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Libro de Proverbios, 8 20, de la Biblia. "Yo camino por la senda de la justicia, por los senderos de la equidad."

viernes, 27 de enero de 2012

58.-La guerra de los judíos de Flavio Josefo.-a

Edición en latín (ca. 1200).

  




La guerra de los judíos (Ἱστορία Ἰουδαϊκού πολέμου πρὸς Ῥωμαίους - Historía Ioudaïkoû polémou pròs Rhōmaíous) es una obra literaria escrita en griego en el siglo I por el autor judeorromano Flavio Josefo. Se centra en la historia del antiguo Israel desde la conquista de Jerusalén por Antíoco IV Epífanes en el año 164 a. C. hasta el final de la Primera Guerra Judeo-Romana en el año 73 d. C.

Composición

La obra fue escrita en un intervalo definido entre los años 75 y 79, ya que Josefo menciona en la misma obra la dedicación del Templo de la Paz en el año 75, así como que entregó una copia a Vespasiano, muerto en el 79. Originalmente fue escrita en arameo, el idioma materno de Josefo, siendo ésta una versión que no se ha conservado. La versión que ha llegado hasta nuestros días es una traducción al griego ático, en un estilo más clásico que el propio de la koiné, y supervisada por el propio autor; aunque Josefo era conocedor de la lengua y la cultura griegas, contó con la ayuda de colaboradores, como él mismo especifica en su Contra Apión.
 El hecho de que no escogiese el latín para traducir su obra puede fundarse en que éste no gozaba todavía de una amplia difusión en esa época, mientras que el griego suponía un vehículo más idóneo para transmitir su obra entre la comunidad judía de la zona oriental del Imperio, sumamente helenizada. También existe una traducción en antiguo eslavo eclesiástico que ha perdurado hasta la actualidad.

Motivación

A pesar de que el relato de Josefo es una de las escasas fuentes de conocimiento que existen acerca de la Primera Guerra Judeo-Romana (el Talmud también aporta información en el Gittin del Nashim), la neutralidad y el rigor historiográfico del texto quedan bastante cuestionados. Josefo fue uno de los líderes judíos durante este conflicto, y tras ser capturado por los romanos entró al servicio del futuro emperador Vespasiano, bajo cuyo reinado fue escrita esta obra. Mientras que las Antigüedades judías y el Contra Apión defienden el judaísmo, en La guerra de los judíos se advierte claramente un estilo apologético filorromano, con en el que se intenta exculpar a Roma del origen de la guerra, reflejada más como una revuelta interna del imperio que como una lucha meramente independentista.
Josefo tampoco inculpa al pueblo judío en su totalidad, sino que señala como causa del conflicto a una minoría judía (fariseos, zelotes, sicarios y otros grupos radicales) que odiaba a los romanos frente al resto de la población, silenciando el sentimiento generalizado antirromano. Josefo suele referirse habitualmente a estos grupos de forma denigrante, denominándolos "bandidos" y "tiranos".
 Tampoco llega a incidir en el mesianismo latente en el ideario judío como una de las causas de la inestabilidad política de Judea. Con todo, la obra es más laudatoria hacia Roma que exculpatoria hacia los judíos, debido fundamentalmente a las circunstancias de su redacción, ya que Josefo se hallaba radicado en Roma, acogido por los Flavios. El objetivo último de la obra sería el de desanimar cualquier futura rebelión contra el poder romano, firmemente establecido en una zona tan conflictiva como el Mediterráneo oriental, algo que Josefo llega a insinuar en la misma obra.
En cuanto a la figura de Josefo, hay que diferenciar la consideración que se arroga él mismo como autor de la obra y como partícipe de los acontecimientos bélicos durante la rebelión judía. Como autor intenta presentarse como un historiador objetivo y neutral, pese a que es evidente la finalidad persuasiva de su obra, y cómo su tratamiento de los hechos cede a la comprensión de uno y otro bando según el pasaje. Respecto a la figura de Josefo como personaje de su propia obra, queda patente su preocupación por aparecer ante su propio pueblo como un traidor, algo que queda bien reflejado en su discurso frente a Jerusalén.

Estructura
La obra se divide en siete libros, como ya avanza el propio Josefo en el proemio. 
El libro I narra los acontecimientos desde la sublevación de los Macabeos (167 a. C.) hasta la muerte de Herodes I el Grande, siendo el único de los reyes judíos sobre el cual Josefo se extiende con detalle. 
El libro II avanza desde ese momento (4 a. C.) hasta el año 66, centrándose en los sucesores de Herodes y el gobierno de los procuradores romanos, describiendo los inicios de la revuelta judía en Cesarea y las primeras actividades en Galilea del propio Josefo como líder militar.
 El libro III versa sobre la campaña de los romanos en Galilea hasta otoño del año 67, relatando la llegada al frente de Vespasiano, la toma de Jotapata y la rendición de Josefo. El libro IV da cuenta de las últimas actividades de los romanos en Galilea, la conquista de Gamala y el ascenso al trono de Vespasiano tras la muerte de Nerón en el llamado año de los cuatro emperadores (69).

Los libros V y VI son los más destacados de la obra, al narrar el asedio y la caída de Jerusalén (70) y la destrucción del Segundo Templo por orden de Tito, hechos a los que asistió el propio Josefo como testigo directo. 
Por último, el libro VII es un añadido posterior y menos riguroso que se centra en las últimas operaciones militares romanas en Judea, como la conquista de las tres últimas fortalezas judías rebeldes (el Herodión, Maqueronte y Masada), los honores recibidos por los Flavios en Roma y las postreras revueltas judías de Egipto y Cirene.

  

Flavio Josefo.




(Jerusalén, 37 d.C. - Roma, h. 100) Historiador judío. Miembro del partido de los fariseos, descendía de una antigua familia de sacerdotes. En el año 64 se vio implicado en Roma en el proceso contra los judíos deportados por orden del procurador Félix. Salió con bien del proceso gracias al apoyo de Popea, esposa de Nerón. Al iniciarse la guerra contra Roma organizó la administración y la defensa de Galilea, pero tuvo que capitular en el 67 y fue conducido ante Vespasiano, quien le concedió el perdón al predecirle Josefo que se convertiría en emperador de Roma. Cumplida la profecía, Josefo pasó a ser Flavio Josefo y se instaló en Roma, donde gozó del beneficio de una pensión imperial. Escribió en lengua griega La guerra de los judíos, Antigüedades judaicas y Contra Apión, tratado contra el antisemitismo grecorromano.
Nacido en el seno de una distinguida familia, su padre pertenecía a la aristocracia sacerdotal de Jerusalén; su madre pretendía descender de la casa real de los Asmoneos. Recibió la acostumbrada instrucción que las familias sacerdotales daban a sus hijos, hasta el punto de poder afirmarse que poseía una vasta cultura en todo el saber hebraico en su triple expresión farisea, saducea y esenia. Pasó, al parecer, algún tiempo en el desierto con los esenios, volviendo, sin embargo, a seguir la regla de los fariseos y a ejercer las funciones sacerdotales después de regresar a Jerusalén. A los veintiséis años marchó a Roma para obtener la liberación de algunos sacerdotes que habían sido enviados allí prisioneros por el gobernador romano Félix, liberación que obtuvo mediante la protección de Popea, esposa del emperador Nerón.
Vuelto a Jerusalén en el año 65, encontró el país en plena revuelta. La impresión general era que la guerra contra Roma se había hecho inevitable. El Sanedrín se había transformado en un Consejo de guerra y había dividido el país en siete distritos militares, uno de los cuales, el de Galilea, fue puesto bajo el gobierno de Josefo. Constituye un misterio el hecho de que fuera elevado a tan alto cargo; su falta de condiciones militares y su admiración por Roma deberían de haberlo hecho poco apto para tan delicada misión a los ojos del Sanedrín.
Ante el avance sangriento del ejército del general Tito Flavio Vespasiano, Josefo pareció convencerse de que la partida estaba perdida y se preparó para rendir las armas ante la abrumadora potencia mundial de Roma. Retirado a la fortaleza de Jotapata, se vio obligado por sus compañeros a resistir hasta el último extremo y a jurar que se daría muerte antes de caer en manos de los enemigos. Fue uno de los únicos supervivientes del verano del 67, y se rindió a Vespasiano prediciéndole su subida al trono imperial "sobre la tierra, sobre el mar y sobre toda la humanidad". Obtuvo con ello la gracia del general Vespasiano, que lo llevó a Roma como esclavo de guerra y en el 69, cuando fue nombrado emperador, lo liberó.
Flavio Josefo se unió al séquito del hijo del emperador y presenció la conquista de Jerusalén y la destrucción de la Ciudad Santa y su templo. Regresó a Roma, formó parte del desfile triunfal, y en reconocimiento a sus servicios le fue concedida la ciudadanía romana, una renta anual y tierras en Judea. Manteniendo su posición de privilegio en Roma, no se dio por aludido frente a las acusaciones de traidor que le hicieron sus compatriotas judíos, y se dedicó hasta su muerte al trabajo literario.

Obras de Flavio Josefo.

