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martes, 10 de abril de 2012

80.-El Principito de Saint-Exupéry. a


El Principito.

  

Primera edición de El Principito. Nueva York, Reynal and Hitchcock, 1942. Foto cortesía de The Morgan Library and Museum, en Nueva York.  Imagen por Graham S. Haber, 2013El Principito es uno de los libros más famosos del mundo y ha sido traducido a unos 250 idiomas. Lo que no es tan conocido es el proceso de creación de su autor, el aviador francés Antoine de Saint-Exupéry (1900-1944), ni el hecho de que el libro fue escrito y publicado en Nueva York durante la Segunda Guerra Mundial. 

La obra fue publicada en abril de 1943, tanto en inglés como en francés, por la editorial estadounidense Reynal & Hitchcock, mientras que la editorial francesa Éditions Gallimard no pudo imprimir la obra hasta 1946, tras la liberación de Francia. Incluido entre los mejores libros del siglo XX en Francia, El principito se ha convertido en el libro en francés más leído y más traducido. Así pues, cuenta con traducciones a más de doscientos cincuenta idiomas y dialectos, incluyendo al sistema de lectura braille. La obra también se ha convertido en uno de los libros más vendidos de todos los tiempos, puesto que ha logrado vender más de 140 millones de copias en todo el mundo, con más de un millón de ventas por año. La novela fue traducida al español por Bonifacio del Carril y su primera publicación en dicho idioma fue realizada por la editorial argentina Emecé Editores en septiembre de 1951. 
Saint-Exupéry, ganador de varios de los principales premios literarios de Francia y piloto militar al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, escribió e ilustró el manuscrito mientras se encontraba exiliado en los Estados Unidos tras la batalla de Francia. Ahí tenía la misión personal de persuadir al gobierno de dicho país para que le declarara la guerra a la Alemania nazi. En medio de una crisis personal y con la salud cada vez más deteriorada, produjo en su exilio casi la mitad de los escritos por los que sería recordado; entre ellos, El principito, un relato considerado como un libro infantil por la forma en la que está escrito pero en el que en realidad se tratan temas profundos como el sentido de la vida, la soledad, la amistad, el amor y la pérdida.
En relatos autobiográficos previos, se relatan sus experiencias como aviador en el desierto del Sahara y se cree que esas mismas experiencias le sirvieron como elementos para el argumento de El principito. Desde su primera publicación, la novela ha dado lugar a diversas adaptaciones a lo largo del tiempo, entre las que se incluyen grabaciones de audio, obras de teatro, películas, ballets, obras de ópera e incluso una serie animada y un anime.

Sinopsis

El principito es un cuento poético que viene acompañado de ilustraciones hechas con acuarelas por el mismo Saint-Exupéry. En él, un piloto se encuentra perdido en el desierto del Sahara después de que su avión sufriera una avería, pero para su sorpresa, es allí donde conoce a un pequeño príncipe proveniente de otro planeta. La historia tiene una temática filosófica, donde se incluyen críticas sociales dirigidas a la «extrañeza» con la que los adultos ven las cosas. Estas críticas a las cosas «importantes» y al mundo de los adultos van apareciendo en el libro a lo largo de la narración.
A pesar de que es considerado un libro infantil por la forma en la que se encuentra escrito, también posee observaciones profundas sobre la vida y la naturaleza humana. Esto se puede ejemplificar con el encuentro entre el principito y el zorro, quien le enseña el verdadero sentido de la amistad y la esencia de las relaciones humanas; de hecho, la esencia misma del libro se encuentra reflejada en el secreto que le obsequia el zorro al principito:
 «Solo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos».

 Asimismo, otras temáticas principales son expresadas a través de frases del zorro, tales como «Te haces responsable para siempre de lo que has domesticado» y «El tiempo que perdiste con tu rosa hace que tu rosa sea tan importante».

El narrador cuenta que una vez, cuando era un niño, hizo un dibujo de una boa que digería a un elefante; sin embargo, todos los adultos que veían el dibujo lo interpretaban erróneamente como un sombrero. Cuando el narrador trata de corregir esta confusión, se le aconseja que deje de lado los dibujos y se dedique a algo más productivo. El narrador entonces se lamenta de la poca comprensión que tienen los adultos por la creatividad.****

Ya un adulto, el narrador se ha convertido en un piloto y, un día, su avión sufre una avería en el desierto del Sahara, lejos de la civilización. Sin embargo, de la nada aparece un pequeño niño al que el narrador llama «el principito». Este le pide que le dibuje un cordero, pero en su lugar, el narrador decide mostrarle su viejo dibujo del elefante dentro de la boa, que, para su sorpresa, el príncipe interpreta correctamente. Después de varios intentos fallidos de elaborar un cordero, el narrador, en su frustración, termina por dibujarle una caja y le explica que el cordero se encuentra en su interior; el principito lo acepta y le responde que eso era lo que quería.

