Luis Alberto Bustamante Robin; Jose Guillermo Gonzalez Cornejo; Jennifer Angelica Ponce Ponce; Francia Carolina Vera Valdes; Carolina Ivonne Reyes Candia; Mario Alberto Correa Manríquez; Enrique Alejandro Valenzuela Erazo; Gardo Francisco Valencia Avaria; Alvaro Gonzalo Andaur Medina; Carla Veronica Barrientos Melendez; Luis Alberto Cortes Aguilera; Ricardo Adolfo Price Toro; Julio César Gil Saladrina; Ivette Renee Mourguet Besoain; Marcelo Andres Oyarse Reyes; Franco Gonzalez Fortunatti; Patricio Ernesto Hernández Jara; Demetrio Protopsaltis Palma; Katherine Alejandra Del Carmen Lafoy Guzmán;
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Tras la Guerra Civil, el general Francisco Franco gobernó España con mano de hierro durante casi 40 años. |
Introducción. La Guerra Civil no fue sólo un episodio crucial en la historia contemporánea de España, marcó un punto de inflexión en la conciencia del mundo occidental, anticipando el enfrentamiento de la Segunda Guerra Mundial. El libro de Hugh Thomas es un estudio clásico en la extensa bibliografía que la Guerra española ha suscitado, una de las primeras obras a cuya amplitud y rigor se unen la claridad y la ponderación. La guerra civil española o guerra de España, también conocida por los españoles como la Guerra Civil por antonomasia, o simplemente la Guerra, fue un conflicto bélico —que más tarde repercutiría también en una crisis económica— que se desencadenó en España tras el fracaso parcial del golpe de Estado del 17 y 18 de julio de 1936 perpetrado por una parte de las fuerzas armadas contra el Gobierno electo de la Segunda República. Tras el bloqueo del Estrecho y el posterior puente aéreo que, gracias a la rápida colaboración de la III Reich y la Italia fascista, trasladó las tropas nacionales a la España peninsular en las últimas semanas de julio, comenzó una guerra civil que concluiría el sábado 1 de abril de 1939 con el último parte de guerra firmado por Francisco Franco, declarando su victoria y estableciendo una dictadura que duraría hasta su muerte, el jueves 20 de noviembre de 1975. La guerra tuvo múltiples facetas, pues incluyó lucha de clases, guerra de religión, enfrentamiento de nacionalismos opuestos, lucha entre dictadura militar y democracia republicana, entre contrarrevolución y revolución, entre fascismo y comunismo. A las partes del conflicto se las suele denominar bando republicano y bando sublevado: El bando republicano, también denominado «bando leal» o «bando gubernamental», estuvo constituido en torno al Gobierno, formado por el Frente Popular, el cual estaba compuesto por los republicanistas de Izquierda Republicana y Unión Republicana, los socialistas del PSOE, los marxistas-leninistas con orientación estalinista del Partido Comunista de España, los trotskistas del POUM, el Partido Sindicalista de origen anarquista y en Cataluña los nacionalistas de izquierda encabezados por Esquerra Republicana de Catalunya. Era apoyado por el movimiento obrero, la FAI y los sindicatos UGT y CNT, los cuales también perseguían realizar la revolución social. También se había decantado por el bando republicano el Partido Nacionalista Vasco, debido a que las Cortes estaban a punto de aprobar el Estatuto de Autonomía para el País Vasco. El «bando nacional», estuvo organizado en torno a parte del alto mando militar, institucionalizado inicialmente en la Junta de Defensa Nacional, la cual fue sustituida por la Junta Técnica del Estado tras el nombramiento de Francisco Franco como generalísimo y jefe del Gobierno del Estado. Políticamente, estuvo integrado por los fascistas de Falange Española de las JONS, los monárquicos carlistas de la Comunión Tradicionalista, los monárquicos alfonsinos de Renovación Española y gran parte de los votantes de la CEDA, la Liga Regionalista y otros grupos conservadores. Socialmente fue apoyado por aquellas clases a las que la victoria en las urnas del Frente Popular les hizo sentir que peligraba su posición; por la Iglesia católica, acosada por la persecución religiosa desatada por parte de la izquierda nada más estallar el conflicto y por pequeños propietarios temerosos de una «revolución del proletariado». En las regiones menos industrializadas o primordialmente agrícolas, los sublevados también fueron apoyados por numerosos campesinos y obreros de firmes convicciones religiosas. Ambos bandos cometieron graves crímenes en el frente y en las retaguardias, como sacas de presos, paseos, desapariciones de personas o tribunales extrajudiciales. La dictadura de Franco investigó y condenó severamente los hechos delictivos cometidos en la zona republicana, llegando incluso a instruir una Causa General, todo ello con escasas garantías procesales. Por su parte, los delitos de los vencedores nunca fueron investigados ni enjuiciados, a pesar de que algunos historiadores y juristas sostienen que hubo un genocidio en el que, además de subvertir el orden institucional, se habría intentado exterminar a la oposición política. Las consecuencias de la Guerra Civil han marcado en gran medida la historia posterior de España, por lo excepcionalmente dramáticas y duraderas: tanto las demográficas —mortandad y descenso de la natalidad que marcaron la pirámide de población durante generaciones— como las materiales —destrucción de las ciudades, la estructura económica, el patrimonio artístico—, intelectuales —fin de la denominada Edad de Plata de las letras y ciencias— y políticas —la represión en la retaguardia de ambas zonas, mantenida por los vencedores con mayor o menor intensidad durante todo el franquismo, y el exilio republicano—, y que se perpetuaron mucho más allá de la prolongada posguerra, incluyendo la excepcionalidad geopolítica del mantenimiento del régimen de Franco hasta 1975. Libro. Considerada una obra maestra que arroja luz sobre una de las guerras más confusas del siglo XX. De una forma brillante y con detalles conmovedores, Hugh Thomas analiza este devastador conflicto en el que las esperanzas, los sueños y las creencias de este siglo estallaron en el campo de batalla. La Guerra Civil refleja, como si de un microcosmos se tratara, las tensiones que llevaron a Europa a la Guerra Mundial: de la puesta en juego de las maquinaciones de Franco y Hitler, a la tragedia de Guernica y la caída de aquellos que creían en la democracia. Crítica: «Un narrador supremo, dotado de una capacidad sobresaliente para la descripción. |
La guerra civil española La guerra civil española o guerra de España, también conocida por los españoles como la Guerra Civil por antonomasia, o simplemente la Guerra, fue un conflicto bélico —que más tarde repercutiría también en una crisis económica— que se desencadenó en España tras el fracaso parcial del golpe de Estado del 17 y 18 de julio de 1936 perpetrado por una parte de las fuerzas armadas contra el Gobierno electo de la Segunda República. Tras el bloqueo del Estrecho y el posterior puente aéreo que, gracias a la rápida colaboración de la Alemania nazi y la Italia fascista, trasladó las tropas rebeldes a la España peninsular en las últimas semanas de julio,1617 comenzó una guerra civil que concluiría el sábado 1 de abril de 1939 con el último parte de guerra firmado por Francisco Franco, declarando su victoria y estableciendo una dictadura que duraría hasta su muerte, el jueves 20 de noviembre de 1975. La guerra tuvo múltiples facetas, pues incluyó lucha de clases, guerra de religión, enfrentamiento de nacionalismos opuestos, lucha entre dictadura militar y democracia republicana, entre contrarrevolución y revolución, entre fascismo y comunismo A las partes del conflicto se las suele denominar bando republicano y bando sublevado: El bando republicano, también denominado «bando leal» o «bando gubernamental», estuvo constituido en torno al Gobierno, formado por el Frente Popular, el cual estaba compuesto por los republicanistas de Izquierda Republicana y Unión Republicana, los socialistas del PSOE, los marxistas-leninistas con orientación estalinista del Partido Comunista de España, los trotskistas del POUM, el Partido Sindicalista de origen anarquista y en Cataluña los nacionalistas de izquierda encabezados por Esquerra Republicana de Catalunya. Era apoyado por el movimiento obrero, la FAI y los sindicatos UGT y CNT, los cuales también perseguían realizar la revolución social. También se había decantado por el bando republicano el Partido Nacionalista Vasco, debido a que las Cortes estaban a punto de aprobar el Estatuto de Autonomía para el País Vasco. El bando sublevado, que se llamó a sí mismo «bando nacional», estuvo organizado en torno a parte del alto mando militar, institucionalizado inicialmente en la Junta de Defensa Nacional, la cual fue sustituida por la Junta Técnica del Estado tras el nombramiento de Francisco Franco como generalísimo y jefe del Gobierno del Estado. Políticamente, estuvo integrado por los fascistas de Falange Española de las JONS, los monárquicos carlistas de la Comunión Tradicionalista, los monárquicos alfonsinos de Renovación Española y gran parte de los votantes de la CEDA, la Liga Regionalista y otros grupos conservadores. Socialmente fue apoyado por aquellas clases a las que la victoria en las urnas del Frente Popular les hizo sentir que peligraba su posición; por la Iglesia católica, acosada por la persecución religiosa desatada por parte de la izquierda nada más estallar el conflicto y por pequeños propietarios temerosos de una «revolución del proletariado». En las regiones menos industrializadas o primordialmente agrícolas, los sublevados también fueron apoyados por numerosos campesinos y obreros de firmes convicciones religiosas Ambos bandos cometieron graves crímenes en el frente y en las retaguardias, como sacas de presos, paseos, desapariciones de personas o tribunales extrajudiciales. La dictadura de Franco investigó y condenó severamente los hechos delictivos cometidos en la zona republicana, llegando incluso a instruir una Causa General, todo ello con escasas garantías procesales. Por su parte, los delitos de los vencedores nunca fueron investigados ni enjuiciados, a pesar de que algunos historiadores y juristas sostienen que hubo un genocidio en el que, además de subvertir el orden institucional, se habría intentado exterminar a la oposición política. Las consecuencias de la Guerra Civil han marcado en gran medida la historia posterior de España, por lo excepcionalmente dramáticas y duraderas: tanto las demográficas —mortandad y descenso de la natalidad que marcaron la pirámide de población durante generaciones— como las materiales —destrucción de las ciudades, la estructura económica, el patrimonio artístico—, intelectuales —fin de la denominada Edad de Plata de las letras y ciencias— y políticas —la represión en la retaguardia de ambas zonas, mantenida por los vencedores con mayor o menor intensidad durante todo el franquismo, y el exilio republicano—, y que se perpetuaron mucho más allá de la prolongada posguerra, incluyendo la excepcionalidad geopolítica del mantenimiento del régimen de Franco hasta 1975. |
