Primer ministro |
¿Cómo habría sido el siglo XX sin Winston Churchill?
Indudablemente, distinto. Y, sin ninguna duda, mucho peor, pues sólo un político de una talla excepcional podía afrontar la responsabilidad de liderar en solitario la oposición contra Hitler en la hora más oscura de Europa. En mayo de 1940, las tropas alemanas avanzaban imparables hacia el Canal de la Mancha y la caída del Reino Unido parecía inevitable, pero en ese momento se alzó la voz de Churchill, clamando:
“Lucharemos en las playas; lucharemos en los aeródromos; lucharemos en los campos y en las calles; lucharemos en las colinas; nunca nos rendiremos”.
Sus discursos no eran simple retórica, sino el fruto de un indudable talento literario y una sincera convicción moral.
Churchill fue un gran estadista, un fino estratega, un primer ministro carismático y un notable literato, historiador y biógrafo que obtuvo el Premio Nobel de Literatura de 1953, no sin despertar las objeciones de un buen número de críticos y escritores reacios a reconocer sus méritos como creador y artífice del idioma. Su temperamento artístico no se manifestó tan sólo en el terreno de las letras. Sus actos políticos no son simples decisiones de estado, sino golpes de ingenio que respondían a la necesidad de aunar emociones y proyectos, valores y tácticas. Encarnó la resistencia de las democracias occidentales contra la marea totalitaria, que pretendía despojar a los ciudadanos de sus derechos y libertades, pero también representó la fusión del genio artístico con la audacia política.
Su asombrosa personalidad parecía forjada por la pluma de Shakespeare: ambición sin límites, coraje físico y moral, pasión por la aventura, sentido estético, bruscos cambios de humor, inagotable ingenio, tenacidad sobrehumana, grandes dotes de seducción.
Biografía
Churchill fue un gran estadista, un fino estratega, un primer ministro carismático y un notable literato, historiador y biógrafo que obtuvo el Premio Nobel de Literatura de 1953, no sin despertar las objeciones de un buen número de críticos y escritores reacios a reconocer sus méritos como creador y artífice del idioma. Su temperamento artístico no se manifestó tan sólo en el terreno de las letras. Sus actos políticos no son simples decisiones de estado, sino golpes de ingenio que respondían a la necesidad de aunar emociones y proyectos, valores y tácticas. Encarnó la resistencia de las democracias occidentales contra la marea totalitaria, que pretendía despojar a los ciudadanos de sus derechos y libertades, pero también representó la fusión del genio artístico con la audacia política.
Su asombrosa personalidad parecía forjada por la pluma de Shakespeare: ambición sin límites, coraje físico y moral, pasión por la aventura, sentido estético, bruscos cambios de humor, inagotable ingenio, tenacidad sobrehumana, grandes dotes de seducción.
Biografía
Hijo de Lord Randolph Churchill y de la bellísima estadounidense Jeanette “Jennie” Jerome, a la que se atribuyen más de doscientos amantes, incluido el príncipe de Gales y futuro rey Eduardo VII, Winston nació el 30 de noviembre de 1874 en el palacio de Bienheim, una aristocrática residencia campestre situada en Woodstock, condado de Oxfordshire, con la serena apariencia del barroco inglés. Su padre era un destacado parlamentario tory y el tercer hijo del séptimo duque de Marlborough. La niñez de Churchill no fue particularmente dichosa. Sólo contó con el afecto de su niñera, Mrs. Everest. Su ternura dejó una huella perdurable en su memoria. No sólo acudió a su sepelio, sino que colgó su retrato en la pared de sus sucesivos despachos, sin ocultar su cariño y nostalgia. Al igual que otros niños de su condición social, al cumplir los nueve años comenzó su peregrinaje por distintos internados, incluyendo el Harrow School, donde los profesores imponían su autoridad a bastonazos. Rebelde y mal estudiante, acumuló suspensos en todas las materias, salvo historia y matemáticas. Su padre nunca disimuló el desprecio que le inspiran sus decepcionantes notas y su madre, pese a sus reiteradas súplicas, se limitó a visitarlo una vez al año, concediendo prioridad a su vida social y sentimental. Al referirse a su infancia y adolescencia, Winston confesaría con amargura:
“Vistos retrospectivamente, estos años no sólo fueron la menos satisfactoria, sino también la más aburrida e infructuosa época de mi vida. De crío fui feliz y, desde que soy adulto, me he sentido más afortunado a cada año que pasaba. Pero los años como escolar que figuran en medio constituyen una turbia mancha gris en el mapa de mi vida”.
Churchill no quiso convertirse en un gentleman, sino en un espíritu libre que disfruta con la aventura, el peligro y la acción, incapaz de soportar una existencia apacible y rutinaria. Cuando su padre le propuso ingresar en el ejército, aceptó encantado, harto de cosechar suspensos y reprimendas. Sus malas calificaciones en las pruebas de acceso no le dejaron otra opción que incorporase a la caballería, el cuerpo que exigía menos nota. Su mediocre comienzo no auguraba que en cinco años se convertiría en una celebridad nacional. Subteniente de húsares, adquirió experiencia de combate en Cuba, la India, Sudán y Sudáfrica. Años después, escribiría:
“A partir de ese momento fui dueño de mi destino”.
Churchill había nacido para la guerra. Nada le resultaba tan gratificante como jugarse el pellejo en compañía de sus camaradas, experimentando la sensación de participar en algo grandioso y épico:
“Hay una magia muy especial en los centelleos y tintineos de un escuadrón de caballería al trote. Y el galope hace que esa atracción se convierta en placer. El inquieto relinchar de los caballos, el chirrido de los arreos, el asentir de los penachos, el murmullo de los cuerpos en movimiento; en definitiva, esa sensación de formar parte de un engranaje vivo”.
Durante su estancia en la India, el joven Churchill empieza a forjare como escritor. Lee ávida y desordenadamente: Platón y Darwin, Schopenhauer y Malthus. Escéptico en materia religiosa, considera que las iglesias son necesarias para mantener el orden social y proporcionar paz interior. Los historiadores Thomas Macaulay y Edward Gibbon le producen una honda impresión. La inconclusa Historia de Inglaterra de Macaulay le parece un modelo de estilo: claridad, transparencia, elegancia, ironía, penetración psicológica. Aprecia las mismas cualidades en Gibbon y advierte de inmediato que su Historia de la decadencia y caída del Imperio romano no es un simple relato historiográfico, sino una de las cimas de la lengua inglesa. Macaulay y Gibbon exaltan la virtud ciudadana, la libertad individual y la moderación en el ejercicio del poder, principios que acompañarán a Churchill el resto de su vida.
Su creciente afición por la lectura no apacigua su pasión por el polo. De hecho, juega con el brazo roto y vendado en la final de la copa que enfrenta a los regimientos ingleses en la India. La muerte de su padre le causará la frustración asociada a las relaciones que nunca llegaron a fructificar. En cambio, establecerá un profundo vínculo con su hasta entonces distante madre, que se transformará en su aliada y cómplice, ayudándole en su carrera militar y política. Gracias a ella participará en la batalla de Omdurman, Sudán, donde se producirá la última y heroica carga de la caballería inglesa. Aunque su madre le ha asignado quinientas libras anuales, una cifra modesta para el hijo de un aristócrata y parlamentario, su afán de vivir como un verdadero caballero, gozando de privilegios y criados, le empuja a probar suerte como periodista.
Sus artículos como corresponsal de guerra llaman enseguida la atención. Su prosa es dinámica, fresca, plástica. No tardará en publicar su primer libro, The Story of the Malakand Field Force, que narra la campaña contra los pastunes en la frontera afgana de la India. El ardor bélico de Churchill nunca implicó crueldad con los vencidos. En The River War, se muestra implacable con lord Kitchener, jefe del cuerpo expedicionario en Sudán, recriminándole su abominable decisión de rematar a los heridos en el campo de batalla y profanar la tumba del Mahdi, convirtiendo su cráneo en un tintero. Churchill nunca concebirá su actividad literaria como una dolorosa lucha con las palabras. Por el contrario, afirma que “escribir un libro es un placer”.
Sus artículos como corresponsal de guerra llaman enseguida la atención. Su prosa es dinámica, fresca, plástica. No tardará en publicar su primer libro, The Story of the Malakand Field Force, que narra la campaña contra los pastunes en la frontera afgana de la India. El ardor bélico de Churchill nunca implicó crueldad con los vencidos. En The River War, se muestra implacable con lord Kitchener, jefe del cuerpo expedicionario en Sudán, recriminándole su abominable decisión de rematar a los heridos en el campo de batalla y profanar la tumba del Mahdi, convirtiendo su cráneo en un tintero. Churchill nunca concebirá su actividad literaria como una dolorosa lucha con las palabras. Por el contrario, afirma que “escribir un libro es un placer”.
La literatura le abre las puertas de la política. Abandona la carrera militar e intenta lograr un acta de diputado por el distrito de Oldham, pero los votantes no le prestan su apoyo. Cuando estalla la guerra de los Bóeres, se desplaza al escenario de batalla y lucha con el ejército británico. Cae prisionero, exponiéndose a ser fusilado, pues ha combatido como soldado, pese a ser un simple civil y periodista. Protagoniza una fuga rocambolesca, sobreviviendo en el Karoo, una meseta semidesértica, sin disponer de mapas y con dos tabletas de chocolate como única provisión. Después, se esconde en una mina y cruza la frontera de Mozambique en un tren, oculto bajo montañas de carbón.