Con el pasar de los días y mientras el narrador intenta reparar el motor de su avión, el principito cuenta su historia de cómo llegó a la Tierra. Este comienza describiendo su pequeño planeta de origen: un asteroide —el B 612, según el narrador— un poco más grande que una casa. Las características más destacadas del asteroide son sus tres pequeños volcanes, uno de los cuales se encuentra inactivo, y sus variedades de plantas. El príncipe cuenta cómo pasa sus días en su pequeño planeta: limpiando muy limpio los volcanes y quitando ciertas semillas que infestan el suelo, sobre todo las semillas de los árboles baobabs que constantemente tratan de crecer. 
Al parecer, el principito quería un cordero para que se comiera esas plantas indeseables, hasta que el narrador le dice que un cordero también podría comerse a una rosa con espinas. Al oír esto, el príncipe habla del aprecio que tiene por una misteriosa rosa que de pronto empezó a crecer sobre la superficie del asteroide hace algún tiempo. El pequeño explica que cuida y protege a su rosa con un biombo y una cúpula de cristal y aunque estaba encantado con ella, de pronto empezó a sentir que se estaba aprovechando de él. Así, el principito decidió abandonar su planeta y explorar el resto del universo. A pesar de que la rosa se disculpó por su vanidad y ambos se reconciliaron, esta le animó a seguir adelante con su viaje y el príncipe obedeció.

Desde entonces, el principito había visitado otros seis planetas, cada uno de los cuales estaba habitado por algún adulto de mente estrecha. En el primero se topó con un rey sin súbditos y más adelante con un hombre vanidoso que se creía la persona más admirable en su desolado planeta. En el tercer planeta había un borracho que bebía para olvidar la vergüenza de ser un borracho, mientras que en su próximo viaje conoció a un hombre de negocios que contaba sin cesar las estrellas y absurdamente afirmaba ser dueño de todos ellas. Seguidamente se encontró con un farolero que encendía y apagaba su faro cada minuto, y por último, llegó al planeta de un anciano geógrafo que estaba tan centrado en la teoría que en realidad nunca había explorado el mundo que tanto decía conocer. 
Cuando el geógrafo le pidió que describiera su casa, el principito mencionó a su rosa, pero el anciano le explicó que no registraba cosas «efímeras» como las plantas. El pequeño príncipe estaba sorprendido y dolido por esta revelación, ya que la rosa era de gran importancia para él, pero tras recuperar el ánimo le pidió al geógrafo que le sugiriera otro planeta para visitar, y este le recomendó la Tierra.
En la Tierra, el principito aterrizó en el desierto, lo que lo llevó a creer que el planeta estaba deshabitado. Luego conoció a una serpiente amarilla que decía tener el poder de regresar a las personas al lugar de donde vinieron. Más adelante, se encontró con una flor que le dijo que no había visto personas desde hace algunos años. Después de subir la montaña más alta que había visto en su vida, el principito esperaba ver toda la Tierra, pero en su lugar solo vio el enorme paisaje desolado. Cuando el príncipe llamó, su eco le respondió, y pensó que se trataban de otras personas burlándose. De nuevo en sus andanzas, se encontró con un jardín lleno de rosas que lo hizo sentir desgraciado, pues pensaba que su rosa era única en el universo. 
Tras ello, el pequeño comenzó a sentir que no era un gran príncipe después de todo, ya que su planeta solo tenía tres pequeños volcanes y una flor que ahora consideraba común y corriente. Triste, el principito lloró hasta que de pronto apareció un zorro que quería ser domesticado y que a su vez le explicó que su rosa era realmente única y especial porque él la quería. El zorro también le explicó que, en cierto modo, el príncipe había domesticado a la rosa y por eso se sentía tan responsable de ella. El príncipe entonces se tomó el tiempo para domesticar al zorro, aunque luego tuvieron que separarse. 
Después de haberse despedido del zorro, el joven príncipe conoció a un guardagujas que le contó que las personas viajaban constantemente de un lugar a otro a bordo de los trenes, ya que nunca estaban satisfechas en el lugar donde estaban y que, a diferencia de los niños, tampoco sabían lo que buscaban. Luego, un vendedor le habló al príncipe sobre su producto: una píldora que eliminaba la sed y le ahorraba a la gente cincuenta y tres minutos a la semana. El príncipe pensó que si tuviera ese tiempo libre lo utilizaría para encontrar agua fresca.
Ilustración de Saint-Exupéry para El principito (1943)


De vuelta en el presente, ya han pasado ocho días desde que el avión del narrador se averió y ya se ha agotado su provisión de agua, por lo que comienzan a tener sed; caminaron muchas horas y anocheció. El principito estaba muy cansado así que se sentaron a descansar, conversando sobre porqué el desierto es tan hermoso el principito le dice que es hermoso porque esconde un pozo de agua en algún lugar, el narrador lo relaciona con una casa que esconde tesoros en alguna parte de ella y dice que sea una casa, una estrella o desierto, lo bello no se ve con los ojos. Estas palabras le gustaron mucho al principito ya que se parecía mucho a lo que le explicó el zorro. Como el principito se dormía, el narrador lo llevó en sus brazos y continuó caminando. Hasta que al amanecer encontró un pozo, un pozo elaborado y raro para ser uno del desierto.
 El narrador sacó el agua para el principito y él lo tomó con mucho gusto como si fuera un regalo, y dijo que las personas no saben lo que buscan, pero en realidad lo que buscan está en una rosa o en un poco de agua, pero no se ve con los ojos sino se tiene que buscar con el corazón. Luego le pidió al narrador que le dibujara un bozal para su oveja y le contó que al día siguiente cumplía 1 año desde que llegó a la tierra. 
El narrador se da cuenta de que el principito estaba buscando el lugar donde había llegado hace 1 año, para regresar a su casa. Luego el principito le pide que regrese a este lugar mañana al atardecer. Al día siguiente, mientras se dirige hacia donde está el principito, el narrador descubre que se encuentra hablando con una serpiente sobre su regreso a casa. El príncipe le explica lo que sucede y luego se despide emotivamente del narrador, a la vez que afirma que podrá verse como si hubiera muerto, pero es porque su cuerpo es demasiado pesado como para llevárselo consigo. 
Además, le dice que no lo vea partir, ya que podría perturbarlo, pero el narrador, al darse cuenta de lo que va a ocurrir, se niega a alejarse del príncipe, quien lo consuela diciéndole que solo tiene que mirar a las estrellas y recordar su encantadora risa, y así parecerá que todas las estrellas se ríen. El príncipe entonces se aleja del narrador, permite que la serpiente lo muerda y cae al suelo sin siquiera hacer ruido.

