los jueces.

La forma en que la Torá fue enseñada en el desierto y durante milenios era a través de una estructura de jueces y cortes. Los jueces no sólo impartían justicia, también fungían como maestros y había un sistema de cortes jerárquico que iba desde quienes atendían los casos más pequeños y sencillos hasta el Sanedrín o Moisés en su momento. Bajo ese sistema cada padre era responsable de enseñarle Torá a sus hijos y uno atendía al juez en materias complejas. En ese tiempo los judíos eran una sociedad agrícola, por lo cual los hijos pasaban gran cantidad de tiempo con los padres. Quien era juez de una corte tenía conocimiento pleno de la Torá y maestría en ella, pues es justo a través de los jueces que la estabilidad de la enseñanza era conservada.


La escritura de la Mishná.

estudio ToráEl sistema de cortes se acabó una vez que los romanos conquistaron Jerusalén y deshicieron el Sanhedrín (la Asamblea de Sabios); pues éste era centro de la conservación de la Torá. Además gracias a la persecución, los judíos cayeron en una enorme pobreza, por lo cual la educación de los hijos declino significativamente. Se cambió de un modelo de enseñanza familiar a uno comunitario, se instauraron escuelas gratuitas. Los grupos eran de 12 a 25 alumnos y los maestros tenían asistentes. Era obligatorio que el maestro fuera una persona que le gustara enseñar, que le gustara el contacto con niños y gente joven y que se hiciera responsable de que el aprendizaje ocurriera, debía tener un interés especial por el desarrollo de cada niño.
Los niños empezaban a atender a clases a partir de los siete años de edad y dejaban la escuela cuando tenían las herramientas suficientes para aprender por su lado. Se distingue entre la labor de los padres y la labor del maestro, los padres son los encargados de darle las herramientas a los hijos necesarias para su sobrevivencia como enseñarle un oficio y enseñarle a nadar, por ejemplo.
En esta época es que se escribe la Mishná (siglo II e.C.), que es en sí un guión para no perder el centro de la Torá. Las historias, las discusiones, el método de interpretación, las enseñanzas siguieron conservándose de forma oral y trasmitiéndose a través de la enseñanza como en la época de los jueces. La diferencia es que ahora había una guía. En los dos sistemas se favorece la transmisión a través de un maestro.

El Talmud, era actual

Después de la época de la Mishná, la persecución se intensificó y vino el Exilio judío en el que los judíos se dispersaron a lo largo del imperio romano; quienes se fueron a África, Asia y el Sur de Europa se les llamó “sefaradim” y quienes se fueron al resto de Europa “ashkenazim.” Para que no se perdiera toda la información oral de discusiones, métodos de interpretación es que se escribe la Guemara (del siglo II al V) y se crea el Talmud que une la Guemara y la Mishna. Se hizo en una forma que se necesitará del estudio extenso del mismo. Por lo cual la trasmisión de la Torá siguió dependiendo de un maestro.

Alrededor del 70% del Talmud es ley y sólo el 30% es Agadá (explicaciones filosóficas, narraciones, etc). Leer diariamente dos páginas del Talmud, sin análisis, una lectura superficial toma alrededor de una hora; para completar el Talmud entero leyendo dos páginas diarias uno tarda siete años en lograrlo.
El formato además es divergente trae casos de otros tratados, discusiones, se necesita de alguien que ayude a trasmitir la lógica interna que éste tiene.

En los tres casos el objetivo es el mismo preservar la trasmisión de la Torá Oral a través del estudio con un maestro. Esto hace que el aprendizaje se vuelva personal, que haya una relación entre el que estudia y el que enseña y la trasmisión de la Torá no se vuelva fría y distante. Se busca que uno pueda acceder a ella a través de la experiencia o a través del intelecto.

Notas:
I) Este conocimiento surge de un midrash agádico (relato oral con enseñanza filosófica) hay discusión entre los rabinos del Talmud y los rishonim (comentaristas medievales) sobre qué recibió Moisés en ese tiempo, cuándo se fue revelando la Torá al pueblo judío y cuándo fue escrita; la información de esta nota se basa en la perspectiva e información que la rebetzin ofrece.


Destacado, Noticias, Noticias de Israel.
Fallece Adin Steinsaltz, el rabino que hizo accesible el Talmud para todos.

Jewish Telegraphic Agency
07 de agosto de 2020

(JTA) — El rabino Adin Even-Israel Steinzaltz, el aclamado erudito cuya histórica traducción del Talmud permitió a un gran número de lectores acceder a uno de los textos más canónicos del judaísmo, ha fallecido. Steinsaltz murió este viernes a los 83 años en Jerusalén.
La traducción monumental de Steinsaltz de los 63 volúmenes del Talmud babilónico hizo que los arcanos debates rabínicos y los cuentos folclóricos fueran más fáciles de comprender, descubriendo las maravillas del estudio del Talmud para aquellos que carecen de una educación judía de alto nivel. El proyecto tardó 45 años en completarse.

Steinsaltz no solo tradujo el imponente texto arameo al hebreo moderno, sino que integró su propio comentario en el escaso idioma del original, llenando los vacíos en el texto que previamente habían requerido una profunda familiaridad con la mecánica interna del discurso talmúdico para descifrarlo.
Una nueva versión en inglés del Talmud de Steinsaltz de la editorial Koren, y una versión gratuita de la traducción disponible en el sitio web Sefaria, amplió aún más el alcance de Steinsaltz.
El Talmud nunca tuvo la intención de ser un libro elitista”, dijo Arthur Kurzweil, autor de dos libros sobre Steinsaltz y miembro de la junta de la Sociedad Aleph, que recauda fondos para apoyar el trabajo del rabino.
“Estaba destinado a ser para todos. Así que el rabino Steinsaltz pasó 45 años intentándolo y consiguiendo que eso sucediera”.

Descrito como un erudito único en un milenio, Steinsaltz era conocido por su prodigioso intelecto y su incansable ética de trabajo. Tenía fama de trabajar 17 horas diarias.

La autoría de un comentario completo sobre el Talmud lo colocó en una categoría junto a Rashi, el erudito francés medieval cuyo comentario sobre la Biblia y el Talmud, compuesto hace 1,000 años, se considera el más autorizado. Pero Steinsaltz también escribió otros 60 libros sobre temas que van desde la ética judía hasta la teología, la oración y el misticismo. También ayudó a establecer instituciones educativas en Israel y la ex Unión Soviética.

Nacido de padres seculares en Jerusalén en 1937, Steinsaltz abrazó la observancia judía cuando era adolescente. Aunque su padre era un socialista no devoto, envió a su hijo a estudiar el Talmud con un tutor a la edad de 10 años. Los dones intelectuales de Steinsaltz fueron evidentes desde temprano, cuando se convirtió en el director de escuela más joven de Israel a los 23 años.

En 1965, Steinsaltz fundó el Instituto de Publicaciones Talmúdicas de Israel, el mismo año en que comenzó su traducción del Talmud. Su trabajo fue impulsado por el deseo de educar a un gran número de judíos sobre su herencia. “Deja conocer a mi pueblo”, era su lema favorito.

“El Talmud es el pilar central del conocimiento judío, importante para la comprensión general de lo que es lo judío”, dijo Steinsaltz a JTA en 2010 con motivo de la finalización de la traducción.
“Pero es un libro que los judíos no pueden entender. Esta es una situación peligrosa, como una amnesia colectiva. Traté de abrir caminos a través de los cuales las personas pudieran entrar al Talmud sin encontrar barreras infranqueables. Es algo que siempre será un desafío, pero traté de hacerlo al menos posible”.

La finalización de la traducción fue acompañada por un día global de aprendizaje judío que conectó a 360 comunidades judías en 48 países. Desde entonces, el evento se ha convertido en un evento anual.

El trabajo de Steinsaltz se consideró durante mucho tiempo controvertido. Su Talmud se apartó de las convenciones tradicionales, introduciendo puntuación y saltos de párrafo, alterando la paginación y colocando su propio comentario en el espacio alrededor del texto principal que anteriormente había sido el dominio de Rashi.

El rabino Elazar Shaj, un destacado rabino ortodoxo jaredí en Israel, calificó a Steinsaltz de hereje y prohibió a sus seguidores leer sus obras, aparentemente por preocupación por algunos pasajes de dos obras de la Biblia que Steinsaltz posteriormente acordó modificar. Shaj insistió en que todo el trabajo de Steinsaltz era herético, sin embargo, otra autoridad eminente del siglo XX, el rabino Moshe Feinstein, aprobó el Talmud de Steinsaltz. En 1998, Jacob Neusner, un rabino conservador y destacado estudioso del judaísmo, publicó un libro de 250 páginas titulado “Cómo Adin Steinsaltz tergiversa el Talmud”.

Steinsaltz también fue criticado por aceptar el liderazgo de un Sanedrín moderno, una recreación del antiguo cuerpo rabínico. Steinsaltz renunció al cargo en 2008 debido a su preocupación por posibles violaciones de la ley judía.

Pero nada de eso frenó el abrazo de Steinsaltz como un erudito incomparable del judaísmo, tanto en el mundo judío como más allá. Fue galardonado en 1988 con el Premio Israel, el mayor honor cultural de Israel, junto con el primer Premio Presidencial de Distinción de Israel, la Orden de las Artes y la Literatura de Francia y el Premio Nacional del Libro Judío en 2012. Fue invitado a impartir las prestigiosas Terry Lectures en la Universidad de Yale y fue un académico residente en el Woodrow Wilson Center en Washington. En 2016, fue invitado a una audiencia privada con el Papa.

