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Libro de Proverbios, 8 20, de la Biblia. "Yo camino por la senda de la justicia, por los senderos de la equidad."

jueves, 4 de agosto de 2016

319.-Ritratto di una Sforza ("Bella principessa"); Literatura en yidis.-a



Ritratto di una Sforza ("Bella principessa")

 


  

El libro

La Sforziad de Varsovia es una de las cuatro copias iluminadas que quedan de la edición 1490 de "Rerum Gestarum Francisci Sfortiae Mediolanensium Ducis" de Giovanni Simonetta. Impreso en pergamino, la copia conservada en Varsovia es el único ejemplar firmado por Giovanni Pietro da Birago , el iluminador que trabaja para la corte milanesa.
El texto, en alabanza de las hazañas políticas de Francesco I Sforza (1401-1466), fue escrito en la década de 1470 y, en menos de veinte años, fue impreso tres veces por el tipógrafo Antonio Zarotto : en 1483 y 1486 en latín, y en 1490 en italiano ( en lingua fiorentina - lengua florentina). 
La promoción de las ediciones fue el duque Ludovico Sforza "il Moro" (1452-1508) quien, como regente de este sobrino menor de edad Gian Galeazzo, era el gobernante de facto de Milán.
libro

Las iluminaciones se consideran magníficos tesoros del arte lombardo del siglo XV . A pesar de un esquema común, cada una de las páginas decoradas es una obra de arte separada e integral. La miniatura permitió la identificación de copias individuales, dirigidas a Lodovico il Moro (ahora en la Biblioteca Británica), Gian Galeazzo (ahora en la Biblioteca Nacional de Francia), yerno de Lodovico y sucesor, el comandante del ejército de Milán, Galeazzo Sanseverino  (ahora en la Biblioteca Nacional de Varsovia) y la Biblioteca Ducal en Pavía (un fragmento en la Galería de los Uffizi en Florencia).



Retrato
Francesco Petrarca (Arezzo; 20 de julio de 1304 - Arquà Petrarca, Padua; 19 de julio de 1374) fue un poeta, filósofo y filólogo aretino, considerado el precursor del humanismo, pilar fundamental de la literatura italiana especialmente gracias a su obra Cancionero. 


  

encuadernador


El retrato en pergamino "La bella princesa" -atribuído a Leonardo da Vinci- se expone, por primera vez en la historia, en el Palacio Ducal de Urbino. Esta joven rubia, de ojos claros, que posó de perfil vuelve a Italia después de 500 años. Para el crítico Vittorio Sgarbi, no hay dudas sobre que este es el retrato perdido de Da Vinci. El cuadro, de 33 por 23 centímetros, se vendió en 1998 en una subasta en Nueva York por 19.000 dólares como un retrato del siglo XIX de autor desconocido y con el nombre de "Joven de perfil con vestido del Renacimiento", pero Silverman comenzó sus investigaciones ante la sospecha de que fuese una obra del polifacético genio. El profesor de la Universidad de Oxford Martin Kemp, experto internacional sobre el pintor italiano, identificó el retrato como una hoja que falta del volumen La Sforziade, conservado en la Biblioteca Nacional de Varsovia, del siglo XV y que perteneció al gran mecenas de Leonardo, el duque de Milán Ludovico Sforza. Así, la joven anónima se convirtió en la noble Bianca Sforza (1482-1496), de entre 10 y 13 años, una de las hijas ilegítimas del duque, retratada antes de su boda y que falleció meses después de casarse. 


Ludovico Sforza (Vigevano, 27 de julio de 1452 - Loches, 27 de mayo de 1508), llamado el Moro (il Moro), a los 42 años se convirtió en Duque de Milán (1494-1499) y tomó parte en la primera y segunda guerras italianas (1494-1498 y 1499-1501). Se hizo famoso por ser mecenas de Leonardo da Vinci y otros artistas. Murió a los 55 años.

Antonio Zarotto ( Parma , 1450 - Milán , 14 de julio de 1510 ) fue un tipógrafo italiano, pionero del arte de la tipografía en Milán.

Nació en el distrito de Porta Santa Croce, en el Oltretorrente, de una familia acomodada, que incluía a tres notarios entre sus miembros. Se cree que antes de mudarse a Milán en 1470 practicó la tipografía en las tiendas locales. Sus primeros trabajos en Milán fueron la impresión De verborum signification of Pompey Festo (3 de agosto de 1471) y la Cosmographia of Pomponio Mela (25 de septiembre de 1471).

Hacia finales de 1471 fue contratado por la imprenta de Panfilo Castaldi, convirtiéndose en su protegido. El 20 de agosto de 1472 se asoció con el sacerdote Gabriele Orsoni, con el maestro de retórica Cola Montano, con el profesor de elocuencia Gabriele Paveri Fontana y con Pier Antonio Castiglioni. En la escritura de constitución se indica el objeto de la sociedad: imprimir libros "in iure civile et in Medicina et in iure canonico". El 4 de junio los firmantes aceptaron a Nicola Castiglione, hermano de Pier Antonio, en la empresa.





Zarotto fue de los primeros en Italia en imprimir con caracteres griegos y en acompañar libros litúrgicos con notas musicales, como en el "Missale Ambrosianum" de 1475, reconocido antes del "Missale Romanum", publicado en Roma el mismo año.

Si el mérito de haber introducido la imprenta en Milán pertenece a Castaldi, fueron Philip Cavagni  y Antonio Zarotto a ella a través de la fase pionera, permitiendo a Christoph Valdarfer, Leonhard Pachel y Ulrich Scinzenzeler y en el siglo siguiente a Giovanni Angelo Scinzenzeler hacer Avanzar aún más el arte de la tipografía en Milán.

Entre las obras más famosas impresas por su taller cabe mencionar: Opera et catalecta de Virgilio (1472), El Decamerón (1476), La vida de Francesco Sforza de Cicco Simonetta (1479), L'Acerba de Cecco d'Ascoli (1484) y el Canzoniere del Petrarca (1494), la Vida del glorioso S. Hieronymo (1490). Los De Marinis le atribuyen nada menos que 176 obras. Se le considera uno de los mejores impresores de su tiempo. El bibliófilo y petrarquista Antonio Marsand, recordando la edición del Decameron de 1476, dice:

 "El personaje es claro y hermoso, como está constantemente en todas las producciones de Zarotto".

 

Bianca Sforza (1482-1496), hija de 
Ludovico Sforza y Bernardina de Corradis.

 

  

La bella principessa di Leonardo da Vinci. Ritratto di Bianca Sforza 


-- dibujado con tizas y tinta en pergamino
-- 33 x 24 cm

Creada entre 1455 y 1499 para la Sforziade, código pergamino de celebración de la noble familia milanesa, conservado en la Biblioteca Nacional de Varsovia para eventos complejos hereditarios.
Detalles

El retrato en pergamino de Bianca Sforza, la última obra atribuida por unanimidad a Leonardo da Vinci, está de vuelta por primera vez en Italia después de 500 años, se expone en la sala del trono del Palacio Ducal de Urbino, del 6 de diciembre al 18 de enero de 2015. 'la primera etapa de un viaje que traerá de vuelta "la bella princesa" en Milán, donde había partido, el Palazzo Bagatti Valsecchi, en los días de la Exposición universal.

La Bella Principessa es probablemente Bianca Sforza, hija ilegítima del duque de Milán y Bernardina de Corradis, prometer la edad de diez a Galeazzo Sanseverino, quien se casó con ella en 1496. El retrato fue pintado en el pergamino en 1495.


  

Dama con un secreto.
Un retrato a tiza y tinta podría resultar ser un auténtico Leonardo.

24 de febrero de 2012
miniatura


Bianca Sforza atrajo pocas miradas el 30 de enero de 1998, cuando fue presentada al mundo artístico. Para el público que asistía a la subasta de Christie’s, en Nueva York, era solo una cara bonita. En ese momento nadie conocía su nombre, ni el del artista que la había retratado. El catálogo indicaba que el dibujo (hecho con tizas de colores y tinta sobre pergamino) era una obra alemana del siglo XIX, realizada a imitación del estilo renacentista. Una marchante de Nueva York, Kate Ganz, la compró por 21.850 dólares.
El precio no había variado casi diez años después, cuando Peter Silverman, un coleccionista canadiense, vio el perfil de Bianca en la galería de Ganz y de inmediato compró la obra, pensando que quizá fuera realmente renacentista. La propia Ganz había mencionado a Leonardo da Vinci, la palabra mágica, como influencia del artista. ¿Y si fuera una obra del gran Leonardo?, pensó Silverman.
La posibilidad de entrar en una galería y comprar un dibujo que resulte ser una obra desconocida de Leonardo, valorada en tal vez 100 millones de dólares, parece una leyenda urbana. Descubrir un Leonardo es algo realmente excepcional. Silverman hizo su adquisición más de 75 años después de la última autentificación de una obra del maestro. No había ningún registro de que el creador de la Mona Lisa hubiera realizado una obra importante sobre pergamino, ni se conocían copias, ni bocetos preliminares. Si el retrato era un Leonardo auténtico, ¿dónde había estado escondido los últimos 500 años?
Silverman envió por correo electrónico una imagen digital de Bianca a Martin Kemp. 
Profesor emérito de historia del arte en la Universidad de Oxford y reconocido experto en la obra de Da Vinci, Kemp recibe con frecuencia mensajes de lo que él llama «los chalados de Leonardo», personas convencidas de haber descubierto una nueva obra del genio italiano.
 «Mi primera reacción es decirles que no», me dijo. 
Pero la «extraña vitalidad» del rostro de la joven le hizo desear verla 
más de cerca, por lo que viajó a Zurich, donde Silverman tenía el dibujo guardado en una caja fuerte. Mide poco más que un folio: 330 por 239 milímetros.