A la mañana siguiente, el narrador intenta buscar el cuerpo del principito, pero no es capaz de hallarlo. Así, la historia termina con un dibujo del paisaje donde el príncipe y el narrador se encontraban el día en que la serpiente mordió al pequeño. Como última solicitud, el narrador pide que, si alguna persona visita ese lugar y se encuentran con un niño de cabello dorado que se niega a responder lo que le preguntan, le escriban lo más pronto posible.

Personajes.

El Principito: personaje principal del libro, toda la historia está basada en él. Es un niño que viaja de planeta en planeta haciendo preguntas que se dan por hechas, y que no interesan a nadie. Vive en un pequeño planeta que podríamos identificar no como un planeta, sino como su propia vida, así el resto de planetas que visita son en realidad las vidas de otras personas que conoce. El hecho de que su planeta sea tan pequeño viene a decirnos que tiene mucho por vivir y aprender.


El aviador: coprotagonista, es un adulto que intenta razonar y actuar como un niño, pero sabe que en realidad no lo es, que ha perdido su condición pero intenta recuperarla. Es nuestra propia imagen, nuestro reflejo en la historia, el personaje que nos identifica dentro de la novela y que nos hace ver cómo deberíamos ver las cosas y cómo en realidad las vemos, cuando nos critica con frases como:
 «Si les decimos a las personas mayores: “He visto una casa preciosa de ladrillo rosa, con geranios en las ventanas y palomas en el tejado”, jamás llegarán a imaginarse cómo es esa casa. Es preciso decirles: “He visto una casa que vale cien mil francos”. Entonces exclaman entusiasmados: “¡Oh, qué preciosa es!”».
 Por sus características, podemos identificar al narrador con el propio autor que nos va guiando a lo largo de la historia.

El cordero: personaje aparentemente irrelevante pero de gran significado. Es un amigo que lo ayudará a librarse de los problemas que pueda tener o surgirle, pero como todos los amigos sin querer, algún día, pueden volverse en tu contra y hacernos daño.
El farolero : son los trabajadores que incansablemente se dedican a servir.
La caja: en un achaque de ira por no saber dibujar el cordero, el autor dibuja una caja y dice: 
«Esta es la caja. El cordero que quieres está dentro». 
Imaginación es lo que se necesita para ver lo que hay dentro, la caja es una alusión a la imaginación que los adultos ya no suelen usar.
La rosa: Se trata del ego, personaje que nos pone de manifiesto el amor del principito. La Rosa no es una flor cualquiera, es su amor. Es espléndida, es magnífica entre otras muchas, y es única en su «planeta». Ha habido otras, pero ésta es la que ha «florecido» y perdura, es la metáfora de la mujer que ama, que se ha quedado para siempre en su corazón. Bonita, huele bien, perfecta y, al mismo tiempo, llena de imperfecciones. 
Es frágil, hay que cuidarla, mimarla, estar siempre atento; además es orgullosa, vanidosa, egoísta y mentirosa. Aun así es su flor, única entre otras. Pone de manifiesto la inocencia del principito, su inexperiencia. Responsable de la huida del principito por crearle una gran confusión con su forma de hacer o decir las cosas.
Los baobabs: son los malos hábitos, pensamientos y problemas, hay que solucionarlos antes que sean demasiado complicados, es la moraleja que nos deja el autor, cuando nos alerta:
 «¡Niños, atención a los baobabs!». 
Los niños somos nosotros. Hay que tener disciplina, cuidado, estar atento siempre para diferenciar lo bueno de lo malo y actuar en consecuencia.
Los volcanes: son las emociones y tareas comunes del día a día, no son un problema como los baobabs, son simplemente cosas que hay que hacer para que todo vaya bien, y hay que hacerlo aunque no nos guste, aquí se vuelve a hacer hincapié en la disciplina.
El fanal o globo: la protección, los celos o los mimos y cuidados que hay que tener para que la «Rosa» se sienta protegida y querida, aunque realmente no los necesita.

El zorro: personaje medular de la historia, quien hace ver al Principito la esencia, pero también las dificultades y costos de la amistad.


Frases más iconicas de El Principito.

  1. «El mundo entero se aparta cuando ve pasar a un hombre que sabe a dónde va».
  2. «El hombre se descubre cuando se mide con un obstáculo».
  3. «No tengo derecho a decir o hacer nada que disminuya a un hombre ante sí mismo. Lo que importa no es lo que yo pienso de él, sino lo que él piensa de sí mismo. Herir a un hombre en su dignidad es un crimen».
  4. «Caminando en línea recta no puede uno llegar muy lejos».
  5. «Sólo se ve bien con el corazón; lo esencial es invisible a los ojos».
  6. «Al primer amor se le quiere más, a los otros se les quiere mejor».
  7. «El sentido de las cosas no está en las cosas mismas, sino en nuestra actitud hacia ellas».
  8. «Haz de tu vida un sueño, y de tu sueño una realidad».
  9. «Para ver claro, basta con cambiar la dirección de la mirada».
  10. «Si quieres comprender la palabra felicidad, tienes que entenderla como recompensa y no como fin».