Entre sus obras más conocidas más allá de la traducción del Talmud se encuentra La rosa de trece pétalos, una introducción al misticismo judío publicada por primera vez en 1980. Seguidor del movimiento jasídico de Jabad, Steinsaltz también fue autor de varios libros sobre Tanya, uno de los textos centrales del grupo. En 2018, publicó una traducción y un comentario sobre los cinco libros de Moisés.

A pesar de sus enormes logros intelectuales, Steinsaltz a menudo aparecía un poco desaliñado en público. Kurzweil recordó una aparición en una Yeshivá de Long Island en la que Steinsaltz alentó a los estudiantes a hacer todo lo posible para hacer que la vida de sus maestros fuera miserable, e incluso sugirió un libro de consulta donde podrían encontrar preguntas difíciles que seguramente los desconcertarían.

“Es un alborotador y tiene un brillo en sus ojos en todo momento”, dijo Kurzweil, quien se desempeñó como guía de Steinsaltz durante sus visitas a Nueva York. “A veces está dispuesto a hacer travesuras. Le gusta cuestionar todo”.

Aquejado por un mal estado de salud durante mucho tiempo, Steinsaltz sufrió un derrame cerebral en 2016 que lo dejó sin poder hablar.

“El aprendizaje judío es creado por los judíos y también está creando a los judíos”, dijo Steinsaltz en 2010. “Cuando aprendes, aprendes sobre ti mismo. Entonces, aprender una página del Talmud equivale a dos o tres sesiones con un psicoanalista. Por eso la gente está interesada: el aprendizaje judío es un espejo en nuestra alma”.

Adin Even-Israel Steinsaltz (Jerusalén, 11 de julio de 1937-Ib., 7 de agosto de 2020)​ fue un rabino, profesor, filósofo y escritor jasídico israelí.

Su Talmud Steinsaltz se publicó originalmente en hebreo moderno, con comentarios para facilitar el aprendizaje, y también fue traducido al inglés, francés, ruso y español.​ A partir de 1989, Steinsaltz publicó varios tractos en hebreo e inglés del Talmud de Babilonia en una edición en inglés y hebreo. El primer volumen de una nueva edición, el Koren Talmud Bavli, salió a luz en mayo de 2012, y desde entonces se ha completado.
Steinsaltz fue galardonado con el Premio Israel por estudios judíos en 1988, la medalla del Presidente en 2012 y el premio Yakir Yerushalayim en 2017.



EL TALMUD
 

CÉSAR CANTÚ (Cesare Ambrogio Cantù (Brivio, 5 de diciembre de 1804-Milán, 15 de marzo de 1895)1​ fue un historiador y escritor italiano.)

En Historia Universal, Tomo IX,  pp. 217-222

Madrid – Imprenta de Gaspar y Roig, Editores, 1866

Traducida por Nemesio Fernández Cuesta

EL TALMUD

A fines del segundo siglo de la era cristiana los Hebreos empezaron casi a desesperar de su restablecimiento en la Tierra Santa. Después de la destrucción de su templo y su ciudad, estuvieron esperando por mucho tiempo la aparición del Mesías bajo la única forma en que querían reconocerle, es decir, como un libertador temporal y como un rey victorioso y vengador, y llegaron a creer que esto debía suceder en aquel tiempo, fortificando su creencia con las profecías que después supieron interpretar de otro modo. Habiendo rechazado a aquél en quien residían los caracteres de verdadero Mesías, pero que carecía del atributo que la preocupación nacional anteponía a todos, se vieron obligados a buscar otro, y Barcochebas (hijo de la estrella) pareció en un principio satisfacer todos sus deseos. Exageraron sus victorias, se unieron a él con una obstinación que produjo actos de valor dignos de mejor causa, y proclamaron que era el astro de Jacob, el cetro de Israel y el destinado a cumplir la predicción forzada de Balaam, a despedazar los cuernos de Moab y a destruir a los hijos degenerados de Set. La espada de los Romanos desvaneció rápidamente estas visiones, y Adriano probó a los Judíos con leyes opresivas y severos castigos que no quería ningún Mesías temporal en sus dominios. Después de haberlos derrotado, pasó a cuchillo un gran número, cubrió de ignominia y desterró de la Judea a los que sobrevivieron, los persiguió por todas partes é insultó su religión, levantando altares a las deidades paganas en el mismo sitio en que había estado el tabernáculo. Así aquel Adriano a quien los historiadores romanos pintan como un emperador compasivo al mismo tiempo que severo (severus, mitis, sævus, clemens), en los anales judaicos es un monstruo sin virtudes, el demonio de la crueldad en forma humana.

Esta persecución de Adriano parece que destruyó o a lo menos suspendió las escuelas hebraicas que se habían conservado desde los tiempos de Esdras. Akiba, el mas docto entre los Rabinos y presidente de estas escuelas, fue uno de los que más trabajaron en esta loca sublevación de Barcochevas, aunque tenía entonces, según dicen, ciento veinte años. Reconoció públicamente al impostor por Mesías y le sirvió en clase de escudero, hasta que habiendo caído prisionero, fue muerto entre horribles tormentos, que sufrió con un valor admirable, mostrándose tan exacto observador de las ceremonias de su religión, que repitió su última oración bajo los cuchillos de sus verdugos, y sus biógrafos indican la palabra que le impidió acabar la muerte. Pocos mártires son tan reverenciados por sus compatriotas como Akiba: los Rabinos ponderaron su extraordinario saber hasta el punto de decir que poseía setenta idiomas: hacen subir su genealogía hasta Sisara, general cananéo del rey Jabín, y le suponen casado con la viuda de un general romano. Las anécdotas de su vida llenarían un grueso volumen, y mucho tiempo después de su muerte se enseñaba con dolor su tumba cerca del lago de Tiberiade, donde fue sepultado con veinte y cuatro mil discípulos suyos. 
Murió en el año 135 de Cristo, y con su muerte, como dice la Misna, pereció la gloria de la ley. Su valor, su ciencia y su entusiasmo por la patria han hecho que se le perdone haber reconocido a un falso Mesías, y ¡cosa extraña! en este error se funda Maimónides para probar que el Mesías aun no ha venido.

Los Rabinos observaron que el mismo día en que murió Akiba, el mayor y último entre los doctores de la ley oral, vino al mundo el rabino Judas, cuyas obras debían llenar el vacío que habían dejado dichos doctores. Unas veces le llaman Anassi, es decir, príncipe, por el grado literario o político que ocupó entre sus conciudadanos, y otras Akadosh, esto es, santo, por la santidad de su vida, de la que se refieren cosas extrañas. Floreció en tiempo de Antonino Pió, Marco Aurelio y Cómodo, con el último de los cuales tuvo un gran valimiento. Pero no podemos creer lo que se lee en el Ehn-Israel, acerca de que el primero de dichos emperadores se hizo circuncidar por él. «Judas, dice Maimónides, viendo disminuirse el número de sus discípulos, crecer las dificultades y los peligros, y extenderse por el mundo el reino de Satanás (Maimónides alude a los progresos que hacia el cristianismo), mientras que el pueblo de Israel era confinado a lo último del mundo, reunió las tradiciones que convenía difundir para que no cayesen en olvido.» De esto se deduce bien claramente que lo que indujo a Judas a formar su compilación fue el estado miserable a que había llegado la causa israelítica. La imperial Roma reinaba tranquilamente sobre todas sus conquistas, y viviendo Judas en la corte de los emperadores, pudo convencerse fácilmente de que solo un milagro podía aniquilar su poder. 
Por consiguiente previendo una prolongación indefinida de la esclavitud del pueblo hebreo, pensó en conservar las tradiciones que éste veneraba tanto como la Biblia, y que se hubieran perdido al fin si se hubiesen abandonado a la tradición oral de los doctores dispersos de una raza proscrita. No era, pues, tiempo de practicar el precepto que decía: «No permitáis que se confíen a la escritura las cosas aprendidas de viva voz;» porque mejor es perder un miembro que todo el cuerpo. Judas se justificó con aquel pasaje del salmo 119: Cuando hay que trabajar por Dios, se quebrantan todas las leyes. Consagró muchos años a reunir los materiales de un trabajo tan grande, dirigiéndose a todos los Rabinos diseminados por el mundo, y le publicó en el año 490 de Cristo y 14 del reinado de Cómodo, con el título de Misna, que quiere decir ley secundaria. Los Griegos le llamaron δευτερωσις, como si la Misna fuese respecto de la Biblia lo que el Deuteronomio respecto de los demás libros del Pentateuco.

Esta obra se esparció y comentó en breve tiempo por todas las escuelas judaicas de la Palestina, de Babilonia y de otros puntos. De este modo las glosas superaron pronto al texto y fueron llamadas Gemara, voz que en caldeo targúmico significa cumplimiento. La Misna y la Gemara juntas forman el Talmud, que es como si dijéramos el doctrinal. Hay dos libros con el nombre de Talmud, el de Jerusalén y el de Babilonia, denominados así de las escuelas que los redactaron. 
El primero fue formado por el rabino Jochonai que vivió desde el año 484 al de 279: el otro fue empezado por el rabino Asche que murió en 427, y completado por el rabino José 75 años después. Algunas de estas fechas parecen demasiado antiguas.

