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Libro de Proverbios, 8 20, de la Biblia. "Yo camino por la senda de la justicia, por los senderos de la equidad."

viernes, 23 de agosto de 2013

165.-Fidel Castro biografía a dos voces; ¿En qué momento se rompieron las revoluciones?.-a

Luis Alberto Bustamante Robin; Jose Guillermo Gonzalez Cornejo; Jennifer Angelica Ponce Ponce; Francia Carolina Vera Valdes;  Carolina Ivonne Reyes Candia; Mario Alberto  Correa Manríquez; Enrique Alejandro Valenzuela Erazo; Gardo Francisco Valencia Avaria; Alvaro Gonzalo  Andaur Medina; Carla Veronica Barrientos Melendez;  Luis Alberto Cortes Aguilera; Ricardo Adolfo  Price Toro;  Julio César  Gil Saladrina; Ivette Renee Mourguet Besoain; Marcelo Andres Oyarse Reyes; Franco Gonzalez Fortunatti; Patricio Ernesto Hernández Jara;  Demetrio Protopsaltis Palma;  Katherine Alejandra Del Carmen  Lafoy Guzmán; 



La apasionante biografía de Fidel Castro, por Ignacio Ramonet. Ramonet, el director de Le Monde Diplomatique, desvela con su habitual rigor intelectual las claves de la revolución cubana, su deriva actual y su incierto porvenir. Indagando «a dos voces» en la vida del controvertido líder político, el resultado son más de 100 horas de entrevistas que arrojan inéditas revelaciones extraídas de la memoria oral del comandante. Posiblemente, esta Biografía a dos voces es el libro definitivo sobre Fidel Castro. Un libro esencial para comprender el pensamiento de uno de los políticos más importantes del siglo xx.

Análisis del libro.

Fidel ha muerto, pero es inmortal. Pocos hombres conocieron la gloria de entrar vivos en la leyenda y en la historia. Fidel es uno de ellos. Perteneció a esa generación de insurgentes míticos –Nelson Mandela, Patrice Lumumba, Amilcar Cabral, Che Guevara, Camilo Torres, Turcios Lima, Ahmed Ben Barka – que, persiguiendo un ideal de justicia, se lanzaron, en los años 50, a la acción política con la ambición y la esperanza de cambiar un mundo de desigualdades y de discriminaciones, marcado por el comienzo de la guerra fría entre la Unión Soviética y Estados Unidos.
En aquella época, en mas de la mitad del planeta, en Vietnam, en Argelia, en Guinea-Bissau, los pueblos oprimidos se sublevaban. La humanidad aún estaba entonces, en gran parte, sometida a la infamia de la colonización. Casi toda África y buena porción de Asia se encontraban todavía dominadas, avasalladas por los viejos imperios occidentales. Mientras las naciones de América latina, independientes en teoría desde hacía siglo y medio, seguían explotadas por privilegiadas minorias, sometidas a la discriminación social y étnica, y a menudo marcadas por dictaduras cruentas, amparadas por Washington.
Fidel soportó la embestida de nada menos que diez presidentes estadounidenses (Eisenhower, Kennedy, Johnson, Nixon, Ford, Carter, Reagan, Bush padre, Clinton y Bush hijo). Tuvo relaciones con los principales líderes que marcaron el mundo después de la Segunda Guerra Mundial (Nehru, Nasser, Tito, Jrushov, Olaf Palme, Ben Bella, Boumedienne, Arafat, Indira Gandhi, Salvador Allende, Brezhnev, Gorbachov, François Mitterrand, Juan Pablo II, el rey Juan Carlos, etc.). Y conoció a algunos de los principales intelectuales y artistas de su tiempo (Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Arthur Miller, Pablo Neruda, Jorge Amado, Rafael Alberti, Guayasamin, Cartier-Bresson, José Saramago, Gabriel Garcia Marquez, Eduardo Galeano, Noam Chomsky, etc.).
Bajo su dirección, su pequeño país (100 000 km2, 11 millones de habitantes) pudo conducir una política de gran potencia a escala mundial, echando hasta un pulso con Estados Unidos cuyos dirigentes no consiguieron derribarlo, ni eliminarlo, ni siquiera modificar el rumbo de la Revolución cubana. Y finalmente, en diciembre de 2014, tuvieron que admitir el fracaso de sus políticas anticubanas, su derrota diplomática e iniciar un proceso de normalización que implicaba el respeto del sistema político cubano.
En octubre de 1962, la Tercera Guerra Mundial estuvo a punto de estallar a causa de la actitud del gobierno de Estados Unidos que protestaba contra la instalación de misiles nucleares soviéticos en Cuba. Cuya función era, sobre todo, impedir otro desembarco militar como el de Playa Girón (bahía de Cochinos) u otro directamente realizado por las fuerzas armadas estadounidenses para derrocar a la revolución cubana.
Desde hace mas de 50 años, Washington (a pesar del restablecimiento de relaciones diplomáticas) le impone a Cuba un devastador embargo comercial -reforzado en los años 1990 por las leyes Helms-Burton y Torricelli- que obstaculiza su desarrollo económico normal. Con consecuencias trágicas para sus habitantes. Washington sigue conduciendo además una guerra ideológica y mediática permanente contra La Habana a través de las potentes Radio “Marti” y TV “Marti”, instaladas en La Florida para inundar a Cuba de propaganda como en los peores tiempos de la Guerra Fría.
Por otra parte, varias organizaciones terroristas –Alpha 66 y Omega 7– hostiles al régimen cubano, tienen su sede en La Florida donde poseen campos de entrenamiento, y desde donde enviaron regularmente, con la complicidad pasiva de las autoridades estadounidenses, comandos armados para cometer atentados. Cuba es uno de los países que mas victimas ha tenido (unos 3.500 muertos) y que más ha sufrido del terrorismo en los últimos 60 años.
Ante tanto y tan permanente ataque, las autoridades cubanas han preconizado, en el ámbito interior, la unión a ultranza. Y han aplicado a su manera el viejo lema de San Ignacio de Loyola : “En una fortaleza asediada, toda disidencia es traición.” Pero nunca hubo, hasta la muerte de Fidel, ningún culto de la personalidad. Ni retrato oficial, ni estatua, ni sello, ni moneda, ni calle, ni edificio, ni monumento con el nombre o la figura de Fidel, ni de ninguno de los lideres vivos de la Revolución.
Cuba, pequeño país apegado a su soberanía, obtuvo bajo la dirección de Fidel Castro, a pesar del hostigamiento exterior permanente, resultados excepcionales en materia de desarrollo humano: abolición del racismo, emancipación de la mujer, erradicación del analfabetismo, reducción drástica de la mortalidad infantil, elevación del nivel cultural general… En cuestión de educación, de salud, de investigación médica y de deporte, Cuba ha obtenido niveles que la sitúan en el grupo de naciones mas eficientes.
Su diplomacia sigue siendo una de las mas activas del mundo. La Habana, en los años 1960 y 1970, apoyó el combate de las guerrillas en muchos países de América Central (El Salvador, Guatemala, Nicaragua) y del Sur (Colombia, Venezuela, Bolivia, Argentina). Las fuerzas armadas cubanas han participado en campañas militares de gran envergadura, en particular en las guerras de Etiopía y de Angola. Su intervención en este ultimo país se tradujo por la derrota de las divisiones de élite de la República de África del Sur, lo cual acelero de manera indiscutible la caída del régimen racista del apartheid.
La Revolución cubana, de la cual Fidel Castro era el inspirador, el teórico y el líder, sigue siendo hoy, gracias a sus éxitos y a pesar de sus carencias, una referencia importante para millones de desheredados del planeta. Aquí o allá, en América latina y en otras partes del mundo, mujeres y hombres protestan, luchan y a veces mueren para intentar establecer regímenes inspirados por el modelo cubano.
La caída del muro de Berlín en 1989, la desaparición de la Unión Soviética en 1991 y el fracaso histórico del socialismo de Estado no modificaron el sueño de Fidel Castro de instaurar en Cuba una sociedad de nuevo tipo, mas justa, mas sana, mejor educada, sin privatizaciones ni discriminaciones de ningún tipo, y con una cultura global total.
Hasta la víspera de su fallecimiento a los 90 años, seguía movilizado en defensa de la ecología y del medio ambiente, y contra la globalización neoliberal, seguía en la trinchera, en primera línea, conduciendo la batalla por las ideas en las que creía y a las cuales nada ni nadie le hizo renunciar.
En el panteón mundial consagrado a aquellos que con más empeño lucharon por la justicia social y que más solidaridad derrocharon en favor de los oprimidos de la Tierra, Fidel Castro - le guste o no a sus detractores - tiene un lugar reservado.
Lo conocí en 1975 y conversé con él en múltiples ocasiones, pero, durante mucho tiempo, en circunstancias siempre muy profesionales y muy precisas, con ocasión de reportajes en la isla o la participación en algún congreso o algún evento. Cuando decidimos hacer el libro “Fidel Castro. Biografía a dos voces” (o “Cien horas con Fidel”), me invitó a acompañarlo durante días en diversos recorridos. Tanto por Cuba (Santiago, Holguin, La Habana) como por el extranjero (Ecuador). En coche, en avión, caminando, almorzando o cenando, conversamos largo. Sin grabadora. De todos los temas posibles, de las noticias del día, de sus experiencias pasadas y de sus preocupaciones presentes. Que yo reconstruía luego, de memoria, en mis cuadernos. Luego, durante tres años, nos vimos muy frecuentemente, al menos varios días, una vez por trimestre.

Descubrí así un Fidel intimo. Casi tímido. Muy educado. Escuchando con atención a cada interlocutor. Siempre atento a los demás, y en particular a sus colaboradores. Nunca le oí una palabra mas alta que la otra. Nunca una orden. Con modales y gestos de una cortesía de antaño. Todo un caballero. Con un alto sentido del pundonor. Que vive, por lo que pude apreciar, de manera espartana. Mobiliario austero, comida sana y frugal. Modo de vida de monje-soldado.

