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Libro de Proverbios, 8 20, de la Biblia. "Yo camino por la senda de la justicia, por los senderos de la equidad."

martes, 17 de julio de 2012

98.-Marco Tulio Cicerón.-a

 Biografía.


Busto.



(Arpino, actual Italia, 106 a.C.-Formies, id., 43 a.C.) Orador, político y filósofo latino. Perteneciente a una familia plebeya de rango ecuestre, desde muy joven se trasladó a Roma, donde asistió a lecciones de famosos oradores y jurisconsultos y, finalizada la guerra civil (82 a.C.), inició su carrera de abogado, para convertirse pronto en uno de los más famosos de Roma.
Posteriormente, se embarcó rumbo a Grecia con el objetivo de continuar su formación filosófica y política. Abierto a todas las tendencias, fue discípulo del epicúreo Fedro y del estoico Diodoto, siguió lecciones en la Academia y fue a encontrar a Rodas al maestro de la oratoria, Molón de Rodas, y al estoico Posidonio.
De vuelta en Roma, prosiguió su carrera política, y en el lapso de trece años consiguió las más altas distinciones. Empezó como cuestor en Sicilia en el 76 a.C., y en el 70 a.C. aceptó defender a los sicilianos oprimidos por el antiguo magistrado Verres, para quien sus alegatos (Verrinaes) supusieron la condena, lo cual lo hizo muy popular entre la plebe y contribuyó a consolidar su fama de abogado.
Decidido partidario del republicanismo, admitía la necesidad de un hombre fuerte para dotar de estabilidad al Estado, figura que reconocía en Pompeyo; sus simpatías por él, sin embargo, no fueron siempre correspondidas.
Su carrera política fue fulgurante: en un año fue elegido edil, en el 66 a.C. pretor, cargo desde el que propulsó un acercamiento entre caballeros y senadores (concordia ordinum), y dos años después obtuvo la elección de cónsul del Senado. Desde esta posición, hizo fracasar la reforma agraria propuesta por Rullo, hizo frente a los populares, liderados por Craso y César, y llevó a cabo una de las batallas más dramáticas y peligrosas de su carrera: su oposición a la conspiración de Catilina.
Derrotado en las elecciones, éste se disponía a promover levantamientos para instaurar una dictadura. Los cuatro discursos (Catilinarias) pronunciados por Cicerón ante el Senado a fin de conseguir la ejecución de los conspiradores constituyen la muestra más célebre de su brillante oratoria, de gran poder emotivo. Sin embargo, su actuación acabó por significarle el exilio años más tarde, cuando Clodio, elegido tribuno de la plebe (58 a.C.) gracias a César, consiguió el reconocimiento de una ley que sancionaba con la pena de muerte a todo ciudadano romano que hubiera hecho ejecutar a otro sin el previo consentimiento del pueblo.
Tras buscar, sin éxito, el apoyo de Pompeyo, Cicerón marchó al exilio. Regresó a Roma apenas un año y medio más tarde, pero para entonces su carrera política estaba prácticamente acabada, situación que pareció hacerse definitiva con la dictadura de Julio César (48-44 a.C.). Sólo cuando éste fue asesinado, Cicerón volvió a la escena política para promover la restauración del régimen republicano. En un principio, mientras Marco Antonio aún no se había afianzado en el cargo, gozó de cierto poder y consiguió la amnistía para los asesinos de César, pero apenas aquél se sintió seguro, Cicerón se encontró con una fuerte resistencia, a la que hizo frente verbalmente con las catorce Filípicas.

En vano intentó entonces aliarse con Octavio Augusto, hijo de César, contra Marco Antonio: tras la batalla de Módena, Octavio se reconcilió con Marco Antonio y unió sus fuerzas con las de éste y con el ejército de Lépido para la formación del segundo triunvirato (43 a.C.). Ese mismo año, Cicerón fue apresado y ejecutado.
Formado en las principales escuelas filosóficas de su tiempo, mostró siempre una actitud antidogmática y recogió aspectos de las diversas corrientes. La originalidad de sus obras filosóficas es escasa, aunque con sus sincréticas exposiciones se convirtió en un elemento crucial para la transmisión del pensamiento griego. Al final de su De Republica contrasta su probabilismo con una exaltación religiosa de signo neoplatónico. Como literato, se convirtió en el modelo de la prosa latina clásica, con un estilo equilibrado y de largos y complejos períodos, aunque perfectamente enlazados (De divinatione).

Obra

Escribió distintos diálogos sobre varios temas:

Laelius, sive De amicitia, "Lelio, o Sobre la amistad" diserta sobre este tema afirmando que la única amistad posible es entre iguales y pondera la importancia de la misma para la felicidad humana, elevando su principio a lo más digno de la naturaleza humana.

En el diálogo, Cato maior, sive De senectute, "Catón el Viejo, o Sobre la vejez" manifiesta los beneficios que proporciona una vejez sana y las ventajas que reporta en experiencia y sabiduría.

Conocido es también De officiis (Sobre las obligaciones), obra que consta de tres libros, escritos en género epistolar. Estaban dirigidos a un "tú", que era su hijo Marco. El último libro es el más original y contiene un serio ataque contra los gobiernos dictatoriales; fue escrito cuando se hallaba huido de la persecución de Marco Antonio, poco antes de su muerte.

Como jurista Cicerón fue el mayor y más influyente de los abogados romanos de su época, usando de sus aptitudes en retórica y oratoria para sentar numerosos precedentes que fueron largamente usados. Como escritor, aportó al latín un léxico abstracto del que carecía, transvasó y tradujo numerosos términos del griego y contribuyó al idioma latín, transformándolo definitivamente en una lengua culta, apta para la expresión del pensamiento más profundo. Escribió numerosos Discursos, a veces agrupados por ciclos temáticos (las tres Catilinarias, las Verrinas, las catorce Filípicas contra Marco Antonio...) y bastantes tratados sobre Retórica y Oratoria, como el De oratore.

En el siglo iv de nuestra era, la lectura del Hortensius de Cicerón (obra actualmente perdida) despertó en la mente de San Agustín el espíritu de especulación. Durante el Renacimiento Cicerón fue uno de los modelos de la prosa y se leyeron ávidamente sus cuatro colecciones de cartas, conservadas y editadas por su secretario personal Tirón (al que se atribuye el perfeccionamiento de la taquigrafía), entre las cuales destacan las Epistulae ad familiares (Cartas a los familiares), donde se perciben sus veleidades políticas, sus gustos filosóficos y literarios, y la vida cotidiana de su casa y de la Roma de su tiempo.

Casi toda su obra manifiesta una gran preocupación sobre cuál debe ser la formación del orador, que estima que ha de ser integral y emprenderse desde la cuna, en lo que tuvo por mayor seguidor en fechas muy posteriores a Marco Fabio Quintiliano.

Como moralista, defendió la existencia de una comunidad humana universal más allá de las diferencias étnicas (Humanismo) y la supremacía del derecho natural en su obra maestra, el De officiis o "Sobre las obligaciones" y se manifestó contra la crueldad y la tortura.

Como filósofo no le satisfizo ninguna escuela griega y prefirió adoptar el pensamiento del Eclecticismo, tomando lo mejor de unos y de otros. Contrario al escepticismo radical, sostenía la necesidad de conceptos innatos e inmutables necesarios para la cohesión social y los vínculos relacionales de los individuos. Sus ideas sobre religión, expresadas en De natura deorum, (Sobre la naturaleza de los dioses), revelan sus creencias y su apoyo al libre albedrío. Casi todos sus trabajos filosóficos deben mucho a fuentes griegas, que trata con familiaridad y enriquece con su propio juicio; fue, pues, un gran divulgador y preservador de la filosofía helénica.

En política fue un republicano convencido, absolutamente enemigo de la tiranía, y se le deben obras dialogadas como el De re publica y De legibus ("Sobre la república" y "Sobre las leyes"). Compuso además un tratado De gloria que no se ha conservado y cuyo rastro se pierde en las manos del humanista Francesco Petrarca, que alcanzó a leerlo en la Edad Media.

Obras de Cicerón

Los 16 libros de las Epistulæ ad familiares (escritas entre el 62 y el 43 a. C.) se agrupan por destinatarios.

1.-Epistulæ ad Atticum, igualmente en 16 libros (escritas entre el 68 y el 43 a. C.), dispuestos en su mayor parte por orden cronológico.
2.-Epistulæ ad Quintum fratrem, en 3 libros (escritas entre el 60 y el 54 a. C.), recogen las escritas entre Cicerón y su hermano Quinto.
3.-Epistolæ ad Marcum Brutum, originalmente recogidas en 9 libros.
4.-De oratore (acerca de la formación del orador).
5.-Orator (retrato del orador ideal).
6.-Brutus, historia de la elocuencia griega y romana.
7.-De optimo genere oratorum, que versa sobre el mejor tipo de elocuencia.
8.-Partitiones oratoriae se refiere a las divisiones de los discursos.
9.-Topica, sobre los lugares comunes de los discursos.
10.-Discursos judiciales de defensa (Pro Archia poeta, Pro Roscio Amerino, Pro Murena, Pro Milone...).

11.-Discursos judiciales de acusación (In Verrem, o Verrinas etc).
12.-De re publica, que propone como mejor sistema político el resultante de la fusión de la «monarquía», la «aristocracia» y la «democracia». El Libro VI incluye el «Sueño de Escipión», comentado por Macrobio.
13.-De legibus, sobre el derecho natural, las leyes sagradas y el orden estatal, así como sobre las funciones propias de los magistrados.
14.-De finibus bonorum et malorum (Sobre el sumo bien y el sumo mal, contraposición de las teorías epicúreas, estoicas, platónicas y peripatéticas).
15.-De officiis (Sobre los deberes, quizá la obra maestra de Cicerón; el último de sus tres libros es el más personal, escrito en parte bajo su aversión contra la tiranía de Marco Antonio).

