Etim- Del chino Shunto, camino de los dioses. El sintoismo, es la religión nacional del Japón, (神道 shintō), a veces llamado shintoísmo, es el nombre de la religión original, nativa de Japón.
Con el nombre de sintonismo se designa en castellano a la religión étnica particular y tradicional del Japón. La palabra procede del chino Shin-tao o Shintó, en japonés Kami-nagarano-michi, «el Camino de los Kami» o «el Camino divino».
Esta forma religiosa no tiene fundador, ni dogmas, ni código moral precisos; su comprensión para el occidental es difícil, porque es al mismo tiempo menos que una religión, aunque contenga elementos religiosos, y más que una religión, mejor dicho, algo distinto de una religión; en suma, una mezcla de elementos religiosos y otros varios de diversa índole. Desde millares de años el sintonismo ha venido siendo fuente y reflejo de la inspiración espiritual del Japón y del comportamiento de los japoneses; ha tenido un papel importante no solamente en lo que se refiere a las actividades religiosas, sino también en cuanto a la organización social y a la postura frente a los problemas de la vida, ya sean de tipo privado o público.
Es más una actitud sagrada que una religión, y las diversidades de pensamiento dentro del sintonismo y las indefinidas variaciones del ritual confirman este carácter.
El término Shinto se refiere también a las actividades desarrolladas por los japoneses para venerar a todas las deidades del cielo y la tierra; su origen se remonta a los comienzos del Japón. Es considerada la religión originaria de Japón, un culto popular que puede describirse como una forma sofisticada de animismo naturalista con veneración a los antepasados, profundamente identificada con la cultura japonesa.
En un principio, esta religión étnica, indígena no tenía nombre; tras la introducción del budismo en Japón (durante el siglo VI), desde Corea. Una de las denominaciones que recibió fue Butsudo, que significa "la Vía del Buda". A fin de poder diferenciar el budismo de la religión nativa, ésta pronto llegó a ser conocida por el nombre de shinto.
Este nombre, Shin-to, procede de una antigua palabra china que significa El camino de los Dioses. Los japoneses escogieron utilizar un nombre chino para su religión porque en ese tiempo (hace más de un milenio), el chino era la única lengua que tenía escritura en Japón, ya que no se había desarrollado aún la escritura de su propio idioma. La frase que significa Shinto en japonés es Kami no michi.
La primera vez que aparece la palabra shintó para designar la religión original de los japoneses es en el Nihongi o Nihonshoki (anales japoneses terminados en el 720 d. C.), en la crónica que hace del emperador Yó-mei (519-687); en su origen no se le designaba con un nombre especial.
Cuando se introdujeron y comenzaron a difundirse en el Japón el confucianismo y sobre todo el budismo (llamado buppó, «ley de Buda», o butsudó, «camino de Buda»), se llamó shinió a la religiosidad tradicional, para diferenciarla de aquéllas.
Literalmente significa «camino (tó) de los dioses (shin) », y, como buppó y butsudó, es palabra chino-japonesa tomada probablemente de la literatura china arcaica.
La primera vez que aparece la palabra shintó para designar la religión original de los japoneses es en el Nihongi o Nihonshoki (anales japoneses terminados en el 720 d. C.), en la crónica que hace del emperador Yó-mei (519-687); en su origen no se le designaba con un nombre especial.
Cuando se introdujeron y comenzaron a difundirse en el Japón el confucianismo y sobre todo el budismo (llamado buppó, «ley de Buda», o butsudó, «camino de Buda»), se llamó shinió a la religiosidad tradicional, para diferenciarla de aquéllas.
Literalmente significa «camino (tó) de los dioses (shin) », y, como buppó y butsudó, es palabra chino-japonesa tomada probablemente de la literatura china arcaica.
SintoísmoDefinición de RAE
Del jap. shintō 'sintoísmo', y este del chino medio dźjen 'espíritu' y dâu 'camino', 'método', e -ismo.m. Religión tradicional japonesa, de carácter politeísta.
Origen histórico.
Es más una actitud sagrada que una religión, y las diversidades de pensamiento dentro del sintonismo y las indefinidas variaciones del ritual confirman este carácter.
Incluye la adoración de los kami o espíritus de la naturaleza. Algunos kami son locales y son conocidos como espíritus o genios de un lugar en particular, pero otros representan objetos naturales mayores y procesos, por ejemplo, Amaterasu, la diosa del Sol.
