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jueves, 6 de julio de 2017

457.-Las caras; Dramaturgo con premio nobel.-a

Caras.

La tristeza y la alegría (las dos de la derecha) son fácilmente reconocibles,
mientras que el miedo y la sorpresa y la ira y la repugnancia comparten
 una gestualidad común en sus inicios 

Que la cara es el espejo del alma es un axioma comúnmente aceptado. Levantar una ceja, abrir mucho los ojos o esbozar una sonrisa pueden comunicar más sobre nuestro estado de ánimo o nuestras intenciones que un discurso entero. Algunos antropólogos creen que esas muecas faciales se aprenden del ámbito social en el que estamos inmersos, y cambian, como bien deben conocer los aficionados a los viajes exóticos para no meterse en problemas, según el entorno cultural. 
Fue el psicólogo Paul Ekman quien introdujo en su día una perspectiva evolutiva. Identificó seis emociones básicas universalmente reconocidas y fácilmente interpretadas con independencia del idioma o la cultura: alegría, tristeza, miedo, ira, sorpresa y asco. Podría pensarse que son innatas, producto de la evolución. Sin embargo, una nueva investigación de la Universidad de Glasgow (Escocia) afirma que son demasiadas. El equipo, que ha publicado sus conclusiones en la revista Current Biology, las reduce tan solo a cuatro.

En sus experimentos, Ekman fotografió durante dos años los gestos de los miembros de la tribu Fore en Nueva Guinea para después mostrarlos a individuos de todo el mundo, que supieron reconocer las emociones sin problemas. De esa forma dedujo las seis emociones básicas cuyas expresiones parecen idénticas para toda la humanidad.

Los investigadores de Glasgow han desafiado las teorías de Ekman fijándose, con la ayuda de un software especial, en los diferentes músculos de la cara que participan en la recreación de las emociones, así como en el plazo de tiempo que tarda cada músculo en activarse. El sistema, denominado Generative Face Grammar, utiliza cámaras para capturar una imagen tridimensional de las caras de personas especialmente entrenadas para activar los 42 músculos faciales individuales de manera independiente. A partir de ahí un ordenador puede generar distintas expresiones faciales en un modelo en 3D, que se muestra a voluntarios para comprobar si son capaces de identificarlas.

De esta forma, el equipo llegó a la conclusión de que, si bien las señales de las expresiones faciales de felicidad y tristeza son claramente distintas durante todo el proceso, el miedo y la sorpresa comparten al principio un gesto en común: los ojos abiertos. Del mismo modo, la ira y el asco comparten, también en su comienzo, la nariz arrugada.

Señales de peligro

Según los investigadores, estos gestos podrían representar las señales de peligro más básicas. «En primer lugar, las señales de peligro tempranas otorgan ventaja a los demás, permitiendo una huida más rápida. En segundo lugar, las ventajas fisiológicas para quien las expresa -la nariz arrugada impide la inspiración de partículas potencialmente dañinas, mientras que abrir mucho los ojos aumenta el consumo de la información visual útil para huir- son mayores cuando los movimientos faciales se hacen temprano», explica la psicóloga Rachael Jack, responsable del estudio.

«La investigación pone en duda la idea de que la comunicación de las emociones humanas comprende seis categorías básicas, psicológicamente irreductibles. En cambio, sugerimos que hay cuatro expresiones básicas de la emoción», continúa. 
La especialista cree que, con el tiempo, cuando los humanos emigraron por todo el mundo, la diversidad socioecológica probablemente especializó las expresiones faciales antes comunes, y alteró el número, la variedad y el tipo de señales a través de las diferentes culturas, hasta el punto de que algunas pueden dejarnos perplejos.

El equipo está interesado ahora en desarrollar su estudio observando las expresiones faciales de diferentes culturas, incluidas las poblaciones de Asia oriental, que interpretan algunas de las seis emociones clásicas de forma diferente, poniendo más énfasis en las señales de los ojos que en los movimientos de la boca en comparación con los occidentales. Sin duda, servirá para conocermos mejor a nosotros mismos, ya que el lenguaje no verbal constituye la mayor parte de nuestra producción comunicativa.

Itsukushima Shrine.


Las dos máscaras.

El teatro esta representado por dos máscaras, una que sonríe y otra que llora. Ellas representan la comedia y el drama o tragedia respectivamente. Son símbolos de origen griego; Talia, la musa de la comedia, la música, el canto y la alegría, y Melpomene, que es la musa de la tragedia.