16.-Cato Maior De senectute (Sobre la vejez).
17.-Laelius de amicitia (Sobre la amistad).
18.-De natura deorum (Sobre la naturaleza de los dioses).
19.-De divinatione (Sobre la adivinación).
20.-De fato (Sobre el destino).

21.-Catilinarias y Filípicas.
22.-De inventione (Sobre la invención retórica).
23.-De lege Manilia o De imperio Cn. Pompeii (Sobre la ley Manilia)

 


Marco Tulio Cicerón.

 (Arpino, 3 de enero de 106 a. C.-Formia, 7 de diciembre de 43 a. C.) fue un jurista, político, filósofo, escritor y orador romano.​ Es considerado uno de los más grandes retóricos y estilistas de la prosa en latín de la República romana.
Reconocido universalmente como uno de los más importantes autores de la historia romana, es responsable de la introducción de las más célebres escuelas filosóficas helenas en la intelectualidad republicana, así como de la creación de un vocabulario filosófico en latín. Gran orador y reputado abogado, Cicerón centró —mayoritariamente— su atención en su carrera política. 
Hoy en día es recordado por sus escritos de carácter humanista,​ filosófico y político. Sus cartas, la mayoría enviadas a Ático, alcanzaron un enorme reconocimiento en la literatura europea por la introducción de un depurado estilo epistolar. Cornelio Nepote destacó la riqueza ornamental de estas cartas, escritas «acerca de las inclinaciones de los líderes, los vicios de los comandantes y las revoluciones estatales», que transportaban al lector a esa época.

Constituido en uno de los máximos defensores del sistema republicano tradicional combatió la dictadura de César, haciendo uso de todos sus recursos. No obstante, durante su carrera no dudó en cambiar de postura dependiendo del clima político. Esta indecisión es fruto de su carácter sensible e impresionable. Intemperante, era propenso a reaccionar de manera excesiva ante los cambios. El escritor Asinio Polión escribió de él:

¡Ojalá hubiera sido capaz de soportar la prosperidad con mayor autocontrol y la adversidad con mayor energía!
Formación.

Cicerón nació el 3 de enero de 106 a. C. en Arpinum (Arpino), un municipio localizado a 110 kilómetros de la capital, en el seno de una familia plebeya elevada al ordo equester, electoralmente perteneciente a la tribu Cornelia. El padre del orador era un caballero cuya delicada salud imposibilitaba la realización de cualquier aspiración política, a causa de lo cual decidió permanecer en el campo, donde se dedicó a la literatura.​ 
De su madre conocemos el nombre, Helvia, la certeza de su pertenencia a una gens notable que contaba con dos pretores y su temprana muerte; en una carta a su hermano Quinto, Cicerón la describe como la clásica matrona romana.​ El origen de su cognomen', Cicerón —de cicer, esto es, «garbanzo»—, no es claro; según Plutarco, provenía de un ancestro suyo cuya nariz tenía esa forma, pero también pudiera ser que la familia comerciara de antiguo con estas legumbres.
Cuando era niño lo enviaron a Roma para estudiar Derecho con los más importantes letrados del momento, como Escévola —entre cuyos alumnos se encontraban Mario el Joven, Sulpicio y Ático— o Craso Orator. Gracias a este último entró en contacto con Arquias (Aulus Licinius Archias), un poeta de Antioquía del que aprendió lo esencial de la literatura helena y adquirió el placer de la poesía.​ Quizá haya escrito su primera poesía a los catorce años (92 a. C.) Pontius Glaucusb​ lo que al parecer da verosimilitud a las palabras de Plutarco que le consideraba un alumno sobresaliente y precoz.
Asimismo, maestros como Filón de Larisa o Diodoto le brindaron una sólida formación filosófica.13​ Como todos los ciudadanos romanos, a los diecisiete años comenzó el servicio militar bajo las órdenes de Pompeyo Estrabón —padre de Pompeyo— durante la Guerra Social (91-88 a. C.). Cuando terminó el conflicto (81 a. C.) retomó los estudios.

A los veintisiete años contrajo matrimonio con Terencia, con quien tuvo dos hijos: Tulia, —nacida en 79 a. C. y que será esposa de Cornelio Dolabela en su tercer y último matrimonio— y Marco​, nacido en 65 a. C.
Haría su estreno como letrado ese mismo año con el Pro Quinctio, sobre un problema sucesorio. En 79 a. C. pronunció el Pro Roscio Amerino, en el que había un ataque implícito al dictador Sila.​ La increíble actuación del orador, que posibilitó que Roscio resultara libre, le llevó a determinar que lo más prudente era mantenerse apartado de la ira de Sila durante un tiempo, por lo que marchó a Grecia (79 a. C.-77 a. C.).
El primer año recibió las enseñanzas de Antíoco de Ascalón —académico ecléctico y sucesor de Filón de Larisa, muy marcado por la doctrina aristotélica y estoica—, Zenón y Fedro —epicúreos— en Atenas; y entre 78 y 77 a. C del estoico Posidonio de Apamea y del retórico Apolonio Molón en Rodas.13​ En Atenas participó en los misterios eleusinos​ y trabó amistad con Ático, con quien mantendrá el contacto por correspondencia durante el resto de su vida.
Por los muchos maestros que tuvo Cicerón, aplicó distintas concepciones en la resolución de problemas éticos. Sus planteamientos relativos a la moral eran cercanos al estoicismo, mientras que en gnoseología defendía un escepticismo moderado; todo ello desembocará en el eclecticismo presente en su obra, en el que sintetizará la tradición clásica que reescribirá en latín

Finalizado el periodo de formación retórica y filosófica retornó a la capital en 77 a. C.

Comienzos de su carrera política

Empezó su carrera política en 75 a. C., cuando alcanzó el cuestorado —primer paso del cursus honorum— en Lilibea (Sicilia). No obstante en 70 a. C. es cuando comienza a ser reconocido a raíz del proceso contra Verres; Cicerón representó a los sicilianos que acusaron a este, exadministrador de la provincia, de estar implicado en múltiples casos de corrupción y en el robo de obras de arte. El discurso de Cicerón resultó tan contundente que Verres, aunque estaba representado por el más célebre orador de la época —Hortensio— se exilió voluntariamente en Massilia (Marsella) inmediatamente después de esta primera intervención —la llamada actio prima—.

En 69 a. C. obtuvo la edilidad y en 66 a. C. la pretura. Ese mismo año defendió el proyecto de ley del tribuno de la plebe Manilio, que proponía conceder a Pompeyo el mando de la lucha contra Mitrídates; el discurso que pronunció —De Lege Manilia— le distanció de los conservadores (optimates) que se opusieron al proyecto. En ese momento Cicerón decidió liderar una «tercera vía», la de los «hombres buenos» —boni viri— entre el conservadurismo de los optimates y el «reformismo» radical de los populares; como consecuencia, la aparición en escena de populares como César o Catilina le llevó a acercarse nuevamente a los conservadores.

El año 63 a. C.

Cuando más próximo estaba a los optimates obtuvo el consulado imponiéndose en las elecciones a Catilina (63 a. C.) con la ayuda de su hermano Quinto.d​ Con ello se convertía en el primer cónsul homo novus en treinta años, lo que irritó a ciertos aristócratas:

... porque hasta entonces lo más de la nobleza no le podía ni oír nombrar; y juzgaba que sería como degradar el consulado, si un hombre de su esfera, aunque tan insigne, llegase a conseguirle.

Como cónsul se opuso a un proyecto del tribuno radical Rulo, en virtud del cual debía constituirse una comisión de diez miembros con amplios poderes que sería responsable de dividir el ager publicus. Obtuvo la neutralidad del otro cónsul —Híbrida— muy vinculado con Catilina, al prometerle el procónsulado de la provincia de Macedonia para el próximo año. Su discurso De lege agraria contra Rullum supuso el rechazo de la proposición.

Ciceron denuncia a Catilina, obra de Cesare Maccari (1840-1919)
«ninguno de los senadores quiso tomar asiento con él, sino que se mudaron de aquel escaño»



Catilina, derrotado nuevamente en las elecciones consulares de octubre de 63 a. C., decidió encabezar un golpe de Estado del que Cicerón sería informado. El 8 de noviembre denunció a Catilina en el Senado; iniciaría su discurso - la primera Catilinaria - diciendo:

Quousque tandem abutere, Catilina, patientia nostra? [¿Hasta cuándo, Catilina, abusarás de nuestra paciencia?]

Ese mismo discurso contuvo una conocida sentencia del orador, célebre incluso en nuestros días:

O tempora, o mores! [¡Oh tiempos, oh costumbres!].

Consciente de que era cuestión de tiempo que le detuvieran, Catilina optó por marcharse a Etruria y encabezar desde allí a los insurrectos; en la capital quedaron numerosos cómplices del rebelde, a los que encomendó llevar a cabo el levantamiento en la ciudad.
El 9 de noviembre Cicerón publicó una nueva Catilinaria y declaró que no tomarían represalias contra los sediciosos que se entregaran en el acto. Ese mismo día los senadores aprobaron el senatus consultum de re publica defendenda, decreto adoptado en los tiempos de crisis que autorizaba a los líderes del Estado a reclutar tropas, combatir, contar con los recursos necesarios, y convertirse en la máxima autoridad civil y militar.
La crisis se acentuó cuando Sulpicio y Catón acusaron a Licinio Murena —cónsul electo para 62 a. C.— de comprar votos. Era inviable cancelar el resultado de las elecciones y llevar a cabo otra nuevas, por lo que Cicerón decidió actuar como letrado de Murena —Pro Murena— durante el proceso, en el que ironizó acerca del inflexible estoicismo de Catón en situaciones extremas:

Si todas las faltas son iguales, todo delito es un crimen; estrangular a un padre no es más que ser culpable de la muerte de una gallina... 

