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sábado, 5 de marzo de 2016

289.-P. JUAN DE MARIANA: Historia General de España, 1785; Historia General de España de Modesto Lafuente.-a


 Historia General de España de Modesto Lafuente


  

Retrato de Modesto Lafuente y Zamalloa


Modesto Lafuente y Zamalloa (Rabanal de los Caballeros, Palencia, 1 de mayo de 1806 – Madrid, 25 de octubre de 1866) fue un periodista, historiador y escritor satírico español, que usó los pseudónimos de Fray Gerundio y Pelegrín Tirabeque.

Biografía

Su padre fue un "médico de espuela" (médico itinerante que debe servir a un grupo de pequeños pueblos dispersos) natural del municipio palentino de Olea de Boedo y su madre era de Bilbao; Pérez Garzón ha sugerido que el padre fue afrancesado. Siguiendo los pasos de su hermano Manuel, que era sacerdote, cuando cumplió catorce años (1819) ingresó en el seminario de León y se le dio la tonsura en 1820, cuando empezaba el Trienio Liberal; prosiguió en el seminario de Astorga y salió libre de las juntas de depuración de 1824 como no opuesto al absolutismo; estudió teología y leyes en la Universidad de Valladolid mientras su familia, a causa de los cambios de destino del padre médico, iba de un lugar a otro por Castilla la Vieja. 
Pero en 1828 se cerraron las universidades. El historiador de la prensa Marcelino Tobajas sugiere que por entonces ingresó en la Masonería, aunque no está claro. En 1831 se le nombra bibliotecario y poco después catedrático de Filosofía del seminario de Astorga.


A la muerte del rey Fernando VII en 1833 Lafuente duda en ordenarse sacerdote definitivamente y, por fin, renuncia, se decide por el bando liberal y muda la carrera eclesiástica por la política; sus superiores del seminario lo tenían ya por isabelino y liberal al menos desde 1836 en León. Se le dio el cargo de secretario de la junta diocesana y allí asistió a las consecuencias de la Desamortización de Mendizábal, de la que siempre renegará en el Fray Gerundio porque fue negativa para el clero y no mejoró la economía del país. De hecho, este famoso personaje, creado por él, era un fraile exclaustrado por la desamortización.
Liberal progresista, fundó en León el periódico Fray Gerundio (1837), de estilo satírico, que prosiguió luego en Madrid hasta 1849 con una interrupción entre 1843 y 1848. Desde él difundió las ideas de libertad y progreso material y moral. Gozó de enorme fama en toda España, especialmente por sus «Capilladas» satíricas sobre costumbres y problemas y personajes políticos, en forma de diálogos cómicos de Fray Gerundio (cuyo nombre tomó de la famosa novela satírica del padre José Francisco de Isla) y el lego Pelegrín Tirabeque. Recogió estos artículos en Colección de capilladas y disciplinazos (1837–1840) y Teatro social del siglo XIX (1846); pero la colección original abarca quince volúmenes en la primera serie (1837-1840 y enero-junio de 1842) y otros dos en la segunda (desde el 5 de junio de 1843 a enero de 1844). El tremendo éxito de sus cervantinos personajes fue verdaderamente insólito para la época y reportó grandes beneficios económicos al autor.
No hay que hablar de costumbrismo propiamente dicho en esta obra, porque la visión que trasluce el conjunto es política y, como el propio autor define, social. En este sentido, Baroja afirmaba que "se puede considerar a Modesto Lafuente como un pionero de la Sociología o, si se quiere (y sin apartarse del empleo de un barbarismo como el que supone la composición de vocablos mixtos de griego y de latín) de la Sociografía".
En septiembre de 1837 fue nombrado oficial primero del gobierno civil, cuando ya sus escritos empezaban a granjearle fama; sin embargo, no quiso asignar una ideología determinada al Fray Gerundio, a pesar de su notorio liberalismo. Para dicho nombramiento fue recomendado al ministro de Gobernación por los diputados de la provincia de León Juan Antonio del Corral y de Mier (bisabuelo del matemático José del Corral y Herrero), Luis de Sosa y Pascual Fernández.
Sus modelos declarados como satírico son Juvenal y Cervantes, pero niega ser seguidor de Larra. En 1838 conoció al gran editor Francisco de Paula Mellado, propietario del periódico La Estafeta, quien le propuso editar el Fray Gerundio en Madrid, lo que en efecto hizo. Aunque obtuvo la amistad del general Francisco Linage (1795-1847), brazo derecho de Baldomero Espartero, y se carteó con él a fin de obtener información sobre Isabel II, polemizó y obtuvo la inquina del general Prim, a quien había bautizado como Pringue en su periódico. 

En verano de 1840 hizo un viaje por Europa, deteniéndose en especial en Francia y Bélgica. En mayo de 1843 se casó con la hermana de su editor, la granadina María Concepción Mellado, quien en ese momento contaba veinticinco años; por entonces su trabajo como escritor le había dado un capital de un millón y medio de reales, una cifra nada despreciable en esa época. En 1850 edita el primer tomo de su Historia general de España, tarea en que estará absorto hasta 1866 y le valdrá ser nombrado miembro de la Real Academia de la Historia desde 1853, pronunciando un discurso de ingreso sobre Fundaciones y vicisitudes del Califato de Córdoba, causas y consecuencias de su caída.

La evolución de Lafuente lo llevó desde el liberalismo a una postura más conservadora y moderada. Desde 1854 trabajó a favor de Leopoldo O'Donnell y la Unión Liberal, pues "ya no creía en los extremos" y participó durante el Bienio Progresista en la redacción de una nueva Constitución española. En 1856 fue nombrado director de la recién creada Escuela Superior de Diplomática y figuró como integrante de la Junta Superior de Archivos y Bibliotecas. 
En 1865 se le hizo miembro del Consejo de Estado. Murió en el año 1866 dejando tres hijos y, aunque fue enterrado en Madrid, en 1971 sus restos fueron trasladados al panteón familiar en la localidad de Mayorga de Campos (Valladolid). Condecorado con la gran cruz de la Orden de Isabel la Católica, fue miembro de la Real Academia de la Historia. En la Real Academia Española puede verse uno de los pocos retratos que de él se conservan.

Obra

Aparte de por su celebérrimo periódico, Modesto Lafuente es recordado por su monumental Historia General de España (1850–1867) en seis tomos y treinta volúmenes. La obra fue consecuencia de la lectura por el autor de la Histoire d'Espagne (París, 1839) de Charles Romey en nueve tomos; sintiéndose descontento de que no hubiese una obra de conjunto sobre su país desde la época ya remota de Juan de Mariana, e incitado seguramente por el editor Francisco de Paula Mellado, decidió escribir y publicar una nueva compuesta por un español. 
Una segunda edición (13 volúmenes) se publicó entre 1874 y 1875. Más tarde se imprimió una revisión de Juan Valera que continuó hasta la muerte de Alfonso XII en 25 vols. (1887-1890) con la colaboración además de Andrés Borrego y Antonio Pirala. 
Una última edición ampliada hasta la mayoría de edad de Alfonso XIII por José Coroleu y Gabriel Maura y Gamazo se hizo en Barcelona: Montaner y Simón, 1930.

Se considera a esta una obra paradigmática de la historiografía liberal española del ochocientos, ya que llevó a cabo la primera historia de una España concebida como nación unitaria desde tiempos inmemoriales​ y supuso la superación definitiva de la antigua historia de Juan de Mariana de 1600 y, por su gran difusión, contribuyó activamente a crear la conciencia nacional española.5​ Ofrece una visión de la historia de España providencialista, unida y cristiana desde sus orígenes, apoyada siempre por la Providencia:

Por fortuna hay otro principio más alto, más noble, más consolador a que recurrir para explicar la marcha general de las sociedades: la Providencia, que, algunos, no pudiendo comprenderla, han confundido con el fatalismo

En consecuencia, Modesto Lafuente es considerado paradigma oficial de la historiografía española del siglo XIX.​ Otras obras suyas son Viaje de Fray Gerundio por Francia, Bélgica, Holanda y orillas del Rin (1842), con interesantes noticias de viaje, el ya citado Teatro social del siglo XIX (1846), de sesgo costumbrista y satírico; Viaje aerostático (1847), sátira política sobre Europa, y La cuestión religiosa (1855), defensa de la unidad católica española.