A 80 años del fin de la Guerra Civil, la herida permanece abierta. Se cumplen 80 años del fin de la Guerra Civil Española, desencadenada tras el golpe de Estado contra la República. En la actualidad, la implementación de la ley de Memoria Histórica no ha conseguido que el país supere la fractura. La reconciliación sigue siendo la gran asignatura pendiente de la Guerra Civil, ya que no se ha logrado cerrar la profunda herida que generó el enfrentamiento entre españoles luego del golpe de Estado que los militares dieron contra la República en 1936. En España sigue habiendo más de 100.000 desaparecidos, la mayoría de ellos victimizados por los golpistas durante la guerra y la dictadura franquista, a pesar de los continuos reclamos de sus familiares para que se localicen las fosas comunes esparcidas por todo el territorio. La ley de Memoria Histórica impulsada tardíamente por los gobiernos socialistas durante la última etapa democrática es claramente insuficiente, ya que entre otras carencias no contempla los fondos necesarios para la búsqueda de los desaparecidos. La derecha española del Partido Popular (PP) y Ciudadanos no ha mostrado el menor interés por reivindicar la memoria histórica, lo que entorpece desde luego el acercamiento entre vencedores y vencidos. Las reticencias de la derecha bajo la excusa de no revivir el trauma de la Guerra Civil ha impedido al Parlamento español condenar expresamente el golpe de los militares que provocó la contienda. La asignatura sigue pues pendiente, aunque para la mayoría de los ciudadanos ibéricos el enfrentamiento de las dos Españas sea un episodio cada vez más lejano. |
Hugh Swynnerton Thomas. (Windsor, Reino Unido, 21 de octubre de 1931) es un historiador hispanista inglés. Estudió en la Universidad de Cambridge y en La Sorbona (París).En 1961 se da a conocer con una obra sobre la Guerra Civil Española: La Guerra Civil Española, publicada por la editorial Ruedo Ibérico. Dicha obra fue publicada en inglés y en español. Más tarde ha ejercido como profesor en la Real Academia de Sandhurst y en la Universidad de Reading, combinando dichos trabajos con clases y conferencias que imparte en diversos países. En 1981 recibió el título de barón Thomas of Swynnerton, de Notting Hill en Greater London. Junto a Raymond Carr y Paul Preston, forma un grupo de hispanistas británicos que se ha dedicado al estudio de la historia reciente de España, especialmente a la de la Segunda República y la Guerra Civil Española, si bien Thomas, tras la publicación de La Guerra civil española, se ha centrado, principalmente, en el estudio de la creación y consolidación del Imperio ultramarino español durante los siglos XVI y XVII. Desde 1994 es miembro de la Real Academia de la Historia de España. En 2001 recibió la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica. En 2009 recibió el Premio de Periodismo Rafael Calvo Serer. Desde 2013 es miembro de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras. En 2014 recibió la Gran Cruz de la Orden de Alfonso X el Sabio. Thomas estaba casado con Hon. Vanessa Jebb, una pintor e hija de Gladwyn Jebb, el primer Secretario general interino Naciones Unidas y Embajador británico en Francia. Tuvieron tres hijos: Iñigo, Isambard e Isabella. Armas Cimera. Upon a Chapeau Gules, turned up Ermine, issuant from a representation of the Torre d’Arnolfo on the Palazzo Vicariale at Scarperia in Italy Argent, a Bull’s Head Sable, armed Or. Escudo. Quarterly Argent and Or, a Cross formée flory Sable, surmounted by a Dragon’s Head erased Gules. |
The Guardian. Obituario de Lord Thomas of Swynnerton. 9 de mayo de 2017 Cuando apareció La Guerra Civil Española en 1961, rápidamente se estableció en la mente popular como el libro sobre el conflicto. Las críticas elogiosas de expertos liberales como Cyril Connolly y Michael Foot lo vieron ampliamente aceptado como un clásico, y llegó a vender casi un millón de copias en todo el mundo. En el momento en que se embarcó en escribirlo, Hugh Thomas, fallecido a los 85 años, no sabía nada de español. Pero se dedicó a leer con voracidad y sin piedad a recoger los cerebros de innumerables participantes de ambos bandos, así como del corresponsal de guerra Henry Buckley y del gran experto en la materia, Herbert Southworth. El trabajo resultante no solo fue presentado en un estilo colorido y muy legible, sino que también marcó el primer intento de una visión general objetiva de una lucha que aún excitaba las pasiones de derecha e izquierda. Aunque prohibida en la España del general Francisco Franco , la traducción de una editorial española exiliada en París, Ruedo Ibérico, se convirtió en un bestseller clandestino. Los propagandistas del dictador nunca habían dejado de proclamar que la guerra había sido una cruzada contra la barbarie comunista. Sin embargo, el impacto de las obras extranjeras de Thomas y Southworth, introducidas de contrabando a pesar de los esfuerzos de la policía fronteriza, desacreditó por completo la línea estándar del régimen. Un ejemplo de los esfuerzos oficiales para sofocar el impacto del libro de Hugh fue el arresto de Octavio Jordá, un valenciano de clase trabajadora de 31 años, en la frontera francesa con dos maletas llenas de copias del mismo. En su juicio posterior, Jordá fue declarado culpable de “propaganda ilegal” y “difundir el comunismo” y condenado a dos años de prisión. En respuesta a Thomas y Southworth, el entonces ministro de Información de Franco, Manuel Fraga , estableció un centro oficial de estudios sobre la guerra civil para agilizar la historiografía de la cruzada. Fue muy tarde. El libro tuvo tanto éxito que incluso al propio Franco se le pedía con regularidad que comentara las declaraciones que contenía. El Caudillo lo descartó en gran medida como mentiras, negando que murieran civiles cuando bombardeó Barcelona o que hubo ejecuciones masivas. La notoriedad del libro llevó a ventas colosales después de la muerte del dictador en 1975. Frustrado, el director del centro, Ricardo de la Cierva, lo calificó de “vademécum para simplones”. El grado de seguridad financiera que siguió al éxito del libro permitió a Hugh casarse en 1962 con Vanessa Jebb, la hija del diplomático Sir Gladwyn Jebb, más tarde Lord Gladwyn, para quien había trabajado en la embajada británica en París. Ella estaba en el centro del círculo social que se conocieron en su casa en Ladbroke Grove, al oeste de Londres, y tuvieron tres hijos, Iñigo, Isambard e Isabella. En 1966, Hugh fue nombrado profesor de historia en la Universidad de Reading . Aunque fue un maestro muy entretenido y popular, nunca se sintió cómodo con las exigencias de la vida académica y renunció en 1976. Ya fuera en los círculos intelectuales o sociales, podía ser encantador y generoso, pero tenía la piel bastante delgada. Incluso antes de ir a Reading, Hugh había comenzado a investigar para su gigantesca historia Cuba, o la búsqueda de la libertad (1971). Con casi 1.700 páginas, no fue un éxito. Muchos lectores encontraron difícil su largo y temprano estudio de la historia de la isla, que comenzó con la ocupación británica de La Habana. Sólo cuando llegó a la revolución de Fidel Castro coincidió con el alcance confiado del libro español. Después de Cuba, recibió el encargo de hacer un trabajo similar en Venezuela, pero nunca comenzó realmente. Además, se sintió constreñido después de pasar, según él mismo, “siete años en el estudio de un corto período en la historia de una sociedad pequeña y, por lo tanto, es natural que desee escribir en una escala más generosa”. El resultado fue Una historia inconclusa del mundo (1979). A instancias de su amigo Roy Jenkins , tuvo un segundo intento fallido de asegurar un escaño laborista (había sido el candidato potencial para Ruislip y Northwood en 1957-58) pero fue frustrado por miembros de la Tendencia Militante en el comité de selección. A partir de entonces, si no en consecuencia, declaró públicamente su abandono del Partido Laborista y su aceptación de la economía de libre mercado thatcheriana. Se convirtió en uno de los asesores no oficiales de Margaret Thatcher y fue nombrado presidente de su grupo de expertos, el Centro de Estudios de Política, en sucesión de Keith Joseph. De acuerdo con su nueva vocación política, cuando An Unfinished History of the World recibió un premio literario del Arts Council de £ 7,500 en abril de 1980, se negó a aceptar el cheque. Al decir que el gerente de su banco estaría horrorizado, hizo el gesto con el argumento de que los capítulos finales del libro argumentaban que “la intervención del estado [conduce] a la decadencia de la civilización y al colapso de las sociedades”. En History, Capitalism and Freedom, un folleto publicado en 1979 con un prólogo de Thatcher, argumentó que el declive de Gran Bretaña fue consecuencia de la invasión del Estado. En el Center for Policy Studies, trató de ayudar a Joseph , ahora secretario de educación, a restablecer un sentido de las glorias de la historia inglesa que ambos creían que habían sido oscurecidos por las obras de Eric Hobsbawm , EP Thompson y otros. Se trataba de un proyecto que desmentía sus propios trabajos sobre España y Cuba y suscitó acusaciones de que un historiador de primera trataba de convertir un tema en el que nunca había trabajado en un “adoctrinamiento vacío, pseudopatriótico”. En su folleto Our Place in the World (1983), atribuyó el declive de Gran Bretaña a la transformación de “la vieja Inglaterra del individualismo y el laissez-faire en una Inglaterra organizada desde arriba”. En 1981 fue nombrado lord Thomas de Swynnerton y se rumoreaba que podría ser enviado a Madrid como embajador, aunque las deficiencias de su español podrían haberlo dificultado. Nacido en Windsor, Berkshire, Hugh era el único hijo de Hugh Thomas, un oficial colonial británico con base en lo que entonces era la Costa de Oro (ahora Ghana), y su esposa Margery (de soltera Swynnerton), que trabajaba en el Servicio de Enfermería Colonial. Su tío, Sir Shenton Thomas , fue el gobernador de Singapur que se rindió a los japoneses en 1942. De la escuela de Sherborne en Dorset, Hugh fue al Queens 'College, Cambridge, donde estudió historia, no con mucha asiduidad, pero alcanzó prominencia como presidente Tory de capa y espada de la Unión. Después de graduarse, llevó una vida llena de champán como un hombre de Londres. Fue reclutado para la embajada de París gracias, se dijo, a la influencia de Harold Nicolson., un amigo de Jebb. Se fue a principios de 1957, alegando que lo hizo debido al disgusto con el papel británico en la crisis de Suez. Sin embargo, pudo haber saltado antes de que lo empujaran. Circulaban rumores sobre documentos importantes que se dejaron sin querer en el metro y / o una aventura con la esposa de un ministro francés. La publicidad dada a su enfrentamiento con el Foreign Office lo convirtió en un atractivo atractivo para el Partido Laborista, y editó The Establishment (1959), una colección de ensayos que atacaban a la élite política. Sin embargo, todavía necesitaba un ingreso. Un breve período como profesor en la Real Academia Militar de Sandhurst (1957) no le satisfizo. Probó suerte como novelista, pero The Oxygen Age (1958) no se vendió. Sin embargo, la igualmente fallida novela del año anterior, El juego del mundo, cambiaría su vida. Dedicado a la amiga de Jebb, Nancy Mitford, cimentó una conexión que ya era clave. Más importante aún, había sido leído por el caballero editor James MacGibbon , entonces agente literario de Curtis Brown. MacGibbon lo invitó a almorzar y le dijo que la escena de su novela donde el héroe fue a luchar en Israel le había recordado a los voluntarios en la guerra civil española. Tras señalar que había llegado el momento de realizar un estudio amplio del conflicto, instó a Hugh a hacer un lanzamiento. Fue retomado por Eyre y Spottiswood. Después de la dimisión de Thatcher en 1990, Hugh estaba cada vez más desilusionado por lo que consideraba un euroescepticismo enconado. Finalmente, en noviembre de 1997, cruzó el piso de los Lores a los escaños Liberal Demócrata. Anunció:
