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Libro de Proverbios, 8 20, de la Biblia. "Yo camino por la senda de la justicia, por los senderos de la equidad."

viernes, 18 de mayo de 2012

85.-Historia de la Literatura, por el P. Manuel Poncelis; Juan Andrés.-a


Luis Alberto Bustamante Robin; Jose Guillermo Gonzalez Cornejo; Jennifer Angelica Ponce Ponce; Francia Carolina Vera Valdes;  Carolina Ivonne Reyes Candia; Mario Alberto  Correa Manríquez; Enrique Alejandro Valenzuela Erazo; Gardo Francisco Valencia Avaria; Alvaro Gonzalo  Andaur Medina; Carla Veronica Barrientos Melendez;  Luis Alberto Cortes Aguilera; Ricardo Adolfo  Price Toro;  Julio César  Gil Saladrina; Ivette Renee Mourguet Besoain; Marcelo Andres Oyarse Reyes; Franco Gonzalez Fortunatti; Patricio Ernesto Hernández Jara;  Demetrio Protopsaltis Palma; Katherine Alejandra Del Carmen  Lafoy Guzmán; 

  

Historia de la Literatura, por el P. Manuel Poncelis de la Compañía de Jesús.


Segunda edición corregida y aumentada. Paperback – 1891

by Manuel Poncelis (Author)

Incluye índice y lista alfabética de los autores contenidos en el libro.
Descripción: 478 p. ; 24 cm.

Introducción.



La historia de la literatura estudia el desarrollo histórico de las obras escritas (ya sea para ser leídas o representadas) en prosa o en verso cuyo objetivo sea el de entretener, iluminar o instruir a un lector, oyente u observador. De la misma manera, la historia de la literatura se ocupa preferentemente del desarrollo, la variación y la evolución de las técnicas literarias utilizadas para hacer efectiva la comunicación de estas obras. Su objetivo no es, pues, únicamente el de compilar una lista de aportaciones literarias a lo largo de la historia, sino primordialmente el de explicar las características literarias de cada etapa y lugar, entender los cambios y evoluciones y conocer las influencias transmitidas entre tiempos y lugares diferentes.
La historia de la literatura es difícil de contemplar tanto en una escala global como con una naturaleza unidireccional. Esto es especialmente cierto en el caso de los inicios mismos de la literatura escrita, inicios sobre los cuales la mayoría de los especialistas en la materia no se han puesto de acuerdo. Si bien conocemos algunos excelentes ejemplos que han sido temporalmente descritos como «la primera obra literatura escrita de la humanidad», semejante afirmación resulta siempre difícil de mantener. 
Así, por ejemplo, el sumerio Poema de Gilgamesh o el egipcio Libro de los muertos son obras indudablemente literarias que sin embargo se nos presentan aisladas, y de cuyos contextos tanto literarios como sociales y culturales nos es muy difícil conocer lo suficiente. Huelga decir que muchos de estos textos tan tempranos no nos son conocidos en sus formas originales, sino en transcripciones o traducciones fijadas, en algunos casos, con varios siglos de «retraso».

Además, es necesario recordar que la literatura no se desarrolla igual, ni al mismo tiempo, en todos los lugares del mundo. Si bien en todos los grandes imperios y en todas las culturas de la antigüedad (Sumer, Akkad, Egipto, Grecia, Roma, Persia, India, China…) se desarrolló en mayor o menor escala una importante actividad literaria, las diferencias son enormes, y el desarrollo completamente diferente.

En cualquier caso, la historia de la literatura no se puede contar igual en Europa que en América, Asia, África u Oceanía. Las tradiciones divisiones históricas en literatura antigua, medieval, moderna y contemporánea son sólo válidas para las literaturas occidentales (las europeas en particulares). 
La literatura asiática, en particular la china y la japonesa, se entienden atendiendo a las tradicionales divisiones históricas de dichos países, mientras la división entre literatura precolombina, colonial e independiente se amolda mejor a las literaturas latinoamericanas.


El término Historia de la literatura se refiere a una de las tres disciplinas de la Ciencia de la literatura, aquella que se sirve del punto de vista diacrónico y se inserta tanto en esa serie disciplinar literaria de la Filología como, en segundo lugar, en la Historiografía especial o por conceptos. La Historia de la literatura se ocupa del estudio de las obras literarias, entendiendo por éstas las ya eminentemente artísticas o bien en sentido general las de cultura, arte y pensamiento, o definibles, según cierta crítica, como obras o textos "altamente elaborados".
La disciplina, tan antigua como la cultura humanística, alcanzó a fines del siglo XVIII su culminación como "Historia Universal de la Literatura", de carácter comparatista al tiempo que totalizador de las diferentes ramas de las Letras y las Ciencias, en correspondencia con el concepto ilustrado de Literatura. Por su parte, en el siglo XIX tuvo lugar la gran y múltiple elaboración historiográfica de las Literaturas Nacionales, constituidas a partir del criterio de lengua. La historiografía literaria mantiene una necesaria relación estable y de complementario con la Crítica literaria y la Teoría de la Literatura, al igual que con la metodología comparatista en la medida en que supere la concepción limitada de Literatura Nacional o acceda a alguna determinación de objeto cultural más extenso que el de lengua, o a algún proyecto generalista de universalidad.o.
La primera Historia de la Literatura Universal fue la redactada originalmente en Italia por Juan Andrés: Dell’Origine, progressi e stato attuale d’ogni letteratura (Parma, 1782-1799) y en español como Origen, progresos y estado actual de toda la literatura (Madrid, 1784-1806). Las primeras Historias de la Literatura Española fueron escritas en 1804, en alemán por Friedrich Bouterwek y en italiano por Juan Andrés.

La literatura antigua (hasta el siglo V)

 
Literatura y escritura, aunque obviamente relacionadas, no son sinónimos. Los primeros escritos de los antiguos sumerios no son literatura, ni las primeras inscripciones en jeroglíficos egipcios. Los textos literarios más antiguos que nos han llegado datan de siglos después de la invención de la escritura.
Los investigadores están en desacuerdo sobre cuando los registros antiguos se convierten en algo más semejante a la «literatura», ya que la definición de esta es subjetiva. Sin embargo, debe tenerse en mente que, dada la relevancia o el aislamiento cultural de las culturas antiguas, el desarrollo histórico de la literatura no ocurrió en forma uniforme en el mundo.
Otro problema al tratar de aproximarse a una historia global de la literatura reside en que muchos textos han desaparecido, ya sea deliberadamente, por accidente o por la total extinción de la cultura que los originó. Mucho se ha dicho, por ejemplo, sobre la destrucción de la Biblioteca de Alejandría creada en el siglo III a. C. y sobre los innumerables textos fundamentales que se cree se hayan perdido entre las llamas en el año 49 a. C. Así, la supresión deliberada de textos -y frecuentemente incluso de sus autores, por organizaciones con algún tipo de poder temporal- complica el estudio.
Ciertos textos primarios, sin embargo, pueden ser considerados como los primeros pasos de la literatura. Ejemplos muy antiguos son el Poema de Gilgamesh (del siglo XVII a. C., aunque la versión sumeria posiblemente date del siglo XXVII a. C.),y el Libro de los muertos, escrito en el Papiro de Ani (que se data hacia el siglo XIII a. C.).

La literatura del Antiguo Egipto alcanzó su cenit con la Historia de Sinuhé, un servidor de Sesostris I, cuyo relato data de mediados del siglo XX a. C. La literatura egipcia no solía incluirse en las primeras historias de la literatura, porque los escritos no se tradujeron a las lenguas europeas hasta el siglo XIX, cuando se descifró la Piedra de Rosetta.

Muchos textos se transmitieron por tradición oral durante siglos, antes de que fuesen fijados mediante la escritura, por lo que son difíciles de datar. El núcleo del Rig-veda parece datar de mediados del II milenio a. C. en la región del actual Pakistán.​Los escritos de la India posteriores al Rig-veda (como los textos Bráhmana y los Upanisad), así como el Tanakh hebreo y la colección de poemas místicos atribuidos a Lao Tze, Tao te Ching, que probablemente daten de la Edad de hierro, aunque determinarlo es controvertido.

El Pentateuco (de la Biblia) tradicionalmente se fecha alrededor del siglo XV a. C., aunque estudios recientes consideran que podría datarse hacia del siglo X a. C. Otras tradiciones orales fueron fijadas en forma escrita muy tardíamente, como la Edda Poética, escrita en el siglo XIII.

la Ilíada y la Odisea de Homero provienen del siglo VIII a. C. y marcan el inicio de la Antigüedad clásica. Estas obras también tenían una tradición oral previa que parece provenir de fines de la Edad de Bronce.

Oriente Medio

La literatura sumeria se desarrolló en las principales ciudades. Los textos eran fijados en tablillas de barro y se hicieron, generalmente, en diferentes copias. Los considerados literarios comprendían diferentes temáticas, desde las puramente mitológicas hasta las de tipo amoroso, todas tratadas con notable calidad.
La literatura sumerio-acadia conoció una primera fase oral y solo hacia el año 2600 a. C. pasó a fijarse por escrito, tanto en lengua sumeria como en acadia, o de manera bilingüe.No obstante, la etapa de mayor creatividad literaria es varios siglos posterior a la desaparición de la civilización sumerio-acadia.
Se escribieron unas treintena de mitos sobre las divinidades sumerias y acadias más importantes, entre los que destacan: el descenso de Inanna a los infiernos, el mito del diluvio y los generados en torno a los dioses Enki y Tammuz.
En la literatura épica se formaron ciclos en torno a la figura de cuatro reyes: Enmerkar, Lugalbanda y Gilgamesh. El ciclo de Gilgamesh tuvo siete episodios, que acabaron formando más tarde el famoso Poema de Gilgamesh, rey de Uruk. Destaca también el poema Lugal ud melambi Nirpal, titulado por los sumerólogos modernos Los trabajos de Ninurta cuyo contenido es de tipo didáctico y moral.
Aunque se sabe que los fenicios tuvieron una variada literatura, que influyó fuertemente en la literatura en hebreo,​ es muy poco lo que se ha conservado tras la conquista helenística de Oriente Medio y la romana de Cartago. Aun así, por meciones de otros autores y pequeños hallazgos fragmentarios se sabe que escribieron sobre muy diversos temas; entre sus escritos destacan la Teogonía de Sanjuniatón y el periplo de Hannón el Navegante.

Literatura antigua de la India

Literatura sánscrita : Las primeras manifestaciones de muchos de los géneros literarios que más tarde aparecerían en Occidente se dieron en la literatura oriental, en especial en la literatura sánscrita. Hacia el 1500 a C. se empieza a componer la más remota de las manifestaciones literarias de los pueblos indoeuropeos: el Rig-veda
Literatura védica: Ejemplos de escritos antiguos en sánscrito, incluyen los textos sagrados del hinduismo, como el núcleo de los Vedas y los Upanishada.
Literatura épica: La gran poesía épica de India se transmitía oralmente, probablemente desde antes del periodo mauria. Las dos grandes obras épicas, el Ramaiana de Valmiki (24 000 versos que narran las andanzas del rey dios Rama)[6]​ y el Majábharata (diez veces mayor que la Ilíada y la Odisea juntas) influenciaron muchos otros trabajos, incluyendo el Kechak y numerosas obras europeas.

Literatura en sánscrito clásico: El famoso poeta Kalidasa escribió dos obras épicas:el Raghu-vamsa (‘la dinastía de [el rey] Raghú’) yel Kumara Sambhava (nacimiento de Kumara [el dios de la guerra]),para las cuales usó el sánscrito clásico en lugar del sánscrito épico. Otros ejemplos de trabajos en sánscrito clásico son el Asta-dhiai de Panini que estandariza la gramática y fonética del idioma clásico y las Leyes de Manu, importante texto del hinduismo.Kalidasa es considerado el gran dramaturgo de literatura en sánscrito, además de notable poeta, sus obras más famosas son El reconocimiento de Shakuntala y el Megha-dūta. Es para la literatura en sánscrito tan importante como lo es Shakespeare para la literatura inglesa.

Literatura en prácrito

La lengua prácrita tuvo distintas formas (prácrito antiguo, pali, maharastri, sauraseni, magadhi, ardhamagadhi, jai-sauraseni, jain-maharastri y apabhramsa). Muchas de las obras de Aswa Ghosha fueron escritas en sauraseni, al igual que el Karpoor-manjari. Kalidasa, Harsha y Haal usaron el maharastri en algunas de sus obras de teatro y poesías. La forma más sobresaliente del prácrito fue la pali, que se usó en India, Sri Lanka y el sudeste asiático y como herramienta de propagación del budismo, de trabajos filosóficos, poesía y obras gramaticales.
Obras famosas son:el Mricchaka-tika (de Shudraka),el Suapna-vasava-dattam (de Bhasa) yel Ratna-vali de Sri Jarsha.Entre las obras literarias posteriores estánel Gitá-govinda (de Yaiadeva),el Artha-sastra (de Chanakia) yel Kama-sutra de Vatsiaiana)....