Jornada de trabajo.

Su jornada de trabajo se solía terminar a las seis o las siete de la madrugada, cuando despuntaba el día. Más de una vez interrumpió nuestra conversación a las dos o las tres de la madrugada porque aún debía participar en unas “reuniones importantes”… Dormía sólo cuatro horas, más, de vez en cuando, una o dos horas en cualquier momento del día.
Pero era también un gran madrugador. E incansable. Viajes, desplazamientos, reuniones se encadenaban sin tregua. A un ritmo insólito. Sus asistentes –todos jóvenes y brillantes de unos 30 años– estaban, al final del día, exhaustos. Se dormían de pie. Agotados. Incapaces de seguir el ritmo de ese infatigable gigante.
Fidel reclamaba notas, informes, cables, noticias, estadísticas, resúmenes de emisiones de televisión o de radio, llamadas telefónicas... No paraba de pensar, de cavilar. Siempre alerta, siempre en acción, siempre a la cabeza de un pequeño Estado mayor – el que constituían sus asistentes y ayudantes – librando una batalla nueva. Siempre con ideas. Pensando lo impensable. Imaginando lo inimaginable. Con un atrevimiento mental espectacular.

Una vez definido un proyecto. Ningún obstáculo lo detenía. Su realización iba de si. “La intendencia seguirá” decía Napoleón. Fidel igual. Su entusiasmo arrastraba la adhesión. Levantaba las voluntades. Como un fenómeno casi de magia, se veían las ideas materializarse, hacerse hechos palpables, cosas, acontecimientos.

Su capacidad retorica, tantas veces descrita, era prodigiosa. Fenomenal. No hablo de sus discursos públicos, bien conocidos. Sino de una simple conversación de sobremesa. Fidel era un torrente de palabras. Una avalancha. Que acompañaba la prodigiosa gestualidad de sus finas manos.

Le gustaba la precisión, la exactitud, la puntualidad. Con él, nada de aproximaciones. Una memoria portentosa, de una precisión insólita. Apabullante. Tan rica que hasta parecía a veces impedirle pensar de manera sintética. Su pensamiento era arborescente. Todo se encadenaba. Todo tenía que ver con todo. Digresiones constantes. Paréntesis permanentes. El desarrollo de un tema le conducía, por asociación, por recuerdo de tal detalle, de tal situación o de tal personaje, a evocar un tema paralelo, y otro, y otro, y otro. Alejándose así del tema central. A tal punto que el interlocutor temía, un instante, que hubiese perdido el hilo. Pero desandaba luego lo andado, y volvía a retomar, con sorprendente soltura, la idea principal.

En ningún momento, a lo largo de mas de cien horas de conversaciones, Fidel puso un limite cualquiera a las cuestiones a abordar. Como intelectual que era, y de un calibre considerable, no le temía al debate. Al contrario, lo requería, lo estimulaba. Siempre dispuesto a litigar con quien sea. Con mucho respeto hacia el otro. Con mucho cuidado. Y era un discutidor y un polemista temible. Con argumentos a espuertas. A quien solo repugnaban la mala fe y el odio.



Itsukushima Shrine.


FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO DE GUADALAJARA
¿En qué momento se rompieron las revoluciones?
Joaquín Estefanía y Pato Fernández cuentan las ilusiones y los fracasos del 68 y de Cuba.

Juan Cruz


Dos periodistas, el español Joaquín Estefanía, adjunto a la directora de EL PAÍS, y el chileno Patricio Fernández, que fue quien puso en marcha la ya poderosa revista chilena The Clinic, nacida para hacer crónica política y satírica de la estancia del dictador preso en un hospital de Londres, se han atrevido con algunas de las ilusiones rotas del siglo XX. Y han contado en la Feria Internacional del Libro (FIL) sus conclusiones.
Sus presentadores, Consuelo Sáizar y Carlos Puig, profesora y comunicador mexicanos, en el caso de Estefanía, y David Rieff, ensayista y periodista norteamericano, en el de Fernández, ahondaron en el carácter melancólico con el que ahora se ve en el mundo el devenir truncado de ambas aventuras.
En México, además, aquel 68 que parecía de rosas y playas debajo de los adoquines, está teñido por la sangre terrible de Tlatelolco, donde policías del presidente Ordaz tiraron a matar sobre estudiantes que entonces celebraban aquella primavera que tuvo brotes en París, en Praga, en Washington y en todo el mundo. En España estaba aun la dictadura, que hasta entonces parecía el invierno perpetuo.

Revoluciones, de Estefanía, alude a una generación que se levanta contra el sistema, pero para poner encima de la democracia liberal de entonces, otra vez, los ideales de libertad, fraternidad e igualdad de la Revolución Francesa. De aquella revuelta salió De Gaulle, y después vino una revolución inversa; Francia cayó en manos de una derecha aún más rancia, y en el caso de Praga, que fue otro símbolo de la época las cosas empeoraron: ya no pudo haber ni flores sobre los tanques rusos. “Pero el 68”, dice Estefanía, que en esa fecha ingresó en la Universidad (nació en 1951), “cambió la vida, no fue un espejismo”. A esa revolución siguieron otras, “contra el proceso neoliberal”, que incluyó a indignados contra el sistema. Pero en el siglo XX (y en el XXI) esas revoluciones que se hicieron en la primavera hallaron su final en los veranos respectivos. Fueron estallidos de protesta (incluido el español de 2014) que, como se cuenta en la película italiana La mejor juventud, pretenden de nuevo cambiar el orden sin cambiar de sistema.

“Las revoluciones son hermosas y terribles”, dijo Estefanía, y en el caso de las europeas que hemos vivido acaban en la estación en que los jóvenes y los mayores tienen cerca las vacaciones. En el 68 se levantó la primera generación de europeos que no había vivido una guerra. Fueron los abuelos de los indignados.
 “¿Qué aprendieron estos de sus abuelos? Que la Revolución se acaba en verano?”

¿Y qué pasó con la Revolución permanente de nuestras vidas, la que lleva en Cuba usando ese nombre desde hace más de sesenta años? Que se acabó, que ya no existe, dice Pato Fernández. Este periodista, nacido un año después de la Revolución de Mayo, ha hecho un minucioso recorrido periodístico sobre las épocas más recientes de lo que para él es la desilusión de la Revolución, y lo ha plasmado en un libro, Cuba. Viaje al fin de la Revolución, que Debate publica primero en América y que pronto aparecerá en España. Es verdaderamente un viaje, que incluye, al final, la metáfora mayor de la frontera en la que acaba simbólicamente ese proceso que desató unanimidades durante los años sesenta del siglo XX: la muerte (y, sobre todo, el entierro) de Fidel Castro.
Esa metáfora está narrada con un ojo radicalmente periodístico, con hechos que también muestran el carácter crecientemente escéptico de los cubanos ante sus propias ilusiones perdidas. Las cenizas de Fidel (y de la Revolución) hacen un penoso viaje por toda Cuba para encontrarse con los restos Che Guevara. Uno de los interlocutores que Pato Fernández tiene en este trayecto que se parece a lo que sucede en Guantanamera, famosa película de Gutiérrez Alea, le dice al periodista que probablemente lo que hay en el encuentro entre esas dos almas revolucionarias cubanas es el silencio.
Esa historia cubana no está sola en este libro “escrito por un periodistas de los que hacen falta”, dijo David Rieff; “está también la historia del utopismo comunista de los últimos setenta años, que son más o menos los de la Revolución”. Es el régimen comunista, cree el ensayista norteamericano, el que sustituye a la Revolución. 

“Fue un sistema que se basó en el entusiasmo, en la creencia. Y pocos creen en Cuba que aquello sea ya una Revolución. Con ella soñaban en Chile los contemporáneos de Pato Fernández. “Allí se dio un golpe para evitar que fuéramos Cuba; Cuba era lo otro, lo que no tenía que ser. Y yo fui desde 1992 a ver qué era aquello”. Cuba era no solo un lugar, sino una idea, y a ambos se enfrentó como periodista. “Ese sueño de pronto había desaparecido”, constató, y el último capítulo de ese proceso fue, para él, el encuentro Obama-Castro, “que llegó cuando, en esa religión revolucionaria, los últimos obispos y el papa estaban a punto de morir”. Observó que allí no había la crueldad que practicaba Pinochet en Chile, pero que en Chile se podía hablar más libremente que en Cuba; comprobó que con las aperturas “cambió el rostro de la gente; hasta que llega Trump y el proceso se detiene”.

En este instante, luego del largo entierro de las cenizas de Fidel, ya puede decirse, dice el autor de Cuba. Viaje al fin de la Revolución, “ya nadie cree” en la paloma que se posó sobre el hombro de Castro cuando este bajó de sierra Maestra.
“¿Qué será lo que viene?”, se preguntó Fernández. Terminó aquella Revolución que para muchos ya no es ni una palabra. Y el rastro revolucionario del 68 sigue hibernado en los veranos de los padres.



COLUMNAS

El difícil decoupling. A siete años de la muerte de Fidel Castro.

Disociarse de la figura paternal de Fidel Castro sigue siendo un desafío, cuya superación les tomará años a las izquierdas latinoamericanas.