El Talmud de Babilonia es mucho más famoso y completo, y fue tres siglos posterior al otro. Además los doctores babilonios eran gente de nombradía, y las escuelas de Palestina se hallaban ya en decadencia, mientras que las otras florecieron hasta el siglo XII: sin embargo (como De Rossi advierte en su Diccionario histórico, tom. I, pág. 174), el Talmud de Jerusalén debe estimarse mas por estar mas exento de inepcias y ser mas útil a la ilustración de las antigüedades sagradas. Lo mismo pensaba Prideaux. El estilo de la Misna es mas puro y mas bíblico que el de la Gemara: el de Jerusalén es a menudo oscuro, el babilónico está lleno de palabras y frases extranjeras. El Talmud de Jerusalén forma un volumen en folio, el Babilonio forma diez.

Si la ley ritual de Moisés abunda en ceremonias y observancias minuciosas con el fin de hacer a los Hebreos una nación distinta de todas las demás, no es de extrañar que las tradiciones nacidas entre la promulgación de la ley y la publicación del Talmud sean aun mas minuciosas en sus reglas y estén aplicadas a un número mayor de prácticas, de las cuales algunas son bastante frívolas y aun ridículas. Pero a pesar de las objeciones que puedan hacerse a este código rabínico, pocas obras son tan dignas de la atención del anticuario, del filósofo, del historiador filósofo y del teólogo.

El Talmud es un cuadro curioso de la existencia moral y de las costumbres del pueblo más singular que ha habido nunca, bajo la influencia de circunstancias también singulares. Buxtorf, autoridad respetable, ve en el Talmud una enciclopedia completa: ninguna obra fue tan alabada, ni tan criticada, ni dio más motivos de censura a los Cristianos. Según parece fue proscripta legalmente por los emperadores de Constantinopla; Gregorio XI en 1230, e Inocencio IV en 1244 la condenaron al fuego: ejemplos que siguió el antipapa Benedicto XIII, quien fulminó una bula contra el Talmud en 1415, como causa del obcecamiento de los Judíos y obra de los hijos del diablo. En 1554 Julio III mandó quemar en Italia todos los ejemplares del Talmud que se pudieran recoger; mas estos fueron pocos, porque los Judíos los escondieron, llevándolos principalmente a Cremona, donde vivía un gran número de ellos. Por esto a principios del año 1559 Pió IV envió a Sixto de Sena para que los recogiese, y según su relación, que podemos creer exagerada, llegó a arrojar al fuego doce mil ejemplares, que componían lo menos ciento cuarenta y cuatro mil volúmenes.
 En 1593 Clemente VIII renovó esta guerra contra el código de las tradiciones rabínicas, encargando a los inquisidores de Italia que recogiesen los ejemplares.

No experimentaba el Talmud menos persecuciones en otros puntos. Algunos años antes de la Reforma, Pleffercorn, judío convertido, denunció al emperador Maximiliano muchos libros judaicos de todas clases. Es bien sabida la cuestión que de aquí se originó, y con qué buen éxito defendió Reuclino el Talmud de las llamas que le amenazaban en Alemania y en Italia. Esto llamó la atención de los doctos sobre la literatura de los Hebreos, y dio ocasión a las Epístolæ obscurorum virorum, de las que tantos han tomado a mansalva cuanto les ha parecido conveniente.

Desde el año 1290 no se permitía a los Judíos residir en Inglaterra, en donde pocos libros de éstos se habían libertado del fuego al tiempo de la persecución contra el Talmud. A instancias de Manases ben-Israel, Cromwell los consintió volver; mas el descontento que con este motivo se manifestó en dicha nación, hizo ver que cuatro siglos no habían bastado a extinguir en los Ingleses el odio contra los Hebreos. 
Cromwell fue acusado de ser tenido por el Mesías entre los hijos de Israel, y la visita que un rabino viajero hizo a Cambridge con el pretexto de buscar manuscritos hebreos, dicen que tuvo por único objeto hacer subir la genealogía del lord Protector hasta David.

La persecución del Talmud contribuyó a hacerle más sagrado a los Rabinos, quienes no hay elogio que no le prodiguen. Sin darle la alta importancia que suelen darle los más, un rabino moderno, Mr. Hurwitz, atribuye la apostasía de muchos judíos al olvido de estos libros sagrados. Para él las ficciones de la cabala no sólo son un tesoro de poesía, sino también de moral alegórica. Considerando únicamente el Talmud bajo el aspecto literario, desearíamos que se hiciese una colección de las leyendas contenidas en este repertorio de la ciencia rabínica. Algunos críticos pedantes vilipendiaron el Talmud por estas leyendas, que al parecer dan a toda la obra un carácter de frivolidad; pero olvidaron el origen oriental de este voluminoso comentario de la Biblia, y que ha sido siempre propio de los pueblos orientales el mezclar los cuentos con las materias mas graves.

Los Israelitas llaman a la misma Tora sebenal pe, ley de viva voz, ley oral, a distinción de la Biblia, a la que denominan Tora sebictar, ley escrita; siendo de fe para los Hebreos que Dios dio a Moisés las dos leyes, prohibiéndole escribir la oral, que incluía la interpretación y las aplicaciones de la escrita. Cuando la oral por las razones referidas, se fijó en el papel, no destruyó la Biblia, sino que se apoyó siempre en día; mas como el transcurso de los tiempos y lo variable de los hombres pueden haber ocasionado algunas dudas, tiende a aclararlas, apoyándose en cinco puntos:

1.° las explicaciones tradicionales; de las cuales se hallan algunos vestigios en la Biblia, y que basta un solo raciocinio para encontrarlas sin dificultad;

2.° el derecho dictado por Moisés, sobre el cual no hay que hacer ningún raciocinio;

3.° el derecho que se deduce de la ley escrita por medio de raciocinios que no suministra la tradición, por lo que podía nacer divergencia de opiniones entre los doctores acerca de la interpretación de los testimonios, y así era necesario recoger los diversos pareceres y deducir el mas probable entre ellos, desembarazandola de los sofismas de los discípulos mezquinos de maestros insignes;

4.°los decretos dados por los profetas y por los hombres eminentes de todos los siglos para complemento de la ley. Llaman complemento de la ley lo que en ella no es de absoluta necesidad, sino que emanó de los personajes más insignes para impedir la tibieza de la fe y el relajamiento de la moral que se habían introducido en las creencias israelíticas;

5.° finalmente, los medios convencionales establecidos entre los hombres y dirigidos a elevar el espíritu. reprimir las pasiones y encaminarlas a un fin mas sublime.

En estos puntos, pues, se apoya la Misna, la cual se divide en seis partes principales, o sean seder, esto es, órdenes:

I. Seder. Zerahim, simientes.
A. Berachod, bendiciones: contiene las bendiciones que deben darse a Dios por los frutos de la tierra, los alimentos, el agua, el vino, y por habernos librado de una desgracia, y reglas para las oraciones diarias.

B. Pea, pedazo: de la obligación de dejar en el campo un pedazo sin segar, a fin de que los pobres puedan hallar en él con qué satisfacer sus necesidades.

C. Demhai, dudas: sobre los diezmos que deben darse al Señor, y sobre las cosas no sujetas a él, o que es dudoso si lo están o no.

D. Chilhaim, heterogéneos: particularidades de las simientes que no se pueden mezclar entre sí, y de los paños tejidos de lino y lana.

E. Sevihid, séptima: deberes que impone el año sabático, en el cual no se podía sembrar.

F. Terumod, oblaciones: ofrendas hechas a los sacerdotes, ritos, etc.

G. Mahasrod: diezmos que se daban a los Levitas.

B. Mahasser cheni (1): segundo diezmo que se daba a los sacerdotes y se consumía solo en Jerusalén.

I. Halah, pasta: un pedazo de pasta o masa que las mujeres estaban obligadas a ofrecer al sacrificador, como una porción de todo el pan.

L. Ñoril, prepucio. Siendo los árboles cosas profanas, los tres primeros años de vegetación estaba prohibida su fruta: ley a propósito para hacerlos vigorosos.

M. Bichurim, primicias que debían llevarse al templo y ofrecerse a Dios para consagrar toda la cosecha».

II. Seder. Mohed, solemnidades.
A. Sabath, sábado: solemnidad de este día, modo de celebrarle, iluminación, hogueras, y cuanto puede hacerle agradable; trabajos prohibidos, castigos para los que los practicaban y sacrificios que debían hacer los que los ejecutasen inadvertidamente.

B. Ñiruvin, mezclas. Qué cosas pueden mezclarse en el sábado por medicina, recreo o necesidad, como alimentos y bebidas; paseos permitidos e ilícitos; prohibición de treinta y nueve oficios principales y sus derivados; obligación de que no solo descanse el cuerpo, sino también el alma, y ceremonias que deben practicarse para declarar que dos lugares no son más que uno, y poder transportar así alguna cosa sin violar el sábado.

C. Pessah, pascua: ritos, preces, sacrificios, solemnidad de tales fiestas, y rigor para evitar el uso del pan fermentado.

D. Sekatim, siclos, que cada hombre particular debía dar anualmente para los sacrificios diarios y otros gastos sagrados. A principios de febrero se anunciaba este pago y debía quedar satisfecho a fines de mayo.

E. Joma, día: la fiesta de las expiaciones, día del juicio, que debía pasarse en penitencias, meditaciones morales y elevando el alma a Dios con ceremonias augustas que verificaba el sumo pontífice.