 «Cuando lo vi –recordaba Kemp–, experimenté una especie de estremecimiento, una sensación que no es normal.»


Esa conmoción lo impulsó a emprender su propia investigación. Los escáneres multiespectrales de alta resolución realizados por Pascal Cotte, director científico de Lumiere Technology, en París, fueron de gran ayuda, pues le permitieron estudiar las diferentes capas del dibujo, desde los primeros trazos hasta las últimas restauraciones. Cuanto más lo observaba con su mirada de experto, más encontraba lo que para él eran indicios de la mano de Leonardo: el modo enque el pelo se arracima debajo de las cintas que lo sujetan, la bella modulación de los colores, la precisión de las líneas. Las áreas sombreadas muestran con claridad el trazo de una persona zurda, como era Leonardo. La expresión de la modelo, compuesta pero pensativa, ese aire de una persona obligada a madurar demasiado pronto, coincide con la máxima de Leonardo de que un retrato debe revelar «los movimientos del espíritu».
Kemp también necesitaba pruebas de que el retrato había sido realizado en vida del maestro (1452-1519) y de que los detalles históricos encajaban en su biografía. La datación por radiocarbono del pergamino, probablemente de piel de becerro, sitúa la fabricación de la pieza entre 1440 y 1650. El estudio de la vestimenta revela que la modelo perteneció a la corte milanesa de la década de 1490, con su moda de elaborados recogidos para el pelo. En esa época Leonardo vivía en Milán y aceptaba encargos de aristócratas para hacer retratos. Las marcas de puntos cosidos al borde del pergamino indican que este formó parte de un libro, quizá conmemorativo de una boda real.

La investigación condujo a Kemp a un nombre: Bianca Sforza, hija ilegítima del duque de Milán. En 1496 Bianca contrajo matrimonio con Galeazzo Sanseverino, comandante de las tropas milanesas y cliente de Leonardo. Bianca tenía 13 o 14 años en la época del retrato. Murió trágicamente unos meses después, tal vez a raíz de un embarazo ectópico, lo que no era infrecuente entre las jóvenes desposadas de la corte. Kemp bautizó el dibujo con el nombre de La bella principessa.
En 2010, Kemp y Cotte publicaron sus hallazgos en un libro. Varios de los más prestigiosos expertos en Leonardo estuvieron de acuerdo con la tesis, y otros se mostraron escépticos. Se dijo que Carmen Bambach, conservadora de dibujos y estampas del Museo Metropolitano de Nueva York, había afirmado que el retrato sencillamente «no parece un Leonardo». Otro especialista opinó que la imagen le parecía demasiado «dulce». El espectro de una falsificación de alta calidad entró en escena. La principal fuente de dudas era la aparición repentina y casi milagrosa del retrato. ¿De dónde había salido?

Kemp lo ignoraba. Entonces, casi como por intervención divina, llegó el mensaje de D. R. Edward Wright, profesor emérito de historia del arte de la Universidad del Sur de Florida. Conocedor del debate, Wright indicó a Kemp que quizá la respuesta estuviera en Varsovia, en la Biblioteca Nacional de Polonia, en el interior de un libro llamado La Sforziada. Experto en iconografía renacentista, Wright describió el libro como un lujoso volumen conmemorativo de la boda de Bianca Sforza, una ocasión muy apropiada para un retrato de Leonardo.

Kemp y Cotte se trasladaron entonces a Varsovia, en un viaje financiado por National Geographic Society. La macrofotografía de Cotte reveló que se había extraído una página del lugar exacto de La Sforziada donde correspondía que figurara un retrato. En el momento de insertar una copia del retrato de Bianca en el libro abierto, comprobaron que encajaba a la perfección. Para Kemp, esta fue la prueba definitiva:
«La bella principessa era una obra única de Leonardo da Vinci que había formado parte de un libro y después había acabado en una estantería».

Según Wright, el volumen llegó a Polonia a principios del siglo XVI, cuando un miembro de la familia Sforza pasó a formar parte de la realeza polaca por matrimonio. La hoja correspondiente al retrato fue retirada del libro, posiblemente coincidiendo con su reencuadernación, en el siglo XVII o XVIII. A partir de ahí se le pierde la pista. Solo se sabe que en algún momento, la obra fue adquirida por un restaurador de arte italiano, cuya viuda la puso a la venta a través de Christie’s.
Corren tiempos asombrosos para las obras perdidas de Leonardo. En noviembre la National Gallery de Londres abrió las puertas de una exposición sobre el Salvator mundi, la última obra autentificada de Da Vinci que llevaba siglos perdida y que representa a Cristo sosteniendo con la mano izquierda una bola del mundo. En Florencia, con el apoyo de National Geographic, unos investigadores buscan La batalla de Anghiari, vista por última vez a mediados del siglo XVI. Con ayuda de un endoscopio, se proponen descubrir si la obra está oculta detrás de uno de los muros del Palazzo Vecchio.
La autentificación de una obra de arte de varios siglos de antigüedad, sobre todo si se trata de un valioso y raro Leonardo, no suele ser un proceso fácil y objetivo. Entran en el juicio cuestiones de prestigio, gustos personales y el temor a querellas judiciales. Para alcanzar un mayor consenso, Kemp ha enviado sus últimos hallazgos a varios especialistas de renombre. Casi todos declinaron hacer comentarios, incluso para este artículo. Alcanzar el consenso «llevará tiempo», reconoce Kemp, pero él cree firmemente en la autenticidad del retrato. Una cosa es segura. Si algún día el rostro de la hermosa Bianca Sforza se expone en un museo como un Leonardo, todos la admirarán.

  

  

Giovanni Pietro Birago (... - siglo XVI ) fue un miniaturista y grabador italiano.


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Las noticias referidas a este iluminador milanés son escasas; anteriormente fue conocido como Maestro del Libro de Horas de Bona di Savoia o como Pseudo Antonio da Monza . De los pocos documentos restantes se pudo identificarlo como un clérigo al servicio de Bona Sforza , para quien desempeñó un oficio identificable con el Libro de Horas ahora en Londres en el Museo Británico . 

Sus obras más antiguas son las miniaturas de los dieciocho coros de la catedral de Brescia, realizadas entre 1471 y 1474, ahora en la Pinacoteca Tosio Martinengo. En la década de 1980 realizó la Breviario para la familia veneciana Barozzo, ahora en la Biblioteca Nacional de Viena , una señal de que la fama de Birago se había extendido más allá de Milán.

Una página de La Sforziada de la Biblioteca 
Nacional de Polonia (Biblioteka Narodowa) en Varsovia


A partir de 1490 trabajó sobre todo para Ludovico il Moro, decorando la Sforziade compuesta por Giovanni Simonetta , la Gramática de Elio Donato , ayudado por Cristoforo de Predis , y el Liber Jesus , con otros iluminadores, entre ellos Ambrogio Marliano. 

Estas obras se conservan respectivamente en la Biblioteca Nacional de París el primero y en la Trivulziana de Milán los otros dos volúmenes.

También cabe mencionar su actividad como grabador. Las últimas noticias relacionadas con él se remontan a 1513.


Giovanni Simonetta ( Caccuri , 1420 - Vercelli , alrededor de 1492) fue un político y humanista italiano.

Hermano del conocido estadista Cicco Simonetta, nació en Caccuri, donde realizó sus primeros estudios y luego se trasladó a Milán con su tío Angelo y su hermano Francesco, llamado Cicco, en la corte Sforza . En 1460 se convirtió en señor feudal de Rocca di Neto y Roccella por concesión de Fernando I de Aragon.

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Giovanni pronto adquirió prestigio en la corte milanesa, convirtiéndose en primer canciller ducal y luego en secretario del duque Francesco Sforza en 1456 . Después de la muerte de Francesco Sforza, completó la redacción de su obra historiográfica más importante, llamada "Sforziade": 'Rerum Gestarum Francisci Sfortiae Mediolanensium Ducis", en 31 libros, en el que los acontecimientos en el Ducado de Milán en los años entre el 1442 y 1466 .

Después de la muerte de su hermano Cicco, fue atacado por Ludovico il Moro , quien lo exilió a Vercelli , perdonándole la vida como había celebrado la grandeza de su padre. Murió en el exilio en fecha no especificada, posterior al 15 de enero de 1492 .



Itsukushima Shrine.




Literatura en yidis.