Lafuente fue el introductor del término "Reconquista" para referirse al período histórico desarrollado en la península ibérica entre la conquista omeya de Hispania en 711 y la caída del Reino nazarí de Granada ante los reinos cristianos en expansión en 1492.

Real Academia de la Historia.



Lafuente Zamalloa, Modesto. Rabanal de los Caballeros (Palencia), 1.V.1806 – Madrid, 25.X.1866. Máximo exponente de la historiografía nacional española, escritor costumbrista y político liberal católico.

Hijo de un médico, cuya familia se trasladó a Cervera durante los años de la guerra contra Napoleón, y allí, en los agustinos de Cervera, se escolarizó, para continuar luego sus estudios en el seminario de León.

En 1820, con quince años recién cumplidos, recibió órdenes de tonsura. Seguía los pasos de su hermano mayor, Manuel, clérigo, porque, sin duda, para los hijos de un médico con escasos recursos, la carrera eclesiástica era la vía de ascenso cultural y, por tanto, la garantía de una posición social con solvencia económica.

Estaba bajo la jurisdicción de un destacado absolutista, el obispo Roda, que puso a su diócesis contra el sistema constitucional restablecido por Riego. De estos años le quedó a Modesto Lafuente su radical oposición al alto clero por haber luchado abiertamente contra las libertades constitucionales. Al volver el absolutismo, en 1823, el tonsurado Lafuente estaba domiciliado con su familia en Villavicencio de los Caballeros, donde había un hospital en el que trabajaba su padre. El nuevo obispo de León, Abarca, fue igualmente absolutista, lo que obligó a Modesto Lafuente a matricularse en el seminario de Astorga.

De 1828 a 1829 estuvo entre los seminarios de León y Astorga, sin terminar su carrera eclesiástica. La idea de realizar la carrera de Derecho en Santiago reflejó sus dudas para ordenarse sacerdote. Cuando en 1831 F. Torres y Amat, proclive al liberalismo moderado, fue nombrado obispo de Astorga, Modesto Lafuente recibió el puesto de bibliotecario del seminario de Astorga y ocupó la cátedra de Filosofía, sólo siendo tonsurado.

En esta situación se mantuvo hasta que en mayo de 1834, con el ascenso de los liberales al poder, Lafuente, contrario a las partidas absolutistas que, apoyándose en curas y seminaristas, actuaban en León, y contando ya veintiocho años, fue nombrado en 1834 miembro de la Real Junta Eclesiástica para la reforma del clero. Cuando el Decreto de 8 de octubre de 1835 de Mendizábal prohibió a los obispos ordenar nuevos curas y luego recolocó a los monjes como párrocos, fue el momento en el que Lafuente se encontró con la fácil ocasión para dejar la carrera eclesiástica y, en la linde de los treinta años, optar definitivamente por la vida laica. En 1836 le solicitó a su obispo, Torres Amat, que lo recomendara “para cualquier beneficio, dignidad o prebenda con que S. M. tuviese a bien agraciarle”, porque había dado “pruebas inequívocas, tanto en particular como en público, de la más juiciosa y sincera adhesión al Gobierno de S. M. la Reina doña Isabel II, inculcando continuamente a los jóvenes las doctrinas más favorables al gobierno representativo y libertades patrias”.

Fue nombrado secretario de la junta diocesana de León, constituida, como en todas las provincias, por el gobierno de Mendizábal para resolver las cuestiones administrativas derivadas de la supresión de conventos.

De inmediato logró también el puesto de “juez de hecho” en la nueva administración liberal. Al fin, en septiembre de 1837, con el apoyo de los tres diputados por la provincia de León, logró del Ministerio de la Gobernación el puesto de oficial primero del Gobierno Civil. Comenzó entonces su trayectoria de escritor liberal. Se alistó en la Milicia Nacional y desde abril de 1837 comenzó a publicar su periódico Fray Gerundio. Era el fruto de la nueva libertad inaugurada por la Ley de Imprenta, recién aprobada en marzo de 1837, y gracias a ese nuevo espacio público de escritura y de venta de periódicos. Sus sátiras tuvieron un éxito inmediato y se centraron sobre todo contra los gobiernos moderados. El nombre de Modesto Lafuente se identificó con el personaje al que había dado nacimiento, con ese Fray Gerundio que, concebido como “enderezador universal de entuertos políticos”, tomaba su nombre como homenaje al personaje al que había dado vida en el siglo XVIII el padre Isla y cuya obra había sufrido la prohibición de la Inquisición.

Pero también esta vez Fray Gerundio fue causa de sinsabores, porque, al expresarse con independencia, el Gobierno lo declaró cesante en el destino que desempeñaba en el Gobierno Civil de León. Su fama de escritor satírico rebasó las lindes de su provincia.

Le llovieron ofertas de trabajo, en puestos de la Administración y también como escritor. Contó con el apoyo del diputado maragato Santiago Alonso Cordero, que tenía importantes negocios en Madrid, que le ofreció colaborar en la prensa progresista nacional.

Quien, al fin, lo llevó a la capital fue el impresor y editor Francisco de Paula Mellado, dueño del periódico La Estafeta, que lanzó la edición de Fray Gerundio, ya desde Madrid, el 1 de julio de 1838. La popularidad hizo de Modesto Lafuente un auténtico escritor público. Incluso sus rivales políticos tenían que reconocer que era leído por absolutistas y por liberales, porque a todos gustaba que se atacase a los del bando opuesto. Esta obra de Lafuente creó escuela y su estela se manifestó en otras publicaciones, como la de Fray Junípero, en el Madrid de 1841, o luego, en 1855, Fray Supino Claridades. El diputado Prim, molesto por haber recibido el calificativo de “pringue” en Fray Gerundio, lo golpeó a bastonazos en público, una humillación que, sin embargo, no fue juzgada porque las Cortes no autorizaron el suplicatorio para procesar a Prim. En marzo de 1843 Lafuente intentó la carrera política por el distrito de León, pero quedó como suplente.

En mayo de ese año se casó con la hermana de su editor, con María Concepción Mellado, de veinticinco años. Por las capitulaciones matrimoniales se sabe que Modesto Lafuente sumaba una hacienda de casi un millón y medio de reales. Se trataba de una riqueza que no había heredado, sino que se debía al éxito de su pluma. Él mismo se definió en varias ocasiones como “escritor político”, y es que, en la sociedad liberal, eso era una nueva profesión de la que se podía vivir incluso muy holgadamente. En sintonía con su nueva condición social y con los nuevos tiempos de hegemonía política de los moderados, Lafuente continuó la fórmula de fray Gerundio en El Teatro Social del siglo XIX, publicado desde 1845, sin regularidad. En esta nueva entrega le movían sobre todo las pretensiones literarias. Destacó como escritor costumbrista. Pero se trataba de un género con fuerte competencia (Mesonero Romanos, Estébanez Calderón, la “Fernán Caballero”, etc.), por lo que decidió dedicarse a otro trabajo más “grave y serio”, “histórico o científico”, aunque fuese “menos leído”, según él mismo pensaba. Buscaba, sin duda, la respetabilidad social, pero igualmente el prestigio intelectual. Del costumbrismo evolucionó hacia preocupaciones históricas y en este nuevo quehacer es donde realizó su mayor aportación profesional y alcanzó la máxima relevancia social y política. El escritor público se transformó en historiador con rango científico. A partir de mediados de 1846 M. Lafuente se dedicó a investigar en archivos y, desde 1850, comenzó la edición de su Historia de España. El 1.er tomo se hizo referencia cultural de inmediato. Así, tras publicar los primeros diez volúmenes, resultó electo por unanimidad en 1852 para ingresar en la Real Academia de la Historia, acto que realizó el 23 de enero de 1853, relativamente joven, con cuarenta y seis años. A partir de ese momento dejó de ser sólo el autor de Fray Gerundio y se convirtió en el primer historiador de España. En agosto de 1853 el gobierno moderado lo nombró consejero de Instrucción Pública, cargo sin sueldo, es cierto, pero que suponía la entrada directa en la vida política y en los empleos del Estado. Tras la Revolución de 1854 concurrió a las elecciones constituyentes en las filas de la Unión Liberal y obtuvo escaño por León. Su voz se hizo escuchar en las Constituyentes, sobre todo en el debate sobre la catolicidad de la nación española. Trató de armonizar los principios del liberalismo con la fe católica y defendió que España estaba hecha para ser tan liberal como católica, tan libre como unida en la fe, y por eso, “con la unidad religiosa, creció la independencia nacional, y nacieron y crecieron las libertades populares”, según argumentó.