El origen.
Las religiones originarias de varios países asiáticos conservan patrones similares, como en China, Japón y Corea con respecto a los elementos de culto a los antepasados. Esto se debe a que sus conceptos parten de que el alma o esencia también permanece ligada al cuerpo después de la muerte o puede permanecer cerca de él, y tal vez pueda volver como demonio o fantasma para hacer daño a los humanos si no se le presentan ofrendas y una cierta veneración.
Estos conceptos se ligan íntimamente con el tipo de vida originada a través del trabajo agricultor del pueblo ya que Japón fue explotado por colonos vinculados que vivieron en dependencia de las fuerzas de la naturaleza y ciclos de las estaciones, sobre los cuales se consideraba que se podía influir de modo beneficioso dominándolos mediante la magia y el rito.
Los humanos, deseosos de alcanzar la posesión de la fuerza mágica causante de rendimientos productivos con la naturaleza, idearon una serie de prácticas que se realizan por medio de chamanes y posteriormente mediante los emperadores.
Las creencia.
El shintoísmo afirma la existencia de divinidades o seres espirituales (kami) que pueden encontrarse en la naturaleza o en niveles superiores de existencia. Este término, que constituye el concepto central del culto, llegó a aplicarse a cualquier fuerza sobrenatural o dios, como los dioses de la naturaleza, hombres sobresalientes, antepasados deificados o hasta "deidades que representan ciertos ideales o simbolizan un poder abstracto" (The Encyclopedia of Religion).
Aunque el término Yaoyorozu-nokami significa literalmente "ocho millones de dioses", se utiliza para referirse a "muchos dioses", pues la cantidad de deidades de la religión sintoísta aumenta constantemente. Los japoneses, como hijos de los espírtitus o kami, tienen ante todo una naturaleza divina. Por consiguiente, de lo que se trata es de vivir en armonía con los kami (jp: (神)), y así uno podrá disfrutar de su protección y aprobación. Es importante también señalar la existencia de fantasmas japoneses y otros seres mitológicos en su panteón, denominados Tenghu o Tengu.
Existen pocos textos sagrados como el (Kojiki - Nihongi)
El Sintoísmo no posee una deidad única ni predominante, ni reglas establecidas para la oración, aunque sí cuenta con narraciones míticas que explican el origen del mundo y de la humanidad, templos y festivales religiosos a los que acuden millares de personas en fechas señaladas. Aunque el sintoísmo no se basa en dogmas o en una teología compleja, a los japoneses les ha dado un código de valores prácticos, ha moldeado sus comportamientos y determinado su forma de pensar. Existen templos donde se puede adorar a las diferentes deidades cuando se siente la necesidad de hacerlo.
El sintoísmo fue utilizado como ideología legitimizante durante la fase militar de la historia japonesa reciente, es decir como base de la divinidad y superioridad del pueblo japonés; y fue considerado la religión del Estado hasta 1945.
No hay en el sintoismo un libro sagrado propiamente dicho; existe una literatura importante sobre las enseñanzas del sintoismo., cuyo conjunto se llama Shinten, pero no tienen consideración de algo sagrado en el sentido de revelado o de sobrenatural.
Entre esos textos se puede citar el Kojíki (La narración de las cosas antiguas) fechado en el 712 d. C.; describe la historia de la tierra hasta el a. 628 según las tradiciones japonesas; existen dos traducciones inglesas realizadas por Basil Hall Chamberlain y por Shunji Inoue.
Otro texto venerado es el Nihongi (Crónicas o anales del Japón), fechado en el a. 720 d. C., escrito en chino y dos veces más voluminoso que el Kojiki; existe una traducción inglesa de W. George Aston. Hay otros textos de leyes, de comentarios, de- leyendas, de historias, de literatura, de oráculos y de enseñanzas.
Se pueden citar como muy interesantes los Norito, que son las palabras mágicas, las salmodias sagradas y oraciones a los dioses del sintoismo; estas fórmulas rituales son todavía en gran parte secretas y parecen muy antiguas; ciertos autores las fechan en el siglo I a. C.; están contenidas en una sección del Engishiki, compilación de las reglas del siglo X d. C.