 Ivan Witker
27 noviembre, 2023


El 25 de noviembre de 2016 se abrió una de las mayores incógnitas de los últimos años en América Latina. Tras fallecer el histórico líder cubano, nadie estaba en condiciones de asegurar qué ocurriría en la isla ni qué pasaría con las corrientes políticas tan admiradoras de su trayectoria a lo largo y ancho de la región. Su deceso, si bien esperable dado el serio debilitamiento de salud, fue un acontecimiento que desató incertidumbres varias. Nadie era capaz de adivinar cómo sería el decoupling con un profeta revolucionario.
Durante estos siete años, aquellas dificultades se han ido confirmando. Han sido procesos largos y sinuosos. Con explicaciones muy diversas.
En el plano interno, debido a esa grotesca acumulación de cargos que ostentaba en el partido, gobierno y en las FF.AA. de Cuba. En cada uno de esos segmentos, las líneas a desconectar han sido interminables. Y en una perspectiva más amplia, debido al indesmentible protagonismo de Fidel Castro en cuanto asunto político ocurría en América Latina. Desde la ya lejana creación de focos insurreccionales, cuando junto al Che Guevara soñaba con convertir a los Andes en una Sierra Maestra continental, hasta su incesante interés en desestabilizar democracias burguesas. Finalmente, hay una cosa simbólica. Cómo sus herederos y admiradores han ido adaptándose a una vida política desprovista de ese manto protector metafísico que posee toda figura sagrada.

Incluso en sus años finales, y ya con un muy deteriorado estado de salud, Fidel Castro siguió siendo factor viviente de cuanta narrativa política se escuchase en la región. Volcánico para sus compañeros de correrías revolucionarias. Homo festivus para sus embelesados admiradores. Cautivador para las personas situadas en sus antípodas. Seductor con cuanto periodista se acercaba.
A este respecto, vale la pena recordar su primer gran golpe, mediante el cual se convirtió en mito internacional. Castro utilizó al entonces reportero estrella del New York Times, Herbert Matthews, para lanzar la primera fake news de proporciones referida a la revolución cubana. Fue una famosa entrevista, allá por 1957, donde le aseguró que tenía a miles de hombres en armas en contra de Batista. Matthews no sólo le creyó. Cayó hechizado. Castro lo transformó en su gran biógrafo.
Su existencia, convertida en leyenda, imbricó directamente con la muerte. Por eso, al recibir la llamada final, surgieron dudas excepcionalmente concretas. ¿Qué pasaría con los innumerables debates sobre la “cuestión social?”. Este asunto ha producido una literatura inagotable. 
¿Qué pasaría con los partidos y movimientos que, pese a sus diferencias internas, lo tenían como figura central y galvanizadora?
 Su muerte sembró congoja y desató angustias.
La verdad es que, desde su conversión al marxismo apenas iniciada la revolución, Castro promovió un maniqueísmo intelectual y espiritual que marcó profundamente a toda la región. La Habana se convirtió en la capital imaginaria de una buena cantidad de latinoamericanos, frenéticos con la idea de un apóstol revolucionario.
Situados hoy, a siete años de su muerte, son varios los asuntos que finalmente tomaron un curso histórico muy distinto al que él pensó. La isla, por ejemplo, se ha convertido en un inocultable montón de escombros. Su soberbia le impidió atisbar lo que hoy se ve con creciente frecuencia. Que cada vez más y más cubanos escarban en su pasado batistiano (y en el período anterior a ello), buscando una épica inspiradora para salir del ahogo post-Castro.
El líder tampoco logró visualizar que su hermano Raúl sería incapaz de instalar una transición robusta y de largo plazo. Este dio vida a un proceso breve y apenas sostenido por los militares y unos pocos civiles.
Incluso, éste se retiró, aunque vuelve esporádicamente a La Habana. Por ejemplo, cuando el régimen parece tambalearse. Así ha ocurrido con las manifestaciones de protesta que convulsionan con intensidad a las catorce provincias desde mediados del año pasado. Aunque el raulismo no es más que improvisación y apresuramiento, consigue reprimirlas con energía. Ya ha llevado a la cárcel a más de mil personas. Es la sombra de Fidel Castro advirtiendo que sus sucesores no son unos ancianos inofensivos. Cualquier protesta pública seguirá estando estrictamente prohibida.
Desde el más allá, Fidel Castro ha visto, seguramente con tristeza, cómo muchas de las cosas que pensó para el futuro de la isla se evaporaron. Sus favoritos, Carlos Lage Roberto Robaina fueron cayendo en desgracia a medida que su enfermedad lo hacía más vulnerable. El raulismo los fue defenestrando sin piedad. Incluso su hijo, Fidel Castro Díaz-Balart cayó en depresión terminal y el 1 de febrero de 2018 se quitó la vida.  
En el plano regional ya es claro que el vibrante jolgorio revolucionario de los 70 y 80 es tema del pasado. También ha comenzado a derrumbarse esa extraña nostalgia melancólica, cultivada en los últimos momentos de su existencia, y que aún insufla algo de oxígeno al régimen.

Fue una nostalgia bizarra. Una melancolía densa y profunda construida sobre dos pilares. Por un lado, unas ditirámbicas columnas escritas en el diario oficial Granma, opinando sobre materias vagas e intrascendentes, pero en lenguaje coloquial. Destinado básicamente a fanáticos y del tipo fanzine. Por otro lado, mediante la promoción de un extraño turismo de añoranzas en torno a su persona. Cualquier dirigente que iba a La Habana solicitaba ser invitado al lecho del enfermo. Saludarlo en condiciones tan desmejoradas, se convirtió en una experiencia de tipo inmersivo. Una especie de rito sacrificial.
Allí, ataviado con un buzo deportivo, de una popular marca alemana, recibía a presidentes, estadistas amigos e incondicionales.
 Parecían groupies adolescentes, corriendo a estrechar su mano y abrazarlo. Por esta vía, Fidel Castro transmitía un gozo inusual. Una rara sensación de obsequiar una pieza arqueológica viviente.
A siete años de su muerte, la región tampoco es la misma. Ni siquiera medianamente parecida a lo que pudo imaginar.
En Brasil ya no quedan herederos de MarighellaLamarca ni ninguno de los guerrilleros que tanto apoyó. Nada halagüeño debe pensar sobre el destino de Lula y su Partido de los Trabajadores. Le debe parecer sencillamente inescrutable cómo la mitad de los brasileños prefiere a Bolsonaro.
En tanto, la contundente victoria de Javier Milei en Argentina debe haberla recibido como una profunda estocada. Nada queda de las huestes de Jorge Ricardo Massetti ni de los guerrilleros del ERP y Montoneros, con quienes compartió intensamente durante su vida terrenal, departiendo experiencias guerrilleras que conmocionaron a la región entera (como aquel suculento rescate de los hermanos Born).

Pese a todo, disociarse de la figura paternal de Fidel Castro sigue siendo un desafío, cuya superación les tomará años a las izquierdas latinoamericanas. Como muy bien apunta Zanatta, Castro es un mito, un santo. Y estos no mueren. O bien reviven apenas se les evoca.
Quizás intuyendo aquello, su camino hacia la muerte fue diseñada con trazos de épica. Sus sencillas columnas con reflexiones sobre lo humano y lo divino, las visitas en su lecho de enfermo, el sillón vacío en las oficinas de gobierno. Toda una escenografía ajena a las terrenales contradicciones humanas.
Sin embargo, los cubanos han ido comprendiendo que ese coqueteo de Fidel Castro con la eternidad y la gloria tiene límites. El principal es uno muy subjetivo, la opacidad de sus herederos. Es un aura gris, que va a contrapelo del tremendo gusto cubano por dirigentes con carisma. Las protestas indican que parecen haber aprendido que el poder lo detentan ahora personas que no son ni eternos ni salvíficos.


  

Historia del azúcar y su importancia en Cuba.




“Sin azúcar no hay país”.
Así decía una muy popular frase cubana antes del comunismo, atribuida al hacendado José Manuel Casanova, y que llegó a ensamblarse a la cultura e idiosincrasia cubanas.
Algunos pensaban que era solo una metáfora, o una exageración. Pero el gobierno de Fidel Castro se encargaron de mostrar que era la pura verdad. Hoy en la isla no hay azúcar, y tampoco hay país con viabilidad económica, salvo el turismo, el ron y tabaco.

Historia del azúcar.

Consumimos azúcar de la mañana a la noche. Con el café o té del desayuno, en productos lácteos e industriales, en postres o en jarabes medicinales. Si hay algo que celebrar o si, por el contrario, estamos tristes, cansados, nerviosos o con necesidad de levantar el ánimo, probablemente nuestra recompensa o consuelo sean unos pasteles o galletas. El azúcar está por todas partes.
A lo largo de los siglos, ha pasado de ser un exclusivo lujo a un ingrediente cotidiano y de primera necesidad. Alentó enfrentamientos entre imperios por el control de los lugares donde se producía; su historia es la de la explotación humana y la avaricia sin freno.

La caña azucarera surgió en alguna parte entre el sur de India, Indonesia y China. Encontramos referencias antiquísimas en textos literarios de India, y sabemos que el término azúcar proviene del sánscrito “sarkara”, que significa arena o piedrecillas. Diversas menciones indican que tanto griegos como romanos lo conocían y le atribuían virtudes medicinales. Dioscórides –botanista romano del siglo I– lo aconsejaba para aliviar los problemas de estómago y vejiga, así como para sanar la debilidad de la vista. También médico Galeno (siglos II-III) lo recomendaba para la vista y para reducir el dolor.
Sin embargo, aunque se lo cite entre los ingredientes de esas y otras recetas, el historiador Mohamed Ouerfelli advierte de que no se trataba del azúcar tal como lo conocemos hoy. Cultivado desde la Antigüedad, las primeras técnicas para refinarlo, aún muy toscas, habrían aparecido entre el siglo IV a. C. y el I de nuestra era. Hasta entonces, la caña se chupaba o masticaba directamente.
A partir del siglo VIII se empezó a conocer en Europa. Los árabes la introdujeron en la península ibérica, junto con las sofisticadas técnicas de irrigación indispensables para su cultivo. Desde aquí, se habría difundido hacia otras zonas de la cuenca del Mediterráneo aptas para plantarla. Sultanes y califas empleaban el azúcar para aderezar platos y, en ocasiones, como afrodisíaco o medicina, pero, sobre todo, para agasajar a invitados especiales. Para el grueso de la población, solía ser una gracia que algún sultán dispensaba en muy contadas celebraciones.
Fue también en el mundo árabe donde se lograron importantes adelantos en cuanto a su refinamiento, métodos que pervivieron durante largos siglos. Solo en el XVIII, el azúcar habría comenzado a producirse tal como lo conocemos.

