Luis Alberto Bustamante Robin; Jose Guillermo Gonzalez Cornejo; Jennifer Angelica Ponce Ponce; Francia Carolina Vera Valdes; Carolina Ivonne Reyes Candia; Mario Alberto Correa Manríquez; Enrique Alejandro Valenzuela Erazo; Gardo Francisco Valencia Avaria; Alvaro Gonzalo Andaur Medina; Carla Veronica Barrientos Melendez; Luis Alberto Cortes Aguilera; Ricardo Adolfo Price Toro; Julio César Gil Saladrina; Ivette Renee Mourguet Besoain; Marcelo Andres Oyarse Reyes; Franco Gonzalez Fortunatti; Patricio Ernesto Hernández Jara; Demetrio Protopsaltis Palma; Katherine Alejandra Del Carmen Lafoy Guzmán
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Las Historias de Herodoto. |
La obra por la que Herodoto de Halicarnaso mereció el sobrenombre de padre de la historia no recibió de él ni el título ni la división; la actual, en nueve libros, cada uno de los cuales aparece bajo la denominación de una musa, procede de los eruditos alejandrinos. Los cinco primeros libros describen los aspectos de fondo de las Guerras Médicas; los cuatro últimos contienen la historia de la guerra, que culmina con el relato de la invasión de Grecia por el rey persa Jerjes, y las grandes victorias griegas de Salamina, Platea y Micala. Las Guerras Médicas y sus preliminares son, pues, el tema de esta primera gran historia narrativa de la Antigüedad. Pero si se renuncia a la simplificación, hay que advertir que la crónica de Herodoto, múltiple y compleja, es difícil de resumir: su finalidad y sus narraciones son varias y muy diferentes entre sí, por lo que, en un primer momento, cuesta ver el principio unificador de tan diversos materiales. Para reunirlos, Herodoto recurrió a sus muchos viajes a lo largo del mundo conocido; de ellos extrajo sus fuentes de información y sus datos: unas veces, Herodoto recoge aquello que ha visto con sus propios ojos; otras, lo que le han contado; otras muchas, el resultado de sus pesquisas e indagaciones tras contrastar las tradiciones orales recibidas con los restos arqueológicos y monumentos o tras recurrir a los sacerdotes y estudiosos de los lugares visitados. Así, por ejemplo, su investigación sobre el mito de Hércules le llevó hasta Fenicia. Llama la atención ver cómo Herodoto va engarzando estos elementos tan distintos entre sí y cómo, en ocasiones, los recoge aun cuando, en su opinión, no son fiables: "Mi deber es informar de todo lo que se dice, pero no estoy obligado a creerlo todo igualmente" (lib. 7, 152). Ya desde el comienzo de la obra, el propio Herodoto anuncia que su cometido es narrar los sucesos y hazañas de los hombres y, más en concreto, la guerra entre bárbaros y griegos. El núcleo central del relato es, ciertamente, la narración de las Guerras Médicas, aquellas que enfrentaron a Oriente con Occidente, pero ello da pie a Herodoto a insertar a lo largo de su obra numerosas digresiones. Éstas permitían a su público acercarse a esos países extraños y alejados, que estaban relacionados en mayor o menor medida con los persas. De esa manera, su narración no es unitaria, sino que se rompe siguiendo un principio asociativo, según el cual los distintos países y regiones aparecen en el momento en que se relacionan de algún modo con los persas. Sin embargo, si bien estas digresiones son especialmente frecuentes en los primeros libros de la obra, se observa que disminuyen en la parte central de la misma, aquella en la que se narra el enfrentamiento entre Grecia y Persia. Se inicia entonces un relato bastante más escueto y objetivo, con un análisis e investigación mucho más detenida de los datos. Se descubre de este modo en la obra de Herodoto una gran multitud de estilos en dependencia directa con sus fuentes: para su descripción de países exóticos, Herodoto tuvo que recurrir a sus viajes y a informaciones de segunda mano, bien orales o bien escritas (como los relatos de otros logógrafos); por el contrario, para narrar la guerra, centro de su relato, Herodoto dispuso de documentos más accesibles y fiables sobre esos acontecimientos. Herodoto aúna así las dotes de un gran narrador y las de un historiador (esto es, investigador) en su intento de dilucidar la verdad a través de la maraña de sus múltiples fuentes. De la etnografía a la historia. Esta heterogeneidad de materiales ha permitido aventurar hipótesis sobre la génesis de la obra. Así, las características internas y externas de los estudios dedicados a los diversos pueblos que sucesivamente fueron sometidos por los persas se explicarían con la premisa de que debieron originalmente coordinarse en una descripción etnográfica e histórica del imperio persa, y que no se convirtieron en parte de la obra hasta que, en el desarrollo de la narración, Herodoto se vio arrastrado por el apasionante interés que para él y para sus lectores tenía el conflicto militar con Grecia. Después de compuestos, estos pasajes fueron incorporados al programa narrativo de las Historias con varios aditamentos: algunos fueron situados en el lugar por completo adecuado, según la crónica de la expansión persa (como el referente a los atenienses en Egipto, que tanto interés encerraba para él); otros, como el que se refiere a los lidios, fueron cambiados de sitio según las exigencias del nuevo tema; otros, finalmente (y así sabemos qué sucedió con uno sobre los asirios) fueron suprimidos. Es bastante seguro, pues, que cierto número de pasajes, concebidos originariamente como lógoi o relatos independientes y destinados a la lectura ante un auditorio, fueron sometidos con posterioridad al plan historiográfico de la obra. Tal explicación de la génesis de la obra de Herodoto da idea de su principal originalidad, ya que nos permite comprender cómo el autor fue pasando de la especulación teológica y de la curiosidad de los compiladores de noticias geográficas y etnográficas a la investigación de los hechos humanos averiguables mediante una tradición digna de fe. Antes de él, los escritores en prosa, que fueron denominados logógrafos, se habían preocupado meramente de investigar y sistematizar, siguiendo el ejemplo de la poesía épica, los míticos relatos de los orígenes divinos y humanos en genealogías y crónicas, y de recoger noticias sobre los sucesivos descubrimientos geográficos. Naturalmente, Herodoto se halla todavía muy cerca de los logógrafos, tanto por su estilo fácil y fluido de narrador como por su lengua (escribe todavía en dialecto jónico), y también por su mentalidad. Si, en realidad, concede escasa importancia a la mitología, la concede muy grande, en cambio, a las noticias geográficas y etnográficas, sacando provecho de sus múltiples viajes. Sobre todo, sus intereses en el terreno de la geografía y la etnografía se orientan hacia todo cuanto le resultaba extraño y maravilloso, y sus descripciones, en sustancia, son un índice de las curiosidades recogidas, directamente o de oídas, sobre pueblos y países. Y como le atrae el detalle concreto y pintoresco, sin sutilizar demasiado sobre la importancia de los hechos referidos o sobre su credibilidad, su obra tiene a veces el encanto de una fábula. A pesar de los rasgos arcaicos de su historia, su método era ya decididamente crítico: supo relativizar las noticias que le llegaban sobre Egipto o distinguir los acontecimientos de los que él mismo había sido testigo (autopsía) de aquellos que le fueron contados o que había conocido por tradición oral. De hecho, el término historia deriva de un vocablo griego, ístôr, que designaba al que relata algo que ha visto personalmente, aquello de lo que ha sido testigo. No por ello está exento de subjetividad (se han hallado huellas, incluso, de la enseñanza sofística), pero sólo en raras ocasiones se permite dar su opinión, y prefiere que el lector juzgue por sí mismo. Herodoto comete también errores, y graves, por mera precipitación o por ignorancia; pero las tentativas repetidamente hechas para demostrar una mala fe han fracasado. Incluso en la historia humana busca lo maravilloso: los grandes fenómenos políticos, sociales y económicos encierran para él escaso interés. Los acontecimientos registrados en un reino se diluyen frecuentemente en la biografía anecdótica del rey o de los principales personajes; las causas primeras de los grandes acontecimientos, que, sin duda, no ignoró Herodoto, quedan relegadas tras las causas secundarias o personales. También en los hechos más importantes, como la batalla de Salamina o la de Platea, desbordan