Sus libros más conocidos son los siete tomos de La guerra de los judíos, inicialmente escritos en arameo, y los veinte de Antigüedades judaicas, compuestos en lengua griega, donde pese a su colaboracionismo con los romanos intentó erigirse en historiador del pueblo judío relatando la historia de los hebreos desde sus orígenes, con muchos afeites literarios y mucha retórica, y dejando traslucir cierta veneración por el pueblo hebreo.

La guerra de los judíos relata las campañas de Vespasiano y Tito contra los judíos, que finalizaron con la destrucción de Jerusalén (71 d. de C.). Los siete libros que la componen están llenos de elogios al conquistador y de acusaciones contra los judíos fanáticos e irresponsables, que habían provocado la catástrofe nacional. El primer libro y parte del segundo, de manera algo desigual y tomando de varias fuentes, resumen la historia judía desde los Macabeos hasta que estalló aquella guerra. El relato de la guerra está fundado en el conocimiento directo del autor, desde el alto cargo que había desempeñado en la misma. Ya por incapacidad, ya por indecisión, Josefo se había enajenado el ánimo de sus hombres y no había podido oponerse seriamente a Vespasiano, quien le tuvo asediado en Jotapata. Tras rendirse fue conducido ante Vespasiano, y, tomando una actitud de profeta, predijo al general romano su próxima proclamación como emperador; ello le valió un trato más blando y, cuando la profecía se realizó, la liberación.

Todo esto es narrado con minuciosidad por Josefo, en cuyo relato predomina el intento de defender a los judíos; quiere demostrar que la guerra fue provocada sólo por unos cuantos fanáticos, mientras el pueblo y las personas principales estaban todos por la paz. Así, mientras hacía un buen servicio a los romanos y a su país, se lo hacía a sí mismo; al encomio de los Flavios y a la defensa propia acompaña una acerba crítica de sus propios enemigos (el primero, entre éstos, Juan de Giscala), los cuales lo habían declarado traidor.

A pesar de esta tendenciosidad, la obra tiene mucho valor porque Josefo se valió, al escribirla entre el 75 y el 79, de las noticias que él mismo había recogido ya durante la guerra en el campo romano, y de los documentos oficiales; por esto su información es excelente. La participación del escritor en los hechos, así como el elemento autobiográfico, dan además a la narración gran vivacidad y prontitud, al paso que no le faltan los procedimientos que la técnica historiográfica ofrecía para embellecer el relato (discursos, digresiones, descripciones, etc.).
 
La guerra de los judíos agradó tanto a Tito que él mismo ordenó su publicación. El favor que todos habían demostrado por aquel libro, especialmente Vespasiano y Tito, animó a Josefo, convertido ya en escritor admirado y celebrado en Roma, a proseguir en la misión de dar a conocer a los romanos y a los griegos la historia de su pueblo. Decidido a erigirse en el historiador de su patria, comenzó las Antigüedades judaicas, obra en veinte libros que contiene la historia del pueblo judío desde la creación del mundo hasta el reinado de Nerón.

El título y el número de los libros habían de recordar la Arqueología romana de Dionisio de Halicarnaso. Los 10 primeros libros exponen la historia hebraica más antigua hasta Ester bajo la guía de la Sagrada Escritura (según parece, en la traducción de los Setenta). Los libros siguientes contienen las vicisitudes posteriores en relación con la historia de los demás pueblos. Las fuentes de Josefo, en cuanto a esta parte, nos son desconocidas; parece ser que bebió en una obra literaria anterior. Son especialmente interesantes los documentos que a menudo reproduce, aunque no directamente sino tomándolos de otras obras. Se señala de modo particular el pasaje del libro XVIII 3, 3, 63, en el que Flavio Josefo refiere las más antiguas noticias acerca de Jesús que han llegado hasta nosotros. Este pasaje se halla en todos los manuscritos, y ya era conocido en el siglo IV. Con todo, sus particularidades estilísticas y la fe cristiana, que claramente lo inspira, hacen que se considere una interpolación, aunque muy antigua.

El orgullo de Josefo consiste en haber dado a conocer a griegos y romanos la historia de su pueblo, entonces universalmente despreciado, pero poco a poco conocido. El sentimiento patriótico induce a veces a Flavio Josefo a callar o atenuar lo que menos honraba a los hebreos y a explicar los disturbios que continuamente provocaban como obra de una minoría de fanáticos. En cuanto a la religión, subraya su excelencia transportando al Dios de los hebreos los caracteres de la divinidad de los estoicos. Otra tendencia que ofusca el crédito que podría merecer es la de agradar a los romanos, y particularmente a sus protectores, los Flavios.

El estilo, que era bastante bueno en la Guerra de los judíos (escrita originariamente en arameo y después traducida al griego), es duro y descuidado en las Antigüedades, tal vez porque le faltó el pulimento de la forma. La técnica historiográfica es la de su época, como se podía esperar dada su imitación de Dionisio. De éste hallamos todo el bagaje formal, discursos directos, descripciones, episodios, sentencias, comparaciones, figuras retóricas; su aspiración científica se revela en la motivación psicológica de las acciones de sus personajes. Entre los antiguos esta obra obtuvo gran difusión, hasta el punto de que Josefo fue llamado el Livio griego. Actualmente es la única fuente para conocer los grandes rasgos de la historia judía, y resulta también muy útil para la historia romana.

Flavio Josefo escribió también una apología de los hebreos, Contra Apión, dos volúmenes donde defiende la identidad judía de los ataques de Apión, maestro de escuela alejandrino autor de un libelo antijudío. Josefo lo refuta celebrando la idea religiosa y moral de los hebreos contra las concepciones y costumbres del paganismo grecorromano. También se debe a Josefo, por último, una autobiografía en la que se defendió contra las acusaciones que le había dirigido Justo de Tiberíades por su conducta durante la guerra.

  

Primera guerra judeo-romana.


La primera guerra judeo-romana, también llamada la gran revuelta judía (en latín Bellum Iudaicum; en hebreo המרד הגדול, ha-Mered Ha-Gadol), fue la primera de las tres principales rebeliones de los judíos de la provincia de Judea contra el Imperio romano (guerras judeo-romanas), y tuvo lugar entre los años 66 y 73 —la segunda fue la guerra de Kitos (115-117) y la tercera la rebelión de Bar Kojba (132-135)—. Comenzó en el año 66, a causa de las tensiones religiosas entre griegos y judíos.
 Terminó cuando las legiones romanas, comandadas por Tito, en el año 70 asediaron y destruyeron Jerusalén, donde saquearon e incendiaron el Templo de Jerusalén, demolieron las principales fortalezas judías, especialmente Masada, en el año 73, y esclavizaron o masacraron a gran parte de la población judía.

Contexto

En el año 6, Judea, que hasta entonces había sido un Estado cliente de Roma con su propio gobernante, fue incorporada como provincia al Imperio romano. Pasó a ser regida por un procurador, responsable del mantenimiento de la paz y de la recaudación de los impuestos. En este último aspecto, eran comunes los abusos, lo cual causaba profundas molestias a la población judía, que debía soportar una doble carga impositiva, ya que también era obligatorio ofrecer tributo al Templo de Jerusalén. 
Por otro lado, la presencia de la autoridad romana fue también fuente de tensiones religiosas: desde el comienzo de la administración, los romanos se arrogaron el derecho a nombrar al sumo sacerdote. Otro conflicto de tipo religioso, que estuvo a punto de desembocar en una revuelta, se produjo cuando el emperador Calígula tomó la decisión de ubicar una estatua suya en el interior del templo. El asesinato de Calígula en el año 41 impidió que su propósito se llevase finalmente a cabo.
Desde la muerte del rey Herodes el Grande, antes incluso de que la dominación romana empezara a ejercerse de forma directa, había surgido entre los judíos un movimiento revolucionario de orientación teocrática, cuya finalidad era la expulsión de la presencia romana en Judea: los zelotes. Generalmente se considera como el iniciador de este movimiento a Judas el Galileo. Este grupo permanecería activo durante seis décadas y sería uno de los principales motores de la revuelta en el año 66. 
El movimiento fue radicalizándose a medida que los sucesivos incidentes iban acentuando el antagonismo entre judíos y romanos.

La revuelta

La revuelta se inició en el año 66 en Cesarea, cuando, tras ganar una disputa legal frente a los judíos, los griegos perpetraron un pogromo contra el barrio en el que la guarnición romana no intervino.3​ La ira de los judíos se acrecentó cuando se supo que el procurador Gesio Floro había robado dinero del tesoro del templo. Así, en un acto desafiante, el hijo del sumo sacerdote, Eleazar ben Ananías, cesó las oraciones y los sacrificios en el templo en honor al emperador romano y mandó atacar a la guarnición romana que estaba en Jerusalén. 
El tetrarca de Galilea y gobernador de Judea, Herodes Agripa II, y su hermana Berenice huyeron mientras Cayo Cestio Galo, legado romano en Siria, reunía una importante fuerza en Acre para marchar a Jerusalén y sofocar la rebelión. Las milicias de Judea luego atacaron a los ciudadanos romanos de Judea y a los funcionarios prorromanos, limpiando el país de cualquier símbolo romano. Entre otros hechos, la facción rebelde de los sicarios, liderados por Menahem ben Yehuda, sorprendió a la guarnición romana de Masada y se apoderó de la fortaleza.
Inicialmente, el estallido de violencia había sido un conflicto entre facciones internas judías, entre los que estaban a favor de la rebelión y los que no. Se produjo una gran pérdida de vidas, incluida la del ex sumo sacerdote Ananías y su hermano Ezequías. La guarnición romana de Jerusalén quedó sitiada y no pudo ayudar a los que se oponían a la rebelión. Finalmente, liderada por su comandante Metilio, la guarnición se rindió a cambio de un paso sin obstáculos de la ciudad, pero, liderada por Eleazar, los rebeldes judíos masacraron a todos los soldados rendidos, excepto a Metilio, quien se vio obligado a convertirse al judaísmo.
Según los padres de la iglesia del siglo iv, Eusebio de Cesarea y Epifanio de Salamina, los cristianos judíos de Jerusalén huyeron a Pela antes del comienzo de la guerra.
Restos del muro del Segundo Templo de Jerusalén,
derribado en el asedio romano del año 70 d. C.


