Luis Alberto Bustamante Robin; Jose Guillermo Gonzalez Cornejo; Jennifer Angelica Ponce Ponce; Francia Carolina Vera Valdes; Carolina Ivonne Reyes Candia; Mario Alberto Correa Manríquez; Enrique Alejandro Valenzuela Erazo; Gardo Francisco Valencia Avaria; Alvaro Gonzalo Andaur Medina; Carla Veronica Barrientos Melendez; Luis Alberto Cortes Aguilera; Ricardo Adolfo Price Toro; Julio César Gil Saladrina; Ivette Renee Mourguet Besoain; Marcelo Andres Oyarse Reyes; Franco Gonzalez Fortunatti; Patricio Ernesto Hernández Jara; Demetrio Protopsaltis Palma; Katherine Alejandra Del Carmen Lafoy Guzmán;
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Sinopsis de la obra. Libro I Refiere los acontecimientos de la guerra del Peloponeso que suceden entre 411 y 406 a. C., sobre todo en Asia menor. Los protagonistas son Alcibíades, Fanabazo, Trasilo, Ciro (el joven), Lisandro y Calicrátidas. Destacan las batallas navales de Notio, con victoria espartana, y de las islas Arginusas, con victoria ateniense. Termina con el proceso y condena de los estrategos atenienses que no socorrieron a los supervivientes de las naves naufragadas en la batalla de las Arginusas. Libro II Refiere lo sucedido entre 406 y 401 a. C. con la derrota de Atenas y el final de la guerra del Peloponeso. Incluye la derrota naval ateniense en Egospótamos, el bloqueo del Pireo y el hambre consiguiente en la sitiada Atenas. Todo ello conduce a la rendición final de la ciudad a los espartanos. Esparta auspicia en Atenas el gobierno oligárquico de los Treinta tiranos, que oprime despóticamente a los demócratas. Se describen, en el seno de los Treinta, las discrepancias entre Critias y Terámenes, que terminan con el enjuiciamiento y la condena a muerte de este último. Termina con la reacción de los exiliados demócratas dirigidos por Trasíbulo, que toma la fortaleza de Filé y el puerto del Pireo, provocando la caída de los Treinta tiranos y el final de la oligarquía. Libro III Cubre los acontecimientos ocurridos entre 401 (expedición de Ciro) y 395 a. C. (muerte de Lisandro y proceso de Pausanias). Se describen las campañas de Tibrón y Dercílidas contra los sátrapas persas Farnabazo y Tisafernes en 399-397 a. C. Muerte del rey Agis de Esparta, que es sucedido —con disputa dinástica— por su hermanastro el rey Agesilao (397 a. C.). Conspiración de Cinadón en Esparta, y las campañas de los espartanos contra Elis (399-397 a. C.). Agesilao y Lisandro son enviados al Asia menor (396 a. C.), donde intervienen en la batalla del río Pactolo y en la ejecución de Tisafernes (395 a. C.). Libro IV Abarca los sucesos comprendidos entre los años 395 y 388 a. C. Conviene mencionar la continuación de la campaña de Agesilao en Asia menor (395-394 a. C.); la batalla naval de Cnido y las terrestres de Nemea y Coronea (394 a. C.); las operaciones de Ifícrates en el istmo de Corinto (393-390 a. C.); la invasión de Acarnania por una alianza de aqueos y espartanos (389 a. C.); y el ataque espartano a Argos (388 a. C.). También son de mencionar las campañas de Farnabazo y Conón en Asia menor, en las islas y en Grecia continental (394 a. C.); las campañas de los atenienses Trasíbulo (389 a. C.) e Ifícrates; y las de los espartanos Dercílidas, Antálcidas (392 a. C.), Tibrón y Anaxibio. Libro V Este libro contiene los acontecimientos comprendidos entre los años 389 y 375 a. C. Se relatan los enfrentamientos entre atenienses y espartanos por la isla de Egina, antigua potencia marítima. Esparta busca la alianza del rey persa Artajerjes II para contrarrestar la influencia de Atenas en los asuntos griegos. El resultado es la paz de Antálcidas (386 a. C.) que devolvía a Persia el control sobre las ciudades griegas de Asia menor a cambio de financiar la hegemonía de Esparta sobre el resto de Grecia, bajo el señuelo de una paz general. La paz no prospera: Esparta se lanza contra Arcadia y derrota y subyuga a las ciudades democráticas de Mantinea (385 a. C.) y Fliunte (384-379 a. C.). Esparta también combate, desde 383 a. C., la hegemonía incipiente de Olinto en Calcídica, y toma la acrópolis de Tebas en Beocia (383 a. C.), que retiene hasta 379 a. C. Posteriormente, hay expediciones anuales de Esparta contra Tebas (a partir de 378 a. C.). También enfrentamientos navales antre atenienses y macedonios (376-375 a. C.). Libro VI Contiene los acontecimientos de los años 375-370 a. C. Ascenso hegemónico de Jasón de Feras en Tesalia, bellamente expuesto en un discurso de Polidamante de Farsala. Expediciones de espartanos y atenienses a la isla de Corcira (373 a. C.). Negociación y acuerdo de un tratado de paz entre Atenas y Esparta. Batalla de Leuctra en la que se enfrentan espartanos y beocios, donde fallece buena parte de la aristocracia espartana, lo que supone el principio del ascenso de Tebas y del descenso de Esparta (371 a. C.). Reconstrucción y unificación de la ciudad de Mantinea, que había sido dividida en cuatro por los espartanos. Agesilao se dirige contra ella. Tebas entra en la Liga Arcadia. Los tebanos y sus aliados invaden el territorio de Esparta, hasta entonces libre de presencia enemiga. Libro VII Incluye sucesos correspondientes a los años 369-362 a. C. Recorre la alianza entre Atenas y Esparta, la influencia de Licomedes en la Confederación arcadia y las frustradas gestiones de paz del tebano Pelópidas en Persia (367 a. C.). Describe por extenso el ascenso y caída de la tiranía de Eufronte en la ciudad corintia de Sición (367-366 a. C.). También se explaya en los asuntos relativos a la ciudad de Fliunte, en la Argólida, ocurridos en 370-366 a. C. Se relata asimismo la alianza entre arcadios y atenienses (366 a. C.), la intervención de Corinto, las luchas entre arcadios y eleos (batalla de Olimpia) con la intervención espartana en Cromno (365-364 a. C.), y la disensiones en el seno de la Confederación arcadia (363 a. C.). Termina con el ascenso de la hegemonía tebana, con las mejoras tácticas de Epaminondas en el manejo de la falange, que le permiten volver a invadir con éxito el territorio de Laconia —aunque decide no tomar la indefensa ciudad de Esparta—, y la reacción de esta última enfrentándose a los tebanos en la batalla de Mantinea (362 a. C.). Fases en la redacción. Entre los especialistas existe el convencimiento de que el texto de las Helénicas fue redactado en al menos dos momentos distintos. El estilo de los dos primeros libros (I a II.3.8) es más sobrio y más metódico, recordando mucho al de Tucídides, al que parece imitar. Trata exclusivamente de sucesos relativos a las últimas fases de la guerra del Peloponeso, y habría sido escrito antes de 390 a. C., es decir, cuando Jenofonte ha regresado de la expedición que relata en la Anábasis, pero antes de la redacción de esta última obra. A partir de II aparece un nuevo estilo en el autor, más libre, que expone los sucesos sin organización analística (año a año), que linguísticamente empieza a utilizar el optativo futuro, que se muestra mucho más confiado en sí mismo, permitiéndose hablar en primera persona e introducir anécdotas coloristas y de detalle, y que atribuye a los dioses la causa de determinados eventos, algo que nunca hace Tucídides. La redacción de esta última parte se produjo tras la interrupción dedicada a redactar la Anábasis, durante la cual Jenofonte madura como escritor y encuentra su propio estilo. |
Se denomina hegemonía al dominio de una entidad sobre otras de cualquier tipo. En la antigua Grecia (s. VIII a. C. - s. VI d. C.), la hegemonía denotaba el dominio político-militar de una ciudad-estado sobre otras ciudades-estado, en las que el estado dominante es el hegémono. |
