Bibliotecas y mi colección de libros

Lema

Libro de Proverbios, 8 20, de la Biblia. "Yo camino por la senda de la justicia, por los senderos de la equidad."

domingo, 8 de enero de 2017

392.-Asuntos relacionados con bibliotecarios y bibliotecas.-a

Luis Alberto Bustamante Robin; Jose Guillermo Gonzalez Cornejo; Jennifer Angelica Ponce Ponce; Francia Carolina Vera Valdes;  Carolina Ivonne Reyes Candia; Mario Alberto  Correa Manríquez; Enrique Alejandro Valenzuela Erazo; Gardo Francisco Valencia Avaria; Alvaro Gonzalo  Andaur Medina; Carla Veronica Barrientos Melendez;  Luis Alberto Cortes Aguilera; Ricardo Adolfo  Price Toro;  Julio César  Gil Saladrina; Ivette Renee Mourguet Besoain; Marcelo Andres Oyarse Reyes; Franco Gonzalez Fortunatti; Patricio Ernesto Hernández Jara;  Demetrio Protopsaltis Palma; 

El origen de las bibliotecas públicas.

 

  


Parte de un fresco del Instituto de la Patología del Libro, en Roma. (Fotografía: Corrado Bonora)

Cuentan que Tolomeo I, el sucesor de Alejandro Magno, siguió el consejo de un sabio ateniense y fundó una biblioteca en Alejandría para que la ciudad adquiriera fama. Aún hoy, casi un milenio y medio después de su destrucción por parte de los primeros musulmanes, la de Alejandría permanece en el imaginario como el modelo ideal de una biblioteca universal, el lugar en que, en su momento, llegó a reunir todo el saber de la Antigüedad.
Se estima que la biblioteca contaba con más de 500.000 textos en rollos de papiro: un número inmenso si se considera que, antes del nacimiento del libro impreso, la biblioteca papal de Aviñón contaba con 2.000 volúmenes y ésta era considerada la más grande de todo el mundo occidental. En Roma, durante el imperio de Constantino, había 28 bibliotecas públicas y en todas las casas de los dignatarios romanos había bibliotecas privadas.

En cambio, durante los oscuros años de la Edad Media la actividad principal de las bibliotecas –en la penumbra de los sótanos de las abadías– consistía en hacer copias y transcribir los manuscritos en un pergamino, a veces de manera muy poco fiel. Los libros escritos a mano sobre pergamino que se difundieron a partir de los siglos III y IV, llamados códices, eran muy costosos, precisamente por el largo proceso de copia, así como por el precio del pergamino y de su tratamiento, pues hacían falta cientos de pieles de oveja o cabra para un solo volumen.
Sin embargo, esa exclusividad hizo que, con el florecimiento del arte de pintar miniaturas, estos libros de una sola copia se convirtieran, en muchos casos, en auténticas obras maestras. Por lo demás, hubo que esperar hasta el Renacimiento y la invención de la imprenta para que el libro volviera a ser de nuevo público, popular, como en las bibliotecas de la Roma imperial.
A partir del nacimiento de los tipos de imprenta a mediados del siglo XV, la difusión de libros se hizo inmensa en muy poco tiempo en todo el mundo occidental. Los libros impresos entre el nacimiento de la imprenta (la Biblia de 42 líneas de Gutenberg, realizada en 1456) y 1500 se denominan incunables: son sin duda alguna los libros más bellos, los que han constituido el modelo de composición tipográfica y formal que, en esencia, ha permanecido hasta nuestros días. Además, se puede decir que la imprenta ha sido la primera industria en el sentido moderno de la palabra, puesto que se fundamentaba en la producción en serie de mecanismos intercambiables y, por ende, en la estandarización de la producción.

Detalle de la biblioteca. (Fotografía: Corrado Bonora)

En cuanto a los lugares públicos de lectura, fue entre los siglos XVI y XVII cuando se empezaron a crear las grandes bibliotecas públicas destinadas al estudio (y no sólo a dar prestigio a los nobles o al clero) que, a la zaga del saber humano, se volvieron cada vez más monumentales.

                                                         PAPEL

 

  

La irrupción del libro impreso en serie estableció un baremos de precios para los libros, que se vieron convertidos en mercancía y, por tanto, regidos por un sistema real de precios. Por contra, el valor del libro hecho a mano sufrió continuas variaciones de precio debido a su rareza, a su valor, a su procedencia y, sobre todo, a la pasión de los bibliófilos, que generó un floreciente mercado.
En 1778, cuando Samuel Baker y John Sotheby fundaron Sotheby’s, la principal actividad de la casa de subastas londinense era precisamente la venta de libros como, por ejemplo, los de las ricas bibliotecas de Napoleón o Talleyrand.
Subastas y ferias son, en el comercio editorial, puntos de referencia esenciales tanto para vendedores como para compradores. En la actualidad, se celebran ferias anuales de libros antiguos en todo el mundo.
Sin embargo, los libros son objetos que se deterioran fácilmente. Han de hacer frente a una multitud de enemigos: el polvo, el moho y los insectos los atacan sin piedad, y están expuestos a la humedad y al descuido de los propios seres humanos. Y es que, para una buena conservación, el papel necesita una temperatura y una humedad constantes (entre 18 y 22 grados, y entre el 50 y el 55 por ciento de humedad), requisitos garantizados sólo por los gruesos muros de las antiguas bibliotecas o los aislados almacenes futuristas de las bibliotecas más modernas.
Por lo demás, el papel envejece inexorablemente debido a la calidad de la hoja. Un libro del siglo XV o del XVI bien conservado parece, aún hoy, recién salido de la imprenta, porque el papel, producido con trapos de algodón, la celulosa y los pegamentos eran excelentes en esa época. En cambio, los papeles actuales, ya casi sin celulosa, se hacen migajas a los treinta años. Así, nuestros actuales monumentos de papel, que deberían ser capaces de desafiar varios siglos, en realidad corren el riesgo de extinguirse dentro de cien años, y eso sin contar con la amenaza de las termitas que, con sus fantásticas galerías entre página y página, son capaces de destruir irreparablemente un libro en pocos años.

                                    
                                         Giovanni Pico della Mirandola.



  

Pico della Mirandola, retrato atribuido a Cristofano dell'Altissimo (Florencia, Galería Uffizi).



Giovanni Pico della Mirandola (Mirandola, 24 de febrero de 1463 - Florencia, 17 de noviembre de 1494) fue un humanista y pensador italiano.
Es especialmente conocido por los eventos acaecidos en 1486, cuando, a la edad de veintitrés años, se propuso defender contra todo opositor 900 tesis de religión, filosofía, filosofía de la naturaleza y magia. Para ello escribió la Oratio de hominis dignitate, que ha sido señalada como un «manifiesto del Renacimiento»,​ y constituye un texto fundamental del humanismo renacentista, así como de la llamada «reforma hermética».​ También fue uno de los primeros autores que impulsaron la Cábala más allá de los círculos judíos, constituyéndose en fundador de la Cábala cristiana.

Biografía.

Mientras estudiaba en la Universidad de Bolonia publicó, a los catorce años, Las decretales. Luego viajó por el territorio italiano y más tarde por Francia, donde también asistió a la universidad. Estudió sobre todo lenguas: griego, árabe, hebreo y caldeo, con el propósito de entender la Cábala, el Corán, los oráculos caldeos y los diálogos platónicos en sus textos originales.
En 1485, durante su estancia en París, leyó los trabajos de Averroes (1126-1198), el filósofo y teólogo asharí hispanoárabe que introdujo el pensamiento aristotélico en Occidente. Allí concibió la idea de unificar las tradiciones culturales sobrevivientes en aquella época. Al año siguiente, ya de regreso en Italia, con sólo veintitrés años, raptó en Arezzo a la esposa de Giuliano Moriotto dei Medici, un pariente pobre de los Medici florentinos, por lo que fue perseguido, atacado y herido. Luego, hacia finales del año 1486 publicó en Roma sus Conclusiones philosophicae, cabalisticae et theologicae, conocidas como Las 900 tesis.

Se trata de novecientas proposiciones recogidas de las más diferentes fuentes culturales, tanto de filósofos y teólogos latinos como de los árabes, los peripatéticos y los platónicos. No excluyó tampoco a los pensadores esotéricos, como Hermes Trimegisto, ni a los libros hebreos. La obra iba precedida de una introducción, que tituló Discurso sobre la dignidad del hombre, texto que se ha convertido en clásico y donde Pico formula tres de los ideales del Renacimiento: el derecho inalienable a la discrepancia, el respeto por las diversidades culturales y religiosas y, finalmente, el derecho al crecimiento y enriquecimiento de la vida a partir de la diferencia.
En cuanto a las tesis, su intención era demostrar que el cristianismo era el punto de convergencia de las tradiciones culturales, religiosas, filosóficas y teológicas más diversas. Su intención era que estas novecientas conclusiones se discutieran en Roma después de la Epifanía de 1487 por los doctos de todo el mundo, para entablar una paz filosófica entre los cultivadores de todas las doctrinas. Un ejemplo es esta interpretación de la creación basada en el Génesis y el Timeo de Platón:

Cuando Dios terminó la creación del mundo, empieza a contemplar la posibilidad de crear al hombre, cuya función será meditar, admirar y amar la grandeza de la creación de Dios. Pero Dios no encontraba un modelo para hacerlo. Por lo tanto se dirige al primer ejemplar de su criatura, y le dice:
 "No te he dado una forma, ni una función específica, a ti, Adán. Por tal motivo, tendrás la forma y función que desees. La naturaleza de las demás criaturas la he dado de acuerdo a mi deseo. Pero tú no tendrás límites. Tú definirás tus propias limitaciones de acuerdo con tu libre albedrío. Te colocaré en el centro del universo, de manera que te sea más fácil dominar tus alrededores. No te he hecho mortal, ni inmortal; ni de la Tierra, ni del Cielo. De tal manera, que podrás transformarte a ti mismo en lo que desees. Podrás descender a la forma más baja de existencia como si fueras una bestia o podrás, en cambio, renacer más allá del juicio de tu propia alma, entre los más altos espíritus, aquellos que son divinos."
Sin embargo trece de esas tesis fueron consideradas "sospechosas de herejía". El papa las vinculó con la magia cabalística y prohibió seguir adelante con el debate. Pico no tuvo mejor idea que escribir una Apología en la cual defendía esas tesis cuestionadas, lo que los doctores eclesiásticos consideraron un acto de soberbia y obstinación. Juzgado y condenado por herejía, Pico fue excomulgado (como también lo fuera su hermano Galeotto en 1483),​ por lo que huyó a Francia, donde fue detenido y conducido a la cárcel de Vincennes. El heredero del trono de Francia, y futuro rey, Carlos VIII, intercedió en su favor y fue liberado. Tiempo después aceptó una invitación de Lorenzo el Magnífico de Medicis (1449-1492), banquero, político y mecenas italiano, y se instaló en Florencia.

