Mercedes Salisachs Roviralta.
(Barcelona, 18 de septiembre de 1916 - ibídem, 8 de mayo de 2014) fue una escritora española. Biografía Hija de un rico industrial barcelonés, Pedro Salisachs Jané, y de Sofía Roviralta Astul, recibió una educación esmerada y liberal-conservadora. Estudió peritaje mercantil en la Escuela de Comercio y en 1935 se casó con otro rico industrial de la Casa Burés, también perito mercantil, fallecido en 1993. Con él tuvo cinco hijos, el segundo de los cuales, Miguel, murió en un accidente automovilístico en Francia con tan solo 21 años, siendo la fuente de inspiración para una de sus más conocidas novelas, La gangrena, con la que obtuvo el Premio Planeta en 1975. Durante la Guerra Civil Española estuvo refugiada, con su familia, en San Sebastián. Trabajó como directora editorial de Plaza & Janés y como decoradora. Escribió algunas historias románticas durante su adolescencia, aunque su primera novela publicada -de la que no se retractó- fue Primera mañana, última mañana (1955), que la escribió con el seudónimo de María Ecín. Sufrió la intransigencia de la censura durante la dictadura franquista. En 1956 ganó el premio Ciudad de Barcelona con la obra Una mujer llega al pueblo, en 1983 el premio Ateneo de Sevilla con El volumen de la ausencia y en 2004 el premio Fernando Lara con El último laberinto. Cuenta también en su haber con la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio (1999). Con una veintena de nietos y un buen número de bisnietos, también ha sido importante su aportación a la literatura infantil. Fue una de las escritoras en activo más longeva del mundo. Hablaba cinco idiomas y entre ellos no estaba el catalán. Falleció el 8 de mayo de 2014 en el Centro Médico Teknon de Barcelona a los 97 años. |
Articulo de prensa. La escueta figura de Mercedes Salisachs (Barcelona, 1916-2014) llamaba a engaño. Bajo esa estructura frágil y bien educada, bullían los cimientos de una de las autoras más fecundas y originales de las letras españolas del siglo XX. Este año se cumple el centenario de su nacimiento, pero no busquen celebraciones ni fanfarrias. La única huella de tal acontecimiento es una edición especial de bolsillo de dos de sus novelas más conocidas que saldrá en Navidad. La gangrena y su continuación, Almas mutantes (Booket, Planeta) en un paquete conjunto y enriquecido con otros textos sobre la obra de Salisachs. Este silencio parece consumar después de muerta el cierto desprecio intelectual que sufrió mientras vivía. Los críticos literarios y muchos de sus compañeros (otros la adoraron) la juzgaron bajo la etiqueta de la alta burguesía catalana a la que pertenecía. Para ellos, era una señora que escribía como pasatiempo para su proverbial aburrimiento de clase. Mientras, sin embargo, el público respaldaba sus obras (La gangrena, por citar un ejemplo, ya va por la 60ª edición).Sus iguales tampoco la entendieron. Mercedes Salisachs era hija de un rico industrial barcelonés, Pedro Salisachs Jané. Se casó en 1935 con un miembro de otra de las grandes casas catalanas, José María Juncadella Burés, al que había conocido cuatro años antes durante unas vacaciones en Lausanne. Con él tuvo cinco hijos: José María, Miguel, Mercedes, Guiomar y Javier. El último nació en 1947, y ocho años más tarde dio a luz a su primera novela como tal, Primera mañana, última mañana. Un texto duro, como la mayor parte de los que escribió, que no cayó bien entre la bienpensante sociedad a la que pertenecía.
Para entender la dualidad en la que vivía Mercedes, habría que hacer algo de historia. El protagonismo económico en Cataluña de los Juncadella se remonta a 1864, cuando su nombre aparece entre los creadores del Crédito Hipotecario Mercantil. Extendieron su presencia a los sectores textil (fabricaban las sábanas El Burrito Blanco, célebres en el franquismo) y energético y el patriarca del siglo XX, el esposo de Salisachs, lo amplió al negocio editorial y al de los seguros. Llegaron a tener más de 1.000 empleados. Según la publicación Fomento de la Producción, la familia política de Salisachs poseía una fortuna de 2.676 millones de pesetas en el año 1979. Aún en 2013, los Juncadella Salisachs aparecían en el especial que elaboraba anualmente la revista Magazine de EL MUNDO sobre las 100 familias más ricas del país. Aquel ránking estaba personalizado en Javier Juncadella, el menor de los hijos de la escritora, consejero del Grupo Catalana Occidente. El clan es accionista de la empresa, una de las mayores aseguradoras de España, y Javier les representa en el consejo. Ahora sumen a esta información las inquietudes de una escritora que aborda todos los temas sin más censura que la franquista, que si hacía falta para documentarse se metía en un burdel vestida de incógnito, que despellejaba la sociedad en la que vivía mientras recibía en sus salones a sus más dignos representantes.
Actualmente, la familia sigue gozando de un alto poder adquisitivo, a pesar de que su industria textil entró en decadencia y de una sociedad fallida con el polémico Javier de la Rosa, con el que terminaron enfrentados en los tribunales. Con los años, han emparentado con apellidos tan ilustres como el de los Alba, los Zuleta, los Hohenlohe o los Valls-Taberner. Tan alto linaje, sin embargo, no ha evitado que, como pasa tantas veces, la suculenta herencia de la escritora haya hecho saltar por los aires lo que hasta el momento era una familia unida. Mercedes Salisachs lo intuía, dicen, pero nunca sospechó hasta qué punto sus hijos se enfrentarían por su legado material. Lo adelantó El Confidencial y lo remató hace unos días la periodista Carmen Rigalt en una columna en estas mismas páginas:
El acuerdo familiar llegó en verano y se está materializando durante estos meses en papeles y registros oficiales. La última voluntad de Mercedes Salisachs fue que una de sus nietas, Alejandra Soler-Roig, se quedara con el 14% de la sociedad familiar Esquilo SL, que gestiona la joya de la corona del patrimonio de los Juncadella, un señorial edificio en el barcelonés Paseo de Gracia que se rentabiliza a través de alquileres. Javier y Guiomar Juncadella, dos de sus tíos, pusieron el grito en el cielo, impugnaron el testamento con argumentos judiciales que venían a retratar a Alejandra como una mujer gris y asocial que había dedicado su vida a captar la voluntad de su abuela en beneficio propio. Espantadas, Alejandra y su madre decidieron no pleitear con sus tíos y plegarse a sus requerimientos. Así, Soler-Roig podrá disponer de manera vitalicia del usufructo de las rentas del edificio, pero en tres años tendrá que vender su 14% y repartirlo entre sus tíos, en este momento titulares cada uno de un 21,5% de la sociedad patrimonial. Por lo que no se pelearon fue por la obra literaria de Mercedes Salisachs. De sus derechos y de la gestión de sus cerca de 40 obras literarias se encargará también la fiel nieta Alejandra. Al parecer, tras los tumultuosos tiempos vividos, tiene la intención de llevar a cabo el sueño de su abuela: lograr la adaptación de alguna de sus novelas al cine o a la televisión. Su objetivo es conservar vivo entre las generaciones más jóvenes el testimonio literario de Mercedes Salisachs. Convivió la mayor parte de su vida con su abuela, con la que mantenía una relación muy especial. Era su documentalista, su compañera de viaje, su secretaria personal, sus manos y sus pies cuando la ELA se merendó el cuerpecillo de la escritora pasados ya los 90 años. Aunque ningún miembro de la familia ha querido hablar sobre sus desencuentros, sólo hay que buscar en los libros de Mercedes Salisachs las huellas de ese cariño que profesaba a su nieta Alejandra. Aquí, la dedicatoria de El caudal de las noches vacías, su último libro:
