Don Quijote de la Mancha es una novela escrita por el español Miguel de Cervantes Saavedra. Publicada su primera parte con el título de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha a comienzos de 1605, es la obra más destacada de la literatura española y una de las principales de la literatura universal. En 1615 apareció su continuación con el título de Segunda parte del ingenioso caballero don Quijote de la Mancha. Es la primera obra genuinamente desmitificadora de la tradición caballeresca y cortés por su tratamiento burlesco. Representa la primera novela moderna y la primera novela polifónica; como tal, ejerció un enorme influjo en toda la narrativa europea. Por considerarse «el mejor trabajo literario jamás escrito», encabezó la lista de las mejores obras literarias de la historia, que se estableció con las votaciones de cien grandes escritores de 54 nacionalidades a petición del Club Noruego del Libro y Bokklubben World Library en 2002; así, fue la única excepción en el estricto orden alfabético que se había dispuesto. |
La primera edición del Quijote de 1605. |
La colección cervantina de la Biblioteca Nacional: la Sección de Cervantes. Ya depositado en la biblioteca el ejemplar, llegó, en 1894, el traslado al edificio actual del Paseo de Recoletos. Y en este edificio Tamayo y Baus, el director, creó la Sección de Cervantes, donde fueron a parar todos los relativos al autor o del autor que formaban parte de la sección de Libros raros y preciosos del Departamento de Impresos. Menéndez Pelayo la impulsó notablemente y durante su mandato, en 1905, tuvo lugar la «Exposición bibliográfica y artística con motivo del tercer centenario de la publicación del Quijote». La razón de la serie de celebraciones en torno al tricentenario de la edición, teniendo en cuenta que no se habían celebrado ni el centenario ni el bicentenario, la explica Eric Storm 29: en una época tumultuosa, presidida por el desastre de 1898 y plagada de problemas internos que amenazaban la estabilidad de la nación, se necesitaba un símbolo que aunara todas las opiniones y que sirviera de motivo común de orgullo, de ahí la elección de la obra y, sobre todo, del personaje del Quijote. La iniciativa la tomaron Jacinto Octavio Picón y José Ortega Munilla, dentro de la Real Academia Española, después de haber lanzado el proyecto Mariano de Cavia en 1903. El 5 de mayo se inauguró la exposición en la Biblioteca Nacional, de la que se publicó el catálogo. Acompañaron diversos actos conmemorativos, como una misa consagrada por la Real Academia a la memoria de Cervantes, una serie de conferencias pronunciadas en el Ateneo y las de Juan Valera, en la Real Academia y Menéndez Pelayo en la Universidad Central. Azorín publicó La ruta de don Quijote y Unamuno la Vida de don Quijote y Sancho, entre otros acontecimientos. Fruto de la exposición fue el catálogo, en el que participó Gabriel del Río y Rico, que posteriormente sería, bajo la dirección de Rodríguez Marín, el encargado de la sección y quien le debemos el catálogo de la misma, premio de bibliografía de la Biblioteca Nacional en 1916, aunque publicado en 1930. Catálogo que sigue teniendo gran vigencia en la actualidad por la calidad de sus descripciones. Fue también Rodríguez Marín quien, tras una conversación con el pintor valenciano Antonio Muñoz Degrain, recogió el ofrecimiento del pintor de decorar las estancias dedicadas a Cervantes con cuadros relativos al Quijote. Así fue, y parece que, tras una primera donación de ocho cuadros en 1915, se llegó a los veinte entre 1916 y 1919, además de dos cuadros más pequeños, obra de su discípula Flora Castillo. El pintor puso la condición de que sus cuadros no fueran nunca sacados de ese entorno, salvo caso de incendio, y así ha sido hasta el momento, pudiéndose contemplar en la actualidad en la Sala Cervantes. La colección fue creciendo de manera considerable y podemos afirmar que hoy día constituye una de las más importantes del mundo, formada principalmente por la de Cervantes, propiamente dicha, y por la procedente del coleccionista catalán Juan Sedó, adquirida por la Biblioteca en 1969. Entre las dos suman alrededor de 14.000 obras de y sobre Cervantes, a las que hay que añadir otras procedentes de José María Asensio, Pascual de Gayangos, Cayetano Alberto de la Barrera o Agustín Durán. La Biblioteca Nacional durante la Guerra Civil y una cuarta salida de don Quijote Durante algunos años no hay nada digno de mencionarse que afecte a la historia de este ejemplar, hasta que llegamos a 1936. Tras el golpe de estado del 18 de julio, el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes sustituyó la Junta Facultativa por una Comisión Gestora del Cuerpo Facultativo de Archivos, Bibliotecas y Museos, presidida