Luis Alberto Bustamante Robin; Jose Guillermo Gonzalez Cornejo; Jennifer Angelica Ponce Ponce; Francia Carolina Vera Valdes; Carolina Ivonne Reyes Candia; Mario Alberto Correa Manríquez; Enrique Alejandro Valenzuela Erazo; Gardo Francisco Valencia Avaria; Alvaro Gonzalo Andaur Medina; Carla Veronica Barrientos Melendez; Luis Alberto Cortes Aguilera; Ricardo Adolfo Price Toro; Julio César Gil Saladrina; Ivette Renee Mourguet Besoain; Marcelo Andres Oyarse Reyes; Franco Gonzalez Fortunatti; Patricio Ernesto Hernández Jara; Demetrio Protopsaltis Palma; Paula Flores Vargas ; Ricardo Matias Heredia Sanchez; Alamiro Fernandez Acevedo; Soledad García Nannig
|
Esnob.
El libro de los esnobs.
El libro de los esnobs, por uno de ellos, en inglés The Book of Snobs, by One of Themselves, es un libro de William Makepeace Thackeray (1811-1863), novelista inglés de la época victoriana, publicado en 1848. El libro contiene una serie de artículos semanales publicados en Punch bajo el título «Los esnobs de Inglaterra, por uno de ellos» («The Snobs of England, By One of Themselves»), obra escrita bajo pseudónimo cuyo protagonista se llama Snob. Se trata, pues, de las confesiones o las memorias de un esnob. Thackeray, todavía reacio a reconocer su autoría, se esconde bajo seudónimos, lo que relaciona el Libro de los snobs con su producción anterior (lo firmaría con su nombre más tarde, tras la segunda edición de La suerte de Barry Lyndon, en 1856). Ya existían Yellowplush, Wagstaff, el mayor Fitz-Boodle, Titmarsh, Deuceace;pues he aquí el Sr. Snob que representa al tonto y a su opuesto, el anti-tonto, puesto que los denuncia al ser «uno de ellos». En El libro de los esnobs Thackeray hace un inventario de los diferentes grupos sociales en Inglaterra y en el extranjero, principalmente en Francia, así como de diversos tipos de hombres de quienes muestra con humor y virtuosismo que son víctimas la misma enfermedad, el esnobismo. Este mal endémico adopta muchas formas, pero todas se basan en los mismos antivalores que Thackeray resume en dos frases: «give importance to unimportant things» («dar importancia a cosas sin importancia»), y también «meanly admire mean things» («admirar mezquinamente cosas mezquinas»). En el momento de su publicación el libro fue acogido de diferentes formas. Aparte de Anthony Trollope que lo defendió ardientemente, pocos colegas escritores lo elogiaron. Fue considerado demasiado virulento e iconoclasta. Sin embargo, la moral defendida por Thackeray, convertido a veces en un auténtico predicador, está llena de sentido común; a pesar de la sátira, a menudo feroz, que ejerce en contra de las sociedades inglesa y francesa, y de la humanidad en general, los valores que sustentan la arquitectura de su pensamiento remiten a un humanismo más bien benevolente y profundamente enraizado en la fe cristiana. El Libro de los esnobs contribuyó en gran medida a dotar a la palabra «snob» del significado que tiene hoy y a aclarar su noción,convirtiéndose la publicación de la obra, según el historiador de las ideas Frédéric Rouvillois, en «el acta de bautismo del esnobismo» |
La aportación de Thackeray.
