Luis Alberto Bustamante Robin; Jose Guillermo Gonzalez Cornejo; Jennifer Angelica Ponce Ponce; Francia Carolina Vera Valdes; Carolina Ivonne Reyes Candia; Mario Alberto Correa Manríquez; Enrique Alejandro Valenzuela Erazo; Gardo Francisco Valencia Avaria; Alvaro Gonzalo Andaur Medina; Carla Veronica Barrientos Melendez; Luis Alberto Cortes Aguilera; Ricardo Adolfo Price Toro; Julio César Gil Saladrina; Ivette Renee Mourguet Besoain; Marcelo Andres Oyarse Reyes; Franco Gonzalez Fortunatti;
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La Gran Enciclopedia Soviética, en ruso Большая советская энциклопедия, abreviada БСЭ, (transliterado como Bolshaya soviétskaya entsiklopédiya, BSE), es una de las más extensas publicadas alguna vez en ese idioma eslavo. Históricamente fue publicada por una editorial de la desaparecida Unión Soviética que estaba especialmente abocada a su desarrollo y edición, llamada simplemente Soviétskaya entsiklopédiya ("Enciclopedia soviética"). Debido justamente a su origen, la obra tenía un natural sesgo a favor del marxismo-leninismo, la ideología oficial del sistema soviético. La Gran Enciclopedia Soviética tuvo tres distintas ediciones a lo largo de sus varias décadas de existencia: La primera edición de 65 volúmenes (65.000 artículos, es decir, unos mil por tomo) además de un volumen adicional especial y específicamente dedicado a la Unión Soviética), fue publicado entre 1926 y 1947, en pleno auge del estalinismo. Su editor en jefe fue, hasta el estallido de la Gran Guerra Patria (invasión nazi de la URSS) en 1941, Otto Shmidt. En términos histórico-cronológicos, coincidió con el período del auge del estalinismo en la URSS. La segunda edición de 50 volúmenes (100.000 artículos y un tomo adicional dedicado a la Unión Soviética) fue publicada entre 1950 y 1958, siendo los editores en jefe Serguéi Vavílov (hasta 1951) y Borís Vvedenski (hasta 1969); dos volúmenes extras, a modo de índice, fueron publicados en 1960. Cronológicamente, coincidió con la bisagra histórica entre el régimen de Iósif Stalin y la parcial liberalización cultural de la desestalinización lanzada por el posterior líder soviético Nikita Jruschov, que sería conocida con el nombre de "deshielo" (en ruso о́ттепель, transliterado como Óttepel). La tercera edición (apodada la Edición Roja), publicada entre 1969 y 1978, fue de 30 volúmenes (ofreciendo 100.000 artículos y un volumen adicional para el índice, publicado en 1981). El volumen 24 de esta edición fue editado en dos tomos, estando uno de ellos exclusivamente dedicado a la Unión Soviética. Ésta, la última edición, cuenta con alrededor de 21 millones de palabras (poco más de mitad de la Encyclopædia Britannica) , y su editor en jefe fue, desde 1969, Aleksandr Prójorov. Históricamente su publicación coincidió con el período de estancamiento de Leonid Brézhnev. Entre los años 1957 y 1990 se publicó un anuario adicional, que permitía a la enciclopedia estar actualizada con los últimos datos históricos y demográficos de todos los países del mundo. La Enciclopedia Soviética es un resumen sistemático del conocimiento en estudios sociales y económicos y en ciencias aplicadas. Se convirtió en una obra de referencia universal para la intelectualidad soviética. Según el prólogo del editor en la traducción al inglés de la enciclopedia, la enciclopedia es importante para el conocimiento y la comprensión de la URSS. Un valor importante de la Enciclopedia es su información completa sobre la Unión Soviética y sus pueblos. Se presentan sistemáticamente todos los aspectos de la vida soviética, incluida la historia, la economía, la ciencia, el arte y la cultura. Se cubre ampliamente la diversidad étnica de los pueblos de la URSS y sus lenguas y culturas. Hay biografías de destacadas figuras culturales y científicas que no son tan conocidas fuera de Rusia. Hay estudios detallados de las provincias y ciudades de la URSS, así como de su geología, geografía, flora y fauna. El consejo editorial jefe y el consejo asesor de la enciclopedia solicitaron la opinión del público en general. La lista de inscritos se envió a universidades, instituciones científicas, museos y especialistas privados en todos los campos. Se recibieron más de 50.000 sugerencias y se hicieron muchas adiciones. Los estudiosos creen que la Enciclopedia es una fuente valiosa y útil para la historia rusa. La Enciclopedia , aunque se considera que tiene un fuerte sesgo marxista, proporciona información útil para comprender el punto de vista soviético. Editores de la Enciclopedia. Otto Shmidt. Otto Yúlievich Schmidt (en ruso: О́тто Ю́льевич Шмидт, romanización Otto Jul'evič Šmidt) (Maguilov, Imperio ruso, 18 de septiembre jul./ 30 de septiembre de 1891 greg. — Moscú, 7 de septiembre de 1956) fue un científico, matemático, astrónomo, geofísico, político y académico soviético. Miembro del Partido Comunista, y galardonado con la distinción Héroe de la URSS en 1937. Nació en Maguilov, Imperio ruso (hoy Bielorrusia). Su padre era descendiente de colonos alemanes en Curlandia y su madre era letona. En 1913 Schmidt se casó con la médica y psicoanalista Vera Yanitskaia y se graduó por la Universidad de Kiev, donde desde 1916 fue privatdozent. Tras la Revolución de 1917, fue miembro del consejo de varios comisariados populares (narkomats), tales como el Narkomprod (Narodnyi Komissariat Prodovolstviya, o Comisariado Popular de Suministros) de 1918 a 1920, o el Comisariado Popular de Finanzas de 1921 a 1922. Fue uno de los principales proponentes de desarrollo del sistema de educación superior, publicaciones y de ciencia en la Rusia Soviética. Trabajó en Narkompros (Comisariado del Pueblo para la Educación), la Junta Científica del Estado en el Consejo de Comisarios del Pueblo de la URSS y la Academia Comunista. De 1921 a 1924, también se empleó como director de la Editorial del Estado (Gosizdat) y jefe editor de la Gran Enciclopedia Soviética de 1924 a 1941. A partir de 1923 fue profesor de la Segunda Universidad Estatal de Moscú y más tarde en la Universidad Estatal de Moscú. De 1930 a 1932, fue director del Instituto Ártico. Entre 1932 a 1939, fue nombrado jefe del Glavsevmorput (Glavnoe upravlenie Severnogo Morskogo Puti, Directorio en Jefe de la Ruta del Polo Norte) - un establecimiento que supervisó todas las operaciones comerciales en la Ruta marítima del Norte. De 1939 a 1942, se convirtió en vicepresidente de la Academia Soviética de Ciencias, donde organizó el Instituto de Geofísica Teórica (siendo su director hasta 1949). Otto Schmidt fue fundador de la Escuela Moscovita de Álgebra, y la dirigió por muchos años. A mediados de los 1940, Schmidt sugirió una nueva hipótesis cosmogónica sobre la formación de la Tierra y otros planetas del sistema solar, que continuó desarrollando en conjunto con un grupo de científicos soviéticos hasta su muerte. Fue un célebre explorador del océano Ártico. Entre 1929 a 1930, lideró expediciones a bordo del rompehielos a vapor Gueorgui Sedov, con el establecimiento de la primera estación de investigación científica en la Tierra de Francisco José, explorando regiones del noroeste del mar de Kara y costas occidentales de Tierra del Norte, y descubrió algunas islas. En 1932, realizó la expedición en el rompehielos Sibiriakov al mando del capitán Vladímir Voronin, haciendo el viaje sin escalas desde Arjánguelsk al océano Pacífico sin invernada por primera vez en la historia. De 1933 a 1934, Schmidt lideró el viaje del vapor Cheliuskin, también con el Cap. Vladímir Voronin, a lo largo de la Ruta del mar del Norte. En 1937, supervisó una expedición aerotransportada que estableció en el Ártico la estación de hielo a la deriva Polo Norte 1. En 1938, estuvo a cargo de la evacuación de su personal del hielo. Otto Schmidt fue miembro del Comité Ejecutivo Central de la Unión Soviética y diputado del Sóviet Supremo de la Unión Soviética en su primera convocatoria. Recibió tres Orden de Lenin, tres otras órdenes y muchas medallas. Serguéi Ivánovich Vavilov (en ruso: Серге́й Ива́нович Вави́лов; Moscú, 24 de marzo de 1891-ibídem, 25 de enero de 1951) fue un físico soviético, presidente de la Academia de Ciencias de la Unión Soviética desde julio de 1945 hasta su muerte. Su hermano mayor, Nikolái Vavílov (1887-1943) fue un famoso genetista ruso. Su padre era un comerciante exitoso, que hizo que sus dos hijos recibieran una educación esmerada para que heredaran su negocio. Sin embargo el hijo mayor, Nikolái, se dedicó a la genética botánica, y el menor, Serguéi, ingresó en la Universidad de Moscú en 1909, donde estudió física y matemáticas. En segundo año ingresó en el laboratorio de Piotr Lébedev (1866-1912), Vavílov fundó la escuela soviética de la óptica física, y es reconocido por sus trabajos en luminiscencia.En 1934, codescubrió la radiación de Vavílov-Cherenkov (actualmente conocida como radiación de Cherenkov), un descubrimiento por el que Pável Cherenkov fue galardonado con el Premio Nobel de Física en 1958 (después de la muerte de Vavílov).La regla de Kasha-Vavílov de rendimientos cuánticos de luminiscencia (actualmente conocida como regla de Kasha), también se nombró en su honor. Desde 1932, fue miembro de la Academia de Ciencias de la Unión Soviética, entre 1934 y 1951 fue director del Instituto de Física Lébedev, jefe de redacción de la Gran enciclopedia soviética, desde 1946 fue miembro del Soviet Supremo y recibió cuatro premios Stalin (1943, 1946, 1951 y 1952). Escribió sobre la vida y obra de grandes científicos como Lucrecio (de quien tradujo De rerum Natura del latín al ruso), Galileo Galilei, Piotr Lébedev, Grimaldi, el óptico y físico italiano Francesco Grimaldi (1618-1663), Christiaan Huygens, Michael Faraday, Albert Michelson, Isaac Newton (de quien tradujo la Óptica y Clases sobre óptica del inglés al ruso), Leonhard Euler, Mijaíl Lomonósov, Mijaíl Lázarev, entre otros. Falleció en Moscú ―capital de la Unión Soviética― el 25 de enero de 1951 a los 59 años. Boris Alekseyevich Vvedensky (ruso: Борис Алексеевич Введенский; 19 de abril de 1893 - 1 de junio de 1969) fue un radiofísico , académico y profesor universitario soviético. Aleksandr Mijáilovich Prójorov (ruso: Александр Михайлович Прохоров) (11 de julio de 1916 – 8 de enero de 2002) fue un físico soviético nacido en Australia. Nació en Atherton, Queensland, de una familia de inmigrantes rusos. Sus padres volvieron a la Unión Soviética en 1923. Tras graduarse en 1939 en la Universidad de Leningrado (actualmente San Petersburgo), comenzó su carrera en el Instituto de Física de Moscú dependiente de la Academia de Ciencias de la URSS, centro del que fue subdirector en la década de los setenta. En junio de 1941, empezó su servicio en el Ejército Rojo. Participó en la Segunda Guerra Mundial y fue herido dos veces. Después de su segunda herida en 1944, fue desmovilizado. Prójorov (también conocido como Alexander Prochorow, dependiendo del sistema de deletreo) fue físico y profesor en la Universidad Estatal de Moscú. En 1964 compartió el Premio Nobel de Física con Nikolái Básov y Charles Hard Townes, por su trabajo pionero en lásers y masers. Fue editor en jefe de la Gran Enciclopedia Soviética desde 1969. Desde 1973 y hasta 2001 Prójorov fue presidente del Instituto de Física y Tecnología de Moscú. Murió en Moscú. Después de su muerte el "Instituto de Física General de la Academia Rusa de Ciencias" fue renombrado como "A. M. Prójorov Instituto de Física General de la Academia de Ciencias de Rusia". Anécdota. Sucede en la Unión Soviética, unos meses después de la muerte de Stalin. Lavrenti Beria, quien durante 15 años ha ejercido con implacable ferocidad como jefe supremo del NKVD, la policía política del régimen, cae en desgracia y es ejecutado. Finalizada la purga, los suscriptores de la Gran Enciclopedia Soviética reciben, junto con su nuevo fascículo, una circular en la que se les insta a recortar con una hoja de afeitar la entrada dedicada a Beria y sustituirla por otra que se adjunta en el sobre y que versa sobre el estrecho de Bering. «Beria», «Bering»: los astutos patrocinadores del proyecto evitan de este modo que el orden alfabético se vea alterado. En el momento de su muerte, la figura de Beria aparece glosada en las páginas del la Gran Enciclopedia a través de la consabida retórica con la que el régimen encumbra a sus héroes. Al asesino en masa, al violador compulsivo, al cerebro de la masacre del bosque de Katyn y principal artífice de la expansión de la red de campos de trabajo forzados (más conocida como Gulag) se le retrata como «ardiente amigo del proletariado». La Unión Soviética era un universo hermético, clausurado en sí mismo y, de acuerdo a los indicios más fiables, mortalmente enfermo de paranoia. Sus habitantes se hallaban privados del acceso a modelos de convivencia distintos a los que la nomenklatura les imponía. Si a los suscriptores de la Enciclopedia Soviética los hacemos destinatarios –como yo mismo he hecho al inicio de este artículo– de una mirada entre condescendiente e irónica, es porque pensamos que nosotros, en tanto miembros de sociedades democráticas y abiertas, nos consideramos inmunes a los corrosivos virus de la desinformación, a resguardo de cualquier tipo de engaño que nos empuje a vivir de espaldas a la realidad, soberanamente protegidos de los abusos en que suelen sentirse tentados de incurrir los poderosos. |
La "Gran enciclopedia soviética" se editará en España. Hay más de 30.000 juegos de la GES en las bibliotecas de 40 países. El País 10 feb 1979 Se va a editar en España, en cumplimiento de un convenio cultural firmado a finales del pasado año entre los Gobiernos soviético y español, la Gran enciclopedia soviética (GES), una monumental obra científica realizada por la editorial soviética más importante de publicaciones de ciencia e información, la Sovetskaya Entsilopediya. Esta editorial, creada en 1925, editó una gran biblioteca de información compuesta por 494 volúmenes, cuya tirada total alcanzó cerca de 64 millones de ejemplares. La GES, en sus tres ediciones, es la más importante de tales obras. Unos sesenta países tienen en sus bibliotecas más de 30.000 juegos de la GES, en sus dos primeras ediciones. En Estados Unidos, la editorial MacMillan editó en veinte tomos la GES de la tercera edición para todos los países de habla inglesa. En Grecia se han editado los primeros volúmenes y en Italia se ha comenzado ya a traducir, y existe una solicitud para ser publicada en Bangladesh. La nueva edición, la tercera, contiene alrededor de 100.000 artículos, 36.000 ilustraciones. La enciclopedia es una visión panorámica de todo el mundo de hoy en sus aspectos sociales y naturales dentro de la dinámica de su historia desde los tiempos antiguos hasta la actualidad. La GES presenta los cambios radicales que en el mapa político del mundo se han efectuado durante los veinte años últimos. A España se le dedican varios artículos. Los enciclopedistas soviéticos han realizado una enorme tarea de selección e interpretación, sobre todo en lo que concierne a los problemas de la revolución científica y técnica. Los temas de la GES se han enriquecido con capítulos tales como Técnica nuclear, Electrónica cuántica, Láser, Holografía, etcétera. Sólo al tema cósmico se dedican 350 artículos. Hay otros dedicados a la ecología, a la naturaleza de la herencia, la estructura de las proteínas o la ingeniería de los genes. Una bibliografía estrictamente seleccionada acompaña a 37.000 artículos, lo que supone una enorme reserva de información complementaria relativa a todas las cuestiones. Veinte mil artículos están dedicados a la vida y actividad de personalidades de todos los tiempos y pueblos. Toda la cultura que va contigo te espera aquí. |
Filosofía
(griego: filosofía: amor a la sabiduría). Ciencia sobre las leyes universales a que se hallan subordinados tanto el ser (es decir, la naturaleza y la sociedad) como el pensamiento del hombre, el proceso del conocimiento. La filosofía es una de las formas de la conciencia social y está determinada, en última instancia, por las relaciones económicas de la sociedad. La cuestión fundamental de la filosofía como ciencia especial estriba en el problema de la relación entre el pensar y el ser, entre la conciencia y la materia. Todo sistema filosófico constituye una solución concreta y desarrollada de dicho problema, incluso si la «cuestión fundamental» no se formula claramente en el sistema.