por Navarro Tomás, con Juan Vicens como secretario y con José Aniceto Tudela, Luisa Cuesta, Teresa Andrés, Francisco Rocher, Ricardo Martínez Llorente y Ramón Iglesia como vocales. Su principal función era reorganizar el Cuerpo y optimizar los recursos de los que se disponía en beneficio de la cultura. Para ello, organizó una serie de equipos de trabajo que se encargaron de recibir, inventariar y catalogar los fondos depositados por la Junta de Incautación y Protección del Patrimonio Artístico en los archivos, bibliotecas y museos a cargo del cuerpo Facultativo. En ellos participaron personas de la talla de Antonio Rodríguez Moñino o Rafael Lapesa. De esta manera, ingresaron en la biblioteca importantes colecciones de nobles y bibliófilos entre las que destacan las del marqués de Toca, Lázaro Galdiano, Roque Pidal, Gregorio Marañón, duque de T’Serclaes, etc. y las de diversos conventos. A partir de marzo de 1937, la dirección de estos equipos fue asumida por la Comisión Delegada del Consejo Central de Archivos, Bibliotecas y Tesoro Artístico, que reemplazó a la Comisión Gestora. A partir de octubre de 1937, debido a la falta de espacio para instalar adecuadamente los libros incautados y al escaso personal bibliotecario, como consecuencia de los traslados forzosos de muchos a raíz del Decreto de evacuación de funcionarios civiles de 6 de septiembre de 1937, los libros fueron almacenados sin ser catalogados. Se calcula que en noviembre de 1938 había libros de 235 procedencias y más de un millón de volúmenes al final del la guerra. Dentro de la estrategia de sembrar el terror mediante el bombardeo a la población, fueron objetivos hospitales, asilos, mercados… junto con monumentos, museos, bibliotecas y otras instituciones culturales. Ante el peligro que suponía el ataque de los aviones fascistas sobre Madrid, y especialmente sobre la Biblioteca Nacional, la cámara incombustible de la sección de Raros e Incunables fue protegida por una barricada de sacos terreros. Se empaquetaron también las fichas de los índices. El 16 de noviembre se arrojaron 28 bombas sobre el Palacio de la Biblioteca y Museos Nacionales y algunas de ellas cayeron sobre algunas salas, una de la de Bellas Artes y otra en la de Usoz. En varias ocasiones volvieron a bombardear el edificio, siendo una imagen conocida la del decapitado Lope de Vega, cuya cabeza rodó por la escalinata víctima de un proyectil. El temor a la destrucción del patrimonio artístico dio lugar a la orden de evacuación a Valencia, promulgada el 22 de noviembre, de los fondos más significativos, tanto de los pertenecientes a la institución como de los procedentes de las bibliotecas incautadas. Los bibliotecarios Amalio Huarte Echenique y Francisco de Borja San Román se ocuparon de seleccionar los impresos y Julián Paz de los manuscritos. Rodríguez Moñino fue encargado por el Subsecretario de Instrucción Pública de dirigir las expediciones y estuvo acompañado en las dos últimas por Francisco Rocher Jordá, del cuerpo facultativo. Se enviaron 67 cajas a Valencia en diciembre de 1936, que fueron depositadas en las Torres de Serranos hasta noviembre de 1938 en que fueron trasladadas a Barcelona, siguiendo al gobierno republicano. Y posteriormente, bajo la protección del Comité Internacional para el Salvamento de los tesoros de arte españoles, se llevaron a la Sociedad de Naciones de Ginebra. El conjunto de documentos que Enrique Pérez Boyero ha sacado recientemente a la luz permite conocer el contenido de las cajas que viajaron hasta Ginebra, pues a su llegada a la Sociedad de Naciones no se abrieron, debido a presiones de las autoridades franquistas, y hasta ahora no disponíamos, por tanto, de una relación detallada de las obras. En total, fueron 67 cajas que contenían 5439 volúmenes . La orden de la Dirección General de Bellas Artes del 13 de marzo de 1937 disponía el envío de piezas destacadas, algunas de ellas en la caja fuerte. Esta no pudo abrirse, según alegó José Aniceto Tudela (que demostraba así su voluntad de no colaborar con las medidas tomadas), por la increíble razón de no disponerse de las llaves ni de la clave. Se ordenó embalar la caja fuerte entera con su contenido dentro, que era el siguiente: la Biblia Pauperum, del siglo XV; la primera parte de la Galatea (1585); la edición de Valencia del Quijote (1605); la Crónica del Cid y de Fernán González, La Celestina Los seis libros del anticristo (1497), las Cartas de la infanta Isabel Clara Eugenia, gobernadora de los Países Bajos y, por último, la primera edición de la primera y segunda parte del Quijote. La página 167 del capítulo tercero del inventario de Ginebra, que hace referencia a la caja 141 en la que estaban estos libros, contiene la relación de dicho contenido .
