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Libro de Proverbios, 8 20, de la Biblia. "Yo camino por la senda de la justicia, por los senderos de la equidad."

viernes, 23 de diciembre de 2016

378.-Historia General de América de Luis Alberto Sanchez; Claudio Sánchez-Albornoz.-a


Luis Alberto Bustamante Robin; Jose Guillermo Gonzalez Cornejo; Jennifer Angelica Ponce Ponce; Francia Carolina Vera Valdes;  Carolina Ivonne Reyes Candia; Mario Alberto  Correa Manríquez; Enrique Alejandro Valenzuela Erazo; Gardo Francisco Valencia Avaria; Alvaro Gonzalo  Andaur Medina; Carla Veronica Barrientos Melendez;  Luis Alberto Cortes Aguilera; Ricardo Adolfo  Price Toro;  Julio César  Gil Saladrina; Ivette Renee Mourguet Besoain; Marcelo Andres Oyarse Reyes; Franco Gonzalez Fortunatti; Patricio Ernesto Hernández Jara;  Demetrio Protopsaltis Palma; Katherine Alejandra Del Carmen  Lafoy Guzmán;Francia Marisol Candia Troncoso; María Francisca Palacio Hermosilla; 

  


Luis Alberto Félix Sánchez Sánchez (Lima, 12 de octubre de 1900 - Lima, 6 de febrero de 1994) fue un escritor, abogado, historiador, periodista, crítico literario, traductor y político peruano.

Biografía

Sus padres fueron Alberto Leandro Sánchez Blanco y Carmen M. Sánchez Patiño. Fue bautizado en la parroquia de San Marcelo y sus padrinos fueron Domingo Olavegoya y Carmen Blanco.


En 1908, ingresó al Colegio Sagrados Corazones Recoleta. Al año siguiente, a los nueve años, escribió su primer cuento, Los ladrones audaces, que publicó en el Boletín de la Recoleta.

En 1916, todavía siendo escolar, colaboró en las revistas literarias Lux y Ariel, ocasión en la que entabló amistad con Abraham Valdelomar, José Carlos Mariátegui, Ladislao Meza y otros escritores.
En 1917 ingresó a la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, donde se graduó de bachiller en Letras (1920) y de doctor en Historia, Filosofía y Letras (1922). Luego estudió Derecho en la misma Universidad donde se tituló de abogado (1926).
Conjuntamente con Raúl Porras Barrenechea y Jorge Guillermo Leguía fue uno de los principales animadores del Conversatorio Universitario fundado en 1919 con la participación, entre otros, de Víctor Raúl Haya de la Torre, Jorge Basadre, Carlos Moreyra y Paz Soldán, Ricardo Vegas García y José Luis Llosa Belaúnde. Su propósito fue impulsar la investigación histórica sobre temas de la Independencia del Perú.
En 1921 ingresó como profesor del Colegio Alemán, en el que estuvo hasta 1931. Ahí tuvo como alumnos a los escritores Martín Adán, Emilio Adolfo Westphalen y Estuardo Núñez, a los educadores Felipe Alarco Larrabure y Carlos Cueto Fernandini y a los diplomáticos Alberto Wagner y Guillermo Lohmann, entre otros.

En 1926 se casó con Mercedes Vargas Quintanilla. El 26 de marzo de 1927 se inició en la cátedra universitaria en San Marcos. Paralelamente se dedicó al ejercicio de la abogacía y el periodismo. En 1930 fue elegido Presidente de la Asociación Nacional de Periodistas.
En 1928 fue nombrado subdirector de la Biblioteca Nacional del Perú, de la que había sido secretario desde los 19 años. Ese mismo año fue hecho miembro del Instituto Histórico del Perú.
En 1931 se afilió al Partido Aprista Peruano, del cual fue uno de sus más importantes líderes. En ese mismo año fue elegido diputado al Congreso Constituyente, que se instaló al iniciarse el gobierno del presidente Luis Miguel Sánchez Cerro. Poco después fue apresado y deportado, al igual que el resto de los miembros de la Célula Parlamentaria Aprista (1932). Trabajó como profesor visitante y periodista en Cuba, Centroamérica y Ecuador. En 1933 retornó al país al amparo de la amnistía decretada por el gobierno de entonces (el de Óscar R. Benavides). Asumió entonces la dirección del diario La Tribuna, vocero del aprismo. Pero al reiniciarse la persecución antiaprista, fue nuevamente deportado en noviembre de 1934.

Se trasladó a Chile, donde se desempeñó como subdirector y luego director de la Editorial Ercilla. Simultáneamente, ejerció la docencia en la Universidad de Chile (1935 y 1937-1938) y dictó cursos y conferencias en distintas ciudades del continente.
En 1943 retornó al país y en 1945 fue elegido diputado por Lima. En abril de 1946 es elegido decano de la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y, poco tiempo después, rector de la Universidad para el período de 1946 a 1951; como tal, actualizó el proyecto del rector Manuel Vicente Villarán, para la construcción de la Ciudad Universitaria.
A finales de 1946 fue nombrado jefe de la delegación peruana en la Unesco.
En 1948, el gobierno de José Luis Bustamante y Rivero, declaró ilegal al APRA, acusándolo por su participación en la frustrada rebelión del 3 de octubre de 1948. Al día siguiente el Ministro de Educación informó que Sánchez estaba impedido de continuar en funciones de rector. El 13 de octubre Sánchez partió por tercera vez al exilio.