  

La literatura en yidis o literatura yídica es la escrita en yidis, la lengua de los judíos asquenazíes, emparentada con el alemán medieval. Suele considerarse que la literatura en yidis ha tenido tres etapas: antigua literatura yídica (1300-1780), literatura hasídica y de la Haskalá (1780-h. 1890) y literatura yídica moderna (1864-actualidad).



Literatura yídica antigua


La literatura en yidis comenzó con las traducciones y comentarios de textos religiosos, algunos de los cuales datan del siglo XII.​ El texto literario en yidis más antiguo que se conoce es un manuscrito que contiene poemas sobre temas bíblicos, una fábula ("El león agonizante"), y un poema épico ("El duque de Horant"). El manuscrito fue descubierto en la Guenizá de Fostat, y está fechado, según el calendario hebreo, en el 3 de Kislev de 5143 (es decir, el 9 de noviembre de 1382).

El principal autor en esta etapa fue Elijah Levita (conocido como Elia Bokher), que tradujo, adaptándolo, el romance caballeresco de Bevis de Hampton, a partir de su versión italiana, Buova d’Antona.​ 


La versión de Levita, llamada Bovo-bukh, circuló manuscrita desde 1507, y se publicó finalmente en 1541, lo que la convierte en la primera obra impresa en yidis de tema no religioso. Esta obra ilustra la influencia de las formas literarias europeas en la naciente literatura yídica, no sólo en cuanto al tema, sino también en sus formas estróficas y en las rimas, que son regulares y complejas. No obstante, Levita alteró la historia para introducir elementos del judaísmo, lo cual no era nada sencillo, dada la naturaleza intrínsecamente cristiana de los libros de caballerías.

Otra obra influyente de la antigua literatura yídica es el Mayse-bukh ("Libro de cuentos"). Se trata de una recopilación de cuentos moralizantes que tienen su origen en fuentes hebreas y rabínicas, así como en cuentos populares. Basándose en la inclusión en esta obra de unos pocos cuentos de origen no judío, los estudiosos han deducido que su compilador vivió en lo que ahora es Alemania occidental durante el último tercio del siglo XVI. El libro se publicó por primera vez en 1602. Estos cuentos didácticos son leídos todavía por comunidades judías ultraortodoxas, especialmente entre los judíos jasidícos.

Era bastante infrecuente que las mujeres escribieran durante este periodo de la literatura yídica, pero existen varias recopilaciones de tkhines (oraciones personales que no son parte de la liturgia) escritas por mujeres como Sara Bas-Toyvim y Sarah Rebekah Rachel Leah Horowitz, ambas del siglo XVIII. El texto más extenso escrito por una mujer en esta época son las memorias de Gluckel von Hameln (1646-1724), un documento familiar de finales del siglo XVII o comienzos del XVIII que no se publicó hasta 1896, de gran trascendencia porque refleja las costumbres y el modo de vida de las comunidades judías alemanas de la época.


Literatura jasídica y de la Haskalá


A partir del siglo XVIII, el yidis, que se encontraba en decadencia en el centro y oeste de Europa, vivió un extraordinario florecimiento en los países del este del continente. El auge del judaísmo jasídico a finales del siglo XVIII dio origen a un tipo específico de obras literarias. Entre otras publicaciones de la época se encuentran los panegíricos y descripciones de la vida de Ba’al Shem Tov. La narración de historias fue un elemento esencial en la difusión del jasidismo, y tanto Ba’al Shem Tov como su biznieto Reb Najman de Breslav utilizaron historias basadas en cuentos populares para transmitir enseñanzas de tipo espiritual. Esos cuentos fueron transcritos y recopilados por sus seguidores. Los cuentos de Reb Najman tuvieron una gran influencia en el desarrollo posterior de la literatura en yidis. La más conocida recopilación de sus obras es el Sipure mayses ("Cuentos"), de 1815. Características destacadas de su producción son el uso de la alegoría para transmitir ideas abstractas y la fusión de motivos folclóricos judíos y gentiles.

Durante la misma época de emergencia del jasidismo, apareció también el movimiento judío secular más influyente, la Haskalá. Este movimiento estaba influido por la Ilustración y se oponía a la superstición religiosa y a la educación anticuada que recibían la mayoría de los judíos. Se proponía integrar a los judíos en la cultura y la sociedad europeas, y eran declarados opositores del jasidismo. Autores que utilizaron su trabajo para exponer estos puntos de vista fueron Israel Aksenfeld, Solomon (o Shloyme) Ettinger e Isaac Meir Dik. Aksenfeld fue al principio seguidor de Reb Nachman de Bratslav, pero abandonó el jasidismo y se convirtió en su encarnizado enemigo. Su novela Dos shterntikhl ("El pañuelo"), publicada en 1961, retrata el mundo jasídico como intolerante y mezquino. 

Sólo cinco de sus obras fueron publicadas, a causa de su oposición a los dirigentes jasídicos. Su obra es realista y muestra la influencia de la literatura rusa del siglo XIX. Ettinger era médico y escribió principalmente obras de teatro, entre ellas la considerada la más importante de la Haskalah, Serkele. Su estilo satírico denota la influencia del teatro europeo: se ha especulado sobre si leyó a Molière. Dik (1808-1893) es autor de cuentos que vendieron decenas de miles de ejemplares. Su importancia viene dada más por haber creado un público lector en yidis que por el contenido de su obra, marcada por el didactismo. Escribió también en hebreo, por ejemplo una destacada parodia del Talmud, Masseket Aniyyut.


Literatura yídica moderna


Autores clásicos en yidis


El comienzo de la literatura moderna en yidis suele datarse con la publicación, en 1856, de la novela Dos kleyne mentshele ("El pequeño hombrecito"), de Sholem Yankev Abramovitsh. Abramovitsh había escrito anteriormente en hebreo, el lenguaje que los partidarios de la Haskalah solían utilizar para comunicarse entre sí. Con esta novela, que se publicó por entregas en un periódico en yidis, Abramovitsch presentaba a su alter ego, el personaje de Mendel Mojer Sforim ("Mendel el vendedor de libros"), narrador de ésta y otras historias posteriores. El propio Abramovitsch aparece, con su nombre real, en sus relatos, presentándose como "autor", y estableciendo una compleja red de relaciones entre autor, personajes y lectores, que ha sido estudiada por Dan Miron. La obra de Abramovitsch es irónica y mordaz, al tiempo que mantiene el estilo de la narración popular. 

Critica la corrupción de la comunidad judía, que le ha sido impuesta por las instituciones rusas y polacas. Continúa con la tradición de la literatura de la Haskalá en sus ataques a la superstición y a tradiciones obsoletas como los matrimonios pactados. Su última gran obra, la novela picaresca paródica Kitser masoes Binyomen hashlishi (Los breves viajes de Benjamín Tercero"), publicada en 1878, es una de las críticas más mordaces a la vida judía en la Zona de Residencia, y guarda ciertas similitudes con Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes. Otras obras suyas son Di Takse ("La tasa") y Di Kliatsche ("La yegua").

La influencia de Abramovistsch se debe a dos razones. En primer lugar, escribió en yidis en una época en que la mayoría de los autores judíos prefería escribir en hebreo o en lenguas no judías, como el alemán. En segundo lugar, como ha demostrado Dan Miron, Abramovitsch hizo que la literatura yídica entrara en la modernidad mediante el uso de recursos retóricos que permitían que sus ideas de reforma social se expresaran con el más elevado nivel artístico.

Los más importantes de los autores que siguieron a Abramovitsch fueron Sholem Rabinovitsh, popularmente conocido por su seudónimo, Scholem Aleijem, e I. L. Peretz. Las obras más conocidas de Rabinovitsch son los relatos protagonizados por el personaje Tevye el lechero. Escritas durante varios años, en respuesta a las numerosas catástrofes sufridas por los judíos a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, los cuentos son muy característicos del estilo de Rabinovitsch, que ha sido calificado de "sonrisa a través de las lágrimas". I. L. Peretz introdujo en la literatura en yidis varias técnicas modernistas que había descubierto en sus lecturas de narrativa europea. 

Aunque él mantuvo posiciones políticas radicales, sobre todo durante la década de 1890, su obra admite múltiples lecturas. A la vez sencilla y cáustica, es más psicológica e individualista que la de Abramovitsch o Rabinovitsh. Por ese motivo, es considerado el primer verdadero modernista de la literatura en yidis. Escribió fundamentalmente relatos breves, de los cuales "Bontshe shvayg" ("Bontshe el silencioso") es el más conocido. Como en la mayor parte de su obra, logra transmitir dos mensajes aparentemente opuestos: simpatía por los oprimidos y crítica de la pasividad en respuesta a la opresión.

Abramovitsh, Rabinovitsh e I. L. Peretz son considerados generalmente los tres "autores clásicos" ("di klasiker", en yidis) de la literatura yídica. Se les llama, respectivamente, el "abuelo", el "padre" y el "hijo" de la literatura en esta lengua. Esto hace que se olvide el hecho de que en realidad eran aproximadamente contemporáneos, y que pueden entenderse mejor como un solo fenómeno que como tres manifestaciones generacionales distintas de una tradición. Sin embargo, esta formulación fue propuesta por los mismos tres clásicos, quizá como un modo de dotar a su literatura de una tradición que pudiera compararse a la de otras literaturas que admiraban.