Novela: Dos mundos, 1940 Los que se quedan, 1942 Primera mañana, última mañana, 1955. Carretera intermedia, 1956. Una mujer llega al pueblo, 1956. Más allá de los raíles, 1957. Adán helicóptero, 1957 Vendimia interrumpida, 1960. La estación de las hojas amarillas, 1963. El declive y la cuesta, 1966. La última aventura, 1967. Adagio confidencial, 1973 La gangrena, 1975 Viaje a Sodoma, 1977 La presencia, 1979 La sinfonía de las moscas, 1982 El volumen de la ausencia, 1983. Sea breve, por favor, 1983 La danza de los salmones, 1985 Bacteria mutante, 1996 El secreto de la flores, 1997. La voz del árbol, 1998. Los clamores del silencio, 2000. La conversación, 2002. Desde la Dimensión Intermedia, 2003 El último laberinto, 2004. Reflejos de luna, 2005. Entre la sombra y la luz, 2007. Goodbye, España, 2009 El caudal de las noches vacías, 2013. Cuento: Pasos conocidos, 1957 El proyecto y otros relatos, 1978 Feliz Navidad, señor Ballesteros, 1983. PREMIOS
Distinciones Premio Ciudad de Barcelona (1956) Premio Planeta (1975) Premio Ateneo de Sevilla (1983) Premio Fernando Lara (2004) Premio de Novela Histórica Alfonso X El Sabio (2009) Cónyuge José María Juncadella Burés (1935-1993) Hijos José María (1936) Miguel (1937-1958) Mercedes (1940) Guiomar (1942) Javier (1947) Otros datos. Veranea desde niña en Cadaqués, donde conoció a Salvador Dalí, y en Lloret de Mar, y tuvo casa propia en Marbella desde 1971 hasta 1988 Entre sus principales aficiones destaca el interiorismo, aunque también es aficionada a la arqueología y a la mitología. Habla cinco idiomas: alemán, inglés, italiano, francés y portugués, además del castellano, en el que ha escrito toda su obra. Ha viajado por los Estados Unidos, Cuba, Jordania, México, Norte de Africa, Japón, Líbano, Italia, Turquía, Egipto, Hong Kong, Persia, Alemania, Suiza, Francia, Austria, Portugal, Inglaterra, Hungría, El Caribe, Brasil y Rusia. Ha sido articulista para "ABC" durante un largo período de tiempo y así mismo ha colaborado con sus artículos en el periódico "La Razón". Ha participado en distintos programas de radio y de TV. Ha escrito numerosos artículos y ensayos publicados en diversos periódicos y revistas. Se han realizado tesis de sus obras en varias universidades: Universidad de Bélgica (Rijksuniversiteit Gente Faculteit Lettern), Universidad de Málaga y Universidad de Valencia, así como en distintas universidades de Estados Unidos. |
La escritora se pone en la piel de la reina inglesa. El tema de Goodbye, España no me interesaba demasiado a priori. Es una biografía de la reina Victoria Eugenia, esposa de Alfonso XIII. Sin embargo, la narración con un estilo preciso y envolvente, me enganchó desde la primera página. Analizo esta lectura en varias claves: La escritora se mete en la piel de la protagonista para ofrecer una narración en primera persona muy real. Durante la lectura, creemos estar escuchando a la reina, nos mantiene en ese papel en todo momento. Es un relato de palabras más que de acontecimientos, aunque estos aparecen en la justa medida, haciendo que la lectura sea ágil. Se entremezclan dos líneas temporales, la visita que la reina hizo a España en 1968, que supone el momento presente del libro, con la evolución de la vida de María Eugenia desde que es niña. El tiempo presente es casi anecdótico, lo importante es todo lo que va rememorando, desde su infancia en Inglaterra, su romance con Alfonso, su reinado, el exilio, el sufrimiento por sus hijos y su separación... Refleja muchas personas del entorno de la realeza, con nombre y apellidos, aportando datos de su comportamiento y su papel, detalles a partir de un gran trabajo de documentación. La visión del libro es muy monárquica como no podía ser de otra forma, ya que al final es la reina la que habla. De hecho, hace una crítica vehemente contra la República, pero también se posiciona contra el régimen de Franco. Estamos ante una biografía, pero en la que reposa parte de la historia de España con una perspectiva distinta de personajes de la España actual, ya que es la bisabuela del actual rey Felipe, a cuyo bautizo acude María Eugenia. Asimismo, hace un retrato de Juan Carlos I, su nieto, que hoy en día con todas las noticias recientes sobre su persona, hará reír a más de uno. |
Real Academia de Historia.
Salisachs i Roviralta, Mercedes. María Ecín. Barcelona, 18.IX.1916 – 9.V.2014. Novelista. Nacida en el seno de una familia burguesa, se educó en un colegio de religiosas y completó su formación en la Escuela de Comercio. Se graduó con el título de Perito Mercantil. En enero de 1935 se casó con el ingeniero José María Juncadella y tuvo cinco hijos. Empezó a escribir en la década de 1940, pero la autora siempre descartó esa producción temprana y consideró que 1955 es el año de partida de su carrera literaria con la publicación de Primera mañana última mañana, obra que firmó con el seudónimo María Ecín. Después de este primer tanteo serio, ganó en 1957 el Premio Ciudad de Barcelona con Una mujer llega al pueblo, obra en la que denuncia la situación de la mujer al centrarse en las dificultades de una madre soltera en la época. La muerte temprana de uno de sus hijos, a causa de un accidente de automóvil en 1958, influyó —necesariamente— en su labor literaria y hay un silencio significativo de escritura, hasta que retomó la labor en 1960 con la obra titulada Vendimia interrumpida. En esta última obra, en La estación de las hojas amarillas (1963) y en El declive y la cuesta (1966) la autora reconoció que había referencias veladas al hijo perdido. A partir de entonces, siguió escribiendo, fue directora literaria de la editorial Plaza y Janés y vio cómo se iban reeditando las novelas ya escritas hasta que en 1973 quedó finalista del Premio Planeta con Adagio confidencial. Finalmente, en 1975 ganó el Premio Planeta con La gangrena. En 1981 publicó Derribos, una autobiografía que, en realidad, es más una investigación familiar que un relato del yo, puesto que se centra en la historia de su árbol genealógico y no avanza en su propia existencia más allá de la juventud. En 1983 ganó el Premio Ateneo de Sevilla por El volumen de la ausencia. Desde que empezara a publicar en la década de 1950 y hasta principios del siglo xxi —el último título es de 2009: Goodbye, España, Premio de Novela Histórica Alfonso X El Sabio—, firmó más de treinta novelas, participó en congresos y dado conferencias en universidades e instituciones de España, Francia, Inglaterra, Rusia y Estados Unidos. Su obra se entiende a la luz de la religiosidad que impregnó su vida y que muy sutilmente aparece en sus novelas y, en fin, cabe valorar sus textos como la crónica de un tiempo y de un entorno que corresponde a la segunda mitad del siglo XX. Obras de ~: Primera mañana última mañana, Barcelona, Editorial Luis de Caralt, 1955; Carretera intermedia, Barcelona, Editorial Luis de Caralt, 1956; Una mujer llega al pueblo, Barcelona, Planeta, 1957; Vendimia interrumpida, Barcelona, Planeta, 1960; La estación de las hojas amarillas, Barcelona, Planeta, 1963; El declive y la cuesta, Barcelona, Planeta, 1966; Adagio confidencial, Barcelona, Planeta, 1973; La gangrena, Barcelona, Planeta, 1975; Derribos, Barcelona, Editorial Argos- Vergara, 1981; El volumen de la ausencia, Barcelona, Planeta, 1983; La palabra escrita. Radiografía de mis novelas, Barcelona, Ediciones B, 2003; Reflejos de luna, Barcelona, Planeta, 2005; Entre la sombra y la luz, Barcelona, Ediciones B, 2007; Goodbye, España, Madrid, Editorial Martínez Roca, 2009. Bibl.: P. Zatlin, “Mercedes Salisachs, novelista de su época”, en J. W. Pérez (ed.), Novelistas femeninas de la postguerra española, Madrid, José Porrúa Turanzas, 1983; M. D. Lado, “Mercedes Salisachs y la novela católica”, en Letras Femeninas, vol. XII (1986); M. D. de Asís, Última hora de la novela en España, Madrid, Eudema, 1990; I. de la Fuente, Mujeres de la posguerra, Barcelona, Planeta, 2002; B. Bravo Cela, “Entrevista con Mercedes Salisachs. Recuperando la memoria”, en Memoria. Revista de estudios biográficos, n.º 1 (2003); A. Ayuso Pérez, “Entrevista”, en Espéculo. Revista de Estudios Literarios (Madrid, Universidad Complutense) (2006). |
Jacint Verdaguer.