los detalles acerca de aventuras individuales, de heroísmos, astucias y frases memorables, que casi hacen olvidar la visión de conjunto. La perspectiva ética y religiosa. La filosofía de la historia de Herodoto tiene sus raíces en las ideas morales y religiosas del viejo mundo jónico. La expansión imperialista persa termina con una catástrofe porque así lo desean los dioses, envidiosos de la excesiva prosperidad humana; ninguna fuerza del mundo, ningún suceso, podía salvar a los hombres, que habían incurrido en la envidia de los dioses; tal es su moral, semejante a la de las tragedias de Esquilo. Herodoto es un espíritu religioso arcaico, e impone a su historia un esquema de hybris o desmesura (Jerjes desafiando los condicionamientos de la naturaleza al tender un puente de barcas entre Oriente y Occidente, o atreviéndose a azotar el mar) que se hace merecedora de un castigo, de una némesis o redistribución por parte de los dioses, que restablecen una situación equitativa. Los dioses desempeñan aún un papel importante en la narración de Herodoto, en la medida en que son envidiosos de la fortuna humana, sumamente frágil e inestable, como se desprende de la historia de Creso y Solón en el libro I. Políticamente destaca su repulsa de las tiranías griegas y su inequívoca toma de partido por la libertad, que hizo posible aquella autodisciplina libremente querida que posibilitó la victoria de los griegos frente al despotismo oriental. En cuanto a su posible parcialidad, se observa que Herodoto expresa con frecuencia una cálida simpatía hacia los griegos en general y los atenienses en particular, engendrada probablemente durante el período en que residió en la Atenas de Pericles, y exalta la superioridad ética de las libertades cívicas griegas y el heroísmo que su cultivo permitía a sus ciudadanos; pero con la misma frecuencia admira la cultura de los pueblos que él reúne bajo el calificativo de bárbaros, y así exalta el poder persa, las grandes figuras de sus reyes o los admirables hechos de sus soldados. La crónica de Herodoto se cierra precisamente con un elogio, por cierto bellísimo, de los persas (que prefirieron ser pobres, dominando a los demás, que vivir en la comodidad, pero sirviendo a otros), elogio que guarda semejanza con el tributado a los héroes de Maratón ("En Grecia, la pobreza fue siempre congénita, pero con el valor, con el buen sentido, con la fuerza de las leyes, los griegos combatieron no sólo la pobreza, sino también la sumisión al extranjero"), detalle que parece poco adecuado para terminar una historia de griegos y persas escrita por un griego. Pero todo lo que era grande atraía la simpatía de Herodoto, que con su arte aparentemente ingenuo sabe comunicarla al lector. Su influencia A pesar del enorme éxito obtenido por Herodoto, pronto comenzaron las críticas por parte de los historiadores posteriores, que le acusaban de ser poco riguroso con los datos. Uno de sus primeros críticos fue Tucídides, quien se refiere a su método como algo efímero y válido sólo para un instante, es decir, apto únicamente para la lectura y el disfrute. Lo cierto es que Herodoto se convirtió en una fuente inexcusable para todos los historiadores del mundo antiguo, que poco a poco fueron rectificando algunas de sus informaciones sobre países lejanos y exóticos. Con el helenismo, la obra de Herodoto adquirió una mayor relevancia gracias al carácter un tanto novelesco de algunos relatos (algo muy del gusto de la época); un célebre estudioso alejandrino, Aristarco, realizó un comentario de sus obras. Así, la obra de Herodoto fue siempre, como se ha dicho, un punto de referencia, bien como modelo consciente o simplemente como anti-modelo. También los romanos se rindieron ante la figura de Herodoto; fue Cicerón quien lo llamó "el padre de la historia". Muchos historiadores romanos se sirvieron de él como fuente, y abundan las citas sacadas de las Historias. Durante la Edad Media, período en que la lengua griega se convirtió en un verdadero arcano, Herodoto dejó de leerse, aunque de una manera indirecta, gracias a los historiadores latinos, se conocieron algunas de las anécdotas insertas en sus relatos. Su estrella volvió a brillar gracias a los logros del humanismo: fue Lorenzo Valla el primero que se atrevió a traducir su obra al latín, y, ya a comienzos del siglo XVI (en 1520), salió de las prensas de Aldo Manuzio la primera edición de sus Historias, con lo que el texto original de Herodoto entró de nuevo al caudal de la erudición de los siglos siguientes. |
Libro Primero. París se ve incitada a secuestrar a Helena por el secuestro de Io, Europa y Medea. Este es el comienzo de la Guerra de Troya . Explica quién era poderoso en Asia Menor, incluidos Candaul, Gyges, Aliattes, Creso y otros. Luego cuenta una historia específica sobre Candaules. Kandaul le pide a Gyges que vea a su esposa desnuda, pero su esposa pierde los estribos (lo cual es bastante apropiado) y exige que uno de ellos muera. Gyges toma el trono y derrota a Kandaul en la batalla. También hay una historia sobre un hombre montado en un delfín. Heródoto menciona otras historias menores, como quién es la persona más feliz, y algunas otras historias menores sobre los reyes de Asia Menor. Explica las profecías del oráculo de Delfos sobre el ataque de Creso al ejército persa. Nos encontramos con un mal rey que reina y muere en Atenas con el nombre de Peisistraos. Aprendemos sobre el surgimiento de Esparta. También se recuerda otra variada historia persa para explicar quiénes serán los enemigos cuando vayan a la guerra. También se menciona el reino babilónico en Asiria. Al final del primer libro, Ciro ataca a Babilonia, la cual gana y muere en la siguiente batalla. Libro Segundo. Al comienzo de este libro, se lleva a cabo un experimento para probar la edad de Frigia. Durante el experimento, los niños se ven privados de su lenguaje. El libro comienza con una breve historia básica de Egipto. El Nilo es la razón principal de la existencia del reino, según Herodoto. Los animales de Egipto son aterradores: gatos, cocodrilos, hipopótamos, pitones y cobras, todos viven en Egipto. Estos animales no son nativos de los griegos y, en cualquier caso, dan mucho miedo. La historia vuelve a Helen y Paris. Ella se queda con él, lo que conduce a la Guerra de Troya. Después de eso, aprenderemos un poco de la historia egipcia, por ejemplo, cómo Keops construyó la Gran Pirámide de Giza utilizando una técnica revolucionaria. Aprendemos sobre la línea de sacerdotes en Egipto y cuán sagrados son los laberintos en el mundo egipcio porque creen que el laberinto nos espera en el más allá. Libro tercero. Persia ataca Egipto bajo el liderazgo de Cambises II y derroca al rey egipcio Psammetikos III. Conocemos la locura de Cambises tras su ataque a Etiopía. Herodoto habla del rey de Corinto que odia a su hijo. Cuando los dos magos se rebelan contra Cambises, lo matan. Darío I llega al poder en Persia. Descubriremos quiénes son los sátrapas en el gobierno persa. Ahora Heródoto habla sobre India y Arabia, su historia principal y sobre quién está en el poder allí. Después de varias historias sobre personajes secundarios, nos enteramos de que Babilonia fue derrotada por un hombre inteligente llamado Zopyrus. Libro Cuarto. Se describen los escitas y su historia. La historia trata sobre Aristeas, un poderoso poeta. Se describen las regiones de Scythia (una región al norte del Mar Negro). Herotodes compara y contrasta África (llamada Libia), Asia e Indo-Europa. La cultura de los escitas es cerrada, escéptica ya menudo muy extraña para Herotodes. Darius ataca Scythia y declara la guerra. Se describen algunas de las religiones cercanas, incluidas algunas formas bastante violentas de sacrificio y adoración. Cuando Darius no logra conquistar Scythia, Scythus hace una alianza con las Amazonas. Aprenderemos qué pasó con los descendientes de los argonautas y que fundaron Cirene. Los reyes de Cirene se enumeran en orden, seguidos de una lista de grupos de pueblos africanos. Libro Quinto. Los tracios son atacados por Megabazua, mientras que los persas responden a la violencia de los macedonios contra los mercaderes persas. Aristágoras de Mileto ataca sin éxito a los naxianos y Mileto se rebela en Persia. Estas guerras se describen como guerras predominantemente mercantiles, principalmente sobre a quién se le permite andar en qué senderos y hacer cosas así. Aprenderemos