Personalidades y movimientos literarios


El teatro en yidis se desarrolló al comienzo de forma aislada, pero después se interrelacionó con otros movimientos literarios. El drama primitivo, siguiendo el ejemplo de Ettinger, fue escrito por Abraham Goldfaden y Jacob Gordin. Mucho de los que se representaba eran traducciones del repertorio europeo, por lo que gran parte del primer teatro escrito en yidis debe más al teatro alemán que a los autores contemporáneos en yidis.


Cuando los tres autores clásicos se encontraban en su apogeo, surgió en Nueva York el primer verdadero movimiento de la literatura moderna en yidis. Los "Sweatshop Poets" ("poetas de la fábrica"), como dieron en llamarse, eran todos trabajadores inmigrantes que vivieron en primera persona las inhumanas condiciones de vida en las fábricas de la época. Los principales miembros del grupo eran Morris Rosenfeld, Morris Winchevsky, David Edelstadt y Joseph Bovshover.5​ Sus obras tratan la temática de la opresión del proletariado y la lucha de clases, y utilizan el verso victoriano, con una retórica altamente estilizada. Son autores poco leídos en la actualidad. Al mismo tiempo, en Varsovia, un grupo de escritores agrupados en torno a I. L. Peretz llevaron al yidis a otro nivel de experimentación; entre ellos estaban David Pinski, S. Ansky, Sholem Asch y I.M. Weissenberg.

 Un grupo posterior, también en Varsovia, "Di Khalyastre" ("La Banda") contaba en sus filas a autores destacados como Israel Joshua Singer, Peretz Hirshbein, Melech Ravitch y Uri Zvi Grinberg (quien más tarde escribió la mayor parte de su obra en hebreo). Como su correlato neoyorquino, el grupo "Di Yunge" ("Los jóvenes"), rompieron con los escritores precedentes y trataron de liberar a la literatura en yidis de su preocupación por la política y el destino del pueblo judío. Los miembros más destacados de Di Yunge fueron Mani Leib, Moyshe Leib Halpern, H.Leivick, Zishe Landau y los prosistas David Ignatoff e Isaac Raboy. Poco después de que Di Yunge lograra reconocimiento, otro grupo denominado "In Zikh" ("Introspección") se declaró la auténtica vanguardia, rechazando el verso medido y afirmando que los temas no judíos eran perfectamente válidos para la poesía en yidis.

 El miembro más destacado de este grupo fue Yankev Glatshteyn. Glatshteyn estaba interesado en temas exóticos, en poemas que enfatizaban el sonido de las palabras; sólo más tarde, cuando se anunciaba el Holocausto y cuando llegó finalmente, volvió su interés hacia la tradición judía. Su poema "A gute nakht, velt" ("Buenas noches, mundo"), de 1938, parece profetizar la tragedia que asoma en el horizonte en el este de Europa. En Vilna (Lituania), llamada también Vilne por sus habitantes judíos, y uno de los centros más importantes de la cultura yidis, el grupo "Yung Vilne" ("Joven Vilna") estaba formado por Chaim Grade, Abraham/Avrom Sutzkever y Szmerke Kaczerginski. El cuento de Grade “Mayn krig mit Hersh Raseyner” ("Mi pelea con Hersh Rasseyner") es uno de los relatos clásicos en yidis posteriores al Holocausto, resumiendo el dilema filosófico que debían afrontar los supervivientes. Sutzkever se convirtió en uno de los poetas más importantes del siglo XX.

Durante el cambio radical que supusieron los años 1930, un grupo de autores relacionados con el Partido Comunista de Estados Unidos empezaron a ser conocidos como "Di Linke" ("La izquierda"). En este grupo se encontraban Moyshe Nadir, Malke Lee y Ber Grin. En Canadá existió también un grupo similar, conocido como la escuela Proletariat, cuyo principal integrante era Yudica. En la Unión Soviética, la literatura en yidis tuvo un importante desarrollo, con autores tan notables como David Bergelson, Der Nister, Peretz Markish y Moyshe Kulbak. Varios de estos autores fueron ejecutados durante una purga estalinista que se conoce como la Noche de los poetas asesinados (12-13 de agosto de 1952).

 Entre los muertos estaban Itzik Fefer y Leyb Kvitko. Bergelson es considerado por muchos un genio infravalorado, cuyo trabajo en el campo de la novela modernista tiene un gran interés. Entre los escritores soviéticos en yidis más destacados que escaparon a la persecución se encuentran Moyshe Altman, Ikhil Shraybman, Note Lurie, Elye Shekhtman, Shike Driz, Rivke Rubin, Shira Gorshman, y otros. No parece haber una razón que explique por qué ciertos autores no fueron perseguidos, ya que todos esos escritores cultivaban los mismos temas y pertenecían a las mismas asociaciones de escritores.

Un interesante aspecto de la literatura en yidis en su época de mayor esplendor (1900-1949) es la presencia de numerosas mujeres escritoras, menos implicadas en movimientos concretos y ligadas a ideologías particulares. Escritoras como Celia Dropkin, Anna Margolin, Kadya Molodowsky, Esther Kreitman y Esther Shumiatcher Hirschbein produjeron obras que no es fácil encasillar en una categoría determinada, y que a menudo son experimentales, en el fondo o en la forma. La obra de Margolin fue pionera en el uso de la asonancia y la consonancia en el verso yídico. Mostró preferencia por las rimas aproximadas más que por las exactas. Dropkin, que introdujo en la literatura en yidis el vocabulario erótico, muestra en su obra la influencia de la poesía rusa del siglo XIX. Kreitman, hermana de Israel Joshua e Isaac Bashevis Singer, escribió tanto novelas como relatos breves, en muchos de los cuales critica con acritud la desigualdad de género en la sociedad judía tradicional.


Algunos escritores varones no estuvieron tampoco asociados a ningún grupo literario en particular, o sólo durante cierto tiempo, antes de centrarse en otra línea diferente de creación. Entre ellos se encuentra Itzik Manger, cuyas recreaciones de los relatos bíblicos y otras historias tradicionales judías son sencillos y divertidos al tiempo que profunods. Otros escritores de este orden fueron Joseph Opatoshu, Isaac Bashevis Singer (llamado siempre "Bashevis" en yidis para distinguirlo de su hermano mayor, Israel Joshua Singer, y Aaron Zeitlin.

Muchos de los autores arriba mencionados que escribieron durante y después de los años 1940 se hicieron eco del Holocausto en sus obras: algunos escribieron poesía y relatos mientras vivían en guetos, campos de concentración o grupos de partisanos, y muchos continuaron haciendo referencia al Holocausto y sus consecuencias en su obra posterior. Entre los escritores en yidis más conocidos por sus escritos acerca del Holocausto se encuentran Yitzhak Katzenelson, Y. Shpigl y Katsetnik.


Isaac Bashevis Singer y el Nobel de Literatura


La concesión en 1978 del Premio Nobel de Literatura a Isaac Bashevis Singer ayudó a cimentar su reputación como uno de los principales escritores en yidis de la literatura universal. Muchos lectores en yidis, sin embargo, están convencido de que hay muchos escritores superiores en la literatura en esta lengua, entre ellos su hermano. Chaim Grade lo consideraba sobrevalorado por el público de lengua inglesa.

 El cuento de Cynthia Ozick titulado "Yiddish, or, Envy in America" muestra una estimación semejante por parte de un poeta yidis, de quien generalmente se considera que está basado en Yankev Glatshteyn. Algunos críticos se han quejado de la excesiva importancia que el sexo y la superstición tienen en la obra de Singer, que según ellos hace caer en el descrédito a la literatura en yidis en general. Además, la costumbre de Singer de presentarse a sí mismo a la prensa estadounidense como el último o el único escritor en yidis resultó molesta a las docenas de escritores que vivían y escribían en la misma época. 

Pero a pesar de las mencionadas disputas (algunas de las cuales continúan en la actualidad, años después de que hayan fallecido los principales implicados),6​ la mayor parte de los estudiosos de la literatura en yidis reconocen que la concesión del Nobel a Singer propició un mayor interés por esta literatura. Numerosos eruditos creen que fue un premio justo, teniendo en cuenta la calidad de la obra de Singer traducida al inglés.


Autores contemporáneos en yidis y autores influidos por la literatura en yidis


El más importante poeta contemporáneo en yidis fue sin duda, hasta su muerte en enero de 2010, Abraham Sutzkever. Entre los últimos autores nacidos en Europa antes de la Segunda Guerra Mundial que continúan publicando en la actualidad se encuentran los canadienses Java Rosenfarb, Simcha Simchovitch y Grunia Slutzky-Kohn; los israelíes Tzvi Ayznman, Aleksander Shpiglblat, Rivke Basman Ben-Hayim, Yitzkhok Luden, Mishe Lev y Lev Berinsky; y los estadounidenses Beyle Schaechter-Gottesman y Moyshe Szklar, este último editor de Heshbon, revista literaria en yidis publicada en Los Ángeles. De la generación más joven (nacidos después del final de la Segunda Guerra Mundial, la mayoría originarios de la antigua Unión Soviética) debe destacarse a Alexander Belousov (1948-2004), Mikhoel Felzenbaum, Daniel Galay, Moyshe Lemster, Boris Sandler (actual editor de la versión en yidis de The Forward), Velvl Chernin y Heershadovid Menkes (seudónimo de Dovid Katz).

