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domingo, 18 de noviembre de 2012

125.-Los viajes de Marco Polo.-a


La casualidad sin la que Marco Polo no habría sido famoso.
Jonny Wilkes
23 octubre 2021
Un mosaico de Marco Polo con el libro que lo hizo
famoso, en el Palazzo Tursi en Génova, Italia.


"Señores emperadores, reyes, duques y marqueses, condes, hijosdalgos y burgueses y gentes que deseen conocer las diferentes generaciones humanas y las diversidades de las regiones del mundo, tomen este libro y manden que se los lean".
Desde la primera línea del prólogo, Marco Polo tenía grandes ambiciones para los lectores de su gran obra. Sí, esas palabras reflejaban cierta pompa y grandeza intencionalmente inflada, pero tenía motivos para apuntar alto.
Su libro trazó el viaje que hizo como comerciante desde Venecia a China y su retorno, que abarcó 24 años y decenas de miles de kilómetros, más su tiempo al servicio del líder de los mongoles, y describió lugares, culturas, costumbres y pueblos que, para los europeos, eran nuevos y tan exóticos que parecían increíbles. No fue el primer europeo en viajar a tierras tan lejanas. Ni siquiera fue el primero de su familia. Sin embargo, se aseguró de que el suyo fuera el nombre escuchado a lo largo y ancho y, en consecuencia, recordado a lo largo de la historia, escribiendo sus experiencias, recuerdos y relatos.

La oportunidad de plasmarlo todo en papel surgió por pura casualidad.

Marco Polo regresó de sus viajes a finales del siglo XIII, cuando la ciudad-estado de Venecia estaba en guerra con Génova. Los genoveses lo capturaron, pero tuvo suerte: compartiendo su celda de prisión estaba el conocido escritor de romances Rustichello da Pisa, quien quedó cautivado por las historias que Marco contaba para pasar el tiempo. Juntos, con el viajero dictando sus aventuras y el escritor agregando el estilo de prosa embellecido que usó para las leyendas del Rey Arturo, escribieron "Le Divisement du Monde", o "La descripción del mundo". Más conocido como "Los viajes de Marco Polo", el libro causó sensación cuando se publicó y fue reproducido en numerosos idiomas en todo el continente.
El ejemplar de "El libro de las maravillas del mundo" o
 "Los viajes de Marco Polo" traducido al latín y anotado
 por Cristóbal Colón.


Sus vívidas descripciones de Asia ampliaron los horizontes de los europeos y desafiaron sus puntos de vista sobre pueblos distantes, llamados incivilizados. De hecho, las revelaciones eran tan fantásticas que muchos pensaron que todo era una obra de ficción. Quizás no sorprende que tanto el libro y el hombre hayan sido objeto de debate y escrutinio desde entonces. Y no ayuda que falte una gran cantidad de información sobre su vida.

¿Quién fue Marco Polo?

Generalmente se sostiene que nació en 1254 en Venecia, aunque hasta eso es controvertido. El joven Marco probablemente recibió una educación diseñada para prepararlo para la vida como comerciante: aprender a leer y escribir, matemáticas y contabilidad. La Venecia del siglo XIII era el centro comercial de Europa, una puerta de entrada a Medio Oriente y Asia, y quienes tenían las llaves eran los comerciantes.
Las Cruzadas habían avanzado hacia el este, mientras que el colosal imperio mongol había irrumpido en el oeste, poniendo dos mundos en contacto por primera vez, pero sólo los exploradores, misioneros y comerciantes más valientes se atrevían a cruzar la frontera.

Entre ellos, la familia Polo.

Los Polo olvidados

Niccolo y Maffeo Polo frente al emperador Kublai Kan.


Si no fuera por su padre Niccolo y su tío Maffeo, Marco Polo no habría hecho su épico viaje a China, ni habría escrito el libro que cambió para siempre la visión europea del mundo. Los hermanos eran comerciantes exitosos, que hicieron una fortuna en joyas, sedas y especias antes de que Marco naciera.
Comenzaron en Constantinopla (ahora Estambul), pero gracias a su astuta comprensión de la política sacaron sus negocios de la ciudad antes de que los líderes cruzados fueran derrocados en 1261.
Continuaron hacia el este hasta la corte de Berke Kan, el gobernante de la Horda Dorada, los territorios occidentales de los mongoles, y luego a China. Es posible que hayan sido los primeros europeos honrados como invitados en la corte de Kublai Kan.
Marco Polo no viajó sólo. (Retrato de Marco Polo por Annibale Strata).


Aunque los mongoles eran considerados bárbaros e incivilizados en Europa, el imperio era relativamente pacífico en ese momento y Kublai Kan mostró un alto grado de tolerancia hacia otras razas y religiones. Le pidió a los hermanos Polo que le entregaran un mensaje al Papa y regresaran con 100 sacerdotes cristianos (o eruditos capaces de explicarle el cristianismo) y aceite del Santo Sepulcro en Jerusalén.
Ese fue el motivo de su segunda expedición, en la que los acompañó Marco, el hijo adolescente que Niccolo sólo conoció a su regreso en 1269, cuando se enteró además de que su esposa había muerto. Niccolo y Maffeo esperaron la conclusión de las elecciones papales en curso para poder entregarle la carta de Kublai Kan al nuevo Papa. Pasaron dos años sin resultado, por lo que, en 1271, decidieron emprender su segundo viaje, llevándose a Marco con ellos.

Marco Polo partiendo de Venecia con su padre y su tío en 1271.
"Viajes de Marco Polo", manuscrito del siglo XV.


Por pura coincidencia, lograron entregar su carta. En Acre conocieron a Teobaldo Visconti, el archidiácono de Lèige, que estaba en cruzada con el futuro Eduardo I de Inglaterra. Unos días después, Visconti fue nombrado nuevo Papa, convirtiéndose en Gregorio X.

Arduo periplo

El viaje fue peligroso, por lo que los Polo mantuvieron a salvo sus valiosas joyas cosiéndolas dentro de sus abrigos. Tuvieron que detenerse en Jerusalén para cumplir con el otro pedido de Kublai Kan, la muestra del aceite que ardía en la lámpara del Santo Sepulcro, lo que significaba caminar por desiertos áridos.
Luego, cuando sus esperanzas de encontrar un barco en condiciones de navegar a India se desvanecieron, tuvieron que viajar en caravanas a través de la implacable y lenta ruta terrestre.
"Dicen que este desierto es tan largo que se necesitaría un año para recorrerlo de un extremo a otro", dijo Marco del Desierto de Gobi. "Consiste enteramente en montañas, arenas y valles. No hay nada para comer".
La Ruta de la Seda fue una arteria comercial vital, recorrida por primera vez en el siglo II a. C. Ilustración del Atlas catalán del siglo XIV. Lentamente se abrieron paso hacia y a través de la tierra de los mongoles utilizando la Ruta de la Seda, y tuvieron que detenerse en Afganistán cuando Marco se enfermó, posiblemente de malaria.

En la corte de Kublai Kan

Les tomó más de tres años llegar a la corte de Kublai Khan en su palacio de verano de Shangdu (o Xanadú). Su lujo y tamaño dejaron una impresión imborrable en Marco: "Kublai Khan tiene un vasto palacio construido con mármol y otras piedras ornamentales".
"Sus pasillos y habitaciones están cubiertos con imágenes doradas de pájaros y animales, árboles y flores y muchas otras cosas, tan hábil e ingeniosamente trabajadas que es un placer y una maravilla verlas".
En cuanto al propio Kublai Kan, Marco lo describiría diciendo: 
"Su cuerpo está bellamente desarrollado y todas sus extremidades están admirablemente formadas. Su rostro es blanco y rojo como una rosa, los ojos son negros y hermosos, la nariz bien formada y bien asentada".


Nieto de Gengis Kan, en 1260 conquistó toda China, y formó la dinastía Yuan. Marco estaba fascinado con él. El joven Marco también impresionó al emperador, y pronto fue empleado por el Estado. Era una práctica común que los gobernantes mongoles nombraran extranjeros, prefiriendo confiar en su visión y conocimiento de forasteros en lugar de en la inestable lealtad de sus súbditos chinos.
Por sus habilidades para aprender idiomas rápidamente (supuestamente dominaba cuatro) y como narrador, Marco pronto recibió trabajo como emisario y posiblemente como recaudador de impuestos. Durante años, viajó por los dominios de Kublai Kan, desde toda China hasta Myanmar e India, reuniendo información que le relataba con la corte, observando pueblos y sociedades que ningún europeo había visto antes. En todo momento, Marco llevaba una 'paiza', una tableta utilizada por los funcionarios como forma de pasaporte en el Imperio mongol para asegurarse de que no se les hiciera daño y que siempre se les dieran alimentos y servicios.
Kublai Khan entregándole a los Polos su pasaporte.
 La "paiza" garantizaba su seguridad mientras trabajaban para él.



Por la información que Marco proporcionó fue un miembro respetado y honrado de la corte.