Tras el fin del Bienio Progresista (1854-1856), continuó presentándose por León y obtuvo siempre escaño para el Congreso hasta su muerte, al amparo de la Unión Liberal, liderada por O’Donnell. En 1861 alcanzó el rango de primer vicepresidente del Congreso.

Los nombramientos se sucedieron en estos años. Como diputado, fue vocal de distintos organismos, como la Junta General de Beneficencia, el Consejo de Instrucción Pública, la Junta Consultiva de Ultramar, y además fue nombrado el 14 de julio de 1865 miembro del Consejo de Estado. También fue elegido para la Academia de Ciencias Morales y Políticas.

Pero sobre todo, para la historiografía, importa sobre todo subrayar que fue el director de la Escuela Diplomática y el presidente de la Junta Superior de Archivos y Bibliotecas, dos empleos de la máxima relevancia para la profesionalización del oficio de historiador desde ahora en adelante. Como primer director y organizador de la Escuela Superior de Diplomática, desde 1856 hasta 1860 hizo de los archiveros el eslabón decisivo para la profesionalización del saber histórico, siempre basado en el rigor documental y en la crítica de las fuentes. Cuando justo finalizaba el volumen dedicado al reinado de Fernando VII, un “catarro pulmonar crónico” le causó la muerte el 25 de octubre de 1866. Dejó tres hijos legítimos como herederos.

En la fecha de 1971, más de un siglo después, fueron trasladados sus restos, con los de su esposa Concepción Mellado, al panteón familiar construido en Mayorga de Campos. Su legado es incuestionable: bajo el influjo de la Historia de España de Modesto Lafuente se escribieron las sucesivas generaciones de manuales de historia que empaparon las conciencias de los españoles hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX. Esta obra le deparó a Lafuente un lugar definitivo en nuestra cultura; quizá un clásico, que mantiene hoy su fuerza no por su método ni por sus informaciones o análisis, sino como el mejor referente historiográfico de la creación de la historia nacional de España.

 

Obras de ~: Fray Gerundio. Periódico satírico de política y costumbres, León, Imprenta de Don Cándido Paramio, 1837- 1844, 17 vols.; Viaje de Fray Gerundio por Francia, Bélgica, Holanda y Orillas del Rhin, Madrid, Mellado, 1842-1843, 2 vols.; Fray Gerundio. Era Segunda, 1843-1844; Fray Gerundio. Periódico satírico de política y costumbres, 2.ª ed., Madrid, Imprenta de Mellado, 1839-1845, 15 vols.; Teatro Social del siglo xix, por Fray Gerundio, Madrid, 1845-1846; Teatro Social del siglo xix, por Fray Gerundio, Madrid, Tipografía Mellado, 1846, 2 vols.; Revista Europea. Fray Gerundio, Tipografía Mellado, 1848- 1849, 4 vols.; Historia General de España: estudio preliminar, 1.ª ed. 1850 (reed. Pamplona, Urgoiti Editores, 2003); Discursos leídos en las sesiones públicas [...] en la Real Academia de la Historia en la recepción de Don Modesto Lafuente el 23 de enero de 1853, sobre el Califato de Córdoba y contestación de D. Antonio Cavanilles, Madrid, 1853; Historia general de España, t. I, Madrid, Imprenta Francisco de Paula Mellado, 1850 [edición hasta el t. 30 en 1867. Entre tales años se editó una edición económica (1861-1866). Inmediata, en 1869 fue la 2.ª edición. En 1876 la continuaron Juan Valera, Andrés Borrego y Antonio Pirala; así fue editada por la editorial catalana, Montaner y Simón, con renovado éxito, bajo el título de Historia general de España desde los tiempos primitivos hasta la muerte de Fernando VII por don Modesto Lafuente, continuada desde dicha época hasta nuestros días por don Juan Valera, con la colaboración de D. Andrés Borrego y D. Antonio Pirala, Barcelona, Montaner y Simón Editores, 1883].

 

Bibl.: T. Bertrán Soler, Cuchilladas a la capilla de Fray Gerundio, Valencia, 1858; A. Ferrer del Río, “El señor don Modesto Lafuente, su vida y sus escritos”, preámbulo al t. XXX de M. Lafuente, Historia General de España, op. cit., 1867; C. Pérez Bustamante, Primer centenario de la muerte de Don Modesto Lafuente. Discurso leído en la junta solemne conmemorativa del 29 de enero de 1967, Madrid, Editorial Maestre, 1967; J. M. Cuenca Toribio, Apertura e integrismo en la Iglesia española decimonónica, Sevilla, 1970; M. Tobajas López, Vida y obras de don Modesto Lafuente, tesis doctoral, Madrid, Universidad Complutense, Facultad de Filosofía y Letras, 1974; M. Revuelta González, La exclaustración (1833- 1840), Madrid, BAC, 1976; F. Villacorta Baños, Burguesía y cultura. Los intelectuales españoles en la sociedad liberal, Madrid, Siglo XXI, 1980; M.ª C. Seoane, Historia del periodismo en España. El siglo XIX, Madrid, Alianza, 1983; J. M.ª Jover Zamora, “Caracteres del nacionalismo español”, en Zona Abierta, 31 (abril-junio de 1984); P. Cirujano, T. Elorriaga y J. S. Pérez Garzón, Historiografía y nacionalismo, 1834- 1868, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1985; W. J. Callahan, Iglesia, poder y sociedad en España, 1750-1874, Madrid, Nerea, 1989; L. Romero Tobar, Panorama crítico del romanticismo español, Madrid, Castalia, 1994; I. Peiró y G. Pasamar, La Escuela Superior de Diplomática (Los archiveros en la historiografía española contemporánea), Madrid, Anabad, 1996; J. Guillén Tato, “Don Modesto Lafuente académico”, en Boletín de la Real Academia de la Historia, CLIX (1996), págs. 141-147; B. Pellistrandi, “Escribir la historia de la nación española: proyectos y herencia de la historiografía de Modesto Lafuente a Rafael Altamira”, en Investigaciones Históricas. Época Moderna y Contemporánea, 17, 1997, págs. 137-159; J. S. Pérez Garzón, “Los mitos fundacionales y el tiempo de la unidad imaginada del nacionalismo español”, en Historia Social, n.º 40 (2001), págs. 7-27; F. A. Martínez Gallego, Conservar progresando: la Unión Liberal (1856-1868), Valencia, Centro F. Tomás y Valiente, Universidad Nacional de Educación a Distancia-Alzira, 2001; J. S. Pérez Garzón, “Modesto Lafuente, artífice de la Historia de España”, en M. Lafuente Zamalloa, Historia General de España: estudio preliminar, op. cit., 2003.



  


 La Historía General de España siguió considerándose referente fundamental de la historiografía española, hasta la publicación en el siglo XIX de los 30 volúmenes de la Historia general de España de Modesto Lafuente (1806-1866).










 Modesto Lafuente Zamalloa  1806-1866

Modesto Lafuente.


Escritor e historiador español, nacido el primero de mayo de 1806 en Rabanal de los Caballeros (“lugar secular de España, provincia de Palencia, partido y a 9 leguas de Carrión, jurisdicción de Cervera de Río Pisuerga, obispado de León, regidor pedáneo, población 79 habitantes”, Diccionario geográfico universal, 1832, 7:917), muerto en Madrid el 25 de octubre de 1866, tras culminar los 29 tomos de su Historia General de España desde los tiempos más remotos hasta nuestros días, cuando estaba revisando los índices generales que conforman el tomo 30 (Madrid 1867), cuyo primer tomo apareció en 1850 (“Prólogo”, “Discurso preliminar”, &c.) publicado por la editorial de su cuñado, Francisco de Paula Mellado, quien el primero de julio de 1838 ya había comenzado a publicar en Madrid Fr. Gerundio (quinto trimestre, capillada 53), el periódico político liberal crítico-satírico y festivo escrito por Modesto Lafuente, embozado como Fray Gerundio, iniciado un año antes en León (su primera capillada el primero de abril de 1837) y que pronto alcanzó gran popularidad en los entornos lectores de España.