El asedio y la caída de Jerusalén

Los judíos lograron repeler las fuerzas de Cestio Galo en Bet Horón y le obligaron a retirarse, matando seis mil legionarios de la Legio XII Fulminata en la emboscada. Seguidamente, el emperador Nerón encargó la campaña al general Vespasiano, de los más experimentados de Roma, que concentró cuatro legiones, la V Macedonica, la X Fretensis, la XII Fulminata y la XV Apollinaris; sesenta mil hombres aproximadamente 6​ en Judea y logró en el año 68 aplastar la resistencia judía en el norte. Así, el líder zelote del norte, Juan de Giscala, y el sicario Simón bar Giora consiguieron escapar a Jerusalén. En el año 69 Vespasiano fue nombrado emperador de Roma, dejando a su hijo Tito, de veintinueve años, al cargo del asedio y la toma de Jerusalén, capital de la provincia de Judea.
El asedio de Jerusalén fue más duro de lo que Tito esperaba. Al no poder romper la defensa de la ciudad en un solo asalto, el ejército romano se vio obligado a sitiarla, estableciendo un campamento en las afueras. Los romanos levantaron terraplenes de asedio y una muralla o empalizada continua que rodeaba toda la ciudad, a fin de impedir la huida tanto de día como de noche. La cercada Jerusalén carecía de agua y alimentos suficientes para todos los sitiados, tomando en cuenta que estaba abarrotada con muchos centenares de peregrinos que habían llegado en meses pasados para celebrar la Pascua judía, pero ahora los romanos les impedían por la fuerza salir de la ciudad, con el fin que estos peregrinos causaran mayor presión sobre la menguada existencia de provisiones.

Dentro de Jerusalén había disputas y luchas entre las facciones rivales y gran parte de los suministros de alimentos fueron destruidos, hasta el punto de que la gente moría por millares de enfermedad y de hambre. Pero los revolucionarios judíos no estaban dispuestos a rendirse y arrojaban por encima de las murallas a aquellos pacifistas que les parecían sospechosos.
 También se mataba como traidores a todos aquellos que se aprehendía intentando huir de la ciudad. Los defensores de la ciudad contaban con cerca de veinticinco mil combatientes divididos en zelotes, al mando de Eleazar ben Simón, que ocupaban la fortaleza Antonia y el templo, sicarios, al mando de Simón bar Giora, que dominaban la ciudad alta, idumeos y otros, a las órdenes de Juan de Giscala.

Sestercio de Vespasiano con la leyenda IVDEA
CAPTA (Judea conquistada) en el reverso.


Tito también recurrió a la guerra psicológica. Antes de atacar las murallas de Jerusalén, ofreció a los sitiados un espectáculo: el ejército romano en su totalidad se desplegó a la vista de los asediados, para impresionarlos con su enorme poderío.
 Apeló asimismo a los servicios del exprisionero judío Flavio Josefo exhortándole a que arengara a sus compatriotas a que se rindieran. Así lo hizo Josefo: «Que se salven ellos y el pueblo, que salven a su patria y al templo» (Guerra de los judíos V, 362); «Dios, que hace pasar el imperio de una nación a otra, está ahora con Italia» (ib. V, 367); «Nuestro pueblo no ha recibido nunca el don de las armas, y para él hacer la guerra acarreará forzosamente ser vencido en ella» (ib. V, 399); «¿Creéis que Dios permanece aún entre los suyos convertidos en perversos?» (ib. V, 413).
 Lo que Josefo quería demostrarles a los zelotes sublevados es que Dios ya no estaba con ellos y por tanto su lucha no sería exitosa. Pero Josefo no logró convencer a sus compatriotas sitiados, sino que por el contrario suscitó una reacción de rechazo. La situación de la asediada ciudad se tornaba cada vez más crítica, tanto que el propio Josefo relata que el hambre llegó a ser tan grave, que la gente llegó hasta el punto de comer manojos de heno, cuero y hasta a sus propios hijos.

En el verano del año 70 los romanos, tras conseguir romper las murallas de Jerusalén, entraron y saquearon la ciudad. Atacaron en primer lugar la Fortaleza Antonia y seguidamente ocuparon el templo, que fue incendiado y destruido el día 9 del mes judío de Av del mismo año; al mes siguiente cayó la ciudadela de Herodes.

El asedio y la caída de Masada

Tras la conquista de Jerusalén, en la primavera del año 71 Tito partió hacia Roma, encargado la tarea de terminar las operaciones militares en Judea a la Legio X Fretensis bajo las órdenes del nuevo gobernador de Judea, Lucilio Baso. Debido a una enfermedad, Baso no pudo completar esta misión, por lo que fue sustituido por Lucio Flavio Silva.
Silva marchó hacia la última fortaleza judía que quedaba en pie, Masada, en el otoño del año 72. De acuerdo con Josefo, cuando los romanos finalmente lograron entrar en Masada en el año 73, descubrieron que novecientos cincuenta y tres defensores, bajo el liderazgo del sicario Eleazar ben Yair, habían preferido suicidarse en masa antes que rendirse.

Consecuencias

Tras la revuelta, toda Judea se convirtió en una provincia en ruinas, con una Jerusalén reducida a escombros y el Templo destruido. Según el autor judeorromano Flavio Josefo, aproximadamente 1 100 000 judíos murieron y 97 000 fueron capturados y esclavizados; los cálculos actuales estiman el número de muertos entre 600 000 y 1 300 000 judíos.
Desde el punto de vista histórico, la derrota de los judíos fue una de las causas de la Diáspora —numerosos judíos se dispersaron tras perder su Estado y algunos de ellos fueron vendidos como esclavos en diferentes lugares del Imperio romano—, y una de las mayores catástrofes de la historia judía, que acabó con la historia del Estado judío en la antigüedad.
Por otro lado, desde el punto de vista religioso, la destrucción del Templo de Jerusalén supuso la pérdida espiritual más importante de los judíos,16​ que todavía hoy recuerdan en el día de duelo de Tisha b'Av.



Biblioteca Personal.

Tengo un libro en mi colección privada .- 


Itsukushima Shrine.

  



La literatura hebrea.


La literatura hebrea consiste en escritos antiguos, medievales y modernos en el idioma hebreo . Es una de las formas primarias de la literatura judía , aunque ha habido casos de literatura escrita en hebreo por no judíos.  La literatura hebrea se produjo en muchas partes diferentes del mundo a lo largo de las eras medieval y moderna, mientras que la literatura hebrea contemporánea es en gran parte literatura israelí . 
En 1966, Agnon ganó el Premio Nobel de Literatura por sus novelas y cuentos que emplean una combinación única de hebreo bíblico, talmúdico y moderno, lo que lo convirtió en el primer escritor hebreo en recibir este premio.

Era antigua 

La literatura en hebreo comienza con la literatura oral del Leshon HaKodesh ( לֶשׁוֹן הֲקוֹדֶשׁ ), "La Lengua Sagrada ", desde la antigüedad y con las enseñanzas de Abraham , el primero de los patriarcas bíblicos de Israel , c. 2000 a. Sin comparación, la obra más importante de la literatura hebrea antigua es la Biblia hebrea ( Tanakh ).
La Mishná , compilada alrededor del año 200 EC, es la principal codificación rabínica de leyes derivadas de la Torá . Fue escrito en hebreo de la Mishná , pero el principal comentario sobre él, la Guemará , fue escrito en su mayor parte en arameo . Muchas obras del midrash clásico se escribieron en hebreo.

