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Libro de Proverbios, 8 20, de la Biblia. "Yo camino por la senda de la justicia, por los senderos de la equidad."

miércoles, 21 de diciembre de 2016

375.-Literatura latina II.-a



Eneida de Virgilio


Es la gran "epopeya nacional romana". Consta de 12 libros y está inspirada en las dos grandes epopeyas homéricas: los 6 primeros libros se basan en La Odisea, con el relato de los viajes de Eneas desde Troya a Italia; los 6 últimos imitan La Ilíada, con las guerras que Eneas lleva a cabo en Italia hasta hacerse con el reino del Lacio. Pero la narración no es cronológica. Cuando empieza el poema, Eneas y los suyos se dirigen desde Sicilia a las costas de Italia, pero una tempestad los arroja a las costas de África. Allí la reina Dido, que está levantando Cartago, los acoge y les ofrece un banquete. Luego pide a Eneas que le cuente sus desgracias y aventuras: la toma de Troya, su salida de la misma,… A partir del libro V se narra la llegada a Italia y las guerras que allí tienen lugar hasta que Eneas da muerte a su principal enemigo, el gran caudillo Turno.

Virgilio pretende con esta obra la glorificación de Roma. Eneas, el héroe legendario del que descenderá Rómulo, fundador de la ciudad, es hijo de un mortal, Anquises, y de la diosa Venus, a su vez hija de Júpiter. Luego los romanos descienden de Júpiter, el rey de los dioses. Virgilio asume en su poema todo el pasado, el presente y el futuro de Roma. Para ello hace descender a los Infiernos a Eneas, y allí su padre le muestra todo.


Farsalia de Lucano


Epopeya, probablemente inacabada, en diez cantos, La Farsalia describe la guerra civil entre César y Pompeyo. En los seis primeros libros refleja la Roma de su tiempo y pasa revista a las fuerzas de ambos bandos, presenta a sus principales jefes y relata las operaciones militares que precedieron a la batalla de Farsalia, que describe en el libro VII. En los tres cantos finales expone las consecuencias de la victoria de César: asesinato de Pompeyo, éxitos tardíos de Catón y triunfo de César.


En esta obra se trasluce la pugna literaria, en torno a la epopeya, entre los poetas partidarios de la tradición griega y de sus maravillas mitológicas y los que, formados en la doctrina estoica, preferían el estilo conciso y los temas nacionales.


Lucano, en efecto, representa un retorno a la epopeya romana primitiva, de tema puramente patriótico, ya que sustituye el tema mítico y lejano por otro histórico, casi contemporáneo. Pretendía, sin duda, continuar el poema hasta la muerte de César o hasta la victoria de sus partidarios en Filipos. La muerte prematura se lo impidió.


En el desarrollo de la acción no intervienen dioses; los presagios, los prodigios y la adivinación por los astros han perdido su carácter sobrenatural. A falta de tales elementos poéticos, Lucano echa mano de los atractivos políticos, glorificando la libertad y la austeridad republicana y desmitificando a César, a quien presenta como un déspota; en cambio, Pompeyo y Catón, sus rivales, aparecen como mártires de la libertad perdida. Todos estos alicientes, unidos a su carácter de fruto prohibido, ya que era una dura crítica del sistema imperial, depararon a La Farsalia lectores entusiastas y censuras violentas.


Metamorfosis de Ovidio


Es el segundo gran poema épico de la época de Augusto y la obra cumbre de Ovidio. El carácter es completamente distinto al de la Eneida y poemas épicos anteriores. Las Metamorfosis es un poema mitológico erudito, subgénero épico que cultivaron los poetas alejandrinos y, a imitación de ellos, algunos poetas neotéricos latinos que compusieron lo que se llamaron «epilios». Es un poema de madurez, iniciado poca antes de su destierro y que, pese a su extraordinaria perfección, el poeta consideró inacabado.


Consta de 15 libros. Es la obra más ambiciosa y más lograda de Ovidio. Está escrita en hexámetros, frente al resto de su obra toda ella escrita en dísticos elegíacos. Forman un cuerpo alrededor de 250 leyendas de héroes y personajes transformados en animales, en vegetales, en constelaciones,… Sigue un orden cronológico, desde la formación del Universo hasta la metamorfosis de Julio César en constelación.


No obstante, se ha planteado frecuentemente la disyuntiva de si las Metamorfosis es, en realidad, un poema épico o no. A favor de que lo sea está la intención del autor de hacer un carmen perpetuum (es decir, una obra sin interrupción), la utilización del hexámetro (verso épico por excelencia), la aparición de recursos típicos como escenas de batallas, símiles, catálogos, digresiones, etc., igualmente un análisis del léxico revela que, en general, es más elevado que el utilizado en sus restantes obras.


En contra, la falta de unidad temática, un cambio incesante alejado de la serenidad y quietud de la Eneida. Esta variedad se extiende también a los registros poéticos empleados: se mezclan pasajes épicos con otros bucólicos, líricos e, incluso, dramáticos. Las Metamorfosis no es una obra comprometida, ni tiene intencionalidad política como la Eneida. Ovidio escribe un poema superficial que sólo pretende sorprender, divertir y distraer. No vivió la época de las grandes guerras civiles y la obra pacificadora de Augusto no le inspira sino indiferencia, contrariamente a lo que ocurría con Virgilio y Horacio. No hay en la obra ni ideales patrióticos ni finalidad ético-religiosa, bases de la épica romana, porque era algo ajeno a la propia conciencia del poeta.



La Guerra de las Galias de César


De Bello Gallico (Bellum Gallicum) consta de 8 libros, que contienen los sucesos ocurridos en los ocho años (-58,-51) de la conquista de la Galia, un libro para cada año. No obstante, el libro VIII no lo escribió César sino su lugarteniente Aulo Hircio. Tras una breve descripción geográfica de la Galia, se nos cuenta con detalle las campañas militares entre las que cabe destacar las dirigidas contra los belgas, germanos y las dos expediciones a Britania, y, en el libro VII, el levantamiento general de la Galia bajo el mando de Vercingetórix y el triunfo total de César tras la toma de Alesia.


Conjuración de Catilina de Salustio


Trata de un momento difícil para la República, como fue la Conjuración de Catilina, que ocurrió el año 63 a. C. y que fue desmantelada por el cónsul Cicerón. Salustio cuenta el desarrollo de la conjuración hasta la muerte de Catilina en la batalla de Pistoia. Salustio escribió cosas conocidas por todos y acaecidas hacía poco

tiempo. Escribió esta obra apenas 20 años después de producirse los hechos que narra.

Comienza esta obra con un preámbulo filosófico donde denuncia la corrupción de las costumbres y de la vida política romana. Comete algunos errores, sea por contarlo de memoria sin verificarlo, sea porque lo hace a propósito, pues no es imparcial. Disminuye la importancia de Cicerón, aunque parezca que le hace justicia (le llama ―optimus consul‖). Presenta a César como que no participó en la conjuración, y, tal vez, sea la justificación de César la finalidad real de la obra.


Décadas de Tito Livio


La gran obra de su vida fue Ab Urbe Condita en 142 libros, que se extendía desde la fundación de Roma hasta Augusto. Sus libros se publicaron por separado, según los iba escribiendo, pero pronto se agruparon de diez en diez (Décadas). La mayor parte de su obra se ha perdido, sólo la conocemos por los resúmenes que se hicieron de cada libro (Periochae), que sí se han conservado.


Poseemos la primera década (libro 1-10), que va desde los orígenes hasta la tercera guerra samnita (-293); la tercera década (libros 21-30), que trata de la segunda guerra púnica (-218 - -201); la cuarta década (libros 31-40), que cuenta la conquista del Mediterráneo oriental; y la mitad de la quinta década (libros 40-45), que narra la conquista de Macedonia (-167).


Anales de Tácito


Constaban de 16 libros, pero sólo se nos han conservado los seis últimos. De Annales se nos han conservado los cuatro primeros libros, el comienzo del quinto, el sexto, con excepción de su comienzo, y luego los libros XI a XVI con lagunas a principio y fin. Los seis primeros están dedicados al reinado de Tiberio. En la segunda parte conservada se incluyen los reinados de Claudio desde el año 47 y de Nerón hasta el 66.


Aunque fueron escritos después del otro gran libro de Tácito, Las Historias, narran los reinos anteriores: de Tiberio a Nerón. Los Annales tienen como título completo Annalium ab excessu divi Augusti libri («Libros de anales desde la muerte del divino Augusto»). San Jerónimo escribe de Tácito que «refirió la vida de los césares en treinta libros desde Augusto a Domiciano.» De ello se desprende que las dos obras fundamentales, Annales e Historiae, formaron una secuencia sin solución de continuidad. Si las Historiae cubrían desde Galba a Domiciano, los 16 libros de los Annales recogen la historia inmediatamente anterior, desde la muerte de Augusto a la de Nerón.


Pero no ha de olvidarse que se trata de dos obras distintas en su planificación y desarrollo. En Annales 16 libros cubren 54 años, mientras que los 14 de Historiae habían servido para historiar solo 27. Es evidente, pues, que la narración es mucho más detallada en las Historiae, quizá por la mayor proximidad de los hechos que en ellas se tratan. Es significativo que en ellas los cuatro primeros libros se dediquen a un solo año, el 86, aunque es muy cierto que la densidad de acontecimientos vivida en él exigía el uso de una escala mucho mayor que la que se precisaría en otros momentos.

La obra se refiere a hechos alejados del tiempo vivido por su autor, que se disponían anualmente, de ahí su nombre. Aunque los Anales de Tácito se organicen de esta manera, trascienden el género analístico, pues se plantean miras mucho más amplias, relacionadas con las causas y efectos de los acontecimientos y la influencia en ellos de los rasgos de carácter y las pasiones de sus protagonistas. En este sentido, tienen mucho de biografía, ya que el retrato psicológico ocupa un espacio importante en la obra. La primera parte contiene un soberbio —y tendencioso— retrato de Tiberio. En la parte final los personajes de Nerón y Agripina compiten por el poder y crean una situación en la que ya no caben hombres como Lucio Anneo Séneca, quien con sus doctrinas estoicas tanto había contribuido a temperar las conductas del emperador.



El soldado fanfarrón y la Aulularia de Plauto


Aulularia (Comedia de la olla): Euclión, viejo avaro, encuentra una olla llena de oro. Intenta ocultar el hallazgo a toda costa y sigue viviendo miserablemente. Se ve obligado a ir cambiando el escondite de la olla cada vez que está en peligro de que se la roben, lo que le hace vivir en continuo sobresalto. Por fin se la roban y casi pierde la razón. Pero la recupera por obra de un joven enamorado de su hija. Termina curándose y regalando el oro a su hija como dote.


Miles gloriosus (El soldado fanfarrón): Un capitán fanfarrón, enamoradizo y vanidoso, compra a una joven que estaba enamorada de un joven ateniense y también al esclavo de dicho joven. El esclavo arregla las cosas de modo que su antiguo amo venga a vivir a la casa de al lado del militar y se reúna con la joven pasando por un boquete abierto en la pared medianera. Un esclavo del militar los sorprende, pero se le hace creer que es una hermana gemela. Al final, mediante una trampa hábilmente urdida, el capitán queda en ridículo y los jóvenes amantes se marchan juntos.



Catulli Carmina de Catulo


La obra de Catulo conservada consta de 116 poemas; el más corto tiene dos versos y el más extenso 408. Atendiendo a su contenido, se pueden encuadrar en los siguientes apartados:


Poemas eruditos: son los poemas del 63 al 66 y el 68. En ellos el poeta, siguiendo los modelos alejandrinos, hace gala de erudición mitológica. Uno de ellos, La cabellera de Berenice, no es más que la traducción de uno de Calímaco. El poema más largo es el 64 y trata de las bodas de Tetis y Peleo, los padres de Aquiles. Es un epilio, es decir, un poema épico corto, de acuerdo con las ideas de los poetas neotéricos. Algunos piensan que estos poemas pertenecen a la juventud del poeta.


Poemas amorosos: Constituyen el bloque mayor en la obra catuliana y el de más entidad y valor literario. Todos ellos están dedicados a Clodia, bajo el nombre de Lesbia. Puede seguirse en ellos, paso a paso, la línea recorrida por estos amores: una curva ascendente en su primera fase, que pronto iniciará su descenso hasta llegar a la ruptura definitiva.

Poemas a amigos y enemigos: Tiene grandes amigos a los que dedica poemas llenos de ternura y fino humor: Manlio, Celio, Quintio,… A sus enemigos les dedica poemas feroces: César, Mamurra, Egnacio,…



Las Catilinarias de Cicerón


In L. Catilinam. Catilina, candidato al consulado junto con Cicerón, no es elegido. Trama una conjuración para hacerse con el poder. Cicerón, al tanto de las maquinaciones, pronuncia 4 discursos contra Catilina en el Senado, el primero de ellos en presencia del propio Catilina. La actuación de Cicerón le acarreó una gloria apoteósica y el apelativo de «padre de la patria».


La vida de los césares de Suetonio

De vita Caesarum (h. 121), serie de biografías de los primeros doce emperadores, de Julio César a Domiciano, Los doce césares cuya vida se describe en esta obra son: Julio César, César Augusto, Tiberio, Calígula, Claudio, Nerón, Galba, Otón, Vitelio, Vespasiano, Tito, Domiciano. Es una obra que ha brindado a la historiografía de una gran cantidad de datos sobre la vida privada y el gobierno de los emperadores romanos, aunque en ocasiones se centra más en cuestiones superficiales, y en algunos casos escandalosos, que en un estudio profundo de los hechos históricos.