Mano de obra esclava

A fines del siglo XIV, el Imperio otomano atravesó un período de inestabilidad, con una crisis económica y política que hizo que el azúcar escaseara y aumentará su precio. Los comerciantes genoveses dirigieron su atención al reino de Granada para captar su producción y poder sostener el comercio internacional. También Sicilia y Valencia salieron beneficiadas con la situación, aunque la coyuntura les fue favorable sólo durante un breve lapso de tiempo.
En el siglo XV, españoles y portugueses se apoderaron de varias islas del Atlántico como Madeira, las Azores, Santo Tomé y las Canarias. Todas ellas reunían condiciones ideales para el cultivo de la caña azucarera. Lo único que condicionaba el éxito de esa operación era la falta de mano de obra. Si bien hay dudas sobre el uso de esclavos en la producción azucarera hasta ese momento, es un hecho innegable que, a partir de entonces, los portugueses comenzaron a enviar a los esclavos de sus factorías en las costas africanas a las islas, con el fin de servir en el proceso de producción. Discretamente, fue tomando forma un modelo de explotación que condenaría a millones de africanos a un infierno en vida.

El redescubrimiento de las Canarias, o la difícil conquista del paraíso

Durante la Edad Media, la producción azucarera era una actividad sumamente lucrativa, pero también muy compleja, que requería, más allá del cultivo, la construcción y la explotación de trapiches (los molinos para extraer el jugo), una logística para el transporte, buenas redes comerciales y estructuras financieras sólidas. Esto es, una organización sin falla ni margen para la improvisación, que escapaba a las posibilidades de la mayoría de los comerciantes o productores.
Ouerfelli explica que las necesidades del negocio llevaron a la creación de estructuras en las que se asociaron comerciantes de diferentes orígenes (genoveses, toscanos, venecianos o catalanes) con prestamistas y productores locales (incluidos nobles y señores) para repartirse las distintas etapas del proceso.
La producción en las islas del Atlántico despegó rápidamente, pero resultó insignificante comparada con las posibilidades que ofrecería América pocos años después. El propio Cristóbal Colón, en su segunda expedición, llevó al Nuevo Continente caña azucarera recogida en Canarias, que, gracias al clima cálido y húmedo del Caribe, creció a un ritmo que superó todas las expectativas imaginables.
Sin embargo, para la monarquía española, a diferencia de lo que pensaban sus rivales, el negocio del azúcar no era en absoluto prioritario. La plata y el oro eran los productos más valiosos que el Nuevo Continente tenía que ofrecer, y, por tanto, la obsesión de los conquistadores.
El Tratado de Tordesillas (1494) otorgó a los portugueses el derecho a colonizar Brasil. Allí, a falta de metales preciosos, se daban excelentes condiciones para el cultivo de la caña, aunque, como los nativos no se dejaban esclavizar fácilmente, aplicaron el modelo que habían puesto a punto en las islas del Atlántico. Es decir, aprovecharon la red de intercambios comerciales establecida en África y comenzaron a llevarse esclavos de allí para completar (y, en algunos casos, para reemplazar) la captura de nativos. La inversión resultó provechosa: entre 1520 y 1530, Brasil comenzó a exportar azúcar crudo a la metrópolis. Sus competidores copiarían al pie de la letra ese modelo.
Aunque los imperios rivales de España no tuvieron la suerte de contar con minas de metales preciosos entre sus dominios, desde el siglo XVI, el azúcar constituyó, ciertamente, el principal producto de exportación americano tras la plata, lo que sirvió para vincular las economías de distintas regiones del mundo.
Con el comercio triangular, los europeos llevaban baratijas, productos textiles, ron o armas al continente africano, que intercambiaban por esclavos. Luego vendían a estos en América a cambio de plata y materias primas (como azúcar o tabaco), destinadas, a su vez, a Europa, desde donde seguirán rumbo a otros mercados. De este modo, el grueso del azúcar producido en América se refinaban en el Viejo Continente y una parte se reexportaba a otras partes del mundo.

El Caribe.

El Caribe estuvo inmediatamente en el punto de mira de los imperios rivales, y fue escenario frecuente de saqueos, batallas y usurpaciones. Inglaterra se apoderó de varias islas, entre ellas, Barbados (1625) y Jamaica (1655), grandes exportadoras de azúcar. Pese a que se producían otros bienes, los británicos llamaban a estas islas Sugar Islands (islas del azúcar), detalle que no deja lugar a dudas sobre la utilidad que revestían para ellos.
Francia tampoco se quedó atrás. Desde la isla de Tortuga, donde se habían instalado en 1625, atacaron en varias ocasiones La Española, hasta que, a fines del siglo XVII, España se vio forzada a cederles su parte occidental, el actual Haití.
El azúcar se había convertido en un extraordinario rubro de exportación desde el Nuevo Mundo
Como consecuencia de las guerras y las patologías que los europeos habían llevado a la región, disminuyó seriamente la población nativa (cuando no desapareció por completo), por lo que se planteó, una vez más, el problema de la falta de mano de obra. Con naturalidad, se optó por la importación de esclavos africanos.
El clima cálido y húmedo en el que crece la caña, las enfermedades que favorece, los ritmos de trabajo inhumano y las atroces condiciones de vida a que eran sometidos los esclavos dieron como resultado una alta mortalidad, a la vez que, en ocasiones, provocaron revueltas.
El azúcar se había convertido en un extraordinario rubro de exportación desde el Nuevo Mundo. Según el historiador Manuel Moreno Fraginals, si nos basamos en su valor, ya desde el siglo XVII era la mercancía que ocupaba el primer lugar en importancia entre todas las transacciones del comercio internacional.
Y es que, mientras tanto, en 1650 había aparecido en Europa la primera “coffee house”, en la ciudad de Oxford, inaugurando una nueva era de sociabilidad y hábitos alimentarios. Hasta entonces, en el Viejo Continente, el azúcar era un producto exótico que consumían los más ricos por placer, cuando no por sus supuestas virtudes medicinales. Las cafeterías lo cambiaron todo.
Este tipo de locales estaba muy difundido en el mundo musulmán: la gente de recursos se reunía allí a tomar café, conversar, discutir de política, leer, jugar al backgammon o hacer negocios. 
La cafetería de Oxford fue un éxito inmediato entre las clases acomodadas, y pronto aparecieron establecimientos similares en todas las ciudades importantes europeas. Se popularizó el consumo de bebidas como el café de la península arábiga, el té asiático (que había desembarcado un tiempo antes en Holanda y al que también se le suponían virtudes medicinales) o el cacao americano. Eran bebidas amargas, mucho más agradables al paladar si se acompañaban de azúcar.
El antropólogo Sidney Mintz explica en su libro Sweetness and Power. The Place of Sugar in Modern History que agregar azúcar a esas bebidas fue una innovación enteramente europea y el punto de inflexión a partir del cual el consumo de ese endulzante se comenzó a difundir a otros sectores de la sociedad.
Con el progresivo aumento de la demanda europea y las ganancias que prometía el azúcar, unos y otros se movilizaron para intensificar su producción. Aunque las guerras entre potencias colonizadoras por el control del territorio hicieron que escaseara a menudo y que se disparasen los precios (igual que los beneficios), la producción masiva llevó a la bajada de los precios. Así, cada vez más gente pudo permitirse poner algo de azúcar en el té o café. ¿La consecuencia? El tráfico de esclavos aumentó al ritmo impuesto por el creciente apetito europeo.
Con el tiempo, ingleses y franceses desplazaron a los portugueses como principales productores. Hacia 1775, se vendían unas doscientas mil toneladas en Europa, de las que Gran Bretaña y Francia producían un 40% cada una.
Si bien Cuba reunía todas las condiciones para una óptima producción, allí la monarquía hispana había centrado su interés en el monopolio del tabaco. De este modo, el sector azucarero quedó en manos de los criollos, quienes se encargaban de realizar todo el proceso, desde el cultivo hasta el refinamiento en sus plantaciones. Manuel Moreno Fraginals explica que sus competidores, por el contrario, contaban con el apoyo y la protección de sus respectivos Estados.
Y es que el español no podía proveerles de inversiones o esclavos, mientras que los rivales no solo gozaban de esos valiosos beneficios, sino que enviaban a Europa la cosecha cruda con el fin de ser procesada en las refinerías instaladas en zonas portuarias como Londres, Liverpool, Marsella o Ámsterdam. De paso, las metrópolis conservaban el control de la distribución hacia otros mercados.
A fines del siglo XVIII, Saint-Domingue (actual Haití) era la colonia más rica de las Antillas, la perla del Caribe. La población de origen africano superaba el 90%, y su producción eclipsaba a la de las islas inglesas y españolas.
Entre 1791 y 1804 estalló allí una revolución de extrema violencia, única en muchos sentidos. La población esclava se hizo eco de la Revolución Francesa, y, apropiándose de su lenguaje y sus consignas de libertad, igualdad y fraternidad, desencadenó una revuelta que resistió, con éxito, todos los intentos de los franceses para retomar el control, así como de los oportunistas británicos y españoles, que intentaron hacerse con la colonia.
En consecuencia, muchos dueños de plantaciones fueron asesinados o se vieron forzados a emigrar. Algunos de ellos se refugiaron en Cuba, donde participaron en el impulso que la explotación azucarera a gran escala cobró allí, en buena medida, gracias a la ruina de Haití.
La revolución haitiana repercutió, inmediatamente y por diferentes motivos, en el vecindario. Por una parte, porque su onda expansiva alentó rebeliones en otras zonas en las que había plantaciones, como Cuba, Guadalupe o Puerto Rico. Por otra, porque infundió un profundo temor entre los peninsulares y criollos en Hispanoamérica. Sea como fuere, la obtención de azúcar a partir de la remolacha llevaría a disminuir la presión por la producción azucarera en las islas caribeñas.
Y si, a pesar de la resistencia, la esclavitud se fue extinguiendo a lo largo del siglo XIX, la mano de obra esclava acabó siendo reemplazada, a menudo, por contratos que imponían condiciones de trabajo comparables a ese estado, cuando no peores en algunos casos.