El término «filosofía» se encuentra por primera vez en Pitágoras; en calidad de ciencia especial, lo introdujo por primera vez Platón. La filosofía surgió en la sociedad esclavista como ciencia que unía todos los conocimientos que el hombre poseía acerca del mundo objetivo y acerca de sí mismo, cosa perfectamente natural dado el bajo nivel de desarrollo del saber en las etapas [176] primeras de la historia humana. En el curso del desarrollo de la práctica en el ámbito de la producción social, y a medida que se acumularon conocimientos científicos, ocurrió un proceso de «desprendimiento por gemación» de algunas ciencias respecto a la filosofía, a la vez que ésta se formaba como ciencia independiente. La filosofía como ciencia surge de la necesidad de estructurar una concepción general del mundo, de investigar los principios y leyes generales del mismo; surge de la exigencia de un método de pensamiento acerca de la realidad fundado en lo racional, en la lógica.
Tal necesidad hace que el problema de la relación entre el pensar y el ser se sitúe en el primer plano de la filosofía, pues toda filosofía se apoya en una u otra solución de dicho problema, lo mismo que el método y la lógica del conocimiento. A ello se debe, también, la polarización de la filosofía en dos corrientes opuestas: materialismo e idealismo; entre ellos ocupa una posición intermedia el dualismo. La lucha entre el materialismo y el idealismo atraviesa, como un hilo rojo, toda la historia de la filosofía, es una de sus fuerzas motrices fundamentales.
Esta lucha se encuentra estrechamente vinculada al desarrollo de la sociedad, a los intereses económicos, políticos e ideológicos de las clases. Al precisar la problemática específica de la ciencia filosófica, se fueron diferenciando en la propia filosofía distintas facetas en calidad de partes más o menos independientes, a veces con diferencias señaladísimas. Estas partes son: la ontología, la gnoseología, la lógica, la ética, la estética, la psicología, la sociología y la historia de la filosofía. Al mismo tiempo, ante la insuficiencia de conocimientos concretos, la filosofía intentaba sustituir las conexiones y leyes del mundo que faltaban por otras imaginarias, con lo cual se convertía en una «ciencia de las ciencias» especial, por encima de todas las demás ciencias. Respecto a la naturaleza, tal filosofía se presentaba como filosofía natural; ante la historia como filosofía de la historia.
El último sistema de este género fue el de la filosofía de Hegel. Sin embargo, a medida que los conocimientos aumentaron y se diferenciaron, desaparecieron los motivos para que existiera la filosofía como «ciencia de las ciencias». La clara concepción de la necesidad social que da origen a la filosofía como ciencia especial, la clara idea del lugar que ésta ocupa y del papel que desempeña en el conjunto de la cultura espiritual así como, por ende, de cuál es el círculo de sus problemas (su objeto) se alcanzaron por primera vez en el marxismo-leninismo (Materialismo dialéctico, Materialismo histórico). El conocimiento teórico de los fenómenos del mundo circundante no puede darse sin el pensar desarrollado en el sentido lógico. Pero, en virtud de la división del trabajo entre las ciencias, que se formó históricamente, fue precisamente la filosofía la que elaboró las categorías y leyes lógicas.
La filosofía marxista-leninista ha desarrollado y sostenido consecuentemente el principio materialista en la concepción del mundo objetivo y del pensar, principio que ha fecundado con la concepción dialéctica no como «ciencia de las formas externas del pensamiento, sino de las leyes que rigen el desarrollo de «todas las cosas materiales, naturales y espirituales», es decir, el desarrollo de todo el contenido concreto del mundo y del conocimiento del mismo, o sea, resultado, suma, conclusión de la historia del conocimiento del mundo» (V. I. Lenin, t. XXXVIII, págs. 80-81). La filosofía marxista, al considerar las formas y leyes lógicas como formas y leyes aprehendidas y comprobadas por toda la práctica humana del desarrollo de los procesos naturales, históricos y sociales, eliminó la diferenciación entre ontología, lógica y teoría del conocimiento. La coincidencia de la dialéctica, de la lógica y de la teoría del conocimiento constituye el principio cardinal de la filosofía del materialismo dialéctico. Con esto, la teoría filosófica del marxismo constituye la solución materialista dialéctica del problema fundamental de la filosofía, solución desarrollada de manera concreta, acabada en todos sus detalles. Las formas y leyes lógicas se presentan, en esta teoría, como formas y leyes universales reflejadas en la conciencia del hombre del decurso de todo proceso natural o histórico social, como grados de la reproducción teórica de los objetos en concordancia con el desarrollo real de los mismos.
La filosofía, elaborada partiendo de la concepción indicada de su papel, de su objeto y de sus tareas verdaderas en el desenvolvimiento de la cultura humana, aparece como poderoso instrumento del conocer y obrar de las personas, como factor activo en el desarrollo ulterior del conocimiento y de la práctica. Así concebida la filosofía, sus partes la psicología, la sociología, la ética y la estética se convierten cada vez más en ciencias independientes, que se consideran ciencias filosóficas sólo por el peso de la tradición. Cierto es que dicha tradición tiene su fundamento, ya que las ciencias indicadas están relacionadas en alto grado con la problemática específicamente filosófica, en particular con el problema de la relación entre el sujeto y el objeto. La filosofía facilita el desarrollo de la autoconciencia del hombre, la comprensión del lugar y del papel de los descubrimientos científicos en el sistema del progreso general de la cultura humana; con esto, proporciona una medida para valorar dichos descubrimientos y enlazar los eslabones sueltos del conocimiento en la unidad de la concepción del mundo. A las teorías burguesas contemporáneas les son inherentes tendencias antifilosóficas.
Dichas tendencias caracterizan, sobre todo, al neopositivismo, el cual declara que los problemas de la filosofía son seudoproblemas, pretende substituir el análisis filosófico del desarrollo de los conocimientos y de la práctica actuales por el análisis del «lenguaje de la ciencia», es decir, por el análisis lingüístico-semántico «de las formas externas del pensar», del idioma, de los sistemas de signos con que se expresa el pensamiento, &c. De este modo, la filosofía, en el fondo, se liquida como ciencia. De ahí que el único camino que queda para que la filosofía se desarrolle como ciencia es el del materialismo dialéctico continuador de las mejores tradiciones de la filosofía universal.
El término «filosofía» se encuentra por primera vez en Pitágoras; en calidad de ciencia especial, lo introdujo por primera vez Platón. La filosofía surgió en la sociedad esclavista como ciencia que unía todos los conocimientos que el hombre poseía acerca del mundo objetivo y acerca de sí mismo, cosa perfectamente natural dado el bajo nivel de desarrollo del saber en las etapas [176] primeras de la historia humana. En el curso del desarrollo de la práctica en el ámbito de la producción social, y a medida que se acumularon conocimientos científicos, ocurrió un proceso de «desprendimiento por gemación» de algunas ciencias respecto a la filosofía, a la vez que ésta se formaba como ciencia independiente. La filosofía como ciencia surge de la necesidad de estructurar una concepción general del mundo, de investigar los principios y leyes generales del mismo; surge de la exigencia de un método de pensamiento acerca de la realidad fundado en lo racional, en la lógica.
Tal necesidad hace que el problema de la relación entre el pensar y el ser se sitúe en el primer plano de la filosofía, pues toda filosofía se apoya en una u otra solución de dicho problema, lo mismo que el método y la lógica del conocimiento. A ello se debe, también, la polarización de la filosofía en dos corrientes opuestas: materialismo e idealismo; entre ellos ocupa una posición intermedia el dualismo. La lucha entre el materialismo y el idealismo atraviesa, como un hilo rojo, toda la historia de la filosofía, es una de sus fuerzas motrices fundamentales.
Esta lucha se encuentra estrechamente vinculada al desarrollo de la sociedad, a los intereses económicos, políticos e ideológicos de las clases. Al precisar la problemática específica de la ciencia filosófica, se fueron diferenciando en la propia filosofía distintas facetas en calidad de partes más o menos independientes, a veces con diferencias señaladísimas. Estas partes son: la ontología, la gnoseología, la lógica, la ética, la estética, la psicología, la sociología y la historia de la filosofía. Al mismo tiempo, ante la insuficiencia de conocimientos concretos, la filosofía intentaba sustituir las conexiones y leyes del mundo que faltaban por otras imaginarias, con lo cual se convertía en una «ciencia de las ciencias» especial, por encima de todas las demás ciencias. Respecto a la naturaleza, tal filosofía se presentaba como filosofía natural; ante la historia como filosofía de la historia.
El último sistema de este género fue el de la filosofía de Hegel. Sin embargo, a medida que los conocimientos aumentaron y se diferenciaron, desaparecieron los motivos para que existiera la filosofía como «ciencia de las ciencias». La clara concepción de la necesidad social que da origen a la filosofía como ciencia especial, la clara idea del lugar que ésta ocupa y del papel que desempeña en el conjunto de la cultura espiritual así como, por ende, de cuál es el círculo de sus problemas (su objeto) se alcanzaron por primera vez en el marxismo-leninismo (Materialismo dialéctico, Materialismo histórico). El conocimiento teórico de los fenómenos del mundo circundante no puede darse sin el pensar desarrollado en el sentido lógico. Pero, en virtud de la división del trabajo entre las ciencias, que se formó históricamente, fue precisamente la filosofía la que elaboró las categorías y leyes lógicas.
La filosofía marxista-leninista ha desarrollado y sostenido consecuentemente el principio materialista en la concepción del mundo objetivo y del pensar, principio que ha fecundado con la concepción dialéctica no como «ciencia de las formas externas del pensamiento, sino de las leyes que rigen el desarrollo de «todas las cosas materiales, naturales y espirituales», es decir, el desarrollo de todo el contenido concreto del mundo y del conocimiento del mismo, o sea, resultado, suma, conclusión de la historia del conocimiento del mundo» (V. I. Lenin, t. XXXVIII, págs. 80-81). La filosofía marxista, al considerar las formas y leyes lógicas como formas y leyes aprehendidas y comprobadas por toda la práctica humana del desarrollo de los procesos naturales, históricos y sociales, eliminó la diferenciación entre ontología, lógica y teoría del conocimiento. La coincidencia de la dialéctica, de la lógica y de la teoría del conocimiento constituye el principio cardinal de la filosofía del materialismo dialéctico. Con esto, la teoría filosófica del marxismo constituye la solución materialista dialéctica del problema fundamental de la filosofía, solución desarrollada de manera concreta, acabada en todos sus detalles. Las formas y leyes lógicas se presentan, en esta teoría, como formas y leyes universales reflejadas en la conciencia del hombre del decurso de todo proceso natural o histórico social, como grados de la reproducción teórica de los objetos en concordancia con el desarrollo real de los mismos.
La filosofía, elaborada partiendo de la concepción indicada de su papel, de su objeto y de sus tareas verdaderas en el desenvolvimiento de la cultura humana, aparece como poderoso instrumento del conocer y obrar de las personas, como factor activo en el desarrollo ulterior del conocimiento y de la práctica. Así concebida la filosofía, sus partes la psicología, la sociología, la ética y la estética se convierten cada vez más en ciencias independientes, que se consideran ciencias filosóficas sólo por el peso de la tradición. Cierto es que dicha tradición tiene su fundamento, ya que las ciencias indicadas están relacionadas en alto grado con la problemática específicamente filosófica, en particular con el problema de la relación entre el sujeto y el objeto. La filosofía facilita el desarrollo de la autoconciencia del hombre, la comprensión del lugar y del papel de los descubrimientos científicos en el sistema del progreso general de la cultura humana; con esto, proporciona una medida para valorar dichos descubrimientos y enlazar los eslabones sueltos del conocimiento en la unidad de la concepción del mundo. A las teorías burguesas contemporáneas les son inherentes tendencias antifilosóficas.
Dichas tendencias caracterizan, sobre todo, al neopositivismo, el cual declara que los problemas de la filosofía son seudoproblemas, pretende substituir el análisis filosófico del desarrollo de los conocimientos y de la práctica actuales por el análisis del «lenguaje de la ciencia», es decir, por el análisis lingüístico-semántico «de las formas externas del pensar», del idioma, de los sistemas de signos con que se expresa el pensamiento, &c. De este modo, la filosofía, en el fondo, se liquida como ciencia. De ahí que el único camino que queda para que la filosofía se desarrolle como ciencia es el del materialismo dialéctico continuador de las mejores tradiciones de la filosofía universal.
Filosofía analítica
Amplía corriente, bastante heterogénea, de la filosofía burguesa moderna; une distintos grupos, direcciones y filósofos que ven en el análisis del lenguaje el objetivo de la filosofía. Actualmente, la filosofía analítica se cultiva sobre todo en los Estados Unidos e Inglaterra; cuenta, asimismo ciertos partidarios y grupos en los países escandinavos, Finlandia, Australia, &c. En los Estados Unidos, esta corriente se halla representada por los filósofos del empirismo lógico y el neopragmatismo (Williard van Quine, N. Goodman, M. White). Existen, asimismo, varios analíticos americanos independientes, que no pertenecen a ninguna dirección determinada (Rog Wood Sellars y otros).