El período de hegemonía espartana es un momento en la historia de la Grecia clásica que se extiende a partir del final de la Guerra del Peloponeso en 404 a. C. hasta la Batalla de Leuctra del año 371 a. C. Contexto previo a la guerra del Peloponeso Esparta, con sus tierras de labranza provechosas en el valle del río Eurotas y sus tradiciones militaristas, comenzó a dominar el Peloponeso durante el período arcaico. Los espartanos se hicieron prominentes en toda Grecia por sus intervenciones militares en otras ciudades griegas, por deponer a tiranos y restaurar la oligarquía y por su mando de la lucha panhelénica contra el expansionismo persa en la Segunda Guerra Médica de 480- 479 a. C. Guerra del Peloponeso Tras la guerra contra los persas, el poder de Atenas creció, alcanzando a los espartanos. En 431 a. C., estas dos ciudades entraron en conflicto. La guerra del Peloponeso (431-404 a. C.) terminó con la derrota total de los atenienses, después de las rebeliones de las ciudades que estaban sometidas a la Liga de Delos y del fortalecimiento de la flota espartana, que contó con ayuda financiera por parte de Persia. Mantenimiento de la hegemonía En 404 a. C., Grecia y Asia Menor quedaron en poder de Esparta: el comandante espartano, Lisandro estableció guarniciones espartanas en las ciudades griegas del Egeo que habían ganado a los atenienses, gobernadas por decarquías (regímenes oligárquicos formados por diez hombres) para administrar los asuntos internos, subordinados a un harmosta lacedemonio (gobernadores espartanos militares). Inicialmente aliados con el Imperio persa, los espartanos habían reconocido la soberanía de los persas sobre las ciudades griegas de Asia Menor. Estas relaciones, sin embargo, se vieron enturbiadas cuando un ejército de mercenarios griegos (la denominada Expedición de los Diez Mil) se internó en Persia para apoyar la rebelión de Ciro contra su hermano Artajerjes en 401 a. C. Después de estos sucesos el sátrapa Tisafernes quiso hacer efectivo el dominio sobre las ciudades de Jonia, que solicitaron ayuda militar a los espartanos. Estos acudieron, mandados por Dercílidas y, pese a que sus fuerzas no eran numerosas, lograron que se estableciera una tregua con los persas en 397 a. C. Una campaña de mayores dimensiones a Asia Menor fue organizada por Esparta a partir de 396 a. C., bajo la dirección del rey Agesilao, aunque algunas ciudades importantes, como Corinto y Tebas, se negaron a aportar tropas. Agesilao derrotó a Tisafernes en Sardes y Titraustes, su sucesor, quiso pactar con los griegos la concesión de autonomía a las ciudades griegas de Asia Menor a cambio de que el ejército espartano regresara a Grecia, pero Agesilao se negó y prosiguió su campaña en Anatolia. Los persas decidieron entonces enviar emisarios a Grecia para que, mediante entregas de oro a personas influyentes, provocasen rebeliones antiespartanas y así obligar a Agesilao a abandonar Asia Menor. Situación en Atenas En el año 403 a. C., Atenas depuso el gobierno proespartano de los Treinta Tiranos y restableció la democracia. La guarnición espartana que había en Atenas se enfrentó inicialmente a los demócratas pero posteriormente el rey espartano Pausanias propuso un plan de reconciliación mediante el cual los oligarcas podrían establecerse en Eleusis. Guerra de Corinto En 396/5 a. C. una disputa territorial entre focidios y locrios provocó que los tebanos apoyaran a los locrios. Los focidios pidieron ayuda a los espartanos, que en principio eran partidarios de que el conflicto se solucionara pacíficamente mediante un arbitraje, ya que buena parte de sus puerzas permanecían en Asia Menor. Pero ante la oposición de Tebas, los espartanos se decidieron a invadir el territorio tebano, mientras los tebanos establecieron una alianza con Atenas. En e enfrentamiento, los espartanos fueron derrotaron en la batalla de Haliarto. Esto animó a argivos y corintios a unirse en una cuádruple alianza con Atenas y Tebas, además de contar con la ayuda persa, y se rebelaron contra la hegemonía espartana en la Guerra de Corinto (395 a. C.-386 a. C.) Así, Agesilao tuvo que regresar de su campaña en Asia Menor. En 394 a. C. los espartanos y sus aliados obtuvieron algunas victorias, en Nemea y Coronea, pero fueron derrotados por la flota persa en la batalla de Cnido, que supuso el final de la hegemonía espartana en el mar Egeo. Paz de Antálcidas A partir de 392 a. C. los espartanos indujeron a los persas a acordar la paz ofreciéndoles el Asia Menor griega, a cambio de cortar el apoyo financiero que sostenía la alianza de Argos, Corinto, Tebas y Atenas en la guerra. Sin embargo la guerra prosiguió unos años más hasta que otra embajada espartana llegó a Susa y negoció un acuerdo de paz con el rey de Persia. Para asegurarse de que Atenas aceptaría el acuerdo, los espartanos bloquearon los Dardanelos para impedir el suministro de trigo a Atenas. La Paz de Antálcidas (386 a. C.) puso fin a la guerra. En ella se estipuló que las ciudades griegas debían ser autónomas, excepto las islas de Lemnos, Esciros e Imbros, que debían pertenecera a los atenienses mientras Persia adquiría el control total de la Grecia asiática, más las islas de Chipre y Clazómenas. En la práctica, supuso el fortalecimiento de la posición de Esparta, puesto que se rompieron las alianzas que lideraban Tebas y Atenas, así como la unión entre Corinto y Argos y sin embargo la Liga del Peloponeso, liderada por Esparta, no se vio afectada. Campañas espartanas tras la Paz de Antálcidas Después de los acuerdos de paz, los espartanos llevaron a cabo varias acciones militares con objeto de castigar algunas ciudades que le habían sido hostiles en las guerras precedentes. Así, tomaron Mantinea en 385 a. C. y la obligaron a que se fragmentara en cinco aldeas. Mientras, en el norte de Grecia, hacia el año 383 a. C. una embajada a Esparta fue enviada por las ciudades de Acanto y Apolonia para solicitar ayuda contra la ciudad de Olinto, que pretendía incorporarlas a la confederación que estaba organizando. Después de varias campañas donde los colintios consiguieron resistir e incluso hacían frecuentes incursiones contra ciudades aliadas de Esparta, finalmente los espartanos tomaron la ciudad. Por otra parte los espartanos obligaron en el 380 a. C. a la ciudad de Fliunte a permitir el regreso de los oligarcas que habían tenido que exiliarse en años precedentes. Enfrentamientos entre Esparta y Tebas entre 382-372 a. C. Como consecuencia de la paz de Antálcidas los espartanos habían conseguido la disolución de la Liga Beocia, pero unos años después volvieron a surgir enfrentamientos entre espartanos y tebanos. En 382 a. C. el general espartano Fébidas había ocupado la acrópolis de Tebas, con el beneplácito de Leontíades, uno de los líderes tebanos de una de las facciones aristocráticas que luchaban por el control político de la ciudad. Sin embargo, en 379 a. C. algunos exiliados tebanos organizaron una conspiración apoyada por gente del interior de la ciudad que logró sublevar al pueblo y expulsar de Tebas a los espartanos. Así, se instauró un régimen democrático en Tebas a la vez que se reconstituyó la Liga Beocia. Por otra parte, los sectores democráticos de las ciudades de Platea, Tespias, Tanagra y Orcómeno se habían refugiado en Tebas debido a que los gobiernos oligárquicos de esas ciudades habían pedido a Esparta que estableciera en ellas guarniciones. En los años siguientes los espartanos realizaron varias campañas militares contra Tebas, que contó con ayuda de los atenienses para su defensa. En estas campañas, los espartanos lograron inicialmente poner en apuros de abastecimiento a los tebanos pero finalmente estos consiguieron aprovisionarse por vía marítima. A partir de 376/5 a. C. la iniciativa pasó a ser de los tebanos, que atacaron las guarniciones espartanas en varias ciudades de Beocia y lograron que otras ciudades pasaran a formar parte de la Liga Beocia. Los tebanos derrotaron a los espartanos en Tegira y progresivamente se fueron adhiriendo a la Liga las ciudades que aún no formaban parte de ella. Las negociaciones de paz con Esparta se rompieron debido a que los tebanos se negaban a disolver de nuevo la Liga Beocia. Atenas, sin embargo, sí firmó la paz con Esparta tras romper su alianza con los tebanos después de que estos hubieran destruido Platea. Fin de la hegemonía espartana Los espartanos tuvieron el control de Grecia hasta el 371 a. C., cuando el poder creciente de Tebas, bajo los beotarcas Pelópidas y Epaminondas, finalmente lo destruyó en la batalla de Leuctra. En dicha batalla, a pesar de su superioridad numérica, los espartanos sucumbieron ante la novedosa disposición táctica tebana, la falange oblicua. Tras este enfrentamiento fueron los tebanos quienes dominaron de forma sistemática en Grecia durante algunos años. Aparte de las causas puramente militares, los historiadores han señalado otras causas que provocaron el declive de Esparta. Los autores de la Antigüedad ya mencionaban que una de ellas había sido la progresiva disminución del número de ciudadanos. También se ha mencionado la debilidad de sus recursos económicos. Otros factores están relacionados con las alianzas que Esparta había forjado con otros estados griegos, que se tornaron inestables: tanto los antiguos aliados de Atenas que Esparta había intentado atraerse como algunos miembros de la Liga del Peloponeso, que Esparta ya controlaba desde tiempo atrás, estaban descontentos con las imposiciones espartanas en sus asuntos políticos internos y otras obligaciones de carácter económico. |
La hegemonía tebana.