(Jacint Verdaguer i Santaló; Folgueroles, 1845 - Vallvidrera, 1902) Poeta catalán, figura destacadísima de la "Renaixença" y gloria del romanticismo literario catalán. Pertenecía a una familia humilde de campesinos del llano de Vich; de niño, el futuro poeta ayudaba a su padre en los trabajos de la tierra. Fue un muchacho travieso y hasta brutal, fuerte y reñidor, ya desde sus primeros años, pero al lado de esto alentaba en él un sentimiento de ternura, una nostalgia y suavidad que contrastaban violentamente con su rudeza. Éste sería el doble aspecto de su carácter, y también el de sus obras; no obstante, dominó en él la nota violenta, el ardor de un temperamento primitivo que habría de llevarle finalmente al conflicto con sus superiores y a la tragedia que llenó por un momento el clima espiritual de Cataluña. Ya en su niñez mostró Verdaguer claramente las dos inclinaciones más vehementes de su espíritu: la religión y la poesía. Nos cuentan, en efecto, que ya en aquellos días construía en su casa capillitas, y revestido con hábitos más o menos sacerdotales, decía la misa con toda seriedad, con unción, ante un pequeño grupo de niñas, entre las cuales se contaba su hermana, y nos hablan ya de sus arrebatos de cólera cuando alguien osaba interrumpir la "ceremonia" o se permitía alguna burla. Tenía Verdaguer once años cuando dejó la escuela del pueblo, donde había recibido las primeras lecciones, e ingresó en el Seminario de Vich. Era éste, por entonces, uno de los más famosos de Cataluña, y a él acudían a estudiar desde los lugares más apartados del país y aun de fuera de él. Durante mucho tiempo, el futuro cantor de La Atlàntida compartió los estudios con los trabajos de la tierra; en este tiempo empezó asimismo a componer los primeros versos. Lo hacía, no obstante, a escondidas, pues fue siempre huraño de carácter, salvaje y de una gran timidez, condiciones que, más o menos atenuadas, conservó toda su vida. No fue Verdaguer un estudiante destacado, ni mucho menos; contó en su carrera con más de un suspenso, y en algún momento, llevado por el disgusto y por la cólera, estuvo a punto de renunciar a ella. Fue hombre sobre todo de sensibilidad, pero de inteligencia limitada; él mismo confiesa que no podía con la filosofía y la teología, cuyo estudio le ponía enfermo. En aquella constitución robusta -era, en verdad, de una fortaleza física excepcional- la cabeza fallaba lamentablemente. En el Seminario empezó muy pronto a ser conocido por sus versos; había empezado escribiendo composiciones burlescas, de un tono satírico, imitación de las que dos siglos antes escribiera el rector de Vallfogona, que gozaba entonces de gran favor. En ellas Verdaguer satirizaba sobre todo a algunos de los catedráticos, a los que debía algún disgusto, y que, a causa de tales burlas, le proporcionaron algunos disgustos más, como es de suponer. No obstante, como es natural también, estos versos gozaban de una gran popularidad entre sus condiscípulos y empezaron a darle fama. En este tiempo el poeta se ocupaba ya en composiciones más serias, de más ambición, y esperaba con ellas presentarse muy pronto a los Juegos Florales. Estos certámenes estaban entonces en su mayor auge: todos los años se celebraba aquella fiesta en Barcelona con inusitado esplendor, y a ella acudían los poetas desde todos los lugares de Cataluña. Ser premiado en los Juegos era a la sazón el máximo honor a que un poeta podía aspirar; era el sueño de todos los poetas y el sueño ahora de aquel campesino del llano. En el año 1865 Verdaguer presentó a los Juegos dos composiciones, viéndoselas premiadas las dos. Por consejo de Collell, su amigo más íntimo de este tiempo, se presentó el poeta en Barcelona, a recoger el premio, con su traje de campesino y la típica barretina. La ovación con que se acogió su presencia duró largo rato; fue para él un momento inolvidable, y Verdaguer quedó ya consagrado entre los jóvenes poetas de Cataluña. Por este tiempo había hecho amistad con algunos muchachos de Vich, condiscípulos suyos aficionados a las letras, y muy especialmente, con Collell, canónigo con el tiempo y escritor combativo, y famoso después en las luchas políticas de Cataluña. Con Collell y otros amigos fundó Verdaguer el "Esbart de Vich", cenáculo literario por el estilo de muchos otros que estaban de moda a la sazón y, sobre todo, de los que Frédéric Mistral había organizado en Provenza con el nombre de "El Felibre". Las reuniones se celebraban al aire libre, en el lugar denominado "La font del desmai", y llegaron a hacerse famosas, ya que a ellas acudieron las personalidades más destacadas de Cataluña. Verdaguer había entrado últimamente a trabajar en la masía de unos parientes suyos, donde ayudaba en las faenas del campo a cambio de la manutención; tanta era la pobreza en casa de sus padres. El poeta trabajaba en la masía, cerca de Folgueroles, a donde se trasladaba de tiempo en tiempo para ver a su madre; en las horas libres estudiaba, y en el tiempo que aún le quedaba -generalmente, en horas robadas al sueño- se ocupaba en secreto en su primera obra ambiciosa. Por este tiempo Verdaguer, casi siempre por las noches, en la soledad de la masía, escribía su poema La Atlàntida, con el pensamiento puesto en los Juegos Florales. Precisamente aquél era un año excepcional en la fiesta de Barcelona; se había concedido la presidencia a Víctor Balaguer y éste había querido dar al certamen una especial solemnidad, un sentido también universal: aquel año habían sido invitados a la fiesta nada menos que el citado Frédéric Mistral, José Zorrilla (el autor del Tenorio), Gaspar Núñez de Arce, Ventura Ruiz Aguilera y otras figuras nacionales y extranjeras. Verdaguer no vivía. No obstante, esta vez, cuando más lo deseaba, se quedó sin el premio. Su poema no gustó al Jurado. El disgusto y la cólera que se apoderaron de él no son para decir. Collell nos lo ha explicado; hablaba de bajar a Barcelona, de emprenderla a garrotazos con los del jurado, etc., y poco faltó para que cometiera una barbaridad. No obstante, era ya conocido como poeta; fue a Barcelona y lo presentaron a Mistral, que era su gran admiración, y Mistral le habló; trazó sobre su rostro la señal de la cruz, y le auguró un brillante porvenir, con lo cual salió conmovido y consolado. Mucho tiempo después, siendo ya Verdaguer sacerdote, La Atlàntida, corregida por el poeta y modificada en algunas de sus partes, recibió el premio en los Juegos Florales, que resultó para él una fiesta de apoteosis, pues entonces ya era conocido como el gran poeta de Cataluña. Terminados los estudios en 1870 se ordenó de sacerdote en la pequeña ermita de San Jorge, en el llano de Vich. Estuvo un tiempo en esta ciudad, y pasó de allí a Vinyoles d'Orís, pequeño pueblo de montaña, cuya rectoría había quedado vacante. En Vinyoles d'Oris pasó dos años consumiéndose de nostalgia y de soledad, y acabó por enfermar; una especie de anemia cerebral, con dolores de cabeza irresistibles, le atacó de súbito, obligándole a dejar aquel destino. Pasó a Barcelona, donde anduvo un poco perdido, escribiendo versos y pasando hambre -dos cosas que solían ir bastante unidas en aquel tiempo- y ocultándose de la gente. Compadecido de él, un amigo le procuró una recomendación para el marqués de Comillas, y Verdaguer fue admitido como capellán de uno de los buques del marqués, que hacía el viaje entre España y América. Hizo el poeta algunos viajes; recobró la salud y con ella el entusiasmo que había perdido, y volvió a sus oraciones, que tenía casi olvidadas. De los navíos pasó más adelante al palacio del marqués, que le admiraba, y que hizo de él su limosnero y su amigo. Entonces empezó la gran época de Verdaguer; fue huésped perpetuo de los marqueses, que lo sentaban a su mesa y se hacían acompañar de él en sus viajes; en este tiempo aparecieron sus mejores obras, entre éstas sus Idilios y cantos místicos, y su gran poema de la reconquista, Canigó, sin duda su mejor obra. Su fama de poeta había llegado ya a la cima; Cataluña le quería y le admiraba, y también se le admiraba fuera de Cataluña. En su tierra era Verdaguer entonces el primer poeta indiscutible, la figura imprescindible en todas las fiestas espirituales. Gracias al marqués pudo realizar grandes viajes, algunos como el de Tierra Santa, que era la gran ilusión de su vida; visitó también Roma, París y otras ciudades; estuvo en Alemania y en Rusia, en un viaje que causó en él una tremenda impresión y del cual nos habló en uno de sus libros. Estaba en la plenitud de su fama; vivía en el seno de una familia poderosa y en ella era también admirado y querido. Nada parecía presagiar el temporal que se acercaba; nadie lo hubiese podido adivinar. Sin