Sus crónicas periodísticas recrean la hazaña, otorgándole una enorme popularidad. Vuelve al ejército para combatir contra los colonos holandeses y entra en Pretoria a caballo, liberando a los ingleses que aún permanecían cautivos en el campo de prisioneros del que había escapado. Su gesta impulsa su carrera política. Se presenta de nuevo por el distrito de Oldham, esta vez con éxito. Antes de ocupar su cargo, viaja a Estados Unidos para dar un ciclo de conferencias que le reporta 10.000 libras. Cena con el vicepresidente Theodore Roosvelt y Mark Twain lo presenta en Nueva York como “el futuro primer ministro de Inglaterra”.
En 1906 publica Lord Randolph Churchill, una magistral biografía de su padre, escrita con una pluma vigorosa, una sinceridad moderada por el pudor y una contenida perspectiva crítica. No es un ajuste de cuentas, pero tampoco una hagiografía. Churchill ya es un escritor maduro, que sabe contar y divertir, desmenuzar y analizar, moldear el idioma y componer retratos.
En 1908 se casa con la bella y distinguida Clementine Hozier, con la que tendrá cinco hijos. Churchill pasará los cincuenta y seis años restantes de su vida con ella. Su afán de aventuras no se extenderá a lo afectivo y sentimental. Muchas veces postergará sus obligaciones familiares por su apretada agenda político, pero jamás flirteará con otra mujer.
Sus crónicas periodísticas recrean la hazaña, otorgándole una enorme popularidad. Vuelve al ejército para combatir contra los colonos holandeses y entra en Pretoria a caballo, liberando a los ingleses que aún permanecían cautivos en el campo de prisioneros del que había escapado. Su gesta impulsa su carrera política. Se presenta de nuevo por el distrito de Oldham, esta vez con éxito. Antes de ocupar su cargo, viaja a Estados Unidos para dar un ciclo de conferencias que le reporta 10.000 libras. Cena con el vicepresidente Theodore Roosvelt y Mark Twain lo presenta en Nueva York como “el futuro primer ministro de Inglaterra”.
En 1906 publica Lord Randolph Churchill, una magistral biografía de su padre, escrita con una pluma vigorosa, una sinceridad moderada por el pudor y una contenida perspectiva crítica. No es un ajuste de cuentas, pero tampoco una hagiografía. Churchill ya es un escritor maduro, que sabe contar y divertir, desmenuzar y analizar, moldear el idioma y componer retratos.
En 1908 se casa con la bella y distinguida Clementine Hozier, con la que tendrá cinco hijos. Churchill pasará los cincuenta y seis años restantes de su vida con ella. Su afán de aventuras no se extenderá a lo afectivo y sentimental. Muchas veces postergará sus obligaciones familiares por su apretada agenda político, pero jamás flirteará con otra mujer.
Durante las siguientes décadas, Churchill ocupará toda clase de cargos: ministro de Interior, Primer Lord del Almirantazgo, ministro de Guerra, ministro de Hacienda. Sus decisiones no siempre serán acertadas. Durante los disturbios de Sidney Street, donde la policía acorrala a unos anarquistas en un edificio en llamas, prohíbe a los bomberos apagar el fuego para forzar la rendición de los sitiados. Su estrategia de abrir un nuevo frente en el estrecho de los Dardanelos durante la Gran Guerra, desemboca en la carnicería de Gallipoli, donde perdieron la vida 250.000 soldados británicos y 50.000 franceses. El hundimiento del transatlántico RMS Lusitania también le salpica, pues le acusan de no haberle proporcionado la escolta necesaria en un contexto de guerra. Su decisión de volver al patrón oro dispara el desempleo y la deflación. A pesar de sus equivocaciones, siempre se muestra osado, optimista y arrogante.
Cuando una sufragista le dice que si fuera su marido le echaría veneno en el café, contesta que si fuera su esposa se lo bebería. Cambia incluso de partido, lo cual resulta particularmente insólito. Como liberal, pide medidas que mejoren las condiciones de vida de los trabajadores. No se ha hecho socialista. Conserva su instinto aristocrático, feudal y romántico, pero su corazón generoso y compasivo favorece su viaje político hacia el reformismo. Cuando regresa a las filas del conservadurismo, se justifica con ingenio: “cualquiera puede cambiar de partido, pero se necesita imaginación para cambiar dos veces”.
Cuando una sufragista le dice que si fuera su marido le echaría veneno en el café, contesta que si fuera su esposa se lo bebería. Cambia incluso de partido, lo cual resulta particularmente insólito. Como liberal, pide medidas que mejoren las condiciones de vida de los trabajadores. No se ha hecho socialista. Conserva su instinto aristocrático, feudal y romántico, pero su corazón generoso y compasivo favorece su viaje político hacia el reformismo. Cuando regresa a las filas del conservadurismo, se justifica con ingenio: “cualquiera puede cambiar de partido, pero se necesita imaginación para cambiar dos veces”.
La Revolución de Octubre alarmó a Churchill, que percibió el bolchevismo como una amenaza para las democracias europeas. El rearme alemán promovido por Hitler no le causó menos alarma. Su oposición al nazismo no implicó ninguna reflexión autocrítica sobre el imperialismo británico. Describió a Gandhi como “un picapleitos rebelde disfrazado de faquir”. Inestable y proclive a la depresión, a la que se refería como su “perro negro”, Churchill manifestó oscilaciones emocionales que han despertado especulaciones sobre un posible trastorno afectivo bipolar. Lloyd George, primer ministro británico entre 1916 y 1922, afirmaba que la mente de Churchill era “una máquina muy poderosa, pero, en algún rincón de su engranaje, tenía un fallo oculto y desconocido, […] un defecto de fábrica”.
Consciente de sus problemas, Churchill combatía sus tendencias depresivas, bebiendo y fumando sin parar. Nada le resultaba más mortificante que la inactividad. Durante los años en que su estrella parecía haber declinado irreversiblemente, aprendió el oficio de albañil y levantó varios muros y pequeños edificios secundarios en su casa de campo de Chartwell, en Kent. Apasionado por el arte de poner ladrillos, solicitó afiliarse a un sindicato obrero, despertando estupor e incredulidad. Se rechazó su petición, considerando que se trataba de una broma de mal gusto.
Consciente de sus problemas, Churchill combatía sus tendencias depresivas, bebiendo y fumando sin parar. Nada le resultaba más mortificante que la inactividad. Durante los años en que su estrella parecía haber declinado irreversiblemente, aprendió el oficio de albañil y levantó varios muros y pequeños edificios secundarios en su casa de campo de Chartwell, en Kent. Apasionado por el arte de poner ladrillos, solicitó afiliarse a un sindicato obrero, despertando estupor e incredulidad. Se rechazó su petición, considerando que se trataba de una broma de mal gusto.
El gran momento de Churchill llegó cuando fue nombrado primer ministro para frenar a Hitler, dispuesto a invadir Reino Unido:
“Se me antojó que toda mi vida anterior no había sido sino una preparación para esta hora y esta prueba”.
Después de la caída de Francia, lideró en solitario la guerra contra Alemania, pronunciando discursos memorables que ayudaron a los ingleses y a los pueblos ocupados a no caer en el derrotismo. Durante la preparación del día D, afirmó que desembarcaría con las tropas en la primera oleada. El rey Jorge VI logró quitarle la idea de la cabeza, asegurando que le acompañaría, si no cambiaba de parecer.
Su éxito como político y estratega no evitó que perdiera las primeras elecciones celebradas tras el fin de la contienda. Su belicosidad y su elitismo no parecían los rasgos más adecuados para el tiempo de paz y reconstrucción. Churchill volvió a ser elegido primer ministro en 1951, pero ya no sería un político providencial, sino un hombre de estado que trabajó arduamente para evitar el desmembramiento del Imperio británico, una causa perdida que ni su genio pudo revertir. Su salud se deterioró poco a poco hasta forzar su retiro. Dedicó el resto de su vida a viajar, pintar y escribir.
Murió el 24 de enero de 1965, el mismo día en que había fallecido su padre setenta años atrás. Nueve días antes sufrió un ataque cardíaco que le provocó una trombosis cerebral. Sus allegados sostienen que prolongó deliberadamente su agonía, pues quería morir en la misma fecha que Lord Randolph, ese padre que le había menospreciado y escatimado su afecto. Su cuerpo permaneció tres días en la abadía de Westminster y su funeral se celebró en la catedral de San Pablo un privilegio reservado a la realeza. Sus últimas palabras fueron:
Su éxito como político y estratega no evitó que perdiera las primeras elecciones celebradas tras el fin de la contienda. Su belicosidad y su elitismo no parecían los rasgos más adecuados para el tiempo de paz y reconstrucción. Churchill volvió a ser elegido primer ministro en 1951, pero ya no sería un político providencial, sino un hombre de estado que trabajó arduamente para evitar el desmembramiento del Imperio británico, una causa perdida que ni su genio pudo revertir. Su salud se deterioró poco a poco hasta forzar su retiro. Dedicó el resto de su vida a viajar, pintar y escribir.
Murió el 24 de enero de 1965, el mismo día en que había fallecido su padre setenta años atrás. Nueve días antes sufrió un ataque cardíaco que le provocó una trombosis cerebral. Sus allegados sostienen que prolongó deliberadamente su agonía, pues quería morir en la misma fecha que Lord Randolph, ese padre que le había menospreciado y escatimado su afecto. Su cuerpo permaneció tres días en la abadía de Westminster y su funeral se celebró en la catedral de San Pablo un privilegio reservado a la realeza. Sus últimas palabras fueron:
“¡Es todo tan aburrido!”.