La hegemonía tebana, en la Antigua Grecia, fue la época que transcurre entre la victoria de la ciudad-estado de Tebas frente a Esparta en la Batalla de Leuctra en 371 a. C. hasta la derrota de una coalición de ejércitos del Peloponeso en la Batalla de Mantinea en 362 a. C., aunque Tebas intentó mantener su posición hasta que finalmente fueron eclipsados por el creciente poder de Macedonia en 346 a. C. Los historiadores, ya desde la antigüedad, atribuyeron los éxitos de Tebas en este periodo a las extraordinarias capacidades de dos de sus líderes: Epaminondas y Pelópidas, cuyas innovaciones tácticas proporcionaron victorias militares incluso ante enemigos más numerosos y cuyas habilidades políticas conseguían una serie de alianzas que a la vez debilitaron a sus principales rivales, sobre todo a Esparta. Contexto previo a la batalla de Leuctra Como consecuencia de la paz de Antálcidas (387/6 a. C.) los espartanos habían conseguido la disolución de la Liga Beocia, por lo que Tebas dejó de controlar las ciudades de Beocia. En 382 a. C. el general espartano Fébidas había ocupado la acrópolis de Tebas, con el beneplácito de Leontíades, uno de los líderes tebanos de una de las facciones aristocráticas que luchaban por el control político de la ciudad, a la vez que apresaron y ejecutaron al líder de la otra facción, Ismenias, mientras que numerosos partidarios de este último tuvieron que huir a Atenas. Sin embargo, en 379 a. C. los que se habían exiliado organizaron una conspiración apoyada por gente del interior de la ciudad que logró sublevar al pueblo, expulsar de Tebas a los espartanos y eliminar a la facción de Leontíades. Así, se instauró un régimen democrático en Tebas. Al mismo tiempo se reconstituyó la Liga Beocia, aunque inicialmente con representantes solo de Tebas. Por otra parte, los sectores democráticos de las ciudades de Platea, Tespias, Tanagra y Orcómeno se habían refugiado en Tebas debido a que los gobiernos oligárquicos de esas ciudades habían pedido a Esparta que estableciera en ellas guarniciones. En los años siguientes los espartanos realizaron varias campañas militares contra Tebas, que contó con ayuda de los atenienses para su defensa. En estas campañas, los espartanos lograron inicialmente poner en apuros de abastecimiento a los tebanos pero finalmente estos consiguieron aprovisionarse por vía marítima. A partir de 376/5 a. C. la iniciativa pasó a ser de los tebanos, que atacaron las guarniciones espartanas en varias ciudades de Beocia y lograron que otras ciudades pasaran a formar parte de la Liga Beocia. Los tebanos derrotaron a los espartanos en Tegira y progresivamente se fueron adhiriendo a la Liga las ciudades que aún no formaban parte de ella: Tanagra se adhirió voluntariamente; en 373 a. C., los tebanos destruyeron la ciudad de Platea —lo que contribuyó a que Atenas dejara de apoyar a Tebas— y probablemente en 372 a. C. conquistaron Tespias. Ese mismo año realizaron también una campaña contra la región de Fócide que resultó fallida. Las negociaciones de paz con Esparta se rompieron debido a que los tebanos se negaban a disolver de nuevo la Liga Beocia. Batalla de Leuctra Esto se consideró una amenaza para el anterior poder hegemónico, Esparta, que luchó por restaurar su posición frente a Tebas. Sin embargo, en Leuctra los tebanos derrotaron de forma aplastante a un ejército espartano. A pesar de su superioridad numérica, los espartanos sucumbieron ante la novedosa disposición táctica tebana, la falange oblicua, en la que destacaba el empuje de su cuerpo de élite, el Batallón Sagrado. De 700 ciudadanos de élite espartanos que combatieron, 400 de ellos murieron en Leuctra y tras ello los tebanos dominaron de forma sistemática en Grecia. Mantenimiento de la hegemonía En el sur, los tebanos, dirigidos por Epaminondas, invadieron el Peloponeso para defender la nueva Liga Arcadia, frente a la oposición de Esparta, que se negaba a reconocer esa institución. En esa misma expedición liberaron a Mesenia del dominio espartano y se invitó a regresar a su patria a todos los mesenios o descendientes de mesenios que se hallaban exiliados. En el norte Tesalia se había convertido, en los años anteriores a la hegemonía tebana, bajo la tiranía de Jasón de Feras, en una potencia con gran poderío tanto económico como militar. Aliado de Tebas, Jasón evitó sin embargo que los tebanos aniquilaran a los supervivientes espartanos en Leuctra y logró que se pactara una tregua. Poco después, en 370 a. C., Jasón fue asesinado. Las subsiguientes luchas por el poder en Tesalia provocaron la intervención del ejército tebano bajo el mando de Pelópidas, frente a Alejandro de Feras y también frente a los macedonios, que habían ocupado algunas ciudades de Tesalia. Pelópidas llegó a penetrar en Macedonia en 369 a. C. y tomó como rehén al que en un futuro sería Filipo II de Macedonia. En 368 a. C., sin embargo, Pelópidas fue capturado en una batalla por las tropas de Alejandro de Feras. Tras su puesta en libertad, emprendió otra campaña militar contra Tesalia en 364 a. C., pero murió en combate, a pesar de que los tebanos salieron victoriosos. En varias ocasiones hubo intentos de llegar a acuerdos de paz entre los estados griegos. El primer intento, en Delfos, en 369/8 a. C., fracasó debido a que Esparta pretendía recuperar el control de Mesenia mientras Tebas se oponía a ello. En 367 a. C. acudieron a Susa embajadores de Tebas, Élide, Esparta, Arcadia y Atenas, donde el rey de Persia favoreció los intereses de Tebas al reconocer su predominio sobre los otros estados griegos, decretar la autonomía de Mesenia e imponer a Atenas la eliminación de su flota y la renuncia a sus pretensiones sobre la ciudad de Anfípolis. Asimismo se decidió que Trifilia debía pertenecer a Élide. En 366 a. C. los tebanos convocaron un nuevo congreso en su ciudad para tratar de hacer cumplir los acuerdos que se habían tomado en Susa. Tras la disolución del congreso sin un acuerdo general, los tebanos enviaron embajadores a varias ciudades para intentar llegar a entendimientos individuales con ellas. Así, los tebanos llegaron a acuerdos con Corinto, Fliasia y otras ciudades del Peloponeso. Los atenienses, que lideraban la Segunda Liga ateniense, no cumplieron las disposiciones de Susa sino que volvieron a aumentar su influencia en varios lugares del Egeo a través del poderío de su flota. Entre 365 y 364 a. C., la flota ateniense bajo el mando de Timoteo, intervino militarmene en la isla de Samos —expulsando de la isla a los persas—, en el Quersoneso tracio —acudiendo en ayuda del sátrapa Ariobarzanes que se había sublevado—, en Macedonia —donde tomó Pidna y Metone— y en la Calcídica —tomando Torone y Potidea, aunque no logró el objetivo de tomar Anfípolis. Los tebanos, que en 366 a. C. habían tomado la ciudad de Oropo, en la zona fronteriza entre Beocia y el Ática, quisieron también hacer frente al poderío de la flota ateniense, así que crearon su propia flota, que consiguió que varios aliados importantes de los atenienses —Bizancio, Quíos y Rodas— se separaran de la Liga. Sin embargo, Tebas no tenía gran tradición marinera y tampoco grandes recursos