Era medieval 

Durante el período medieval, la mayor parte de la literatura judía y hebrea se compuso en el norte de África islámico, España, Palestina y Oriente Medio. Muchas obras de la literatura filosófica medieval , como la Guía de los perplejos y El Kuzari de Maimónides , así como muchas obras de ficción, fueron escritas en judeoárabe . Las obras de la literatura rabínica se escribieron con mayor frecuencia en hebreo, entre ellas: los comentarios de la Torá de Abraham ibn Ezra , Rashi y otros; codificaciones de la ley judía , como la Mishneh Torah de Maimónides , el Arba'ah Turim, y el Shulján Aruj ; y obras de la literatura Musar (literatura ética didáctica) como Chovot ha-Levavot ( Los deberes del corazón ) de Bahya ibn Paquda . Una obra de ficción que fue escrita en hebreo fueron las "Fábulas del zorro" de Berechiah ben Natronai ha-Nakdan , fábulas hebreas que se asemejan a las fábulas de Esopo .
Gran parte de la poesía judía medieval se escribió en hebreo, incluido el piyyutim litúrgico en Palestina en los siglos VII y VIII por Yose ben Yose, Yanai y Eleazar Kalir . 
Estos poemas se agregaron a la liturgia en idioma hebreo. Esta liturgia fue compilada en forma de libro como "el sidur" por rabinos como Amram Gaon y Saadia Gaon . Más tarde, los poetas españoles, provenzales e italianos escribieron poemas tanto religiosos como seculares; poetas particularmente destacados fueron Solomon ibn Gabirol , Yehuda Halevi y Yehuda al-Harizi. La mayoría también participó activamente en la traducción de literatura rabínica y secular judía del árabe al hebreo.
Solo se atestigua un poema hebreo de una mujer para el período medieval (y es tanto el primero como el último durante algunos siglos): compuesto por la esposa de Dunash ben Labrat , lamenta la partida de Dunash al exilio. 

  

Era moderna.


Además de escribir literatura rabínica tradicional en hebreo, los judíos modernos desarrollaron nuevas formas de ficción, poesía y redacción de ensayos, que normalmente se denominan "Literatura hebrea moderna".

Siglo XVIII

A principios del siglo XVIII, la literatura judía todavía estaba dominada por autores sefardíes, que a menudo escribían en judeoárabe. El drama alegórico de Moses Hayyim Luzzatto "La-Yesharim Tehillah" (1743) puede considerarse como el primer producto de la literatura hebrea moderna. Se ha hecho referencia a él como "un poema que, en su perfección clásica de estilo, solo es superado por la Biblia". 
 El alumno de Luzzatto en Amsterdam, David Franco Mendes (1713-1792), en sus imitaciones de Jean Racine ("Gemul 'Atalyah") y de Metastasio ("Yehudit"), continuó el trabajo de su maestro, aunque sus obras no son tan respetado como lo fueron los de Luzzatto. 

Más tarde, en el siglo XVIII, el movimiento Haskalah (iluminación judía) trabajó para lograr la emancipación política de los judíos en Europa , y los judíos europeos gradualmente comenzaron a producir más literatura en el molde de los primeros autores judíos del Medio Oriente. La traducción de Moses Mendelssohn de la Biblia hebrea al alemán inspiró el interés por el idioma hebreo que condujo a la fundación de una revista trimestral escrita en hebreo. 
Siguieron otros periódicos. La poesía de Nephtali Hirz Wessely , como "Shire Tif'eret" o "Mosiade", convirtió a Wessely, por así decirlo, en el poeta laureado de la época. 

Siglo XIX 

En la Galicia del siglo XIX, los poetas, eruditos y escritores populares que contribuyeron a la difusión del hebreo y a la emancipación de los judíos de Galicia incluyeron:

  • Joseph Perl (1773–1839), escritor y educador que, en 1819, publicó Revelador de secretos , la primera novela hebrea.
  • Nachman Krochmal (1785–1840), filósofo, teólogo e historiador.
  • Solomon Judah Loeb Rapoport (1790–1867), rabino, poeta y biógrafo
  • Isaac Erter (1792–1841), un poeta satírico cuya colección de ensayos, "Ha-Tzofeh le-Bet Yisrael", es una de las obras más puras de la literatura hebrea moderna, y ataca las supersticiones y los prejuicios jasídicos con un estilo vigoroso y clásico.
  • Meir Halevy Letteris (1800–1871), poeta lírico también conocido por su adaptación del Fausto de Goethe al hebreo .
En Amsterdam , surgió un círculo de artistas literarios en lengua hebrea en el siglo XIX, incluido el poeta Samuel Molder (1789-1862). Praga se convirtió en un centro activo de Haskalah en el siglo XIX, y el más conocido entre los escritores de Haskalah fue Jehudah Loeb Jeiteles (1773–1838), autor de ingeniosos epigramas ("Bene ha-Ne'urim") y de obras dirigidas contra el jasidismo y contra la superstición . En Hungría , los autores en idioma hebreo incluyeron a Solomon Lewison of Moor (1789–1822), autor de "Melitzat Yeshurun"; Gabriel Südfeld , un poeta que fue el padre de Max Nordau; y el poeta Simon Bacher . 
Un autor judío notable en Rumania durante el siglo XIX fue el médico y escritor Julius Barasch .

Los judíos italianos del siglo XIX que escribieron en hebreo incluyeron a IS Reggio (1784–1854), Joseph Almanzi, Hayyim Salomon, Samuel Vita Lolli (1788–1843). Otra figura destacada fue Rachel Morpurgo (1790-1860), quien fue una de las pocas escritoras del movimiento Haskalah, y cuyos poemas se han descrito como caracterizados por "piedad religiosa y una fe mística en el futuro de Israel". 
El escritor italiano más conocido fue Samuel David Luzzatto (1800-1865), el primer escritor moderno que introdujo el romanticismo religioso en el hebreo y atacó el racionalismo del norte en nombre del sentimiento religioso y nacional. 

Los escritores hebreos prominentes en el imperio ruso en el siglo XIX incluyeron:

  • el poeta y matemático Jacob Eichenbaum (1796–1861)
  • el líder de Haskalah Isaac Baer Levinsohn
  • Kalman Schulman (1826-1900), quien introdujo la forma romántica en hebreo
  • el poeta romántico Micah Joseph Lebensohn (1828-1852)
  • el autor lituano Mordecai Aaron Ginzburg , conocido como "el padre de la prosa"
  • El poeta lituano Abraham Baer Lebensohn , conocido como el "padre de la poesía", cuyos poemas "Shire Sefat Kodesh" tuvieron un éxito extraordinario.
  • Abraham Mapu (1808-1867), el creador de la novela hebrea, cuyo romance histórico "Ahabat Tziyyon" ejerció una influencia importante en el desarrollo del hebreo.
  • El poeta Judah Leib Gordon , también conocido como "Leon Gordon" (1831-1892), fue un conocido poeta satírico que ha sido caracterizado como "un enemigo implacable de los rabinos ". 

Siglo XX
 
A medida que se intensificó el asentamiento sionista en Palestina a principios del siglo XX, el hebreo se convirtió en el idioma compartido de las diversas comunidades de inmigrantes judíos junto con los judíos palestinos nativos del Antiguo Yishuv , quienes continuaron las tradiciones literarias de escritores sefardíes y árabe-judíos anteriores como Maimonedes (Moshe ibn Maimoun) y al-Harizi. Eliezer Ben-Yehuda, en particular, trabajó para adaptar el hebreo a las necesidades del mundo moderno, recurriendo a fuentes hebreas de todos los períodos y lugares para desarrollar un lenguaje que fuera más allá de lo sagrado y poético y fuera capaz de articular la experiencia moderna.

Con el surgimiento del movimiento sionista entre los judíos de Europa, los judíos asquenazíes adoptaron la literatura hebrea y comenzaron a dominarla por primera vez. Los cimientos de la escritura israelí moderna fueron puestos por un grupo de pioneros literarios de la Segunda Aliyah , incluidos Shmuel Yosef Agnon , Moshe Smilansky , Yosef Haim Brenner , David Shimoni y Jacob Fichman . Hayim Nahman Bialik (1873–1934) fue uno de los pioneros de los poetas hebreos modernos y llegó a ser reconocido como el poeta nacional de Israel. 
Bialik contribuyó significativamente al renacimiento del idioma hebreo., que antes de sus días existía principalmente como una lengua antigua, erudita o poética. Bialik, al igual que otras grandes figuras literarias de principios del siglo XX como Ahad Ha-Am y Tchernichovsky , pasó sus últimos años en Tel Aviv y ejerció una gran influencia en los escritores hebreos más jóvenes; el impacto de su trabajo es evidente en toda la literatura hebrea moderna. 

Paralelamente, varios escritores judíos palestinos y levantinos fueron influenciados por el resurgimiento de la literatura hebrea y adoptaron el hebreo para sus escritos. En contraste con las experiencias de pioneros como Bialik, que eran inmigrantes asquenazíes de Europa, los escritores judíos levantinos fueron educados en las tradiciones literarias árabes y, por lo tanto, incorporaron muchos temas y elementos lingüísticos árabes, sefardíes y palestinos vernáculos en su escritura. El novelista Yehuda Burla , nacido en Jerusalén en 1886, sirvió en el ejército otomano y luego enseñó hebreo y árabe en Damasco. En 1961, fue galardonado con el Premio Israel, de literatura . 
 
El novelista Yitzhaq Shamiera un judío palestino nativo de Hebrón, y su obra, que fue escrita desde la perspectiva tanto de los judíos de habla árabe como de los palestinos musulmanes, incorporó diversos temas árabes, sefardíes y del Medio Oriente. Shami ocupa un lugar relativamente único en la literatura hebrea, ya que su escritura también se reconoce como literatura palestina; en 2004 Shami fue reconocido por la Sociedad Académica Palestina como uno de los escritores palestinos más importantes.
En 1966, Agnon ganó el Premio Nobel de Literatura por novelas y cuentos que emplean una mezcla única de hebreo bíblico, talmúdico y moderno. Los traductores literarios al hebreo moderno , sobre todo Leah Goldberg , entre otros, también contribuyeron en gran medida a la literatura hebrea israelí al traer literatura internacional y figuras literarias a los círculos hebreos a través de la traducción. La propia Goldberg también se destacó por ser una escritora prolífica y pionera de la literatura infantil israelí.