En su conjunto, el sintoismo es la expresión, decantada a través de siglos, de una religiosidad natural, con las lógicas evoluciones y añadiduras en su formulación, ritos, etc. En lo esencial, el s. es un ejemplo de las llamadas «religiones primitivas», propias de los pueblos culturales de la más remota antigüedad y de los pueblos primitivos hoy existentes, con la peculiaridad de que ha permanecido, incluso con carácter oficial y legal, en un pueblo moderno como el japonés; y ello es una muestra del valor tanto del sintoismo como del pueblo japonés. En la historia y ciencia de las religiones, por «religión primitiva» se entiende una religión que contiene o conserva con más o menos pureza los elementos permanentes de la religiosidad natural humana, no deformada o poco deformada por elementos mitológicos, mágicos u otras aberraciones morales o rituales.
En lo esencial del sintoismo se encuentra una cierta tendencia monoteísta, al menos en su origen, como parece desprenderse de la consideración del Dios supremo Ame-no-minaka-nushi, y también en tiempos modernos, en los que han ido perdiendo importancia dioses animales y de la naturaleza y haciéndose más claro el monoteísmo, con cierta influencia cristiana, todavía pequeña; hay un cierto conocimiento de la creación, y de la inmortalidad del alma, con un culto o veneración por los antepasados; el culto divino esencialmente consta de oraciones, ofrendas y purificaciones por los pecados; la moral se basa en gran medida en llevar una vida conforme con la voluntad divina; etc. Todo ello, como es lógico, muy ligado con la vida familiar y social. Poco a poco aparecieron también deformaciones politeístas, mitologías, algunas prácticas mágicas, adivinatorias y supersticiosas, etc., con arraigo variable.
Los Kami: Los dioses, seres y poderes superiores.
Los libros sagrados.
Entre esos textos se puede citar el Kojíki (La narración de las cosas antiguas) fechado en el 712 d. C.; describe la historia de la tierra hasta el a. 628 según las tradiciones japonesas; existen dos traducciones inglesas realizadas por Basil Hall Chamberlain y por Shunji Inoue.
Otro texto venerado es el Nihongi (Crónicas o anales del Japón), fechado en el a. 720 d. C., escrito en chino y dos veces más voluminoso que el Kojiki; existe una traducción inglesa de W. George Aston. Hay otros textos de leyes, de comentarios, de- leyendas, de historias, de literatura, de oráculos y de enseñanzas.
Se pueden citar como muy interesantes los Norito, que son las palabras mágicas, las salmodias sagradas y oraciones a los dioses del sintoismo; estas fórmulas rituales son todavía en gran parte secretas y parecen muy antiguas; ciertos autores las fechan en el siglo I a. C.; están contenidas en una sección del Engishiki, compilación de las reglas del siglo X d. C.
En su conjunto, el sintoismo es la expresión, decantada a través de siglos, de una religiosidad natural, con las lógicas evoluciones y añadiduras en su formulación, ritos, etc. En lo esencial, el s. es un ejemplo de las llamadas «religiones primitivas», propias de los pueblos culturales de la más remota antigüedad y de los pueblos primitivos hoy existentes, con la peculiaridad de que ha permanecido, incluso con carácter oficial y legal, en un pueblo moderno como el japonés; y ello es una muestra del valor tanto del sintoismo como del pueblo japonés. En la historia y ciencia de las religiones, por «religión primitiva» se entiende una religión que contiene o conserva con más o menos pureza los elementos permanentes de la religiosidad natural humana, no deformada o poco deformada por elementos mitológicos, mágicos u otras aberraciones morales o rituales.
En lo esencial del sintoismo se encuentra una cierta tendencia monoteísta, al menos en su origen, como parece desprenderse de la consideración del Dios supremo Ame-no-minaka-nushi, y también en tiempos modernos, en los que han ido perdiendo importancia dioses animales y de la naturaleza y haciéndose más claro el monoteísmo, con cierta influencia cristiana, todavía pequeña; hay un cierto conocimiento de la creación, y de la inmortalidad del alma, con un culto o veneración por los antepasados; el culto divino esencialmente consta de oraciones, ofrendas y purificaciones por los pecados; la moral se basa en gran medida en llevar una vida conforme con la voluntad divina; etc. Todo ello, como es lógico, muy ligado con la vida familiar y social. Poco a poco aparecieron también deformaciones politeístas, mitologías, algunas prácticas mágicas, adivinatorias y supersticiosas, etc., con arraigo variable.