Últimos años

En el año 1489 finalizó el Heptaplus, relato místico sobre la creación del universo, en el que bucea sobre el Génesis buscando desentrañar sus significados más recónditos. Dos años después, con veintiocho años de edad, renunció a sus cuantiosos bienes y a su parte del principado familiar y se entregó a un profundo fervor religioso. Viajó por toda Italia como mendicante hasta que en 1493, el papa Alejandro VI lo absolvió de cualquier imputación de herejía y lo admitió de nuevo en la Iglesia católica. Pico, sin embargo, no abjuró de ninguna de sus tesis. Ingresó en la Orden de los Dominicos, cuyos hábitos llegó a vestir poco antes de su muerte.

Muerte

El 17 de noviembre de 1494 Pico y Poliziano fueron envenenados en extrañas circunstancias.​ Corrió el rumor que uno de sus secretarios le había envenenado debido a su estrecha relación con Savonarola.
En 2007, los cuerpos de Pico y de Poliziano fueron exhumados en la iglesia de San Marcos de Florencia y científicos bajo la tutela de Giorgio Gruppioni, profesor de antropología de Bolonia, usaron tecnología avanzada para determinar la causa de ambas muertes.10​ En febrero de 2009 anunciaron que los exámenes forenses mostraban que tanto Poliziano como Pico della Mirandola habían sido asesinados por envenenamiento por arsénico, probablemente por el sucesor de Lorenzo, Pedro II de Médici.

Legado

Una parte de su Disputationes adversus astrologiam divinatricem fue publicada en Bolonia tras su muerte. En este libro Pico presenta argumentos contra la práctica de la astrología que han tenido una enorme importancia durante siglos, hasta nuestras fechas. Disputationes está influido por los argumentos contra la astrología expuestos por su admirado personaje intelectual, San Agustín de Hipona, y también por ideas mantenidas por su maestro, Marsilio Ficino, que le habría animado a escribirlo. La enemistad de Pico contra la astrología parece deberse principalmente al conflicto con las nociones cristianas de libertad de elección. Pero los argumentos de Pico van más allá de las objeciones de Ficino (que era astrólogo). El sobrino de Pico, un ferviente seguidor de Savonarola editó el manuscrito para su publicación tras su muerte, y posiblemente fue corregido para ser aún más crítico. Esto explica el hecho de que Ficino promocionara el manuscrito y lo apoyara con entusiasmo antes de su publicación.
Pico llegó a reunir una de las bibliotecas personales más ricas del Renacimiento, que legó a un amigo con la condición de no cederla a ningún convento, como era lo usual en la época entre los hombres de su condición, lo que coincide con su talante independiente y sus firmes y sostenidas convicciones de eterno rebelde ante la autoridad eclesiástica. Su fama era grande a su muerte, como demuestra su epitafio.
Hic situs est PICUS MIRANDOLA, cætera norunt/Et Tagus et Ganges, forsan et Antipodes.
Aquí yace Pico della Mirandola: el Tajo, el Ganges, aun las Antípodas saben el resto.
Coat of arms of the family Pico
della Mirandola  1617 to 1747

biblioteca

Pero lo más extraño de todo fue su biblioteca, constituida por 1.191 títulos de magia, filosofía, cábala y matemáticas. Cada libro tenia manuscritas notas raras y extravagantes de su dueño. Las obras, que pasaron al monasterio veneciano de San Antonio tras su muerte, se perdieron por un incendio ocurrido en 1687.

  

Oratio de hominis dignitate.


 ("discurso sobre la dignidad del hombre" o "la dignidad humana") es una obra filosófica escrita en latín en 1486 por el destacado humanista Giovanni Pico della Mirandola. Desde la primera edición de las obras completas de este autor se la denomina Oratio elegantissima, por oposición a otros de sus textos, llamados Epistolae elegantes.

Se compuso como preparación a la disputa que estaba previsto celebrarse en la Epifanía de 1487, y que no tuvo lugar por decisión del Papa Inocencio VIII, quien encargó a una comisión estudiar el libro de Pico. La comisión encontró alguna de sus tesis contrarias a la doctrina cristiana, y el autor compuso una Apologia o defensa que reproducía casi textualmente la segunda parte de la Oratio. La publicación completa de la Oratio se produjo con las obras completas (Opera Omnia) en 1496, dos años después de su muerte, a iniciativa de un pariente suyo, Gian Francesco Pico. La adición al título de la crucial referencia a la "dignidad humana" (de hominis dignitate) se hace en ediciones posteriores.

El texto se estructura en 900 tesis, enfocadas a demostrar la potencia del intelecto y situar al hombre en el centro del Universo: diseñan un antropocentrismo frente al teocentrismo de la filosofía medieval, lo que produjo cierta controversia. Ha sido calificado como "el manifiesto del Renacimiento".

Magnum, o Asclepi, miraculum est homo ("Gran milagro es el hombre, ¡oh, Asclepio!")

Cita de Hermes Trismegisto con la que comienza la Oratio Ioannis Pici Mirandulani Concordiae Contis.

Contenido


Elogia grandemente la capacidad intelectiva y deductiva del ser humano. Concibe la inteligencia como libertad, un medio de formular conceptos para condicionar el futuro en lo bueno y lo malo. Es esa capacidad la que distingue al hombre de los demás seres vivientes y le hace superior a ellos. El conocimiento y la sabiduría usan el estudio y la filosofía como medio (optando aquí por el neoplatonismo agustiniano y no por el aristotelismo); solo así hombre y conocimiento serán la misma cosa, elevándose a un grado superior que le iguala con Dios y con los ángeles.


Nacimiento del hombre y relación con la "Cadena del Ser"


Formulando un mito personal y utilizando el relato bíblico, Pico della Mirandola imagina a Dios en la creación del mundo (el Cosmos con todos sus elementos y géneros de criaturas vivientes). Sucesivamente el Creador formó la "Cadena del Ser" (o "de la Existencia") colmada de ángeles que, saliendo de grado en grado por su cualidad, se fueron conjugando, lo que dio origen a la raza humana. El hombre, valiéndose de su capacidad intelectiva, se hace artífice de su propio destino saliendo de la cadena mediante el estudio y la filosofía, o bien, por el contrario, pensando en cosas inútiles, deviene casi un vegetal ignorante.


Sobre esto se basa el concepto de "dignidad humana" o la calidad suprema que solo el hombre ha recibido de Dios; él puede cultivarla y hacerla crecer valiéndose solo del conocimiento de la filosofía. Sin embargo Pico admite que el camino se presenta difícil y arduo, como demuestra el hecho de que, a lo largo de los siglos, haya habido numerosas filosofías, todas diferentes porque precisamente están concebidas por la multiformidad del cerebro humano. Solo basándose en una verdadera filosofía, nacida de la unión de algunas de estas doctrinas, consideradas buenas e instructivas para el alma, podrá consentirse al individuo ascender por la "Cadena" hacia Dios.


La naturaleza encierra a otras especies dentro de unas leyes por mí establecidas. Pero tú, a quien nada limita, por tu propio arbitrio, entre cuyas manos yo te he entregado, te defines a ti mismo. Te coloqué en medio del mundo para que pudieras contemplar mejor lo que el mundo contiene. No te he hecho ni celeste, ni terrestre, ni mortal, ni inmortal, a fin de que tú mismo, libremente, a la manera de un buen pintor o un hábil escultor, remates tu propia forma.


Cuando una Biblioteca se fusiona con otra.


  

Ordenar la biblioteca, una tarea a la que los bibliófilos suelen entregarse con frecuencia y con placer, a veces implica una situación particular: incorporar una colección entera, conformada en otra parte. La sensación es que los libros son como las células de un organismo vivo y encuentran siempre su propio lugar.

 Cristian Vázquez 29 noviembre 2017

1

Se han escrito infinidad de textos con consejos y recomendaciones acerca de cómo ordenar la biblioteca. Casi siempre se habla de las diversas categorías en función de las cuales se pueden organizar los libros: orden alfabético o cronológico, géneros, temáticas, procedencia, la relevancia que el dueño de la biblioteca les dé, incluso el color de los lomos y las portadas. Ordenar la biblioteca es también establecer un canon o, mejor, trasladar al universo material el canon que cada lector ha forjado ya para sí mismo a través de sus lecturas.

Es una tarea que los bibliófilos, por lo general, encaran con frecuencia y con placer. Por motivos variados: para subsanar los desarreglos derivados de las consultas, para limpiar el polvo cruel que llega a todos los rincones, por la convicción de que el orden anterior ha caducado y es necesario instaurar uno distinto, para incorporar los libros nuevos que han llegado a la casa y se han ido apilando en sitios inadecuados…

Una de esas situaciones en que hay que incorporar libros nuevos es particular, porque no se trata de volúmenes que han llegado uno a uno, en esa suerte de goteo constante que el lector genera comprando libros aquí y allá. Son libros que llegan todos juntos porque ya estaban todos juntos: ya conformaban una biblioteca. Son los casos en los que una biblioteca se fusiona con otra.

2

El escritor argentino Pedro Mairal cuenta en un artículo que se pasó años sin poder ordenar su biblioteca y que, cuando por fin lo hizo, le costó “muchísimo trabajo, no físico, sino mental”“Supongo —agrega— que no quería tomar de­cisiones: qué libros se iban, qué libros se quedaban. Eso te obliga a definirte, definir una estética, un canon personal”. 