 Más joven aún es una nueva generación de escritores que comenzó a escribir a finales del siglo XX, entre los que se encuentran poetas como Gitl Schaechter-Viswanath en Nueva York, Yisroel Nekrasov en San Petersburgo, Haike Beruriah Wiegand en Londres, y el prosista Boris Kotlerman en Israel. Las primeras obras de algunos de estos autores fueron recogidas en la antología Vidervuks, publicada en 1989.

Una nueva generación de escritores en yidis ha surgido de los movimientos jasídico y jaredí de la ortodoxia contemporánea. El autor conocido únicamente por el seudónimo de Katle Kanye escribe explosivas sátiras de la literautra jaláquica habitual, así como poesía y comentarios reflexivos sobre la vida jasídica. Otro ejemplo de autor de blogs jaredí es Naturlich. Por otro lado, las novelas de espías se han convertido en un género muy popular en las comunidades jasídicas.

Las literaturas europeas han tenido siempre una fuerte influencia sobre la literatura en yidis, pero no fue hasta avanzado el siglo XX que ésta comenzó a tener cierto influjo sobre la literatura en inglés, excepto en el caso de autores que escogieron escribir en esta última lengua, como Anzia Yezierska y Ab Cahan. Actualmente, muchos autores que conocen poco el yidis han sido influidos por la literatura traducida, como Nathan Englander y Jonathan Safran Foer. Una excepción es Dara Horn, que ha estudiado tanto yidis como hebreo y hace uso de ambas tradiciones literarias en sus novelas escritas en inglés.

Los más recientes escritores en yidis en el área de la antigua Unión Soviética son Aleksandr Bejderman en Odesa, Zisye Veytsman en Samara, y Yoysef Burg en Chernivtsi.



  

Opinión


Arte y Cultura

Caballeros Hidalgos y otros héroes medievales en la literatura yiddish

Por Annegret Oehme -Ene 18, 2022



¿Has oído hablar de las historias del rey Arturo en yiddish escritas entre los siglos XIV y XVIII? Estos recuentos de cuentos artúricos para audiencias judías fueron tremendamente populares durante siglos, aunque hoy en día no son muy conocidos, como discuto en mi libro reciente sobre este tema .


Permítanme ser claro: los rabinos medievales no querían que sus comunidades leyeran cuentos de caballeros, especialmente si eran judíos asquenazíes (europeos), sin importar si eran hombres o mujeres. A los rabinos medievales les preocupaba que los judíos pasaran demasiado tiempo los sábados leyendo sobre caballeros y otras figuras no religiosas cuando deberían haber estado leyendo traducciones al yiddish de salmos o historias sobre héroes bíblicos.


Iluminación de la Mishné Torá que muestra a los caballeros chocando


El traductor del siglo XVI, Michael Adam, en realidad usó el prefacio de su traducción de 1560 de los primeros cinco libros de la Biblia para advertir a sus lectores contra las epopeyas heroicas, al igual que el erudito Elia Levita en su prefacio de su traducción al yiddish de 1545 de los Salmos. En un giro divertido, Elia Levita fue en realidad el autor del romance caballeresco en yiddish antiguo más famoso, el Bovo Bukh, impreso por primera vez en 1541 .

El hecho de que tengamos varias de estas advertencias, advirtiendo a las audiencias que no lean historias fantásticas no religiosas en yiddish y hebreo, indica que sus destinatarios estaban, de hecho, bastante encantados con este estilo de literatura. Y, de hecho, tenemos muchos ejemplos que prueban este punto: adaptaciones de epopeyas heroicas, historias sobre caballeros de la Mesa Redonda y otras historias de ficción no religiosas.

La fascinación por este tipo de material también se refleja en el arte, sobre todo en la casa de una familia judía rica en Zúrich , en la actual Suiza. Las imágenes de los caballeros eran tan populares que incluso sirvieron como ilustraciones en un texto rabínico hebreo del siglo XIII, Mishneh Torah , y en un libro de oraciones hebreo de principios del siglo XIV . Estos documentos presentan ilustraciones con caballeros montados a caballo y participando en peleas de espadas uno contra uno. No satisfechos con contar las historias en forma literaria o visual, algunos judíos incluso se esforzaron por convertirse en caballeros o en maestros de la lucha medieval .


Descubriendo las versiones en yiddish de los cuentos de caballeros.


Hoy en día, muchos de los cuentos de ficción medieval tardío y moderno temprano sobre aventuras caballerescas escritos en yiddish están casi olvidados, o al menos poco investigados, por una variedad de razones. Muchos de los manuscritos solo se descubrieron por casualidad en los siglos XIX y XX , como fue el caso del más famoso, el Codex Cambridge , que se encontró como uno de los documentos descartados en Cairo Genizah, un depósito de la sinagoga para escritos no deseados.


Página manuscrita con yiddish antiguo, escrita en letras hebreas


Cuando se redescubrieron estos textos medievales y modernos tempranos, muchos eruditos judíos consideraron que los textos en yiddish antiguo no religiosos eran literatura vulgar, tanto por su contenido como por su idioma: en el siglo XIX, el yiddish no tenía una buena reputación entre los demás. muchos eruditos judíos de habla alemana e inglesa. Además, el yiddish antiguo es un idioma germánico bastante singular que, a diferencia del yiddish moderno, está casi completamente libre de influencias eslavas. Como tal, requiere principalmente una familiaridad con las primeras etapas del alemán, y el estudio de estos cuentos requiere un mayor conocimiento de la literatura de ficción alemana premoderna.

Solo por accidente me llamó la atención uno de esos cuentos en 2009. Estaba leyendo un estudio sobre literatura alemana en la biblioteca de la Freie Universität Berlin, y una nota al pie tenía una referencia a un texto en yiddish sobre un caballero de la Mesa Redonda del Rey Arturo. Me las arreglé para encontrar el texto, y lo que comenzó como un documento de seminario se convirtió en una disertación, que se convirtió en dos libros.

El texto que me introdujo a la fascinación judía premoderna por los cuentos sobre el Rey Arturo y sus caballeros fue “Viduvilt”. Este texto en yiddish, cuyo autor es desconocido, existe en tres manuscritos del siglo XVI (probablemente del norte de Italia), pero probablemente fue escrito por primera vez uno o incluso doscientos años antes.

“Viduvilt” presenta una adaptación bastante libre de un romance artúrico del alto alemán medio, “ Wigalois ”, escrito por Wirnt de Grafenberg alrededor de 1215-1220. Viduvilt, o Wigalois como se le llama en alto alemán medio, es hijo de Gawein, quien es quizás el caballero artúrico más famoso de la Mesa Redonda, conocido por su encuentro con el mágico Caballero Verde. En “Viduvilt”, el caballero Viduvilt abandona la corte artúrica para liberar un reino encantado de un poderoso opresor. Convenientemente, se empareja con la hermosa heredera del país después de completar la tarea.


La historia de Sir Viduvilt adaptada por autores judíos, y más allá


Tanto en yiddish como en alemán, el cuento incluye elementos emocionantes y fantásticos que probablemente atrajeron a las audiencias medievales (finales) tal como nos atraen a nosotros hoy: magia, gigantes, dragones. Pero la versión yiddish guarda algunas sorpresas, tanto en la trama como en su recepción.

Primero, el adaptador yiddish toma la historia y cambia algunos elementos de la trama y nombres aquí y allá, eliminando algunos personajes y agregando otros. Pero la revisión más fuerte de las fuentes del alto alemán medio se puede encontrar en la construcción única de las mujeres en la historia. En lugar de seguir los modelos a seguir tradicionales establecidos en las versiones alemanas (mujeres hermosas que esperan ser rescatadas y casadas, o muriendo con el corazón roto por la pérdida de sus esposos y/o hijos), las mujeres en la adaptación yiddish se invitan a bodas, instigar guerras e intentar matar al héroe. Ellos son los que guían al héroe, ayudándolo a tener éxito, y en algunos casos son incluso los que ejercen el poder en el mundo de la historia, como exploro en un libro anterior.


Dos caballeros luchando a caballo, de un manuscrito iluminado


En segundo lugar, esta adaptación yiddish inicial no fue el final de los cuentos artúricos en yiddish. Como mencioné anteriormente, hasta ahora se han descubierto tres manuscritos separados de “Viduvilt” del siglo XVI, ¡lo que ya es mucho para un texto no religioso en yiddish antiguo ! Y tanto los adaptadores como el público continuaron tan fascinados por la historia que esta versión dio lugar a adaptaciones nuevas y diferentes durante los siguientes cientos de años; quizás la más fascinante y oscura sea ” Sir Gabein “.”, de 1788-1789, una historia en la que el caballero artúrico Gabein no regresa a Camelot sino que, a través de Rusia y Cerdeña, llega a China y finalmente asciende al trono imperial chino como nuevo emperador. Esta historia de un caballero artúrico de habla yiddish convertido en emperador chino, una historia poco probable si alguna vez hubo una, está dedicada al rey prusiano Federico Guillermo II.