Los conspiradores aprovecharon el proceso para comenzar el reclutamiento de hombres. Contactaron con los alóbroges con la promesa de concederles beneficios fiscales si iniciaban una revuelta en la Galia Narbonense, pero estos decidieron alertar a los senadores. Cicerón les ordenó que solicitaran a los traidores una copia escrita con las reformas a las que se comprometían, a lo que éstos accedieron. Con estas pruebas tan evidentes el cónsul denunció públicamente a los cinco conspiradores,​ entre los que se encontraba el excónsul y pretor Léntulo Sura.
En uno de los debates los senadores —inspirados por la cuarta catilinaria— ordenaron la muerte de los rebeldes, privándoles del derecho a un proceso. César propuso la cadena perpetua,​ pero la opinión de Cicerón, al que apoyó Catón, prevaleció. Catilina moriría poco después en Pistoia.
En adelante Cicerón quiso ser reconocido como el salvador del Estado —Catón le llamó pater patriae («padre de la patria»)— e intentó que los romanos no olvidaran nunca el modo en que actuó durante su consulado.

Crisis

En 62 a. C., muerto ya Catilina, decidió retirarse momentáneamente de la política, dominada entonces por radicales ambiciosos; este paréntesis concluyó en 60 a. C., cuando declaró su oposición al triunvirato que constituyeron César, Pompeyo y Craso. En 59 a. C., año del consulado de César y Bíbulo, este intentó neutralizar al orador nombrándole comisario responsable del reparto de las tierras de Campania entre los veteranos que combatieron contra Mitrídates. No obstante, Cicerón consideró que lo más prudente era rechazar el puesto.
En marzo de 58 a. C. sus adversarios políticos encabezados por Pisón y Clodio —con el que se enemistó durante el escándalo de la Bona Dea (62 a. C.)— le acusaron de asesinar ciudadanos romanos ilícitamente durante su consulado y coaccionaron a los senadores para que decretaran su exilio en Dirraquio (Durazzo). Lucio Ninnio Cuadrato, tribuno de la plebe aquel año, se opuso al destierro; a primeros de junio presentó una moción para el retorno del arpinate. El 25 de enero de 57 a. C. ocho tribunos de la plebe encabezados por Quinto Fabricio propusieron una ley para su vuelta que fue obstaculizada por Clodio. Sin embargo, ese mismo año otros tribunos de la plebe (entre los que se encontraba Quinto Numerio Rufo) se opusieron a su retorno.

En 56 a. C. Milón impulsó el retorno del orador, que inmediatamente reanudó su actividad como letrado en los procesos contra Publio Sestio —Pro Sestio— y Celio —Pro Caelio— implicados en los disturbios provocados por las bandas de Clodio y Milón. Cicerón se obstinó en reconstruir su casae​ —e incluso los senadores le indemnizaron con dos millones de sestercios— pero recuperar los terrenos iba a resultar problemático después de que Clodio erigiera un templo allí; cuando presionó para que se eliminara el carácter sacrosanto del edificio, Clodio —que en ese momento era edil— le acusó de sacrilegio ante los ciudadanos y ordenó a sus hombres que impidieran el desarrollo de las obras e incendiaran la vivienda de su hermano. Finalmente Pompeyo decidió intervenir para restablecer el orden.

Cicerón correspondió el auxilio de los triunviros con un discurso en el que apoyaba la ampliación de cinco años del proconsulado de César en la Galia que propuso Trebonio: la Lex Trebonia.
La lucha política se trasladó a la calle, donde simpatizantes de uno y otro lado —'optimates y populares— provocaron violentos disturbios que empañaron el desempeño ordinario de las elecciones.
En 52 a. C. Clodio murió asesinado en uno de estos altercados; Cicerón aceptó el caso como letrado de Milón, acusado de ordenar la muerte de su adversario. No obstante, el clima político era tan tenso que no pudo desempeñarse correctamente durante el proceso y perdió.Milón evitó la condena autoexiliándose en Massilia. Cicerón publicará años más tarde el Pro Milone, uno de los discursos más célebres del orador.

Proconsulado en Cilicia.

En 53 a. C. el Senado impuso un intervalo de un lustro entre el ejercicio de una magistratura y el de la promagistratura provincial correspondiente para evitar que los políticos recuperaran el dinero que invertían en las campañas electorales expoliando el territorio. Debido a la carencia de líderes en 51 a. C. los senadores decidieron enviar a administrar las provincias a excónsules que habían renunciado a ellas en el pasado. Cicerón, que rechazó su procónsulado en Macedonia, marchó a Cilicia —una pequeña provincia romana localizada en Asia Menor— donde se desempeñó sin entusiasmo pero con rectitud.​ En esta época Cilicia ocupaba el territorio correspondiente a Licia, Panfilia, Pisidia, Licaonia y la recién anexionada Chipre.
Levert escribe que Cicerón aprovechó la ocasión para poner en práctica su ideal de como administrar una provincia, basado en la paz y la equidad, esencialmente tributaria: visitó a los líderes de las poblaciones de todo el territorio, suprimió los impuestos abusivos, moderó la tasa de interés usuraria y entabló relaciones diplomáticas amistosas con Deiotaro I de Galacia —rey de Galacia— y Ariobarzanes de Capadocia. Asimismo, tuvo que aplastar una revuelta en el Monte Amanos, próximo a Siria, donde Antioquía estaba amenazada por las incursiones de los partos; para ello reclutó numerosas tropas y nombró legatus a su hermano, veterano de la Guerra de las Galias.
 Tras dos meses de sitio tomó la ciudad de Pindenissus, centro de la insurrección, con lo que precipitó la capitulación de los sediciosos. Terminado el combate, los soldados aclamaron al orador como imperator, por lo que este podía reclamar la celebración de un triunfo. Durante el gobierno, tuvo desavenencias con su cuestor Lucio Mescinio Rufo.

Guerra civil y actitud frente a César.

En 50 a. C., a su vuelta a la capital, una grave crisis política enfrentaba a César y a los conservadores liderados por Pompeyo. Cicerón se alineó con el picentino intentando sin éxito no distanciarse en exceso de César.
Cuando César comenzó la invasión de Italia (49 a. C.) Cicerón huyó de Roma como la mayoría de los senadores, escondiéndose en una de sus mansiones campestres. Su correspondencia con Ático expresa el desconcierto y las dudas que le atormentaron. Consideró el estallido del conflicto un desastre, independientemente de quien saliera vencedor.
César, que pretendía reunir a los senadores moderados, le escribió y le visitó en su villa, pidiéndole que volviera a la capital en calidad de mediador. Cicerón rechazó la propuesta declarándose leal partidario de Pompeyo, con el que acabó reuniéndose en Epiro.

Plutarco escribe que Catón le recomendó permanecer en Italia, donde sería más útil para la República; el orador, consciente de que estas palabras evidenciaban su escasa importancia, decidió no intervenir directamente en los combates, y, después de Farsalia (48 a. C.), volvió a la capital y se reconcilió con César. En una carta a Varrón escrita el 20 de abril de 46 a. C. explica su papel durante la dictadura:

Si nadie se sirve de nosotros, escribiremos y leeremos sobre la constitución del Estado, y si no pudiéramos en la Curia y el Foro trataremos de servir a la patria con nuestros escritos y en nuestros libros.​
Cicerón se recluyó en su residencia de Tusculum, donde se dedicó a escribir prosa y poesía, y a traducir las obras de los sabios helenos. En 46 a. C. se divorció de Terencia, para poco después contraer matrimonio con Publilia. La muerte por sobreparto de su hija mayor, Tulia (en febrero de 45 a. C.), a la que estaba muy unido, le causó una enorme pena, que plasmó en varias epístolas, y en la parte de las Quaestiones Tusculanae que trata sobre el dolor del alma. Se divorció de nuevo al ver que Publilia recibía con regocijo la noticia del fallecimiento de la hijastra.
Su relación con César se tornó cada vez más distante. El dictador no era el modelo de líder ilustrado del que Cicerón escribe en De Republica, pero tampoco el cruel tirano que temía el orador; independientemente, ahora era el dueño absoluto de la República y nada parecía poder hacerse. Cicerón advirtió que la desintegración de la República llevaría a un ciclo de gobernantes destructivos. Sin el equilibrio de una constitución mixta el gobierno daría bandazos como "una pelota".
Dedicó un panegírico a Catón, al que llama «el último republicano», con lo que intentó desmarcarse políticamente de la administración. César le respondió mediante la publicación del Anticatón, una colección de acusaciones al pretor. Cicerón alabó la calidad literaria del escrito concluyendo un «duelo entre iguales» en palabras del orador.
En diciembre de 45 a. C.​ César y su séquito cenaron en la villa que Cicerón tenía en Pozzuoli. Para consuelo del orador, César quería una reunión distendida con una conversación culta e interesante en la que únicamente se tocaron temas literarios.

Oposición a Marco Antonio y ejecución.

Fulvia y Marco Antonio con la cabeza cercenada de Cicerón por
Francisco Maura y Montaner (1888).