En Inglaterra, la forma dominante de la filosofía analítica es la filosofía lingüística. Mantienen una posición próxima al empirismo lógico Ayer y Karl Popper. Todas esas tendencias de la filosofía analítica aparecen como variedades del neopositivismo. Caracteriza a la mayor parte de quienes la cultivan el trasladar el centro de gravedad, en la investigación, de los problemas gnoseológicos generales a las formas y a los recursos concretos del análisis del lenguaje. En este terreno pueden señalarse dos maneras fundamentales de enfocar las cuestiones:
1) se construyen lenguas artificiales «modélicas» de estructura lógica fijada con precisión (empirismo lógico, neopragmatistas, varios analíticos «independientes»). Tales investigaciones se basan en la lógica y en la semántica lógica;
2) Se investigan las lenguas naturales históricamente dadas (filosofía lingüística). En gran medida, los trabajos de los representantes modernos de la filosofía analítica dedicados al análisis del lenguaje pierden el carácter de investigaciones filosóficas o gnoseológicas en el sentido estricto de la palabra y se convierten en investigaciones concretas sobre lógica, acerca de problemas específicamente metodológicos o de lingüística, las cuales poseen, sin duda alguna, contenido científico. En cuanto a los problemas filosóficos generales, la filosofía analítica en realidad se aparta de ellos o bien les da una solución idealista equivocada.
En Inglaterra, la forma dominante de la filosofía analítica es la filosofía lingüística. Mantienen una posición próxima al empirismo lógico Ayer y Karl Popper. Todas esas tendencias de la filosofía analítica aparecen como variedades del neopositivismo. Caracteriza a la mayor parte de quienes la cultivan el trasladar el centro de gravedad, en la investigación, de los problemas gnoseológicos generales a las formas y a los recursos concretos del análisis del lenguaje. En este terreno pueden señalarse dos maneras fundamentales de enfocar las cuestiones:
1) se construyen lenguas artificiales «modélicas» de estructura lógica fijada con precisión (empirismo lógico, neopragmatistas, varios analíticos «independientes»). Tales investigaciones se basan en la lógica y en la semántica lógica;
2) Se investigan las lenguas naturales históricamente dadas (filosofía lingüística). En gran medida, los trabajos de los representantes modernos de la filosofía analítica dedicados al análisis del lenguaje pierden el carácter de investigaciones filosóficas o gnoseológicas en el sentido estricto de la palabra y se convierten en investigaciones concretas sobre lógica, acerca de problemas específicamente metodológicos o de lingüística, las cuales poseen, sin duda alguna, contenido científico. En cuanto a los problemas filosóficos generales, la filosofía analítica en realidad se aparta de ellos o bien les da una solución idealista equivocada.
Filosofía antigua
Nombre dado al conjunto de doctrinas filosóficas desarrolladas en la antigua sociedad griega esclavista desde fines del siglo VII a. n. e. y en la antigua sociedad esclavista romana a partir del siglo II a. n. e. hasta principios del siglo VI d. n. e. La filosofía antigua constituye un fenómeno peculiar, pero no aislado en el desarrollo de la conciencia filosófica de la humanidad. Se formó sobre la base de los rudimentos de astronomía, matemática, física, &c., que llegaron a las ciudades griegas desde el Oriente; como resultado de la elaboración de la mitología antigua en arte y poesía, y también a consecuencia de la liberación del pensamiento filosófico en lo que respecta a las representaciones mitológicas sobre el mundo y el hombre, representaciones que habían mantenido prisionero a dicho pensamiento. Ya en el siglo V a. n. e. surgieron sistemas filosóficos y cosmológicos en los cuales el mito se presenta no tanto como idea fundamental cuanto como recurso expresivo para formular el pensamiento. En el siglo VI a. n. e., e incluso en el V, la filosofía y el conocimiento de la naturaleza aún no había delimitado sus esferas. Como faltaban recursos de comprobación [178] experimental: el número de hipótesis ideadas era grande. Para la filosofía, tal multiplicidad de hipótesis significaba diversidad de tipos de explicación filosófica del mundo. Esta diversidad y el nivel de la elaboración, convirtieron la filosofía antigua en escuela del pensamiento filosófico para los tiempos posteriores.
«...En las múltiples formas de la filosofía griega –escribió Engels– se contienen ya en germen, en génesis, casi todas las concepciones posteriores» (t. XX, pág. 369 - «Anti-Dühring» E.P.U., 1961, pág. 405). El punto de partida de la filosofía antigua fue el materialismo filosófico. Tales, Anaximandro, Anaxímenes, Heráclito, pese a todas las diferencias existentes entre ellos, suponían que todas las cosas proceden de un principio único y, además material. No obstante, sobre esta base ingenuamente materialista, se perfilaron pronto ciertas concepciones que condujeron más tarde al nacimiento del idealismo.
Los brotes de escisión entre las corrientes materialistas y las idealistas se dieron ya en los pensadores griegos más antiguos. En la segunda mitad del siglo V y en la primera del IV antes de nuestra era, se convirtieron en la oposición entre materialismo e idealismo. Con no menor claridad se presenta en la filosofía antigua la oposición entre el método dialéctico y el método metafísico del pensar. En esencia, muchos de los primeros filósofos griegos eran dialécticos, concebían la naturaleza como un todo y, por consiguiente, la veían en la interacción y concatenación de sus fenómenos. Durante el desarrollo de la filosofía antigua, que pasó de los mil años, el materialismo y el idealismo, la dialéctica y la metafísica constituidos en la antigua filosofía griega, experimentaron una compleja evolución que reflejaba, en última instancia, la dialéctica del desarrollo de la sociedad antigua.
Fueron materialistas, en la filosofía antigua, Empédocles, Anaxágoras, Leucipo, y Demócrito. En las enseñanzas de Sócrates y, sobre todo, de Platón se formó la doctrina del idealismo filosófico, que se contrapuso en primer lugar al materialismo de los atomistas. Desde entonces, en la filosofía antigua se dibujan netamente dos líneas principales de desarrollo, en pugna: el materialismo y el idealismo (o bien, por decirlo con palabras de Lenin, la «línea de Demócrito» y la «línea de Platón»). Oscilando entre el materialismo y el idealismo, Aristóteles expuso también sus ideas en polémica con las doctrinas anteriores y contemporáneas a su tiempo. Resulta singularmente enérgica e ingeniosa la crítica aristotélica de la teoría de las «ideas» capital en el idealismo de Platón.
En la época del helenismo, como reflejo de la crisis inicial de la polis en el sistema de esclavitud, la lucha de escuelas de la filosofía antigua vuelve a acentuarse. En aquel entonces se hizo particularmente intensa la pugna entre la escuela materialista epicúrea y la escuela estoica, en cuyas doctrinas, materialistas en el fondo, habían penetrado ampliamente elementos de idealismo. Se sitúan en primer lugar, entre los problemas filosóficos, los que conciernen a la ética, aunque basados en la concepción de la naturaleza y en la doctrina concerniente al saber y al pensar. Las escuelas filosóficas se convierten en comunidades cerradas de personas unidas por su indiferencia respecto a los acontecimientos exteriores y por un acentuado interés por las cuestiones éticas y la educación.
Al mismo tiempo, cambia la relación entre la filosofía y las ciencias especiales, aparece un nuevo tipo de hombre culto y un nuevo tipo de literatura docta, especializada, al alcance sólo de los iniciados. En la época del Imperio Romano, período en que se agudiza la crisis de la sociedad esclavista, cobra mayores vuelos la búsqueda religiosa de la abnegación y de la resignación. De este a oeste penetra y se difunde una ola de cultos, doctrinas y misterios religiosos. La propia filosofía se vuelve religiosa y, en algunas escuelas, incluso mística. Tal ocurre con el neoplatonismo y el neopitagorismo. El primero influyó sobre el desarrollo de las doctrinas filosóficas del cristianismo. En el año 529, el emperador Justiniano decretó el cierre de las escuelas filosóficas de Atenas. Pero antes ya de este decreto e independientemente de él, el ciclo fundamental de las ideas de la filosofía antigua había llegado ya al término de su desarrollo.
«...En las múltiples formas de la filosofía griega –escribió Engels– se contienen ya en germen, en génesis, casi todas las concepciones posteriores» (t. XX, pág. 369 - «Anti-Dühring» E.P.U., 1961, pág. 405). El punto de partida de la filosofía antigua fue el materialismo filosófico. Tales, Anaximandro, Anaxímenes, Heráclito, pese a todas las diferencias existentes entre ellos, suponían que todas las cosas proceden de un principio único y, además material. No obstante, sobre esta base ingenuamente materialista, se perfilaron pronto ciertas concepciones que condujeron más tarde al nacimiento del idealismo.
Los brotes de escisión entre las corrientes materialistas y las idealistas se dieron ya en los pensadores griegos más antiguos. En la segunda mitad del siglo V y en la primera del IV antes de nuestra era, se convirtieron en la oposición entre materialismo e idealismo. Con no menor claridad se presenta en la filosofía antigua la oposición entre el método dialéctico y el método metafísico del pensar. En esencia, muchos de los primeros filósofos griegos eran dialécticos, concebían la naturaleza como un todo y, por consiguiente, la veían en la interacción y concatenación de sus fenómenos. Durante el desarrollo de la filosofía antigua, que pasó de los mil años, el materialismo y el idealismo, la dialéctica y la metafísica constituidos en la antigua filosofía griega, experimentaron una compleja evolución que reflejaba, en última instancia, la dialéctica del desarrollo de la sociedad antigua.
Fueron materialistas, en la filosofía antigua, Empédocles, Anaxágoras, Leucipo, y Demócrito. En las enseñanzas de Sócrates y, sobre todo, de Platón se formó la doctrina del idealismo filosófico, que se contrapuso en primer lugar al materialismo de los atomistas. Desde entonces, en la filosofía antigua se dibujan netamente dos líneas principales de desarrollo, en pugna: el materialismo y el idealismo (o bien, por decirlo con palabras de Lenin, la «línea de Demócrito» y la «línea de Platón»). Oscilando entre el materialismo y el idealismo, Aristóteles expuso también sus ideas en polémica con las doctrinas anteriores y contemporáneas a su tiempo. Resulta singularmente enérgica e ingeniosa la crítica aristotélica de la teoría de las «ideas» capital en el idealismo de Platón.
En la época del helenismo, como reflejo de la crisis inicial de la polis en el sistema de esclavitud, la lucha de escuelas de la filosofía antigua vuelve a acentuarse. En aquel entonces se hizo particularmente intensa la pugna entre la escuela materialista epicúrea y la escuela estoica, en cuyas doctrinas, materialistas en el fondo, habían penetrado ampliamente elementos de idealismo. Se sitúan en primer lugar, entre los problemas filosóficos, los que conciernen a la ética, aunque basados en la concepción de la naturaleza y en la doctrina concerniente al saber y al pensar. Las escuelas filosóficas se convierten en comunidades cerradas de personas unidas por su indiferencia respecto a los acontecimientos exteriores y por un acentuado interés por las cuestiones éticas y la educación.
Al mismo tiempo, cambia la relación entre la filosofía y las ciencias especiales, aparece un nuevo tipo de hombre culto y un nuevo tipo de literatura docta, especializada, al alcance sólo de los iniciados. En la época del Imperio Romano, período en que se agudiza la crisis de la sociedad esclavista, cobra mayores vuelos la búsqueda religiosa de la abnegación y de la resignación. De este a oeste penetra y se difunde una ola de cultos, doctrinas y misterios religiosos. La propia filosofía se vuelve religiosa y, en algunas escuelas, incluso mística. Tal ocurre con el neoplatonismo y el neopitagorismo. El primero influyó sobre el desarrollo de las doctrinas filosóficas del cristianismo. En el año 529, el emperador Justiniano decretó el cierre de las escuelas filosóficas de Atenas. Pero antes ya de este decreto e independientemente de él, el ciclo fundamental de las ideas de la filosofía antigua había llegado ya al término de su desarrollo.
Filosofía china
Posee una larga tradición histórica. Sus fuentes se remontan a los comienzos del primer milenio a. n. e. Ya en los siglos VIII-V a. n. e., había alcanzado amplia difusión la doctrina sobre las cinco «fuerzas ciegas o primeros elementos, de la naturaleza. Los pensadores de la antigua China enseñaban que las conexiones de los cinco «primeros fundamentos»: agua, fuego, metal, madera y tierra crean toda la diversidad de los fenómenos y cosas. Existía también otro sistema de clasificación de los «primeros fundamentos» del mundo real.
En el «Libro de las transmutaciones» «Itszin») ya se citan [179] ocho «primeros fundamentos» de esa clase, cuya interacción da origen a las distintas situaciones de la realidad. No obstante, dicho libro no deja de ser, en el fondo, un texto de vaticinios. Sólo algo más tarde recibió interpretación filosófica. Las imágenes y el simbolismo del «Libro de las transmutaciones» ejercieron una extraordinaria influencia sobre el desarrollo ulterior de la filosofía china. Al mismo tiempo, se iban elaborando los principios capitales de la doctrina acerca de las fuerzas opuestas y recíprocamente ligadas, el yan y el yin, cuya acción era considerada como la causa del movimiento y de la variabilidad en la naturaleza. Eran los símbolos de la luz y de las tinieblas, los principios de lo positivo y de lo negativo, de lo masculino y de lo femenino en la naturaleza.
La antigua filosofía china sigue desarrollándose en el período que abarca los s. V-III a. n. e. Precisamente durante ese período surgieron las principales escuelas filosóficas. Testimoniaron un profundísimo interés por las cuestiones filosóficas los partidarios del taoísmo, ante todo Lao-tse y Chuang-tse; de las investigaciones gnoseológicas se ocuparon sobre todo Mo Ti (Mo-tsé) y sus discípulos. Muchos pensadores de la antigua China se interesaron por la solución del problema lógico acerca de la relación entre el concepto («el nombre») y la realidad. Mo Ti, Siun-tsé y otros consideraban que los conceptos son un reflejo de los fenómenos y cosas objetivos. Da una explicación idealista del problema, Hunsun Lun, quien alcanzó notoriedad por sus exposiciones que recuerdan las aporías de Zenón, así como por entender con un criterio en extremo absoluto el concepto y separarlo de la realidad. Su doctrina sobre los «nombres» tiene mucho de común con la doctrina de las «ideas» de Platón.