Contando la historia

La fascinación de Marco por las diferentes culturas y prácticas, sin el juicio moral que a menudo se ve en los primeros exploradores de la Europa cristiana, fue igualada sólo por su asombro ante el nivel del avance de las civilizaciones.
En "Los viajes", brinda detalles extraordinarios sobre la arquitectura, la infraestructura como el saneamiento y la calefacción, y el tamaño de los lugares que vio. Visitó ciudades con una población diez veces mayor que la de Venecia.
Pero, tras unos 16 años, los tres Polo quisieron regresar a casa, quizás temiendo lo que les sucedería con un sucesor menos acogedor que el anciano Kublai Kan. Si bien el emperador inicialmente rechazó su solicitud, cambió de opinión en 1292 siempre que escoltaran a la princesa mongol Kokechin a Persia para casarse.
Los Polo dejaron China definitivamente con una flota de 14 barcos. Las tormentas y las enfermedades diezmaron a las tripulaciones, al punto de que Marco afirmó que sólo sobrevivieron 18 de los 600 a bordo, y cuando llegaron a Jorasán (el actual Irán), el prometido de Kokechin había muerto, así que se casó con su hijo.
La fortuna de los Polo no mejoró. Sin la protección de Kublai Kan, los funcionarios les quitaron gran parte de su riqueza, aunque lograron llevarse las joyas en sus abrigos. Cuando finalmente llegaron a casa en 1295, apenas podían hablar su idioma nativo y no lucían como venecianos; tanto, escribió Marco, que sus propios parientes no los reconocieron. Ese libro no se hizo realidad hasta el encuentro casual de Marco con el escritor Rustichello varios años después.

Inverosímil

Con Venecia en guerra, el experimentado viajero armó y comandó una galera, antes de ser capturado por los genoveses en 1298 y pasar un año tras las rejas.
Durante su cautiverio, trabajó con Rustichello en lo que se convirtió en un éxito de ventas, toda una hazaña antes de la impresión, transcrito a mano a la mayoría de los idiomas europeos.
Y aunque la demanda significó que el texto original se perdió en medio de las enmiendas y abreviaturas de cada nueva transcripción, el nombre de Marco Polo se volvió internacionalmente reconocido.
Muchos lectores simplemente no podían creer que lo que relataba fuera cierto, asumiendo que era una fábula. Tanto el hombre como el libro se ganaron el apodo de "Il Milione" (El millón) en referencia burlona al uso de números enormes y aparentemente inverosímiles en el texto.

Cierto o no, el libro de Marco Polo inspiró a muchos e influyó en el mapa de Fra Mauro, uno de los principales desarrollos mundiales de la cartografía medieval.



Lo que más le impactó a los europeos no eran los elementos fantásticos basados ​​en milagros o leyendas, sino las descripciones de "sociedades bárbaras" más avanzadas que la suya. Marco describió, en detalle, los servicios de mensajería de alta velocidad, el papel moneda y la construcción de ciudades y canales colosales. Creerle era dudar de la superioridad de la civilización europea.

¿La verdad y toda la verdad?
Hay razones para cuestionar la veracidad del relato de Marco Polo. No aparece en ningún documento chino de la época, aunque puede que le hayan dado otro nombre, y se han desmentido varias de sus afirmaciones. Él mismo admitió que no vio todo lo que relató y que contó historias de "hombres dignos de confianza".
Dicho esto, durante mucho tiempo ha sido aceptado ampliamente que Marco Polo viajó a China y vivió en la corte de Kublai Kan. Ningún viajero anterior cubrió tanto terreno como él, y mucho menos hizo un registro completo de lo que vio.
Su libro pasó de ser una sensación literaria a un tomo inspirador para futuros exploradores. Y, con el declive del Imperio mongol que volvió a separar el este del oeste, su viaje a China se volvió aún más especial. Representaba tanto algo perdido como algo ganado.
Marco Polo pasó el resto de su vida tranquilamente tras casarse y tener tres hijas, y nunca vaciló en que su obra maestra se basaba en la verdad.
Mientras yacía en su lecho de muerte en enero de 1324, a la edad aproximada de 70 años, los reunidos le imploraron que confesara que su obra era ficción. Su respuesta: 
"No escribí ni la mitad de lo que vi, porque sabía que no me creerían".




Los viajes de Marco Polo, conocido también como El libro de las maravillas o El libro del millón, es el título con el que suele traducirse al español el libro de viajes del mercader veneciano Marco Polo, conocido en italiano como Il Milione (El millón). El libro relata los viajes de Marco Polo a China, a la que él llama Catay (norte de China) y Mangi (sur de China). Polo supuestamente dictó su obra a un amanuense, Rustichello de Pisa,quien fue su auténtico autor, basándose en relatos de comerciantes italianos y en su fantasía mientras estuvo preso en Génova en 1298 y 1299 ;Marco Polo solo es el personaje novelesco protagonista. El libro se redactó originalmente en francés antiguo o en una variante conocida como francoitaliano, y el título del manuscrito más antiguo conservado es Le divisament dou monde.
La obra se divide en cuatro libros. El primero describe las tierras de Oriente Medio y Asia Central que Marco Polo atravesó en su viaje hacia China. El libro segundo habla de China y la corte de Kublai Kan. En el tercero se describen varias regiones costeras de Oriente: Japón, India, Sri Lanka y el sudeste de Asia, así como la costa oriental de África. El cuarto libro trata de las guerras que mantuvieron poco antes entre sí los mongoles, y describe también algunas regiones bastante más al norte, como Rusia.
El libro alcanzó un éxito nada frecuente en la época anterior a la invención de la imprenta. Se tradujo a varias lenguas europeas ya en vida de su autor, pero los manuscritos originales se han perdido.
Puede decirse, sin duda, que es un documento importante, cuya lectura nos introduce de facto a la mentalidad predominante en el occidente cristiano medieval. El libro está más allá de la simple anécdota, una multiplicidad de significados lo rodea.


El manuscrito original de la obra no se conserva, aunque la mayoría de los estudiosos coinciden en que estaría escrito en francés antiguo o en una variante utilizada en la época en Italia como lengua literaria conocida como francoitaliano. El texto se ha reconstruido a partir de unos ciento cincuenta manuscritos medievales y renacentistas que se suelen dividir en dos familias. El primer grupo (A) provendría del manuscrito F, considerado el más antiguo y probablemente cercano al original redactado por Rustichello en Génova, mientras que el segundo (B) podría proceder de una reescritura del original realizada después del regreso de Marco Polo a Venecia.

El manuscrito F es un códice del siglo xiv escrito en francoitaliano conservado en la Biblioteca Nacional de Francia (fr. 1116). A partir de otros textos en francoitaliano cercanos a él se redactó una traducción al francés septentrional (FG) de la que proceden los tres manuscritos conocidos como B3, B4 y B5; traducciones al toscano (TA) que se conservan en cinco manuscritos; y al veneciano (VA), de las que se conservan seis versiones. A partir de VA escribió el fraile dominico Francesco Pipino una traducción al latín (P) entre 1310 y 1317; se realizó otra traducción al toscano (TB), representada hoy por seis ejemplares, y una al alemán. 
La obra de Pipino, de la que se conservan unos setenta manuscritos, fue a su vez el punto de partida para las versiones en checo, gaélico irlandés y una nueva traducción veneciana. Cristóbal Colón poseía un ejemplar, anotado en parte muy probablemente por él mismo, del Liber consuetudinibus et condicionibus orientalium regionum, una edición publicada en Amberes entre 1485 y 1490 de la traducción latina de Pipino. El libro se conserva en la Biblioteca Colombina de la Catedral de Sevilla.
En la categoría B el manuscrito más importante es el Z, una versión latina de cerca de 1470 conservada en la Biblioteca Capitular de Toledo. A esta tradición también pertenece la traducción italiana de 1559 de Giovanni Battista Ramusio. Estos manuscritos contienen abundante información no presente en el resto y algunos eruditos la consideran también procedente de un original autógrafo, mientras otros creen que se trata de una revisión más tardía del propio Marco Polo, de circulación más restringida por contener pasajes más peligrosos para la Inquisición, o bien escrita en vista de las reacciones de los lectores del texto original de Rustichello.

Título

En vista de que ni la tradición manuscrita más antigua ni las primeras traducciones son unánimes en asignarle un título a la obra, esta ha sido editada y es hoy conocida bajo diferentes denominaciones. El título Los viajes de Marco Polo es de aparición tardía, ya que proviene de la edición del siglo xvi de Giambattista Ramusio, que escogió el título I viaggi di Marco Polo dado que la obra en la que incluyó su traducción, Navigazioni e viaggi, era básicamente un compendio de relatos de navegación y viajes.
Algunos manuscritos recogen el título Il milione que, al hacer referencia a millones o grandes cantidades de dinero, sería adecuado a las ediciones más centradas en interpretar el libro como un manual para mercaderes: en un manuscrito florentino de 1431 se afirma que en el Rialto los venecianos habían dispuesto un ejemplar encadenado para que todos pudieran consultarlo. La familia Polo poseía además un palacio en el barrio de san Juan Crisóstomo denominado Il Milione y, pese a que se afirma que es una corrupción de «Vilione», el nombre de la anterior familia propietaria, el hecho es que los descendientes de Marco, el tío de Marco Polo, adoptaron el apellido «Milion» y a él mismo se le llegó a aplicar como apodo.
El título de la versión francoitaliana original (F) es Le divisament du monde (La descripción del mundo), que alterna en las primeras versiones francesas con Livre des merveilles du monde (Libro de las maravillas del mundo), en la tradición medieval del gusto por las leyendas fabulosas, los «libros de maravillas». También podría ser cercano al título original alguna variante del de la traducción latina realizada en vida de Polo por Francesco Pipino: De condicionibus et consuetudinibus orientalium regionum (Sobre las condiciones y costumbres de las regiones orientales).

Un libro sobre mercaderes.

En principio el libro es una especie de estudio de mercado, en donde se nos señalan distancias, precauciones, consejos sobre productos y mercaderías, así como las previsiones que el comerciante debe tomar antes de adentrarse en determinada ciudad. Como toda exploración es imperfecta, antes bien es una guía rudimentaria para aquellos aventureros que decidieran establecer algún tipo de intercambio con el oriente.