La explicación según la cual se derivaría de la abreviación de «sine obolo» («pobre», «sin un duro»), o «sine nobilitate» («sin nobleza») (en Cambridge, en efecto, los hijos de las familias aristocráticas se inscribían con la mención «fil/nob» [«filius nobilitatis»] mientras que los plebeyos figuraban como «s/nob» [«sine nobilitate»]) es hoy muy discutida. Esta explicación es la misma de Ortega y Gasset. Según el filósofo español, el uso de la palabra «snob» procede de la contracción del término «sine nobilitate», explicando que «en Inglaterra las listas de vecinos indicaban junto a cada nombre el oficio y rango de la persona. Por eso, junto al nombre de los simples burgueses aparecía la abreviatura “s. nob.”, es decir, “sin nobleza”. Este es el origen de la palabra “snob”». Según el Diccionario Larousse, la palabra «snob», o «snab», se refiere al cobbler («zapatero»), oficio considerado despreciable en la época. El Shorter Oxford English Dictionary afirma que la palabra tiene un origen oscuro de jerga, sin relación alguna con «nob». Agrega que se halla por primera vez en 1781 para evocar un shoemaker («zapatero»), antes de que aparezca en el argot de Cambridge para referirse a un townsman («habitante de la ciudad», «burgués» ), por oposición a «gownsman» («estudiante o universitario que llevaba la toga», «hombre de leyes»). En 1831 se utilizaba en el lenguaje de argot para designar a una «persona perteneciente a las clases más bajas de la sociedad y que no puede pertenecer a la clase alta ni a la nobleza». En 1838 señala a un individuo «de poca o ninguna educación ni de buen gusto, [una] persona vulgar y sin discreción». En 1848, según el New English Dictionary, El libro de los esnobs da a la palabra un sentido activo por primera vez: el snob es alguien que quiere hacer creer que pertenece a una clase superior, pero en 1859 el sentido vuelve a cambiar para tomar el de «amarillo» («blackleg»), definición retomada por el Shorter Oxford English Dictionary (p. 1931). Hoy en día, se ha vuelto a la acepción que le otorgó Thackeray. Así pues, la palabra «snob», cuya acepción enriqueció considerablemente, no fue creada por él. Tampoco acuñó la palabra «snobbery» («esnobismo»), que encontramos ya con el sentido de «baratija», particularmente en la frase «the snobbery of Brumagen» («la baratija de Birmingham»). Ni mucho menos inventó la palabra «snobbish», que se encuentra en Dickens en 1840, retomada en La pequeña Dorrit en 1857, ni «snobby», empleado por la señora Gore (Catherine Grace Frances Gore [Moody] [1799-1861]) en sus Sketches of English Character (1846) en el sentido de «ostentatious» («ostentoso»), obra que Thackeray parodió en Punch bajo el título de Lords and Liveries by the author of Dukes and Dejeuners (Punch, 12 al 18 de junio de 1847). En cambio, fue él quien realmente creó las palabras o expresiones derivadas que se encuentran diseminadas a lo largo de El libro de los esnobs: «snob-ore» («veta de snob»), «snob-land» («tierra de snob»), «snobbishness» («esnobismo»),N 7 «snobishly» (con una sola «b»: «al modo snob»), «snobling» («descendiente de snob») «snobographer» («esnobógrafo»), «snobography» («esnobografía»), «snobology» («esnobología»). La contribución de Thackeray fue, pues, llenar una palabra dialectal, estudiantil y mundana con una connotación moral. Con él, el snob se convirtió en una persona «moralmente despreciable». En ese sentido, permanece lo suficientemente cerca de la palabra «cad» tal como se utiliza hoy, como, por ejemplo, en la expresión «He is not a gentleman, he is a cad» («No es un caballero, es un patán»). Para los franceses, sin embargo, la palabra «snob» designa más específicamente al esclavo de la moda y de las convenciones de una vida artificial. En ese sentido, el esnob aparece como un tonto, pero de una especie particular:
Émile Faguet, en un estudio de los Annales politiques et littéraires, destacó este cambio de sentido en Francia con respecto a la acepción inglesa, y un escritor como Camille Mauclair (1872-1945) considera al snob como un fatuo y un tonto, por ejemplo, cuando estigmatiza a los esnobs en cuestión de música, esos estetas que proclaman su desprecio por la emoción lírica so pretexto de la crítica científica:
|
Las citas más polémicas de Virginia Woolf, una esnob que sabía que lo era. Xavier Vilaltella Ortiz Estos últimos meses hemos visto a editores británicos retocando vocabulario en relatos de Roald Dahl o cambiando fragmentos en las novelas de Ian Fleming, padre de James Bond. Son solo dos de los afectados más recientes de eso que se ha dado en llamar “cultura de la cancelación”. Estos casos levantan polémica, porque una cosa es practicar la damnatio memoriae, la condena al olvido que aplicaba el Senado romano a algunos procesados, y otra adulterar una obra ya escrita, que no se distingue mucho de falsificar. Ahora bien, en estos tiempos nuestros, ¿qué pensaríamos de una escritora que decía que “las clases bajas son detestables”, que “los imbéciles deberían ser asesinados” –refiriéndose a los discapacitados–, o que comparaba a los judíos con una “masa grasienta” y detestable?, ¿se diría que alguien así puede ser un icono, por ejemplo, feminista? Pues sí. Se trata de Virginia Woolf (1882-1941), que, además de un referente feminista, como escritora fue una de las grandes plumas del