embargo, en este momento, cuando su vida parecía haber alcanzado la plenitud, se produjo el desastre, y se produjo con una violencia y rapidez que dejó a todos asombrados, y a él, al poeta, envuelto en las sombras de una tragedia que todavía hoy nos hace estremecer. El hecho estaba relacionado con su cargo de limosnero; Verdaguer riñó con su protector; se vio echado del palacio donde había pasado la mayor parte de su vida; se enzarzó en una violenta disputa con su obispo; se vio perseguido, rodeado de amenazas y peligros, y escribió sus famosas cartas "en defensa propia", que, publicadas en un periódico de izquierdas y en un tiempo de encendidas pasiones políticas, provocaron el escándalo mayor que se había visto acaso en Cataluña. Fue el final del poeta; se le negaron las licencias para la misa; fue declarado rebelde, y, refugiado en el seno de una familia que él decía honradísima y los otros despreciable y causa de su ruina, vivió sus últimos años en la mayor miseria, arruinada su salud, y casi incapaz de crear ninguna obra nueva. En los últimos años logró que se le devolviesen las licencias; hubo una aparente reconciliación con el obispo y escribió aún algunas obras, pero no recobró ya la paz, ni la salud, que tenía perdidas, ni la brillante inspiración a que se deben sus primeras obras. Vivió ya, hasta el fin, abandonado y sólo esperando su última hora, el descanso. Verdaguer es indudablemente el primer poeta de Cataluña; tocó todos los géneros, pero sus obras mejores las dio en la mística, en que imitó a San Juan de la Cruz, y en épica, donde siguió sobre todo las huellas de Torquato Tasso. Tres obras destacan en su producción poética: La Atlàntida, cuya fama pasó las fronteras de su tierra; Idil·lis i cants místics, en la línea de San Juan de la Cruz y de los grandes místicos, y Canigó, en la cual se dan todos los tonos, y donde Verdaguer nos ha dado sin duda lo mejor de su alma. Estas tres obras bastarían por sí solas para situar a un poeta entre los poetas más grandes. En La Atlàntida, escrito en versos decasílabos y alejandrinos, un ermitaño cuenta a Cristóbal Colón la historia del hundimiento de la tierra de los atlantes con objeto de consolarlo de la desazón de un reciente naufragio, y el resultado anima al navegante a la búsqueda del mítico continente, que concluirá con el descubrimiento de América. Los elementos del relato están extraídos de las mitologías griega, egipcia, bíblica y renacentista. Canigó es una leyenda romántica que ensalza los orígenes cristianos de Cataluña y fue considerada la epopeya nacional del país: narra las aventuras de Gentil, quien seducido por la reina de las hadas que simbolizan el mundo demoníaco del infiel musulmán, incumple sus deberes caballerescos. En su transcurso, Flordeneu muestra al protagonista la belleza del Pirineo, y al final los cristianos expulsarán de Canigó, símbolo de la patria catalana, a las hadas, liberando al protagonista del maleficio que lo tenía sometido. El entusiasmo que suscitó su publicación le valió ser ungido con la corona de "poeta de Cataluña". Una fama de poeta nacional que remachó con Pàtria (1888). Verdaguer escribió asimismo en prosa. Es tan admirable en la prosa como en el verso; puede decirse que ha sido él el verdadero creador del catalán moderno, y su poesía como su prosa son de una honda raigambre popular. Del pueblo tomó sus leyendas y sus consejas; sus primeros versos son, en general, imitaciones de canciones populares, y el elemento popular debido a su continuo contacto con la tierra se encuentra, con más o menos fuerza, en todas sus obras, y aun en aquellas que, como La Atlàntida o Canigó, parecen aceptarlo menos. Fue el gran poeta popular de su tiempo y de todas las épocas, y todavía hoy sus versos, como su prosa, conservan su frescura y su espontaneidad; se leen como el primer día. De aquí también la inmensa popularidad de que gozó en vida, manifestada especialmente en el día de su entierro. El cadáver había sido expuesto en el Ayuntamiento de Barcelona, y ante él puede decirse que Barcelona entera desfiló durante todo el día y toda la noche; toda Cataluña le acompañó en una manifestación de duelo como no se había visto otra en la ciudad. Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «Biografia de Jacint Verdaguer». En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. |
Jacint Verdaguer Santaló. Folgarolas (Barcelona), 17.V.1845 – Vallvidrera (Barcelona), 10.VI.1902. Escritor y sacerdote, máximo representante de la Renaixença literaria catalana. Nace en Folgarolas, un pequeño pueblo cercano a la ciudad de Vic, en el seno de una familia modesta pero relativamente ilustrada. Su padre era constructor de casas y labriego por cuenta ajena. Su madre pertenecía a una familia de carpinteros artesanos. Es el tercero de ocho hermanos, de los cuales cinco morirán siendo niños. Son primos suyos vicenses ilustres como el médico e historiador Joaquim Salarich Verdaguer y el abogado y político —fundador de la Lliga Regionalista catalana— Narcís Verdaguer Callís. Sus padres —su madre en especial— le inculcan sentimientos religiosos que le llevarán a ingresar, en 1855, recién terminados los estudios primarios en la escuela de su pueblo, en el Seminario de Vic, donde cursará la carrera eclesiástica. Hasta los diecisiete años vive con sus padres en Folgarolas, recorriendo a pie, dos veces cada día, los cinco kilómetros que separan a su pueblo natal de la capital de la comarca. En 1862, se instala en el manso denominado Can Tona, a medio camino de Vic y Folgarolas, donde ejerce de maestro de los niños de la casa, ayudando ocasionalmente en las labores del campo. Allí vive durante ocho largos años, hasta obtener su primer destino eclesiástico en 1871. En un ambiente que se puede calificar de idílico, el continuo contacto con la naturaleza infunde a su sensibilidad, ya muy marcada por sus orígenes campesinos, un fuerte sentimiento de vinculación con la tierra, y le suscita el interés por todo aquello que conforma la cultura rural. Empieza pronto a componer versos, en catalán –— única lengua literaria en su intensa vida de escritor—, y en la línea de la poesía burlesca y satírica del barroco tardío, simultaneándolos con imitaciones de los autores castellanos del Siglo de Oro (en especial, fray Luis de León), modelos de la preceptiva poética que se impartía en las aulas del Seminario. En esta época (1860-1865) escribe y recoge de labios de los campesinos composiciones populares –—romances, coplas, canciones— cuyo interés mantendrá a lo largo de toda su vida. Por otra parte, se procura una vasta formación literaria con la lectura de los clásicos universales: Homero, Virgilio, Dante, Milton, Tasso... En este sentido, y fuera del Seminario, le fue de gran utilidad la Biblioteca Episcopal de Vic, creada a principios de siglo por un obispo ilustrado. Escribe, sin llegar a publicarlas, decenas de poesías amatorias y sentimentales —al parecer se enamoró, sin ser correspondido, de una chica de su pueblo–—, y compone un extenso poema, escrito bajo el influjo de “Mirèio” de Mistral, titulado “Amors d’en Jordi i na Guideta”, que no publica dada su condición de seminarista. De 1863 es su primer trabajo poético de una cierta ambición: el poema épico en dos cantos “Dos màrtirs de ma pàtria, o siga Llucià i Marcia”, dedicado a los dos patronos romanos de la ciudad de Vic. En esa obra, Verdaguer sigue, en esencia, la narración de la “Leyenda àurea” recogida por su primo Joaquim Salarich en su obra Vich, su historia, sus monumentos, sus hijos y sus glorias (1854). El martirio de los dos santos vicenses representa, para el poeta, la cristianización de la patria en el contexto del antiguo mundo romano. El localismo de la leyenda toma, así, una dimensión universal: la propagación del cristianismo sobre la romanidad. Formalmente imita a autores épicos castellanos del Siglo de Oro (Lope de Vega) y a catalanes de su tiempo: el Aribau de “La pàtria” (1833) y, sobre todo, el Rubió y Ors de Lo Roudor del Llobregat (1841). Y no hay que excluir la influencia ideológica del Chateaubriand de Les martyrs (1809), epopeya en prosa sobre los inicios del cristianismo. El poema se publica, en 1865, como folletín del semanario vicense Eco de la Montaña, poco después de ser premiado en los Juegos Florales de Barcelona. Es su primera obra importante, que le distingue y prestigia entre sus amigos y condiscípulos. La gloria le sonríe cuando acaba de cumplir los veinte años. En poco tiempo se ha producido un cambio de orientación estética en los escritos del joven estudiante. Atento a los nuevos gustos imperantes entre los promotores de la Renaixença literaria catalana (Milà, Rubió, Aguiló...), se