Pero, aún más fascinante, “Viduvilt ” no solo inspiró más adaptaciones yiddish del cuento. Más bien, el texto hizo una reaparición posterior en alemán en la forma de un libro de texto en yiddish de principios del siglo XVII para hablantes de alemán . Los autores alemanes posteriores basaron sus propias adaptaciones de esta historia en el yiddish “Viduvilt”, mediado por la versión del libro de texto en lugar de la versión medieval real de la historia en alemán medio alto.


Contar y volver a contar las historias de los Caballeros de la Mesa Redonda


¿Qué inspiró a la gente a seguir contando esta historia? ¿Qué hizo de esta una historia tan exitosa a través de idiomas, siglos y culturas?

Argumento que a la gente le encanta un buen cuento de caballeros y que estas historias son muy adaptables. Volver a contar la historia para poner a las mujeres en el poder funciona para estas historias, al tiempo que agrega interés adicional para las nuevas generaciones, al igual que poner a Dev Patel en el papel de Sir Gawein en la película reciente ” The Green Knight ” agrega una nueva capa a esta fantástica historia.

En los cuentos artúricos, la Mesa Redonda está hecha para representar la igualdad, la diversidad y la inclusión, y tal vez tenga sentido que los miembros de los grupos minoritarios, incluidos los judíos, se sientan atraídos a hacer suyos estos cuentos.


** ” El caballero sin fronteras: Adaptaciones ‘Wigalois’ en yiddish y artúrico alemán ” ya está disponible en Brill, al igual que ” Debería haber escuchado a su esposa: la construcción de los roles de las mujeres en adaptaciones Wigalois premodernas en alemán y en yiddish “. **


 


Isaac Bashevis Singer.

 

  

Isaac Bashevis Singer, el escritor que ganó un Nobel para la literatura en yiddish, esa lengua que insiste en seguir viva.




Saul Bellow lo admiraba y lo tradujo; Ted Hughes lo celebró como “uno de los grandes escritores vivos”. Sus obras —“El mago de Lublin”, “Enemigos, una historia de amor”— fueron populares a la vez que alegóricas en su particular manera de mezclar misticismo y secularización, fe y duda, tradición y renovación, espiritualidad y lujuria. Hoy se cumplen 30 años de su muerte.

El editor del Forward no se molestó; le gustaba el hermano de Singer, e incluso le publicó en episodios, como folletín, una novela que al joven escritor nunca lo satisfizo pero que le permitió ahorrar sus primeros USD 1.000 en el que sería su país de adopción. El Singer que se volvería famoso —su hermano, el autor de Los hermanos Ashkenazi, murió joven— nunca quiso volver a Polonia, sobre la que en aquel momento estaba a punto de marchar Adolf Hitler y de donde su madre y su hermano más pequeño, Misha, fueron deportados en 1944, durante la ocupación rusa, para morir en Kazajistán.

En 1980 explicó, al rechazar una invitación a Varsovia:


“Para mí sería un estrés terrible ver Polonia sin mi gente, sin aquellas personas cercanas a mí que murieron por pecados que nunca cometieron. Simplemente no tengo la fuerza para atravesar esta ordalía en este momento y a mi edad avanzada. Me temo que tendré que seguir escribiendo sobre la Polonia que recuerdo”.


Eso hizo, y sobre los polacos emigrados en Nueva York, y sobre los sobrevivientes de la Shoah, y sobre los que fueron a construir el estado de Israel, y sobre lo que precisamente esas circunstancias les provocaron: la pérdida de la fe, la desilusión política, los problemas que surgen cuando se obtiene lo que se anhela y el fin se transforma en un principio.

Y —acaso sobre todo— lo hizo como un hijo de aquel territorio cuyas fronteras parecían arena movediza entre Rusia, Prusia y Austria, con la única constante del antisemitismo. Lo hizo con los seres sobrenaturales de las historias de la traducción oral, con los demonios y las hechiceras que desafiaban la templanza de sus buenos judíos. Y lo hizo en yiddish, el idioma con que las mujeres contaban esas leyendas a sus hijos (la lengua piadosa, la de los estudios, era una entonces muerta, el hebreo), el idioma en el que sonaron las últimas palabras de millones de personas en los campos de exterminio nazis.


“Con frecuencia la gente me pregunta por qué escribo en una lengua agonizante, y quiero explicarlo en pocas palabras”, dijo en Estocolmo, en 1978, al recibir el Nobel.


 “Personalmente, me gusta escribir historias de fantasmas, y nada le queda mejor a un fantasma que un idioma agonizante. En segundo lugar, creo en la resurrección: siento la certeza de que pronto vendrá el Mesías y un día millones de cadáveres hablantes de yiddish se levantarán de sus tumbas, y su primera pregunta será: ‘¿Hay algún nuevo libro en yiddish para leer?’”.



El Nobel era un honor para él y también un reconocimiento a una lengua —dijo en ella— “fun golus, ohn a land, ohn grenitzen, nisht gshtitzt fun kein shum meluchoch” (de exilio, sin territorio, sin fronteras, sin el aval de gobierno alguno). Un idioma que no tiene palabras —subrayó— para decir “armas, municiones, ejercicios militares, tácticas de guerra”. Y que despreciaban tanto “los gentiles como los judíos emancipados”, en alusión a que el Estado de Israel tenía el hebreo como lengua oficial.


“Es tentador, y por cierto tranquilizante, leer a Bashevis apenas como un escritor de la paradoja moderna sobre la fe y la falta de fe; como un narrador embustero y un modernista; como un cronista y un conservacionista; como un traidor y un traductor”, sintetizó Saul Noam Zaritt en The Yiddish Book Center.


 “El desafío, sin embargo, es leer estos textos numerosas veces y en numerosas direcciones, seguir el zigzag de Bashevis no hacia un horizonte redentor sino hacia la misma espesura de la literatura en yiddish: su pasado, su presente y su futuro”.


Los hijos rebeldes del rabino


Poco después del nacimiento de Isaac en la localidad de Leoncin, en una fecha que oficialmente es de 1904 pero más probablemente haya sido 1903 y haya sido falseada para evitarle la leva en la Primera Guerra Mundial, los Singer se mudaron a Radzymin, donde el padre, Pinchos, rabino jasídico, fue director de la Yeshiva. En 1908, cuando el edificio de la escuela de estudios religiosos se incendió, la familia se mudó a Varsovia, a la calle Krochmalna que Singer contó en su novela En el tribunal de mi padre, en el barrio judío, paupérrimo y superpoblado, donde el rabino se encargó de la casa de juicio religioso, o Bet Din.

Si bien Singer salió de Europa en 1935, poco después del ascenso del nazismo en Alemania y antes de la Segunda Guerra Mundial, en 1966, cuando publicó ese libro, el mundo que narraba, y que había sido el de su infancia, no existía ya sino en sus recuerdos. 


“Su entorno mental y físico y sus tradiciones centenarias han dejado su impronta en Singer como hombre y como escritor, y proporcionan el tema siempre vivo de su inspiración e imaginación”, describe el sitio del Premio Nobel. 

 “Es la vida de los judíos de Europa del Este, tal y como se vivía en las ciudades y los pueblos, en la pobreza y la persecución, e imbuidos de una piedad sincera y de ritos combinados con una fe ciega y una superstición”.

Los hijos de Pinchos y Betsabé serían escritores: Esther (quien usaría el apellido de su esposo, Kreitman), Israel e Isaac; si bien la niña no recibió educación, a diferencia de sus hermanos, para los tres parece haber existido algo en la tensión entre su hogar y su época que los alejó del destino religioso. 

Esther se formó a sí misma leyendo libros en secreto; Israel creció como un racionalista y se dedicó al periodismo. Isaac intentó ser lo que sus padres esperaban de él y comenzó a estudiar en la Yeshiva; sin embargo, luego de dos años abandonó y siguió los pasos de quien sería su “modelo”, según dijo en la entrevista de The Paris Review:


No pude haber tenido un modelo mejor que mi hermano. Lo vi luchar con mis padres y vi cómo comenzaba a escribir y cómo lentamente se desarrollaba y comenzaba a publicar. Así que naturalmente él fue una influencia. No sólo esto sino que, en los años posteriores, antes de que yo empezara a publicar, mi hermano me dio una serie de reglas sobre la escritura que me parecen sagradas. No es que no se pueda romper estas reglas de vez en cuando, pero es bueno recordarlas. Una de sus reglas era que, mientras los hechos nunca se vuelven obsoletos o viejos, los comentarios sí, siempre.


Cuando un escritor trata de explicar demasiado, de analizar psicológicamente, es anacrónico apenas empieza. Imagínese que Homero explicara las hazañas de sus héroes según la antigua filosofía griega o la psicología de su tiempo. ¡Nadie leería a Homero! Por fortuna, Homero sólo nos dio las imágenes y los hechos, y a eso se debe que la Ilíada y la Odisea sigan frescas en nuestra época. Y creo que esto es cierto en toda clase de escritura.