financieros para sustentarla por mucho tiempo, por lo que aparte de estos logros, la flota tebana no tuvo una gran relevancia. Por otra parte, después de una conspiración de una facción de aristócratas exiliados que pretendió recuperar el control político de Tebas y contó con la participación de 300 orcomenios, los tebanos emprendieron una expedición contra Orcómeno, en 364/363 a. C., que conquistó la ciudad. Batalla de Mantinea En el 364 a. C. había resurgido el conflicto en el Peloponeso entre Élide y Arcadia por el control de Trifilia. Vencieron los arcadios, pero un posterior conflicto entre ellos por haberse apoderado de los tesoros sagrados desencadenó la división entre varias ciudades arcadias. Tebas decidió intervenir en el conflicto para mantener su influencia sobre Arcadia y en la Batalla de Mantinea, en 362 a. C. se enfrentaron, dirigidos por Epaminondas, junto a sus aliados de Beocia, Eubea, Tesalia, Argos, Mesenia, Tegea y Megalópolis frente a Esparta, Atenas, Acaya, Élide y Mantinea. Los tebanos emplearon la misma disposición táctica de la falange oblicua que habían utilizado en Leuctra y añadieron el elemento sorpresa de un ataque tras haber simulado hacer preparativos para acampar. Cuando los tebanos iban venciendo, Epaminondas murió en la batalla. Esto provocó que los tebanos no pudieran aprovechar su ventaja y al final los dos bandos levantaron trofeos como si fueran vencedores. Después de la batalla se firmó una paz general en la que participaron todos los contendientes con excepción de los espartanos. Fin de la hegemonía tebana La consecuencia fue una victoria pírrica para ambos estados. Esparta había perdido el poder y los recursos necesarios para volver a intentar retomar su posición hegemónica, mientras que Tebas perdió a todos los líderes cuyo genio le habían permitido llegar hasta donde estaba. En esa situación, Tebas fue incapaz de mantener su posición hegemónica y fue perdiendo el dominio sobre Grecia. Los tebanos siguieron interviniendo en algunos eventos bélicos e intentaron mantener su posición a través de la diplomacia y de su influencia en la Anfictionía de Delfos, pero el intento terminó con sus antiguos aliados de Fócide apoderándose del santuario de Delfos, lo que desató la Tercera Guerra Sagrada en 356 a. C. Tebas intervino, junto con algunos otros aliados, contra los focidios, que estaban apoyados por espartanos y atenienses y además habían reunido gran cantidad de mercenarios. La guerra finalmente acabó en 346 a. C., pero no gracias a las fuerzas de Tebas, o de ninguna otra ciudad-estado, sino de Filipo II de Macedonia cuya ayuda había sido solicitada por los tebanos, que habían perdido varias ciudades (Orcómeno, Coronea y Corsias), desde donde los focidios emprendían frecuentes saqueos a otras zonas de Beocia. Esto supuso el surgimiento de Macedonia dentro de Grecia, y puso un fin oficial a la hegemonía tebana que, en cualquier caso, llevaba ya declinando desde la muerte de Epaminondas en 362 a. C. |
Biografía de Jenofonte. (Atenas, c. 430 - Corinto, c. 355 a.J.C.) Escritor e historiador griego. Representante junto con Tucídides del estilo ático (fue conocido como "la abeja ática" por la dulzura de sus formas), intentó, al igual que Isócrates, orientar con su obra la confusión política e individual que siguió a la derrota de Atenas en la guerra del Peloponeso. Sin embargo, Jenofonte no fue tanto un logógrafo como un hombre de acción que reflejó sus experiencias personales en sus obras o tratados. En 401, su amigo Próxeno de Beocia le enroló en la expedición que Ciro el Joven emprendió contra su hermano Artajerjes II. Pese a lograr la victoria en Cunaxa, con la muerte de Ciro la expedición perdió su significado, dejando en difícil situación al ejército griego. La arriesgada retirada de los diez mil griegos supervivientes a través de la altiplanicie armenia en dirección al Mar Negro constituye el núcleo principal de su obra más perdurable, la Anábasis, narración en prosa en siete libros que contiene momentos memorables. Al igual que el resto de su producción, por falta de datos es difícil establecer la fecha de este libro. Enfrentado con la democracia ateniense por su condena de Sócrates, de quien había sido discípulo, y desatada la guerra entre Atenas y Esparta, Jenofonte se retiró a vivir en una hacienda en Escilo, junto a Olimpia, cedida por los espartanos en reconocimiento de sus servicios. Fruto de su experiencia como dueño de una explotación agrícola fueron el Económico y las Rentas, donde propuso también medidas para remediar los males de Atenas. La derrota de los espartanos (371) le obligó a trasladarse a Lepreo y, más tarde, a Corinto, donde murió. En sus obras se manifiesta hostil hacia la democracia ateniense y se orienta hacia formas más autoritarias, como las que conoció en Esparta y en Persia. Agradecido a la política espartana, compuso un desigual tratado sobre La república de los lacedemonios, alabando la educación y la constitución espartana. En la misma línea se inscribe su opúsculo Agesilao, dedicado a alabar la política del rey espartano, amigo del autor. Su orientación aristocrática se manifiesta, sobre todo, en sus Helénicas, en las que pretendía continuar la obra de Tucídides, pero con una intención historiográfica muy alejada de la imparcialidad y del método de dicho historiador. Las Helénicas son una obra claramente filoespartana que narra en siete libros la historia griega desde la última etapa de la guerra del Peloponeso (411) hasta la batalla de Mantinea (362). Jenofonte supo utilizar en ella su gran experiencia y conocimiento de las cuestiones militares, hasta el punto de figurar como un precursor de la historiografía helenística en la eficaz descripción de escenas. Sus ideas políticas, que acabaron cristalizando en la postulación de una monarquía moderada y fuerte, se plasmaron en obras como la Ciropedia, en la que, junto a la alabanza de la monarquía y a datos históricos, se puede leer toda una serie de historias y relatos de carácter novelesco que anuncian ya la novela helenística. La Ciropedia, historia de la juventud, ascensión y gobierno de Ciro el Grande, presenta los ideales educativos del autor, basados en parte en las instituciones espartanas. Los ocho libros que la componen abordan los hechos históricos con enorme libertad y abundan en discursos y episodios moralizadores destinados a la exaltación de la figura de Ciro. Su aprendizaje intelectual al lado de Sócrates lo llevó a inmortalizar la figura de su maestro en obras como Recuerdos de Sócrates o Simposio, uno de los testimonios más importantes para la reconstrucción sobre bases reales de la filosofía y de la personalidad del Sócrates histórico. Jenofonte escribió, además, tratados técnicos como Hiparco o la Equitación, con vistas a aconsejar sobre tácticas militares concretas, como las de la caballería. Obras En sus obras se manifiesta hostil hacia la democracia ateniense y se orienta hacia formas más autoritarias, como las que conoció en Esparta y en Persia. Históricas y biográficas
Obras socráticas y diálogos
Tratados menores