Ancestros.
La Familia Spencer es una familia noble británica descendiente en línea masculina de Henry Spencer, antepasado de los Condes de Sunderland, después Duques de Marlborough, de los Condes Spencer y de los Vizcondes Churchill. Destacados miembros de la familia fueron Sir Winston Churchill (nieto del 7.º duque de Marlborough) y Diana, Princesa de Gales (hija del 8.º conde Spencer).
Historia
La Casa fue fundada en el siglo XV por Henry Spencer (fallecido c. 1478), de quien descienden todos los miembros. En el siglo XVI surgió la afirmación de que los Spencer eran una rama segundaria de la antigua Casa Le Despencer , aunque esta teoría ha sido refutada desde entonces, en particular por genealogista J. Horace Round (1854 – 1928) en su libro: "The Rise of the Spencers."
A los Spencer se les concedió por primera vez un escudo de armas en 1504:
Armas originarias. |
Pero esto no se parece a las armas utilizadas por la familia después de c. 1595, que se derivaron de las armas Despencer:
Round argumentó que la descendencia de Despencer fue falsificado por Richard Lee, un corrupto Rey de Armas de Clarencieux, descartó el supuesto descenso de casa de Despencer como un fraude genealógico.
Ascenso a la riqueza
Un pariente cercano de Henry Spencer (muerto c. 1478) era John Spencer, quien en 1469 se había convertido en feoffee (trustee) de Wormleighton en Warwickshire y tenant en Althorp en Northamptonshire en 1486.
Su sobrino, Sir John Spencer (fallecido en 1522), Primero se ganaba la vida con el comercio de ganado y otros productos básicos y, finalmente, ahorraba suficiente dinero para comprar las tierras de Wormleighton y Althorp. Wormleighton se compró en 1506, la casa solariega se completó en 1512. En 1508, Spencer también compró la finca de Althorp con su casa con foso y varios cientos de acres de tierras de cultivo. Había pastado ovejas aquí desde la década de 1480. Impresionado por la calidad de la tierra, finalmente la compró y reconstruyó la casa en 1508.
En ese momento, su propiedad y mansión en Warwickshire eran considerablemente más grandes, y la casa en Wormleighton era cuatro veces el tamaño de Althorp. En 1511 hizo más compras para adquirir los pueblos de Little Brington y Great Brington , así como su iglesia parroquial de Santa María la Virgen, de Thomas Gray, segundo marqués de Dorset .Al echar raíces en Althorp, Spencer proporcionó lo que se convertiría en un hogar para las siguientes 19 generaciones. En 1519 fue nombrado caballero por rey Enrique VIII murió tres años después y fue enterrado en la nueva capilla familiar en Great Brington.
Los Spencer alcanzaron una prominencia opulenta durante el siglo XVI. Sir John Spencer, nieto de Sir John Spencer (m. 1586) fue un Knight of the Shire de Northamptonshire . La administración de los Spencer de sus propiedades en Northamptonshire y Warwickshire fue admirada y a menudo emulada por caballeros de toda Inglaterra. Se compraron ovejas de sus pastos para la cría y es probable que el éxito de la familia como granjeros rara vez se haya igualado en el siglo.
A finales del siglo XVI, el nieto de este último Sir John Spencer , Sir Robert Spencer (1570-1627) representó a Brackley en el Parlamento. En 1601, fue nombrado Caballero de la Jarretera y creó al Barón Spencer, de Wormleighton, en la Nobleza de Inglaterra en 1603. Durante el reinado del rey Jaime I tenía fama de ser el hombre más rico de Inglaterra. Los humildes orígenes de los Spencer como criadores de ovejas una vez provocaron un acalorado intercambio de palabras entre los Spencers adinerados y adinerados con los Howards más establecidos, cuyos antepasados FitzAlan habían sido los Condes de Arundel, desde el siglo XIII. Durante un debate en la Casa de los Pares, Lord Spencer estaba hablando sobre algo que sus grandes antepasados habían hecho cuando de repente el Conde de Arundel lo interrumpió y dijo:
"Mi Señor, cuando estas cosas de las que hablas estaban haciendo, tus antepasados estaban criando ovejas ".
Lord Spencer respondió instantáneamente:
"Cuando mis antepasados, como tú dices, criaban ovejas, tus antepasados estaban tramando traición".
Robert Spencer, primer barón Spencer , fue sucedido en su nobleza y propiedades por su hijo mayor sobreviviente, William . Anteriormente había representado a Northamptonshire en el Parlamento. Dos de sus hijos recibieron títulos nobiliarios adicionales: su hijo mayor, Henry (1620-1643), sucedió como tercer barón Spencer en 1636 y fue nombrado conde de Sunderland en la nobleza de Inglaterra en 1643. El hijo menor, Robert (1629-1694) , se sentó en la Cámara de los Comunes de 1660 a 1679 y fue creado Vizconde de Teviot en la Nobleza de Escocia en 1685.
La rama principal de los Spencer (más tarde conocida como la familia Spencer-Churchill) está representada actualmente por Su Gracia Jamie Spencer-Churchill, duodécimo duque de Marlborough, descendiente directo a través de la línea masculina mayor de Sir John Spencer, quien fue nombrado caballero por el rey. Enrique VIII en 1519, mientras que la rama segundaria de la familia, los Spencers de Althorp, que desciende a través de la línea masculina del hijo menor del tercer conde Sunderland, está representado por el honorable Charles Spencer, noveno conde Spencer .
Spencer, más tarde Spencer-Churchill
Robert Spencer, segundo conde de Sunderland fue Lord Presidente del Consejo de 1685 a 1688 y Caballero de la Jarretera . Su hijo Charles, 3er Conde de Sunderland , fue Lord-Teniente de Irlanda , Lord Privy Seal , Secretario de Estado para los Departamentos Norte y Sur, Lord Presidente del Consejo , Primer Lord del Tesoro y Caballero de la Jarretera. Su segunda esposa fue Lady Anne Churchill , la segunda hija del distinguido soldado John Churchill, primer duque de Marlborough..
Después de la muerte de Churchill en 1722, los títulos de Marlborough pasaron primero a su hija mayor Henrietta (1681-1733), luego al segundo hijo de Anne, Charles. Después de la muerte de su hermano mayor, Robert, en 1729, Charles Spencer ya había heredado los títulos de cuarto conde de Sunderland y barón Spencer de Wormleighton , así como las propiedades de la familia Spencer. En 1733, sucedió a las propiedades y títulos de la familia Churchill y se convirtió en el tercer duque de Marlborough , así como en Caballero de la Jarretera , mientras que las propiedades de Spencer en Bedfordshire , Northamptonshire (incluido Althorp) y Warwickshire pasó a su hermano menor John (1708-1746).
En 1815, Francis Spencer , el hijo menor de George Spencer, cuarto duque de Marlborough , fue creado Baron Churchill, de Wychwood en el condado de Oxford , en la nobleza del Reino Unido. En 1902, su nieto, el 3er Barón , fue creado Vizconde Churchill , de Rolleston en el Condado de Leicester , también en la Nobleza del Reino Unido .
En 1817, George Spencer, quinto duque de Marlborough , obtuvo permiso para asumir y llevar el apellido adicional de Churchill además de su propio apellido de Spencer, con el fin de perpetuar el nombre de su ilustre tatarabuelo. Al mismo tiempo, recibió la licencia real para cuajar sus brazos paternos de Spencer con el escudo de armas de Churchill. Por lo tanto, los duques de Marlborough modernos originalmente llevaban el apellido " Spencer ".
El apellido compuesto "Spencer-Churchill" como se usa desde 1817 ha permanecido en la familia hasta el día de hoy, aunque algunos miembros han preferido llamarse a sí mismos simplemente "Churchill". Sir Winston Churchill (1874-1965), primer ministro británico. La viuda de este último, Clementine (1885–1977), fue nombrada par vitalicia por derecho propio como baronesa Spencer-Churchill en 1965.
Blenheim Palace |
La sede familiar de los duques de Marlborough es el Palacio de Blenheim en Woodstock , Oxfordshire. La mayoría de los Spencer-Churchills están enterrados en el cementerio de la iglesia de St Martin, Bladon , a poca distancia del palacio; sólo los duques y las duquesas están enterrados en la capilla del palacio de Blenheim.
Spencer, de Althorp House
En 1761, John Spencer (1734-1783), nieto del tercer conde de Sunderland , fue nombrado barón Spencer de Althorp y vizconde Spencer en la nobleza de Gran Bretaña por el rey Jorge III . En 1765, fue creado además vizconde Althorp y Earl Spencer , también en la nobleza de Gran Bretaña. En 1755, se había casado en privado con Margaret Poyntz (1737-1814) en el camerino de su madre en Althorp. Tuvieron cinco hijos, incluido el segundo conde Spencer , que más tarde se convirtió en ministro del Interior de 1806 a 1807 y en Caballero de la Jarretera. Su hijo mayor, el tercer conde Spencer fue Ministro de Economía bajo Lord Grey y Lord Melbourne de 1830 a 1834. El hijo menor del segundo conde de George (1799-1864) convirtió del anglicanismo a la católica Iglesia, se convirtió en un sacerdote, y tomó el nombre del Padre Ignacio de San Pablo .
