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Lema

Libro de Proverbios, 8 20, de la Biblia. "Yo camino por la senda de la justicia, por los senderos de la equidad."

miércoles, 20 de julio de 2011

32.-Margarita de Austria; Antoine Perrenot de Granvela-a



Luis Alberto Bustamante Robin; Jose Guillermo Gonzalez Cornejo; Jennifer Angelica Ponce Ponce; Francia Carolina Vera Valdes;  Carolina Ivonne Reyes Candia; Mario Alberto  Correa Manríquez; Enrique Alejandro Valenzuela Erazo; Gardo Francisco Valencia Avaria; Alvaro Gonzalo  Andaur Medina; Carla Veronica Barrientos Melendez;  Luis Alberto Cortes Aguilera; Ricardo Adolfo  Price Toro;  Julio César  Gil Saladrina; Ivette Renee Mourguet Besoain; Marcelo Andres Oyarse Reyes; Franco Gonzalez Fortunatti; Patricio Ernesto Hernández Jara;  Demetrio Protopsaltis Palma; ; Ricardo Matias Heredia Sanchez; Alamiro Fernandez Acevedo;  Soledad García Nannig;

  

retrato 

(Oudenaarde, Flandes, 28 de diciembre de 1522 - Ortona, Nápoles, 18 de enero de 1586), fue hija natural de Carlos I de España y de Johanna Maria van der Gheynst.​ Fue duquesa consorte de Florencia y Parma y gobernadora de los Países Bajos.

Biografía

Su madre, Johanna, sirvienta de Charles de Lalaing, señor de Montigny, era flamenca. El rey Carlos I de España, en la única referencia personal en su testamento, declaró que «estando en estas partes de Flandes, antes que me casase y desposase, hube una hija natural que se llama Madama Margarita».​ Poco después de su nacimiento, Margarita fue confiada a la familia Douwrin durante algún tiempo.
Su destino habría sido crecer como una hija natural más, sin privilegios o poder y con un obscuro porvenir. Sin embargo, se vio encumbrada gracias a su tía-abuela, Margarita de Austria, gobernadora de los Países Bajos desde 1507, la cual decidió encargarse de su educación. Después de la muerte de Margarita, en 1530, le sucedió como gobernadora su tía María de Austria, reina-viuda de Hungría, la cual también tomó la tutela de la pequeña Margarita, su sobrina carnal.

Duquesa de Florencia

Los convulsos asuntos de Italia y la lucha de poderes con el rey Francisco I de Francia estaban en plena efervescencia en la década de 1520. En 1527, viéndose cercado después del saqueo de la Ciudad Eterna, el Papa Clemente VII finalmente aceptó firmar la paz con el emperador Carlos V de Alemania, el cual como parte del trato debió reponer a los Medicis en el gobierno de Florencia en la persona de Alejandro de Médicis -aparentemente hijo natural del Papa con una sirvienta negra-. Como manera de conservar la lealtad del papa de manera definitiva, se acordó el compromiso de Alejandro con Margarita, de apenas cinco años de edad. El 9 de julio de 1529, Margarita fue legitimada por su padre a ruego de su tía-abuela, Margarita de Austria.
Alejandro de Médicis no entró formalmente en Florencia como su duque soberano hasta el 5 de julio de 1531; nueve meses más tarde, en abril de 1532, el emperador elevó a Florencia al rango de ducado hereditario.
El 29 de febrero de 1536 se celebró el enlace entre Alejandro de Médicis y Margarita de Austria en Nápoles.4​La novia, para entonces de apenas 13 años, tuvo que soportar desde el comienzo de su matrimonio la indiferencia de su marido, el cual permanecía fielmente al lado de su único amor, Taddea Malaspina, la cual le había dado dos hijos.
Once meses más tarde, el 6 de enero de 1537,​ Alejandro fue asesinado por un primo lejano y Florencia pasó a manos de una nueva rama de los Médicis. Viuda con apenas 14 años, Margarita regresó a los Países Bajos al lado de su tía María, donde permaneció hasta que su padre decidió una nueva alianza italiana para ella.

Duquesa de Parma

En el año 1539, Margarita contrajo matrimonio con Octavio Farnesio, duque de Parma; desde ese entonces se la conoce como Margarita de Parma. De esta unión matrimonial nació Alejandro Farnesio.

Gobernadora de los Países Bajos

En el año 1559, Margarita de Parma fue nombrada gobernadora de los Países Bajos,6​ en medio de una difícil y convulsionada situación, ya que el protestantismo calvinista estaba extendiéndose con fuerza en aquellos dominios españoles.
En esos países existían constantes problemas internos, una alarmante situación económica, problemas sociales y continuos complots de la nobleza: a eso había que añadir que la política de su medio hermano, el rey Felipe II de España, causó grandes estragos en la gobernación de los Países Bajos.
En el mes de agosto del año 1567, estallaron una serie de disturbios y protestas. Margarita de Parma no recibió ningún apoyo por lo que tuvo que recurrir a la diplomacia para separar a la nobleza del levantamiento popular.
Una vez logrado esto, el levantamiento empezó a ser sofocado, aunque demasiado tarde según el criterio de Felipe II, quien nombró a Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, III duque de Alba de Tormes (descendiente del rey Alfonso XI de Castilla) para reemplazar a su media hermana Margarita en la gobernación de los Países Bajos.
Desde su retiro en Yuste, un desgajado Carlos, mortificado y radicalizado en sus posturas religiosas, dedicó sus últimos años de vida a criticar cada decisión de su hija cuando fue gobernadora de los reinos españoles en el corazón de Europa



Escudo de Margarita de Parma (hija natural del emperador Carlos V, Carlos I como rey de España) antes de su matrimonio. Margarita de Parma, hija [natural] de Carlos V, llevaba simplemente un partido de Austria y Borgoña antiguo

  

Margarita de Parma.


Biografía

Parma, Margarita de. Duquesa de Parma (II). Oudenarde o Tournai (Bélgica), X-XII.1521 – Ortona (Italia), 18.I.1586. Gobernadora de los Países Bajos y del Condado de Borgoña.

Nacida entre octubre y diciembre de 1521 en Oudenarde o Tournai. Hija del emperador Carlos V y de Juana van der Gheynst, dama de confianza de la señora baronesa de Montigny en el período en el que Carlos V se alojó en el castillo del conde Carlos de Lalain, barón de Montigny y Escornay durante el sitio de Tourney. Su primera infancia transcurrió confiada a una familia de Bruselas (los Douvin). A los siete años, tras ser legitimada, la responsabilidad de su educación y crianza pasó a la entonces regente de los Países Bajos, duquesa de Saboya y tía de Carlos V, Margarita de Austria (1480-1530). Ésta a su vez, al cesar en la regencia, la confió a la nueva gobernadora María de Hungría (1505-1558), hermana del Emperador.
Doña María la hizo educar con esmero. Aprendió francés, italiano, flamenco, castellano, latín, pintura y música. Tocaba el arpa, entre otros instrumentos, y fue una buena amazona.
Desde el convenio suscrito entre Carlos V y el papa Clemente VII (Julio de Médicis) en 1529, quedó acordado que Margarita contrajera matrimonio con un pariente del Pontífice, el I duque de Florencia, Alejandro.

El 28 de febrero de 1536, tras cumplir catorce años, se verificaron las bodas en Nápoles entroncando así la casa de Julio de Médicis con la del Emperador. El talante personal corrupto y violento de Alejandro de Médicis fue insufrible para Margarita que, a poco de casada, se retiró a la residencia de Elena de Toledo, la hija del virrey de Nápoles, el duque de Alba, en cuya casa había permanecido casi tres años (1533-1535) al llegar a Italia desde Flandes. Poco después su esposo murió víctima de una conjura urdida dentro de la propia familia Médicis. Tras enviudar, Margarita permaneció en Toscana; primero en Florencia y más tarde en Prato, protegida por el cardenal Cibo. Recibió oferta de matrimonio del nuevo duque, Cosme de Médicis, pero en su nómina de pretendientes figuraban también Carlos de Angulema, tercer hijo de Francisco I de Francia, y Alfonso d’Este. Sin embargo, en el esquema de las relaciones diseñadas por el Emperador con los estados italianos, su hija estaba destinada a ser el medio para estrechar lazos con el Pontificado, razón por la que fue prometida en 1538 al príncipe Octavio Farnesio, de trece años, prefecto de Roma y nieto del nuevo papa Pablo III (1534-1549). Este nuevo matrimonio, desigual respecto a la madurez mental de los contrayentes, generó, al principio, rechazo en Margarita.
Dos años después del enlace, el duque Octavio partió con Carlos V a la empresa de la conquista de Argel ausentándose de Roma durante dos años. A su vuelta, Pablo III concedió al padre de Octavio, Pedro Luis Farnesio, el ducado de Parma y Piacenza, confirmando, además, a Octavio en el ducado de Castro. El 27 de agosto de 1545 la princesa Margarita dio a luz a dos mellizos, Alejandro (1545-1592) y Carlos que murió siendo niño.
Los beneficios concedidos por Pablo III a Pedro Luis Farnesio rompieron el difícil equilibrio existente entre los distintos estados italianos. Esta situación densa desembocó finalmente en un violento episodio protagonizado por Ferrante Gonzaga en diciembre de 1547, en el que el suegro de Margarita fue asesinado.

Su marido, Octavio Farnesio, reclamó entonces su derecho a heredar el ducado de Parma, pero Pablo III no quiso confirmarlo y, de hecho, ordenó a los Orsini que ocuparan el fuerte parmesano. Octavio viajó entonces a Milán y planteó a Ferrante Gonzaga —ejecutor de su padre— que actuara de mediador para concluir una alianza con Carlos V, rompiendo los lazos políticos que le unían con el papado. Ante esta situación de fuerza, Pablo III no tuvo más remedio que reconocerle los derechos sobre Parma y Piacenza, pero el nuevo pontífice Julio III (1550- 1555) fraguó poco después una alianza con el Emperador para expulsar a Octavio del ducado. Según este acuerdo, la Casa de Austria tendría infeudadas de la Santa Sede las villas de Parma y Piacenza. Carlos V ocupaba esta última plaza desde 1547 y exigió a Octavio Farnesio la cesión de Parma. El duque propició una alianza con Francia y el 27 de mayo de 1551, Enrique II lo tomó bajo su protección y le prometió soldados además de un subsidio anual de 12.000 escudos de oro. Como respuesta el Emperador confiscó las rentas que Margarita de Parma disfrutaba en el Reino de Nápoles. Julio III, por su parte, declaró en rebeldía a Octavio, lo despojó de todos sus títulos y le declaró la guerra. Las tropas imperiales coaligadas con las pontificias asediaron Parma aunque Carlos V dio orden al jefe del cerco para que su hija pudiera salir libremente de la ciudad. Margarita no aceptó la oferta, permaneciendo al lado de su marido. Finalmente, en mayo de 1552, la lucha entablada en solitario por Octavio contra los intereses papales e imperiales en conjunción se saldó con el reconocimiento definitivo del derecho de los Farnesio a Parma. Varias razones contribuyeron a este desenlace, entre ellas, que la ciudad se encontrara en la ruta obligada hacia Trento. El cerco a la ciudad parmesana interceptaba el camino hacia la sede del concilio y tanto Carlos V como Julio III tenían gran interés en que éste se celebrara por fin. Piacenza, sin embargo, permaneció en poder de los imperiales. A pesar de la crisis política que enfrentó a los Farnesio con el Emperador, las relaciones entre padre e hija no quedaron rotas, como prueba la numerosa correspondencia existente entre ambos, en la que Margarita, en medio de aquella tensión política, daba a su padre noticias concretas y personales de la familia, tanto de su nieto Alejandro como del propio Octavio.

Tras el acceso a la silla pontificia de Pablo IV (1555), antes cardenal Juan Pedro Caraffa y decidido partidario de los Farnesio, la cuestión de Piacenza seguía estando pendiente. Margarita partió junto con su hijo, en diciembre de 1556, a Bruselas para entrevistarse con el Emperador y el príncipe Felipe. Presenció la ceremonia de abdicación de los derechos de Carlos V sobre Felipe II y en la primavera de 1557 embarcó con su hermanastro para asistir en Londres a la boda de éste con María Tudor. Margarita se atrajo el aprecio de la reina de Inglaterra, con la que mantuvo contacto epistolar tras su partida. En el viaje de regreso acompañó de nuevo a Felipe II y obtuvo de él un arreglo en el contencioso que su esposo mantenía respecto a Piacenza. Felipe II ofreció su protección a los Farnesio y encomendó al duque de Alba la negociación concreta para alcanzar un acuerdo. En las conversaciones que Fernando Álvarez de Toledo y Octavio Farnesio celebraron, se acordó que el joven Alejandro marchara a España, donde se educaría junto con su tío Juan de Austria. También se decidió establecer con carácter permanente una guarnición española en la fortaleza de Piacenza que quedaría a partir de entonces en manos de los Farnesio. De este modo la familia se insertó en el sistema augsbúrgico y por algunos decenios permaneció como un contrapeso de cierta eficacia con la Florencia de los Médicis en Italia. Meses después Felipe II, hallándose todavía en Bruselas, propuso a Margarita ocuparse de la regencia de los Países Bajos, vacante por la dimisión del duque de Saboya. Esta elección resultaba idónea por ser Margarita natural de aquellos estados y haber sido educada al lado de María de Hungría.