Posguerra Civil De vuelta a la Biblioteca, una vez finalizada la guerra, el ejemplar volvió a estar a buen recaudo en la caja fuerte, formando parte de la colección cervantina, que fue creciendo de manera considerable. Podemos afirmar que hoy día constituye una de las más importantes del mundo, integrada principalmente por la colección de Cervantes, propiamente dicha, y por la procedente del coleccionista catalán Juan Sedó, adquirida por la Biblioteca en 1969. Entre las dos suman alrededor de 14.000 obras de y sobre Cervantes, a las que hay que añadir otras procedentes de José María Asensio, Pascual de Gayangos, Cayetano Alberto de la Barrera o Agustín Durán, dispersas en distintas signaturas y no reunidas en las dos principales de «Cervantes» y «Cervantes.Sedó». El ejemplar volvió a salir de la caja fuerte en ocasiones importantes. En primer lugar, fue expuesto en 1946 en la propia biblioteca, con motivo de la celebración de los 330 años de la muerte de Cervantes, exposición en la que colaboró Juan Sedó y en la que se anticipaba la del año siguiente, a propósito del cuarto centenario de su nacimiento, en la que colaboró la Biblioteca Musical del Ayuntamiento, en la considerada «Primera Exposición Bibliográfica Cervantina» y celebrada en dos partes, en octubre de 1947 y en abril de 1948. Viajó a Alemania para ser expuesto en 1991 en el Museum für Kinsthandwerk de Frankfurt y lo pudimos ver en 2005 y 2008 en la misma biblioteca, en las exposiciones Don Quijote, biografía de un libro y en Obras Maestras de la BNE, respectivamente. Hoy don Quijote descansa en la Biblioteca Nacional, acompañado de los libros de la suya: del Amadís, del Olivante, del Espejo de caballerías, del Bernardo del Carpio, de Los siete libros de la Diana… y de muchísimos otros que custodia la institución. Para su tranquilidad, no tiene que soportar las recriminaciones del ama y de la sobrina. Y, mucho menos, temer la llegada del barbero y el cura, dispuestos a alimentar una hoguera con ellos. |
Edición de Joaquín Ibarra del Quijote. |
En 1773 la Academia Española acordó publicar una edición del Quijote con el propósito de que fuera la mejor de las conocidas hasta la fecha. Con ese planteamiento, se escribió al rey proponiéndole la impresión de una magna edición de la obra de Cervantes, y el 12 de marzo de 1773 Carlos III, por mano de su secretario de Estado Grimaldi, respondía que «ha merecido la mayor aceptación y aplauso del rey el pensamiento de imprimir la Historia de don Quijote, tan correcta y magníficamente como V.S. me expresa en su papel». El taller elegido fue el de Joaquín Ibarra; se fabricó papel especial para la edición y se tomó como referencia el Quijote publicado por el mismo Ibarra en 1771. La obra, una joya bibliográfica editada en cuatro volúmenes, con ilustraciones de los mejores grabadores de la época, apareció en 1780. La edición del Quijote de Ibarra incluye, además del cervantino, los siguientes textos: un prólogo académico, que explica cómo se preparó la edición; el retrato de Cervantes y su biografía, escrita por el académico Vicente de los Ríos; un análisis de la novela, escrito por el mismo académico, y un plan cronológico que acotaba la duración de las aventuras del caballero manchego. Cuenta, además, con un importante apartado de fuentes y documentos que sustentan la biografía y el análisis de Vicente de los Ríos. Para las ilustraciones se formó una comisión que estudió y seleccionó aquellos pasajes que por su contenido eran más susceptibles de ilustrarse. En total se encargaron 33 láminas, incluidas las portadas, el retrato de Cervantes, viñetas y cabeceras, así como un mapa trazado por Tomás López, geógrafo del rey, con los lugares recorridos por don Quijote. La mayor parte de las estampas se encargaron a Antonio Carnicero y José del Castillo, pero colaboraron también otros pintores y dibujantes de la misma generación, como Bernardo Barranco, José Brunete, Gregorio Ferro y Jerónimo Antonio Gil. Los dibujantes elegidos se sirvieron, para mantener la imagen de los personajes, de unos pequeños modelos de barro cocido que todavía se conservan en la Academia. Entre los grabadores figuran José Joaquín Fabregat, Francisco Montaner, Fernando Selma, Joaquín Ballester, Manuel Salvador Carmona, Juan Barcelón y Pascual Mole. Editor