Extremo Oriente

La literatura china se inició hace más de tres mil años. Los primeros documentos escritos que se pueden considerar literatura provienen de la dinastía Zhou.
El primer gran autor de táctica militar y estrategia fue Sun Tzu con El arte de la guerra que aún hoy día se puede ver en los estantes de muchos militares e incluso en algunas corporaciones.
La filosofía china siguió un camino distinto a la griega, ya que en lugar de presentar diálogos extensos, optó por Analectas como las de Confucio, Lao Zte y Tao Te Ching, es decir, se presenta en proverbios didáctico-morales cuyos temas principales son el amor y respeto a la naturaleza, a los padres, a los ancianos, al orden político, al social y al religioso.

Literatura antigua de Japón

En el llamado período arcaico, entre los siglos III y VI d. C., Japón produjo sus primeras obras literarias: las crónicas Kojiki (Memorias de los sucesos de la humanidad) y Nihonshoki (poesía antigua de Japón), así como las poesías Manyoshu (Colección de diez mil hojas 4500 poemas) que serían recopiladas en el año 760. Sin embargo, el período clásico de la literatura japonesa comenzó a fines del siglo VIII.

Europa. Antigüedad clásica.

La sociedad de la antigua Grecia puso énfasis considerable en la literatura. Muchos autores consideran que la tradición literaria occidental comenzó con los poemas épicos la Ilíada y la Odisea, atribuidos a Homero, que siguen siendo grandes figuras en el canon literario por sus descripciones y el manejo de temáticas como la guerra y paz, honra y deshonra, amor y odio.Entre los poetas posteriores fue notable Safo, que dio forma a poesía lírica como género.
El dramaturgo Esquilo cambió la literatura occidental por siempre al introducir el diálogo y la interacción en el teatro. Su obra cumbre fue la trilogía la Orestíada. Otros talentos dramáticos fueron Sófocles, quien convirtió la ironía en técnica literaria, en su obra Edipo rey, y Eurípides, que utilizó el teatro para desafiar las normas sociales en Medea, Las Bacantes y Troyanas, obra aún notable por desafiar la percepción común de nociones como la propiedad, el género y la guerra.Aristófanes, un comediante, usó esas ideas en un tono menos trágico en sus obras: Lisístrata y Las ranas.
Aristóteles, alumno de Platón, escribió docenas de trabajos en muchas disciplinas científicas, pero su contribución más grande a la literatura era probablemente su Arte Poética, en donde plantea su término del drama y establece parámetros para la crítica literaria.

Los romanos

En muchos aspectos, los escritores de la Antigua república romana y el Imperio romano eligieron evitar la innovación en el favor de imitar a los grandes autores griegos; la Eneida de Virgilio emuló en gran medida a las obras homéricas a petición del emperador del momento.
Plauto, dramaturgo cómico, siguió los pasos de Aristófanes; en las Metamorfosis de Ovidio se retoman diversos mitos griegos. Si bien es innegable la maestría de los grandes autores romanos, también lo es que fueron muy poco creativos literariamente en comparación con los griegos. Una de las pocas creaciones literarias romanas fue la sátira. Horacio fue el primero en usarla como herramienta argumental y luego Juvenal.

Literatura medieval (siglos V-XV d.C)

Europea

Después de la caída de Roma (en 476), muchos de los acercamientos y de los estilos literarios inventados por los griegos y romanos dejaron de usarse en Europa hasta el renacimiento florentino. La cultura y el arte medieval se centraron más en la religión, en parte porque los trabajos griegos no habían sido preservados. Hubo pocas innovaciones, las concernientes a literatura se agrupan tradicionalmente en Materia de Roma, Materia de Francia y Materia de Gran Bretaña.
El Islam se difundió en Asia y África, preservando las obras griegas y basándose en ellas para nuevos desarrollos literarios. Aunque se había perdido mucho por el paso del tiempo y las catástrofes (como la de la biblioteca de Alejandría), numerosos trabajos griegos fueron preservados y copiados cuidadosamente por los escribas musulmanes.

Literatura latina

Entre los textos europeos tempranos fueron frecuentes las hagiografías o las «vidas de los santos». La obra de Beda —Historia ecclesiastica gentis Anglorum— y otras continúan la tradición histórica basada en la fe comenzada por Eusebio de Cesarea alrededor del año 300.
La dramaturgia cesó a excepción de los Misterios y de las representaciones de la Pasión (Viacrucis), que se centraron en difundir y consolidar la creencia cristiana entre el pueblo. Alrededor del año 400, con la Psychomachia de Prudencio, comenzó la tradición de los cuentos alegóricos, tan socorrida en la literatura medieval.
Godofredo de Monmouth escribió su Historia Regum Britanniæ (Historia de los reyes de Bretaña), que presentó como hechos reales de la historia de Gran Bretaña.[10]​Entre ellas están las de Merlín el mago y el rey Arturo.
El interés de los musulmanes por preservar los escritos filosóficos y científicos griegos llegaría a afectar la escritura en Europa; por ejemplo, la obra del célebre teólogo Tomás de Aquino tiene fuerte influencia aristotélica.

Literatura vernácula

La poesía épica continuó desarrollándose con la adición temática de las mitologías de Europa del norte; Beowulf y las sagas de los nórdicos, que presentan una visión de la guerra y la honra similar a la de Homero y Virgilio.
En noviembre de 1095 el papa Urbano II dio comienzo a la Primera Cruzada en el Concilio de Clermont. Las cruzadas (campañas militares contra los musulmanes que tuvieron lugar entre los siglos XI y XIII) afectaron todos los aspectos de la vida en Europa y el Oriente Medio; la literatura también fue transformada por esas guerras entre dos culturas; por ejemplo, la imagen del caballero adquirió un significado renovado.
Obras y autores importantes del periodo son: Petrarca, el Decamerón de Boccaccio; La Divina Comedia y los poemas de Dante Alighieri; los Cuentos de Canterbury de Geoffrey Chaucer.

Oriente Medio

La literatura árabe surge aproximadamente en el siglo VI, con dos importantes recopilaciones, el Mu'allaqat y el Mufaddaliyat, aunque había una tradición oral previa de la que proviene, por ejemplo, la historia de Simbad. Sin embargo, es el Corán, que data del siglo VII, lo que más ha tenido efecto en la cultura árabe en general. No solo es la obra más significativa del periodo en cuanto a extensión, sino que también es la más complicada en estructura, tiene 114 suras (capítulos) que reúnen 6,236 ayat (estrofas) que combinan prosa y poesía.
Otra vertiente literaria es la tradición hadiz (árabe: حديث, en general, ‘narración, referencia’) basada en los hechos y dichos del profeta Mahoma, cuyas recopilaciones más importantes son las de Muslim b. al-Haýýaý (f. 875), que incluía 9200 extractos y la de Muhammad Ibn Ismail Al-Bujari. Mahoma también inspiró las primeras biografías en árabe, conocidas como al-sirah al-nabawiyyah; la primera fue escrita por Wahb ibn Munabbih, pero la más conocida es la de Muhammad ibn Ishaq.
La poesía ha sido un género muy usado por la cultura árabe, ya sea en verso o en prosa rimada, con temas tan variados como himnos religiosos, poesía mística, ataques personales, poesía erótica y referente al vino.
En cambio, hay poca literatura de ficción, tal vez en parte por la distinción entre la al-fusha (lengua literaria) y la al-ammiyyah (lengua común), porque se consideraba que la literatura debía servir no solo de entretenimiento, sino a fines morales y educativos. No obstante, hubo muchos hakawati o cuenta cuentos, que narraban las partes entretenidas de obras didácticas o fábulas tradicionales. La gran obra (y rara excepción) de la literatura de ficción árabe es Las mil y una noches, sin duda lo más conocido de su literatura y cultura, si bien parte de una obra persa y se cree que algunas historias tienen su origen en India.
Entre las innovaciones de la escritura no literaria árabe se encuentra la perspectiva cronística de Ibn Jaldún, que rechazaba toda explicación sobrenatural y se convirtió en padre del enfoque científico de la sociología y la historia.

Literatura persa

De la cultura persa, el libro probablemente más famoso en occidente es el Rubaiyat una colección de poemas con estrofas de cuatro líneas, del escritor, matemático y astrónomo Omar Jayyam

Literatura turca

Entre los siglos IX y XI surgió entre la gente nómada de Turquía y Asia Central una tradición de literatura oral épica, como el Libro de Dede Korkut y la épica Manas. Entre los primeros escritos en prosa épica están Kutat-Ku Bilik (Bendiciones y sabiduría) de Yusuf Has Hajib, Divan-i Lugat-it Turk y el diccionario enciclopédico de Mahmut Kasgari y Mir Ali Shir Nava'i.

Asia (Extremo Oriente)
Literatura china

La poesía lírica evolucionó mucho más en China que en la Europa anterior al siglo X, durante las dinastías Han, Tang y Song surgieron muchas formas poéticas nuevas. Probablemente los mejores poetas chinos fueran Li Bai y Du Fu. Además, la imprenta comenzó durante la dinastía Tang.
Una copia fechada en 868 del Sutra del diamante, obra clave del budismo, fue encontrada en una cueva a principios del siglo XX y es el libro impreso más antiguo del que se tiene noticia.
Algunos autores consideran que la forma literaria llamada novela se originó en China, con las llamadas cuatro novelas clásicas chinas, en particular con Romance de los Tres Reinos de Luo Guanzhong (en el siglo XIV), aunque otros creen que más bien pertenece a la forma épica.
La verdadera novela vernácula se desarrolló en China durante la Dinastía Ming (1368-1644).
Entre los escritos no literarios, destaca Alberca de sueños un largo tratado con ensayos que incluyen la primera descripción de un compás magnético, del científico, estadista y general Shen Kuo (1031-1095). Durante la dinastía Song hubo enormes trabajos históricos, como Zizhi Tongjian, en 294 volúmenes.

Literatura japonesa

El período Heian, la etapa clásica de la literatura japonesa, duró de finales del siglo VIII a fines del siglo XII. Fue entonces cuando se comenzó a escribir con caracteres japoneses y otro rasgo característico del período es el protagonismo de mujeres cultas en las cortes.
En el siglo X se hizo una recopilación de poemas de 50 años atrás, llamada Kokinshu. Además, la obra en prosa Ise-Monogatari (Cantares de Ise), influyó después sobre las dos obras más importantes de esta era, ambas escritas por mujeres en el siglo XI: Makura no Sōshi (Libro de la almohada), escrita por Sei Shōnagon y Genji Monogatari (Romance de Genji), escrita por Murasaki Shikibu.
Destacan también las más de mil historias de China, la India y Japón, reunidas en Konjaku Monogatarishū (Cuentos de antaño), que quedaron abandonados en un templo budista hasta el siglo XVIII.

América

Se entiende por literatura prehispánica la producción literaria de los pueblos que ocupaban el territorio que hoy es América Latina antes de la Conquista de América. Resulta difícil precisar la fecha de origen de las obras, ya que en muchos de los pueblos se transmitían oralmente.
Los mayas desarrollaron un complejo sistema de escritura jeroglífica de tres tipos, se ha logrado conocer la matemática y cronológica, pero hasta la fecha no se ha descifrado la literaria, aunque la Relación de las cosas de Yucatán de fray Diego de Landa constituye un intento en ese sentido.
Otro problema para estudiar esta literatura fue la destrucción casi sistemática de códices (ya sea por los mismos indígenas o por los conquistadores). Sin embargo, se puede deducir que el esplendor de la literatura maya debió ser anterior al siglo X, que fue cuando abandonaron las ciudades (aunque los registros escritos son de varios siglos después), y que la literatura náhuatl data de aproximadamente el siglo XIII.

Literatura de la edad moderna europea (siglos XV-XIX)

 
El nombre de literatura moderna no se suele aplicar a la literatura de la edad moderna, sino a nuestra literatura contemporánea. En cambio, las etiquetas utilizadas para designar las dos grandes transformaciones culturales de la Edad Moderna en Europa: el Renacimiento de los siglos XV y XVI y la Ilustración del siglo XVIII, se aplican extensivamente para la literatura. Igualmente, algunas de las etiquetas acuñadas originariamente para los estilos artísticos, de forma destacada el barroco para el siglo XVII y la primera mitad del siglo XVIII, y el neoclasicismo, identificado con la Ilustración (o más bien con la segunda mitad del siglo XVIII); también se han extendido a la producción literaria. Menos fortuna han tenido otras, como el manierismo, que cubre la segunda mitad del siglo XVI y el comienzo del siglo XVII (y que implicaría incluir en él autores de la talla de Cervantes o Shakespeare); o el rococó, que cubre la primera mitad del siglo XVIII.