F. Sueca, cabaña: fiesta de los Tabernáculos; se discute si pueden servir para la sagrada ceremonia los que están fijos en el suelo, o si deben formarse con hojas: también se trata de las bendiciones, sacrificios, solemnidades, y de la presentación de todo varón en el templo.

G. Betza; huevos: de los seres nacidos y de las frutas cogidas en día festivo, si se permite su uso a los Israelitas en dichas fiestas, y qué diferencia hay entre el sábado y las demás solemnidades.

H. Ross ashsana, principio de año civil: pensamientos místicos sobre la predestinación para todo el año, sobre un juicio divino que empieza para todos los hombres, y sobre el tiempo de la creación del mundo: sonidos místicos de la trompa que ponen en fuga al espíritu del mal, a la mala propensión (jesser arangh). El principio del año sagrado era el primer día de la Pascua.

I. Tahaniot, ayunos: cuándo y con qué fin se establecieron: formalidades, observancias, limosnas, penitencias, compunción.

L. Mohed-eatan, pequeña solemnidad: días de media fiesta después de uno muy solemne: así después del primer día de Pascua suceden siete de menor solemnidad, y después de la fiesta de los Tabernáculos había días feriados, pero no de tanta santidad, y se permitían en ellos algunos trabajos prohibidos en las solemnidades.

M. Haghigá. Fiesta del orden del Señor. Aquí se explica la ley que ordena a Israel prestar homenaje a Dios en su templo de Jerusalén tres veces al año, a saber, en la Pascua, en Pentecostés y en la fiesta de los Tabernáculos. Estaban exceptuados de esto los sordos, los ciegos, los cojos y varias clases de personas, si bien nacían de aquí algunos escrúpulos de conciencia.

III. Seder. Nassim, mujeres.
A. Jevamot, levirato: derecho que tiene la mujer de casarse con el cuñado, cuando el marido la ha dejado viuda sin hijos, y formalidades que deben usarse en este caso.

B. Chedubot, cosas escritas: esto es, escrituras de matrimonio, dote, deberes de los casados.

C. Kiduschim, de las palabras de casamiento y de los esponsales.

D. Ghittin, divorcios: modo de extender los escritos de divorcio y otras formalidades necesarias.

E. Nedarim, votos: cuales son obligatorios y cuáles no.

F. Nazirut, nazareado: deberes de los Nazarenos, esto es, de los hombres que deben vivir separados de los demás v absteniéndose del vino.

G. Sota, perversidad. Es la prueba del agua de los celos, que se hacia en la mujer acusada de adulterio.

IV. Seder. Nozikin, daños.
A. Bavá kamá, primera puerta: daños causados por animales u hombres, juicios sobre estos, compensaciones, etc.

B. Bavá metzihah, puerta del medio: depósitos, usuras, ropa encontrada, derechos, deberes, castigos.

C. Bavá batrah, última puerta: contratos de ventas y compras.

D. Sanhedrin, congreso: derechos del gran consejo, deberes, legislación, juicios civiles y criminales.

E. Macot, azotes: los cuarenta azotes que se daban a los que no eran reos de muerte: varios delitos a que correspondía este castigo, procesos, etc.

F. Sevuhot, juramento: su naturaleza y personas que pueden prestarle o no.

G. Nehdujot, testimonios: cómo se deben examinar los testigos y aceptar sus deposiciones.

H. Navodá zará, servicio extraño, esto es idolatría: errores y peligros de ésta y conducta de los Israelitas con los idólatras.

I. Pirkè avot, máximas de los padres, que conservaron la tradición oral de Moisés en este mundo. Tratado lleno de máximas de moral.

V. Seder, Codaschim, santidad.
A. Zevahim, sacrificios: tiempo, lugar, personas que deben ofrecerlos.

B. Menahot, presentes: esto es, oblaciones para los sacrificios, como aceites, olívano y flor e harina.

C. Holin, profanos: ritos para degollar los animales que han de servir para el uso doméstico; animales puros e impuros; liturgia para observar los pulmones de los cuadrúpedos, las fracturas en los bípedos y cuadrúpedos, etc.

D. Becorot, primogénitos: entre los animales consagrados a Dios, cuáles debían ser rescatados y rescate de los primogénitos de los hombres.

E. Nherachim, aprecio de los objetos que se ofrecen por voto o se consagran a Dios.

F. Temurá, cambio o sustitución de sacrificios; cuando se sustituye una víctima por otra.

G. Cheritut, muerte del alma: treinta y seis pecados que la ocasionan; casos de conciencia.

H. Megnilá, errores y pecados cometidos al hacer los sacrificios.

I. Tamid, sacrificio perpetuo: dos corderitos que se degollaban, uno todas las mañanas y otro todas las tardes.

L. Kinin nidim, ritos para los sacrificios de las recién paridas y su purificación.

M. Midod, dimensiones del templo, de sus compartimentos y adornos arquitectónicos. Todo esto se halla determinado según la inmovilidad orienta para usar las mismas dimensiones al fabricar otro. Probablemente el segundo templo era igual al primero, excepto las fortalezas.

VI. Seder. Taarot, purificaciones.
A. Mikvaot, receptáculos: vasos puros e impuros, lavaderos, vestidos con sus diversos tejidos, y modo de purificarlos, cuando están contaminados.

B. Nida, catamenios.

C. Jadaim, manos y sus purificaciones.

D. Oalim, tiendas: sus impurezas y purificaciones.

E. Negaghim, heridas puras e impuras, visitas del sacerdote, purificaciones y sacrificios por ellas.

F. Parà, ternera rubia, con cuyas cenizas se purificaba el que había tocado un cadáver.

G. Taarot, purificaciones para quitar otras impurezas contraídas.

H. Machsirin, que vuelven lícito: esto es casos de conciencia para la purificación.

I. Zavin, los que padecen polución involuntaria y gonorrea.

L. Tevul jom, lavado en el día: ritos de los que, por impureza, tienen que lavarse en el mismo día; obligaciones de éstos.

M. Gnochetzim, frutas comidas de gusanos, que pueden contaminar a otras con su contacto.

Los sesenta y dos capítulos de los seis órdenes se subdividen en quinientos veinte y cuatro.

Así como la Misna es el texto de la ley oral, la Gemara es su comentario, incluyendo la lógica, las varias opiniones en pro y en contra, los dictámenes de las diferentes escuelas, las pruebas y los testimonios que los apoyan. Mas para entenderla bien se necesita saber a fondo el hebreo y estar versado en los estudios filosóficos en atención a la mezcla de dialectos que se halla en ella. Paulo Fagio en la Epístola nuncapatoria ad tractatum Sap. patrum, dice:

 «Cum vero, in omnibus linguis jucundæe admodum et gratæ sunt sapientum breves sententiæ lingua hebraica eæ, meo judicio, omoium gratissimæ esse debent, eo quod quæ ex ea lingua proveniunt, singularem quandam sanctitatem spirare videntur: quod nimirium ab eo proficiscitur, quod in ea primum omnium divina oracula, cœlestique illa sapientia hominibus commendata fait. Undeet Hebræorum sapientum sententiæ a profanis in hoc differunt, quod non tantum quæ ad politicam, sed et quæ ad theologicam vitam spectant, pulchre docent.»

En la Narración hemos expuesto varias máximas de estas.

A fin de comentar la ley escrita el rabino Ismael ofrece estas trece formas:

1.ª del argumento mayoral menor y viceversa;

2.ª de condiciones iguales;

3.ª de un versículo que explica otro en la misma materia o de dos versículos que se dirigen al mismo fin;

4.ª de lo universal a lo particular;

5.ª de lo particular a lo universal;

6.ª de lo universal a lo particular no se debe juzgar sino con arreglo a lo particular;

7.ª de una dicción universal que necesita otra particular, y de una particular que necesita otra universal;

8.ª cualquiera dicción que esté incluida en otra universal, y salga de la universal para enseñar nuevas distinciones, no se debe aplicar a una cosa sola, sino a todas las que están incluidas en la universal;

9.ª cualquiera dicción que estando en la universal, sale de ella para dar razón de una cosa de la misma materia, esta salida favorece y no perjudica;

10.ª la dicción eme estando en la proposición universal; sale de ella para dar razón de otra cosa que no es de la misma especie, esta salida sirve para favorecer y perjudicar;

11.ª la dicción que estando en la universal, sale de ella para juzgar cualquier artículo nuevo, no se puede citar como prueba de la universal, mientras la escritura no la exponga con claridad;

12.ª una cosa que puede tomarse de su mismo asunto y otra que se toma solamente del fin;

13.ª dos versos que se contradicen uno a otro, se explican por medio de un tercero que los concilia entre sí.

Todo capítulo de la Misna empieza ordinariamente o con el nombre del doctor que profirió aquella sentencia, o con la palabra targúmica tana, esto es insignia, sentencia. La palabra inicial del Talmud propio suele ser amri, dicen.

Además de la Misna v la Gemara entra en el texto talmúdico la Baryda, esto es, de afuera. Debe saberse que cuando se componía el Talmud , algunos doctores y al frente de ellos el rabino Isaac, después de haber tratado en la junta general las cuestiones teológicas, salían de ella para discutir fuera con mas extensión los mismos puntos y lo que resultaba de sus debates se llamaba Baryda; por esto cada punto de dicho libro empieza con la voz Baryda o Savri, esto es, creen.

Los rabinos que tuvieron parte en la composición del Talmud, eran de cuatro clases: Tanaim, Mísnicos; Emorain, Narradores; Talmúdicos o Sevorae, y creyentes o de la Baryda.