El 7 de agosto de 1558, los Estados Generales de los Países Bajos recibieron por gobernadora a la duquesa de Parma. Entre su séquito, ejerciendo de secretario, se hallaba el hijo del autor de El Príncipe, Tomás de Maquiavelo. Una vez establecida en Bruselas, Margarita gobernó asesorada por un Consejo de Estado encargado de los asuntos de política interna y de los exteriores, de un Consejo de Finanzas y de un Consejo de Cámara que tenía responsabilidad en temas judiciales; tres organismos creados en 1551. El de Estado estaba compuesto, entre otros, por el marqués de Berghes, un letrado de origen frisio llamado Viglius, Guillermo el Taciturno, príncipe de Orange, el conde de Egmont, Montmorency, el conde de Horn, el noble valón Berlaymont, que ejercía además de presidente del Consejo de Finanzas, y Antoine Perrenot, obispo de Arrás desde 1540, arzobispo de Malinas a partir de 1560 y cardenal en 1561, conocido desde entonces como el cardenal Granvela, hijo del principal consejero de Carlos V y primer ministro de la Regente. A pesar de la existencia de este entramado de gobierno, el poder ejecutivo estaba en manos de Felipe II, ya que el Rey encargó a su hermana, en unas instrucciones secretas, que le escribiera para informarle de todos los asuntos importantes, ordenándole que, dentro de lo posible, no tomase decisión alguna sin consultarle primero. El Rey otorgó además una posición especial a Granvela, quien mantenía correspondencia directa con Felipe II y daba a sus colegas cumplidas noticias de las opiniones del Rey. También se asignó a Margarita un secretario privado, Tomás de Armenteros, primo de Gonzalo Pérez y estrechamente vinculado, por tanto, al secretario de Estado de Felipe II.
Berlaymont, Viglius y Granvela formaron un consejo dentro del Consejo conocido como “la consulta”, en el que se discutían las decisiones importantes en contradicción muchas veces con la opinión del resto de los nobles pertenecientes al Consejo de Estado. La princesa intentó situarse en ocasiones por encima de las discordias internas del órgano asesor e incluso los propios orangistas reconocieron su prudencia, tacto político y habilidad diplomática. Una prueba de este talante la dio en 1561 cuando tuvo que enviar apresuradamente a Roma a su secretario Tomás de Maquiavelo, ya que el Papa pretendía excomulgar al príncipe de Orange por noticias particulares recibidas desde Flandes —remitidas probablemente por Granvela— que le señalaban como colaborador de los calvinistas.

Este talante conciliador ha sido interpretado por algunos historiadores como una falta de energía en las acciones de gobierno.
Con un trasfondo de crisis financiera y religiosa, los nobles y magnates de aquellos territorios desencadenaron durante su mandato (1558-1567) una crisis de graves consecuencias políticas. Las dificultades en el ejercicio de su nueva responsabilidad comenzaron muy pronto. La duquesa debió gestionar, entre otros problemas, una gran deuda derivada de las guerras con Francia que engullía no sólo los recursos procedentes de Castilla, sino las rentas ordinarias y extraordinarias de los Países Bajos; 800.000 florines anuales se pagarían durante nueve años según la concesión que habían hecho los Estados Generales. Era un dinero necesario que, sin embargo, se retenía cada vez que las asambleas provinciales consideraban que se había infligido un ataque contra sus privilegios, sirviendo además las negativas de caja de resonancia contra la política de Felipe II.
 El primero de estos episodios se produjo cuando el propio Rey salió de tierras neerlandesas y decidió establecer tropas españolas en la frontera sur para prevenir un posible ataque francés. Las autoridades locales interpretaron que aquella presencia era un agravio para sus libertades.
Las asambleas de cada una de las provincias se negaron a pagar servicios hasta que las tropas españolas no abandonasen sus territorios. Sin la aportación de los fondos locales, algunos destacamentos comenzaron a estar mal abastecidos y se amotinaron, mientras que las poblaciones afectadas dieron muestras públicas de descontento. Finalmente, el 10 de enero de 1561 la crisis quedó resuelta temporalmente al conseguir la gobernadora que Felipe II accediera a retirar las guarniciones españolas establecidas en Flandes y el Artois.

Muy pronto, otro acontecimiento desató una nueva situación de malestar. En ese mismo año de 1561 se publicó una bula papal que imponía una reorganización eclesiástica en los Países Bajos. Las teorías de Erasmo y sus próximos sobre una reforma de la Iglesia desde dentro a partir de la exaltación del espíritu de piedad, ilustración y concordia, habían calado hondo en esos territorios. La influencia erasmista sobre las clases cultas fue grande y persistía a pesar de la aparición desde 1520 de reformadores más radicales. Contra ellos (luteranos, anabaptistas, mennonitas), Carlos V emitió sus edictos (placards). Pero a excepción de los luteranos, las nuevas sectas no lograron conectar con la aristocracia bátava que, sin embargo, no veía con buenos ojos la persecución física por causas religiosas.

 En 1525, y también entre 1551 y 1552, se habían hecho propuestas para incrementar el número de obispados en los Países Bajos con el objetivo de frenar el avance protestante, pero cuando Carlos V transfirió el poder a Felipe II nada se había hecho en este sentido, pues seguían existiendo sólo cuatro diócesis dependientes de las provincias eclesiásticas de Reims y Bolonia (ambas fuera de los territorios de la Monarquía hispánica) con una población estimada de unos tres millones de habitantes. Fue en mayo de 1559 cuando se llegó a un acuerdo entre el Papa y Felipe II para crear catorce nuevas diócesis que se añadirían a las existentes. Casi al mismo tiempo, y por primera vez, los predicadores calvinistas, apoyados desde Ginebra, Alemania e Inglaterra, comenzaron a aparecer en número considerable y consiguieron hacer un gran número de conversos entre la nobleza.
La presencia de hugonotes en la frontera sur francesa supuso también un apoyo para sus correligionarios de los Países Bajos. Desde un punto de vista social, a partir de entonces el calvinismo asumió un carácter de respetabilidad que las sectas anabaptistas nunca tuvieron. Margarita de Parma describía esta situación cuando afirmaba que “la herejía crece aquí en proporción a la situación en nuestros países vecinos”.
Los acuerdos de 1559 se materializaron en una bula emitida en 1561 que pretendía dar una mejor organización a una Iglesia católica notoriamente débil y materialmente mal dotada. Por ella los Países Bajos estarían divididos a partir de entonces en tres provincias eclesiásticas independientes —Cambrai, Utrecht y Malinas—, constituidas en arzobispados que a su vez incluirían en Cambrai: Arras, Namour, Saint-Ormer y Tournay; en Utrecht: Dewenter, Gröningen, Haarlem, Lemwade y Nudelburg, y en Malinas: Ambres, Bois-le-Duc, Brujas, Gante, Ruremonde e Iprés.

Las nuevas sedes se mantendrían con las rentas de varias abadías ricas y los obispos y principales canónigos serían escogidos por el Rey entre los teólogos destacados y los legistas canónicos. Los abades protestaron contra su pérdida de independencia y de rentas. Los nobles vieron como sus segundones eran desplazados de las lucrativas sinecuras eclesiásticas por letrados y clérigos de extracción social inferior. Un ejemplo evidente se vivió en los estados de Brabante, donde se reemplazó a sus tres abades por obispos realistas, entre ellos Granvela, que, además, en calidad de arzobispo de Malinas y cardenal, pasó a preceder en las reuniones del Consejo de Estado a los hasta entonces cabezas del organismo asesor, Egmont y Orange. En la misma calidad de prelado se convirtió también en la primera voz de la Asamblea de los Estados de Brabante.

Egmont y Orange se sintieron insultados y redactaron una carta de protesta que hicieron llegar al Rey. Los aristocráticos magnates sospechaban que si el Rey controlaba al completo la Iglesia de los Países Bajos, no sólo haría más efectiva la persecución religiosa, sino que en un corto espacio de tiempo podría prescindir de la colaboración de la alta nobleza en el gobierno de aquellos territorios.
Bajo la dirección de Orange, los magnates conformaron una alianza contra Granvela, al que culpaban de todas estas decisiones, y enviaron a Montigny a Madrid en el otoño de 1562 para pedir al Rey su sustitución.
Al mismo tiempo, desde los círculos calvinistas se insistía en que todas estas novedades incluían implícitamente el establecimiento del Santo Oficio, pues la bula establecía que dos canónigos pertenecientes a cada una de las diócesis prestarían servicio como inquisidores en los lugares de su jurisdicción.
Ante la resistencia de Felipe II a prescindir de su ministro, en marzo de 1563 varios de los nobles integrantes del Consejo de Estado, entre ellos Guillermo de Orange, el conde de Egmont, el de Horn, el marqués de Vergel, el conde de Mansfeld, el de Meschgen y el de Scornay, barón de Montigny, comunicaron a Margarita su decisión de dimitir, argumentando que no podían prestar su asistencia a un ministro como el cardenal Granvela que “conspiraba contra los privilegios del reino para que en estos territorios se implantara la Inquisición”. Por sugerencia de Horn, los opositores formaron una liga cuyos miembros, identificados por una librea monocolor, celebraban reuniones y banquetes en los que el cardenal era objeto de descalificaciones, insultos y mofas. Finalmente, en una carta fechada el 29 de junio comunicaron al Rey su decisión de abandonar el Consejo. A partir de entonces se mantuvieron alejados de la Corte. Al mismo tiempo, los estados de Brabante decidieron retener todos los tributos que debían pagar hasta que no se produjera la marcha del cardenal. Este hecho supuso la crisis de autoridad más grave que se había vivido hasta esos momentos. Margarita de Parma dio instrucciones a su secretario Tomás de Armenteros, el 12 de agosto de 1563 para que, en su nombre, ofreciera razones suficientes al Rey que le inclinaran a decidir la destitución de Granvela. Al día siguiente, y en contra de las instrucciones de Felipe II, dio curso favorable a una súplica de las abadías brabanzonas y aceptó entablar negociaciones entre los representantes de éstas y el Gobierno. Abriendo estas conversaciones, la Regente tomaba una medida política importante por propia iniciativa. Se ha argumentado que quizá también tuvo motivos personales contra Perrenot, ya que éste, en sus informes secretos, incluía en ocasiones comentarios críticos a su gestión. Margarita creía, además, que el cardenal no maniobró con la suficiente intensidad como para conseguir que su hijo Alejandro se casara con una Hagsburgo de la rama austríaca.
Mientras tanto en Madrid, Eraso y Ruy Gómez de Silva, que contaban con informes particulares proporcionados por residentes en los Países Bajos, maniobraron simultáneamente para que la caída de Granvela se produjera. Aunque desde Madrid Perrenot contaba con el apoyo del duque de Alba, Felipe II le invitó a retirarse a sus tierras borgoñonas en marzo de 1564.
La victoria de los magnates en los Países Bajos parecía completa. Los miembros dimitidos volvieron al Consejo de Estado colaborando con la Regente y las propuestas sobre la asimilación de las rentas de las abadías a los obispados quedaron en suspenso.
A cambio, los Estados de Brabante incrementaron el importe de su servicio. Pero en realidad poco había cambiado en el ambiente político. La facción de Granvela, aunque descabezada, seguía existiendo en Bruselas y sobre todo en Madrid y los Estados Provinciales se resistían a votar nuevos impuestos, aunque ahora los demandantes fueran Orange y sus partidarios y no el cardenal. La petición de incrementos fiscales coincidió además con una coyuntura económica general muy desfavorable. Miles de trabajadores textiles flamencos se vieron abocados al desempleo, por la prohibición decretada por Isabel I de exportar lana cruda para la elaboración de paños. Era la respuesta a un bloqueo decretado a su vez por Margarita de Parma sobre determinados productos ingleses.