Trabajó como misionero y es candidato a la beatificación. Su hermano mayor, que eventualmente se convirtió en el cuarto conde Spencer , fue un comandante naval, cortesano y político Whig . Inicialmente sirvió en la Royal Navy y luchó en las Guerras Napoleónicas y la Guerra de Independencia griega , que finalmente ascendió al rango de vicealmirante y fue nombrado Caballero de la Jarretera en 1849.
Su hijo, el quinto conde Spencer , conocido como el "conde rojo" debido a su distintiva barba roja larga , era un amigo cercano del primer ministro William Ewart Gladstone. Sirvió dos veces como Lord Teniente de Irlanda y fue nombrado Caballero de la Jarretera en 1864. Fue sucedido en 1910 por su medio hermano, el sexto Conde Spencer , que había sido nombrado Vizconde de Althorp, de Great Brington en el Condado de Northamptonshire, en la Nobleza del Reino Unido , en 1905 y sirvió como Lord Chamberlainde 1905 a 1912.
Se convirtió en Caballero de la Jarretera en 1913, y fue sucedido en el condado y las propiedades por su hijo, el séptimo conde Spencer, en 1922. Su hijo, el octavo conde Spencer , lo sucedió en el condado y las propiedades en 1975. Se casó con la Honorable Frances Ruth Roche en 1954 y tuvo una hija, Diana, que luego se casó con el Príncipe Carlos en 1981.
Althorp House |
La sede de la familia del conde Spencer es Althorp en Northamptonshire, su lugar de entierro tradicional es la iglesia parroquial de la iglesia de Santa María la Virgen, Great Brington . La finca familiar incluye importantes propiedades en otras partes del país, incluida la aldea de North Creake en Norfolk.
¿Se merecía Churchill el Nobel de Literatura?
Pienso que sí. Nos dejó dos obras fundamentales: La Crisis Mundial y La Segunda Guerra Mundial. Ambos libros pueden leerse como una especie de memorias, lo cual no significa que Churchill manipule o deforme los hechos históricos. Simplemente, resulta imposible disociar su peripecia personal de su vida pública. Su prosa es ágil, fluida, chispeante, ingeniosa, incluso profética. Al final de La Crisis Mundial, se pregunta: “¿Ha sido este el final? ¿Ha sido simplemente un capítulo más de una historia cruel e insensible? ¿Será inmolada a su vez una nueva generación para igualar las terribles cuentas de galos y teutones? ¿Se desangrarán otra vez y exhalarán el último suspiro nuestros hijos en tierras devastadas?”. Churchill respondería a estas preguntas treinta años después, reconstruyendo la segunda fase de la guerra civil europea. Es absurdo recriminarle que en La Segunda Guerra Mundial subrayara su papel en los acontecimientos, pues realmente su liderazgo cambió el curso de la historia, corroborando su romántica teoría de que los grandes hombres, y no las circunstancias económicas y sociales, constituyen el motor del cambio social y político. Quizás la obra maestra de Churchill es el propio Churchill, un personaje donde vida y literatura confluyen con la fuerza de un épico vendaval. Discurso pronunciado por Winston Churchill al recoger el Premio Nobel de Literatura de 1953. Como el laureado no tuvo la posibilidad de estar presente en el banquete del Nobel en Estocolmo el 10 de diciembre de 1953 el discurso fue leído por Lady Churchill. «El premio Nobel de Literatura es para mí un honor único e inesperado y me aflige que mis deberes no me permitan recibirlo por mi mismo aquí en Estocolmo de las manos de Su Majestad, su amado y respetado Soberano. Estoy agradecido de que se me permita confiar esta tarea a mi esposa. El rol en el cual mi nombre ha sido inscrito representa mucho de lo que se destaca en la literatura mundial del siglo XX. El juicio de la Academia Sueca es aceptado como imparcial, autoritario y sincero a través de todo el mundo civilizado. Yo estoy orgulloso, pero también, debo admitir, pasmado por su decisión de incluirme. Espero estén en lo correcto. Siento que ambos corremos un considerable riesgo y ese es que no lo merezco. Pero no tendré recelos si ustedes no tienen ninguno. Desde que Alfred Nobel murió en 1896 hemos entrado en una época de tormenta y tragedia. El poder del hombre ha madurado en todas las esferas excepto sobre sí mismo. Nunca en el campo de acción los eventos parecían tan fuertemente a las personalidades enanas. rara vez en la historia hay hechos brutales tan dominados por el pensamiento o tiene una virtud tan generalizada e individual que se encuentra tan débil un enfoque colectivo. La temible pregunta nos enfrenta; ¿nuestros problemas han quedado fuera de control? Sin lugar a dudas estamos atravesando una fase donde esto puede ser así. Bien podemos humillarnos, y pedir por guía y misericordia. Nosotros en Europa y el mundo occidental, quienes hemos planeado por salud y seguridad social, quienes nos hemos maravillado con los triunfos de la medicina y la ciencia y quienes hemos apuntado a la justicia y la libertad para todos, hemos sido testigos de hambre, miseria, crueldad, y destrucción antes que palidecieran los hechos de Atila o Genghis Khan. Y nosotros quienes, primero en la Liga de las Naciones, y ahora en las Naciones Unidas, hemos intentado dar un fundamento duradero a la paz que los hombres han soñado desde hace mucho tiempo, hemos vivido para ver un mundo estropeado por divisiones y amenazado por discordias incluso más graves y más violentas que aquellas que convulsionaron Europa después de la caída del Imperio Romano. Es sobre este oscuro fondo que podemos apreciar la majestuosidad y esperanza que inspira la concepción de Alfred Nobel. Ha dejado detrás de él un haz brillante y duradero de cultura, del propósito, y de la inspiración para una generación que está en dolorosa necesidad. Esta institución de fama mundial nos señala un verdadero camino por el cual seguir. Afrontemos, entonces, el estrépito y la rigidez que vemos a nuestro alrededor con tolerancia, variedad, y calma. El mundo mira con admiración y, de hecho, con comodidad a Escandinavia, donde tres países, sin sacrificar su soberanía, viven unidos en sus pensamientos, en su práctica económica, y en su saludable modo de vivir. De estas fuentes, nuevas y más brillantes oportunidades pueden llegar a toda la humanidad. Estos son, creo, los sentimientos que pueden animar a todos aquellos a quienes la Fundación Nobel decide honrar, con el seguro conocimiento de que ellos respetarán los ideales y deseos de su ilustre fundador». Churchill fue un escritor prolífico durante toda su vida y en los periodos que estuvo fuera del gobierno se consideraba a sí mismo como un escritor miembro del Parlamento. A pesar de su origen aristocrático, su herencia fue insignificante, dado que su madre había gastado la mayor parte de ella. Es por esto que siempre estuvo corto de dinero y dispuesto a escribir para lograr una remuneración que le permitiera mantener el nivel lujoso de vida que llevaba, así como para compensar las pérdidas en algunas malas inversiones que llevó a cabo. Varias de sus obras históricas fueron escritas con la finalidad de obtener dinero. Aunque era un excelente escritor e historiador, no era un historiador profesional, sino autodidacta. La mayor influencia en su prosa y estilo fueron la historia de la Guerra Civil Inglesa de Clarendon, La Historia del Declive y Caída del Imperio Romano de Gibbon y la Historia de Inglaterra de Macaulay. Churchill tenía muy poco interés por la historia social o económica. Consideraba que el factor decisivo en todo proceso histórico eran las acciones de los individuos, en lugar de los procesos sociales y económicos. Churchill fue el último y más influyente exponente de la historia según el concepto "Whig", el cual se basaba en la creencia de que el pueblo británico tenía una grandeza única y muy especial y un destino imperial y que, por tanto, la historia de la Gran Bretaña debía verse como el progreso para alcanzar dicho destino. Esta creencia inspiró su obra tanto literaria como política. Sin embargo, este punto de vista era considerado como anacrónico, inclusive en la época de la juventud de Churchill. No obstante, nunca modificó su punto de vista o mostró interés alguno por otras escuelas de pensamiento. Los libros históricos de Churchill caben en tres categorías. En sus inicios se centró en obras biográficas, sobre todo de miembros de su familia. Es el caso de la biografía de su padre, Life of Randolph Churchill (1906), y la de su antepasado, Marlborough: His Life and Times (1933-38). En ocasiones, sus trabajos pecan de subjetividad. En la biografía de su padre suavizó ciertos rasgos y acciones de Randolph Churchill que resultaban poco atrayentes, a pesar de que existía información que lo señalaba en los archivos de la familia. La biografía de Marlborough señala el gran talento literario de Churchill y es considerada una obra maestra. La segunda categoría son los trabajos autobiográficos de Churchill, incluyendo sus experiencias como corresponsal de guerra, las cuales fueron plasmadas en libros como Makaland Field Force (1898), The River War (1899), London to Ladysmith vía Pretoria (1900) y Ian Hamilton's March (1900). Estos últimos fueron reeditados en el libro My Early Life (1930). Estos libros relatan lo que vio Churchill durante las guerras imperiales de Gran Bretaña en la India, Sudán y Sudáfrica. La tercera categoría de libros son tres trabajos de historia narrativa. Estos son la historia de la Primera Guerra Mundial, The World Crisis (seis volúmenes, 1923-1931); The Second World War (seis volúmenes, 1948-1953); y, por último, History of the English-Speaking People (cuatro volúmenes, 1956-1958). La historia narrada por Churchill