En la mitología griega, Melpómene (en griego Μελπομένη "La melodiosa") es una de las dos musas del teatro. Inicialmente era la musa del canto de la armonía musical, pero pasó a ser la musa de la tragedia como es actualmente reconocida.
Melpómene es hija de Zeus y Mnemósine. Asociada a Dioniso, inspira la tragedia, se la representa ricamente vestida, grave el continente y severa la mirada, generalmente lleva en la mano una máscara trágica como su principal atributo, en otras ocasiones empuña un cetro o una corona de pámpanos, o bien un puñal ensangrentado. Va coronada con una diadema y está calzada de coturnos. También se la representa apoyada sobre una maza para indicar que la tragedia es un arte muy difícil que exige un genio privilegiado y una imaginación vigorosa.
En algunas leyendas Melpómene aparece como madre de las sirenas, cuyo padre sería Aqueloo o Forcis, el padre de las Gorgonas. En una de sus manos sostiene un cetro y una corona, en la otra, un puñal. Se halla rodeada de fortalezas, armas y laureles y a su arrogancia se une la tristeza de la soledad. Un mito dice que Melpómene tenía todas las riquezas que podía tener una mujer, la belleza, el dinero, los hombres, solo que teniéndolo todo no podía ser feliz, es lo que lleva al verdadero drama de la vida, tener todo no es suficiente para ser feliz.

Talía (en griego antiguo Θάλεια, «floreciente», del verbo θάλλεω, thálleô, «florecer») era una de las dos musas del teatro, la que inspiraba la comedia, y también era la musa de la poesía bucólica o pastoril. Era una divinidad de carácter rural y se la representaba generalmente como una joven risueña, de aspecto vivaracho y mirada burlona, llevando en sus manos una máscara cómica como su principal atributo y, a veces, un cayado de pastor, una corona de hiedra en la cabeza como símbolo de la inmortalidad y calzada de borceguíes o sandalias. Talía era hija de Zeus y Mnemósine. Fue madre con Apolo de los Coribantes.

 

Premios Nobel Favoritos para el Nobel de Literatura: ¿Ha abandonado la Academia Sueca a los dramaturgos?

No se fíen de ninguna quiniela del Nobel de Literatura. No hay favoritos porque el sistema de la Academia Sueca es completamente hermético  y las listas de las casas de apuestas son solo un reflejo de lo que los apostantes creen premiable. Este jueves 7 de octubre a las 13.00 h., como cada año, el secretario permanente de la Academia Sueca, abrirá la puerta de su despacho para pronunciar un nombre a los periodistas agolpados.
Entre otras cosas, lo que la estadística dice es que probablemente no será un dramaturgo. Aceptemos que la mayoría de los escritores saltan entre géneros (y que casi todos se inician en la poesía), pero dando por buenas las estadísticas de la propia academia sueca: 80 de los premiados fueron reconocidos por su prosa, 35 por su poesía, 14 por su dramaturgia, 3 por su filosofía o ensayos y 2 como historiadores.

La lista de dramaturgos premiados se inicia precisamente con el español José Echegaray (1904) y su relevancia durante el primer tercio del siglo XX queda probada con los galardones a Maurice Maeterlinck (1911), Gerhart Hauptmann (1912), Jacinto Benavente (1922), George Bernard Shaw (1925), Luigi Pirandello (1934) o Eugene O'Neill (1936).
A partir de ahí, mucha intermitencia: Albert Camus (1957), Jean-Paul Sartre (1964), Samuel Beckett (1969), Wole Soyinka (1986), Dario Fo (1997) y Harold Pinter (2005). De hecho, la lista de dramaturgos nunca premiados tiene mucho brillo: Henrick Ibsen, Bertolt Brecht, Arthur Miller, Tennesse Williams o Eugene Ioenesco.
Queda el particular caso de Peter Handke, premiado en 2019, que prácticamente le dio a todos los palos y comenzó en el teatro experimental de los 60 además de ser guionista de importantes películas del Nuevo cine alemán de los 70, pero es especialmente reconocido por sus novelas.

Y, entre los nombres de las casas de apuestas, solo una mujer: la francesa Hélène Cixous, una de las autoras fundamentales del feminismo, también tiene una importante obra teatral en la que destacan La ciudad perjura o el despertar de las Erinias o Retrato de dora.

¿Y por qué no un guionista de cine?