Se le atribuyó infundadamente Sobre la constitución de los atenienses (Περὶ τῆς Ἀθηναίων πολιτείας); obra en que se critica la situación política de Atenas. Estilo Sus escritos son un reportaje de sus propias experiencias en el ejército. Su escritura es fresca, precisa, rápida, tan solo alterada por la longitud de algunos discursos. La claridad y sencillez de sus escritos hicieron que ganara multitud de lectores. Según Diógenes Laercio (que escribió hacia el año 200 d. C.), Jenofonte, hijo de Grilo, ciudadano de Atenas, del municipio de Erchia, era un hombre de gran modestia y tan guapo como puede imaginarse. Dicen que Sócrates se encontró con él en una callejuela, le impidió el paso con su bastón y le preguntó dónde se vendían toda clase de cosas necesarias. Y cuando le hubo respondido, le preguntó de nuevo dónde se hacían buenos y virtuosos los hombres. Y como no lo sabía, le dijo: "Sígueme, pues, y aprende". Y a partir de este momento, Jenofonte se convirtió en un seguidor de Sócrates. Y fue el primero que anotó las conversaciones que se producían, las publicó entre los hombres, y las llamó Memorabilia. También fue el primer hombre que escribió una historia de los filósofos. Ideología y pensamiento político. Jenofonte se limita a narrar los hechos; en ningún caso es analítico como Tucídides. No distingue entre lo esencial y lo anecdótico. En ese sentido, su obra histórica está más emparentada con la de Heródoto, autor con el que comparte, además, la creencia de que los acontecimientos están en gran medida determinados por la providencia divina. Jenofonte carece también de la objetividad e imparcialidad de Tucídides. Su ideología es conservadora y no disimula su partidismo por Esparta. Para él la Historia no consiste en la búsqueda constante de la “verdad”, como lo es para Tucídides. Considera que ante todo debe ser moralizante y ejemplificar la virtud del hombre. Pese a su aparente arcaísmo, en muchos aspectos Jenofonte presenta características propias del futuro Helenismo. Hay en él una tendencia al individualismo y un afán por explorar nuevos géneros literarios, como la biografía, la novela y los tratados breves sobre temas concretos. |
Tengo un libro en mi colección privada .-
Itsukushima Shrine. |
Griego moderno. El griego moderno (Νέα ελληνική o Νεοελληνική γλώσσα), lengua oficial de Grecia y Chipre, es una lengua diferente del griego clásico, con características gramaticales y fonológicas diferentes resultado de siglos de cambio lingüístico durante los cuales las estructuras del griego antiguo cambiaron hasta dar lugar a una lengua diferente.
El griego moderno o neogriego es una forma sencilla derivada del griego helenístico o koiné. Es considerada como la última etapa en la evolución del idioma griego, y se corresponde a la variante de este idioma hablada desde la Edad Moderna hasta la actualidad. Se toma simbólicamente como fecha de su surgimiento la caída de Constantinopla (1453), aunque dicha fecha no se corresponde con una frontera lingüística clara y muchas de las características fonéticas modernas del idioma ya habían aparecido siglos antes. Durante gran parte de este tiempo, existió una situación de diglosia, con diferentes dialectos orales regionales al lado de formas escritas arcaicas. Durante los siglos XIX y XX fue importante la polémica lingüística en torno a la variante popular o demótica, δημοτική (dimotikí) y la culta arcaizante, καθαρεύουσα (katharévousa). El neogriego difiere notablemente del griego clásico tanto como el español y otras lenguas romances, del latín, de tal manera que, para que un griego contemporáneo pueda comprender un texto escrito en la época de la Grecia clásica, tendría que haber estudiado previamente el griego antiguo. La actual lengua griega moderna está basada en la variante demótica y es la lengua oficial de Grecia y Chipre. Historia. Durante el período turco, sólo ciertos dialectos marginales de las islas jónicas, nunca ocupadas por los turcos, y de Chipre y Creta, que mantuvieron durante un tiempo su independencia, recibieron cultivo literario. En la zona ocupada, la Grecia continental, los dialectos que surgían tenían, sin apenas excepciones, un carácter puramente oral. La Iglesia, en torno a la cual mantenían los griegos su identidad, se servía de la lengua aticista. Los intentos en época bizantina de usar en literatura (sólo en géneros muy concretos y no sin mezcla de elementos antiguos) la lengua popular, fueron abandonados. Esto trae el tema de los dos estratos lingüísticos griegos. En la época del Imperio romano y en la del bizantino existían, por decirlo así, dos lenguas, que se influían por lo demás recíprocamente: la lengua hablada o popular y la lengua literaria o aticista. Y en la Grecia moderna, a partir de la liberación, ha existido la competencia entre las dos lenguas, llamadas respectivamente καθαρεύουσα (katharévusa) «pura» y δημοτική (dimotikí) «popular», derivada la primera del griego aticista, la segunda del popular o hablado. Fue A. Hatzidakis quien, desde su libro de 1892, estableció esta genealogía del griego moderno: viene de la koiné antigua (κοινή), no, al menos en términos generales, de los antiguos dialectos. De la koiné vienen también los dialectos griegos modernos. La historia del griego moderno se resume, así, en una tendencia evolutiva: a la desaparición de los dos estratos lingüísticos y de los diferentes dialectos a favor de un único griego moderno aproximadamente unificado, que, por supuesto, ha recibido influjos de diferentes lenguas. El griego moderno ha reducido su extensión a un espacio geográfico relativamente reducido, próximo al del griego antiguo. Ocupa casi toda Grecia, donde lo habla el 95% de su población (más de 10 000 000 de personas), y la parte griega de Chipre (unas 600 000 personas). En Grecia el número de hablantes de lenguas eslavas, armenio, albanés y rumano ha descendido drásticamente y los más son bilingües; el ladino o judeoespañol prácticamente desapareció por causa de las persecuciones durante la Segunda Guerra Mundial. Y quedan unos 150 000 hablantes de turco en Tracia. Aparte de esto, el número de hablantes de griego en Egipto (Alejandría) y Asia Menor ha descendido considerablemente por la resaca antioccidental: guerra perdida en Anatolia e intercambio de poblaciones (1923), regímenes nacionalistas en Egipto (desde 1956). Ha descendido su número en Estambul. Estos griegos, y los del Cáucaso y Ucrania, se han replegado a Grecia. En cambio, hay florecientes colonias griegas en Europa Occidental, América y Australia.
En el período turco, pese a los terribles golpes recibidos por la lengua griega, ésta conservaba en Oriente su prestigio. Una pequeña élite la sabía descendiente de los gloriosos tiempos antiguos; muchos más veían en ella la lengua de la verdadera religión, en torno al patriarcado de Constantinopla. Aquí y en otros lugares del Imperio turco había muchos griegoparlantes, en general tolerados, aunque había épocas de persecución. Y una pequeña aristocracia griega tenía puestos oficiales en el imperio, sobre todo los fanariotas de Constantinopla, que tenían importantes puestos administrativos y políticos y gobernaban para el sultán Valaquia y Moldavia.