Cuba.

La caña de azúcar llegó a Cuba procedente de Santo Domingo, traída por los navegantes españoles, liderados por el conquistador Diego Velázquez, los cuales desembarcaron por punta de Güincho en la Bahía de Nuevitas, el 13 de mayo de 1516.
Desde esa época los colonos comienzan a extraer el guarapo, jugo de la caña dulce exprimida, que por vaporización produce el azúcar , para fabricar azúcar, en forma primitiva, por medio de prensar la caña. El sobrante de esta elaboración de azúcar casera se utilizaba principalmente para negociar con otros colonos, y unida a otros productos mercadear con los piratas del caribe para obtener esclavos.
En el siglo XVII, se siguen instalando diferentes tipos de trapiches en Cuba, y para finales de 1600 ya funcionaban unos 60. Cuba seguía a la saga de La Española y otras colonias en la producción de azúcar. En 1595, se construyó el primer ingenio en La Habana al que siguieron otros que producían miel y raspadura.
La producción de azúcar  de cuba, careció de importancia hasta que la ocupación británica de La Habana en 1762 estimuló el comercio del azúcar.
Durante la época napoleónica los puertos cubanos fueron abiertos al comercio extranjero, se estimuló la importación de esclavos y la colonización por medio de inmigrantes. Los hacendados cubanos se beneficiaron de los mercados azucareros de Estados Unidos de América y Gran Bretaña.
El auge de la industria estuvo acompañado por una gran dependencia respecto al mercado estados unidos, el cual a mediados del siglo importaba el 54 por ciento de todo el azúcar vendido. A partir de 1877, el porcentaje se mantuvo sobre el 80 por ciento hasta finales de siglo, cuando llegó a alcanzar más del 90 por ciento. Esto originó la singular situación de que Cuba, como colonia española, dependía políticamente de Madrid pero económicamente estaba ligada a Estados Unidos de América.
La Guerra de  Independencia, iniciada en 1895, provocó la destrucción de gran parte de la industria. Si en 1894 se llegó a producir más de un millón de toneladas métricas de azúcar, al final de la guerra, en 1898, sólo se alcanzaron 259.331 toneladas.

Las Haciendas azucareras.

Casi tres siglos después es que comienza a crecer de manera significativa el área sembrada y la producción azucarera. Fue muy rudimentaria en sus inicios, con trapiches movidos por bueyes o corrientes de agua.
Hace unos 200 años comenzó a utilizarse el vapor para mover los molinos y concentrar el guarapo; con ello se logra el acelerado crecimiento en la producción de caña y azúcar en la Isla.
Pasada varias décadas del siglo XVIII, Cuba continuó detrás de La Española en la elaboración de azúcar, específicamente de Haití, que era la primera en ese tiempo. Pero tras ocurrir la rebelión de los esclavos en ese país, la primera revolución haitiana arruina su producción azucarera. Entonces, pocos años después, Cuba se convierte en el primer productor de azúcar mundial.
En 1837, se introduce el ferrocarril para transportar el azúcar desde Ingenios a los puertos y es el primer elemento de la Revolución Industrial que transforma completamente las condiciones cubanas de producción. Su instalación fue un fenómeno netamente azucarero, y por eso la primera línea se tiende directamente al corazón productor de La HabanaSan Julián de los Güines.
El primer tramo se inauguró el día 19 de noviembre del propio año, en Bejucal. A partir de entonces, y en un rápido periodo de diez años, las líneas férreas comunican todas las áreas azucareras de Cuba.

Edad de oro


A principios del siglo XIX, con la introducción de la máquina de vapor perfeccionada por Richard Trevithick, es cuando Cuba entra en la gran era del azúcar. Para 1830 ya habían más de mil ingenios que producían unas 94 000 toneladas, y cuando en 1837 llega la locomotora de vapor a Cuba, se incrementa aún más la elaboración de azúcar.
A mitad de siglo XIX, comienzan las mejoras en las técnicas de los ingenios para producir más azúcar. En 1850 es puesta en marcha la primera centrifuga instalada en Cuba en el Central “Amistad”. Esta había sido traída el año anterior por el Dr. Eduardo Finlay, padre del que después sería el eminente científico Carlos J. Finlay.
Pero ya en 1880 se instauran la máquina de vapor en los ingenios, con lo cual se amplían y se expanden, apareciendo así los primeros centrales.
A finales de ese siglo, debido a la modernización de los ingenios azucareros, y el poder transportar la caña por medio del ferrocarril desde fincas lejanas, el número de estas instalaciones se reduce de unos 2 000, a alrededor de 500 establecimientos.

Cuba independiente.

La independencia de Cuba permitió la reorganización de la industria azucarera sobre bases más ventajosas, al desaparecer la inseguridad en el porvenir político y asegurarse el mercado estados unidos . Esto quedó reflejado en el Tratado de Reciprocidad Comercial suscrito el 11 de diciembre de 1902, que si bien benefició el desarrollo azucarero también consolidó las características monoproductora y monoexportadora de la economía cubana y su conversión en un apéndice azucarero de Estados Unidos.
 En este escenario, la abundante irrupción del capital estadounidenses  trajo consigo una impactante recuperación. Ya en 1905 se produjeron un millón 200 mil toneladas de azúcar, cantidad superior a cualquier volumen alcanzado en tiempos de la colonia.
Con posterioridad, la industria azucarera se desarrolló con cierta estabilidad, beneficiándose de su prioridad en el mercado estadounidense . En 1919, a causa de los efectos de la Primera Guerra Mundial, el precio del azúcar se disparó, lo que provocó una prosperidad que parecía no tener límites. Sucedió lo que entonces se conoció como la “Danza de los Millones”. Al influjo de esta situación,en 1919 se hizo la primera zafra de más de cuatro millones de toneladas, por lo que Cuba llegó a tener una de sus mayores participaciones en la producción azucarera mundial (26,09 por ciento).
Pero la danza terminó. La cotización del azúcar se vino abajo repentinamente y, si en 1920 la zafra tuvo un valor superior a mil millones de pesos, cifra astronómica para aquella época, su monto no sobrepasó los 275 millones de pesos en 1921. La economía se derrumbó y sobrevino un crack bancario que arruinó a miles de propietarios cubanos y condujo a la quiebra de muchos bancos nacionales.
La Danza de los Millones trajo otras consecuencias a la economía cubana. El alza desmesurada de los precios del azúcar en el mercado mundial incitó a otros países a desarrollar sus propias industrias, ya fuera a base del cultivo de la remolacha o la caña de azúcar, incluidos los Estados Unidos de América y áreas bajo su dominio, como Puerto Rico, Hawai, Filipinas e Islas Vírgenes. Por ello, a mitad de la década de los años 1920 comenzaron a surgir problemas para vender la producción cubana, lo que creó importantes excedentes.

Con la intervención de los Estados Unidos, el gobierno militar estadounidense  se promulga la Orden Nº 62 sobre el deslinde de tierras que facilita a los inversionistas su adquisición. En el siglo XX, con la introducción de nuevos equipos, los centrales azucareros se modernizan, se construyeron algunos con nueva tecnología, y por ende su número disminuye.
Comienza la penetración del capital inversionista estadounidenses  en la industria azucarera. Durante esta época fueron construidos 75 centrales de gran capacidad.
En 1927 se efectuó, en París, la Primera Conferencia Internacional azucarera, a la cual asistieron representantes de Cuba. Comenzó la creación de instituciones como el Instituto Cubano de Estabilización del Azúcar, en 1931.
En 1952, se produce la mayor zafra de la industria en la primera república cubana con 7.2 millones de toneladas.

Revolución cubana.

Desde el inicio de revolución cubana de 1959, se trazó una estrategia de diversificación de la agricultura, teniendo como uno de los objetivos fundamentales reducir la dependencia monoproductora del azúcar, pero fracasó estrepitosamente por factores externos, no obstante, por más de treinta años, esta industria ocupó el liderazgo en la estrategia de desarrollo económico del país, siendo principal riqueza, como era en la época colonial y primera república cubana.
En el 1960, comienza la colectivización y nacionalización de las industrias azucareras, vinculadas a los 161 centrales  azucareras existentes entonces. A partir de 1962 y hasta la década de 1990, la producción azucarera registró importantes crecimientos; los rendimientos agrícolas se duplicaron, desempeñando un papel significativo el aseguramiento de los insumos productivos agrícolas e industriales y toda una serie de medidas que estimularon a los productores de la agroindustria. 
En 1970 se logró el mayor nivel de producción de azúcar para un año, hasta el presente, de 8,6 millones de toneladas.

Mercado Internacional azucar.