Temas / Escritores

MUCHO MÁS QUE UN ESCRITOR
Antoine de saint-exupéry, el último de los románticos.



Periodista, aviador, aventurero, novelista, militar... Tal como demuestra Montse Morata en su ensayo 'Aviones de papel', Saint-Exupéry fue mucho más que solo el escritor de 'El Principito'.

El germen de la historia surgió como encargo del editor norteamericano de Saint-Exupéry, que le pidió un relato de Navidad. Actualmente está traducido a cientos de idiomas de todo el mundo y es uno de los libros más leídos y famosos de la historia.
Antoine de Saint-Exupéry ha pasado a la historia como uno de los escritores más leídos de todo el mundo, pero sus gestas en el mundo de la aviación también fueron notables.
“no estoy muy seguro de haber vivido después de la infancia”, le escribió Saint-Exupéry a su madre. Tenía treinta años y ya había apuntados varios logros en su casillero vital: había acabado el servicio militar, se había enrolado como piloto, había estado en el Sahara, escrito su primera novela y alcanzado el éxito literario con Vuelo nocturno (1930). De ahí que la confesión que hizo a su madre sea hoy tan relevante; a pesar de todas las aventuras, y a pesar de todas las que le quedaban por vivir, todo quedaba desdibujado a la luz de la verdadera aventura de la infancia.


EL PEQUEÑO PRÍNCIPE

Bautizado con cinco nombres, Antoine Jean Baptiste Marie Roger de Saint-Exupéry nació en una familia aristocrática venida a menos, el 29 de junio de 1900. Perdió a su padre cuando tenía solo cuatro años, y desde entonces, fue su madre la que cuidó de él y de sus cuatro hermanos, un niño y tres niñas. Desde que faltó el padre les ayudó una tía, la condesa de Tricaud, quien les alojó bajo su protección en el castillo de Saint-Maurice-de-Rémens, muy cerca de Lyon.
El pequeño Antoine —siempre con su pelo rubio y alborotado— ya apuntaba maneras y era el centro de un torbellino de juegos y travesuras. Su imaginación era desbordante y el vuelo era uno de sus temas favoritos. Cuando le llamaban para bañarse, siempre contestaba lo mismo: “No puedo —decía con cara seria— estoy en mi aeroplano”.
Renunció a aquel paraíso infantil con la edad de nueve años, cuando junto a su hermano François y su hermana Gabrielle (los tres mayores), dejó la libertad del castillo para conocer la autoridad de un internado en Le Mans.
Aquella intensidad infantil le caracterizó también de adulto. No era difícil encontrar a Saint-Exupéry insomne a altas horas de la madrugada, escribiendo absorto, cigarrillo tras cigarrillo hasta que las colillas desbordaban el cenicero. Detestaba las convenciones sociales, el orden y las rutinas. Incluso era habitual que en mitad de la noche despertara a algún amigo para mantener una fluida charla, mientras al otro lado del teléfono, todos aguantaban entre estoicos y adormecidos.
Yvonne Lestrange, una prima lejana de su madre, fue clave en su vocación literaria. Saint-Exupéry, que no era un estudiante aplicado y, en cambio, sí era un asiduo de la bohemia, había llegado a París para estudiar. La combinación de ambas características le condujeron a serias estrecheces económicas que decidió solventar con la invitación de su prima lejana, que lo acogió en una habitación. El apartamento, situado en la orilla izquierda del Sena, albergaba un salón literario al que acudían algunas de las personalidades de la cultura más importantes de la época.
Era habitual que en mitad de la noche despertara a algún amigo para mantener una fluida charla, mientras al otro lado del teléfono, todos aguantaban entre estoicos y adormecidos.
Deslumbrado por aquel mundo al que Yvonnes le abrió las puertas, Antoine, comenzó a escribir algunos poemas. Cierto que la prima los encontró demasiado sentimentales, pero también vió suficiente talento como para animarle a seguir escribiendo.
Como cuenta Montse Morata en Aviones de papel, aquellos años y la influencia de los escritores que conoció en el apartamento fueron decisivos en la publicación de Correo Sur, su primera novela y de la segunda, Vuelo de Noche, con prólogo de André Gide. Algunos años más tarde, en una entrevista publicada el 27 de mayo de 1939, Saint-Exupéry definió su propia poética:
 “Para mí volar o escribir son la misma cosa”.
A pesar de sus primero éxitos, Antoine no pensaba dedicarse profesionalmente a la escritura, antes creía que tenía que vivir. Además, no se sentía cómodo con la etiqueta de escritor y todo lo que representaba: un despacho, una rutina de trabajo, reuniones, editores, cifras de ventas…
o
TODA UNA VIDA EN EL CIELO