sobre las dos guerras mundiales está lejos de ser convencional, por cuanto el autor fue un partícipe central en ellas y tomó ventaja total de este hecho al escribir sus libros. Ambas son, por tanto, memorias y hechos históricos, pero Churchill incluyó eventos en los cuales él no participó, como por ejemplo la guerra entre Alemania y la Unión Soviética. Inevitablemente, en sus libros el centro de la narrativa son Gran Bretaña y él mismo. Arthur Balfour opinó sobre el libro The World Crisis como «una brillante autobiografía, disfrazada como una historia del universo». Como miembro del gobierno en parte de la Primera Guerra Mundial y como primer ministro en la Segunda, Churchill tuvo acceso a documentos oficiales, planes militares, secretos oficiales y correspondencia entre los líderes de las potencias mundiales. Después de la Primera Guerra, cuando existían muy pocas reglas en cuanto al uso de esta documentación, Churchill tomó estos documentos cuando se retiró del gobierno e hizo uso libre de ellos en sus libros. Como resultado de esto, surgieron una serie de reglas estrictas que evitaron en adelante que documentos oficiales fueran utilizados para escribir narrativas históricas o memorias una vez que los ministros abandonasen el gobierno. El libro The World Crisis fue inspirado en el ataque de lord Esher sobre la reputación de Churchill en sus memorias. Este libro es una mezcla de historia militar con la narrativa elegante de Churchill; algunos pasajes donde se refiere a la historia política y diplomática son escritos frecuentemente para justificar sus propias acciones durante la guerra; la descripción de otras figuras políticas y militares, a veces indicaba la intención de saldar venganzas personales. Estas obras muestran las opiniones personales de Churchill, pero tienen gran interés al ser su autor partícipe en los hechos, lo que permite conocer desde dentro los entresijos de la política británica de la primera mitad del s. XX. Churchill recibiría el Premio Nobel de Literatura en 1953. Según la Fundación Nobel, se le concedió por «su maestría en la descripción histórica y biográfica, tanto como por su brillante oratoria, que defiende exaltadamente los valores humanos». Nota bibliográfica: Las obras principales de Churchill han sido traducidas al español. Destaco tres títulos esenciales: Mi juventud: Autobiografía (Almed Ediciones, 2010); La Crisis Mundial (Debolsillo, 2013); La Segunda Guerra Mundial (La Esfera de los Libros, 2016). |
Heráldica
El sitio de Sidney Street fue muy relevante e incluso el ministro del Interior, Winston Churchill, se personó en el lugar de los hechos para presenciar el desenlace de la situación. |
El sitio de Sidney Street, también conocido como batalla de Stepney, fue un tiroteo que tuvo lugar en enero de 1911 y en el que dos revolucionarios letones se enfrentaron a la policía y a fuerzas del ejército. Fue la culminación de una serie de eventos que comenzaron en diciembre de 1910, con un intento de robo perpetrado por una banda de inmigrantes letones en una joyería de Houndsditch, en la City de Londres, que tuvo como resultado las muertes de tres policías y de George Gardstein, el líder de la banda letona. La investigación que condujeron la Policía Metropolitana y la de la City permitió identificar a los cómplices de Gardstein, la mayoría de ellos detenidos en las dos semanas posteriores a los sucesos. Se informó a la policía de que los dos miembros que quedaban por identificar estaban escondidos en el número 100 de la calle Sidney, en Stepney. Se evacuó a los residentes de las inmediaciones y, en la mañana del 3 de enero, se produjo un tiroteo en el que la policía, al estar equipada con armas inferiores, tuvo que recurrir a la ayuda del ejército. Hacia el final del pulso, que se prolongó durante seis horas, el edificio entró en llamas, sin que se haya llegado a identificar la causa. Además, uno de los agitadores recibió un disparo antes de que el fuego se propagase. Mientras el Cuerpo de Bomberos de Londres humedecía los escombros, donde encontraron dos cuerpos, el edificio se vino abajo y cayó sobre el superintendente Charles Pearson, que falleció en el acto. La de Sidney Street fue la primera vez que la policía tuvo que recurrir a los militares para lidiar con un tiroteo. Fue también la primera ocasión en que se grabó un asedio en Gran Bretaña, ya que Pathé News se desplazó hasta el lugar. En algunas de las imágenes filmadas se podía ver al por entonces ministro del Interior Winston Churchill. Su presencia desató una disputa política, dado que se cuestionó hasta qué punto estaba involucrado en la operación. Todos los detenidos en relación con el robo en la joyería de Houndsditch, salvo uno, fueron absueltos tras un juicio efectuado en mayo de 1911. El restante logró su liberación por medio de un recurso de apelación. Trasfondo Demografía de Londres e inmigración La Rusia zarista albergaba en el siglo XIX a una comunidad de cinco millones de judíos, la más grande por aquel entonces. Perseguidos y víctimas de violentos pogromos, muchos de ellos se vieron obligados a emigrar y, entre 1875 y 1914, cerca de 120 000 llegaron al Reino Unido, la mayor parte a Inglaterra. Esta afluencia llegó a su techo en la década de 1890, cuando los inmigrantes judíos —pobres y con poca o incluso ninguna formación en su mayoría— se asentaron en gran número en el East End londinense. La cantidad de judíos alcanzaba en algunas zonas el cien por cien de la población y un estudio llevado a cabo en 1900 mostraba que tanto Houndsditch como Whitechapel se identificaban como «distritos bien definidos e intensamente judíos». Algunos de estos expatriados eran revolucionarios y tuvieron dificultades para adaptarse a la vida política existente en Londres, que era menos opresiva. El historiador William J. Fishman apunta que «los meschuggena [locos] anarquistas eran aceptados como parte del paisaje del East End»; en general, la prensa británica empleaba los términos «socialista» y «anarquista», sin distinción, para referirse a cualquiera que profesase creencias revolucionarias. Un editorial publicado en las páginas de The Times dibujó la zona de Whitechapel como un «puerto que recibe a algunos de los peores anarquistas y criminales extranjeros que buscan refugio en nuestras acogedoras costas. Son estos los hombres que usan la pistola y el cuchillo». Las peleas entre bandas integradas por población procedente de Besarabia y otras formadas por odesitas venían siendo frecuentes en Whitechapel y Aldgate desde la entrada en el nuevo siglo. Asimismo, había varias facciones revolucionarias activas en la zona. En enero de 1909, dos revolucionarios rusos asentados en Londres, Paul Helfeld y Jacob Lepidus, trataron de robar una furgoneta que transportaba dinero de nóminas. El propósito de la intentona, como solía ser habitual entre los grupos revolucionarios rusos, consistía en expropiar propiedad privada para financiar actividades radicales. Los sucesos, conocidos como la indignación de Tottenham, dejaron dos muertos y veinte heridos. La afluencia de inmigrantes y el incremento de las tasas de crímenes violentos asociado a él propiciaron que la población se preocupase y que la prensa abordase el asunto. El parlamento aprobó el ley de Extranjeros de 1905 con el objetivo de reducir la inmigración. Los medios populares reflejaron la opinión de parte de la población: un editorial publicado en el Manchester Evening Chronicle, por ejemplo, apoyó el proyecto de ley para limitar el número de «extranjeros sucios, indigentes, enfermos, verminosos y criminales que se vuelcan sobre nuestra tierra». En un análisis sobre la inmigración llegada a Reino Unido, el periodista Robert Winder asegura que el acta «autorizó reflejos xenófobos que [de lo contrario] habrían permanecido en el letargo». La banda de exiliados letones Dos de los miembros de la banda En 1910, los exiliados rusos solían reunirse en el Club Anarquista de la calle Jubilee, en Stepney. Muchos de sus miembros no eran anarquistas y, al final, el club pasó a ser uno de los puntos de encuentro de la diáspora de exiliados rusos, muchos de los cuales eran judíos. No todos los miembros del pequeño grupo de letones que se vio involucrado en los sucesos de Houndsditch y Sidney Street eran anarquistas, si bien se encontraron libros anarquistas entre sus pertenencias en las pesquisas posteriores. Eran, probablemente, revolucionarios que se habían radicalizado a causa de las experiencias vividas en Rusia. De hecho, todos tenían posturas políticas de izquierdas y consideraban que la expropiación de la propiedad privada era una práctica válida. El supuesto líder de la banda era George Gardstein, cuyo nombre real sería probablemente Poloski o Poolka; en cambio, usaba alias como Garstin, Morountzeff, Mourimitz, Maurivitz, Milowitz, Morintz, Morin o Levi. Se le tenía por anarquista y había sido acusado de asesinato y actos de terrorismo en Varsovia en 1905, antes de su llegada a Londres. Otro miembro del grupo, Jacob —o Yakov— Peters, había llevado a cabo labores de agitación cuando estaba en el ejército en Rusia y después había trabajado también en los astilleros. Mientras cumplía condena en prisión por este tipo de actividades delictivas, lo torturaron y le arrancaron las uñas. Yourka Dubov era otro agitador ruso, llegado a Inglaterra en su huida de los cosacos. Por otra parte, Fritz Svaars era un letón que había sido arrestado por las autoridades rusas en tres ocasiones, acusado de delitos terroristas, pero había conseguido escaparse en todas ellas. Llegó a Londres