El 15 de marzo del año siguiente acaeció el asesinato de César, en el que no intervendría Cicerón; aunque era conocida su oposición al dictator, los tiranicidas decidieron no contar con él a causa de su conocida cautela. Fallecido César, estalló una enorme crisis política en la que Cicerón lideró a un Senado que propuso amnistiar a los conspiradores para disminuir la tensión​ hasta que Antonio, cónsul y responsable del testamento del dictador, tomó de nuevo el poder.
En abril, cuando el heredero de César —Octavio— retornó a Italia, Cicerón intentó sin éxito usarlo contra Antonio. Cinco meses después publicó varios discursos, las Filípicas, en los que atacaba violentamente al cónsul. Cicerón describe su posición en una carta a Casio, escrita ese mismo mes.
No obstante, la situación política no era la misma que en 63 a. C., y sus Filípicas no tendrían el mismo resultado que sus Catilinarias. El Senado, diezmado a causa de las luchas civiles y constituido por numerosos antonianos, rechazó declarar enemigo público al cónsul. Un año después, Octavio y Antonio se reconciliaron en Módena y constituyeron un nuevo triunvirato —que recibió plenos poderes— con Lépido.

Los triunviros no tardaron en acabar con sus adversarios políticos. Octavio abandonó a su aliado y permitió que Antonio proscribiera a Cicerón. El 7 de diciembre de 43 a. C. el cónsul ordenó su asesinato, así como que su cabeza y sus manos se expusieran en los rostra del Foro, tal como había sido la costumbre en tiempos de Sila y Mario, aunque él fue el único de los proscritos en recibir tal destino. Cicerón no opuso resistencia a su ejecución, y, ofreciendo la cabeza, se limitó a pedir que se lo matara con corrección. También serían eliminados su hermano, Quinto, y su sobrino; solo sobrevivió su hijo Marco Tulio.

Sobre la muerte de Cicerón y lo que hizo Fulvia, esposa de Marco Antonio, cuenta Dion Casio:

«Y cuando les enviaron la cabeza de Cicerón (pues cuando huía fue apresado y degollado), Antonio, después de dirigirle muchos y desagradables improperios, ordenó que la colocaran en un lugar destacado, más visible que las demás, en la tribuna de oradores, allí desde donde había pronunciado tantas soflamas contra él, y allí se podía ver junto con su mano derecha, que le había sido amputada, y Fulvia cogió la cabeza con las manos, antes de que se la llevaran, y, enfurecida con ella y escupiéndole, la colocó sobre las rodillas y abriéndole la boca le arrancó la lengua y la atravesó con los pasadores que utilizaba para el pelo, al tiempo que se mofaba con muchas y crueles infamias».

 


Oratoria.

La notoriedad como orador de Cicerón en vida aumentaría tras su muerte. Pierre Grimal​ considera que no hubo nadie más capaz de elaborar una teoría romana de la elocuencia, descrita como vehículo de expresión e instrumento político.
El tusculano trata el tema en muchas de sus obras, tanto didácticas como teóricas, e incluso históricas - Brutus; en el que traza una breve historia de los oradores romanos más célebres hasta César, del que destaca la calidad de su expresión.

Filosofía.

Cicerón también fue filósofo y escribió sobre una vasta obra para el público latino. Aunque tuvo profesores de cada una de las escuelas filosóficas de su tiempo (platonismo, peripatetismo, estoicismo, epicureismo y escepticismo), pasó su vida profesando su apego a la Academia de Atenas.En su juventud siguió las lecciones del peripatético Filón de Larisa, de los estoicos Diodoto y Posidonio, y del académico Antíoco. Fue además discípulo de los epicúreos Zenón de Sidón y Fedro, pese haber sido entre los más prominentes críticos hacia el epicureismo.
La filosofía de Cicerón en su conjunto es una de las mayores representaciones del eclecticismo, escuela filosófica que se caracteriza por no sujetarse a paradigmas ni axiomas determinados, asimilando teorías del estoicismo, escepticismo y peripatetismo. No obstante, la filosofía de Cicerón estuvo marcada por muchos temas, entre ellos la distinción entre ley civil y ley natural.

Llegada de la filosofía griega en Roma.

El gusto por la especulación filosófica para ellos mismos era extraño para los romanos. Roma acogió las ideas griegas en el siglo II a.C. con una cierta desconfianza encarnada por el anti-helenismo de Catón el Viejo, mientras que los aristócratas como los Escipiones expresaron su interés: los senadores no querían que la gente y los jóvenes se dedicasen a los estudios que absorbiesen toda actividad intelectual, buscando ocio y produciendo indiferencia hacia las cosas de la vida real; así en 173 a. C., dos filósofos epicúreos, Alkios y Filiscos​ son expulsados ​​de Roma, sospechosos de pervertir a los jóvenes con una doctrina basada en el placer, y en 161 a. C., el pretor está autorizado a expulsar filósofos y retóricos.​ 
Y los tres diputados escolarcas atenienses del Senado en el 155 a. C., Carneades, Diógenes de Babilonia y Critolao, sin incluir ningún epicúreo.
Fue el estoicismo el que penetró primero en Roma, con Panecio de Rodas, protegido de Escipión Emiliano, y que ejerció una profunda influencia en los miembros de su círculo Lelio, Furio, Aelius Stilo y los jurisconsultos Quinto Elio Tuberón y Mucio Escévola. Pero las otras doctrinas no tardaron en presentarse también a Roma y tener discípulos allí. Al final de la siglo II a.C. aparecieron las primeras obras filosóficas escritas en lengua latina bajo la pluma del filósofo epicúreo Amafinio. El éxito de estos libros es tal que el epicureísmo se extendió rápidamente.
​ Después de la captura de Atenas por Sila en el 87 a. C., los escritos de Aristóteles son llevados a Roma; Lúculo reunió una gran biblioteca, donde se depositan obras de la filosofía griega. Al mismo tiempo, los romanos ven llegar a su ciudad a los representantes de las principales escuelas de Grecia. Según la opinión común de los contemporáneos de Cicerón, los estoicos, los académicos y los peripatéticos expresan las mismas cosas con diferentes palabras.Todos apoyan el espíritu cívico de la tradición romana y se oponen en su conjunto al epicureísmo, que aboga por el placer, la retirada a la vida privada, en el círculo restringido de amigos.
La filosofía tendió un puente entra la filosofía griega y la romana. Sin contar a Lucrecio y su poema De rerum natura, Cicerón se presenta como uno de los primeros autores romanos que escribe obras de filosofía en latín.​ La expresión "Cicerón traductor de los griegos" muestra su éxito a través de los términos filosóficos que inventó en latín a partir de las palabras griegas y que conoció una gran fortuna en Occidente. Es él quien desarrolla un vocabulario específico para explicar la filosofía griega.

Filosofía lógica: la determinación de lo verdadero.

En la filosofía antigua, la lógica, relacionada con la razón y la argumentación, es la forma de distinguir lo verdadero de lo falso, reconocer la coherencia y lo contradictorio. Por lo tanto, es el instrumento que subyace a las teorías construidas en los otros dos dominios filosóficos, la física y la moral. De hecho, cada acción reflexiva requiere distinguir entre lo que se debe hacer y lo que no se debe hacer, y por lo tanto, buscar certezas en las que basar la elección.

Cicerón, por lo tanto, comienza haciendo un balance de las reflexiones sobre esta búsqueda de la verdad, certeza u opinión en su Cuestiones académicas.​ La escritura es laboriosa, una primera versión realizada en la primavera del 45 a. C. en dos libros es seguido rápidamente por un segundo en cuatro libros. Estas ediciones han llegado a nuestro tiempo solo muy parcialmente, se pierden más de las tres cuartas partes del trabajo.
 La cuestión es establecer qué puede comprender el ser humano como verdadero por medio de sus percepciones y su razón. Cicerón presenta las diversas posiciones apoyadas por los sucesores de Platón, incluidas las de Arcesilao, que refuta las conclusiones de los estoicos sobre la posibilidad de certezas, Carnéades, que introduce la noción de probabilismo, Filón de Larisa, que atenúa el escepticismo de Arcesilao y Antíoco de Ascalón que quiere reconciliar las posiciones de uno y el otros.
​ Sin embargo, Cicerón se niega a alinearse con la doctrina de una escuela en particular y rechaza las conclusiones demasiado dogmáticas: dado que, en su opinión, la verdad absoluta está fuera de alcance, cada tesis tiene su cuota de probabilidad, más o menos, su método es unirlos, oponerse a ellos o hacer que se apoyen mutuamente.

Filosofía moral: cómo vivir bien.

Después de examinar el problema de la búsqueda de la verdad, Cicerón continúa con la cuestión fundamental de la felicidad, la meta de cada hombre. Escrito en paralelo con las Cuestiones académicas y publicado en 45 a. C., en De finibus desarrolla esta noción presentando en cinco libros las respuestas ofrecidas por las escuelas filosóficas griegas contemporáneas de Cicerón. Cada escuela tiene su definición de felicidad, en otras palabras, del Bien Supremo: placer, o ausencia de dolor (epicureismo), o incluso conformidad con la naturaleza (estoicismo).
 ¿Pero qué naturaleza, la del cuerpo o la del espíritu?
 Cicerón a través de diálogos ficticios expondrá la posición de cada doctrina, luego la crítica de esta doctrina para que el lector pueda formarse su propia opinión.
 El orden de presentación sigue las preferencias de Cicerón, comienza con el epicureismo que rechaza por completo, pasa al estoicismo y concluye con la Cuestiones académicas.