La escena tenía cierto aire épico: la tarde era lluviosa y las gotas repicaban sobre la chapa de los hangares de la Compañía Latécoère, en Toulouse. Hacía solo dos meses que Saint-Exupéry había sido contratado. Por fin encontraba un oficio afín a su vocación aventurera. Aquella tarde, un 14 de diciembre de 1926, el joven recibió la noticia que tanto ansiaba escuchar:
 “Mañana volará”.
No lo tuvo fácil desde que en abril de 1921 se incorporara al Segundo Regimiento de Aviación de Estrasburgo, donde hizo su servicio militar. Ahí es donde entró en contacto con el mundo de la aviación que le fascinaba desde niño. Así que, tratando de ahorrarse los dos años de la carrera militar, se decantó por obtener la licencia civil de aviación, a pesar de lo costoso. Para ello, Saint-Exupéry pidió a su madre dos mil francos de la época para poder dar las clases necesarias. La madre, incapaz de negar nada a su hijo, solicitó un préstamo para conseguir la abultada cantidad.
En abril de 1921 se incorporó al Segundo Regimiento de Aviación de Estrasburgo, donde hizo su servicio militar y donde entró en contacto con el mundo de la aviación que le fascinaba desde niño
Al fin logró la licencia con 21 años recién cumplidos, lo que le permitía también hacerse con la militar. Para recibir la formación fue destinado a Casablanca. A su vuelta a Francia diría: 
“He pasado días de melancolía al fondo de una barraca podrida, pero ahora lo recuerdo como si fuese una vida llena de poesía”.
 Tenía veintitrés años y ya era un joven piloto que quería seguir en el ejército, pero el amor se cruzó en el camino —y no sería el único encontronazo amoroso que le depararía la vida—. Su amada, Louise de Vilmorin, de familia rica, le exigió dejar ese mundo para poder seguir con ella. Saint-Exupéry renunció a su pasión y los jóvenes fijaron la fecha de la boda para finales de 1923.
El caso es que el noviazgo no funcionó. Parece ser que a Louise de Vilmorin, habituada a tratar con ministros, hombres influyentes y escritores de éxito, aquel pobre muchacho le pareció poco partido y decidió romper la relación. También vendió el anillo de prometida, por lo que Saint-Exupéry se vio sin novia y alejado de lo único que le apasionaba: pilotar aviones. Corrían los primeros meses de 1926 y añoraba pilotar, pero desesperado se tenía que contentar con los oficios que encontraba, como el de representante de la compañía de camiones Saurer, que al menos le permitía viajar.
Finalmente, en la compañía Latécoère, Saint-Exupéry conoció a muchos de los pioneros que formaron parte de la época dorada de la aviación. El 15 de diciembre de 1926, el escritor realizó su primer vuelo en solitario en un avión que transportaba el correo entre Toulouse y Perpiñán. Parece poca cosa después de los logros emocionantes que lograría más tarde: volaría por el norte de África, cruzaría el Atlántico, fue de los primeros pilotos que cruzaron el cielo nocturno sólo guiado por las estrellas y trazó una arriesgada línea de correo por los Andes. Ahí, participando de todas aquellas conquistas, se escribe la leyenda de Saint-Exupéry como piloto.

EL PADRE DEL PRINCIPITO

Poco podía imaginar aquel aguerrido piloto, mecánico, aventurero y periodista en la Guerra Civil Española que pasaría a ser recordado más como el padre del Principito. Tampoco pudo llegar a imaginar que aquella historia publicada el 6 de abril de 1943 por la editorial Reynal & Hitchcock en Nueva York se convertiría en uno de los libros más vendidos y traducidos de todos los tiempos.
No es que a su autor le faltara imaginación para ver el futuro éxito de El Principito, si no que lo consideró una obra menor, igual que le pareció a la editorial Gallimard, que no la incluyó en su importante sello hasta 1946, después de la guerra y de la misteriosa desaparición del autor.
La editorial Reynal & Hitchcock de Nueva York publicó la historia el 6 de abril de 1943


El germen de la historia surgió como encargo del editor norteamericano de Saint-Exupéry, que le pidió un relato de Navidad, pero el autor no estaba inspirado, ni interesado, así que dibujos y borradores quedaron guardados en el cajón. Finalmente, escribió el libro en el momento en el que el exilio y los sinsabores de algunas relaciones rotas le abocaron a una excesiva sensación de soledad.
La crisis vital requería recuperar la mirada soñadora de su infancia, escribir el cuento desde los ojos de un niño, pero el autor se desdobló a su vez en el piloto de la historia. Al final, todos los personajes y todos los símbolos —la rosa, el pequeño zorro solitario, los baobabs…-— están relacionados con su propia vida. Había llegado el momento de, por fin, tal como dijo al inicio de su carrera como escritor, plasmar la vida vivida en la escritura: eso sí, tamizada por una poesía enternecedora.

LA DESAPARICIÓN

Saint-Exupéry fue al encuentro de su destino a pecho descubierto, viviendo de la forma más honesta que supo, siempre creyendo en un humanismo por el que luchó, ya fuera con su pluma o con su avión. Precisamente, ese ir al encuentro de su propio destino le llevó a desaparecer misteriosamente, igual que su personaje en El Principito, el aviador, acaba protagonizando su propia desaparición.
Dicen que su comandante en el Segundo Regimiento de Aviación de Estrasburgo le espetó: 
“Usted jamás se matará en la aviación, porque ya lo habría hecho”. 
Y es que Saint-Exupéry era tan valiente como despistado y ya en la formación había protagonizado algún que otro accidente. Lamentablemente, aquel comandante se equivocó.
“Usted jamás se matará en la aviación, porque ya lo habría hecho” le dijo un comandante a Saint-Exupéry. Desgraciadamente se equivocó
A pesar de que la edad y su maltrecha salud lo desaconsejaba, Saint-Exupéry insistió hasta lograr ser aceptado de nuevo en el ejército. Francia estaba ocupada y él siempre había sido hombre de acción. Era 1944 y le autorizaron a realizar cinco misiones de reconocimiento. La mañana del 31 de julio de 1944, partió en vuelo de reconocimiento desde su base de Córcega, pero al poco se perdió su pista y ya nunca volvió. Tal vez aprovechase para sobrevolar por última vez aquel castillo cercano a Lyon, su refugio infantil.