Y a eso se añadía la obligación de sumar otra biblioteca a la suya:

“También estaban los libros de poesía que me dejó el que fue mi maestro. Los tenía en unas cajas sin animarme a mirarlos mucho. No podía. Porque eso implicaba aceptar plenamente que él ya no está […] Tuve que encontrar la calma, el tiempo, las ga­nas. Aceptar que la gente se muere y dejar que pase el tiempo para poder reencontrarme con sus palabras, sus libros, su lectura. Sumar sus libros de poesía a los míos terminó siendo una gran felicidad […] Fue como agregarle parte de su memoria a mi cabeza, sumar espacio. Algo se despejó. Esos libros que Grillo [apodo de Félix della Paolera] leyó y que voy leyendo de a poco, incorporándolos. Sa­ber que están ahí en los estantes sus libros barajados con los míos”.

3

En general, una biblioteca se fusiona con otra cuando es recibida en calidad de regalo o de herencia, como le pasó a Marial. A mí me tocó hacerlo en una situación distinta. Cuando hace una década dejé de vivir en Argentina para radicarme en Madrid, todos mis libros —salvo tres o cuatro que me llevé conmigo— quedaron en la casa de mis padres. Fueron una parte del desarraigo. Mil veces los añoré, los necesité, lamenté no tenerlos conmigo; pero siempre con la tranquilidad de saber que allá estaban, aunque fuera a diez mil kilómetros de distancia, esperándome. En España, poco a poco, fruto de esa suerte de goteo constante, fue cobrando forma otra biblioteca. Siete años después me mudé a Buenos Aires, y ese fue el momento de que mis dos bibliotecas se fusionaran, pasaran a ser una sola.

Fue una situación jubilosa. Ordenar, unir, intercalar unos y otros libros, dar a cada uno su lugar, representó la reunión de dos etapas de una vida; un conjunto de objetos que al mismo tiempo es un lugar: la biblioteca, y que configura una especie de mapa de la persona que soy. Libros que habían pasado años juntos, pegados uno al otro, se separaron con gusto al descubrir al hermano desconocido, ese que, lo supieron nada más verlo, debía acomodarse entre ellos. Libros que andaban sin buscarse pero sabiendo que andaban para encontrarse. Fue un placer casi físico el que sentí cuando los vi juntos, barajados, los de acá y los de allá, mezclados como siempre lo habían estado en el esquema mental de mis lecturas, felices de estar por fin donde tenían que estar.


4

Ordenar la biblioteca propicia su depuración: decidir qué libros se van y cuáles se quedan, como escribió Mairal. Las mudanzas también. Cuando uno tiene que guardar toda su vida en cajas, y más aún si tiene que mandar esas cajas a diez mil kilómetros de distancia, evalúa con atención qué cosas merece realmente ese sacrificio y cuáles no. Me lo planteé al preparar la mudanza de Madrid a Buenos Aires. Entonces me di cuenta de que mi biblioteca ya estaba depurada, que la había ido limpiando por etapas, desprendiéndome de los libros que no eran para mí. Comprendí que en esos años había incorporado una de las mayores enseñanzas de vivir en otra parte: conviene ir por la vida ligero de equipaje. 

Por eso todos aquellos libros cruzaron el Atlántico. De donde se fueron unos cuantos, y se siguen yendo, es de la biblioteca anterior. El paso del tiempo nos aleja de autores y lecturas: de pronto uno sabe —del modo siempre un poco misterioso en que se saben estas cosas— que a ciertas páginas ya no volverá. Los años también enseñan a valorar cada vez más la calidad por sobre la cantidad. Y además uno sabe que el goteo constante de nuevos libros no va a cesar, y que el espacio físico en su casa es limitado…

5

Hay un cuento muy breve de Enrique Anderson Imbert, titulado “El crimen perfecto”, en que el narrador confiesa haber matado a un hombre y haber enterrado el cadáver en un lugar donde creyó que a nadie se le ocurriría buscarlo: el cementerio de monjas de un convento abandonado.
 Su error fue olvidar que el muerto había sido “un furibundo ateo”. Por la noche, las monjas muertas, “horrorizadas por el compañero de sepulcro”, decidieron mudarse: con sus lápidas a cuestas, cruzaron el río junto al cual yacían e instalaron el cementerio en la otra orilla. Ante el extraño cambio de lugar, la policía revisó el terreno original del camposanto y descubrió la tierra recién removida. “El resto ya lo sabe usted, señor juez”, termina el relato.

Me gusta pensar que los libros son un poco como las monjas de ese cementerio, o como las células de un organismo vivo. Se horrorizan cuando se ven entre vecinos inapropiados, y mucho más si estos vienen en grupo y ya eran vecinos en otro barrio. No sé de ninguna biblioteca que se haya mudado por sus propios medios al otro lado de un río, pero se me hace que ahí, en la intimidad de los anaqueles, los desprecian, les hacen el vacío, bullying, a la larga terminan echándolos. Se quedan los que se tienen que quedar. Y casi que se acomodan solos, como dice el refrán que hacen los melones cuando el carro se pone en movimiento. Entonces el dueño de la biblioteca, el lector, se da cuenta: los ve a gusto, felices, en buena compañía. Y se siente exactamente igual.

  

Ejemplo de una biblioteca se incorporo a otra. 

Es el caso de la herencia de dos coleccionistas de libros españoles que legaron a la Real Academia Española, y la  Biblioteca Publica del Estado  de Caceres, sus bibliotecas privadas.

Sala Antonio Rodríguez-Moñino.

El legado de biblioteca personal  de  Antonio Rodríguez-Moñino y su esposa María Brey está constituido por aproximadamente diecisiete mil volúmenes de la colección cedida a la Real Academia Española  por disposición testamentaria. En el proceso de su integración en la Biblioteca de la RAE se respetaron sus características propias y, con tal fin, se acondicionó una sala especial para ello, inaugurada por los reyes de España el 5 de octubre de 1995.
El legado reúne cerca de 2660 documentos manuscritos, desde el siglo xv. Destacan las obras de Enrique de Villena y el cancionero de Barrantes, con textos de Juan de Mena, y el manuscrito del Buscón de Quevedo (hacia 1624). También se conservan autógrafos de personajes de la vida política y literaria española de los siglos xvii al xix y abundante documentación histórica, notarial y genealógica. Entre los autógrafos del siglo xx sobresale el manuscrito de Una casa en la arena, de Pablo Neruda (1965).
Merece especial mención el archivo personal de Antonio Rodríguez-Moñino, en el que destaca un conjunto de unas 7870 cartas de más de 1550 corresponsales y abundante documentación profesional.

Historia

La Real Academia Española dedica un espacio a los más de 17.000 volúmenes que el bibliógrafo y filólogo extremeño recopiló a lo largo de los años y dejó «por disposición testamentaria» a la institución
Diecisiete mil volúmenes. Ese fue el legado que el bibliógrafo y filólogo extremeño Antonio Rodríguez-Moñino, natural del municipio pacense de Calzadilla de los Barros, dejó a la Real Academia Española y al que la institución cultural dedica hoy un espacio en sus redes sociales.
La herencia del calzadillero y su esposa Maria Brey ocupa un lugar especial en la biblioteca de la RAE, que cuenta con una sala única inaugurada por los reyes de España en 1995.
Para los románticos de las bibliotecas, pasear entre las altas estanterías de madera de esta habitación se convierte en un refugio lleno de libros, muchos de ellos inéditos, manuscritos, estampas y dibujos. Un tesoro bibliográfico que recoge obras de Enrique de Villena y el cancionero de Barrantes, con textos de Juan de Mena, y el manuscrito de 'El Buscón' de Quevedo (hacia 1624) o el de 'Una casa en la arena', de Pablo Neruda (1965).
Todas estas joyas fueron recopiladas a lo largo de los años por Rodríguez-Moñino y Brey, que se encargó de documentarlos cuando falleció su esposo (Madrid, 1970). El conjunto completo de la biblioteca pasó en 1995 a la Real Academia Española, «por disposición testamentaria», detalla la institución.

Los documentos que guarda Cáceres.

Pero este legado no reside únicamente en Madrid, donde se encuentra la sede de la Real Academia Española. La biblioteca de Cáceres, que además lleva el nombre del bibliógrafo de Calzadilla de los Barros y de su esposa, María Brey, guarda unos cinco mil volúmenes.
Entre los documentos que custodia el centro cacereño se encuentran manuscritos e impresos relacionados con Extremadura, algunos datan del siglo XVI. Hay testamentos, cédulas reales, cuadros genealógicos, testamentos...
Hoy, la RAE tiene una mención especial para el extremeño que vivió entre libros, aficionado al derecho y la historia, aunque «su curiosidad no ha dejado extremo alguno por tocar», como recuerda Alonso Zamora Vicente en la 'Historia de la Real Academia Española'.


Bibliotecarios. 


  

Brey Mariño, María. Puebla de Trives (Orense), 1910 – Madrid, 3.II.1995. Archivera, bibliotecaria, arqueóloga y medievalista.