En Occidente, sin embargo, prácticamente la única referencia para el griego era la de la Antigüedad clásica. En nombre de ella (o con pretexto de ella) rechazaba Federico II de Prusia las propuestas de Voltaire de ayudar a los griegos a liberarse del turco. Los consideraba indignos, envilecidos; y su lengua era considerada pura corrupción. Una excepción era Catalina de Rusia, sin duda por los profundos lazos de su país con la cultura bizantina. Sin embargo, a fines de siglo xviii, después de la Ilustración y de la Revolución francesa, creció poco a poco el empeño por ayudar a los griegos, identificándolos más o menos con los antiguos: así Lord Byron y los filohelenos que lucharon en la guerra de liberación de Grecia, a partir de 1821. A esto contribuyó el hecho de que los griegos, súbditos del Imperio Turco, comenzaron a relacionarse con Europa como agentes de comercio exterior del mismo o como miembros de comunidades griegas que empezaban a formarse en Rusia y Occidente. Y el hecho de la difusión de las ideas europeas de independencia y libertad, cuya antigua genealogía era admitida por todos. Bajo influencias liberales y nacionalistas grupos de emigrantes griegos promovieron la creación de núcleos independentistas en Grecia y fuera (en Odesa y en Occidente), núcleos apoyados por los fanariotas de Constantinopla y la Iglesia griega. Por otra parte, Grecia era un buen punto de apoyo para rusos y occidentales en su deseo de expansionarse a expensas del turco. Todo esto desembocó en la ayuda a los griegos cuando intentaron liberarse de los turcos: sublevación de 1821, guerra con resultados cambiantes, apoyo de Gran Bretaña, Rusia y Francia (tratado de Londres y batalla de Navarino, 1827), independencia de Grecia (tratado de Adrianópolis de 1829 y Conferencia de Londres de 1830). Unificación del idioma
Grecia se encontraba liberada, pero quedaba abierta, entre otras, la cuestión lingüística. La minoría que escribía lo hacía en katharévousa (καθαρεύουσα, GK), la continuación de la κοινή antigua y bizantina (koiné); los demás hablaban dimotikí (δημοτική, GD), dividida además en dialectos, una lengua que no se escribía. El modelo occidental y una mínima racionalidad imponían una lengua única. Una lengua que fuera capaz, además, de satisfacer las necesidades de la civilización europea.
Un primer acercamiento hacia esta tarea fue la obra de Adamantios Korais (1748-1833), un griego de Esmirna a quien su padre envió a Ámsterdam como su representante comercial y que estudió luego medicina en la Universidad de Montpellier. Vivió la Revolución francesa y vio en la expedición a Egipto el comienzo del hundimiento del Imperio otomano. Pudo alcanzar a ver, en sus últimos años, la liberación de Grecia. Korais era un excelente filólogo clásico. Empezó traduciendo a Estrabón por encargo de Napoleón, luego tradujo y editó con notas numerosos autores clásicos: Aristóteles, Platón, Tucídides, Isócrates y otros muchos. Consideraba el griego como una continuidad, pensaba que Polibio, Plutarco y los demás seguían ya la pronunciación del griego moderno. Ahora bien, si para él la clásica era la continuación del griego antiguo, quería «purificarla» añadiéndole algunos elementos de la antigua lengua, para convertirla así en lengua de la cultura, la administración y la escuela. Pisaba un terreno intermedio entre la variante demótica y la lengua «pura» que preconizaba el sector más tradicionalista, encabezado por Codrikás, representante de los fanariotas de Constantinopla.
Por ejemplo, frente al demótico ψάρι «pez», proponía su forma etimológica ὀψάριον, mientras Codrikás quería volver al griego antiguo ἰχθύς. Más radicales eran los poetas de las islas jónicas, el único lugar donde un dialecto continuaba recibiendo cultivo escrito, tras la conquista de Chipre y Creta por los turcos. Ya hablamos del poeta Solomós, el más conocido del grupo. Pero era una lengua local y ahora se trataba de crear una lengua nacional apta para la administración y para la prosa en general. En estas circunstancias se estableció un Gobierno provisional en Nauplion en 1828 y luego, en 1833, la capitalidad se trasladó a la que era una pequeña ciudad, pero de nombre ilustre, Atenas. La interpretación clasicista prevalecía (aunque hacer de Atenas una monarquía no era muy clásico) y la ciudad se llenó de edificios neoclásicos. Y esta orientación prevaleció también en lo relativo a la lengua. Sin embargo, en un primer momento, fueron las realidades de hecho las que se impusieron. Junto a los atenienses, un aflujo de población foránea, peloponesia sobre todo, invadió la pequeña ciudad de Atenas. Se fue formando un dialecto hablado más o menos común, sobre la base del «griego meridional», más conservador que el del Norte, pero con inclusión de ciertos arcaísmos del dialecto hablado en Ática, Megáride y Egina. Decía (y dice) ἄνθρωπος (no ἄνθρουπους), μύτη 'nariz' (no μύτ), μεσημέρι 'mediodía' (no μισμέρ). Aceptaba algunos influjos del griego de las islas jónicas (Ac. pl. fem. τις del artículo) y del griego de Constantinopla.
Ahora bien, una vez instaurado el gobierno griego la presión clasicista fue muy fuerte y se renovó y llevó más lejos la καθαρεύουσα. Cierto que hubo exfrentistas (como P. Soutsos, que intentó renovar el ático antiguo) y moderados (como K. Asopios). Había ciertas fluctuaciones. De otra parte, había también ultracorrecciones y creación de nuevas palabras: en vez de κάσσα 'caja' decían χρηματοκιβώτιον, en vez de πατάτα, γεώμηλον (calco de fr. pomme de terre). La lengua demótica era llamada «melenuda» y en Atenas estallaron motines cuando en 1901 A. Pallis publicó una traducción al griego demótico del Nuevo Testamento (ya antes había traducido la Ilíada). Sin embargo, la situación había empezado a cambiar en 1888 cuando J. Psichari, un escritor griego que vivía en París, publicó su novela Το ταξίδι μου («Mi viaje») en griego demótico. Intentó crear un demótico regularizado (demasiado regularizado), que admitía, ciertamente, palabras culturales del katharévousa. A pesar de todo, el lenguaje periodístico, el legal y el científico continuaron siendo καθαρεύουσα; y hasta 1909 era la única lengua enseñada en las escuelas.