Pese a ello, este libro fue muy popular durante la Edad Media, en especial por su estilo de escritura fluido y llano, libre de artificios, en el que Suetonio pone siempre en primer lugar del párrafo la palabra más importante; usa tecnicismos, términos griegos y muchas citas, a veces bastante extensas. En cuanto a la estructura de sus biografías no procede tanto por orden cronológico como por categorías, como se hacía en el caso de las biografías de personalidades literarias; las categorías que utiliza son sin embargo enteramente romanas, las siguientes: estirpe, familia, nacimiento, educación, toga virilis, comienzos de la carrera, empresas guerreras, vida privada, prodigios, muerte, testamento.

 

OBRAS DE LA LITERATURA LATINA


Virgilio:

Bucólicas (Eclogae vel bucolica 42 -39 a. C.) Geórgicas (Georgica 37 -30 a. C.)

Eneida (Aeneis 29 – 19 a. C.)


Ovidio:

Medea (Medea post 23)

Epigramas (Epigrammata post 23)

De los cosméticos femeninos (Medicamina faciei femineae post 23)

Arte de amar (Ars amandi post 1) Remedios del amor (Remedia amoris 2) Amores (Amores ca. 5)

Metamorfosis (Metamorphoseon libri XV ca. 2 - 8)

Heroidas (Epistulae heroidum ca. 5)

Ibis (Ibis 8/9)

Tristes (Tristia 8 - 12)

Pónticas (Epistulae ex Ponto12 - 16)

Fastos (Fasti 17/18)


Plauto:

Anfitrión (Amphitruo)

La comedia de los asnos (Asinaria) La comedia de la olla (Aulularia) Las dos Báquides (Bacchides)

Los cautivos (Captivi) Cásina (Casina)

La comedia de la arquilla (Cistellaria) Gorgojo (Curculio)

Epídico (Epidicus)

Los dos Menecmos (Menaechmi) El mercader (Mercator)

El soldado fanfarrón (Miles gloriosus) La comedia del fantasma (Mostellaria) El persa (Persa)

El cartaginés (Poenulus) Pséudolo (Pseudolus) La maroma (Rudens) Estico (Stichus)

Tres moneda (Trinummus) Truculento (Truculentus) Vidularia (Vidularia)


Cicerón:

De inventione (rhet., ca. 85) Pro Publio Quinctio (orat., 81)

Pro Sexto Roscio Amerino (orat., 80)

Pro Quinto Roscio comoedo (orat., 76) Pro Marco Tullio (orat., 72/71) Divinatio in Caecilium (orat., 70)

Verrinas In C. Verrem actio prima (orat., 70) In C. Verrem actio secunda I-V (orat., 70) Pro Marco Fonteio (orat., 69)

Pro Aulo Caecina (orat., 69/68) Pro Aulo Cluentio Habito (orat., 66) Pro Q. Gallio (orat., 66, deest)

Pro C. Fundanio (orat., 66/65, deest) Pro Lucio Murena (orat., 63)

De Othone (orat., 63, deest)

Pro C. Rabirio perduellionis reo ad quirites oratio (orat., 63) De proscriptorum filiis (orat., 63, deest)

De lege agraria (Contra Rullum) I-III (orat., 63) Cum provinciam in contione deposui (orat., 63, deest) In L. Catilinam orationes I-IV (orat., 63)

Pro P. Sulla (orat., 62) Pro Archia poeta (orat., 62)

In Clodium et Curionem (orat., 61, deest) De consulatu suo (carm., 60)

Pro L. Valerio Flacco (orat., 59) Post reditum in senatu (orat., 57) Post reditum ad populum orat., (57) Pro domo sua (orat., 57)

In P. Vatinium testem interrogatio (orat., 56) Pro Cornelio Balbo (orat., 56)

Pro Sestio (orat., 56)

Pro Marco Caelio (orat., 56)

Pro provinciis consularibus (orat., 56) De haruspicum responsis (orat., 56) De oratore (rhet., 55)

In L. Calpurnium Pisonem (orat., 55) De temporibus suis (carm., 54)

Pro Aemilio Scauro (orat., 54) Pro C. Rabirio Postumo (orat., 54) Pro Cn. Plancio (orat., 54)

De re publica (phil., 54-51) Pro Milone (orat., 52)

De legibus (phil., 52-51) Paradoxa Stoicorum (phil., 48) Pro Ligario (orat., 46)

Pro Marcello (orat., 46) Lucullus (phil., 46)

Brutus (rhet., 46)

Orator (rhet., 46)

De optimo genere oratorum (rhet., 46) Partitiones oratoriae (rhet., 46)

Pro rege Deiotaro (orat., 45) Consolatio (phil., 45)

Hortensius (phil., 45)

Academica (phil., 45)

De finibus bonorum et malorum (phil., 45) Tusculanae disputationes (phil., 45) Protagorae translatio (ca. 45)

Platonis Timaii translatio (ca. 45) Arati phaenomenorum translatio (45) De natura deorum (phil., 45)

Cato maior sive de senectute (phil., 44) De divinatione (phil., 44)

De fato (phil., 44) Topica (phil., 44)

Laelius sive de amicitia (phil., 44) De gloria libri II (phil., 44, deest) De officiis (phil., 44/43)

In M. Antonium Philippicae orationes I-XIV (orat., 44/43) De virtutibus (phil., ca. 43, deest)

Epistulae ad familiares Epistulae ad Atticum Epistulae ad Quintum fratrem Epistulae ad Brutum


Horacio

Sátiras (Sermonum libri II ca. 41/40) Epodos (Epodon liber (post 40)

Odas (Carminum libri IV 23)

Epístolas (Epistularum libri II ca. 20 - 13) Arte poética (De arte poetica liber ca. 15)



Teatro:

Plauto: El Soldado fanfarrón (Miles gloriosus) Terencio: La suegra (Hecyra)

Séneca: Medea


Historiografía:

Tito Livio: Ab urbe condita

Tácito: Anales (Annales)

Salustio La conjuración de Catilina (Bellum Catilinae)


Oratoria:

Cicerón: Catilinarias

Séneca el Viejo: Oratorum et rethorum sententiae

Quintiliano: Institutio Oratoria


Poesía épica: Virgilio: Eneida

Ovidio: Metamorfosis Lucano: Farsalia

Poesía lírica: Ovidio: Pónticas Catulo: Carmina Horacio: Odas


 

Estructura de la Eneida.


La Eneida está compuesta por doce libros escritos en hexámetros, tomando los poemas homéricos como modelo. Los seis primeros libros son una especie de Odisea en la que el poeta romano, utilizando una técnica ya empleada por Homero, retrocede en el tiempo y cede la voz de la narración a Eneas, quien cuenta sus propias aventuras a la reina Dido como hace Odiseo al relatar sus viajes al rey Alcínoo en el país de los Feacios.



Del libro séptimo al doce la composición adquiere el esquema de la Ilíada, pues el eje es una guerra entre troyanos y rútulos por la disputa de la princesa Lavinia, análogamente a lo acontecido entre griegos y troyanos por el rapto de la reina griega Helena.


La narración no es cronológica. Cuando empieza el poema, Eneas y los suyos se dirigen desde Sicilia a las costas de Italia, pero una tempestad los arroja a las costas de África. Allí la reina Dido, que está levantando Cartago, los acoge y les ofrece un banquete. Luego pide a Eneas que le cuente sus desgracias. Los libros II y III contienen la narración, puesta en boca de Eneas, de éstas: la toma de Troya por los griegos, su salida de la ciudad en llamas con sus padres, su hijo pequeño y un grupo de troyanos, y sus viajes y peripecias hasta llegar allí. El libro IV narra los amores de Dido y Eneas. Éste, advertido por Júpiter, abandona Cartago rumbo a Italia, y Dido se suicida. El resto del relato es cronológico: llegada a Italia y las guerras que allí tienen lugar hasta que Eneas da muerte a su principal enemigo, el gran caudillo Turno.



Virgilio concibió desde el comienzo el papel del canto VI como pivote, la idea de una Ilíada y una Odisea combinadas (con dos proemios), la noción de una sección central dedicada a Augusto rodeada por libros de acción basados en la Odisea y la Ilíada (II, IV, X, XII), la disposición de los libros en dos esquemas contrapuntísticos y la distribución general del contenido entre los libros pares y los impares (temas mayores en los pares; temas menores en los impares).


Tuvo siempre como modelo a Homero para el planteamiento de una acción dividida en estas dos mitades y concibió asimismo una división de la totalidad en doce libros lo que convirtió cada libro individual en una unidad artística, y buscó seguir esquemas muy marcados al promover la parte central del poema a un lugar privilegiado y al buscar correspondencias entre los libros de una y otra parte, o contrastes entre los libros pares e impares.


En la primera mitad de la Eneida, la llamada ¨parte odiseica¨, la acción principal está constituida por el viaje de Eneas y sus compañeros desde Troya hasta el Lacio. El Libro II se ocupa de la causa de dicho viaje, la destrucción de Troya. El III trata del primer tramo hasta Sicilia, el más largo en el tiempo y el más pobre en acontecimientos. El IV describe la estancia de Eneas en Cartago, su enamoramiento de Dido y la tentación, difícilmente vencida, de olvidarse de su misión. El V se ocupa de los juegos en honor a Anquises, celebrados en Sicilia. El VI se presenta el descenso a los infiernos. La Sibila y Anquises le transmiten a Eneas información acerca del futuro: los enemigos que deberá enfrentar y el glorioso porvenir de Roma.

La acción de la segunda parte ha sido llamada ¨La Ilíada itálica¨. Alcanza desde la llegada de Eneas al Lacio hasta el asentamiento definitivo de los troyanos. Virgilio la distribuyó en seis libros, a saber: Libro VII, desde el desembarco hasta el estallido de la guerra. Libro VIII, partida de Eneas en busca de Aliados. Libro IX, el asalto al campamento troyano en ausencia de Eneas. Posteriormente, en el X, se presenta el primer gran combate. El Libro XI se ocupa de la tregua y de los combates de caballería. Y en el XII, aparece la batalla decisiva y el duelo final.


El diseño de la segunda parte del poema expone, con más elocuencia que ningún otro tramo, lo que puede llamarse ¨la originalidad virgiliana¨: 1) frente a Homero, introduce nuevo material itálico; 2) frente a la tradición itálica, su análisis previo de la estructura del poema homérico determina importantes cambios; 3) su método artístico, claridad, concentración, simplicidad -cualidades derivadas de su estética clasicista- termina por reorganizar un material no homérico siguiendo líneas de acción que recuerdan a la Ilíada, pero con criterios artísticos muy distantes ya de los homéricos.



Resumen del argumento de la Eneida


LIBRO I: Las naves de los troyanos, que surcan el mar de Sicilia, son arrojadas a las costas africanas por una violenta tempestad que la rencorosa Juno les envía. Venus, quien poco antes había obtenido de Júpiter garantías sobre el futuro de su hijo, se aparece a Eneas como una cazadora, y le informa de que se encuentra en las tierras de la fenicia Dido, ahora reina de Cartago. Entra Eneas en esta ciudad con su amigo Acates rodeados por una nube que les oculta, y pueden así contemplarla sin que nadie les vea. Asisten también al relato de Ilioneo, que se ha presentado ante la reina al frente de una embajada de troyanos, y Eneas envía a Acates en busca de Ascanio y de regalos para Dido, después de salir de la nube y mostrarse a la vista de todos. Venus, convenciendo a Cupido para que suplante al hijo de Eneas y tome su aspecto, logra que el corazón de la reina se inflame de amor. La reina ofrece un banquete a sus huéspedes y pide a Eneas que le cuente sus aventuras.


LIBRO II: Comienzan los recuerdos de Eneas, tal como se los cuenta a Dido en el banquete, y que se van a extender a lo largo de dos libros. En éste se cuenta la caída de Troya, luego que los griegos lograron introducir el caballo en la ciudad. Esa noche aciaga, y cuando ya el ejército griego había logrado su objetivo de entrar en Troya, se aparece a Eneas el fantasma de Héctor que le anuncia el desastre y le pide que escape y busque nuevas murallas para los dioses de la ciudad. Se describe el saqueo de la ciudad y la muerte de alguno de sus personajes más importantes y en especial la del rey Príamo. Eneas decide abandonar la patria para lo que ha de vencer, ayudado por señales del cielo, la resistencia de Anquises, su padre. Salen al fin, pero en el camino se pierde definitivamente Creúsa, la esposa del héroe, quien se encamina a las montañas con su padre y Ascanio, su hijo.


LIBRO III: Eneas, con los compañeros que han podido escapar a la catástrofe, prepara una flota y navega a las costas de Tracia. Comienza así un periplo que le lleva sucesivamente a la isla de Delos (para consultar el oráculo), a Creta, de donde deben partir precipitadamente a causa de la peste, y a las islas Estrófades (encuentro con Celeno y las demás Harpías; nueva profecía sobre su destino). Llegan a las costas de Epiro, donde encuentran a Andrómaca y Héleno; le anuncia éste su brillante porvenir y

le advierte de los peligros que debe evitar en la navegación hacia Italia. Bordean las costas de Sicilia y, frente al Etna, encuentran al griego Aqueménides, superviviente de la expedición de Ulises, que les refiere la aventura con el Ciclope Polifemo. Evitan luego los escollos de Escila y Caribdis siguiendo los consejos de Heleno, y llegan al fin al puerto de Drépano, donde muere Anquises, el padre del héroe. Viene luego la tempestad que les ha arrojado a las playas de África, con lo que termina el relato de Eneas a la reina.