Hay una secta que no cree las tradiciones talmúdicas y que quiere hacer consistir el hebraísmo en la interpretación libre de la Biblia: los que la siguen se llaman Carain, Literales, en tanto que los otros se denominan Rabbanín, Rabínicos.

El que ordenó y dio claridad a la teología talmúdica fue Maimónides, filosofando científicamente sobre sus creencias, del mismo modo que hizo en la religión cristiana Santo Tomás de Aquino.

Además de los dogmas y disciplina, contiene el Talmud un gran número de cuestiones de física , medicina, historia, astronomía, astrología judiciaria y geografía. Algunos pensaron en desembarazarle de éstas: el rabino Alfessi de Fez entresacó toda la parte ritual y dogmática, y el rabino Cavir, español, en el Ehn-Israel (ojo de Israel) reunió la filosófica, moral y científica.

Como en otro lugar hemos expuesto las tradiciones orientales sobre Alejandro Magno (2), referiremos a continuación una fábula talmúdica relativa a él, porque siendo de belleza notable, confirmará lo que hemos dicho sobre el mérito literario de los libros hebreos.

Leyenda de Alejandro el Grande

Siguiendo Alejandro su camino por medio de desiertos estériles y de terrenos incultos, llegó a un arroyuelo cuyas aguas corrían apacibles entre dos amenas riberas. Su superficie no estando turbada por el menor viento, era la imagen de la tranquilidad, y parecía decir mudamente: Esta es la mansión de la paz y del descanso. Todo estaba en calma y solo se oía el murmullo de las aguas que parecían repetir al oído del viajero detenido en sus orillas: Acércate a tomar tú parte de los beneficios de la naturaleza , y quejarse de que fuese inútil esta invitación. Esta escena hubiera sugerido a una alma contemplativa mil reflexiones deliciosas; pero ¿cómo podía lisonjear a Alejandro, enteramente ocupado en sus designios ambiciosos de conquista y cuyos oídos se habían acostumbrado al ruido de las armas y a los gemidos de los moribundos?

 Alejandro pasó adelante; pero obligado del cansancio y del hambre, tuvo pronto que detenerse. Sentóse a la orilla del arroyuelo y tomó algunos sorbos de agua, que le pareció muy fresca y de un gusto exquisito. Se hizo servir algunos peces salados de los cuales traían gran provisión y los sumergió en el agua para templar su excesiva acrimonia; mas ¿cuál fue su admiración al advertir que al sacarlos de ella esparcían una suave fragancia! Ciertamente, dijo, este arroyo afortunado y de tan raras virtudes debe venir de algún país rico y feliz. Vamos a buscarle. Subiendo por la margen del arroyo, llegó Alejandro a las puertas del paraíso, que estaban cerradas; llamó y con su desembarazo acostumbrado pidió entrada; pero una voz gritó desde dentro: Tú no puedes ser admitido aquí: esta es la puerta del Señor.

Yo soy el señor, el señor de la tierra, replicó el impaciente monarca, soy Alejandro el conquistador: ¿que tardais en abrirme?

No, le respondieron: aquí no se conoce otro conquistador sino el que doma sus pasiones: solo los justo pueden entrar aquí.

Alejandro trató en vano de forzar la entrada de la mansión de los bienaventurados y ni le sirvieron las amenazas, ni las súplicas, viendo que todo su empeño era inútil, se volvió al guarda del paraíso, y le dijo: Tú sabes que yo soy un gran rey, que ha recibido homenaje de todas las naciones; si no me permites entrar, dame a lo menos alguna cosa que muestre con admiración al mundo que yo he llegado a este lugar, que no ha hollado ningún mortal antes que yo.

Ahí tienes, hombre insensato, repuso el guarda del paraíso, ahí tienes con qué sanar los males de tu alma. Una mirada a ese objeto puede darte mas sabiduría que la que has recibido hasta ahora de tus antiguos maestros. Ahora sigue tu camino.

Alejandro tomó con ansia lo que le daba dicho guarda y se volvió a su tienda; pero ¡cuál se quedó, cuando al observar el regalo, vio que este no era mas que un pedazo de calavera! ¿es este, exclamó, el regalo precioso que se hace a los reyes y a los héroes? ¿Es este el fruto de tantos trabajos, peligros y cuidados? Lleno de cólera y engañado en sus esperanzas arrojó lejos de sí aquel miserable resto de un mortal.

Pero un sabio que se hallaba presente, le dijo: Gran rey, no desprecies ese don: por poco agradable que te parezca, posee virtudes extraordinarias, como puedes convencerte si tratas de eauilibrarle con un pedazo igual de oro o de plata. Alejandro mandó que se hiciera la prueba: se trajo un peso; colocóse la reliquia en un platillo y un pedazo igual de oro en el otro. Mas con admiración de todos el hueso pesó mas, y haciéndose el experimento con otros metales, siempre fueron estos más ligeros, y cuanto más oro se ponía en el platillo, máss subía éste.

Es muy extraño, dijo Alejandro, que tan pequeña porción de materia pese mas que tanto oro. ¿No hay ningún contrapeso que pueda establecer el equilibrio?

Si hay, respondió el sabio: muy poco se necesita para eso; y tomando un poco de tierra, cubrió con ella el hueso, el que se elevó al punto en su platillo.

Esto es extraordinario, exclamó Alejandro:

 ¿No podríais explicarme semejante fenómeno?

Gran rey, replicó el sabio, este fragmento de hueso es el que contiene el ojo humano, el cual aunque limitado en volumen, es ilimitado en sus deseos: cuanto mas tiene, mas quiere; ni el oro, ni la plata, ni todas las riquezas de este mundo pueden satisfacerle. Mas cuando una vez desciende a la tumba y queda cubierto de tierra, entonces tiene un limite su ambición.

Creemos que esta fábula parecerá preferible a ciertos extractos más serios, por ejemplo a los infinitos pormenores que han hecho decir a un docto que para ser carnicero según el Talmud, se debería sufrir un examen más complicado que el que se exige para ser doctor en teología. Los primeros doctores rabinos son santos de! Oriente, cuna de las fábulas. Uno hubo, cuyos viajes se parecen mas a los de Simbad el marino, que a ninguna de las devotas peregrinaciones de la leyenda. Éste fue el famoso Raba barbar Channa, el cual vio un día que un pez arrojado por el mar a la costa destruyó con su caída sesenta ciudades, y que otras sesenta se alimentaron con su carne, quedando todavía tanta, que otras sesenta pudieron hacer provisiones de salazones, y en fin, al volver a pasar por aquel sitio en el año inmediato, encontró que las sesenta ciudades arruinadas se habían reedificado con los huesos del pez.

 Otra vez este ilustre viajero desembarcó en el lomo de un monstruo marino que estaba cubierto de tierra y de una rica vegetación: Chana creyéndose sobre una isla, encendió fuego y se puso a cocer sus provisiones; resentido con esto el pez, se movió, y el viajero apenas tuvo tiempo de escaparse. En otra ocasión vio. una rana tan grande como la población de Akra que tiene sesenta casas; una serpiente se tragó a dicha rana, y después apareció un cuervo que devoró a la serpiente, y para digerirla se colocó sobre un árbol, cuyas dimensiones no nos da el rabino por desgracia.

Credat Judœus, gritareis con Horacio. Pero aunque contenga el Talmud tantos errores y delirios, según confiesan los más sabios doctores, seria de desear por el interés de la ciencia que algún erudito hiciese su análisis filosófico, explicase su espíritu, manifestase los motivos que para hacer esta compilación tuvieron sus autores, bajo qué influencias la hicieron y el efecto que produjo este código sobre las costumbres y opiniones del pueblo para quien se escribió.

Es más fácil despreciar que examinar. Sin embargo, todos saben que el desprecio nunca ha producido cosa buena.

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(1) Otros escriben Mañaser, Moñed; y en efecto el sonido de la h hebrea participa del de la ñ española.

(2) Lib III, cap. XVIII.



El Rabino Yehudah HaNasí (Judá I el Príncipe), (en hebreo, יהודה הנשיא‎, Yehudah HaNasí) (135/219 d. C.) fue el editor de la Mishná en su forma final. Se refieren a él como: Príncipe y Maestro por excelencia, y como: Rabeinu HaKadosh, "Nuestro Santo Rabino". Yehuda era el hijo del Rabino Shimon ben Gamaliel II, y nació 80 años después de la destrucción del Segundo Templo de Jerusalén. Al momento de su nacimiento, un edicto había prohibido la práctica del Brit Milá, la circuncisión. Sin embargo, su madre estaba en buenos términos con la esposa del gobernador romano, por lo que pudieron practicarla como una concesión especial.

Historia

De niño, estudió bajo la tutela de su padre, en Usha, y más tarde bajo el cuidado del Rabino Yehuda ben Ilai de Usha y el Rabino Yaakov ben Kurshai. Más tarde, estudió con el Rabino Shimon Bar Yojai en Tekoa, y con el Rabino Yosi Ben Chalafta y el Rabino Elazar ben Shamua. Todos los maestros que le transmitieron la tradición de las halajot, las leyes judías, de la época de la Gran Asamblea (Anshei Knesset HaGuedolah), hasta el Rabino Akiva ben Iosef.
Estableció su primera academia de Torá en Shafaram, y más tarde se trasladó a Beit Shearim, donde permaneció durante muchos años. Su salud fue precaria, sufrió de dolor en los dientes, afecciones en los ojos y, finalmente, en sus intestinos. Cuando sus debilidades se hicieron más severas, fue aconsejado por sus médicos que fuera a Séforis, una ciudad construida sobre la cima de una montaña, donde el aire era fresco y saludable.
Sus alumnos fueron el Rabino Jiya Abba Aricha (conocido como el "Rav"), el Rabino Bar Jana y el Rabino Yarchinai Shmuel, un estudiante muy estimado, que también sirvió como su médico personal. Se le atribuye haber dicho "he aprendido mucho de mis maestros, he aprendido más de mis colegas, ¡pero sobre todo he aprendido de mis alumnos!"