Hija de Juan Brey, María realizó los estudios primarios y secundarios en diversas ciudades españolas, como Zamora, Almería y Bilbao (Instituto Nacional de Bachillerato). Nombrado su padre magistrado del Tribunal Supremo, María Brey cursó en la Universidad Central (Madrid) los estudios de Filosofía y Letras, rama de Historia Medieval, siendo alumna destacada del historiador Claudio Sánchez Albornoz, como así se refleja en varias cartas entrambos desde 1948 hasta 1958 que se conservan en el Legado Rodríguez-Moñino/Brey de la Real Academia Española. En 1931 ganó por oposición una plaza en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos. A partir de entonces trabajó, dirigida por Sánchez Albornoz, en el Centro de Estudios Históricos, junto al que después, en 1939, fue su esposo: el bibliógrafo y bibliófilo Antonio Rodríguez-Moñino, con cuya colaboración publicó uno de sus primeros trabajos de Historia, relativo a la poeta extremeña Luisa de Carvajal.
Desempeñó la función de archivera y bibliotecaria desde 1939 en la Biblioteca Municipal de Huelva, donde permaneció una corta temporada alejada de Madrid por decisión oficial. Luego, y ejerciendo las funciones y actividades propias de su carrera, en la biblioteca de las Cortes Españolas y en la Fundación Lázaro Galdiano, hasta que, en 1960, acompañando a su esposo, se trasladó a la Universidad californiana de Berkeley. En Nueva York, ambos estudiosos llevaron a cabo la catalogación de los manuscritos poéticos castellanos de los siglos XV, XVI y XVII de la biblioteca de la Hispanic Society of America. Respondiendo a su vocación de historiadora y aconsejada por Antonio Rodríguez-Moñino, María Brey publicó a lo largo de su vida diversos trabajos histórico-literarios, y fue la creadora y directora de la colección Odres Nuevos, de la editorial Castalia: versiones literarias que vertían al castellano moderno textos literarios medievales.
Al fallecer su esposo en 1970, María Brey se dedicó a la catalogación de los libros (cerca de quince mil obras) de la biblioteca que entrambos habían logrado reunir durante varios años, incluidos en el conjunto incunables, trabajos manuscritos y primeras ediciones. El resultado facilitó la labor de investigadores nacionales y foráneos que necesitaban consultar manuscritos, legajos, expedientes y libros manuscritos o impresos que se hallaban en aquella biblioteca con el fin de elaborar trabajos, memorias, tesis doctorales, ponencias, comunicaciones, etc. Donó en vida a la Universidad de Berkeley fragmentos manuscritos del Amadís de Gaula, que había hallado Antonio Rodríguez-Moñino.

María Brey falleció, finalizada ya la mencionada catalogación, el 3 de febrero de 1995, en Madrid. Ese mismo año, y por disposición testamentaria, pasó a la Real Academia Española el conjunto completo de la biblioteca, más varios centenares de dibujos, grabados, mapas, fotografías, etc., desde el siglo XV hasta el XIX.


Obras de ~: Paul Lacroix (el bibliófilo Jacob. 1806-1884), Valencia, Castalia, 1948; García Hernández Cardenal, escritor badajoceño del siglo XVI: noticias biográficas y reimpresión de su libro Consideraciones sobre lo que significa el nombre de Cristiano (Alcalá 1570), Badajoz, Diputación Provincial, 1949; Viaje del Pintor Regnault a España: España en la vida y en la obra de un artista francés, Valencia, Castalia, 1949; Poesías Inéditas de Juan Meléndez Valdés, Badajoz, Imprenta de la Diputación Provincial, 1951; Arcipreste de Hita, Libro del Buen Amor, versión de ~, Valencia, Castalia, 1954 (col. Odres nuevos); con A. Rodríguez-Moñino, Catálogo de los manuscritos poéticos castellanos existentes en la biblioteca de The Hispanic Society of America (siglos XV, XVI y XVII), New York, The Hispanic Society of America, 1965-1966, 3 vols.; Alfonso X, Lapidario, versión de ~, Valencia, Castalia, 1968 (col. Odres Nuevos); Valera. Ciento cincuenta y una cartas inéditas a Gumersindo Laverde, transcripción y notas de ~, intr. de R. Pérez Delgado, Madrid, Ediciones Arte y Bibliofilia, 1984.

Bibl.: R. Rodríguez-Moñino Soriano, Noticias Varias sobre el Bibliófilo y Bibliógrafo Extremeño Antonio Rodríguez-Moñino y Documentos relativos a la Historia de Badajoz pertenecientes a la Biblioteca de la Real Academia de la Historia, pról. de M. Pellecín Lancharro, Madrid, Asociación Cultural Beturia, 1999; La Vida y la Obra del Bibliófilo y Bibliógrafo Extremeño D. Antonio Rodríguez-Moñino, pról. de J. M. Cuenca Toribio, Mérida, Editora Regional de Extremadura-Madrid, Asociación Cultural Beturia, 2000 (2.ª ed., prol. de F. Lázaro Carreter, Madrid, Asociación Cultural Beturia, 2002); J. Blas, A. Ciruelos y J. M. Matilla, Dibujos: colección Rodríguez Moñino-Brey. Real Academia Española, catálogo de exposición, Madrid, Fundación Cultural Mapfre Vida, 2002; R. Rodríguez-Moñino Soriano, El bibliógrafo extremeño D. Antonio Rodríguez-Moñino y la Real Academia de la Historia, la Fundación Lázaro Galdiano y el Real Colegio Universitario “El Escorial-María Cristina [...]”, Madrid, Beturia, 2003.

Rodríguez-Moñino Rodríguez, Antonio. Calzadilla de los Barros (Badajoz), 14.III.1910 – Madrid, 20.VI.1970. Bibliófilo y bibliógrafo.

Su padre, Rafael Rodríguez Moñino, funcionario de Administración local, ejerció funciones administrativas en localidades de las provincias de Sevilla y Cádiz, y en Badajoz capital, lugares en que Antonio Rodríguez- Moñino realizó los estudios de enseñanza primaria y secundaria. Se licenció en Derecho y Filosofía y Letras (1933) en la Universidad Central (Madrid), si bien preparó asignaturas de los dos primeros años de Derecho en la Universidad privada de El Escorial (padres agustinos). Obtuvo en 1935, por oposición, una Cátedra de Lengua y Literatura Españolas; fue su primer destino el Instituto de Bachillerato de Bilbao, aunque permaneció en Madrid, interinamente, en el Instituto Velázquez. En 1925, cuando contaba quince años de edad, publicó sus dos primeros trabajos literarios acerca de los escritores Romero de Cepeda y Juan del Encina, en la revista Nueva Etapa de la Universidad escurialense. A partir de 1930, becado por la Universidad Central, permaneció largas temporadas dedicado a investigaciones literarias en París y Amberes.
Mantuvo constantemente en su juventud relaciones estrechas, humanas y literarias con Extremadura y son abundantes sus publicaciones acerca de la cultura de esta región. En la Universidad de Madrid conoció a su futura esposa, María Brey Mariño, con quien trabajó en el Centro de Estudios Históricos, bajo la dirección de Claudio Sánchez Albornoz. Contrajo matrimonio con María en 1939, en Valencia, poco antes de finalizar la Guerra Civil.

La Guerra cambió radicalmente la vida de Antonio Rodríguez-Moñino, pues en julio de 1936 fue nombrado vocal de la Junta para la Salvaguarda del Patrimonio Artístico Nacional, junto a otros intelectuales como Rafael Alberti, María Teresa León, José Bergamín, Homero Serís, Carlos Montilla, etc. En septiembre de 1936, fue destinado al Instituto Luis Vives de Valencia, ejerciendo allí la función docente, hasta que en 1938 hubo de incorporarse al Ejército de la República en el frente de Extremadura, siendo nombrado, asimismo, presidente de la Junta Regional de Salvamento del Patrimonio Cultural de aquella región. Regresó a Valencia a finales de 1938, y desde la capital levantina, en febrero de 1939, se trasladó con su esposa a Madrid.
A partir de junio de ese año, fue sometido a un proceso militar de depuración, tras permanecer preso en la cárcel madrileña de las Comendadoras de Santiago.
Fue absuelto de las acusaciones que contra él se infirieron en cuanto a su comportamiento militar durante la contienda; no sucedió igual en el proceso civil, siendo, tras la sentencia dictada, apartado de la enseñanza, prohibiéndosele también cualquier participación en actividades culturales de carácter oficial.
En esta situación, permaneció hasta 1966, sin que la conclusión oficial del proceso llegara a ser entonces clara, completa y definitiva. Sin embargo, en la década de 1940 contó, hasta 1947, con la confianza total de José Lázaro Galdiano, quien le encargó la custodia de los tesoros artísticos que existían en su palacio; como, asimismo, de su biblioteca y de su archivo.
Al fallecer Lázaro, fue designado bibliotecario de los fondos bibliográficos de la recién creada Fundación Lázaro Galdiano, ejerciendo en activo esta función hasta 1960, cuando consiguió la excedencia voluntaria por su nombramiento como profesor de Literatura de la Universidad californiana de Berkeley (apoyado por los profesores Morby, Monguió y Fernández Montesinos). Asimismo, obtuvo en 1960 una de las vicepresidencias de la Hispanic Society of America, siendo nombrado también en aquella época miembro honorario de la Asociación Americana de Profesores de Español y Portugués, y miembro de la Sociedad Bibliográfica de Londres. Pronunció numerosas conferencias en diversas Universidades de Francia y de los Estados Unidos de América: Toulouse, Detroit, Chicago, Harward, Madison, Los Angeles, Santa Bárbara, Michigan, Columbia, etc.
La labor literaria de Antonio Rodríguez-Moñino fue, desde 1930, abundante y variada, constante y de alta calidad histórico-literaria; trabajos publicados sobre cancioneros, romanceros, bibliografía literaria general, investigación histórica, catalogación y ordenación de sectores relativos a España en bibliotecas internacionales; temas históricos y literarios incluidos en colecciones de las Reales Academias Española y de la Historia, de la Fundación Lázaro Galdiano y del Monasterio de Guadalupe. Igualmente, elaboró numerosas obras sobre el bibliófilo extremeño Bartolomé J. Gallardo y los escritores, también extremeños, Meléndez Valdés, Arias Montano o el marqués de Jerez de los Caballeros, entre otros.
Desde 1944 fue muy estrecha su relación y colaboración con Artes Gráficas Soler y la Editorial Castalia, de Valencia, siendo creadas por su iniciativa y con el apoyo total de la editora Amparo Soler, numerosas colecciones literarias, entre las que destacan Clásicos Castalia, Odres Nuevos (dirigida por María Brey), Ibarra, Gallardo, Cancioneros Españoles, Fuentes del Romancero General, Biblioteca de Erudición y Crítica, Prosistas Contemporáneos, Bibliofilia, etc. y Revista Española, en cuyos seis números colaboraron escritores de una nueva generación de prosistas españoles, a partir de 1950, como Prieto, Gaya Nuño, Aldecoa, Sánchez Ferlosio, Martín Gaite, etc.
Recibió a lo largo de su vida y después de su muerte, homenajes personales, orales y escritos, por parte de numerosos hispanistas, la región extremeña (Badajoz, Cáceres, Calzadilla de los Barros), varias universidades foráneas, confeccionándose a su muerte una medalla conmemorativa en su honor, y a su memoria.
Formó un amplio círculo de hispanistas, que siempre hallaron acogida y afecto personal en Antonio Rodríguez- Moñino para llevar a cabo investigaciones históricas, artísticas y literarias. Los puntos de encuentro para aquellas reuniones de intelectuales eran su domicilio de Madrid o la tertulia literaria del Café Lyon, en la calle de Alcalá. Entre los hispanistas, cabe destacar a Marcel Bataillon, Hayward Keniston, M. R. Lida, Elías L. Rivers, Avalle-Arce, Edward Wilson, N. Salomon, A. Askims, Georges Demerson, F. Norton...