Durante su destierro laboró como profesor universitario en diversos países como México, Puerto Rico, Cuba, Guatemala, Uruguay, Panamá, Colombia, Venezuela, Francia y Estados Unidos. Al retornar el Perú a la senda democrática, Sánchez regresó al país y a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. En ella se desempeñó como decano interino de la Facultad de Letras (1958). El 26 de abril de 1961 la Asamblea Universitaria lo eligió por segunda vez rector para el período 1961-1963.
En 1962 Sánchez fue electo Senador pero el golpe de Estado de aquel año impidió el funcionamiento del Congreso. Al año siguiente volvió a ser elegido para integrar la Cámara Alta para el periodo 1963-1969. Fue elegido Presidente del Senado en 1966; ese mismo año, la asamblea de San Marcos lo eligió por tercera vez como rector. El golpe de estado del general Juan Velasco Alvarado puso fin a su periodo como senador, así como a su rectorado en San Marcos. Las denuncias de estudiantes y docentes de oposición debido a supuestos actos de autoritarismo y corrupción, que llegaron a articularse en un movimiento dentro de la casa de estudios sanmarquina, motivaron a que cesara en su cargo de rector.

Durante los años del Gobierno Militar se dedicó principalmente a sus trabajos literarios y al periodismo.
Retornó a las labores legislativas al ser elegido miembro de la Asamblea Constituyente (1978-1979), de la cual fue Primer Vicepresidente y Presidente de la Comisión Principal. A raíz de la enfermedad del Presidente de la Asamblea, Víctor Raúl Haya de la Torre, se encargó de su conducción durante el transcurso del debate constitucional.
Sánchez volvió a ser elegido Senador en las elecciones generales de 1980. Durante su gestión fue presidente de la comisión de Constitución y Derechos Humanos del Senado.
En las elecciones de 1985 postuló para Primer Vicepresidente de la República en la fórmula electoral aprista encabezada por Alan García, resultando elegido. En mayo de 1989, García lo nombró Presidente del Consejo de Ministros y Ministro de la Presidencia, cargo al que renunció en setiembre del mismo año.
En las elecciones de 1990 fue elegido Senador, pero sus labores legislativas se vieron interrumpidas por el autogolpe de 1992.
Tuvo dos hijos con Mercedes Vargas, su primera esposa: Luisa y Luis Alberto. Su segunda esposa aportó cuatro hijos a su segundo matrimonio los cuales recibieron el apellido Sánchez, así como sus dos hijos sanguíneos recibieron como segundo apellido Dergán.
Falleció el 6 de febrero de 1994 y fue sepultado en el cementerio de La Molina.

Su obra escrita.
libro

Es un autor muy prolífico, pues ha publicado más de un centenar de libros, los cuales abarcan distintos géneros: crítica literaria, crítica histórica, historia, biografía novelada, política, ensayo, novela y poesía.
Ha colaborado también en numerosos diarios, revistas y otras publicaciones periódicas del Perú y de otros países.
Ha sido el primero en esbozar una visión total y orgánica sobre la historia de la literatura peruana, a tal punto que el crítico Washington Delgado lo califica como el verdadero fundador de la historia literaria del Perú. En ese rubro su obra representativa es La literatura peruana. Derrotero para una historia cultural del Perú, publicada por primera vez entre 1929 y 1936, siendo reeditada y ampliada varias veces, hasta 1975, en que salió la definitiva edición, en 5 tomos.
Varios de sus escritos se consagran a la vida y obra del escritor Manuel González Prada, incluyendo la publicación de sus obras completas. También hizo estudios particulares sobre diversos autores peruanos, destacando los del Inca Garcilaso de la Vega, Manuel Ascencio Segura, José Santos Chocano, Pedro de Peralta y Barnuevo y Abraham Valdelomar.

Entre sus ensayos históricos destacan la Historia general de América (Santiago de Chile, 1942, en dos volúmenes; siendo varias veces editada, hasta una edición final en 4 volúmenes, Lima, 1985), El Perú: nuevo retrato de un país adolescente (Buenos Aires, 1958), América, desde la revolución emancipadora hasta nuestros días (México, 1975) y Fuentes documentales sobre la ideología de la emancipación nacional (1980).

Destacan también sus memorias que publicó bajo el título de Testimonio personal; memorias de un peruano del siglo XX (6 volúmenes, 1969-1988); y sus escritos de política partidaria, como Apuntes para una biografía del Apra (3 volúmenes, Lima, 1978-1981)


  

Historia general de América.