De Varsovia a Nueva York


En 1923 comenzó a trabajar como corrector en la revista que Israel editaba, Literarische Bleter, y tradujo al yiddish textos de Stefan Zweig, Gabriele D’Anuncio y Thomas Mann, cuyos Buddenbrooks dejaron su huella en La familia Moskat y Los herederos, entre otras de sus obras. De pronto su formación bifronte —el Talmud por un lado; Dostoievsky y Spinoza por otro— alumbró un destilado de misticismo y secularización, de fe y duda, de tradición y renovación, de espiritualidad y lujuria.

Los años treinta fueron clave para Singer: desde 1933 publicó por entregas Satán en Goray, su primera novela, y en 1935, con ese crédito literario, emigró a los Estados Unidos.

Si bien está ambientada en el siglo XVII, tras uno de los pogroms del líder cosaco Bogdan Chmielnicki, en una pequeña localidad cercana a Lublin, Satán en Goray es una alegoría sobre el mesianismo que se publicó al mismo tiempo que Hitler llegaba al poder en Alemania y que la primera esposa de Singer, Runia, se marchaba con su hijo, Israel, a la Unión Soviética, subyugada por la idea del comunismo. 


Spoiler alert: por mucha histeria que haya despertado en el pueblo deseoso de creer en algo luego de la descomunal destrucción de Chmielnicki, el rabino Shabtai Tzvi no resultó precisamente el mesías.


Innumerables veces en su vida el escritor hablaría contra todos los -ismos. En el cuento “El pensionista”, uno de los muchos inéditos que dejó Singer, publicado en 2018, un personaje, Melnik, le pregunta a otro, Berish: 


“¿A quién le rezas? ¿Al dios que hizo a Hitler y le dio la fuerza para que matara a seis millones de judíos? ¿O tal vez al dios que creó a Stalin y le permitió liquidar a otros diez millones de víctimas?”.


En abril de 1935 y con el dinero exacto para llegar a Cherburgo en tren, el transporte más barato hasta el barco que lo llevaría por el Atlántico, sintió miedo al llegar a la frontera alemana.

Se quedó mirando la svástica en el uniforme del oficial migratorio que le pidió su pasaporte; por la ventana vio “cómo metían a los judíos en un edificio para registrarlos”, contó en sus memorias. “Mas tarde supe que algunos habían sido obligados a desnudarse. Habíamos entrado en el país de la Inquisición”. Agregó:


Como en todas las demás inquisiciones, el sol se mantuvo neutral. Se elevó en el cielo y su luz iluminó los balcones decorados con pancartas nazis. Era el cumpleaños 47º del Führer.


La consagración de I.B. Singer.


Su trabajo en el Forward le permitió una vida sencilla, que era todo lo que quería; publicaba allí para pagar las cuentas, con su nombre y con seudónimos, desde actualidad hasta sensacionalismo y pasando por filosofía, y también en publicaciones literarias. Su hermano intentaba hacerlo socializar, pero le costaba:


Me llevaba al Café Royal, en la Segunda Avenida, y me presentaba a escritores, gente del teatro. Pero mi timidez regresó, con todas sus humillaciones. Me sonrojaba cuando me presentaba a mujeres. Me quedaba mudo cuando los hombres se dirigían a mí y me hacían preguntas. Todas las actrices decían que mi hermano y yo éramos como dos gotas de agua. Me hacían bromas, trataban de flirtear conmigo, hacían comentarios de gente que hace rato ha perdido todas las inhibiciones. Los escritores apenas si podían creer que yo era el que había escrito una obra tan diabólica como Satán en Goray.

Lentamente hizo amigos, se enamoró y se casó con Alma Haimann, recién llegada de Alemania; se nacionalizó en 1943 al tiempo que empezó la serialización de La familia Moskat. Cuando terminó de salir, Israel había muerto: la edición en libro, de 1945, está dedicada a la memoria del hermano y modelo.


La traducción al inglés salió en 1950 e inauguró lo que Singer llamó sus “segundos originales”: una forma de “re-creación traslativa”, según describió Damion Searls en Los Angeles Review of Books. El escritor trabajó junto a sus traductoras (lo cuenta el documental The Muses of Bashevis Singer, de Asaf Galay y Shaul Betser), y muchas veces en contra de ellas, para buscar las palabras exactas que, a falta de Yenglish, pudieran expresar en inglés lo mismo que en yiddish. Y cuando esas palabras no existían, para dar con la variación más afín que a él le gustara.

Así Singer sacó dos obras, más o menos simultáneas, más o menos parecidas, cuya cronología confundió a Searls: 


“Sus novelas fueron publicadas en inglés en un orden diferente al que fueron escritas en yiddish; cabe también la pregunta de si Singer, al trabajar con sus traductoras al inglés, cambió el tono y el contenido de sus obras, y por consiguiente si las traducciones póstumas, sin la participación de Singer, son más precisas. Hay varias novelas aun no traducidas al inglés”. 

Ni al castellano, se podría agregar; lo mismo sucede con muchos cuentos.


Searls dio ejemplos: El mago de Lublin, que en inglés es su cuarto libro, es probablemente el octavo o el décimo que escribió en yiddish; Sombras sobre el Hudson, escrito entre 1957 y 1958, fue publicado en 1998.


El Nobel yiddish


Mientras se convertía en bestseller de literatura infantil, publicó los cuentos de Gimpel el tonto, El Spinoza de la calle Market y Un amigo de Kafka, y las novelas El esclavo, En el tribunal de mi padre y Enemigos, una historia de amor, su primera obra ambientada en los Estados Unidos, sobre la culpa del sobreviviente, el deseo y la falta de fe.

Sucedan donde sucedan y en la época en que sucedan, en general sus temas son el mismo: la angustia humana, el problema de que nada pueda existir —ni la materia en el espacio, ni una idea, ni el deseo sexual— sino en ausencia, y que por ende la falta sea lo único cierto.


 “No importa cuánto conozco a un ser humano, no lo conozco del todo”, le dijo a Richard Burgin en una entrevista. Una imagen de la interpretación cabalística se repite en Singerlandia: hasta el mismísimo dios, que todo lo ocupaba, debió retirar su luz para tener dónde proyectarla y así crear el mundo.


Saul Bellow lo admiraba y lo tradujo; Ted Hughes lo celebró como “uno de los grandes escritores vivos de veras” y describió su obra como “no discursiva, ni principalmente documental, sino como una revelación”.


Trabajo más y no tengo el temor, que me acompañó muchos, muchos años, de morir de hambre”, definió a The New York Times los efectos que el éxito tenía en su vida a comienzos de los setenta. El Club del Libro acababa de comprarle dos novelas y otras dos —El mago de Lublin y Enemigos, una historia de amor— habían sido contratadas para adaptar al cine.


Pero aunque ganaba unas cinco veces más que una década atrás, según estimó el periódico, su estilo de vida seguía siendo el mismo: se vestía con el mismo traje oscuro, camisa blanca y corbata (”nunca me lo cambiaría, pero mi esposa insiste”, explicó las raras renovaciones) y comía el menú vegetariano en las cantinas del barrio. Lo hacía por la salud, explicó:

 “Por la salud de los pollos”.

Sobre todo mantenía otras costumbres, explicó:

“Mis textos se publican primero en The Jewish Daily Forward y luego se reimprimen en periódicos en yiddish en otros países. Y si cometo un error sobre la ley judía o sobre una calle en Varsovia, recibo cientos de cartas para regañarme”. 

Singer se había convertido no sólo en un defensor del yiddish, casi extinto tras la Shoah, sino también en su máximo autor.

Luego de publicar El penitente y recibir el premio Nacional del Libro por los cuentos de A Crown of Feathers (compartido con El arcoiris de la gravedad, de Thomas Pynchon), y en coincidencia con la salida de Shosha, ganó el Nobel.

Pasó sus últimos años en la Florida, en el balneario de Surfside, donde cambió el traje oscuro por uno claro y su deli del Upper West Side de Manhattan por Sheldon’s Drugstore, en esquina de avenida Harding y la calle 95, que hoy se llama Isaac Bashevis Singer Boulevard.

 Murió allí el 24 de julio de 1991, luego de varias apoplejías, convencido de que “el yiddish no ha dicho aun su última palabra”, como había cerrado su discurso del Nobel. Acaso como garantía dejó mucha obra inédita.