Si la Academia se atrevió en 2016 a buscar la poesía en un compositor de canciones y premiar a Bob Dylan, ¿por qué no recorrer el mismo camino desde el teatro al cine y premiar a un guionista?
Aunque algunos de los premiados, como García Márquez, Beckett, Fo, Pinter han firmado trabajos en el cine, el paso definitivo sería premiar a un escritor esencialmente cinematográfico. Durante años, se especuló con que Woody Allen podría ser un candidato. Y Aaron Sorkin ha sido finalista en otros premios como el Premio Princesa de Asturias.
Aunque, por cantidad y calidad, la Academia Sueca perdió su mejor oportunidad hace años, precisamente con un compatriota: Ingmar Bergman. Quizá algún día sepamos que fue candidato: las listas de finalistas al premio que maneja la Academia Sueca no se hacen públicas hasta 50 años después.

 


¿Premio Nobel: Literatura frente a Teatro?

De 115 autores premiados, 14 son dramaturgos o la literatura dramática ha sido lo más relevante que se les reconoce.

En octubre la Academia Sueca debería reunirse para otorgar los premios Nobel.  Esperemos que el próximo diciembre, fecha del aniversario del fallecimiento de Nobel, que es cuando se entregan los premios, contemos con un nuevo Nobel  a “escritores que sobresalen por sus contribuciones en el campo de la literatura”.
Desde 1901 y hasta 2019 el galardón de Literatura ha sido entregado a 115 personas, de ellas 15 han sido mujeres por lo que es el segundo Premio Nobel, después del de la Paz, con mayor número de mujeres galardonadas.
Si no me equivoco de 115 premiados, 14 son dramaturgos o la literatura dramática ha sido lo más relevante desde el punto de vista formal, conceptual y estético en el total de la obra literaria que se les reconoce.
Hagamos un recorrido por los premiados y en cada uno de ellos destaquemos una cita de la motivación que tuvo la Academia Sueca para entregar el Premio:

1904 – José Echegaray (España): “…en reconocimiento a las numerosas y brillantes composiciones que, en una manera individual y original, han revivido las grandiosas tradiciones del drama español”. En este año se compartió el premio con el poeta francés Frédéric Mistral.

1911 – Maurice Maeterlinck (Bélgica): “en reconocimiento a sus actividades literarias multilaterales, y especialmente de sus obras dramáticas, que se distinguen por una riqueza de imaginación y una fantasía poética, la cual revela, a veces con el aspecto de un cuento de hadas, una profunda inspiración, mientras atraen los propios sentimientos de los lectores y estimulan su imaginación de una forma misteriosa”.

1912 – Gerhart Hauptmann  (Alemania): “principalmente en apreciación de su producción fructífera, variada y sobresaliente en el campo del arte dramático”.

1922 – Jacinto Benavente (España): “por la feliz manera en que ha continuado las tradiciones ilustres del drama español”.

1925 – George Bernard Shaw (Irlanda): “por su trabajo que está marcado tanto por idealismo como por humanidad y su sátira estimulante que a menudo se halla infundida con una singular belleza poética”. No se hace explícita su vertebral obra dramática entre las motivaciones para otorgar el Premio; Bernard Shaw además de un agudo polemista fue un dramaturgo de mucha influencia con más sesenta obra; además, en 1938 compartió el Óscar al mejor guion adaptado por la versión cinematográfica de Pigmalión, convirtiéndose en la primera persona en recibir el Premio Nobel y un Premio Óscar.

1934 – Luigi Pirandello (Italia): “por su reactivación audaz e ingeniosa del arte dramático y escénico”.

1936 – Eugene O’Neill (Estados Unidos): “por las poderosas, la honestas y profundas emociones percibidas en sus obras dramáticas, que representan un concepto original de tragedia”.

1969 – Samuel Beckett (Irlanda); “por su escritura, que -en las nuevas formas de la novela y el drama- en la miseria del hombre moderno adquiere su elevación”.

1986 – Wole Soyinka (Nigeria): “quien, en una perspectiva cultural amplia y con matices poéticos, innova el drama de la existencia”. No se destaca la persistente atención al teatro no solo escribiendo sino creando compañías teatrales, actuando, enseñando.

1997 – Dario Fo (Italia): “por emular a los bufones de la Edad Media en la autoridad flagelante y por defender la dignidad de los oprimidos”.

2000 – Gao Xingjian (China): “por una obra de validez universal, con puntos de vista penetrantes e ingenio lingüístico, ha abierto nuevos caminos para la novela y el teatro chinos”.

2004 – Elfriede Jelinek (Austria): “por su flujo musical de voces y contra-voces en novelas y obras teatrales que, con extraordinario celo lingüístico, revelan lo absurdo de los clichés de la sociedad y su poder subyugante”.