(Santiago de Chile, 1942) Los tres volúmenes que constituyen esta edición presentan una versión actualizada de la Historia de América Latina. Una visión que integra las características de cada región del continente y los acontecimientos para comprender la historia en su conjunto. Así el lector podrá ver que a menudo sucesos que parecían desconectados y anárquicos constituyen partes de un mismo caso. Las guerras intestinas e intracontinentales, lejos de constituir factores de desinteligencia absoluta, son elementos de futuras coincidencias. En esta edición, Luis Alberto Sánchez pretende ofrecerle al lector y al estudiante, una imagen desapasionada y lo más completa posible de nuestra evolución continental, desde los tiempos precolombinos hasta los de nuestra recomposición republicana y el comienzo de una nueva etapa económica, política y social.


Introducción 


América es el segundo continente más grande de la Tierra, después de Asia. Ocupa gran parte del hemisferio occidental del planeta. Se extiende desde el océano Ártico por el norte hasta las islas Diego Ramírez por el sur, en la confluencia de los océanos Atlántico y Pacífico, los cuales a su vez delimitan al continente por el este y el oeste, respectivamente.

Con una superficie de más de 43 316 000 km², es la segunda masa de tierra más grande del globo (la primera es la parte no insular de Eurafrasia), cubriendo el 8 % de la superficie total del planeta y el 28.4 % de la tierra emergida, y además concentrando cerca del 12.5 % de la población humana. 


Las mayores aglomeraciones urbanas de América son Ciudad de México, Nueva York, São Paulo, Los Ángeles, Río de Janeiro, Buenos Aires, Lima y Bogotá.


Debido a su gran tamaño y sus características geográficas, en algunas culturas, América se divide tradicionalmente en América del Norte, América Central, y América del Sur.​ Algunos geógrafos consideran a América Central como una subregión dentro de América del Norte. 

Atendiendo a sus características culturales, se distingue una América Anglosajona y América Latina; además, también existe la América Danesa, y la Holandesa.


Historia.


La historia de América se refiere al conjunto de sucesos relativos al continente americano, incluidas las Antillas y demás algunas islas próximas, desde que fue poblado por los primeros seres humanos hasta la actualidad.


América fue poblada desde el Asia oriental y evolucionó durante miles de años sin tener contacto con otros continentes, estableciéndose diversas culturas a lo largo de todo su territorio y generando sus propias revoluciones neolíticas. 

El continente fue descubierto por los europeos el 12 de octubre de 1492 gracias al genovés Cristóbal Colón que zarpó con tres carabelas desde el Puerto de Palos de España; y navegó durante 71 días hasta avistar tierra firme. 


La historia del continente es vasta y compleja, pero se puede dividir en los siguientes períodos:


El periodo precolombino. Es el tiempo anterior a la llegada de los europeos, en el siglo XV. Durante este periodo, las culturas indígenas americanas se desarrollaron en diferentes regiones del continente: los aztecas y los mayas en América del Norte y América Central, los incas en los Andes y un gran número de pueblos nómades distribuidos por todo el continente. Estas culturas se caracterizaban por poseer sus propias religiones, lenguas, costumbres, economía, tecnologías y organización política.


El periodo colonial. Comenzó con la llegada de los europeos en el siglo XV y duró hasta principios del siglo XIX. Durante este tiempo, las potencias europeas colonizaron América e impusieron diferentes sistemas políticos, religiones y lenguas en todo el continente. España y Portugal fueron los principales colonizadores de América Latina, mientras que Francia, Inglaterra y Holanda colonizaron América del Norte y el Caribe. Como consecuencia de la colonización europea, las matanzas, las condiciones de trabajo y la expansión de enfermedades, se produjo un verdadero genocidio de los pueblos originarios de América durante este período. 


El periodo de los estados independientes. Comenzó en el siglo XVIII, cuando los países americanos comenzaron a luchar por su independencia y formaron sus propias naciones. Durante este periodo los países americanos experimentaron una serie de cambios políticos, económicos y sociales como la abolición de la esclavitud, la lucha por la igualdad de derechos y la modernización económica y social..

Todavía quedan dependencias de los paises europeos, en el continente. 


  

La Prehistoria americana.


La Prehistoria americana comienza desde el momento en el cual los primeros pueblos procedentes de las estepas siberianas cruzaron hacia Alaska hace 40 000 años aproximadamente hasta el desarrollo de las civilizaciones americanas en el siglo iii. Todo ese tiempo, que corresponde en la prehistoria universal al Paleolítico, Mesolítico, Neolítico y la Edad de los Metales, se divide en tres periodos: Paleoíndio, Arcaico y Formativo.


El período paleoíndio es la era más larga de la prehistoria americana. Parte desde el advenimiento de los primeros pueblos asiáticos al cruzar el Puente de Beringia hace entre 20 000 a 40 000 años hasta hace 10 000 años con el descubrimiento de la Agricultura en Mesoamérica. Esta teoría es materia de polémica e intenso estudio, porque, como ya se mencionó, yacimientos de más de 15 000 años de antigüedad no se han determinado con certeza ni siquiera en otros continentes. De acuerdo al avance de los estudios, no se puede decir con certeza qué bloque americano fue poblado primero, de acuerdo a las evidencias de yacimientos tan antiguos tanto en Mesoamérica como en Suramérica. 