LIBRO IV: Es el famoso libro de los amores de Dido y Eneas. Comienza cuando Dido abre su corazón a Ana, su hermana del alma, y le expone su terrible dilema: se ha enamorado del héroe troyano, pero aún respeta la memoria de Siqueo, su primer marido ya muerto. Animada por las palabras de su hermana, que le reprocha el haber rechazado ya a otros pretendientes africanos, Dido rompe todos los lazos del pudor y se entrega a una ardiente pasión por Eneas. Juno y Venus, por razones bien distintas, acuerdan -las dos están fingiendo- propiciar la unión de Dido con Eneas y unir a los dos pueblos. Salen los héroes de cacería; protegidos en una cueva de una repentina tormenta, se consuma su himeneo. Instigado por las súplicas de Yarbas, rey de los getulos a quien Dido había despreciado, Júpiter envía a Mercurio para que recuerde a Eneas el objetivo de su misión y le reproche su abandono. Prepara entonces en secreto la partida, pero Dido lo descubre e intenta convencerle de mil maneras para que se quede a su lado. Al no conseguirlo, la reina decide quitarse la vida y maldecir para siempre a Eneas y a su pueblo. Parten las naves troyanas mientras asoman por encima de las murallas las llamas de la pira de Dido.


LIBRO V: Con tan funesto augurio, las naves son arrojadas de nuevo por una tempestad a las costas de Sicilia, sin poder alcanzar Italia. Les acoge amistosamente el rey Acestes, y celebra entonces Eneas sacrificios y juegos en el sepulcro de su padre. Comienzan con una competida regata; siguen carreras a pie, luchas con el cesto, pruebas de puntería con arco y terminan con unos ejercicios ecuestres en los que Ascanio dirige a los demás jóvenes troyanos. Las mujeres de Troya, preocupadas por su difícil situación y en vista de que no alcanzan el final del peligroso viaje, instigadas por Iris, mensajera de Juno, incendian la flota y consiguen destruir cuatro naves; Júpiter envía una lluvia milagrosa que impide la destrucción total. Anquises se aparece en sueños a su hijo y le aconseja que deje a parte de su gente en Sicilia y se dirija a Cumas, en Italia, donde debe conseguir la ayuda de la Sibila para bajar al Averno, a las moradas infernales de Dite. Obedece Eneas a su padre, y en el camino pierde a Palinuro, el piloto de su nave.


LIBRO VI: Llega por fin Eneas a las costas de Italia, a Cumas. Se entrevista con la Sibila, escucha su oráculo y le pide que le acompañe a las mansiones infernales para ver a su padre. Recorren ambos los infiernos, luego que el héroe consigue la rama de oro que les franquea el paso. Encuentran la sombra de Palinuro, antes de cruzar la laguna estigia en la barca de Caronte; llegan a las Llanuras del Llanto, donde encuentran a Dido y a la muchedumbre de los soldados troyanos muertos en la guerra. Descripción del Tártaro y sus suplicios. Llegan a los Campos Elíseos, donde, por fin, puede Eneas hablar con el fantasma de su padre. Anquises explica a su hijo el origen del mundo y los misterios de la vida en los infiernos; por último, le va describiendo las personas de los que luego han de ser héroes de la Roma que aguarda su hora; destaca aquí el elogio del joven Marcelo, sobrino y heredero de Augusto, muerto prematuramente. Animado al comprender la misión de Roma en la historia del mundo, abandona Eneas las moradas infernales por la puerta de marfil.

LIBRO VII: Comienza la segunda parte del poema, las guerras en el Lacio, y así nos lo indica el propio poeta con una segunda invocación a las Musas. Navega la flota troyana siguiendo las costas de Italia, y penetra en las aguas del Tíber, en cuya ribera desembarcan y establecen los troyanos su campamento. Eneas, al ver cumplido el vaticinio de Celeno, reconoce en estas tierras la patria que le tiene asignado el destino. Envía mensajeros al rey Latino, quien le acoge favorablemente y, en cumplimiento de antigua profecía, le ofrece en matrimonio a su hija Lavinia. Irritada de nuevo Juno, envía a la tierra a la furia Alecto, que ha de enfrentar a latinos y troyanos para impedir la boda; maniobras de Alecto con Amata, la esposa del rey Latino, y el propio Turno, rey de los rútulos, a quien ya Latino había prometido la mano de su hija, y que era el pretendiente favorito de la reina Amata. Ascanio mata en una cacería a un ciervo de la pastora Silvia, pastora del rey, y este incidente es la chispa que enciende la guerra entre ambos pueblos. Descripción de las tropas aliadas de Turno, entre las que destaca Camila, reina de los volscos.


LIBRO VIII: Turno busca ayuda entre todos los pueblos del Lacio. El dios del Tíber se aparece en sueños a Eneas y le advierte, tras infundirle ánimos, que debe buscar la alianza con Evandro, rey arcadio que tiempo atrás se había establecido con su pueblo en el monte Palatino, justo donde más tarde habrán de alzarse las murallas de la alta Roma. Parte Eneas en busca de Evandro y éste le recibe favorablemente. Cuenta el rey arcadio el origen de los sacrificios que están celebrando en honor de Hércules, conmemorando su victoria sobre Caco; recorren ambos reyes el futuro asiento de Roma. Venus, preocupada por las guerras que aguardan a su hijo, solicita el favor de Vulcano, quien ordena a sus Ciclopes que preparen para el héroe unas armas maravillosas. Por consejo de Evandro, que hace que su propio hijo Palante se aliste junto a Eneas, el héroe troyano parte en busca de las tropas tirrenas, en pie de guerra contra Mecencio, su antiguo rey, hoy aliado de Turno. Venus se aparece a Eneas y le entrega las armas; descripción minuciosa del escudo, en el que aparecen grabadas futuras hazañas de Roma.


LIBRO IX: Aprovechando la ausencia de Eneas que Iris le descubre, Turno pone sitio al campamento troyano y quema sus naves, que la diosa Cibeles convierte en Ninfas del mar. Aventura nocturna de Niso y Euríalo, quienes tratan de romper el cerco para avisar a su rey de la difícil situación del campo troyano; la muerte de ambos amigos hace que decaiga más la moral de los soldados troyanos. Turno ataca con redobladas fuerzas, y el propio Ascanio debe empuñar las armas contra los atacantes, dando muerte a Numano. Pándaro y Bitias intentan engañar a los sitiadores y les abren la puerta que les había sido confiada, pero Turno advierte el engaño y entra en el campamento causando gran matanza entre sus enemigos hasta que, rechazado y acosado, ha de arrojarse con sus armas al Tiber.


LIBRO X: Convoca Júpiter la asamblea de los dioses para discutir la guerra del Lacio; ante la imposibilidad de conciliar los criterios de Juno y de Venus, decide el padre de los dioses permanecer neutral, lo que viene a ser dejar la guerra en manos del hado y sus disposiciones. Cuando los rútulos preparan un segundo ataque, se presenta Eneas con las tropas tirrenas y las que Evandro puso bajo el mando de su hijo Palante; las naves transformadas en Ninfas le habían avisado del peligro que corrían los troyanos. Eneas desembarca y comienza el combate en el que muere Palante a manos de Turno. Cuando más enfurecido está el héroe troyano por vengar la muerte de su amigo, Juno consigue de Júpiter que saque a Turno del campo, librándole de una muerte inminente; para ello le ponen delante un fantasma con la figura de Eneas, y el rey de los rútulos le persigue por tierra y por mar hasta las riberas de Ardea, donde

sale avergonzado de su error. Toma Mecencio el mando del ejército latino hasta que es herido por Eneas, quien después da muerte a su hijo Lauso. Duelo de Mecencio, que vuelve enardecido al combate y es muerto por Eneas.


LIBRO XI: Celebra Eneas en honor de Marte la muerte de Mecencio, y envía a la ciudad de Evandro los restos de Palante. Llegan mensajeros del rey Latino a pactar una tregua para dar sepultura a los muertos; accede Eneas. Regresan a la corte de Latino los mensajeros que había enviado a Diomedes y anuncian que no han podido conseguir su alianza; esto provoca un debate en la asamblea de los latinos, y Turno y Drances se enfrentan agriamente en defensa de la guerra y la paz con los troyanos, respectivamente. Llega a la asamblea la noticia del avance de Eneas sobre Laurento y se prepara la defensa de la ciudad. Sale Camila al frente de su escuadrón de caballería y se traba combate en el que muere la heroína a manos de Arrunte; la Ninfa Opis venga su muerte por encargo de la diosa Diana. Se dispersa el ejército latino ante la muerte de Camila y acude de nuevo Turno para salvar la situación. Llega al campo de batalla al tiempo que Eneas; es de noche y ambos prefieren acampar al pie de las murallas de Laurento.


LIBRO XII: Acepta Turno enfrentarse en duelo singular según la propuesta de Eneas, y que la mano de Lavinia sea para el vencedor. Persuadida por Juno, la Ninfa Yuturna, hermana de Turno, actúa entre el ejército latino y consigue que se rompa el pacto porque Tolumnio dispara sus dardos contra los troyanos. Se reanuda el combate y es herido Eneas. Mientras Turno se aprovecha de su ausencia, el caudillo troyano es curado milagrosamente con unas hierbas que le envía su madre. Busca luego a Turno, pero Yuturna, transformada en el auriga Metisco, lo mantiene alejado del combate; decide entonces Eneas iniciar el asalto final a la ciudad. Ante tan delicada situación se ahorca la reina Amata, y la espantosa noticia lanza a Turno al duelo decisivo, tras descubrir el ardid inútil de su hermana. Muere Turno a manos de Eneas.


PREGUNTA 6.- Personajes de la Eneida: Dido, Eneas y Turno


Eneas, el protagonista, ha sido objeto de críticas como personaje excesivamente frío, atento sólo a la voluntad de los dioses que le han encargado una alta misión, la de fundar la nueva Troya. Pero es un hombre que sufre la división entre su voluntad individual y su difícil deber; consigue superar su egoísmo y se pone al servicio de la historia: es el héroe que tiene un pasado –representado por su padre Anquises- y un futuro –su hijo Iulo-, pero no un presente propio: en la noche de la caída de Troya, su esposa que huía con él, desaparece precisamente como símbolo de esa situación futura. Eneas es un héroe valeroso, pero sobre todo sabio y piadoso –pius Aeneas es el epíteto que más frecuentemente se le aplica-. Apenas sufre cambios en relación con la tradición homérica en estos rasgos fundamentales.


Dido, la reina de Cartago, ya parecía en el poema de Nevio, y su desgraciada historia de amor con Eneas era considerada el origen de la enemistad entre cartaginesa y romanos. En la Eneida, Dido es víctima de la voluntad de los dioses. Venus le inspira una gran pasión por Eneas, para proteger a su hijo que ha naufragado en las costas de Cartago y cuando los dioses ordenan a Eneas que prosiga su viaje, ella se suicida. Su pasión se destaca dramáticamente en el libro IV, que en este sentido es el menos épico.


El joven Turno, el prometido de Lavinia, es el rey de los rútulos. Noble y valeroso, se muestra, sin embargo, violento, con escaso dominio de sí.

 

Temas de las obras de Plauto.



Todas las obras de Plauto pertenecen al subgénero de la fabula palliata, no son creaciones originales, sino adaptaciones de obras griegas de los autores de la llamada Comedia Nueva del siglo IV a. C. Sin embargo, pese a basarse en ellas, parece que Plauto se tomaba bastantes libertades, cambiando escenas y personajes, insertando pasajes propios con alusiones a costumbres romanas, incluso ensamblando situaciones y personajes de dos obras griegas. Podemos definir su trabajo como una imitación creadora. Éstos son los argumentos de sus principales obras:


Asinaria, basada en El arriero de Demófilo, cuenta las peripecias del viejo Demetrio, marido obtuso, que dominado por una esposa altiva, trata de sustraerle las veinte monedas que le ha reportado la venta de unos asnos, pues él desea obsequiarlas a su hijo, cuyas calaveradas alienta.


En El Mercader, basada en una obra homónima de Filemón, un joven ha comprado en un viaje una hermosa esclava y desea llevarla a su casa como sirvienta de su madre, pero el padre del joven se la quiere quitar al hijo.


Anfitrión inspiró a Molière y Giraudoux, y es la única comedia mitológica de Plauto. Júpiter, enamorado de Alcmena, esposa del rey Anfitrión, aprovecha que éste está en la guerra para tomar su apariencia y vivir con aquella. Mercurio asume, asimismo, los rasgos de Sosias, esclavo de Anfitrión. Cuando vuelven de la guerra los auténticos Anfitrión y Sosias, se crea una situación embarazosa, pues son acusados de impostores. Al fin, Júpiter vuelve al Olimpo tras descubrir su identidad. Alcmena da a luz gemelos, uno hijo de su esposo y otro, Hércules, hijo de Júpiter.


Los dos Menecmos, imitada por William Shakespeare en su Comedia de los errores, es un enredo fundado en los malentendidos a que dan lugar dos gemelos que vivieron separados durante mucho tiempo y se vuelven a encontrar en una ciudad.