Los Kami: Los dioses, seres y poderes superiores.
Para comprender el sintoismo es esencial el estudio del concepto del Kami, o shinmei, que está en su base. Kami tiene un significado polivalente: se traduce por dioses, pero tiene también el significado de algo superior, de potencia sobrehumana, de una entidad sagrada.
El Kami es invisible en nuestra conciencia normal, pero ejerce su influencia sobre nuestro universo y se le debe ofrecer culto. Reside en objetos naturales o en otros hechos por la mano del hombre: montaña, árbol, animal, roca, relámpago, espada, espejo; ese objeto es como soporte material del Kami, potencia invisible, oculta, sagrada que reside en él.
El número de los Kami es infinito; todo lo que tiene un carácter extraño, eminente, peligroso o mágico es Kami: los emperadores; los hombres potentes, ilustres, los genios humanos excepcionales, los grandes guerreros, todos llegan a ser Kami después de su muerte.
En el sintoismo hay una división clásica entre los Kami celestes, Ama-tsu-kami, y los Kami terrestres, Kuni-tsu-kami; las interpretaciones actuales afirman que los Kami terrestres conservan la tierra en su estado actual y la protegen contra las influencias hostiles, y los Kami celestes traen a la tierra las influencias divinas. Por otra parte, en el culto, el concepto de Kami es a veces impreciso; el mismo Kami tiene nombres distintos y, al contrario, un solo nombre puede designar a varios Kami adorados colectivamente; un Kami puede ser uno o varios, de acuerdo con los templos. Se han intentado varias clasificaciones de los Kami del s.; una les divide en cuatro clases: los Kami de la tierra, los dioses, los hombres ilustres y los Kami del universo.
Existen Kami malvados, inferiores, demoniacos, los ashiki-Kami, espíritus de apariencia terrorífica, con cuerpo semi-humano y grandes poderes; se les llama Oni. Según algunos escritores japoneses, los Kami simbolizan e individualizan las fuerzas vitales que animan el universo; son, a la vez, las fuentes de la vida humana y las de la vida de toda la naturaleza, de todo el cosmos.
En este polivalente uso de la palabra kami quizá haya, en parte, imprecisión o falta de vocabulario. Según el Kokiji, la jerarquía de los Kami, dioses y seres superiores, es la siguiente, de acuerdo con el orden de creación del universo: en primer lugar está el Kami dueño del centro del cielo, Ame-no-minaka-nushino-kami; después, la dualidad primordial de la creación que recuerda al yin y al yang del taoísmo chino, los Kami que representan los aspectos masculino y femenino del cosmos. Viene después la pareja de los Kami creadores de la tierra y de todo lo que contiene, así como de los otros Kami: el dios Izanagi-no-mikoto y la diosa Izanamino-mikoto.
Entre sus numerosos hijos podemos citar a los Kami del viento, del mar, de las montañas y del fuego, cuyo nacimiento provocó la muerte de su madre, Izanami. De su cadáver nació el Kami del agua. Izanagi intentó reunirse con su mujer en los infiernos, pero no lo logró, y, estando impuro por este viaje, tuvo que purificarse legalmente.
De las lustraciones nacieron muchos Kami, entre los cuales hay dos muy especializados que tienen un papel importante en el culto del sintoismo.: Amaterasu-ó-mikami, la diosa del sol que ocupa ahora el primer puesto en el panteón del sintoismo., y su hermano Susano-wo-no-mikoto; la lucha entre ellos va a ocupar gran parte de la mitología del sintoísmo.
El Dios supremo, Ame-no-minaka-nushi, sin embargo, no tiene padre, madre, mujer o hijos, no está antropomorfizado, no tiene mitología, ni tiene culto ritual organizado. Susano-wo fue encargado por su padre de gobernar la tierra, mientras que su hermana dirigía el cielo; Susanowo buscó a su hermana, de quien estaba enamorado, con tanto empeño, que Amaterasu tuvo que esconderse en una caverna, de donde los otros Kami tuvieron muchas dificultades para sacarla.