La mayor certeza en cambio acerca del período paleoíndio, lo constituye la llamada Cultura Clovis. Si bien hasta mediados del siglo xx fue considerada la más antigua de las culturas americanas con dataciones de más de 13 000 años (hacia el fin de la última glaciación), las excavaciones realizadas a partir de la segunda mitad del siglo han revelado la existencia de culturas más antiguas (Pre-clovis). Pero aun así, la Cultura Clovis permanece aquella de la cual se posee más información. Característica de dicha cultura es la punta de las lanzas líticas denominada punta clovis y que para los expertos posee un grado de belleza y perfección no habitual en épocas prehistóricas. 

La abundancia de puntas clovis con restos de mamuts lleva a la conclusión que este era el animal de caza de dicho pueblo paleoíndio y ello les ha puesto en algunas ocasiones en sospecha de ser los causantes de la extinción de dicho animal, hipótesis no confirmada. En general, es aprobada la idea que los pueblos del paleoíndio eran cazadores, recolectores y nómadas y que en este tiempo se dieron los mayores desplazamientos humanos en el continente.


Período Arcaico de América


El Período Arcaico de América comenzó hace aproximadamente 10 000 años (8000 a. C.) con los inicios del Holoceno, es decir, cuando terminaron las glaciaciones y duró hasta el surgimiento de la civilización olmeca que se calcula hacia el 1500 a. C. El intenso frío comenzó a ceder. Lentamente, las temperaturas medias ascendieron y el clima se volvió algo más benigno, se modificó la orientación de los vientos y cambió el régimen de precipitaciones. 

En algunas zonas se fue pasando de condiciones más húmedas a una mayor sequedad; en otras, ocurrió lo contrario. Los grandes glaciares que en América del Sur sólo afectaron a las altas cumbres andinas y al extremo meridional de la Patagonia, comenzaron a derretirse, iniciando un lento retroceso. Las aguas de deshielo corrieron hacia los mares, cuyo nivel subió anegando las tierras más bajas en tanto la superficie de los océanos se extendía.12​ La gran protagonista de este período es la agricultura, que en América surge en tiempos similares al resto del planeta, es decir, antes del 6000 a. C.

 Alimentos fósiles de maíz, calabaza, patatas, animales domésticos y otros han sido encontrados en Mesoamérica y Suramérica con dataciones de hasta hace 10 000 años. Con el descubrimiento de la agricultura, los pobladores americanos comienzan el proceso de asentamiento definitivo y pasan del nomadismo milenario al sedentarismo, lo que les abre la vía al desarrollo de culturas más elaboradas que terminaran con el surgimiento de la primera más grande civilización del continente: la Caral, en Perú.

El asentamiento generado por la agricultura trajo como consecuencia el surgimiento de las primeras poblaciones y del concepto de ciudad y hacia el final de este período tiene lugar el surgimiento de la primera ciudad​ americana en sentido estricto: Sechín Bajo y Caral-Supe con dataciones que la sitúan en el 2627 a. C., es decir, casi a la par con las ciudades mesopotámicas, egipcias, indostánicas y chinas.


Período Formativo de América.


El Período Formativo comienza con el desarrollo de la Cultura Olmeca en Mesoamérica, a la que se atribuyen ofrendas masivas de arena de diferentes colores y así como cabezas monumentales de piedra en San Lorenzo Tenochtitlán y Tres Zapotes, ambos sitios al Sur del Estado de Veracruz.16​ Siglos más tarde los Olmecas tienen un segundo apogeo, centrado en el sitio de La Venta, Tabasco, que no obstante resulta simultáneo a los más antiguos estratos de Izapa (Chiapas), y desde donde su influencia cultural irradia hacia el Altiplano central mexicano y hasta los actuales Estados de Morelos y Guerrero.


También aparecen entonces las primeras sociedades jerarquizadas con formas de gobierno relativamente complejas; en Sudamérica la cultura Chavín tiene un itinerario semejante, llegando a proyectar su influencia cultural sobre extensos territorios y edificando importantes centros urbanos en torno a santuarios dedicados al dios Jaguar. Es el preludio del período de las grandes civilizaciones, que en Mesoamérica inicia con la construcción del centro urbano de Teotihuacán (150-700 d. C.) (aunque en Sudamérica el sitio ya mencionado de Caral da un referente muy anterior).


Más tarde aparecen las primeras formas de escritura como la de los antiguos zapotecos y mayas, aunque ya hay posibles antecedentes olmecas. Otras culturas reseñables son las de los anasazis y sus similares (Arizona), así como los constructores de Montículos de Norteamérica. La existencia de grandes áreas de terra preta sugiere también la presencia de una extensa civilización amazónica.



Culturas de la América precolombina.



Ejemplo de arquitectura maya en Chichen Itza.


En la América precolombina se desarrollaron cientos de culturas y decenas de civilizaciones originales a lo largo de todo el continente. Las consideradas altas culturas precolombinas surgieron en Mesoamérica y los Andes. De norte a sur podemos nombrar las culturas anasazi, misisipiana, mexica, tolteca, teotihuacana, zapoteca, olmeca, maya, muisca, taironas, cañaris, moche, nazca, chimú, inca, tiahuanacota, entre otras. Todas ellas elaboraron complejos sistemas de organización política y social y son notables por sus tradiciones artísticas y sus religiones.