Desde los Estados Provinciales se insistía en que se convocaran los Estados Generales para tratar globalmente todos los problemas del país, incluido el de poner en práctica una política religiosa más tolerante. En este contexto, en agosto de 1564, llegaron órdenes de Felipe II para que se promulgaran los edictos de Trento. Margarita retrasó deliberadamente su publicación, mientras Egmont volvía a Madrid con el encargo del Consejo de Estado de solicitar moderación en la política religiosa. Tras el regreso del consejero, dos cartas de Felipe II dirigidas a Margarita, que llegaron a Bruselas en octubre de 1565, exigían que los edictos religiosos se cumplieran y que la Inquisición castigara rigurosamente a los herejes, insistiendo en que la Regente no podría convocar los Estados Generales hasta que la legalidad religiosa no se estableciera.
Margarita tardó una semana en publicar las órdenes del Rey para no arruinar los festejos por la boda de su hijo y en previsión de posibles desórdenes.
Tras la publicación de los edictos, los predicadores calvinistas intensificaron su actividad. También numerosos miembros de la nobleza inferior celebraron reuniones y finalmente redactaron un documento denominado el “Compromiso” que, firmado por unos cuatrocientos nobles tanto católicos como protestantes, casi todos de mediana o baja extracción, pero entre los que se encontraban también el hermano de Guillermo de Orange, Luis de Nasau, Carlos de Mansfeldt y el barón de Brederode, solicitaba la supresión de las actividades de la Inquisición y un cambio en la política religiosa. Este documento, respaldado por unos trescientos confederados armados que empezaron a llamarse a sí mismos “les Gueux” (mendigos), se presentó el 5 de abril de 1566 ante Margarita y, aunque el tono del escrito era leal, el hecho resultaba revolucionario, pues un grupo armado se había personado ante la hermana y representante suprema del Rey sin que nadie hubiera sido capaz de detenerlo. La combinación del descontento popular y de la organizada protesta aristocrática colocó a la Regente en una posición muy comprometida. Al día siguiente, Margarita impartió instrucciones a todos los magistrados y jueces para que —hasta nueva orden— mostraran mayor indulgencia con los acusados de herejía. Esta petición se reiteró en una circular del 9 de abril, aunque la publicación oficial debía retrasarse hasta que el Rey otorgara su aprobación formal.
En medio de esta crisis, los grupos sociales más desfavorecidos se rebelaron. Las condiciones económicas de los Países Bajos entre 1563 y 1566 habían empeorado.
La Guerra de los Siete Años (1563-1570) entre Dinamarca y Suecia supuso el cierre del Sound al tráfico comercial, lo que generó desempleo entre los asalariados. El invierno de 1565-1566 resultó muy riguroso y las cosechas fueron escasas, mientras el trigo polaco no llegaba. Los predicadores calvinistas excitaban a la población con vehementes denuncias de las riquezas de los clérigos y de las idolatrías practicadas en las iglesias. Las reuniones al aire libre con gentes armadas para escuchar los Evangelios y cantar los salmos se sucedían y, a través de ellas, se organizaron las iglesias reformadas. Ni los Grandes ni los confederados fueron capaces de controlar estos movimientos.

Margarita, temiendo la desestabilización, envió urgentes mensajes a las ciudades para organizar sus defensas y colocar guardas en las iglesias, pero los gobiernos municipales apenas respondieron. El 10 de agosto, coincidiendo con una nueva subida en el precio del cereal, la cólera de los más desfavorecidos se desató. La insurrección no pudo frenarse. En Steenvoorde (oeste de Flandes) penetraron en las iglesias, destrozaron las imágenes y se apoderaron de los ornamentos de oro y plata. La reacción iconoclasta se expandió y alcanzó a Amberes el 20 de agosto y a Gante y Ámsterdam el 22. La gobernadora no pudo reaccionar inmediatamente. Carecía de tropas y no sabía en quién podía confiar. Sin embargo, los católicos y los moderados firmantes del “Compromiso” quedaron impresionados por los efectos de la revuelta y manifestaron su lealtad hacia la Regente. Margarita consiguió convencerlos el 23 de agosto para que disolvieran su asociación, a cambio de la promesa de trabajar para abolir la Inquisición de los Países Bajos y moderar los edictos contra la herejía. En esta coyuntura, un miembro de la vieja generación de nobles borgoñones, el católico conde de Mansfeld, se convirtió en su consejero de confianza.
Felipe II envió dinero y Margarita reclutó tropas y comenzó una campaña armada para restituir la autoridad en los lugares sublevados, comenzando por Saint-Ormer a fines de agosto de 1566. Durante el otoño y el invierno siguientes, las bandas armadas de Brederode fueron dispersadas y los nobles católicos derrotaron a los movimientos populares calvinistas en el Flandes valón. Durante la primavera y el verano de 1567, muchos rebeldes buscaron refugio en Endem, Colonia, Francia e Inglaterra. Su salida era símbolo evidente de la derrota sufrida.
Una vez dominada la insurrección Margarita prometió que los que juraran de nuevo fidelidad al Rey estarían exentos de culpa. Lo hicieron los condes de Egmont y Horn, pero Orange, que había mantenido una actitud equívoca que le había hecho aparecer como traidor tanto a los ojos del Gobierno como a los de los calvinistas, se marchó a tierras alemanas para no verse en la obligación de hacerlo. La gobernadora escribió a Felipe II inclinándole a la clemencia y al espíritu de conciliación. Aseguraba que en el caso de tomar medidas extremas, se enquistarían para siempre el odio y la incomprensión en aquellas tierras. Sin embargo, en el verano de 1566 Felipe II decidió que para reafirmar su autoridad, a pesar de la derrota del movimiento, era necesario enviar a su mejor general, el duque de Alba, y a un copioso contingente de tropas experimentadas.

Margarita, convencida de que había acabado con la oposición, suplicó a su hermano que desistiera de tal proyecto. En agosto de 1567, un ejército de diez mil veteranos españoles bajo el mando del duque de Alba llegaba a las inmediaciones de Bruselas. Margarita, tras recibir al duque, optó por retirarse, abandonando su cargo de gobernadora de los Países Bajos.
Tras su regreso a Italia, permaneció apartada de la política, aunque en varias ocasiones se barajó la posibilidad de que volviera a ocupar el cargo de regente en aquellas tierras. En 1572 fue nombrada gobernadora de los Abruzos y, tras la muerte de Juan de Austria (1 de octubre de 1578), Felipe II volvió a proponerle el gobierno civil de los Países Bajos, reservando el militar a su hijo Alejandro, que ya se encontraba allí. A sus cincuenta años, Margarita de Parma inició viaje hacia Bruselas en el mes de marzo de 1580 y llegó a la capital belga a últimos de julio. Alejandro Farnesio, sin embargo, no deseaba compartir el poder con su madre y amenazó con abandonar su puesto si se imponía la fórmula del gobierno compartido. Finalmente, un Decreto Real de 31 de diciembre de 1581 le confería plenos poderes civiles y militares en los Países Bajos. A pesar de las repetidas solicitudes de Margarita para volver a Italia tras este episodio, no obtuvo el permiso de Felipe II hasta julio de 1583.
Pasó sus últimos años entre Aquila y Città-Ducale en viajes casi continuos. No regresó a Parma. Murió en la ciudad de Ortona, donde erigió su palacio a principios de 1586. Uno de los lemas funerales de su tumba, situada en la iglesia de San Sixto en Piacenza, venía a definir su talante en la acción de gobierno en los Países Bajos:

 “Aquella que gobernando Bélgica en nombre de Felipe, Rey de las Españas, consiguió la Paz” (Quae Philippi Hispaniarum regis fratis// nomine Belgio Mansuetudine prefuit).

 

Bibl.: M. Kervyn de Volkaersbeke (introd. y notas), Collection de Mémoires relatifs a l’histoire de Belgique, Bruxelles, Éditions Muquaratt, 1858-1874, 42 vols.; M. L. P. Gachard, Marguerite d’Autriche duchesse de Parma, Bruxelles, 1867; A. Reumont, “Margherita d’Austria duchessa di Parma”, en Archivio Storico Italiano, VI (1880), págs. 15-74; F. Rachfahl, Margaretha von Parma, Statthalterin der Niederlande, München, 1898; G. I. d’Onofrio, Il carteggio intimo di Margherita d’Austria Duchessa di Parma e Piacenza. Studio critico di documenti farnesiani, Napoli, Nicola Jovene, 1919; M. R. C. Bakhuizen van den Brink y J. S. Theissen, Correspondance française de Marguerite d’Autriche, duchesse de Parme, avec Philippe II, Utrecht, Kemink et fils, 1925; C. Pérez Bustamante, La correspondencia diplomática entre los Duques de Parma y sus agentes o embajadores en la Corte de Madrid, Madrid, Real Academia de la Historia, 1934; M. A. Romani y A. Quondam, Le corti farnesiane di Parma e Piacenza (1545-1622), Roma, Bulzoni, 1978; B. W. Meijer, Parma e Bruxelles. Commitenza e collezionismo farnesiani alle due corti, Parma, Silvana, 1988; G. Parker, España y la Rebelión de Flandes, Madrid, Nerea, 1989; P. del Negro y C. Mozarelli (eds.), I farnese. Corti, guerra e nobiltà in antico regime, Roma, Bulzoni, 1997.

Carmen Sanz Ayán

  

Johanna Maria van der Gheynst con el emperador Carlos V y su
hija Margarita de Parma por Théodore-Joseph Canneel, c. 1844

Johanna Maria van der Gheynst (también llamada Jeanne Marie van der Gheynst, Johanna María van der Gheenst: c. 1500 - 15 de diciembre de 1541) fue desde 1521 a 1522, por un corto tiempo, la amante del emperador Carlos V y le dio una hija, Margarita de Parma, que fue gobernadora de los Países Bajos desde 1559 hasta 1567 y desde 1580 hasta 1583.

Nació hacia el año 1500, posiblemente en Nukerke, población cercana a Audenarde (Oudenaarde, provincia de Flandes Oriental, Bélgica). Era hija de Gilles Johann van der Gheynst, un aristócrata fabricante de alfombras del lugar, con fama de honrado, y de Johanna van der Caye van Cocambi.
Los padres murieron cuando ella tenía 5 años, parece ser que en la epidemia de peste de 1505-1506. A esa edad, y para hacerse cargo de la huérfana, entró al servicio de Carlos de Lalaing, (barón y, más tarde, primer Conde de Lalaing), que era el gobernador de Audenarde (Oudenaarde) y señor de Montigny (más tarde conde de Montigny).
En otoño (otras fuente se refieren a primavera) de 1521, en una visita que realizó el también joven emperador Carlos V al castillo del gobernador, situado en Audenarde, con motivo de la reunión de la Orden del Toisón de Oro, la conoció. Dada su belleza, llamó la atención del emperador. La historia de pasión que siguió entre ratos de ocio y paseos por el Rihn, aun de corta duración (1521-1522), supuso el nacimiento de una hija, personaje de relevancia histórica que pasará a conocerse como Margarita de Parma, en recuerdo de la tía paterna de Carlos (Margarita de Austria, gobernadora de los Países Bajos).
Parece ser que Juana era una joven de voz hermosa, y que era una de las debilidades "físicas" del emperador.
Algunos afirman que ésta fue la primera relación extramatrimonial que mantuvo el emperador; otros, la segunda tras su más que posible romance con Germana de Foix (viuda de su abuelo, Fernando el Católico y con la cual habría tenido una hija, Isabel) pero, sea como fuere, no la última, pues se le conocen hasta 5 hijos naturales, todos ellos con diferentes mujeres. Ninguna de estas relaciones se produjo durante su matrimonio con Isabel de Portugal.
Margarita nació el 28 de diciembre de 1522, en las afueras de Audenarde (Oudenaarde), en la casa del tío materno de Johanna. No obstante, otras fuentes indican que nació en el castillo del gobernador de Audenarde.
El emperador nunca ocultó esta relación. Así, el 9 de julio de 1529, mediante escrito fechado en Barcelona, reconoció como hija a Margarita, lo que supuso que ésta llegase años después a ocupar altos cargos en los territorios de la monarquía y del imperio, entre ellos la de gobernadora de los Países Bajos durante el reinado de su hermanastro Felipe II de España.
El emperador concedió a Johanna una modesta pensión. El 13 de octubre de 1525, Johanna se casó con un jurista de nombre Jean van den Dyke (1500-1572), también van den Dijck, señor de Zandvliet y Berendrecht, caballero de la Orden del Santo Sepulcro de Jerusalén, miembro y consejero de la oficina de auditorías de Brabante. La pareja tuvo nueve hijos. Johanna murió en Bruselas, el 15 de diciembre de 1541.


Los Países Bajos de los Habsburgo.

  

Las diecisiete provincias de los Países Bajos, en tonos amarillentos y marrones, junto con algunos territorios vecinos (en tonos verdosos)

Los Países Bajos de los Habsburgo es un término que describe a la entidad geopolítica que abarcaba a los territorios de la región de los Países Bajos (Nederlanden; Lage Landen) y que estuvieron de forma bastante continuada vinculados a la dinastía Habsburgo entre 1477 a 1794.
En ese espacio de tiempo estos territorios fueron gobernados por el titular del ducado de Borgoña entre 1477-1516, pero entre 1516-1711, lo estuvieron por el rey de España, y después de la Guerra de Sucesión por los archiduques de Austria estando representados por un gobernador. En 1581 se independizaron los territorios del norte, constituyendo las Provincias Unidas, entre 1598-1621 fueron segregados de España pero vinculados a la casa de Habsburgo, en 1706 fueron ocupados por los aliados durante la Guerra de Sucesión, y en 1790 formaron los Estados Unidos de Bélgica. Finalmente el territorio fue conquistado en 1794 y anexado a Francia al año siguiente.