Vuelto a la tierra, Susano-wo tuvo muchos hijos, muchos Kami, algunos de los cuales tienen numerosos santuarios: p. ej., Kami de la agricultura, de la alimentación. Por fin, y después de la pacificación de la tierra, los Kami celestes pudieron bajar y tomar posesión de ella. A su cabeza estuvo el príncipe Ninigi, nieto de Amaterasu, la diosa del sol; entre las dos esposas del príncipe se contaba Kono-hana-saku-ya-hime, que llegó a ser la diosa del monte Fujiyama, la montaña más sagrada del Japón.
Uno de sus hijos se casó con una hija del Kami del mar; la hermana de esa hija, Tama-yorihime, tuvo un hijo, Jimmu-tennó, que fue el primer emperador terrestre del Japón. Empieza entonces la larga lista de los Kami «históricos», emperadores, hombres ilustres, de grandes virtudes y devoción a la patria; son también Kami las familias importantes y las personas de valor extraordinario que merecen este homenaje popular. Los grandes soldados muertos por la defensa del Japón son Kami; el templo sinto (o mejor dicho, shintó) de Yasukuni-jinja de Tokio recuerda la memoria de todos los japoneses muertos durante las guerras. Los Kami no son ni omnipotentes ni omniscientes; cada uno dispone de ciertos poderes, shintoku, una cierta especialización en los poderes sobrehumanos.
En el año 1945, los americanos obligaron al emperador del Japón a firmar una declaración en la cual afirmaba que no era divino; es difícil decir si esta decisión política ha tenido efectos religiosos en el pueblo; de hecho no parece que haya afectado al sintoismo como tal, aunque se suprimió exteriormente todo culto al emperador. Se puede decir que esta decisión política ocasionó un choque muy fuerte en la nación, pero no cambió los conceptos arraigados en la cultura japonesa desde hacía más de 2.000 años.
Ello quizá sea una muestra más de que en el sintoismo el culto al emperador no sea estrictamente el culto a un dios, sino más bien el reconocimiento de una autoridad social, considerada necesaria, en la que se concentran todos los poderes, como en tantos otros pueblos y religiones (fuera del cristianismo, sobre todo en las religiones primitivas y naturales, no es habitual distinguir el poder civil o temporal y el religioso o espiritual). Sobre todo a partir del siglo VII se concentró en el emperador todo el poder que, hasta entonces, había estado más repartido entre los jefes de cada sippe (conjunto de familias descendientes de un mismo antepasado).
El culto al emperador tiene mucho de aceptación y reconocimiento de la autoridad, síntesis del culto y veneración también dados a los jefes de las sippes y a los antepasados, a lo que en ocasiones se añadió una cierta divinización de su detentador, a veces en vida, pero sobre todo a su muerte, semejante a la del culto a los héroes y a las apoteosis del antiguo mundo grecorromano.
El Kami es invisible en nuestra conciencia normal, pero ejerce su influencia sobre nuestro universo y se le debe ofrecer culto. Reside en objetos naturales o en otros hechos por la mano del hombre: montaña, árbol, animal, roca, relámpago, espada, espejo; ese objeto es como soporte material del Kami, potencia invisible, oculta, sagrada que reside en él.
El número de los Kami es infinito; todo lo que tiene un carácter extraño, eminente, peligroso o mágico es Kami: los emperadores; los hombres potentes, ilustres, los genios humanos excepcionales, los grandes guerreros, todos llegan a ser Kami después de su muerte.
En el sintoismo hay una división clásica entre los Kami celestes, Ama-tsu-kami, y los Kami terrestres, Kuni-tsu-kami; las interpretaciones actuales afirman que los Kami terrestres conservan la tierra en su estado actual y la protegen contra las influencias hostiles, y los Kami celestes traen a la tierra las influencias divinas. Por otra parte, en el culto, el concepto de Kami es a veces impreciso; el mismo Kami tiene nombres distintos y, al contrario, un solo nombre puede designar a varios Kami adorados colectivamente; un Kami puede ser uno o varios, de acuerdo con los templos. Se han intentado varias clasificaciones de los Kami del s.; una les divide en cuatro clases: los Kami de la tierra, los dioses, los hombres ilustres y los Kami del universo.
Existen Kami malvados, inferiores, demoniacos, los ashiki-Kami, espíritus de apariencia terrorífica, con cuerpo semi-humano y grandes poderes; se les llama Oni. Según algunos escritores japoneses, los Kami simbolizan e individualizan las fuerzas vitales que animan el universo; son, a la vez, las fuentes de la vida humana y las de la vida de toda la naturaleza, de todo el cosmos.