En el resto del continente el desarrollo cultural no fue menos importante, desarrollándose avanzados sistemas de gestión ambiental, como en el Amazonas, en el Beni e incluso en una de las primeras sociedades democráticas constitucionales, como Haudenosaunee (Confederación Iroquesa)

En los asentamientos humanos no alcanzaron un nivel cultural tan elevado como en las civilizaciones antes señaladas, en parte por su menor densidad de población y, sobre todo, por sus actividades seminómadas (caza de varios animales, etc.). Podemos citar entre los grupos étnicos preponderantes de Norteamérica a los yaquis, seris, apaches, mohicanos, navajos, cheyenes, algonquinos, esquimales, siux, etc.

Las civilizaciones americanas descubrieron e inventaron elementos culturales muy avanzados, como calendarios, complejos sistemas de mejoramiento genético, como el que generó el maíz y la papa, sistemas de construcción antisísmicos,​ así como un dominio en el trabajo de la piedra, sistemas de gestión ambiental de amplias zonas geográficas, sistemas de riego, nuevos sistemas de escritura, nuevos sistemas políticos y sociales, una avanzada metalurgia y producción textil.

Las civilizaciones precolombinas​ también descubrieron la rueda, que no resultó de utilidad productiva debido en parte a las cordilleras y selvas donde se encontraban, pero fue utilizada para la fabricación de juguetes.

Otro de los elementos comunes de las culturas precolombinas que alcanzó un alto grado de desarrollo fue la edificación de templos y monumentos religiosos, siendo claros ejemplos las zonas arqueológicas de Caral, Chavín, Moche, Pachacámac, Tiahuanaco, Cusco, Machu Picchu y Nazca, en los Andes centrales; y Teotihuacán, el Templo Mayor (Tenochtitlán), el Tajín, Palenque, Tulum, Tikal, Chichén Itzá, Monte Albán, en Mesoamérica.


Escultura precolombina


Las civilizaciones precolombinas se expresaron a través de realizaciones artísticas e intelectuales. Estas huellas de su existencia y arte son conocidas, desde la perspectiva eurocéntrica, como Arte Precolombino. Incluye expresiones artísticas como: arte rupestre, cerámica , esculturas, pintura, arquitectura, metalista, arte textil, etc. 

Actualmente, las piezas de arte precolombino son consideradas reliquias de gran valor arqueológico, dado que representan las cosmovisiones de los pueblos originarios y permiten conocer e imaginar sus creencias, saberes, las formas de organización, rituales (funerarios, por ejemplo), cosmologías y las técnicas que estos pueblos desarrollaron antes de la llegada de las colonias europeas a los territorios americanos.


Norteamérica septentrional


Se encuentra los inuits, tlingits, Haudenosaunee (Confederación Iroquesa) y la cultura misisipiana.


Aridoamérica y Oasisamérica


Se encuentran los anasazis, los pueblos, la cultura mogollón, las culturas hohokam, los chichimecas, los seris, los yaquis, los rarámuris, los kumiais, los nahuas (náhuatl; †nahuatlacas), los paquimés y los tepehuanes.


Mesoamérica


Civilizaciones altamente avanzadas como los olmecas, los toltecas, los mayas, los teotihuacanos, los aztecas, los zapotecos, los tarascos, los mixtecos, entre otros.


Centroamérica y Caribe.


El señorío de Cuzcatlán (en idioma náhuat kuskatan) fue una nación precolombina del período posclásico mesoamericano que se extendía desde el río Paz hasta el río Lempa (correspondiendo en la actualidad a la mayor parte de las zonas occidental y central de El Salvador). Esta nación era dominada por los señores de Kuskatan y cubría un territorio de aproximadamente 10 000 km².

Los lencas habitaron el centro de Honduras y el este de El Salvador. Los antepasados de este grupo construyeron urbes importantes durante el periodo Preclásico mesoamericano, ya que fueron puntos importantes de comercio entre el área mesoamericana e intermedia, tales como Los Naranjos y Yarumela. A partir del Periodo Clásico fundaron sitios como Tenampúa o Chalchuapa. Durante la conquista de América central, este pueblo decidió unirse para luchar contra los conquistadores españoles bajo el liderazgo del cacique Lempira.

Los taínos fueron un conjunto de pueblos originarios procedentes del actual territorio de Venezuela, aunque a lo largo de los siglos fueron poblando las distintas islas del arco antillano. Entre ellos se pueden distinguir entre los taínos clásicos y los taínos occidentales (o taínos-siboneyes).


Los caribes, también llamados caríbales o galibi en algunos documentos históricos, denominaciones derivadas del protocaribe *karipona 'hombre(s)', fueron un conjunto de pueblos que, en el momento del contacto colombino en el siglo xvi, ocupaban el noreste de Venezuela y varias de las Antillas Menores. En las islas del Caribe desaparecieron como etnia independiente como consecuencia de la colonización europea, aunque en las Guayanas, Venezuela y Brasil continuaron dando lugar a los kali'ñas (galibis) modernos y otros pueblos.