Literatura renacentista

La renovación general en el conocimiento que comenzó en Europa tras el descubrimiento del nuevo mundo en 1492 trajo consigo una nueva concepción de la ciencia y la investigación y formas distintas de hacer arte.
Surgió por entonces una forma literaria que luego desembocaría en la novela, que cobró renombre en los siglos posteriores. Una de las más conocidas de esta primera época es la Utopía de Tomás Moro.
Las obras dramáticas de entretenimiento (opuestas al propósito moralizante) volvieron al escenario. William Shakespeare es el dramaturgo más notable, pero hubo muchos más, como Christopher Marlowe, Molière, y Ben Jonson.
Del siglo XVI al XVIII los ejecutantes de la Commedia dell'arte improvisaban en las calles de Italia y de Francia, pero algunas de las obras fueron escritas. Tanto las obras improvisadas como las escritas con base en un esquema tuvieron influencia sobre la literatura de la época, particularmente sobre el trabajo de Molière. Shakespeare y Roberto Armin, que retomaron los bufones y jugadores para crear nuevas comedias. Todos los papeles, incluso los femeninos, eran representados por hombres, eso cambiaría primero en Francia y luego en Inglaterra también, hacia fines del siglo XVII.
La primera parte del poema épico isabelino La reina de las hadas de Edmund Spenser fue publicada en 1590, y completo en 1597. Esta obra marcó una transición en la cual la «novedad» entra en la narrativa, en el sentido de vuelcos argumentales. Las formas de teatro conocidas en el tiempo de Spencer se incorporan en el poema de forma no tradicional y le dan vuelta a la propaganda política al servicio de la reina Elizabeth I.
Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes ha sido llamado «la primera novela» (o la primera de las novelas europeas modernas). Fue publicada en dos partes, la primera en 1605 y la segunda en 1615. Puede ser vista como una parodia de las novelas caballerescas, en la cual la diversión proviene de una nueva forma de tratar las leyendas heroicas populares.

Literatura barroca

A diferencia del Renacimiento, el Barroco se caracteriza por la idea del desengaño y por el pesimismo. Las temáticas frecuentes en esta literatura son la vida como lucha, sueño o mentira y la fugacidad de los hechos humanos, plasmadas en un estilo suntuoso y recargado. La literatura barroca hace uso desmedido de la adjetivación, el hipérbaton, la elipsis, la metáfora, la perífrasis, la antítesis y las alusiones mitológicas.
La literatura barroca tuvo diferentes maneras de manifestarse, el Eufuismo de los poetas ingleses, el Preciosismo en Francia, el Marinismo en Italia, la Primera y Segunda escuela de Silesia en Alemania y Conceptismo y Culteranismo en España.
Entre los escritores barrocos están, en español Luis de Góngora, Francisco de Quevedo y Villegas, Sor Juana, Bernardo de Balbuena; en catalán Francesc Fontanella, Francesc Vicenç Garcia, Josep Romaguera; en portugués António Vieira, Gregório de Matos, Francisco Rodrigues Lobo; en inglés los poetas metafísicos: John Donne, George Herbert, Andrew Marvell, Henry Vaughan y en alemán Andreas Gryphius y Angelus Silesius.

Literatura dieciochesca, ilustrada o neoclásica

Puede darse como periodo de la literatura «ilustrada» los años que van de 1689, en que se publica el Ensayo sobre el entendimiento humano de John Locke y 1785, en que se publican Las desventuras del joven Werther de Goethe. En ese lapso nace en Francia un gran esfuerzo intelectual: L'Encyclopédie.
Además, se publicaron por entonces Emilio de Rousseau; Cándido de Voltaire; Los viajes de Gulliver de Jonathan Swift; Cartas Persas de Montesquieu; y Cartas marruecas de José Cadalso.
Las obras literarias fueron de diversos tipos: colectivas, civiles y morales, didácticas, etc., pero en general tuvieron los siguientes rasgos:

predominio de la razón sobre la emoción y la imaginación de un nuevo comienzo
el laicismo
la promoción de la tolerancia, la igualdad y la libertad
el cuestionamiento del poder político.

Literatura contemporánea (siglos XIX-XX)

Los periodos de la historia de la literatura moderna (o literatura contemporánea) comprenden la literatura romántica, el postromanticismo, el realismo, el naturalismo, el modernismo, el postmodernismo y las vanguardias. La historia de la literatura moderna: no se designa con el nombre de literatura moderna a la literatura de la Edad Moderna, sino a la de nuestra Edad Contemporánea, definida habitualmente como el periodo iniciado con la Revolución francesa (1789) hasta el presente, de modo que es también muy usualmente denominada como literatura contemporánea. No obstante, es un concepto definido con criterios estéticos y no tanto cronológicos, caracterizándose por los valores de originalidad y la ruptura más que por los de la tradición y la continuidad; de un modo similar a como se define el arte moderno o el arte contemporáneo.


 
Historiadores de literatura universal.

  


Juan Andrés y Morell (Planes, Alicante, 15 de febrero de 1740 - Roma, 12 de enero de 1817) fue un sacerdote jesuita español y escritor en lenguas española, italiana y latina, además de humanista, científico y crítico literario de la Ilustración, padre de la Literatura comparada universal. Es considera do la principal figura de la Escuela Universalista Española del siglo XVIII.

Biografía.

Andrés y Morell, Juan. Planes (Alicante), 15.II.1740 – Roma (Italia), 12.I.1817. Jesuita (SI) expulso, historiador de la literatura y de la cultura.
Era el primero de los once hijos de Miguel Andrés Trilles, de oriundez aragonesa, y de madre valenciana, Casiana Morell Cruañes. El sexto hijo de la familia fue Carlos Andrés, quien se encargó de traducir y publicar en España gran parte de la obra de su hermano mayor. Cursó las primeras letras con los franciscanos de Benissa, patria de su madre, y los estudios medios en el Colegio de Nobles que la Compañía tenía en la ciudad de Valencia, donde aprendió Gramática, Poesía, Historia, Latín, Griego, Hebreo, Italiano y Francés.
Después de estudiar un año Filosofía en la universidad (1753-1754), donde fue discípulo de Pascual Tudela, catedrático de Filosofía, entró en la Compañía en el noviciado de Tarragona, el 24 noviembre 1754, donde permaneció un año (1754-1755) teniendo por compañero a san José Pignatelli; hizo su segundo año de probación en el nuevo Colegio de San Estanislao de Kostka de Torrent, junto a Valencia (1755-1756); aquí pronunció sus primeros votos.
Tras un curso de perfeccionamiento en Letras humanas en Manresa (1756-1757), completó su trienio de Filosofía en Gerona (1757-1759), en cuyo Colegio de San Martín tuvo como profesor al filósofo preilustrado catalán Antonio Codorniu (1699-1770) y al teólogo Juan Bautista Gener, y pasó inmediatamente a cursar Teología (1759-1763) en el Colegio de San Pablo, de Valencia, adscrito a la universidad desde 1673. Al final de sus estudios fue ordenado sacerdote, a mediados de 1763, y resultó elegido para defender el acto general de Teología de su curso, “granjeándose con su desempeño un gran concepto de su talento, ciencia y erudición”. Juan Andrés y Morell pudo vivir un ambiente intelectual interesante en Valencia por las polémicas que sobre la ilustración se suscitaban (entre Mayans y el pavorde Vicente Calatayud, principalmente).

Desde 1763 hasta la expulsión de la Compañía en 1767 enseñó Retórica y Poética en el Colegio-Universidad de Gandía, donde le sorprendió la expulsión.
En 1765 compone la tragedia El Juliano, su única obra de teatro, que se representa con mucho éxito en el teatro de la universidad, pero que no llega a imprimirse y actualmente puede considerarse perdida. La misma suerte tuvieron dos oraciones latinas que a él le tocó componer, a pesar de su joven edad, cuando se inauguraron los cursos universitarios de los años 1765 y 1766, siendo su rector Mateo Aymerich. Juan Andrés y Morell fue particular amigo de Mayans, personalmente y por correspondencia: de él recibía libros y orientaciones. Mayans quedó tan prendado del joven jesuita que, previendo la eminencia que había de llegar a ser, en los momentos de la expulsión intercedió cerca de sus influyentes amigos de Madrid para que se hiciese una excepción con él y pudiera permanecer en España; pero todo fue inútil. El día 3 de abril llega el decreto de expulsión de la Compañía de Jesús al colegio de Gandía y el 29 del mismo mes partió, junto con la treintena de miembros de su comunidad, para Bonifacio (Córcega), donde, según Scotti (A. A. Scottti, 1817), escribió un elegantísimo comentario, hoy perdido, de las innumerables incomodidades que sufrió toda la Compañía en el viaje. En octubre de 1768 Juan Andrés pasa a Ferrara con todos sus compañeros de la antigua Corona de Aragón, ciudad en la que residirá hasta 1774. 
Según Hervás, antes de salir de España, “habiendo estudiado las lenguas eruditas orientales y las ciencias físicas, filosóficas y teológicas, enseñó retórica y poesía en Gandía, publicó poesías, oraciones y algunos opúsculos”.

En la antigua capital estense “fue nombrado prefecto de los estudios físicos y filosóficos de los jesuitas de su provincia” (Hervás, 2006). Como fruto de esta labor pedagógica, escribe en lengua latina la que será su primera obra de entidad publicada de la que se tiene noticia: Prospectus philosophiae universae Publicae disputationi propositae in Templo Ferrariensi P. P.
Societatis Jesu. Anno 1773, una especie de compendio de saberes, en el que Juan Andrés muestra por primera vez la orientación filosófica y enciclopedista que caracterizará toda su obra, en el marco del empirismo y sensualismo antes apuntado.
Cumplidos ya los treinta y tres años requeridos, emitió su profesión solemne el 15 de agosto de 1773, cuando el breve Dominus ac Redemptor de Clemente XIV que ordena la extinción de la Compañía estaba ya firmado desde el 21 de julio, pero aún no se había promulgado ni intimado en Ferrara (28 de agosto). Deja todos sus bienes a su hermano Carlos.
En enero de 1774 se traslada a Mantua como preceptor del hijo de los marqueses Giuseppe Bianchi y Massimilla Murari Bra, sus sinceros amigos. Aquí residió normalmente hasta 1796. Fue aquél el período más fecundo de su vida como estudioso, dedicado a preparar sus obras críticas, a viajar por Italia y por el extranjero, a ganar amigos eruditos por todas partes, y a mantener con ellos una copiosísima correspondencia.
Apenas llegado a Mantua, se puso a trabajar en una disertación latina sobre el problema de física hidráulica, propuesto por la Real Academia de las Ciencias y Letras Humanas de aquella ciudad (Dissertatio de problema hydraulico ab Academia Mantuana proposito ab anno MDCCLXXIV). Obtuvo el segundo premio y se ganó la confianza de dicha Academia, que publicará a sus expensas el trabajo (1775) y lo recibirá como miembro (1776). La fama de Juan Andrés como filósofo y erudito de saber enciclopédico e ilustrado se extenderá por toda Italia a lo largo de 1776. En ese período mantuano, además de algunas breves disertaciones académicas de carácter filosófico —notable el Saggio sulla filosofia di Galileo (1776)—, alternó la redacción de su vasta historia de la literatura universal con sus obras menores de refinada erudición: su afición neoclásica por el humanismo y el Renacimiento italianos lo llevó a componer el todavía útil Catalogo de’ codici manoscritti della famiglia Capilupi di Mantova (1797), descripción razonada de ciento veintinueve códices (siglos XII al XV), hoy en día dispersos por Italia y en el extranjero, que termina, en la versión española, con la exhortación a que se realicen en España catálogos semejantes. Tarea archivística que lo acompañó toda su vida, como demuestra el hecho de la publicación en Nápoles en el año 1816, uno antes de su muerte, de los Anecdota graeca et latina ex manuscriptis codicibus Bibliothecae Regiae Neapolitanae desumpta.