en junio de 1910, tras recorrer los Estados Unidos cometiendo una serie de robos. Otro de los miembros era Peter, al que se le otorgó el sobrenombre de «el Pintor» porque se desconocía su identidad. Aun así, es probable que su nombre fuera Peter Piaktov —también deletreado como Piaktow, Pjaktov o Piaktoff— o Janis Zhaklis. En un breve apunte incluido en el Dictionary of National Biography, Bernard Porter afirma que no se conoce ningún detalle de los antecedentes de este anarquista y que «ninguno de los "datos" biográficos existentes sobre él es fiable». William —o Joseph— Sokolov —o Sokoloff o Sokolow— era un letón que había sido arrestado en Riga en 1905, acusado de asesinato y robo, antes de viajar a Londres. Karl Hoffman —cuyo verdadero nombre era Alfred Dzircol— también formaba parte del grupo. Había participado durante años en actividades revolucionarias y criminales, entre las que se contaba el contrabando de armas. Asimismo, había trabajado como pintor en Londres. John Rosen, cuyo nombre real era John Zelin o Tzelin, llegó a la capital británica en 1909, procedente de Riga, y trabajaba allí como barbero. El último de los miembros de la banda era Max Smoller, también conocido como Joe Levi o José el Judío. Tenía órdenes de arresto en Crimea por varios robos de joyas. Policía de la capital Tras la aprobación de las actas de la Policía Metropolitana, en 1829, y de la Policía de la City de Londres, en 1839, la capital estaba vigilada por ambas fuerzas. La Metropolitana tenía influencia en toda la urbe, mientras que la de la City se encargaba de hacer cumplir la ley en los límites de esa municipalidad. Los sucesos acaecidos en Houndsditch en diciembre de 1910 cayeron dentro del ámbito de competencia de la policía de la City, mientras que los hechos de Sidney Street de enero de 1911 se produjeron en una zona en la que la jurisdicción la tenía el cuerpo metropolitano. Tanto la una como la otra estaban bajo el mando del ministro del Interior, cargo que ocupaba Winston Churchill, de 36 años. Cuando estaban de servicio, en circunstancias normales, los oficiales de ambas fuerzas contaban tan solo con una porra de madera para protegerse. En caso de que tuviesen que enfrentarse a personas armadas, como fue el caso de Sidney Street, podían emplear revólveres Webley y Bull Dog, escopetas y rifles de pequeño calibre provistos de cañones de 22 milímetros, empleados habitualmente en interiores. Asesinatos de Houndsditch (diciembre de 1910) Bajo el nombre de Joe Levi, Smoller visitó a comienzos de diciembre de 1910 los edificios Exchange, localizados en un callejón sin salida y cuya parte trasera colindaba con la posterior de las propiedades de Houndsditch. Allí, alquiló el número. Una semana más tarde, Svaars alquiló el número 9 para un periodo de un mes, alegando que lo necesitaba para labores de almacenamiento. La banda no pudo alquilar el número , que se encontraba justo detrás de su objetivo, la joyería que regentaba Henry Samuel Harris, sita en el número 119 de la calle Houndsditch. Se decía que la caja fuerte del joyero guardaba entre 20 000 y 30 000 libras en joyas; el hijo de Harris aseguraría más tarde que el total no sobrepasaba las 7000. A lo largo de las dos semanas siguientes, la banda llevó al lugar parte del material que necesitaba, entre el que se incluían una manguera de caucho para el gas de 18,25 metros de longitud, una bombona de gas comprimido y una selección de herramientas, con brocas con puntas de diamante. La banda comenzó a agujerear la pared trasera de la joyería desde el pequeño patio situado en la parte trasera del número 11 el 16 de diciembre; el número 10 permanecía inhabitado desde el día 12 de ese mismo mes.Alrededor de las diez de la noche, cuando regresaba a su casa, sita en el número 120 de Houndsditch, Max Weil escuchó unos ruidos extraños procedentes de la propiedad colindante. Se topó con el condestable Piper, que estaba de servicio, y le puso al corriente de estos ruidos. El agente revisó los números 118 y 121 de Houndsditch, de donde creía que procedían los sonidos, y los consideró lo suficientemente extraños como para emprender una investigación más a fondo. Llamó a la puerta del número 11 de los edificios Exchange, la única que tenía una luz en la parte trasera. Piper desconfió del hombre que le abrió la puerta y, con la intención de no alertar a la banda, le preguntó si la señora estaba dentro. Este le respondió, en un inglés deficiente, que no se encontraba allí y el agente le aseguró que regresaría más tarde.
Piper informó de que vio a un hombre sospechoso entre las sombras del callejón cuando partía de los edificios Exchange para regresar a Houndsditch. Al intentar acercársele, el hombre escapó. Más tarde, Piper lo describió como pálido, rubio y de aproximadamente metro setenta. Al llegar a Houndsditch, vio a los condestables Woodhams y Choate, que estaban de servicio en una zona limítrofe. Estos se encargaron de vigilar el número 120 de Houndsditch y el 11 de los edificios Exchange mientras Piper se dirigía a la comisaría Bishopsgate para hacer un reporte. Para las once y media, había ya siete agentes de uniforme y otros dos vestidos de calle en el lugar de los hechos, cada uno de ellos armado con su porra de madera. El sargento Bentley, de la comisaría de Bishopsgate, llamó a la puerta del número 11, sin saber que Piper lo había hecho ya, lo que alertó a la banda. Fue Gardstein el que salió a recibirlo y no le dio ninguna respuesta cuando Bentley le preguntó si había alguien trabajando allí. El sargento le ordenó llamar a alguien que hablara inglés, lo que Gardstein aprovechó para dejar la puerta medio cerrada y escabullirse hacia el interior. Bentley accedió al recibidor, acompañado del sargento Bryant y el policía Woodhams; nada más ver las bajeras de unos pantalones, se percataron de que alguien los estaba vigilando desde las escaleras. Los policías le preguntaron al hombre si podían ir a la parte trasera de la estancia y este les dio el visto bueno. Cuando Bentley se disponía a avanzar, se abrió la puerta trasera y uno de los miembros de la banda disparó; el hombre de las escaleras hizo lo propio. Bentley recibió un disparo en el hombro y otro en el cuello, que fracturó su columna vertebral. Los disparos también alcanzaron a Bryant, en un brazo y en el pecho, y a Woodhams, cuyo fémur quedó roto; ambos se desvanecieron. Aunque sobrevivieron, ninguno de los dos llegó a recuperarse nunca de estas lesiones. La banda trató de escapar por el callejón, pero llegaron otros policías al lugar. Peters golpeó al sargento Tucker, de la comisaría de Bishopsgate, en la cadera y en el corazón, lo que le provocó una muerte instantánea. Choate agarró a Gardstein y luchó para quitarle el arma, pero el ruso consiguió dispararle en una pierna. Otros miembros de la banda corrieron para ayudar a Gardstein y, en esas, le dispararon a Choate un total de doce veces. Tras los disparos, se llevaron a Gardstein. Cuando estos hombres, asistidos por una mujer cuya identidad se desconoce, trataban de escapar, Isaac Levy, un viandante al que habían amenazado a punta de pistola, los abordó. Fue el único testigo de la fuga capaz de brindar detalles, ya que el resto de testigos pensó que no eran más que unos hombres y una mujer que asistían a un amigo borracho. El grupo, en el que se encontraba Peters, acudió a las estancias de Svaars y Peter «el Pintor», en el número 59 de la calle Grove. Allí, Luba Milstein, amante de Svaars, y Sara Trassjonsky atendieron a Gardstein y lo dejaron en cama. Peters colocó su pistola Dreyse debajo del colchón; se desconoce si lo hizo para que Gardstein pudiera defenderse en caso de que acudiesen a arrestarlo o para que lo inculparan por la muerte de Tucker. Continuaron arribando agentes a Houndsditch y se encargaron de atender a los heridos. Metieron el cuerpo de Tucker a un taxi que lo llevó al London Hospital, en Whitechapel Road. A Choate también lo llevaron a este centro para operarlo, pero falleció a las cinco y media de la mañana del 17 de diciembre. Bentley, por su parte, llegó medio inconsciente al Hospital de San Bartolomé, pero se recuperó lo suficiente como para entablar una conversación con su esposa, que estaba embarazada, y responder a preguntas relativas a los sucesos. Sin embargo, su estado de salud empeoró a las siete menos cuarto del 17 de diciembre y, finalmente, falleció a las siete y media.El de Tucker, Bentley y Choate fue uno de los más grandes asesinatos múltiples de policías acontecidos en tiempos de paz. Salvo la de Gardstein, las identidades de los miembros de la banda presentes en Houndsditch la noche del 16 de diciembre de 1910 no se ha llegado a confirmar nunca. Bernard Porter, en uno de sus escritos para el Dictionary of National Biography, considera que Sokolov y Peters estaban presentes y que lo más probable es que fueran los atracadores a los que dispararon los policías que interrumpieron el robo. Opina que los hechos apuntan a que Peter «el Pintor» no estaba en el lugar esa noche, mientras que el periodista J. P. Eddy sugiere que Svaars sí se encontraba entre ellos. El ya jubilado agente Donald Rumbelow redactó una crónica de los hechos en la que apuntaba que los allí presentes eran Gardstein, Smoller, Peters y Dubov, a los que esperaba un grupo de refuerzo, conformado por Sokolov y Svaars, por si era necesario proseguir con la operación al día siguiente. Asimismo, Rumbelow contempla la posibilidad de que hubiese un tercer grupo a la espera en la vivienda de Hoffman, con este, Rosen y Osip Federov —un cerrajero