Michel Mollat en este sentido dice:
(...) el libro de Marco Polo ha sido comparado con todos esos manuales de mercaderes que, en el curso del siglo XIV, puso en gran boga la Pratica della mercatura, de Pegoloti. De hecho, más de la mitad de la Descripción du monde [como le llama Mollat] indica las distancias entre las ciudades en jornadas y en millas, proporciona consejos prácticos para el viaje, enumera los objetos del comercio, anota los pesos y medidas, las formas de pago, en metálico y en papel moneda.
Michel Mollat

Cabe aquí recordar a dos precursores del viajero que realizaron su viaje hacia oriente con una misión análoga: por un lado tenemos al discípulo de San Francisco de Asís, Jean de Plancarpín (o Giovani di Pian Carpino), que recibió del papa Inocencio IV la orden de ir hacia los dominios tártaros con el objeto de «examinarlos con todo cuidado»; así como a otro fraile es común: alcanzar al gran kan, sucesor de Gengis Kan, en su residencia ambulante, dondequiera que se encuentre, para entregarle los mensajes del papa en el primer caso, y del rey de Francia en el segundo.
Plancarpín partirá de Kiev en el invierno de 1246, el 3 de febrero para ser más precisos. Rubruck lo hará de Constantinopla el 7 de mayo de 1253, durante la primavera. El padre y el tío de Marco Polo (Nicolo y Mafeo) salen de Venecia hacia Constantinopla en el año de 1260, y de hecho su viaje se cruza con el del segundo religioso en cierto momento, aunque no existen datos sobre si estos se llegaron a encontrar.
Los hermanos Polo asumen una misión similar (aunque en sentido inverso) a la de los monjes en su segundo viaje, en el que los acompañará el joven Marco. Durante el viaje obtienen la encomienda por parte del Gran Khan, de contactar al señor de los tártaros con el papa, señor de la cristiandad con miras a establecer una posible alianza en contra del área musulmana. Tiene en definitiva aires de cruzada. Y es aquí en donde Marco Polo asumirá un papel fundamental, ya que al ganarse la confianza del emperador mongol, y al ser nombrado embajador por éste, no dejará escapar oportunidad para señalar las convergencias entre ambas civilizaciones.

La crónica de un diplomático

Por lo anterior el libro de Marco Polo no puede dejar de verse como la crónica de un diplomático, es decir, como una descripción de las singularidades de los múltiples territorios y pueblos, bajo dominio mongol. Marco Polo, según su compañero de celda y redactor del libro —maese Rustichello de Pisa—, se ganó el agrado del Gran Kan, gracias a sus habilidades narrativas, que desarrolló mientras estuvo como funcionario al servicio de la corte:

Había Marco oído que cuando el Gran Khan enviaba embajadores por las diversas partes del mundo, y estos no sabían, a su vuelta, hablarle más que de la misión que para cumplir la cual habían sido designados, él los trataba de necios e ignorantes. Le agradaba más que le hablasen de las costumbres y particularidades de las cortes extranjeras que de lo referente al pretexto que escogía para enseñarles. (...) Y [Marco Polo] lo hizo con tal sagacidad y soltura que el Gran Khan quedó maravillado.
Marco Polo.
Podemos imaginar, tal y como lo hizo Italo Calvino en su libro Las ciudades invisibles, la estrecha relación que sostienen el soberano conquistador y su embajador, quien con «maestría y soltura» entretenía a un emperador que se mostraba incapaz de conocer por sí mismo la inmensidad de sus dominios. Podemos suponer de igual manera, que con esa misma maestría y soltura, le fue transmitida en un segundo momento al compañero de celda de Marco Polo, Rustichello, la crónica de viajes y leyendas vistas y oídas por el veneciano.

Un documento etnográfico

Así, es también en tanto que narración de «particularidades y costumbres», una especie de reportaje de carácter etnográfico en el que se observan claramente los prejuicios y la mentalidad del occidente medieval, en donde estos se superponen a las múltiples realidades, siendo a la luz de los conceptos cristianos y grecolatinos, que se someten y explican mundos distintos y distantes.
Es en este sentido o del mismo Gran Khan, «o perversidad» (los musulmanes), estaban a su parecer, situados en un más allá, en un afuera.
Con todo, Marco Polo está lejos de ser un dogmático, lo que podemos corroborar leyendo su comparación entre «Sergamoni Bochán» (Buda) con Jesucristo, así como el elogio que hace de los abramayanes hindús, debido a su vida «saludable» y de abstinencia, lo que a su parecer les acercaba a la santidad. Dichas posturas vistas desde una posición cristiana ortodoxa, podrían haber sido consideradas como una franca herejía.

Marco Polo salió de Venecia hacia los quince años, mantuvo relaciones durante veinte con los diversos mundos de «idólatras», con quienes en determinado momento había convivido más tiempo que con sus semejantes en imaginario, lo que lo predispuso a escudriñar de vez en vez las similitudes que estos mundos tenían con su herencia cristiano-medieval. «Salvajes bestiales y perversos», así como «sarracenos crueles y traicioneros», eran los modelos que más se alejaban de su ideal moral.

El libro de las maravillas

Finalmente podemos calificar el texto como un libro de maravillas, milagros y hechos mágicos en donde se manifiestan las tres formas de lo sobrenatural en el occidente medieval, según Jacques Le Goff:

La maravilla propiamente dicha (mirabilis) de orígenes pre-cristianos.
Lo magicus: asociado (a pesar de que durante el medievo se habla de magia negra y blanca) al demonio. Es lo sobrenatural satánico.
Lo miracolosus, el milacorum. Que sería lo sobrenatural cristiano, en donde lo inexplicable se “normaliza” debido a la influencia del propio Dios.


En tanto que narración de lo maravilloso, el libro de Marco Polo es un espacio en donde, y desde donde se observan la vida y costumbres de seres que no están sometidos a los rigores de una ética cristiana. Es un espacio aparte, en el que el pecado (frecuentemente el de la lujuria) no es considerado como tal. Es como una proyección de los temores, pero también de los deseos, de ciertas libertades negadas al occidente cristiano-medieval, antes que una descripción de los rasgos principales de las distintas culturas de oriente.

Asimismo, es una descripción de algunos «oasis cristianos», en medio de un espacio hostil, lleno de sarracenos, «desiertos diabólicos y bestias». Basta ver algunos milagros que se relatan en él, como el de los cristianos que con sus oraciones mueven una montaña ante los ojos estupefactos del Califa de Bagdad para salvarse de la muerte, así como la referencia continua al reino cristiano del Preste Juan, acosado siempre por infieles.
Es en fin, un anecdotario de magias, hechizos, encantamientos y sortilegios, que lidian con lo diabólico, y que vendrían a ser algo así como la contraparte a los milagros realizados ante los mencionados “oasis cristianos”, con ayuda del demonio y por tanto asociados a lo idolátrico, perverso y cruel.
Así se tiene que lo maravilloso, de origen precristiano, puede verse como una forma de resistencia cultural a la ideología oficial del cristianismo; lo milagroso, como una “normalización” de lo sobrenatural, puesto que se realiza mediante la intervención divina que banaliza la maravilla; y lo mágico, como lo que se debe excluir y combatir, ya que está profundamente ligado a lo demoniaco, lo tenebroso, y peligroso. Todo esto moviéndose en el libro, no con fronteras rígidas, sino como fenómenos mentales que se entrecruzan y mantienen lazos muy permeables entre sí.



Marco Polo 
Escudo de armas de Marco Polo. De oro, una banda de azur entre cuatro pollos de sable armados, picados, barbelados y crestados de gules.


(Venecia, c. 15 de septiembre de 1254-ibídem, 8/9 de enero de 1324) fue un mercader y viajero veneciano, célebre por los relatos que se le atribuyen de viaje al Asia Oriental, manuscritos por Rustichello da Pisa con el título original de Il Milione, y conocido en español como Los viajes de Marco Polo, relato que dio a conocer en la Europa medieval las tierras y civilizaciones del Asia central y China.
Existen discrepancias entre los historiadores sobre el hecho de que Marco Polo haya realizado efectivamente los viajes que se le atribuyen, en particular aquellos que lo ubican en Mongolia y China, de los que proviene su celebridad.
Según los relatos Marco Polo nació y aprendió a comerciar en Venecia mientras su padre Niccolò y su tío Maffeo, viajaban por Asia donde habrían conocido al Kublai Kan. En 1269 ambos regresaron a Venecia y vieron por primera vez a Marco, llevándolo con ellos –según los relatos– en un nuevo viaje comercial a Asia, en el que habrían visitado Armenia, Persia y Afganistán, recorriendo toda la Ruta de la Seda, hasta llegar a Mongolia y China. Las narraciones afirman que Marco Polo permaneció más de 20 años al servicio del Kublai Kan, emperador de Mongolia y China, llegando a ser gobernador durante tres años de la ciudad china de Yangzhou y volviendo a Venecia en 1295.
En 1295 Venecia estaba en guerra con su rival, la República de Génova. En el transcurso del conflicto Marco fue capturado y encarcelado por los genoveses. Fue en esa situación que en 1298, durante su período en la cárcel, conoció al escritor Rustichello de Pisa, a quien relató sus fabulosos viajes, que fueron el tema del libro conocido en principio como Le divisament du monde, Livre des merveilles du monde, o Il Milione. 
Fue liberado en 1299, Marco Polo se convirtió en un rico mercader y miembro del Gran Consejo de la República de Venecia. Murió en 1324 y lo enterraron en la iglesia de San Lorenzo de su ciudad. El relato de sus viajes, inspiró, entre otros, a Cristóbal Colón que poseía un ejemplar del libro cuidadosamente anotado.