Entre 1776 y 1779 Juan Andrés se dedica fundamentalmente a estudiar a Galileo —Saggio della filosofia del Galileo (1776) y Lettera al marchese Gregorio Casali Bentivoglio sopra una dimostrazione del Galileo (1779)—, y a intervenir en la polémica entre los jesuitas españoles Javier Llampillas, Tomás Serrano y Juan Francisco Masdeu y los italianos Saverio Bettinelli (Del risorgimento d’Italia negli Studii, nelle Arti e nei costumi dopo il Mille, 1775) y Girolamo Tiraboschi (Storia della letteratura italiana, 1770) sobre las posibles causas de la decadencia de las ciencias y las letras en Italia y el “mal gusto” barroco (Lettera al Sig. Commendatore Fra Gaetano Valenti Gonzaga, de 1776, y Dissertazione sopra le cagioni della scarsezza de’ progressi delle scienze in questo tempo, 1779).
Con la Dissertazione sopra le cagioni della scarsezza de’ progressi delle scienze in questo tempo (1779), ingresó en la Academia de Mantua. En esta disertación, Andrés y Morell se muestra ya como intelectual de vasta y profunda erudición, como filósofo observador de los progresos del entendimiento humano en el ámbito de las ciencias y de las letras, con una cultura enciclopédica y un saber que aspiraba a ser (al igual que en Galileo, a quien elige como maestro), de valor universal. Precisamente, sería esa concepción erudita, filosófica, histórica y enciclopédica del saber, la que conduciría al abate a plantearse el reto de elaborar por vez primera una historia general filosófica de toda la literatura, comprendiendo por literatura las Buenas Letras y las Ciencias (naturales y eclesiásticas). Dicha empresa, a la que dedicaría los mejores años de su vida intelectual, desde 1776 hasta 1796, dio lugar a su magna historia literaria y obra capital, titulada Dell’origine, progressi e stato attuale d’ogni letteratura (1782-1799, Stamperia Reale de Parma, dirigida por Juan Bautista Bodoni), de la que el volumen más original es el primero. Para Menéndez y Pelayo, en su Historia de las Ideas Estéticas en España, esta obra es “la primera historia de la literatura Universal”. En 1779 Juan Andrés reside algún tiempo en Bolonia, donde frecuenta las mejores familias de la aristocracia de la ciudad. Probablemente en 1784, junto con su hermano Carlos, ingresa en la Reale Accademia Fiorentina.

Se han insinuado ya sus viajes, emprendidos por su curiosidad humana, literaria, erudita y artística. Todas esas facetas quedaron reflejadas en sus fingidas Cartas familiares a su hermano Carlos (1786-1793, cinco volúmenes), que enseguida fueron traducidas al italiano y al alemán, y ampliadas luego con la relación de nuevos viajes por Austria y Suiza. En 1785 Juan Andrés realiza su primer viaje a través de Italia, desde junio hasta octubre, visitando Ferrara, Bolonia, Florencia, Pisa, Roma y Nápoles. Conoce a los grandes duques de Toscana, Pedro Leopoldo de Habsburgo Lorena y su esposa, la infanta María Luisa de Borbón. Con el nombre poético de Il Bizzarro, la Accademia Toscana di Scienze e Lettere La Colombaria de Florencia lo acoge, el 2 de julio, entre sus miembros. El 21 de junio de 1786 muere su padre, don Miguel, y ese mismo año se editan, con dedicatoria al conde de Floridablanca, su gran protector, los primeros dos volúmenes de las Cartas familiares.
En septiembre de 1788 visita los territorios de la República de Venecia, dando cuenta de este su segundo viaje en el tercer tomo de las Cartas familiares (1790). En los meses de junio-agosto de 1791 se produce el tercer viaje, en que inspecciona Lombardía, Piamonte y Liguria. Es muy probable que llegase a visitar también las ciudades suizas de Lausana y Ginebra. A finales de enero de 1793 emprende un viaje a Austria para acompañar a Vincenzo Bianchi.

Se queda en Viena casi dos meses y medio, huésped de los embajadores de España en la Corte austríaca, el marqués José Agustín de Llano y de la Cuadra y su esposa Isabel Parreño y Arce, a la cual dedica Dell’origine e delle vicende dell’arte d’insegnar a parlare ai sordi muti. Lettera (1793) y que narrará en 1794 en la Carta a su hermano D. Carlos Andrés dándole noticia de la literatura de Viena.
En 1796, Andrés deja Mantua, a principios de verano, y se dirige a Verona y Padua. Reside durante algún tiempo en el monasterio benedectino de Praglia.
En Venecia, donde ya se encuentra en octubre, se establece en casa del plebano de Santa Fosca durante casi un año, hasta que, en mayo de 1797, la Serenísima República de Venecia se rinde a Napoleón y Juan Andrés se traslada a Roma, donde llega hacia el final de junio. Mientras tanto, en Mantua se publica su Catalogo de’ codici manoscritti della famiglia Capilupi di Mantova.
En 1798, el Gobierno de Madrid permite el regreso a España de los jesuitas expulsos, pero Andrés deambula por Italia y, al pasar por Siena, visita a Pío VI, allí prisionero. Se queda algunos días en Florencia, Bolonia, Ferrara, Mantua y Verona, y en mayo se refugia en Parma, donde se aloja en el Collegio dei Nobili (Colorno, Parma), pues el duque Fernando de Borbón, sobrino de Carlos III de España, había restituido a los jesuitas sus antiguos colegios. Desde agosto de 1799 hasta junio del año siguiente reside en Pavía, donde el emperador Francisco II de Austria lo había nombrado reformador de los estudios de la universidad y director de su biblioteca. El 28 de marzo de 1800 fallece su madre, doña Casiana. 
En junio, al producirse la nueva invasión de tropas francesas, dirigidas por José Bonaparte, Andrés deja Pavía y vuelve a refugiarse en Parma. En los meses de junio-octubre de 1802 está en Roma, donde le llega la oferta de Fernando de Borbón, duque de Parma, de asumir la dirección de la Biblioteca Palatina: la repentina muerte del duque, en noviembre de 1802, impide la realización del proyecto. En el ducado de Parma permanecerá hasta julio de 1804 y allí renovó en privado sus votos de la Compañía de Jesús (sobreviviente en los Estados de Rusia), después de consultarlo con José Pignatelli, instructor espiritual de los nuevos candidatos reunidos en Colorno; durante este tiempo rechazó la dirección de la Biblioteca palatina de Parma que le ofreció el duque, y enseñó Humanidades a aquellos jóvenes, entre quienes se hallaba el futuro cardenal y jesuita Angelo Mai (1782-1854).

Una vez ocupados los ducados parmenses por los franceses, se trasladó con los demás jesuitas a Nápoles, pues por el breve Per alias nostras, promulgado el 30 de julio de 1804, Pío VII había restablecido la Compañía de Jesús en dicho reino. En diciembre Andrés se traslada allí, donde el 24 de ese mes se incorpora a la Orden, a los cincuenta años del día en que había “tomado la sotana” en Tarragona. Renuncia a las tres pensiones que le habían otorgado Carlos III, Carlos IV y María Beatriz de Este. En enero de 1805, Fernando de Borbón, hermano de Carlos IV de España, le nombra revisor de libros de la Biblioteca Reale y, en mayo, miembro de la Junta de la misma.
El 5 de noviembre asume el cargo de rector del Collegio dei Nobili. No usó, en cambio, el título de conde que entonces se le concedió. En marzo del año siguiente, después de la invasión francesa, Napoleón designa rey de Nápoles a su hermano José Bonaparte, quien el 24 de abril nombra a Andrés prefecto de la Biblioteca Reale. El jesuita se dedica entonces a la reorganización de dicha biblioteca y consigue recuperar varios manuscritos inéditos.
El 3 de julio Napoleón ordena la disolución de la Compañía de Jesús en Nápoles y la expulsión de los padres extranjeros, con la única excepción de Juan Andrés, que se queda en su cargo. Se traslada al palacio del marqués Francesco Taccone, antiguo amigo suyo y gran bibliófilo, donde vive hasta 1809, en que, por los graves trastornos de Taccone con el Gobierno francés, Andrés tiene que abandonar la casa del amigo y trasladarse a la casa de San Paolo de los padres teatinos.
El 19 de marzo de 1807, José Bonaparte restablece la antigua Accademia Ercolanese, con el nombre de Accademia di Storia e di Antichità. Andrés es uno de los veinte académicos, y el único extranjero, nombrado personalmente por el Rey. Pasa el mes de septiembre en Roma para acordar y preparar junto al editor Carlo Mordacchini una nueva edición de Dell’origine. En 1808, Joaquín Murat, nuevo rey de Nápoles, confirma a Andrés en sus cargos. En enero de 1813 la reina de Nápoles, Carolina Bonaparte Murat, le nombra secretario perpetuo de la Accademia di Storia e di Antichità. En 1814 Fernando de Borbón, vuelto al trono de Nápoles, confirma a Andrés en sus cargos.

En el período napolitano, Juan Andrés lleva a cabo una intensa labor erudita en la Academia Herculense y en la Biblioteca Real de Nápoles. A los años de Nápoles (1804-octubre de 1816) pertenecen la edición (Parma, 1804) de las cartas del humanista aragonés y arzobispo de Tarragona Antonio Agustín, así como toda una serie de obras y escritos de varia erudición.
Desde su puesto de la Real Biblioteca dirigía los primeros estudios de jóvenes napolitanos (Ardito, Avellino, Manera) y seguía manteniendo contactos epistolares con sus viejos amigos esparcidos por toda Italia: Marini, Morelli, el conde Carlos Rosmini, el marqués Trivulzi, etc. A pesar de su colaboración con los napoleónidas, fue igualmente honrado por Fernando IV (ahora I) y por los suyos después de la Restauración y de la derrota de Napoleón.
No quiso volver a España cuando Carlos IV permitió el regreso de los jesuitas extrañados, en 1798 (aunque por breve tiempo), ni tampoco cuando, tras la restauración de la Compañía por Pío VII (7 de agosto de 1814) y su restablecimiento por Fernando VII en España, retornaron sus compañeros en 1815. Prefirió quedarse en Italia. Andrés se somete, el 26 de septiembre de 1815, a una intervención quirúrgica en los ojos, afectados por cataratas. Desgraciadamente, a consecuencia de infecciones, pierde totalmente la vista. El 24 de octubre de 1816, en compañía del joven napolitano Francesco Manera, su atento lector y escribano, sale de Nápoles para Roma, hospedándose en el Gesù, la casa profesa de la Compañía. El pontífice Pío VII le invita al Vaticano, mientras que los exiliados reyes de España, Carlos IV de Borbón y María Luisa de Parma, con el infante Francisco de Paula y Manuel Godoy, le rinden homenaje. Ofrece a María Luisa el manuscrito de la biografía de su hermano, Fernando de Borbón, duque de Parma, que sólo será publicada en 1845. A consecuencia de una gravísima pulmonía, Andrés fallece en Roma cuando estaba a punto de cumplir setenta y siete años. Desafortunadamente, se ha perdido la memoria de sus restos.

Las actividades culturales de Andrés fueron tan útiles y meritorias para Italia como para España. Es, con toda seguridad, el más enciclopedista y de reconocido prestigio en Italia de los ex jesuitas españoles expatriados —llegó a pertenecer a veintidós academias, como la Accademia delle Scienze, Lettere ed Arti de Mantua, la Forentina, la Etrusca de Cortona (29 de diciembre de 1785), la Italiana de Liorno, la Aretina de Ciencias, la Herculense de Nápoles, la Rubiconiana Accademia dei Filopatridi de Savignano sul Rubicone (el 13 de marzo de 1803), la Accademia della Crusca de Florencia (23 de enero de 1812) o la Société Royale des Sciences de Gotemburgo (septiembre de 1812)— y el de mejores relaciones con el Gobierno de Madrid, gracias a los buenos oficios de su hermano y traductor, Carlos Andrés, como observa un resentido Manuel Luengo en su Diario de la expulsión de los jesuitas (M. Luengo, XXI, 1787: 625-634).