La publicación Tusculanes del año 45 a. C., Cicerón aborda las preguntas existenciales que tradicionalmente tratan las escuelas filosóficas, pero da una forma original y personal a los cinco libros del tratado, presentándolos como conferencias en las que él mismo explica a un joven anónimo el gran temas: muerte, dolor físico, dolor moral, pasiones que afectan el alma, virtud y felicidad.
Después de los Tusculanes y de permanecer cerca de Roma, Cicerón redactó al comienzo del año 44 a. C. dos pequeños tratados, el primero sobre la vejez y el otro sobre la amistad, dirigidos a Ático y evocadores de un pasado mitificado. 

En el primer tratado, el Cato Maior de Senectute, un muy viejo Catón el Viejo conversa con Escipión Emiliano y su amigo Lelio, entonces joven. Responde a las críticas que se hacen contra este último período de la vida. Cicerón reafirma la utilidad que un anciano prudente y experimentado puede tener como asesor en la gestión de los asuntos públicos. 

Ya había descrito este papel en De Republica, y parece expresar su esperanza de participar así en la vida pública.​ Frente a la muerte, inevitable desde la vejez, espera la supervivencia del alma, incluso si fuera una ilusión de la que no querría ser privado mientras viva. 
 Aquí encontramos el argumento sobre la muerte que Cicerón ya expresó en el Hortensio, el Songe de Scipion y en el Tusculanes.
En el segundo tratado, Laelius de Amicitia, el mismo Lelio que acaba de perder a su amigo Escipión habla con sus yernos sobre la práctica de la amistad. La muerte de Escipión Emiliano en marca para Cicerón el final de la edad de oro de la República, anteriormente administrada por un pequeño grupo de hombres unidos por amistad. Cicerón justifica la práctica romana de la amistad con argumentos teóricos y filosóficos y lo convierte en un programa político, una necesidad para que la sociedad recupere esta virtud.
En De gloria del año 44 a. C., es un texto en dos libros de los cuales solo quedan breves citas en Noctes Atticae.​ Mientras en Roma algunos hablan de deificar al difunto Julio César, se habla de evemerismo, el concepto griego de deificación de grandes hombres por parte de sus compatriotas. Cicerón ya ha abordado el tema de la gloria en De Republica y Tusculanes, y vuelve a la pregunta en su próximo tratado De officiis. Según Pierre Grimal, Cicerón indudablemente quiere hacer que la propaganda funcione al oponerse a una gloria verdadera y justa, traducida por el afecto de los ciudadanos, a una gloria falsa, aplaudida por partidarios mal intencionados que esperan obtener un beneficio personal de ella.

Filosofía natural: el rechazo del fatalismo.

La filosofía natural abarca lo físico, es decir, los principios visibles e invisibles que dan forma, cohesión y vida a la materia. Sin embargo, Cicerón apenas está interesado en las teorías explicativas del mundo, el atomismo de los epicúreos o la teoría de los cuatro elementos, pero se centra en lo que trasciende la existencia humana, las manifestaciones o las voluntades divinas, y que pueden influir en nuestra libertad individual. Una serie de tratados publicados en el espacio de un año constituye una reflexión general sobre la metafísica: el De Natura deorum (Sobre la naturaleza de los dioses), De divinatione (Sobre la adivinación) y De fato (Sobre el destino).

Después del De natura deorum, en 45 a.C. tradujo al latín el diálogo Timeo de Platón, de la que quedan fragmentos importantes. Su prefacio se entera de que habló con el neopitagórico Publio Nigidio Fígulo durante su viaje a Cilicia. Discutieron la física de acuerdo con el sentido antiguo, es decir, especulaciones sobre el universo y las causas que lo produjeron, y la traducción de Cicerón se presenta como resultado de esta reunión. El primer pasaje estudia la oposición entre lo eterno y lo móvil, entre lo que está en devenir y lo inmóvil, entre lo mortal y lo inmortal, y conecta lo eterno con lo bello. La traducción luego presenta un resumen de la génesis de todo lo que existe, en particular el nacimiento de los dioses. Esta historia, en la que Platón y Cicerón probablemente solo ven un mito, es su única incursión en la parte de la física antigua dedicada a la historia del mundo y su estructura.​ 
En el segundo libro de De natura deorum, Cicerón declaró que el universo es máxima perfección y usó el término "Dios" para referirse al universo. El conocimiento de Dios surge de Ia contemplación de Ia naturaleza, la cual requiere de un diseñador al igual que un reloj.​ Cicerón también escribió acerca de las supersticiones, el cual las describe como un miedo excesivo a los dioses.​El resto del libro está dedicado a un ataque contra doctrinas estoicas, como; el cuidado providencial para el hombre, la identificación del calor con inteligencia o la atribución vida y pensamiento al universo y los cuerpos celestes.

Después del estudio de los dioses, dos problemas derivados son objeto de un estudio en profundidad: la adivinación, vinculada al uso político y cívico de la teología, y el destino, cuyo análisis determinará el grado de libertad de acción humana.

El De divinatione es uno de los únicos tratados antiguos dedicados a la adivinación que nos ha llegado, por lo que es de interés histórico para el conocimiento de las prácticas de adivinación griegas, etruscas y latinas y las actitudes antiguas hacia los fenómenos fuera de la experiencia ordinaria. Cicerón analiza escépticamente las diversas formas de adivinación, como los oráculos y la haruspicina etrusca. 
Critica las teorías de los estoicos que lo defienden y se niega a admitir que el principio según el cual cualquier evento depende de una causa implica que los eventos futuros pueden ser predeterminados. Sin embargo, es menos crítico con los augures romanos, no porque sea auspicioso., pero porque no se usan para decir el futuro, sino solo para obtener la opinión previa de los dioses durante los actos importantes de los magistrados. En esto tienen una utilidad política y social para la República.
En De fato, Cicerón una vez más rechaza todo determinismo y rechaza la concepción estoica que haría que el acto individual libremente elegido fuera impracticable o totalmente determinado fuera de la voluntad humana. Aunque Cicerón defendió la libertad humana contra el determinismo estoico, atacó en De natura deorum la aleatoriedad implícita en la desviación epicúrea del movimiento de los átomos para explicar el libre albedrío.

El último tratado, moral y político.

El Tratado de Deberes (De officiis) es el último trabajo con un alcance filosófico de Cicerón, publicado a finales del año 44 a. C., cuando reanudó su actividad política con sus primeros discursos contra Marco Antonio (Filípicas). La obra, voluntariamente concreta, da prescripciones y consejos a su hijo y, en general, a los hombres buenos (los bonos viri de la clase social de Cicerón) para que se comporten adecuadamente en todas las circunstancias dentro de su familia, la sociedad y ciudad.

Este trabajo no es solo un tratado moral práctico, también expresa los deseos de Cicerón de un gobierno romano gobernado por la Justicia, expresado por el respeto a la propiedad privada y la propiedad pública, y por Fides en la observación de contratos y tratados, en la protección de las ciudades y los pueblos aliados de Roma, y ​​finalmente en la estabilización del Imperio con el fin de las guerras de conquista. 
Los que están al frente del Estado deben comportarse como tutores de la República, asegurando el bien de todos y no la ventaja de una facción, un concepto declarado diez años antes en De Republica.​
 No solo debemos actuar con justicia, sino también luchar contra la injusticia, y abstenerse de hacerlo equivale a cometer una injusticia. Cicerón ahora está resuelto a luchar contra Marco Antonio y, dice, a dar su vida por la libertad, de acuerdo con una fórmula grandilocuente pero premonitoria.



Obra.

Escribió distintos diálogos sobre varios temas:

Laelius, sive De amicitia, "Lelio, o Sobre la amistad" diserta sobre este tema afirmando que la única amistad posible es entre iguales y pondera la importancia de la misma para la felicidad humana, elevando su principio a lo más digno de la naturaleza humana.

En el diálogo, Cato maior, sive De senectute (Catón el Viejo, o Sobre la vejez), manifiesta los beneficios que proporciona una vejez sana y las ventajas que reporta en experiencia y sabiduría.

Conocido es también De officiis (Sobre las obligaciones), obra que consta de tres libros, escritos en género epistolar. Estaban dirigidos a un "tú", que era su hijo Marco. El último libro es el más original y contiene un serio ataque contra los gobiernos dictatoriales; fue escrito cuando se hallaba huido de la persecución de Marco Antonio, poco antes de su muerte.

Como jurista Cicerón fue el mayor y más influyente de los abogados romanos de su época, usando de sus aptitudes en retórica y oratoria para sentar numerosos precedentes que fueron largamente usados. Como escritor, aportó al latín un léxico abstracto del que carecía, transvasó y tradujo numerosos términos del griego y contribuyó al idioma latín, transformándolo definitivamente en una lengua culta, apta para la expresión del pensamiento más profundo. Escribió numerosos Discursos, a veces agrupados por ciclos temáticos (las tres Catilinarias, las Verrinas, las catorce Filípicas contra Marco Antonio...) y bastantes tratados sobre Retórica y Oratoria, como el De oratore.

En el siglo iv de nuestra era, la lectura del Hortensius de Cicerón (obra actualmente perdida) despertó en la mente de San Agustín el espíritu de especulación. Durante el Renacimiento Cicerón fue uno de los modelos de la prosa y se leyeron ávidamente sus cuatro colecciones de cartas, conservadas y editadas por su secretario personal Tirón (al que se atribuye el perfeccionamiento de la taquigrafía), entre las cuales destacan las Epistulae ad familiares (Cartas a los familiares), donde se perciben sus veleidades políticas, sus gustos filosóficos y literarios, y la vida cotidiana de su casa y de la Roma de su tiempo, además de sus íntimas contradicciones.

Casi toda su obra manifiesta una gran preocupación sobre cuál debe ser la formación del orador, que estima que ha de ser integral y emprenderse desde la cuna, en lo que tuvo por mayor seguidor en fechas muy posteriores a Marco Fabio Quintiliano.
Como moralista, defendió la existencia de una comunidad humana universal más allá de las diferencias étnicas y la supremacía del derecho natural en su obra maestra, el De officiis o "Sobre las obligaciones" y se manifestó contra la crueldad y la tortura.