Un paiza o paizi o gerege (en mongol medio, Гэрэгэ, en mongol, Пайз, en persa, پایزه‎: pāiza, Pinyin: [牌子]: páizi) fue una tableta portada por funcionarios y enviados mongoles como símbolo de su autoridad y como salvoconducto en territorio mongol. Permitía a nobles y funcionarios reclamar bienes y servicios de los habitantes del imperio y particularmente del yam, el sistema de postas imperial.

Historia

Los paizas fueron popularizados por los mongoles pero probablemente fueron una evolución de los sistemas chinos previos. Se usaron sistemas similares en el norte de China bajo la dinastía Liao y los reinos subsiguientes como la dinastía Jin y el reino tangut de Xi-Xia. El sistema Jin tuvo siete rangos diferentes.
Aunque en principio sólo alguien en posesión de un paiza debía recibir monturas y víveres de la red postal mongola, otros tipos de autorizaciones militares permitías usar la red yam incluso sin un paiza. Los funcionarios y nobles del Mongol el imperio emitieron paizas no oficiales, generando quejas de la población civil y llevando a Ögedei Khan (r. 1229–1241) a prohibir dicha práctica.
Para atraer mercaderes y especialistas extranjeros, los grandes kanes les otorgaron paizas eximiéndoles de impuestos y dejándoles para utilizar las postas. Aun así, Möngke Khan (r. 1251–1259) limitó los abusos que ya eran notorios y organizó una red de supervisores imperiales. Asimismo les prohibió utilizar las postas imperiales o yam.
Marco Polo, que  visitó la dinastía Yuan durante el reinado de Kublai Kan (r. 1260–1294), dejó una descripción del paiza en sus obras.
El ilkan Ghazan (r. 1295–1304) reformó el sistema, creando una variedad de sellos y conjuntos jerárquicos que debían ser archivados en la corte y caducar a los 30 años.​ Otorgó nuevos paizas en dos rangos, válidos sólo al nombre inscrito para que no pudieran ser transferidos y que debían ser devueltos al acabar el mandato del funcionario.

La Ruta de la Seda 

La Ruta de la Seda es el nombre con que es conocida desde el siglo XIX, una extensa red de rutas comerciales terrestres y marítimas, abiertas por China desde al menos el siglo I a. C., que interconectaban la mayor parte del continente asiático, con terminales en las islas del Sudeste Asiático, el Mediterráneo europeo y la costa oriental africana. Sus diversas rutas comenzaban en la ciudad de Chang'an (actualmente Xi'an), por entonces capital de China, pasando entre otras por Karakórum (Mongolia), el Paso de Khunjerab (China/Pakistán), Susa (Persia), el Valle de Fergana (Tayikistán), Samarcanda (Uzbekistán), Taxila (Pakistán), Antioquía en Turquía, Alejandría (Egipto), Kazán (Rusia) y Constantinopla (actualmente Estambul, Turquía), Grecia, Roma y los territorios islámicos en la península ibérica en el siglo x, así como a Somalia y Etiopía en el África oriental.
A partir del siglo XV y especialmente a partir del «descubrimiento» de la existencia de América y sus civilizaciones, y su posterior conquista por las monarquías europeas, se abrieron nuevas rutas a través de los océanos Atlántico y Pacífico, y se introdujeron nuevas mercaderías -en especial la plata americana- en el sistema comercial mundial, que se ensamblaron a la Ruta de la Seda, modificando parcialmente sus recorridos. El auge del Imperio Británico y del comercio de opio, la colonización europea de África y Asia, y la decadencia de China a partir de las Guerras del Opio, llevaron a una pérdida de importancia de la ruta y el comercio intraasiático, hasta comienzos del siglo XXI, cuando el resurgimiento económico del Asia Oriental y especialmente China, dio lugar a la emergencia de la llamada Nueva Ruta de la Seda.
Durante un tiempo se pensó que el término "Ruta de la Seda" fue creado por el geógrafo alemán Ferdinand Freiherr von Richthofen, quien lo introdujo en el tomo 1 de su obra China. Ergebnisse eigener Reisen und darauf gegründeter Studien (China. Resultados de mis viajes y estudios basados ​​en ellos), publicado en 1877, pero un estudio reciente descubrió que el término se podía encontrar en textos anteriores. Debe su nombre a la mercancía más prestigiosa que circulaba por ella, la seda, cuya elaboración era un secreto que solo los chinos conocían. Muchos productos transitaban estas rutas: piedras y metales preciosos (diamantes de Golconda, rubíes de Birmania, jade de China, perlas del golfo Pérsico), telas de lana o de lino, ámbar, marfil, laca, especias, porcelana, vidrio, materiales manufacturados, coral, etc.
En junio de 2014, la Unesco eligió un tramo de la Ruta de la Seda como Patrimonio de la Humanidad con la denominación Rutas de la Seda: red viaria de la ruta del corredor Chang’an-Tian-shan. Se trata de un tramo de 5000 kilómetros de la gran red viaria de las Rutas de la Seda que va desde la zona central de China hasta la región de Zhetysu, situada en el Asia Central, incluyendo nuevos sitios en China, Kazajistán y Kirguistán.

Historia

Antecedentes
El experto en prehistoria André Leroi-Gourhan considera esta ruta como un espacio de intercambios activo desde el Paleolítico, heredera de la Ruta de jade, que ya existía varios miles de años antes, aunque recién aparece mencionada en las crónicas chinas hacia el siglo II a. C.4​ La Ruta de la Seda se originaría a partir del interés del emperador chino Wu (gob. 141-87 a. C.) de la dinastía Han, por establecer contacto con otras civilizaciones, ubicadas al oeste, más allá de las tribus bárbaras.
La existencia de China, ligada estrechamente a la producción de seda, era vagamente conocida por los antiguos griegos desde el siglo IV a. C., cuando comenzaron a referirse a «Serica» ( /ˈsɛrɪkə/, en griego antiguo, Σηρικά),6​ palabra griega, transliterada probablemente en forma directa del término chino 繅絲 (sāo sī, enrollar seda), o de su pronunciación manchuriana (sirghe) o mongola (sirkek), para referirse al país de la seda, o al pueblo de la seda (Seres).7​8​ Aún en el siglo II, griegos y romanos aún confundían Sinae y Sérice.9​ De la terminología griega derivaría la palabra en latín sericum para denominar a la seda, de la que derivarán luego las denominaciones en los idiomas europeos, mientras que en chino se denomina 絲 (sī ), y en hindi रेशम (resham).

Caballos y camellos
El comercio entre China y los pueblos occidentales del Asia, requería atravesar enormes desiertos y territorios escasos de agua. Por entonces, las estepas del Asia Central estaban pobladas de grandes manadas de caballos, asnos y camellos salvajes, que migraban entre oasis y oasis, dejando a su paso trazados los caminos que mostraban los lugares donde había agua, y que los seres humanos utilizaban como guía desde los tiempos paleolíticos. La domesticación de caballos y camellos, así como un periodo de clima húmedo, hace unos 3.000 años, permitió abrir las primeras rutas parciales que servirían de base a la Ruta de la Seda. Por esa razón en China se la conoce como la «Ruta de los Caballos».

Contactos chinos y centroasiáticos
Desde el segundo milenio a. C. la nefrita (uno de los dos tipos de jade) estaba siendo negociada desde las minas de la región de Yarkanda y Jotán hasta China. Estas minas no estaban muy lejos de las minas de lapislázuli y espinela (Balas Ruby) de Badajshán y, aunque separadas por las formidables montañas del Pamir, al parecer había rutas a través de ellas en uso desde tiempos muy remotos.
Las momias del Tarim encontradas en la cuenca del Tarim —localizadas a unos 200 km al este de Yingpan, en la Ruta de la Seda—, que datan de 1600 a. C. en la época del antiguo reino de Loulan, sugieren la existencia de contactos muy antiguos entre el Oriente y el Occidente. Estos restos momificados podrían haber sido de personas que hablaban lenguas indoeuropeas, lenguas que se siguieron usando en la cuenca del Tarim, en la moderna región de Xinjiang, hasta su sustitución por las influencias túrquicas del norteño Imperio xiongnu, y por influencias del oriente de China de la dinastía Han, que hablaban lenguas sino-tibetanas.
Tras los contactos de la China metropolitana con los nómadas de los territorios fronterizos occidentales en el siglo VIII a. C., el oro se introdujo desde el Asia central, y los talladores de jade de Hotan Kashteshi comenzaron a hacer diseños imitando el estilo de los pueblos de las estepas, adoptando el arte animal escita (representaciones de animales en combate). Este estilo se refleja particularmente en las placas rectangulares de oro y de bronce para los cinturones, con versiones en jade y esteatita.
La expansión de las culturas escitas —que se extendieron desde la llanura húngara y los montes Cárpatos hasta el corredor chino de Gansu y que conectaban Irán y el Oriente Medio con el norte de la India y el Punyab— jugó sin duda un papel importante en el desarrollo de la Ruta de la seda. Los escitas acompañaron al asirio Asarhaddón cuando invadió Egipto, y sus distintivas puntas de flecha triangulares se han encontrado en sitios tan al sur como Asuán. Estos pueblos nómadas dependían de las poblaciones asentadas vecinas para una serie de importantes tecnologías, y además de asaltar algunos asentamientos vulnerables para abastecerse, también alentaron el desarrollo de un comercio de larga distancia que contaba con una fuente de ingresos por el pago de unas tarifas previamente concertadas. Los mercaderes escitas sogdianos desempeñaron un importante papel en períodos posteriores en el desarrollo de la Ruta de la Seda.