Todos los contemporáneos alabaron la obra cumbre de Andrés (Dell’origine), empezando por el otro gran polígrafo de los jesuitas expulsos, Hervás, quien comenta su éxito en España y recoge el elogio de Cándido Trigueros (Discurso sobre el Estudio Metódico de la Historia Literaria).
La figura de Juan Andrés ostenta la primacía intelectual de los jesuitas expulsos españoles, pero da la impresión de que nadie se ha detenido en su obra. La enorme celebridad de que gozó el abate en su época contrasta con el denso olvido que ha cubierto su magna obra con posterioridad a su muerte.
Con motivo del bicentenario de la muerte de Juan Andrés (2017), Pedro Aullón de Haro y su grupo de investigadores intentaron rescatar la memoria histórica del insigne jesuita, mediante la inauguración de la exposición “Juan Andrés y la Escuela Universalista Española” y la creación del Instituto Juan Andrés de Comparatística y Globalización. Viene a reforzar el marchamo de la Escuela Universalista Española, o hispánica, que propuso hace más de treinta años, definido como uno de los momentos mayores de la cultura y, en general, del humanismo moderno. Ello por significar el establecimiento de una Ilustración tardía y madura, de fuerte y característica tendencia intercontinentalista, americanista e incluso filipinista y asiática, mucho más científica y humanística que política. Este último aspecto, unido sobre todo al del exilio de la mayoría de sus miembros y la inadecuada articulación de los estudios, ha dado lugar al muy retrasado reconocimiento de esta escuela, sin embargo imprescindible para el fundamento y coherencia de la cultura moderna.
Según Aullón, Juan Andrés, junto con Lorenzo Hervás y Panduro y Antonio Eximeno, encabezan una Ilustración universalista, formada por una treintena de notables autores, así como de importantes precedentes. No solo ofrece resoluciones por superación de problemas de la cultura moderna, tanto de sentido histórico como epistemológico, sino un extraordinario volumen de contenido valioso y que se puede destinar a afrontar el actual proceso de una globalización peligrosa y azarosamente establecida merced a la mera inercia de los mercados, la velocidad de los transportes y la comunicación electrónica.

Obras de ~: Certamen oratorio poético que celebran los alumnos humanistas de la Regia Cesárea y Pontificia Universidad de Gandía en los días de 16 y 19 de julio de 1765, Valencia, Benito Monfort, 1765; Prospectus philosophiae universae Publicae disputationi propositae in Templo Ferrariensi P. P. Societatis Jesu Anno 1773, Ferrara, Giuseppe Rinaldi, 1773; Problema ab Academia Mantuana propositum ad annum MDCCLXXIV [...] Dissertatio Joannis Andres Hispani ab eadem Academia secundo loco probata, Mantua, Typis Haeredis Alberti Pazzoni, 1775; Saggio della filosofia del Galileo, Mantua, Erede di Alberto Pazzoni, 1776; Lettera dell’Abate D. Giovanni Andres al Sig. Comendatore Fra Gaetano Valenti Gonzaga, cavaliere dell’Inclita Religione di Malta, sopra una pretesa cagione del corrompimento del gusto italiano nel secolo XVII, Cremona, Lorenzo Massini, 1776 (trad. de F. J. Borrull y Vilanova, Carta del Abate D. Juan Andrés al Señor Comendador Frey Cayetano Valenli Gonzaga, caballero de la Ínclita Religión de Malta, sobre una pretendida causa de la corrupción del gusto italiano en el siglo XVII, Madrid, Antonio de Sancha, 1780); Lettera dell’Abate D. Giovanni Andres al Signor Conte Alessandro Murari Bra sopra il rovescio d’un medaglione del Museo Bianchini, non inteso dal Marchese Maffei, Mantua, Erede di Alberto Pazzoni, 1778 (trad. de F. J. Borrull y Vilanova, Carta del Abate D. Juan Andrés, socio de la Real Academia de las Ciencias i Letras de Mantua, al Señor Conde Alexandro Muraribra, acerca del reverso de un medallón del Museo Bianchini, que no entendió el Marqués Maffei, Madrid, Antonio de Sancha, 1782); “Lettera sopra una dimostrazione del Galileo”, en Raccolta di Opuscoli Scientifici e Letterari, vol. I, Ferrara, Giuseppe Rinaldi, 1779, págs. 44-69 ed. con el tít., Lettera dell’Abate D. Giovanni Andres al nobil uomo Sig. Marchese Gregorio Filip. Maria Casali Bentivoglio Paleotti, Senatore di Bologna cet. cet., estratta dal Primo Tomo degli Opuscoli Scientifici e Letterari di Ferrara, sopra una dimostrazione del Galileo, Ferrara, Giuseppe Rinaldi, 1779); “Dissertazione sopra le cagioni della scarsezza de progressi delle scienze in questo tempo, recitata nella Real Accademia di Scienze e Belle Lettere di Mantova”, en Raccolta di Opuscoli Scientifici e Letterari, vol. II, Ferrara, Giuseppe Rinaldi, 1779, págs. 112-152 (existe en tirada aparte con el título Dissertazione del Sig. Abbate D. Giovanni Andres sopra le cagioni della scarsezza de’ progressi delle scienze in questo tempo, recitata [...], estratta dal Secondo Tomo degli Opuscoli Scientifici di Ferrara, Ferrara, Giuseppe Rinaldi, 1779); Disertación sobre las causas de los pocos progresos que hacen las ciencias en estos tiempos, Madrid, Imprenta Real, 1783 (2.ª ed., Madrid, Imprenta Real, 1788); Dell’origine, progressi e stato attuale d’ogni letteratura, Parma, Stamperia Reale, 1782-1799, 8 ts. (trad. de C. Andrés, Origen, progresos y estado actual de toda la literatura, Madrid, Antonio de Sancha, 1784-1806, 10 ts.; reed., Valencia, Biblioteca Valenciana, 1997-2000); Cartas familiares del abate D. Juan Andrés a su hermano D. Carlos Andrés, dándole noticia del viage que hizo a varias ciudades de Italia en el año 1785, publicadas por el mismo D. Carlos, ts. I-II, Madrid, Antonio de Sancha, 1786; “Lettera sopra la musica degli Arabi”, en G. Toderini, Letteratura Turchesca, vol. I, Venecia, Giacomo Storti, 1787, págs. 249-252; Dissertazione sull’episodio degli amori d’Enea e Didone introdotto da Virgilio nell’Eneide, Cesena, Eredi Biasini all’Insegna di Pallade, 1788 (trad. de C. Andrés, Disertación en defensa del episodio de Virgilio sobre los amores de Eneas y de Dido, Madrid, Antonio de Sancha, 1788); Cartas familiares del abate D. Juan Andrés a su hermano D. Carlos Andrés, dándole noticia del viage que hizo a Venecia y otras ciudades de aquella República en el año 1788, publicadas por el mismo D. Carlos, t. III, Madrid, Imprenta de Sancha, 1790; Cartas familiares del abate D. Juan Andrés a su hermano D. Carlos Andrés, dándole noticia del viage que hizo a varias ciudades de Italia en el año 1791, publicadas por el mismo D. Carlos, ts. IV-V, Madrid, Imprenta de Sancha, 1793; Dell’origine e delle vicende dell’arte d’insegnar a parlar ai sordi e muti, Viena, Ignazio Alberti, 1793 (trad. de C. Andrés, Carta del Abate Don Juan Andrés sobre el origen y vicisitudes del arte de enseñar a hablar a los mudos sordos, Madrid, Imprenta de Sancha, 1794); Carta del abate D. Juan Andrés a su hermano D. Carlos, dándole noticia de la literatura de Viena, Madrid, Imprenta de Sancha, 1794; Catalogo de’ codici manoscritti della famiglia Capilupi di Mantova, Mantua, Scietà all’Apollo, 1797 (vers. compendiada en Noticia de un Catálogo de los manuscritos de Casa el Marqués Capilupi de Mantua, compuesto por D. Juan Andrés, a la cual acompaña una carta del mismo autor a su hermano Don Carlos Andrés, en que manifiesta la utilidad de semejantes catálogos, Valencia, Joseph de Orga, 1799); Cartas del abate D. Juan Andrés a su hermano Don Carlos Andrés, en que le comunica varias noticias literarias, Valencia, Joseph de Orga, 1800; Lettera dell’Abate Giovanni Andres al Sig. Abate Ciacomo Morelli sopra alcuni codici delle biblioteche capitolari di Novara e di Vercelli, Parma, Stamperia Reale, 1802; Antonii Augustini Archiepiscopi Tarraconiensis Epistolae Latinae et Italicae, nunc primum editae a Joanne Andresio, Parma, Typis A. Mussii, 1804; “Della Letteratura Spagnuola; lettera del Ch. Signor Ab.

Giovanni Andres al Compilatore dell’Ape”, en L’Ape [Florencia], LX (28 de abril de 1804) y X (26 de mayo de 1804); Anecdota graeca et latina ex mss. codicibus Bibliotheca Regiae Neapolitanae deprompta, I. Prodromus, Nápoles, Regia Typographia, 1816; “De’ commentari d’Eustazio sopra Omero, e de’ traduttori di essi”, e “Illustrazione di una carta geografica del 1455. E delle notizie che in quel tempo aveansi dell’Antillia”, en Memorie della Regale Accademia Ercolanese di Archeologia, vol. I [Nápoles, Stamperia Reale], 1822, págs. 97-128 y 129-173, respect.; “Vita del Duca di Parma D. Ferdinando I di Borbone, scritta dal P. Andres in lingua spagnola”, en La Scienza e la Fede [Nápoles], año V, vol. X, fasc. 59 (1845), págs. 353-383.

Bibl.: A. Eximeno y Pujades, Lettera dell’Abate D. Antonio Eximeno al Reverendissimo P. M. Fr. Tommaso Maria Mamacchi sopra l’opinione del Signor Abate D. Giovanni Andres intorno alla letteratura ecclesiastica de’ secoli barbari, Mantova, Stamperia di Giuseppe Baglia, 1783 (trad. esp. de F. J. Borrull, Carta del Abate D. Antonio Eximeno al Reverendísimo P. M. E. Tomás María Mamacchi, sobre la opinión que defiende el Abate Don Juan Andrés, en orden a la literatura eclesiástica de los siglos bárbaros, Madrid, Antonio de Sancha, 1784); M. Luengo, Diario de la expulsión de los jesuitas, t. XXI, 1787 (Archivo Histórico de Loyola) (inéd.); C. Trigueros, Discurso sobre el Estudio Metódico de la Historia Literaria para servir de introducción a los primeros Exercicios públicos de ella, que en los días 23, 24 y 25 de Septiembre de 1790 se tuvieron en la Biblioteca de los Reales Estudios de esta Corte, Madrid, Benito Cano, 1790, pág. 49; A. A. Scotti, Elogio storico de Giovanni Andres, Napoli, 1817 (Valencia, 1818); G. E. Mazzeo, The Abate Juan Andrés, Literary Historian of the XVIIIth Century, New York, 1965; M. Batllori, Cultura hispano-italiana de los jesuitas expulsos, Madrid, Gredos, 1966, págs. 515-545 (en Obras Completas, vol. X, Valencia, Tres i Quatre, 1998); A. Domínguez Molto, El abate D. Juan Andrés y Morell, Alicante, Diputación Provincial, 1978; M. Garrido, Historia literaria, enciclopédica y ciencia en Juan Andrés, Alicante, Institución Juan Gil Albert, 1995; F. Vázquez Perea, Las lenguas y su comparación en la obra de J. A. (traductología e historiografía), Madrid, Asociación Española de Eslavistas, 1996; I. Fernández Arrillaga y M. Blanco, Comparatismo y ciencia: el abate Juan Andrés, Madrid, Asociación Española de Eslavistas, 1996; J. J. Caerols, Las literaturas clásicas en Juan Andrés, Madrid, Cuadernos Eslavística, Traductología y Comparatismo, 1996; P. Aullón de Haro, “Estudio preliminar” a J. Andrés, Origen, progresos y estado actual de toda la literatura, Valencia, Biblioteca Valenciana, 1997; M. Batllori, “Andrés, Juan”, en Ch. E. O’Neill y J. M.ª Domínguez (dirs.), Diccionario Histórico de la Compañía de Jesús: biográfico-temático, Roma-Madrid, Institutum Historicum Societatis Iesu-Universidad Pontificia de Comillas, 2001, págs. 163-165; P. Aullón de Haro, S. Navarro Pastor, J. García Gabaldón (coords.), Juan Andrés y la teoría comparatista, Valencia, Biblioteca Valenciana, 2002; A. Astorgano Abajo, “Las cartas familiares de Hervás, como fuente de información literaria”, en Actas del II Seminario Peñaflorida, Tolouse-Le Mirail, 14 y 15 de noviembre de 2003, San Sebastián, 2004, págs. 1-60; “La Biblioteca jesuítico-española de Hervás y Panduro y su liderazgo sobre el resto de los ex jesuitas”, en Hispania Sacra, 112 (2004), págs. 171-268; Mª. D. Abascal Vicente, “Introducción al pensamiento lingüístico de Juan Andrés”, en Estudios de lingüística: E.L.U.A., 19 (2005), págs. 13-32; L. Hervás y Panduro, Biblioteca jesuítico-española, est. intr., ed. crítica y notas de A. Astorgano Abajo, Madrid, Libris, 2007, págs. 99-107; A. López Fonseca, “Juan Andrés: una visión ilustrada del teatro grecolatino”, en Revista de filología alemana, 1 extra (2009), págs. 217-230; C. D. Fuentes Fos, Ilustración, Neoclasicismo y apología de España en la obra de Juan Andrés Morell (1740-1817), tesis doctoral, Valencia, Universitat, València, 2015; F. Quinziano, “Un capitolo nei rapporti ispano-italiani nel Settecento: Enciclopedismo, sincretismo e dialogo culturale nel gesuita espulso Juan Andrés”, en Artifara: Revista de lenguas y literaturas ibéricas y latinoamericanas, 16 (2016), págs. 27-45; P. Aullón de Haro y J. García Gabaldón (coords.), Juan Andrés y la Escuela Universalista Española, Madrid, Ediciones de la Universidad Complutense, 2017; P. Aullón de Haro, “Constitución de la Escuela Universitaria Española del siglo XVIII”, en P. Aullón de Haro y J. García Gabaldón (coords.), Juan Andrés y la Escuela Universalista Española, op. cit., págs. 43-70; N. Guasti, Juan Andrés e la cultura del Settecento, Sesto San Giovanni (Milán), Mimesis Edizioni, 2017; A. J. López Cruces, “Juan Andrés: ‘Origen, progresos y estado actual de toda la literatura’. I. Historia de toda la literatura” y A. Astorgano Abajo, “El universalista Hervás, propulsor de la literatura jesuítica de los expulsos en la Imprenta Biasini”, en Eikasia: revista de filosofía, 81 (2018), págs. 153-401 y págs. 461-503, respect.; A. Astorgano Abajo, “Ideología e imprentas en el jesuitismo expulso: Biasini versus Bodoni”, Cuadernos de Ilustración y Romanticismo: Revista del Grupo de Estudios del siglo XVIII, 24 (2018), págs. 269-301.