cómo los griegos aprendieron a componer su alfabeto haciendo equipo con los fenicios. Cuando Atenas es atacada, Esparta los salva, pero luego, debido a que son débiles, Esparta también oprime a Atenas. La ciudad de Sardis está en llamas y Darius jura vengarse de Atenas. Mientras tanto, los persas se dan cuenta de que probablemente no podrán contener el levantamiento griego por mucho tiempo. Libro Seis. Preparándose para luchar contra los persas, el ejército jónico recibe ayuda de Dionisio Foceo. Son derrotados en el mar. Cuando Mardonio ataca Grecia, conquista Macedonia y los esclaviza. Atenas vuelve a pedir ayuda a Esparta y cuenta un poco de la historia espartana, explicando por qué siempre tienen dos reyes y cómo distribuyen los deberes. Acusan a Demarato de Esparta por mentir sobre sus orígenes. Cleomenes se vuelve loco por los constantes intentos de asesinato y se suicida. Hay una historia sobre cómo un hombre llamado Pheidippides se encontró con el dios Pan en su camino a Esparta. Los atenienses obtienen la victoria en Maratón, pero sobre todo sin la ayuda de Esparta. Esparta llegó tarde a la batalla. Atacan a Paros y fallan, pero capturan a Lemnos. Libro Siete. Darius se entera de la derrota en Marathon. Decide no pasar el trono a su hijo después de la muerte y se lo da a Jerjes I. Muere, y mientras los persas están débiles, los egipcios atacan al ejército de Jerjes. Xerxes usa la infraestructura para reforzar sus fuerzas. Curiosamente, Heródoto no olvida que muchos de los estados griegos se inclinaron a ponerse del lado de los persas, como Tesalia y Tebas. Cuando las naciones intentan reunirse para una reunión diplomática, sus esfuerzos fracasan. Esto lleva a la Batalla de las Termópilas, donde los griegos mantienen el paso estrecho durante tres días con solo unos trescientos hombres. Los griegos son derrotados y se retiran. Xerxes los derrota nuevamente y ordena a su ejército que decapite a Leonidas y cuelgue su cuerpo en una cruz. Libro Ocho. Eurybiades reemplaza a Leónidas. Una tormenta destruye una flota de 200 barcos. A los dioses se les atribuye haber salvado a Delfos de Xerxes. Eventualmente, el ejército de Xerxes se acerca tanto a Atenas que evacuan la ciudad y luchan en Salamina, y debido a que pueden nadar, sobreviven cuando sus barcos se hunden, y los persas a menudo se ahogan porque no pueden. En Persia, aprendemos sobre Artemisia, una sacerdotisa que se desempeña como consejera de los militares. Themistocles lidera el ataque a Andros, y Xerxes escapa por los pelos, perdiendo el acceso a todo el ejército que ha contratado. Sale a relucir Alejandro I de Macedonia, conocemos su ascendencia, así como su decisión de continuar la guerra con Persia en lugar de buscar la paz. Libro Noveno. Los persas nuevamente saquearon la ciudad de Atenas, pero los atenienses nuevamente fueron lo suficientemente inteligentes como para evacuar al desierto. Tebas también es evacuada. Durante la escaramuza, los griegos matan a un importante comandante de caballería persa llamado Masistius y se encuentran con Alejandro I, quien les informa que sabe sobre el inminente ataque persa. Luchan contra los persas en Platea y ganan dividiendo el botín. Artabazus del ejército persa huye a Turquía en el caos de la batalla. Finalmente, los griegos expulsan a los persas de Jonia en la batalla de Mycale. Conocemos una desagradable historia sobre cómo la esposa de Jerjes tortura y mutila a la esposa de Maciste. Cuando Maciste responde a esta monstruosa traición, es asesinado. Los atenienses ganan dos pequeñas escaramuzas y queda claro que la guerra ha terminado. |
CULTURA HERÓDOTO, EL OBSERVADOR DISCRETO. La historia, como disciplina científica, se atribuye en su primer vestigio al trabajo del geógrafo de Halicarnaso. Pero Heródoto fue, ante todo, un viajero incansable y un lúcido observador. Heródoto, el observador discreto «La fina lluvia había convertido el camino en un barrizal. Algunos carros estaban enfangados en el lodo, viajeros y boyeros empujaban con fuerza para desatascar las ruedas. Otros caminantes se habían apartado bajo algunos árboles y charlaban entre sí». Son palabras escritas por uno de los primeros grandes viajeros de la historia europea –que sepamos–, Heródoto de Halicarnaso, una colonia jonia en Anatolia que estuvo subyugada bajo gobierno aqueménida (persa) en época del autor. Hoy conocemos al cronista griego por su triple genialidad: escribir el primer texto en prosa de la producción literaria helénica, fundar la «Historia» como disciplina y ser un viajero curioso, con una capacidad de observación fina y perspicaz. De su obra ha llegado hasta nuestros días Historia, dividido en nueve capítulos por los posteriores eruditos alejandrinos, cada uno de ellos dedicado a una de las musas. En este texto nos confía los detalles de un viaje un tanto peculiar por la Grecia de los siglos VI y V a.C. y sus países aledaños, como Mesopotamia, Fenicia, Egipto o Libia. Desde su nacimiento en la costera ciudad de Halicarnaso, en la actual Turquía, Heródoto se vio envuelto en el acecho de la conspiración. Las Moiras habían trazado su hado viajero mucho tiempo antes de que sus ojos viesen la luz del sol por primera vez. Junto con su familia, de origen griego, tuvo que emigrar a Samos para esquivar la venganza del tirano que gobernaba su ciudad natal, Ligdamis, a quien tiempo más adelante ayudaría a derrocar. Pero lo que Heródoto parece ser que hizo, y mucho, fue viajar. Recorrió Anatolia, alcanzó la ciudad levantina de Fenicia, visitó Egipto durante cuatro meses, conoció las salvajes tierras libias y sus krepidoi –calzado de la Grecia antigua– pisaron los ambivalentes caminos de Mesopotamia y las míticas tierras de los escitas, pobladas por infatigables jinetes nómadas. Por supuesto, las ciudades griegas fueron uno de sus grandes objetivos, cobrando durante diez años por contar sus relatos y observaciones a quienes quisieran escucharlos. Durante ese periplo escribió su Historia. Resulta interesante reflexionar sobre el origen de la etimología que ha otorgado un nombre a las disciplinas académicas relacionadas con la investigación. «Historia» responde a una voz muy antigua que los investigadores asumen que proviene del paleolítico: el «historiador» es quien observa, quien pregunta, quien investiga en busca de generar una impresión lo más objetiva posible de unos sucesos, costumbres o datos. El escritor preguntó sin cesar, contrastando fuentes, persiguiendo reunir una visión lo más completa posible del mundo conocido Esto es precisamente lo que hizo Heródoto a juzgar por su obra principal. Su curiosidad le llevó a fijarse en los detalles del comportamiento cotidiano de los balbuceantes extranjeros. Además, el escritor anatolio preguntó sin cesar, contrastando fuentes, persiguiendo reunir una visión lo más completa posible del mundo conocido. Es decir, trazar una geografía. Y para ello tuvo que apañárselas para dialogar con eruditos, navegantes, mercaderes que recorrían los peligrosos caminos de la antigüedad con sus caravanas, los más adinerados contratando mercenarios como escolta. Además de por su educación, que tuvo que ser elevada, su mirada se fue curtiendo según recorrió mundo. Todos aquellos aspectos que a Heródoto le parecieron dignos de mención los fue reuniendo bajo un metodismo que sentó canon: sus observaciones eran engarzadas con el fruto de sus conversaciones y las pesquisas que fue reuniendo con el fin de esclarecer diferentes acontecimientos. El resultado, si bien no es un texto refinado (el propio Aristóteles así lo hizo saber en su obra), rompe el esquema que ha llegado hasta nuestros días, que es la escritura en verso, la literatura. Las historias de Heródoto tienen un acontecimiento común: comprender a los persas (medos y aqueménidas, ya estos últimos en su época). Con todos los pueblos que visitó, pero especialmente con los orientales, mantuvo una apertura mental digna de mención. Los antiguos griegos tenían en muy elevada consideración su cultura y sus propias costumbres. Además, exploró la conexión de mitos y relatos del pasado helénico en busca de explicaciones alejadas de cualquier fábula, como la del mito de Hércules, que le llevó hasta Fenicia. La obra de Heródoto nos ha llegado inacabada, en opinión de los especialistas. Faltan algunos trabajos perdidos, como los referentes en exclusiva a Libia y Asiria. También es posible que nunca los llegase a