En el período indicado, Tsou Yan investigó las representaciones sobre las fuerzas yan y yin y los cinco «elementos» de la naturaleza. Alcanzaron amplia resonancia las doctrinas ético-políticas de Confucio y de Mencio (Men-tsé), las ideas de Han Fei-tsé y de otros representantes de la escuela de los «legistas» (fa kia) sobre el Estado y el derecho. Aquel fue el «siglo de oro» de la antigua filosofía china. En las cuestiones de filosofía natural, la lucha giró sobre todo alrededor de las representaciones sobre el «tian» –«cielo»–, que unos pensadores determinan como naturaleza (Siun-tsé) y para otros es una designación de una fuerza superior, rectora (Confucio, Mencio); sobre el «tao», «camino» (ley natural y absoluta), el «de», manifestaciones, cualidades; sobre el tsi, materia primera, «elementos» de la naturaleza, &c. En el campo de la ética y de la moral, se centró la atención en la teoría sobre la esencia del hombre. Las ideas de Confucio llevaron a las concepciones de Mencio sobre la bondad innata de la naturaleza humana y a las de Siun-tsé sobre la maldad innata de la misma. Gozaron de gran predicamento las teorías del individualismo, de Yan Chu, y del altruismo, de Mo-tse.
Las concepciones de la filosofía de la naturaleza formuladas por los antiguos pensadores chinos se distinguen por la insuficiencia del material empírico aprovechado. Entre el siglo III a. n. e. y el III d. n. e., las numerosas teorías sobre la filosofía de la naturaleza y cosmológicas siguen basándose en la doctrina de las cinco «fuerzas ciegas» o elementos primarios y las fuerzas polares yan y yin. Las concepciones del tsi recibieron una interpretación materialista en el sistema, seriamente argumentado, de Van Chun. Al mismo tiempo se desarrollan distintas teorías místicas, se van perfilando corrientes religiosas en el taoísmo y en el confucianismo. En los primeros siglos d. n. e., el problema central de la lucha entre materialismo e idealismo pasa a ser el de la correlación entre el «ser» y el «no ser».
En dicho período, como resultado de las influencias recíprocas, –y de la síntesis–, de las concepciones taoístas y confucianistas, se desarrollan las representaciones acerca de lo «inicial» (yuan), de la primera materia (tsi), del «tao» y otros fundamentos del ser. En el siglo I, en China empieza a penetrar y a difundirse el budismo, el cual, junto al confucianismo, y al taoísmo, se convierte en una de las tendencias dominantes del pensamiento chino. Los siglos V-VI transcurren bajo el signo del predominio del misticismo budista. En ese período, se sostuvo una lucha en torno a la doctrina budista sobre la irrealidad del mundo. Muchos pensadores manifestaron hondo interés por los problemas relativos a la correlación entre esencia y fenómeno, ser y no ser, cuerpo y alma. Los materialistas Je Chen-tian y Fan Chen sometieron a una crítica demoledora la creencia en la inmortalidad del alma.
El budismo queda como la doctrina más difundida en los siglos VII-X. Los ataques al idealismo budista partían fundamentalmente del confucianismo y del taoísmo. Como resultado de hondos progresos económicos y sociales, en el período de los siglos X-XIII se produce un florecimiento de la filosofía china. El ulterior desarrollo de la doctrina confucianista, denominada neoconfucianismo, constituyó una reacción contra el budismo y el taoísmo.
El neoconfucianismo no se limitaba ya a exponer ideas ético-políticas. En él figuran con mucha mayor amplitud y riqueza las cuestiones de ontología, de filosofía natural y de cosmogonía. El problema central era el de la relación entre el principio ideal li (ley, principio) y el principio material tsi (materia primera). Los primeros representantes del neoconfucianismo examinaban algunas cuestiones con un criterio materialista (Chou Tun-I, Chan Tsai). En el desarrollo y generalización de las ideas neoconfucianistas, corresponde un preeminente lugar a Chu Si. Respondiendo a la pregunta de qué conexiones se dan entre el li y el tsi, Chu Si sostenía, en última instancia, que el li es el elemento primario, y el tsi, el secundario. Cultivaron el idealismo subjetivo en el neoconfucianismo Lu Tsiu-yuan (Lu Sianshan) y, ante todo, Van Shou-zhen (Van Yan-min). Al primero de ellos pertenece la frase: «El mundo es mi intelecto (corazón), mi intelecto es el mundo."" Al idealismo neoconfucianista se contraponían las doctrinas materialistas de Chen Lian, E. Shi, Lo Tsin-shun, Van Tinsian. En la lucha contra la escuela ortodoxa del neoconfucianismo desempeñó un gran papel la doctrina del pensador progresivo Li Chi.
En los siglos XVII-XVIII sigue estudiándose el problema de la correlación entre el li y el tsi; lo resuelven en un sentido materialista Van Fu-Shi (Van Chuan-Shan) y Tai Zhen. La guerra del opio, en 1840, señaló el comienzo de la penetración extranjera en China. Al yugo feudal y a la agresión extranjera, el pueblo chino respondió con una poderosa sublevación campesina el movimiento «Tai-ping» en cuyo transcurso desempeñaron cierto papel ideas utópicas sobre la reestructuración de la sociedad. Posteriormente, cuando China quedó convertida en un país semicolonial, los pensadores progresivos (Tan Si-tun, Sun Yat-sen y otros) recogieron y continuaron las mejores tradiciones y las ideas materialistas de la filosofía china.
Desde que, bajo la influencia de la Gran Revolución Socialista de Octubre, se produce el movimiento del 4 de mayo de 1919, se inicia una nueva etapa en el desarrollo, del pensamiento político social y filosófico de China. El marxismo-leninismo se convierte en el arma ideológica principal en la lucha por la independencia nacional y las transformaciones revolucionarias del país, y la clase obrera, encabezada por el Partido Comunista de China pasa a ser la fuerza social dirigente.
En el «Libro de las transmutaciones» «Itszin») ya se citan [179] ocho «primeros fundamentos» de esa clase, cuya interacción da origen a las distintas situaciones de la realidad. No obstante, dicho libro no deja de ser, en el fondo, un texto de vaticinios. Sólo algo más tarde recibió interpretación filosófica. Las imágenes y el simbolismo del «Libro de las transmutaciones» ejercieron una extraordinaria influencia sobre el desarrollo ulterior de la filosofía china. Al mismo tiempo, se iban elaborando los principios capitales de la doctrina acerca de las fuerzas opuestas y recíprocamente ligadas, el yan y el yin, cuya acción era considerada como la causa del movimiento y de la variabilidad en la naturaleza. Eran los símbolos de la luz y de las tinieblas, los principios de lo positivo y de lo negativo, de lo masculino y de lo femenino en la naturaleza.
La antigua filosofía china sigue desarrollándose en el período que abarca los s. V-III a. n. e. Precisamente durante ese período surgieron las principales escuelas filosóficas. Testimoniaron un profundísimo interés por las cuestiones filosóficas los partidarios del taoísmo, ante todo Lao-tse y Chuang-tse; de las investigaciones gnoseológicas se ocuparon sobre todo Mo Ti (Mo-tsé) y sus discípulos. Muchos pensadores de la antigua China se interesaron por la solución del problema lógico acerca de la relación entre el concepto («el nombre») y la realidad. Mo Ti, Siun-tsé y otros consideraban que los conceptos son un reflejo de los fenómenos y cosas objetivos. Da una explicación idealista del problema, Hunsun Lun, quien alcanzó notoriedad por sus exposiciones que recuerdan las aporías de Zenón, así como por entender con un criterio en extremo absoluto el concepto y separarlo de la realidad. Su doctrina sobre los «nombres» tiene mucho de común con la doctrina de las «ideas» de Platón.
En el período indicado, Tsou Yan investigó las representaciones sobre las fuerzas yan y yin y los cinco «elementos» de la naturaleza. Alcanzaron amplia resonancia las doctrinas ético-políticas de Confucio y de Mencio (Men-tsé), las ideas de Han Fei-tsé y de otros representantes de la escuela de los «legistas» (fa kia) sobre el Estado y el derecho. Aquel fue el «siglo de oro» de la antigua filosofía china. En las cuestiones de filosofía natural, la lucha giró sobre todo alrededor de las representaciones sobre el «tian» –«cielo»–, que unos pensadores determinan como naturaleza (Siun-tsé) y para otros es una designación de una fuerza superior, rectora (Confucio, Mencio); sobre el «tao», «camino» (ley natural y absoluta), el «de», manifestaciones, cualidades; sobre el tsi, materia primera, «elementos» de la naturaleza, &c. En el campo de la ética y de la moral, se centró la atención en la teoría sobre la esencia del hombre. Las ideas de Confucio llevaron a las concepciones de Mencio sobre la bondad innata de la naturaleza humana y a las de Siun-tsé sobre la maldad innata de la misma. Gozaron de gran predicamento las teorías del individualismo, de Yan Chu, y del altruismo, de Mo-tse.
Las concepciones de la filosofía de la naturaleza formuladas por los antiguos pensadores chinos se distinguen por la insuficiencia del material empírico aprovechado. Entre el siglo III a. n. e. y el III d. n. e., las numerosas teorías sobre la filosofía de la naturaleza y cosmológicas siguen basándose en la doctrina de las cinco «fuerzas ciegas» o elementos primarios y las fuerzas polares yan y yin. Las concepciones del tsi recibieron una interpretación materialista en el sistema, seriamente argumentado, de Van Chun. Al mismo tiempo se desarrollan distintas teorías místicas, se van perfilando corrientes religiosas en el taoísmo y en el confucianismo. En los primeros siglos d. n. e., el problema central de la lucha entre materialismo e idealismo pasa a ser el de la correlación entre el «ser» y el «no ser».
En dicho período, como resultado de las influencias recíprocas, –y de la síntesis–, de las concepciones taoístas y confucianistas, se desarrollan las representaciones acerca de lo «inicial» (yuan), de la primera materia (tsi), del «tao» y otros fundamentos del ser. En el siglo I, en China empieza a penetrar y a difundirse el budismo, el cual, junto al confucianismo, y al taoísmo, se convierte en una de las tendencias dominantes del pensamiento chino. Los siglos V-VI transcurren bajo el signo del predominio del misticismo budista. En ese período, se sostuvo una lucha en torno a la doctrina budista sobre la irrealidad del mundo. Muchos pensadores manifestaron hondo interés por los problemas relativos a la correlación entre esencia y fenómeno, ser y no ser, cuerpo y alma. Los materialistas Je Chen-tian y Fan Chen sometieron a una crítica demoledora la creencia en la inmortalidad del alma.
El budismo queda como la doctrina más difundida en los siglos VII-X. Los ataques al idealismo budista partían fundamentalmente del confucianismo y del taoísmo. Como resultado de hondos progresos económicos y sociales, en el período de los siglos X-XIII se produce un florecimiento de la filosofía china. El ulterior desarrollo de la doctrina confucianista, denominada neoconfucianismo, constituyó una reacción contra el budismo y el taoísmo.
El neoconfucianismo no se limitaba ya a exponer ideas ético-políticas. En él figuran con mucha mayor amplitud y riqueza las cuestiones de ontología, de filosofía natural y de cosmogonía. El problema central era el de la relación entre el principio ideal li (ley, principio) y el principio material tsi (materia primera). Los primeros representantes del neoconfucianismo examinaban algunas cuestiones con un criterio materialista (Chou Tun-I, Chan Tsai). En el desarrollo y generalización de las ideas neoconfucianistas, corresponde un preeminente lugar a Chu Si. Respondiendo a la pregunta de qué conexiones se dan entre el li y el tsi, Chu Si sostenía, en última instancia, que el li es el elemento primario, y el tsi, el secundario. Cultivaron el idealismo subjetivo en el neoconfucianismo Lu Tsiu-yuan (Lu Sianshan) y, ante todo, Van Shou-zhen (Van Yan-min). Al primero de ellos pertenece la frase: «El mundo es mi intelecto (corazón), mi intelecto es el mundo."" Al idealismo neoconfucianista se contraponían las doctrinas materialistas de Chen Lian, E. Shi, Lo Tsin-shun, Van Tinsian. En la lucha contra la escuela ortodoxa del neoconfucianismo desempeñó un gran papel la doctrina del pensador progresivo Li Chi.
En los siglos XVII-XVIII sigue estudiándose el problema de la correlación entre el li y el tsi; lo resuelven en un sentido materialista Van Fu-Shi (Van Chuan-Shan) y Tai Zhen. La guerra del opio, en 1840, señaló el comienzo de la penetración extranjera en China. Al yugo feudal y a la agresión extranjera, el pueblo chino respondió con una poderosa sublevación campesina el movimiento «Tai-ping» en cuyo transcurso desempeñaron cierto papel ideas utópicas sobre la reestructuración de la sociedad. Posteriormente, cuando China quedó convertida en un país semicolonial, los pensadores progresivos (Tan Si-tun, Sun Yat-sen y otros) recogieron y continuaron las mejores tradiciones y las ideas materialistas de la filosofía china.
Desde que, bajo la influencia de la Gran Revolución Socialista de Octubre, se produce el movimiento del 4 de mayo de 1919, se inicia una nueva etapa en el desarrollo, del pensamiento político social y filosófico de China. El marxismo-leninismo se convierte en el arma ideológica principal en la lucha por la independencia nacional y las transformaciones revolucionarias del país, y la clase obrera, encabezada por el Partido Comunista de China pasa a ser la fuerza social dirigente.
Filosofía de la historia
Así se denominaba, en la filosofía anterior a Marx, la esfera del saber que se ocupaba de los problemas relativos al sentido de la historia, a sus leyes, a la dirección fundamental del desarrollo de la humanidad. Desde el punto de vista histórico, la filosofía de la historia arranca de la Antigüedad grecorromana. En la Época Moderna, la cultivaron los pensadores de la Ilustración del siglo XVIII (Voltaire, Herder, Condorcet, Montesquieu). Los hombres de la Ilustración al combatir la teologización de la historia, teologización iniciada por San Agustín, introdujeron en la filosofía de la historia la idea de causalidad, elaboraron la teoría del progreso, expusieron la idea de que el proceso histórico constituía una unidad, explicaron que el medio geográfico y social influía sobre el hombre.
En el desarrollo de la filosofía burguesa de la historia alcanzó una etapa superior la filosofía de Hegel quien concebía la historia como un proceso único, sujeto a ley, internamente necesario de autodesarrollo del espíritu, de la idea. Marx y Engels superaron la limitación de la filosofía de la historia, que se manifestaba en el carácter especulativo, apriorístico e idealista, de dicha filosofía. El descubrimiento del materialismo histórico, sirvió de base para crear una historia auténticamente científica. En la actual filosofía burguesa de la historia, las concepciones que gozan de mayor influencia son las de Toynbee y de Spengler. La mayor parte de los sociólogos e historiógrafos burgueses renuncian a la generalización filosófica de la historia, hecho que refleja el miedo de la burguesía ante las leyes históricas objetivas, que conducen al capitalismo a su fin. Ven la historia como una sucesión caótica de casualidades y rechazan los conceptos de causalidad, de sujeción a ley de progreso.