En 1952 Antonio Rodríguez-Moñino fue presentado por Marañón, González de Amezúa y Cossío para ser elegido miembro correspondiente por Extremadura de la Real Academia Española; el nombramiento fue inmediato. En 1960 la presentación para miembro numerario de la institución académica corrió a cargo de Dámaso Alonso, Camilo J. Cela y José M. Cossío. Surgió entonces un veto oficial por parte del Ministerio de Educación que rechazaba rotundamente una posible elección en favor de Moñino, exclusión que también contó con la aquiescencia de cierto número de académicos numerarios, si bien siempre tuvo el apoyo y el reconocimiento literario de los tres académicos que habían realizado la presentación, así como de otros numerarios: Vicente García de Diego, Ramón Menéndez Pidal, Pedro Laín Entralgo, Rafael Lapesa, Gerardo Diego, Emilio García Gómez, Azorín, Manuel Gómez-Moreno, Narciso Alonso Cortés, Martín de Riquer, Palacios, Francisco Javier Sánchez-Cantón, Federico García Sanchiz, Wenceslao Fernández Flórez y Vicente Aleixandre.

Al fin, en 1966 fue elegido miembro numerario de la Real Academia Española, leyendo su discurso de ingreso en 1968; le contestó Camilo J. Cela. Ese mismo año fue nombrado doctor honoris causa por la Universidad de Burdeos. A la Real Academia Española, por propia voluntad y la de su esposa María Brey, y siendo director de aquélla Fernando Lázaro Carreter, pasó por disposición testamentaria, como legado, la biblioteca, el archivo histórico, y las colecciones de dibujos, pinturas, medallas, mapas, grabados..., que ambos donantes habían reunido a lo largo de sus vidas. El legado ocupa un amplio y excelente recinto en la Academia, inaugurado por los Reyes de España en octubre de 1995.
 Antes, en 1952, Antonio Rodríguez-Moñino, siempre fiel a su tierra extremeña, estableció un depósito de libros para la Biblioteca Pública de Cáceres, cuya transferencia oficial solemne tuvo lugar en 1995, al fallecer la señora Brey, dándose el nombre de ambos a dicha biblioteca. Por su parte, la Universidad de Berkeley recibió fragmentos manuscritos del Amadís de Gaula, hallados casualmente por el bibliógrafo extremeño.

Murió Antonio Rodríguez-Moñino en Madrid, el 20 de junio de 1970, siendo entonces profesor titular de Literatura en la Universidad de Berkeley, vicepresidente de la Hispanic Society of America y miembro de número de la Real Academia Española, así como doctor honoris causa por la Universidad de Burdeos.

Obras de ~: La Imprenta en Jerez de la Frontera durante los siglos xvi y xvii (1564-1699), Badajoz, Tipografía y Librería Arqueros, 1928; La Biblioteca de Benito Arias Montano, noticias y documentos para su reconstrucción, 1548-1598 (folleto), Badajoz, 1929; Bibliografía hispano-oriental. Apuntes para un catálogo de los documentos referentes a Indias Orientales [...] Madrid, Tipografía de Archivos Olózaga, 1931; Dictados Tópicos de Extremadura: materiales para una colección folklórica, Badajoz, Antonio Arquero, 1931; con M.ª Brey Mariño, Luisa de Carvajal (poetisa y mártir): Apuntes bibliográficos, seguidos de tres cartas inéditas de la venerable madre (folleto), Badajoz, 1933; Catálogo de los manuscritos de América existentes en la Colección de Jesuitas de la Academia de la Historia, Badajoz, La Minerva Extremeña, 1935; Historia de la Literatura Extremeña (notas para su estudio), Badajoz, Imprenta Provincial, 1942; Catálogo de manuscritos extremeños (siglos x-xix) (Biblioteca Nacional de Francia, Departamento de Manuscritos), Badajoz, Imprenta de la Diputación Provincial, 1942; La erudición extremeña y la Academia de la Historia (1877-1945): Noticias bibliográficas, Badajoz, Diputación Provincial, 1946; Viaje a España del rey don Sebastián de Portugal (1576-1577), Badajoz, Imprenta Provincial, 1948; Historia Literaria de Extremadura (Edad Media y Reyes Católicos), Badajoz, Centro de Estudios Extremeños, 1950; Catálogo de Memoriales presentados al Real Consejo de Indias (1626-1630): Descripción bibliográfica de más de cuatrocientos rarísimos impresos y manuscritos, Madrid, Maestre, 1953; Flor de Romances, glosas, canciomes y villancicos (Zaragoza, 1578), Valencia, Castalia, 1954; (ed.), Cartas inéditas de don Bartolomé José Gallardo a don Manuel Torriglia, Madrid, Imprenta y Editorial Maestre, 1955; Don Bartolomé José Gallardo (1776-1852). Estudio bibliográfico, Madrid, Sancha, 1955; Segunda parte del Cancionero General (Zaragoza, 1552), Valencia, Castalia, 1956; Las Fuentes del Romancero General (Madrid 1600), ed., notas e índices de ~, Madrid, Real Academia Española, 1957, 12 vols.; Cancionero General: recopilado por Hernando del Castillo (Valencia, 1511), ed. facs. con introd. bibl., índices y apéndices de ~, Madrid, Real Academia Española, 1958, 2 vols.; El Cancionero General (Valencia, 1511-Anvers, 1573). Noticias bibliográficas sobre sus ediciones y sobre otros cancioneros que se derivan de él, Madrid, Real Academia Española, 1958; B. J. Gallardo, Correspondencia de don Bartolomé José Gallardo (1824-1851). Cuarenta cartas inéditas que publica ~, Badajoz, Imprenta de la Diputación Provincial, 1960; Las series valencianas del romancero nuevo y los cancionerillos de Munich, Valencia, Diputación Provincial, 1963; Historia de una infamia bibliográfica. La de San Antonio de 1823: realidad y leyenda de lo sucedido con los libros y papeles de Don Bartolomé José Gallard, est. bibl. por ~, Madrid, Castalia, [1965]; con M.ª Brey Mariño, Catálogo de los manuscritos poéticos castellanos existentes en la biblioteca de la Hispanic Society of America (siglos XV, XVI y XVII), Nueva York, Hispanic Society of America 1965-1966, 3 vols.; Manual bibliográfico de cancioneros y romanceros, coord. por A. L. F. Askins, Madrid, Castalia, 1973-1978, 4 vols.

 

Bibl.: Bibliografía de A. Rodríguez-Moñino (1925-1965), Valencia, Castalia, 1965; N. B. Adams et al., Homenaje a Rodríguez- Moñino: Estudios de erudición que le ofrecen sus amigos y discípulos hispanistas americanos, Madrid, Castalia, 1966, 2 vols.; F. Lázaro Carreter, “Homenajes a Antonio Rodríguez- Moñino”, en Ínsula, n.º 242 (enero de 1967); D. Angulo Íñiguez, Antonio Rodríguez-Moñino: Estudios sobre su labor científica, Badajoz, Instituto de Estudios Culturales, 1968; Rodríguez-Moñino y el arte, Badajoz, Institución de Estudios Culturales, 1968; VV. AA., [“Antonio Rodríguez-Moñino”], en Alcántara, n.º 161 (octubre, noviembre y diciembre de 1970); VV. AA., Homenaje a la memoria de Don Antonio Rodríguez- Moñino: 1910-1970, Madrid, Editorial Castalia, 1975; R. Jammes, “Un hallazgo olvidado de Antonio Rodríguez-Moñino: la primera redacción de las Soledades”, en Criticón, n.º 28 (1984), págs. 5-35; R. Rodríguez-Moñino Soriano, Noticias Varias sobre el Bibliófilo y Bibliógrafo Extremeño Antonio Rodríguez- Moñino y Documentos relativos a la Historia de Badajoz pertenecientes a la Biblioteca de la Real Academia de la Historia, pról. de M. Pellecín Lancharro, Madrid, Asociación Cultural Beturia, 1999; La Vida y la Obra del Bibliófilo y Bibliógrafo Extremeño D. Antonio Rodríguez-Moñino, pról. de J. M. Cuenca Toribio, Mérida, Editora Regional de Extremadura-Madrid, Asociación Cultural Beturia, 2000 (2.ª ed., prol. de F. Lázaro Carreter, Madrid, Asociación Cultural Beturia, 2002); J. Blas, A. Ciruelos y J. M. Matilla, Dibujos: colección Rodríguez Moñino- Brey. Real Academia Española, catálogo de exposición, Madrid, Fundación Cultural Mapfre Vida, 2002; R. Rodríguez-Moñino Soriano, El bibliógrafo extremeño D. Antonio Rodríguez- Moñino y la Real Academia de las Historia, la Fundación Lázaro Galdiano y el Real Colegio Universitario “El Escorial-María Cristina [...]”, Madrid, Beturia, 2003.

bibliotecaria desnuda. 


La Biblioteca Pública del Estado en Cáceres de España.

 

  

La Biblioteca Pública de Cáceres tiene sus orígenes en la primera mitad del siglo XIX, cuando las medidas legislativas de desamortización eclesiástica hacen necesario recoger los documentos y efectos artísticos de los monasterios y conventos suprimidos y depositarlos en el Instituto de Segunda Enseñanza, que sustituyó al Real Colegio de Humanidades creado por la Compañía de Jesús. Esta primera sede de la Biblioteca se ubicaba en el edificio del antiguo noviciado de los jesuitas, junto a la iglesia de la Preciosa Sangre.