En este polivalente uso de la palabra kami quizá haya, en parte, imprecisión o falta de vocabulario. Según el Kokiji, la jerarquía de los Kami, dioses y seres superiores, es la siguiente, de acuerdo con el orden de creación del universo: en primer lugar está el Kami dueño del centro del cielo, Ame-no-minaka-nushino-kami; después, la dualidad primordial de la creación que recuerda al yin y al yang del taoísmo chino, los Kami que representan los aspectos masculino y femenino del cosmos. Viene después la pareja de los Kami creadores de la tierra y de todo lo que contiene, así como de los otros Kami: el dios Izanagi-no-mikoto y la diosa Izanamino-mikoto.
Entre sus numerosos hijos podemos citar a los Kami del viento, del mar, de las montañas y del fuego, cuyo nacimiento provocó la muerte de su madre, Izanami. De su cadáver nació el Kami del agua. Izanagi intentó reunirse con su mujer en los infiernos, pero no lo logró, y, estando impuro por este viaje, tuvo que purificarse legalmente.
De las lustraciones nacieron muchos Kami, entre los cuales hay dos muy especializados que tienen un papel importante en el culto del sintoismo.: Amaterasu-ó-mikami, la diosa del sol que ocupa ahora el primer puesto en el panteón del sintoismo., y su hermano Susano-wo-no-mikoto; la lucha entre ellos va a ocupar gran parte de la mitología del sintoísmo.
El Dios supremo, Ame-no-minaka-nushi, sin embargo, no tiene padre, madre, mujer o hijos, no está antropomorfizado, no tiene mitología, ni tiene culto ritual organizado. Susano-wo fue encargado por su padre de gobernar la tierra, mientras que su hermana dirigía el cielo; Susanowo buscó a su hermana, de quien estaba enamorado, con tanto empeño, que Amaterasu tuvo que esconderse en una caverna, de donde los otros Kami tuvieron muchas dificultades para sacarla.
Vuelto a la tierra, Susano-wo tuvo muchos hijos, muchos Kami, algunos de los cuales tienen numerosos santuarios: p. ej., Kami de la agricultura, de la alimentación. Por fin, y después de la pacificación de la tierra, los Kami celestes pudieron bajar y tomar posesión de ella. A su cabeza estuvo el príncipe Ninigi, nieto de Amaterasu, la diosa del sol; entre las dos esposas del príncipe se contaba Kono-hana-saku-ya-hime, que llegó a ser la diosa del monte Fujiyama, la montaña más sagrada del Japón.
Uno de sus hijos se casó con una hija del Kami del mar; la hermana de esa hija, Tama-yorihime, tuvo un hijo, Jimmu-tennó, que fue el primer emperador terrestre del Japón. Empieza entonces la larga lista de los Kami «históricos», emperadores, hombres ilustres, de grandes virtudes y devoción a la patria; son también Kami las familias importantes y las personas de valor extraordinario que merecen este homenaje popular. Los grandes soldados muertos por la defensa del Japón son Kami; el templo sinto (o mejor dicho, shintó) de Yasukuni-jinja de Tokio recuerda la memoria de todos los japoneses muertos durante las guerras. Los Kami no son ni omnipotentes ni omniscientes; cada uno dispone de ciertos poderes, shintoku, una cierta especialización en los poderes sobrehumanos.
La «deificación» de los emperadores.
Esta deificación, que fue una de las características de la cultura japonesa, puede resumirse así: el emperador era una especie de Ser Supremo, o su representante, en el cosmos japonés, del cual todo emana y en quien todo queda; era lo supremo en todas las cosas temporales y espirituales del Estado.
Descendía directamente de Amaterasu-ó-mi-kami por su nieto, el príncipe Ninigi, encargado de reinar sobre «la rica llanura de las hermosas espigas frescas de arroz», lo que justificaba su autoridad temporal y espiritual. Desde hace 2.600 años, por las venas de los emperadores del Japón corre la sangre de la diosa del sol, a través de una línea ininterrumpida y exclusiva de emperadores que recibieron las tres insignias del poder y ocuparon el trono.