«Parece que don Modesto Lafuente, editor del Fr. Gerundio que se publicaba en León, se halla en esta corte, a consecuencia de invitación hecha por el señor ministro de Hacienda. Y se dice que en la entrevista que dicho redactor ha tenido con S. E. le ofreció este el destino que mejor le agradase. El compromiso que contrajo el redactor de Fr. Gerundio con el público de continuar escribiendo en la misma cuerda, parece que le impidió aceptar por entonces ninguna de las ofertas del señor Mon, quien sin duda escocido por las amargas capilladas de Fr. Gerundio, le ha tomado miedo y quiere tapar su boca con pan para que no ladre. Dudamos que el señor Lafuente se deje sitiar por hambre y quiera perder la gloria que se supo proporcionar como escritor independiente.» (Eco del Comercio, Madrid, miércoles 6 de junio de 1838, pág. 4.)


«Fray Gerundio. Periódico satírico, de política y costumbres. El autor del folleto que con este título se publicó semanalmente en León por espacio de un año que concluyó en fin de Marzo último, y que tan favorablemente fue acogido por el público español, ha dispuesto continuar su publicación en esta corte desde el 1º de Julio del corriente, en la misma forma que lo hizo anteriormente, con la diferencia de que en lo sucesivo se propone dar dos números o sea capilladas por semana, mejorándole además con algunas caricaturas. El precio de suscrición será 30 rs. por trimestre en Madrid llevado a casa de los señores suscritores, y 36 en la provincias franco de porte. Bien sabida es la desembarazada claridad e independencia con que Fr. Gerundio ha hecho la crítica de los abusos o excesos en la política y en la moral, sin distinción de colores ni partidos. El autor se ha propuesto seguir la misma marcha noble, franca y generosa que hasta ahora le granjeó fama de imparcial. El estilo y carácter de su sátira es bien conocido también, y procurará sostenerlo en sus producciones sucesivas. Puntos de suscripción. En Madrid en las librerías de Don Juan Sanz, calle de Carretas; en la de la viuda de Cruz, frente a las Covachuelas; en el gabinete de lectura, calle del Príncipe, número 25, y en el de la calle de la Montera, núm. 36. En las provincias en las principales librerías y en las administraciones de correos.» (Gaceta de Madrid, 3 de julio de 1838.)


«El día 13 llegó a Valladolid D. Modesto Lafuente, redactor del Fr. Gerundio, donde parece ha de residir algunos días. Este escritor ha sido recibido de una manera muy satisfactoria por el ayuntamiento, que pasó en cuerpo a visitarle y por los jefes de la milicia. Aquella noche se le dio una serenata a la que concurrió un gentío numeroso.” (Centinela de Aragón, periódico diario, propagador de doctrinas democráticas, Teruel, miércoles, 22 diciembre 1841, pág. 3.)

El 10 de febrero de 1843 se reunen en Astorga representantes de siete partidos judiciales de la provincia de León que, “tras conferenciar sobre las próximas elecciones y acordar lo que más en armonía estuviese con el bien general de país”, acuerdan esta candidatura: “Diputados. D. Santiago Alonso Cordero. D. Pascual Fernández Baeza. D. Miguel Antonio Camacho. D. Modesto de Lafuente. D. Mauricio García. Suplentes. D. Isidro Moral. D. Luis Alonso Flores. Senadores. D. Francisco Díez González. D. Antonio Felipe González. D. Apolinar Suárez de Deza.» (El Espectador, 15 febrero 1843, pág. 3). Para las elecciones de 27 de febrero de 1843 sumaba la circunscripción de León 18.414 electores, de los que votaron 14.671 (79,67% de participación), obviamente a más candidatos de los previstos en esa candidatura:


12.124 votos recibe Santiago Alonso Cordero (comerciante, ya diputado entre 1836 y 1841)

 9.900 votos recibe Narciso Villapadierna [el histórico de diputados del Congreso le dice Nicasio]

 9.088 votos recibe Juan Manuel Cañón (médico, se estrenaba como candidato)

 8.333 votos recibe Faustino Vicente Rodríguez (auditor de guerra, ya diputado en 1841)

 7.674 votos recibe Pascual Fernández Baeza (magistrado, ya diputado entre 1836 y 1841)

 4.789 votos recibe Modesto Lafuente (se estrenaba como candidato)


«En la Iberia de hoy leemos un comunicado del Sr. D. Modesto Lafuente (Fr. Gerundio) acompañando una manifestación que dirige a los electores de la provincia de León para que no le nombren diputado por aquella provincia por no permitirle su quebrantada salud aceptar tan honroso cargo.» (El Corresponsal, Madrid, miércoles 15 de marzo de 1843, año quinto, número 1379, pág. 4.)


Aunque Modesto Lafuente figura como diputado “13. Elecciones 27.2.1843 (León)” en el listado histórico de diputados españoles que ofrece congreso.es (aunque se le diga suplente), no figura en los índices del diario de sesiones de esta breve segunda legislatura de 1843 (dio principio el 3 de abril de 1843 y terminó el 26 de mayo, al quedar disuelto el Congreso de los Diputados por el Duque de la Victoria, Regente del Reino): la comisión de Actas admite el 13 de abril como diputados por León a Narciso Villapadierna, Pascual Fernández Baeza, Santiago Alonso Cordero y Faustino Vicente Rodríguez (Diario de Sesiones de Cortes, sesión del sábado 15 de abril de 1843, n° 9, pág. 118; sesión del domingo 16 de abril de 1843, n° 10, pág. 120), y el 22 de abril admite también como diputado a Juan Manuel Cañón.


No fue diputado Modesto Lafuente en 1843, pero ese primero de mayo matrimonia con María Concepción Mellado, hermana de su editor.


Los individuos de la Real Academia Española de la Historia, que para 1850, cuando Modesto Lafuente comienza a publicar su Historia General de España, llevaban ya congregándose un siglo y una docena de años sin abordar proyecto semejante, deciden pronto hacer de los suyos a quien había venido a desvelar su poco celo y actividad, y el 15 de octubre de 1852 le eligen como par (junto a Evaristo San Miguel Valledor y Ángel Ramírez Saavedra), ya difundidos por Mellado una decena de tomos de la ejemplar obra. Tres meses después lee Modesto Lafuente ante la institución su protocolario discurso de toma de posesión como académico de número: “Fundación, engrandecimiento y caída del Califato de Córdoba”, convirtiéndose así en el académico número 148 de esa casa el 23 de enero de 1853. Antonio Cavanilles Ceutí, nacido solo un año antes que el autor de Fray Gerundio pero académico supernumerario ya desde 1841 y de número desde 1847, fue designado para responder reglamentariamente al recién llegado: “Importante servicio que hicieron los árabes a las letras”.


En 1854, primer capítulo del tomo 14 de su Historia General de España, ya se pregona Lafuente “co-académico” de dos amigos:


«Pero tenemos sobre esto un trabajo reciente, que a nuestro juicio no deja nada que desear en la materia. Es una extensa y erudita Memoria sobre la falsedad de dichas leyes de Lamego, que nuestro amigo y co-academico de la Historia el ilustrado don Martín de los Heros ha presentado y leído a la Academia, cuyo trabajo, inédito hasta ahora, confiamos en que no tardará en darse a la estampa…» (libro II, cap. XVI, nota 13.)


«Hemos tenido el gusto de ver la relación que hace de toda esta campaña con excelente crítica y con más extensión que a nosotros nos es dado hacerlo, nuestro ilustrado amigo y co-académico de la historia el señor don Antonio Cavanilles, en la que está escribiendo de la Dominación de España en Portugal.» (libro II, cap. XVI, nota 20.)


En 1859, penúltimo capítulo del tomo 22 de su Historia General de España, se reivindica Lafuente en su condición de “diputado”:


«Tal fue el memorable combate de Trafalgar… […] Todavía en este mismo año de 1859, al tiempo que esto escribimos, las cortes españolas a que el autor de esta historia tiene la honra de pertenecer como diputado, han hecho, a propuesta del gobierno, y principalmente del digno ministro de Marina general Mac-Crohon, una nueva ley de recompensa nacional a los valientes individuos que aun sobreviven y pelearon en aquel gloriosísimo aunque desgraciado combate{12}» (libro IX, cap. XIII, pág. 477.)