  

Época contemporánea 


Una nueva generación de escritores hebreos surgió con el establecimiento del Estado de Israel en 1948. Esta nueva generación incluía a los novelistas Aharon Megged , Nathan Shaham y Moshe Shamir , y los poetas Yehudah Amichai , Amir Gilboa y Haim Gouri . Las novelas My Michael (1968) y Black Box (1987) de Amos Oz y The Lover (1977) y Mr. Mani (1990) de AB Yehoshua describen la vida en el nuevo estado. 
Estas obras también exploran temas como el conflicto entre padres e hijos .y el rechazo de algunos ideales alguna vez sagrados del judaísmo y el sionismo . Muchos escritores hebreos de finales del siglo XX trataron el Holocausto, los problemas de la mujer y el conflicto entre israelíes y árabes .
 Otro tema fue la tensión entre los judíos de origen europeo, los ashkenazíes , y los judíos de origen mediterráneo y del Medio Oriente, los mizrajíes y los sefardíes . 
En 1986, el autor palestino-israelí Anton Shammas publicó la novela hebrea "Arabesques", marcando un hito con la primera obra importante de la literatura hebrea escrita por un israelí no judío. La novela de Shammas ha sido traducida a varios idiomas extranjeros.
Los autores hebreos modernos incluyen a Ruth Almog , Aharon Appelfeld , David Grossman , Amalia Kahana-Carmon , Etgar Keret , Savyon Liebrecht , Sami Michael , Yaakov Shabtai , Meir Shalev y Zeruya Shalev . 

Los autores israelíes contemporáneos cuyas obras se han traducido a otros idiomas y han obtenido reconocimiento internacional son Ephraim Kishon , Yaakov Shabtai , AB Yehoshua , Amos Oz , Irit Linur , Etgar Keret y Yehoshua Sobol .Los poetas hebreos incluyen a David Avidan , Maya Bejerano , Erez Biton , Dan Pagis , Dalia Ravikovitch , Ronny Someck , Meir Wieseltier y Yona Wallach
En la década de 2010, cada año se publican miles de libros nuevos en hebreo, tanto traducciones de otros idiomas como obras originales de autores israelíes.

  




Eliezer Ben-Yehuda (en hebreo: אליעזר בן-יהודה‎), nacido Eliezer Yitzhak Perelman (en ruso: Элиезер Ицхак Перельман; Luzhki, actual Bielorrusia, entonces del Imperio ruso, 7 de enero de 1858-Jerusalén, 16 de diciembre de 1922), fue un lexicógrafo y editor de periódicos lituano-judío, considerado el principal artífice y promotor del renacimiento y la reimplantación de la lengua hebrea como lengua hablada y escrita en los tiempos modernos.​ A lo largo de su vida, su lema fue «¡hebreo, habla hebreo!» (!עברי דבר עברית).

Hebraización


La hebraización de apellidos, o simplemente hebraización, es el fenómeno lingüístico de modificación de un apellido de origen no hebreo a otro de raíz hebrea, que vio su apogeo a principios del siglo xx durante el resurgimiento de los movimientos sionistas y en el marco de las inmigraciones judías a Palestina.


Historia

La hebraización de apellidos está identificada con el sionismo lingüístico y remonta a la segunda mitad del siglo xix. Es cuando el propio Eliezer Ben Yehuda (nacido Perlman), artífice del renacimiento de la lengua hebrea, cambió su apellido. Ben Yehuda consideró que la lengua hebrea era parte imprescindible del sionismo práctico, la identidad judía y el retorno a la patria (Faterland).

La hebraización ha sido pues desde sus principios cosa más propia de los judíos de Tierra Santa y menos de los judíos de la diáspora. De igual modo, los judíos contrarios al sionismo, sobre todo una minoría de corrientes jaredíes asquenazíes, han renunciado hablar hebreo dentro de la comunidad, usando el yidis en su lugar. En cambio, otras corrientes jaredíes, incluidos los jaredíes sionistas, aunque no solo, llegaron a hebraizar sus apellidos incluso en sus países de origen. La hebraización llegó a ser práctica común en los años de las inmigraciones masivas a la Palestina británica y tras la fundación del Estado de Israel, y se dio sobre todo en los apellidos de origen germánico y eslavo y mucho menos en los de origen sefardí, mediterráneo y árabe. Esta práctica era muy bien vista en aquellos años (de hecho mal visto era no hacerlo), una señal de unidad, cohesión del pueblo judío y consolidación de una nueva realidad. Tanto era así, que muchas veces el proceso tuvo lugar de forma espontánea y a veces hasta caótica en el propio puerto de llegada. Otra motivación algo más tardía en el caso de los apellidos de origen alemán (comunes en los judíos alemanes, austríacos, bálticos y de Europa del Este) fue el destino de la judería europea durante el Holocausto y el consiguiente deseo de eliminar la identidad alemana de sus nombres (proceso conocido como degermanización). Sin embargo, esta motivación resultó ser secundaria, ya que muchos inmigrantes judíos de la época se quedaban con sus apellidos originales. Características

Cuando se habla de hebraización, muchas veces de lo que se trata es de una traducción directa del nombre original al hebreo, como Licht a Or (Luz), Davidsohn a Ben-David (hijo de David) o Löwensohn a Ben-Ari (hijo del león),​ y muchas otras veces de la elección de vocablos por sonoridad, como los famosos ejemplos de David Ben Gurión, nacido Grün, y Golda Meir, cuyo nombre de casada era Meyersohn. También existen los cambios de apellido sin relación ninguna al nombre original, como el caso ya comentado de Eliezer (Perlman) Ben-Yehuda (literal. hijo de Judá). Cabe destacar también la mucha menos común práctica de hebraización de los nombres personales, como Perer (Pedro) a Shimeón (Simón), en cuyo caso, sin embargo, muchas veces en el ámbito familiar y hasta en círculos más amplios se seguía usando el nombre original.

Cartel publicitario de 1926 ofreciendo ayuda en la elección de un apellido hebreo
Por otra parte, muchos otros apellidos asquenazíes se quedaron sin ser alterados. Un ejemplo común es el apellido Weiss (origen alemán) o Weisz (origen austríaco y húngaro), ambos derivados de Weiß (blanco), muy común en la población judía y que en su mayor parte se quedaba sin alterarse. Otros apellidos como Lebensohn o Leibensohn a veces se traducían (e. g. Ben-Jaim; hijo de la vida) y muchas veces se quedaban sin traducir, aunque adoptando una ortografía adaptada a la transliteración hebrea. Por lo tanto, el apellido Levenson o Levenzon, un derivado de los anteriores, es un apellido netamente judío.

En el caso de la letra alemana Ü, la transliteración de la misma en hebreo produce el sonido de la vocal /i/; por lo que el apellido Grün, por ejemplo, en caso de no ser hebraizado, pasó a ser Grin o Green (voz inglesa), y el apellido München pasó a ser Minchen (pronunciado /Minjen/, lo mismo que el nombre de la ciudad bávara en hebreo). Fenómenos similares ocurren en apellidos que terminan en -mann o que contienen el diptongo alemán ei o el trígrafo sch, que en sus variantes judías cambian en -man, ai y sh respectivamente. La ortografía hebrea, por otra parte, al ser un alfabeto consonántico, no siempre ha seguido las mismas reglas ortográficas en la transliteración de apellidos, por lo que en algunos casos, como el mencionado Weiss, existen varias versiones de su ortografía hebrea con pequeñas diferencias (aunque se pronuncian de igual modo).3​ Como ya mencionado, los apellidos de origen sefardí raramente se han visto afectados por este fenómeno, sobre todo debido a una tradición ibérica históricamente arraigada que no existía en la Europa Central. Apellidos como Toledano («de Toledo») o Sasporta (originado del «Sa Porta» catalán) nunca cambiaron. Actualidad

El fenómeno de hebraización de los apellidos sin embargo ha ido perdiendo fuerza con el tiempo (aunque todavía se practica en menor medida en la actualidad),6​ y sobre todo a partir de la década de 1960, siendo Israel ya un hecho, y con la globalización, modernización y establecimiento de relaciones con países antes considerados parte de la diáspora judía, como parte de una nueva contemporaneidad. A ello se ha sumado un nuevo fenómeno de «retorno a las raíces», con la identidad familiar ganando terreno a costa de la identidad nacional (al menos en su vertiente lingüística), produciendo el proceso contrario de «de-hebraización». Este fenómeno va de la mano con otras tendencias, como es la conservación, protección y refuerzo de lenguas judías minoritarias, como el judeoespañol, antes abandonadas en pro de un idioma identitario y unificador —el hebreo—, ahora ya convertido en la lengua vehicular e idioma oficial del Estado de Israel.