Orígenes y estabilización territorial

Después de la muerte del duque borgoñón Carlos el Temerario en la batalla de Nancy sin descendencia masculina, el rey Luis XI de Francia, aprovechando la coyuntura de esta muerte inesperada, se apoderó del ducado de Borgoña y lo anexionó al dominio real, sobre la base de que los infantados se habían reglamentado de forma que al agotarse la descendencia masculina debían incorporarse a la Corona, además del Condado de Borgoña, Artois y Picardía, a su ahijada y heredera de Carlos, la duquesa María. De esta forma, la duquesa tuvo que aceptar la restitución de los privilegios suprimidos en los Países Bajos por el Gran Privilegio en febrero de 1477, lo que destruía la labor centralizadora de los dos duques anteriores, Felipe el Bueno y Carlos el Temerario. Para contrarrestar la ofensiva francesa, se casó en agosto de 1477 con el archiduque de Austria y futuro emperador Maximiliano I, de la Casa de Habsburgo, vinculación que duraría tres siglos.
En 1482, murió la duquesa y su heredero Felipe era de menor de edad, y dado que en la guerra no había progresos, y su viudo Maximiliano hallaba discutida su autoridad en los Países Bajos, acordó el Tratado de Arrás con el rey Luis XI, por el que reconocía1​ al rey francés la posesión del ducado de Borgoña (revertido al dominio real al extinguirse el apanage), Picardía (ocupada por Carlos el Temerario desde 1472), y la posesión del condado de Borgoña y Artois como dote del matrimonio de su hija Margarita con el delfín Carlos. Luis XI murió al año siguiente y debido a que la regente de Francia, Ana, anuló el acuerdo matrimonial y que el rey Carlos VIII de Francia tenía proyectos de invasión de Italia, se firmó finalmente la paz en el Tratado de Senlins (1493), devolviendo los franceses el Franco Condado y Artois a los borgoñones, y aceptando los borgoñones la suzeranía francesa sobre Artois y Flandes.
En 1493 Felipe el Hermoso ya era mayor de edad y su intitulación en 1495 muestra sus posesiones territoriales en los Países Bajos:

Phelipe par la grace de Dieu Archiduc d'Ausriche, Duc de Bourgoingne, de Lothor, de Brabant, de Stiere, de Carinte, de Carniole, de Lemberg, de Lucembourg & de Gheldres; Conte de Habsbourgh, de Flandres, de Tyrol, d'Artois, de Bourgoingne Palatin & de Hoynnau, Lantgrave d'Elsace, Marquis de Bourgaubb & du Saint Empire; de Hollande, de Zeelande, de Ferette, de Kiburg, de Namur, & de Zutphen Conte, Seignure de Frese, sur la Marche de Sclanonie, de Portenaub, de Salins, & de Malines.
Con la excepción de Artois y Flandes (que eran feudos franceses), el resto de territorios resaltados con letra negrita y cursiva pertenecían al Imperio.
Con su matrimonio con la hija de los Reyes Católicos y futura reina Juana I, posibilitó la vinculación de los territorios borgoñones (incluyendo a los Países Bajos) con los españoles.
Con su sucesor, Carlos, futuro rey de España y emperador, se produjo la consolidación y organización de los distintos territorios de los Países Bajos dentro de la Monarquía Hispánica.
A nivel territorial, en 1521 conquistó la ciudad de Tournai, que se incorporó a Flandes, en 1523/1524 después de años de guerra, fue aceptado como señor de Frisia (tras comprar sus derechos al duque Jorge el Barbudo de Sajonia-Meissen en 1515), en 1528 compró el obispado de Utrecht (que incluía a Utrecht y Overijssel) por los tratados de Schoonhoven y Gorinchem, en 1536 conquistó Groninga con Ommelanden y Drente, y en 1543 el ducado de Güeldres con Zutphen por el Tratado de Venlo,​ en este año el emperador también se anexiona Cambrai (ocupada por Francia entre 1581-1595). Con lo que llegó a controlar casi la totalidad de los territorios de la región de los Países Bajos, con la excepción del Obispado de Lieja y la abadía de Stavelot-Malmedy.
A nivel institucional, En 1529, el emperador Carlos V acordó la Paz de Cambrai con el rey de Francia Francisco I, por la que el rey de Francia renunciaba a la su soberanía sobre los condados de Flandes y Artois. Finalmente, en 1549, estableció en la Pragmática Sanción que los territorios de los Países Bajos formarían una entidad territorial indivisible, las Diecisiete Provincias, que se heredaría por el mismo monarca (Señor de los Países Bajos: Heer der Nederlanden).

Diecisiete Provincias.
Escudo de Armas de Felipe II, Felipe III, Felipe IV y Carlos II de España. Según descripción: Felipe II, Felipe III y Felipe IV, así como Carlos II (1556-1700), descargan el escudo de ornamentos externos, sustituyen la corona imperial por la real abierta (o de cuatro florones, tres de ellos vistos), manteniendo el Toisón, que a partir de entonces permanecerá en todos los escudos reales. En 1580, Felipe II se proclama rey de Portugal (de plata y cinco escudetes en azur puestos en cruz con cinco bezantes o dineros en plata puestos en sotuer, bordura de gules con siete castillos de oro) e incorpora las armas del nuevo reino al escudo, que se mantienen hasta que reconoce la independencia portuguesa en 1668, reinando Carlos II “el Hechizado”.

Felipe I de Castilla, llamado «el Hermoso» (Brujas, 22 de julio de 1478-Burgos, 25 de septiembre de 1506), fue duque titular de Borgoña —como Felipe IV—, Brabante, Limburgo y Luxemburgo, conde de Flandes, Habsburgo, Henao, Holanda y Zelanda, Tirol y Artois, y señor de Amberes y Malinas, entre otras ciudades, entre 1482 y 1506, y rey iure uxoris de Castilla (1504-1506) por su matrimonio con Juana, hija y heredera de los Reyes Católicos después de la muerte de sus hermanos los infantes Juan e Isabel.


La denominación señor de los Países Bajos es una forma descriptiva de designar al soberano de los territorios de las Diecisiete Provincias, y que englobaba los títulos de Duque de Brabante y Lotaringia, Limburgo, Luxemburgo y Güeldres, Conde de Flandes, Artois, Henao, Holanda, Zelanda, Namur y Zutphen, Margrave del Sacro Imperio Romano, Señor de Frisia, Malinas, y de las ciudades, pueblos y tierras de Utrech, Overijssel y Groninga.


El 25 de octubre de 1555, el emperador Carlos V renunció en su hijo Felipe la jefatura de la Orden del Toisón de oro, el ducado de Borgoña y por tanto, los 17 territorios de los Países Bajos.
Dentro de la monarquía hispánica, los Países Bajos ofrecían una buena vitalidad económica, con una asentada clase mercantil. Así que los intentos de incrementar los impuestos para sufragar las guerras, la defensa de sus privilegios y la difusión del calvinismo creó un foco de resistencia que condujo a la rebelión general en la zona contra la política española.
En 1568, comenzó la rebelión en los Países Bajos, que daría lugar a la guerra de los Ochenta Años. El 5 de enero de 1579, los católicos formaron la Unión de Arras: las provincias de Artois, Hainaut, y parte de Flandes (Lille, Douai y Orchies). Los protestantes en contraposición constituyeron el 23 de enero la Unión de Utrecht: Holanda, Zelanda, Utrech, Güeldres, Groniga, y posteriormente ciudades de Brabante y Flandes.
El 26 de julio de 1581, las provincias de Brabante, Güeldres, Zutphen, Holanda, Zelanda, Frisia, Malinas y Utrech,12​ anularon en los Estados Generales, su vinculación con el rey de España Felipe II, por el Acta de abjuración, y eligieron como soberano a Francisco de Anjou.
Pero Felipe II no renunció a esos territorios, y el gobernador de los Países Bajos Alejandro Farnesio, inició la contraofensiva y recuperó a la obediencia del rey de España Felipe II gran parte del territorio,13​ especialmente tras el asedio de Amberes, pero parte de ellos se volvieron a perder tras la campaña de Mauricio de Nassau. La última ciudad del sur en manos de las Provincias Unidas, Ostende, sería tomada por los españoles en 1604.
Antes de la muerte del rey de España en septiembre, el territorio de los Países Bajos, en teoría las diecisiete provincias, no pasó a su hijo Felipe III, sino conjuntamente a su hija Isabel Clara Eugenia y su yerno el archiduque Alberto de Austria por el Acta de Cesión del 6 de mayo de 1598

Gobernadores de los Países Bajos de los Habsburgo.

  

En los Países Bajos, el gobernador general representaba al rey en el territorio, ejerciendo los derechos feudales del monarca. El gobernador general, que también era capitán general de los Países Bajos, tenía por cometido encargarse de la administración del condado de Borgoña, pero como residía en Bruselas o Malinas, delegaba la administración del Franco Condado a un lugarteniente entre la nobleza local.2​ Durante el siglo xvi, hubo para el Condado de Borgoña un gobernador delegado (lieutenant general et gouverneur) del gobernador general, como delegado del soberano, dado que este gobernador para el condado de Borgoña estaba ausente con lo que requería de igual modo, de un lugarteniente (lieutenant-gouverneur, commis au gouvernement).

Tras el fallecimiento de la duquesa María de Borgoña en 1482, le sucedió como duque de Borgoña,4​ su hijo Felipe, mientras que su viudo, Maximiliano de Habsburgo, impuso su regencia en los Países Bajos, y en su ausencia:

  • Engilberto de Nassau (1485-1486). Por la coronación de Maximiliano de Habsburgo como Rey de Romanos.
  • Alberto de Sajonia (1489-1494).
  • Por el Tratado de Senlis (1493), los Habsburgo, herederos de la Casa Valois-Borgoña, recobraron el Condado de Artois, el Condado de Borgoña y el Charolais. El emperador Federico III falleció poco después, y los Estados Generales de los Países Bajos obtuvieron de Maximiliano de Habsburgo, rey de Romanos, la mayoría de edad de su hijo Felipe en 1494.​ No obstante, Maximiliano mantuvo el gobierno del condado de Borgoña en nombre de su hijo hasta 1498.​ En junio de 1499, Jean de Chalon tomó posesión como gobernador del condado de Borgoña en nombre de Felipe de Habsburgo, hasta su muerte en 1502.
  • En 1504 falleció la reina Isabel I de Castilla, y el archiduque Felipe como esposo de Juana I, la nueva reina de Castilla, partió a Castilla dejando como lugarteniente en los Países Bajos a Guillermo de Croy en 1505.

  


El Principado de Lieja (francés: Principauté de Liège; valón: Principåté d' Lidje) era un estado eclesiástico del Sacro Imperio Romano Germánico ubicado en la región de los Países Bajos, y su territorio hoy forma parte de Bélgica. Era un principado-obispado, su gobernador era un príncipe-obispo nombrado por el emperador germano. Existió desde 980 hasta que los revolucionarios franceses lo abolieron en 1795.


Principado-obispado medieval.

La diócesis de los obispos medievales fue, hasta 1559, mucho mayor que el principado que estaba en su poder. Este dominio del príncipe de la Iglesia de Lieja había sido ampliado gradualmente por donaciones y adquisiciones. En el siglo x, los obispos recibieron poder secular sobre el condado de Huy —entonces ya parte de la diócesis—. Notker (972-1008), asegurando la autoridad feudal de Huy, se convirtió a sí mismo en un príncipe soberano. Este estado fue retenido por sus sucesores hasta la Revolución francesa: y a lo largo de ese período de casi ocho siglos el Principado de Lieja logró mantener su autonomía, aunque teóricamente era parte del Sacro Imperio Romano. Esta virtual independencia se debió en gran parte a la capacidad de sus obispos, que en varias ocasiones jugaron un papel importante en la política internacional, estando estratégicamente situado entre Francia y Alemania.
A lo largo de la Edad Media, el principado-obispado se amplió aún más con el señorío de Bouillon en 1096 (cedido a Francia en 1678, que lo había ocupado dos años antes), la adquisición del condado de Loon (Francés: Looz) en 1366 y el condado de Horn (Leudal), por la ejecución del último conde Felipe de Montmorency en 1568.
Además de la capital, sus principales villas eran: Châtelet, Ciney, Couvin,Dinant, Fosses-la-Ville, Thuin, Tongeren, Verviers, Visé y Waremme.