Biblioteca en el Palacio de la Isla

En 1953 se traslada la Biblioteca al Palacio de la Isla, compartiendo edificio con el Archivo Histórico Provincial, hasta que en 1983 pasa a ocupar de forma independiente el edificio actual, que se levanta sobre un solar expresamente cedido para este fin por la Diputación Provincial de Cáceres.
La gestión de la Biblioteca Pública del Estado en Cáceres fue transferida en 1989 a la Junta de Extremadura, por convenio el entre el Ministerio de Cultura y la Comunidad Autónoma de Extremadura.
En 1995, por voluntad testamentaria de doña María Brey, se lega a la Biblioteca la propiedad de los fondos que en 1952 había cedido en depósito su marido, el bibliógrafo extremeño don Antonio Rodríguez-Moñino; a partir de entonces la Biblioteca incorpora a su nombre el de sus benefactores, identificándose como Biblioteca Pública del Estado en Cáceres “Antonio Rodríguez-Moñino / María Brey”

La Biblioteca Bodleiana.
 

 


(Bodleian Library, en su nombre original inglés) es la principal biblioteca de investigación de la Universidad de Oxford. Es una de las bibliotecas más antiguas de Europa, y en Inglaterra sólo la supera en tamaño la Biblioteca Británica. Es una de las cinco bibliotecas de depósito de derechos de autor en el Reino Unido.

Historia

La Biblioteca Bodleiana (oficialmente Bodley's Library) en Oxford, Inglaterra — conocida de manera informal durante siglos para los eruditos oxonianos como "the Bod" — se inauguró en 1602 con una colección de dos mil libros reunidos por Thomas Bodley (del Merton College de Oxford) para sustituir a la biblioteca que había sido donada a la Divinity School por Hunfredo de Gloucester (hermano de Enrique V de Inglaterra), pero que se había dispersado durante el siglo XVI.
En 1610, Bodley llegó a un acuerdo con la Worshipful Company of Stationers and Newspaper Makers de Londres para depositar en la biblioteca una copia de cada libro que registrasen. La colección Bodleiana creció tan rápido que se necesitó una primera ampliación del edificio en 1610-1612, y otra en 1634-1637. Cuando John Selden murió en 1654, legó a la Bodleiana su gran colección de libros y manuscritos.
En 1911, el “Copyright Act” mantuvo el acuerdo con los Stationers haciendo que la Bodleiana fuera una de las seis (en aquel entonces) bibliotecas del Reino Unido depositarias de una copia de cada libro con derechos de autor.
En 1913 se abrieron dos plantas para almacenaje bajo la Cámara Radcliffe y la Plaza Radcliffe. En los años treinta del siglo XX se abrieron un nuevo y amplio almacén y sala de lectura, el edificio New Bodleian (Nueva Bodleiana). Un túnel bajo la calle Broad conecta la Vieja y la Nueva Bodleiana.

Torre de los Cinco Órdenes

Una parte de la Biblioteca Bodleiana se contiene en la llamada Torre de los Cinco Órdenes (Tower of the Five Orders). La torre recibe este nombre porque está ornamentada, en sentido ascendente, con columnas de cada uno de los cinco órdenes de la arquitectura clásica: dórico, toscano, jónico, corintio y compuesto. El astrónomo Thomas Hornsby observó el tránsito de Venus desde esta torre en 1769.


 


Es una institución cultural del Estado en la ciudad de Nápoles. Abierto al público en 1586, la biblioteca se especializa en la filosofía, la teología cristiana , iglesia cristiana en Europa , historia de la Iglesia , la música sagrada , y la historia de Europa. Desde un punto de vista arquitectónico, es parte del complejo de la iglesia Girolamini .
El edificio que lo alberga fue rediseñado en el siglo XVIII por Arcangelo Guglielmelli, cuyo trabajo fue terminado por su hijo en 1727 . Que alberga frescos de Pietro Bardellino (finales del siglo XVIII).

Su estado actual, la biblioteca del estado, se adhieren a su estado antiguo, que era, desde el siglo XVII, a la biblioteca para la asistencia pública. Se sabe, sin embargo, que el asiduo dedicado Giambattista Vico.
A finales de los años setenta , Gerardo Marotta obtuvo permiso del estado para colocar en los libros de la biblioteca y algunas actividades del ' Instituto Italiano de Estudios Filosóficos , pero el proyecto no se realizó debido al terremoto de 1980 , que también determina el uso de las instalaciones como refugio temporal para los desplazados. Desde entonces comenzó un período de abandono que se ha prolongado durante décadas.

La biblioteca Girolami contiene cerca de 159.700 títulos, en su mayoría antiguos, entre ellos 94 incunables, 5.000 XVI , una serie de manuscritos, de los cuales unos 6.500 composiciones relacionadas y obras musicales desde el XVI hasta el siglo XIX.
Los activos también incluye la muy rica colección de libros de la colección privada de Giuseppe Valetta (unos 18.000 volúmenes, con ediciones raras de los siglos XVI y XVII: clásicos de la literatura griega y latina , historia y filosofía), una adquisición que los padres del Oratorio sacado adelante Junta de Giambattista Vico. Sólo el filósofo napolitano, que donó las primeras ediciones de todas sus obras en el monasterio, se dedica toda una sala de la biblioteca: el Giambattista Vico . 
Este entorno es potencialmente abierta al público gracias a la catalogación y restauración de trabajo digital llevado a cabo en los libros en el año 2012. 
 
Otra valiosa biblioteca almacenada en él financia el Fondo Gervasio Agostino. ( arqueología , la numismática , la literatura , literatura clásica), el Fondo filipina ( historia de la Iglesia , los escritos sagrados , la teología ) y el Fondo Valeri (940 volúmenes sobre la historia de Nápoles y de " El sur de Italia).


La Biblioteca Angelica.

 


La Biblioteca Angelica es una biblioteca italiana, situada en Roma, en la Piazza Sant'Agostino, cerca de la Plaza Navona, junto a la Basílica Sant'Agostino en Campo Marzio.
Los activos de la biblioteca son alrededor de 2.700 manuscritos en latín, griego y oriental, y 24.000 documentos sueltos. La biblioteca también cuenta con más de 1.100 incunables y cerca de 20.000 cinquecentine, alrededor de 10.000 grabados y mapas. Tiene grandes existencias de libros contemporáneos, por lo que da servicio de préstamo.
La biblioteca es, en virtud de la naturaleza de sus libros, un punto de referencia para aquellos que deseen estudiar el pensamiento de San Agustín y la historia de su orden, de la Reforma protestante y la Contrarreforma católica.

Historia

Inaugurada en 1604, Angelica fue la primera biblioteca pública en Italia, a la que siguió en 1609 la Biblioteca Ambrosiana de Milán. Ambas fueron precedidas por la Biblioteca Bodleiana en Oxford, abierta desde 1602.
Fue fundada por el sacrista pontificio y obispo titular de Tagaste Angelo Rocca (1546-1620), de la que tomó su nombre. Este agustino confió la riqueza de su colección personal de libros, "formada durante cuarenta años" al convento San Agustín de Roma. El mismo Rocca ideó las normas de uso y la ordenación de códices y libros, que por entonces "se aproximaban a los veinte mil".

Los activos de la biblioteca empezaron a crecer rápidamente gracias a nuevas donaciones: En 1661 Lucas Holst, guardián de la Biblioteca Vaticana, cedió una extensa colección de libros impresos. En 1762 se adquirió la biblioteca del cardenal Domenico Passionei, que había muerto el año anterior. Esta adquisición casi duplicó los fondos de la biblioteca, y determinó en gran parte la orientación científica: el cardenal Passionei, había sido legado papal en diversos países protestantes, y había adquirido un amplio número de textos religiosos polémicos vinculados, entre otras cosas, al entono Jansenista romano. La extensión de la colección requirió mayores necesidades de espacio, por lo que se encargó al arquitecto Luigi Vanvitelli su ampliación, terminada en 1765.
En 1873, según lo dispuesto por la ley, promulgada hacía seis años contra la Iglesia, la biblioteca fue adquirida por el recién nacido Estado italiano. El enriquecimiento de la biblioteca continuó en este período: en 1919 se adquirió una importante colección de obras publicadas por Giambattista Bodoni, y al final de siglo hubo una curiosa colección de 954 libros de ópera del siglo XIX perteneciente a Nicolás Santangelo, ex Ministro del Interior del Reino de las Dos Sicilias y apasionado amante de la música.
Desde 1940 Angelica es la sede de la Academia de la Arcadia, de la que conserva, entre otras cosas, los libros (alrededor de 4.000 piezas). Desde 1975 depende del Ministerio de Cultura. En el mismo año se adquirió la colección de libros del crítico literario Arnaldo Bocelli.



                 La Biblioteca Malatestiana.

 


La Biblioteca Malatestiana de Cesena, Emilia Romana, Italia, es una biblioteca monástica pública de particular importancia histórica.

La biblioteca Malatestiana, fundada a mediados del siglo XV, fue la primera biblioteca pública de Europa abierta a todas las personas, y es el único ejemplo de una biblioteca monástica medieval perfectamente conservada en cuanto a su edificio, mobiliario y códices desde que fuera inaugurada hace más de 550 años. La misma fue encargada por el Señor de Cesena, Malatesta Novello. Las obras fueron dirigidas por Matteo Nuti natural de Fano (un estudioso de Leon Battista Alberti) y se extendieron desde 1447 hasta 1452.
La puerta principal es obra de Agostino di Duccio (1418-1481). La magnífica puerta de nogal data de 1454 y fue tallada por Cristoforo da San Giovanni en Persiceto.
La UNESCO ha reconocido la importancia cultural de la Biblioteca Malatestiana inscribiéndola, la primera en Italia, en el Registro de la Memoria del Mundo.
El 19 de septiembre 2008, el correo italiano emitió un sello dedicado a la biblioteca, sobre el tema de la serie "El patrimonio cultural y artístico italiano".
En la actualidad posee casi 250.000 volúmenes, entre ellos 287 incunables, unos 4.000 del siglo XVI, 1753 manuscritos del siglo XVI y el siglo XIX, y más de 17.000 cartas y autógrafos.