escribir. La muerte le sobrevino a los cincuenta y nueve años, cuando se tiene constancia de que era ciudadano de una reciente colonia en la Magna Grecia, Turios (actual región de Calabria, en Italia). La importancia de Heródoto. En nuestro tiempo estamos familiarizados con la investigación. Aunque la búsqueda de la objetividad esté cayendo en desuso en beneficio de la opinión, con el peligro oclocrático que supone esta deriva irracional, nuestro estado civilizatorio sigue siendo científico. O lo que es decir lo mismo, seguimos confiando todavía en el poder de la duda y del trabajo de escrudiño bien hecho. Al menos, en los ámbitos intelectual y académico. Sin embargo, la expresión humana es narrativa. Nos encanta fabular e inventar. Tanto es así que nuestros cerebros reconstruyen el resultado de los estímulos sensoriales en función de patrones que encajen en coherencia en función de su estructura neuronal. Cuando contamos algo, estamos narrando, inventando. Su trabajo implicó un antes y un después en el aperturismo griego al mundo, para mirar a otras culturas con una perspectiva renovada Heródoto se fijó una meta distinta que fabular. Quiso desentrañar de forma fidedigna los sucesos pasados que explicaban su cultura, de las ciudades-estado de las que procedían sus ancestros, su enemistad con los persas, con quienes compartía mestizaje cultural. Invirtió un notable esfuerzo reflexivo para obtener certezas de lo que solo eran cuentos. El trabajo del autor de Halicarnaso fue una referencia clave para filósofos e historiógrafos posteriores, como Tucídides, Zósimo o Polibio, también desde la propia época clásica a la que él mismo perteneció. Su trabajo implicó un antes y un después en el aperturismo griego al mundo, cuyos pensadores dejaron de ser onfalopsiquistas para mirar a las otros países y culturas con una perspectiva algo más renovada. Al menos, más analítica. En nuestros días, la lectura de Historia de Heródoto tiene un valor que trasciende el natural literario propio de cualquier obra escrita. Las páginas de la obra del que es considerado el primer historiador occidental de la historia vibran con una frescura y honestidad en muchas ocasiones ingenua, en otras, propagandística de la superioridad cultural griega, sea por acción o por accidente, que alivian cualquier sensación de impostura, tan frecuente hoy en día. Como escribió el autor, «mi deber es informar de todo lo que se dice, pero no estoy obligado a creerlo todo igualmente». |
Heródoto. Joshua J. Markpor Joshua J. Mark, traducido por Rosa Baranda Publicado el 19 octubre 2022 Heródoto (c. 484 - 425/413 AEC) fue un escritor griego que inventó el campo de estudio conocido como "historia". El escritor y orador romano Cicerón lo llamó "el padre de la historia" por su famosa obra Las Historias, pero los críticos también lo han llamado "el padre de las mentiras", diciendo que estas "historias" no son más que cuentos. Aunque es verdad que Heródoto a veces transmite información inexacta o exagera, en general se ha visto que sus recuentos son más o menos fiables. Las críticas tempranas de su obra se han refutado después con pruebas arqueológicas posteriores que demuestran que sus tan criticadas afirmaciones resultaron ser de hecho exactas o que al menos se basaban en la información aceptada de la época. En la actualidad, la mayoría de los historiadores sigue reconociendo a Heródoto como el padre de la historia y como una fuente de información fiable sobre la antigüedad. Fiabilidad Las críticas de la obra de Heródoto parecen haber empezado entre los atenienses que se ofendieron por su narración de la batalla de Maratón (490 AEC) y, específicamente, qué familias se merecían mayor honor por su victoria contra los persas. Las críticas más serias de su obra tienen que ver con la credibilidad de las historias de sus viajes. Un ejemplo de esto es la afirmación que hizo de la existencia de hormigas del tamaño de un zorro en Persia que esparcían polvo de oro cuando excavaban sus guaridas. Esta historia se rechazó durante siglos hasta que, en 1984 EC, el autor y explorador francés Michel Peissel confirmó que había una marmota del tamaño de un zorro en los Himalayas que realmente esparcía polvo de oro al escarbar y que había historias que demostraban que el animal ya lo hacía en la antigüedad, ya que había una antigua tradición entre los lugareños de recoger este polvo. EN SU OBRA, HERÓDOTO PASA CON FLUIDEZ DE UNA CULTURA A OTRA Y LO QUE MÁS LE INTERESA SIEMPRE ES CONTAR UNA BUENA HISTORIA. Peissel también explica que la palabra persa para "hormiga de montaña" es muy parecida a su palabra para "marmota", con lo que se dijo que Heródoto no se estaba inventando las hormigas gigantes, sino que, dado que no hablaba persa y que tenía que fiarse de traductores, fue víctima de un malentendido en la traducción. Esta misma situación se puede aplicar a otras observaciones y afirmaciones que se encuentran en las historias de Heródoto, aunque, ciertamente, no a todas. Por querer contar una buena historia, a veces Heródoto se dejaba llevar por la especulación, y otras veces repetía historias que había oído como si fueran sus propias experiencias. Primeros años y viajes Aunque no se conocen demasiados detalles de su vida, parece seguro que provenía de una familia aristocrática y rica de Asia Menor, que podía permitirse pagar por su educación. Su habilidad como escritor se considera como prueba de un profundo aprendizaje en las mejores escuelas de su época. Escribía en griego jónico y obviamente había leído mucho. Su capacidad para viajar, aparentemente a voluntad, también dan pie a pensar en un hombre con recursos. Se cree que sirvió en el ejército como hoplita, ya que sus descripciones de la batalla son bastante precisas y siempre se cuentan desde el punto de vista de un soldado de infantería. ) El experto Robin Waterfield comenta lo siguiente sobre la vida temprana de Heródoto:
LA AFICIÓN DE HERÓDOTO A LA NARRATIVA, Y SU INNEGABLE TALENTO PARA ELLA, HAN ALARMADO Y MOLESTADO A LOS CRÍTICOS DESDE LA ANTIGÜEDAD. Si Waterfield está en lo correcto, las primeras experiencias de Heródoto de viaje darían forma a sus preferencias posteriores; no parece que se quedara en ningún sitio durante demasiado tiempo. En su libro se mueve con fluidez de una cultura a otra y lo que más le interesa siempre es contar una buena historia, en vez de comprobar los detalles de los cuentos e historias que ha oído y que repite en sus páginas. Es esa tendencia suya, como se ha señalado, lo que ha dado lugar a siglos de críticas contra él. Las Historias Aunque no se puede negar que a veces Heródoto comete errores en su obra, las Historias son en general fiables, y los estudios académicos en todas las disciplinas relativas a su trabajo (arqueología, etnología y demás) han seguido corroborando todas sus principales observaciones. Heródoto se identifica en el prólogo de su obra como originario de Halicarnaso, en la costa suroeste de Asia Menor, en la actual Turquía, y esta ciudad está aceptada como su lugar de nacimiento, a pesar de que Aristóteles y el Suda digan que era originario de Turios, una colonia griega en la región de la actual Italia. Esta discrepancia en general se entiende como un error cometido por una fuente de la antigüedad, posiblemente una traducción de la obra de Heródoto, ya que es posible que Heródoto viviera en Turios pero no nació allí. Viajó ampliamente por Egipto, África y Asia menor, y escribió sus experiencias y observaciones, proporcionando así a las generaciones futuras historias detalladas de importantes acontecimientos históricos, tales como la batalla de Maratón en 490 AEC y los enfrentamientos de las Termópilas y Salamina en 480 AEC, de la vida cotidiana de Grecia, Egipto y Asia menor, y de varias "maravillas" que presenció en sus viajes. Su descripción de la ciudad de Babilonia como una de estas maravillas es un ejemplo de por qué se ha criticado a menudo su obra. Heródoto escribe: Babilonia se encuentra en una gran llanura, y el tamaño es tal que cada cara mide 22.5 km, y su forma completa es la de un cuadrado; por tanto, la circunferencia es de 90 km. Tal es el tamaño de la ciudad de Babilonia, y su magnificencia mayor que la de todas las demás ciudades que conozco. Primero, corre alrededor de ella una zanja profunda y ancha, llena de agua; luego, una muralla de 50 metros de grosor y cien metros de altura [...]