Con el triunfo de la revolución en 1959, grandes esperanzas se suscitaron sobre el desarrollo de la economía. En primer lugar, se esperaba que la diversificación dejara atrás la alta dependencia respecto al azúcar y, por otra parte, se daba por seguro la eliminación del latifundio. Este sentimiento fue estimulado por la Primera Ley de Reforma Agraria, del 17 de mayo de 1959.
Esas expectativas no se cumplieron. Cuba siguió el camino azucarero, ligada a los mercados del Este de Europa. El latifundio se mantuvo, ahora con ropaje estatal.La confiscación de los centrales azucareros y las plantaciones, en lugar de promover la eficiencia, provocó todo lo contrario.
Los rendimientos agrícolas se mantuvieron muy bajos, a pesar de los grandes consumos de fertilizantes y otros insumos, así como las altas tasas de mecanización. Peor sucedió con el rendimiento industrial de la caña procesada que bajó a niveles significativamente inferiores a los logrados antes de 1959.
Por otra parte, muy poco se realizó en cuanto a la diversificación de los productos de la industria azucarera. Se hizo caso omiso a los retos que ya eran visibles a mediados del siglo XX por el surgimiento de una serie de edulcorantes sintéticos, a los que se añadieron otros productos, como el sirope de maíz, los cuales con su competencia iban desvalorizando el azúcar en los mercados internacionales.La estrategia seguida por las autoridades se basó exclusivamente en el alto precio que hasta fines de los años 1980 pagó a Cuba el bloque soviético, lo cual, al parecer, llevó a pensar que esa coyuntura favorable persistiría por siempre.

Después del período Especial.

Cuando se produjeron  la caída la Europa socialismo real y la desintegración de la URSS, se afectó la estabilidad del país, al modificarse el carácter de las relaciones económica bilaterales. Se rompe la división internacional del trabajo concertada en el Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME), bajo la que se impulsaban los planes de desarrollo industrial en Cuba.
Este período transformó la sociedad cubana y su economía, y obligó a realizar reajustes estructurales. La escasez de combustibles afectó tanto a la agricultura cubana -ya que era necesario para el funcionamiento de los tractores, las cosechadoras y las segadoras- como a la capacidad industrial.

El proceso de reestructuración industrial hasta entonces impulsado por la Segunda República Cubana Socialista se vio colapsada y arruinado. La política de redimensionamiento debió concentrarse en el cierre de líneas de producción, la reorganización de flujos productivos, reconversión y racionalización de producciones.
En 1998, se proyectó el desarrollo de la industria azucarera hacia el año 2010 basándose en objetivos estratégicos. Se esperaba consolidar la producción de 5,5 millones de toneladas para el año 2002. Fue puesto en práctica el reordenamiento del sector azucarero cubano. Esto significó realizar una selección de 70 centrales a nivel nacional, con áreas de caña en las mejores tierras, y que por sus condiciones técnicas y de eficiencia económica se mantuvieron produciendo. Otros 14 ingenios quedaron dedicados a la producción de derivados en cumplimiento del objetivo de diversificar la industria azucarera; se le dio vital importancia a esta línea de trabajo. Entre estos productos se encontraban el alcohol y las mieles destinadas al alimento del ganado.
Mientras, a nivel nacional, un centenar de ingenios azucareros dejaron de fabricar azúcar y otros productos industriales. Un número de ellos se destinó para utilizar sus partes y piezas en la reparación de los centrales que continuaron produciendo azúcar y derivados; otros para el desarrollo de las empresas del sector en los próximos años, y el resto se convirtieron en museos.

Fin de era del azúcar.


Ingenios en ruinas.


Para poner el fin era del azúcar, el primer ministro Fidel Castro a principios del presente siglo sentenció: “El azúcar es la ruina de Cuba” y desmanteló 100 de las 156 centrales  de azúcar. La isla registra los más bajos rendimientos cañeros de Latinoamérica y probablemente del mundo: entre 24 y 41 toneladas de caña por hectárea, comparadas con las 74-80 toneladas del promedio mundial. 
En la zafra 2021-2022 se produjeron solo 473,000 toneladas y el país no solo no puede exportar azúcar, sino que tiene que importarla para cubrir el consumo nacional, que oscila entre 600,000 y 700,000 TM.
En la zafra que recién acaba de terminar solo molieron 38 centrales. La mayoría de ellos muy ineficientes, con tecnología obsoleta, serios problemas de mantenimiento y problemas de maquinarias, insumos, falta de piezas de repuesto y lo más importante: ausencia de capital financiero para poder resolver todos estos problemas.


Desde mediado del siglo XVIII, la producción agro industrial  del azúcar cubana, fue la más importante ingreso nacional, hasta fines del siglo XX, que se puso fin era oro de este producto agricula. La industria azucarera, símbolo de la historia y la cultura de la nación cubana dejó de serlo. Un símbolo que la sabiduría condensó en una frase definitoria de  la  identidad: "Sin azúcar no hay país" . ¿Y entonces, si nos estamos quedando sin azúcar?


José Manuel Casanova Diviño.(1884-1949) Empresario y político cubano. Senador de la República. Conocido como El Zar del Azúcar por sus intereses en la industrias y sus maniobras de especulación. Dirigió múltiples delegaciones cubanas a conferencias azucareras en Europa y negoció la venta de las zafras cubanas de 1942 a 1947 en Estados Unidos. Fue también representante de Cuba en Consejo Internacional Azucarero con sede Londres. En su país presidió la Asociación Nacional de Hacendados desde 1933 hasta su muerte en 1949.


  


El azúcar, entre el esplendor y la decadencia.

El historiador Oscar Zanetti Lecuona rebate ideas preconcebidas sobre el mundo del azúcar y considera que Cuba tendría aún oportunidades en la explotación de la caña.

BORIS GONZÁLEZ ARENAS
La Habana 27 Ene 2017 

La obra historiográfica de Oscar Zanetti Lecuona (La Habana, 1946) es diversa. Abarca los estudios históricos en general y la filosofía de la historia; el énfasis de su trabajo, no obstante, recae sobre la historia económica de Cuba. En sus libros se asientan con encomiable precisión técnica, pero también con alta calidad narrativa, los procesos vinculados a nuestro desarrollo económico y sus repercusiones sociales.
En esta entrevista para DIARIO DE CUBA el autor de Esplendor y decadencia del azúcar en las Antillas hispanas (Ruth Casa Editorial-Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2012), La República, notas sobre economía y sociedad (Ciencias Sociales, La Habana, 2006), entre muchos otros títulos, aborda la importancia del azúcar para nuestro desarrollo histórico, nuestro presente y las posibilidades que se abren para el porvenir.
Oscar Zanetti es académico de número de la Academia de la Historia de Cuba y académico de mérito de la Academia de Ciencias de Cuba. Es además miembro correspondiente de la Academia Dominicana de la Historia y miembro honorario extranjero de la Academia Americana de Artes y Ciencias.

En su libro Esplendor y decadencia del azúcar… usted estudia el desarrollo de este cultivo y su impacto social, político y económico. ¿Se puede decir que nuestras culturas están determinadas por el cultivo del azúcar?
A todas estas islas de las Antillas en un tiempo incluso se les llamó "las islas del azúcar". Entre finales del siglo XVII y principios del XX fueron las principales proveedoras de azúcar del mundo. Por lo tanto, la naturalización del azúcar y los elementos que forman parte de su producción, como la plantación, la empresa, y la esclavitud como elemento consustancial, sin dudas da un perfil común a todas las Antillas. Pero aunque el azúcar se siga produciendo en la mayor parte de ellas (en algunas ha desaparecido, como es el caso de Puerto Rico), de todas maneras ya hoy, si tú me preguntaras qué cosa es el común denominador de las Antillas, yo te diría que es el turismo.
Y en alguna medida se corre el riesgo de que el turismo, desde el punto de vista económico y social, represente lo que fue el azúcar siglos atrás, para bien y para mal.
Un central azucarero era una entidad independiente del resto del país, una especie de autarquía. ¿Era determinante esta característica en los países que basaban su economía en la producción de azúcar?
Yo no te diría que fuera independiente de la economía del país. Lo que pasa que hay un elemento muy característico de la economía cubana, en relación de otros países productores de lo que se llaman commodities o productos básicos. Digamos, en los países que han sido esencialmente mineros o petroleros, las zonas de explotación de ese producto están concentradas en el área de ese recurso natural. El caso del azúcar no es así, el azúcar va extendiendo su producción donde quiera que encuentra recursos desde el punto de vista de tierra y clima que lo permite. Y, de hecho, en Cuba nosotros no tenemos un núcleo azucarero, como tampoco lo había en Puerto Rico; es todo el territorio de la Isla, siempre y cuando sirviera para la producción cañera.

Pero ninguna de esas unidades funciona aparte de la economía nacional, están dentro de un engranaje. Lo que sí, a escala de las localidades, se constituyen en una especie de mundos, tampoco te diría autárquicos, porque trabajan para la exportación y buena parte de su consumo se abastecía por medio de las importaciones, pero sí son unidades relativamente aisladas dentro del conjunto.
Los centrales eran grandes fábricas con poblaciones asociadas a ellos, sobre todo en la mitad oriental de la Isla. Toda la tierra era propiedad de la compañía azucarera, el medio de transporte fundamental era el ferrocarril de la compañía; en muchos casos los sistemas comerciales o eran controlados por la compañía o de alguna manera la compañía facilitaba los recursos para su instalación. Eso le daba una entidad propia, no podemos decir que aislado del conjunto del país, pero sí con un grado de autonomía que le permitía un funcionamiento interno coherente.

Sus estudios económicos le han permitido esclarecer algunos aspectos que no estaban bien estudiados o solo habían sido abordados de manera superficial y no pocas veces prejuiciada. En su libro Esplendor y decadencia del azúcar en las Antillas hispanas usted analiza la afirmación de que la producción de azúcar en Cuba se atrasa por el régimen de cuotas instrumentado por EEUU y demuestra que es una observación inexacta.  
El problema estriba en que la historia y sobre todo la historia contemporánea, tanto en Cuba como en otras partes, a veces se construye sobre la base del periodismo y de las observaciones de los periodistas que, como son observaciones del momento, no pueden ir siempre a la profundidad del problema; entonces se toman como verdades absolutas o se generalizan más allá de sus límites.
Eso pasa, por ejemplo, con el mismo latifundio. El cultivo cañero en que se sustenta la producción de azúcar era una producción latifundiaria y todo el mundo te dice que Cuba era un enorme latifundio. Y es cierto, desde el punto de vista de las relaciones de propiedad, las grandes compañías azucareras, norteamericanas y algunas cubanas también, sobre todo en la mitad oriental, adquirieron extensiones enormes de tierra. Pero salvo un caso excepcional, que fue la United Fruit Company, las compañías azucareras no solían producir la caña por sí mismas y lo que hacían con esas tierras era arrendarlas a colonos de muy distintas dimensiones que eran los que producían la caña. Y entonces tenías colonias de 100 caballerías que podían producir tres, cuatro millones de arrobas de caña, y también había colonos pequeños que producían 40.000, 50.000 arrobas.