El soldado fanfarrón es la obra más antigua de Plauto, (en torno al 205 a. C.) y es una farsa o comedia de carácter cuya víctima es un falso héroe y engreído soldado de quien todos se burlan solapadamente, empezando por su criado Palestrión. Un capitán fanfarrón, enamoradizo y vanidoso, compra a una joven que estaba enamorada de un joven ateniense y también al esclavo de dicho joven. El esclavo arregla las cosas de modo que su antiguo amo venga a vivir a la casa de al lado del militar y se reúna con la joven pasando por un boquete abierto en la pared medianera. Un esclavo del militar los sorprende, pero se le hace creer que es una hermana gemela. Al final, mediante una trampa hábilmente urdida, el capitán queda en ridículo y los jóvenes amantes se marchan juntos.


La comedia de la arquilla es una comedia basada en la anagnórisis o reconocimiento de una doncella que había sido abandonada, cuando niña, en un cesto de juguetes.


Estico, representada en el año 200, refiere la historia de dos hermanas a quienes su padre reprocha ser fieles a sus maridos cuando éstos las han dejado solas impulsados por la pobreza, ya que han tenido que emigrar a otro país. Regresan enriquecidos y recompensan así su virtud.


El persa es una farsa urdida contra el avaro Dórdalo, burlado por un amigo que se había disfrazado de mercader persa.


En Epídico un anciano compra a una esclava que tañe la lira creyendo que es su hija perdida. El joven que le ha vendido utiliza el dinero para comprar a su hermana, a quien no conoce. El anciano ha sido engañado, pero la muchacha es reconocida, y el esclavo que armó la tramoya es libertado.


En Aulularia o la comedia de la olla nos hallamos ante otra comedia de carácter sobre un viejo avaro, que inspiró la famosa comedia de Molière. Euclión, viejo avaro, encuentra una olla llena de oro. Intenta ocultar el hallazgo a toda costa y sigue viviendo miserablemente. Se ve obligado a ir cambiando el escondite de la olla cada vez que está en peligro de que se la roben, lo que le hace vivir en continuo sobresalto. Por fin se la roban y casi pierde la razón. Pero la recupera por obra de un joven enamorado de su hija. Termina curándose y regalando el oro a su hija como dote.


En La comedia del fantasma Tranión hace creer a su amo, Filólaques, a su regreso de un viaje, que hay fantasmas en la casa para poder así explicar las calaveradas de su joven amo. Éste es el punto de partida de intrigas y enredos en los que Plauto ha puesto de manifiesto todo su virtuosismo.


El gorgojo narra las aventuras de un parásito, auténtico precedente del pícaro, un hombre sin escrúpulos de imaginación fecunda, que vive de su astucia e ingenio.

Pséudolo (Pseudolus, El enredón), representado por vez primera en 191, refiere las intrigas y mentiras del esclavo Pseudolus. Éste sustrae dinero al viejo Simón u al inescrupuloso Balión.


Los cautivos representa cómo pese a las fechorías del esclavo Estalagmo, el anciano Hegión encuentra y libera a su hijo. Es una obra singular dentro de la producción plautina, ya que encierra un elevado tono moral: Hegión tiene dos hijos. Uno se lo roban los piratas de pequeño; el otro, ya mayor, cae prisionero de los etolios. Hegión compra dos jóvenes prisioneros, Filócrates y Tíndaro, amo y esclavo a su vez, y quiere canjear a su hijo por Filócrates. Para ello envía a Etolia al esclavo Tíndaro para que arregle el canje con el padre de Filócrates. Pero previamente los dos jóvenes habían cambiado sus identidades, y el que va en realidad es Filócrates. Cuando Hegión se entera, castiga duramente a Tíndaro. Pero Filócrates vuelve con el hijo de Hegión para rescatar a su esclavo. Así se descubre que Tíndaro, el esclavo fiel y sacrificado es el otro hijo de Hegión, el que le robaron los piratas cuando niño.


La maroma, inspirada en una obra de Dífilo, cambia el usual escenario urbano por un pueblo de la playa, donde se fragua una historia de anagnórisis o reconocimiento.


El cartaginés cuenta cómo el anciano Hannón descubre que dos de sus esclavas son sus propias hijas, que habían sido víctimas de un rapto, y encuentra a su sobrino, que ama a una de ellas. Es una comedia importante también por conservar un pasaje en la desaparecida lengua púnica traducido al latín.


Tres monedas, basada en la obra El tesoro de Filemón, cuenta entre cómicas aventuras como un tesoro es devuelto a su legítimo dueño.

En Cásina dos esclavos de la misma casa persiguen a la misma esclava, uno en provecho del padre; otro, en pro del hijo; aunque la suerte favorece al anciano, finalmente éste será vencido por la astucia del esclavo.

PREGUNTA 8.- Personajes tipo de las comedias de Plauto.


Los personajes de Plauto son más bien tipos, que de una obra a otra apenas se distinguen unos de otros. Los que aparecen con mayor frecuencia son:


  • Jóvenes enamorados e irreflexivos, envueltos en dificultades hasta que acaban consiguiendo el objeto de sus deseos.

  • Padres que pierden a sus hijos pequeños y los recuperan de mayores, reconociéndolos por alguna marca u objeto.

  • Soldados fanfarrones que quedan siempre burlados.

  • Esclavos astutos, encargados de solucionar los problemas amorosos de sus jóvenes amos, con frecuencia sacando dinero, con engaño, a los padres.

  • Parásitos que adulan y adulan para lograr invitaciones a comer.

  • Celestinas y alcahuetes, dueños a menudo de las muchachas pretendidas por jóvenes sin dinero.

  • Cortesanas insaciables de dinero.

  • Doncellas honestas o desvergonzadas.

 

- Tres tópicos literarios de la poesía de Horacio


Los topica o lugares comunes son un asunto muy antiguo en la literatura. Ya los griegos los usaron y los denominaron con el nombre de tópicos, haciendo referencia a

la palabra griega que significa lugar. Aristóteles había escrito un tratado sobre

este tema. Cicerón, en un escrito que lleva por título precisamente Topica, hace un resumen de memoria del libro de Aristóteles. Se trata de desarrollar asuntos repetidos que podrían dar lugar a desarrollos posteriores, pero ya conocidos por el público.

El autor latino que ha proporcionado más expresiones latinas al acervo cultural de Europa es Cicerón, sin embargo, Horacio nos ha dejado unas cuantas perlas, expresiones concisas, contundentes, expresivas, que han tenido mucho éxito en la filosofía y en la literatura universal, e, incluso, en el habla popular. ¿Quién no ha oído decir Carpe diem, Beatus ille, por ejemplo? No todas ellas son de propia cosecha, ya que muchas procedían de la tradición literaria y filosófica griega. Sin embargo, han hecho fortuna a partir de Horacio.


1.- Ab ovo usque ad mala. (Sermones, 1, 3, 6) (Desde el huevo a las manzanas)


―Si conlibuisset, ab ovo / usque ad mala citaret `io Bacchae´ modo summa / voce, modo hac, resonat quae cordis quattuor ima‖

―Si  fuera  de  vuestro  agrado  exclamaría  a  grandes  voces,  desde  el  huevo  a  las manzanas “io Bacchae!”, que es el grito de alegría de las Bacantes; o si no, cantaría con la voz profunda que hace resonar las cuatro cuerdas.‖

Esta expresión viene a significar lo mismo que los refranes españoles de cabo a rabo, etc. La razón hay que buscarla en los referentes domésticos, y más concretamente en la comida. Quiere decir que se trata desde el principio (en la comida comenzaban generalmente con huevos), hasta el final (en las comidas el final más normal era la fruta, y concretamente las manzanas). Quiere decir Horacio que estaría gritando de alegría o cantando constantemente, de principio a fin.


2.- Aliquando bonus dormitat Homerus. (Ars poetica, 359) (En ocasiones hasta el buen Homero echa un sueñecito)


―Et idem / indignor quandoque bonus dormitat Homerus;  / verum operi longo fas

est obrepere somnum‖.


―Ciertamente  yo  mismo  me  indigno  porque  en  algunas  ocasiones hasta  el  bueno  de Homero se queda adormilado; aunque cuando el trabajo es largo está permitido que el sueño haga acto de presencia‖.

El gran poeta Homero, autor de las dos epopeyas más grandiosas de la antigüedad clásica, La Ilíada y La Odisea, podía permitirse el lujo de cometer algún error, lo cual no empaña en absoluto su grandeza. Es como si se dejara llevar por el sueño en algún momento, de forma que el verso o la narración no le saliera todo lo bien a que nos tenía acostumbrados.

Dice Horacio que las personas que se dedican a escribir, sobre todo poesía, pueden tener el peligro de quedarse un poco dormidos durante su trabajo, ya que es pesado y largo, y, además, es solitario. Él se indigna, pero lo comprende.

Horacio escribe estos versos en la “Epistula ad Pisones”, un conjunto de consejos de tipo literario que dirige a los hijos de Calpurnio Pisón, gran personaje de la sociedad Romana (los Pisones). También es conocida esta carta con el título de “Ars poetica”, ya que los consejos que da son referentes a las artes poéticas, a las leyes que rigen la creación poética: composición, elocución, métrica. Ante todo el creador literario tiene que tener muy claro que se dedica a un oficio que exige un trabajo continuo que le hará huir de la mediocridad.

En nuestro idioma tenemos más de un refrán que expresa muy bien lo que quiere decir: “Hasta el mejor escribano echa un borrón”. Todas las personas tenemos la debilidad de cometer errores, hasta el más experto en su trabajo.


3.- Aequam memento rebus in arduis servare mentem. (Carmina) (Acuérdate de conservar la mente despejada en los momentos difíciles)


4.- Amoto quaeramus seria ludo. (Una vez dejado de lado el juego, busquemos las cosas serias)


5.- Aurea mediocritas. (Carmina, 2, 10, 5) (La dorada medianía)


Auream  quisquis  mediocritatem  diligit,  tutus  caret  obsoleti  sordibus  tecti,  caret invidenda  sobrius  aula‖  ―Cualquiera  que  ama  la  mediocridad  dorada,  en  la  que  está seguro y no tiene las suciedades de una casa vulgar y es moderado en sus aficiones, carece también de un palacio que despierta la envidia‖.

“Las Odas” son, tal vez la obra más conocida de Horacio. El espíritu de Horacio era lírico, y por tanto sus mejores obras están entre las “odas”, en las que, imitando a Safo y a Alceo, toca todo tipo de temas, porque todos se prestan más o menos al lirismo. Fijó sus ritmos con vigor, y obtuvo de la lengua latina efectos admirables con una forma muy sobria. Las odas familiares son las que más se prestan, ya que tratan con gran finura de sus alegrías, de sus tristezas, de los consejos a sus amigos. Cuando habla de la naturaleza, se le nota que ama al campo por la tranquilidad que proporciona, no por sí mismo, como Virgilio. Esta oda está dedicada a un tal Licinio. Prescindiendo de quién fuera el tal Licinio, ya que no se ponen tampoco de acuerdo los estudiosos, lo interesante es el sentido de la palabra mediocritas. Si la traducimos por mediocridad, nos encontramos que en español tiene un sentido peyorativo, es decir, medianía, algo que no sobresale. Sin embargo el término correcto sería el justo medio, ése en el que está la virtud, como dice otro aforismo “in medio consistit virtus”, Por eso tiene sentido llamar a la mediocritas con el apelativo aurea, es decir, dorada, o como traduce alguien “más preciosa que el oro”.


6.- Aut insanit homo, aut versus facit (Sermones, II, VII, 117) (O el hombre está loco o hace versos)


7.- Beatus ille. (Epodos, 2, 1) (Dichoso aquél)

Beatus ille qui procul negotiis, / ut prisca gens mortalium /paterna rura bobus exercet suis, /solutus omni fenore, / neque excitatur classico meles truci / neque horret iratum mare, /forumque vitat et superba civium /potentiorum limina.

―Dichoso aquél que lejos de los negocios, como la antigua raza de los hombres, dedica su tiempo a trabajar los campos paternos con los bueyes, libre de toda deuda, y no se despierta como los soldados con el toque de diana amenazador, ni tiene miedo a los ataques del mar; que evita el foro y los soberbios palacios de los ciudadanos poderosos‖.

Entre la obras de Horacio se cuentan los “Epodos”, 17 obras de juventud, escritas entre los años 41 y 30 a. C., en los que Horacio imita, con temas romanos, los metros y el espíritu del griego Arquíloco. Son poemas cortos escritos en dísticos yámbicos. Entre todos el más famoso es el “Beatus ille qui procul negotiis…”, (“Dichoso aquel que de pleitos alejado…”), que sirvió de inspiración a Fray Luis de León para su “Oda a la vida retirada” que comienza con estas palabras: "Qué descansada vida / la del que huye el mundanal ruido / y sigue la escondida / senda por donde han ido /los pocos sabios que en el mundo han sido


8.- Bella detesta matribus (Las guerras detestadas por las madres) 9.- Bis repetita placent (Las cosas repetidas agradan)

10.- Caelum, non animum mutant qui trans mare currunt (Epistulae, I, XI, .278) (Los que corren al otro lado del mar no cambian ni el cielo ni el espíritu)


11.- Carpe diem. (Carmina, I, 11, 8) (Aprovecha el día)

―Tu  ne  quaesieris  (scire  nefas)  quem  mihi,  quem  tibi  /  fienm  di  dederint, Leuconoe, nec Babilonios / temptaris numeros. Ut melius quicquid erit pati! / Seu pluris hiemes seu tribuit Iuppiter ultimam, / quae nunc oppositis debilitat pumicibus mare / Tyrrenum, sapias, vina liques et spatio brevi /spem longam reseces. Dum loquimur, fugerit invida /aetas: carpe diem, quam minimum credula postero.‖


―No busques el final que a ti o a mí nos tienen reservado los dioses (que por otra parte es sacrilegio saberlo), oh Leuconoé, y no te dediques a investigar los cálculos de los astrólogos babilonios. ¡Vale más sufrir lo que sea! Puede ser que Júpiter te conceda varios inviernos, o puede ser que éste, que ahora golpea al mar Tirreno contra las rocas de los acantilados, sea el último; pero tú has de ser sabia, y, mientras, filtra el vino y olvídate del breve tiempo que queda amparándote en la larga esperanza. Mientras estamos hablando, he aquí que el tiempo, envidioso, se nos escapa: aprovecha el día de hoy, y no pongas de ninguna manera tu fe ni tu esperanza en el día de mañana‖.