modernismo anglosajón y una pionera del método de la “corriente de conciencia”. Como Marcel Proust, practicó esa literatura introspectiva que reventó las costuras del tiempo y la narrativa tradicional al pasar las aventuras de sus personajes por el filtro de su conciencia. Sus historias no eran lineales –como tampoco lo son nuestros pensamientos–, sino que iban y venían entre asociaciones de ideas, sensaciones, impresiones... Fue una gran escritora que nos dejó clásicos como Orlando (1928), Las olas (1931) o La señora Dalloway (1925), sin olvidar su producción ensayística. En esto destaca Una habitación propia (1929), un libro que se adelantó a lo que en los años setenta sería la “crítica literaria feminista”. Superadas las desigualdades flagrantes, como el derecho al voto o a la propiedad, en los setenta el “feminismo de segunda ola” se centraba en aquella variedad de asuntos que también postergaban a las mujeres, pero de una forma menos explícita (los derechos de reproducción, sexuales, en el trabajo...). Una habitación propia –el título no puede ser más elocuente– hace justamente eso, recordar que “una mujer debe tener dinero y una habitación propia para poder escribir novelas”. Esta coincidencia sirvió para sacar a Woolf de su olvido de posguerra y, de paso, salvar todo lo sensacional de su obra, más allá de lo feminista. Sin embargo, no son pocas las críticas que se han dedicado a una mujer que podría considerarse un ejemplo temprano de objeto de “cancelación”. Empezó el escritor Wyndham Lewis (1882-1957) cuando ella aún vivía, y luego se le sumó toda la generación de intelectuales postcolonialistas, que es como se llama a los que en los años sesenta revisaron críticamente la literatura de la era victoriana. La premisa era sencilla, que Woolf era una mujer aburguesada –visto como defecto–, racista y clasista, cosa que no es extraño que pensaran, a tenor de lo que dijo en sus diarios y cartas y de lo que aparece en alguna de sus ficciones. Pero, claro, nació en Hyde Park Gate –la misma calle en que vivió Churchill–, su padre era un respetado novelista, ensayista y aventurero, un miembro de la aristocracia intelectual inglesa, y su madre provenía de una familia de importantes funcionarios de la India británica, de lo mejorcito de la sociedad blanca bengalí. Es decir, que hay que situarse en los ambientes de la alta sociedad victoriana para comprenderla. Intelectualmente también era una elitista, pero en eso no se diferenciaba de la mayoría de los escritores del modernismo anglosajón, de los que se decía que escribían literatura incomprensible para la gente corriente. Luego está su antisemitismo, del que hay indicios en su obra literaria. Sus personajes judíos acostumbraban a reunir todos los estereotipos negativos asociados a este grupo: la avaricia, la doblez…, ¡incluso la hechura de sus narices! En sus diarios y cartas hay comentarios como el que sigue, hecho tras un crucero por Portugal, en el que coincidió con “un gran número de judíos portugueses, además de otros objetos repulsivos”. Y sigue: “(…) nos mantenemos alejados de ellos”. Pero, cosas de la vida, resulta que Woolf es un apellido judío. Se casó con el también escritor Leonard Woolf, “mi judío”, como le gustaba decir. Lo quería muchísimo, y ahí está la nota que le dejó antes de suicidarse, hermosa porque es una declaración de amor escrita con un ritmo angustiante, desesperado. El hecho es que ella misma reconocía que su racismo era más una pataleta que otra cosa. En una misiva a la compositora Ethel Smyth –que estaba enamorada de Woolf–, le decía:
En efecto, era una esnob, que vivió en una época de antisemitismo rampante y en un entorno clasista por definición. Y, sin embargo, qué error sería tomar la parte por el todo, o tratar de someterla a un juicio póstumo. Por fortuna, a nadie se le ha ocurrido retocar sus obras, como ha pasado con las aventuras del agente 007; probablemente, porque Woolf juega en otra liga. Ahora bien, quién sabe qué ocurrirá en el futuro, cuando la gresca ideológica sople en otra dirección y aparezca la oportunidad. Por ello, aquí haremos un ejercicio de provocación y transcribiremos las citas más polémicas de Virginia Woolf. Queda para cada cual decidir si va a cancelarla de su lista de lecturas o si la seguirá leyendo a pesar de sus faltas y errores. Clasismo y racismo en las frases de Virginia Woolf. 1 “Es un hecho que las clases bajas son detestables”. 2 “Los alemanes son como alimañas; una mezcla de intelectuales con cara de babuino y negros y negras tristes vestidos de verde, que parecen chimpancés”. 3 “No me gusta la voz judía; no me gusta la risa judía”. 4 “Los imbéciles (refiriéndose a los discapacitados) deberían ser asesinados”. 5 Sobre Ulises (1922) y su autor, James Joyce:
6 Sobre la familia de su esposo: “Nueve judíos, que todos ellos, con la única excepción de Leonard, bien podrían haberse ahogado y el mundo no hubiera protestado”. 7 “Vuelvo de una reunión política. Me senté (a pesar de mi sangre cristiana) al lado de unos judíos portugueses, cuyo sudor se convirtió en polvo, se endureció y voló”. 8 Sobre sus propios sirvientes: “Estoy harta de esta mente de sirviente, tímida y rencorosa”. 9 “Una de las grandes ventajas del ser mujer es el poder cruzarse con una negra hermosa sin sentir la necesidad de hacer de ella una inglesa”. |