El territorio de Costa Rica estuvo ocupado por diversos pueblos aborígenes que reflejan el papel de puente cultural que tuvo el país: la cultura de Nicoya, en la actual provincia de Guanacaste, de influencia mesoamericana, se destacó por la calidad de la cerámica y la talla del jade; y dos culturas del Área Intermedia: la cultura de Línea Vieja-Huetar, que agrupó a varios grupos del Valle Central, el Pacífico central y el Caribe, como los huetares, suerres, pococes, bribris y cabécares, distinguidos principalmente por su trabajo en piedra, cerámica y oro; y la cultura del Diquís, en el Pacífico sur, que elaboraron las esferas de piedra y gran cantidad de trabajos metalúrgicos en oro.


Sudamérica.


Entre las principales civilizaciones sudamericanas de la América precolombina se encuentran los carales, los paracas, los nazcas, los moches, los tiahuanacotas, Chimú, la Confederación Muisca, cultura mollo, Imperio Inca entre otros. En el último tercio del siglo xv, el Imperio inca, o en quechua conocido como Tawantinsuyu, se constituyó en el Estado indígena sudamericano más importante, extendiéndose por un territorio de unos dos millones de kilómetros cuadrados, ocupado por centenares de pueblos. Creó un nuevo orden de gobierno basado en una ideología solar, con una eficiencia económica, administrativa y militar inigualable en América precolombina.

En su cúspide expansiva estuvo dividido en cuatro cuartos o suyus: el Chinchaysuyo (quechua Chinchaysuyu) por el norte de Perú y Ecuador; el Antisuyo (quechua Antisuyu) por el levante, abarcando parte del altiplano y la región de los moxitanos o los chunchos, en las yungas peruano-bolivianas; el Contisuyu (quechua Kuntisuyu) por el poniente costero del Pacífico de Perú. Finalmente, el Collasuyo (quechua Qullasuyu) austral, incluyendo partes de Bolivia, Chile y del norte andino de Argentina. En ese universo dominaron centenares de naciones o etnias, todas conectadas por más de 40000 km de redes viales conocidas como el Qhapaq Ñan (del quechua 'poderoso camino').



  

Américo Vespucci despierta a "América", grabado del 1638.


La conquista de América fue el proceso colonialista a través de la sucesión de guerras y conflictos militares ocurridos en el continente americano emprendidos por las monarquías europeas, o en su nombre, con el propósito de incorporar dichos territorios y a los indígenas a sus dominios. Para ello se emplearon voluntarios y mercenarios armados y organizados por empresarios militares, que podían emplear huestes reales y, que actuaban en nombre de la corona, generalmente sin que dichas organizaciones formaran parte del ejército del rey.

La exploración, conquista militar y asentamiento del denominado Nuevo Mundo comenzó con Cristóbal Colón en 1492, a favor de Castilla, lo que luego sería España, y seguidamente la emprendieron otras potencias atlánticas como Portugal, Inglaterra, Francia, Holanda o Rusia.​ El proceso de exploración y ocupación de América, sus recursos naturales y su capital humano, provocó el desplazamiento, la desestructuración, la esclavitud y, en ocasiones, incluso el genocidio de los pueblos indígenas de América junto al establecimiento de varios Estados coloniales en el continente.
Estos conflictos militares tuvieron su justificación en unas llamadas «causas justas» de la guerra contra los indígenas basadas en las doctrinas del Derecho natural europeo, y cuyos pilares eran la superioridad de los estados europeos, la inobservancia de ley natural por los indígenas, la predicación de la fe religiosa, y la preservación frente a los sacrificios humanos.8​ Este proceso colonial dio lugar a regímenes virreinales y coloniales, que resultaron en la asimilación cultural de la mayor parte de pueblos indígenas, y su sumisión ante las potencias conquistadoras.
España fue la que empezó la conquista y descubrimiento de la mayor parte de América, debido a que fue el país que obtuvo el patrocinio para este viaje y hazaña por medio de los Reyes Católicos. Mediante una bula del papa Alejandro VI, se declaró legítima la posesión española de todas las tierras encontradas más allá de trescientas leguas al oeste de las islas Azores.
​ El Imperio español fue la potencia que mayor presencia colonial logró en América. En el Caribe, dominó sobre todo Cuba, La Española, Puerto Rico, Jamaica, incluyendo la península de Florida dentro de sus posesiones caribeñas. Desde los asentamientos antillanos, logró extenderse por todo el continente americano: en América del Norte llegó a derrotar al Imperio azteca, ubicado en una pequeña parte del actual México, donde fundó ciudades, además de formar una sociedad mestiza con tlaxcaltecas, tarascos, mixtecas, zapotecas y muchas otras tribus indígenas. Más tarde, una ligera modificación repartió el continente americano entre las potencias de España y Portugal, lo cual quedaría ratificado en el Tratado de Tordesillas.