En el desarrollo de la filosofía burguesa de la historia alcanzó una etapa superior la filosofía de Hegel quien concebía la historia como un proceso único, sujeto a ley, internamente necesario de autodesarrollo del espíritu, de la idea. Marx y Engels superaron la limitación de la filosofía de la historia, que se manifestaba en el carácter especulativo, apriorístico e idealista, de dicha filosofía. El descubrimiento del materialismo histórico, sirvió de base para crear una historia auténticamente científica. En la actual filosofía burguesa de la historia, las concepciones que gozan de mayor influencia son las de Toynbee y de Spengler. La mayor parte de los sociólogos e historiógrafos burgueses renuncian a la generalización filosófica de la historia, hecho que refleja el miedo de la burguesía ante las leyes históricas objetivas, que conducen al capitalismo a su fin. Ven la historia como una sucesión caótica de casualidades y rechazan los conceptos de causalidad, de sujeción a ley de progreso.
Filosofía de la identidad
Concepción filosófica que resuelve el problema de la correlación entre el pensar y el ser, entre el espíritu y la naturaleza, partiendo del reconocimiento de su identidad absoluta. Su principio básico se halla diametralmente opuesto al de los sistemas dualistas (Dualismo). La filosofa de la identidad, como concepción filosófica determinada está unida [181] al nombre de Schelling, quien, intentando superar el dualismo de los sistemas de Kant y de Fichte, presentó un nuevo principio inicial de la filosofía monista: el de la identidad absoluta entre lo subjetivo y lo objetivo, entre lo ideal y lo real.
El principio de la identidad del pensar y del ser figura, asimismo, en la base del sistema hegeliano, mas Hegel desarrolla este principio de otra manera, pues concebía la identidad misma dialécticamente: no como algo absoluto e inmóvil, como una unidad indeterminada que se opone indiferentemente a la multiplicidad del ser, sino como la idea lógica que se desarrolla por sí misma y cuya determinación y diferenciación se encuentran en ella misma como su forma inmanente infinita.
La particularidad específica de la filosofía de la identidad y la que la diferencia de otras concepciones idealistas objetivas no estriba en el reconocimiento de la identidad entre el pensar y el ser, sino en la concepción metafísica de dicha identidad. La filosofía de la identidad, que representa uno de los intentos de resolver el problema básico de la filosofía, suprime el problema disolviendo las diferencias entre espíritu y naturaleza, entre el pensar y el ser, en el seno de la substancia absoluta e inmóvil. En la historia de la filosofía, Parménides y Spinoza expusieron concepciones próximas a la filosofía schellingiana de la identidad. En nuestros días, algunas escuelas del neotomismo propagan las ideas de la identidad metafísica entre el pensar y el ser. La filosofía monista auténticamente científica es la filosofía marxista, que funda su monismo partiendo de las ideas de unidad material y desarrollo del mundo.
El principio de la identidad del pensar y del ser figura, asimismo, en la base del sistema hegeliano, mas Hegel desarrolla este principio de otra manera, pues concebía la identidad misma dialécticamente: no como algo absoluto e inmóvil, como una unidad indeterminada que se opone indiferentemente a la multiplicidad del ser, sino como la idea lógica que se desarrolla por sí misma y cuya determinación y diferenciación se encuentran en ella misma como su forma inmanente infinita.
La particularidad específica de la filosofía de la identidad y la que la diferencia de otras concepciones idealistas objetivas no estriba en el reconocimiento de la identidad entre el pensar y el ser, sino en la concepción metafísica de dicha identidad. La filosofía de la identidad, que representa uno de los intentos de resolver el problema básico de la filosofía, suprime el problema disolviendo las diferencias entre espíritu y naturaleza, entre el pensar y el ser, en el seno de la substancia absoluta e inmóvil. En la historia de la filosofía, Parménides y Spinoza expusieron concepciones próximas a la filosofía schellingiana de la identidad. En nuestros días, algunas escuelas del neotomismo propagan las ideas de la identidad metafísica entre el pensar y el ser. La filosofía monista auténticamente científica es la filosofía marxista, que funda su monismo partiendo de las ideas de unidad material y desarrollo del mundo.
Filosofía de la vida
Corriente idealista subjetiva de la filosofía burguesa; surgió en Alemania y Francia en la linde del siglo pasado y del actual. Su principal antecesor ideológico fue Schopenhauer. El nacimiento de dicha filosofía se debió, en cierto modo, al rápido avance de la biología, de la psicología y de otras ciencias que descubrían la inconsistencia de la imagen mecanicista del mundo. La filosofía de la vida representó un intento de superar, desde posiciones idealistas, el carácter limitado del materialismo mecanicista. Su aparición señaló la crisis de la filosofía burguesa, su renuncia a la ciencia, el paso al irracionalismo y al nihilismo. Por su contenido objetivo, la filosofía de la vida constituyó una interpretación errónea, idealista, de la peculiaridad del proceso histórico-social. Se apoyaba en el concepto de la vida como principio absoluto e infinito del mundo, principio que, a diferencia de la materia y de la conciencia, se mueve de manera activa, diversa y eterna.
No es posible comprender la vida gracias a los sentidos o al pensar lógico, sólo se llega a conocer intuitivamente, sólo es accesible a la vivencia (sobre todo a la religiosa). Dentro de la filosofía de la vida, cabe distinguir dos grupos principales: uno de ellos (Bergson) concebía la vida en un sentido biológico y hacía extensivas las propiedades biológicas a toda la realidad; el otro grupo (Nietzsche, Dilthey, Simmel) concebía la vida como voluntad, como vivencia interna, como juego irracional de las fuerzas espirituales. Las ideas centrales de la filosofía de la vida han servido de fuente ideológica al existencialismo.
No es posible comprender la vida gracias a los sentidos o al pensar lógico, sólo se llega a conocer intuitivamente, sólo es accesible a la vivencia (sobre todo a la religiosa). Dentro de la filosofía de la vida, cabe distinguir dos grupos principales: uno de ellos (Bergson) concebía la vida en un sentido biológico y hacía extensivas las propiedades biológicas a toda la realidad; el otro grupo (Nietzsche, Dilthey, Simmel) concebía la vida como voluntad, como vivencia interna, como juego irracional de las fuerzas espirituales. Las ideas centrales de la filosofía de la vida han servido de fuente ideológica al existencialismo.
Filosofía del lenguaje
(conocida también bajo el nombre de «análisis lógico», «análisis lingüístico», «filosofía del lenguaje corriente»). Una de las direcciones de la filosofía analítica. Se halla difundida sobre todo en Inglaterra (Gilbert Ryle, J. Austin, J. Wisdom, y otros). En los Estados Unidos, mantienen opiniones próximas a la filosofía lingüística M. Black, P. Malcolm y otros. La fuente ideológica de esta corriente ha sido la «filosofía del sentido común», de Moore y las ideas del Wittgenstein tardío. Lo mismo que otras escuelas del neopositivismo, la filosofía lingüística niega que la filosofía sea una concepción del mundo y tiene por seudoproblemas los problemas filosóficos tradicionales, como si surgieran por la incomprensión de la naturaleza real del lenguaje, en virtud del influjo desorientador de este último sobre el pensamiento. La filosofía en cambio, ha de aclarar las dificultades que se presentan a consecuencia del empleo equivocado de palabras y proposiciones.
Como subrayan los representantes del grupo de Cambridge de la filosofía del lenguaje, la filosofía está llamada a desempeñar una función «terapéutica» a curar los achaques de nuestro lenguaje. En su afán de «superar la metafísica», los partidarios de la filosofía del lenguaje no sólo desechan la «metafísica ontológica» de la filosofía tradicional, sino que, además, negando toda posibilidad de que exista una concepción filosófica sin fisuras, niegan asimismo la «metafísica» gnoseológica del positivismo lógico con su principio de lo «dado [182] directamente», con el principio de verificación y otros. Ahora bien, es, precisamente la renuncia al carácter ideológico de la filosofía lo que hace de la filosofía del lenguaje la forma extrema y más reaccionaria del positivismo. Los partidarios de la filosofía del lenguaje, ante todo los del grupo de Oxford, considerando que el objetivo único de la filosofía es el análisis del lenguaje, no hacen objeto de su atención –a diferencia de los positivistas lógicos– los modelos artificiales de lenguaje, sino la lengua coloquial. Parten, para ello, de un principio verdadero, a saber: que no es posible expresar de manera exhaustiva la riqueza de los lenguajes hablados naturales, en los esquemas de algún «lenguaje ideal».
No obstante, al renunciar al análisis de toda la problemática gnoseológica (relación entre el lenguaje y el pensar, lazos de lenguaje con los procesos de la actividad cognoscitiva para formar las imágenes mentales, génesis de las formas de lenguaje, &c.) cuyo contexto es el único en que pueden ser estudiados con éxito los fenómenos del lenguaje, la filosofía del lenguaje condena las investigaciones a una descripción superficial de los tipos distintos del uso de las expresiones en el lenguaje, cierra el camino al estudio de una auténtica elucidación de la esencia de aquél y llega, en última instancia, al convencionalismo en su manera de interpretarlo. Según la filosofía lingüística, el lenguaje es un medio para construir el mundo, no para representarlo; se transforma en algo místico, en una fuerza que se justifica por sí misma. La justa crítica de los intentos llevados a cabo para reconstruir de manera íntegra el lenguaje en el esquema de un «lenguaje ideal» está acompañada también, en la filosofía del lenguaje, de la renuncia a la investigación del lenguaje en general a partir de la base de alguna totalidad en la plataforma teórica.
Resulta, pues, que al eludir la resolución de los problemas filosóficos básicos, la filosofía del lenguaje fracasa también en la esfera a que reduce, ilegítimamente, la investigación filosófica.
Como subrayan los representantes del grupo de Cambridge de la filosofía del lenguaje, la filosofía está llamada a desempeñar una función «terapéutica» a curar los achaques de nuestro lenguaje. En su afán de «superar la metafísica», los partidarios de la filosofía del lenguaje no sólo desechan la «metafísica ontológica» de la filosofía tradicional, sino que, además, negando toda posibilidad de que exista una concepción filosófica sin fisuras, niegan asimismo la «metafísica» gnoseológica del positivismo lógico con su principio de lo «dado [182] directamente», con el principio de verificación y otros. Ahora bien, es, precisamente la renuncia al carácter ideológico de la filosofía lo que hace de la filosofía del lenguaje la forma extrema y más reaccionaria del positivismo. Los partidarios de la filosofía del lenguaje, ante todo los del grupo de Oxford, considerando que el objetivo único de la filosofía es el análisis del lenguaje, no hacen objeto de su atención –a diferencia de los positivistas lógicos– los modelos artificiales de lenguaje, sino la lengua coloquial. Parten, para ello, de un principio verdadero, a saber: que no es posible expresar de manera exhaustiva la riqueza de los lenguajes hablados naturales, en los esquemas de algún «lenguaje ideal».
No obstante, al renunciar al análisis de toda la problemática gnoseológica (relación entre el lenguaje y el pensar, lazos de lenguaje con los procesos de la actividad cognoscitiva para formar las imágenes mentales, génesis de las formas de lenguaje, &c.) cuyo contexto es el único en que pueden ser estudiados con éxito los fenómenos del lenguaje, la filosofía del lenguaje condena las investigaciones a una descripción superficial de los tipos distintos del uso de las expresiones en el lenguaje, cierra el camino al estudio de una auténtica elucidación de la esencia de aquél y llega, en última instancia, al convencionalismo en su manera de interpretarlo. Según la filosofía lingüística, el lenguaje es un medio para construir el mundo, no para representarlo; se transforma en algo místico, en una fuerza que se justifica por sí misma. La justa crítica de los intentos llevados a cabo para reconstruir de manera íntegra el lenguaje en el esquema de un «lenguaje ideal» está acompañada también, en la filosofía del lenguaje, de la renuncia a la investigación del lenguaje en general a partir de la base de alguna totalidad en la plataforma teórica.
Resulta, pues, que al eludir la resolución de los problemas filosóficos básicos, la filosofía del lenguaje fracasa también en la esfera a que reduce, ilegítimamente, la investigación filosófica.
Filosofía especulativa
1. Sistema de principios filosóficos estructurado sin recurrir a la experiencia.
El filósofo especulativo, partiendo de la «fuerza pura de la inteligencia», establece determinados principios con los cuales intenta abarcar toda la realidad objetiva. No obstante, ni un solo sistema especulativo ha resistido la prueba del tiempo, ya que la realidad, en última instancia, ha resultado ser inconmensurablemente más rica que cualquier variedad de la filosofía especulativa. Si ésta contiene algunas conclusiones acertadas, se debe tan sólo a que presenta como definiciones especulativas suyas, propiedades de la realidad misma. El primer filósofo especulativo consecuente fue Descartes. En la actualidad, emplean en gran escala el método especulativo los escolásticos (Neotomismo).
El filósofo especulativo, partiendo de la «fuerza pura de la inteligencia», establece determinados principios con los cuales intenta abarcar toda la realidad objetiva. No obstante, ni un solo sistema especulativo ha resistido la prueba del tiempo, ya que la realidad, en última instancia, ha resultado ser inconmensurablemente más rica que cualquier variedad de la filosofía especulativa. Si ésta contiene algunas conclusiones acertadas, se debe tan sólo a que presenta como definiciones especulativas suyas, propiedades de la realidad misma. El primer filósofo especulativo consecuente fue Descartes. En la actualidad, emplean en gran escala el método especulativo los escolásticos (Neotomismo).
2. Sistemas filosóficos de Fichte, Schelling y, ante todo, de Hegel, inferidos de un principio, mediante el método deductivo dialéctico.
Según Hegel, el examen especulativo es sinónimo de análisis dialéctico. Los resultados obtenidos por esta corriente de la filosofía especulativa se explican por el hecho de que la investigación de la dialéctica de las ideas permitía conjeturar algunos aspectos de la realidad misma. No obstante, la tendencia a explicar mediante las especulaciones, costara lo que costara, la realidad entera, condujo a los representantes de dicha filosofía especulativa a la subordinación servil al objeto, de modo que se veían obligados a construir como absolutamente necesarias y universales las determinaciones más casuales e individuales del objeto. 3.
En el amplio sentido de la palabra, por pensamiento especulativo se entiende el pensamiento teórico.
Según Hegel, el examen especulativo es sinónimo de análisis dialéctico. Los resultados obtenidos por esta corriente de la filosofía especulativa se explican por el hecho de que la investigación de la dialéctica de las ideas permitía conjeturar algunos aspectos de la realidad misma. No obstante, la tendencia a explicar mediante las especulaciones, costara lo que costara, la realidad entera, condujo a los representantes de dicha filosofía especulativa a la subordinación servil al objeto, de modo que se veían obligados a construir como absolutamente necesarias y universales las determinaciones más casuales e individuales del objeto. 3.
En el amplio sentido de la palabra, por pensamiento especulativo se entiende el pensamiento teórico.