Notker, el fundador del principado, también reconstruyó la catedral de St Lambert, así como el palacio episcopal. También participó en otras actividades de construcción en la ciudad, que floreció bajo su gobierno (las iglesias de San Pablo, San Juan Evangelista, de Sainte-Croix y Saint Denis). Este obispo también fortaleció la organización parroquial de la ciudad. Fue uno de los primeros líderes de la iglesia en difundir la observancia del Día de los Difuntos, que autorizó para su diócesis. Bajo la administración de Notker, y el seguimiento de la labor de Heraclio, las instituciones educativas en Lieja florecieron.
 Con estos dos obispos (y Wazo) "Las escuelas de Lieja eran, de hecho, en ese momento uno de los focos más brillantes de literatura del período". En el siglo xi la ciudad fue de hecho conocida como la Atenas del Norte. "Lieja durante más de un siglo ocupa entre las naciones una posición en lo que respecta a la ciencia la que nunca se ha recuperado". Los obispos posteriores, Balderic de Looz (1008-1018), Wolbodo (1018-1021), 
Durando (1021-1025), Reginardo (1025-1038), Nitard (1038-1042), los sabios Wazo y Theodwin (1048-75), valientemente sostuvieron el patrimonio de Notker. Las escuelas formaron muchos estudiosos y teólogos brillantes (como Guillermo de Saint Thierry), y algunos llegaron a ser papas de la Iglesia Católica Esteban IX y Nicolás II. La diócesis también suministró a la Universidad de París médicos importantes —Gerard de Lieja y Godofredo de Fontaines—. Alger de Lieja (1055-1131) fue un intelectual importante de la época. Fue nombrado primer diácono de la iglesia de San Bartolomé y finalmente se retiró al monasterio de Cluny.

Durante el reinado de Enrique de Verdún (1075-1091) se instituyó un tribunal (tribunal de la paix) para prevenir la guerra y hacer cumplir la paz de Dios. Otbert (1091-1119) aumentó el territorio del principado al adquirir el Señorío de Bouillon. Permaneció fiel al emperador Enrique IV, que murió como su invitado. Federico de Namur (1119-1121) fue venerado como un mártir. Durante la administración de Alejandro de Juliers (1128-1134) el papa, el emperador y San Bernardo visitan Lieja. El episcopado de Rodolfo de Zähringen estuvo marcado por la predicación del reformador Lambert le Bègue, a quien se atribuye la fundación de las Béguines.

Alberto de Lovaina fue elegido obispo de Lieja en 1191, pero el emperador Enrique VI, con el pretexto de que la elección era dudosa, nombró a Lotario de Hochstaden. La elección de Alberto fue confirmada por el papa, pero en 1192, poco después de que asumió el cargo, fue asesinado por tres caballeros alemanes en Reims. Es probable que el emperador estuviera al tanto de este asesinato, pero Alberto fue canonizado. En 1195, Albert de Cuyck (1195-1200) reconoció formalmente la franquicia política del pueblo de Lieja. Durante el siglo xii, la catedral capítulo, junto con el obispo, asume un papel más importante en la historia del principado.
Las luchas entre las clases altas y bajas, en las que los príncipes-obispos con frecuencia intervinieron, desarrolladas a través de los siglos XIII y XIV, culminan en el siglo xv con el saqueo y destrucción de la ciudad episcopal. Durante el reinado de Roberto de Thourotte (1240-1246), Santa Juliana —una monja de la abadía de Cornillon— fue dirigida por ciertas visiones en el proyecto de tener una fiesta establecida en honor del Santísimo Sacramento. Después de muchas dudas, el obispo aprobó su idea, pero la muerte impidió que la institución de la fiesta se terminase.
La finalización de la obra quedó en manos de un ex Prior de los dominicanos en Lieja, Hugo de Saint-Cher, quien regresó a la ciudad como legado papal. En 1252 Hugo instituyó la fiesta del Santísimo Sacramento como una obligación en toda su diócesis. Juan de Troyes, quien, después de haber sido arcediano en Lieja, fue elegido papa como Urbano IV, alentó a la observancia de la fiesta de Corpus Christi, en toda la Iglesia. Otro archidiácono de Lieja se convirtió en papa con el nombre de Gregorio X y depuso al indigno Enrique de Gueldres (1247-1274). La Paz de Fexhe, firmada en 1316 durante el reinado de Adolfo II de la Marck (1313-1344), regula las relaciones entre el príncipe-obispo y sus súbditos. Sin embargo, la discordia interna continuó y el episcopado de Arnold de Horne (1378-1389) estuvo marcado por el triunfo de la fiesta popular. En 1366, el condado de Loon fue anexado al obispado.

Borgoña y la influencia de los Habsburgo.

A la muerte de Luis II de Flandes, conde de Flandes, en 1384, los Países Bajos comenzaron su unificación en los Países Bajos borgoñones. Aunque el Principado era todavía nominalmente independiente, los duques de Borgoña tuvieron una influencia creciente en su gobierno. Luis de Borbón (1456-1482) ascendió al trono de Lieja por las maquinaciones políticas de Felipe el Bueno, duque de Borgoña. La población se resistió a la regla borgoñona lo que conduce a las guerras de Lieja. La destrucción de Dinant en 1466, y de Lieja en 1468 por Carlos el Temerario, marca el fin de la supremacía democrática en el Principado.

Carlos V completó la unión de las Diecisiete Provincias en la década de 1540, y extraoficialmente también controlaba el principado. El nominado Érard de La Marck (1505-1538) trajo un período de restauración del catolicismo. Erard era un protector ilustrado de las artes. 
Fue él quien inició la lucha contra los reformadores protestantes, que sus sucesores llevaron adelante, especialmente Gerardo de Groesbeeck (1564-1580). Con el objeto de ayudar en esta lucha, Pablo IV, por Bula (Súper Universi, 12 de mayo de 1559), creó nuevos obispados en los Países Bajos. Los nuevos obispados fueron creados en gran medida a expensas de la diócesis de Lieja; muchas de sus parroquias fueron entregados a las diócesis de Roermond, 's-Hertogenbosch y Namur, o se añadieron a las diócesis existentes de Malinas y Amberes. El número de decanatos de la diócesis de Lieja se redujo a 13.
En 1568 durante los inicios de la revuelta neerlandesa, el obispado fue invadido por las fuerzas de Guillermo de Orange, siendo derrotados por las tropas liejanas, manteniendo su independencia.
Lieja formó el último eslabón de la cadena de aliados de los Habsburgo que conformaban el llamado Camino Español, un corredor militar entre la Lombardía Española y los Países Bajos españoles. Completamente rodeada por territorio español, Lieja fue protegida por los tratados de neutralidad que permitieron el paso de tropas españolas a través del territorio del príncipe-obispo siempre que pasaran menos de dos noches en un solo lugar. La importancia del principado-obispado para los Habsburgo en logística militar en la guerra de los Ochenta Años provocó la intervención española para frustrar una invasión holandesa en 1595, cuando recuperaron el castillo y la ciudad de Huy el 30 de marzo.
La mayor parte de los obispos en el siglo xvii fueron extranjeros. Sus frecuentes ausencias se terminaron con Maximiliano Enrique de Baviera (arzobispo de Colonia, 1650-1688) que las puso fin por el Edicto de 1681. A mediados del siglo xviii las ideas de los enciclopedistas franceses comenzaron a ser recibidas en Lieja; Francisco-Carlos de Velbrück (1772-1784), animó a su propagación y así preparó el camino para la Revolución liejana. Parcialmente conectada con la Revolución francesa, una protesta contra el dominio absolutista del príncipe obispo César-Constantino-Francisco de Hoensbroeck se desarrolló en 1789, esta se conoció como Revolución en Lieja. A principios de 1791, la revolución fue aplastada por las tropas bajo las órdenes del Sacro Imperio Romano.
El principado-obispado se disolvió en 1795, cuando fue anexada por Francia tras su victoria en la batalla de Fleurus (1794). Su territorio se dividió en los departamentos de Mosa-inférieure, Ourthe y Sambre-et-Meuse. Con la derrota de Napoleón y el Congreso de Viena en 1815 las tierras del antiguo principado pasaron a formar parte del Reino Unido de los Países Bajos, una vez producida la Revolución belga en 1830 pasó a formar parte de Bélgica.

  


El principado de Stavelot-Malmedy , o principado abacial de Stavelot-Malmedy , fue un principado eclesiástico del Sacro Imperio Romano Germánico . La soberanía era ejercida por el príncipe-abad benedictino de los dobles monasterios imperiales de Stavelot y Malmedy fundados en 651, que ostentaba los poderes políticos y religiosos del Principado. Junto con el Ducado de Bouillon y el Principado de Lieja , fue uno de los tres territorios que nunca formaron parte de los Países Bajos españoles (y más tarde de los Países Bajos austríacos ). 
 Como príncipe-abad , el abad de Stavelot-Malmedy tenía un asiento en la Dieta del Imperio en el banco eclesiástico del colegio de los príncipes reinantes, junto a los príncipes-obispos. Con los demás príncipes-abades tenía voz personal (voz viril) , a diferencia de los prelados, que sólo tenían voz colectiva (voz curial) .


En 1795, el principado fue abolido y su territorio quedó integrado en el departamento de Ourthe . El Congreso de Viena de 1815 asignó Stavelot al Reino Unido de los Países Bajos y Malmedy pasó a formar parte del distrito prusiano de Eupen y Malmedy . Ambos forman actualmente parte del Reino de Bélgica –desde la Revolución Belga de 1830 y el Tratado de Versalles de 1919, respectivamente.
La abadía de Stavelot (en francés: abbaye de Stavelot) era un monasterio benedictino situado en Stavelot, en la provincia de Lieja, en la Región Valona de Bélgica. Fundado en 651, el monasterio estuvo asociado al de Malmedy, de modo que un mismo abad presidía a los destinados a las dos abadías, cuyo conjunto era calificado como «monasterio dúplice».
En el siglo ix, la abadía jugó un papel cultural importante en Lotaringia. Pero en 881 y 883 sufre sucesivamente dos invasiones normandas y se queda en la ruina. Tras el periodo de los condes-abades, en 962, el abad de Stavelot se convierte en imperial, y desde entonces, sus abades llevan el título de «Príncipe del Imperio». La abadía sería desde entonces la sede de un principado eclesiástico que gobernaba sobre gran parte de las Ardenas, hasta Logne.
Entre los siglos xii y xv, la abadía conoce un largo declive, seguido de un periodo de renovación entre 1500 y 1650. Tras la revolución francesa, entre 1793 y 1804, los monjes son expulsados de la abadía, que es saqueada por los revolucionarios. La abadía fue vendida y demolida, lo que supuso el fin del principado de Stavelot-Malmedy.

La arquidiócesis de Malinas-Bruselas.

  



La arquidiócesis de Malinas-Bruselas (en latín: Archidioecesis Mechliniensis-Bruxellensis, en francés: Archidiocèse de Malines-Bruxelles y en neerlandés: Aartsbisdom Mechelen-Brussel) es una circunscripción eclesiástica de la Iglesia católica en Bélgica. Se trata de una arquidiócesis latina, sede metropolitana de la provincia eclesiástica de Malinas-Bruselas. Desde el 22 de junio de 2023 su arzobispo y primado de Bélgica es Luc Terlinden.

Territorio y organización


La arquidiócesis tiene 3635 km² y extiende su jurisdicción sobre los fieles católicos de rito latino residentes en la provincia del Brabante Flamenco, la provincia del Brabante Valón y la región de Bruselas-Capital; además pertenecen a la arquidiócesis 8 municipios de la provincia de Amberes, que constituyen la mayor parte del distrito de Malinas, y a excepción de los cantones de Lier y de Heist-op-den-Berg, que hacen parte de la diócesis de Amberes.

La sede de la arquidiócesis se encuentra en la ciudad de Malinas, en donde se halla la Catedral de San Rumoldo. En Bruselas la iglesia más importante es la Concatedral de San Miguel y Santa Gúdula, que se encuentra en el centro a poca distancia de la Grand Place. 
En el territorio existen 7 basílicas menores: de Nuestra Señora de Hanswijk, en Malinas; de Nuestra Señora, en Scherpenheuvel-Zichem; de Nuestra Señora de la Consolación, en Vilvoorde; del Sagrado Corazón, en Koekelberg; de Nuestra Señora de la Paz y de la Concordia, en Wavre; de San Martín, en Halle; y de San Servacio, en Grimbergen.
La arquidiócesis tiene como sufragáneas a las diócesis de: Amberes, Brujas, Gante, Hasselt, Lieja, Namur y Tournai.
En 2021 en la arquidiócesis existían 573 parroquias, agrupadas en 3 vicariatos y 37 decanatos. 
Los 3 vicariatos coinciden con las subdivisiones lingüísticas de la arquidiócesis: el vicariato bilingüe de Bruselas, el vicariato del Brabante Valón de lengua francesa, y el vicariato del Brabante Flamenco y Malinas de lengua flamenca. Al frente de cada vicariato es colocado un obispo auxiliar.