  

Shmuel Yosef Agnón (Buczacz, Galitzia, Imperio austrohúngaro; 17 de julio de 1888-Jerusalén, Israel; 17 de febrero de 1970), cuyo nombre real era Shmuel Yosef Czaczkes (שמואל יוסף עגנון), fue un escritor judío, novelista, cuentista y recopilador de antologías de Israel. Fue el primer israelí en ser premiado con el Nobel de Literatura en 1966 y es considerado uno de los más representativos escritores de la moderna literatura hebrea.


Biografía

Su padre era rabino. No recibió educación formal, pero de su padre aprendió el aggadah y de su madre literatura alemana. Cuando tenía ocho años comenzó a escribir en hebreo e ídish, y a la edad de 15 años publicó su primer poema en ídish. En los años siguientes comenzó a publicar regularmente y escribió 70 poemas en esos idiomas. En 1909 decidió instalarse en Palestina (en aquel momento bajo dominio otomano) atraído por el ideal sionista, donde vivió en Yafo (Jaffa) y adoptó una manera de vida secular. Poco tiempo después, sin embargo, volvería a la tradición judía y siguió siendo un judío observante durante el resto de su vida.
Su primera historia corta, Agunot (Esposas abandonadas) fue publicada en Palestina en 1908 bajo el nombre de Agnón, que se asemejaba al título de la historia, y que se convirtió en su nombre oficial después de eso.
En 1913, la I Guerra Mundial lo obligó a volver a Europa, y dejó Israel para radicarse en Alemania, donde vivió por once años. Los sionistas jóvenes gustaron de su estilo que combinaba lo tradicional y lo moderno. Estando en Alemania conoció a Salman Schocken, un acaudalado hombre de negocios, quien se transformó en su admirador y benefactor. Con su ayuda, Agnón tuvo la oportunidad de despreocuparse de su economía personal lo que le posibilitó escribir cuanto quisiera, sin embargo, este período de tranquilidad y felicidad finalizó cuando, el 6 de junio de 1924 un incendio terminó con todos sus manuscritos. Entonces abandonó definitivamente Alemania ante la creciente influencia del nazismo, y se instaló definitivamente en Jerusalén.
​En 1924 se instaló definitivamente en Jerusalén, en el distrito de Talpiot. Su retorno a Jerusalén no fue del todo grato, pues cinco años después un nuevo contratiempo terminaría minando sus escritos y su biblioteca personal durante los disturbios árabes de 1929.
En 1932 fue reconocido como una de las figuras centrales de la literatura hebrea moderna cuando publica la primera edición de sus trabajos escogidos, incluyendo El pabellón nupcial.
Sus textos tienen la característica de combinar lo nuevo con lo viejo, posibilitando que muchas veces el lector no sepa distinguir donde comienza la realidad y donde termina la fantasía. Sus personajes hablan por sí mismo en una tentativa por entenderse y entender su contorno. En Huésped por una noche, un narrador anónimo visita su ciudad natal en Galicia después de una ausencia de muchos años. La base efectiva de esta historia era su propia mirada respecto de su vida en Buczacz en 1930. La novela refleja la desesperación del mundo judío durante este tiempo.
Etmol Shilshom (Ayer y anteayer) se considera la novela más grande de Agnón. Es una descripción de gran alcance de Palestina en los días del segundo Aliyah, pero su pesadumbre refleja el período en el cual fue escrito: los años del Holocausto judío. Muchos de sus libros tratan sobre Buczacz, mientras que otras son colecciones populares rabínicas.
Recibió muchas premios durante su vida, incluyendo el premio de Israel en 1954 y 1958 y el premio Nobel de Literatura en 1966, el primero concedido a un escritor hebreo. También recibió el Premio Bialik (1934 y 1950), el Premio Ussishkin (1940). Falleció debido a un fallo cardíaco.

Obra

Los trabajos completos de Agnón fueron editados el año 1964 en Jerusalén y contienen ocho volúmenes:

  • Haknassat Kalla (La dote de la viuda)
  • Elou va-élou (Estos y aquella)
  • Kappot Al-Hamanoul (Sobre el umbral)
  • Oréah nata laloun (El anfitrión de la noche)
  • Tmol silshom (Esto pasó ayer)
  • Samouk veniré (Cerca y visible)
  • Ad héna (Hasta aquí)
  • Haésh vehaétsim (El fuego y la madera)
Además de estos volúmenes, Agnón comentó textos tradicionales relacionados con las grandes solemnidades del año judío.

 Poesía hebrea.

  

LITERATURA

Poesía hebrea: una invitación.

La lectura atenta de los textos bíblicos ha quedado reducida al ámbito litúrgico y exegético. Al soslayar toda esa tradición literaria, ignoramos una riqueza poética y narrativa inmensa.

Por Felipe Viñals
3 octubre 2023

La poesía hebrea está ausente en los programas universitarios de filología y literatura no especializados. La belleza de los Salmos, el cantar de los Cantares o el lamento de Jeremías son apenas reconocidos por la mayoría de los estudiantes en estas disciplinas.
Sería arduo conjeturar las razones de esta ausencia, pero lo cierto es que la lectura atenta de la Biblia quedó reducida al ámbito litúrgico y exegético. Y quiero sugerir que, al soslayar toda esa tradición literaria, estamos limitando la comprensión de nuestra propia cultura occidental e ignorando una riqueza poética y narrativa inmensa, que merece ser explorada en el contexto de la educación literaria y humanística.
Porque la cultura que se refleja en el Antiguo Testamento es, como decía Northrop Frye, el Gran Código de nuestra propia cultura; la clave semiótica que nutre con símbolos y motivos los textos más diversos, y cuyos patrones y arquetipos subyacen a prácticamente todo. Durante un curso que impartía sobre John Milton, el crítico canadiense llegó a la conclusión de que “un estudiante de literatura inglesa que no conoce la Biblia se queda sin entender gran parte de lo que lee; y hasta el más concienzudo de ellos interpretará mal las implicaciones, e incluso el significado”.

Creo que tiene razón. Veamos la suerte de este motivo literario, presente en un fragmento que, alrededor del 550 a.C., escribía el escritor sagrado llamado Deuteroisaías (considerado por muchos como el mayor profeta y el mejor poeta de Israel, pero que no dejó ningún dato sobre su vida), en el contexto de derrota y catástrofe colectiva de su pueblo desterrado en Babilonia:

Toda carne es hierba
y su belleza como flor campestre:
se agosta la hierba, se marchita la flor,
cuando el aliento del Señor sopla sobre ellos;
se agosta la hierba, se marchita la flor,
pero la palabra de nuestro Dios
se cumple siempre. 
(Isaias 40,6)

Durante el ascenso del fascismo en Europa, en 1931, T.S. Eliot trabajaba en su reescritura inconclusa del Coriolano de Shakespeare:

Cry what shall I cry?
All flesh is grass: comprehending
The Companions of the Bath, the Knights of the British Empire, the Cavaliers,
O Cavaliers! of the Legion of Honour,
The Order of the Black Eagle (1st and 2nd class),
And the Order of the Rising Sun.

Y en plena segunda guerra mundial, en 1941, W.H. Auden escribía en sus Ten songs:

So finish up your drink.
All flesh is grass. It is.
But who on earth can think
With heavy heart or light
Of what will come of this?

Siguiendo en el ámbito de las literaturas hegemónicas de nuestros días, la norteamericana e inglesa, ¿cómo acercarse a un texto como The lottery, de Shirley Jackson, sin remitir a Josué 7, 25, de donde parece casi calcado? También el patrón de la deportación en la literatura afronorteamericana se inspira en el libro del Éxodo; y en este mismo libro abreva la narrativa colectiva de la predestinación y la elección divina que subyace a los escritos de los Padres Fundadores.
Por supuesto que, en el campo de los estudios bíblicos (católicos, protestantes y judíos), existieron y existen muchos investigadores que hacen un trabajo notable por rescatar la dimensión literaria del Antiguo Testamento.
En el ámbito hispanoamericano, el más notable fue un sacerdote jesuita de enorme erudición, que además de encaminar su obra en este sentido se convirtió en uno de los más brillantes traductores de la Biblia en toda la historia del español.