Biografía  de Antoine de Saint-Exupéry.

 


(Lyon, 1900 - en el mar Tirreno, 1944) 

Novelista y aviador francés; sus experiencias como piloto fueron a menudo su fuente de inspiración. 
Hijo de Martin Louis Marie Jean de Saint Exupéry (1863-1904) , y de Andrée Marie Louise Boyer de Fonscolombe,  Antoine Jean-Baptiste Marie Roger de Saint-Exupéry nació el 29 de junio de 1900 en el número 8 de la calle Peyrat, en el 2° distrito  de Lyon, en una familia de la nobleza francesa.
Compartió una infancia feliz con sus cuatro hermanos y hermanas. Pero en 1904 , su padre muere,  por una hemorragia cerebral, con sólo cuarenta y un años, en la estación de La Foux. Marie de Saint-Exupéry cría a sus cinco hijos: Marie-Madeleine, conocida como Biche, Simone, conocida como Monot, Antoine, conocida como Tonio, François y Gabrielle, conocida como Didi. La ayuda la institutriz austriaca Paula Hentschel (1883-1965), que permanecerá con ellos hasta que sean adultos. En su novela Piloto de guerra , el autor le rindió homenaje en estos términos:
“Volví en mi memoria a la infancia, para redescubrir el sentimiento de protección soberana. No hay protección para los hombres. Una vez que eres un hombre, te dejan ir... ¿Pero quién puede hacer algo contra el niño cuya mano la todopoderosa Paula ha cerrado con fuerza? Paula, usé tu sombra como escudo…” .
Tercero de los cinco hijos de una familia de la aristocracia (su padre tenía el título de vizconde), Antoine de Saint-Exupéry vivió una infancia feliz en las propiedades familiares, aunque perdió a su progenitor a la edad de cuatro años. Estuvo muy ligado a su madre, cuya sensibilidad y cultura lo marcaron profundamente, y con la que mantuvo una voluminosa correspondencia durante toda su vida.
Su interés por la mecánica y la aviación se remonta a la infancia: recibió el bautismo del aire en 1912, y la pasión de volar ya no lo abandonaría nunca. Después de seguir estudios clásicos en establecimientos católicos, preparó en París el concurso de entrada en la Escuela naval, pero no logró su objetivo y se inscribió en Bellas Artes. Pudo aprender el oficio de piloto durante su servicio militar en la aviación, pero la familia de su novia se opuso a que se incorporara al ejército del aire, por lo que se resignó a ejercer diversos oficios, al tiempo que frecuentaba los medios literarios.

El año 1926 marcó un giro decisivo en su vida: publicó su narración breve El aviador en la prestigiosa revista literaria Le Navire d'Argent, dirigida por Jean Prévost, y consiguió un contrato como piloto de línea para una sociedad de aviación. A partir de entonces, a cada escala del piloto correspondió una etapa de su producción literaria, alimentada con la experiencia. Mientras se desempeñaba como jefe de estación aérea en el Sahara español, escribió su primera novela, Correo del Sur (1928).
La escala siguiente fue Buenos Aires, al ser nombrado director de la Aeroposta Argentina, filial de la Aéropostale, donde tuvo la misión de organizar la red de América Latina. Tal es el marco de su segunda novela, Vuelo nocturno. En 1931, la bancarrota de la Aéropostale puso término a la era de los pioneros, pero Saint-Exupéry no dejó de volar como piloto de pruebas y efectuó varios intentos de récords, algunos de los cuales se saldaron con graves accidentes: en el desierto egipcio en 1935, y en Guatemala en 1938.
En los años treinta multiplicó sus actividades: cuadernos de invención, adaptaciones cinematográficas de Correo del Sur en 1937 y de Vuelo nocturno en 1939, numerosos viajes (a Moscú, a la España en guerra), reportajes y artículos para diversas revistas. Durante su convalescencia en Nueva York, después del accidente de Guatemala, reunió por consejo de André Gide los textos (en su mayor parte artículos ya publicados) que se convirtieron en Tierra de hombres (1939).