España en un principio, se instaló principalmente en el sur de Norteamérica, Centroamérica y en el área andina de Sudamérica, donde respectivamente se asentaban las culturas mexica, maya, muisca e inca. A partir de ahí, se expandieron por América Central, incorporando a la tribu de habla maya, así como a los pipiles, a los niquiranos y a los pueblos de habla guaimí de Veragua y (Panamá). Desde Panamá, se emprendió la conquista de la zona andina de América del Sur, hasta la zona central del actual Chile. Portugal se apropió de la mayor parte de la franja costera atlántica de la parte norte de América del Sur, que más tarde originaría el Estado de Brasil. Inglaterra estableció trece colonias en la franja costera atlántica norteamericana, además de en algunas islas caribeñas.
Francia ocupó la actual Guayana Francesa en Sudamérica (aún bajo su dominio), Luisiana en el Golfo de México, algunas islas del Caribe, y la región canadiense de Quebec. Países Bajos estableció colonias en Norteamérica (Nueva Ámsterdam, que luego sería Nueva York), norte de América del Sur (Guyana neerlandesa, hoy Surinam) y algunos asentamientos en islas caribeñas (Antillas Neerlandesas y Aruba).
Los pueblos originarios americanos dominantes intentaron oponerse a la ocupación de los europeos,​ a pesar de encontrarse en desventaja desde el punto de vista de la tecnología bélica. Las armas y las técnicas de guerra españolas y de las otras potencias europeas eran más avanzadas respecto a las indígenas. Los europeos conocían la fundición, la pólvora y contaban con caballos y vehículos de guerra. Los americanos, en cambio, contaban con una tecnología lítica y carecían de animales de carga, a pesar de ser superiores en número y en conocimiento del territorio. No obstante, el establecimiento de alianzas de los capitanes españoles con líderes nativos, fue decisivo para equilibrar el número de combatientes.

Las enfermedades que los europeos llevaron a América —para las cuales los indígenas carecían de defensas— cobraron cientos de miles de vidas y fueron un factor que debilitó las sociedades americanas que, en medio de la guerra, tuvieron que enfrentarse también con el desastre epidemiológico.
La historia de este proceso ha sido relatada principalmente desde el punto de vista de los europeos.​ Salvo en el caso de los mesoamericanos, la gran mayoría de los pueblos indígenas desconocían la escritura. De hecho, los registros de los hechos desde la perspectiva indígena consisten principalmente en relatos recuperados algunos años después por los propios europeos. Se cuenta con ellos en los casos de Nueva España, Perú y Yucatán.
Por otro lado, América también creció, tanto culturalmente, con la imposición del idioma español y la religión católica, como con toda una serie de aportes tanto de carácter animal como tecnológico, ya que los españoles introdujeron en América el ganado bovino, el ovino, caprino y caballar, entre otras muchas especies cultivables, proporcionando todo ello una importante fuente de ingresos económicos a partir del siglo XX.
La conquista fomentó el desarrollo de la agricultura, la minería, y el comercio, este último jurisdicción de la Casa de Contratación con sede en Sevilla. También dio lugar a la fundación de nuevas ciudades, la llegada de pobladores españoles y la introducción de esclavos procedentes del África subsahariana, especialmente en la región del Caribe. El interés de la Corona era tanto material como espiritual. La existencia de oro y plata atrajo a nuevos pobladores y fomentó muchas expediciones en distintas latitudes. Sin embargo, la Corona también impulsó la evangelización de los indígenas con el envío de incontables misioneros de distintas órdenes religiosas a América, los cuales construyeron iglesias, escuelas, hospitales y hasta universidades. La Universidad San Marcos de Lima fue fundada en 1551 por los dominicos y es la más antigua de América.

Ese año también se creó la Real y Pontificia Universidad de México, la segunda más antigua del continente. Las riquezas de América permitieron que toda Europa creciera, no solo España y Portugal. Este proceso dio lugar a la importación de nuevos productos agrícolas en Europa como el tomate, el maíz, la papa o el cacao, productos que tuvieron un gran impacto también en la economía y en los hábitos europeos de otros continentes. Igualmente, la llegada de las variedades agrícolas y diversidades ganaderas de Eurafrasia produjo un cambio en el paisaje productivo y alimentario del continente americano.
La introducción de minerales americanos impulsó enormemente la economía europea pero al mismo tiempo creó situaciones de alta inflación. En los siglos posteriores, el oro y la plata desempeñaron una función importante en el nacimiento del capitalismo, principalmente en los Países Bajos, el Reino Unido y Francia. Este fue un proceso casi permanente, ya que algunas sociedades indígenas opusieron una resistencia constante mientras que otras nunca fueron asimiladas completamente.



 

Declaración de Independencia de los Estados Unidos. Abrió camino al fin del colonialismo.