El emperador era hijo del cielo, Ten-shin; simbolizaba la divinidad en forma humana, Aki-tsu-mi-kami, y la potencia sagrada que hace claro y transparente lo que es oscuro y turbio; era Tennó, el Soberano celestial; se le consideró como un Kami viviente, venerado y amado por su pueblo.
Eso explica el ritual religioso complicado que se seguía en el acceso al trono de un nuevo emperador, con ritos de purificación, entrega de las tres insignias del poder (shinki), y comida del arroz con su antepasado (el daijó-sai). Una de las tareas imperiales se llamaba iku-kuni, taru-kuni, es decir, desarrollar el país, su vitalidad, sus riquezas materiales y espirituales.
Esta deificación, que fue una de las características de la cultura japonesa, puede resumirse así: el emperador era una especie de Ser Supremo, o su representante, en el cosmos japonés, del cual todo emana y en quien todo queda; era lo supremo en todas las cosas temporales y espirituales del Estado.
Descendía directamente de Amaterasu-ó-mi-kami por su nieto, el príncipe Ninigi, encargado de reinar sobre «la rica llanura de las hermosas espigas frescas de arroz», lo que justificaba su autoridad temporal y espiritual. Desde hace 2.600 años, por las venas de los emperadores del Japón corre la sangre de la diosa del sol, a través de una línea ininterrumpida y exclusiva de emperadores que recibieron las tres insignias del poder y ocuparon el trono.
El emperador era hijo del cielo, Ten-shin; simbolizaba la divinidad en forma humana, Aki-tsu-mi-kami, y la potencia sagrada que hace claro y transparente lo que es oscuro y turbio; era Tennó, el Soberano celestial; se le consideró como un Kami viviente, venerado y amado por su pueblo.
Eso explica el ritual religioso complicado que se seguía en el acceso al trono de un nuevo emperador, con ritos de purificación, entrega de las tres insignias del poder (shinki), y comida del arroz con su antepasado (el daijó-sai). Una de las tareas imperiales se llamaba iku-kuni, taru-kuni, es decir, desarrollar el país, su vitalidad, sus riquezas materiales y espirituales.
En el año 1945, los americanos obligaron al emperador del Japón a firmar una declaración en la cual afirmaba que no era divino; es difícil decir si esta decisión política ha tenido efectos religiosos en el pueblo; de hecho no parece que haya afectado al sintoismo como tal, aunque se suprimió exteriormente todo culto al emperador. Se puede decir que esta decisión política ocasionó un choque muy fuerte en la nación, pero no cambió los conceptos arraigados en la cultura japonesa desde hacía más de 2.000 años.
Ello quizá sea una muestra más de que en el sintoismo el culto al emperador no sea estrictamente el culto a un dios, sino más bien el reconocimiento de una autoridad social, considerada necesaria, en la que se concentran todos los poderes, como en tantos otros pueblos y religiones (fuera del cristianismo, sobre todo en las religiones primitivas y naturales, no es habitual distinguir el poder civil o temporal y el religioso o espiritual). Sobre todo a partir del siglo VII se concentró en el emperador todo el poder que, hasta entonces, había estado más repartido entre los jefes de cada sippe (conjunto de familias descendientes de un mismo antepasado).
El culto al emperador tiene mucho de aceptación y reconocimiento de la autoridad, síntesis del culto y veneración también dados a los jefes de las sippes y a los antepasados, a lo que en ocasiones se añadió una cierta divinización de su detentador, a veces en vida, pero sobre todo a su muerte, semejante a la del culto a los héroes y a las apoteosis del antiguo mundo grecorromano.
una religión interesante, nativa de Japón
ResponderEliminarToda Religión tiene un origen. El Shintoismo se pierde en los orígenes de los tiempos, en los albores de la creación de Japón, el país del sol naciente. Es la religión de la Naturaleza, de los Kami, de antiguas deidades naturales de Japón, de montañas, de reinos sutiles y de reinos celestiales. La mitología japonesa es amplia y rica. Mitología llamada así por nosotros, pues ellos tienen sus sacerdotes y templos. Mitología les parece a ellos el cristianismo y los santos y el papá de Roma.
ResponderEliminarAñadir que Sintoísmo es una religión viva, que practica un elevado número de la población japonesa, que son un país con un alto grado de educación, de cultura, de avances tecnológicos, de longevidad, y de mayor riqueza per cápita del mundo.
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