  

Origen, progresos y estado actual de toda la literatura.

 (1782-1799), la obra fundamental del humanista cristiano Juan Andrés (Planes, Alicante, 1740 - Roma, 1817), es la primera historia universal y comparada de la literatura, es decir de las letras y las ciencias, según el concepto dieciochista.

Historia y significado de la Obra

Publicada originalmente en lengua italiana (Dell’Origine, progressi e stato attuale d’ogni letteratura, Parma, en la Stamperia Reale, a cargo de Giambattista Bodoni), y con posterioridad en diversas ciudades hasta mediados del siglo XIX, fue inmediata y sucesivamente traducida por el hermano del autor, Carlos, e impresa en casa de Antonio de Sancha en Madrid, 1784-1806. Esta edición española, sin duda amparada por el exsecretario de Estado Floridablanca y el visto bueno del Rey, dada la condición de jesuita expulsó a Italia del autor, quedó incompleta por cuanto no incluía la última de las partes de la obra, la importante dedicada a las llamadas Ciencias Eclesiásticas, de relevancia no ya para la Teología sino sobre todo para la Hermenéutica.​ El primer volumen de la obra, que es de carácter general e introductorio, constituye ya desde su Prefacio una elaboración de epistemología disciplinaria como alternativa histórica a Bacon y a la Enciclopedia.
Origen, progresos y estado actual de toda la literatura, creación emblemática de la denominada "Escuela Universalista Española del siglo XVIII", fue obra celebérrima en toda Europa, tuvo múltiples ediciones italianas (Venecia, Roma, Nápoles, Pistoia...) hasta 1857, habiendo establecido de hecho y pioneramente, pues, los estudios de Literatura Universal y Comparada, aun sin usar esta denominación. La obra hace un uso extenso, muy rico y permanente del concepto y el lenguaje de la comparación. Hubo edición francesa del primer volumen (en París, 1805). En España fue libro de texto oficial en el Real Colegio de Madrid y en la Universidad de Valencia. La edición, estudio y restitución de la obra de Juan Andrés han sido promovidos por el Grupo de Investigación Humanismo-Europa de la Universidad de Alicante.
Andrés, siguiendo la tradición humanística que nace en el parangón greco-latino y encuentra sus momentos constructivos decisivos en Escaligero y Daniel Georg Morhof, totaliza por primera vez el objeto universal determinado por Asia, accediendo así, por lo demás, a la completa visión comparatista, tanto en sentido externo geográfico-cultural como interno de las disciplinas. Esto último convierte a Juan Andrés en el padre de la Literatura universal y comparada propiamente dicha, de forma paralela a como cabe afirmar de Lorenzo Hervás, creador, mediante su Catálogo de las lenguas de las naciones conocidas, de la Lingüística universal y comparada. Ambos, junto a Antonio Eximeno, constituyen el núcleo decisivo de la Escuela Universalista Española del siglo XVIII y representan la creación de la Comparatística moderna.
Entre otras muchas investigaciones, Andrés es autor del más enjundioso libro de viaje de la literatura española moderna, en su especialidad más relevante de viaje cultural a Italia, mediante característico título humanístico epistolar: Cartas familiares (Viaje de Italia).
Existe un "Premio Juan Andrés de Ensayo e Investigación en Ciencias Humanas"  otorgado por el antes referido "Grupo de Investigación Humanismo-Europa", de la Universidad de Alicante, así como un "Instituto Juan Andrés de Comparatística y Globalización".

Diccionario filosófico.

Manual de materialismo filosófico.

Juan Andrés SJ 1740-1817

El jesuita Juan Andrés 1740-1817, grabado por Manuel Peleguer en 1818 sobre un dibujo de Andrés CrúaJesuita italianizado nacido en España y asentado en Italia tras ser suprimida en su país esa secta católica en 1767. Escribió la mayor parte de sus obras en italiano, otras en latín y algunas en español (el Viaje a Viena o las Cartas familiares, 5 vols., Madrid 1785-93, que fueron traducidas al italiano y al alemán), aunque las más importantes fueron traducidas al español y publicadas en Madrid por su hermano Carlos Andrés.
 Nacido en Planes de la Baronía, partido judicial de Cocentaina, el 15 de febrero de 1740, fue confiado muy joven por sus padres al Colegio de Nobles regentado en Valencia por clérigos de la Compañía de Jesús, religiosos que ante «la perspicacia de su ingenio, la felicidad de su memoria y el sufrimiento en el trabajo, junto con la modestia y la docilidad, dotes que rara vez se encuentran en una edad tan tierna», decidieron captarlo para convertirlo en uno de los suyos. «Apenas cumplió los quince años de su edad, renunciando en 24 de Diciembre a los derechos de su primogenitura, se retiró al claustro.»
 Acabados los estudios es ordenado presbítero en 1763, enseñando desde 1764 Poesía y Retórica en el jesuita Colegio de Gandía, fundado por San Francisco de Borja. Mantuvo contacto por entonces con el ya maduro Gregorio Mayans, que vivía en Oliva, a una legua de Gandía. Suprimida que fue en España la Compañía de Jesús se procedió también a la expulsión de los jesuitas en 1767. Gregorio Mayans intentó sin éxito que Juan Andrés, «hijo de Don Miguel Andrés», abandonase la Compañía para evitar tener que salir extrañado de su patria «a padecer una vida miserable, privando a su casa del consuelo que pueda dar, y a la Nación de un buen ciudadano, por un falso prejuicio de que padece por la Religión». Pero la fidelidad a la secta dominó sobre el amor a la patria y a la Nación, y José Andrés abandonó España.

Pasa un año en Córcega y se traslada después con otros de sus consectarios a Ferrara, donde hasta 1774 es profesor de filosofía en un colegio de los jesuitas. En 1773 publica en latín Prospectus Philosophiae universae, librito que le permite darse a conocer, encontrando acogida en casa del Marqués Bianchi de Mantua, poco después de haber profesado, recalcitrante, los cuatro votos que diferencian a la Compañía de Jesús de otras religiones («el día 15 de agosto de 1773, fiesta de la Asunción de la Virgen María, a pesar de que no ignoraba que al día siguiente saldría la bula del Papa Ganganelli, por la cual se suprimía la orden de Ignacio de Loyola»). Suprimidos los jesuitas en España e Italia, vive veinte años en Mantua, hasta 1796, al servicio del Marqués Bianchi y de su familia.

Giovanni Andres fue conocido sobre todo por su obra, publicada en siete tomos entre 1782 y 1799, Dell'origene, de'progressi e dello stato attuale d'ogni letteratura, cuyos cinco primeros tomos fueron traducidos al español por su hermano Carlos Andrés, e impresos en Madrid:

  

Giovanni Andres, Dell'origene, de'progressi e dello stato attuale d'ogni letteratura. Parma 1782-99, 7 vols.

 1782 Tomo 1. Che contiene lo stato della letteratura nelle diverse sue epoche.

1785 Tomo 2. Che contiene le belle lettere. Libro I. Della Poesia (1-7)

1787 Tomo 3. Libro II. Eloquenza (1-8) Libro III. Storia (1-4) Libro IV. Grammatica (1-5)

1790 Tomo 4. Delle scienze naturali Libro I. Matematiche (1-10) Libro II. Fisica (1-2)

1794 Tomo 5. Libro II. Fisica (3-7) Libro III. Filosofia (1-3)

1799 Tomo 6. Delle science ecclesiastiche Libro I. Teologia (1-5) Libro II. Scienza Biblica (1-3)

 1799 Tomo 7. Libro III. Giurisprudenza Libro IV. Storia ecclesiastica

 Juan Andrés, Origen, progresos y estado actual de toda la literatura, Madrid 1784-1806, 10 vols. 1784 Tomo 1 (capítulos 1-10)

1784 Tomo 2 (capítulos 11-16). 1785 Tomo 3. Libro I. De la Poesía (1-3)

1787 Tomo 4. Libro I. De la Poesía (4-7) 1789 Tomo 5. Libro II. Elocuencia (1-8)

1793 Tomo 6. Libro III. Historia (1-4)  Libro IV. Gramática (1-5) 1795 Tomo 7. Libro I. Matemáticas (1-8) 1799 Tomo 8. Libro I. Matemáticas (9-10)  Libro II. Física (1-2) 1804 Tomo 9. Libro II. Física (3-7)

1806 Tomo 10. Libro III. De la Filosofía (1-3)


 
Esta obra de Giovanni Andres fue reeditada y mantuvo su presencia en Italia durante medio siglo, gracias a sucesivas ediciones en Venecia (1783-1800), Prato (1806-1812), Roma (1808-1817), Pistoia (1821-24), Pisa (1829-30), Venecia (1830-34) y Nápoles (1836-1838).

Influido por los trabajos del religioso cristiano maronita Miguel Casiri (Trípoli de Siria 1710-Madrid 1791), encargado desde 1749 de catalogar los códices árabes que entonces conservaba la Biblioteca del Escorial (Bibliotheca Arabico-Hispana Escurialensis, Madrid 1760-70), autor también del Catálogo de voces castellanas que tienen su origen en el árabe (Madrid 1771), Juan Andrés había de convertirse en propagandista de «aquel morboso romanticismo arabófilo de nuestros enciclopedistas del siglo XVIII» (Miguel Asín Palacios dixit). Maurofilia o islamomanía que a través de Juan Andrés habría contagiado, por ejemplo, a Herder (según el hispanista italiano Franco Meregalli, «Andrés, Herder y el arabismo», 1991). Arabomanía que también difundió a su manera Sebastián Quintana desde 1840, al beber abundantemente de Juan Andrés en su Historia de la filosofía universal.

Pedro Aullón de Haro, catedrático de literatura de la universidad de Alicante, animado tanto por una reivindicación localista como por otra gremial académica (es quien ha introducido la entretenida especie reinterpretadora de Juan Andrés como padre de la literatura comparada y de la teoría comparatista), ha dirigido una edición crítica completa en español de la obra de Juan Andrés, que incluye la traducción del tratado de las ciencias eclesiásticas (Editorial Verbum, Madrid 1997-2002, 6 volúmenes).

Sobre Juan Andrés

1818 «P. Juan Andrés de la Compañía de Jesús. Director por el Emperador de Austria de la Universidad de Pavía y Prefecto por el Duque de Parma y el Rey de Nápoles de sus Bibliotecas, sumamente celebrado por los sabios por su universal instrucción y excelencia de sus obras. Nació en Planes Reino de Valencia en 1740 y murió en Roma 1817.» (pie del grabado de Manuel Peleguer [1759-1831] sobre dibujo de Andrés Crúa [1780-1823], en Ángelo Antonio Scotti, Elogio histórico…, Valencia 1818.)