Una vez que se liberó de la política que nunca le había satisfecho realmente, volvió a su verdadero metier y produjo una serie de obras extravagantes sobre la España imperial. El brillante impulso narrativo de su trabajo sobre España se trasladó primero a La conquista de México (1993) y luego a La trata de esclavos: la historia de la trata de esclavos en el Atlántico 1440-1870 (1997). Le siguieron su mayor logro, una trilogía sobre el imperio español: Ríos de oro (2003); El Siglo de Oro: El Imperio Español de Carlos V (2010); y Mundo sin fin: el imperio global de Felipe II (2014). La última vez que hablé con él, hace un par de semanas, estaba fulminando con el Brexit. Le sobreviven Vanessa y sus hijos. Hugh Swynnerton Thomas, Lord Thomas de Swynnerton, historiador, nacido el 21 de octubre de 1931; murió el 7 de mayo de 2017 Este artículo fue modificado el 18 de mayo de 2017. Lord Thomas de Swynnerton murió el 7 de mayo en lugar del 6 de mayo. |
El País. Obituario: Hugh Thomas, autor del libro fundamental sobre la Guerra Civil Española. Apasionado de España, también escribió una trilogía muy aplaudida sobre los días del imperio. El historiador británico Hugh Thomas , autor de un libro fundamental sobre la Guerra Civil española, murió el sábado a los 85 años. Su muerte fue anunciada por la agencia de noticias española Abc, de la que Thomas era colaborador habitual. Su La Guerra Civil Española de 1961 , publicada en París cuando solo tenía 30 años, fue prohibida por el régimen de Franco en España. Se convirtió en una obra de gran influencia durante la transición del país a la democracia, y desde entonces se ha convertido en una referencia clásica en la literatura existente sobre el período 1936-1939 en la historia de España . En una charla que pronunció en el centro cultural Círculo de Bellas Artes de Madrid en 2001, en el 40 aniversario de la publicación del libro, Thomas dijo que sus excelentes críticas fueron un factor determinante en su propia vida y carrera. En 1977 se publicó una edición revisada y se volvió a imprimir en 2001. Nacido en Windsor, Inglaterra, Thomas fue un apasionado de la historia de España, país que visitó por primera vez en 1955. Luego publicaría una trilogía sobre el Imperio español que comenzó en 2003 con Rivers of Gold, seguida de por The Golden Age: The Spanish Empire of Charles V in 2010 y World Without End: The Global Empire of Philip II en 2014. Dijo que las excelentes críticas del libro fueron un factor determinante en su propia vida y carrera. También analizó la historia de Cuba, desde su pasado colonial hasta la revolución. Europa fue otra de sus pasiones: publicó Europe: the Radical Challenge en 1973, y sirvió bajo el primer ministro británico Harold Wilson, pero dejó el Partido Laborista en 1975 por lo que consideraba sus opiniones tibias sobre la integración europea, informó Abc. Posteriormente dejó a los conservadores por la misma razón, y en 1997 se unió a los demócratas liberales. Thomas, hijo de un comisionado colonial, estudió historia en Cambridge y la Sorbona. Enseñó historia en la Universidad de Reading y trabajó para el Foreign Office entre 1954 y 1957. De 1979 a 1991 dirigió el Center for Policy Studies , un centro de investigación vinculado a la ex primera ministra Margaret Thatcher, quien lo nombró barón. Además de sus aproximadamente 20 libros de historia, Thomas publicó tres novelas: The World's Game (1957), The Oxygen Age (1958) y Klara (1988). Le sobreviven su esposa, la pintora Vanessa Jebb, y sus tres hijos. |
HISTORIA 'La Guerra Civil española' Ruedo Ibérico manipuló 'La Guerra Civil española' de Hugh Thomas en beneficio de la II República. LUIS ALEMANY 15 JUN. 2017 El editor José Martínez cambió algunos datos en la traducción al castellano La Guerra Civil española, del recién fallecido Hugh Thomas, no era como los españoles la leyeron. Pequeños flecos manipulados en la traducción por José Martínez, el editor de Ruedo Ibérico, enfatizaron algunos hechos y atenuaron otros con el fin de exponer un relato más propicio para los defensores de la II República.Ésa es la conclusión de un artículo escrito por Guillermo Sanz Gallego, profesor de la Universidad de Gante, y publicado por la revista Arbor, editada por el Centro Superior de Investigaciones Científicas. La traducción como manipulación historiográfica en el exilio es el título y, también, el mejor resumen de la tesis y del método de Sanz Gallego. El autor comparó el texto de Thomas en inglés con su traducción al español y encontró un puñado de imprecisiones muy significativas y siempre orientadas en una misma dirección. El punto de partida de su artículo es la historia de Ruedo Ibérico. "Ruedo Ibérico fue una editorial que fundaron en París cinco exiliados políticos cuyo perfil ideológico era muy similar. Todos ellos antifranquistas. Cuatro de los cinco habían sido encarcelados antes del exilio y tres se convirtieron en prófugos del régimen franquista", explica Sanz Gallego. "El objetivo principal", continúa, "era publicar obras censuradas por el régimen y proporcionar una salida en el exilio a la autocensura de algunos autores que no se atrevían a publicar en España". Fue perseguida por el franquismo e incluso fue objeto de un atentado terrorista en su sede de París poco antes de la muerte de Franco. La autoría se atruibuyó a ATE (Antiterrorismo contra ETA) aunque José Martínez acusó directamente al Gobierno español en un artículo que publicó en Cuadernos de Ruedo Ibérico.Además, el sello construía un relato alternativo al discurso del franquismo sobre la Guerra y la II República. Para ese propósito, el estudio de Hugh Thomas, con su apariencia de objetividad y desapego (de cada hecho incierto se exponen y se juzgan razonablemente las versiones opuestas), era una herramienta muy valiosa. Bastaba con peinar un poco con los dedos el texto para reforzar la visión de la Historia que defendía Ruedo Ibérico.Ejemplos: cuando relata el asesinato del capitán Condés, de la Guardia Republicana, Hugh Thomas explica en el texto original que Castillo estuvo implicado en el asesinato del primo de José Antonio,el Marqués de Heredia. Ese dato desaparece en la traducción a español. Cuando trata las checas en Madrid, el historiador habla de "varios miles de represaliados". La traducción sólo habla de mil. Cuando calcula el número de falangistas que participaron en el Golpe de Estado del 18 de julio, Thomas da la cifra de 4.000 personas. La traducción dice que fueron 40.000. Y estas imprecisiones, ¿responden a un plan preconcebido? ¿No pueden ser cosa de un traductor demasiado implicado al que se le fue la mano?
.¿Y Thomas? ¿Se dio cuenta de lo que habían hecho con su estudio? "Thomas era el autor del original, no de la traducción. José Martínez no fue sólo editor de la traducción, también revisó la segunda edición en inglés, según el prólogo de la segunda edición inglesa, en el que Thomas le da las gracias a Martínez por revisar su obra", explica Sanz. En su opinión, las marrullerías de su editor "no deben restar mérito al Thomas investigador, pionero en la narración de la Guerra Civil en una época caracterizada por la censura, la opacidad, la manipulación franquista, la falta de recursos o de acceso a archivos. También es necesario reconocer la labor y la valentía de Ruedo ibérico durante la dictadura franquista. Sin embargo, es preciso conocer la realidad y no mirar hacia otro lado si queremos acercarnos al estudio del conflicto". |
México al rescate: polarización política y la Guerra Civil Española. La Guerra Civil Española tuvo una amplia repercusión en México, tanto los titulares de la prensa como las imágenes en los cines remodelaron la percepción mexicana. Al convertirse en el principal país a favor de la República, la polarización se incrementó de manera vertiginosa. 26.12.2023 En la década de 1930, México se encontraba inmerso en un proceso de transformación radical cuando estalló la Guerra Civil Española en julio de 1936. Este conflicto no solo capturó la atención de la opinión pública mexicana, sino que también desencadenó una polarización política que marcó una época de cambio en el país. El despertar del interés mexicano Anteriormente aislado del panorama mundial, México repentinamente mostró un interés sin precedentes en los conflictos bélicos que tenían lugar al otro lado del océano. La Guerra Civil Española se convirtió por aquel entonces en un espejo en el que México, al igual que el resto de América Latina, se reflejó. La posibilidad de que una ideología prevaleciera en España y se extendiera a las antiguas colonias preocupaba tanto a conservadores como a progresistas. En México, la República Española encontró simpatizantes entre los políticos revolucionarios, quienes veían en ella una aliada en la lucha por la secularización, la reforma agraria y la justicia social. La abdicación del rey y la proclamación de la República en 1931 fueron celebradas fervorosamente por los liberales latinoamericanos, que encontraron afinidades con los ideales republicanos. El hispanismo, sin embargo, una corriente que exaltaba valores supuestamente españoles, tomó fuerza entre los conservadores mexicanos. Para ellos, la sublevación franquista en España representaba una oportunidad frente a las afrentas sufridas durante la Revolución mexicana. La Guerra Civil Española se convirtió en un frente de batalla político entre conservadores y liberales mexicanos. Impacto en la sociedad mexicana. En las calles de Ciudad de México, la guerra civil tuvo un impacto inmediato. Los ciudadanos detenían su marcha para observar los mapas desplegados en los aparadores de los grandes almacenes, señalando los avances tanto de franquistas como republicanos. Los cines, como el Alameda y el Olimpia, se convirtieron en escenarios de pasiones enfrentadas entre seguidores de ambos bandos. Cuando estalló la rebelión en España, el presidente Lázaro Cárdenas se encontraba de gira, y la primera reacción oficial vino del Partido Nacional Revolucionario, expresando su solidaridad con el gobierno socialista de España. Sin embargo, las divisiones se profundizaron cuando el Partido Comunista Mexicano y la Confederación de Trabajadores de México expresaron su apoyo a la República y convocaron manifestaciones. México y la república española. La postura oficial mexicana se definió en 1936, cuando Cárdenas gritó “¡Viva la República Española!” y empezó el envío de armas para la causa, desafiando la posición de muchos países que se negaban a hacerlo. Este gesto tuvo un impacto significativo en la sociedad mexicana y marcó una posición clara en apoyo a la causa republicana. La victoria de los nacionales en España fue recibida con regocijo por la derecha mexicana, que utilizó la prensa para atacar a la República y cuestionar las políticas de Cárdenas. No obstante, el gobierno mexicano dio cobijo a los refugiados que huían de las tropas franquistas, convirtiéndose en el principal aliado de la República. A medida que los exiliados españoles y sus hijos llegaban a México, la crispación aumentaba entre los sectores conservadores, generando un clima tenso en la sociedad. La Guerra Civil Española dejó un legado duradero en México. La polarización política persistió, y el crecimiento de movimientos como el sinarquismo reflejó la influencia de los acontecimientos españoles en la política mexicana. La llegada de españoles también supuso beneficios, como muchos eran intelectuales contrarios al franquismo, entraron en las universidades y fundaron instituciones como el Instituto Luis Vives o el Ateneo Español de México. La victoria de los nacionales en España también influyó en el surgimiento de la oposición conservadora y en la elección presidencial de 1940, que marcó un cambio en la dirección política del país. En resumen, la Guerra Civil Española no solo fue un conflicto lejano, sino un espejo en el que México se reflejó y que dejó una huella profunda en la política mexicana la época. Bibliografía: Revah, M. O. (s. f.). La Guerra Civil Española en México. Casa del tiempo, n.24, 123-128. |