India, China, Indochina: rutas marítimas
Las rutas comerciales que fueron conectando Asia occidental y oriental, fueron creciendo y consolidándose, en la medida que se consolidaban los imperios, se utilizaban más y variados recursos naturales y se desarrollaba la navegación en los océanos Índico y Pacífico. Entre los años 1000 y 500 AC, los reinos chinos de Wu y Yue construyeron grandes flotas que incorporaron al comercio amplias zonas del sur de China y la India, así como la península Indochina.
Hacia el siglo VI a.C., cuando formó el Imperio Persa, el comercio chino-indio estaba ampliamente consolidado. Para entonces, las «caravanas de Tianzhu», nombre con que se conocía el Asia meridional, llegaban hasta el puerto de Lanzhou, en el río Amarillo, transportando productos de vidrio, que Egipto -desde el límite oriental del Mediterráneo africano- y la Mesopotamia, fabricaban desde hacía siglos. Los chinos enviaban jengibre, espejos de bronce y seda, que poco a poco se convertiría en la mercancía descollante.

Camino Real Persa

En la época de Heródoto (ca. 475 a. C.), el Camino Real Persa recorría 2857 km desde la ciudad de Susa, entre los ríos Karkheh y Dez (a unos 250 km al este del Tigris) hasta el puerto de Esmirna en Turquía) en el mar Egeo. La pista era mantenida y protegida por el Imperio aqueménida (ca. 500-330 a. C.) y tenía estaciones postales y puestos de descanso a intervalos regulares. Al tener caballos de refresco y jinetes disponibles en cada uno de ellos, los correos reales podían llevar mensajes recorriendo todo el camino en nueve días, un trayecto que a los viajeros normales les llevaba cerca de tres meses. Este Camino Real vertebraba el Imperio, conectando con muchas otras rutas, algunas de ellas, como las rutas a la India y al Asia central, también protegidas por los aqueménidas, que fomentaban el contacto regular entre la India, Mesopotamia y el Mediterráneo. Hay menciones en el bíblico Libro de Esther de los despachos que se enviaban desde Susa a las lejanas provincias de la India y del reino de Kush durante el reinado de Jerjes el Grande (485-465 a. C.).

Época helenística

El primer paso importante en la apertura de la Ruta de la Seda entre Oriente y Occidente llegó con la expansión del imperio de Alejandro Magno en el Asia central. En agosto de 329 a. C. Alejandro fundó la ciudad de Alejandría Escate o «Alexandria más lejana» en la desembocadura del valle de Fergana en el actual Tayikistán. La ciudad se convirtió más tarde en un punto de parada importante en la Ruta de la Seda septentrional.
Los griegos se mantuvieron en el Asia central durante los siguientes tres siglos, primero a través de la administración del Imperio seléucida y luego con el establecimiento del reino grecobactriano en la región de Bactria. Continuaron expandiéndose hacia el este, sobre todo durante el reinado de Eutidemo I (230-200 a. C.), que extendió su control más allá de Alejandría Escate hasta llegar a la Sogdiana. Hay indicios de que pudo haber conducido expediciones hasta Kashgar, en el Turkestán chino, dando lugar a los primeros contactos conocidos entre China y Occidente alrededor del año 200 a. C.. El historiador griego Estrabón escribió:
  «extendieron su imperio incluso hasta los Seres (China) y los Phryni».
La Ruta de la Seda se originó durante el siglo I a. C., siguiendo a los esfuerzos de los yuezhi y xiongnu en la cuenca del Tarim para consolidar un camino hacia el mundo occidental y la India, tanto a través de asentamientos directos en el área de la cuenca como de relaciones diplomáticas con los países de los dayuan, partos y bactrianos más al oeste. Las rutas de la Seda fueron una «compleja red de rutas comerciales» que dio a la gente la oportunidad de intercambiar bienes y cultura.
Con el Mediterráneo conectado con el valle de Fergana, el siguiente paso era abrir una ruta a través de la cuenca del Tarim y el corredor de Gansu hasta alcanzar la propia China. Este esfuerzo se realizó desde el lado chino, alrededor de 130 a. C., con el envío de embajadas de la dinastía Han hasta Asia central. El emperador Wu mandó en el año 138 a. C. una embajada con el objetivo estratégico de conseguir formalizar una alianza militar con los yuezhi para frenar el poder y agresividad de los xiongnu —una confederación de tribus nómadas que amenazaba constantemente la seguridad de China, a pesar de la Gran Muralla, haciendo incursiones para saquear las riquezas de sus vecinos, principalmente campesinos—. Zhang Qian partió al mando de 98 hombres, siendo apresado muy pronto, un periodo que le permitió aprender mucho sobre los pueblos y las rutas en la región. Trece años después, y tras haber permanecido cautivo más de diez años, logró regresar a la corte imperial con solo un miembro de la partida. 
Aunque no había logrado establecer ni una sola de las alianzas militares de su misión, Zhang sí informó a la corte de la existencia de treinta y seis reinos en las fronteras occidentales de China, algunos verdaderas potencias comerciales como Nag-Si (Persia), Tiaozhi (Caldea) y Li-Qian (el Imperio romano). Zhang también contó de los magníficos caballos de las llanuras del valle de Fergana que tenían los Dayuan (luego llamados los «caballos celestiales»), mucho más fuertes y veloces que los caballos chinos, con los que la caballería del Imperio Han podría enfrentarse a los xiongnu en mejores condiciones.

Exploración china del Asia central

Los chinos enviaron por ello numerosas misiones diplomáticas y comerciales, alrededor de diez cada año, que llegaron hasta sitios tan lejanos como la Siria seléucida:

Así fueron enviadas más embajadas a Anxi [Partia], Yancai [que más tarde se unió a los alanos], Lijian [Siria bajo los Seléucidas], Tiaozhi [Caldea] y Tianzhu [noroeste de la India]... Por lo general, eran enviadas bastante más de diez de tales misiones en el curso de un año, y por lo menos, cinco o seis.

                                                                                     Hou Hanshu, Libro de Han Posterior

Esas misiones con los reinos del valle de Fergana no podían garantizar la seguridad ni afianzar el comercio, por lo que China preparó una invasión a gran escala, aunque solo en la segunda embestida en el año 102 a. C. logró conquistar todas las tierras entre sus propias fronteras y los reinos de Fergana. Después de la derrota de los xiongnu, los ejércitos chinos se establecieron en Asia central y los chinos consiguieron no solo asegurarse la importación de los famosos caballos de las estepas, sino establecer sus propios productos en los mercados de esos reinos.16​ Cuando Wu envió una delegación al rey Mitrídates II en el 110 a. C., eso dio inicio a un comercio que acabaría siendo la parte central de la importante vía de comercio internacional que llegará a ser la Ruta de la Seda. Cincuenta años más tarde, cuando Marco Licinio Craso cruzó el Éufrates para conquistar Partia en el año 53 a. C., se asombró al ver un brillante, suave y maravilloso nuevo tejido. Unas décadas más tarde, las más acaudaladas familias de Roma estaban maravilladas de vestirse con el más preciado tejido: la seda. El historiador romano Floro también describe la visita de numerosos enviados, incluyendo a los Seres, al primer emperador romano César Augusto, que reinó entre el 27 a. C. y el 14 d. C.:

Incluso el resto de las naciones del mundo que no estaban sujetas a la dominación imperial fueron sensibles a su grandeza, y miraban con reverencia al pueblo romano, el gran conquistador de las naciones. Así, incluso los escitas y los sármatas enviaron emisarios para buscar la amistad de Roma. No, los Seres vinieron del mismo modo, y los indios que habitaban bajo el sol vertical, trayendo regalos de piedras preciosas y de perlas y elefantes, pero pensando en todo momento a menos que la inmensidad del viaje que habían emprendido, y que dijeron que habían tardado cuatro años. En verdad que los necesitaron, pero al mirar su tez se veía que eran gentes de otro mundo que el nuestro.
Algunos eruditos sostienen que el emperador chino Wu se interesó primero en el desarrollo de las relaciones comerciales con las sofisticadas civilizaciones urbanas de Fergana, Bactria y del Imperio parto:
 «El Hijo del Cielo al oír todo esto razonó así: Fergana (Dayuan) y las posesiones de Bactria (Ta-Hsia) y el Imperio parto (Anxi) son países grandes, llenos de raras cosas, con una población que vive en moradas fijas y entregada a ocupaciones casi idénticas a las de los chinos, pero con ejércitos débiles, y que dan gran valor a los ricos productos de China» 
(Hou Hanshu, Libro de Han Posterior). 
Otros​ creen en cambio que el emperador Wu estaba interesado principalmente en la lucha contra los xiongnu y que el comercio principal comenzó sólo después de que los chinos hubiesen pacificado el corredor de Hexi.