. En la parte superior de la muralla a lo largo de los bordes construyeron cámaras de un piso mirando unas a otras, y entre las filas de cámaras hay espacio para pasar con un carro de cuatro caballos. A lo largo de toda la pared hay un centenar de puertas de bronce. (Historias, I.178-179) Los indicios arqueológicos, además de otras inscripciones de la antigüedad, indican claramente que Babilonia no era tan grande como la describe Heródoto y que no tenía ni de lejos 100 puertas; de hecho, eran solo ocho. Por este motivo se ha establecido que la historia de Heródoto se basaba en lo que había oído en vez de una visita personal, aunque escriba como si realmente hubiera visitado el lugar. Dado su gran aprecio por las obras de Homero (la organización de sus Historias se basa en la forma de Homero), se cree que este pasaje sobre Babilonia imita la descripción del escritor anterior de la Tebas egipcia. Su afición a la narrativa, y su obvio talento para ella, han alarmado y molestado a los críticos desde la antigüedad, pero también es precisamente esta cualidad de las Historias lo que ha hecho que sea una obra tan admirada. Heródoto es capaz de transportar al lector a los eventos de las historias que cuenta al crear escenas vívidas con personajes interesantes e incluso a veces diálogo. No era de ninguna manera un observador imparcial del mundo sobre el que escribía, y a menudo da sus opiniones personales en profundidad sobre varias personas, costumbres y acontecimientos. Mientras que su admiración por Homero siempre es evidente, cuestionaba sin miramientos la verdad histórica de La Ilíada, preguntando por qué los aqueos llevarían a cabo tan larga y costosa campaña como fue la guerra de Troya por una mujer. Este es tan solo uno de los muchos ejemplos de cuando la personalidad de Heródoto se presenta en su obra. Waterfield comenta: Ciertos tipos de narrativa se repiten lo suficiente [en las Historias] como para hacernos sentir que estamos viendo surgir las preferencias idiosincráticas del narrador; que disfruta de un tipo específico de historia, y que, si tiene elección, la incluye siempre que puede. A Heródoto le fascina la interacción entre naturaleza y cultura; los escitas, que vivían en una tierra sin árboles, inventan una manera de cocinar la carne en la que los huesos y la grasa del animal proporcionan el fuego y el estómago sirve de olla en la que cocinar (4.61). También destaca a personas inteligentes y grandes logros; le gusta remarcar al "primer inventor" de algo, o un edificio especialmente llamativo, o un barco, una costumbre u otros logros culturales. (xxxviii) De hecho, la personalidad de Heródoto aparece bastante a menudo en las páginas de sus obras. El lector entiende que está escuchando a un individuo con ciertos gustos e intereses y que el autor considera que lo que tiene que decir es suficientemente importante como para que no haga falta una explicación, cualificación o disculpa por la inexactitud percibida; si Heródoto quería incluir algo, lo incluía y nunca parece preocuparle si al lector le parecía mal. Heródoto en las Historias La gran opinión que tenía de sí mismo queda reflejada en el prólogo de las Historias, que comienza así: Estas son las investigaciones de Heródoto de Halicarnaso, que publica con la esperanza de conservar de la decadencia el recuerdo de lo que ha hecho el hombre, y de evitar que las grandes, maravillosas acciones de griegos y bárbaros pierdan su debida gloria, y de, a pesar de ello, dejar constancia de los motivos de sus contiendas. (I.1) UNA VEZ, HERÓDOTO SE NEGÓ A LEER SU LIBRO A UNA MULTITUD HASTA QUE NO HUBIERA SUFICIENTES NUBES COMO PARA DARLE SOMBRA EN LA PLATAFORMA. A diferencia de otros escritores de la antigüedad, como Homero antes que él, o Virgilio, después, Heródoto no atribuye su narrativa a fuentes divinas, ni pide tal ayuda, sino que anuncia claramente que su obra es suya y de nadie más. Esta alta opinión de sí mismo también se muestra en lo que se considera como la primera "publicación" de las Historias en los Juegos Olímpicos. En aquella época, las obras se "publicaban" por medio de una lectura en voz alta, y el escritor griego Luciano de Samósata (125-180 EC) afirma que Heródoto leyó su obra completa para el público de una sola vez y recibió una gran ovación. Sin embargo, otra versión de la publicación de su obra afirma que Heródoto se negó a leer su libro a la multitud hasta que no hubiera suficientes nubes como para darle sombra en la plataforma. Mientras esperaba, el público se marchó y esta anécdota es la que ha dado lugar a la máxima "como Heródoto y su sombra", en alusión a alguien que se pierde una oportunidad esperando a las circunstancias óptimas. Cualquiera que sea el verdadero, si es que alguno de los dos relatos es cierto, ambos reflejan la buena opinión que parece que Heródoto tenía de sí mismo. Últimos años y muerte Tras viajar por el mundo de su época, Heródoto fue a vivir a la colonia griega de Turios, donde editó y revisó las Historias en la última etapa de su vida. También había vivido en Atenas, y en algún momento se cree que regresó allí. Los expertos creen que probablemente muriera en Atenas de la misma plaga que mató al estadista ateniense Pericles (495-429 AEC) en algún momento entre 425 y 413 AEC. Tal era su fama, que muchas ciudades diferentes, entre ellas Atenas y Turios, reclamaron ser el lugar elegido para su funeral y su tumba, y se erigieron monumentos en su honor. La persistente importancia de su obra sigue siendo apreciada hoy en día por millones de personas, y, como ya se ha dicho, se lo sigue considerando como una fuente primaria de información fiable sobre la antigüedad que observó él y sobre la que escribió. |
Biblioteca Personal.
Tengo un libro en mi colección privada .-
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Asiriología. |
Asiriología. (del griego Ἀσσυρίᾱ, Asiria y -λογία, estudio) es uno de los llamados estudios clásicos: el estudio arqueológico, histórico y filológico de las culturas del Antiguo Próximo Oriente que usaban la escritura cuneiforme y la lengua acadia y sus dialectos. Otras lenguas como el sumerio, el elamita, el hitita, el hebreo y el arameo también son estudiadas por los asiriólogos, especialmente con fines comparativos. Los estudios asiriológicos se centran especialmente en Mesopotamia: no solo en Asiria (su zona septentrional), sino también en Babilonia (su zona central) y en Sumeria (su zona meridional, donde apareció inicialmente la civilización); de forma que también se usa muy habitualmente el término sumeriología. Además de los testimonios indirectos, procedentes de la literatura bíblica y grecorromana, la principal fuente documental para la asiriología o sumeriología es el gran número de tablillas cuneiformes halladas en los yacimientos arqueológicos de la región. El estudio de las primeras ciudades de la región (y del mundo), como Ur, es de un valor incalculable para entender el nacimiento y desarrollo de fenómenos centrales para la historia humana, como el proceso de urbanización, la escritura, la ciencia y la técnica, la religión, el poder político y la guerra.
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IDIOMAS DE ANTIGÜEDAD.
El persa antiguo o persa aqueménida es una lengua irania suroccidental hablada hace dos milenios y medio en el antiguo Irán, siendo el antecesor directo del persa medio o persa sasánida (pahlavi). El persa antiguo refleja arcaísmos y estructuras gramaticales típicas del antiguo iranio, también testimoniadas en el antiguo avéstico (iranio nororiental). Aspectos históricos, sociales y culturales. Fuentes El persa se conoce principalmente por las inscripciones sobre tablillas de barro y sellos reales del período aqueménida (entre el 600 a. C. y el 300 a. C.). Se han encontrado ese tipo de inscripciones en Irán, Irak, Turquía y Egipto. Uno de los textos más importantes es la inscripción de Behistun, datada en el año 525 a. C. Uso El persa antiguo era la lengua coloquial usada en Persépolis, la capital del imperio aqueménida, y probablemente una región amplia a su alrededor, pero no era usada en todas las partes del imperio y para todos los fines. Aunque recientemente (2007) se encontraron algunas tablillas olvidadas, en los archivos del Instituto de Oriente (Oriental Institute) de la Universidad de Chicago, que al ser estudiadas sugirieron que la lengua se usaba para muchos propósitos comunes mucho más de lo que se había creído.