La Guerra Civil antes de la Guerra Civil. Segunda República. Durante la República, a lado y lado del arco político, muchos ciudadanos albergaron la sensación de que podía llegarse a un conflicto armado en España. La prensa fue testigo y parte. Francisco Martínez Hoyos 14/03/2023 La sombra de la Guerra Civil es alargada y, como puede comprobarse a menudo, sigue planeando sobre el presente de España. Es un pasado que se resiste a pasar. Su interpretación, a lo largo de los años, ha hecho correr ríos de tinta. ¿Fue el producto inevitable del enfrentamiento entre dos bandos irreductibles, el conservador y el progresista? ¿Se veía venir la catástrofe o pilló a la ciudadanía de improviso? Nadie esperaba un conflicto tan largo y sangriento, pero, desde la proclamación de la República, la posibilidad de una contienda civil no dejó de estar en el aire, como se refleja en la prensa de la época. El 18 de abril de 1931, con la monarquía recién caída, el escritor Luis Bello manifestaba en un artículo periodístico en Crisol su convicción de que las hostilidades se desencadenarían antes o después. Lo mejor, por tanto, era que la lucha empezara cuando los defensores de la causa del pueblo tuvieran ventaja: “El mensaje del Rey, la despedida del Sr. Borbón, abre un período de la historia de España, quizá sea el pórtico de otra guerra civil. Pero de todos modos, ya la teníamos, inevitable, y vale más que surja estando el pueblo en el Poder, porque la posición favorable difícilmente la recuperarán quienes no la supieron defender”. En Navarra, mientras tanto, circulaban rumores sobre un nuevo alzamiento carlista. Una crónica periodística de Ezequiel Enderiz en La Tierra, de Madrid, a principios de septiembre de 1931, aseguraba que, en Pamplona, la capital de aquella región, la mayoría republicana sonreía escéptica ante la posibilidad de una guerra civil. De creer su versión de los hechos, no había por qué inquietarse ante el fanatismo de una minoría: “Las dos o tres veces que la aldeanía ha venido a Pamplona, tras el cura, a gritar ‘Viva Cristo Rey’, la hemos dado para el pelo. El día del mitin de la Plaza de Toros, rompimos más de seis banderas y más de treinta cabezas. ¿Dónde, pues, van a hacer una guerra esos desgraciados?”. “Ahora o nunca” Quienes hablan son liberales y urbanitas. El mundo rural, al que se refieren con el término despectivo de “aldeanía”, es para ellos sinónimo de atraso y clericalismo. El problema de la extrema derecha no les parece grave: todo puede solucionarse dando unos cuantos palos que sirvan de escarmiento, sin necesidad de acudir a la fuerza pública. No obstante, por debajo de este relato optimista, los mismos individuos refieren algunos detalles inquietantes. En muchos pueblos, los partidarios del régimen no existen o son una minoría exigua que vive bajo un permanente acoso: “En Valcarlos no hay un solo republicano... En Zugarramurdi, tampoco... En Isaba, dos que hay, tienen que dormir con la pistola bajo la almohada... En Puente la Reina tuvieron que salir a pedradas”, indica Enderiz. La sociedad navarra estaba fragmentada. Se decía que, en cuanto se aprobara la Constitución de la República, la guerra se desencadenaría de inmediato. El pretendiente carlista, don Jaime, se presentaría entonces como salvador. En los medios del catolicismo integrista, recoge Enderiz, se hablaba de emprender una acción armada antes de que fuera demasiado tarde:
Malos augurios. Desde las filas progresistas, la religión se percibía como una amenaza grave para la estabilidad nacional, en tanto que factor divisivo capaz de legitimar una solución de fuerza. En junio de 1931, una noticia en Segovia Republicana informaba de la denuncia que había recibido el gobernador de San Sebastián contra un cura, al que se acusaba de anunciar a sus feligreses el próximo estallido de la guerra civil. Los católicos tenían que intervenir en la lucha, según el sacerdote, al que comparaban con el cura Santa Cruz. La memoria del conflicto carlista, a juzgar por la referencia al famoso guerrillero reaccionario decimonónico, seguía existiendo. Al menos, hasta cierto punto, porque tampoco faltaban los que veían en el carlismo un fenómeno tan anacrónico que resultaba sorprendente que aún siguiera existiendo. Desde una perspectiva optimista, una nueva contienda fratricida, en plena década de 1930, no tenía posibilidades de ir demasiado lejos: “Lo único que le hace falta a España es una nueva guerra civil, la que seguramente abortaría porque los tiempos han cambiado mucho”, publica La Crónica Meridional en agosto de 1931. Soluciones antes del desastre. Con los problemas existentes, como el desempleo y la crisis monetaria, el futuro aparecía incierto. No era el momento de iniciar aventuras bélicas. Los carlistas, por tanto, harían mejor en respetar las ideas del contrario y refrenar sus entusiasmos bélicos. El interés de España así lo exigía: “Lo primero de todo es la Patria”, remata el diario almeriense. El Pueblo, un diario republicano de Valencia que había fundado el novelista Vicente Blasco Ibáñez, advertía también en agosto de 1931 contra el peligro del catolicismo integrista. Había que tomar medidas contundentes porque, de lo contrario, las consecuencias podían ser desastrosas: “Si la República no afronta de un modo valiente, férreo, el problema clerical, estamos abocados a una nueva guerra civil que destruiría a España”. ¿Por dónde pasaba la solución? A juicio del periódico, por “una poda viril y patriótica”. En una línea similar, el rotativo santanderino La Región alertaba en las mismas fechas de que la Iglesia constituía un poder capaz de provocar una nueva guerra civil en cuanto sus privilegios se vieran disminuidos. El clericalismo podría haber perdido su poder material tras las reformas republicanas, pero conservaba una influencia espiritual todavía formidable. Las alusiones a una hipotética contienda no dejaron de multiplicarse, como si la espada de Damocles de la guerra no dejara de amenazar a la República. En mayo de 1933, El Noticiero Gaditano refleja las declaraciones de Alejandro Lerroux, quien, durante un banquete del Partido Radical, advirtió que en España podría producirse una nueva guerra si el gobierno de izquierdas, entonces en el poder, no rectificaba por completo su política. La “brutalización” de la política La sangre podía correr tanto por una sublevación de derechas como por una revolución de izquierdas. En diciembre de 1933 se hizo público un manifiesto del Partido Republicano Radical Socialista Independiente, firmado, entre otros, por Marcelino Domingo, Victoria Kent o el sacerdote Luis López Dóriga, que rechazaba cualquier tipo de dictadura, incluida la que se hiciera en nombre del proletariado. Esta oposición a la revolución violenta no debía interpretarse como una capitulación, sino como una voluntad clara de no impulsar “una nueva guerra civil y social”. El partido manifestaba, pues, una decidida preferencia por la legalidad como instrumento para la revolución. Excepto si llegaba un día en que esta legalidad dejaba de existir. Entonces habría llegado el momento de lanzarse a “hacer con todas sus consecuencias la revolución ilegal”. La polarización no dejaba de crecer. En enero de 1936, cerca ya de las elecciones generales, el periódico oscense La Tierra afirmaba que combatir a las izquierdas no significaba promover una guerra civil, sino defender la paz, puesto que las fuerzas progresistas, según este medio, representaban el caos: “Luchar contra los malhechores no puede llamarse guerra civil, sino defensa del orden y de la vida”. La Tierra, de esta forma, representaba un caso paradigmático de eso que algunos historiadores denominan “brutalización” de la política. Se había llegado a un punto en que el enemigo ya no era un ser humano al mismo nivel que cualquiera, sino un insecto al que había que aplastar en nombre de un bien presuntamente superior. La pesadilla de un enfrentamiento entre españoles, más o menos nebulosa, se haría realidad en julio de 1936. El derramamiento de sangre se convirtió entonces en una realidad tangible, no en una hipótesis tremendista de la que sacar provecho en el combate político. |
Seminario abordó el impacto de la Guerra Civil Española en Chile. En ningún otro país latinoamericano la Guerra Civil Española tuvo tanto impacto como en Chile. Reflejo de este fenómeno es el libro del profesor de la Universidad Complutense de Madrid Niall Binns, Chile y la guerra civil española. La voz de los intelectuales, texto que dio origen al seminario "La Guerra Civil Española y su impacto en América Latina", organizado en conjunto por la Facultad de Letras, el Instituto de Historia y la Biblioteca de Humanidades UC. La Guerra Civil Española se desencadena tras el fracaso parcial del golpe de estado del 17 y 18 de julio de 1936, impulsado por una parte del ejército contra el gobierno de la Segunda República Española, produciéndose una cruenta lucha entre el Frente Popular (coalición de partidos republicanos, de izquierda) y el bando nacional (encabezado por el ejército). El conflicto se da por terminado el 1 de abril de 1939 con el último parte de guerra firmado por el general Francisco Franco, declarando su victoria y estableciéndose una dictadura que duraría hasta su muerte en 1975. El trabajo de Binns da cuenta del impacto que causó esta guerra en la opinión pública chilena: en las portadas del diario El Mercurio aparecían iglesias incendiadas, militares saludando al modo fascista, grupos de milicianos, hombres combatiendo, niños asesinados... "Esta es la primera guerra mediática de la historia. Antes la guerra se producía lejos, ahora no. No sólo mueren soldados en las trincheras como en la Primera Guerra Mundial, también niños, mujeres y ancianos en las mismas ciudades", explica el académico. "Ninguna ciudad, incluyendo Buenos Aires y La Habana, donde había gruesos sectores hispánicos, se conmovió tanto como Santiago", escribe Luis Alberto Sánchez en su libro Visto y vivido en Chile (1975). Binns explica que esto se debe principalmente a tres factores. Por un lado, surge una especie de conciencia histórica respecto de los frentes populares; por otro, hay una presencia importante de la colonia española en Chile; y finalmente, están los más de dos mil españoles que se