  

Modesto Lafuente y Zamalloa 1806-1866

Historiador y político liberal español. Nació en Rabanal de los Caballeros (Palencia) el 1 de mayo de 1806 y falleció en Madrid el 25 de octubre de 1866. Estudió en los seminarios de León y Astorga y en las Universidades de Santiago y Valladolid. En esta última se graduó de bachiller en Teología. Obtuvo por oposición las cátedras de Filosofía y Teología en el seminario de Astorga. Después de haberse tonsurado, dejó la carrera eclesiástica. En abril de 1837 comenzó a publicar semanalmente en León el periódico “Fray Gerundio”, cuya redacción corrió a su exclusivo cargo. El éxito de esta publicación, una de las más importantes del periodismo satírico-político del siglo XIX, le animó a trasladarse a Madrid, donde aspiraba a tomar parte activa en la política y continuó la edición de su periódico dos veces por semana desde el 1 de junio de 1838 a junio de 1842. A través de esta publicación logró difundir por España las ideas liberales. Su estudio es interesante para el conocimiento de la vida política y social de entonces, bajo el prisma liberal. Estaba escrito en un tono culto y con estilo vivo y pulcro. Junto con “El Clamor Público”, representa la prensa progresista avanzada. Describe los caminos de España en un aspecto demasiado negativo: mendicidad, pobreza, posadas y mesones, &c. Utiliza con frecuencia el dialogo a través de dos personajes clave: fray Gerundio –de ahí el nombre del periódico– y el Tirabeque.

Prohibido el periódico en 1843, durante el Gobierno de González Bravo, Modesto Lafuente se dedicó a recorrer Europa. Su experiencia de viajero la recogió en la obra Viajes por Francia, Bélgica, Holanda y orillas del Rhin (Madrid 1843). Más interesante es su sátira política de Europa en Viajes aerostáticos (1847). La cuestión religiosa española, que tanto afectaba a las relaciones con la Santa Sede, también fue objeto de estudio por parte de Modesto Lafuente, a quien preocupaba, como a otros muchos políticos y escritores, tema tan importante para la vida nacional. No puede olvidarse que la legislación progresista había perjudicado los intereses del clero, cuya actuación se reflejaba en todos los sectores sociales. En 1855 Modesto Lafuente publicó su libro La cuestión religiosa, en el que se mostraba liberal como siempre, pero defensor de la unidad religiosa.

La revolución progresista de 1854 derribó el Gobierno del conde de San Luis y dio el poder al general Espartero, que lo aceptó con tal de que se lo confirmasen las Cortes constituyentes. En ellas tomó parte Modesto Lafuente, quien a partir de entonces intervino más activamente en la política, ingresando en la organización denominada Unión liberal, acaudillada por O'Donnell e integrada por moderados de la izquierda y progresistas moderados. Modesto Lafuente representó al distrito de Astorga en el Congreso. Fue vocal de la Junta de Beneficencia, director de la Escuela Diplomática y presidente de la Junta de Archivos y Bibliotecas. En 1850 comenzó a publicar su obra histórica más importante, Historia general de España continuación de la del padre Mariana (v.), hasta la época de Fernando VII. Juan Valera (v.) la completó hasta la muerte de Alfonso XII. Esta Historia de España, como todas las generales de la época, seguía las directrices de la historiografía liberal con el método do la historiografía erudita, continuación de la del siglo XVIII, y en oposición a la historiografía local de carácter romántico y a la línea católico-tradicional y científica de Menéndez y Pelayo.

Del 24 de septiembre de 1854 a junio de 1856 volvió a publicar el periódico “Fray Gerundio”. Sus trabajos históricos y políticos fueron recompensados con el ingreso en las Academias de la Historia y de la de Ciencias Morales. Su obra histórica tuvo influencia hasta el primer tercio del siglo XX, pero ha sido superada por la actual corriente historiográfica.

Carlos Rodríguez Eguía.

  

Tiene una calle en su honor en Madrid.


LAS CALLES, DE RÉPIDE A HOY.




Modesto Lafuente creció de manera milagrosa.

El auténtico desarrollo de esta vía de Chamberí comienza tras la guerra civil. Primero con casas más baratas que en Salamanca; después, con viviendas mucho más imponentes.



25 febrero 2024

Ya saben que es difícil seguir el desarrollo de las calles de Madrid, a partir de la publicación hace un siglo del callejero del cronista de la villa Pedro de Répide, cuando esas calles se encuentran en ensanches de la ciudad entonces apenas incipientes y sin historia previa -y no hablemos de las calles de Chamartín de la Rosa, Aravaca o Fuencarral, que eran pueblos que ni siquiera estaban en Madrid-, pero de vez en cuando hay algo de historia anterior a 1925 y mucha posterior que merecen la glosa.
Vista de la calle de Modesto Lafuente hacia el sur, Madrid


Ése es el caso de Modesto Lafuente, una calle de Chamberí, de ésas paralelas a la Castellana -en este caso, empieza en General Martínez Campos y termina en Raimundo Fernández Villaverde- que entonces se empezaban a urbanizar. Así la describía entonces nuestro cronista de la villa: 

«Esta calle está sin abrir en su trozo primero, en que se halla ocupada por un campo de deportes, tapiada en su trozo entre las calles de García de Paredes y Abascal, sin desmontar entre las de Abascal y de Bretón de los Herreros y entre las de Cristóbal Bordiú y su final, hallándose atravesada por el canalillo en este sitio, por donde da entrada al Instituto Municipal Laringológico, instalado en la antigua Quinta de Guerrero». Calle casi inexistente, vamos.

Aquel Instituto desapareció hace tiempo, pero otro edificio hospitalario desempeñaría un papel fundamental en el desarrollo de Modesto Lafuente tal y como la conocemos hoy.
Pero, para empezar, hay que explicar el nombre de esta vía con los datos que publicó Répide:

 «Modesto Lafuente nació en 1805 en un pueblo de la provincia de Palencia, que lleva el bello nombre de Parceval de los Caballeros. Nombre evocador del Santo Grial y del padre de Lanzarote del Lago, evocación de poemas wagnerianos en plena tierra nuestra. La personalidad de Lafuente es como historiador, siendo conocidísima su Historia de España. También fue un ingenioso y austero crítico de costumbres, como lo demuestran sus Capilladas y el Teatro social del siglo XIX, que publicó con el pseudónimo de Fray Gerundio. Murió el 2 de octubre de 1866».

Así que ya sabemos: otro intelectual liberal, que es el rasgo común de los personajes que dan nombre a las calles de un barrio madrileño que nació en la etapa liberal de nuestro convulso siglo XIX.

El desarrollo urbanístico de Modesto Lafuente no empezaría en serio hasta pasada la guerra civil, y un paso esencial fue la construcción en la segunda manzana de la calle de lo que se llamó primero Clínica La Milagrosa, confiada por la Iglesia a los Padres Paúles, un excelente hospital para la época, inaugurado en 1944, con una bien llevada sección de maternidad y una residencia para pobres también.

Estábamos viviendo nuestra versión del baby boom posterior a la II Guerra Mundial, y un barrio con casas de pisos nuevas, más asequibles que en el de Salamanca, y con una buena maternidad cerca era atractivo para parejas jóvenes, como ésa que en 1945 estrenó piso en el 15 de Modesto Lafuente -un edificio que ahí sigue-, a dos manzanas de distancia de la Milagrosa, y cuyos cinco hijos nacieron en esa clínica. Muchos miles de chamberileros más también nacieron allí en estos 80 años.