Como Nasí, su riqueza era comparable a la de los gobernantes romanos, y destinó gran parte de ella a auxiliar a los menos favorecidos. Se dijo de él:

"Desde los días de Moshé Rabeinu hasta Rabeinu HaKadosh, nunca se encontró un gran conocimiento de la Torá junto con una gran riqueza."

Enseñanzas
Para entender mejor la perspectiva del Rabino Judá HaNasí y su vida, podemos recurrir a sus dichos en el tratado talmúdico de Pirkei Avot. En Avot (2:1), encontramos, entre otras advertencias sabias, lo siguiente: Calcular la recompensa eterna para una mitzvá en contra de la pérdida temporal que esta pudiera causar, y el costo eterno de un pecado contra el beneficio momentáneo que pueda traer. El Rabino dijo: 
"Tengan en cuenta tres aspectos de lo que está por encima de ustedes, y así evitarán el pecado." 

Los tres aspectos son los siguientes:

1) Las obras del hombre se observan.

2) Sus palabras son escuchadas.

3) El ser humano no puede escapar de las consecuencias de su comportamiento, porque todo lo que hace o dice está indeleblemente grabado.

Redacción de la Mishná

El Gran Rabino Yehuda Ha Nasí, El Príncipe, redactó la Mishná para evitar la pérdida de la tradición oral judía, el conocimiento del pueblo judío, debido a sus continuas persecuciones. La obra fue organizada en seis libros (sedarim):

Séder Zeraim - Este orden trata sobre las leyes agrícolas y las costumbres del pueblo judío, mientras este resida en la Tierra de Israel (Eretz Israel).
Séder Moed - Este orden trata sobre las leyes relativas a las fiestas del pueblo judío durante la época del Templo de Jerusalén.
Séder Nashim - Estas son las leyes concernientes a la vida de la familia que son observadas por el pueblo de Israel (Am Israel).
Séder Nezikín - Estas son las leyes relativas a las relaciones entre las personas que forman parte del pueblo judío, y tratan sobre los negocios, los daños y perjuicios, etcétera.
Séder Kodashim - Estas son las leyes relativas a los sacrificios de animales, a la cashrut y a las prohibiciones alimentarias del pueblo judío.
Séder Tohorot - Estas son las leyes relacionadas con la pureza familiar, que han sido practicadas por el pueblo judío, a través de la historia.
Defunción
El Rabino Yehuda HaNasí, murió a la edad de 70 años, habiendo servido como Nasí (Príncipe) durante más de 30 años. 



Maimónides. Mošeh ben Maimon, Rambam, Mūsā b. Maymūn. Córdoba, 28.III.1138 – El Cairo (Egipto), f. 1204. Filósofo, rabino, teólogo, legislador y juez, físico, astrónomo y médico.

Aunque hasta hace poco se creía que Maimónides —conocido así en el mundo occidental y como Rambam entre los judíos— había nacido el sábado 14 de nisán del año 4895 de la era judía (30 de marzo de 1135), sin embargo, recientes investigaciones basadas en documentos descubiertos en la Geniza de El Cairo apuntan al hecho de que nació unos años más tarde, el 28 de marzo de 1138. Descendía de una familia de jueces (dayyanim), que remontaba a Rabí Yěhuda ha-Nasi, redactor de la Mišná, sabio que había alcanzado la perfección moral e intelectual del que se dice que era descendiente directo del rey David. De sí mismo decía Maimónides: “Yo, Mošeh, hijo de R. Maimon, el juez, hijo de R. Yosef, el sabio, hijo de R. Yisḥaq, el juez, hijo de R. Obadyah, el juez, hijo de R. Šĕlomoh, el maestro, hijo de R, Obadyah, el juez”, según se refiere en la crónica compuesta por Abraham Zacuto en 1505.

Conocido en árabe como Abū ‘Imrān Mūsā b. Maymūn, nació en Córdoba, ciudad dominada desde el año 1091 por los almorávides, que ejercieron una profunda presión económica sobre los judíos para mantener un Ejército en lucha contra los cristianos. Incluso, a juzgar por los testimonios de Yěhuda ha-Levi, parece que el pueblo judío vivía oprimido, sojuzgado y sometido, aunque se sabe también del aprovechamiento que los gobernantes musulmanes hicieron de los judíos, de quienes se sirvieron como visires, altos dignatarios y médicos en diferentes Cortes. En este sentido, cabe recordar que Córdoba constituía un centro de estudios muy importante en la vida de los judíos hispanos, donde cultivaban las artes, las letras y las ciencias desde la época en que Hašday b. Šaprut, médico, literato, traductor, diplomático, jefe de las comunidades judías de al-Andalus y gran mecenas de la cultura, había sido hombre de confianza en la Corte de ‘Abd al-Rahmān III (muerto 961).

Muy pocas son las noticias que se conservan de su juventud. Se sabe que se formó en la Torá y en el Talmud. Su padre, juez rabínico que obtuvo renombre también por algunos de sus escritos, había estudiado con el célebre talmudista Rabí Yosef ha-Leví b. Migaš, de quien Maimónides se consideró discípulo, aunque es improbable que fuera su maestro por haber muerto a poco de nacer Maimónides. Se cuenta, incluso, que tenía tal celo religioso desde niño, que se entregaba a meditaciones profundas y que se refugiaba en la sinagoga, en la parte reservada a las mujeres para que nadie lo interrumpiera. Aunque se dice que durante su infancia en Córdoba estudió las diversas ciencias racionales, sin embargo, es muy difícil que antes de los diez años hubiera adquirido una formación profunda en ellas, según algunas referencias biográficas. Porque no hay que olvidar que cuando tenía diez años, según la cronología de su vida hoy aceptada, tuvo lugar un hecho de trascendental importancia para la comunidad judía de al-Andalus y, más en concreto, de Córdoba.

Fue en 1148 cuando los almohades, al mando de ‘Abd al-Mu’min, entraron en la ciudad de Córdoba. Se trataba de una tribu berebere que, tras sangrientas luchas, conquistó el poder en Marruecos y en al-Andalus. Impulsados por una revelación teológica debida a su fundador, Ibn Tūmart, se consideraban los verdaderos depositarios de la religión islámica, los firmes defensores de la unicidad divina (al-muwaḥḥidūn), lo que les convirtió en inflexibles, sectarios y fanáticos, que sin embargo no impidió que algunos de sus sultanes aceptaran en su Corte la presencia de notables filósofos, como Ibn Ṭufayl y Averroes. Los almohades desencadenaron una feroz persecución contra las comunidades judía y cristiana de Córdoba, imponiendo la conversión al Islam o el exilio. Así se deduce de varios testimonios, entre ellos la carta de un tal Šĕlomo ha-Kohen de Fustat, donde habla de los exterminios de judíos por los almohades en el Norte de África: “El invasor se dirigió hacia Tremecén, donde masacró a gran parte de sus habitantes, sin contar a aquellos judíos a los que forzó a convertirse. Cuando a los habitantes de Silŷimasa les llegó esta noticia, se sublevaron contra los gobernantes almorávides, a los que expulsaron de la ciudad. La ofrecieron a ‘Abd al-Mu’min. Cuando éste se apoderó de esos lugares, reunió a todos los judíos locales y les ordenó convertirse al Islam. Tras siete meses de ayunos y oraciones, los judíos rechazaron la conversión y el tirano ejecutó a doscientos cincuenta de ellos; los otros se sometieron”.

Ante el cariz que tomaban los acontecimientos, la familia de Maimónides decidió abandonar Córdoba, iniciando a una serie de exilios y peregrinaciones que le llevaría finalmente a Egipto. En primer lugar, decidió establecerse fuera de Córdoba, probablemente en Almería, hasta que los almohades la conquistaron en 1157. La infancia y juventud de Maimónides se vieron, así, marcadas muy pronto por la adversidad. Es muy posible que su formación filosófica, científica y médica se realizara durante estos años en estrecho contacto con maestros musulmanes, pues la gran cultura árabe y musulmana que tuvo así como el amplio conocimiento de la ciencia de su época son prueba de una sólida y excelente formación. A la par, Maimónides pudo comenzar su profunda reflexión, de la que dejaría huella en sus escritos, sobre el destino del pueblo judío: ¿Por qué razón los judíos están condenados a una vida errante? ¿Por qué el pueblo judío se distingue de los demás pueblos? Tras Almería, la familia anduvo errante por diversos lugares, sin que esté confirmado que residieran en la Provenza, en el sur de Francia. A estas fechas pertenece una carta del padre de Maimónides, la Epístola de la consolación, escrita a petición de las comunidades judías perseguidas, en la que les recuerda la infalibilidad divina y la existencia de una alianza permanente entre Dios e Israel; señala que los judíos están expuestos a las persecuciones, pero que deben afrontarlas con valor; son pruebas que Dios les envía para purificar a los judíos, no para exterminarlos, porque Israel siempre será el pueblo de Dios.