refugian en la embajada de Chile en Madrid. "De alguna manera, lo que se vivía en España se ve como un espejo de lo que podría sucede en Chile", afirma el académico, agregando que la guerra fortalece el reencuentro que se genera entre España y América Latina a partir de la caída de Alfonso XIII en 1931. A estos hechos se suma el asesinato de Federico García Lorca, el poeta español más importante de la época, hecho que causó gran impacto a los intelectuales, obligándolos a involucrarse, a tomar partido. Así Vicente Huidobro, quien había escrito al margen de la política contingente, a partir de los años treinta publica una serie de poemas donde elogia el pueblo español y su heroísmo. "Su voz es temblorosa, porque no sabe bien cómo escribir poesía política", dice Binns. El público espera con gran avidez los testimonios de los "testigos", diplomáticos, congresistas e intelectuales. Desde el comienzo de la guerra hay una gran proliferación de escritos testimoniales: memorias, autobiografías, confesiones. Un ejemplo es el texto de Maximiano Errázuriz, quien logra entrevistar al General Franco. Pablo Neruda escribe, a través de sus poemas, un verdadero testimonio de la guerra. "Neruda ya no canta, sino que cuenta lo que ha visto. Los recursos poéticos de antaño ya no sirven porque escribe sobre la realidad, tal como es", afirma Binns. El diplomático Luis Enrique Délano (1907-1985), escribe lo que vive durante sus cuatro meses en Madrid "sin literatura", expresa, como una garantía de verdad, de transmitir los hechos tal cual los vio. Otro ejemplo es el de Carlos Morla Lynch (1885-1969), encargado de negocios de la embajada chilena en España, quien entregó uno de los testimonios más impactantes de Madrid en guerra. Finalmente, también están los relatos de dos corresponsales de guerra chilenos: el periodista y escritor Juvencio Valle (1900-1999), quien escribe sobre las ruinas y el horror de la guerra; y Bobby Deglané (1905-1983), un empresario de los espectáculos de lucha libre quien se transforma en foto periodista. Por su parte, Rodrigo Henríquez, historiador y académico de la Facultad de Educación, abordó el tema del exilio, especialmente a través de la figura del catalán Xavier Benguerel quien llegó a Chile en los años cuarenta. Luego, Julia Miranda, académica de la Universidad Nacional de Rosario, Argentina, expuso sobre "Imágenes de la vanguardia poética latinoamericana en la guerra civil española"; mientras que el profesor de Historia UC Alfredo Riquelme, abordó “La guerra civil española y los conflictos en torno a la modernidad”. Además de las conferencias se realizó una exposición bibliográfica, la presentación de documentales sobre la Guerra Civil Española y el lanzamiento del libro Chile y la guerra civil española. La voz de los intelectuales, a cargo de la académica de la Facultad de Letras UC Rocío Rodríguez. |
PROPUESTAS LITERARIAS El costumbrismo y la militancia fueron dos de las corrientes literarias que caracterizaron la literatura durante la Guerra Civil y el franquismo Horizontal Literatura en tiempos de guerra civil. Elisa Pont 26/11/2020 La literatura fue un aliado para muchos escritores en tiempos de guerra. Son muchos los relatos que hoy en día nos ayudan a entender un poco mejor qué sucedió en aquella época. Algunos autores utilizaron su influencia y visibilidad para denunciar la violencia y la represión durante la dictadura franquista e hicieron de la palabra escrita su particular arma. Otros, aprovecharon su talento creativo para describir cómo vivía la sociedad durante los años de la Guerra Civil, en los que la pobreza y falta de expectativas eran protagonistas. Esto último se conoce como costumbrismo literario, una técnica propia del siglo XIX mediante la cual se reflejan los usos y costumbres de una sociedad. En muchos casos, esta descripción no viene acompañada de un análisis crítico o una interpretación, como sí ocurre en la literatura combativa o militante, que busca el compromiso político y social. En este artículo, repasamos algunas de las obras, clasificadas en distintos géneros literarios, que mejor describen uno de los periodos más oscuros de la historia de España. El género narrativo: mujeres novelistas. Las mujeres tuvieron una función muy importante durante la Guerra Civil en España, sobre todo aquellas que se identificaban con el bando republicano. También en la literatura, encontramos muchas voces de mujeres de la época que plasmaron sus preocupaciones y su visión del mundo en sus relatos. Un ejemplo es la jovencísima Carmen Laforet (1921-2004) que, con 23 años, ganó el premio Nadal en 1944. Su novela Nada cuenta la historia de Andrea, una joven que llega a Barcelona nada más terminar la Guerra Civil para estudiar y empezar una nueva vida. Pero al llegar a casa de su abuela, ve que la vida ha cambiado mucho en comparación con los recuerdos que conserva de su infancia. Esta novela muestra la tristeza que inundó a la sociedad española durante los primeros años de la posguerra y cómo la pequeña burguesía se empobreció tras el conflicto. A pesar de las similitudes entre la vida de Andrea y la autora, Laforet siempre negó que se tratase de un relato autobiográfico. El género poético: versos para el recuerdo. Una de las figuras clave para asomarse a los años de la guerra es la del poeta alicantino Miguel Hernández (1910-1942). El joven de Orihuela perteneció a la Generación del 36, la corriente social inspirada por el movimiento obrero y el republicanismo de la época, y su poesía pasó de la riqueza y la simbología lírica al compromiso ideológico. Después de un intento de huida a Portugal tras la victoria de Francisco Franco en 1939, Hernández fue condenado a pena de muerte, que posteriormente le conmutarían por una condena de 30 años de prisión. Finalmente, falleció a los 31 años enfermo de tuberculosis en el Reformatorio de Adultos de Alicante. El poemario El Rayo que no cesa (1936) y Cancionero y Romancero de ausencias (1938-1941), escrito ya desde la prisión, son dos de las obras más importantes del poeta. Este año se celebra el 110 aniversario de su nacimiento. El género teatral: el imaginario español sobre el escenario Otra de las figuras imprescindibles de la literatura en lengua española es la del granadino Federico García Lorca (1898-1936), poeta y dramaturgo. Lorca es considerado todo un símbolo de la represión franquista puesto que fue asesinado por su orientación sexual (era homosexual) y por ser acusado de colaborar con el socialismo, ideología contraria al bando nacional, según el historiador Ian Gibson. Su cadáver fue enterrado en una fosa común y, a día de hoy, no se han recuperado sus restos. La obra de Lorca es un retrato de las costumbres de la sociedad rural española de la época. Ejemplo de ello, son las piezas teatrales Bodas de sangre, La casa de Bernarda Alba y Yerma. Pero Lorca también fue un poeta de mundo, un artista que tuvo vinculaciones con otros escritores de la época, como Pablo Neruda. Su obra Poeta en Nueva York, escrita entre junio de 1929 y marzo de 1930, fue una de las “experiencias más útiles de mi vida”, en palabras del poeta. El género periodístico: la crónica de viajes El género de la crónica periodística sirvió a los escritores de la época para viajar por distintas zonas del país y retratar cómo se vivía en las zonas rurales, más allá del ritmo de la gran ciudad. Un ejemplo es el relato de viajes Campos de Níjar, escrito entre 1959 y 1956 por el escritor Juan Goytisolo (1931-2017). Un recorrido por el paisaje y las gentes de la localidad andaluza. Goytisolo recibió el Premio Miguel de Cervantes en 2014 en reconocimiento de toda su carrera literaria. Con un tono belicista y combativo, el periodista sevillano Chaves Nogales (1987-1944) recoge en A sangre y fuego distintos relatos sobre la Guerra Civil española, escritos entre 1936 y 1937 y publicados inicialmente en diferentes revistas internacionales. A pesar de que Nogales se puso al servicio del bando republicano cuando estalló la guerra civil, en el libro describe y critica la brutalidad de ambos bandos del conflicto. Aunque su figura quedó en el olvido, en los últimos años se ha reeditado su obra y es considerado todo un clásico. |
Agustín Sánchez Andrés y Fabián Herrera León (eds.). 2011. Contra todo y contra todos: La diplomacia mexicana y la cuestión española en la Sociedad de Naciones, 1936-1939. Tenerife: Ediciones Idea. Andrés Santillán Medina* * Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Facultad de Historia. México. En 2011, se publicó una estructurada obra dedicada a la política exterior mexicana. El significado que tiene el trabajo es evidente y no solo porque se trata de un libro de amplio y rico contenido, sino porque representa la materialización del esfuerzo, la constancia y la entrega de sus dos autores. El libro aborda el papel que desempeñó México dentro de la llamada Sociedad de Naciones en las primeras décadas del siglo XX. Resulta interesante que en sus páginas iniciales se desarrollan aquellos primeros obstáculos que se presentaron para que pudieran consolidarse las relaciones entre el país latinoamericano y la organización ginebrina, sin olvidar el significativo papel que desempeñó el uruguayo Julián Nogueira en un principio para tal fin. Los historiadores detallan cómo fue que los gobernantes del México posrevolucionario tuvieron que reconsiderar la invitación que durante años le habían hecho las organizaciones de Ginebra para poder conseguir su entrada en la Oficina Internacional del Trabajo, un organismo especializado en los asuntos relativos a las relaciones laborales y en donde la figura del canciller mexicano Genaro Estrada cobró gran importancia, por ser uno de los elementos que pusieron fin y orden a los malos entendidos con sólidos argumentos sobre la importancia que tenía la participación de México dentro de las actividades de la Sociedad de Naciones y el cambio de actitud de no querer pertenecer a la Liga. Los resultados se hicieron presentes inmediatamente; uno de ellos fue el apoyo del gobierno español para que el gobierno mexicano recibiera su invitación a la Asamblea y obviamente el comunicado del entonces presidente mexicano Pascual Ortiz Rubio resaltando el fortalecimiento de los lazos de su administración con la Sociedad de Naciones, el primero de septiembre de 1931, con su declaración como miembro 11 días más tarde. El libro señala que lo que México buscaba era normalizar sus relaciones con los demás países del mundo a través de los espacios de convivencia que en esa época establecieron los diversos organismos multilaterales, modificar su problemática imagen y fortalecer su posición ante los demás. De esta manera, el país latinoamericano se hizo presente como intermediario en los conflictos del Chaco, de Leticia, el chino-japonés, el ítalo-etíope y el español, siendo este último conflicto el que mayor atención atrajo por parte del gobierno mexicano encabezado por el general Lázaro Cárdenas del Río, promotor de algunos de los proyectos modernizadores más importantes de su país. Ambos autores concuerdan en que el acercamiento entre México y España se inició con el reconocimiento de la República española en 1931 representada por el presidente Niceto Alcalá Zamora y que pudo prolongarse durante años gracias a las relaciones bilaterales que quedaron registradas de diversas formas en la prensa de