Historia

En torno al año 1440, la Orden Franciscana, que en aquel momento poseía un número de códices superior a la capacidad de su pequeña biblioteca, pidió a Domenico Malatesta, Señor de Cesena, los fondos para la edificación de un nuevo edificio donde albergarlos. El proyecto se le encargó al arquitecto Matteo Nuti, natural de Fano y discípulo de León Battista Alberti. Las obras comenzaron en 1447, y ya en el 1452, el aula ubicada en el brazo oriental del convento de San Francisco podía considerarse acabada. El nuevo studium, necesario para la sistematización de los códices y la realización del portal de la biblioteca por parte del escultor Agostino di Duccio,9 fue abierto al público dos años más tarde, el 15 de agosto de 1454.
La Biblioteca Malatestiana era, en ese entonces, la primera biblioteca pública de Italia, propiedad de la Administración Comunal, pero abierta a todos los ciudadanos. No obstante, su custodia estaba a cargo de la Orden Franciscana. Esta doble responsabilidad sobre la biblioteca, ratificada por la presencia de una doble llave para acceder a ella, es considerada por los estudiosos como uno de los aspectos que han otorgado a la Malatestiana su mayor valor: el ser la única biblioteca de tipo humanístico-monacal en el mundo, habiendo mantenido intacta su estructura, su mobiliario y sus códices desde su apertura, es decir, durante más de quinientos años.
Tras la muerte de Malatesta Novello, la biblioteca pudo sobrevivir gracias a la amplitud de miras de sus mecenas, quienes aportaban medios económicos. Únicamente durante el periodo napoleónico, entre 1797 y 1814, el complejo fue utilizado como cuartel, con un elevado riesgo de destrucción del patrimonio.
Pasada esta etapa, en el monasterio fue dispuesto el primer núcleo de la biblioteca comunal actual y las aulas del Liceo Ginnasio, que en el 2008 fueron transferidas a otra sede. La larga serie de transformaciones que ha experimentado el complejo edilicio a lo largo del tiempo ha contribuido a reforzar su caracterización en el sentido cultural, siendo hoy un hito de la ciudad de Cesena.
Desde 1983 se sitúa en la planta baja del edificio la sección moderna de la biblioteca comunitaria.

Arquitectura


El aspecto exterior de la Biblioteca Malatestiana fue modificado radicalmente tras la construcción de los edificios decimonónicos que sustituyeron la sala principal del monasterio. Sólo desde el Claustro de San Francisco y desde el patio del Palacio Ghini es posible observar, respectivamente, el lado norte y el testero de la nave de la biblioteca. El volumen, de gran sencillez en sus materiales, está construido en ladrillo visto. 
El testero está ornamentado únicamente con una abertura en forma de rosetón, mientras que los muros laterales están perforados por una serie de pequeñas ventanas de arco apuntado y una cornisa de cerámica. En el interior, después de subir las escaleras que llevan a la primera planta, y de atravesar dos pasillos, se accede al vestíbulo que precede a la sala principal, el ‘’Aula del Nuti’’. Este vestíbulo la separa a su vez de la adyacente Biblioteca Piana, que cuenta con un bastón cedido por el papa Pio VI a su ciudad natal.
Compuesta por una única sala de forma rectangular, la arquitectura y el uso para la que fue pensada esta estancia (funcionaba como ‘’studium’’) presagian el Renacimiento italiano. Malatesta Novello asignó al arquitecto Matteo Nuti la tarea de proyectar un edificio adecuado para la conservación de los libros del monasterio. Es esta sala la parte principal del conjunto arquitectónico, el elemento que dio su fama a la Malatestiana.

En la portada que abre paso hacia dicha sala se puede leer la siguiente inscripción:
« MCCCCLII Matheus Nutius Fanensi ex urbe creatus Dedalus alter opus tantum deduxit ad unguem »
(1452, Matteo Nuti, natural de Fano, quien según Dédalo llevó a buen término esta obra.)
Sobre el tímpano se observa un elefante, emblema de la familia Malatesta:

« Elephas Indus culices non timet »
(El elefante indio no teme a los mosquitos.)
Esta frase hace alusión a la familia Da Polenta, enemigos de los Malatesta y Señores de Rávena, una zona con gran abundancia de mosquitos.
A los lados del dintel y sobre los capiteles de las pilastras aparecen representados los símbolos heráldicos de la familia: la rejilla, las tres cabezas y el tablero cuadriculado.
La puerta, en madera oscura, es obra de Cristoforo da San Giovanni in Persiceto y en ella aparece inscrita la fecha del 15 de agosto de 1454, día solemne y festivo de la ciudad, dado que se celebraba en aquellos días una importante “feria de agosto”.

Las tallas, de estilo gótico, repiten motivos de rosetas y figuras helicoidales, dispuestas de forma que evocan el tablero malatestiano. Estos motivos heráldicos se reproducen asimismo en el interior, sobre los capiteles de las columnas de la sala y sobre 58 pupitres, 29 a cada lado. En estos imponentes bancos de madera de pino se conservan los códices.
La concepción de este espacio bebe en gran parte de los aportes en cuanto a geometría y proporción de Leon Battista Alberti, artífice del Templo Malatestiano de Rímini, que aparecen tanto en la planta como en el alzado del edificio. Estas características hacen referencia a la nueva cultura arquitectónica del Renacimiento, codificada en el De re aedificatoria, célebre tratado del ya mencionado Alberti.
Para aquellos tiempos era innovadora la planta de tres naves, todas abovedadas: la central de cañón y las laterales de arista. La luz entra desde las aberturas de los muros y se distribuye por las naves laterales, mientras que la nave central, flanqueada por veinte elegantes columnas, es iluminada a través del gran óculo del fondo. Esta nave se desarrolla en forma de corredor, una solución racional relativamente habitual en las bibliotecas monásticas de la Italia septentrional.
Este esquema, similar al de una basílica, está inspirado a su vez en la biblioteca del convento de San Marco en Florencia, proyectada por Michelozzo en 1444. No obstante, el uso de la bóveda de cañón en la biblioteca florentina parece no formar parte del concepto original de Michelozzo, sino que sería fruto de una reforma tras el terremoto de 1457, inspirada en la propia Biblioteca Malatestiana.

La inscripción en el pavimento.

Las inscripciones del pavimento hacen nuevamente alusión a Malatesta Novello:


« Mal(atesta) Nov(ellus) Pan(dulphi) fil(ius) Mal(atestae) nep(os) dedit»
(Malatesta Novello, hijo de Pandolfo sobrino de Malatesta, diede )


Los colores también juegan papeles determinados en este espacio: el blanco (fe) de las columnas centrales, el rojo (esperanza) del pavimento cerámico y de las semicolumnas y el verde (caridad) del revestimiento de las paredes, recuperado en la restauración de 1920, aluden a los colores del escudo malatestiano.
Como otras bibliotecas monásticas de la época, la Malatestiana se ubica en la primera planta para proteger los códices de los ocasionales daños debidos a las inundaciones.

La arquitectura de la Malatestiana como modelo

La solución de tres naves abovedadas adoptada en Cesena para la Biblioteca Malatestiana y en Florencia para la Biblioteca de San Marco se convierte en un modelo para la construcción de diversas bibliotecas monásticas italianas de renombre. No obstante, muchas de ellas se encuentran hoy en mal estado de conservación. Algunos ejemplos son la biblioteca del convento de Santa Maria delle Grazie en Milán (1469), la biblioteca de San Domenico en Perugia (1474) y la del convento benedictino de San Giovanni en Parma (1523).
 El éxito de esta estructura continúa hasta las primeras décadas del siglo XVI, cuando los cánones renacentistas evolucionan hacia espacios arquitectónicos más unitarios, renunciando a la división en naves (Biblioteca Laurenciana de Miguel Ángel en Florencia).



La Biblioteca Piana.

 




En la sala que se abre frente al Aula del Nuti se encuentra la Biblioteca Piana, ya del Papa Pío VII Chiaramonti (1800-1823). Destinada al uso por parte de los Benedictinos del monasterio de Santa María del Monte por expresa voluntad del papa, y de propiedad de la familia Chiaramonti, en 1941 es vendida al Estado Italiano. Actualmente funciona como depósito anexo a la Biblioteca Malatestiana.

Recoge otros 5000 volúmenes impresos que datan del siglo XV al XIX y de un centenar de manuscritos. Entre sus códices más valiosos, destacan un evangeliario del año 1104, un manuscrito jurídico del siglo XIII y un Misal romano de principios del siglo XV.
Entre los incunables se encuentra un ejemplar de la ´´Cosmographia´´ de Tolomeo, en el que figura la fecha errónea de 1462 (puesto que en realidad fue impreso en el 1477 o el 1482), con imágenes coloreadas cuya autoría se atribuye a Taddeo Crivelli.

Colecciones

Pío VII, al igual que Malatesta Novello casi cuatro siglos antes, estaba movido por una fuerte pasión por las letras, las artes, la arqueología y la cultura en el sentido más amplio, además de una mentalidad muy moderna : no olvidemos que, apenas dos años después En su asunción al trono de Pedro (estamos en 1802), compiló el llamado quirógrafo (literalmente, “texto manuscrito”), documento que establecía diversas normas para la protección de los bienes culturales , y confirió a Antonio Canova el nombramiento. de Inspector General de Antigüedades y Bellas Artes del Estado , una especie de versión antigua del actual superintendente . También fue gracias a las medidas de Pío VII que varias obras robadas durante los expolios napoleónicos pudieron ser devueltas.