incorpora al Romanticismo, movimiento artístico consolidado en toda Europa desde principios de siglo y adoptado por los principales escritores catalanes del momento. El Romanticismo favorece el renacimiento de las letras catalanas y la normalización del catalán en usos cultos y literarios. Verdaguer abandona, pues, la orientación neoclásica y tardobarroca de sus primeros escritos, y sigue resueltamente las pautas del Romanticismo, que ya no abandonará. En junio de 1867, convoca a sus amigos estudiantes cerca de Can Tona, junto a una fuente y bajo un sauce, e inaugura con un bello discurso romántico —que dará a la imprenta–— las esbartades, reuniones periódicas del “Esbart de Vic”, un grupo de jóvenes aficionados a las letras patrias. En 1868, abandona el proyecto, empezado dos años antes, de un poema épico centrado en la aventura atlántica de Cristóbal Colón, que intenta escribir en prosa, como había hecho Chateaubriand en Les martyrs. Ese mismo año presenta, sin éxito, a los Juegos Florales de Barcelona otro poema épico, en verso, titulado “L’Atlàntida enfonsada i l’Espanya naixent de ses ruïnes”. En octubre de 1870, celebra su primera misa en la capilla de Sant Jordi, cerca de su pueblo natal, y un año después es destinado como vicario a Vinyoles d’Orís, otro pueblecito de su comarca, donde trabajará con ahínco para rehacer el fallido poema y convertirlo en la definitiva Atlántida. A ella dedicará todos sus esfuerzos durante los próximos años, y finalmente, en 1877, los verá recompensados con un premio extraordinario en los Juegos Florales de Barcelona y la edición del poema en el anuario de la institución. Inspirado por unos pasajes de Platón y de Juan Eusebio Nieremberg, el poeta combina sus propias experiencias a partir de sus recuerdos de adolescente —en 1863 vio cómo se inundaba la parte baja de la ciudad de Vic–— o de sus viajes a América —realizados en 1875 y 1876, para curar unas dolorosas cefalalgias— con la lectura de viejas crónicas peninsulares y de las grandes epopeyas clásicas (Homero, Virgilio) y renacentistas (Milton, Tasso, Camões), para refundir, en una unidad no siempre orgánica, elementos mitológicos y cristianos, y desarrollar, relacionándolos, tres temas principales: el hundimiento de la Atlántida, el nacimiento de España y el descubrimiento de América. El poema consta de diez cantos, enmarcados por una introducción y una conclusión de tema colombino, y contiene fragmentos líricos de una prodigiosa belleza junto a otros de gran fuerza descriptiva y riqueza de imaginación. La monumentalidad de la obra y el eco que obtiene —pronto se traduce a varias lenguas europeas— se han considerado un símbolo de la afirmación definitiva del catalán como lengua literaria moderna y de su reconocimiento en el ámbito de otras culturas. Poco después entra, como capellán particular, al servicio del marqués de Comillas —Antonio López y López, industrial y financiero cántabro establecido en Barcelona—, quien costea la primera edición de L’Atlàntida, que lleva, acarada al texto catalán, una versión castellana del mismo realizada, bajo la supervisión del autor, por Melchor de Palau. En octubre del mismo año viaja a Roma, formando parte de una peregrinación española, y, en una visita al Vaticano, tiene una conversación privada con León XIII, Papa poeta, a quien promete enviar un ejemplar de L’Atlàntida. Fruto literario de este viaje son dos cartas a su amigo, el canónigo vicense Jaume Collell, quien las publica en su semanario catalanista La Veu del Montserrat, donde el poeta dará a conocer futuras relaciones viajeras y excursionistas. Gracias al mecenazgo de su protector, puede dedicarse a escribir y preparar nuevos textos para la imprenta. En abril de 1879, publica el volumen poético Idil·lis i cants místics, con un prólogo de Milà i Fontanals. Para muchos lectores constituyen una sorpresa las delicadas composiciones líricas y religiosas del libro, muy alejadas de la grandiosidad, conceptual y métrica, de los cantos de L’Atlántida. El poeta expresa en ellas el amor “a lo divino”, tomando como modelo a los escritores místicos castellanos, en especial a San Juan de la Cruz y a Santa Teresa de Jesús. En 1880, con motivo del milenario del hallazgo de la imagen de la Virgen de Montserrat, tiene un papel destacado como propagandista del monasterio y de la “Moreneta”, recién proclamada por León XIII patrona de Cataluña. Participa, con Sardà y Collell, en la campaña patriótico-religiosa del milenario, y publica dos pequeños volúmenes de poesías de tema montserratense: Cançons de Montserrat y Llegenda de Montserrat, que, años más tarde, y con algunos otros poemas, reunirá en un solo libro: Montserrat, 1898. En la Llegenda, trata la historia mítica de fray Garí, eremita de la santa montaña, convertido en bestia por un crimen nefando (el asesinato de la hija del conde Barcelona, a quien debía iniciar en la vida devota). Las Cançons, por su parte, reúnen composiciones que pronto son musicadas, como el conocido “Virolai” o la “Cançó de la Moreneta”. En 1881, preside los Juegos Florales de Barcelona, pronunciando un parlamento centrado en la figura histórica del Rey Jaime I de Cataluña-Aragón. Dos meses después, el valenciano Teodor Llorente le invita a formar parte de los Juegos Florales de Lo Rat Penat, y en la ciudad del Turia es recibido con gran cordialidad por los poetas y los miembros de dicha asociación. En 1882, publica una Col·lecció de càntics religiosos per al poble, fruto de la producción religiosa propagandística de los últimos años. Lleva a la imprenta, también, bajo el título de Salteri franciscà, una serie de romances sueltos sobre la vida de San Francisco de Asís, que, junto a otras poesías franciscanas, formarán más adelante el libro Sant Francesc (1895). Y, sobre todo, da a conocer Lo somni de Sant Joan, un complejo poema teológico dedicado a la devoción del Sagrado Corazón de Jesús –—símbolo del amor divino—, promovida por Roma y difundida en Cataluña por los futuros obispos de Vic Morgades y Torras i Bages. Con la publicación de ese volumen, comprometido con el movimiento apologético del catolicismo de su tiempo, entra en un escenario religioso de alcance universal. En 1887, reelaborará y ampliará el poema, acompañándolo de una traducción castellana hecha por él mismo. En marzo de 1883, realiza un crucero por el Mediterráneo en compañía de Claudio López, hijo y heredero del primer marqués de Comillas, fallecido un par de meses antes. Visitan Tánger, Argel y la isla de Mallorca, y el poeta –—bajo la influencia de la moda orientalista y la pintura de Fortuny— toma notas coloristas de sus impresiones, que publicará como reportaje en La Veu del Montserrat y La Ilustració Catalana bajo el título de “Records de la costa d’Àfrica”. En mayo, el consistorio de los Juegos Florales de Barcelona le premia una extensa oda dedicada “A Barcelona”, de la que el ayuntamiento de la ciudad hace una edición de cien mil ejemplares. En esta composición vuelven a sonar la métrica y la grandiosidad de L’Atlàntida, aplicadas ahora a la historia de la capital de Cataluña. El poeta, instalado definitivamente en Barcelona, enaltece el momento de plenitud y expansión de la ciudad, y hace votos para que su futuro sea tan esplendoroso como lo fue su glorioso pasado. Pasa el verano caminando por el Pirineo, en un extenso periplo de dos meses cruzando las comarcas del norte de Cataluña, pasando por Andorra, con ascensiones al Canigó y a la Pica d’Estats. El motivo fundamental de ese largo itinerario no es otro que la preparación de una nueva epopeya, el poema “Canigó”, que lleva in mente hace tres años. Al mismo tiempo, toma notas de sus impresiones excursionistas, como había hecho ya el verano anterior en ocasión de un recorrido de tres semanas por las comarcas leridanas y el Valle de Arán, con el objetivo de subir al pico de Aneto, cumplido el 22 de julio de 1882. En mayo de 1884, con Eusebi Güell i Bacigalupi, cuñado del segundo marqués de Comillas, emprende un viaje de un mes al centro y al norte de Europa. Visitan Lyon, Ginebra, Maguncia, Colonia, Berlín, San Petersburgo y París, donde el poeta se entrevista con Mistral, Daudet y otros escritores provenzales, y mantiene contacto con los editores y traductores franceses de L’Atlàntida. Al mismo tiempo, toma notas para un relato de sus impresiones europeas que publicará poco después, con el título de “A vol d’aucell”, en La Veu del Montserrat y La Ilustració Catalana. Durante el verano se hospeda, durante un mes y medio, en el santuario ampurdanés de la Virgen del Mont, donde aprovecha para trabajar en su poema “Canigó”. Escribe también poesías y prosas de gran valor descriptivo. El año siguiente publica Caritat, un