dichas naciones. A partir de estos acontecimientos, ambos países cooperaron intensamente en la Sociedad de Naciones y trataron de promover una mayor implicación del organismo ginebrino en la resolución de los conflictos regionales americanos, pero sin duda fue en julio de 1936 con el estallido de la Guerra Civil española que los lazos se estrecharon de una forma inigualable. Algunos de los actos más significativos en esta época fueron la cooperación de los diversos organismos hispanos para la colecta de fondos destinados a la delegación española de la Cruz Roja y la dotación de armamento y víveres por parte del gobierno mexicano, el cual fue frenado por las presiones diplomáticas del gobierno norteamericano administrado por Franklin D. Roosevelt. En el verano de 1937, México, la Unión Soviética y otros países de Europa alojaron a una gran cantidad de niños españoles para evitar que sufrieran algún percance con los bombardeos indiscriminados ocurridos en distintas ciudades ibéricas, siendo el caso de los niños de Morelia un hecho singular y a la vez severamente criticado por la prensa y parte de la sociedad mexicana de la época. Sin embargo, el presidente Cárdenas reiteró su apoyo a España e incluso extendió su ayuda con el apoyo de su comisionado Narciso Bassols, logrando así la aceptación pacífica de alrededor de 20.000 exiliados españoles en junio de 1939. La obra puntualiza que el territorio español entró en una aguda crisis por la falta de apoyo de parte de otras naciones y que esto evidentemente le atrajo una gran cantidad de conflictos causados por la falta de armamento y por la constante intervención de Italia y Alemania, la cual fue reprobada en varias ocasiones por México ante los organismos europeos y en específico con la Sociedad de Naciones, por establecer una política de no intervención al conflicto sostenida en que se trataba de una cuestión exclusivamente europea. Este tipo de acciones evidenció el gran protagonismo que en pocos años había adquirido la diplomacia mexicana ante el mundo entero a través de la figura de Isidro Fabela durante la Guerra Civil española, cuyo desenlace marcó el inicio de la dictadura del general Francisco Franco en 1939, mismo año en que daría inicio la Segunda Guerra Mundial. Es importante señalar que el libro culmina con la incorporación de un rico apéndice documental de gran valor para todos aquellos interesados en el periodo y en el tema, y en el que se ve reflejado un minucioso trabajo de archivo en el cual se concentran, entre otras tantas cosas, las fechas y los nombres de los individuos, los organismos y los lugares relacionados con el tema de las relaciones entre México, España y la Sociedad de Naciones en las primeras décadas del siglo XX. |
LÁZARO CÁRDENAS ANTE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA. En la historia de las relaciones internacionales del siglo xx son pocos los países que tengan en su haber tantas muestras de apoyo y solidaridad con las víctimas de los autoritarismos y totalitarismos represivos como México. No intentaré aquí una historia pormenorizada de este proceso, pero sí quiero centrarme en el momento en que esta política se consolidó y manifestó por primera vez en la práctica, de manera abarcadora y decidida, a raíz de la internacionalización de la Guerra Civil española, entre 1936 y 1939, durante la presidencia de Lázaro Cárdenas. En relación con este episodio, el apoyo mexicano se desarrolló al menos en tres frentes de acción. El primero se manifestó en la lucha diplomática realizada por México en los foros internacionales de la época, en particular, aunque no excluyentemente, en la Sociedad de Naciones. 1 El segundo comenzó a partir de los meses que siguió al alzamiento rebelde de julio de 1936, y se tradujo en el apoyo material del gobierno mexicano al Estado español legalmente constituido en la Segunda República. El tercer frente de apoyo se expresó mediante la excepcional política de ayuda humanitaria a las víctimas de esa guerra que buscaban huir de la contienda y la represión. Más adelante veremos cómo, desde 1937, México empezó a ofrecer cobijo y asilo a hombres, mujeres, niños y ancianos que se acogieron a esta posibilidad en tierras mexicanas, primero paulatinamente y desde 1939 en grandes números, que en total sobrepasaron los 20. 000. 2 Si bien en las páginas siguientes no nos detendremos en estos temas, es importante dejar constancia de la amplitud y envergadura de este esfuerzo solidario en las tres áreas antes mencionadas. No cabe duda que la amplia ayuda material, diplomática y humana que México prestó en esos años a la Segunda República española ya los desplazados por la guerra y por la subsiguiente represión franquista fue excepcional. Tampoco cabe duda de que en un sistema político como el mexicano, si este apoyo fue posible se debió directamente a la responsabilidad personal y política del Presidente mexicano, quien dictó las primeras medidas para marcar el derrotero que tomaría su país respecto de España. En efecto, con el respaldo amplio y vigoroso de un grupo de políticos, juristas, científicos e intelectuales mexicanos, Lázaro Cárdenas inició así uno de los esfuerzos nacionales de solidaridad internacional más ejemplares del siglo XX. EL ESFUERZO DIPLOMÁTICO A partir de 1936, los nombres, entre otros, de los juristas y diplomáticos Narciso Bassols e Isidro Fabela, representantes sucesivos de México ante la Sociedad de Nacio nes, encargados de cumplir de manera estricta y puntual con los pactos internaciona les de esta Liga, con sede en Ginebra, y nuevamente el del propio Bassols, luego ministro de México en Francia a partir de 1938, se deben sumar al de Lázaro Cárdenas, ya que de manera decidida ellos ejecutaron a cabalidad las decisiones de la política internacional dictadas por el propio Presidente de México. En este sentido cabe destacar cuáles fueron los principales postulados que enunció el presidente Cárdenas en materia de política exterior. En primer término, la idea central no solo era cumplir “estricta y puntualmente” el “pacto de la Liga” sino, dentro de éste, apegarse estrictamente “al inalienable principio de no intervención”. Como consecuencia de lo anterior, la postura de México fue defensora en todo momento a todo Estado jurídicamente constituido que sufría una agresión por parte de cualquier potencia extranjera. Más específicamente, en el caso de la guerra de España —Estado miembro de la Sociedad de Naciones—, en vista de la intervención de Alemania e Italia a favor de las fuerzas anticonstitucionales, México expresó claramente el “derecho a la protección moral, política y diplomático, ya la ayuda material […] de acuerdo con las disposiciones expresas y terminantes del Pacto de la Liga”. Por este motivo el gobierno mexicano se negaba a reconocer a ningún representante de España que no fuera el propio gobierno republicano. 3 Cárdenas invocaba como antecedente inmediato de esta postura respecto de la República española la defensa que la delegación de México en la Liga había hecho de Etiopía por la invasión colonialista que había sufrido por parte de Italia en 1935. Por ello postulaba que México “ha sido y debe seguir siendo un país de principios cuya fuerza consiste en su derecho y en el respeto a los derechos ajenos”. Más aún, como corolario de todo lo anterior, Lázaro Cárdenas insistía que en materia inter nacional, México “deberá ser intransigente en el cumplimiento de los pactos suscri tos, en el respeto a la moral y al derecho internacional, y específicamente en el cumplimiento puntual”. del Pacto de la Sociedad de las Naciones”. En octubre de 1936, el entonces delegado de México ante la Sociedad de Naciones, Narciso Bassols, inició la lucha internacional de México por la defensa legítima.del gobierno español, súbitamente atacado en su propio suelo no solo por fuerzas levantiscas internas, sino por elementos extranjeros que afectaban los principios de la independencia de los estados jurídicamente constituidos. Siguiendo las directivas del presidente Cárdenas, Bassols defendió la noción de que las normas internacionales deben ser escrupulosamente observadas y vigiladas por los organismos establecidos con dichas multas. Por ello señalaba el peligro que existe cuando los países deciden “olvidar el abismo jurídico que separa a un gobierno de un grupo rebelde”, y en vez de ejercerse “la contención universal, derivada de principios indiscutibles”, convierten lo que “debe ser”. una obligación precisa de abstención para con los facciosos en un simple resultado de ajustes, convenios inertes, elásticos y tardíos”. 4 Estas consideraciones llevaron al delegado mexicano a subrayar en este discurso so la necesidad de enfrentar tales contingencias políticas por medio del derecho internacional pues lo contrario —es decir, la práctica impune de los derechos no regulados jurídicamente— sería “una verdadera regresión, un paso atrás ”. Para explicar car que España era ejemplo transparente de un país crudamente agredido por otros más fuertes, Bassols acudió a la propia experiencia de México, que “ha sufrido en el curso de su historia el azote de cuartelazos antisociales”. Por ello mismo, “apoyado en sólidas bases jurídicas” e históricas, el gobierno de México definió su política de cooperación material para con el gobierno legítimo de España. Desde comienzos de 1937, a medida que la situación española se deterioraba y la intervención de las potencias totalitarias crecía, Cárdenas insistió una y otra vez en el compromiso político, moral y jurídico de México con respecto al problema inter nacional de España. Una de las mayores preocupaciones del gobierno mexicano era precisar el alcance verdadero de la noción de “no intervención”, de acuerdo con la Carta de la Sociedad de Naciones y en contraste con la postura del Comité de No Intervención creado por Inglaterra y Francia, y apoyado por los Estados Unidos, que en gran medida resultaba en una política de aparente neutralidad que, sin embargo, permitía la participación en el conflicto español de las potencias nazi-fascistas: Italia y Alemania. En contra del parecer de las potencias occidentales, el gobierno mexicano no invocó una y otra vez la noción de que la postura del Comité anglo-francés era contraria al principio de la Carta de la Sociedad de Naciones, puesto que ésta señalaba explícitamente el derecho. de los países miembros a ayudar a los gobiernos legítimos, amenazados por la intervención directa o indirecta de otras potencias. En este sentido, para México la “no intervención” invocada por Inglaterra y Francia era, según una aguda y certera apreciación del propio Cárdenas, “uno de los modos más cautelosos de intervenir”. En carta a Isidro Fabela, su nuevo delegado en Ginebra, el Presidente de México precisaba que la ausencia de colaboración con los gobiernos constitucionales de países amigos en la práctica resultaban en una ayuda indirecta, pero no por ello menos efectiva, para los rebeldes. , y ponía en peligro el régimen legal de un gobierno cuya autoridad era legítima. En esta misma carta, Lázaro Cárdenas explicaba que, en relación con la situación española y el concepto de neutralidad internacional, México no solo tuvo en cuenta el Pacto Constitutivo de la Sociedad de Naciones, firmado en 1931, sino que también bien actuaba de acuerdo con los principios emanados de la Convención de Derechos