Imperio romano

Poco después de la conquista romana de Egipto en el año 30 a. C., se multiplicaron a una escala sin precedentes las comunicaciones regulares y comerciales romanas hacia el Asia y el oriente africano. El comercio grecorromano con la India que había comenzado con Eudoxo de Cícico en 130 a. C., seguía aumentando, y según Estrabón (II.5.12), en la época de César Augusto, hasta 120 barcos zarpaban cada año desde Myos Hormos, en el Egipto romano, hacia la India.18​ Las mujeres romanas de la aristocracia patricia, se convirtieron en grandes aficionadas a los tejidos de seda, tras conocerlos antes del comienzo de nuestra era a través de los partos, quienes se dedicaban a su comercio.
La partida de Maës Titianus se convirtió en los viajeros que penetraron más lejos hacia el este por la Ruta de la Seda desde el mundo mediterráneo, probablemente con el objetivo de regularizar los contactos y reducir el papel de los intermediarios, durante uno de los momentos de calma entre las intermitentes guerras de Roma y Partia, que repetidamente obstruía el movimiento a lo largo de la Ruta de la Seda. El comercio intercontinental y las comunicaciones se hicieron regulares, organizadas y protegidas por las "grandes potencias". Pronto siguió un intenso comercio con el Imperio romano, confirmado por la afición romana por la seda china (suministrada a través de los partos), a pesar de que los romanos pensaban que la seda se obtenía de los árboles. Esta creencia fue confirmada por Séneca el Joven en su Fedra y por Virgilio en sus Geórgicas. Cabe destacar que Plinio el Viejo lo sabía mejor: hablando de la bombyx o polilla de la seda, escribió en sus Historias naturales «Tejen telas, como las arañas, que se convierten en un lujoso material para la ropa de las mujeres, llamada seda».

El Senado romano emitió, en vano, varias leyes para prohibir el uso de la seda, por razones económicas y morales: la importación de seda china causó un enorme flujo de salida de oro, y los vestidos de seda se consideraban decadentes e inmorales:
Veo ropas de seda, si los materiales que no ocultan el cuerpo, ni siquiera la propia decencia, se puede llamar ropa ... rebaños miserables de sirvientas trabajan para que la mujer adúltera pueda ser visible a través de su fino vestido, para que su marido no tiene más conocido que cualquier extraño o extranjero con el cuerpo de su esposa.

La unificación de Asia central y del norte de la India dentro del Imperio kushán en los siglos primero a tercero reforzó el papel de los poderosos comerciantes de Bactria y Taxila. Fomentaron la interacción multicultural como lo indican los tesoros de sus hordas del siglo II, con productos del mundo grecorromano, China y la India, por ejemplo, en el sitio arqueológico de Begram.

El Imperio romano y su demanda de productos asiáticos, se derrumbó en Occidente en el siglo V y Europa ingresó en una era de feudalismo bajo la égida del cristianismo católico, durante la cual el comercio se redujo a su mínima expresión.

las antiguas rutas terrestres y marítimas.

La Ruta de la Seda representa un temprano fenómeno de integración política y cultural debido al comercio interregional. En su apogeo, sostuvo una cultura internacional que enlazaba a grupos tan diversos como los magiares, armenios y chinos. La ruta experimentó períodos principales de popularidad y actividad en diferentes épocas y en diferentes puntos a lo largo de su longitud: en el oeste, su apogeo fue la época del Imperio bizantino; en la sección del Nilo-Oxus, desde el período del Imperio sasánida al del Ilkanato; y en la zona sinítica desde el período de los Tres Reinos hasta el de la dinastía Yuan. El comercio entre Oriente y Occidente se desarrolló también por mar, entre los puertos de Alejandría, en Egipto, y de Guangzhou, en China, siendo fomentado a lo largo de todo el océano Índico.
Bajo su fuerte dinámica de integración, por un lado, y de los impactos de cambio que transmitía, por otro, las sociedades tribales que previamente vivían en aislamiento a lo largo de la Ruta de la Seda o de pastores que procedían de un desarrollo cultural bárbaro, se sintieron atraídos por las riquezas y las oportunidades de las civilizaciones conectadas por la ruta, entrando en las rutas como merodeadores o mercenarios. Muchas tribus bárbaras se convirtieron en cualificados guerreros capaces de conquistar ciudades ricas y tierras fértiles, y forjar fuertes imperios militares.
A.V. Dybo señaló que «según los historiadores, el principal motor de la Gran Ruta de la Seda no solo eran los sogdianos, sino los portadores de una cultura mezcla sogdiana-túrquica que a menudo provenían de familias mixtas».
Los sogdianos dominaron el comercio entre Oriente y Occidente a partir del siglo IV hasta el siglo VIII, siendo Suyab y Talas sus principales centros en el norte. Fueron los principales comerciantes de caravanas del Asia central. Sus intereses comerciales estaban protegidos por el resurgente poder militar de los göktürks, cuyo imperio ha sido descrito como «una empresa conjunta del clan Ashina y los sogdianos».
 Su comercio, con algunas interrupciones, continuó en el siglo IX en el marco del Imperio uigur, que hasta el 840 se extendió por el norte de Asia central y obtuvo de China enormes entregas de seda a cambio de caballos. En esta época las fuentes chinas mencionan que las caravanas de sogdianos viajaban hasta la Alta Mongolia. Jugaron un papel igualmente importante religioso y cultural. Parte de los datos sobre Asia oriental que fueron proporcionados por los geógrafos musulmanes del siglo X, en realidad, se remontan a datos sogdianos del periodo 750-840 y por lo tanto muestran la supervivencia de los vínculos entre el Este y el Oeste. Sin embargo, después de la caída del Imperio uigur, el comercio sogdiano pasó por una crisis. Lo que principalmente surgió desde el Asia central musulmana fue el comercio de los samánidas, que reanudaron el camino del noroeste que llevaba a los jázaros y a los Urales, y el del noreste, que conducía hacia las cercanas tribus túrquicas.

La Ruta de la Seda dio origen a agrupaciones de estados militares originarios del norte de China, abriendo el Asia central y China a religiones como el nestorianismo, maniqueísmo, budismo, y más tarde islamismo, y creando la influyente Federación de Jazaria, que al final de su gloria trajo el mayor imperio continental que existió nunca: el Imperio mongol, con sus centros políticos encadenados a lo largo de la Ruta de la Seda (Pekín, en el norte de China; Karakorum, en el centro de Mongolia; Samarcanda, en Transoxiana; Tabriz, en el norte de Irán; Sarai y Astracán, en el curso del Bajo Volga; Solkhat, en Crimea; Kazán, en Rusia central; y Erzurum, en el este de Anatolia), realizando la unificación política de zonas anteriormente libres y conectadas de forma intermitente por bienes materiales y culturales.
En Asia central, el islam se expandió a partir del siglo VII, haciendo un alto en su progresión hacia el occidente chino tras la batalla de Talas en el año 751. Los túrquicos islámicos siguieron la expansión a partir del siglo X, lo que terminó por perturbar el comercio en esa parte del mundo, y acarreando la casi desaparición del budismo en la región. Durante gran parte de la Edad Media, el Califato islámico (centrado en el Cercano Oriente) tuvo a menudo el monopolio sobre gran parte del comercio realizado a través del Viejo Mundo. (Véase: Época musulmana de los descubrimiento (en inglés).)
En esta época aparece la primera referencia escrita sobre la seda que se conoce en la Península ibérica realizada por Isidoro de Sevilla (556-636), durante la Hispania visigoda, aunque por entonces su presencia allí era excepcional. Es a partir del Califato de Córdoba (929-1031) que se puede hablar de la consolidación de manufacturas autóctonas de seda en la península ibérica.​

La desconexión del feudalismo europeo
La caída del Imperio romano de Occidente en el siglo V, seguida del establecimiento en Europa de un régimen feudal, centrado en el autoabastecimiento y la cristianización de las tribus «bárbaras» bajo la égida de la Iglesia Católica Apostólica Romana, desconectó al mundo europeo de las rutas comerciales asiáticas.
Pese al dominio de Europa por los bárbaros, el Imperio romano de Oriente (Imperio Bizantino) lograría mantener en la península itálica, el puerto de Venecia, fundado en los años previos a la caída de Roma, que sobreviviría como puerto de pescadores hasta mediados del siglo VIII, cuando pasó a ser un puerto de comercio de esclavos europeos que eran vendidos a los árabes del norte de África.​ Poco a poco Venecia se convertiría en la terminal europea de la Ruta de la Seda.

Época mongola

El imperio mongol y su esfera de influencia (incluyendo estados vasallos como Goryeo) en su apogeo. La zona gris es el posterior Imperio timúrida.

La expansión mongola por todo el continente asiático, desde alrededor de 1207 hasta 1360, contribuyó a la estabilidad política y a restablecer la Ruta de la Seda (a través del Karakorum). También puso fin al monopolio del Califato islámico sobre el comercio mundial. Debido a que los mongoles pasaron a dominar las rutas comerciales, ello permitió que más comercio entrase y saliese de la región. Las mercancías que a ellos no les parecían valiosas si eran vistas a menudo como muy valiosas en el Oeste: como resultado, los mongoles recibieron a cambio gran cantidad de bienes de lujo occidentales, aunque nunca abandonaron su estilo de vida nómada. Poco después de la muerte de Genghis Khan, la Ruta de la Seda quedó en manos de los hijos de Genghis Khan.
El diplomático mongol Rabban Bar Sauma visitó las cortes europeas en 1287-1288 y presentó un detallado informe por escrito de regreso entre los mongoles. Por la misma época, el explorador veneciano Marco Polo se convirtió en uno de los primeros europeos que recorrieron la ruta hasta China, y sus relatos, documentados en Los viajes de Marco Polo, abrieron los ojos occidentales a algunas de las costumbres del Lejano Oriente. No fue el primero en traer de vuelta esas historias, pero fue sin duda el más leído. Había sido precedido por numerosos misioneros cristianos en Oriente, como Guillermo de Rubruck, Benedicto de Polonia, Giovanni da Pian del Carpine y André de Longjumeau. Otros enviados más tardíos fueron Odorico de Pordenone, Giovanni de Marignolli, Juan de Montecorvino, Niccolò Da Conti, o Ibn Battuta, un viajero marroquí musulmán que pasó por el actual Oriente Medio y que recorrió toda la Ruta de la Seda, desde Tabriz, entre 1325-1354.
El siglo XIII vio también los intentos de una alianza franco-mongola, con intercambio de embajadores y (fallidos) intentos de colaboración militar en Tierra Santa durante las últimas cruzadas, aunque al final los mongoles en el Ilkhanato, después de haber destruido las dinastías de los abásidas y los ayubíes, con el tiempo se convirtieron ellos mismos al islam, y firmaron en 1323 el Tratado de Alepo con el superviviente poder musulmán, el sultanato mameluco de Egipto.
Algunos estudios de investigación indican que la peste Negra, que devastó Europa a finales de la década de 1340, podría haber alcanzado Europa desde el Asia central (o China) a lo largo de las rutas comerciales del Imperio mongol.​