1830 «Andrés (Juan), jesuita español, nació de una familia distinguida en Planes, reino de Valencia, a 15 de enero de 1740. Entró en el seminario de nobles de aquella ciudad, dirigido por los jesuitas, y a la edad de 15 años fué admitido en el noviciado. Apenas había recibido las primeras órdenes cuando en vista de sus talentos y sana moral fue nombrado maestro de retórica y de humanidades en el colegio y universidad de Gandía, y hallábase desempeñando dignamente este empleo cuando fueron expulsados los jesuitas de los dominios de España. A consecuencia de este acontecimiento permaneció Andrés un año en Córcega con muchos de sus compañeros, a los cuales acogió generosamente en aquella isla el general Paoli. Durante este descanso escribió en latín y con su estilo puro y elegante un Comentario sobre las desgracias sufridas por los jesuitas en su deportación. Pasó después a Ferrara, y allí ocupó la cátedra de filosofía en la casa de su Orden, y profesó en 15 de mayo de 1773; pero a poco tiempo el papa Clemente XIV, cediendo a las estrechas solicitudes de diversos soberanos, expidió (en 21 de julio de aquel año) el famoso breve de extinción de la compañía de Jesús. Entonces halló Andrés un asilo en Mantua, en casa del marqués Bianchi, caballero tan recomendable por sus conocimientos como por su piedad. Habiendo propuesto la academia de Mantua un problema hidráulico en 1774, fue Andrés uno de los concurrentes al premio; y aunque este se concedió al célebre matemático Gregorio Fontana, Andrés mereció no obstante el accésit. Al año siguiente publicó en italiano un Ensayo sobre la filosofía de Galileo, que tuvo mucha aceptación. El célebre Trabosqui hizo de él un grande elogio, diciendo que el autor del ensayo, había examinado con estremada exactitad y una vasta erudición las opiniones de aquel filósofo. Defendió después en una obra nueva, y ayudando a los esfuerzos del erudito Lampillas su compatriota y compañero, el honor de la literatura española, contra aquel mismo Trabosqui que en su respuesta, hablando de los dos españoles, se explicó en estos términos: Defiende a su nación (Andrés) con mejores armas (que Larnpillas); prueba de ello es la modestia con que se explica… y la causa de los españoles no podía ser mejor defendida. Hizo Andrés muchos viajes por Italia, pasó a Viena, y a Génova visitando en todas partes las mas famosas bibliotecas, y estableciendo correspondencia con los personajes más distinguidos por su ilustración y su clase. En aquella época trabajaba ya en la grande obra Sobre toda la literatura y en 1793 publicó en Viena su opúsculo del Origen y vicisitudes del arte de enseñar o hablar a los sordo mudos. El autor haciendo cuanta justicia se merecen los talentos distinguidos del abate L'Epée y el abate Sicard, prueba con hechos indisputables, que los primeros que crearon, digámoslo así, aquel arte, y le pusieron en práctica, fueron dos frailes españoles a saber: Pedro Ponce de León, benedictino, que vivía en Orihuela a fines del siglo 16, y Juan Pablo Bonet que publicó una obra sobre este mismo arte en Madrid en 1620. Andrés, durante su mansión en Viena, escribió también una obra muy interesante sobre la literatura de aquella ciudad; y de vuelta a Italia redactó una Relación de sus viajes por aquella península, que envió a España a su hermano Don Carlos, y fue inmediatamente traducida en italiano. En 1796 cuando los franceses se preparaban para formar el sitio de Mantua, se retiró a Colorno donde llegó a dirigir los estudios de su seminario de nobles. Viéronse los franceses obligados a evacuar la Italia en 1799, y entonces el emperador de Austria eligió a D. Juan Andrés para que dirigiese la célebre universidad de Pavia; pero las nuevas victorias de los franceses impidieron que se realizase este proyecto y Andrés tuvo que refugiarse en Parma donde el duque D. Felipe le nombró bibliotecario suyo y le admitió en consejo privado. En aquella ciudad publicó una preciosa Colección de cartas latinas e italianas del sabio Antonio Agustín, arzobispo de Tarragona, poniendo al frente una disertación latina en que aclaró muchos hechos relativos a la vida aquel ilustre prelado y dió a conocer los personajes distinguidos que con él habían tenido correspondencia. Por aquel tiempo Fernando VII, rey de Nápoles, que en 1767 había expulsado de sus estados los jesuitas, pidió al papa Pío VII en 1804, y lo obtuvo al fin, el mismo breve que tres años antes había concedido a los jesuitas de Rusia. El sabio Andrés siempre adicto a su Orden sin que le detuvieran su edad avanzada ni sus achaques, y renunciando tres pensiones considerables que le habían asignado sucesivamente Carlos III y Carlos IV nuestros reyes, y la archiduquesa María Beatriz de Este, fue uno de los primeros que corrieron a incorporarse entre los hijos de S. Ignacio. En 1806 vióse el rey de Nápoles forzado a dejar su trono al intruso José Napoleón que después fué reemplazado por Murat, y bajo el reinado de estos dos usurpadores fueron los jesuitas expulsados de los dominios napolitanos y obligados a buscar un asilo en Palermo. La edad y los achaques no permitieron al P. Andrés hacer este viaje; pero intercedió por él la voz pública y no solamente se le permitió quedar en Nápoles, sino que se le obligó en cierto modo a que aceptase el empleo de prefecto de la biblioteca real. Fue también recibido en la academia de la Historia y bellas letras, como uno de sus principales individuos, y después de la muerte de Francisco Daniel, secretario de la academia de antigüedades, fue nombrado Andrés para el desempeño de este importante empleo. Restituida la paz a Europa con la caida de Napoleón, y habiendo vuelto a ocupar los tronos sus legítimos soberanos, Andrés obtuvo del rey de Nápoles nuevas demostraciones de aprecio y fue confirmado inmediatamente en los empleos que estaba desempeñando. Pero el ilustrador de Galileo, experimentó cual este la irreparable desgracia de quedar ciego por un efecto de sus incesantes tareas y sus muchas vigilias. Concedióle después permiso el rey de Nápoles para pasar a Roma en cuya ocasión fue Andrés uno de los que solicitaron con mas celo y eficacia la beatificación del venerable jesuita Bobola. En este estado cogióle de improviso en la calle una fuerte lluvia, y agravándosele la dolencia que padecía en el pecho, terminó sus días en enero de 1817 a la edad de 77 años. Los periódicos de Italia, Francia y Alemania, el diario de Roma de 15 de enero, el de Valencia de 10 de abril, y la gaceta de Madrid de 22 del mismo, todos publicaron la vida del abate Andrés; elogiando justamente su extraordinario mérito. Dejaba Andrés en sus obras un claro y eterno testimonio de su bellísimo carácter, de sus amables virtudes así políticas como religiosas, y de su erudición, elocuencia y sabiduría, pudiendo nosotros llamarle, como Frontón a su querido Victorino: Pietate, mansuetudine, veritate, innocentia máxima, omnium denique optimarum artium praecipuum virum. Andrés mereció la benevolencia de muchos soberanos como de José II, emperador de Alemania que al pasar por Mantua se dignó visitarle, de Leopoldo I, gran duque de Toscana, después emperador, y de la archiduquesa María Beatriz de Este. También el papa Pío VII, noticioso de que Andrés registraba algunos manuscritos del Vaticano, le dió una prueba singular de distinción y aprecio, concediéndole licencia para llevarse a su cuarto aquellos documentos a fin de que los examinase con mas comodidad y detención: gracia que hasta entonces a nadie se había concedido. En todos los países de Italia donde habitaba, los personajes más distinguidos procuraban conocerle y tenerle por amigo. Durante su mansión en Mantua y en Roma, fue visitado por los más ilustres viajeros que iban a admirar en él un filósofo, no como el de Ferney, sino un filósofo cristiano. Nuestro augusto soberano, hizo establecer en los reales estudios de S. Isidro el Real de Madrid, una escuela particular donde se enseñase a los jóvenes la historia literaria por la de Andrés. Estos y otros honores lejos de inspirarle el menor orgullo, solo servían para realzar mas y mas su natural modestia, prenda recomendable a la cual reunía una generosa beneficencia; llegando no pocas veces hasta el extremo de privarse de lo más necesario para socorrer a los indigentes. Entre las numerosas obras de Andrés, ademas de las ya citadas, haremos aquí mención de las más escogidas. 1ª Prospectus philosophiae universae, publice diputationi propositae in templo ferrarensi, Ferrara 1773 en 8. Las obras siguientes están escritas en italiano y la mayor parte traducidas en español. 2ª Carta al Comendador L. Cayetano Valenti Gonzaga, sobre la corrupción supuesta del buen gusto en Italia, en el siglo 15, Cremona 1776 en 8. 3ª Carta al conde Alejandro Muravi-Bra, sobre el reverso de una medalla, no entendido por Maffei, Mantua 1778 en 8. 4ª Carta al marques Paleotti sobre una demostración de Galileo, Ferrara 1779 en 4. 5ª Disertación sobre las causas del poco progreso de las ciencias en nuestra época, ídem 1779 en 4, Disertación sobre la música de los árabes (inserta por el abate Torderini en su obra sobre la literatura de los turcos, Venecia 1787); 7ª Origen, progresos y estado actual de toda la literatura, la cual tradujo del italiano al español por encargo del ministro conde de Florida Blanca, D. Carlos Andrés, hermano del autor. Esta obra que trata de todas las ciencias y bellas letras de todas las naciones, es un monumento inmortal de la vasta erudición y del juicio y crítica del sabio Juan Andrés. 8ª Carta al abate Morelli, sobre algunos manuscritos de las bibliotecas capitulares de Novara y de Verceil, Parma 1802 en 8. Este escrito es digno de atención, por las luces que difunde sobre muchas recolecciones de cánones y por las muchas erratas que han pasado en la edición dada por Muratori sobre las antiguas leyes de los lombardos. 9ª Explicación de un mapa geográfico de 1445, y manifestación de las noticias se tenían de las Antillas en aquella época. 10ª Investigaciones sobre el uso de la lengua griega en el reino de Nápoles, idem 1816. 11ª Noticia sobre dos poemas griegos de Juan de Otranto y Jorge de Gallipolis en el siglo 13, los cuales existen en la biblioteca de S. Lorenzo de Florencia. 12ª Muchas disertaciones sobre el culto dado antiguamente a la diosa Isis; sobre algunas inscripciones halladas en su templo; sobre el descubrimiento de Pompeya y el Herculano, y sobre la figura de la tierra. 13ª Disertación sobre la autoridad de los pontífices. 14ª Cartas familiares a su hermano D. Carlos (en español).» (Diccionario histórico o Biografía Universal compendiada, Librería de Narciso Oliva, Barcelona 1830, tomo primero, págs. 412-415.)

1860 «Andres, lascialo da parte: frate presuntuoso, che volle abbracciare tutta l'umana cultura; e, avvegna che qualche rade volte dica bene, ha inesattezze ed errori moltissimi: giudica riciso avventato, senza ragioni e senza cognizioni spesso; di gusto tra'l francese e l'accademico; spregiatore di ciò che veramente è grande, lisciatore di mediocrità; ha pessimi la lingua e lo stile.» (José Carducci, «Una lettera del Carducci all'amico C. Gargiolli», en Alberto Lumbroso, Miscellanea Carducciana, Bologna 1911, págs. 186-187.)