en paro— listos para salir a escena. Este mismo autor también considera que tanto Peter «el Pintor» como Nina Vassilleva participaron en los hechos, bien como observadores o sin aportar ninguna habilidad especial. Investigación (17 de diciembre de 1910-2 de enero de 1911) Ajustándose al protocolo, la policía de la City avisó a la Metropolitana y ambos cuerpos armaron a los investigadores con revólveres. La investigación fue un reto, dadas las diferencias culturales patentes entre los agentes y los nutridos grupos de residentes extranjeros presentes en la zona que abordarían las pesquisas. Además, no había ningún hablante de ruso, letón o yidis entre los miembros de ambas fuerzas. En las primeras horas del 17 de diciembre, preocupados por el empeoramiento del estado de salud de Gardstein, Milstein y Trassjonsky decidieron acudir a un médico de la zona, bajo el pretexto falso de que lo había herido por accidente un amigo.56 El doctor creía que la bala estaba aún incrustada en el pecho y, de hecho, más tarde se descubriría que estaba tocando el ventrículo derecho de su corazón. El doctor quiso trasladar a Gardstein al London Hospital, pero se negaron, así que tuvo que limitarse a venderles medicación para aliviar el dolor. Tras hacerlo, se marchó. El ruso falleció a las nueve de esa mañana y, cuando el doctor regresó a las once, encontró el cadáver. Como no tenía noticias de los sucesos acaecidos la noche anterior en los edificios Exchange, informó de la muerte al forense, no a la policía. Este trasladó la información a los agentes locales a mediodía y fueron ellos los que pusieron al corriente al inspector detective Frederick Wensley, quien los acompañó a la calle Grove. Trassjonsky se encontraba en la habitación contigua y la policía la encontró rápido, mientras quemaba papeles apresuradamente. Fue consecuentemente arrestada y puesta bajo custodia policial, en el cuartel de Old Jewry. Los papeles que la policía pudo recuperar relacionaban a los sospechosos con el East End, en particular con grupos anarquistas activos en la zona. Wensley, que conocía bien el área de Whitechapel, actuó a lo largo de toda la investigación como un oficial de enlace con las unidades de la City. El cuerpo de Gardstein fue retirado a una morgue, donde se le limpió la cara, se le cepilló el pelo, se le abrieron los ojos y se le tomó una fotografía. Esta se empleó para elaborar carteles en ruso e inglés en los que, junto con las descripciones del resto de miembros de la banda que le habían ayudado a escapar de los edificios Exchange, se pedía información a los ciudadanos.6768 Cerca de noventa agentes se dedicaron exclusivamente a conducir la búsqueda en el East End. Durante sus pesquisas, además, difundían detalles de las personas que estaban buscando. Isaac Gordon, un propietario, delató a una de sus inquilinas, Nina Vassilleva, después de que esta le contara que había estado viviendo en los edificios Exchange. Wensley se encargó de interrogar a la mujer, después de encontrar publicaciones anarquistas y una fotografía de Gardstein en sus habitaciones. Asimismo, los agentes arrestaron a Federov en su vivienda el 18 de diciembre, mientras que Dubov y Peters no duraron más allá del 22 libres. Ese mismo día se celebró una misa conmemorativa en la catedral de San Pablo para honrar a Tucker, Bentley y Choate. Acudieron a ella Edward Wallington, en representación del rey Jorge V, Winston Churchill y el alcalde de la ciudad.Conmocionados por los crímenes, los londinenses mostraron sus sentimientos en el servicio. Alrededor de diez mil personas aguardaron en las inmediaciones de San Pablo, muchos dueños de negocios los cerraron en señal de respeto y la Bolsa se detuvo durante media hora para que los inversores pudieran asistir a la procesión que recorrió Threadneedle Street. Concluida la misa, 750 000 personas arroparon a los fallecidos en los trece kilómetros que recorrieron sus féretros de camino al cementerio; muchos de ellos incluso les lanzaron flores a su paso. Se llevaron a cabo ruedas de reconocimiento en la comisaría de Bishopgate el 23 de diciembre. Isaac Levy, que había visto cómo el grupo huía de los edificios Exchange, consiguió identificar a Peters y Dubov como los hombres que llevaban a Gardstein. Los agentes también se cercioraron de que a Federov se le había visto en el lugar de los hechos. Este apareció al día siguiente, junto con Peters y Dubov, en el tribunal de policía de Guildhall. Se les acusó de ser cómplices del asesinato de los tres policías y de conspirar para robar la joyería, aunque los tres se declararon inocentes. El 27 de diciembre, el arrendador de Gardstein vio su fotografía en uno de los carteles colocados en las calles y alertó a la policía. Wensley y sus colegas se desplazaron hasta la vivienda de Gold Street, en Stepney, y encontraron cuchillos, una pistola, munición, pasaportes falsos y publicaciones revolucionarias. Dos días más tarde se celebró una nueva audiencia en el tribunal de policía de Guildhall. En esta ocasión, Milstein y Trassjonsky acompañaban a Federov, Peters y Dubov en la tribuna. Como algunos de los abogados tenían un nivel bajo de inglés, se hizo necesario emplear intérpretes a lo largo de los procedimientos. El caso se aplazó al final del día hasta el 6 de enero de 1911. El día de Año Nuevo de 1911 se encontró el cuerpo de Léon Beron, un inmigrante judío ruso, en el parque de Clapham Common, al sur de Londres. Lo habían golpeado duramente y tenía dos cortes de cinco centímetros cada uno en forma de ese en las mejillas. Pese a la falta de pruebas, la prensa conectó el caso con los asesinatos de Houndsditch y los subsiguientes sucesos de Sidney Street.El historiador F. G. Clarke asegura, en su repaso de los sucesos, que había un letón que aseveraba que a Beron lo habían matado porque estaba planeando filtrar información, no por haberla filtrado; así pues, el acto habría sido preventivo, diseñado para asustar a los lugareños y que estos no informaran sobre los anarquistas. Los carteles con la fotografía de Gardstein resultaron efectivos y, en las últimas horas de ese primer día del año, otro ciudadano se acercó a las autoridades para brindarles información sobre Svaars y Sokolov. Les contó que los hombres estaban escondidos en el número 100 de Sidney Street junto con la inquilina, Betty Gershon, que era la amante de Sokolov. Se persuadió al informante para que se pasara al día siguiente por la casa y comprobara que seguían allí. En la tarde del 2 de enero se celebró una reunión para decidir cuáles serían los siguientes pasos. Wensley, altos cargos de la policía metropolitana y William Nott-Bower, comisionado de la de la City, estuvieron presentes. Sucesos del 3 de enero Un grupo de doscientos oficiales de la Policía Metropolitana y la de la City acordonó la zona alrededor del número 100 de Sidney Street justo después de la medianoche del día 3 de enero. Los oficiales armados se situaron en el número 111, justo enfrente, y durante la noche despertaron y evacuaron a los vecinos de los edificios colindantes. Wensley despertó a los inquilinos del piso bajo del número 100 y les pidió que trajeran a Gershon haciéndole creer que su marido enfermo la necesitaba. En cuanto apareció, los agentes la agarraron y se la llevaron al cuartel de la Policía de la City. Una vez desalojados los inquilinos de la planta baja, ya no quedaba nadie en el número 100, a excepción de Svaars y Sokolov, que no parecían haberse percatado de los movimientos. El reglamento que regulaba el procedimiento que debían seguir los policías, así como la ley que dictaba sus acciones, les impedía abrir fuego a no ser que les disparasen primero. Esto, unido a la estructura del edificio, que tenía una escalera estrecha y serpenteante por la que tendrían que pasar, hacía arriesgado cualquier intento de alcanzar a los miembros de la banda, por lo que se decidió esperar hasta el amanecer para emprender cualquier acción. Un policía llamó a la puerta del número 100 alrededor de las siete y media de la mañana, pero no obtuvo respuesta, de modo que lanzaron piedras a la ventana para despertar a los hombres. Svaars y Sokolov se asomaron a la ventana y abrieron fuego contra la policía. Un sargento resultó herido en el pecho y lo tuvieron que evacuar en medio de los disparos provenientes de los tejados y llevar al London Hospital. Algunos miembros de la policía respondieron a los disparos, pero sus armas solo resultaban efectivas a corta distancia, por lo que en este caso estaban en gran desventaja frente a las pistolas automáticas de los dos gánsteres. Llegadas las nueve de la mañana, parecía ya evidente que los dos hombres disponían de armas superiores y de munición abundante. Los oficiales de policía al mando, el superintendente Mulvaney y el superintendente en jefe Stark, contactaron con Scotland Yard; al otro lado de la línea estaba el comisionado asistente del alcalde, Frederick Wodehouse. Este llamó al Ministerio del Interior y consiguió el permiso de Churchill para llevar al lugar de los hechos a un destacamento de la Guardia Escocesa acuartelado en la Torre de Londres. Fue la primera vez que la policía requería la ayuda del ejército para lidiar con un asedio armado. Veintiún tiradores voluntarios de los Guards llegaron al lugar a las diez de la mañana y adoptaron posiciones de tiro al final de la calle, por cada lado, y en las casas de enfrente. El tiroteo prosiguió sin que ninguno de los bandos tomara ventaja. Churchill llegó a las doce menos diez para presenciar los hechos de primera mano; más tarde aseguraría