volumen misceláneo de poesías, y saca a la luz, también, la traducción catalana de Nerto, el tercer poema largo de su mentor Frederic Mistral. En las Navidades de 1885 (pero con fecha de 1886) publica Canigó, que lleva el subtítulo de Llegenda pirenaica del temps de la Reconquista. Elaborado durante los últimos cinco años, se trata de otro poema épico con el que pretende contrarrestar la supuesta españolidad de su primera epopeya, L’Atlàntida. A diferencia de ésta, Canigó, por el tema, la forma y el uso de la lengua, deviene enseguida su mejor obra poética. “Leyenda” de filiación romántica, dedicada “a los catalanes de Francia”, Canigó canta el origen de una Cataluña centrada —que no limitada— por el Pirineo. Los elementos paganos —de un lado los invasores y de otro las hadas–— se contraponen a las fuerzas cristianas y crean una tensión dramática en cuyo centro se encuentra Gentil, el joven protagonista. Éste es, sobre todo, un soñador, y eso permite al poeta reducir las partes narrativas y acentuar los momentos líricos y descriptivos. Con la publicación de Canigó, Verdaguer ve repetidas las muestras de reconocimiento y afecto de críticos y lectores. Pronto recibe toda suerte de elogios, entre los cuales los de Menéndez y Pelayo que, en carta particular, le expresa su felicitación por una obra “más interesante que la Atlántida” y más armónica en su factura, reiterándole que le considera “el poeta de mayores dotes nativos de cuantos hoy viven en tierra de España”. Esa plenitud literaria y nacional del poeta tiene su punto culminante, el 21 de marzo de 1886, durante los actos de inicio de la restauración del monasterio de Ripoll, en la coronación simbólica, por el obispo Morgades, “en nombre de Cataluña”. En abril del mismo año, viaja a Palestina y Egipto, dando cumplimiento a un sueño largamente acariciado: desde pequeño ha deseado emprender ese viaje, cuyo resultado literario será un libro de impresiones en la línea del Itinéraire de Paris à Jerusalem de Chateaubriand, y del Voyage en Orient de Lamartine o Nerval, bien conocidos por el poeta. Collell, primer editor de esas impresiones en La Veu del Montserrat, las titula Dietari d’un pelegrí a Terra Santa, aunque el autor se referirá a ellas siempre como “mon Itinerari”. En 1887 publica Excursions i viatges, su primer libro en prosa, que constituye el primer libro de viajes en catalán contemporáneo. En él recoge cinco textos aparecidos antes en las dos citadas publicaciones periódicas catalanas: “Excursió a l’Alt Pallars”, “L’aplec de Montgarre”, “Records de la costa d’Àfrica”, “A vol d’aucell” y “L’ermita del Mont”. En ellos pueden advertirse ecos de Víctor Hugo, Alexandre Dumas, Hippolyte Taine y otros escritores franceses muy leídos por Verdaguer. En 1888 —año de la Exposición Universal de Barcelona— publica Pàtria, un volumen poético misceláneo, de cuarenta y seis composiciones, que el autor considera unitario, habida cuenta de su propia concepción de “patria” o su particular idea de “poesía patriótica”. El libro, prologado por su amigo Collell, constituye una especie de autoantología, con temas, registros y formas característicos de toda su producción, de la que viene a ser una síntesis y un balance. En enero de 1889, publica el Dietari... con las impresiones de su anterior viaje a Egipto y Palestina. El “itinerario” de Verdaguer a los Santos Lugares constituye un hito en la prosa catalana del siglo XIX y es una aportación de primer orden a la literatura de viajes contemporánea. El viaje a Tierra Santa le produce una honda transformación espiritual que tendrá graves repercusiones en su futura vida de sacerdote y escritor. Incrementa su dedicación pastoral, intensifica la oración, el ayuno y la confesión, al tiempo que empieza a ejercer realmente su cargo —hasta entonces nominal— de limosnero del marqués de Comillas. Verdaguer está convencido de que sólo la caridad puede frenar las desigualdades sociales en una Barcelona convulsa y en creciente expansión. El anarquismo y el socialismo son las ideologías políticas que, con trastorno revolucionario —Barcelona será conocida como “la ciudad de las bombas”—, propugnan un cambio radical en las relaciones entre empresarios y trabajadores. Como capellán de los marqueses, se encuentra incómodo en su situación de privilegio. Ha vivido diez años en un suntuoso palacio, sin problemas materiales, y dedicado a la escritura. Diez años de gloria literaria y prestigio social, de honores y distinciones, que le han consolidado como escritor áulico de la familia más distinguida de España. De repente, cumplidas todas sus ambiciones, se halla descontento de sí mismo, como sacerdote que ha cedido a los halagos de la fama y que ha hecho una brillante carrera de escritor. El desasosiego le corroe y se entrega de lleno a la oración y al apostolado, a la confesión y a la caridad. No tiene un no para nadie; los pedigüeños profesionales se aprovechan de su buena fe y pronto el marqués empieza a preocuparse por la actuación de su limosnero. En 1890 entra en contacto con un grupo de visionarios que le convencen de la necesidad de luchar contra el maligno. Asiste a las reuniones del grupo en una “casa de Oración” —un piso en la calle de Mirallers—, donde anota los relatos de los videntes y presencia exorcismos, que llegará a practicar en su habitación del palacio de los marqueses. El obispo de Barcelona le prohíbe terminantemente la práctica de estos rituales, y Verdaguer los abandona, pero sigue vinculado al grupo de visionarios y, en especial, a la familia Durán-Martínez —una viuda, su hijo y dos hijas, una de ellas vidente—, que no dejará jamás. La vinculación con esa familia, con la que vivirá hasta su muerte, es motivo de escándalo público y pronto será causa de graves problemas para el sacerdote. En 1892, compra una finca —los “Penitents”, en Vallcarca— para restaurar una capilla y celebrar reuniones vinculadas a las de la “casa de Oración”. Obtiene su propiedad, en subasta pública, a costa de un endeudamiento personal que le llevará a la desesperación y la miseria. A principios de 1893, el marqués decide prescindir de los servicios de su capellán y acuerda con el obispo de Vic —de quien Verdaguer depende canónicamente— su salida del palacio. Luego de acogerlo unos días en su palacio episcopal, Morgades le propone pasar una temporada en el santuario mariano de La Gleva, cerca de Vic, para rehacer su salud, deteriorada —según el prelado— por su excesiva dedicación sacerdotal. Permanece en el santuario dos largos años, trabajando intensamente “lejos de bibliotecas, de mis editores, de mis libros e incluso de mis propios manuscritos”. Culmina la publicación de Jesús infant, una trilogía poética —motivada por su viaje a Tierra Santa y la devoción a la Sagrada Familia— integrada por los libros Nazaret (1890), Betlem (1891) y La fugida a Egipte (1893). Publica además Roser de tot l’any (1894), un “dietario de pensamientos religiosos” aparecidos semanalmente en el periódico La Veu de Catalunya, un volumen de cánticos devotos, Veus del Bon Pastor (1894), e incluso reedita el Dietari... (1894). Durante los últimos meses, contraviniendo las órdenes de su obispo, viaja con frecuencia a Barcelona, donde se relaciona con la familia Durán y con algunos de los miembros del grupo de la “casa de Oración”. Se difunden calumnias sobre su persona, corren rumores sobre su posible locura, y Morgades, hasta entonces comprensivo, toma una decisión que, vistas las futuras consecuencias, hay que considerar desacertada: manda a Verdaguer un título de admisión en el asilo de sacerdotes de Vic, donde se recluye a los clérigos de la diócesis con deficiencias físicas o psíquicas. El poeta interpreta la propuesta de su obispo como una certificación de su desequilibrio mental y reacciona con violencia ante el conato de internamiento en lo que considera un manicomio para eclesiásticos. En mayo de 1895 abandona el santuario y se instala, en Barcelona, en el domicilio de la viuda Durán, en un piso de la calle Portaferrissa. Morgades le amonesta repetidamente, y ante la inutilidad de sus advertencias, nombra un tribunal eclesiástico que le abre un expediente disciplinario y le cita a declarar, sin que Verdaguer se dé por enterado. El obispo comete otra imprudencia de resultados catastróficos: pide al gobernador civil de Barcelona que intervenga en el conflicto canónico con su subordinado. El 14 de junio un delegado gubernativo se persona en el domicilio de la viuda con una orden de detención para Verdaguer, que se niega a abandonar la familia que le ha acogido. Al día siguiente, escribe una carta a su obispo quejándose de un procedimiento tan expeditivo y desproporcionado. El obispo le responde