El bloqueo europeo
La fragmentación del Imperio mongol aflojó la unidad política, cultural y económica de la Ruta de la Seda. Los señores turcos marchando ocuparon tierras alrededor de la parte occidental de la Ruta de la Seda, que pertenecían al decadente Imperio bizantino. Después del Imperio mongol, los grandes poderes políticos a lo largo de la Ruta de la Seda quedaron económica y culturalmente separados. Acompañando a la cristalización de varios estados regionales sucedió una disminución del poder nómada, en parte debido a la devastación de la peste Negra y en parte debido a la invasión de civilizaciones sedentarias equipadas con pólvora.
La pólvora y la temprana modernidad en Europa condujeron a la integración de los estados territoriales y a un creciente mercantilismo. Mientras tanto, en la Ruta de la Seda, la pólvora y la modernidad temprana tuvieron el efecto contrario: el nivel de integración del Imperio mongol no se pudo mantener, y se redujo el comercio (aunque en parte debido a un aumento de los intercambios marítimos europeos).
Europa quedó desconectada de la Ruta de la Seda alrededor de 1453, con la supremacía otomana de Constantinopla. El islam y el cristianismo estaban en guerra desde hacía siglos. Un siglo más tarde, Venecia hizo un pacto con los otomanos que la habilitó a reingresar al circuito comercial asiático, recobrando por un tiempo parte de su peso económico en la intermediación.

Nuevas rutas marítimas europeas y americanas
El bloqueo del acceso europeo a la Ruta de la Seda, fue uno de los principales factores que estimularon la búsqueda de nuevas rutas hasta el próspero Imperio chino por parte de potencias europeas, sobre todo por vía marítima. Se esperaban grandes beneficios de la relación comercial directa con Asia. Este fue el principal factor que impulsó las exploraciones portuguesas del océano Índico, incluyendo el mar de China, dando lugar a la llegada del primer barco mercante europeo a las costas de China en 1513, bajo el mando de Jorge Álvares y Rafael Perestrello, seguido por la misión diplomática y comercial de 1517 encomendada a Fernão Pires de Andrade y Tomé Pires por Manuel I de Portugal, la cual inauguró formalmente las relaciones entre el Imperio portugués y la dinastía Ming durante el reinado del emperador Zhengde. La entrega de Macao (Macao) a Portugal en 1557 por el emperador de China (como recompensa por los servicios prestados contra los piratas que infestaban el mar de China Meridional) dio lugar al primer puesto comercial y marítimo europeo permanente entre Europa y China. Otras potencias europeas seguirían su ejemplo en los próximos siglos provocando la eventual desaparición de la Ruta de la Seda terrestre.

El viaje de descubrimiento de Cristóbal Colón de 1492 tenía como objeto buscar una ruta comercial alternativa a China, desde España, a través del Atlántico.33​ Hasta unos años después del descubrimiento de América, se pensó que la expedición de Colón había llegado al continente asiático. No fue hasta el descubrimiento del océano Pacífico por el español Vasco Núñez de Balboa (tras cruzar el istmo de Panamá) en 1513, que cartógrafos y navegantes supieron que América era un "Nuevo Mundo", situado entre Europa y Asia. La búsqueda de una ruta marítima a China se retomó unos años más tarde, con la expedición de Magallanes y Elcano de 1519 a 1522, la primera en cruzar el Pacífico y la primera en dar la vuelta al mundo. Con el descubrimiento del 'tornaviaje', o ruta de regreso de Filipinas a México a través del Pacífico, a cargo de Andrés de Urdaneta en 1565, se estableció la ruta del Galeón de Manila, la primera en cruzar regularmente el Pacífico en ambas direcciones, concretamente entre la Capitanía General de Filipinas y la Nueva España. Esta ruta a su vez enlazaba por tierra (a través de México) con la ruta de las Flotas de Indias que unían América y España a través del Atlántico, creándose así una gran ruta combinada de alcance mundial, entre Asia y España, que duró desde 1565 hasta principios del siglo XIX. Esta gran ruta española es también uno de los primeros ejemplos de mundialización o globalización.
En 1594, Willem Barents dejó Ámsterdam con dos barcos para buscar el pasaje del Noreste al norte de Siberia, en el extremo este de Asia. Llegó a la costa occidental de Nueva Zembla y la siguió hacia el norte, siendo finalmente obligado a dar marcha atrás cuando confrontó su extremo norte. A finales del siglo XVII, los rusos restablecieron una ruta comercial terrestre entre Europa y China bajo el nombre de la Gran carretera siberiana.

Mientras los portugueses (y, posteriormente, otros europeos) estaban entrando en China desde su costa meridional, por ruta marina, se planteó la cuestión de si resultaba ser el mismo país que Catay, al que Marco había llegado por vía terrestre. Hacia 1600, los jesuitas destinados en China, dirigidos por Matteo Ricci, estaban seguros de que así era, pero otros no estaban todavía convencidos. Para comprobar la situación sobre el terreno, Bento de Góis, un antiguo soldado y explorador portugués que se había unido a los jesuitas como hermano lego en Goa (India), viajó en 1603-1605 desde la India a través de Afganistán siguiendo una de las rutas terrestres tradicionales de la Ruta de la Seda, a través de Badakhshan, los Pamires, Yarkand o Yarkant, Kucha y Turpan hasta la frontera china de los Ming en Suzhou.
Leibniz, haciéndose eco de la percepción que prevalecía en Europa hasta la Revolución Industrial, escribió en el siglo XVII que: 

«Todo lo exquisito y admirable viene de las Indias Orientales... Gentes instruidas remarcan que en el mundo entero no hay comercio comparable al de China».

En el siglo XVIII, Adam Smith declaró que China había sido uno de los países más prósperos del mundo, pero que había permanecido estancada durante mucho tiempo y que sus salarios siempre fueron bajos y las clases bajas eran particularmente pobres:

China ha sido durante mucho tiempo uno de los países más ricos, es decir, uno de los más fértiles, mejor cultivados, con más industria y de los más poblados del mundo. Parece, sin embargo, que ha permanecido estancado durante mucho tiempo. Marco Polo, que lo visitó hace más de quinientos años, describe su agricultura, su industria y su población casi en los mismos términos que los viajeros de hoy en día. Tal vez adquirió, incluso mucho tiempo antes, todo el conjunto de riquezas que la naturaleza de sus leyes e instituciones permite conseguir.

Recorrido
Xi'an es —del lado chino— el extremo oriental de la Ruta de la Seda. El recorrido se ha considerado oficialmente "abierto" por el general chino Zhang Qian en el siglo II a. C. Los emperadores Han asediados por los bárbaros nómadas (los xiongnu) decidieron abrir al comercio y al mundo exterior la seda, entonces monopolio del Estado: realmente necesitaban aliados y caballos. En el apogeo de la dinastía Tang (618-907), la ciudad capital de Chang'an (Xi'an) albergaba dos millones de personas, diez veces más que las grandes ciudades de Constantinopla o Córdoba, y mil veces más que Aquisgrán en los tiempos de Carlomagno.39​
Los convoyes de caravanas partían de las ciudades de Xi'an, Lanzhou o Xining y emprendían camino hacia el corredor de Gansu. A continuación, contorneaban el desierto de Taklamakán, uno de los más áridos del mundo, ya fuese por el norte o por el sur. Estos dos itinerarios posibles tenían cada uno diferentes variantes y estaban salpicados por villas y ciudades y caravasares, cuyo número e importancia variaron con el tiempo. Todas las pistas progresaban a lo largo de una cadena de oasis-fortalezas situados en la periferia del desierto y al pie de las altas montañas de los Tian Shan y Kunlun:

bien por la ruta del norte: los sitios de Turpan, Urumqi, Karachahr, Koutcha, Aksu, Kashgar;
bien por la ruta del sur: los sitios de Dunhuang, Miran, Cherchen, Niya, Khotan, Yarkand.
A partir de Kashgar y Yarkand, las pistas se reunían para ir hacia Persia y la India a través de las altas montañas del Asia central (Pamires, Hindú Kush y Karakorum), para seguir después por la Sogdiana (Samarcanda, Bujará, Merv), Bactria (Balkh) y Cachemira (Srinagar). En realidad, muy pocas personas tuvieron la oportunidad de recorrer toda la ruta, entre otros Marco Polo, su padre y su tío.

Las mercancías procedentes de Oriente o de Occidente se intercambian en los oasis, convertidos en importantes puestos comerciales frecuentados no solo por comerciantes, sino también por peregrinos, soldados y espías. En su apogeo, la Ruta de la Seda conectaba —del lado oeste— el Imperio bizantino y —del lado este— una vasta región que se extendía desde los territorios de los Tres Reinos hasta los de la dinastía Yuan en la zona china.