Origen y panorama Como lengua escrita, el antiguo persa está testimoniado en las inscripciones reales del imperio aqueménida. El estudio de dichas fuentes muestra que se trata de una lengua irania, y por tanto una lengua indoeuropea la subfamilia indoirania. El texto más antiguo escrito en persa antigua es el texto en persa contenido en la inscripción plurilingüe de Behistun. La fecha de ese texto sitúa al antiguo persa entre las lenguas indoeuropeas antiguas más tempranamente documentadas con textos escritos. De acuerdo a la tradición aqueménida el persa antiguo era oriundo de Fārs, en Irán suroccidental, la región de donde procedían los reyes aqueménidas. El persa antiguo se originó como lengua étnica de los parsuwaš que habían llegado desde la meseta iraní, a donde habían llegado en el I milenio a. C. Los registros asirios, que proporcionan las primeras referencias de la presencia de los antiguos iranios (persas y medos) en la meseta iraní, proporcionan una buena cronología aunque son imprecisos con respecto a la ubicación geográfica de los antiguos persas. De acuerdo a los registros asirios del siglo ix a. C., los parsuwaš (junto con los matai y los medos) se sitúan en el área del lago Urmia de acuerdo con las crónicas de Salmanasar III. La identidad exacta de los parsuwaš todavía no ha sido determinada con exactitud, aunque desde el punto de vista lingüístico parece encajar con el término pārsa usado en persa antiguo, este término se ha reconstruido como *pārćwa, con lo cual parece ser el origen de parsuwaš. El hecho de que el antiguo persa tenga incorporados numerosos préstamos del medo, sugiere de acuerdo con P. O. Skjærvø que ha se hubiera hablado en la parte occidental antes de la formación del imperio aqueménida y durante la primera mitad del primer milenio a. C. |
El elamita es una lengua muerta que se habló en el antiguo Imperio elamita. El elamita también fue una lengua oficial del Imperio aqueménida del siglo vi a. C. al siglo iv a. C. Los últimos textos escritos en elamita son de la época de la conquista del Imperio persa por Alejandro Magno. La gramática elamita posee concordancia de casos entre sustantivos llamada Suffixaufnahme (del alemán incorporación del sufijo). Clasificación El elamita era una lengua aglutinante y no estaba emparentada con las lenguas lenguas afroasiáticas o indoeuropeas vecinas. Y aunque algunos llaman al elamita "hermana" del sumerio, las dos lenguas no parecen estar relacionadas. Se ha propuesto que el elamita puede estar estrechamente relacionado con las lenguas drávidas en un grupo denominado lenguas elamo-drávidas. Se identificó que aproximadamente el 20 % del vocabulario del drávidico y el elamita son cognados, y que probablemente un 12 % más también lo sea. El elamita y las lenguas drávidas poseen pronombres personales de segunda persona y declinaciones paralelas. Tienen derivativos idénticos, sustantivos abstractos y la misma estructura "raíz verbal + marcados de tiempo + terminación de persona". Ambos tienen dos tiempos positivos, un "pretérito" y un "no-pretérito". Escritos elamitas A lo largo de los siglos, se desarrollaron tres escrituras sucesivas para el elamita. El protoelamita es el sistema de escritura más antiguo de Irán. Sus primeros testimonios son del 3100 a. C., realizados en Susa, capital de Elam. Se cree que la escritura protoelamita se desarrolló a partir de la escritura sumeria naciente. Las tablillas más antiguas con pictogramas elamitas proceden del nivel 16 de Susa (3100 a. C.) y son contemporáneas del periodo Uruk IV de Sumer, donde se halló el primer descubrimiento de escritura. Mientras que el protocuneiforme está escrito en jerarquías visuales, el protoelamita está escrito en un estilo en-línea: signos numéricos siguen a los objetos que cuentan; algunos signos no numéricos son imágenes de los objetos que representan, aunque la mayoría son totalmente abstractos. Dicha escritura consiste en aproximadamente 1000 signos y se cree que es parcialmente logográfica. Debido a que no ha sido descifrada, no se sabe si la lengua es elamita o no. El elamita lineal es un silabario derivado del protoelamita, usado entre el 2500 y el 2220 a. C., llamado así a causa de sus registros similares a los del lineal cretense. Es conocida por unas 1400 inscripciones relacionadas con transacciones económicas, encontradas sobre todo en Susa. El elamita lineal solo ha sido descifrado en parte, principalmente por Walther Hinz. Consiste en unos 80 símbolos y se escribía en columnas verticales de arriba abajo y de izquierda a derecha. El elamita cuneiforme se usó desde el 2500 hasta el 331 a. C. y se adaptó del cuneiforme acadio. Consiste en unos 130 símbolos (en su mayoría silábicos) y representa una simplificación de los viejos pictogramas protoelamitas. Es principalmente un lenguaje que utiliza los ideogramas o logogramas. La polifonía estaba reducida al máximo, de tal modo que el elamita era en la práctica un sistema silábico. Es hacia finales del siglo xix y principios del siglo xx, cuando los lingüistas establecieron los fundamentos del idioma elamita, que pertenece a las lenguas aglutinantes. |
El acadio (lišānum akkadītum, 𒀝𒂵𒌈 ak.kADû) es una lengua semítica actualmente extinta, hablada en la antigua Mesopotamia principalmente por asirios y babilonios durante el II milenio a. C. En su tiempo llegó a ser lingua franca de toda la región. Se escribe usando un sistema de escritura cuneiforme derivado del sumerio. El nombre procede de la ciudad de Acad. El babilonio y el asirio son formas tardías de acadio empleadas en los reinos de Babilonia y Asiria, respectivamente. El acadio llega a Mesopotamia desde el norte con los pueblos semíticos. Los primeros nombres propios acadios recogidos en textos sumerios se remontan al 2800 a. C., lo que indica que, al menos en esa época, gente de habla acadia se había instalado en Mesopotamia. Las primeras tablillas escritas enteramente en acadio usando el sistema cuneiforme datan de 2400 a. C. pero no hay un uso importante del acadio en la escritura antes del 2300 a. C. Es entonces, al formarse el Imperio acadio con Sargón I, que crece la importancia de la lengua y su uso en documentos escritos hasta llegar a convertirse en la lengua dominante en Mesopotamia por espacio de 1000 años. Con esto el acadio relega el empleo del sumerio a textos legales o religiosos. Los faraones egipcios y los reyes hititas utilizaron el acadio para comunicarse entre sí. Los funcionarios de Egipto escribían en este idioma en sus relaciones con sus vasallos en Siria y la mayoría de las cartas halladas en el-Amarna están escritas en acadio. |
ANEXO
REESCRIBIENDO LA HISTORIA Descodifican el elamita, la escritura fonética más antigua del mundo. Los científicos no lo dudan: es un descubrimiento del mismo nivel que el de Champollion con los jeroglíficos en Egipto Por El Confidencial 28/12/2020 Los libros de historia tendrán que reescribirse porque han logrado descifrar una nueva escritura, de la misma época que la de los sumerios en Mesopotamia. Serían dos lenguas "hermanas", no una derivada de la otra, que se extendieron por Oriente Próximo. François Desset ha descodificado el elamita, una lengua hablada hace más de cuatro milenios en la región que hoy en día constituye Irán. Según publica la revista 'Sciences et Avenir', este arqueólogo de origen francés que actualmente trabaja en la Universidad de Teherán, ha tardado más de una década en traducir sus signos. La misteriosa lengua elamita se descubrió en 1901. Apareció en varias cerámicas y otros objetos en las ruinas de la ciudad de Susa, en la parte más meridional de la cordillera de los Zagros, una importante urbe para las culturas mesopotámicas, para los egipcios, para los griegos y para los romanos. Hoy, un campo de ruinas. Según la tradición persa, fue la primera ciudad del mundo, capital del reino de los Elamitas. Descifrando la historia El elamita era un lenguaje fonético. Por su antigüedad se sitúa a la altura del protocuneiforme mesopotámico y del jeroglífico egipcio, los más conocidos hasta el momento. El arqueólogo François Desset ha asociado varios de sus caracteres con los nombres propios de dos soberanos elemitas y de la diosa local Napirisha. Así ha conseguido establecer correspondencias con los distintos fonemas. Susa, probablemente la ciudad más antigüa del mundo "Gracias a estos trabajos puedo afirmar que la escritura no apareció primero en Mesopotamia exclusivamente, aparecieron dos escrituras en dos regiones diferentes al mismo tiempo", ha asegurado Desset. El origen de la escritura, situado hasta ahora en la actual Irak, tendrá que convivir con este nuevo descubrimiento, que lo coloca también en Irán: "No se trata de una escritura madre y su hija, como se creía hasta ahora, son dos escrituras hermanas". A diferencia del cuneiforme mesopotámico, que es fonético (signos que expresan sonidos) y logográmico (signos que expresan conceptos), el elamita está hecho a base de signos que expresan sílabas, consonantes y vocales. Se escribía de derecha a izquierda y de arriba abajo. El reino Hatamti El lenguaje elamita se usó durante 1.400 años. Descifrarlo será clave para conocer a fondo el mal denominado reino de Elan. Así lo bautizaron sus vecinos, pero ellos mismos usaban el nombre de Hatamti. Fue un glorioso imperio que existió entre el tercer y el segundo milenio antes de Cristo. La historia de la zona nos había llegado solo por los mesopotámicos El elamita sería lo que se denomina "un aislado lingüístico", que no está unido a otra familia lingüística. "Hasta este desciframiento, todo lo relativo a las poblaciones que ocupan la meseta iraní procedía de escritos mesopotámicos. Estos nuevos descubrimientos finalmente nos permitirán acceder al propio punto de vista de los hombres y mujeres que ocupan un territorio al que se referían como Hatamti", ha explicado Desset. La traducción del elamita puede compararse a la descodificación de los jeroglíficos egipcios que hizo otro arqueólogo francés, Jean Francois Champollion, con la famosa piedra Rosetta en 1822. Otros "grandes traductores de la historia" fueron el padre Bartolomé con el alfabeto fenicio o Henry Creswicke Rawlinson con el idioma acadio. |