y Deberes de los Estados, que había suscrito en la Sexta Conferencia Panamericana, y con los principios de la Conferencia de la Consolidación de la Paz, celebrada en Buenos Aires en 1936. Según Cárdenas, con base en el derecho internacional, México se adhería a la noción de que en el caso de los estados agredidos era indispensable todo el apoyo moral y material para éstos y, por el contrario, al tratarse de los estados agresores, se imponía fijar un régimen de sanciones económicos, financieros, políticos, etc. En el caso de España, donde los militares facciosos resultaban visiblemente apoyados por gobiernos extranjeros, era lógico que México recurriera a una estricta y correcta interpretación de la doctrina de “no intervención” ya una observación escrupulosa del principio. de sanciones expresas contra los países agresores de acuerdo con el principio “de moral internacional”. En otra carta de Cárdenas a Fabela del 29 de septiembre de 1937, el Presidente te de México ampliaba más estos principios de la política mexicana: “si el derecho de gentes no logra hoy por hoy dar a la Liga un poder efectivo suficiente para evitar que los países más fuertes impongan su voluntad en los conflictos internacionales; si no logra hacer funcionar un verdadero tribunal de arbitraje que pueda prevenir y resolver las disputas territoriales, así como las pugnas económicas y políticas y evitar las guerras, las agresiones que se están desarrollando y consumando, la Asamblea de las Naciones tendrá sí que definir. las responsabilidades históricas y apoyar a los países que defienden su integridad y su autonomía”. En este contexto, México reconocía la gravedad de los conflictos que se desa rrollaban ya en Asia, en Europa central y en el Mediterráneo y anticipaba los temores res de que se desencadenara una nueva guerra internacional. Por ello también insistía en utilizar la Liga de las Naciones como un foro central para hacer pública su defensa de la paz. Esto lo sintetizaba Cárdenas al expresar el principio de que la “supremacía de la voluntad popular, la democracia auténtica, el respeto a la integridad de cada país y el propósito sincero de pacificación constituyen la esencia de la doctrina social e internacional de México”. Un año después de dejar la Presidencia de la República, en 1941, Lázaro Cárdenas escribió en sus Apuntes privados una extensa reflexión sobre la actitud que su gobierno había asumido ante el caso de la República española. En esos párrafos no solo recapitula los puntos específicos del apoyo mexicano al régimen vencido ya sus partidarios sino que se explaya sobre la actitud adoptada por su gobierno no en cuanto a no reconocer el de Francisco Franco. Cárdenas explica cómo, más que entrar en consideraciones sobre la legitimidad de origen de un gobierno allegado al poder por medio de la violencia y dominador en su país por “artes de terror”, la postura del gobierno de México fue apelar a la “inoportunidad” de establecer comunicación diplomática con un gobierno cuyo apresurado reconocimiento podría causar graves entorpecimientos a la posición democrática que América afirma resueltamente desde el punto de vista de la solidaridad continental”. 5 Vale la pena recordar que esta posición fue respetada por los sucesivos gobiernos mexicanos y que hasta mediar la década de 1970, México siguió reconociendo al gobierno de la República en el exilio como el único y legítimo gobierno no español. En este sentido, la postura de Lázaro Cárdenas como presidente significó a la vez la firmeza de su ideal antifascista y una clara conciencia de los peligros ideológicos que amenazaban en esos años no solo a su país, México, sino a la integridad de todo el continente. Esto lo expresa claramente en muy pocas líneas en ese mismo escrito: la integridad americana “puede ser puesta en peligro no tanto por hechos de conquista bélica, como por actos de penetración política que acechan en todo momento y […] que brindando en cualquier país las diferencias de ideologías y la lucha de intereses contradictorios”. 6 MATERIALES LA AYUDA. Si, como acabamos de ver, el gobierno de Lázaro Cárdenas libró una intensa e infatigable batalla en el frente de la diplomacia internacional, en relación con el apoyo material de México a la causa republicana, también se debe señalar la disposición del presidente Cárdenas para ayudar al gobierno español con armas, municiones y pertrechos de guerra desde el inicio mismo de las hostilidades de los grupos milita res rebeldes. Así, en sus Apuntes del 10 de agosto de 1936, el Presidente anotaba que a petición del embajador español, Félix Gordon Ordás, se autorizaba a la Secretaria de Guerra y Marina para que pusiera a disposición del embajador 20 000 fusiles y 20 millones de cartuchos de fabricación nacional para ser vendidos al gobierno de España. 7 Diez días después, el 20 de agosto, Cárdenas anota que dicho armamento ya está en Veracruz para ser embarcado en el buque español Magallanes , y que en el ínterin el gobierno de España había solicitado también a México que adquiriera en Francia armamento y aviones “para integrar dos regimientos que lo necesitan hacer con urgencia”. Y agrega el presidente: “se autorizó a nuestro ministro en París, señor coronel Adalberto Tejeda, para que compre por cuenta del gobierno de España el armamento que solicita”. En relación con este requerimiento del presidente del gobierno español, Manuel Azaña, para que México fungiera como intermediario en la compra de armamentos para la República, Lázaro Cárdenas anota en sus Apuntes que “México está obligado moral y políticamente a dar su apoyo al gobierno republicano de España, constituido legalmente […] México proporciona elementos de guerra a un gobierno no institucional, con el que mantiene relaciones”. Para el Presidente de México quedaba claro que la solidaridad diplomática no era un mero ejercicio retórico sino que debía ser respaldada en los hechos por la solidaridad material. Naturalmente, la reacción internacional al apoyo mexicano no se hizo esperar y México fue acusado de intervención ilegal en la guerra de España y de proveer ilícitamente al gobierno de la República materiales bélicos producidos en otros países. El que el gobierno mexicano sirviera de conducta para la entrega a la República española de pertrechos comprados en otros países lo condujo más de una vez a enfrentarse con la censura de aquellos partidarios del Comité de No Intervención y con las agresiones e insinuaciones patrocinadas en la prensa y en la diplomacia internacional por los gobiernos de Hitler y Mussolini. En este contexto, en junio de 1937, Cárdenas anota en su diario que el día 17 se dirigió al presidente de los Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt, para que apoyara por todos los medios a su alcance la intervención en favor del gobierno legítimo de España. . En la misión va al Presidente norteamericano insiste en la necesidad de que ejerza “su influencia moral ante las potencias de Europa para hacer cesar la intervención de contingentes extranjeros en la lucha interna que sostiene el pueblo español”. En sus Apuntes , el Presidente de México comenta pesaroso: “si Estados Unidos se hubiera decidido a intervenir por medio de gestiones, es seguro que la contienda en España no se hubiera prolongado tanto”. En esas mismas páginas, Cárdenas reflexiona con clarividencia sobre los peli gros que amenazarán a los Estados Unidos y a los demás países americanos si no se actúa con decisión en favor de la democracia española para frenar los avances totalitarios de Alemania, Italia y Japón: “ De triunfar los rebeldes de España, no es remoto que Alemania e Italia, juntamente con la casta militar de España, asuman una actitud altanera aun para los pueblos de América. Fácilmente se entenderían con el Japón y harían por precipitarlo a una guerra con Estados Unidos y si éste se duerme en los laureles que le ha brindado su privilegiada situación económica y cree defenderse de toda agresión asumiendo una actitud pasiva y desperdicia la ocasión de hacer una positiva. alianza con los pueblos del Continente, no estará lejano el día en que la escuela de Hitler y de Mussolini dé sus frutos, pretendiendo una agresión a los pueblos de América”. Hoy, a la distancia de más de medio siglo, podemos apreciar la lucidez histórica con que Cárdenas percibió en 1937 los peli gros que aquejaban al mundo y que se verían definitivamente confirmados al iniciar la Segunda Guerra mundial. EL APOYO HUMANITARIO. Si bien México destacó entre todos los países occidentales en el campo de la diplomacia internacional y en la medida de sus fuerzas en la ayuda material a la Segunda República, sin duda fue en relación con la ayuda humanitaria a los refugiados de la guerra en lo que México no tuvo parangón en el mundo. Entre agosto de 1936 y marzo de 1937, la Embajada de México en Madrid y sus legaciones en la península ibérica ejercieron sin restricciones el derecho de asilo a españoles de ambos bandos, ayudando a salir de las zonas de peligro a aquellos que así lo deseaban. 8 En mayo de 1937 México organizó la evacuación de unos 460 niños embarcados en Valencia y Barcelona, que fueron acogidos como “hijos adoptivos del gobierno de México en la figura de su presidente Lázaro Cárdenas”. 9 Estos pequeños fueron conocidos luego como los “niños de Morelia”, por haber sido alojados en una casaescuela en esa ciudad mexicana. 10 A partir de 1937 se organizó también el asilo a intelectuales españoles desplazados por la guerra, incapaces de seguir en España ante el peligro físico que los ame nazaba. Bajo el estímulo de dos figuras destacadas de la cultura mexicana, Alfonso Reyes y Daniel Cosío Villegas, el presidente Cárdenas decretó en 1938 la fundación de La Casa de España en México como “centro de reunión y de trabajo”. Esa institución recibió durante su corta existencia, entre 1937 y 1940, antes de transformarse en El Colegio de México, a lo más granado de los escritores, artistas, científicos y humanistas de la España desterrada y además sirvió de centro de selección y radio. ción de ese talento hacia diversas instituciones del país. 11 Sin embargo, sería un grave error creer que el perfil de los refugiados españoles en México era sobre todo académico y artístico. A partir del gran aluvión migratorio que comenzó con la caída de Cataluña en el invierno de 1939, cuando el 1 de abril de ese año Franco pudo jactar de que la guerra había terminado, para muchos españoles que abarcaban un variado espectro de ocupaciones, origen social y edades, apenas empezaba la otra gran batalla por sobrevivir en el destierro. En efecto, en febrero de 1939, ya derrotado el ejército republicano en Cataluña, Isidro Fabela se trasladó de Ginebra a los Pirineos franceses, para apreciar de cerca el problema de gran número de los casi 450 000 exiliados que se habían visto obligados a buscar asilo. en Francia en el transcurso de la Guerra Civil, muchos de los cuales —poco menos de las dos terceras partes— habían sido confinados a su llegada en campos de internamiento. Hay que precisar que todavía a mediados del año siguiente,el ministro de México ante el gobierno de Vichy, Luis I. Rodríguez, señalaba que los españoles internados en campos de concentración improvisados para recibir a los refugiados republicanos eran aproximadamente unos 40 000, cuando —según él— en Francia quedaban ya solo unos 300 000 12 Un año y medio antes, en su recorrido por diversos campos franceses, Fabela pudo observar las terribles condiciones de hacinamiento, miseria, hambre y enfermedades que prevalecían en ellos y la desolación de los hombres, mujeres y niños internados allí, muchas veces . separados de sus familias res. Isidro Fabela inició entonces una intensa campaña para acelerar la emigración a México, apremiado por la amenaza inminente de que Francia reconociera al gobierno no de Franco y decidiera repatriar a los refugiados. Con el apoyo de otros diplomáticos porque, entre quienes destaca el cónsul general de México, Gilberto Bosques, instalado en Marsella desde mediados de 1940, del propio gobierno republicano y de varios organismos del exilio, el ministro comenzó a seleccionar a los refugiados que querían trasladarse. México. 