Joaquín Ibarra y Marín (Zaragoza, 20 de julio de 1725 — Madrid, 13 de noviembre de 1785) fue un impresor español. Autor de varios desarrollos técnicos importantes acerca de la labor de imprenta, que anticiparon la racionalización de la práctica profesional llevada a cabo por Pierre-Simon Fournier y François-Ambroise Didot, así como de varios tipos de suma elegancia. Entre las más importantes obras que salieron de su taller se destacan la Conjuración de Catilina y la guerra de Yugurta, de Salustio, dada a imprenta en 1772, y una edición del Don Quijote de la Mancha por encargo de la Real Academia Española acabada en 1780. Biografía
Portada de la edición del Quijote que Ibarra realizó para la RAE en 1780, con tipos nuevos, que fueron creados por el impresor ex profeso para esta edición, fundiéndose ex novo. Incluso la tinta empleada se debió a una fórmula propia de Joaquín Ibarra.1 Ibarra cursó sus estudios en Cervera, en la provincia de Lérida, como aprendiz de su hermano Manuel, que ocupaba el cargo de primer oficial de la Imprenta Pontificia y Real de la Universidad. Realizó también estudios académicos, aprendiendo el latín y las bases de la cultura clásica. Ya maestro, se trasladó a Madrid en 1754, instalando un taller de impresión. Dotado de gran ingenio, implementó varias novedades en cuanto a la obra misma de impresión y al proceso de composición. Experimentó con el satinado del papel para eliminar las marcas de la plancha de imprenta; estableció un formato estandarizado de medidas para la elaboración de los tipos gráficos, basada en la superficie de la M mayúscula, similar en principio a las reglas que elaboraría Fournier independientemente; suprimió algunas convenciones tipográficas ya desajustadas al uso de la época, como el emplear la V para representar la U o el usar el mismo bloque para la s larga y la f. Uno de sus discípulos, el más tarde regente de la Compañía de Impresores y Libreros del Reino José Sigüenza, recogió sistemáticamente sus observaciones publicándolas en forma de recopilación en 1811 con el título de Mecanismo del Arte de la Imprenta. Entre 1754 y 1836 siguió en funciones su taller, del que se dieron unas 2.500 ediciones distintas. Notables son las ya mencionadas de Cervantes y de Salustio; de esta última se imprimió una tirada excepcional de 120 ejemplares para uso de la Casa Real y obsequio a dignatarios extranjeros. Otras ediciones destacadas fueron las de Paleografía española (1758); Historia de las plantas (1762); Breviarium Gothicum Secundum Regulam Beatissimi Isidori (1775); la segunda edición del Viaje de España, de Antonio Ponz; la Historia general de España, de Juan de Mariana (1780); y la Bibliotheca Hispana Vetus et Nova (1783–1788), en cuatro volúmenes. Colaboró con el editor Antonio Sancha antes de que este estableciera imprenta propia, imprimiendo entre otras obras los primeros volúmenes del Parnaso Español. Tipos
Ibarra no diseñó, grabó ni fundió tipos, contra lo que se supone a menudo, utilizando los de otros. El equívoco proviene probablemente de los documentos de su edición del Quijote de la Real Academia, para la que se hizo una fundición nueva (pero no un nuevo diseño) de la letra grabada para la Biblioteca Real de Madrid.