Luis Alonso Schökel (1920-1998) perteneció a esa misma generación de críticos literarios y filólogos españoles que publicaron en la “biblioteca Románica Hispánica” de editorial Gredos, bajo la dirección de Dámaso Alonso, obras centrales para la interpretación y la producción de poesía en español. Textos como Poesía española, del propio Dámaso Alonso, Poesía y estilo en Pablo Neruda, de Amado Alonso, Métrica española del siglo XX, de Francisco López Estrada, son importantes aportes que es preciso recobrar, de entre muchos otros de esa colección, así como también la obra de Tomás Navarro Tomás, para tener una idea de cómo acercarnos a la poesía en nuestro idioma (y también a la traducción de la misma), en tiempos en los que el enfoque con que miramos el fenómeno poético se aleja cada vez más de lo material y se pierde en enredos semánticos propios de los estudios culturales.
El padre Alonso Schökel comenzó enseñando literatura en el seminario de Madrid. Pero luego de doctorarse pasó a ser catedrático de Teología del Antiguo Testamento en el Pontificio Instituto Bíblico de Roma. Desde los años 60 fue allí maestro de biblistas y, como dijimos, traductor excepcional de la Biblia. Con su tesis doctoral, Estudios de poética hebrea (1963), marcó un antes y un después en su campo. En 1966 publicó La palabra inspirada. La Biblia a la luz de la ciencia del lenguaje. Su producción continúa, en una admirable unidad que amalgama la técnica del traductor, la sensibilidad literaria y la comprensión teológica, y hace un pico en las ediciones traducidas y comentadas de La Biblia del Peregrino, y de un Diccionario hebreo-español.
Entrando en la última década de su vida, escribe su Manual de poética hebrea de 1987, que resume pero también actualiza con los aportes de la investigación reciente, la edición de su primera gran obra de 1963.
Este librito es una invitación deliciosa a la antigua poesía hebrea, que se apoya en gran parte en el análisis formal y estilístico. Comienza clasificando los géneros poéticos del Antiguo Testamento, describiendo el sistema fonético del hebreo antiguo y aclarando algunas nociones básicas del ritmo y la métrica. El núcleo del libro es un análisis de las figuras retóricas y concluye con un breve pero jugoso apartado sobre la composición.
Alonso Schökel destaca los méritos de los antiguos poetas de Israel, por ejemplo, en el trabajo con las imágenes. Como esta que sigue, tomada del libro de Job, donde la clásica figura de comparación hombre=vegetación, usualmente empleada para denotar la caducidad del hombre, es invertida:

Un árbol tiene esperanza:
aunque lo corten vuelve a rebrotar
    y no deja de echar renuevos;
aunque envejezcan sus raíces en tierra
    y el tocón esté amortecido entre terrones,
al olor del agua reverdece
    y echa follaje como planta joven.
Pero el varón muere y queda inerte,  
   ¿adónde va el hombre cuando expira? 
(Job 14, 7-10)

Y también destaca los recursos estilísticos, que atraviesan los distintos poemas de la Biblia, separados a veces por 800 años, son mantenidos, como testimonio de la riqueza cultural de este pueblo. Uno de ellos es la repetición, usada tanto a nivel sonoro como temático, como muestra este fragmento del Cantar de los Cantares.

En mi cama, por la noche
buscaba al amor de mi alma:
lo buscaba y no lo encontré.
me levanté y recorrí la ciudad
por las calles y las plazas,
buscando al amor de mi alma:
lo busqué y no lo encontré.
Me han encontrado los guardias
que rondan por la ciudad:
¿Vieron ustedes al amor de mi alma?
Pero apenas los pasé,
encontré al amor de mi alma:
lo agarré y no lo soltaré.

(Cant. 3, 1-3)

No es necesario conocer la lengua hebrea para aprehender lo esencial de la belleza del libro de los Salmos, los poemas proféticos más inspirados de Isaías y del Cantar de los Cantares. De todas maneras, existen en Youtube muchos recursos que nos asoman al material sonoro y a la prosodia original de los salmos (Tehilim, en hebreo) y del cantar (Shir Hashirim). ~

 

CULTURA



“Cantar de los cantares”: cuando el erotismo se hace presente en la Biblia.

Es uno de los libros más enigmáticos del Antiguo Testamento y del Tanaj que, a lo largo de la historia, ha despertado admiración y rechazo. Un repaso por su historia

Norberto Wilner
23 Oct, 2020 

La Biblioteca Popular y Sociedad Vecinal de mi barrio, -omito su ubicación-, tiene suspendido el préstamo de libros, así como la devolución de los mismos, por imperativo del confinamiento epidémico. Promueve, en cambio, el encuentro de socios y vecinos en el marco de los formatos de intercambio virtual. Poner a disposición de los interesados una iniciación a la lectura de obras literarias que amedrentan, es una de las actividades en marcha. Hay personas que no se le animan al Don Quijote de la Mancha, mientras que una charla de veinte minutos, que sugiera cómo “entrarle”, puede animar a más de uno.

Yo me ofrecí para animar a socios y vecinos a descubrir en el Cantar de los cantares, - Shir hashirím, título original en hebreo -, la poesía erótica que lo caracteriza, y a sorprenderse por su presencia en la Biblia, o, más exactamente, en la Biblia hebrea, o Antiguo Testamento. Quién pudo haberlo redactado, es otra interrogación, para la cual los eruditos, algunos de ellos, no avanzaron más allá de suponer que se trató de un ser femenino. La atribución de su autoría al rey Salomón, tal como consta en el primer versículo, al igual que la atribución de los Salmos al rey David, quizá ayudó a su admisión en el canon bíblico.

El Cantar es un pequeño libro de ocho capítulos breves, ciento diecisiete versículos, uno entre los treinta y seis libros que integran dicha Biblia; está redactado en la lengua hebrea de algunos siglos anteriores a la era cristiana, y consolidado en el “Canon jerosolimitano”, en ocasión de un supuesto “Concilio de Yavnéh”, datado éste en el siglo I d.C. 
Traducciones directas del original, se han hecho varias. La Exposición literal del Cantar de los cantares, una de dichas traducciones, inquietó a la Santa Inquisición en el año 1561, tiñendo de sospechas a su autor, el fray Luis de León, entre otros motivos, por haber atendido a versiones producidas por judíos sefaradíes.

Son dos los personajes del Cantar: una mujer y un varón, -también un esporádico coro-, en una suerte de dinámica teatral, donde cada uno de ellos atrae al otro con generosas alabanzas. 

Élla:
 “Que me bese con los besos de su boca. Tus amores son un vino exquisito, suave es el aroma de tus perfumes, y tu nombre, un bálsamo derramado. Por eso se enamoran de ti las jovencitas”. 
Él:
 “Los labios de mi novia destilan pura miel; debajo de tu lengua se encuentra leche y miel, y la fragancia de tus vestidos es la de los bosques del Líbano”.
 No abundaremos en citas, para no restar de intensidad erótica la lectura que puede acometer cualquier lector desde este instante.

No faltan momentos dramáticos de desencuentro. 

Élla: 
“Sobre mi lecho, por las noches, yo buscaba al amado de mi alma. Lo busqué y no lo hallé. Me levantaré, pues, y recorreré la ciudad, por las calles y las plazas”.

Aquí estamos recurriendo a la traducción que trae la titulada La Biblia. Latinoamérica, editorial Verbo Divino, por su lograda redacción en castellano. El texto hebreo no apela en ningún versículo a Yavé, o Yahveh, el Dios de la Biblia hebrea; tampoco lo hace la Biblia Sacra Vulgata, contrabando que sí comete “creativamente” la traducción mencionada, inscribiendo en el texto una apócrifa “llama de Yavé”, que también aparece en la traducción producida por el fray Luis de León.
La presencia del Cantar en todas estas versiones, sembró inquietudes, airadas repulsas, y justificaciones. Los exégetas cristianos que resistieron los intentos de expulsar al Canticum Canticorum Salomonis, adujeron que el idilio de los dos amantes representaba tanto el matrimonio de Cristo con la Iglesia, como la unión del alma con Dios. Asimismo, intérpretes judíos reconocieron en la jóven la encarnación del pueblo de Israel, y en el varón, al Jahveh creador.

Para los kabalistas hebreos, un versículo del Cantar confirmaba que Jahveh amaba al pueblo de Israel, a pesar de las adversidades y los desencuentros; testimonia Él:

  “Porque mi cabeza está cubierta de rocío, y mis cabellos de la humedad de la noche” (5:2); la exposición a las inclemencias de la intemperie no le arredraban. 

“Ninguna cosa es más propia de Dios que el amor, y cada cual que no esté muy ciego lo puede reconocer”, tal la defensa ejercida por fray Luis de León. Después de todo, el Cantar no era mucho más que una bucólica “égloga pastoril”, argumentado ante el incrédulo tribunal inquisitorial.

Cerca del final (8:6), la joven advierte sin ingenuidad alguna, que no faltarán amenazas mortales ; sin embargo, no hay quien pueda “apagar el amor (ahaváh)…No lo podrán las aguas embravecidas. Vengan los torrentes, no lo ahogarán”.

Quien llegue a leer el Cantar, reconocerá en el Cántico espiritual de san Juan de la Cruz, mil quinientos años después, un eco directo del libro hebreo:
 “Gocémonos, Amado, y vámonos a ver en tu hermosura al monte y al collado do mana el agua pura; entremos más adentro en la espesura”. 
Los encuentros amorosos, comentados en prosa por el autor mismo, son una representación poética del “venir a vivir vida de amor dulce y sabroso en Dios…compuesto en amor de abundante inteligencia mística”.

Tal es el remedo del Cantar el estilo elegido por Juan de Yepes, que tampoco quiso prescindir de la “morena” que protagoniza al Cantar: 
“No quieras despreciarme que si color moreno en mi hallaste”
En el texto hebreo precedente, la joven requirió adelantarse a dicha objeción:
“Soy morena (shejoráh) pero bonita, hijas de Jerusalem…El sol fue el que me tostó. Los hijos de mi madre, enojados contra mí, me pusieron a cuidar las viñas”, he aquí la razón. 
Muy lejos de todo reparo a la tez oscurecida, el amante se prodiga en elogios: 

“Qué bella eres, amada mía, qué bella eres. Tus ojos son como palomas detrás de tu velo, tus dientes, ovejas esquiladas que acaban de bañarse…”, y así de seguido.