Se ha puesto en duda también el exilio en Almería de la familia Maimon, por la inexistencia de datos que lo confirmen. Se sabe que en el año 1160 la familia abandonó la península y se estableció en Fez, en Marruecos. Y existe un documento que señala que marchó directamente de Córdoba a esta ciudad norteafricana. Es la crónica del granadino Sĕ‘adyah b. Danan, quien escribe lo siguiente: “En aquel entonces el juez Rabí Maimon tuvo conocimiento de la sabiduría del maestro, el gaón R. Yěhuda ha-Kohen. Estaba en Fez, en el Magreb, a donde habían llegado sus antepasados desde Babel. Era un gran sabio y un hombre piadoso... Cuando R. Maimon se enteró de la sabiduría del santo gaón fue hacia él desde la ciudad de Córdoba a Fez, junto con sus dos hijos, R. Mošeh y R. David, su hermano”. Iba, además, una hermana de Maimónides, que el padre tuvo en segundas nupcias y de la que se desconoce el nombre. Ella se casó en Egipto y su hijo se convirtió en secretario privado de su tío.

La tesis de la permanencia de la familia Maimon en Córdoba hasta aproximadamente el año 1160, explicaría con claridad algunas referencias que se hallan en la obra de Maimónides en las que habla de su contacto y de su aprendizaje con algunos sabios musulmanes, entre ellos un discípulo de Avempace, según refiere en la Guía de perplejos: “Surgieron en al-Andalus varones muy versados en las matemáticas... Ŷābir b. Aflah de Sevilla, con cuyo hijo me relacioné, compuso un libro famoso sobre el tema [de Venus y Mercurio por encima del Sol]; y posteriormente, el eximio filósofo Abū Bakr b. al-Ṣā’ig, de uno de cuyos discípulos recibí lecciones, examinó la cuestión y formuló algunos argumentos” (II, 9). De ser cierta esta noticia, se confirmaría la formación cordobesa de Maimónides en las disciplinas racionales.

Aunque se ha dicho que no se sabe por qué acudieron a la ciudad de Fez, ciudad dominada por los almohades y, por consiguiente, sujeta a los mismos peligros que las ciudades andalusíes en lo que se refiere a la tolerancia hacia los judíos, la razón parece estar en el dato referido por el cronista granadino antes mencionado, esto es, en la existencia en esta ciudad de una notable escuela talmúdica, donde enseñaba el citado YÆhudah ha-Kohen ibn Šošan, con quien Maimónides completó su formación. Los años de Fez fueron años de estudio y de provecho y también de composición de obras, tarea que ya había comenzado con anterioridad. El mismo cronista granadino añade que esta relación entre el maestro y el discípulo no duró mucho tiempo, porque el gaón sufrió martirio, tras la muerte de ‘Abd al-Mu’min en 1163, porque sus sucesores recrudecieron las persecuciones contra los judíos. Su martirio hundió a los judíos de Fez en la confusión y en la consternación. Pronto se impuso la cruda realidad: o se convertían al Islam o tenían que abandonar la ciudad. Parece que la decisión fue tomada rápidamente. La familia Maimon decidió partir a los pocos días de la muerte de YÆhudah ha-Kohen, pero de una manera discreta.

Se ha escrito y se ha repetido muchas veces que fue entonces cuando se produjo la conversión de Maimónides al Islam. La narración se debe a dos historiadores árabes de la medicina y de los sabios, Ibn al-Qifṭī (muerto en 1248) e Ibn Abī Uṣaybi’a (muerto en 1270). El relato del primero es el siguiente: “Cuando ‘Abd al-Mu’min, el berebere que conquistó el Magreb, proclamó en el país sobre el cual reinaba la expulsión de los judíos y de los cristianos, les fijó un término y les estipuló que quien se convirtiera al Islam allí donde se encontrara podría conservar sus medios de subsistencia y tendría los mismos derechos y deberes que un musulmán. Pero el que continuara con la religión de su comunidad debía o bien partir antes del término fijado, o bien estaría expuesto, al acabar ese término, a la muerte y a la destitución de sus bienes. Cuando este decreto fue proclamado, los que tenían pocos bienes y familia se marcharon; pero quienes tenían grandes posesiones y quienes no querían separarse de su familia se mostraron convertidos al Islam, pero disimulaban su infidelidad. Mūsā b. Maymūn estuvo entre ellos y permaneció en la ciudad. Cuando mostraba las apariencias del Islam, se limitaba a manifestar las partes externas del Islam, a saber la lectura del Corán y la oración. Continuó comportándose de esta manera hasta que se le presentó la ocasión para partir, después de un período en el que se preparó y que fue apto para facilitarle este viaje. Partió de al-Andalus para Egipto con su familia, se estableció en la villa de Fustāt entre los judíos, manifestó entonces su religión judía y habitó en un barrio llamado al-Massīsa. Para vivir, comerciaba con piedras preciosas y otras cosas semejantes”. El relato de Ibn Abī Uṣaybi’a confirma esta versión diciendo que cuando vivía en el Magreb se convirtió al Islam, sabiéndose de memoria el Corán y ocupándose del Fiqh, aunque cuando llegó a El Cairo renegó de la religión islámica: “Se dice que Mūsā b. Maymūn se había convertido al Islam cuando residía en el Magreb, que se había aprendido de memoria el Corán y que había estudiado el derecho musulmán, pero que cuando llegó a Egipto abjuró del Islam”. Ibn al-Qifṭī añade otro dato más: “Al final de su vida, Ibn Maymūn fue denunciado por un alfaquí que había llegado a Egipto. Se encontró con Ibn Maymūn, discutió con él por el hecho de que se había convertido al Islam durante su estancia en al-Andalus. Lo difamó mucho, pero ‘Abd al-Raḥmān b. ‘Alī al-Fāḍil le protegió diciéndole: ‘Cuando un hombre es obligado, su religión islámica no es válida jurídicamente’”.

No hay ningún otro elemento que permita suponer esta conversión al Islam, que ha sido apoyada, sin embargo, por notables estudiosos desde el siglo XIX. De lo que sí hay pruebas es de que siempre actuó conforme a su fe judaica, y que pudo actuar de acuerdo con lo que sostiene en su Carta de la conversión forzosa o Epístola de la apostasía, escrita quizá en Fez en 1160 o 1161, poco después de la carta que sobre la misma cuestión había compuesto su padre. En ella afirma sin la menor sombra de duda que en caso de que en un determinado país tengan lugar duras persecuciones religiosas y se corra el riesgo de una conversión forzosa, es necesario abandonar ese lugar apresuradamente y encontrar otra comarca donde se garantice la libertad de culto. No parece, pues, que hubiera conversión forzosa en el caso de Maimónides y sí un nuevo exilio.

En 1165, tras la ejecución de su maestro ibn Šošan, la familia Maimon abandonó Fez y embarcó en Ceuta para dirigirse a Palestina, con el fin de establecer su residencia aquí. Desembarcaron en la ciudad de San Juan de Acre, donde fueron recibidos por el Rabí Yafet b. Eliahu y donde permanecieron durante cinco meses con la escasa comunidad judía allí existente y donde Maimónides se entregó a interesantes observaciones referentes a prácticas judías distintas de las habituales entre los sefardíes, a la diferente pronunciación del hebreo y a las preparaciones medicinales propias de este región mediterránea.

Palestina se hallaba bajo dominio cruzado en aquel entonces. Los judíos encontraban dificultades numerosas para dirigirse a Jerusalén. A pesar de ello, Rabí Maimon b. Yosef quiso ir con sus hijo a rezar ante el muro del Templo de Jerusalén, “pequeña ciudad fortificada bajo tres murallas y con muchos habitantes”, según Benjamín de Tudela, que la visitó unos años después que Maimónides. Después pasaron por Hebrón, para visitar la tumba de los Patriarcas. De vuelta a Acre, intentaron aclimatarse a Palestina. El padre confió el negocio de piedras preciosas a su hijo David, mientras que Maimónides proseguía sus estudios con su padre. Pero la vida en Tierra Santa era muy dura, tanto por las difíciles condiciones económicas en que debían vivir los judíos como por la inseguridad y los disturbios provocados por los cruzados.

En Egipto, en cambio, las circunstancias eran distintas. El país estaba regido por la dinastía fatimí, tolerante desde el punto de vista religioso. Aunque el país había sufrido diversos desórdenes, acababa de ser pacificado por la presencia del Ejército turco-kurdo enviado por el Soberano de Alepo, Nūr al-Dīn, en 1164. El Ejército estaba mandado por Sirkuh, cuyo sobrino, Salaḥ al-Dīn, Saladino, llegaría a ser nombrado visir a la muerte de su tío, en 1169. La familia Maimon decidió entonces trasladarse a Egipto. Se dirigieron a Alejandría, a donde arribaron en 1166, ciudad grande, “centro de comercio de todos los pueblos”, como la describía Benjamín de Tudela. A poco de llegar, murió Rabi Maimon. Desde allí Maimónides se trasladó en ese mismo año a Fustāt, vieja población en las afueras de El Cairo, donde fijó definitivamente su residencia hasta su muerte.