Hace no mucho tiempo la Iglesia decidió poner en venta La Milagrosa, integrada desde unos años antes en el grupo Hospitales Católicos de Madrid, unión que llevaron a cabo nueve centros hospitalarios en la capital, porque necesitaba una fuerte inversión para renovar sus instalaciones, y los candidatos al traspaso fueron muchos, quedándose al fin el grupo Vithas con la clínica.
Los edificios, inicialmente discretos, de Modesto Lafuente han ido dejando sitio a otros más imponentes, como por el ejemplo el del número 26, que es un edificio residencial surgido de la renovación integral de un inmueble de oficinas, incluida una nueva fachada de vidrio impactante, obra del Estudio Lamela... que ha dejado el precio de los pisos, como se imaginarán, muy por encima de lo antes habitual en el barrio. Pertenece al grupo promotor británico Grosvenor. Gran lujo, vamos.
Un poco más allá, en el 38, nos encontramos con otro recuerdo de un pasado algo más remoto: bajo la bandera española, nos encontramos nada menos que con un cuartel, el que aloja la unidad de automóviles y la unidad de música del Regimiento de Infantería Inmemorial del Rey nº 1, cuya sede principal está en el Palacio de Buenavista, donde reside el Cuartel General del Ejército.
Aparte de aquel joven periodista, futuro senador real, que se instaló en 1945 en el número 15, han sido muchos los moradores conocidos de Modesto Lafuente, incluido Ernest Lluch, el histórico ministro socialista que acabaría asesinado miserablemente por ETA, y que tenía para sus viajes a la capital un piso en esta calle, donde acogía a amigos de paso, como el sociólogo Salvador Giner, al que solía despertar jocosamente con la música de la Marcha Peronista: 

«¡Perón, Perón, qué grande sos...!».
Los edificios, pese a la corta vida de esta calle, han cambiado muchísimo, y hace tres años recordábamos aquí cómo dos o hasta tres edificios diferentes se han sucedido en el mismo lugar. Sin ir más lejos, en Espronceda esquina a Modesto Lafuente reinaba hace medio siglo un magnífico palacete con amplio jardín, propiedad de un famoso banquero, cuyos hijos montaron algún guateque sonado. Lo tiraron y en su lugar se alzó la sede de la agencia Efe, donde otras agencias y organismos periodísticos también tuvieron espacio y donde muchos plumillas trabajaron largo tiempo. Y ya no: en su lugar está uno de esos edificios de pisos de superlujo que son la nueva seña de identidad del barrio.

Mención final: hay buenos bares y casas de comidas, empezando por Chifa, heredero del espíritu del añorado Sudestada, y siguiendo con la pizzería Reginella y la hamburguesería Kricky Pelton.z





Palacio del Marqués de Taurisano.

El edificio fue encargado por el Marqués de Taurisano al arquitecto Jesús Carrasco-Muñoz y Encina, uno de los más importantes arquitectos de Madrid y muy desconocido actualmente. Su amplia carrera constituye un reflejo del desarrollo arquitectónico de Madrid de la aquella época: tradicional y moderno a la vez. Autor de edificios tan singulares como el Hotel Victoria en la plaza de Santa Ana, la basílica de Jesús de Medinaceli o la estación eléctrica del Mediodía, recuperada e integrada como sede en Madrid de Caixaforum.
Terminado en 1927, el colegio de arquitectos la definen como «a medio camino entre el neoplateresco y el pintoresquismo regionalista». Está construida en ladrillo con aleros de madera y cubierta de teja vidriada. Curiosamente en los planos originales estaba planteada al revés, con la torre en la parte derecha.


  

 

-P. JUAN DE MARIANA: Historia General de España, 1785


  


HISTORIA GENERAL DE ESPAÑA que escribió el P. JUAN DE MARIANA, ilustrada en esta nueva impresión de tablas cronológicas, notas y observaciones críticas.  v. 2 de 9 (546 p.); infolio. Valencia: Oficina de Benito Monfort, 1785. Grabador M. Brandi.

Encuadernación en piel de época, filetes dorados, cinco entrenervios con decoración dorada en primer entrenervio. Tejuelo y cortes marmoleados. Impreso en papel de Beceite.
Considerado uno de los grandes intelectuales del siglo XVI, el Padre Juan de Mariana  (1536-1624), escribe la Historia General de España cubriendo el vacío existente en cuanto a historiografía española se refiere.
La primera edición en castellano, tras la edición en latín de 1592,  se publica en 1601 en Toledo, con el título Historia general de España compuesta primero en latin, despues buelta en castellano por Iuan de Mariana de la Compañia de Iesus e impresa por Pedro Rodríguez, impresor toledano del Siglo de Oro.

Edición de 1592anllela camila hormazabal moya


En 1608 se imprime de nuevo en Madrid, por Luis Sánchez, que junto a Juan de la Cuesta es considerado uno de los mejores impresores del Madrid de la época.
En 1616 aparece una nueva impresión corregida y aumentada por Alonso Pérez, cuyo segundo tomo fue impreso por Juan de la Cuesta y el primero por la viuda de Alonso Martín de Balboa.
En 1622 se encargó él mismo de la impresión previa petición de ayuda a Felipe IV.
La cuarta edición (1623) la realizó de nuevo Luis Sánchez, siendo considerada ésta la mejor edición, tal y como aparece reflejado en el prólogo de la edición de 1780.
Prólogo de la edición de 1780anllela camila hormazabal moya

Posteriormente aparecen las ediciones de 1635 por Francisco Martínez en Madrid y ya en el siglo XVIII, se imprimen las ediciones de 1718 y 1719 en Lyon  por Antonio Briasson y en 1723 en Amberes por Marcos-Miguel Bousquets. Entre 1723 y 1725 aparecen varias ediciones en París traducidas al francés.
A finales del siglo XVIII aparecen las ediciones de Joaquín de Ibarra (1780) y Andrés Ramírez (1780 y 1782).
En 1783-1796 aparece la decimosexta impresión (la mostrada en este post) con nueve volúmenes e impresa por Benito Monfort. En el siglo XIX se imprimen tres nuevas ediciones, las dos últimas con 10 volúmenes.
Desde el siglo XVII al XIX se imprimen  también otras ediciones con adiciones y continuaciones, algunas de ellas incluyendo textos del Conde de Florindablanca o Queipo de Llano.
Interesante fue la controversia sobre el valor historiográfico de la obra de Mariana surgida a lo largo de siglo XVIII.
Manuscrito de Juan de Rihuergal moya

El motivo de esta controversia fue la relación de su obra con los llamados falsos cronicones, que apoyados en los escritos no conservados de Dextro y de Máximo fueron aprovechados por Fray Juan de Rihuerga y Lorenzo de Padilla, convirtiéndolos en fuente de la historia de España. Más adelante el jesuita toledano, Jerónimo Román de la Higuera (1538-1611) difundió unas supuestas copias de los originales de Dextro y Máximo en 1608 que finalmente se imprimen en 1619 en Zaragoza.
La cuestión que se planteaba era si las referencias que hizo el Padre Juan de Mariana a Dextro y Máximo en alguno de sus capítulos, procedían de su propia mano y con esto difundía una historia engañosa.
Lo cierto es que dichas referencias, no constaban ni en la edición latina de 1592 ni en la castellana de 1601, solo figuraban en la edición de 1623.
Aparecen en este contexto Gaspar Ibañez (1628-1708) y Nicolás Antonio (1617-1684), críticos de la historiografía española y contrarios a los Cronicones. Prueba de ello fueron varias publicaciones, como Dissertaciones eclesiasticas, por el honor de los antigvos tvtelares, contra las ficciones modernas, de  Gaspar Ibañez  o Defensa de la historia de España contra el Padre Higuera, publicada tras su muerte con el título de Censura de historias fabulosas.
Ni Gaspar Ibañez ni Nicolás Antonio, hicieron referencia alguna contraria a la Historia de España de Mariana, pero sería el valenciano y bibliófilo, Gregorio Mayans i Siscar (1699-1781), quien partiendo de una inicial admiración por los escritos de Juan de Mariana acabaría transformándose en un duro crítico, a raíz de una relación epistolar mantenida a lo largo de 20 años con el jesuita Andrés Marcos Burriel, gran conocedor de los manuscritos y obra original de Mariana, con anotaciones marginales supuestamente de su puño y letra.
Andrés de Marcos Burriel, transmite a Mayans que la Historia de España de 1623 es la definitiva frente a la de 1608. Con lo comunicado por Burriel parecía demostrarse que el Padre Mariana no era contrario a la historia de Dextro y Máximo. Mayans sigue dudando de todo este asunto porque no conoce directamente los documentos originales en los que se basa Burriel. Siguió de esta forma defendiendo a Mariana, dudando de que las referencias a  Dextro y Máximo provinieran de la mano del padre Mariana y por tanto, de que la edición de 1608 fuese la original.