Misión cumplida, si hemos despertado el apetito por el Cantar de los cantares, y por extensión, al poemario de san Juan de la Cruz.

El eros en el «Cantar de los cantares»

12 FEBRERO, 2016 
 ANTONIO ESQUIVIAS


El «Cantar de los cantares» es un libro de la Biblia y como tal ha ejercido una fuerte influencia en toda la cultura occidental. Aunque este libro no tanto, porque en varias ocasiones ha sido expulsado del canon de la Biblia debido a lo explícito de sus imágenes y la claridad con que habla de una relación sexual. Creo que te va a sorprender lo explícito de esas imágenes. A pesar de esas dificultades, ha logrado ser el inspirador de la mística, desde el maestro Eckart, pasando por Teresa de Jesús y Juan de la Cruz, por Fray Luis de León y un largo etcetera.


El «Cantar de los cantares» es un libro de amor impregnado de la fascinación del descubrimiento mutuo de los amantes, expresado en forma poética y a la vez muy clara. Ese es su primer significado y si ese significado es falso todos los demás significados simbólicos, como por ejemplo sobre el amor de Dios, pasarían también a ser falsos.

En el poema los amantes se descubren recíprocamente en y a través del cuerpo; se trata por tanto de lo que podemos llamar lenguaje del cuerpo. Baste poner los versos iniciales: Que me bese con los besos de su boca / mejores son que el vino tus amores … Llévame en pos de ti: ¡Corramos! / El Rey me ha introducido en su mansiones (Ct 1, 2.4). Un lenguaje del cuerpo que el poema busca traducir en palabras.

Siguiendo la idea de los niveles o dimensiones del ser humano, el amor sexual comienza por el nivel instintivo, con un deseo muy fuerte y central en la constitución de cada persona. Sobre este deseo se construyen sentimientos igualmente fuertes, que van a formar como un entrelazado de los dos amantes. Entre estos destaca lo que denominamos enamoramiento. Por último aparece el tercer nivel o dimensión racional o de la palabra, implicando un compromiso personal, una finalidad de vida para la persona.

Comienza por tanto por el lenguaje del cuerpo, que libera una particular experiencia de la belleza, y que busca su apoyo y su confirmación en lo visible. Por eso se expresa en metáforas del mundo circundante, en el caso del Cantar tomadas del ambiente pastoril del s. V-IV a. C., que, a pesar de su lejanía con nuestra situación actual, siguen teniendo una gran fuerza expresiva.

Veamos como expresa la belleza de ella:

¡La más hermosa de las mujeres! ()
Graciosas son tus mejillas entre los zarcillos
y tu cuello entre los collares ()
¡Que hermosa eres, amada mía, qué hermosa eres!
(Ct 1, 5 15)

¡Qué bella eres, amada mía, qué bella eres!
Palomas son tus ojos, a través de tu velo;
tu melena, cual rebaño de cabras,
que ondulan por el monte Galaad
Tus dientes, un rebaño de ovejas de esquileo,
que salen de bañarse
todas tienen mellizas y entre ellas no hay estéril
Tus labios una cinta de escarlata,
tu hablar encantador ()
¡Toda hermosa eres, amiga mía, no hay mancha en ti!
(Ct 4, 1.5.7).

También la belleza de él:

Mi amado es fulgido y rubio se distingue entre diez mil.
Su cabeza es oro, oro puro ()
Sus ojos como palomas () sus labios son lirios ()
Sus manos, aros de oro ()
sus piernas columnas de alabastro ()
Su porte es como el Líbano, esbelto cual los cedros.
Su paladar dulcísimo y todo él un encanto.
Así es mi amado, así mi amigo, hijas de Jerusalén
(Ct 5, 9 16).

Como todo poema puede ser condensado (no resumido, la poesía no admite resúmenes) en un verso. A mi me parece que el verso resumen es: tu vulva es una copa redonda donde no falta el vino. Su contexto es:

Que lindos son tus pies en las sandalias, hija del príncipe
las curvas de tus caderas son como collares ()
Tu vulva es una copa redonda, donde no falta el vino
Tu vientre un montón de trigo
Tus dos pechos, cual dos crías mellizas de gacelas
Que bella eres, que encantadora,
Oh amor, oh delicias! (Ct 7,1 7).

Las palabras de amante y amada, sus movimientos, sus gestos, todo su comportamiento corresponden a la moción interior del corazón. Solo a través de esa moción es posible comprender el «lenguaje del cuerpo». El eros es el lenguaje del cuerpo leído en la moción interior del corazón. Esto lleva a que amante y amada parezcan moverse todo el tiempo en el ámbito de la irradiación interior del amor, ambos están como subyugados, como encantados por la atracción mutua, quieren entrar uno en otro de la manera más física y son conscientes de que eso significa darse el corazón. Aquí comienza la lectura del eros.

El lenguaje del «Cantar de los cantares» tiene tanta fuerza que todos los místicos, quienes hablan del amor de Dios, quienes hablan de la belleza de la naturaleza, quienes descubren realidades que nos sobrepasan, se han visto como encadenados a él y el libro constituye a lo largo de los siglos un punto de referencia obligado para referirse al amor.
Las «palabras» del lenguaje del cuerpo no son sobre el cuerpo, sino que surgen del cuerpo, que constituye su fuente y es la base de la recíproca atracción de uno hacia el otro, fortísima en todo el libro. Esas palabras expresan fascinación, estupor, admiración… y constituyen la preparación de un descubrimiento, que se intuye fundamental para la persona. Es un descubrimiento que se impone a la persona como algo por encima de ella, como algo tan valioso y tan bello que encierra la finalidad de la vida.

El lenguaje del eros se inicia precisamente en los sentimientos que afloran, que son los de ese fenómeno emocional que se llama enamoramiento: encantamiento y admiración.

Primero «el encantamiento, que produce una ilusión íntegra» (Ortega). El enamorado solo tiene ojos y solo habla de su amada. Nos encontramos ante una especial concentración sobre el «yo» femenino de la esposa. Este «yo» habla a través de cada rasgo femenino, suscitando en el hombre una fascinación, un encanto. Hay también por parte de la mujer una fascinación y una búsqueda del amado. Tiene ahí un peso específico la voz: ¡la voz de mi amado! (Ct 2,8) y también la conciencia de la propia belleza: Soy morena, pero hermosa (Ct 1,5). Aquí es conciencia de la propia fuerza de atraer. Es precisamente ese encantamiento lo que indica nuestro verso: tu vulva es una copa redonda donde no falta el vino; una concentración de la atención en él otro, hasta poder llegar a estar casi como absorbido, embriagado: estoy borracho de ti y de tu cuerpo, en ti quiero perderme, y estar, y vivir.

El encantamiento va acompañado de la admiración. Se trata de una valoración del otro máximamente positiva, que surge en todo enamoramiento. Esto lo ha visto Shakespeare de una forma profunda y original (soneto 130):

Los ojos de mi amada no son nada comparados con el sol,
el coral es más rojo que el rojo de sus labios ()
he visto rosas de Damasco, blancas y carmesíes,
pero no las he visto en sus mejillas;
y en algunos perfumes encuentro más deleite
que en el aliento de mi amada.
Me cautiva su voz, y sin embargo sé bien
que la música tiene acentos más encantadores;
confieso que jamás he visto andar a una diosa,
porque mi amada, cuando anda pisa la tierra.
Y, sin embargo, por el cielo, creo que mi adorada
es tan sobresaliente que ante ella
todas las comparaciones son falsas.

Por eso el eros nos conduce a descubrir a la persona del otro como alguien absolutamente diferente, único, descubrimiento que se hace más allá de todo lo que se puede medir y comparar. Este es el universal lenguaje amoroso. Así dice él en el Cantar: Única es mi paloma, mi perfecta (Ct 6,9). Y también ella: Mi amado es fulgido y rubio, distinguido entre diez mil (Ct 5,10). El eros permite descubrir que la persona del amado o de la amada son únicos. El eros ve la persona en su esencia, en eso que la constituye en alguien único y original.

El eros es una dinámica, los sentimientos indican por sí mismos una búsqueda, un impulso a salir de si mismo para ir hacia el otro. Todo el Cantar se transforma en búsqueda, casi una persecución de ambos amantes, noche y día.

Me levantaré pues y recorreré la ciudad.
Por las calles y plazas buscaré al amor de mi alma ()
¿Habéis visto al amor de mi alma?
(Ct 3, 2 3 y muchos otros).



Como resumen, el «Cantar de los cantares» habla de una fuerte atracción recíproca, que tiene un primer apoyo en el deseo (sobre todo masculino): su deseo es hacia mí (Ct 7, 11) dice la esposa. El eros es la forma del amor humano en la que operan las energías del deseo y en el radica la consciencia subjetiva del recíproco pertenecerse. Ella se ve sumergida por la fuerza de la atracción: ¡Oh, ven, amado mío, salgamos al campo! / Pasaremos la noche en las aldeas. / De mañana iremos a las viñas () / Allí te entregaré el don de mis amores (Ct 7, 11 13).

Si te interesa o quieres saber más sobre este tema, te recomiendo mi libro sobre el enamoramiento.

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