que lo recibieron con gritos de crítica, dado que su partido, el Liberal, había permitido la afluencia de inmigrantes desde Rusia con su política. No está claro el alcance del papel que desempeñó Churchill durante el asedio. Sus biógrafos, Paul Addison y Roy Jenkins, consideran que no dio ninguna orden operativa, pero una crónica de los hechos elaborada por la Policía Metropolitana asegura que este fue «un caso muy raro, en el que el ministro del Interior tomó decisiones relativas al mando operativo policíaco».En una carta posterior dirigida a The Times, Churchill clarificó su papel: No interferí de ninguna manera en las disposiciones emitidas por las autoridades policiales que se encontraban en el lugar. En ningún momento desautoricé o anulé a esas autoridades. La policía tuvo absoluta vía libre desde el principio hasta el final. No envié ni a la artillería ni a los ingenieros. Tampoco se me preguntó si debían ser enviados o no. Los bomberos tratan de apagar el fuego en el número 100 tras el final del asedio El tiroteo alcanzó su punto álgido entre las doce y las doce y media del mediodía, pero a falta de diez minutos para la una se divisó fuego saliendo por las chimeneas del edificio y de las ventanas del segundo piso; no se ha llegado a dilucidar si el fuego se originó por accidente o de manera intencionada. En cualquier caso, se propagó lentamente y a la una y media había alcanzado ya el resto de pisos. Fue entonces cuando llegó un segundo destacamento de Scots Guards, que portaba una ametralladora Maxim que no se había empleado antes. Sokolov asomó su cabeza por la ventana poco después, recibió un disparo de uno de los soldados y cayó hacia el interior. El hombre al mando de la Brigada de Bomberos pidió permiso para extinguir las llamas, pero se lo denegaron. Se acercó a Churchill para que este se lo concediera, pero el ministro se ciñó a lo que la policía le había conminado. Más tarde, Churchill escribiría: Intervine entonces para solventar la disputa, en un momento bastante tenso. Le dije al oficial de la Brigada de Bomberos, en calidad de ministro del Interior, que podía dejar que el edificio cayera a causa de las llamas y que debía estar listo para evitar que se expandiera la conflagración. Los disparos procedentes de la casa cesaron alrededor de las dos y media de la tarde. Uno de los detectives allí presentes se acercó y abrió la puerta antes de volver a alejarse. Otros oficiales y algunos soldados esperaban a que alguno de los hombres saliese. Ninguno de ellos lo hizo y, tras el derrumbe de parte del techo, quedó claro que ambos hombres estaban muertos, por lo que se permitió la entrada de los bomberos para que comenzasen con las labores de extinción. Churchill se fue del lugar a las tres menos veinte, justo cuando llegaba la Artillería Real a Caballo con dos cañones QF de trece libras. Los bomberos encontraron el cuerpo de Sokolov al entrar a la propiedad para apagar las llamas y lo sacaron. Cinco de ellos tuvieron que ser trasladados al London Hospital después de que se les cayera encima una pared. El superintendente Charles Pearson quedó con la columna fracturada y falleció seis meses después de los hechos.Tras enfriar el edificio, los bomberos reanudaron sus labores de búsqueda y, alrededor de las seis y media, encontraron un segundo cuerpo, el de Svaars, que llevaron a la morgue. Legado La prensa criticó la deficiencia de las armas de la policía, lo que dio lugar a que el 12 de enero de 1911 se comenzaran a probar otras diferentes. El proceso provocó que la Policía Metropolitana remplazara a finales de ese mismo año los revólveres Webley por pistolas semiautomáticas Webley & Scott de calibre 32; la de la City hizo lo propio en 1912. Los integrantes de la banda se dispersaron tras los acontecimientos. De Peter «el Pintor» no se supo nada de ahí en adelante más allá de unos avistamientos sin pruebas, por lo que se conjeturó que había abandonado el país. Jacob Peters regresó a Rusia, donde ascendió al puesto de jefe adjunto de la Cheka, la policía secreta soviética, y fue ejecutado en el marco de la Gran Purga de Iósif Stalin. Trassjonsky atravesó una crisis mental y se la confinó en el Asilo para Lunáticos de Colney Hatch. Se ignora qué le deparó la vida a partir de ese momento y tampoco se conoce su fecha de fallecimiento. Dubov, Federov y Hoffman se esfumaron de los registros. Vassilleva, por su parte, permaneció en el East End el resto de su vida y falleció en Brick Lane en 1963. Smoller abandonó el país en 1911, rumbo a París, donde desapareció. Por último, Milstein emigró a los Estados Unidos. |
Nina Vassilleva
(nombre real Lena Vasilev), hija de un chef en el palacio de San Petersburgo , nació en Rusia en 1888. Se mudó a Londres en 1907 y se convirtió en fabricante de cigarrillos. También era una visitante habitual del Anarchist Club. Eventualmente se convirtió en la amante de George Gardstein . Según Karl Hoffman , Gardstein era el líder de una banda de revolucionarios rusos que realizaba robos en Inglaterra.
Varios testigos habían visto a Nina Vassilleva con George Gardstein . Poco después de los asesinatos, la policía emitió la siguiente descripción:
"De 26 a 30 años; 5 pies 4 pulgadas; complexión delgada, senos llenos; complexión media, cara demacrada; ojos azules; cabello castaño; vestido, azul oscuro, chaqueta y falda tres cuartos, blanco blusa, gran sombrero negro adornado con seda ".
Juicio por asesinato de Houndsditch.
Al jurado que abordó en enero las muertes acaecidas en Houndsditch y Sidney Street le llevó menos de quince minutos llegar a la conclusión de que los cuerpos eran los de Svaars y Sokolov y de que Gardstein y otros habían asesinado a Tucker, Bentley y Choate durante el intento de robo. A Rosen se le detuvo el 2 de febrero, en su puesto de trabajo en la calle Well, Hackney, mientras que con Hoffman se hizo lo propio el 15 de febrero. Las diligencias procesales se prolongaron desde diciembre de 1910, cuando aparecieron Milstein y Trassjonsky, hasta marzo de 1911. Consistieron en veinticuatro audiencias individuales. A Milstein se le eximió de sus acusaciones en febrero por falta de pruebas y Hoffman, Trassjonsky y Federov siguieron el mismo camino en marzo.
El proceso contra los otros cuatro detenidos lo dirigió el juez William Grantham en el Old Bailey, el Tribunal Penal Central, en marzo. Se acusó a Dubov y Peters del asesinato de Tucker y, al igual que a Rosen y Vassilleva, también de «acoger de manera criminal a un delincuente acusado de asesinato» y de «conspirar y acordar asaltar la tienda de Henry Samuel Harris con la intención de robarle bienes». El proceso se prolongó durante once días, a causa, en gran parte, de las dificultades devenidas del bajo dominio del idioma por parte de los acusados y de sus caóticas vidas privadas. Al final, todos fueron absueltos a excepción de Vassilleva, a la que se condenó por conspiración en el robo. La sentencia la enviaba dos años a prisión, pero fue revocada tras un recurso de apelación.
El juicio por los asesinatos de Houndsditch se inició en Old Bailey el 1 de mayo. Yakov Peters y Yourka Dubof fueron acusados de asesinato. Peters, Dubof, Max Smoller , John Rosen y Karl Hoffman fueron acusados de intentar robar la joyería de Henry Harris. Nina Vassilleva y Sara Trassjonsky fueron acusadas de albergar a un delincuente culpable de asesinato. Donald Rumbelow , autor de The Siege of Sidney Street(1973) ha señalado:
"Nina Vassilleva se veía pálida cuando entró en el asiendo de los acusados hay momentos después se rompió y sollozó amargamente. Su ajustado vestido negro estaba raído y un sombrero holgado de tweed verde, con una pluma, solo enfatizaba su apariencia en mal estado ".
El discurso de apertura de AH Bodkin duró dos horas y cuarto. Argumentó que George Gardstein mató a Robert Bentley, Charles Tucker y Walter Choat y Smoller le disparó a Gardstein por error. El juez William Grantham no estaba impresionado con la evidencia presentada y ordenó al jurado que dijera que los dos hombres, contra quienes no había evidencia de disparos, no eran culpables de asesinato. Grantham agregó que creía que George Gardstein, Fritz Svaars y William Sokolow mataron al policía . "Había tres hombres haciendo tiros y creo que están muertos".
El principal testigo de la fiscalía que vinculó a Vassilleva, Peters y Dubof con Gardstein fue Isaac Levy, quien los vio arrastrarlo por Cutler Street. Levy fue objeto de un feroz ataque por parte de los abogados defensores. Después de su testimonio, el juez Grantham dijo que si no había otra evidencia de identificación, no podía permitir que ningún jurado encontrara un veredicto de culpabilidad sobre la declaración no corroborada de Levy. Después de que el resumen de Grantham dejó en claro que ninguno de los hombres debería ser condenado por allanamiento de morada, el jurado los declaró a todos no culpables y los pusieron en libertad.
Vassilleva fue declarada culpable de conspiración para cometer un robo, pero recomendó que no fuera deportada. Vassilleva fue condenada a dos años de prisión, pero cinco semanas después, el Tribunal de Apelación anuló su condena por mala dirección del jurado por parte del juez Grantham (él mismo moriría unos meses después).
Nina Vassilleva volvió a la fabricación de cigarrillos y, a principios de los sesenta, cuando tenía más de setenta, todavía vivía sola en una habitación no muy lejos del lugar de los asesinatos.
uno de los grandes del siglo XX, fue el último gran estadista británico de la historia.
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