La imprenta de Ibarra utilizó diversas fundiciones de su época, destacando los juegos de Gerónimo Gil, los de la Fundición de Rangel (utilizados por la Gaceta, y que en realidad son un juego de Garamond), los tipos del leridano Eudald Pradell con fundición en Madrid, un juego de Caslon, y la célebre y denostada fundición de cursiva con la que compuso el Salustio, abierta por el académico y grabador murciano Espinosa de los Monteros, que poseía una fundición en Madrid. A principios del siglo XX la fundición madrileña Gans realizó un revival que llamó Ibarra a partir de varias de esas fundiciones, y que constituye el punto de partida de otros rediseños recientes. |
EDICIÓN de Sangorski & Sutcliffe Bindings. |
The History of the Ingenious Gentleman Don Quixote of La Mancha. 4 Volumes – Complete Set Signed Sangorski & Sutcliffe Bindings
Sangorski & Sutcliffe es una firma de encuadernadores fundada en Londres en 1901. Está considerada una de las empresas de encuadernación más importantes del siglo XX, famosa por sus lujosas encuadernaciones con joyas que utilizaban oro auténtico y piedras preciosas en las cubiertas de sus libros.
Sangorski & Sutcliffe fue fundada por Francis Sangorski (1875-1912) y George Sutcliffe (1878-1943). Se habían conocido en 1896 en unas clases nocturnas de encuadernación impartidas por Douglas Cockerell en la Escuela Central de Artes y Oficios del Consejo del Condado de Londres . En 1898, Sangorski y Sutcliffe ganaron cada uno uno de los diez premios anuales de becas de artesanía, lo que les otorgaba 20 libras esterlinas al año durante tres años para continuar su formación como aprendices de encuadernador. Fueron empleados en la propia encuadernación de Cockerell y comenzaron a enseñar encuadernación en Camberwell College of Art . Fueron despedidos en 1901 después de que una huelga del carbón provocara una crisis económica, y decidieron establecerse por su cuenta en un ático alquilado en Bloomsbury , a partir del 1 de octubre de 1901. Pronto se mudaron a Vernon Place y luego, en 1905, a la fila de Southampton . El hermano mayor de Sangorski, Alberto Sangorski (1862-1932), trabajó para la empresa. Se convirtió en un consumado calígrafo e iluminador , trabajando para Rivière desde 1910. Rápidamente revivieron el arte de la encuadernación joya , decorando sus suntuosas encuadernaciones de cuero multicolor con incrustaciones de oro y joyas preciosas y semipreciosas. Se les encargó crear una encuadernación de lo más lujosa del Rubaiyat de Omar Khayyam , cuya portada estaba adornada con tres pavos reales dorados con colas enjoyadas y rodeada de enredaderas doradas y fuertemente labradas, que fue enviado en el desafortunado RMS Titanic en 1912. El libro, conocido como el Gran Omar , se hundió con el barco y no ha sido recuperado. Poco después Sangorski se ahogó. Sutcliffe continuó la firma, que llegó a ser reconocida como una de las encuadernadoras líderes en Londres. La encuadernación se trasladó a la calle Polonia y logró sobrevivir durante la Primera Guerra Mundial , la Gran Depresión , la Segunda Guerra Mundial y la austeridad de la posguerra. En este período emprendió trabajos para Ashendene Press , Golden Cockerel Press y la librería J. & E. Bumpus . También creó libros en miniatura para la Casa de Muñecas de Queen Mary . Después de que Sutcliffe sufriera un derrame cerebral en 1936, confió el negocio a su sobrino, Stanley Bray (1907-1995), que había trabajado para su tío desde 1926. La empresa se fusionó con HT Woods en 1939, trayendo a Kenneth Hobson a la empresa. Introdujo un estilo de encuadernación más moderno. Bray heredó la empresa tras la muerte de Sutcliffe. La empresa se fusionó de nuevo en 1988, uniéndose a la encuadernación de Zaehnsdorf en Bermondsey (fundada por Joseph Zaehnsdorf en 1842). Asprey compró el negocio combinado en 1985 y pasó a llamarse SSZ Limited. Shepherds, una empresa de encuadernación, compró la empresa a Asprey en 1998 y revivió el nombre Sangorski & Sutcliffe. La encuadernación se mudó recientemente de sus instalaciones en Bermondsey a Rochester Row . Una segunda copia del Omar Khayyam fue encuadernada cuando estalló la Segunda Guerra Mundial y se colocó en la bóveda de un banco para su custodia, pero los bombardeos enemigos destruyeron la bóveda y la segunda copia. Stanley Bray, después de su jubilación, hizo una tercera versión de la encuadernación utilizando el diseño original, que ahora se encuentra en la Biblioteca Británica. |
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