Durante la Segunda Guerra Mundial luchó con la aviación francesa en misiones peligrosas, en especial sobre Arras, en mayo de 1940. Con la caída de Francia marchó a Nueva York, donde contó esta experiencia en Piloto de guerra (1942). En Estados Unidos se mantuvo al margen de los compromisos partidistas, lo que le atrajo la hostilidad de los gaullistas. 
Su meditación se elevaba por encima de la historia inmediata: sin desconocer las amenazas que la época hacía pesar sobre el "respeto del hombre", como declara en Carta a un rehén (1943), optó por la parábola con El principito (1943), una fábula infantil de contenido lirismo e ilustrada por él mismo, que le dio fama mundial.
En El principito, el autor afirma haber conocido al singular personaje que da título al libro seis años atrás, en el desierto del Sahara, después de haber sufrido un accidente de avión, y nos cuenta su historia. El principito procedía de un asteroide tan pequeño que bastaba con desplazar un poco la silla hacia atrás para ver continuamente la puesta de sol. Un día brotó del suelo una rosa; el principito se enamoró de ella, pero no pudiendo soportar su orgullo y presunción, decidió abandonar el asteroide y emprendió un viaje que lo llevó a otros pequeños planetas. En cada uno de ellos vivía un único personaje que, como en seguida aprecia el lector, encarna algún defecto humano: la vanidad, el egoísmo, la ambición...
Finalmente, el principito llegó a la Tierra, donde descubrió, consternado, que su rosa no era la única del universo, y entabló amistad con un zorro, y después con el narrador. Los sutiles simbolismos y el desenlace de la historia sugieren el sentido del libro: una indagación sobre el amor y la amistad, sentimientos que, pese a su naturaleza incomprensible y los sufrimientos que pueden acarrear, se revelan como una necesidad ineludible y enriquecedora.
En 1943 pidió incorporarse a las fuerzas francesas en África del Norte, y a partir de entonces retomó las misiones desde Cerdeña y Córcega. En el transcurso de una de ellas, el 31 de julio de 1944, su avión desapareció en el Mediterráneo. Los cientos de páginas de La ciudadela, suma alegórica que permaneció inacabada, fueron publicadas póstumamente en 1948.
La prosa de Saint-Éxupery impresiona por un rigor en el que la desnudez retórica asegura la eficacia del relato de acción. Cercano a André Malraux por su conciencia de la aventura humana, a Jean Giono por su lirismo cósmico, a Georges Bernanos por su búsqueda del absoluto, Saint-Exupéry mostró siempre que el hombre no es más que lo que hace.

Obras

1926: El aviador
1928: Correo del Sur: Saint-Exupéry, A. . (1967). Correo sur. Argentina: Goncourt. Trad. de Susana Saavedra / Marco A. Galmarini.
1931: Vuelo nocturno: Saint-Exupéry, A. . (1942). Vuelo nocturno. Esplugues de Llobregat, Barcelona: Plaza & Janés. Trad. de Juan de Benavent.
1938: Tierra de hombres: Saint-Exupéry, A. . (1939). Tierra de los hombres. Buenos Aires: Sudamericana. Trad. de Rafael Dieste.
1942: Piloto de guerra: Saint-Exupéry, A. . (1943). Piloto de guerra. Buenos Aires: Sudamericana. Trad. de María Teresa López.
1943: El principito: Saint-Exupéry, A. . (1951). El principito. Buenos Aires, Argentina: EMECÉ. Trad. de Bonifacio del Carril.
1944: Carta a un rehén: Saint-Exupéry, A. D., & Galmarini, M. A. (1944). Carta a un rehén. Argentina: Goncourt. Trad. de Marco A. Galmarini.
1948: Ciudadela: Saint-Exupéry, A. . (1951). Ciudadela. Buenos Aires, Argentina: EMECÉ. Trad. de Bonifacio del Carril.

Distinción. 
Oficial de la Legión de Honor. (Caballero 1930, Oficial 1939)

Cruz de Guerra 1939-1945, palma de bronce. 

El premio Femina es un premio literario francés, creado en 1904 por 22 colaboradoras de La Vie heureuse y apoyado también por la revista Femina. (1931)

Gran Premio de Novela de la Academia Francesa (1939)

El Premio Nacional del Libro es uno de los premios literarios más prestigiosos que se conceden en Estados Unidos. 

Muerte por Francia (otorgado en 1948)

  

Saint-Exupéry.



 Écartelé aux 1 et 4, d’or au lion de gueules ; aux 2 et 3, d‘azur à l’épée d’argent garnie d’or.

Saint-Exupéry es un patronímico, el nombre de una familia de la nobleza francesa del Périgord, cuyo representante más ilustre es Antoine de Saint-Exupéry (1900-1944), escritor y aviador francés, autor de El Principito.  Su linaje está registrado desde 1405 y se tiene estado de noble desde 1667.

Armes anciennes D'azur à l'épée d'argent garnie d’or.


Esta casa, conocida en Lemosín desde el siglo XI, parece haber tomado el nombre del castillo de Saint-Exupéry, situado en esta provincia Francesa. Hacia 1330 se estableció en Auvernia tras la alianza de Hélie de Saint-Exupéry, caballero, con la hermana y en parte heredera de Raimond de Miremont, que murió sin descendencia. 
Fue uno de los hijos de este matrimonio quien formó la rama más joven, que continuó en Périgord y Quercy y tiene allí numerosos representantes. 
La rama más antigua en Auvernia terminó en Guy de Saint-Exupéry, caballero, señor de Miremont, Favars, Chayrols, Dognon y otros lugares, consejero del rey, alguacil real de las montañas de Auvernia, en Aurillac, de 1558 a 1562, que De su matrimonio, contraído el 29 de mayo de 1548, sólo quedaron tres hijas, una de las cuales, Françoise, se casó en 1571 con Enrique de Borbón-Maulaze, vizconde de Lavedan; la segunda, Rosa, casada con Luis de Rillac, caballero, de San Quintín; y la tercera, Magdeleine, cuyo destino se desconoce. 