de inmediato, recordándole que le debe obediencia como sacerdote de su diócesis. Viéndose perseguido, manda una carta al director de El Noticiero Universal en la que expresa ante la opinión pública su situación personal. El escándalo es mayúsculo. El 23 de julio se le notifica su suspensión a divinis, disposición canónica que conlleva la prohibición de celebrar misa y cualquier otra actividad sacerdotal. El 6 de agosto publica en el periódico La Publicidad el primero de una serie de artículos “en defensa propia”, que retomará, dos años después, con la publicación de una segunda serie, más extensa. En octubre, sale a la luz un nuevo libro suyo: el poema Sant Francesc, y por Navidad (pero fechado en 1896) publica Flors del Calvari, un volumen de poesías lacerantes, compuestas en su mayor parte durante los dos últimos años, correlato poético de la prosa sangrante de los primeros artículos periodísticos, recogidos el mismo año en un opúsculo, bilingüe, titulado Mosén Jacinto Verdaguer en defensa propia. En 1896 y 1897 se agravan sus penurias económicas y aumenta el rechazo social de la gente bien pensante. Concurre, sin posibilidades de éxito, a los Juegos Florales de Barcelona con “La Pomerola”, un long poem al estilo de los modernistas y prerrafaelitas, inédito hasta hace poco. Es objeto, a la vez, de un homenaje público en un teatro barcelonés, donde recibe una prolongada ovación de los asistentes. La opinión pública se divide en dos bandos antagónicos: conservadores y liberales toman partido, desde sus respectivos órganos periodísticos, ante el “caso Verdaguer”, que ha sido justamente comparado al affaire Dreyfus en la Francia de aquellos mismos años. Fallecida la viuda Durán, pasa unos meses en la capital de España, donde, por mediación de los padres agustinos de El Escorial, y con la intervención del obispo de Madrid, acepta retractarse de su actitud ante Morgades. La retractación se hace efectiva el día 6 de enero de 1898. Al cabo de un mes, su obispo le devuelve las licencias sacerdotales, cerrándose así una tempestuosa etapa en la vida del poeta, decisiva en su carrera de escritor y de enorme repercusión dentro y fuera de Cataluña. En 1899 publica Santa Eulària, último intento de poema narrativo —al modo de su inicial Dos màrtirs de ma pàtria— sobre la primera patrona de Barcelona. Dirige revistas literarias, donde publica poesías y algunos artículos, y en 1901 recoge en el volumen Aires del Montseny composiciones poéticas de varias épocas, algunas de las cuales evocan los escenarios de su infancia. En enero de 1902, pronuncia el discurso de admisión en la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona —una necrológica literaria de Joaquim Rubió i Ors— y en mayo corrige las pruebas de su último libro, Flors de Maria, al tiempo que sucumbe a la tuberculosis. Los médicos le aconsejan salir de Barcelona, y el alcalde del vecino pueblo de Sarriá pone a su disposición Vil·la Joana, una finca de su propiedad entre los bosques de Vallvidrera. Allí muere el 10 de junio de 1902, acompañado de una de las hermanas Durán, a quienes lega, en un segundo testamento redactado in articulo mortis, los derechos sobre la propiedad de sus obras. Dos días después, su cuerpo es trasladado al Salón de Ciento del Ayuntamiento de Barcelona, donde recibe el adiós compungido de una multitud de ciudadanos. El día 13 es enterrado en el cementerio de Montjuic, en medio de la manifestación de duelo más impresionante de la historia de Cataluña. Obras de ~: Dos mártirs de ma patria, ó siga Lluciá y Marciá, Vic, Impr. de Soler-germans, 1865; La Atlántida, Barcelona, Est. de Jaume Jepús, 1878; Idilis y cants místichs, Barcelona, Eusebi Riera, 1879; Cansons de Montserrat y Llegenda de Montserrat, Vic, Est. de Ramon Anglada, 1880; Salteri franciscá, Vic, Est. de Ramon Anglada, 1882; Lo somni de sant Joan, Barcelona, Heredero de Pablo Riera, 1882; Caritat, Barcelona, Llibr. d’Alvar Verdaguer, 1885; Canigó. Llegenda pirenayca del temps de la Reconquista, Barcelona, Llibreria Católica, 1886; Excursions y viatjes, Barcelona, La Ilustració Catalana, 1887; Pátria, Barcelona, Est. de Fidel Giró, 1888; Dietari d’un pelegrí á Terra Santa, Barcelona, La Ilustració Catalana, [1889]; Cántichs, Barcelona, Libr. y Tip. Católica, [1889]; Jesús Infant. Nazareth, Barcelona, Bastinos, 1890; Jesús Infant. Bethlem, Barcelona, Bastinos, 1891; Jesús Infant. La fugida a Egipte, Barcelona, Bastinos, 1893; Roser de tot l’any. Dietari de pensaments religiosos, Barcelona, Est. de Jaume Puigventós, 1894; Veus del Bon Pastor ó cántichs espirituals, Vic, Est. de Ramon Anglada, 1894; Sant Francesch, Barcelona, Tip. “L’Avenç”, 1895; Mosén Jacinto Verdaguer en defensa propia, Barcelona, Tip. “L’Avenç”, 1895; Flors del Calvari, Barcelona, Impr. de Henrich y Cía. 1896; Montserrat. Llegendari, cansons, odes, Barcelona-Sarrià, Est. de Francisco X. Altés, 1898 [1899]; Santa Eularia, Barcelona, Francisco X. Altés, 1899; Ayres del Montseny, Barcelona, Publicació Joventut, 1901; Flors de Maria, Barcelona, Est. de la Casa de Caritat, 1902; La mellor corona, Barcelona, Tip. “L’Avenç”, 1902; Al cel, Barcelona, Est. Gràfic Thomas, 1903; Corpus Christi. La Creu de Barcino. La Seu. La Custodia. La Banda de la reina, Barcelona, Tip. “L’Avenç”, 1903; Obres completes ab gran cura ordenades y editades, Barcelona, Llibrería Científich-Literaria, Toledano, López y C.ª, 1905-1908, 7 vols.; Eucarístiques, Barcelona, Tip. “L’Avenç”, 1905; Rondalles, Barcelona, Tip. “L’Avenç”, 1905; Discursos (1867-1902), Barcelona, Tip. “L’Avenç”, 1905; Folk-lore. Que diuen els aucells? Notes esparces. Tradicions. Aforistica, Barcelona, Tip. “L’Avenç”, 1907; Colom, seguit de Tenerife, Barcelona, Tip. “L’Avenç”, 1907; Cantic dels cantics, precedit de “Els jardins de Salomó”, Barcelona, Tip. “L’Avenç”, 1907; Perles del “Llibre d’Amic e d’Amat” den Ramon Llull, Barcelona, Tip. “L’Avenç”, 1908; Els pobres. Els sants, Barcelona, Tip. “L’Avenç”, 1908; Santa Maria del Pi, Barcelona, Impr. La Hormiga de Oro, 1909; Obres completes de Mossen Jacinto Verdaguer, ed. popular, Barcelona, Ilustració Catalana, [1913-1925], 30 vols.; Amors d’en Jordi i na Guideta, Barcelona, Ilustració Catalana, 1924; Discursos – Articles – Pròlegs, Barcelona, Ilustració Catalana, [1924]; Barcelonines, Barcelona, Ilustració Catalana, [1925]; Jovenívoles. Primeres poesíes de un fadrí de Montanya, Barcelona, Ilustració Catalana, [1925]; Disperses, Barcelona, Ilustració Catalana, [1925]; Obres completes de Jacinto Verdaguer, ed. definitiva, Barcelona, Llibreria Catalònia, 1928-1936, 10 vols.; Carteig histórich. Correspondencia epistolar de Mossen Jacinto Verdaguer a Mossen Jaume Collell, [Vic], Gazeta de Vich, 1929; Obres completes de Jacinto Verdaguer, Barcelona, Biblioteca Selecta, 1943 [reed., 1946]; Obres completes, Barcelona, Selecta, 1949 [reeds., 1964 y 1974]; Escrits inèdits de Jacint Verdaguer, vol. I, transcr. y notas de J. M.ª de Casacuberta, Barcelona, Barcino, 1958; Epistolari de Jacint Verdaguer, transcr. y notas de J. M.ª de Casacuberta [y, a partir del vol. II, J. Torrent i Fàbregas], Barcelona, Barcino, 1959-1993, 11 vols.; Escrits inèdits de Jacint Verdaguer, vol. II (Colom), transcr. y notas de J. Torrent i Fàbregas, Barcelona, Barcino, 1978; Brins d’espígol, 1.ª ed. por A. J. Soberanas, Tarragona, Institut d’Estudis Tarraconenses Ramon Berenguer IV, 1981; Excursions i viatges, vol. III: Textos inèdits complementaris, ed. de N. Garolera, Barcelona, Barcino, 1992; Manuscrits verdaguerians de revelacions, exorcismes i visions, vol. I: Llibretes de visions de Teresa, ed. de J. Junyent i Rafart, Barcelona, Barcino, 1994; Poesies juvenils inèdites de Jacint Verdaguer, transcr. y anotadas por N. Garolera, Vic, Patronat d’Estudis Osonencs, 1996; Manuscrits verdaguerians de revelacions, exorcismes i visions, vol. II: Quaderns d’exorcismes, Barcelona, Barcino, 2002. Bibl.: J. 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Jacint Verdaguer, el desconocido padre del montañismo en Catalunya. ‘MALEÏDA 1882 Albert Naudín reivindica la vertiente aventurera del célebre poeta en un documental que evoca su hazaña al subir al pico del Aneto a finales del siglo XIX ASTRID MESEGUER BARCELONA 05/07/2019 El poeta y sacerdote catalán Jacint Verdaguer no solo fue la figura capital de la Renaixença y el fundador de la literatura catalana moderna. Además de su amor infinito por las palabras, cultivó una pasión por el montañismo que ha permanecido prácticamente en la sombra y que el director Albert Naudín ha querido rescatar y reivindicar en la película documental Maleïda 1882, que evoca su peripecia al subir al Aneto a finales del siglo XIX. Estatua de Jacint Verdaguer.