En un naufragio en el Índico, ocurrido quizá en 1171 o 1173, murió su hermano David, quien se encargaba del sustento de la familia. Esta muerte le produjo una gran depresión y se sintió enfermo, según su propia narración, en carta escrita al rabí Yafet b. Eliahu de Acre: “En Egipto fui víctima de serios reveses. Caí enfermo y perdí muchos bienes. Además, delatores se confabularon contra mí. Pero el golpe más duro que sufrí y que me infligió el dolor más profundo de mi vida fue la desaparición en el océano Índico del hombre más perfecto y virtuoso. Supe la triste nueva un año después de los hechos y hube de luchar contra la fiebre y la desesperación. Hace más de ocho años que han pasado de estos hechos y aún me lamento, porque ¿dónde podré encontrar consuelo? ¿Quién podría consolarme? Mi hermano creció en mi regazo. Era mi hijo y mi discípulo. Era él quien trabajaba y ganaba el dinero que me permitía quedarme en casa estudiando... Mi única alegría era verle. Toda mi alegría ha desaparecido. Siempre que veo su letra o alguno de sus libros, me da un vuelco el corazón y el dolor despierta de nuevo en mí”. Maimónides hubo de quedar entonces al frente de la familia, compuesta por sus hermanas, una de las cuales casó con Abū l-Ma‘āli ‘Uzziel, judío que ocupaba un importante puesto en la Corte de Saladino, la viuda y la hija de su hermano. No se sabe si por estas fechas ya se había casado Maimónides, pues su hijo Abraham nació bastante más tarde.

Una de las posibles causas por las que abandonó Alejandría pudo ser la fuerte presencia de doctrina caraíta en la comunidad judía de esa ciudad. Se trataba de una doctrina que despreciaba la ley oral, el Talmud y el conjunto de prescripciones rabínicas. Era una doctrina que encontraba apoyo en los dirigentes musulmanes de Egipto, en la creencia de que se encontraban mucho más cerca del Islam que de los judíos que seguían las leyes talmúdicas, porque habían introducido prácticas religiosas musulmanas. Al rechazar la halaja rabínica, la regla normativa judía, los caraítas ponían en peligro el desarrollo armonioso del judaísmo en Egipto. Pero esta comunidad estaba también presente en El Cairo, por lo que, cuando llegó allí, Maimónides se propuso unificar los ritos de la comunidad judía y sintió la necesidad de escribir un comentario a la Mišná y su gran Misné Tora. Se enfrentó a Zuta, nagid o jefe espiritual de la comunidad, individuo poco recomendable, según un testimonio de la época, que se apoyaba en los caraítas. Hacia 1171 y a propuesta de su comunidad, Maimónides fue nombrado “Jefe de los Judíos” (ra’īs al-Yahūd, Roš ha-Yehudim), aunque rechazó ser investido oficialmente de la dignidad de nagid. No ostentó nunca este título, pero asumió plenamente las responsabilidades que el cargo implicaba. Desempeñó el puesto con decisión y actuando como un hombre que no dudaba en preocuparse hasta de los detalles más insignificantes.

También se sabe que para hacer frente a los gastos de subsistencia de la familia comenzó a dedicarse a la práctica de la medicina. Como hombre de ciencia, rechazaba la práctica de la medicina frecuente en su época en la que se apelaba a remedios irracionales, mágicos y supersticiosos. Él recomendaba, en cambio, el uso de medicamentos racionales y simples, pensando que no debía torcerse la mano de la naturaleza. Incluso reconocía la importancia que tiene la buena salud mental para el remedio de las enfermedades. En la Mišné Tora expone un tratado de higiene de vida que eleva al rango de norma religiosa. Prescribía evitar los abusos en el comer y el beber, como norma para alcanzar una buena salud física, aconsejando incluso quedarse con hambre al abandonar la mesa. Señalaba la bondad del vino y de las bebidas fermentadas tomadas con moderación para los adultos, pero desaconsejadas para los niños. Recomendaba dormir ocho horas y levantarse al alba, pero rechazaba dormir durante el día. Exhortaba al trabajo y al ejercicio físico como medios para alejar las enfermedades graves. Y pedía mantener una higiene sexual muy estricta antes que una vida disoluta, causa de la muerte de la mayoría de los hombres, según afirmaba. En suma, advertía que la vida corporal, con sus placeres y gozos, debía estar subordinada a la vida del alma, a las reglas que rigen la conducta de ésta, verdaderas reguladoras de la vida corpórea:
“Sólo quienes tomen las reglas morales de la religión y de la filosofía llegarán a controlarse y a asegurar para su espíritu una cierta libertad”.

Debió de ser tal su fama como médico, que hacia el año 1185 el visir Saladino, el cadí al-Fāḍil al-Baysāmī le nombró médico personal, cargo que luego ejercería para el hijo de Saladino, al-Afḍal Nūr al-Dīn. Compuso escritos de medicina que dedicó a estos dos personajes. Todas sus obras de medicina gozaron de una amplia difusión en medios culturalmente muy diversos. Especialmente dotado para la medicina, para la que era preciso tener unas grandes dotes de observación, así como un correcto conocimiento científico, Maimónides señalaba la dificultad de esta ciencia en carta a su discípulo Yosef ben Yehudá, diciéndole lo siguiente: “Consumo permanentemente el día en El Cairo, en la visita de los enfermos. Cuando regreso a Fustāt, a lo más me contento, en lo que queda del día y de la noche, con leer algo buscado por mí en los libros de medicina. Tú sabes qué amplia es esta disciplina y qué difícil es para un hombre consciente y responsable, porque yo no quiero proferir ningún juicio si no conozco previamente las razones, por qué se dice y cuál es el camino de la analogía en aquel ámbito” (trad. de C. del Valle).

Esta alusión a sus tareas cotidianas, nos llevan a la última referencia a su vida: se entregaba diariamente a sus deberes médicos en la Corte hasta el mediodía, a sus pacientes particulares, judíos y no judíos, por la tarde en su casa, tomando sólo un refrigerio para mantenerse, única comida que hacía en todo el día, hasta llegar la noche en que apenas podía hablar de pura extenuación, según su propio relato en carta a Šĕmuel ben Tibbón, en la que se halla el siguiente pasaje autobiográfico: 
“Resido en Fustāt, mientras que el sultán habita en El Cairo... En resumen, cada día tengo que subir a El Cairo de madrugada y cuando allí ya no hay ningún obstáculo y no hay ninguna novedad, regreso a Fustāt después de mediodía. Bajo ningún concepto llego antes. Lego hambriento y todos los vestíbulos están llenos de gente, de gentiles y de judíos, gente importante y gente sencilla, jueces y guardias, amigos y enemigos, una gran mezcolanza, que esperan el momento de mi retorno. Desciendo de la bestia, me lavo las manos y voy hacia ellos para calmarlos, saludarlos y pedirles que tengan la bondad de esperarme hasta que coma un pequeño bocadillo, salgo luego para atenderlos y les prescribo recetas y fórmulas para la curación de sus enfermedades. La entrada y salida [de los pacientes] dura hasta la noche. A veces, lo aseguro solemnemente, hasta pasadas dos horas de la noche o más, conversando con ellos, dándoles prescripciones, hablando, mientras que yo estoy recostado sobre la espalda a causa del gran cansancio. Cuando entra la noche yo me encuentro en el extremo de mis fuerzas hasta el punto que apenas puedo hablar... Éste es el ritmo de mi día. Pero sólo te he referido un poco de lo que verás si llegas a venir con la ayuda de Dios” (trad. de C. del Valle).

Así fue su vida hasta que murió en noviembre, según unas fuentes, o en diciembre, según otras, del año 1204. Fue enterrado en Tiberíades, según deseo que había expresado antes de morir. Maimónides se consideró toda su vida un sefardí, un judío inserto en la tradición cultural del hebraísmo hispano, tan impregnado de cultura árabe.

 

Obras de: ~: Tratado sobre el calendario judío, s. l., c. 1156; Tratado de lógica, s. l., c. 1158; Carta sobre la conversión forzosa, s. l., 1161-1162; Los trece principios, s. l., 1168 ant.; Los ocho capítulos, s. l., c. 1168; Luminar o Comentario a la MiŠná, s. l., 1168; Carta a los judíos del Yemen, s. l., 1172; Libro de los preceptos, s. l., 1180 ant.; MiŠné Torá, s. l., 1180; Sobre la unidad de Dios, Sobre la felicidad y Guía de perplejos, s. l., c. 1190; Epístola sobre la resurrección de los muertos, s. l., 1191; Carta a los rabinos de Montpellier sobre la astrología, s. l., c. 1194; Aforismos médicos de MoŠé, s. l., s. f.; Tratado sobre el asma, s. l., s. f.; Tratado sobre los venenos, s. l., s. f.; Tratado sobre las hemorroides, s. l., s. f.; Comentario a los aforismos de Hipócrates, s. l., s. f.; Comentario de los libros de Galeno y Comentario sobre los nombres de las drogas, s. l., s. f.; Escribió, además, numerosas cartas y epístolas (eds. Sobre el Mesías. Carta a los judíos del Yemen. Sobre astrología. Carta a los judíos de Montpellier, notas biográficas, intr., trad. y notas por J. Targarona Borrás, Barcelona, Riopiedras Ediciones, 1987; Cinco Epístolas, intr., trad. y notas por M. J. Cano y D. Ferre, Barcelona, Riopiedras Ediciones, 1988; Cartas y testamento, ed. preparada por C. del Valle, Córdoba, Publicaciones de Cajasur, 1989; Traité de logique, trad., present. y notas de R. Brague, París, Desclée de Brouwer, 1996).

 

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Itsukushima Shrine.

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