500 AÑOS DE SANTIAGO DE CHILE.
Metro de Santiago. |
QUINTA NORMAL.
Barrios principales. |
TRANVÍAS DE SANTIAGO.
La ciudad de Santiago de Chile siempre fue una urbe la mas vanguardista de América Latina con los medios de trasporte publico mas moderno de su época. Tuvimos los tranvías y ferrocarriles urbanos desde la segunda mitad del siglo xix; a fines del siglo XX, nace el metro que se convirtió en el primer medio de trasporte de la urbe, la arteria principal de Santiago.
Tranvías de Quinta Normal.
En territorio de la comuna de quinta normal, a tenido tres tranvías y ferrocarriles urbano durante su historia, antecesora de las linea del metro actuales:
1.-Ferrocarril Población Morandé fue una línea de tranvías existente en Santiago de Chile que circuló a inicios del siglo xx.
Mapa con el trazado del Ferrocarril Población Morandé, línea de tranvías existente en Quinta Normal (Santiago de Chile) entre los años 1910 y 1930. En rojo aparece el trazado descrito en mapas de 1911 y en azul el trazado descrito en decretos de 1913 |
El tranvía de sangre fue construido por iniciativa de Juan de Dios Morandé Vicuña, quien construyó una población en la comuna de Quinta Normal, al norte de la avenida Carrascal. Tenía un ancho de vía de 750 mm y llegó a poseer una flota de 12 carros.
En mapas de 1911 el trazado presentado para el tranvía se iniciaba en la esquina de Matucana con Andes, continuando por esta última calle hasta Alcérreca, en donde viraba hacia el norte hasta el Camino del Resbalón (actualmente Mapocho) y virando nuevamente hacia el norte en la calle Mendoza; en dicha calle circulaba hasta la avenida Las Heras (actualmente Alsino) y se dirigía al oeste hasta Santa Fe, llegando hasta la avenida Carrascal e ingresando a la población Morandé por la actual calle Gonzalo Bulnes y virando por La Plaza (actual Embajador Gómez) hasta llegar a la plaza Diego Portales (actualmente denominada Plaza de los Palos).
En septiembre de 1913 se presentaba una solicitud para electrificar la línea del tranvía de sangre, mencionando un recorrido diferente al aparecido en 1911: este se iniciaba en Matucana con Andes, siguiendo por esta última hasta la calle General Robles y desde aquí por Walker Martínez, Salvador Gutiérrez, San Juan (actualmente General Brayer), Carrascal, Morandé (actualmente Gonzalo Bulnes), Los Sauces, avenida Lo Franco (actualmente Dr. José Tobías), Carrascal y empalmando nuevamente con Walker Martínez.
A pesar de solicitar varias prórrogas en años siguientes, el proyecto finalmente no se concretaría dado que en guías de 1924 aún continuaba apareciendo el tranvía de la población Morandé como un ferrocarril a tracción animal.
En 1917 existían diversas quejas a través de la prensa escrita debido al mal estado de la vía y los carros, además de incumplimientos en las frecuencias y mala calidad del servicio.
2.-El Ferrocarril Eléctrico Santiago Oeste.
Trazado del tranvía. |
Extensiones proyectadas para el Ferrocarril Eléctrico Santiago Oeste: |
No hay comentarios:
Publicar un comentario