Historia

En el siglo xvi, para contrarrestar mejor la Reforma protestante, así como para resolver problemas políticos y lingüísticos de larga data, los Países Bajos y los Países Bajos del Sur sufrieron una modificación sustancial de la geografía eclesiástica, que se había mantenido sin cambios desde la época carolingia. Con la bula Super universas del 12 de mayo de 1559, el papa Paulo IV reorganizó las circunscripciones eclesiásticas de la región y estableció catorce nuevas diócesis, incluida la arquidiócesis metropolitana de Malinas, con territorio derivado del de las diócesis de Cambrai y Lieja. Originalmente tuvo como sufragáneas a las diócesis de Amberes, Brujas, Gante, Ypres, Bolduque y Roermond, todas erigidas en la misma fecha.
El papa Pío IV, con dos bulas especiales, organizó la nueva sede metropolitana de Malinas. El 11 de marzo de 1561,nota 4​ con la bula Ex iniuncto nobis,​ definió los límites de la nueva diócesis, el número de localidades que componían su territorio y estableció el cabildo catedralicio. El día anterior, con la bula Romanus Pontifex,​ el papa asignó la abadía benedictina de Affligem como dotación para el mantenimiento del arzobispo. Con estas bulas, el pontífice reconoció el título de primado de Bélgica al arzobispo de Malinas. 
En 1596 la arquidiócesis se dividió en once decanatos (doyennés): Malinas, Bruselas, Lovaina, Leeuw-Saint-Pierre, Leeuw-Saint-Léonard, Diest, Tirlemont, Alost, Grammont, Renaix y Oosterzele.​
El primer metropolitano fue el cardenal Antoine Perrenot de Granvelle, quien se vio obligado a exiliarse en 1564 por sus estrechos vínculos con el rey español Felipe II. El verdadero organizador de la nueva arquidiócesis fue Matthias Hovius, quien introdujo la reforma deseada por el Concilio de Trento, instituyó el seminario arzobispal e hizo publicar a los jesuitas el catecismo, que fue la base para la instrucción religiosa de los fieles hasta el siglo xx.
La Revolución francesa también tuvo importantes consecuencias para la arquidiócesis de Malinas. El ocupante francés confiscó el palacio arzobispal que fue vendido; y el cardenal Joannes-Henricus von Franckenberg murió en el exilio en Breda en 1804. El concordato de 1801 entre Napoleón y el papa Pío VII normalizó las relaciones entre la Iglesia y el Estado. Con la bula Qui Christi Domini del 29 de noviembre de 1801, la diócesis de Amberes fue suprimida y su territorio anexado al de Malinas, que pasó a extenderse sobre los departamentos franceses, hoy desaparecidos, de Dyle y Due Nèthes.
Al mismo tiempo, se revisó totalmente la provincia eclesiástica de Malinas, pasando a incluir las diócesis de Tournai, Gante, Namur, Lieja, Aquisgrán, Tréveris y Diócesis de Maguncia. En 1821 Malinas perdió las diócesis alemanas, y desde entonces la provincia eclesiástica incluyó sólo las diócesis de Bélgica.
El 22 de marzo de 1803 cedió una parte de su territorio para la erección del vicariato apostólico de Breda (hoy diócesis de Breda). El 27 de mayo de 1834 la diócesis de Brujas fue restablecida como sufragánea de Malinas mediante la bula Romanae Ecclesiae del papa Gregorio XVI.
El cardenal Engelbert Sterckx fundó la Universidad Católica de Malinas en 1834, trasladada al año siguiente a Lovaina, en sustitución de la antigua Universidad de Lovaina, fundada en el siglo xv y que contó con Jansenio entre sus más ilustres rectores.
Durante el episcopado de Desiré-Félicien-François-Joseph Mercier, entre diciembre de 1921 y marzo de 1925, tuvieron lugar en Malinas las llamadas conversaciones de Malinas, deseadas y presididas por el cardenal; fueron una serie de cinco reuniones informales entre representantes de la Iglesia católica y la Iglesia anglicana para examinar los puntos de acuerdo y los de desacuerdo, encaminados a una posible reunificación entre las dos Iglesias.
El 8 de diciembre de 1961, en virtud de la bula Christi Ecclesia del papa Juan XXIII, cedió otra porción de territorio para la restauración de la diócesis de Amberes, sufragánea de la diócesis madre, y al mismo tiempo asumió su nombre actual.
El cardenal Léon-Joseph Suenens fue uno de los grandes protagonistas del Concilio Vaticano II; también fue responsable de la reorganización de la arquidiócesis en tres vicariatos lingüísticos.
El 31 de mayo de 1967 se instituyó la diócesis de Hasselt mediante la bula Qui christianorum del papa Pablo VI, sufragánea de Malinas-Bruselas; al mismo tiempo, el territorio de la arquidiócesis se expandió con la adición del municipio de Landen tomado de la diócesis de Lieja.

  



Antoine Perrenot de Granvela (Besanzón; 20 de agosto de 1517 – Madrid; 21 de septiembre de 1586) fue un Cardenal de la Iglesia católica y estadista procedente del Franco Condado que estuvo al servicio de los Austrias españoles. Hijo del borgoñón Nicolás Perrenot de Granvela, secretario de Carlos I, al que sucedió como consejero imperial en 1550, fue además obispo de Arrás y arzobispo de Malinas y Besançon.

Biografía
Recomendado por Carlos I a su sucesor, tuvo especial celo en el cumplimiento de las prerrogativas del poder real hispano en Europa. Concertó la boda entre Felipe II y María I Tudor para aliar a España e Inglaterra bajo los planes reales de aislar a Francia. En 1556 fue nombrado por Felipe II presidente del Consejo de Estado en Flandes bajo las órdenes de la regente Margarita de Parma, media hermana de Felipe II, hija ilegítima de Carlos I. En 1561 fue nombrado cardenal. Se creó poderosas enemistades en Flandes por su política de autoritarismo regalista, al reforzar a los tercios y potenciar con gran intensidad social el catolicismo flamenco, por lo que en 1564 fue destituido, al considerarse contraproducente su labor. Más tarde fue virrey en Nápoles y consejero en asuntos italianos.

En 1579 fue designado como presidente del Consejo de Italia. Entonces alcanzó su cenit de poder, coincidiendo con la agregación de la corona de Portugal a la Monarquía Hispánica, pero en los años ochenta fue perdiendo poder hasta su muerte en Madrid con su influencia disminuida, frente al ascenso del secretario Mateo Vázquez.

La correspondencia del cardenal Granvela en la Real Biblioteca.

Como gran hombre de Estado que fue, a lo largo de su vida produjo miles de misivas que forman un rico corpus de correspondencia, conservado por muy diversos centros de investigación europeos, tanto archivos como bibliotecas. En España, donde más se halla correspondencia suya y minutas de él -borradores- es en la Biblioteca Nacional,1​ el Archivo General de Simancas y la Real Biblioteca.
 El fondo epistolográfico de la Real Biblioteca está formado por casi un centenar de manuscritos con cartas dirigidas a Antoine Perrenot o con minutas del borgoñón, y suponen un conjunto documental de máxima relevancia para el conocimiento de la Monarquía de los Austrias en el siglo xvi. Los aspectos sobre los que aporta luz son múltiples, desde los mecanismos de gobierno a cuestiones de geopolítica militar, desde entresijos de la vida en corte a circunstancias de la vida artística en Europa. En este último punto, es sabido que fue un mecenas con profusión de relaciones personales entre grandes pintores, escultores, científicos, etc. 
Se conocen de antiguo las cartas presentes de Tiziano o de Gerard Mercator, que no son cartas meramente de cortesía, sino de contenido, por ejemplo, sobre la declinación magnética en el caso de Mercator. No solamente hay numerosas cartas de humanistas y otros hombres de letras continentales, sino asimismo españoles. En Avisos. Boletín de noticias de la Real Biblioteca,​ se han ido editando dichas cartas tras un breve comentario de presentación del documento. Hay un índice de misivas y de minutas del prelado.

Procede esta colección de la biblioteca de Diego Sarmiento de Acuña, I Conde de Gondomar y embajador de Felipe III ante Jacobo I de Inglaterra. No está claro si el fondo granveliano fue adquirido por don Diego -no se hallan estas cartas en el índice de 1623, poco antes de morir Gondomar- o ya por su hijo don Antonio, legado real de Felipe IV precisamente en Besançon cuando se deshicieron las colecciones familiares de los Granvelle, hacia fines de los años treinta del XVII. Lo que se sabe con certeza es que don Antonio amplió la biblioteca paterna al existir en ella impresos con pie de imprenta posteriores a la muerte de don Diego (1626). 
El caso es que sí aparecen asentados en los índices ya dieciochescos, conservados en la Real Biblioteca. La colección Gondomar-Granvelle ingresó en 1806 tras ser comprada muy anteriormente por Carlos IV, aunque no fue pagada hasta la época de Fernando VII, con cargo a su bolsillo secreto.

Conocida la colección epistolográfica por los investigadores, ha sido trabajada desde hace décadas, y sigue siéndolo, al ser un amplio corpus de unas 14 000 cartas que ofrecen multitud de aspectos inéditos y de interés para los historiadores modernos de la política de Estado, del arte, del libro, etc. Aunque hay algunos manuscritos dispersos en la colección general de manuscritos, se compone el fondo granveliano de una serie que va de los manuscritos II/2248 a II/2325.
 Son volúmenes facticios encuadernados en la actual pasta valenciana a principios del siglo xix, tras ingresar en 1806, eliminándose, como era habitual entonces, los pergaminos de las cubiertas. Se organizan por lenguas, agrupándose los de determinada lengua, y los hay en latín, español, francés, italiano y alemán. Una guía por lenguas es la de van Durme (1956), que recoge asimismo las cartas de la Biblioteca Nacional.

Bibliografía
De Jonge et alii (Coord.), Krista (2000). Les Granvelle et les anciens Pays-Bas. Universitaire Pers. Leuven, Leuven.
Lettere di artisti italiani ad Antonio Perrenot di Granvelle: Tiziano, Giovan Battista Mantovano, Primaticcio, Giovanni Paolo Poggini, ed altri. Istituto Italiano di Cultura, Madrid. [1977].
Moreno Gallego, Valentín (2005). Letras misivas, letras humanas, letras divinas. La correspondencia del cardenal Granvela en la real biblioteca y sus cartas de autores, en Bouza, Fernando (Coord.), Cultura epistolar en la alta Edad Moderna. Usos de la carta y de la correspondencia entre el manuscrito y el impreso), Cuadernos de Historia Moderna. Anejos, nº. 4, 2005, pp. 31-55,. Universidad Complutense, Madrid.
Van Durme, Maurice (1956). Notes sur la correspondance de Granvelle conservée à Madrid en Bulletin de la Commission royale d'histoire, t. CXXI, 1956, pp. 25-83. Palais des académies, Bruxelles.
Van Durme, Maurice (1957). "El Cardenal Granvela (1517-1586): Imperio y Revolución bajo Carlos V y Felipe II. Barcelona: Teide ([Ariel S.L.]

  

Perrenot de Granvela, Antonio. Cardenal Granvela. Besançon (Francia), 26.VIII.1517 – Madrid, 21.IX.1586. Obispo de Arrás, cardenal arzobispo de Malinas y de Besançon, primer consejero de Carlos V y ministro de Felipe II.

Era uno de los quince hijos de Nicolás Perrenot, canciller del emperador Carlos V, y de Nicole Bonvalot.
A los seis años de edad se trasladó desde su ciudad natal a Dôle. A los doce años fue nombrado por el papa Clemente VII camarero y protonotario privilegiado de la categoría denominada de los participantes. Más tarde obtuvo una prebenda en la iglesia colegiata de Nôtre-Dame de Amberes, el prebostazgo de Saint-Rombaut de Malinas y de Nôtre- Dame de Utrecht, y los títulos de arcediano y primer chantre de Besançon, y abate de Saint-Vincent también en Besançon. Antes de cumplir los quince años ingresó en la Universidad de Lovaina, donde estudió Filosofía y Teología; en la Universidad de Padua estudió Derecho. A los diecisiete años obtuvo el empleo de secretario imperial relator, que ocupó desde 1534 hasta 1540. Como tal secretario firmó, en nombre del Emperador, el acta matrimonial entre el duque Alejandro de Médicis y Margarita de Austria, cuya boda se celebró en Nápoles, el 28 de febrero de 1536. 
En 1538 alcanzó el obispado de Arrás, vacante por fallecimiento de Eustaquio de Croy. Fue consagrado obispo el 21 de mayo de 1542 en Valladolid por el cardenal primado de Toledo, Juan Tavera Pardo. En el bienio 1539-1540 fue elegido canónigo del capítulo de Saint-Lambert de Lieja. Antonio dominaba el francés, el español, el italiano y el latín, y entendía el alemán, el neerlandés y el inglés.
En 1538 su padre le introdujo en la diplomacia europea.
Participó en la conferencia de Niza, celebrada aquel año, y en el coloquio de Worms, de 1540, donde se trataron cuestiones religiosas. Asimismo, estaba presente en la conferencia preparatoria de la dieta de Ratisbona, que comenzó el 14 de enero de 1541, donde debatió con católicos y protestantes temas referentes a los bienes eclesiásticos, al celibato de los sacerdotes, a la obediencia a la Santa Sede y al pecado original. En Ratisbona, donde se celebraba la dieta los días 5 de abril a 29 de octubre de 1541, Nicolás Perrenot y el elector palatino Federico presidieron las negociaciones. Antonio sustituyó a su padre cuando éste cayó enfermo. Allí se discutió sobre la autoridad de la iglesia, la jerarquía eclesiástica, el sacramento de la penitencia, la eucaristía, el celibato de los clérigos seculares y regulares, la restitución de los bienes eclesiásticos, la influencia de los protestantes en la cámara imperial, etc.