Idioma | Ruso |
---|---|
Sujeto | General |
Género | Referencia enciclopedia |
Editor | Советская Энциклопедия |
Fecha de publicación
| 1926-1981 (versión impresa) |
Tipo de medio | 30 volúmenes (tapa dura) en 1981 |
OCLC | 14476314 |
Itsukushima Shrine. |
La otra vida de la civilización soviética. El historiador Karl Schlögel publica una gran reconstrucción de la vida en la URSS, un mundo perdido que sigue influenciando con fuerza el tiempo presente. Andrea Rizzi Madrid - 13 oct 2021 Algunos acontecimientos históricos pueden verse como estallidos que generan una onda expansiva que se propaga, en el tiempo y en el espacio, más allá de la muerte del ordenamiento político en el que se encarnaron. Es el caso de la URSS, un proyecto que, según señala el historiador Karl Schlögel, no fue solo un sistema político, sino un modo de vida, un conjunto de prácticas y valores: una civilización. “Las tradiciones de cultura política, de comportamiento, de relaciones humanas sobreviven al colapso de las estructuras políticas”, observa Schlögel (Alemania, 1948) durante una entrevista concedida recientemente en Madrid. Es este uno de los pilares conceptuales sobre los que descansa El siglo soviético (Galaxia Gutenberg), un gran viaje que cartografía los restos del naufragio que Vladímir Putin calificó como la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX. La esmerada atención de Schlögel se centra en decenas de aspectos del universo soviético ―desde los ferrocarriles a las viviendas comunitarias, desde la enciclopedia soviética al desarrollo industrial―; evita una narración cronológica de conjunto, y opta por una aproximación por capítulos específicos que ilumina génesis, desarrollo, madurez y senectud de más de medio centenar de rasgos de esa utopía, algunos trascendentales, otros anecdóticos pero siempre ilustrativos. Es en buena medida el retrato de un mundo perdido, de una cultura derrotada, de un espíritu evanescente. Pero no es una autopsia. A medida en que el historiador reconstruye, se entrevén a contraluz líneas de fuga que ayudan a descifrar el espacio pos-soviético contemporáneo, un mundo convulso, que todavía no ha alcanzado la estabilización tras la caída del imperio hace tres décadas. A medida en que se reflexiona, se percibe la fuerza brutal que ciertas historias ejercen en el presente. La cultura política de fondo es obviamente uno de los elementos centrales de influencia del mundo soviético en el tiempo presente. “El hecho de que durante siete décadas no hubo oportunidad para la emergencia del pluralismo, para la afirmación de la sociedad civil, es un condicionante de gran peso. La apatía política, la expectativa de que las instituciones lo deciden todo, la escasa consideración de la responsabilidad individual, la desconfianza hacia los líderes y otros sentimientos que se afianzaron en la etapa soviética siguen siendo muy fuertes”, dice Schlögel, especializado en historia de Europa de Este y autor, entre otras obras, de Terror y utopía (Acantilado). El uso interesado por parte de los líderes rusos actuales de la experiencia soviética ―y, más en general, del pasado imperial― es otro elemento poderoso a través del que la historia influencia el presente. “Por un lado, el liderazgo es bastante hábil en utilizar el tipo de cultura política que procede del pasado e instrumentalizarlo en su agenda política. Saben que hay un gran deseo de estabilidad después de una fase muy turbulenta y movilizan astutamente todos los sentimientos relacionados con un futuro incierto”, comenta el historiador. “Por otro lado, replican la táctica de la construcción de un presunto enemigo exterior que pretende rodear la URSS (entonces) y la Rusia pos-soviética (ahora). Vladímir Putin es un maestro en agitar ciertos sentimientos, como presuntas humillaciones que Occidente pretendería infligir a los rusos”, prosigue el autor. La nostalgia de un pasado grandioso, el temor a potencias hostiles, la construcción de una imagen de patria como gran fortaleza protectora: los sentimientos clave del tiempo actual tienen una conexión fortísima con el pasado. La búsqueda de conexiones políticas internacionales y la agitación propagandística son otros rasgos de cultura política que, con debido aggiornamento, parecen venir de lejos y sobrevivir en el presente. El intento histórico de vinculación e influencia a través de la ideología comunista que Moscú llevó a cabo con partidos afines asentados en otros países ve ahora una réplica con aproximaciones interesadas con aroma a conservadurismo tradicionalista, ideologías nacionalistas, valores ortodoxos. La interferencia propagandística o la recopilación de informaciones comprometedoras ―el célebre kompromat― se mantienen hoy como entonces como herramientas de primer plano, aunque muy evolucionadas en las formas. Hay elementos de continuidad menos visibles que las grandes estrategias de los líderes. “Un factor que no debe subestimarse es que, si bien ahora hay millones de rusos que han tenido la oportunidad de viajar al exterior y comparar, la mayoría de la población no ha salido. Esto es otro fuerte elemento de continuidad”, considera Schlögel. El siglo soviético explora una plétora de derivadas del impacto de la utopía soviética en la vida cotidianas de las personas. Como es obvio, gran parte son experiencias finiquitadas, como el compartir retrete y cocina en las viviendas comunitarias, donde todavía en el año 1970 seguía viviendo un 40% de los habitantes de Moscú. La forma de vida ha cambiado, pero hay rasgos que de todas formas resuenan con viveza. El historiador narra en su capítulo dedicado al transiberiano cómo en aquella época los trenes se convirtieron en un pequeño espacio de libertad. En los largos recorridos, los viajeros, confiados por la certidumbre de que jamás volverían a ver a sus ocasionales compañeros de trayecto, intercambiaban con ellos impresiones, informaciones con cierta apertura. “En ese régimen no había posibilidad de forjar una auténtica contracultura; pero sí se estableció un segundo espacio más allá de los canales oficiales. Lo había entonces, y lo hay ahora”, dice Schlögel. En Rusia representa un reto enorme hacer crecer, vertebrar ese segundo espacio ante un liderazgo que lo obstaculiza. “El problema es cómo crear una esfera pública donde la ciudadanía puede articular sus deseos, sus demandas, si las instituciones centrales están enteramente en las manos del círculo dirigente. Cómo conectar diferentes movimientos, atmósferas, en las diferentes partes de este enorme territorio, con distancias enormes no solo en términos geográficos si no social”, argumenta el historiador. “El fin de la URSS no es solo el final del proyecto soviético, sino el colapso de un proyecto imperial más amplio. Organizar el desmontaje de un imperio es algo extraordinariamente difícil. La historia nos enseña que muy a menudo esto ha producido circunstancias dramáticas. La gestión de la descolonización requiere sentido de estado excepcional. Putin no es esa figura. Usa experiencias dramáticas, esos sentimientos, usa las debilidades de los vecinos, de Europa, de Occidente. Tiene habilidad para crecer usando las debilidades de los demás. Pero no tiene un proyecto de país”, considera el autor. La onda expansiva de la fallecida utopía soviética y del imperio del que fue el colágeno final sigue haciendo temblar buena parte de Europa. No solo las que fueran repúblicas ―Georgia y Ucrania invadidas, Bielorrusia semicontrolada, los países bálticos que sufren interferencias―, sino también países de aquel lado del telón de acero para los que el gigante ruso es un condicionante central. La forma de vivir ha cambiado. El imperio soviético es un mundo perdido, pero el legado de esa civilización sigue, de alguna manera, circulando en las venas de un inmenso territorio. |
Una lengua para quince repúblicas: la construcción de la identidad soviética. 7 mayo, 2020 por Katia Ovchinnikova La construcción de una identidad común fue, quizás, el aspecto más revolucionario del proyecto soviético. Sus artífices se enfrentaron a la necesidad de aunar bajo la misma bandera a cientos de pueblos de lenguas y culturas diferentes. Pero con el paso del tiempo el ideal de amistad entre pueblos fue perdiendo fuerza frente a la política de rusificación. La ideología se acabó convirtiendo en el sustrato de la nueva identidad soviética, promovida tanto por la propaganda como por la represión. Así, aunque la Unión Soviética cayó en 1991, el homo sovieticus sigue vivo en el mundo de hoy. La Unión Soviética realizó su séptimo y último censo poblacional en enero de 1989, que registró como ciudadanos soviéticos a 287 millones de personas, en aquel entonces suponían un 5,5% de la población mundial. Dos años más tarde, la URSS dejó de existir. En sus siete décadas de vida, la URSS no solo había conformado un Estado superlativo, sino también una identidad y una consciencia común para su población. Lejos de ser un proceso fortuito, la creación del ciudadano soviético fue fruto de un esfuerzo intelectual, político y cultural, e involucró a la religión, la lengua, el deporte, la propaganda y el adoctrinamiento. Incluso la Segunda Guerra Mundial fue convertida en un medio de formación ideológica. La sustitución de la cultura previa precisó de nuevos héroes, dispuestos a todo por el triunfo del comunismo, y villanos, una categoría lo suficientemente amplia para que cualquier sospecha de disidencia se convirtiera en motivo de persecución. Así, el Gobierno soviético construyó un nuevo sistema de valores y un imaginario colectivo a través de ingeniería social. Del internacionalismo proletario a la autarquía comunista. Las primeras reformas educativas de la joven Unión Soviética se enfrentaban a dos retos: la necesidad de aunar a un pueblo plurinacional y plurilingüe, y las altas tasas de analfabetismo, que era más acusado en zonas rurales y afectaba a más del 60% de la población. La política de likbez, un acrónimo que significa ‘liquidación del analfabetismo’, se lanzó en 1919 para abordar ambos objetivos. La likbez contemplaba la construcción de colegios temporales en los que niños y adultos aprendían ruso o su lengua materna. Para 1927, los centros educativos ya registraron casi cuatro millones de estudiantes matriculados más que en 1914, y la tasa de analfabetismo había bajado al 44%. Aun así, afectaba más a las mujeres que a los hombres, por lo que hubo campañas específicamente dirigidas a la alfabetización de la población femenina. En el plano lingüístico, en 1897 el Imperio ruso contaba con más de cien lenguas nacionales, que fueron heredadas por la URSS. El idioma ruso solo era materno para el 44% de la población, mientras que el 26% hablaba lenguas no eslavas —no emparentadas con el ruso—, lo cual dificultaba todavía más la comunicación. No obstante, al principio la diversidad étnica y lingüística no era vista como un obstáculo. El proyecto de identidad compartida no era incompatible con la multiculturalidad porque se basaba en otra variable: la conciencia de clase. En 1917, la igualdad, la soberanía y la confianza mutua fueron citadas en la Declaración de los derechos para los Pueblos de Rusia como pilares de las relaciones entre los pueblos. La declaración fue firmada por el presidente del Consejo de Comisarios del Pueblo, Vladímir Lenin, y el comisario del Pueblo de Asuntos de Nacionalidad, Iósif Stalin. Lenin era contrario a la imposición de un idioma estatal común para todos los territorios. Para él, el ruso era una lengua minoritaria que no podía ser impuesta a la mayoría plurilingüe, pues la propia idea del proletariado internacional era incompatible con la distinción de un grupo lingüístico entre otros. Sin embargo, su sucesor, Stalin, no compartía esta opinión. Tres años después de la muerte del primer dirigente de la Unión Soviética, la estrofa de un poema se convirtió en un lema político: “Aprendería ruso por la simple razón de que era la lengua de Lenin”. Bajo el Gobierno de Stalin, el nombre de Lenin se utilizó para conseguir un objetivo contrario a las creencias que él había expresado en vida: ya no era visto como un líder, sino como un símbolo ideológico. No obstante, la lengua rusa no estaba predestinada a convertirse en la base de la enseñanza y del Estado, y tampoco fue la primera opción. Tras la Revolución de Octubre, se barajó usar el esperanto para la comunicación entre los pueblos de la URSS. En un principio, los promotores del “idioma cosmopolita” aceptaron los postulados marxistas como suyos, y hubo avances en su aprendizaje, aunque a un nivel experimental. Sin embargo, las conexiones internacionales y la capacidad comunicativa del esperanto resultaron ser más un obstáculo que una ventaja, y los esperantistas fueron acusados de espionaje a partir de 1936. Por esa época, el régimen ya había comenzado a cerrarse sobre sí mismo: Stalin dio comienzo a la época de las purgas y, con ella, una nueva etapa en la construcción de la identidad soviética. a lengua rusa se convirtió en una asignatura obligatoria en todas las repúblicas soviéticas en marzo de 1938. El objetivo era conseguir un bilingüismo perfecto en las comunidades que no la hablaban de forma nativa. Para entonces, las aspiraciones de construir un proletariado internacional ya se estaban abandonando en favor de un régimen cada vez más autárquico y menos diverso lingüística y culturalmente. En Asia Central, por ejemplo, el alfabeto árabe fue sustituido por el latino en 1925 y posteriormente por el cirílico en 1938, afectando a cinco idiomas: kazajo, turkmeno, tayiko, uzbeko y kirguiso. Pero la reforma lingüística más importante tuvo que ver con el ruso, que se adoptó como lengua franca. Este proceso recibió el nombre de rusificación y se vio favorecido por la Segunda Guerra Mundial, pues el ruso se hizo imprescindible para garantizar la comunicación entre los militares. Pero esta no fue la única reforma en materia lingüística. La rusificación tuvo un éxito rotundo, como demuestra el último censo de la URSS: en 1989, el 82% de los ciudadanos soviéticos declaró que la lengua rusa era su lengua materna o secundaria. La rusificación frente a los “discapacitados del quinto grupo” Si la identidad se define como el sentimiento de pertenencia a un grupo diferenciado de los demás, el concepto de identidad nacional significa la concepción de uno mismo como parte de una nación. Pero ¿qué significado tiene la identidad nacional en un Estado plurinacional, como lo era la Unión Soviética? Los pueblos que pasaron de vivir en el Imperio ruso a la URSS no perdieron sus gentilicios propios, a menudo determinados por la lengua materna. Por el contrario, la palabra “soviético” no solo tenía un alcance mayor que las identidades nacionales, sino que funcionaba a otro nivel. Hay que entender la diferencia entre los términos “ciudadanía” y “nacionalidad” en la Unión Soviética. La primera tenía un carácter legal: la ciudadanía soviética figuraba en los documentos personales y dependía de criterios objetivos. La segunda se basaba en la pertenencia étnica y, en ocasiones, en la preferencia individual. Hoy en día, la ley de la mayor parte de exrepúblicas soviéticas define la elección de la nacionalidad como un proceso voluntario y sin consecuencias jurídicas. Pero no era así en la Unión Soviética. A la edad de dieciséis años, los ciudadanos soviéticos eran obligados a determinar su nacionalidad, que normalmente coincidía con la de sus progenitores y no estaba sujeta a cambios en un futuro. Este dato figuraba en la quinta línea de los documentos de