Como filósofo no le satisfizo ninguna escuela griega y prefirió adoptar el pensamiento del eclecticismo, tomando lo mejor de unos y de otros. Contrario al escepticismo radical, sostenía la necesidad de conceptos innatos e inmutables necesarios para la cohesión social y los vínculos relacionales de los individuos. Sus ideas sobre religión, expresadas en De natura deorum, (Sobre la naturaleza de los dioses), revelan sus creencias y su apoyo al libre albedrío. Casi todos sus trabajos filosóficos deben mucho a fuentes griegas, que trata con familiaridad y enriquece con su propio juicio; fue, pues, un gran divulgador y preservador de la filosofía helénica.
En política fue un republicano convencido, absolutamente enemigo de la tiranía, y se le deben obras dialogadas como el De re publica y De legibus ("Sobre la república" y "Sobre las leyes"). Compuso además un tratado De gloria que no se ha conservado y cuyo rastro se pierde en las manos del humanista Francesco Petrarca, que alcanzó a leerlo en la Edad Media.

 



Discursos legales de Cicerón


(81 a. C.) Pro Quinctio (En defensa de Publio Quinctio)
(80 a. C.) Pro Roscio Amerino (En defensa de Sexto Roscio Amerino)
(77 a. C.) Pro Q. Roscio Comoedo (En defensa del actor cómico Quinto Roscio Galo)
(70 a. C.) Divinatio in Caecilium (Contra Quinto Cecilio)
(70 a. C.) In Verrem (Contra Gayo Verres, también conocidas como Verrinas)
(71 a. C.) Pro Tullio (En defensa de Tulio)
(69 a. C.) Pro Fonteio (En defensa de Marco Fonteio)
(69 a. C.) Pro Caecina (En defensa de Aulo Cecina Severo)
(66 a. C.) Pro Cluentio (En defensa de Aulo Cluentio)
(63 a. C.) Pro Rabirio Perduellionis Reo (En defensa de Gayo Rabirio)
(63 a. C.) Pro Murena (En defensa de Lucio Licinio Murena)
(62 a. C.) Pro Sulla (En defensa de Publio Cornelio Sulla)
(62 a. C.) Pro Archia Poeta (En defensa de Aulo Licinio Archia)
(59 a. C.) Pro Antonio (En defensa de Gayo Antonio) [perdido]
(59 a. C.) Pro Flacco (En defensa de Lucio Valerio Flaco)
(56 a. C.) Pro Sestio (En defensa de Publio Sestio)
(56 a. C.) In Vatinium testem (Contra el testigo Publio Vatinio en el juicio contra Sestio)
(56 a. C.) Pro Caelio (En defensa de Marco Caelio Rufo)
(56 a. C.) Pro Balbo (En defensa de Lucio Cornelio Balbo)
(54 a. C.) Pro Plancio (En defensa de Gneo Plancio)
(54 a. C.) Pro Rabirio Postumo (En defensa de Gayo Rabirio Póstumo)
(54 a. C.) Pro Scauro (En defensa de Marco Emilio Scauro)

Discursos políticos.

Comienzos de su carrera política (antes del exilio)

Busto de Cicerón en la biblioteca de Trinity College en Dublín, Irlanda.
(66 a. C.) Pro Lege Manilia o De Imperio Cn. Pompei
(64 a. C.) In Toga Candida
(63 a. C.) De Lege Agraria contra Rullum
(63 a. C.) In Catilinam I-IV
(59 a. C.) Pro Flacco

Centro de su carrera (entre el exilio y la Guerra Civil)

(57 a. C.) Post Reditum in Quirites
(57 a. C.) Post Reditum in Senatu
(57 a. C.) De Domo Sua
(56 a. C.) De Haruspicum Responsis (Sobre la respuesta de los arúspices). 
(56 a. C.) De Provinciis Consularibus
(55 a. C.) In Pisonem
(52 a. C.) Pro Milone

Carrera tardía

(46 a. C.) Pro Marcello
(46 a. C.) Pro Ligario
(46 a. C.) Pro Rege Deiotaro
(44 a. C.) Philippicae

Escritos de política y retórica

(84 a. C.) De Inventione
(55 a. C.) De Oratore ad Quintum fratrem libri tres
(54 a. C.) De Partitionibus Oratoriae
(51 a. C.) De Re Publica
(46 a. C.) De Optimo Genere Oratorum
(46 a. C.) Bruto
(46 a. C.) Orator ad M. Brutum
(44 a. C.) Topica
(?? a. C.) De Legibus
(?? a. C.) De Consulatu Suo
(?? a. C.) De temporibus suis

Obra filosófica.

(89 a. C.?) Traducción de los Φαινόμενα de Arato (Aratea)
(46 a. C.) Paradoxa Stoicorum (Paradojas estoicas)
(45 a. C.) Hortensius
(45 a. C.) Academica Priora. En dos libros, de los que solo se conserva el segundo, Lucullus. El primero, Catullus, se ha perdido.
(45 a. C.) Academica Posteriora. En cuatro libros, de los que solo se conserva el primero, Varro.
(45 a. C.) Consolatio

(45 a. C.) De Finibus Bonorum et Malorum (Sobre el sumo bien y el sumo mal): contraposición de las teorías epicúreas, estoicas, platónicas y peripatéticas.
(45 a. C.) Tusculanae Quaestiones
(45 a. C.) Traducción del Timeo de Platón (secciones 27d - 47b)
(? a. C.) Traducción del Protágoras de Platón (solo se conservan citas en Prisciano, Jerónimo, y Donato)
(45 a. C.) De Natura Deorum (Sobre la naturaleza de los dioses)

(45 a. C.) De divinatione (Sobre la adivinación). Se trata de una rica fuente histórica para conocer la concepción de la cientificidad en la antigüedad romana clásica.
(45 a. C.) De Fato (Sobre el destino)
(44 a. C.) Cato Maior de Senectute (Catón el viejo, sobre la vejez)
(44 a. C.) Laelius de Amicitia (Laelius sobre la amistad)
(44 a. C.) De Officiis (Sobre los deberes). Quizá la obra maestra de Cicerón; el último de sus tres libros es el más personal, escrito en parte bajo su aversión contra la tiranía de Marco Antonio.

 


LOS LIBROS DE MI VIDA

Cicerón: Cuando la oratoria es arte y pensamiento.

Pedro García Cuartango
06/12/2018


Marco Tulio Cicerón fue un orador y escritor prolífico que dejo un extenso legado de obras filosóficas, textos jurídicos, cartas y discursos. Su talento fue reconocido por sus amigos y sus adversarios, que temían su habilidad dialéctica. Pero Cicerón cometió el error de granjearse enemigos muy poderosos como Craso, César y Marco Antonio . Nacido en Arpino de una familia acomodada pero no aristocrática, Cicerón siempre tuvo claro que su futuro pasaba por las letras y no las armas. Fue enviado a Roma a estudiar derecho y luego decidió viajar a Atenas para aprender retórica y filosofía.
A su vuelta a Roma en el año 75 antes de Jesucristo, comenzó una meteórica carrera política que le llevaría a ser elegido cónsul tan sólo 12 años después. Es en ese momento cuando pronuncia los cuatro discursos conocidos como Catilinarias . Dos décadas más tarde, pondría fin a su influencia en el Senado con las Filípicas , que ocasionaron su caída en desgracia y su muerte. No hay duda de que las Catilinaria s y las Filípicas son lo mejor de la obra de Cicerón , que vinculó el paso a la posteridad a estos discursos en los que asume un enorme riesgo personal.
Digamos de entrada que estas dos recopilaciones de sus intervenciones, casi todas ante el Senado , constituyen no sólo una pieza maestra y única de su oratoria sino que además pueden ser leídas como un manual de instrucción para hablar en público. Nadie como Cicerón ha logrado articular en un discurso tantos recursos y registros, que van desde las referencias históricas a la exaltación de la condición de ciudadano romano pasando por una devastadora ironía.
Quien quiera conocer el agitado período histórico que transcurre desde el 63 antes de Jesucristo hasta el 43, el período en el que se desarrolla la l ucha por el poder entre César y Pompeyo , tiene que leer las Catilinarias y las Filípicas , que recogen los retratos -no siempre objetivos- de los personajes de esa época.

Contra conspiradores

Los cuatro discursos de las Catilinarias son pronunciados en tan sólo un mes y están dirigidos a d esarticular la conspiración de Lucio Sergio Catilina , que se disponía a detener a los principales líderes del Senado y a implantar una república popular en Roma, siguiendo la tradición de los Graco. Catilina tenía un ejército, comandado por Manlio, fuera de Roma y gozaba del apoyo de antiguos soldados y terratenientes agraviados. En la primera pieza oratoria, Cicerón advierte de la conjura que se va a desarrollar esa misma noche y, al día siguiente, pronuncia otro discurso en el que relata la huida de Catilina. En el último, pide su condena en el Senado por haber intentado acabar con las tradiciones romanas.
Si el orador de Arpino estaba en ese momento en el cénit de su poder y su prestigio, no sucede lo mismo en el año 64 cuando inicia sus Filípicas contra Marco Antonio. Julio César acaba de morir y Cicerón acusa a su lugarteniente de haber usurpado el legado del dictador, de haber promulgado leyes ilegítimas, de haberse enriquecido ilegalmente y de llevar una vida disoluta. El segundo discurso es tan devastador que Cicerón no se atrevió a pronunciarlo porque, sin duda, le hubiera costado la vida.