2005 – Harold Pinter (Reino Unido): “en sus obras se descubre el precipicio bajo la irrelevancia cotidiana y las fuerzas que entran en confrontación en las habitaciones cerradas”.

2019 – Peter Handke (Austria): “por un trabajo influyente que con ingenio lingüístico ha explorado la periferia y la especificidad de la experiencia humana”.

Podemos considerar que los premiados se agrupan en dos etapas del desarrollo del teatro. A partir de 1904 y hasta 1936; y desde 1969 hasta 2019,  siete galardonados en cada período.
En los inicios del siglo XX fueron la pintura y la literatura donde mayores atrevimientos hubo, luego de los prodigiosos sesenta el teatro se convirtió en un hecho performativo por excelencia y cada vez más ha sido un arte en acción por el poder de generar realidad a través de transformar la existente. Por otra parte, en el Teatro se hace más evidente el  entrecruzamiento de todas las manifestaciones.
El Teatro por la autonomización que arranca en los sesenta del pasado siglo ya hoy es uno de los acontecimientos artísticos más abarcadores, indagadores y de germinativo diálogo con el paisaje socio-cultural.
La autoreferencialidad, la autotematización y la autorreflexión alcanzada por el Teatro lo emancipan de la Literatura.
Hoy el Teatro no desecha al texto lingüístico, pero este ya no domina, es un elemento análogo a los demás que componen los sistemas significantes que evidencian la autonomización del lenguaje escénico con su diapasón de ejecuciones.
Incluso el Teatro ha desarrollado una estética posdramática donde la estratificación de los lenguajes en diálogo sobrepasa lo verbal; y, entonces, el consabido texto dramático adquiere dimensiones sin fronteras y aparece el perplejo de una estructura dramatúrgica diferenciada, donde se desterritorializa la expresión enunciativa verbal y arribamos a planos que puede resultar hasta errantes pero que hacen del Teatro un acontecimiento radical.

El DRAE, al hablar sobre las obras destinadas a la representación escénica les llama dramáticas, pero a su vez define el drama y lo dramático fuera de la literatura; cuando define el teatro lo reduce más bien al espacio donde se produce la representación, pero también lo refiere a las producciones dramáticas y la literatura dramática.

¿Es el texto dramático literatura? 
¿Hasta dónde la labor de los escritores para teatro ha sido relevante en el panorama de la literatura planetaria?
 ¿Qué diferencia en el orden literario hay entre una obra de teatro y una novela? 
¿Es el teatro un género literario y si es así porque es tan poco considerado a la hora de conceder un premio literario?
Como quiera que respondamos estas y otras preguntas lo concreto es que en el suceso teatral se suman una serie de discursos que dan lugar a lo que se le ha llamado “texto espectacular” con absoluta independencia de la Literatura.

Pero los Premios literarios tienen que seguir considerando al texto lingüístico dramático como el punto de distinción-indistinción dentro de lo literario. Siendo así, me resultan escasos los dramaturgos en la nómina cuando se trata de “escritores que sobresalen por sus contribuciones en el campo de la literatura”.

El texto lingüístico dramático debe contener una invención literaria que visione el camino del espesor semiológico propio del Teatro. Creo que esto se ha tenido en cuenta para el otorgamiento de los Nobel en las diferentes etapas en consonancia con el desarrollo de la teatralidad. 
Una puesta en escena es un sistema donde se funde una serie indeterminada de códigos y lenguajes alternativos que se hacen connaturales: escenografía, luces, actuación, sonido, diseños tecnológicos específicos conforman una presencia de textualidades a través de las cuales se alcanza la plenitud de la exterioridad que significa el teatro como fenómeno intertextual.
La literatura dramática a que aluden los guardianes de la pureza de nuestro idioma, ya no es lo medular de una puesta en escena; el texto escrito como estructura literaria admite combinatorias, posee intersticios, se sustancia en potencialidades, no precisa serle leal, en su inmanencia laten mutaciones y disyuntivas como parte constitutiva de sus fundamentos.
La sacrosanta unidad aristotélica es quebrantada por abordajes transgresores que pueden resultar escabrosas promiscuidades estéticas, miradas imprudentes y a veces irreflexivas de obras  Romeo o Julieta  en desenfrenadas propuestas  escénicas actuales.
¡Ah! Pero todo no vale. Los caprichos y las pataletas autorreferenciales no pueden ser procedimientos. Sí las metamorfosis y simbiosis ideo-estéticas críticas, creadoras y reflexivas.

 

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