“No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”, nos advierte el refrán español. El mensaje de esta oda de Horacio, que tiene como colofón el famoso aforismo carpe diem, es muy claro. No sabemos lo que vamos a vivir, no sabemos si podremos disfrutar del día de mañana, no sabemos si lo que dejamos para mañana lo podremos llevar a cabo o se quedará sin hacer. Por eso tenemos que aprovechar el tiempo presente que es el único que existe, pero que al mismo tiempo es fugaz: “Mientras estamos hablando, he aquí que el tiempo, envidioso, se nos escapa”, dice Horacio. El pasado ya no existe, ya no podemos modificarlo, se nos ha ido de las manos. El futuro todavía no ha llegado, y no sabemos si llegará. Sólo tenemos el presente, pero tan fugaz, que en seguida se

convierte en pasado y es el futuro quien se convierte en presente. Por eso, carpe diem, aprovecha el día de hoy.


12.- Crescentem sequitur cura pecuniam. (Carmina III, 16, 17) (Cuanto más crece el dinero más crece la preocupación)


13.- Cui placet alterius, sua nimirum est odio sors. (Epistulae, I, 14, 11) (A quien agrada lo del otro su suerte se convierte en cosa odiada)


14.- Cura esse quod audis. (Epistulae, I, 16, 17) (Preocúpate de ser lo que oyes que eres)


15.- Decipimur specie recti. (De arte poetica 26)(Somos engañados con la apariencia de verdad)


16.- Dimidium facti, qui bene coepit, hebet. (Epistulae 1, II, 40) (Un buen principio es la mitad del hecho)


17.- Dulce est desipere in loco. (Carmina IV, 12, 28) (Es cosa agradable un momento de locura)


18.- Dulce et decorum est pro patria mori. (Carmina III, 2, 13) (Es dulce y honroso morir por la patria) “Dulce et decorum est pro patria mori: / mors et fugacem persequitur virum / nec parcit imbellis iuventae / poplitibus timidove tergo.‖


Dulce y honroso es morir por la patria: la muerte persigue al hombre que huye y no perdona de una juventud cobarde ni las rodillas ni la temerosa espalda.‖


Los seis primeros poemas del libro tercero de las Odas son poemas cívicos, en los que trata, como si fuese una unidad de cuestiones de tipo moral. Entre ellos, trata del patriotismo, de la dignidad de servir e, incluso, de morir por la patria.

Horacio mismo había estado en el ejército. Después del asesinato de César, Bruto se había trasladado a Atenas, ya que consideraba que Italia era poco segura para él. Había sido uno de los asesinos de César, y el testigo de éste había sido cogido por Marco Antonio, a quien no veía con buenos ojos. En Atenas seguía las enseñanzas de filosofía y retórica como muchos jóvenes romanos, entre los que se encontraba Horacio. Todos estos sentían la legalidad republicana y estaban dispuestos a defenderla, por lo que acogieron a Bruto con gran entusiasmo. Horacio no era de los que se metían en situaciones comprometidas, sino que se mantenía seguro en sus propias convicciones. Sin embargo, como joven que era, se dejó inflamar por los ardores republicanos, y, cuando Bruto se decidió a reclutar a los jóvenes nobles para defender la república, se fijó en Horacio y le nombró tribuno militar.

Su propio testimonio es ilustrativo: “Estos movimientos políticos me llevaron, a mí que era totalmente inexperto en las cuestiones de la guerra civil, a unas armas que no habrían de oponerse a los brazos de César Augusto”. Parece que no era de los dispuestos a luchar hasta la muerte. Se dio cuenta de que no podía nada su ejército dirigido por Bruto y Casio contra el que habían preparado Marco Antonio y Octavio Augusto, y arrojó el

escudo detrás de él sin gloria, en el momento de la derrota de Filipos. Sin embargo, aunque habla de todo esto sin ninguna traba, y parece que no debía avergonzarse de ello, esta actitud no casa con la que expresa en el aforismo que comentamos.


Sufrió las consecuencias de haber participado en la guerra en el bando de los perdedores, pero se benefició de la amnistía decretada por Octavio, y, ya que era pobre, se dedicó a componer versos. Perdió sus tierras de la Lucania, pero conservó suficiente dinero como para comprar una plaza de secretario del tesoro, lo que le daba libertad económica para dedicarse a su auténtica vocación: empleado público que en sus ratos libres componía versos.


19.- Eheu fugaces labuntur anni (Carmina, II, 14, 1-2) (¡Ay! ¡Cuán rápidos se pasan los años!)


20.- Est modus in rebus; sunt certi denique fines quos ultra citraque negat consistere rectum. (Saturae I. 1. 106 -107) (Hay una medida para las cosas; al final hay ciertos límites más allá o más acá de los cuales el bien no puede subsistir)


21.- Exegi monumentum aere perennius. (Carmina, III, 30, 1) (He levantado un monumento más duradero que el bronce) ―Exegi monumentum aere perennius /regalique situ pyramidum altius, /quod non imber edax, non Aquilo impotens /possit diruere aut innumerabilis / annorum series et fuga temporum.


“He levantado un monumento más duradero que el bronce, y más alto que la regia permanencia de las pirámides, al que ni la devoradora lluvia, ni el Aquilón, impotente, puedan destruir, ni tan siquiera la innumerable sucesión de los años y el paso del tiempo‖.


En este aforismo, Horacio se vanagloria de su trabajo de poeta reconocido, y dice que será recordado por él durante muchos siglos, tantos que superarán a las pirámides de Egipto. En su época ya hacía 3000 años que existían, y desde entonces a ahora han pasado otros 2000. ¿Cuántos monumentos hechos por las manos del hombre, de piedra, de bronce, etc. han dejado de existir? A todos ellos los afectan las inclemencias meteorológicas, los vientos, las lluvias, los hielos, los cambios de temperatura, y, en nuestra época, la polución, la suciedad del aire, la contaminación. Sin embargo a los versos de Horacio no le afecta nada de eso, siguen tan frescos como el día que salieron de su cálamo. Bien dice que ha levantado un monumento más duradero que el bronce.


22.- Genus irritabile vatum. (Epistulae, 2, II, 109 cfr. Ars poetica 24) (Raza insoportable de los poetas)


23.- Graecia capta ferum victorem (captorem) cepit et artes intulit agresti Latio. (Epistulae, 2, 1, 156) (Grecia capturada, capturó a su feroz capturador).

Grecia fue capturada por la fuerza de las armas, pero a su vez capturó a su feroz capturador con la fuerza de la belleza, de la inteligencia y de la palabra, e introdujo las artes en el salvaje Lacio.

Después de la Tercera Guerra Púnica, todo el Mediterráneo quedó convertido en un mar romano: Mare nostrum. Con la fuerza de las armas, los romanos se extendieron

desde las costas occidentales en Hispania, hasta las costas orientales. También la península Helénica quedaba bajo su influencia militar. En el año 146 a. C. Grecia se convirtió en provincia romana con el nombre de Achaia.

Este hecho tuvo más trascendencia de lo que a primera vista pudiera parecer, ya que los romanos entraron en Grecia, sí, pero lo griego penetró en el mundo romano con un gran ímpetu. No importó que Catón el Censor, una institución en la república romana, se opusiera con todas sus fuerzas. El hecho es que la cultura griega, que ya había puesto un pie en el sur de la península Itálica por medio de las colonias griegas de la Magna Graecia, irrumpió de nuevo en toda Italia.

Se encargaron de transmitir esta cultura los esclavos griegos apresados en las guerras de conquista. Éstos se convirtieron en pedagogos, escribanos, médicos, artistas, etc., y eran los que tenían más éxito en los mercados de esclavos, junto con los buenos gladiadores.


24.- Iactes et genus et nomen inutile (Carmina I. 2. 9) (Es necio quien se jacta de su estirpe y de su nombre.)


25.- In amore haec sunt mala: bellum, pax rursum. (Sermones. II. 3. 267) (En el amor son malas las dos cosas: la guerra y la paz de nuevo)


26.- In medias res (Ars poetica 148) (Al meollo de la cuestión)


27.- In vitium ducit culpae fuga. (Ars poetica, 31) (La huída de la culpa lleva al vicio) 28.- Ira furor brevis est. (Epistulae I. 2. 62) (La ira es como una locura breve)

29.- Laudator temporis acti. (Ars poetica, 173-174) (Adulador de tiempo pasado)


30.- Mors ultima linea rerum est. (Epistulae, I, XVI, 79) (La muerte es la meta de todas las cosas)


31.- Multa renascentur quae iam cecidere. (Ars poetica, 70) (Muchas cosas que cayeron, han vuelto a nacer)


32.- Nec scire fas est omnia. (Carmina IV, 4,22) (No es posible saberlo todo)


33.- Nescit vox missa reverti. (Ars Poetica 390) (La palabra que ha salido de la boca no sabe volver)


34.- Nil mortalibus arduum est. (Carmina, I, 3, 37) (No hay nada demasiado difícil para los mortales)


35.- Non omnis moriar. (Carmina, III, 30, 6). (No moriré del todo)

Non omnis moriar multaque pars mei / vitabit Libitinam; usque ego postera / crescam laude recens, dum Capitolium / scandet cum tacita virgine pontifex. / Dicar, qua violens obstrepit Aufidus / et qua pauper aquae Daunus agrestium / regnavit populorum, ex humili potens / princeps Aeolium carmen ad Italos / deduxisse modos. Sume superbiam / quaesitam meritis et mihi Delphica /lauro cinge volens, Melpomene, comam.‖

“No moriré del todo, y una gran parte de mí evitará la Libitina, es decir, la muerte, la destrucción; yo seguiré creciendo, siempre joven con la alabanza posterior, mientras el pontífice sube al Capitolio con la virgen silenciosa, la gran Vestal. Se dirá que yo, por donde el estruendoso Auficio mete ruido, o por donde el Dauno, casi seco ha reinado sobre los pueblos rústicos, yo, desde un origen humilde he llegado a ser el primero que ha convertido los poemas Eolios en versos Italianos. ¡Oh, Melpómene! Llénate de orgullo, un orgullo apropiado a mis méritos, y ciñe mi cabellera de buen grado con la corona de laurel, atributo de Apolo‖.

Estos versos son continuación de los del aforismo Exegi monumentum aere perennius. Sigue con la misma idea de la permanencia en el recuerdo de las personas, y por eso no morirá del todo. La auténtica muerte sobreviene cuando la gente se olvida de las personas que han vivido. Horacio pensaba que iba a durar siempre, que no iba a ser olvidado. Y nos da los motivos por los que Melpomene, musa de la poesía, habría de estar orgullosa: ha sido el primero que ha sido capaz de componer poemas eolios en versos italianos


36.- Nunc est bibendum (Carmina, I, 37,1) (Ahora hay que beber)

37.- O, imitatores, servum pecus. (Epistulae 1.19.19) (¡Oh imitadores, rebaño servil!) 38.- Odi profanum vulgus et arceo. (Carmina, III, 1,1) (Odio al vulgo profano y lo

rechazo)

Odi profanum uolgus et arceo. / Fauete linguis: Carmina non prius / audita Musarum sacerdos /uirginibus puerisque canto.


―Odio el profano vulgo y lo desprecio. Pronunciad buenas palabras: Yo, sacerdote de las Musas, canto para muchachos y muchachas versos nunca antes oídos‖.


39.- Omne tulit punctum qui miscuit utile dulci (Ars Poetica 343) (Ha triunfado quien unió lo útil con lo agradable.)


40.- Pallida mors aequo pulsat pede pauperum tabernas regumque turres. (Carmina I, 4, 13 - 14) (La muerte pálida golpea con el mismo pie las chozas de los pobres y las torres de los reyes)


41.- Parturient montes, nascetur ridiculus mus. (Ars poetica, 139) (Parirán los montes y nacerá un ridículo ratoncillo)


Nec sic incipies, ut scriptor cyclicus olim: / "Fortunam Priami cantabo et nobile bellum". / Quid dignum tanto feret hic promissor hiatu? Parturient montes, nascetur ridiculus mus.


―Y no empezarás de la misma manera que en otro tiempo el que quería escribir sobre el ciclo épico: "Cantaré la suerte de Príamo y la noble guerra de Troya". ¿Qué cosa tan digna va a decir este prometedor con un comienzo tan grandilocuente? Los montes se pondrán de parto, y nacerá un ratoncillo minúsculo.