La renovación fue más fuerte cuando, a partir de 1910, se fundó por M. Triandaphyllidis la asociación llamada «Sociedad Educativa» (Ἐκπαιδευτικός Ὅμιλος). Influyó en la legislación del Partido Liberal de E. Venizelos, que en 1917 lo introdujo en la enseñanza elemental. La lengua propugnada por Triandaphyllidis fue expuesta en su Gramática de 1941, que se constituyó en una especie de preceptiva lingüística. Era, ciertamente, más abierta su concepción que la de Psicharis: conservaba ciertas formas dobles y ciertas formas puristas, como -πτ- en vez de -φτ- en palabras de origen antiguo (περίπτερο). Lo peor del caso es que la «cuestión» lingüística se politizó, los partidarios del δημοτική fueron acusados, en ocasiones, de inclinaciones prorusas y aun pro-bolcheviques. Desde 1923 a 1964 el δημοτική continuó siendo la lengua de los primeros cursos de la escuela (salvo durante el gobierno de C. Tsaldaris en 1935-36); en 1964, el Partido del Centro colocó a ambas lenguas en igual plano, aunque el estudio del δημοτική raramente sobrepasó la clase de los 14 años. Más tarde, durante el gobierno de los Coroneles, el καθαρεύουσα fue declarado otra vez lengua oficial (1967), el δημοτική quedó restringido a los cuatro primeros grados de la escuela primaria. Vino luego la reacción, con el cambio de régimen, en 1976 el δημοτική fue declarado lengua oficial: de la educación y la administración. Literatura griega contemporánea. El siglo XX y la Generación del 30. El nuevo siglo trae consigo aires de renovación para la literatura helena. Tanto la prosa como la poesía se renuevan al calor de la modernización sociocultural y de los acontecimientos históricos que caracterizaron las primeras décadas del siglo XX: la cuestión macedónica desde 1903, las Guerras Balcánicas entre 1912 y 1913, la Primera Guerra Mundial de 1914-1918, la Catástrofe de Asia Menor de 1922, etc. Estas complejas circunstancias se verán reflejadas en las diversas formas de expresión literarias, las cuales vibrarán con frecuencia en tonos trágicos, como la pobreza, la guerra, el desarraigo y la muerte. Una de las figuras emblemáticas de la renovación literaria griega será Konstantinos Kavafis (1863-1933), quien se consagrará como el creador de una lírica única y con un particular uso de la lengua que combinaba griego demótico con kazarévusa. Su poesía influenciará a una nueva generación de escritores conocida como la Generación del 30. En el terreno de la poesía de la Generación del 30 destacan los autores Giorgos Seferis (1900-1971), ganador del Premio Nobel de Literatura en 1963, y Odisseas Elitis (1911-1996), honrado con el mismo galardón en 1979. Ambos son considerados como padres fundadores de un nuevo estilo de expresión poética, el cual echó raíces y marcó la obra de otros poetas destacados de la literatura griega como Giannis Ritsos (1909-1990), ganador del premio Lenin en 1977. En el ámbito de la prosa, el nombre más relevante es el de Nikos Kazantzakis (1883-1957), un cretense muy conflictuado y atravesado por dilemas religiosos y filosóficos que lo empujarán a buscar vías de escape de diversa índole. Kazantzakis alcanzó notoriedad cuando su primera novela, Vida y Obra de Alexis Zorbá (1946) fue llevada al cine en 1964. El famoso syrtaki del final de la película, creado especialmente para el rodaje, se hizo mundialmente conocido y se convirtió en un icono de la cultura griega. Alexis Zorbás, el personaje de esta novela, está basado en la vida de Giorgos Zorbás, un minero con el que Kazantzakis trabajó en la región de Mani. En la novela, Zorbás intenta transmitir algo de su sentido de libertad y despojo al personaje protagonista, un intelectual que hace alusión al mismo Kazantzakis, y que llega a Creta en busca de aventuras y nuevas experiencias. Kazantzakis estuvo a punto de recibir el premio Nobel de Literatura en 1956, pero lo perdió por solo un voto frente a Juan Ramón Jiménez, un poeta español. En noviembre de 2017 se estrenó en Grecia una película sobre la vida del escritor, cuyo trailer subtitulado compartimos de forma exclusiva para Academia Egeo: La Generación de Posguerra Los escritores que se destacaron a partir de 1945 recibieron la influencia no sólo de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), sino también de las consecuencias que la contienda tuvo localmente. La ocupación alemana (1941-1944), la Guerra Civil Griega (1946-1949) y la posterior dictadura de 1967-1974 dejaron huellas imborrables en todas las áreas de las expresiones artísticas. Esta oscura segunda mitad del siglo XX impregnó de pesimismo, tragedia y seriedad la literatura, en las mismas dosis que lo hicieron la ternura y el hiperrealismo. Los poetas de este período intentarán registrar los acontecimientos dramáticos con la esperanza de proyectar sus ansias de un mundo mejor. En esta línea se inscribe la poesía de tipo social, comprometida, combativa y de resistencia, entre cuyos representantes se encuentran Manolis Anagnostakis (1925-2005), Aris Aléxandrou (1922-1978) y Giannis Dallas (1924-). Un segundo grupo de poetas se mantuvo al margen de la brecha política entre derechas e izquierdas, y se centró exclusivamente en volcar en sus creaciones la apesadumbrada realidad trágica. En esta línea se encuentran Eleni Vakaló (1921-2001) y Nanos Valaoritis (1921-2019), entre otros. En el ámbito de la prosa, las temáticas se enmarcan asimismo en las problemáticas de la vida contemporánea. Las distintas generaciones de escritores de posguerra mostrarán en sus ricas producciones las preocupaciones en torno a las condiciones sociales y económicas cambiantes y a la incertidumbre que generaba el futuro. Entre los autores más relevantes de este período se encuentran Stratís Tsírkas (1911-1980), Dimitris Hatzís (1913-1981) y Aléxandros Kotziás (1926-1992). |
Giorgos Seferis. (Georgios Stylianos Seferiadis, también llamado Georgios o Yorgos Seferis; Esmirna, 1900 - Atenas, 1971) Poeta griego. Era hijo de Stelios Seferiadis, un jurista y literato bastante conocido en aquel tiempo, activo defensor del demótico y buen traductor de Lord Byron. En 1914, después de haber dejado su ciudad natal por Atenas, el joven Seferis prosiguió sus estudios en la capital griega y completó en París su preparación en derecho. Durante estos años tuvo lugar el doloroso éxodo de las poblaciones griegas del Asia Menor por el tratado de Lausana (1923), que marcó el final de la milenaria presencia griega en Anatolia y de las antiguas colonias helénicas, entre ellas Esmirna. Este hecho contribuirá a crear en el ánimo del poeta ese tormentoso complejo del exiliado que formará una de las componentes de su arte. Después de París pasó un breve período en Londres, de manera que, entre los dieciocho y los veinticinco años, pudo entrar en estrecho contacto con los movimientos culturales y artísticos de Occidente y liberarse del clima cerrado y provinciano que agobiaba a la Grecia de entonces. En 1931 comenzó su larga carrera diplomática: primero como vicecónsul en Londres y más tarde como cónsul general interino en Albania. Durante la Segunda Guerra Mundial siguió al gobierno griego a Egipto, y en la postguerra volvió a Londres como consejero de embajada. Ejerció después en Ankara para ser luego embajador en Líbano, y finalmente en Londres. En 1963 fue galardonado con el premio Nobel de Literatura. Pasó los últimos años de su vida en Atenas, en un aislamiento físico y espiritual, angustiado por la dictadura de los coroneles. Cuando se le otorgó el premio Nobel, Giorgos Seferis era una figura relativamente poco conocida, salvo en algunos países europeos. Con su galardón, la mirada del mundo se dirigió a Grecia, cuyo nombre estaba ligado para muchos nada más que a un remoto pasado glorioso. Pero tras el poeta galardonado (como tras las figuras de escritores como Constantino Cavafis, Nikos Kazantzakis, Yannis Ritsos y Odysseus Elytis, que pertenecen junto con Seferis a la Generación de los años treinta) existía una tradición de diez siglos de elaboración literaria propiamente neogriega, diferente de la medieval y de la antigua, aunque estrechamente vinculada a ellas como continuidad lingüística y cultural. Al iniciarse la década de 1930 había comenzado a surgir en la literatura neogriega todo un movimiento innovador, del que participó Seferis con los anteriormente nombrados y que sirvió de introductor del simbolismo y del surrealismo en la literatura contemporánea de su país. Giorgos Seferis comenzó su actividad literaria en 1931 con una colección de poemas que llevaba un título muy significativo, Vuelta, que aunque repetía modelos y técnicas en parte ligadas a la tradición, anticipaba las que serían las características de la siguiente producción poética seferiana. En 1932 publicó el poema La cisterna, en el que es advertible la huella de Stéphane Mallarmé y sobre todo de Paul Valéry. Para el arte de Seferis sería decisivo el encuentro con T. S. Eliot, quien contribuyó a hacer más consciente y explícito su compromiso poético. Esta experiencia encontraría respuesta en sus siguientes colecciones, Leyenda (1934) y Gimnopedias (1935). A partir de 1940 aparecieron sucesivas recopilaciones de sus poemas: Cuaderno de estudios (1940), Diario de a bordo I (1940), La última etapa (1944), Diario de a bordo II (1944) y Diario de a bordo III (1955). En 1961 reunió toda su producción lírica en la colección Poesías. De 1966 son Tres poesías secretas. Importante fue también la labor de Seferis como crítico literario y traductor; se le deben traducciones de La tierra baldía y Muerte en la catedral de T. S. Eliot, y de poemas de Ezra Pound, Sidney Keyes, W. H. Auden, W. B. Yeats, André Gide y Paul Éluard, asi como de obras como el Cantar de los cantares y el Apocalipsis de San Juan Evangelista). |