En el destierro

Las Filípicas , que toman el nombre de las soflamas de Demóstenes contra Filipo de Macedonia , están formadas por 14 discursos que son pronunciados en un plazo de ocho meses. Cicerón había padecido el destierro, había perdido su influencia, se había granjeado enemigos y sólo tenía el apoyo de Octavio, que luego le traicionó.
Consciente de su debilidad se retiró al campo, pero las circunstancias se volvieron en su contra tras la derrota de su admirado Pompeyo y la instauración del segundo triunvirato de Marco Antonio, Octavio y Lépido, una alianza precaria que duraría muy poco pero que le costó la vida a Cicerón. Sería asesinado por los sicarios de Marco Antonio, con la connivencia pasiva y cobarde de Octavio , en su villa de Formia, a la que se había exiliado tras la muerte de su hija y la separación de su mujer.
César había tenido la grandeza de perdonar a Cicerón, con el que había mantenido importantes diferencias, pero sus herederos no actuaron de la misma forma porque le temían como orador y, sobre todo, porque defendía el viejo orden senatorial frente a la dictadura. Por eso, Cicerón justificó el asesinato de César, en el que no participó, y defendió el indulto para Casio y Bruto. Más de 20 siglos después de su muerte, no ha habido ningún dirigente ni intelectual con una elocuencia como la suya . En unos tiempos en los que la dialéctica parlamentaria se ha vuelto una caricatura, leer a Cicerón nos reconcilia con la política.

 


El primer gran caso de Cicerón.
18 enero, 2019
Por Luis R. Carranza Torres

Quien con el correr del tiempo se encumbraría como el mejor abogado de Roma y uno de los letrados más importantes de todos los tiempos, inició a los 25 años de edad, luego de una formación clásica, el ejercicio letrado en el foro de su tiempo.
Corría el año 81 a. C. y el joven Marco Tulio Cicerón abogó por Publio Quincio en un litigio civil en que se debatía la entrega de una herencia que retenía como propia un tal Nervo, sin llegar a nosotros el resultado de ese juicio.
Pero no fue sino hasta el siguiente año en que saltó a la consideración pública, al ejercer la defensa de Sexto Roscio en un juicio por parricidio.
No sólo se hallaba en juego la libertad del reo sino el destino de las propiedades cuantiosas del difunto, pues dos de sus parientes y un tal Crisógono, liberto próximo a Sila, el hombre fuerte de Roma del momento, habían logrado incluir al ya fallecido padre de Roscio en la lista de proscritos, y al acusar de parricidio al hijo le impedirían tomar la herencia, determinando que sus propiedades pudieran ser subastadas y, tanto ellos como Crisógono, obtuvieran una jugosa parte de ésta por haberlo denunciado.
Se trataba, el juicio por homicidio, de uno de esos casos que concitaban el interés público y muchos se preguntaban el porqué de elegir un abogado novel para la defensa. El propio letrado puso esto de relieve al iniciar su alocución:

 «Tengo la sensación, jueces, de que os estáis preguntando con asombro qué motivo hay para que, permaneciendo en sus asientos tantos oradores, consagrados e ilustres varones, me haya levantado entre todos yo, que ni por mi edad, cualidades ni prestigio puedo ser comparado con los que siguen sentados. Es más, todos estos que se hallan presentes consideran un deber que se reivindique en este proceso la injusticia forjada mediante un delito sin precedentes, pero no se deciden a llevar personalmente la defensa en atención a la arbitrariedad de estos tiempos; y así, sucede que asisten para cumplir su obligación, callan, en cambio, para evitar riesgos. ¿Qué ocurre, pues? ¿Es que soy yo el más audaz de todos? En absoluto. ¿Tal vez algo más servicial que el resto? Tampoco ambiciono esa alabanza hasta el extremo de pretender que se les arrebate a los demás. ¿Qué motivo, pues, me ha impelido más que a los otros a aceptar la defensa de Sexto Roscio?».

En la subsiguiente argumentación, el joven Cicerón mostraría a todos, por gracia de la elocuencia y en análisis crítico de los hechos, tal causa.
Separó el discurso jurídico de defensa en partes. En primer lugar, demostrando que su cliente no había llevado a cabo el homicidio. Expresó entonces:
 «Se acusa que Sexto ha matado a su padre. ¿Qué clase de hombre es Sexto? ¿Un jovenzuelo corrompido y manejado por hombres depravados?… ¡Pero si ni siquiera al acusador le habéis oído decir semejantes palabras!… ¿qué ambiciones puede tener un hombre que, como el propio acusador dice en tono de reproche ha habitado siempre en el campo y en su cultivo han transcurrido sus días?…Así que volvamos de nuevo al mismo punto y averigüemos qué vicios tan grandes tuvo este hijo único para que su padre estuviera disgustado con él. ¡Pero si está clarísimo que no tuvo ninguno! Entonces ¿es que el padre era un loco para odiar sin motivo a quien había dado el ser? Por el contrario, el padre fue el hombre más consecuente que conozco. Por tanto, está bien claro que, si el padre no estaba loco ni el hijo era un perdido, no existieron motivos de odio por parte del padre, ni de cometer un crimen por la del hijo».

En dicho discurso acuña también uno de los criterios de valoración de la indagación criminal más clásicos hasta hoy en día: la expresión cui bono, también denominada como cui prodest:

 «¿Quién se beneficia? Si Sexto no mató a su padre ¿quién lo hizo?», expresa Cicerón, para luego pasar a mostrar que son los propios acusadores de Roscio los que se han beneficiado, declarando que el padre de Roscio fue asesinado para obtener sus propiedades a un bajo precio.
En tal asunto expresa:

 «¿Existe alguna duda sobre quién es el autor del delito cuando veis, de una parte, al comprador de los bienes, al enemigo, al asesino -convertido ahora en acusador de este proceso- y, de la otra, a un hijo reducido a la miseria, apreciado por los suyos y que no sólo está exento de culpa, sino, incluso, de cualquier indicio sospechoso?¿Es que veis aquí algún otro obstáculo para la causa de Sexto Roscio si no es la venta ya realizada de los bienes de su padre?».

Conseguida la absolución del cliente, Cicerón ve prudente apartarse temporalmente de Roma y marcha a Grecia. Es también la aplicación de una regla que persiste hasta nuestros días: en las grandes causas, el abogado debe tener un bajo perfil público. Sobre todo, cuando para hacer justicia le ha pisado los callos a más de un poderoso. Lo precavido nunca quita la valentía, diría el ya consagrado letrado y pensador romano.

 


3 AGOSTO 2015 LECCIONES CONSTITUCIONALES Por MARCO ANTONIO BAÑOS AVENDAÑO “CICERON: EL ABOGADO”
Uno de los más grandes tribunos de la historia del hombre ha sido sin duda Marco Tulio Cicerón han pasado dos mil cincuenta y tres años aproximadamente de su muerte, por orden de Marco Antonio, en su villa de Formianum, cerca de Astura, amigo de Julio César quienes dominaron con su palabra el Foro de Roma.

La oralidad para quienes se consideran Jurisconsultos o como Abogados, deben saber que la Abogacía una ardua misión, que requiere esencialmente, una lucha apasionada por la Justicia. No es posible hablar del Abogado sin hablar del hombre, de la persona, de sus vicios y virtudes. A Cicerón la naturaleza le había dotado pródigamente para el oficio de orador. Voz expresiva, ademán adecuado a la pasión del momento, su fisonomía vivaz y dicción enardecedora, elocuente, convincente.
Dotado de brillante memoria, el don de la improvisación y pronto genio. En las discusiones judiciales ordinarias, que se improvisaban era maestro consumado del lenguaje, del ademán y del manejo de la voz. Cicerón era un genio artístico de primer orden, dominaba soberanamente todos los recursos retóricos y estilísticos del lenguaje, empleaba datos a su máxima eficacia para la expresión de todos los sentimientos, movía los estados de ánimo que pueden apoderarse del un auditorio judicial, el orador y el jurado.
La elevada exigencia que impuso a su oratoria jurídica, a su lenguaje normativo, a sus brillantes exposiciones y su fecundísima sabiduría judicial, hacen de Cicerón el prototipo de Abogado ideal para nuestra historia contemporánea en la Oralidad de los Juicios.
Cicerón nos dio a conocer que “hay dos actividades capaces de llevar a los hombres a los más altos puestos de los honores: una, la del caudillo militar; otra, la del buen orador” .
EI lo intentó por los dos caminos aunque dio clara preferencia al segundo, por el que llegó antes y más brillantemente, pues aunque fue proclamado “imperator” por sus legionarios en Cilicia, después de su Consulado, no llegó a obtener el “triunfo” que solicitó del Senado y en cambio obtuvo éxitos indiscutibles, con resonancia de milenios enteros, a través de su oratoria prodigiosa.

Tuvo a los mejores Maestros, eminentes juristas del mundo romano:

Q. Mucius Scaevola, cuando Cicerón joven se puso bajo su dirección, Scaevola ya había pasado por los más altos cargos de la República y tenía reputación de ser el más sabio en las cuestiones del Estado y del Foro; con estos auxilios hizo Cicerón grandes progresos en la Jurisprudencia romana, que era el fundamento más necesario para los que se destinaban al servicio de la Patria”.