13 Según el propio Fabela, entre quienes le habían expresado el deseo de hacerlo no solo había un número considerable de profesores universitarios sino también de otros profesionales: médicos, ingenieros y abogados. Asimismo, abundaban los agricultores, los mecánicos y técnicos en diferentes industrias, y los militares y aviadores que también deseaban radicarse en este país americano. En un telegrama fechado el 23 de febrero de 1939, dirigido al presidente Cárdenas, Fabela señala de modo sucinto la urgencia del problema y la desesperación con que los refugiados veían la posibilidad de versos devueltos a una España hostil: SITUACIÓN ESPAÑOLA CAMPOS DE CONCENTRACIÓN PAVOROSA, POR LO QUE ESTIMO DEBEN ACTIVARSE PREPARATIVOS Y CONCEDER RÁPIDAMENTE AUTORIZACION PARA QUE PUEDAN IR MÉXICO […] STOP RESOLUCIÓN ES TANTO MAS URGENTE CUANTO RECONOCIMIENTO FRANCO POR FRANCIA, INGLATERRA, QUE ES INMINENTE, IMPOSIBILITARÁ GOBIER NO REPUBLICANO PAGAR POR SU CUENTA VIAJE INMIGRADOS COMO ACTUALMENTE ESTÁ DISPUESTO A HACERLO. 14 Unos meses después, en su penúltimo informe de gobierno del 1 de septiembre de 1939, Lázaro Cárdenas explicaba que México acogía a la población española des plazada por la guerra civil “ante el cumplimiento de deberes universales de hospitalidad y [que] frente a las desgracias colectivas de España, se abrieron las puertas de México a los elementos republicanos que no pueden estar en su patria sin peligro de sus vidas”. Y poco después el Presidente señalaba su esperanza de que incluso sus enemigos políticos reconocieran y “llegaran a estimar en todo el país los beneficios que recibe México con la aportación de esas energías humanas que vienen a contribuir con su capacidad y esfuerzo al desarrollo y progreso”. de la nación”. 15 Pero aún hubo más: a partir de 1940, por disposición del gobierno de Lázaro Cárdenas, se extendió la ciudadanía mexicana a los asilados que la deseaban. Se calcula que a partir de entonces y durante las siguientes décadas, cerca del 80% de los elegidos. Por otra parte, como ya se mencionó antes, México reconoció los documentos de identidad y de viaje extendidos por el gobierno de la República, con los cuales los exiliados españoles no quedaron como una población apatrida, sino como la única legítimamente española, al negarse. a reconocer al gobierno de Franco. Con esta medida, México evitó el problema que le planteaba el caso de los judíos de Europa, privados de su nacionalidad por el nazismo, ya que la legislación mexicana na no contemplaba los casos de apatridas y, por lo tanto, les negaba el reconoci miento. otorgado a quienes pertenecen a un Estado soberano. dieciséis En síntesis, gracias al esfuerzo del gobierno mexicano a partir de junio de 1939, y por la decidida negociación que mantuvo con el del mariscal Petain, en Vichy, el entonces ministro de la legación mexicana, Luis I. Rodríguez, se logró negociar el Convenio. Franco-Mexicano del 23 de agosto de 1940. En él se asentaba —en una increíblemente abarcadora y ¡qué duda cabe!, generosísima declaración oficial— que el gobierno de México estaba dispuesto a acoger “sin distinción de sexo ni edades, cualquiera que sea la filiación política o religiosa, a todos los españoles que se encuentran actualmente refugiados en Francia, en sus colonias o países de protectorado francés, con la simple formalidad de que expresan libremente su solicitud de acogerse al beneficio que les ofrece un país amigo en nombre. de la más alta comprensión humana”. 17 Como ya hemos visto en un capítulo anterior, a raíz de esta postura humanitaria, al cabo de una década, México llegó a recibir en su territorio cerca de 20 000 españoles republicanos de ambos sexos y todas las edades, que abarcaban una amplia y variada gama ocupacional, altamente cualificada. LOS PORQUÉ La excepcional voluntad y firmeza de México en apoyar a la República española y de no aceptar un régimen de fuerza en lugar del gobierno legítimo implicaba una constancia inigualable en la historia internacional en vísperas de la Segunda Guerra mundial. El porqué de esta perseverancia lo anota lacónicamente desde el comienzoel propio presidente Lázaro Cárdenas en sus Apuntes privados: “¿El motivo por el que ayuda a México a España? Solidaridad […]”. Pocos días antes, Cárdenas había registrado ya una explicación complementaria: “México no pide nada por este acto; establece únicamente un precedente de lo que debe hacerse con los pueblos herma nos cuando atraviesan por situaciones difíciles como acontece hoy a España”. 18 Veinte años más tarde, en 1957, en un acto de homenaje a la proclamación de la Carta Magna de la República Española, el ex presidente Lázaro Cárdenas explicaría ante el Presidente del gobierno español en el exilio y el Consejo de Ministros, otras causas que motivaron la hospitalidad de México. Cárdenas recordó en esa ocasión la cercanía de la constitución republicana de 1931 con las mexicanas de 1857 y l917 y la afinidad de propósitos y de principios constitucionales y jurídicos. En palabras de Cárdenas, el pueblo de México “aplaudió la elevación de los ideales, de democracia, de justicia a normas jurídicas constitucionales”. 19 Y en una larga enumeración, Cárdenas identifica lo esencial de los principios comunes que en la década de 1930 movieron la lucha histórica de ambas naciones, destacando los derechos ciudadanos y las autonomías locales, la potestad democrática y el ejercicio del poder civil, el rescate. de los recursos nacionales y la defensa e integridad del territorio y de la soberanía, la solidaridad internacional y la independencia de los pueblos, y sobre todo, la preeminencia de los principios de libertad, justicia, igual papá y fraternidad, así como el respeto a las cartas de las sociedades internacionales y los principios inviolables del derecho de asilo. Este importante documento, que sintetiza la postura que Lázaro Cárdenas y su gobierno tuvieron ante la guerra de España, concluye con palabras que aún mantie nen su vigencia en el ámbito cada vez más reducido de la ética política: Consideramos que […] las constituciones de los países independientes no son decla raciones utópicas expuestas al desacato impune […] Al recordar hoy la Carta Magna de la República Española y las de la nación mexicana de 1857 y 1917, renovamos la solidaridad y el optimismo por el triunfo de las nobles causas que no son exclusivamen te nuestras; pertenecen a los pueblos […] que siempre surgen avanzando [con] las energías creadoras de la libertad y de la justicia. Es cierto que los presidentes mexicanos que se sucedieron a partir de 1940 —hasta 1977 cuando después de la muerte del dictador se reanudaron las relaciones diplomáticas con España— imprimieron un sello particular a sus vínculos con el exilio. Aunque sabemos que a partir del sexenio presidencial de Manuel Ávila Camacho (1940-1946) se produjeron diversos acercamientos oficiosos con el franquismo, 20 el estudio de estas relaciones no se ha realizado aún. Sin embargo, pese a esos contactos, las más de las veces subrepticios, lo cierto es que la ruptura dictada por el gobierno de Cárdenas no se revirtió y que los vínculos respecto de la solidaridad internacional con gobiernos legalmente constituidos y con las víctimas de gobiernos ilegítimos y represivos se mantuvieron vigentes. hasta los últimos lustros del siglo xx. En este proceso, no cabe duda alguna de que la huella dejada por el cardenismo ante la tragedia de España fue una marca profunda que elevó el prestigio diplomático de México y orientó el rumbo de su política exterior en las décadas por venir. Esto se manifestó, por ejemplo, en la condena ante las violentas dictadu ras centro y sudamericanas y en la solidaridad con los exiliados brutalmente perse guidos, que el país recibió una y otra vez, cumpliendo así con “deberes universales de hospitalidad […] frente a las desgracias colectivas”, que Cárdenas había hecho suyos en el caso de España entre 1936 y 1939. NOTAS AL PIE 1 Sociedad de Naciones, indistintamente llamada Sociedad de las Naciones o Liga de las Naciones. 2 Véase el primer capítulo. 3 En adelante, todas las citas de Isidro Fabela están tomadas de su compilación FABELA, 1947. También allí se encuentran las cartas de Cárdenas a Fabela. 4 Bassols, 1964, págs. 392-394. 5 CÁRDENAS, 1973, págs. 8-9. 6 CÁRDENAS, 1973, p.9. 7 CÁRDENAS, 1972, págs. 354-355. En adelante, todas las referencias al diario de Cárdenas son tomadas de aquí. Véase un análisis minucioso de los apoyos a la República, incluyendo la ayuda mate rial, y de las reacciones en México, en MATESANZ, 1999. Para una visión comparativa de la postura de Cárdenas respecto de la República frente a la de otros presidentes mexicanos, es pionero el estudio de MATESANZ, 1980. 8 Véase un importante testimonio personal de la esposa del ministro consejero de la embajada de México en Madrid, Juan F. Urquidi, en BINGHAM DE URQUIDI, 1975. 9 Entrevista con Amalia Solórzano, viuda de Cárdenas, en El exilio español en México …, 1982, p. 892. 10 PLA BRUGAT, 1985. También sobre el tema, FIGUEROA y SÁNCHEZ ANDRÉS (coords.), 2001, pp. 247-275. 11 LIDA con MATESANZ, 1988. Véase el capítulo 3. 12 Misión de Luis I. Rodríguez …, 2000, p. 20. 13 Véase el minucioso estudio de BEHRENS, 2004, sobre la política mexicana de rescate y la actuación excepcional de Bosques entre 1940 y 1942, apoyando la salida de españoles, pero también de judíos y otros perseguidos europeos. En febrero de 1943, él y sus colaboradores fueron tomados prisioneros por los alemanes, hasta comienzos del año siguiente. Faltaría estudiar las actividades de Bosques a partir de 1944, en la embajada de Portugal, desde donde siguió ayudando a los refugiados españoles y europeos a salir hacia América. En la Secretaría de Relaciones Exteriores de México se encuentra el rico fondo diplomático sobre Portugal, que hasta ahora no ha sido explorado por los historiadores del período. Tampoco se han investigado estos temas en los archivos portugueses. 14 Fabela, 1947, pág. 127. 15 CÁRDENAS, 1978, pág. 165. 16 GLEIZER SALZMAN, 2000 y 2007. 17 Misión de Luis I. Rodríguez …, 2000, pp. 36-37. Véase también, MALDONADO, 1982, págs. 25-53. 18 Citado por MATESANZ, 1978, p. 30. 19 CÁRDENAS, 1979, pág. 71. 20 Véanse, por ejemplo, los trabajos en LIDA (comp.), 2001. Una compilación esencial para el estudio de estos temas es la antología preparada por MATESANZ, 1978. |
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Tengo un libro en mi colección privada .-
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