1883 «Andrés (Juan). De la Compañía de Jesus, natural de Planes, en el reino de Valencia: nació en 15 de Febrero del año 1749, y tomó la sotana de jesuita en 24 de Diciembre de 1754, desempeñando después la cátedra de retórica y poética en la Universidad de Gandía. Cuando Carlos III dio el Decreto de 2 de Abril de 1766 expulsando a los jesuitas de todos los reinos de España, el Padre Andrés tuvo que marchar a Italia con sus compañeros, y fue uno de los que contribuyeron a formar la Academia de Ferrara; pero poco después Clemente XIV, cediendo a las exigencias de varios soberanos, expidió en 21 de Julio de 1773 el famoso Breve de la extinción de la Compañía de Jesús, con cuyo motivo Andrés buscó un asilo en casa del marqués de Bianchi como preceptor de su hijo. Desde entonces publicó varios escritos, que fueron recibidos con grande aplauso, y merced a los cuales se llegó a formar la opinión de que el Padre Andrés sería uno de los primeros literatos del siglo. De él dice Fuster, que era de un ingenio tal, que acomodándose a todo, parecía nacido para cualquiera ciencia a que se dedicase. Viendo que no había más que historias particulares de las literaturas, y examinando filosóficamente las vicisitudes de cada una, se propuso escribir una historia que las abrazase a todas. No dejaba de conocer Andrés que era grande la empresa, muchas las dificultades que se presentaban, y largo el espacio que debía recorrer en un campo tan dilatadísimo, pero nada le arredró. Aprendió los idiomas inglés y alemán. Examinó después detenidamente un sinnúmero de obras de los autores de todas las naciones, y procuró despejar la densa niebla que ocultaba la literatura arábiga. Con todos estos antecedentes formó su juicio, trazó su plan, y en 1781 publicó el prospecto. Apenas lo anunció, cuando excitó la curiosidad de todos los sabios, quienes creían imposible que un hombre solo pudiese llevar a cabo una obra que necesitaba del auxilio de muchos inteligentes, versados a lo menos en algunas de las ciencias que Andrés se proponía tratar, y que poniéndose estos de acuerdo con el autor, conferenciasen repetidas veces para escoger, si no lo mejor, a lo menos lo más probable. Pero Andrés prometió dar la obra, y lo cumplió, concluyéndola con admiración universal. En 1782 la dio a luz en italiano con el título de Origen, progresos y estado actual de la literatura. Desde entonces la gloria de Andrés llegó a su colmo. Los sabios de todas las naciones se complacían en mantener con él una correspondencia no interrumpida; su casa era frecuentada de los eruditos nacionales y extranjeros, que aspiraban a disfrutar de su amable trato y que deseaban consultarle sobre las dudas que se les ofrecían en punto de literatura. Abriéronle las puertas la Academia Columbiana florentina, la de Ciencias y Artes de Mantua, la Rubiconia de Sevillano, la Florentina, la Etrusca de Cortona, la Italiana de Liorna, la Pontomaria de Nápoles, la de la Religión católica, establecida en Roma por el Papa Pío VII, y la Imperial y Real Aretina, mereciendo, por último, el renombre de “literato del siglo”. La mencionada obra es, sin disputa, la mejor que publicó el Padre Andrés. En ella reúne todas las ciencias con aquel desembarazo del que las conoce todas; se fija en cada una de ellas, da su dictamen, y cada dictamen de Andrés es una lección necesaria para evitar el restablecimiento de la barbarie, y conducir la cultura a su mayor perfección. En una palabra, la obra del Padre Andrés puede considerarse como completa en su género. Los sabios la examinaron con avidez, y algunos de ellos con el deseo de encontrar en ella lunares o defectos que combatir; pero lo cierto es que dicha obra excitó un entusiasmo universal, operó una revolución en la literatura, se multiplicaron sus ediciones, y los extranjeros se apresuraron a traducirla en casi todos los idiomas. Fue traducida al español por D. Carlos Andrés, hermano del autor, por orden del Rey, para los reales estudios de San Isidro. El Abate Andrés murió en 1817, habiendo dejado fama del mejor literato del siglo. Publicó además otras muchas obras notables, y entre ellas Prospectus philosophia universae disputationi proposita in templo ferrariensi. Scotti, hablando de esta obra, dice que fue tal la variedad de tesis, tal la distribución, y tanta la claridad, que parecía la obra más perfecta que se había visto en este género: Ensayo de la filosofía de Galileo, obra muy elogiada, en la cual examina con mucha exactitud y vasta erudición las opiniones de aquel filósofo: carta sobre el estado presente de la literatura española, publicada en 1804, y otras muchas. Perujo.» (Diccionario de ciencias eclesiásticas, Madrid 1883, tomo primero, pág. 468.)

1909 «Andrés (Juan). Biog. Jesuíta español, n. en Planes en 1740 y m. en Roma en 1817. Al ser expulsados los jesuítas de España en 1767 marchó a Italia, nombrándole el rey de Nápoles su bibliotecario. Escribió: Prospectus de philosophiae universae publica disputatione proposita in templo Ferrariensi (1773); Disertación sobre la autoridad de los pontífices: Del origen del progreso y del estado actual de la literatura (1782-1798); Cartas sobre la música de los árabes (1787), y Cartas familiares dirigidas a su hermano Carlos, dándole noticia de un viaje a varias ciudades de Italia (Madrid, 1786). Cabe al P. Andrés la gloria de haber sido el primer autor del mundo que trazó un cuadro acabado y sintético de toda la historia literaria. Su obra fue escrita en italiano y traducida al francés, inglés, alemán y castellano antes de los diez años de su publicación. Revilla, Menéndez Pelayo, Ticknor y Fitzmaurice-Kelly elogian el mérito de la obra del P. Andrés, al que consideran como uno de los primeros críticos literarios.» (Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana, Jose Espasa e Hijos Editores, Barcelona 1909, tomo 5, pág. 455.)

1940 «En trance de cumplir la promesa hecha en el número retropróximo de esta revista, dedicando unas cuantas páginas que rememoren al culturalista español Juan Andrés en el segundo centenario de su nacimiento, viene a los puntos de la pluma con la tentación de lo extremosamente sugestivo el nombre del garandante de Ginebra, Rousseau, como personificación de eso que podríamos llamar misognosis, algo central dentro de los problemas que plantea la ciencia de la cultura y no ajeno a la misma razón de ser de este nuestro ensayo. […] Lejos de nosotros la posición rousseauniana y sus afines por figurar en nuestra tabla de valores el de la cultura aun puramente intelectual, el haber sido Juan Andrés uno de los primeros que substantivizan tal fenómeno o valor, sería más que suficiente para motivar nuestro estudio. Si a ello unimos la resonancia que en su tiempo encontrara la obra de Juan Andrés y aun dando por supuesto el silencio que después ha pesado sobre la misma, vale la pena este intento de resurrección homenaje, que a más del motivo puramente histórico de un valor que fué, puede tener el de contribuir a la formación de nuestro ser colectivo actual de españoles, para nosotros capital en todas nuestras tareas.» (Juan Francisco Yela Utrilla, «Juan Andrés, culturalista español del siglo XVIII», Revista de la Universidad de Oviedo, 1940, año I, número 2, págs. 23-58.)

1961 «Andrés, Giovanni. Nacque a Planes, nell'antico regno di Valenza (oggi in provincia di Alicante, Spagna), il 15 febbr. 1740, da Miguel (di famiglia di origine aragonese stabilitasi nella regione valenzana nel '500 e appartenente alla piccola nobiltà terriera) e da Casiana Morell. Dopo i primi studi nel Collegio dei nobili, che i gesuiti avevano nella città di Valenza, entrò nella provincia di Aragona della Compagnia di Gesú il 24 dic. 1754. Nel decennio 1754-64 fece nella Catalogna il noviziato (Tarragona 1754-56), il corso di perfezionamento in scienze umanistiche (Manresa 1756-57); poi gli studi di filosofia e scienze (Gerona 1757-59). Dal 1759 al 1763 studiò la teologia nel collegio di San Paolo a Valenza e vi fu ordinato sacerdote. […] Il primo volume della sua opera fondamentale Dell'origine, progressi e stato attuale d'ogni letteratura, apparso in Parma nel 1782 con i tipi bodoniani della stamperia reale, fu l'avvenimento di quell'anno nel campo della cultura italiana. Il primo volume senza dubbio primeggia fra i sette dell'opera (Parma 1782-99) perché piú personale. Quello che interessa negli altri sei tomi non è tanto l'erudizione, quanto la valutazione delle diverse culture e delle loro epoche successive, che si trova già in nuce nel primo. In esso l'A., di fronte all'erudizione e alla filosofia della Encyclopédie, non è piú su posizioni ostili o di sfiducia, come aveva fatto in genere la cultura ecclesiastica a lui precedente, ma piuttosto desidera assimilarne quanto può entrare in una sintesi con il pensiero cristiano. Sin dal prologo, loda la sottigliezza del d'Alembert nella sua prefazione, ma crede che per il suo scopo la divisione delle lettere in storia, filosofia e poesia risulti inadeguata. Per l'A. letteratura è sinonimo dell'odierno termine “cultura”; perciò appunto preferisce dividerla in belle lettere, scienze della natura e scienze ecclesiastiche, e a ognuna di queste tre sezioni dedica due volumi dell'opera. Tre punti meritano speciale rilievo. Il primo dal quale poi derivano anche gli altri due è l'affermazione della cultura grecolatina come base di tutta la cultura europea; essa avrebbe avuto due rinascenze: una nel Medioevo, per opera principalmente degli Arabi spagnoli e dei contatti che la loro cultura arabo-greca ebbe in Spagna con la cultura occidentale, e un'altra nell'Italia dell'umanesimo, della cui eredità, secondo l'A., si viveva ancora. L'A., prettamente neoclassico, misconosceva i valori del barocco, che considerava l'epoca del cattivo gusto; del Medioevo non salvava né l'arte gotica né alcun'altra sorta di cultura fuorché quel prerinascimento greco-arabo, già accennato, e tutto ciò che nelle scienze ecclesiastiche era restato ai margini della scolastic, da lui derisa come pura barbarie. Tuttavia per l'A. –come del resto per tutta la scuola provenzalista italiana, dal Cariteo al Barbieri– gli Arabi spagnoli avrebbero portato in Europa la moderna poesia rimata. È questo il secondo punto da rilevare nel Dell'origine…, che egli segnalava fin dal prospetto iniziale dell'opera diffusosi in tutta l'Europa prima dell'apparizione di questa. Vicino alla tesi dell'A. si trovò il Tiraboschi, mentre irritato avversario ne fu il compagno di esilio Stefano Arteaga, il quale scrisse contro ambedue il trattato Dell'influenza degli arabi sull'origine della poesia moderna in Europa (Roma 1791) in difesa della tesi latino-germanica. Il terzo punto essenziale di questa Weltliteratur dell'A. è strettamente collegato al precedente: sotto l'influsso di quel primo rinascimento greco-arabo si sarebbe creata la letteratura provenzale, con la quale egli identificava –come già il Bastero nella sua Crusca provenzale (Roma 1724)– lal etteratura catalana, fiorente dal Duecento al principio del Cinquecento in Catalogna, Maiorca e Valenza: il suo elogio di Ausiàs Mare (“il Petrarca dei provenzali”) e di Joanot Martorell (definisce il suo Tirant lo Blanc addirittura “il Decamerone” delle prose provenzali) è uno dei pochissimi tratti preromantici di un uomo decisamente neoclassico. Il Dell'origine… ebbe un clamoroso successo in tutta l'Europa: fu piú volte ristampato in Italia, tradotto per intero in spagnolo (10 voll., Madrid 1784-1806), e imposto come testo negli Studi Reali di Madrid; nel 1805 si pubblicò in francese il primo volume, che è, come si è detto, il piú importante e caratteristico.» (miquel batllori, s.v., Dizionario Biografico degli Italiani, volume 3, 1961.)

1972 «Andrés, Juan, SI (Planes [Alicante] 15-11-1740 †Roma 17-1-1817) historiador de la cultura. Entró en SI 1754. Enseñó Retórica y Poética en la Universidad de Gandía hasta la expulsión de 1767, y Filosofía en Ferrara. Vivió en Mantua (1773-96) con los marqueses Bianchi. Renovó su profesión en Parma (1800) y fue bibliotecario real de Nápoles. Obras: Dell'origine, progressi e stato attuale d'ogni letterature, 7 vols. Parma 1782-99; trad. esp. Ma. 1784-1806. Bibl.: O192,I,204-212; Toda y Güell, I, 96-100; II,10; IV,375-376; O154. m. batllori.» (Diccionario de Historia Eclesiástica de España, CSIC, Madrid 1972, tomo I, pág. 63.)

Bibliografía sobre Juan Andrés

1818 Elogio histórico del padre Juan Andrés de la Compañía de Jesús, secretario de la Academia de Antigüedades y Bellas Letras y prefecto de la Real Biblioteca de Nápoles, leído en la Academia Herculanense de Archeología por el socio ordinario Ángelo Antonio Scotti y aprobado por la misma, traducido del italiano, Imprenta de D. Benito Monfort, Valencia 1818, 56 págs.

1940 Juan Francisco Yela Utrilla, «Juan Andrés, culturalista español del siglo XVIII», Revista de la Universidad de Oviedo, 1940, año I, número 2, págs. 24-25.

1978 Adolfo Domínguez Moltó, El Abate D. Juan Andrés Morell (Un erudito del siglo XVIII), Instituto de Estudios Alicantinos, Alicante 1978, 216 págs.

2006 Roberto M. Dainotto, «The Discreet Charm of the Arabist Theory: Juan Andrés, Historicism, and the de-centering of Montesquieu's Europe», European History Quarterly, 2006, 36(1), 7-29.

2008 Maribel Fierro, «La identidad vindicada. Olagüe, Juan Andrés y lo que Europa debe a España», en La integración de Al-Andalus en la Historia de España…, Seminario de Historia, UNED, Documento de trabajo 2008/1.

Sobre Juan Andrés en el proyecto Filosofía en español
→ Sebastián Quintana copia de Juan Andrés

Biblioteca Personal.

Tengo un libro en mi colección privada .- 


Continuación

Itsukushima Shrine.




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