A los veintiséis años recibió el título de consejero de Estado. El mismo año, en la dieta de Nuremberg, los Granvela, padre e hijo, se esforzaron infructuosamente para que los representantes del Imperio y los príncipes alemanes Mauricio de Sajonia y Felipe de Hesse se enfrentaran al rey de Francia y a los turcos.
El mismo año, en Trento, se mostró abiertamente enemigo del rey francés Enrique II.
Mediante el tratado de Crépy, concertado el 19 de septiembre de 1544 se consiguió la paz entre el Emperador y Francisco I. Aunque el pacto era obra sobre todo de Nicolás Perrenot y de Fernando Gonzaga, también desempeñó un papel importante el obispo de Arrás. En efecto, el 7 de aquel mes fue enviado por el Emperador cerca del rey de Inglaterra, Enrique VIII, para arrancarle su consentimiento para negociar un acuerdo entre Francia e Inglaterra. El mes de octubre de 1544 Carlos V le envió a Francia para trabajar por la paz entre Francisco I y Enrique VIII, pero no consiguió nada en claro porque los franceses exigían la restitución de la villa de Boulogne, en poder del rey inglés.
Tras la firma del Tratado de Crépy, salió fortalecida su autoridad. Su padre continuaba dominando la política imperial, en tanto que él se ocuparía de gran parte de los asuntos. En el mes de marzo de 1545, fue convocada la dieta de Worms, bajo la presidencia de Fernando de Austria. Representaban a Carlos V Nicolás y Antonio Perrenot, que trataron en vano de conseguir la ayuda alemana contra los turcos y eventualmente contra Francia.
A comienzos de 1547, Nicolás Perrenot se retiró al Franco Condado y su hijo Antonio asumió por vez primera la dirección de los asuntos de Estado. A finales de la década, cuando el Emperador padecía una gota insoportable, se encargó, entre otros puntos, de extractar su correspondencia y de recibir en audiencia a los príncipes y embajadores.
El 27 de agosto de 1550, cuando murió su padre, le sucedió en las competencias de canciller; adquirió los sellos del Imperio y será quien refrende, en calidad de ministro de Justicia, los documentos promulgados por el Emperador. En el verano de 1553 falleció Eduardo VI de Inglaterra.
Heredó la Corona María Tudor, prima del Emperador e hija de Enrique VIII y Catalina de Aragón.
Si el príncipe Felipe casaba con ella, Inglaterra se uniría a la Monarquía española, y de esta forma se aseguraba la comunicación por mar entre España y los Países Bajos. Asistido por el embajador imperial Simón Renard, gestionó el matrimonio de Felipe de España con la reina María Tudor, cuyo enlace se celebró el 25 de julio de 1554.
Los últimos años del reinado de Carlos V, que coincidieron con el acceso del obispo de Arrás al poder, supusieron duros reveses para el Soberano más poderoso del mundo: la huida de Innsbruck, el levantamiento del sitio de Metz, el fracaso de Renty y la esterilidad del matrimonio de María Tudor.
El 25 de octubre de 1555, en la asamblea de los caballeros del Toisón de Oro y de los Estados de los Países Bajos, el Emperador proclamó a Felipe monarca de esos territorios. En la reunión —donde el borgoñón puso de manifiesto sus dotes de excelente orador— se encargó de hablar en nombre de Felipe, que no dominaba el francés ni conocía el flamenco, elogiando a Carlos V y refutando que su hijo no le había obligado a dimitir. El 16 de enero del año siguiente, en Bruselas, también Carlos renunció en Felipe a la Corona de España; y tres meses después le entregó el Franco Condado de Borgoña, de donde eran oriundos los Granvela. Muchos franc-comtois habían prestado servicios al Emperador; pero Felipe II sólo recuperó para puestos importantes a tres: Antonio Perrenot; su hermano Tomás Perrenot, embajador primero en Francia (1559-1563), y más tarde en el Imperio (1563-1570), y Simón Renard, que fue consejero de aquél en los asuntos de los territorios borgoñones.
Carlos V permaneció en los Países Bajos junto a Felipe hasta septiembre de 1556, momento en el que se hizo a la vela en Vlissingen rumbo a España.
María de Hungría, hermana del Emperador, gobernadora de los Países Bajos, renunció al cargo para acompañar a su hermano a España. Su sucesor fue Manuel Filiberto de Saboya. El obispo permaneció desde 1556 a 1559 en los Países Bajos, como primer consejero del gobernador. Felipe se encargó de formar su propio círculo de consejeros, algunos procedentes de España, como Ruy Gómez de Silva y su secretario personal Gonzalo Pérez, y otros que habían servido a su padre, Juan Manrique de Lara y el propio Granvela.
También se encontraban consejeros de ambos Monarcas, caso del duque de Alba, a quien Felipe había nombrado virrey de Nápoles. En 1556, creyendo perder la confianza de Felipe II, se planteó ocupar su sede episcopal de Arrás. El año siguiente recuperó la confianza del Soberano.
El 7 de junio de 1557 María Tudor declaró la guerra a Francia, alegando que Enrique II no había cumplido los tratados con Inglaterra; entonces Antonio aconsejó a Felipe II que iniciara la campaña sitiando San Quintín, donde se pudiera coger por sorpresa a la guarnición francesa. El Monarca atendió los consejos del estadista, que además le acompañó al campo de batalla. El 10 de agosto las tropas españolas, comandadas por el duque de Saboya y el conde de Egmont, derrotaron en los alrededores de San Quintín a los ejércitos franceses, mandados por el condestable de Montmorency. El prelado incluso planteó a Felipe II que atacara París, cosa que no hizo.
La victoria de San Quintín no puso fin a la guerra.
En noviembre murió María Tudor. Felipe II eligió en diciembre de 1557 al dominico Bartolomé de Carranza, como arzobispo de Toledo. El domingo 27 de febrero de 1558, en el Convento de Santo Domingo de Bruselas, fue consagrado el nuevo primado por Antonio Perrenot. En una entrevista que celebró en mayo de ese año con el cardenal de Lorena, se pusieron los cimientos de la futura paz entre Francia y España. Los delegados de Inglaterra, de Enrique II, y de Felipe II —entre los que se encontraban el duque de Alba, Ruy Gómez de Silva y el propio obispo— se reunieron los meses de septiembre y octubre de 1558 en la Abadía Cercamp de Lille para concertar la ansiada paz. No llegaron a ningún acuerdo y volvieron a juntarse a partir del 6 de febrero del año siguiente en Cateau-Cambrésis. Como cabeza de la delegación española figuraba el futuro cardenal. La paz se firmó el 3 de abril, siendo éste el último en firmar los documentos del tratado, porque no estaba satisfecho con su contenido. Por ese tratado, Francia conservó Calais y tres fortalezas clave en territorio del Rin (Metz, Toul y Verdún), y España ratificó su dominio en Italia, asegurándose así su preponderancia mediterránea.
En Cateau-Cambrésis entabló estrecha amistad con el duque de Alba. En esta época, dos grupos se disputaban el favor de Felipe II, uno, el de Ruy Gómez de Silva, más tarde príncipe de Éboli, y otro, el del duque de Alba. El obispo se alineó con este último.
El tratado puso fin a una época en la cual el borgoñón había dirigido la política europea de los Habsburgo.
Los años que van de 1559 a 1571 desempeñó un papel menos relevante en la dirección de los asuntos españoles. Cuando el mes de agosto de 1559 Felipe II puso rumbo a España, no se llevó a Granvela, sino que lo dejó en los Países Bajos en calidad de primer consejero de la nueva gobernadora Margarita de Austria, hija bastarda del Emperador y casada en segundas nupcias con el duque de Parma, Octavio Farnesio, cuyo nombramiento se debió al influjo del cardenal y del duque de Alba, pero que no satisfizo a los grandes señores, empezando por el príncipe de Orange, cuya candidata era Cristina, duquesa heredera de Lorena, prima de Felipe, y a quien Orange pretendía convertir en su suegra. Cuando se produjeron estos hechos, el Consejo de Estado de los Países Bajos se componía, entre otros, de la gobernadora Margarita; Guillermo de Nassau, príncipe de Orange, que tenía bajo su mando el principado soberano de Orange y poseía tierras en Francia, en el Imperio, en los Países Bajos y en el Franco Condado; el conde de Egmont; el conde de Berlaymont, jefe principal de Hacienda; Viglius de Zuichem, presidente del Consejo privado, y el propio obispo, que en la práctica ocupaba el primer puesto en el Consejo. 
En unas instrucciones secretas dirigidas a Margarita de Parma, Felipe II había dispuesto que fueran sometidos todos los negocios al veredicto de Berlaymont, Zuichem y Granvela. Con el tiempo éste se responsabilizó de todos los actos de gobierno impopulares, como la erección de nuevas diócesis, la conducta poco honorable de los soldados españoles, la persecución sangrienta de herejes, las dificultades comerciales con Inglaterra, etc. Se publicaron contra él libelos, planfletos y sátiras; fue ridiculizado en carteles y caricaturas así como tildado de “puerco de España” y “canalla papal”.
La animadversión y hostilidad de los nobles contra él procedía, sobre todo, de que le consideraban promotor de la nueva organización eclesiástica. Pablo V, en la bula Super Universas, promulgada el 12 de mayo de 1559, había aumentado de cuatro a dieciocho las diócesis, para combatir mejor la herejía y atender adecuadamente a los feligreses. La ampliación daría al poder central, que nombraba a los obispos, un gran peso en todo el país y mayor decisión en las asambleas provinciales y en los Estados Generales, merced al voto de los nuevos prelados. El 16 de junio Felipe II le escribió para que propusiera candidatos para esas diócesis.

El Papa le elevó a la dignidad cardenalicia el 26 de febrero de 1561. El 5 de abril recibió, de manos de Felipe Nigri, decano de Sainte-Gudule de Bruselas, el capelo. Desde ese momento, el prelado tomó el nombre de Granvela. Fue sucesivamente cardenal de San Bartolomé en la isla de San Silvestre, cardenal de Santa Prisca, de Santa Anastasia, de San Pedro in Vinculus y de Santa Eudoxia, de Santa María de Trastevere y de Santa Sabina. En mayo el Papa expidió breves nombrando obispos para las nuevas sedes, entre ellos el borgoñón, que fue destinado al arzobispado de Malinas. El 21 de diciembre hizo su entrada solemne en la nueva ciudad episcopal.
Antes, el 23 de julio, el príncipe de Orange y el conde de Egmont habían escrito a Felipe II quejándose de que, como miembros del Consejo de Estado, no eran consultados en los asuntos importantes. Se referían, de modo singular, a la creación de los nuevos obispados. Los nobles pedían, en fin, la destitución de Granvela. En una reunión del Consejo de Estado, Egmont llegó a levantar su puñal contra él y tuvo que poner paz el príncipe de Orange. El mes de marzo de 1563, Orange, Egmont y Felipe de Montmorency, conde de Hornes, escribieron al Monarca exigiendo la dimisión del cardenal en nombre del interés público.
En Madrid, el secretario real Francisco de Eraso, vinculado con Ruy Gómez, apoyaba la campaña contra él. El ataque a éste coincidía con el auge del grupo ebolista. En julio, Orange le comunicaba que abandonara los Países Bajos, pues de lo contrario no podía asegurar la tranquilidad en esos territorios. Alba, que fue consultado por Felipe II, estaba en contra de su cese. Margarita de Parma también apoyaba a su ministro.
Finalmente, el 22 de enero de 1564 una carta secreta escrita de puño y letra por Felipe II le indicaba que se retirase a Besançon con el pretexto de visitar a su madre enferma. El 13 de marzo partió de Bruselas y llegó a su ciudad natal el 29 del mismo.

Durante su retiro, mantuvo relación epistolar con Felipe II, su amigo el secretario Gonzalo Pérez, el emperador Fernando de Austria, la duquesa Cristina de Lorena y María Estuardo. Merced al influjo de Gonzalo Pérez y a causa de las desconcertantes noticias suministradas por Lorenzo de Villavicencio referentes a los Países Bajos, Felipe II le escribió el 22 de octubre de 1565 para que se trasladara a Roma, aunque sin asignarle ninguna misión concreta. El mes siguiente falleció el papa Pablo IV. Sin embargo, una enfermedad no le permitió asistir, como era su deseo, al cónclave.
Llegó a Roma a comienzos de 1566, cuando ya había sido elegido el nuevo papa Pío V. El 16 de mayo de 1570 Felipe II nombró a los plenipotenciarios que debían debatir junto a los representantes del Papa la constitución de la Santa Liga contra el Turco: el estadista borgoñón, el cardenal Francisco Pacheco de Toledo, obispo de Burgos, y Juan de Zúñiga, hijo del preceptor del Monarca y hermano de Luis de Requeséns. El proyecto era propiciado desde 1568 por Pío V y Granvela se oponía a él, siendo conocidos sus sonoros desencuentros con los representantes venecianos y pontificios, que lo veían como un obstáculo para firmar la alianza.