Una enorme red de cultura
A pesar de que el barón von Richthofen bautizara, en 1870, a esta red comercial importantísima como (en alemán) Seidenstrasse, o Ruta de la Seda, es importante aclarar que la seda no era el único bien que se comerciaba a lo largo y ancho de la misma. China importaba, principalmente, oro, plata, piedras preciosas, marfil, cristal, perfumes, tintes y otros textiles provenientes de Europa y de los reinos por donde transitaba la ruta y de otros aledaños que tenían sus propias rutas comerciales que engarzaban, en algún punto, con la misma Ruta de la Seda. El Imperio del Centro (China) exportaba mayormente seda, pieles, cerámica, porcelana, especias, jade, bronce, laca y hierro.
No era común que los comerciantes atravesaran la Ruta de la Seda en todo su largo y ancho. Los mercaderes intentaban buscar el mejor precio a través de los mercados de su propio territorio o aventurándose en las fronteras de otros países, donde vendían sus mercancías, y los compradores, a su vez, extendían los bienes por su propio reino, o llevándolos a las fronteras de los más próximos en busca de mejores beneficios. Este canje, obedeciendo a leyes de mercado, hacía llegar las mercancías y bienes desde Chang'an (actual Xi'an) hasta Antioquía, en Siria, y de allí hasta Constantinopla, donde esperaban los navíos venecianos que llevarían esta inmensa cantidad de bienes y riqueza, no solo proveniente de China, sino también de todos los países asiáticos y medio-orientales.
El eje Roma-Chang'an marcaba el principio y el final de una gran cadena de intercambios, cuyos eslabones enlazaban a territorios que hoy corresponden a Turquía con Siria, a Irak con Persia, al Cáucaso con las fronteras de la India y China; y cuyos centros comerciales, en los que se realizaban las últimas y las primeras transacciones, dependiendo si se avanzaba hacia Changan o hacia el Caspio, eran las ciudades próximas al valle de Fergana (Bujará, Khiva y Samarcanda) o las situadas en el inhóspito desierto de Taklamakán, cuyos oasis eran bien conocidos por los conductores de las caravanas; especialmente los de las ciudades de Tashkurgán, Kashgar, Yarkand y Jotán en las que, por imperativos del clima, estaban obligadas a detenerse durante un período de tiempo siempre incierto hasta alcanzar el límite oeste de la verdadera China de entonces: la Puerta de Loulan.

Comerciantes en la ruta.

Kashgar (la actual Kashi, en China), punto de encuentro de las caravanas procedentes de la India, Afganistán, Tayikistán y Kirguisistán, era el otro extremo de la Ruta de la Seda en el territorio chino y, por tanto, el primer encuentro directo para las mercancías, las ideas y las religiones entre China, Occidente y el sur de Asia. La ciudad de Yarkand, visitada por Marco Polo en dos ocasiones (en 1271 y en 1275), sigue siendo uno de los enclaves comerciales más importantes de la región autónoma de Xinjiang y uno de los centros musulmanes de mayor importancia en la antigua China.
Por la Ruta de la Seda no circulaban solamente mercaderes con bienes de todos los reinos, sino también asaltadores, ladrones y pilluelos, por lo que los caminos no eran totalmente seguros. Así, lo peor que les podía pasar, era que por aquellos desfiladeros y glaciares se despeñara un camello, perdieran al animal y a su preciada carga, y además su estiércol, que utilizaban como combustible. Y aún era peor si el camello perdido transportaba comestibles. Casi en el 80 % de la Ruta no hay árboles; solo hielo, nieve y glaciares. Algunas caravanas no llegaron nunca a su destino. Unas eran asaltadas por bandas feroces de asesinos, que para hacerse con las mercancías no dudaban en matar, y otras veces, morían los caravaneros víctimas de accidentes o enfermedades. En cada localidad que paraban para descansar, debían proveerse de comida para un mes, por lo menos. No es de extrañar, que Plinio el Viejo dijese que la seda china era muy cara (“gastos inmensos”).
La Ruta de la Seda también fue una vía por la que el budismo se extendió por toda Asia. Misioneros budistas de la India llevaron las enseñanzas de Buda desde la India a Taxila, de Taxila al Tíbet, del Tíbet a Dunhuang, donde penetró en China. Los conocimientos más avanzados de la época, propios de las Universidades Budistas de Nalanda, Vikramasila, Odantapuri, Vilabhi y Ratnagiri, entre otras, circularon asimismo de un país a otro junto con los peregrinos, monjes, maestros y discípulos que viajaban en busca de conocimientos o a llevar sabiduría a los monasterios del Tíbet, de Dunghuang o al complejo de monasterios en las Grutas de Mogao, en China. Igualmente, monjes de todos los países iban de peregrinaje a la India en misiones para encontrar manuscritos y textos budistas originales para traducirlos a las lenguas vernáculas de sus propias regiones y traer conocimientos nuevos en los campos de la filosofía budista, la medicina o la astronomía.
Paralelamente a los monjes budistas, también recorrieron esta ruta hacia el siglo V los monjes y misioneros cristianos nestorianos, quienes fundaron varias misiones en el trayecto logrando un especial éxito entre los mongoles Khitan, e incluso una misión en la capital occidental de la China, la ya citada Xi'an (estela de Singanfu), y los misioneros maniqueos que convirtieron a los turcos uigures de Turfán.
Más tarde, con el apogeo del Islam bajo la Dinastía Omeya (661-750), que quería controlar las más importantes líneas comerciales a China, tomó la mitad occidental de la Ruta de la Seda, y esta se vio interrumpida, ahogando el comercio de otras naciones con precios elevados y altas tasas. Este fue el principio del fin.
El aspecto más importante del entramado comercial de esta ruta es el papel de intermediarios que ejercían los comerciantes islámicos. Éstos, conscientes de los beneficios económicos que dejaba este trasiego comercial, no permitieron la entrada de comerciantes europeos o asiáticos en la ruta, convirtiéndose en los elementos que hacían funcionar el sistema. Las caravanas procedentes de Siria y Mesopotamia cruzaban todo el continente asiático para adquirir -a bajo precio- los productos que después venderían -a precios desorbitados- a los comerciantes o intermediarios europeos. Para ello, las caravanas hacían uso de una red de albergues urbanos llamados caravasares para pernoctar, protegerse y proveerse.
Para el mundo islámico, la Ruta supuso una excelente fuente de ingresos que se convirtió en la base de su economía. Para Europa, una sangría económica irrenunciable (los productos eran insustituibles). Como respuesta a este hecho, Europa se lanzó a buscar nuevas rutas marítimas, originando la era de los descubrimientos.

Decadencia

Una nueva situación política en China (protagonizada por las dinastías Tang, Song y Yuan desde el siglo VII hasta mediados del siglo XIV) y una nueva realidad económica y cultural en Occidente hicieron posible el restablecimiento de nuevas relaciones entre las civilizaciones existentes que, junto a las mercancías, empezaron a intercambiarse también las ideas, los conocimientos artísticos, los idiomas y las religiones. Desde entonces, las Rutas de la Seda dejaron de ser caminos exclusivos de los comerciantes y de los militares, y empezaron a ser transitados cada vez con más frecuencia por intelectuales y por monjes de las principales religiones del mundo, que supieron también, como si fueran ávidos comerciantes del espíritu, intercambiarse entre ellos las enseñanzas de Buda, Confucio, Jesucristo y Mahoma.
Las civilizaciones y pueblos aumentaban así los intercambios económicos y culturales. La intensidad del comercio aumentaba incesantemente desde el siglo viii, pero también crecían en igual o mayor proporción los asaltos, los saqueos, las confiscaciones y los asesinatos masivos.
Hacia el siglo XV, con el auge de la navegación y las nuevas rutas marítimas comerciales, así como el apogeo de los Imperios árabe, mongol y turco (selyúcidas y otomanos, ambos por igual en períodos distintos de tiempo) fue languideciendo lentamente la importancia de la Ruta de la Seda como principal arteria comercial aforeuroasiática, y algunas de las más florecientes e imponentes ciudades a lo largo de su recorrido fueron perdiendo importancia e influencia.
Al igual que la idea de los bienes religiosos o culturales, por la Ruta de la Seda se podía pasar la enfermedad y la infección. Los viajeros ayudaron a agentes patógenos se propagaran en poblaciones que no hayan heredado o adquirido inmunidad a ciertas enfermedades. Por lo que una epidemia podría tener consecuencias dramáticas. El caso más famoso es el de un brote de peste en el siglo XIV, la plaga estalló en China hacia el año 1330, esta usaba como vectores a los roedores y de los roedores a las pulgas y de las mismas a los seres humanos, siendo altamente contagiosa y (ante los conocimientos médicos de esa época) altamente letal. Durante mucho tiempo, la plaga apareció sólo en la provincia sureña china de Yunnan. 
A principios del siglo XIV las tropas mongolas dispersaron las pulgas infectadas, a continuación la peste se propagó rápidamente y los barcos comerciales (principalmente venecianos) complementarios a la Ruta de la Seda que partían de Kaffe (asediada por los mongoles) en la península de Crimea transportaron en el año 1348 la peste a la Europa mediterránea y luego llegó al centro de Europa. Esta propagación rápida de la peste negra fue ayudada en particular por el comercio de pieles, que portaban pulgas.


Biblioteca Personal.

Tengo un libro en mi colección privada .- 


Itsukushima Shrine.

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