El cuneiforme es uno de los sistemas de escritura más longevos en la historia de la humanidad, con una tradición de más de tres milenios, desde finales del cuarto milenio a. C. hasta el primer siglo después de Cristo. Se utilizó a lo largo de los milenios para expresar varios idiomas —sumerio, acadio e hitita son sólo los tres que más textos transmitieron a la posteridad— en un área geográfica que corresponde al Próximo Oriente s.l. es decir desde el Levante y la Anatolia en el oeste hasta el Irán y el Asia Central en el este, y desde el Cáucaso en el norte hasta la Península arábiga en el sur. A finales del IV milenio a.c., los sumerios comenzaron a escribir su idioma mediante pictogramas, que representaban palabras y objetos, pero no conceptos abstractos. Una muestra de esta etapa se puede observar en la tablilla de Kish (del 3500 a. C.). Hacia el 2600 a. C. los símbolos pictográficos ya se diferenciaban claramente del ideograma original, y al finalizar ese milenio, con objeto de hacer más fácil la escritura, ya eran completamente diferentes. La escritura cuneiforme también fue adoptada por otros idiomas como el elamita, el hurrita, el urarteo, el eblaita y, en variedades alfabéticas, por el antiguo persa y el ugarítico. Origen La escritura cuneiforme nace en Mesopotamia, en primer lugar, ante la necesidad de contabilizar bienes y transacciones una finalidad contable.Cerca del 3200 A.C el sistema contable consistía en el uso de unas fichas de formas geométricas (conos, discos, esferas, tetraedros, cilindros, ovoides), que se combinaban con un tipo de esferas de barro (bullae). Las primeras representaban cosas, como ganado, una jarra, etc. Si se quería registrar la cantidad determinada de un bien, por ejemplo, un ganado, se cogía la cantidad deseada y la ficha que representaba al ganado. Para asegurarse que la cantidad quedaba fijada se introducían las fichas de los numerales y las del ganado dentro de una bola de barro que posteriormente era sellada para garantizar que nadie podría modificar la cantidad. El uso de este sistema contable comportaba el establecimiento de un código por parte de la sociedad que lo utilizaba. Todos debían saber que una determinada ficha representaba “vaca” y que otra determinada ficha representaba Existían dos tipos de cuentas, las simples y las complejas, que pertenecían al mismo mecanismo de contabilidad, pero servían a distintas ramas de la economía. Las cuentas simples surgieron con el comienzo de la agricultura y representaban materias primas y las cuentas complejas aparecen con el surgimiento de las ciudades y representaban bienes manufacturados. Estas cuentas podían diferenciarse ya que las simples eran lisas mientras que las complejas tenían marcas y eran de formas más variadas. Más tarde, el sistema evolucionó, pasando a hacerse una impresión de las fichas en la parte exterior de las esferas de barro para indicar su contenido y de esta forma no tenían que romperlas. Posteriormente el último paso es “imprimir” el “mensaje” en la superficie de la bola sin introducir las fichas, de este modo nos encontramos ante las primeras tablillas. El cuneiforme se escribió originalmente sobre tablillas de arcilla ya húmeda, mediante un tallo vegetal biselado llamado cálamo. El término cuneiforme proviene del latín cuneus (‘cuña’) por la forma de las incisiones, aunque un antiguo poema sumerio las denomina gag (‘cuñas’). Durante el período acadio comenzaron también a usarse el metal y la piedra. En un principio, la escritura a base de pictogramas no era adecuada para escribir conceptos abstractos, los verbos y sus tiempos, los pronombres, etc. Por ello, se comenzaron a emplear ciertos símbolos con valor fonético silábico. Así, por ejemplo, dado que en sumerio el sustantivo «ajo» y el verbo «dar» eran homófonas (sum), el mismo símbolo que se utilizaba para aquel comenzó a usarse con valor fonético para este. Con el paso del tiempo, aplicando similitudes semejantes, se creó un corpus silábico, usado preferentemente para expresar ciertos elementos gramaticales y conceptos abstractos. El sumerio era una lengua aglutinante, por ello, cuando los acadios adoptaron el cuneiforme para su propia lengua semítica. Dado que el valor fonético y el ideográfico podían confundirse fácilmente, desarrollaron estos unos signos determinantes que indicaban cómo debía leerse cada símbolo. Al final de este proceso, por ejemplo, el símbolo que se leía como an, además del silábico, podía tener otros dos significados: el concepto ‘dios’ o ‘cielo’ y un determinante para indicar que algo tenía naturaleza divina o celeste.
En algunos conjuntos de tablillas, como los de Uruk, se han contado hasta 2000 signos cuneiformes diferentes. En los siglos sucesivos, tal variedad se redujo enormemente, hasta que durante el período acadio eran usados con asiduidad unos 600. Descubrimiento. Europa tuvo constancia de esta escritura gracias al viajero italiano Pietro Della Valle, que hizo escala en Persépolis aproximadamente hacia el año 1621. Una vez allí, no solo dejó constancia por escrito de la magnífica y antigua capital del Imperio aqueménida, sino que también copió una serie de peculiares signos grabados en las ruinas de las puertas del palacio de dicha ciudad y que además figuraban en tres versiones. Fue el primero en hacer referencias a las tablillas con escritura cuneiforme, las dio a conocer; sin embargo, no las estudió. En 1700, Thomas Hyde ―profesor de la Universidad de Oxford― acuñó el término «cuneiforme» para estas inscripciones, cuando publicó un trabajo sobre los logros obtenidos por Della Valle. El título de su obra: Dactuli pyramidales seu cuneiformes, dio nombre a esta original escritura. Fue Georg Friedrich Grotefend (1775-1853) el primero en comenzar la carrera por el estudio de estas tablillas e intenta descifrarlas a través del método hipo-deductivo. Más tarde Henry Creswike Rawlinson (1810 - 1896) logró descifrarlo gracias a la inscripción trinlingüe de Behistún, que contiene escritura persa, elamita y babilonia. Finalmente fue George Smith (1840-1876) quien se trajo el mérito de descifrar los documentos asirios, convirtiéndose de esta manera en el padre de la asiriología. Hizo las primeras traducciones del poema épico de Gilgamesh. Descifrado A partir del año 1835 Henry Rawlinson, un oficial de la armada británica, encontró la Inscripción de Behistún, en un acantilado en Behistún en Persia. Tallada durante el reinado del rey Darío I de Persia (522-486 a. C.), consistía en textos idénticos escritos en los tres lenguajes oficiales del imperio: persa antiguo, babilonio y elamita. La importancia de la inscripción de Behistún para el descifrado de la escritura cuneiforme es equivalente al de la piedra de Rosetta para el descifrado de los jeroglíficos egipcios. Rawlinson dedujo que el persa antiguo usaba un alfabeto silábico y lo descifró correctamente. Trabajando de manera independiente, el asiriólogo irlandés Edward Hincks también contribuyó al descifrado. Después de traducir el persa, Rawlinson y Hincks comenzaron a traducir los otros. En gran medida fueron ayudados por el descubrimiento de la ciudad de Nínive por Paul-Émile Botta en 1842. Entre los tesoros descubiertos por Botta estaban los restos de la gran biblioteca de Asurbanipal, un archivo real que contenía varios miles de tablas de arcilla cocidas con inscripciones cuneiformes. En 1851, Hincks y Rawlinson podían leer ya 200 signos babilonios. Pronto se les unieron otros dos criptólogos, un joven estudiante de origen alemán llamado Julius Oppert y el versátil orientalista británico William Henry Fox Talbot. En 1857 los cuatro hombres se conocieron en Londres y tomaron parte en el famoso experimento para comprobar la precisión de sus investigaciones. Edwin Norris, el secretario de la Real Sociedad Asiática, le dio a cada uno de ellos una copia de una inscripción recientemente descubierta datada en el reinado del emperador asirio Tiglath-Pileser I. Un jurado de expertos fue convocado para examinar las traducciones resultantes y certificar su exactitud. Las traducciones