En abril de 1571 sucedió a Pedro Afán de Rivera, duque de Alcalá, en el virreinato de Nápoles. Recibió el encargo de armar una flota y defender de los otomanos las costas de Italia meridional. La flota que armó el virrey participó en la batalla naval de Lepanto, contribuyendo al éxito de los cristianos.
Formó parte del cónclave que, a raíz de la muerte de Pío V ocurrida el 1 de mayo de 1572, eligió al cardenal Hugo Buoncompagni Pontífice con el nombre de Gregorio XIII. Como defensor de los intereses de España, se negó a derogar el exequator regium, esto es, la previa aprobación real de las bulas romanas antes de su aplicación. Antes de dejar el cargo de virrey escribió el 2 de mayo de 1575 al Rey señalando que su sucesor debía gobernar Nápoles respetando, como él había hecho, las leyes, costumbres y privilegios vigentes.
Íñigo López Hurtado de Mendoza, marqués de Mondéjar, le sustituyó en el virreinato.
Dejó Nápoles y se trasladó, cumpliendo órdenes reales, a Roma, para ayudar a Juan de Zúñiga, embajador y hermano de Luis de Requeséns, en las problemáticas relaciones con el papado, sobre todo en dos puntos: los conflictos jurisdiccionales y la política italiana.
En 1577 el Papa le incorporó a la congregación creada para resolver las dificultades de los Países Bajos, ascendiéndole también a cardenal de alto rango al conferirle el obispado suburbano de Sabina. El borgoñón no era favorable a que los extranjeros se entrometieran en los negocios de los Países Bajos, trataba de reconciliar esos territorios con España por medios pacíficos y pensaba que sus gobernadores debían ser príncipes de sangre azul.
Diversos acontecimientos ocurridos en España, como el asesinato un año antes de Escobedo y las intrigas de la princesa de Éboli contra el secretario Mateo Vázquez, hicieron que el Rey se decidiera el 20 de marzo de 1579 a llamarle a la Corte. En mayo embarcó en Civita-Vecchia en la flota del príncipe Juan Andrea Doria, desembarcó en Cartagena, llegó el 28 de julio a Madrid, día en que fueron detenidos Antonio Pérez y la princesa de Éboli y apartados para siempre de la vida pública. El 3 de agosto fue recibido por el Rey en El Escorial. Desde su llegada se encargó de la dirección de los negocios italianos y fue nombrado para la presidencia del Consejo de Italia, vacante por fallecimiento del duque de Francavilla, príncipe de Melito. Juró su nuevo puesto el 13 de octubre.
El cardenal, al que los ministros españoles llamaban “el barbado”, por su larga y canosa barba, dirigió casi toda la política exterior española, encargándose de los negocios referentes a Países Bajos, Italia, Francia, Inglaterra, Escocia, Alemania, el Franco Condado y Turquía.
En los Países Bajos, Felipe II aplicó la política de Granvela, tendente a restablecer el orden mediante la paz. Si bien éste no tenía intención de dedicarse a los asuntos internos de España, recibió el encargo de reorganizar la hacienda. Una de las medidas que llevó a la práctica fue acabar con los empleados de hacienda corruptos.
El rey de Portugal, el cardenal Enrique, falleció el 31 de enero de 1580. Entre los candidatos al Trono figuraba Felipe II, hijo de Isabel, la hija mayor del rey Manuel y hermana de Enrique. Felipe II, que desde hacía tiempo trataba de unir Portugal a España, consultó a Granvela sobre este tema. A pesar de haber manifestado que no quería entrometerse en negocios puramente castellanos, aconsejó al Rey que hiciera valer sus derechos al Trono de Portugal. Es más, en la confrontación militar contra el pretendiente don Antonio, el duque de Alba asumió, a instancias del cardenal, el mando del Ejército español. Cuando el Rey abandonó Madrid para trasladarse a Portugal, Granvela permaneció en la Corte como máxima autoridad política y gobernó en su nombre. La estancia de Felipe II tanto tiempo en el país vecino hizo que se deteriorara su relación, acabando la estrecha colaboración mantenida en 1579. De esta manera los ministros españoles reforzaron su posición a sus expensas. En 1582 era poca su relación epistolar con el Monarca, y el año siguiente apenas existió. Su autoridad se fue debilitando paulatinamente. Por ello, el 16 de mayo de 1581, cuando murió el cardenal Sforza, protector oficial de España en Roma, le expresó al Rey su deseo de sucederle, pero éste nombró al cardenal Médicis, hermano del gran duque de Toscana. Meses más tarde solicitó, también infructuosamente, el empleo de gobernador de Milán. Es más, cuando se encontraba vacante la encomienda de Zalamea de la Orden de Alcántara, que otrora le había prometido el Rey, se le concedió a su enemigo Cristóbal de Moura.
La muerte del duque de Alba, ocurrida el 11 de diciembre de 1582, a pesar de la expectación generada, no logró su acercamiento a Felipe II. Desde marzo hasta agosto de 1583 sólo se reunieron en dos ocasiones.
Más enemistades se granjeó cuando el Rey nombró en ese año, por recomendación suya, para el mando de la armada mediterránea a su amigo el almirante genovés Juan Andrea Doria. Con este nombramiento, Granvela trató de mantener el carácter plurinacional de la Monarquía, pero precipitó un enfrentamiento en la Corte madrileña que le costó gran parte de su poder. El Rey intentó contentar a los castellanos nombrando al marqués de Santa Cruz capitán general del Mar Océano. Por esta época Felipe II pasó a encargarse directamente con la ayuda de Idiáquez de casi todos los asuntos de Estado que tenía atribuidos el borgoñón. Éste continuó con la dirección de los relativos a Italia —era presidente del Consejo de Italia— y Alemania, menos importantes.
 En el futuro cualquier información que necesitara de él el Monarca se la pediría por escrito. En el mes de mayo de 1584 y a través de su amigo Bartolomé de Santoyo, transmitió a Felipe II su queja de la actitud que éste había adoptado respecto de él, no recibiéndole y quitándole parte de los asuntos de Estado. La respuesta del Monarca, concisa, fue que ésa era su voluntad.
Granvela fue marginado del núcleo de consejeros de la importante Junta de Noche, que se constituyó en 1585, entre los que encontraban su fiel amigo Idiáquez, y a la que también concurrieron personajes contrarios a él, como Juan de Zúñiga, gran comendador de Castilla, Francisco Zapata de Cisneros, presidente del Consejo de Castilla, y Cristóbal de Moura. Además, los asuntos italianos, que eran de su competencia, se asignaron a esa junta. En esta ocasión, como en otras tantas en los últimos años, volvió a manifestar su descontento por escrito.
Dado que sabía que no iba a volver a los Países Bajos, solicitó en diferentes ocasiones al Monarca la renuncia a su título de arzobispo de Malinas. Finalmente el Rey accedió a ello, y el 24 de enero de 1583 fue devuelta la diócesis de Malinas al papa Gregorio XIII.
En julio del año siguiente, el capítulo metropolitano de Besançon lo eligió por unanimidad arzobispo de su diócesis. No obstante, no obtuvo autorización del Rey para ir a su nueva diócesis, viéndose obligado a nombrar vicarios. El mismo año le permitió Felipe II que, a causa de su deteriorada salud, reuniera en su posada el Consejo de Italia en lugar de en el Palacio Real, y le recibiera en audiencia el 17 de noviembre.
El 19 de enero de 1585, el Rey y su Corte partieron rumbo a Zaragoza para asistir a la boda de su hija Micaela Catalina con Carlos Manuel de Saboya. Granvela criticó que se celebrara el viaje en pleno invierno.
El cardenal y los Consejos salieron una semana después.
El 10 de marzo, en Zaragoza, ofició una ceremonia en la que Catalina y el duque de Saboya hicieron sus votos matrimoniales. El 2 de abril la comitiva real se dirigió a Barcelona, empero, el estadista, gravemente enfermo, se quedó en la ciudad del Ebro. El mismo mes, la reina Isabel de Inglaterra, en un gesto de apoyo a los rebeldes holandeses, había suspendido el comercio inglés con los Países Bajos españoles.
Como reacción a esa medida, Felipe II llevó a la práctica la táctica defendida durante mucho tiempo por el borgoñón, ordenando el mes siguiente el embargo de todos los barcos extranjeros fondeados en puertos peninsulares, excepto los franceses por ser demasiado pequeños. En Barcelona permaneció el Rey hasta el 13 de junio, después volvió a Aragón para asistir a las Cortes de Monzón. Aquí también estuvo el prelado, pero cuando el Rey enfermó gravemente en octubre, no se encontraba junto a él.
En 1586, en abril, se encontraba nuevamente enfermo y achacoso: apenas era capaz de expresarse.
Cuando se recuperó recibió a embajadores y trató de mejorar las relaciones entre Felipe II y el papa Sixto V, para así poder contar con el apoyo de la Santa Sede contra Francia e Inglaterra y mejorar al propio tiempo los intereses de la Monarquía en asuntos eclesiásticos.
A partir de julio cayó gravemente enfermo, y falleció en la madrugada del 21 de septiembre.
El cardenal fue un gran mecenas que destinó parte de su patrimonio a proteger las letras, ciencias y artes.
Favoreció a los juristas Andrea Alciato y Petrus Peckius y al poeta Julio César Stella. El geógrafo Gerardo Mercator le dedicó varias obras, como el Mapa de Europa (1554) y Europae descriptio emendata (1572).
Los dos artistas que más se beneficiaron de su apoyo y protección fueron Leone Leoni y Antonio Moro.
El primero trataba al obispo de “padrone” y muchas de sus obras debían su origen a él, como los bustos de Carlos V, Felipe II, Leonor de Austria y duque de Alba. El pintor flamenco Moro retrató, además de a Granvela, a Felipe de España, María Tudor, el duque de Alba y María de Hungría. Tiziano también pintaría un retrato suyo que se conserva en la Rockhill Nelson Gallery de Kansas City.
Se interesó por la astronomía, las ciencias naturales y, sobre todo, por la historia. Juan de Vandenesse le dedicó su Journal de Voyages de Charles Quint et de Philippe II. Poseía una de las bibliotecas más valiosas del siglo xvi, donde custodiaba una colección de manuscritos griegos, latinos e italianos. Se relacionó con el famoso impresor de Amberes Cristóbal Plantin, a quien ayudó cuando atravesaba apuros financieros.
Jacobo Jongheling, medallista de Amberes, poseía un taller en la casa de Bruselas del obispo, donde elaboraba las joyas de su protector. Junto a otros, como Viglius y Nigri, favoreció la creación de la Universidad de Douai. También contribuyó a la ornamentación y restauración de la iglesia de San Mauricio de Besançon.
Se conservan veintinco medallas del cardenal, la más antigua, de bronce y acuñada por el medallista de Nuremberg Gebel en 1541, se custodia en el museo de Neuchâtel. Durante su estancia en Roma empleó como secretario de letras latinas al filólogo belga Justo Lipsio, que le dedicó sus Variae Lecciones (1569).
En su testamento, dispuesto días antes de su muerte, había instituido heredero universal a Juan Tomás Perrenot, hijo de su hermano Tomás, conde de Cantecroy.
El cardenal era propietario de un conjunto de palacios y de casas de campo dignas de un rey. Cerca de Bruselas poseía un extenso parque y la villa “La Fontaine”, rodeados de torres y de un estanque donde criaba pavos reales y cisnes. En las cercanías de Amberes tenía el dominio de Cantecroy, que traspasó a su hermano Tomás Perrenot, señor de Chantonnay.
En Roma tenía una villa cerca de San Juan de Letrán, donde recibía a sus amigos los cardenales Farnesio, Sirleto y Caraza y al humanista Fulvio Orsini, arqueólogo e historiador, bibliotecario y secretario desde 1565 del cardenal Alejandro Farnesio.
Sus restos mortales se depositaron en la iglesia de los Agustinos de Madrid. Cumpliendo sus deseos fue enterrado más tarde en el panteón familiar de la iglesia de los Carmelitas de Besançon, donde descansaban sus padres y varios hermanos. Había fallecido un hombre de Estado, fiel y servidor durante casi medio siglo de la Monarquía de los Habsburgo, que contribuyó resueltamente a la victoria de Mühlberg en abril de 1547, donde Carlos tomó prisioneros a los líderes luteranos, el duque de Sajonia y el landgrave Felipe de Hesse; a la consecución del matrimonio de Felipe II con María Tudor; a la instalación de nuevas diócesis en los Países Bajos, y que había desempeñado un papel destacado en la guerra contra Francia y los turcos y dominado durante algún tiempo la política española en Nápoles y Madrid.
Con la muerte de este enemigo irreconciliable de los reyes de Francia, de Isabel de Inglaterra, de los turcos y de los protestantes fanáticos, desaparecía la dinastía de los Granvela del panorama político español.


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