El fabulista Fedro tiene la misma moraleja en esta fábula: (Fedro, II, XXIV):


Mons parturibat, gemitus immanes ciens, / eratque in terris maxima expectatio. / At ille murem peperit. Hoc scriptum est tibi, / qui, magna cum minaris, extricas nihil


―Un  monte  estaba  pariendo  lanzando  unos  enormes  gemidos,  y  en  la  tierra había una enorme expectación. Pero el monte parió un ratón. Esto ha sido escrito para ti, que, aunque amenazas con grandes males, no haces nada‖.

Samaniego, fabulista español del siglo XVIII, que toma muchos argumentos para sus fábulas morales y literarias de los fabulistas antiguos, Esopo, el griego, y Fedro, el romano, en el libro II, fábula XV, tiene la siguiente:


Con varios ademanes horrorosos / los montes de parir dieron señales; / consintieron los hombres temerosos / ver nacer los abortos más fatales. / Después de que con bramidos espantosos / infundieron pavor a los mortales, / estos montes, que al mundo estremecieron, / un ratoncillo fue lo que parieron. / Hay autores que en voces misteriosas, / estilo fanfarrón y campanudo / nos anuncian ideas portentosas; /pero suele a menudo / ser el gran parto de su pensamiento, / después de tanto ruido, sólo viento.


42.- Permitte divis cetera. (Carmina 1, 1, 9) (Encomienda a los dioses las demás cosas)


43.- Pulchre, bene, recte. (Ars poetica, 428) (Con hermosura, bien y con corrección)


44.- Quid aeternis minorem consiliis animum fatigas? (Carmina 2, 11, 11) (¿Por qué fatigas el espíritu débil con proyectos eternos?)


45.- Quid de quoque viro et cui dicas, saepe videto. (Epistulae 1, 18,68) (Considera a menudo qué dices, acerca de quién y a quién se lo dices)


46.- Quid rides? Mutato nomine de te fabula narratur (Sermones, 1, 1, 69) (¿Por qué te ríes? La fábula se refiere a ti, aunque con otro nombre)


47.- Quidquid praecipies esto brevis ut cito dicta percipiant animi dociles teneantque fideles. (Ars poetica, 335 - 336) (Sé conciso en tus preceptos, para que el ánimo los coja prontamente y los retenga con fidelidad)


48.- Rara avis. (Sermones, 2, 2, 26) (Un ave rara)

“Vix tamen eripiam, posito pavone velis quin /hoc potius quam gallina tergere palatum,

/ corruptus vanis rerum, quia veneat auro / rara avis et picta pandat spectacula cauda”


―Apenas sin embargo estorbaré, una vez que has dispuesto de un pavo real, que tú quieras agradar tu paladar con esto mejor que con una gallina, corrompido como estás por las apariencias de las cosas, porque sea vendido por mucho dinero al ser un pájaro raro y ofrezca el espectáculo con su cola multicolor‖.

Es lo mismo que decir cosa rara, singular. Literalmente significa ave rara, es decir, pájaro raro, singular, único, extraño. Se usa cuando se quiere ponderar algo que es único, singular, sea una persona o una cosa.

La rara avis (pájaro raro, extraño) a que se refiere Horacio, no es otro que un pavo real, que no sirve para comer, aunque sea muy vistoso y tenga una cola de muy variados colores.


49.- Rem tene, verba sequentur. (Ars poetica, cfr. 311) (Conoce bien el asunto, que las palabras seguirán)


50.- Ridentem dicere verum quid vetat? (Saturae 1, 1, 24) (¿Qué impide decir la verdad con alegría?)


51.- Saepe stylum vertas, iterum quae digna legi sint scripturus. (Saturae 1, 10, 72- 73) (Tacha a menudo si quieres escribir cosas que sean dignas de ser leídas.)


52.- Serviet aeternum qui parvo nesciet uti. (Epistulae I. 10. 41) (Será esclavo eterno quien no sepa usar las cosas pequeñas)


53.- Usus te plura docebit. (Ars poetica) (El uso te enseñará muchas cosas) 54.- Ut pictura poesis. (Ars poetica, 361) (La poesía es como una pintura)

55.- Verba provisam rem non invita sequentur. (Ars poetica, 311) (Las palabras siguen casi sin querer los pensamientos preparados.)


56.- Virtutem doctrina parit. (Epistulae, 1,18,100) (La ciencia engendra virtud)


57.- Vitando est improba Siren desidia. (Saturae II, 3, 14) (Hay que evitar esa perniciosa Sirena que es la desidia)

 

Los dos grandes apartados de los discursos ciceronianos y una obra de cada uno de ellos:


Los discursos de Cicerón pueden dividirse en judiciales, pronunciados ante un tribunal, como defensor o acusador, y políticos, pronunciados en el Senado o en el Foro.


A Discursos judiciales:


*Concusión (aprovecharse de un cargo público para el enriquecimiento personal)

In C. Verres ”Verrinas” (70) Cicerón defiende a los sicilianos de su gobernador C. Verres, al que acusan de extorsión. Consiguió que el gobernador fuese desterrado.

“Pro Fonteio” (69)

“Pro Flacco” (59)

“Pro Rabirio Postumo” (54)


*Lesa república o alta traición “Pro Rabirio perduellionis reo” (63) “Pro Sulla” (62)


*Maniobras electorales

“Pro Murena” (63)

“Pro Planctio” (54)


*En otras ocasiones la defensa propiciaba un enfrentamiento entre los dos partidos principales

“Pro Roscio Amerino” (80) “Pro Sextio” (56)

“Pro Coelio” (56)

“Pro Milone” (52)


*Después de la muerte de Pompeyo abogó delante de César por los pompeyanos

desterrados o caídos en desgracia

"Pro Marco Marcello" (45) y "Pro Ligario" (45) Cicerón defiende a estos personajes ante César. Ambos habían sido enemigos del dictador

"Pro rege Deiotaro" (4 - XI - 45)


B Discursos políticos:


1.- En favor de Pompeyo

“De imperio Cn. Pompei” (66 a. C.) Apoya la propuesta de ley del tribuno Manilio en orden a que se conceda a Pompeyo el mando supremo de las tropas romanas en la guerra contra Mitrídates, rey del Ponto.


2.- Discursos consulares (63 a. C.)

“In Rullum de lege agraria” (3 discursos) (1 - I - 63)

"In Catilinam" (4 discursos) ―Catilinarias‖ (63 a. C.)

El primer discurso de los cuatro contra Catilina comienza con esa frase que se ha hecho célebre: ―Quousque tandem, Catilina, abutere  patientia nostra? Quamdiu furor  iste tuus nos eludet?” (―¿Hasta cuándo, Catilina, vas a seguir abusando de nuestra paciencia? ¿Cuánto

tiempo seguirá burlándose de nosotros esta furia que te caracteriza?‖). Éste es el momento a que se refiere la imagen. Cicerón en medio, de pie, y Catilina abrumado por las acusaciones del orador. Probablemente Cicerón tenía preparado otro comienzo para este discurso, pero al ver que Catilina, el golpista, se presentaba en el Senado como senador que era y que tenía derecho a ello, cambió el principio con esas frases que se han hecho célebres y que atacan directamente al traidor. Cuando Catilina vio descubiertos sus planes huyó de Roma para ponerse al frente del ejército de los sublevados. Fue vencido por Petreyo en la batalla de Pistoia y murió el 8 de enero de 62 a. C.


3.- Discursos del “retorno del destierro”, (57 a. C.) Para dar gracias al senado y al pueblo por la vuelta y para poder entrar a tomar posesión de sus bienes


Post reditum in senatu (oratio cum senatui gratias egit) (5 - IX - 57 a. C.) Post reditum ad Quirites (oratio cum populo gratias egit).(7 - IX - 57 a. C.) De domo sua ad Pontifices (29 - IX - 57 a. C.)


4.- Las "14 Filípicas" In M. Antonium orationum Philipicarum libri XIV, (del 2 - IX - 44 al 21 - IV - 43) Estos discursos resultan ser la última lucha política de Cicerón. Son discursos, unos reales y otros ficticios, redactados a modo de panfletos para ser difundidos por toda Italia y levantar los ánimos contra la indignidad moral y los proyectos sin escrúpulos de Marco Antonio. Fueron su canto de cisne como orador y, para muchos, sus mejores piezas oratorias.


 


Las cuatro partes en las que se estructura un discurso:


1.- Exordium (exordio)

Generalmente se trataba de preparar al auditorio para que estuviera atento y favorable a lo que se iba a decir después. A veces faltaba, pero la razón es que en ese momento no era necesario, ya que la gente estaba dispuesta a escuchar.

El exordio es la parte inicial del discurso. El objetivo del exordio es ganarse la simpatía del juez hacia el asunto del discurso. El exordio proporciona la primera ocasión que tiene el orador de influir en el público y de captar su voluntad.

Hay dos tipos de exordio que dependen del grado de defendibilidad de la causa: el exordio ―normal‖ que se denomina proemium o principium y el exordium especial que recibe el nombre de epodos o insinuatio.

El proemium es la realización normal del exordio. Las fórmulas proemiales de búsqueda que le son propias son: hacer que el juez sea benévolo, dócil y atento en relación con el discurso y, por tanto, con la posición que el orador defiende.

No existen límites precisos entre las fórmulas de búsqueda. En especial, el

attentum parare y el docilem parare se hallan estrechamente vinculados.

El attentum parare pretende servir de intermediario entre el público y el asunto del discurso. Existen diversos medios o fórmulas de conseguir la atención del público:


  • el orador en el proemium debe insistir en que el asunto del que va a ocuparse en el discurso que está comenzando es de gran importancia.

  • pedir explícitamente que se preste atención

  • prometer que se tendrá brevedad

  • presentar el asunto como pertinente a los intereses del propio público

  • producir en el receptor la voluptas describiendo un objeto hermoso en el proemio.

El docilem parare pretende servir de mediador entre el grado de inteligencia del público y la complejidad del asunto en relación con el público. Consiste en que el receptor comprenda fácilmente el asunto.

El benevolum parare se halla ordenado al genus anceps (causa dudosa), ya que en un asunto en el que es difícil emitir un fallo, la benevolencia del juez puede desempeñar un papel importante. Es especialmente necesario en las causas extraordinarias. Se consigue de cuatro maneras:


  • En primer lugar se obtiene la benevolencia hablando de nosotros.

  • También se consigue que el destinatario sea benévolo en relación con la causa defendida por el orador por medio de la fórmula ab adversariorum persona (hablando de nuestros adversarios)

  • Otra fórmula es hablando de los oyentes

  • Por último está la benevolencia a causa

La otra forma de realización de exordio es la insinuatio, por la cual el orador ejerce su influencia en el destinatario por medio del empleo de dispositivos sicológicos con el fin de ponerlo de parte de la posición que defiende. La insinuatio se emplea cuando se quiere contrarrestar la influencia ejercida por el orador de la parte opuesta si éste ha hablado antes y cuando la causa que esté apoyando es difícil de defender

La falsa modestia:

En la introducción el orador debe ganarse la benevolencia, la atención y la docilidad de sus oyentes. Para lograrlo necesita una presentación modesta pero como el orador mismo tiene que poner de relieve esa modestia, acaba por hacerse afectada. Según Cicerón, es conveniente que el orador se presente en una actitud humilde y suplicante. La alusión del orador a su propia debilidad, a su escasa preparación, proviene del discurso forense, donde tiene por objeto ―captar‖ la benevolencia del juez;

La introducción del ―Orator‖ es un buen ejemplo; dice allí Cicerón, dirigiéndose a Bruto, que el tema está por encima de sus fuerzas; teme por eso la crítica de los doctos, y no puede aspirar a dar feliz término al asunto; prevé de antemano que Bruto echará de menos la circunspección necesaria, y solo accede porque la petición de su amigo es justificada.

Tales ―fórmulas de modestia‖ logran enorme difusión. El autor se excusa unas

veces de su incapacidad en general, otras de su lenguaje inculto y grosero (rusticitas).

A menudo se vincula la fórmula de modestia con la afirmación de que el autor sólo se atreve a coger la pluma porque un amigo, protector o superior se lo ha sugerido, pedido o mandado.

Tópico del exordio

Los tópicos del exordio sirven para exponer los motivos que han determinado la creación de una obra. Tuvo múltiples manifestaciones.


  • El tópico ―ofrezco cosas nuca antes dichas‖ aparece ya en la Antigüedad griega como  ―rechazo  de  los  temas  épicos  trillados‖.  Quérilo  de  Samos,  afanoso  de renovar la epopeya con asuntos históricos, consideraba ya gastadas las viejas leyendas y llamaba bienaventurados a quienes pudieron servir a las Musas cuando ―el campo estaba aun intacto‖

  • En el exordio es general también el tópico de la dedicatoria. Estacio envía un poema a su amigo Gálico para que lo lea en su convalecencia y compara este acto con un sacrificio ofrecido a los dioses. Los poetas romanos suelen designar la ―dedicatoria‖ como ―consagración‖.

  • También   es   común   el   tópico   de   que   ―el   que   posee   conocimientos   debe divulgarlos‖. Podemos encontrar antecedentes antiguos en Teognis y en Séneca.

  • ―Escribo  para  evitar  la  ociosidad‖  es  otro  razonamiento  de  base  moral  que

sanciona la licitud de la escritura

  • Con ―Todo libro, aunque malo, aprovecha‖ se defiende la utilidad (utilitas) del libro presentado al lector.

  • La ―invocación de las Musas‖ constituye otro tópico tradicional de la creación

literaria habitual del exordio. En este caso, en lugar de justificar su obra, el

escritor se dirige a las Musas en procura de inspiración, ánimo o fuerza para acometer su tarea.