Antepasados

M  Géraud de Saint Exupéry

M  Philippe de Saint Exupéry

Jean Ier de Saint Exupéry (Jean de Saint Exupéry)

 Jean II de Saint Exupéry (Jean de Saint Exupéry)
Coseigneur de Miremont

Jean III de Saint Exupéry (Jean de Saint Exupéry)

M  Jean Pierre Henri de Saint Exupéry
Seigneur de Saint Amans, Coseigneur de Miremont, Seigneur de Pignols

Jean Antoine de Saint Exupéry
Gouverneur de La citadelle de Perpignan.

Jean Louis de Saint Exupéry.
Seigneur de Saint Amans.

M  Jean Gratien de Saint Exupéry.
Comte de Saint Amans (Fallecido el 4 de septiembre de 1778)

Georges Alexandre Césarée de Saint Exupéry.
Comte de Saint Amans. (Nacido el 17 de mayo de 1757 Fallecido el 8 de mayo de 1825)

Jean Baptiste de Saint Exupéry. (Nacido el 27 de enero de 1791- Fallecido el 29 de junio de 1843)

Fernand de Saint Exupéry. (Nacido en septiembre de 1833 - Fallecido el 18 de noviembre de 1919)

Jean Martin de Saint Exupéry. (Nacido el 2 de enero de 1863-Falleció el 14 de marzo de 1904) 

Antoine de Saint-Exupéry.


  



Consuelo de Saint-Exupéry, de soltera Consuelo Suncín-Sandoval Zeceña (Armenia, El Salvador; 10 de abril de 1901 - Grasse, Francia; 28 de mayo de 1979), fue una escritora y artista salvadoreña-francesa, y esposa del famoso escritor y aviador Antoine de Saint-Exupéry, creador de El principito.  
Consuelo Suncín nació en una ciudad pequeña de nombre Armenia, del Departamento de Sonsonate, en El Salvador, en el seno de una familia de ricos terratenientes. Sus padres, el coronel Félix Suncín y Ercilia Sandoval Zeceña, tuvieron tres hijas: Ana Dolores, Consuelo y Amanda. Consuelo realizó sus estudios en el Instituto Central de Señoritas.​ Estudió en el extranjero, en San Francisco, en la Ciudad de México, y en Francia.
Llegó a un colegio de las monjas ursulinas en la Ciudad de San Francisco con 19 años y una beca para estudiar inglés.​ Allí conoció al que sería su primer marido, Ricardo Cárdenas, con quien se casó nada más cumplir la mayoría de edad, obteniendo la licencia oficial el 15 de mayo de 1922 en la ciudad de San Francisco, del Estado de California. Hasta hace poco se mencionaba que se había casado con un militar, lo que no es cierto (esto es probablemente resultado de la capacidad imaginativa de Consuelo, en su afán de tratar de salir adelante en su vida), pues el joven Ricardo, de tez blanca y de padres de nacionalidad mexicana, trabajaba como dependiente en un almacén de pinturas. Consuelo vivía en el 562 de Maller Street, y la ceremonia fue oficiada por el Juez de la Corte Superior de California. Divorciado de Consuelo, Cárdenas murió a los pocos meses en un accidente de ferrocarril.
Viuda y con 22 años se fue a México, donde inició estudios de Derecho, aunque los abandonó pronto cambiándolos por los de Periodismo. Durante su estancia en Francia, Consuelo contrajo matrimonio con Enrique Gómez Carrillo, diplomático guatemalteco, escritor y periodista. Después de la muerte de Gómez Carrillo en 1927 a causa de un derrame cerebral, a los once meses de la boda, Consuelo que se encontraba nuevamente viuda y dueña de una gran fortuna, se afincó en Buenos Aires, Argentina, donde obtuvo la nacionalidad de este país. Tenía 25 años.

Matrimonio con Saint-Exupéry

En 1931, estando en Buenos Aires, su amigo Benjamin Crémieux le presentó a Antoine de Saint-Exupéry, que por ese entonces estaba afincado en esa ciudad y tenía a su cargo la Compañía Aeroposta. El flechazo fue inmediato. Consuelo y Antoine estuvieron a punto de casarse en Buenos Aires, pero la ceremonia finalmente tuvo lugar en Francia, donde se trasladaron a vivir.
Su unión matrimonial, que se alargó durante quince años, fue muy turbulenta por la profesión de piloto de su marido, su gusto por la vida bohemia, su éxito como artista y escritor y sus incontables amantes. Todo ello los distanció, aunque tenían encuentros esporádicos durante los que vivían momentos de auténtica felicidad. No en vano, la rosa de El principito es un homenaje de Saint-Exupéry a su esposa. Su infidelidad y dudas acerca del matrimonio son simbolizadas por el campo de flores que se encuentra el pequeño príncipe en la Tierra. Sin embargo, el principito le dice que su rosa es especial, porque es a ella a la que realmente quiere.
A pesar de tener un matrimonio 'sinigual', Antoine guardó a Consuelo cerca de su corazón. Ella es un personaje importante en El principito como su "flor", que "creció" en su planeta y que él protege bajo una campana de cristal.
Consuelo murió de un ataque de asma en Grasse, Francia el 28 de mayo de 1979 y fue enterrada en el cementerio de Père-Lachaise en París junto a los restos de su segundo marido Enrique Gómez Carrillo. Legó todos sus bienes y derechos al español José Martínez-Fructuoso, quien fuera su mayordomo y jardinero.


Biblioteca Personal.

Tengo un libro en mi colección privada .- 


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