identificación personal. Aunque la amistad entre los pueblos soviéticos estaba enunciada en la ley, no todas las nacionalidades gozaban del mismo estatus en la práctica. Los judíos, los alemanes del Volga, los chechenos, los pueblos bálticos o los tártaros de Crimea eran algunos de los grupos más afectados. Por ejemplo, los judíos tenían restringido el acceso a la universidad. La discriminación era conocida públicamente, hasta tal punto que se hablaba de “discapacitados del quinto grupo”, en referencia a la línea del documento de identificación en la que se enunciaba la nacionalidad y que discapacitaba a ciertos grupos para determinados servicios. De esta forma, dentro de la identidad soviética presuntamente igualitaria, las nacionalidades jugaban un papel importante a la hora de determinar la posición social. La persecución también afectaba a ciertas clases, entre ellos los kulaks, o terratenientes, y a los representantes de la llamada intelligentsia, intelectuales cuya obra cuestionaba los postulados de la URSS. La rusificación, aunque más patente en el ámbito lingüístico, también afectaba al plano étnico. Tras la Segunda Guerra Mundial, varios pueblos fueron acusados de colaboracionismo con Alemania y deportados a Siberia o a los desiertos de Asia Central. Este fue el destino de los tártaros de Crimea o de los alemanes del Volga. Las condiciones de vida en los campos de trabajo o gulags constituyeron, para muchos, una pena de muerte. La limpieza étnica continuó en forma de hambrunas provocadas, como el Holodomor o ‘asesinato por inanición’, que tuvo lugar en Ucrania en los años treinta. n cambio, se fomentó el asentamiento de rusos étnicos en la periferia de la URSS. Una de las estrategias, impulsada en 1933, consistía en la distribución obligatoria de estudiantes universitarios por ciudades de la Unión Soviética, que tenían que pasar tres años en el lugar asignado. De esta forma, la amistad de los pueblos pasaba inevitablemente por la mezcla, y las diferencias entre las nacionalidades se iban desvaneciendo con el paso del tiempo. En el caso de familias mixtas, los jóvenes tenían la posibilidad de elegir la nacionalidad de cualquiera de sus progenitores. En estos casos, la rusa prevalecía muchas veces sobre la nacionalidad minoritaria si se trataba de alguna de las nacionalidades “del quinto grupo”. La ideología como medio y como fin Para que exista la identidad, es necesaria la autoidentificación. Es por ello por lo que la construcción del pueblo soviético era un proceso eminentemente persuasivo. No bastaba con imponer, sino que era necesario convencer a más de doscientos millones de personas de que pertenecían a un núcleo común; uniformar sus sistemas de valores y erigir al Partido en la autoridad suprema a nivel político, social y moral. Inevitablemente, la ideología se convirtió en la piedra angular del sistema. Los ciudadanos soviéticos vivían la ideología en cada una de sus etapas vitales y desde los primeros años de la infancia. A partir de los siete años, los niños entraban a formar parte de los Pequeños Octubristas, un grupo que recibió su nombre en honor a la Revolución de 1917. A los nueve años, los octubristas se convertían en pioneros, el segundo nivel del mecanismo de construcción ideológica. Ambas agrupaciones infantojuveniles tenían insignias y rituales propios, a menudo militarizados. La construcción del imaginario colectivo también se sirvió de la ficción con un doble objetivo: dignificar a la Unión Soviética y modelar las pautas de comportamiento deseadas. Así, Vladímir Lenin se convirtió póstumamente en una figura de referencia para niños y niñas soviéticos. Pero ya no se trataba de un hombre con gorro y perilla, sino de un niño valiente, disciplinado y honesto. Los cuentos sobre el pequeño Lenin, al igual que el resto de la literatura juvenil promovida desde el Partido, enseñaban a los más pequeños los valores y las prioridades del ciudadano soviético. No se trataba de mensajes subliminales, sino de máximas claras y adaptadas a la vida cotidiana sobre, por ejemplo, “qué está bien y qué está mal”. La literatura no era el único mecanismo de trasmisión de valores. El culto a las personalidades era una forma de encomiar las conductas que favorecían al régimen. Uno de los primeros referentes soviéticos era Pavlik Morozov, un adolescente que había denunciado a su padre ante las autoridades. Las denuncias ciudadanas eran una de las formas más efectivas del control individual durante los años del Gran Terror estalinista de los años treinta, y la historia de Pavlik enseñaba a los más pequeños que la familia no siempre estaba por encima de todo. El patriotismo era otro valor altamente promovido en la enseñanza y literatura infantil. De esta forma, los niños mártires de la Segunda Guerra Mundial —que la URSS llamó Gran Guerra Patriótica— eran citados como ejemplo a seguir por su lucha contra el nazismo. En tiempos de paz, los modelos a seguir eran los Héroes del Trabajo Socialista, premiados por su singular aportación a la industria o a la agricultura, por ejemplo al haber mejorado el proceso de recogida de hojas de té. La formación ideológica continuaba en la edad adulta. La etapa siguiente a la de los pioneros era el Komsomol, o Unión Comunista de la Juventud. Aunque la membresía en Komsomol no era obligatoria, sí era necesaria para acceder a la Universidad o al mercado de trabajo. El moldeamiento de la identidad continuaba en el campo de los lemas, deportes, radio y literatura. “Estudiante, haz el máximo esfuerzo”, “Papá, no bebas”, “Camaradas, haced deporte”, “Termina el proyecto antes de la fecha límite” eran algunas de las consignas enunciadas en las pancartas. Los medios de comunicación, la literatura y, más tarde, el cine, contribuían a la construcción del estilo de vida soviético en la vida adulta. Pero los esfuerzos individuales tenían que servir a un fin colectivo: la construcción de un pueblo perfecto. En el imaginario soviético, esta perfección solo podía ser alcanzada a través de la uniformidad. La estandarización llegaba a todos los niveles: la educación, el entretenimiento, la ropa, las celebraciones, los programas de radio, los libros e incluso la comida eran iguales a lo largo de la Unión Soviética. El Estado contaba con un mismo sistema de estándares de calidad que especificaba la composición de alimentos, ropa o vehículos para toda la URSS. A pesar de la autarquía y la cerrazón del régimen soviético, la ideología no negaba la existencia del mundo exterior. Pero la opacidad del telón de acero permitía distorsionar la imagen de los países europeos y, sobre todo, de Estados Unidos, países asociados con el imperialismo y el capitalismo, y fuentes de desempleo y explotación. Con el paso del tiempo, los esfuerzos propagandísticos empezaron a ser insuficientes para hacer frente a la realidad. La muerte de Stalin en 1953 y la posterior política de desestalinización de Nikita Kruschev significaron, entre otras cosas, una apertura al turismo: empezaron a llegar viajeros extranjeros a la URSS y progresivamente se fueron levantando los límites legales para que los soviéticos viajaran al extranjero. Junto con las fronteras, la ideología y el telón de acero se volvían cada vez más permeables. En 1985, las reformas de glásnost y perestroika de Mijaíl Gorbachov impulsaron aún más los cambios irreversibles en el imaginario colectivo. |
Panorama general de la filosofía rusa en el siglo XX.
Ramsés Oviedo Pérez
febrero 26, 2020
Resumen: En este artículo se hace un recorrido a través de las posturas y teorías filosóficas que impactaron en los pensadores rusos del siglo XX.
Introducción
El siglo XX en Rusia es un siglo indudablemente complejo por sus transformaciones sociales, económicas, políticas e intelectuales. En materia filosófica y sociológica hay un gran desarrollo teórico y cultural. Muchos consideran que en el siglo XX sólo hubo marxismo-leninismo, idea por demás exagerada. Lo cierto es que la filosofía implantada en el Imperio Soviético durante más de 50 años, impuso una ideología que implicó un marco metodológico para el pensar filosófico. Pero hubo otras corrientes filosóficas que orquestaron el siglo.
En este artículo, trataré de presentar un panorama general de la filosofía rusa que se desarrolló en el siglo XX. El problema que se plantea es: ¿qué variantes presenta la filosofía rusa durante el siglo XX? Está claro que la exposición se tiene que desdoblar en dos planos: el histórico y el filosófico. El primero nos muestra fechas y procesos. El segundo investiga el núcleo, desarrollo y curso de las ideas filosóficas. Para comprender el significado del pensamiento ruso de forma necesaria se sintetizan ambos.
De esta suerte, Bernard Jeu (1981) observa que “interpretar correctamente la aportación y el alcance de la filosofía rusa es un empresa delicada” (p. 279). Con esta advertencia, dividiré mi exposición en cuatro puntos: 1) revisión de la filosofía rusa de finales del siglo XIX; 2) la filosofía durante el período leninista y estalinista; 3) la consideración de la filosofía durante el proceso de desestalinización; y 4) la filosofía entrada la etapa de la llamada Perestroika.
La filosofía de finales de siglo XIX
Hacia finales de la década de 1880 el marxismo penetró el pensamiento ruso. Un pionero en este sentido fue Gueorgui Valentínovich Plejánov, quien en 1883 fundó una de las primeras organizaciones marxistas, el grupo Emancipación del Trabajo. Plejánov fue influido por el democratismo de Chernishevski y el populismo de Piotr Lavrovich Lavrov y Mijail Bakunin, a quien más tarde criticaría y refutaría. Plejánov nació en 1856. En estas fechas oscilan polémicas en torno a la transformación capitalista de Rusia. El hegelianismo, tal y como cuenta en sus memorias Aleksandr Herzen, gozaba de bastante reputación. Nikolai Stankevich fue uno de los responsables de la hegelianización de Rusia (Jeu, 1981, p. 259). El tema predilecto era el desarrollo histórico. Tema inculcado desde la revuelta Decembrista de 1825. Una de las obras más brillantes de Plejánov es El papel del individuo en la historia donde estudia la dialéctica de lo general, lo singular y lo único en el desarrollo sujeto a leyes de la vida social. Plejánov fue un duro crítico del populismo. Como mencheviche enfrentó a Lenin en el contexto de la revolución de octubre de 1917, aunque Lenin jamás dejó de reconocer a Plejánov.
Hacia el final del siglo XIX la actividad filosófica no cesa. En Alemania, Nietzsche sigue preso de su locura. Asimismo el neokantismo va viento en popa. Husserl publica en 1900 el primer volumen de Investigaciones Lógicas. El empiriocriticismo de Ernst Mach y Richard Avenarius comienza a ser asimilado. En las luchas ideológicas de principios del siglo XX toma lugar el positivismo de la segunda oleada. Cabe mencionar los casos de Vladimir Victorovich Lesevich, Konstantin Dmitrievich Kavelin y Nikolái Fiódorovich Fiódorov. Lesevich fue un ingeniero militar exiliado en Siberia que siguió la filosofía de Avenarius. Kavelin, conocedor de Schelling y Hegel, consideró que la filosofía debe convertirse en una ciencia psicológica. Fiódorov, cristiano y bibliotecario, consideró la posibilidad de la resurrección de los cuerpos. En la historia del pensamiento ruso Fiódorov destaca por haber sido el fundador del llamado “cosmismo” y, por su considerada idea de la necesidad de la expansión de la humanidad por la vía científica y tecnológica. Es un precursor del llamado “transhumanismo”. En este contexto el positivismo de Comte, Mill y Spencer influyó, pero después pierde interés por el “empiriocriticismo”.
En la transición al siglo XX la filosofía de la religión se alinea en la influencia de Vladimir Soloviev. En general, rechaza el intelectualismo –al estilo tomista– para llegar a Dios. En la corriente espiritualista descuellan: Sylvestre S. Gogozki, un curioso autor que intentó hacer la primera enciclopedia filosófica en Rusia; Nikolai S. Strajov, quien eclécticamente bebió tanto del empirismo como del cartesianismo, el atomismo y el hegelianismo; Aleksey A. Koslov, profesor de Kiev, el cual presentó un sistema que denominó “pansiquismo”; Konstantin K. Leontiev, cónsul en Turquía, luego monje, que defendió una mística individualista; Vladimir F. Ern, opositor flagrante del racionalismo occidental; y digno de mención, es Soloviev (1853-1900), cuya filosofía se podría resumir en una teosofía teocrática teúrgica, esto es, una filosofía espiritualista que considera el conocimiento de Dios a través de una organización cristiana del mundo que se abra camino por un arte místico.
Soloviev acuñó para eso el concepto de Sobornost (Собо́рность), que significa, literalmente, “el espíritu comunal”. Es un intento de espiritualizar en sentido comunitario una iglesia (situada en medio de la lucha de clases) donde el conjunto de los individuos conforman la personalidad colectiva de los cristianos. Esta idea está inserta en una gruesa tradición filosófica. Se trata de la idea de unidad/pluralidad. Sólo que Soloviev la espiritualiza con un tamiz cristiano y critica así la teología política oficial. Él contribuyó a desarrollar una filosofía de los derechos humanos centrada en la doctrina del pueblo “portador de Dios” (Demenchónok, 2004, p. 154).
Así, la filosofía rusa agregó un enfoque cristiano-oriental al pensamiento cristiano-occidental (Demenchónok, 2004, p. 149). Para los historiadores de la filosofía soviéticos, esta filosofía de la religión es vista como un pensamiento filosófico burgués. En el Tomo 2 de la Historia de la filosofía publicada en Moscú en 1978, leemos lo siguiente:
En la segunda mitad del siglo XIX, la filosofía burguesa sigue fundamentalmente los dos principales derroteros por donde discurría al comenzar su declive en la primera mitad de la centuria. De un lado encontramos corrientes que pretenden dar una interpretación filosófica del conocimiento científico y que, en realidad, introducen el agnosticismo y el idealismo en la ciencia de la naturaleza y de la sociedad. De otro se propagan cada vez más extensamente las tendencias irracionalistas, más o menos descaradamente hostiles a la ciencia y al progreso social (p.142).
Es un hecho que los acontecimientos políticos de principios del siglo XX provocan que el curso de las corrientes principales se deconstruyan. En esos mismos años fallecen varios filósofos de la vieja Rusia: Plejánov en 1918 y Piotr A. Kropotkin en 1921. Tras la muerte de Lenin en 1924, el simbolismo revolucionario de la desacralización de la monarquía adopta otras formas de ejercicio del poder. Hacia 1922 comienza una emigración rusa. Se da el exilio. Uno de los resultados se expresó en la filosofía antisoviética (como encontramos en el existencialismo de Nikolai Berdiáiev, quien sostenía, ad sensu contrario de la filosofía soviética, que el individuo constituye el terreno de las potencias irracionales de la historia).
La filosofía durante el período leninista-estalinista: la burocratización soviética de la filosofía
A partir de la Revolución de octubre de 1917 el ateísmo proclamado por el materialismo dialéctico supuso una fuerte crítica contra las corrientes espiritualistas de la filosofía rusa. ¿Qué motivó este cambio? Se trata de la implantación del marxismo desde la perspectiva filosófica de Lenin (leninismo), misma que sería retomada durante el régimen estalinista. La revolución de octubre era la proyección de una filosofía determinada. Con la euforia de la “dictadura del proletariado” la filosofía estuvo prácticamente administrada por el Estado.