Cicerón era un patriota, siempre citó a Roma como República, las arengas en los estrados de los Tribunales dictados por los Magistrados, Cicerón los escribía, leía asiduamente, el leer y el escribir todos los días alguna cosa en su estudio y hacer observaciones, notas u comentarios sobre todo cuanto oía y leía, hacía de Cicerón un docto en cuestiones jurídicas.
Grecia era, en tiempos de la juventud del Arpinate (nacido en Arpinum), Cicerón, el gran lector de la cultura, aprendió la lengua y la literatura helénicas con Arquias, el Poeta que andando el tiempo habría tan brillantemente de defender, a la vez que aprendía la Gramática y la Lógica con L. Elio Estilón, la Filosofía con Fedro, el epicúreo y la elocución o hablar en público con el famoso Milón de Rodas.
Cicerón buscó siempre mayores perfeccionamientos en un largo víaje de dos años por el mundo heléníco, donde tomó contacto con otros famosos maestros: Menipo, de Strátonica; Dionisio; Esquilo, de Gnido y de nuevo Zolón, de Rodas. Cicerón tuvo una profunda formación humanística, que tan exacta formulación produjo en la defensa de Arquias y la admiración por los grandes griegos. Generó humanismo en la abogacía, en el derecho público siempre se orillaba al concepto de Justicia, tuvo un gran amigo llamado Atico, en Roma, siempre sentado en un banquito pequeño, bajo la imagen de Aristóteles.

Hortencio era el entonces príncipe del Foro romano, abogado y orador de los mejores de su tiempo, vencido por Cicerón en la defensa de Roscio Ameriun. Este triunfo tuvo una resonancia aún mayor por el ambiente político de la causa. EI adversario, acusador de Roscio, era protegido y cliente de Sila, el entonces todo poderoso Dictador de Roma. Pero esto no fue obstáculo para que el defensor Cicerón, mantuviese una gallarda actitud, desafiando todos los posibles peligros y dando desde el principio de su carrera un bello ejemplo del valor cívico que debe adornar a todo verdadero Abogado. Sin embargo, el peligro debió ser real, pues inmediatamente emprendió el viaje a Grecia, a que hemos dejado hecha referencia.
Naturalmente, el ejercicio profesional de Cicerón como Abogado hubo de sufrir interrupciones por otras causas: su “cursus honorum”, sus campañas mjlitares y sus destierros. Porque Cicerón fue un político activo, un militar ocasional, como no había más remedio que serlo en aquella Roma que confería comisiones militares y gobiernos en el Extranjero a los Magistrados que cesaban en sus funciones romanas, y un perseguido político, primero de Clodio, su mortal enemigo, y por fin de Marco Antonio, quien ordenó su muerte.
Entre los discursos forenses de Cicerón, que sin duda no fueron pronunciados exactamente como han llegado hasta nosotros, debemos distinguir dos clases: Los referidos a pleitos civiles y los que tienen por motivo alguna causa criminal. Pero en ambos géneros alcanzó Cicerón suma y pareja perfección, generó un estilo judicial, humanista, un estilo de Orador Forense, por lo que hoy, ante los llamados “Juicios Orales”, hace falta que los Maestros, los Abogados y quienes Administran o Procuran Justicia, deban aprender los secretos de la argumentación, las técnicas de la Oratoria, para aplicar el derecho en la perfección del Orador que resuelve con elegancia en el lenguaje, con inteligencia en la estructura discursiva, con técnicas de persuasión, de saber deleitar con el derecho, de poder conmover a un auditorio de jueces, de saber enseñar y convencer con verdades, con razones, por lo que todo Abogado, debe necesariamente saber hablar para invocar la Justicia.

Hay que separar desde ahora los discursos propiamente forenses de Cicerón de sus discursos políticos, aunque en ocasiones éstos tuvieran también un fondo jurídico. A los primeros, aunque el motivo inicial fuera una gestión administrativa de Verres, en Sicilia, pertenece la acusación contra Verres; a los segundos, aunque aparentemente tengan como motivo una conjuración contra los poderes legítimos de la República, corresponden ]as famosas “Catilinarias’, dirigidas contra el corrompido y corruptor conjurado.

Las “Filípicas”, Ias terribles acusaciones contra Marco Antonio, que pronuncia en el Senado (excepto la segunda), entre septiembre del 44 y abril del 43 antes de Nuestro Señor Jesucristo, son radicalmente discursos políticos de oposición.

 


Frases de Marco Tulio Cicerón.




LA HUIDA DE CICERÓN

Abatido y conocedor de que la causa de la República se encontraba ya definitivamente perdida, Cicerón se retiró a sus fincas del sur de Italia. Desde allí contempló, impotente, el acercamiento de Octaviano a Lépido y Marco Antonio y la constitución del denominado segundo triunvirato. Este acuerdo no solo era un revés político para Cicerón, sino que también lo amenazaba personalmente. En efecto, los triunviros confeccionaron una amplia lista de senadores y caballeros a los que se condenó a muerte y a la confiscación de sus bienes.
La sed de venganza hizo que en esa lista no se respetaran siquiera los lazos familiares: Lépido sacrificó a su propio hermano Paulo, y Antonio, a su tío Lucio César. En el caso de Cicerón, fue Octavio quien finalmente cedió ante el vengativo Antonio. Así lo cuenta Plutarco:
 "La proscripción de Cicerón fue la que produjo entre ellos las mayores discusiones por cuanto Antonio no aceptaba ninguna propuesta si no era Cicerón el primero en morir [...]. Se cuenta que Octaviano, después de haberse mantenido firme en la defensa de Cicerón durante dos días, cedió por fin al tercero abandonándole a traición".

Cicerón se encontraba en su villa de Túsculo acompañado de su hermano Quinto cuando supo que ambos estaban en la primera lista de proscritos. Angustiados, partieron de inmediato hacia la villa de Astura para desde allí navegar a Macedonia y reunirse con Marco Bruto, pero en un momento dado Quinto volvió sobre sus pasos para recoger algunas provisiones para el viaje. Delatado por sus esclavos, fue asesinado pocos días después junto con su hijo.
Cicerón, ya en Astura, presa de la angustia y de las dudas, consiguió un barco, pero, después de navegar veinte millas, desembarcó y para sorpresa de todos caminó unos treinta kilómetros en dirección a Roma para volver de nuevo a su villa de Astura y desde allí ser conducido, por mar, a su villa de Formias, donde repuso fuerzas antes de emprender la travesía final a Grecia.

EL ASESINATO




Demasiadas dudas. Demasiado tarde. Al enterarse de que los soldados de Antonio estaban a punto de llegar, Cicerón se hizo llevar a toda prisa, a través del bosque, hacia el puerto de Gaeta para embarcar de nuevo. Los soldados hallaron la villa vacía, pero un esclavo llamado Filólogo les mostró el camino tomado por Cicerón.

Era el 7 de diciembre de 43 a.C. Plutarco describió así el momento: 
«Entretanto llegaron los verdugos, el centurión Herenio y el tribuno militar Popilio, a quien en cierta ocasión Cicerón había defendido en un proceso de parricidio [...]. Cicerón, al darse cuenta de que Herenio se acercaba corriendo por el camino que llevaba, ordenó a sus esclavos que detuvieran allí mismo la litera. Entonces, llevándose, como era su costumbre, la mano izquierda a su mentón, miró fijamente a sus verdugos, sucio del polvo, con el cabello desgreñado y el rostro desencajado por la angustia, de modo que la mayoría se cubrió el rostro en el momento en que Herenio lo degollaba; y lo hizo después de alargar el mismo Cicerón el cuello desde la litera. Tenía 64 años. Por orden de Antonio le cortaron la cabeza y las manos con las que había escrito las Filípicas». 
Una cabeza y unas manos que Antonio ordenó exponer como trofeos, para que todo el mundo en Roma pudiera contemplarlos, sobre los Rostra, la misma tribuna de los oradores desde la que pocos meses antes Cicerón había sido aclamado por la multitud.
Stefan Zweig, que no sin razón dedica a Cicerón el primero de sus Momentos estelares de la humanidad, concluye su relato de este modo:

 "Ninguna acusación formulada por el grandioso orador desde esa tribuna contra la brutalidad, contra el delirio de poder, contra la ilegalidad, habla de modo tan elocuente en contra de la eterna injusticia de la violencia como esa cabeza muda de un hombre asesinado. Receloso, el pueblo se aglomera en torno a la profanada Rostra. Abatido, avergonzado, vuelve a apartarse. Nadie se atreve –¡Es una dictadura!– a expresar una sola réplica, pero un espasmo les oprime el corazón. Y, consternados, bajan los ojos ante esa trágica alegoría de su República crucificada"



Estatua de Cicerón en el Palacio de justicia de Roma, Italia.

1.-Cuando desees instruir, se breve; que las mentes de los hombres adquieran  rápidamente lo que digas, aprendan su lección, y la retengan con convicción. 
Toda palabra innecesaria sólo derrama por un costado de una mente rebosante.

2.-Nadie puede hablar bien, a menos que entienda rigurosamente su tema.

3.-Las leyes son silenciosas en tiempos de guerra.

4.-No pueden los embellecimientos del lenguaje ser encontrados sin un orden y una expresión de los pensamientos, ni pueden los pensamientos estar hechos para brillar sin la luz del lenguaje.

5.-Tanto como la mente es más fuerte que el cuerpo, así son las enfermedades contraídas por la mente más severas que aquellas contraídas por el cuerpo.

6.-Lo que llamamos placer, correctamente, es la ausencia de todo dolor.

7.-El nombre de la paz es dulce, y en sí misma es beneficiosa, pero hay una gran diferencia entre paz y esclavitud. La paz es libertad en tranquilidad, la esclavitud es el peor de todos los males, a ser resistido no sólo por la guerra, sino hasta  por la muerte.

8.-Mientras hay vida, hay esperanza.

.9.-El primer deber de un hombre es la búsqueda y la investigación de la verdad.




Itsukushima Shrine.


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