resultantes de los cuatro expertos coincidían en todos los puntos esenciales. Hubo por supuesto algunas pequeñas discrepancias. El inexperto Talbot había cometido unos cuantos errores, y la traducción de Oppert contenía unos cuantos pasajes dudosos debido a que el inglés no era su lengua materna. Pero las versiones de Hincks y Rawlinson eran virtualmente idénticas. El jurado declaró su conformidad, y el descifrado de la escritura cuneiforme acadia pasó a ser un hecho consumado. En 2023 se demostró que se puede lograr una traducción automática de alta calidad de idiomas cuneiformes como el acadio utilizando métodos de procesamiento de lenguaje natural con redes neuronales convolucionales. Uso Cuneiforme deriva de la forma de cuña de esta escritura. Los signos cuneiformes eran escritos por escribas usando punzones, también llamados estiletes, principalmente sobre tablillas, casi siempre de arcilla, pues es lo que abundaba en Mesopotamia, y ocasionalmente de metal, que luego se guardaban en una suerte de primitivas bibliotecas, escrupulosamente organizadas, que servían para el aprendizaje de futuros escribas. Estas bibliotecas pertenecían a la escuela de cada ciudad o, a veces, a colecciones particulares. La arcilla era un material cómodo para escribir, pero su conservación a través del tiempo resulta frágil, por esta razón solo han quedado las que fueron cocidas. También se utilizaba el cincel para escribir en piedra y roca. La tablilla que se utilizaba era pequeña y estaba dividida en las celdas en las que posteriormente se escribirán los conceptos. Estos conceptos eran símbolos que representaban la realidad, pero con el paso del tiempo se fueron alejando del concepto representado. Las tablillas estaban escritas en un número variable de columnas y contenían:
Nótese el parecido de ese sistema con la operativa moderna de los protocolos de escribanos y notarios. Evidentemente el uso no quedaba restringido a las tablillas; por ejemplo, encontramos escritos en los ladrillos de la Babilonia del primer milenio el nombre de Nabucodonosor II. Lenguas individuales Existieron diferentes lenguas que utilizaban el sistema de escritura cuneiforme. Sumerio; es la lengua más antigua que se conoce en Mesopotamia. Los primeros textos datan del IV milenio a. C. No podemos saber hasta cuando se mantuvo esta lengua como lengua hablada; con la aparición del acadio entró en decadencia y solo se mantuvo como lengua de culto. Acadio; es la lengua más refrendada y estudiada de todas las “lenguas cuneiformes”. * Los primeros textos se remontan a la primera mitad del III milenio a. C. Se trata de una lengua semítica, es decir está relacionada con el eblaíta, el ugarítico, hebreo, fenicio, arameo, árabe, sudarábigo y etiópico, por esta razón su desciframiento ha resultado más sencillo. Cerca del s. VI a. C. el acadio dio lugar al arameo como lengua hablada, pero se mantuvo como lengua culta. Eblaíta; durante unas excavaciones en la costa del mediterráneo (actual Siria) se descubre la ciudad de Ebla en la década de 1970. La conservación de unas 17.000 tablillas que allí se encontraron fue posible gracias a que la ciudad fue arrasada por un incendio. Los textos que allí se encontraron datan del 3000-2000 a. C. Se trata también de una lengua semítica, con una escritura cuneiforme muy antigua y que incluye numerosas palabras sumerias. Elamita; la ciudad de Elam se corresponde aproximadamente con la zona petrolífera de Irán. Es uno de los tres idiomas del imperio persa junto con el antiguo persa y el babilónico. Con él se inscribieron varios monumentos que inspiraron el primer desciframiento de la escritura cuneiforme, entre los que destaca el relieve de Behistúm. La traducción de los textos fue posible gracias a las inscripciones trilingües de dicho relieve. Hurrita; idioma del pueblo hurrita que apareció en el Próximo Oriente a finales del III milenio a. C. las primeras referencias a aparecen en una carta de Amenofis III (1417 – 1379 a. C.). También se hallaron textos en hurrita en los archivos hititas de Hattusas (c. 1400 a. C.), introducidos con la palabra hurlili, en Mari (c. 1750 a. C.) y en Ugarit (c. 1500 a. C.). Los textos en Ugarit aparecen en una escritura consonántica y hay fragmentos de una traducción hurrita de la epopeya de Gilgamesh Hitita; pertenece al grupo de lenguas indoeuropeas, los hititas gobernaron gran parte de la actual Turquía, desde el siglo xviii al XVII a. C. eran conocidos por referencias en el antiguo testamento y por historias de los reyes de Egipto y Babilonia. No es hasta 1906, cuando el Dr. Hugo Winkler emprendió una excavación en su capital, Hattusas. En el gran palacio del rey hitita se encontró un archivo real de 10 000 tablillas. Había muchas escritas en lenguaje babilónico, pero su mayoría se encontraban en el entonces desconocido hitita. Las tablillas también contenían numerosas palabras sumerias y babilónicas. Urarteo; esta lengua estaba emparentada con el hurrita sin embargo tomaron su silabario y la forma de sus signos de los asirios. Las inscripciones en urarteo que se han conservado se encuentran en su mayoría en monumentos de piedra y relatan la historia de los reyes de Urartu. También existen textos inscritos en cascos, escudos y vasos de metal, con el nombre de su propietario o donante. Ugarítico; descubiertas en las excavaciones francesas de Ugarit, en la costa siria, en 1929. La escritura cuneiforme fue datada del hacia el siglo xiv a. C. Solo tenía treinta signos y un divisor de palabras vertical y completamente alfabética. Entre las escrituras, había unas mil tablillas en las que alumnos y maestros escribían su alfabeto. Fue descifrada en apenas un año por H. Bauer, E. Dhorme y C. Villoreaud, que comprobaron que estaba emparentado con el hebreo. En sus escritos se pueden encontrar similitudes con los textos de la biblia hebrea. Persa antiguo; fue la primera escritura cuneiforme en descifrarse, a pesar de que esta no tenía un gran volumen de textos en comparación con otras, si es cierto que la escritura era más legible. Se ha sugerido que la escritura del persa antiguo fue inventada por rey aqueménida persa Darío I (521 – 486 a. C.) por disponer de una escritura distinta y creada para los dioses. La escritura se ha encontrado sobre roca, tablillas de oro, plata y piedra y en algunos sellos y vasos de calcita, rara vez en tablillas de barro. La escritura tiene treinta y seis caracteres. Tiene tres vocales (a, i, u) las demás son sílabas que se forman con las consonantes y una de las vocales. Transliteración La escritura cuneiforme tiene un formato específico de transliteración. Debido a la polivalencia del sistema de escritura, la transliteración no es únicamente sin pérdida, sino que además puede contener más información que el documento original. Por ejemplo, el signo DINGIR en un texto hitita puede representar tanto la sílaba hitita an o puede ser parte de una frase acadia, representando la sílaba il, o puede ser un sumerograma, representando el significado sumerio original, dios. De este modo, en ambientes cultos (escuelas de escribas) o ante falta de palabras formadas se utilizaba el idioma sumerio, en el que cada palabra equivale a un signo, mientras que ese mismo signo podía ser una sílaba en, por ejemplo, neobabilónico, en un primer paso hacia el sistema de letras latino. Escribas. La alfabetización en Mesopotamia era muy reducida puesto que se reservaba a las élites. Por esta razón la profesión del escriba estaba muy bien considerada y era de carácter hereditario El aprendizaje de los escribas comenzaba desde temprana edad y estaba bajo la protección de la diosa sumeria Nisaba, esto podemos saberlo por los numerosos textos que encontrados que terminan con el comentario “Nisaba zami” (¡oh, Nisaba, loor!), aunque posteriormente su lugar fue ocupado por el dios Nabu de Borisippa cuyo símbolo era una cuña. El maestro, denominado ummia, podía ser ayudado por un adda é-dubba (padre de la casa de las tablillas) y un “ungula” (dependiente). Parte del aprendizaje inicial también recaía en “un gran hermano”, que era el estudiante de más edad. En primera instancia, el estudiante debía aprender cómo hacer una tablilla y cómo se debía utilizar la cuña. Practicaban con cuneos verticales, horizontales e inclinados una y otra vez y luego comenzaba con la lista de signos básicos que no se aprendían como una serie de signos individuales sino también asociados a las diferentes sílabas que podían representar. De esta forma el signo A valía para á, ya, duru, e, a. Tenía que aprender que A era el nombre básico del signo. Algunas tablillas parecen indicar que se aprendía mediante la escritura de nombres, ya que estas no tienen un trazo muy bueno. Cuando el alumno perfeccionaba la técnica, podía comenzar a aprender y escribir literatura sumeria. Gran parte de ella se ha conservado precisamente gracias a copias escolares. La multitud de textos repetidos hace llegar a la conclusión de que se copiaba al dictado. Cada copia tiene ligeras diferencias que dificultan la reconstrucción de la forma original del texto. |
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