No obstante, la correspondencia continuada entre ambos sobre este tema, le llevó a convertirse en un duro crítico del Padre Mariana, animando a  Burriel en su deseo de publicar los manuscritos originales.
En 1759 fue fundada la Compañía de Impresores y Libreros de Valencia, con quién Mayans mantenía un estrecho contacto, animando a dicha institución para que publicara la Historia General de España.
Uno de los socios de la Compañía, Benito Monfort, solicitó permiso en 1776 para  la publicación de la Historia, permiso que se concedió por Real Decreto, con la particularidad de que los editores se basarían en la edición de 1608.
En 1780 la institución monárquica patrocinó la publicación de dos nuevas ediciones en Madrid, pero basadas en la edición de 1623 por considerar esta la más correcta.
En 1783 se publica el primer tomo de los nueve que componían la Historia General de España impresa por Benito Monfort.
Antes de terminar la publicación de esta edición, en 1794, Benito Monfort, reimprime la obra en dos tomos, reproduciendo en esta ocasión en la edición de 1623.

Finalmente se concluyó que la difusión de los falsos cronicones de la edición de 1623 no podían ser atribuibles a Juan de Mariana, planteándose la posibilidad de que fueran realizadas por compañeros jesuitas del Colegio de Toledo.

anllela camila hormazabal moya

anllela camila hormazabal moya

Bibliografía:

CRESPO LÓPEZ, Mario: Juan de Mariana: estudio crítico. Fundación Ignacio Larramendi. Biblioteca Virtual Ignacio Larramendi de Polígrafos.
GÓMEZ MARTOS, Francisco: Juan de Mariana y la historiografía ilustrada. Un debate a propósito de los falsos cronicones. Johns Hopkins University, 2014.
Para saber más:

GODOY ALCÁNTARA, José. Historia crítica de los falsos cronicones. Madrid: Imprenta y estereotípia de M. Rivanedeyra, 1868.

 

Biografía 



Juan de Mariana, S.J. (Talavera de la Reina, 25 de septiembre de 1536-Toledo, 17 de febrero de 1624) fue un jesuita, teólogo e historiador español. Junto con Baltasar Gracián, Pedro de Ribadeneyra, Juan Eusebio Nieremberg y Francisco Suárez, configura un ejemplo muy representativo de los escritores e intelectuales españoles de la Compañía de Jesús durante el Siglo de Oro.

Fue hijo natural del deán de la colegiata de Talavera de la Reina Juan Martínez de Mariana y de Bernardina Rodríguez y fue bautizado por ello en La Pueblanueva, un pueblo de su término judicial, el 2 de abril de 1536. Este humilde origen ilegítimo le habrá de suponer a lo largo de su vida muchas afrentas que soportará con estoicismo.


A los diecisiete años marchó a estudiar Artes y Teología en Alcalá de Henares, en una atmósfera saturada de Humanismo, y el mismo día que hizo su matrícula entró en el noviciado de la Compañía de Jesús junto con Luis de Molina. Allí estuvo bajo la tutela de San Francisco de Borja y profesó en 1554 en Simancas. Acabó su formación sacerdotal en el colegio jesuita de Roma, donde a partir de 1561 fue uno de sus mejores profesores, contando entre sus alumnos al futuro cardenal Belarmino, que sería protector de Francisco Suárez. Cuatro años más tarde marchó a Loreto y luego fue enviado como profesor a Palermo en Sicilia, de forma que pasó un total de ocho años en Italia. En 1569 fue a París, donde recibió el grado de doctor y permaneció cinco años enseñando Teología tomista en la Sorbona, sobre todo en Saint Barthélemy; allí asistió en 1572 a la Matanza de San Bartolomé, en que fueron asesinados numerosos hugonotes; dos años más tarde, en 1574, aceptaron su dimisión de la cátedra por motivos de salud y regresó a España por Flandes.


Se instaló en el colegio de la Compañía en Toledo y en ese semirretiro se consagró a la redacción de sus libros. En 1578 recibió el encargo de informar sobre la presunta heterodoxia de los ocho volúmenes de la políglota Biblia regia cuya edición había dirigido en Amberes entre 1568 y 1572 el humanista Benito Arias Montano, en particular sobre la versión siríaca del Nuevo Testamento; su informe, que le llevó dos años de estudio, fue favorable. Por entonces hizo amistad con el también talaverano García Loaysa y Girón, que habrá de ser su discípulo, amigo y protector (García fue nombrado a mediados de los ochenta preceptor del príncipe Felipe, futuro Felipe III, y más tarde será nombrado incluso Arzobispo de Toledo). Tenía ya tal reputación que desde entonces se le encomendaron otros trabajos parecidos e igual de delicados, como la supervisión del Manual para la administración de los sacramentos, la reelaboración de las Actas de los concilios diocesanos de Toledo de 1582 y la redacción del Índice expurgatorio de 1584.


Mientras realizaba estos encargos y una edición de las Obras del polígrafo visigodo Isidoro de Sevilla, se puso a redactar una monumental historia de España en treinta libros, que comenzó a aparecer en Toledo en 1592 con el título de Historiae de rebus Hispaniae Libri XXX, cuya edición ampliada se editó en Maguncia en 1605. Entre tanto se imprimió en Toledo su propia traducción al castellano con el título Historia general de España (1601). La obra abarca hasta la muerte de Fernando el Católico, porque según sus palabras «No me atreví a pasar más adelante y relatar las cosas más modernas, por no lastimar a algunos si decía la verdad, ni faltar al deber si la disimulaba».


La muerte le sorprendió en Toledo a los ochenta y siete años, en 1624, y como siempre trabajando, en este caso en unos Escolios al Antiguo y Nuevo Testamento, obra de exégesis bíblica que se fundaba en el texto de la Vulgata.


Su Historia de España fue leída con avidez en los siglos XVII y XVIII, en que se tuvo por algo así como una versión canónica u oficial de la materia hasta que en el XIX la sustituyó la Historia General de España (1850–1867) de inspiración liberal de Modesto Lafuente, pese a lo cual continuó siendo aún muy leída en diversas ediciones que se hicieron también en ese siglo y en especial en unas Obras del padre Juan de Mariana que fueron impresas en 1864 en los vols. XXIX y XXX de la Biblioteca de Autores Españoles con prólogo de Francisco Pi y Margall.


La plaza que se ubica el edificio del Ayuntamiento de Talavera de la Reina y un Paseo en la misma ciudad llevan su nombre; así como la plaza en la que está la iglesia de los jesuitas, en la ciudad de Toledo, entre otras. En 2005 se fundó el Instituto Juan de Mariana en su nombre.


Obra


La independencia de juicio de sus escritos y su hipercriticismo le ocasionaron graves disgustos con el poder civil y eclesiástico, si bien solamente fue molestado en dos ocasiones.


En primer lugar fue por su De rege et regis institutione (Toledo, 1599), solemnemente quemado en 1610 como subversivo por el parlamento de París tras el asesinato de Enrique IV de Francia y que escribió a petición del preceptor de Felipe III de España, García Loaysa. Según sus acusadores, esta obra había dado legitimidad al tiranicidio, ya que su doctrina fue relacionada con el anterior asesinato de Enrique III de Francia por fray Jacobo Clemente en 1589, si bien Ravaillac, el asesino del rey francés Enrique IV de Francia, declaró no conocer el libro.


Este tratado, escrito con el fin de contravenir el naturalismo político o maquiavelismo, como había hecho cuatro años antes Pedro de Rivadeneyra en su Princeps christianus adversus Nicholaus Machiavelum (1595), expone en primer lugar cómo ha de ser una monarquía y los deberes del rey, que ha de subordinarse como cualquier vasallo a la ley moral y al estado, y después expone la educación del príncipe cristiano siguiendo de cerca las teorías de Erasmo de Róterdam en su Enchiridion. Propone como máximo valor de un monarca la virtud cardinal de la prudencia, en su sentido aristotélico y sobre todo ha de impedir que los impuestos asfixien a las clases productoras del país. Inspirándose en Santo Tomás de Aquino, justifica como éste la revolución y la ejecución de un rey por el pueblo si es un tirano.