En general, en el umbral de este sistema político el poder bolchevique constituyó sus propias instituciones: Proletkult; Consejo de Comisarios del Pueblo; Partido Comunista de Rusia; Academia Socialista de Ciencias Sociales; Internacional Comunista (Komintern); Academia Socialista; Universidad Comunista Sverdlov; Instituto K. Marx y F. Engels; Instituto de Profesores Rojos; Instituto de Filosofía Científica; Instituto Lenin del CC; Academia Comunista; Asociación Rusa de Institutos de Investigación en Ciencias Sociales; Instituto de Filosofía de la Academia Comunista; Instituto Marx-Engels-Lenin del Comité Central del PCU; Instituto de Filosofía de la Academia de Ciencias de la URSS.[1]
Durante la dictadura del proletariado hubo “purgas” que arrasaron con científicos, filósofos, escritores y artistas que no participaban del sistema oficial. Entre los escritores están I. Babel, O. Mandelshtam, I. Meyerjold. Entre los filósofos, N. Karev, I. Luppol, Y. Sten, S. Semkovsky, G. Shpet, P. Florensky. Los filósofos de la filosofía soviética son: Adoratsky, Alexandrov, Blauberg, Bogdanov, Bujarin, Deborin, Dynnik, Egorov, Fedoséyev, Hessen, Iudin, Kedrov, Konstantinov, Kruzhov, Lenin, Mitin, Nevski, Pokrovski, Pospelov, Riazánov, Rosental, Speth, Stalin, Svetlov, Trotski, Vasetsky, entre otros. Muchos de ellos estuvieron relacionados con las instituciones ya citadas.
En este campo de análisis, la acentuación en la filosofía marxista-leninista causó la burocratización de la filosofía, en la medida que el conjunto de representaciones filosóficas ajenas al discurso oficial marxista-leninista, era frenado sin ton ni son. Tiene un significado sociológico hablar de la burocratización soviética de la filosofía teniendo en cuenta el modo de organización del discurso filosófico durante el período leninista y stalinista. La política observó obsesivamente a la filosofía. Entre 1922 y 1956 el sistema soviético no paró de “purgar” a su sociedad.
Habría que subrayar que un texto sin duda representativo de la filosofía soviética es el Diccionario filosófico firmado en 1939 por Mark Moisevich Rosental y Pavel Fedorovich Iudin. En él se sintetiza la filosofía políticamente implantada del Imperio Soviético. Se tradujo a diferentes lenguas. La obra tuvo varias ediciones: la 2ª en 1940, la 3ª en 1952, tras la “Gran Guerra Patria” (eufemismo soviético), y la 4ª en 1954. Dependiendo el momento, el diccionario sufre cambios de adecuación. Tuvo numerosísimas reediciones en Iberoamérica. El diccionario iniciado por Rosental y Iudin, en todo caso, como dice Gustavo Bueno Sánchez,
[…] permite vislumbrar la ortodoxia que para muchos millones de hombres fue suponiendo el diamat durante buena parte del siglo XX, y sirve de guía para advertir importantes influencias filosóficas e ideológicas que estuvieron vivas durante décadas […] También para confirmar la simplicidad, rudeza y pedantería de aquella filosofía fermentada en las instituciones académicas de la Unión Soviética.
Es decir, la filosofía soviética impuso un lenguaje de símbolos cuya condición era crear nuevos significados y expresar una nueva vida mediante un cuidadoso control político (Figes, Kolonitskii, 2001).
La filosofía durante el período de desestalinización
Como resultado de la muerte de Stalin el 5 de marzo de 1953 la sociedad rusa empieza un lento proceso de “desestalinización”. Tras aquel discurso famoso de Jrushchov en 1956, se reblandece progresivamente la burocratización socialista de la filosofía. En los años 60-70 la filosofía de la ciencia, según la perspectiva de V. S. Stiopin, retoma un lugar importante. Hay un cambio temático. Se presentan problemas relativos a cuestiones de la lógica y metodología de la investigación científica. Tan sólo recordemos este detalle: la obra de Thomas Kuhn La estructura de las revoluciones científicas (1962) se difundió rápidamente por Europa. En Rusia no se hizo esperar. Además, consideremos la preocupación científica de la URSS durante la Guerra Fría.
La célebre ponencia que presentó Boris Hessen en 1931 en el II Congreso Internacional de Historia de la Ciencia, reconoció la importancia de la ciencia para la renovación de Rusia. Aunque el tema principal de Hessen fuera el estudio de la influencia social en la mecánica de Newton, no obstante, su valor social para la investigación científica en Rusia sigue siendo vigente. La ciencia va a ser tema constitutivo de la filosofía rusa de los años 60 y 70.
Sintomático también de este período es el inicio de cierta liberalización política. El marxismo renace en los años 60: Marcuse, Fromm, Adorno y Habermas son una demostración de la revaloración de Marx en la segunda mitad del siglo XX. En Rusia, Évald V. Iliénkov, o el “último marxista del lado soviético”, trabajó la teoría del conocimiento, la lógica y la dialéctica desde un punto de vista materialista. Criticó el positivismo. Publicó en 1960, pese a la censura, La dialéctica de lo abstracto y lo concreto. Pero su vida fue trágica: se suicidó en 1979.
En estos años asimismo se gesta el estructuralismo en Rusia y la filosofía del lenguaje. En momentos de tenso totalitarismo, Roman Jakobson y Mijaíl Bajtín tuvieron un papel muy importante. La penetración y ahondamiento de su filosofía presenta un influyente interés en los debates de la filosofía occidental y continental.
La situación de la filosofía ante la Perestroika
Con Gorbachov, Rusia experimentó cambios no sólo ideológicos sino de política interna e externa cuyo engranaje era la restructuración socio-económica de la Unión Soviética. Aquí recordemos la retórica del propio Gorbachov:
“[…] nosotros, en la dirección soviética, hemos llegado a la conclusión y no nos cansaremos de repetirla, de que es indispensable un nuevo pensamiento político”.
Esto se tradujo prácticamente en el “escucha y apunta” de Rusia con Estados Unidos. El destacado ensayista Mikhail N. Epstein sostuvo en 1992 que la Rusia pos-soviética tuvo procesos muy contradictorios con la cultura. Al grado, dice él, que “para la cultura, las consecuencias inmediatas de la democratización resultaron dolorosas y devastadoras”. En el contexto del pensamiento filosófico, Burguete Ayala (2000) en su estudio sobre la filosofía de la ciencia a finales del siglo XX en Rusia, advierte lo siguiente:
La desintegración de la Unión Soviética, el surgimiento de la Federación Rusa como un estado independiente y las reformas de los años 90, que pretendían una modernización radical del País, han planteado la posibilidad y la necesidad urgente no sólo de conservar el potencial científico acumulado con tanta dificultad, sino de convertir a la ciencia en uno de los instrumentos básicos, que harían posible la realización de las transformaciones radicales que necesitaba la sociedad. Pero esto, como ya hemos señalado, no ha ocurrido (p.97).
Lo cual presenta una situación paradójica: antes de la desintegración de la URSS el estado subvencionaba la investigación científica por diversas instituciones. La Perestroika trajo consigo una caída de la inversión en el ramo industrial. Veamos un dato: en 1900 el número de trabajadores de la ciencia era de 1, 500,300 y en el año de 1996 sólo era de 671,000. Y para 1997 no superaba los 455,000, según Varshavsky. La crisis del llamado modelo socialista arrasó con todo. En última instancia, este hecho ayudar a explicar que en el año 2000 Putin considerase que la ciencia es la “reserva estratégica más importante” [sic] de Rusia.
Paralelamente, el debate sobre la “idea rusa” continúa con un amplio espectro de posiciones que varían, según la perspectiva de Demenchónok (2004), desde una exploración profunda de la herencia cultural hasta el nacionalismo politizado. En este sentido, Aleksandr Dugin es un notable filósofo ruso, con diversas obras publicadas, quien sin seguir con la reflexión gnoseológica, presenta una teorización política de gran interés. Para interpretar el pasado reciente de la política rusa, Dugin ha desarrollado la idea de una “cuarta teoría política”. Dugin considera que marxismo, socialismo y liberalismo son teorías obsoletas para interpretar el presente político. Considerada en el plano de la filosofía política, resulta ser una propuesta polémica.
Muy cerca con esta tematización, Sergei S. Joruzhy, en su libro Después de la ruptura. Caminos de la filosofía rusa (1994), estudia la filosofía de la religión rusa. Examina el tema de la Sobornost (que ya citamos arriba). En su intento por revalorizar el pasado, considera que la filosofía de L. P. Karsavin, resulta importante en las teorizaciones sobre las organizaciones, partidos, naciones.
Arseny Guliga ha analizado la evolución de la idea de identidad nacional en Rusia. Ha mostrado que las filosofías rusa y occidental tienen raíces en común, aunque cada una su propia originalidad.[2] Tatyana Vyazovik, por su parte, ha analizado la variante rusa del libertarismo. A su juicio, los “principios del liberalismo” no fueron debidamente aplicados en Rusia, por lo que hubo vaguedad y degradación. Así, la autora afirma que es necesario para la democratización de Rusia la implementación de los “principios liberales”.
Definitivamente, la última década del siglo XX manifestó un creciente interés por la historia del neoliberalismo en Rusia. Por resumir a Erikh Y. Solovyov, estudioso del neoliberalismo ruso, podríamos afirmar que se trata de un fenómeno enraizado en la Reforma protestante. Para Solovyov, la libertad de conciencia es la línea de justificación ética de los derechos humanos. La lucha por la tolerancia religiosa plantea la lucha por la libertad del individuo y por el derecho a la propiedad. Solovyov muestra que Rusia pasó por un proceso semejante a la Reforma. Sin embargo, considera –no sin polémica– que el proceso de reformas liberales fue interrumpido por el bolchevismo. En gran medida, considera que la Constitución Política de la Federación Rusa de 1993 da continuidad al proyecto liberal emergido a principios del siglo XX.
Pensar los últimos años del siglo XX en filosofía, obliga a considerar a Abdusalam A. Guseynov (1939), quien es un filósofo adscrito al Instituto de Filosofía de la Academia Rusa de Ciencias, con varios libros sobre la filosofía, moralidad y política. Ha analizado la demagogia moral, que define como el abuso de una evaluación moral que trata de encubrir el crecimiento moral de una nación por medio de la degradación moral de otros. A su juicio, la demagogia moral se usa para justificar la violencia. Guseynov critica el maniqueísmo moral del nacionalismo extremo en tanto los intereses particulares de una nación se autolegitiman como los intereses universales, y a partir de ahí divide a las naciones en buenas y malas. Lo cito:
“la originalidad de una nación es posible sólo en un espacio supranacional y consiste en la comprensión y realización específica de las ideas humanas supranacionales universales”.
Esta afirmación, si bien cuestionable por su credo apriorístico de las “ideas humanas supranacionales universales”, revela una crítica filosófica contra los discursos demagógicos de la Rusia contemporánea. No obstante, se trata de un filósofo que ha problematizado los grandes tema de la ética.
Reflexiones finales
Según este breve panorama, podemos concluir que a lo largo del siglo XX en Rusia figuran diversas corrientes: eslavofilismo (Iván Ilín), simbolismo (Ivanovitch Ivanov), misticismo (Georges Gurdjieff), filosofía de la religión (Soloviev), neohegelianismo (Borís. N. Chicherin), estudios sobre lógica, filosofía de la ciencia, filosofía política. Particularmente la filosofía rusa estuvo influida por la filosofía occidental. Y más aún: la filosofía occidental del siglo XX (tomada en su conjunto) tiene grandes referencias de Tolstoi, Dostoiewsky, Plejánov, Soloviev, Berdiaev y Lenin (¡de quién más!).
Un punto que quisiera señalar es que la carencia de asignaturas de “Filosofía rusa” en la mayoría (si no en todas) de las propuestas curriculares[3] de las licenciaturas de Filosofía en México, repercute en el desconocimiento del sentido y significado de la filosofía rusa. Se trata de algo en lo que, tanto la prensa de orientación rusófila como la “historiografía de las ideas” en Latinoamérica, no han reparado lo suficiente. Este problema debe ser resuelto aún más considerando la “reveladora” posición geopolítica de Rusia en el mundo contemporáneo. Al pretender escribir este artículo no se ha buscado más que dar una pequeña introducción a la filosofía rusa. Luego será momento para ver cuál fue la influencia del posmodernismo en el pensamiento ruso. En todo caso, donde se puede conocer la actividad actual de la filosofía rusa es el Instituto de Filosofía de la Academia Rusa de Ciencias.[4]
Si para terminar debiera indicar un atisbo inmediatamente general de la filosofía rusa, creo que resulta muy ilustrativa esta cita del tomo 2 de Historia de la filosofía donde se puede percibir la enseñanza más genuina del ejercicio filosófico en la Rusia del siglo XX:
[…] la historia de la filosofía es un proceso complejo y contradictorio del reflejo de la existencia natural y social en la conciencia de los ideólogos de las diversas clases y grupos sociales. La historia de la filosofía [rusa] nos muestra que la andadura del pensamiento filosófico nunca fue acompasada y “apacible”, libre de contradicciones y luchas. En realidad, la filosofía siempre fue partidista, siempre expresó los intereses de las clases contendientes (pp.444-445. Énfasis mío).
Sobre el simbolismo de esta candente polémica se alza la pluralidad de filosofías. Ello fue posible, en particular, por un acontecimiento que marcó su devenir: la Revolución de octubre –y, como tal, se trató de la influencia real de lo político en la filosofía.
Bibliografía
Burguete Ayala, R. (2000). “La filosofía de la ciencia y la filosofía de la técnica en Rusia (1995-2000)”. Éndoxa: Series Filosóficas, 13, pp. 91-119.
Demenchónok, E. (2004). “Democracia y cultura en Rusia”. En R. Fornet-Betancourt y J. A. Senent (Eds.), Filosofía para la convivencia: caminos de diálogo norte-sur (pp. 145-166). Sevilla: Mad.
Figes, O., Kolonitskii, B. (2001). Interpretar la revolución rusa. Madrid: Biblioteca Nueva.
Iovchuk, M. T., et al. (1978). Historia de la filosofía marxista-leninista. Moscú: Progreso.
Jea, B. (1981). “La filosofía rusa”. En Belaval, I., Las filosofías nacionales. Siglos XIX y XX (pp. 229-283). México: Siglo XXI.
Zenkovsky, B. (1967). Historia de la filosofía rusa. Buenos Aires: Eudeba.
[1] Para más detalles de cada una véase: http://filosofia.org/urss/qfi.htm#mel.
[2] No convendría asociar la idea de “originalidad” mistificada por Leopoldo Zea en el contexto mexicano.
[3] Si bien existe la presencia curricular de tópicos selectos de “Marxismo-leninismo”, no está del todo asentado en la mayoría de los planes y programas curriculares el estudio de la filosofía rusa.
[4] Página web: https://iphras.ru/ Facebook: https://www.facebook.com/Институт-философии-РАН-ИФ-РАН-258530914187146/
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