El interés de Pío VII por la arqueología, las ciencias y la moderna disciplina de la museología , que empezaba a tomar forma en esos mismos años, se refleja en la elección de su propia colección de libros. Una colección que también era fruto de una mentalidad moderna: el Papa, por ejemplo, devolvió a sus legítimos propietarios los volúmenes que habían sido sustraídos, bajo el dominio napoleónico, de las bibliotecas del convento y habían sido reunidos en la Biblioteca Vaticana . Y, algo que puede parecer extraño a un amante del arte, Pío VII se preocupaba más por el contenido que por la forma : en otras palabras, no le gustaba coleccionar ricos manuscritos iluminados , sino que concedía sus preferencias a los volúmenes impresos que encontraba más útiles para su estudios. 
Todo lo contrario del otro Papa de Cesena, Pío VI, que fue un bibliófilo apasionado , siempre atento a las rarezas más finas, y que creó una colección hoy dispersa. No es de extrañar, pues, saber que la Biblioteca Piana alberga hoy casi tres mil obras (en total, unos cinco mil volúmenes impresos ) y apenas un centenar de manuscritos , la mayoría de los cuales, además, proceden de la donación. que data de 1814, de un noble romano, el marqués Giovanni Giacomo Lepri. 
Así, entre las obras impresas tenemos textos religiosos además de clásicos italianos y latinos, pero también textos de numismática, arte, arqueología, ciencia e incluso obras de historia local (como una Caesenae Chronologia del siglo XVII, “Cronología de Cesena ”, que informa hechos destacados de la historia de la ciudad). No faltaron ediciones importantes en la colección, como una Eneida ilustrada, entre otros, por Vincenzo Camuccini y Antonio Canova, publicada en 1819, y el impresionante Gran Atlas de Joan Blaeu , un atlas geográfico en doce volúmenes publicado en 1667.

Entre los manuscritos encontramos códices tan valiosos como un Evangeliario (es decir, un libro que recoge los cuatro evangelios) de 1104, el Misal Romano del siglo XV , las Sentencias de Pedro Lombardo que datan del siglo XIII y un manuscrito con las Reglas. de las monjas agustinas fechadas en 1390. También están presentes una serie de incunables, término utilizado para indicar los primeros libros impresos de la historia, desde la fecha de la invención de la imprenta (1453, año a partir del cual se publicó el primer incunable, una Biblia impreso por Gutenberg en Maguncia) hasta, aproximadamente, 1500: entre ellos se encuentra una Cosmographia de Ptolomeo, probablemente impresa en 1477, e ilustrada con láminas sobre dibujos atribuidos a Taddeo Crivelli. 
El visitante también encontrará, en el espacio donde hoy se encuentra la Biblioteca Piana, algunos códices de la Malatestiana que se muestran al público : de hecho, los códices conservados en los plutei no se pueden observar de cerca. Así, se exponen códices de los que también nos ha llegado el nombre del amanuense, que no pocas veces puso su firma en las notas explícitas , las últimas notas del manuscrito: podemos así conocer a copistas como Jean d 'Epinal, Juan de Maguncia, Andrea Catrinello y un alemán muy simpático, Mathias Kuler , que termina su códice (que conste, es una obra de Walter Burley, el Comentario a la Física de Aristóteles ) escribiendo “Bonum vinum in taberna, consortia mulierum consumpserunt omnia” (que, traducido, suena más o menos así: “todo lo que he ganado con este trabajo lo he desperdiciado en vino y mujeres”).

También es necesario mencionar el ciclo coral del cardenal Bessarione: el coral era un libro importante, también manuscrito, que contenía partituras y textos de los cantos con los que acompañar los servicios litúrgicos en la iglesia. Los que encontramos en Cesena fueron encargados, como se anticipó, por Bessarion , el poderoso cardenal griego que en el Concilio de Ferrara de 1438 estuvo entre los más fervientes defensores de la reconciliación entre las iglesias romana y ortodoxa. Bessarion, entre 1450 y 1455, fue legado papal para Bolonia y Romaña, y fue durante estos años cuando encargó el ciclo de corales que hoy lleva su nombre: se trata de dieciocho volúmenes originalmente destinados al convento de los franciscanos observantes. en Constantinopla, que luego permaneció en Cesena y pasó a formar parte de la colección de la Biblioteca Municipal tras la supresión de las órdenes religiosas bajo el dominio napoleónico.
 Hoy ocupan un lugar destacado en la sala que alberga la Biblioteca Piana, así como se concede gran importancia a algunas curiosas ediciones que enriquecieron los fondos de la Biblioteca a finales del siglo XIX y principios del XX. Es el caso de una rara edición de bolsillo de Los novios , publicada en Padua en 1902 por Fratelli Salmin, y especialmente de una reproducción de una carta de Galileo Galilei a Cristina de Suecia , publicada también por Fratelli Salmin en 1897: la peculiaridad de este último volumen consiste en que es el libro más pequeño del mundo que se puede leer sin lente . ¡Una rareza, impresa para la Exposición General de Turín de 1898, que mide sólo quince milímetros por nueve!

Peculiaridades conservadas en un lugar que pertenece al patrimonio artístico y cultural de una ciudad que ciertamente no es un destino turístico habitual, pero que definitivamente merece una visita para admirar su belleza y comprender el extraordinario cuidado con el que sus ciudadanos la protegen.

Pío VI (Cesena, 25 de diciembre de 1717-Valence-sur-Rhône, 29 de agosto de 1799) fue el papa n.º 250 de la Iglesia católica entre 1775 y 1799, y el último que vivió en tiempos del Antiguo Régimen francés. Su pontificado abarca el mismo período que el reinado de Luis XVI de Francia y que el estallido de la Revolución francesa.



La Biblioteca Ambrosiana.

 





La Biblioteca Ambrosiana es una biblioteca histórica en Milán, que también contiene la galería de arte conocida como Pinacoteca Ambrosiana. La biblioteca, que debe su nombre a Ambrosio, el santo patrón de Milán, fue fundada en 1607 por el cardenal Federico Borromeo, cuyos agentes recorrieron Europa occidental e incluso Grecia y Siria en busca de libros y manuscritos. Algunas adquisiciones importantes de bibliotecas completas fueron los manuscritos del monasterio benedictino de Bobbio (1606), así como los de la biblioteca del Paduano Vincenzo Pinelli, cuyos más de 800 manuscritos llenaron 70 cajas cuando fueron enviados a Milán, e incluían la famosa Ilíada iluminada, la Ilia Picta.

Historia

Durante las dos estancias del cardenal milanés Borromeo en Roma, en los años 1585-95 y 1597-1601, planeó desarrollar una biblioteca en Milán, que estaría abierta a los eruditos al servicio de la contrarreforma católica para frenar el avance de la reforma protestante.
La construcción comenzó en 1603 bajo el diseño y la dirección de Lelio Buzzi y de Francesco Maria Richini. La biblioteca se inauguró el día 8 de diciembre de 1609, lo que la convierte en la quinta biblioteca más antigua de Europa después de la biblioteca Malatestiana (Cesena, 1454), la biblioteca dei Girolamini (Nápoles, 1586), la biblioteca Bodleiana (Oxford, 1602) y de la biblioteca Angelica (Roma, 1604).
 Contaba con una sala de lectura, la Sala Fredericiana, una imprenta y una escuela para la instrucción en las lenguas clásicas. Al momento de abrir, los fondos constaban de 15 000 manuscritos y el doble de libros impresos, que se almacenaban en arcones a lo largo de las paredes, en lugar de estar encadenadas a las mesas de lectura, una práctica aún presente hoy en la biblioteca Laurenciana de Florencia.

Las constantes adquisiciones, aumentadas por legados, requirieron una ampliación del espacio. En 1611 se inició la construcción de un nuevo edificio, terminado en 1618, que incluía también una pinacoteca para albergar principalmente la colección de pinturas y dibujos donadas por el cardenal. En la actualidad hay unos 12 000 dibujos de artistas europeos, desde el siglo XIV al XIX, procedentes de una amplia variedad de dueños y artistas, académicos, coleccionistas, marchantes de arte y arquitectos.
En 1625 se abrió la academia Ambrosiana. En la actualidad cuenta con una academia de doctores, similar a los de la biblioteca del Vaticano. Entre sus figuras más prominentes han figurado Giuseppe Ripamonti, Ludovico Antonio Muratori, Giuseppe Antonio Sassi, el cardenal Angelo Mai y, al principio del siglo XX, Antonio Maria Ceriani, Achille Ratti (el futuro papa Pío XI), y Giovanni Mercati.
Poco después de la muerte del cardenal la biblioteca adquirió doce manuscritos de Leonardo da Vinci, incluyendo el códice Atlanticus. Los preciados manuscritos, incluyendo los códices de Leonardo, fueron requisados por los franceses durante la ocupación napoleónica, y solamente volvieron en parte después de 1815. Entre los manuscritos está el fragmento Muratoriano, de aproximadamente el 170 d. C., el ejemplo más temprano de un canon bíblico.
El edificio fue dañado en la Segunda Guerra Mundial, con la pérdida de los archivos de los libretos de la ópera de la Scala, pero fue restaurado en 1952 y experimentó restauraciones importantes en los años 1990.

Fundador.


Federico Borromeo (Milán, 18 de agosto de 1564 - 22 de septiembre de 1631) fue un religioso y humanista italiano, que llegó a ser arzobispo de Milán.1​2​

Biografía.

Federico Borromeo nació en Milán. Era el segundo hijo de Giulio Cesare Borromeo, conde de Arona, y Margherita Trivulzio. Estudió Teología y Leyes en Pavía y en 1585 marchó a Roma para realizar los estudios superiores. Allí recibió una fuerte influencia de Felipe Neri, el Cardenal Baronius y el Cardenal Belarmino. Fue nombrado cardenal por el papa Sixto V en 1593, con tan solo 23 años, y arzobispo de Milán el 24 de abril de 1595. Durante su vida fue ejemplo de celo, dignidad y virtud religiosa. Siguió un camino similar al de su primo, Carlos Borromeo, promoviendo la disciplina del clero, fundando iglesias y universidades financiadas con sus propios bienes y aplicando con rigor los principios aprobados en el Concilio de Trento.
En 1609 fundó la Biblioteca Ambrosiana, y después la Bodleiana en Oxford, la primera biblioteca pública de Europa. Ayudó en la financiación para erigir la famosa estatua del Coloso de San Carlo Borromeo en Arona, apoyó el desarrollo del Sacri Monti de Piamonte y de Lombardía y participó en el embellecimiento de la catedral de Milán donde quería ser enterrado.
Son reconocidos sus notables esfuerzos para paliar la hambruna que sufrió Milán entre 1627 y 1628. Falleció en 1631 (después de haber participado en ocho cónclaves). En 1685, los milaneses erigieron una estatua en su honor cerca de la puerta principal de la Biblioteca Ambrosiana.
Federico Borromeo aparece caracterizado como un inteligente humanista en la novela Los Novios, de Alessandro Manzoni.

No hay comentarios:

Publicar un comentario