  • Otra de las formas canónicas de presentar la manera en que el escritor ha accedido  a  la  historia  que  cuenta  es  la  ―falsa  traducción‖.  Distanciado  en  la figura de un refundidor que hace acopio y traslado de diversos materiales, el autor presenta el verosímil artificio del códice o cartapacio antiguo traducido, donde se contenían las hazañas que él, fielmente, relata.

  • ―No  encuentro  palabras‖.  No  necesariamente  ya  en  el  ámbito  del  exordio,  el autor, enfrentado al modo de expresar la magnitud de un hecho con palabras, recurre a menudo a la fórmula de afirmar lo inútil de tal pretensión, por cuanto el lenguaje no puede plasmar en su justa medida las realidades inefables. en último término, esta renuncia contribuye a ponderar el objeto en cuestión.

2.- Narratio (narración).

Era la parte en la que se hacía la relación de los hechos. Ésta había de ser, según los maestros antiguos, breve, clara y verosímil. Generalmente iba a continuación del exordio, ya que era el momento de indicar de qué se trataba. Es la exposición de hechos como han ocurrido o cono se supone que han ocurrido.

Por su contenido se distinguen varios narrationun genera.

  • La descripción o exposición parcial del estado de la causa ante el tribunal

  • La narración cono digresión en el discurso forense. Entra aquí, principalmente, la narración de ejemplos.

  • La narración literaria, cuyo tratamiento pertenece propiamente a la ars poetica y que se utiliza como ejercicio en la formación del orador. La narración literaria puede afectar más a los hechos o a las personas. se distinguen, pues, dos sub- genera: uno relativo a los hechos y oro a las personas


  • La narración de cosas y procesos que se subdivide en tres subespecies:


  • fábula (el relato legendario): narra hechos ni verdaderos no verosímiles. A estas materias suministradas por la tradición poética primitiva (Homero) les falta la virtud de la narratio probabilis. Su fin es el delectare.

  • historia: hechos reales alejados de nuestra época. el fin de la historia es el docere. La historia es verdadera pero necesita para su exposición literaria los medios de la narratio verosimilis.

  • Ficción: hechos imaginados pero que pudieran ocurrir. Estas materias o asuntos tienen la virtud de la narratio probabilis y su fin es el delectare.


  • La narración que se refiere a las personas debemos realizarla de modo tal que junto a los propios hechos sea posible advertir el lenguaje y el carácter de los personajes. Esta forma de narración debe ser entretenida y para ello recurriremos a la variedad de hechos, a la diversidad de sentimientos, a los cambios de fortuna…

La narración debe tener, como sea dicho, tres requisitos: breve, clara y verosímil.

Será breve si la hacemos comenzar en el punto preciso, es decir, si no nos remontamos a los acontecimientos más lejanos.

La narración será clara si presentamos los acontecimientos en el orden en que sucedieron; si mantenemos el orden cronológico de los hechos de manera que se presenten tal como ocurrieron o como creemos que pudieron ocurrir. Deberemos tener especial cuidado en evitar el desorden y la confusión, no saltar de un tema a otro, no remontarnos a los hechos más lejanos ni llegar hasta los últimos y no omitir nada de lo que convenga a la causa.

La narración será verosímil si en ella aparecen las características de la vida real; si se respeta el rango propio de los personajes, se explican las causas de los acontecimientos, se señala que aparentemente hubo ocasión para cometer los hechos y se muestra que las circunstancias eran favorables, el tiempo suficiente y el lugar oportuno para los hechos que se narran; si los hechos se ajustan a la índole de los participantes, al opinión pública y los sentimientos de los oyentes. Podremos asegurar la verosimilitud siguiendo estos principios.

La narración es inútil cuando nuestros adversarios han expuesto los hechos y no sirve de nada repetirlos o exponerlos de manera diferente.

La narración esta fuera de lugar cuando no ocupa en el discurso la posición del tema. La narración no se presenta de manera adecuada a la causa cuando exponemos de forma clara y elegante lo que beneficia a nuestros adversarios o decimos de manera confusa y descuidada lo que nos ayuda a nosotros. Para evitar ese defecto hemos de dirigir todo hacia el interés de la propia causa, pasando por lo alto siempre que podamos las circunstancias desfavorables, mencionándolas de pasada cuando nos veamos obligados a ello y explicando con brillantez y claridad lo que nos sea favorable.




3.- Argumentatio (argumentación)

Era una de las partes más importantes del discurso. Algunos autores hablan de una división en dos: confirmatio (pruebas positivas) y refutatio (respuesta a los argumentos del adversario), que no siempre se distinguen.

La argumentatio consiste en la presentación de las pruebas pertinentes a la utilidad de la causa, esto es, favorables desde la perspectiva de la posición del orador y también en la destrucción de las pruebas de la parte contraria.

Dicha presentación de pruebas propias es la probatio (confirmatio) y la refutatio (confutatio, reprehensio).

La argumentación es el centro del discurso: el exordio y la narración tienen como finalidad la preparación del destinatario y la presentación al mismo de informaciones en función de la aceptación por parte de este de la posición argumentativa que establece el orador. Dicha posición consiste en la afirmación de determinadas pruebas, que favorecen a la causa y en la negación de otras, las que se oponen a la causa, y para que esa posición pueda ser aceptada son necesarios un exordio adecuado y una narración convincente como pasos previos a una argumentación sólida. Por todo ello, la argumentatio es, ―la parte nuclear y decisiva del discurso‖.

El estudio de la argumentación es, ante todo, el de las pruebas que son aportadas en apoyo de la causa.

Los argumenta son las más importantes de las pruebas artificiales, habiéndose llegado a llamar genéricamente argumentos a las pruebas, si bien Quintiliano reservó el término argumenta para una clase de las pruebas artificiales, la que ahora es objeto de estudio.

Lausberg analiza y clasifica los argumenta primero formalmente y después atendiendo a su contenido.

El método del argumentum es la ratiocinatio. El silogismo es la forma más perfecta de la ratiocinatio. El entimema, en cambio, es una forma imperfecta de silogismo.

Los loci argumentorum, responden al contenido frente a la ratiocinatio que es de índole lógico-formal. Son los lugares sistemáticamente establecidos en los que el orador   busca   ideas   pertinentes   a   la   causa.   ―Los   loci   son,   pues,   fórmulas   de investigación, y en su conjunto constituyen depósitos de ideas de los que se pueden tomar los pensamientos que convenga‖.



6.- Peroratio (peroración o epílogo)

Era la parte más necesaria del discurso, y donde el orador se permitía el mayor patetismo para conseguir lo que pretendía. En algunas ocasiones los oradores hacían una recapitulatio, un resumen o recuerdo somero de la argumentación.


 

Las cinco partes del proceso que exige un discurso:


El proceso elaborativo del discurso se inicia con la materia bruta que se va elaborando hasta llegar a la declamación en público del discurso. En este proceso se distinguen cinco fases: invención, disposición, elocución, memoria y pronunciación o acción.

En  la  ―retórica  a  Herenio‖  se  definen  así:  ―La  invención  es  la  capacidad  de encontrar argumentos verdaderos o verosímiles que hagan convincente la causa. La disposición ordena y distribuye los argumentos y muestra el lugar en que debe ser situado cada uno de ellos. El estilo (elocución) sirve para adaptar a los argumentos de la invención las palabras y fases apropiadas. La memoria consiste en retener con seguridad las ideas y las palabras y su disposición. La representación es la capacidad de regular de manera agradable la voz, el rostro y los gestos”.

En el De oratore Cicerón explica las cinco partes del proceso que exige el discurso:


Inventio: o búsqueda de los correspondientes argumentos. La Inventio es el

―encuentro  o  hallazgo‖  de  las  ideas.  Es  un  proceso  productivo  creador:  consiste  en extraer las posibilidades de desarrollo de las ideas contenidas más o menos ocultamente en la res. Naturalmente, es un proceso parcial: se extrae de la res aquello que favorece a la propia causa.


Dispositio: o distribución adecuada de esos argumentos, encadenando unos con

otros.


Elocutio: o arte de adornar las ideas dándoles la sintaxis precisa. La elocutio

traslada al lenguaje las ideas halladas en la inventio y ordenadas por la dispositio.


El binomio res et verba que determina el discurso se reparte entre las partes de la retórica de tal suerte que la inventio afecta a la res, la elocutio se ocupa de los verba, mientras que la dispositio se refiere tanto a las res como a los verba.


La elocutio suministra el ―ropaje lingüístico‖, la materialización, la ―encarnación‖

de las ideas.


Como la elocutio se refiere a la formulación lingüística se halla emparentada con la gramática. Los preceptos de la elocutio se clasifican en dos grupos:


  • preceptos relativos a las palabras aisladas (verba singula)

  • preceptos que afectan a las palabras agrupadas en función sintáctica (verba coniuncta)


Aunque el conjunto de las ―virtudes‖ de la elocución varía notablemente de unos

atores a otros, el sistema más comúnmente aceptado está formado por:

  • una virtud gramatical: pureza o corrección idiomática

  • tres virtudes retóricas: claridad, ornato y decoro.


A   dichas   virtudes,   así   como   a   sus   correspondientes   ―vicios‖,   se   referirán constantemente gramáticos, tratadistas de retórica y hasta tratadistas de poética de todas las épocas.


Memoria: La cuarta fase es la memoria y se refiere, evidentemente, a la memorización del discurso una vez elaborado y puesto por escrito. Al hecho de recordar cada dato en su lugar apropiado No obstante, la inclusión de la memoria entre las fases del discurso fue cuestión bastante discutida desde muy pronto, hasta el punto de que hubo quienes directamente la eliminaron de la preceptiva retórica.


Actio: La quinta fase es la actio, la exteriorización del discurso, y comprende tanto la pronunciación -con sus cualidades y defectos también, igual que la elocutio- como la gestualización, igualmente con cualidades y defectos catalogados.


 


- Escribe una de las metamorfosis del libro “las metamorfosis” de Ovidio.


Apolo y Dafne


Apolo y Dafne. Cornelio del Vos. Madrid, Museo del Prado


Dafne, nombre que en griego significa laurel, era una ninfa hija del dios-río Peneo que transcurre por la región de Tesalia. El dios Apolo amaba a Dafne con una gran pasión pero la ninfa no le correspondía y le esquivaba. En una ocasión Apolo perseguía a Dafne y ésta huía hacia las montañas para evitarlo. Cuando el dios estaba a punto de alcanzarla, la joven dirigió una plegaria a su padre o bien a Zeus, suplicándole que la metamorfoseara para poder escapar al asedio del dios. Su petición fue escuchada y concedida, y al momento la joven comenzó a transformarse en un laurel. De sus pies iban saliendo raíces y sus extremidades se convertían en frondosas ramas del árbol que desde ese momento fue el consagrado al dios Apolo y pasó a representarlo.

(Libro I)


El primer amor de Febo: Dafne la Peneia, el cual no el azar ignorante se lo dio, sino la salvaje ira de Cupido. El Delio a él hacía poco, por su vencida sierpe soberbio, le había visto doblando los cuernos al tensarle el nervio, 455 y: «¿Qué tienes tú que ver, travieso niño, con las fuertes armas?», había dicho; «ellas son cargamentos decorosos para los hombros nuestros, que darlas certeras a una fiera, dar heridas podemos al enemigo, que, al que ahora poco con su calamitoso vientre tantas yugadas hundía,

hemos derribado, de innumerables saetas henchido, a Pitón. 460 Tú con tu antorcha no sé qué amores conténtate con irritar, y las alabanzas no reclames nuestras». El hijo a él de Venus: «Atraviese el tuyo todo, Febo, a ti mi arco», dice, «y en cuanto los seres ceden todos al dios, en tanto menor es tu gloria a la nuestra». 465 Dijo, y rasgando el aire a golpes de sus alas, diligente, en el sombreado recinto del Parnaso se posó, y de su saetífera aljaba aprestó dos dardos de opuestas obras: ahuyenta éste, causa aquél el amor. El que lo causa de oro es y en su cúspide fulge aguda. 470 El que lo ahuyenta obtuso es y tiene bajo la caña plomo. Éste el dios en la ninfa Peneide clavó, mas con aquél hirió de Apolo, pasados a través sus huesos, las médulas. En seguida el uno ama, huye la otra del nombre de un amante, de las guaridas de las espesuras, y de los despojos de las cautivas 475 fieras gozando, y émula de la innupta Febe. Con una cinta sujetaba, sueltos sin ley, sus cabellos. Muchos la pretendieron; ella, evitando a los pretendientes, sin soportar ni conocer varón, bosques inaccesibles lustra y de qué sea el Himeneo, qué el amor, qué el matrimonio, no cura. 480 A menudo su padre le dijo:

«Un yerno, hija, me debes». A menudo su padre le dijo: «Me debes, niña, unos nietos». Ella, que como un crimen odiaba las antorchas conyugales, su bello rostro teñía de un verecundo rubor y de su padre en el cuello prendiéndose con tiernos brazos: 485