Por tanto tienes que el latifundio era una realidad desde el punto de vista de la propiedad, pero no desde el punto de vista de la explotación de la tierra, porque ese latifundio estaba siendo explotado en unidades de producción mucho más pequeñas.
Cuando analizas el latifundio tienes que ver esto. Porque eso incluso en un momento determinado en la estrategia económica de la Revolución en la agricultura, asociado también a un concepto de orden tecnológico, llevó a considerar que lo más rentable y lo óptimo eran las grandes granjas estatales, que de alguna manera sustituían el latifundio, pero en este caso sí sustituían el latifundio no como propiedad sino desde el punto de vista funcional y hacían mucho más difícil todo el proceso de administración. Porque, por lo general, las unidades productivas agrícolas en la época del capitalismo nunca alcanzaron las dimensiones de algunas de las granjas del pueblo.
Eso por ponerte un ejemplo. Pero también lo hay desde el punto de vista tecnológico. Sin dudas, la industria azucarera se estanca en cuanto se asimila a un régimen de cuotas, ya fuese determinado por la cuota azucarera norteamericana o por la participación en los convenios azucareros internacionales.

Se estanca desde el punto de vista de los topes productivos. Sin embargo, esa producción se realiza cada vez en menos tiempo. La zafra promedio de la década del 50 dura unos 25 días menos que la zafra de la década del 20. Y eso sobre la base de un incremento de la productividad del trabajo que se obtiene sin grandes modificaciones tecnológicas, porque de hecho la tecnología industrial azucarera durante buena parte del siglo XX, en el mundo, apenas se modifica. Pero sí con determinadas acciones puntuales o sea, los tachos automáticos, la automatización de las centrífugas, por ejemplo.
¿Hay alguna expectativa para la industria azucarera en Cuba? ¿Usted cree que puede jugar un papel en la economía cubana?
Bueno, de hecho, después del redimensionamiento asumido a finales del siglo pasado, que significó la liquidación de las dos terceras partes de las fábricas azucareras, desde el año 2010 se produjo una reestructuración de la industria en condiciones de precios más favorables para el azúcar.
Y se ha comenzado a invertir, tanto en la parte agrícola como en la industrial. También se han introducido cambios en las formas de gestión, transfiriendo la producción cañera a privados y cooperativas de distinto tipo, se han rehabilitado algunos centrales que llevaban casi una década paralizados. Eso es una medida acertada, porque en realidad la decisión de reestructuración era resultado de una coyuntura que fue la expansión brasileña en el mercado.

Brasil, en un lapso de una década, triplica su producción e inunda el mercado de azúcar con 15 millones de toneladas y eso bajó los precios, y las expectativas eran que los precios permanecerían bajos. Sin embargo, el mercado no se comportó exactamente así porque la entrada de grandes consumidores asiáticos como China incrementaron la demanda, y de hecho el azúcar entre 2008 y 2012 llega a alcanzar muy buenos precios.
Esa es la característica histórica del mercado azucarero, ser de altas y bajas. Situación fluctuante que tú puedes enfrentar, y esta es la clave del asunto, en la medida en que tú no saques de la caña exclusivamente azúcar. La caña tiene una gama muy grande de posibilidades, desde el punto de vista de los derivados, de los subproductos, que su producción puede tener entidad por sí mismos y, si aprovechas esos subproductos, que antes botabas, estás teniendo otros ingresos adicionales al azúcar que aumentan tu ingreso total y que te permiten enfrentar los costos de producción y obtener ganancias.

Con esa perspectiva, sin dudas, el cultivo de la caña en Cuba tiene condiciones favorables con relación a otros cultivos. Y sobre todo, frente al hecho cierto de que la mayoría de los terrenos abandonados por la caña en la década pasada no se dedicaron a otros usos, sino que se invadieron de marabú.
¿Qué déficits señalaría usted en nuestros estudios históricos sobre el azúcar? ¿Épocas, tendencias, regiones?
Yo creo que hay etapas relativamente bien estudiadas de la historia azucarera de Cuba y hay etapas en las cuales los estudios, como investigaciones propiamente dichas, son muy limitados.
Los puertorriqueños han hecho mucho más estudios empresariales del azúcar que nosotros. Aquí el único estudio empresarial azucarero grande que se hizo fue nuestro estudio inicial sobre la United Fruit Company y después algunos investigadores a escala local, en Guantánamo y en otras provincias del país, han investigado alguna compañía azucarera en particular, pero sobre bases muy limitadas.
Eso en la etapa del capitalismo, pero prácticamente toda la historia de la economía azucarera en la etapa de la Revolución está por hacer. Porque lo que yo trabajé en mi libro Esplendor y decadencia del azúcar en las Antillas hispanas fue a escala muy limitada, muy general, pero hay montones de estudios monográficos concretos que haría falta desarrollar para poder establecer problemas históricos importantes.
El problema aquí, tanto en el capitalismo como con la etapa de la Revolución, es otro, que es el problema de las fuentes. Porque tras la nacionalización de los centrales, hubo muchos casos en los cuales quienes asumieron las administraciones no tenían conciencia de la importancia de la documentación y mucha documentación se perdió. 
Pero lo más triste es que esa situación se repitió durante la reestructuración o el redimensionamiento azucarero a principios de este siglo y, a pesar de que las autoridades (en aquel momento el Ministerio del Azúcar que estaba llevando a cabo el proceso) dictaron normas y nos aseguraban a los historiadores que esa documentación iba a ser preservada, en la práctica no fue así, y mucho, yo te diría que la inmensa mayoría de los archivos de los centrales azucareros que desaparecieron, desaparecieron junto con ellos.

LOS CUBANOS ESTADOUNIDENSES, HERENCIA DE LA REVOLUCIÓN CUBANA.

 

La principal herencia de Fidel Castro y su revolución fue el éxodo y exilio de los cubanos hacia estados unidos, principalmente en la ciudad de Miami.



Los cubano estadounidenses son cubanos que emigraron hacia los Estados Unidos, se nacionalizaron en esta nación norteamericana; y  por sus descendientes que viven en ese país, independientemente de su origen racial o étnico. 
Los cubanos estadounidenses  es la tercera comunidad hispana de los Estados Unidos, después de los mexicanos y puertorriqueños. Sus aportaciones más relevantes son el campo de las artes, los negocios, y una incidencia sobredimensionada en la política estadounidense. .

EXILIO.

Tras el triunfo de la Revolución cubana en 1959, un gran número de cubanos emigró a los Estados Unidos, radicándose la mayor parte de ellos en Miami. Estos primeros cubanos salieron de su país debido a los cambios que se estaban produciendo en la isla, que incluyeron la expropiación de tierras, negocios, industrias y la nacionalización de toda la economía cubana.
Después de este éxodo inicial han ocurrido varios incidentes que han provocado salidas masivas de cubanos hacia Estados Unidos.

El 28 de septiembre de 1965, Fidel Castro anunció que hasta el 10 de octubre el puerto de Camarioca estaría abierto para todos los emigrados que quisieran llevarse a sus familiares. El puerto estuvo abierto hasta el 15 de noviembre de 1965. Por esa vía salieron 2.979 cubanos, y otros 2.104 quedaron en Camarioca hasta que fueron recogidos en barcos alquilados por el gobierno de Estados Unidos.
Tras el fin de las operaciones en Camarioca, y según un acuerdo entre Lyndon B. Johnson y Fidel Castro se iniciaron los llamados vuelos de la libertad, una manera más segura y ordenada. Estos vuelos se efectuaron dos veces al día, cinco días a la semana desde el 1 de diciembre de 1965 hasta abril de 1973 cuando fueron cancelados por el presidente Richard Nixon. En estos vuelos viajaron a Estados Unidos 260.561 cubanos.
Entre el 15 de abril y el 31 de octubre de 1980 se produjo otro incidente similar al de Camarioca, conocido como éxodo del Mariel. En esta ocasión 125.000 cubanos abandonaron la isla en botes provenientes de Estados Unidos, a estas personas se les conoce comúnmente como marielitos.
Después de la tragedia del remolcador 13 de Marzo y algunos disturbios posteriores, el 13 de agosto de 1994 Fidel Castro anunció que a partir de ese momento los guardafronteras cubanos se retirarían, permitiendo la salida del país a cualquier persona que así lo quisiera. Esta acción provocó la llamada «crisis de los balseros».
 El 19 de agosto la administración del presidente Bill Clinton ordenó la intercepción de los emigrantes cubanos en alta mar y su traslado a un refugio seguro en la Base Naval de Guantánamo. A ese refugio fueron trasladados 32.362 cubanos, que luego fueron admitidos en los Estados Unidos.
En la actualidad existe un sorteo de visas sólo para ciudadanos cubanos según el cual unos 20.000 cubanos viajan cada año a Estados Unidos. Según cifras de la SINA (Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana),​ en la convocatoria para el sorteo realizada en 1998 se inscribieron 541.000 cubanos.
La comunidad cubana en Estados Unidos incluye algunos exiliados políticos (grandes propietarios al triunfo de la Revolución) aunque abrumadoramente son emigrantes económicos de todas las edades y regiones del país. La comunidad cubana se ha caracterizado tradicionalmente por votar al Partido Republicano, aunque entre las generaciones más jóvenes existe una mayor diversidad de voto.
Muchas áreas metropolitanas de los Estados Unidos tienen importantes poblaciones cubano estadounidense. Estado de la Florida (2 millones en 2023) tiene la mayor concentración de cubano estadounidense  en Estados Unidos. Más de 1.200.000 cubano estadounidense residen en el condado de Miami-Dade, donde constituyen el grupo étnico más grande y constituyen la mayoría de la población en muchos municipios.
A Florida le siguen Texas (140,482), California (100,619), Nueva Jersey (97,842) y Nueva York (74,523). 