El idish, la lengua que no se murió


La exitosa miniserie “Unorthodox” muestra un mundo en el que el idish, también conocido como yiddish, no es un residuo del pasado ni un objeto de estudio académico sino la materia cruda sobre la que se construye la vida de una comunidad. Esta nota ofrece una breve historia de la ecléctica lengua de los judíos europeos que muchos dieron por extinguida y también habla del presente en el que su sonido sigue vibrando en formas insospechadas


Agustín Cosovschi

11 de Abril de 2020


En unos pocos días, la miniserie Unorthodox se convirtió en uno de los hits de la cuarentena: los medios y las redes se llenaron de comentarios al respecto, con algunas voces subrayando el carácter represivo de las comunidades ortodoxas y celebrando la valentía de Esty Shapiro (el personaje protagonizado por Shira Haas), mientras que otros expresan en cambio su asombro e incluso cierta sospecha por la forma crítica en que la nueva producción de Netflix representa el mundo de los hasidim. Una de las principales virtudes de Unorthodox es justamente esa: nos muestra lo poco que se sabe de la vida judía entre no judíos, y lo poco que se sabe de la vida ortodoxa entre los seculares. Pero además, la miniserie consiguió algo que hasta hace poco parecía imposible: despertar la curiosidad por el idish, una lengua que hasta hace ayer muchos consideraban muerta y que otros ni siquiera distinguían del hebreo. Como Unorthodox, ambas ideas están bien lejos de la realidad.


La historia del idish es la historia de las comunidades judías ashkenazis, aquellas que se asentaron en Europa central durante los siglos que siguieron a la huida de los judíos de la tierra de Israel, y que durante la Edad Media tardía se desplazaron progresivamente hacia Europa del Este. En esas comunidades, la vida era bilingüe. El hebreo ocupaba un lugar de prestigio y superioridad espiritual: era la lengua de los antiguos israelitas y de los textos sagrados, y era en ese idioma que los judíos conducían las actividades sagradas. En cambio, el idioma de la vida diaria y de los escritos profanos era una lengua germana que los judíos habían adoptado a lo largo de siglos de vida europea; una lengua bastante cercana en su vocabulario al alemán moderno, pero con estructuras distintas y con un sinnúmero de palabras preservadas del hebreo y otras tomadas de las lenguas eslavas que dominaban en Europa del Este, como el polaco y el ruso. Esa lengua ecléctica y dinámica, surgida de la fusión y la combinación de todos esos elementos dispares, es el idish.


Con el pasar de los años, la cultura en lengua idish comenzó a tomar fuerza, sobre todo a partir de la introducción de la imprenta en hebreo en Europa del Este en el siglo XVI. Ensayos, libros de cuentos y tratados históricos en idish comenzaron a imprimirse con caracteres hebreos en toda la zona de cultura ashkenazi entre Holanda y Ucrania. La aparición de movimientos religiosos ortodoxos jasídicos en el siglo XVIII, que comenzaron a atribuir un valor sagrado a textos escritos en idish, contribuyó a aumentar el prestigio de la lengua. En cambio, la llegada de la Haskalah, el movimiento de los judíos ilustrados encabezado por figuras como Moisés Mendelssohn, vino a repudiar este ascenso del idish: para los intelectuales más seculares de la época, los judíos debían abandonar esa lengua extraña y ecléctica, considerada apenas una jerga, y adoptar en cambio el alemán o el ruso como lengua social, política y cultural, preservando el hebreo en el mundo sagrado.


Pero el proyecto de los maskilim fracasó. Hacia fines del siglo XIX, la abrumadora mayoría de los judíos, en especial en los bordes occidentales del Imperio Ruso donde constituían una población de más de cinco millones de personas, seguía reconociendo como su lengua madre al idish y apenas hablaba algunas palabras de ruso. Era el signo de una falta de integración a la vida rusa que no en menor medida se explicaba por el insistente antisemitismo en la región y por las numerosas restricciones legales que el imperio de los Romanov mantenía sobre los judíos. Es así que a partir de fines del siglo XIX, inspirados por un imaginario menos racionalista y más romántico, nuevas generaciones de intelectuales y activistas comenzaron a promover el uso del idish en la prensa, en la literatura, en el teatro y en la cultura en general.


Para las primeras décadas del siglo XX, el idish había ganado un estatuto impensado, siendo la lengua de escritores de cada vez mayor renombre como Sholem Aleijem y I. L. Peretz y de movimientos políticos de orientación secular y socialista como el Bund, que ganaron cada vez más peso luego de la revolución de 1905 en Rusia. Un punto alto de esta historia fue la conferencia de Czernowitz de 1908, en la que un grupo de intelectuales idishistas, entre otros Peretz y el filósofo Chaim Zhitlowsky, proclamaron al idish como lengua nacional de la nación judía, bregando por el desarrollo de instituciones culturas y educativas en idish. La fundación del instituto YIVO en Vilna en 1925 como academia de lengua y cultura destinada a preservar, estudiar y eventualmente regular el uso del idish fue otro punto clave en la historia del idioma y sus hablantes.


Con todo, las tensiones nunca dejaron de aflorar con aquellos como el ensayista Ahad Ha’am, quienes consideraban que el hebreo debía convertirse en la lengua total de la nación judía, o el sionista socialista Ber Borochov, quien defendía la idea de que el hebreo debía ser la lengua judía en Palestina y el idish, la lengua oficial en la diáspora.

El punto de inflexión fue, sin embargo, el Holocausto judío, que el idish designa hasta hoy con la palabra khurbn y (en castellano, “destrucción”). El exterminio de una parte significativa de los hablantes de idish por parte de la Alemania nazi y sus colaboradores, en especial en Polonia, donde los judíos representaban casi un 10% de la población del país, así como la dispersión de los judíos europeos a partir de la Segunda Guerra Mundial, tuvieron el doble efecto de fragmentar a la población de habla idish y de reforzar la legitimidad de Israel como proyecto político hegemónico para la nación judía.


A lo largo de las décadas siguientes, con la adopción del hebreo como lengua oficial del Estado de Israel y con la progresiva asimilación de las comunidades judías en los diversos países que los acogieron después de la khurbn, y a pesar de los esfuerzos de muchos para mantener viva la vida intelectual y cultural en idish, la lengua perdió sin embargo mucha de su fuerza y visibilidad. Para muchos, el idish se convirtió así en una reliquia, apenas el residuo de un mundo desaparecido.

Pero las apariencias engañan. Todavía hoy, en el mundo académico y universitario, numerosos departamentos dedicados a los estudios judíos y a la cultura de Europa del Este siguen enseñando y transmitiendo el idish. Durante los últimos años, incluso un cierto revival hipster ha aparecido entre los más jóvenes, llevando a intelectuales y artistas a ponerse en contacto con el idioma. Además, gracias a instituciones como el Yiddish Book Center en Estados Unidos y la Maison de la Culture Yiddish en París, así como a diversos diarios y revistas como el clásico Forverts que se edita en inglés y en idish, la lengua y la cultura de los judíos ashkenazis se sigue difundiendo y sigue conectando diferentes generaciones de judíos, e incluso de no judíos.


Pese a todo, en la mayoría de estos ámbitos el idish conserva un carácter un tanto erudito. La mayoría de estas instituciones usan el idish en su forma estandarizada y literaria, que mezcla rasgos de los diferentes dialectos que existían tradicionalmente en Europa del Este. Pero existe un lugar en donde el idish no se usa como una lengua culta, ni académica; un lugar en donde el idish sigue siendo la lengua de la vida cotidiana y donde, como todas las lenguas, cambia, evoluciona y se transforma día a día: las comunidades judías ortodoxas, muchas de las cuales siguen viviendo en idish tal como lo hacían hasta 1945.


Este el mundo de Esty Shapiro en Unorthodox: una comunidad satmar en Williamsburg donde el idish no sólo sigue siendo la lengua corriente, sino que además, como en todos lados donde se instaló, sigue cambiando y tomando prestadas palabras y figuras de las lenguas que la rodean. Gracias a la asesoría de Eli Rosen, los diálogos de Unorthodox siguen al detalle el dialecto del idish que se cultiva en Williamsburg. El uso de la lengua no solamente refleja las raíces húngaras de esa comunidad, sino también la fuertísima influencia del inglés en la lengua de los hasidim en Estados Unidos.

Esty, su familia y sus amigos hablan con marcas típicas del idish húngaro, entre otras cosas poniendo íes donde el idish literario pondría úes (algo que se hace también en otros dialectos), alterando ligeramente algunos imperativos y coordinando los verbos reflexivos de una forma distinta a la estándar. Pero además, usan constantemente palabras en inglés (“du bist geven azoy excited far dem!” = “estabas tan entusiasmado al respecto!”, o “s’iz geven der greste mistake in mayn leybn” = “fue el error más grande de mi vida”) y construyen verbos mezclando palabras en inglés y terminaciones en idish, como changen (“cambiar”).


Entre sus muchos méritos, la serie tiene el de ofrecernos una ventana hacia un mundo en idish tan desconocido como fascinante. En Unorthodox el idish no es un residuo pétreo del pasado, ni un objeto noble de estudio académico: todo lo contrario, es la materia cruda sobre la que se construye la vida diaria de una comunidad. Y más importante aún: como la lengua en general, el idish de Unorthodox es un terreno de experimentación, de innovación, de transformación y de interacción con el mundo que lo rodea. 

Ese idish que algunos quisieron matar y que otros dejaron morir, pero que los hasidim se encargan día a día de mantener vivo, es la prueba misma de que la historia no se detiene ni siquiera en las comunidades más cerradas y de que nadie puede aislarse por completo de su contexto.


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