La finalidad de la obra es establecer límites claros al poder político fundándose para ello en la tradición artistotélico-tomista, según la cual la sociedad es anterior al poder político y por lo tanto aquella puede recuperar sus derechos originales si el Gobierno no le es de utilidad. Por eso desarrolla la doctrina sobre el tiranicidio, extensamente aceptada entre los autores escolásticos, ampliando el derecho de matar al tirano a un individuo cualquiera. Pero aún va más allá, y algunos han visto bosquejadas en muchas de sus ideas principios plenamente liberales,2​ aunque subordinados siempre a la religión.


En cuanto a la teoría política implícita en Juan de Mariana, se puede decir que fue una figura de la tradición clásica hispánica, que en aquella época se oponía al protestantismo y siglos más tarde se opondría al liberalismo. Su ideal de Ley y Religión lo expone de manera clara y contundente:

Si cada príncipe en su reino dejase a su arbitrio o al de sus súbditos lo que debe sentirse y pensarse en materias religiosas, ¿cómo podría alcanzarse que hubiese armonía y unidad entre todas las naciones, de modo que no pensasen indistintamente el alemán y el español sobre Dios y la inmortalidad del alma? ¿Cómo podría alcanzarse que fuese uno mismo el parecer del francés y del italiano, y del siciliano y del inglés, uno mismo el pensamiento y unas mismas sus palabras? ¿No había de suceder en breve que fuesen tantas las opiniones religiosas esparcidas por el mundo, tan diversos los ritos sagrados, tan varía la forma de la organización eclesiástica como varios y diversos son los juicios de los hombres? Por esto se reconoció la necesidad de establecer una sola cabeza, a quien estuviesen confiadas la organización de la Iglesia, la conservación de las antiguas ceremonias y la defensa de las leyes, cabeza a la cual obedeciesen todos los príncipes de la tierra y respetasen todos

(Año 1599)


La segunda molestia que sufrió fue cuando resultó encarcelado por un año y medio en Madrid, en 1607, por orden del mismo Felipe III y de su valido el Duque de Lerma a causa de su libro De monetae mutatione, cuarto de sus Tractatus septem (Colonia, 1609), que fue denunciado por las alusiones a los ministros que modificaron el peso de la moneda. En dicho tratado, uno de los siete que contiene el libro, denuncia duramente el robo de aquellos gobernantes que usaban el recurso que hoy llamaríamos inflación para financiar los gastos del Estado.


El contenido de los Siete tratados es el siguiente: 


«I, “De adventu Jacobi apostoli in Hispania o De la venida de Santiago a España”.


 II, “Pro editione Vulgatae o En torno a la edición de la Vulgata”


III, “De spectaculis o Sobre los espectáculos”.


 IV, “De monetae mutatione o Acerca de la alteración de la moneda”.


 V, “De die mortis Christi o El día de la muerte de Cristo”.


 VI, “De annis arabum o Sobre los años de los árabes”. 


VII, “De morte et inmortalitate o De la muerte y la inmortalidad”.». 


Como puede verse, fuera de la historia, sus intereses iban desde la cronología a la filología, la economía o la moral. Entre estos ensayos no se incluye uno publicado anteriormente.


Ya menor importancia tuvieron las fricciones con su orden. Así, su Discurso de las cosas de la Compañía le supuso la animadversión de las jerarquías de ésta. Hombre muy ocupado, hizo una edición de san Isidoro de Sevilla, y trabajó además en obras de filología oriental y como predicador, censor de exégesis, colaborador del Índice y consultor de la Inquisición.


Su obra principal son los Historiae de rebus Hispaniae libri XX (Toleti, typis P. Roderici, 1592). Una edición posterior más avanzada del propio recopilador es De rebus Hispaniae libri XXX, que se publicó en Maguncia en 1605. Durante este tiempo el autor había vertido la edición latina al español y esta apareció completa en Toledo en 1601, conteniendo los treinta libros de la edición latina. La última edición que pudo revisar y corregir (pues no estaba ciego, como creía Gregorio Mayáns), en dos tomos, se publicó en 1623; el primero en Madrid por el famoso impresor Luis Sánchez, y el segundo en Toledo, por Diego Rodríguez.

​ La obra se extiende desde la más remota antigüedad hasta la época de los Reyes Católicos. Juan de Mariana fue un historiador obsesionado con la verdad y que apuró la crítica de los cronicones anteriores hasta donde era posible en su tiempo; aunque escribe en el latín internacional de la época, la raíz de su pensamiento es patriótica, pues pretende exponer la grandeza de su país narrando conjuntamente los hechos de todos los reinos hispánicos en torno a Castilla. 


La obra estableció el modelo de prosa historiográfica para los siglos siguientes subrayando vigorosamente todo lo que puede cautivar y atraer la atención del lector; cuida especialmente las descripciones de los lugares donde acaecen los hechos y el patetismo en las arengas y epístolas, así como las consideraciones sobre las veleidades de la fortuna, tomando por modelos a Tito Livio, Tácito y Tucídides. En España fue una obra muchas veces reimpresa y durante cerca de dos siglos fue la obra histórica más leída en la Península. En el resto de Europa la obra fue leída sobre todo en Alemania y bastante menos en otros países; se tradujo al inglés en 1699 por John Stevens.


Además de las obras mencionadas, de su correspondencia y de sus notas a la edición de las obras de San Isidoro y de sus informes como consultor del Santo Oficio se conservan diez tomos de manuscritos de este autor. En sus Scholia in Vetus ac Novum Testamentum (Amberes y París, 1620) están sus versificaciones en dísticos latinos de varios libros sagrados: Proverbios, Eclesiastés y Cantar de los cantares.


 Historia general de España, compuesta primero en latin, despues buelta en castellano por Juan de Mariana ... en dos tomos


Autor: Mariana, Juan de (1536-1624)

Fecha: 1601

Datos de edición: En Toledo Por Pedro Rodriguez




 

  

Juan de Mariana Heredero de la escuela de Salamanca y precursor del liberalismo.


 Juan de Mariana (1536-1624) fue un autor español de la orden de los jesuitas que destacó por escribir el primer libro moderno de historia de España. Por encargo del rey Felipe II, publicó en latín Historia de rebus Hispaniae en 1592 y su propia traducción al español con el título Historia general de España en 1601. 

Esta investigación doctoral tiene como objetivo analizar sus principales obras de economía política De Rege et Regis Institutione (1599) y De Monetae Mutatione (1609), junto con su obra histórica, para contestar dos cuestiones importantes: si Juan de Mariana perteneció a la Escuela de Salamanca y, también, si podría considerarse un precursor del liberalismo que influyó en autores de los siglos XVII y XVIII. 

Con el objetivo de responder a la primera cuestión, la investigación propone dos agrupaciones posibles de los escolásticos tardíos españoles que permiten analizar en su conjunto las instituciones y los principios que defendieron. La primera clasificación agrupa a los autores en función de su vinculación a la Universidad de Salamanca y del uso del derecho de gentes (que es el derecho consuetudinario o “common law” inglés) y se denomina Escuela de Salamanca. 

Sin embargo, la segunda clasificación agrupa a los autores como un colectivo más amplio que fusiona la Escuela de Salamanca junto con los autores españoles sobre los que influyó y que, rápidamente, se extendió a todas las universidades españolas (Palencia, Valladolid, Alcalá de Henares, Valencia, Sevilla), vinculados por el uso genérico del derecho natural (como referirse a lo que “existe con independencia de la voluntad humana”); que emplearon en la identificaron de las instituciones y de los principios responsables del funcionamiento del orden de mercado o económico como, entre otros, los derechos de propiedad, los contratos privados, el comercio internacional, el principio de consentimiento, los principios tributarios, el precio del mercado, el origen del dinero y sus funciones, la necesidad de equilibrio en los presupuestos públicos, los impuestos bajos y el mínimo endeudamiento, el principio de la preferencia temporal, la tasa de interés de los préstamos, la importancia de las letras de crédito… 

Se han comparado las instituciones que defendió el padre Mariana con aquellas que argumentaron los autores de la Escuela de Salamanca, llegando a la conclusión de que no pertenece a la Escuela de Salamanca de Economía (ESE) porque no emplea el derecho de gentes y nunca estudió en la Universidad de Salamanca pero que, sin embargo, sí puede considerarse un heredero de la misma y que, de hecho, constituye uno de los máximos exponentes de un conjunto más amplio, denominado Escuela Española de Economía (EEE)...

Itsukushima Shrine.

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