El Gran Miami tiene, con diferencia, la mayor concentración de cubano estadounidenses  de cualquier área metropolitana, seguida por la ciudad de Nueva York ; Tampa, Florida ; Áreas del condado de Union y North Hudson, Nueva Jersey , particularmente Union City , Elizabeth , West New York , Houston, Texas y Chicago, Illinois. 
Con una población de 181.250 habitantes, la comunidad cubana del área metropolitana de Nueva York es la más grande fuera de Florida. Casi el 70% de todos los cubano estadounidense  viven en Florida.

Política de inmigración 

Antes de la década de 1980, todos los refugiados de Cuba eran bienvenidos en Estados Unidos como refugiados políticos. Esto cambió en la década de 1990, de modo que sólo los cubanos que llegan a suelo estadounidense reciben refugio bajo la " política de pies secos, pies mojados ". Si bien representa un endurecimiento de la política de inmigración estadounidense, la política de pies secos y pies mojados todavía otorga a los cubanos una posición privilegiada en relación con otros inmigrantes en los Estados Unidos. 
Esta posición privilegiada es la fuente de cierta fricción entre los cubano estadounidense  y otros ciudadanos y residentes latinos en el país. Estados Unidos, aumentando la tensión causada por los intereses divergentes en política exterior de los cubano estadounidenses conservadores. La inmigración cubana también continúa con un número asignado de cubanos (20.000 por año) que reciben visas legales estadounidenses. 
Según un informe del censo estadounidense de 1970, los cubano estadounidenses  estaban presentes en los cincuenta estados. Pero como demostraron informes posteriores del censo, la mayoría de los inmigrantes cubanos se establecieron en el condado de Miami-Dade. 
La emigración desde Cuba comenzó a desacelerarse a finales de los años 1990. Mientras tanto, los cubano estadounidenses  de segunda generación se mudaron cada vez más de enclaves urbanos como La Pequeña Habana y se establecieron en áreas suburbanas como Westchester , mientras que esas áreas urbanas pasaron a ser habitadas por inmigrantes de otras naciones latinoamericanas.
A finales de 1999, los medios de comunicación estadounidenses se centraron en el caso de Elián González, el niño cubano de seis años atrapado en una batalla por la custodia entre sus familiares en Miami y su padre en Cuba. La madre del niño murió tratando de traerlo a Estados Unidos. El 22 de abril de 2000, agentes de inmigración detuvieron a Elián González. González fue devuelto a Cuba para vivir con su padre.
El 12 de enero de 2017, el presidente Barack Obama anunció el cese inmediato de la política de pies secos, pies mojados. El gobierno cubano acordó aceptar el regreso de los nacionales cubanos.  A partir del deshielo entre Estados Unidos y Cuba en 2014, la anticipación del fin de la política había llevado a un mayor número de inmigrantes cubanos. 

Demografía 

En el censo de 2020 había 2.850.422 cubano estadounidenses, y en el censo de 2010 había 1.785.547 (tanto nativos como nacidos en el extranjero), y representaban el 3,5% de todos los latinos y el 0,58% de la población estadounidense. 
De los 1.241.685 cubano estadounidenses , 983.147 nacieron en el extranjero, en Cuba, y 628.331 nacieron en Estados Unidos. De los 1,6 millones, 415.212 no eran ciudadanos estadounidenses. 
El censo estadounidense de 2010 muestra que el 85% de los cubano estadounidenses  se auto identifican como blancos.  El censo cubano más reciente de 2012 muestra que la población de la isla es 64,12% blanca, 26,62% mulata, 9,26% negra y 0,1% asiática . 

Asimilación 

Muchos cubano estadounidenses  se han asimilado a la cultura estadounidense, que incluye influencias cubanas.

Los cubano estadounidenses  viven en los 50 estados, Washington, DC y Puerto Rico, que también recibieron a miles de refugiados anticastristas en la década de 1960. 
Desde la década de 1980, los cubano estadounidenses se han mudado desde  la " Pequeña Habana " y Hialeah a los suburbios de clase media de Miami, como Kendall y Doral , así como a los más prósperos Coral Gables y Miami Lakes .

 Muchos nuevos sudamericanos y centroamericanos , junto con nuevos refugiados cubanos, han reemplazado a los cubano estadounidenses que se han mudado a otras partes de Florida ( Fort Lauderdale , Orlando , Tampa Bay y West Palm Beach ) y se han dispersado por toda la nación.  Sin embargo, los cubanos todavía están muy concentrados en Florida, lo que ralentiza la asimilación; Según el censo de 2010, el 68% de los cubanos estadounidenses  todavía viven en Florida.

Más recientemente,  ha habido un crecimiento sustancial de nuevas comunidades cubano estadounidenses en lugares como Louisville, Kentucky , el área del Triángulo de Investigación de Carolina del Norte, Katy, Texas y Downey, California; esta última ciudad tiene ahora el segundo porcentaje más alto de cubanos y cubano estadounidenses en el oeste de los Estados Unidos con un 1,96% de la población. 

Los cubano estadounidenses han tenido mucho éxito en establecer negocios y desarrollar influencia política en Miami. Los cubano estadounidenses también han contribuido y participado en muchas áreas de la vida estadounidense, incluida la academia, los negocios, la actuación, la política y la literatura.
En los últimos 15 años, debido al creciente interés en todo el mundo por la genealogía, la genealogía cubana se ha convertido en un interés importante para los  cubano estadounidenses y en un segmento creciente en la industria de la investigación familiar. Esto ha complementado la asimilación al preservar las raíces cubanas y coloniales, al mismo tiempo que se adopta la cultura y los valores estadounidenses.



  

Miami



Pequeña Habana (Little Havana) 

Versailles Restaurant, centro patriótico y cultural del exilio.

Pequeña Habana (Little Havana) es un popular barrio de Miami, Florida, Estados Unidos, dentro del condado de Miami-Dade. En él viven gran cantidad de inmigrantes cubanos exiliados de la Revolución cubana que comenzaron a llegar en la década de 1960. Limita con el río Miami, la autopista I-95 y Brickell.

El interior del restaurante de Versailles.

Actualmente, la Pequeña Habana es un reclamo cultural para la comunidad cubana en los Estados Unidos, en donde se recrea el estilo de vida de su país natal. Los principales comercios se encuentran a lo largo de la Calle Ocho (Eighth Street) que posee su propio Paseo de la Fama con estrellas para Celia Cruz, Willy Chirino y Gloria Estefan entre otros artistas cubanos del exilio.

El Teatro Tower.


Historia

Orígenes

Originalmente un próspero barrio judío sureño de clase media baja en la década de 1930, "Pequeña Habana" surgió en la década de 1960 cuando la concentración de cubanos en el área creció considerablemente. Hoy, "Pequeña Habana" se refiere al vecindario que se encuentra inmediatamente al oeste del centro de Miami , que se extiende hacia el oeste desde el río Miami por aproximadamente dos millas y media. Este apodo se aplicó a los barrios de Shenandoah y Riverside en la década de 1960, tras el comienzo de una gran afluencia de refugiados cubanos allí.
 La Pequeña Habana es famosa como la capital cultural y política de los cubanos  estadounidenses  ., y el barrio es un centro de la comunidad de exiliados cubanos.

Solidificación cubana

En la década de 1960, la cantidad de cubanos que huían del régimen castrista hizo que la zona se convirtiera en un hervidero de actividad contrarrevolucionaria. Los residentes que llegaban esperaban que su estadía en Miami fuera temporal, con la esperanza de que Fidel Castro fuera depuesto. Para 1970, el barrio era más del 85% cubano; en lugar de regresar a La Habana, donde Castro permaneció en el poder, los cubano estadounidense  comenzaron a establecerse permanentemente en los barrios de Miami. 
La Pequeña Habana, sin embargo, siguió siendo el principal punto de llegada de nuevos inmigrantes y un bastión para las empresas de propiedad cubana.

Cultura

Anualmente se celebra el Festival de la Calle Ocho un carnaval caribeño con una asistencia de más de un millón de personas. El 13 de marzo, su fila de la conga entró en el Libro Guinness de los récords.

Sitios turísticos

Entre sus atracciones turísticas está el Cine Teatro Tower, el festival artístico de los viernes culturales, el parque del dominó y los restaurantes, como el Versailles, en los que se pueden tomar platos típicos cubanos, como los plátanos maduros, la palomilla, la ropa vieja, la vaca frita, las masitas de puerco, los moros y cristianos, el sándwich cubano, el sándwich Elena Ruz de pavo y mermelada, el tostón, el mojito y el cortadito (café cortado o café con leche y flan), etc.

Museos e historia

Empezando en la Calle Ocho se encuentra el parque de la Memoria Cubana, un parque lineal que contiene numerosas esculturas, estatuas y monumentos que conmemoran a la comunidad cubana de Miami, eventos históricos como la invasión de bahía de Cochinos de 1961 e ilustres cubanos como el poeta José Martí.​ Más al sur del parque se encuentra el Museo de la Diáspora Cubana.

Demografía

Tiene una población de aproximadamente 90.000 habitantes, en su mayoría latinoamericanos, con una mayor presencia de cubanos, seguidos por colombianos, dominicanos y nicaragüenses.


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