Odysséas Alepoudélis. (en griego, Οδυσσέας Αλεπουδέλης), conocido por su seudónimo Odysséas Elýtis (Οδυσσέας Ελύτης; Heraclión, 2 de noviembre de 1911-Atenas, 18 de marzo de 1996), fue un poeta griego, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1979, considerado como uno de los renovadores de la poesía griega en el decurso del siglo XX. En el contexto de la literatura griega, pertenece a la generación literaria de los años 1930 y fue distinguido en 1960 con el Premio Nacional Griego de Poesía. Es conocido, especialmente, por su extenso poema de 1959 To axion estí (traducido como Dignum est en su versión en español). Fue denominado «El Poeta de la Luz» debido al rol central que esta desempeña en su poesía. Su obra se conoce fuera de Grecia a través de recopilaciones que recogen, traducidos, muchos de sus poemas, aunque su obra incluye también traducciones de poemas y obras de teatro. Fue miembro de la Unión Griega de Críticos de Arte y de la Sociedad Europea de Críticos, representante de los "Rencontres Internationales" de Ginebra y del "Incontro Romano della Cultura" de Roma. Obra Odysseas Elytis constituyó uno de los últimos representantes de la generación literaria de los años 30, una de cuyas características fue el dilema ideológico entre de la tradición griega y el modernismo europeo. El propio Elytis caracterizó su propio lugar en esta generación como extraño, apuntando característicamente: "de una parte fui el último de una generación, que se preocupó por la fuentes de la Helenidad, y por otra parte fui el primero de otra que aceptaba las teorías revolucionarias de un movimiento moderno". Su obra ha estado unida al movimiento del surrealismo, aunque Elitis se diferenció pronto del surrealismo “ortodoxo” que seguían los poetas modernos, excepto Andreas Embirikos, Nikos Engonópulos o Nikólaos Kalas. Fue influenciado por el surrealismo y recibió prestado de él elementos, que sin embargo remodeló de acuerdo con su visión personal poética, unido sin fisuras con el elemento lírico y la tradición popular griega. Las influencias del surrealismo se distinguen fácilmente en sus dos primeras recopilaciones poéticas de Orientaciones (Προσανατολισμοί) (1940) y El sol primero (1943). Una de sus cumbres creadores fue en el poema To axion estí (1959), obra con la cual Eyitis reclamó un puesto en la literatura nacional, ofreciendo simultáneamente una recopilación mitológica y una obra étnica. La crítica literaria subrayó su valor estético así como su completitud técnica. Su lenguaje fue alabado por la exactitud clásica de la frase mientras que su construcción rigurosa fue caracterizada como hazaña que “no deja vislumbrar en ningún sitió la pequeña violación de la expresión espontánea”. La característica “nacional” del To axion estí la subrayaron entre otros D. N. Maronítis y G. P. Savvídis, el cual en una de sus primeras críticas del poema afirmó que Elytis tenía derecho al adjetivo "nacional", equiparándose a la obra de Solomós, de Palamás y de Sikelianós. La posterior marcha de Elytis fue más una vuelta hacia dentro, regresando a la sensualidad de su primera época y a lo que el propio poeta llamó expresión de una “metafísica de la luz": "Así la luz, que es el principio y el final de cada descubrimiento, del fenómeno, se manifiesta con el éxito de todo una más grande visibilidad, una perfecta trasparencia en el poema que permite mirar al mismo tiempo, dentro de la materia y dentro del alma”. De la misma belleza, pero también uno de las obras más importantes de Elitis, se puede caracterizar el poema teatral María Nefeli (en griego Μαρία Νεφέλη) (1978), en el cual utilizó —por primera vez en su poesía— la técnica del collage. Más allá de su obra poética, Elitis dejó ensayos importantes, recopilados en los tomos de Cartas Abiertas (1974) y En Lefkó (en griego Εν Λευκώ) (1992), así como notables traducciones de poetas europeos y autores teatrales. Entre sus trabajos más importantes se pueden destacar:
Escribió también ensayos como Papeles abiertos, 1974 o I mayiia tou Papadhiamandi (El encanto de Papadiamantis, 1976) y realizó numerosas traducciones. La recopilación Dignum Est y otros poemas (Barcelona, 2008), tr. Cristián Carandell, recoge una muestra amplia de la trayectoria de Elytis, desde Orientaciones hasta De cerca. |
Constantino Kavafis (Konstantinos Petrou Kavafis, también llamado Constantino Cavafis y C. P. Cavafis; Alejandría, 1863-1933) Poeta griego. Fue el menor de una familia de nueve hermanos. Su padre, Juan Kavafis, fue comerciante, mientras que su madre, Jariclea Fotiadis, procedía de una familia noble de Constantinopla. Tras el fallecimiento de su padre, acaecido el 10 de agosto de 1870, se trasladó a Inglaterra, donde permaneció en Liverpool y Londres desde 1872 a 1878. Allí inició sus estudios y aprendió con total perfección la lengua inglesa. Finalizada esa estancia regresó a Alejandría, donde completó sus estudios, y en 1882, debido a los disturbios políticos que acabaron con la ocupación de Egipto por los ingleses, abandonó de nuevo su ciudad natal. La familia se trasladó a Constantinopla y permaneció allí hasta el mes de octubre de 1885. Regresó entonces a Alejandría, ciudad que el poeta ya nunca abandonaría excepto con motivo de unos viajes a París (1897), Londres (1901) y Atenas (1903). Sus primeras publicaciones datan de 1886. Los poemas de esta primera época juvenil, románticos en su concepción, siguen la línea de D. Paparrigópulos, con evidentes influencias de Victor Hugo y Alfred de Musset. En 1891 publicó en una hoja suelta una composición titulada "Constructores", y en 1896 escribió "Murallas", un poema ya completamente cavafiano en el que expresa la trágica realidad de la vida, el aislamiento del mundo y la soledad existencial. Constantino Kavafis renegó de muchas obras que no llegó a publicar. El corpus de los poemas "reconocidos" suman un total de ciento cincuenta y cuatro, todos ellos breves. Sus versos circularon en pequeñas hojas sueltas y en privado. En 1904, en un pequeño fascículo, publicó catorce poemas, y en 1910 los volvió a publicar añadiendo siete más. Desde 1912 publicó hojas sueltas con las que compuso colecciones, ordenándolas cronológicamente o temáticamente. La especial idiosincrasia de Kavafis, altiva y tímida al mismo tiempo, guarda sin duda relación con un rasgo esencial de su lírica: la suya es una voz que disimula el tono personal y afectivo, eludiendo la expresión emotiva directa. Su poesía da cabida a la melancolía del pasado, al sentimiento de temporalidad, al recuerdo y a la historia. El sentimiento de la vejez, la muerte y el tiempo son constantes en su obra. La vejez, en poemas como "La ciudad", "Un viejo", "Muy raramente", etc; la muerte, en "En el puerto", "En el mes de Athyr", "Epitafia de Antíoco, rey de Comegene" y otros más. La brevedad y la sencillez de estructura "aparente" confieren a sus composiciones un matiz inconcluso. Sus poemas, según Politis, pertenecen a tres campos diferentes: filosófico, histórico y erótico o sensual. El trasvase de un área a otra es cosa frecuente. De este modo, el tema histórico servirá de medio de expresión de su erotismo, de su filosofía y de su didactismo. La lengua empleada ofrece una serie de peculiaridades. Con la mezcla de griego purista y demótico, aunque la base de su lengua sea el demótico, el poeta se nos aparece como un espíritu selectivo, ecléctico y crítico que aprovecha los rasgos de uno u otro en función de sus conveniencias métricas. Esta mezcla impregna la mayor parte de su producción; no obstante, los poemas de sus últimos años se encuentran escritos en demótico, excepto algunas palabras y construcciones sabias, en ciertas ocasiones con una clara voluntad de estilo. Aunque Kavafis trabajó cuidadosamente hasta el último detalle de todos sus poemas, la gramática no es siempre perfecta; la crítica considera estos descuidos como rasgos de estilo, ya que la mayoría de las veces son deliberados. |
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