«Concédeme, genitor queridísimo» le dijo, «de una perpetua virginidad disfrutar: lo concedió su padre antes a Diana». Él, ciertamente, obedece; pero a ti el decor este, lo que deseas que sea, prohíbe, y con tu voto tu hermosura pugna. Febo ama, y al verla desea las nupcias de Dafne, 490 y lo que desea espera, y sus propios oráculos a él le engañan; y como las leves pajas sahúman, despojadas de sus aristas, como con las antorchas los cercados arden, las que acaso un caminante o demasiado les acercó o ya a la luz abandonó, así el dios en llamas se vuelve, así en su pecho todo 495 él se abrasa y estéril, en esperando, nutre un amor. Contempla no ornados de su cuello pender los cabellos y « ¿Qué si se los arreglara?», dice. Ve de fuego rielantes, a estrellas parecidos sus ojos, ve sus labios, que no es con haber visto bastante. Alaba sus dedos y manos 500 y brazos, y desnudos en más de media parte sus hombros: lo que oculto está, mejor lo supone. Huye más veloz que el aura ella, leve, y no a estas palabras del que la revoca se detiene:     « ¡Ninfa, te lo ruego, del Peneo, espera! No te sigue un enemigo;

¡ninfa, espera! Así la cordera del lobo, así la cierva del león, 505 así del águila con ala temblorosa huyen las palomas, de los enemigos cada uno suyos; el amor es para mí la causa de seguirte. Triste de mí, no de bruces te caigas o indignas de ser heridas tus piernas señalen las zarzas, y sea yo para ti causa de dolor. Ásperos, por los que te apresuras, los lugares son: más despacio te lo ruego 510 corre y tu fuga modera, que más despacio te persiga yo. A quién complaces pregunta, aun así; no un paisano del monte, no yo soy un pastor, no aquí ganados y rebaños, hórrido, vigilo. No sabes, temeraria, no sabes de quién huyes y por eso huyes. A mí la délfica tierra, 515 y Claros, y Ténedos, y los palacios de Pátara me sirven; Júpiter es mi padre. Por mí lo que será, y ha sido, y es se manifiesta; por mí concuerdan las canciones con los nervios. Certera, realmente, la nuestra es; que la nuestra, con todo, una saeta más certera hay, la que en mi vacío pecho estas heridas hizo. 520 Hallazgo la medicina mío es, y auxiliador por el orbe se me llama, y el poder de las hierbas sometido está a nos: ay de mí, que por ningunas hierbas el amor es sanable, y no sirven a su dueño las artes que sirven a todos».     Del que más iba a hablar con tímida carrera la Peneia 525 huye, y con él mismo sus palabras inconclusas deja atrás, entonces también pareciendo hermosa; desnudaban su cuerpo los vientos, y las brisas a su encuentro hacían vibrar sus ropas, contrarias a ellas, y leve el aura atrás daba, empujándolos, sus cabellos, y acrecióse su hermosura con la huida. Pero entonces no soporta más 530 perder sus ternuras el joven dios y, como aconsejaba el propio amor, a tendido paso sigue sus plantas. Como el perro en un vacío campo cuando una liebre, el galgo, ve, y éste su presa con los pies busca, aquélla su salvación: el uno, como que está al cogerla, ya, ya

tenerla 535 espera, y con su extendido morro roza sus plantas; la otra en la ignorancia está de si ha sido apresada, y de los propios mordiscos se arranca y la boca que le toca atrás deja: así el dios y la virgen; es él por la esperanza raudo, ella por el temor. Aun así el que persigue, por las alas ayudado del amor, 540 más veloz es, y el descanso niega, y la espalda de la fugitiva acecha, y sobre su pelo, esparcido por su cuello, alienta. Sus fuerzas ya consumidas palideció ella y, vencida por la fatiga de la rápida huida, contemplando las ondas: «Préstame, padre», dice, «ayuda; si las corrientes numen tenéis, 545 por la que demasiado he complacido, mutándola pierde mi figura». Apenas la plegaria acabó un entumecimiento pesado ocupa su organismo, se ciñe de una tenue corteza su blando tórax, en fronda sus pelos, en ramas sus brazos crecen, el pie, hace poco tan veloz, con morosas raíces se prende, 550 su cara copa posee: permanece su nitor solo en ella. A ésta también Febo la ama, y puesta en su madero su diestra siente todavía trepidar bajo la nueva corteza su pecho, y estrechando con sus brazos esas ramas, como a miembros, besos da al leño; rehúye, aun así, sus besos el leño. 555 Al cual el dios: «Mas puesto que esposa mía no puedes ser, el árbol serás, ciertamente», dijo, «mío. Siempre te tendrán a ti mi pelo, a ti mis cítaras, a ti, laurel, nuestras aljabas. Tú a los generales lacios asistirás cuando su alegre voz el triunfo cante, y divisen los Capitolios las largas pompas. 560 En las jambas augustas tú misma, fidelísisma guardiana, ante sus puertas te apostarás, y la encina central guardarás, y como mi cabeza es juvenil por sus intonsos cabellos, tú también perpetuos siempre lleva de la fronda los honores». Había acabado Peán: con sus recién hechas ramas la láurea 565 asiente y, como una cabeza, pareció agitar su copa.

Diana y Acteón

Diana y Acteón. Pintor de Pan. Crátera. Principios del siglo V. a C..


La diosa Ártemis-Diana es la protectora de la caza, su actividad habitual. En este cometido recorría bosques y montes acompañada de su séquito de ninfas. Cuando estaban cansadas y sudorosas tras el ejercicio solían descansar en las orillas de remansos de los ríos o fuentes rumorosas y aprovechaban para tomar un baño. Las diosas eran muy celosas de su intimidad y no podían ser vistas en su desnudez por ningún mortal so pena de arrostrar el castigo correspondiente.

Esto le ocurrió a Acteón, un joven de la familia real de Tebas, educado por el centauro Quirón, que practicando un día en el monte Citerón su actividad favorita, la caza, encaminó involuntariamente sus pasos hasta el lugar donde la diosa y sus ninfas tomaban un baño. El joven no se retiró sino que se quedó contemplando la escena con sus mortales ojos, extasiado ante la visión de la belleza de la diosa.

Ártemis, irritada al sentirse observada, lo castiga duramente: lo convierte en un ciervo y excita contra él a los perros que integraban su jauría. Acteón conserva su consciencia humana e intenta hablar con los perros que no lo reconocen y se abalanzan sobre él, desoyendo los sonidos lastimeros que el ciervo emitía en su deseo de que lo reconocieran. Luego buscan desesperados a su amo por todo el bosque hasta llegar a la cueva donde habitaba Quirón quien, para consolarlos, modeló una estatua a imagen de Acteón y se la mostró.

(Libro II)


La primera tu nieto, entre tantas cosas para ti, Cadmo, propicias, causa fue de luto, y unos ajenos cuernos a su frente

añadidos; y vosotras, canes saciadas de una sangre dueña vuestra. 140

Mas, bien si buscas, de la fortuna un crimen en ello,

no una abominación hallarás, pues, ¿qué abominación un error tenía?

El monte estaba infecto de la matanza de variadas fieras,

y, ya el día mediado, de las cosas había contraído las sombras,

y el sol por igual de sus metas distaba ambas, 145

cuando el joven, por desviadas guaridas a los que vagaban,

a los partícipes de sus trabajos, con plácida boca llama, el hiantio:

«Los linos chorrean, compañeros, y el hierro, de crúor de fieras, y fortuna el día tuvo bastante. La siguiente Aurora

cuando, transportada por sus zafranadas ruedas, la luz reitere, 150

el propuesto trabajo retomaremos; ahora Febo de ambas tierras lo mismo dista, y hiende con sus vapores los campos. Detened el trabajo presente y nudosos levantad los linos». Las órdenes los hombres hacen e interrumpen su labor.

Un valle había, de píceas y agudo ciprés denso, 155

por nombre Gargafie, a la ceñida Diana consagrado, del cual en su extremo receso hay una caverna boscosa, por arte ninguna labrada: había imitado al arte

con el ingenio la naturaleza suyo, pues, con pómez viva

y leves tobas, un nativo arco había trazado. 160

Un manantial suena a diestra, por su tenue onda perlúcido,

y por una margen de grama estaba él en sus anchurosas aberturas ceñido.

Aquí la diosa de las espesuras, de la caza cansada, solía sus virgíneos miembros con líquido rocío regar.

El cual después que alcanzó, de sus ninfas entregó a una, 165

la armera, su jabalina y su aljaba y sus arcos destensados. Otra ofreció al depuesto manto sus brazos.

Las ligaduras dos de sus pies quitan; pues más docta que ellas la isménide Crócale, esparcidos por el cuello sus cabellos,

los traba en un nudo, aunque los había ella sueltos. 170

Recogen licor Néfele y Híale y Ránide,

y Psécade, y Fíale, y lo vierten en sus capaces urnas.

Y mientras allí se lava la Titania en su acostumbrada linfa, he aquí que el nieto de Cadmo, diferida parte de sus labores,

por un bosque desconocido con no certeros pasos errante, 175

llega a esa floresta: así a él sus hados lo llevaban.

El cual, una vez entró, rorantes de sus manantiales, en esas cavernas, como ellas estaban, desnudas sus pechos las ninfas se golpearon

al verle un hombre, y con súbitos aullidos todo

llenaron el bosque, y a su alrededor derramadas a Diana 180

con los cuerpos cubrieron suyos; aun así, más alta que ellas la propia diosa es, y hasta el cuello sobresale a todas.

El color que, teñidas del contrario sol por el golpe, el de las nubes ser suele, o de la purpúrea aurora,

tal fue en el rostro, vista sin vestido, de Diana. 185

La cual, aunque de las compañeras por la multitud rodeada suyas, a un lado oblicuo aun así se estuvo y su cara atrás

dobló y, aunque quisiera prontas haber tenido sus saetas, las que tuvo, así cogió aguas y el rostro viril

regó con ellas, y asperjando sus cabellos con vengadoras ondas, 190

añadió estas, del desastre futuro prenunciadoras, palabras:

«Ahora para ti, que me has visto dejado mi atuendo, que narres

-si pudieras narrar- lícito es». Y sin más amenazar, da a su asperjada cabeza del vivaz ciervo los cuernos,

da espacio a su cuello y lo alto aguza de sus orejas, 195

y con pies sus manos, con largas patas muta

sus brazos, y vela de maculado vellón su cuerpo;

añadido también el pavor le fue. Huye de Autónoe el héroe, y de sí, tan raudo, en la carrera se sorprende misma.

Pero cuando sus rasgos y sus cuernos vio en la onda: 200

«Triste de mí», a decir iba: voz ninguna le siguió.

Gimió hondo: su voz aquélla fue, y lágrimas por una cara no suya fluyeron; su mente solamente prístina permaneció.

¿Qué haría? ¿Volvería, pues, a su casa y a sus reales techos,

o se escondería en los bosques? El temor esto, el pudor le impide aquello. 205

Mientras duda, lo vieron los canes, y el primero Melampo e Icnóbates el sagaz con su ladrido señales dieron:

gnosio Icnóbates, de la espartana gente Melampo.

Después se lanzan los otros, que la arrebatadora brisa más rápido,

Pánfago y Dorceo y Oríbaso, árcades todos, 210

y Nebrófono el vigoroso y el atroz, con Lélape, Terón, y por sus pies Ptérelas, y por sus narices útil Agre,

e Hileo el feroz, recién golpeado por un jabalí,

y de un lobo concebida Nape, y de ganados perseguidora

Pémenis, y de sus nacidos escoltada Harpía dos, 215

y atados llevando sus ijares el sicionio Ladón, y Dromas y Cánaque y Esticte y Tigre y Alce, y de níveos Leucón, y de vellos Ásbolo negros,

y el muy vigoroso Lacón, y en la carrera fuerte Aelo,

y Too y veloz, con su chipriota hermano, Licisca, 220

y en su negra frente distinguido en su mitad con un blanco, Hárpalo, y Melaneo, e hirsuta de cuerpo Lacne,

y de padre dicteo pero de madre lacónide nacidos Labro y Agriodunte, y de aguda voz Hiláctor,

y cuantos referir largo es: esa multitud, con deseo de presa, 225

por acantilados y peñas y de acceso carentes rocas,

y por donde quiera que es difícil, o por donde no hay ruta alguna, le persiguen. Él huye por los lugares que él había muchas veces perseguido,

ay, de los servidores huye él suyos. Gritar ansiaba:

«¡Acteón yo soy, al dueño conoced vuestro!». 230

Palabras a su ánimo faltan: resuena de ladridos el éter. Las primeras heridas Melanquetes en su espalda hizo,

las próximas Teródamas, Oresítropo prendióse en su antebrazo: más tarde había salido, pero por los atajos del monte

anticipada la ruta fue; a ellos, que a su dueño retenían, 235

la restante multitud se une y acumula en su cuerpo sus dientes. Ya lugares para las heridas faltan; gime él, y un sonido, aunque no de un hombre, cual no, aun así, emitir pueda

un ciervo, tiene, y de afligidas quejas llena los cerros conocidos,

y con las rodillas inclinadas, suplicante, semejante al que ruega, 240

alrededor lleva, tácito, como brazos, su rostro.

Mas sus compañeros la rabiosa columna con sus acostumbrados apremios, ignorantes, instigan, y con los ojos a Acteón buscan,

y, como ausente, a porfía a Acteón llaman

-a su nombre la cabeza él vuelve- y de que no esté se quejan 245

y de que no coja, perezoso, el espectáculo de la ofrecida presa. Querría no estar, ciertamente, pero está, y querría ver,

no también sentir, de los perros suyos los fieros hechos.

Por todos lados le rodean, y hundidos en su cuerpo los hocicos

despedazan a su dueño bajo la imagen de un falso ciervo, 250

y no, sino terminada por las muchas heridas su vida, la ira se cuenta saciada, ceñida de aljaba, de Diana.


 






Itsukushima Shrine.

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