Mare de Déu del Mont , también conocida como Serra del Mont , es una sierra de la comarca natural de la Alta Garrotxa , Cataluña , España . Tiene una elevación de 1.123 metros (3.684 pies) sobre el nivel del mar. Descripción Esta montaña tiene un tradicional santuario de la Virgen María en la cima de El Mont , el pico más alto que da nombre a la sierra. Esta cumbre es una de las Cumbres Emblemáticas de Cataluña. Es muy popular el santuario de la Mare de Déu del Mont, cuyo nombre significa Madre de Dios de la Montaña. Ha sido mencionada frecuentemente en la literatura catalana , habiéndose referido a ella como Porta del Pirineu , que significa "la Puerta de los Pirineos", entre otros epítetos . El poeta catalán Jacint Verdaguer se alojó en el santuario de la cima de la montaña en 1884 y escribió algunos versos sobre la montaña. Recientemente se inauguró en la cima de la montaña una estatua en honor al poeta. |
Canigó es un poema épico escrito en catalán por Jacinto Verdaguer en 1886, que constituye uno de los poemas clave de la Renaixença catalana.
Este poema (que forma todo un libro) contiene una descripción geográfica de los Pirineos catalanes y la montaña del Canigó, desarrollándose una historia basada en el mito del conde Tallaferro. En la historia aparecen elementos mitológicos situados en la Edad Media, en el siglo xi, época en que los catalanes sufrían invasiones musulmanas. La gran diversidad de ritmos produce una deliciosa amenidad al poema. El autor juega mucho con contrastes entre escenas que hablan del tierno y encegador mundo de las hadas y los atroces combates entre los guerreros catalanes y los musulmanes. La historia empieza cuando Gentil, hijo del Conde Tallaferro, después de ser armado caballero en la iglesia de San Martín del Canigó, se une al ejército cristiano cuya misión es detener el ataque de los musulmanes. Conoce a Flordeneu, la reina de las hadas. Ella lo seduce y él, enceguecido por ella se olvida de la batalla y la acompaña en un vuelo por los Pirineos en una carroza voladora mientras ella le enseña la cordillera y sus leyendas. Guifré, tío del caballero, se da cuenta de que el ejército cristiano está perdiendo y lo atribuye a la deserción de Gentil; lo sorprende cuando está con el hada y, dominado por la ira, mata a su sobrino tirándolo montaña abajo. Finalmente Guifré se arrepiente. Mientras su padre -el conde Tallaferro- derrota a los moros, el cadáver de Gentil es llevado a la ermita de Sant Martí. Guifre se arrepiente de su crimen, consigue que Tallaferro le perdone, y decide hacerse monje. Cuando Guifre se encuentra a las puertas de la muerte, pide que donde murió Gentil se plante una cruz. Versiones El poema tuvo un gran éxito entre sus lectores, se considera que Canigó representa el momento más pleno de las posibilidades del poeta Verdaguer. Fue traducido al italiano por Maria Licer en 1898. Un año después fue traducido al castellano por el conde de Cedillo. El mismo año J. Tolrà de Bordas lo tradujo al francés. En 1910 se hizo una versión teatral de Josep Carner acompañada de la música de Jaime Pahissa. En 1934, Antoni Massana utilizó la adaptación de Carner para hacer una ópera que se estrenó en el Gran Teatro del Liceo de Barcelona en 1953. |
La Atlántida (en catalán: L'Atlàntida) es un poema escrito en catalán por Jacinto Verdaguer en 1877. Descripción La obra, publicada en 1877, obtuvo un premio especial en los Juegos Florales de Barcelona de ese mismo año y por su éxito supuso un impulso al movimiento de la Renaixença. Está formado por una introducción, diez cantos y una conclusión. En la introducción se narra como Colón, todavía joven, llega a las costas peninsulares después de un naufragio, donde un ermitaño le narra la historia de la Atlántida. En los cantos se narran las gestas de Heracles contra Gerión y se describe la destrucción de la Atlántida y la aparición del Mediterráneo. En la conclusión Colón, después de oír la narración del ermitaño, sueña con viajar a nuevas tierras y termina el poema con el presentimiento del descubrimiento de América. El poema fue adaptado por Manuel de Falla en los últimos años de su vida como cantata escénica1 completada por Ernesto Halffter en 1976 y titulada Atlántida. |
a Atlántida (en catalán: L'Atlàntida) es un poema escrito en catalán por Jacinto Verdaguer en 1877. |
Verdaguer Monument is a monument dedicated to the Catalan poet Jacint Verdaguer. It is located at the namesake square on Diagonal avenue in the area of Dreta de l'Eixample neighborhood in Barcelona, Catalonia, Spain. |
El Monumento a Mosén Jacint Verdaguer (en catalán: Monument a Mossèn Jacint Verdaguer, también conocido como El cuervo o La palmatoria) es un monumento escultórico situado en la plaza de Mosén Jacinto Verdaguer de Barcelona, en el distrito del Ensanche. Está dedicado al sacerdote y poeta Jacint Verdaguer, uno de los principales escritores en lengua catalana y renovador de las letras catalanas tras una larga etapa de decadencia.
Historia
La idea de erigir un monumento al insigne poeta surgió tras su muerte en 1902, pero no cristalizó hasta 1913, fecha en la que se organizó un concurso que ganó el escultor Joan Borrell i Nicolau, en conjunción con el arquitecto Josep Maria Pericas. Borrell se encargó de la figura del poeta y las de la balaustrada, mientras que los hermanos Miquel y Llucià Oslé, finalistas del concurso, se encargaron de los relieves de la base.
El lugar elegido para su emplazamiento fue la plaza de Mosén Jacint Verdaguer, en la confluencia entre la Avenida Diagonal y el Paseo de San Juan, donde se colocó la primera piedra el 29 de mayo de 1914. La ejecución del monumento se retrasó diez años, y finalmente fue inaugurado el 14 de mayo de 1924 por el rey Alfonso XIII y el primer ministro Miguel Primo de Rivera, con la asistencia del alcalde de Barcelona, Fernando Álvarez de la Campa, y un sobrino del poeta, Jacint Llusà i Verdaguer. La inauguración fue polémica debido a la proscripción de la lengua catalana que en aquella época mantenía la dictadura de Primo, por lo que un grupo de intelectuales encabezados por Àngel Guimerà hicieron un acto alternativo en la tumba de Verdaguer en Montjuïc.
En 1987 se hizo una restauración del monumento, a cargo del arquitecto municipal Josep Miquel Casanovas.
Descripción
El monumento se emplaza en una rotonda circundada por una balaustrada en cuyo interior hay unos jardincillos de los que se yerguen unos altos cipreses. Sobre la balaustrada se alzan tres figuras alegóricas, alusivas a la poesía mística, popular y épica, mientras que los relieves de la misma —obra de los hermanos Oslé— representan escenas del poema La Atlántida del autor catalán. Del centro del círculo surge una columna de veinte metros de altura, que en su parte superior tiene la estatua de Mosén Cinto. El conjunto está realizado en un estilo ecléctico, mezcla de modernismo y un clasicismo que apuntaba al novecentismo, con un evidente influjo de la Sezession vienesa.
Estatua del poeta |
laca con un fragmento de L'Emigrant de Verdaguer |
Balaustrada con una de las alegorías |
Figura de otra alegoría |
Relieve de la balaustrada |
Otro de los relieves |
Mossèn o mossén título se ha perdido en general excepto en el ámbito eclesiástico de Aragón, Cataluña y la Comunidad Valenciana, por lo que a veces se aplica a sacerdotes y diáconos católicos
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