 Después de tres siglos de dominio colonial, los pueblos americanos comenzaron a declarar su independencia reclamando su derecho para organizarse como estados nacionales, enfrentando militarmente a las potencias europeas, abriendo de ese modo el proceso mundial de descolonización. Las primeras en hacerlo fueron las Trece Colonias británicas mediante la Revolución estadounidense que dio origen a los Estados Unidos de América, en 1776, organizando un nuevo tipo de sociedad a partir de conceptos políticos novedosos como independencia, constitución, federalismo y derechos del Hombre. 
 En 1804, los esclavos de origen africano de Haití se sublevaron contra los colonos franceses, declarando la independencia de este país y creando el primer estado moderno con gobernantes afroamericanos.
A partir de 1809,40​ los pueblos bajo dominio de España llevaron adelante una Guerra de Independencia Hispanoamericana, de alcance continental, que llevó, después de complejos procesos, al surgimiento de varias naciones: Argentina, Bolivia, Colombia, Costa Rica, Panamá, Chile, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela. En 1844 y 1898 el proceso se completaría con la independencia de República Dominicana y Cuba, respectivamente.
En 1816, se conformó un enorme estado independiente sudamericano, denominado Gran Colombia, y que abarcó los territorios de los actuales Panamá, Colombia, Venezuela y Ecuador y zonas de Brasil, Costa Rica, Guyana, Honduras, Nicaragua y Perú. La República se disolvió en 1830.
En 1822, Brasil se organizó como monarquía independiente, el Imperio del Brasil, al disolverse el Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarve, hasta 1889 cuando la monarquía fue abolida para establecer una república. Por su parte, Estados Unidos y Gran Bretaña negociaron en 1867 un proceso de independencia con restricciones para Canadá, que se fue consolidando durante el siglo xx.

En la segunda mitad del siglo xx, debido a la presión del proceso de descolonización impulsado por las Naciones Unidas, varios pueblos del Caribe obtuvieron su independencia de Gran Bretaña: Belice, Antigua y Barbuda, Bahamas, Barbados, Granada, Jamaica, San Cristóbal y Nieves, San Vicente y las Granadinas, Santa Lucía, Trinidad y Tobago. Simultáneamente, se independizaron Surinam de los Países Bajos y Guyana del Reino Unido. En la actualidad, aún existen varios pueblos y territorios bajo dominio colonial británico, francés, neerlandés y danés.

Tras su emancipación los países de América han seguido un desarrollo dispar entre sí. Durante el siglo xix, Estados Unidos se afianzó como una potencia de carácter mundial y reemplazó a Europa como poder dominante en la región.

El siglo xx vio incrementarse la diferencia en el desarrollo de Norteamérica con respecto al resto del continente. Así, mientras Estados Unidos se convirtió en superpotencia mundial desde mediados de siglo, América Latina y el Caribe se conformó como la región con mayor desigualdad social del mundo, incluyendo países, como Haití o Bolivia, que registran índices de desarrollo que se encuentran entre los más bajos del planeta.
Entre los acontecimientos políticos más importantes de la historia contemporánea de América se encuentran la Revolución Mexicana (1910-1917), la Guerra Fría (1945-1991) que opuso frontalmente a Estados Unidos y la Unión Soviética y llevó a una sucesión de dictaduras en América Latina, y la Revolución Cubana (1959). En las décadas de 1960 y 1970 la aparición del rock and roll, como resultado de la fusión de culturas afroamericanas y su difusión mundial, y de movimientos juveniles radicales, llevaron a un profundo cambio cultural. 
A partir de la década de 1980 la concentración de empresas y universidades y las innovaciones tecnológicas producidas en el Silicon Valley en California, convirtió a la región en eje de la Sociedad de la Información.

Desde fines del siglo xix, los países de América buscaron conformar un sistema de unidad panamericana resultando en la creación de la Organización de Estados Americanos (OEA) en 1948. 

  

Claudio Sánchez-Albornoz y Menduiña.




Sánchez-Albornoz y Menduiña, Claudio. Madrid, 7.IV.1893 – Ávila, 8.VII.1984. Historiador.

Nació en el seno de una familia que procedía de tierras abulenses. Dirigió desde su juventud su actividad académica hacia la investigación histórica, teniendo como principal maestro al profesor Eduardo de Hinojosa, quien orientó a su discípulo hacia los estudios relativos a los tiempos medievales: 
“De Hinojosa, mi maestro directo —reconoció Claudio— aprendí a dudar y a buscar la verdad con ahínco”. 
De todos modos, Claudio Sánchez Albornoz no dejó de mencionar también a otros importantes maestros a los que igualmente admiró: Mélida, Menéndez Pidal, Asín, Madariaga u Ortega.

En un principio, Sánchez Albornoz comenzó su actividad profesional como archivero. En 1918 obtuvo la Cátedra de Historia Antigua y Media de España de la Universidad de Barcelona. Posteriormente pasó, aunque de manera muy breve, por la Universidad de Valladolid, para acceder en el año 1920 a la Universidad Central de Madrid. En 1925, fue elegido miembro de número de la Real Academia de la Historia.

Fundador y director del Anuario de Historia del Derecho Español, en el período comprendido entre los años 1927 y 1928 Claudio Sánchez Albornoz estuvo en Viena, donde mantuvo estrecho contacto con el historiador Dopsch. En el año 1932, Sánchez Albornoz fue elegido rector de la Universidad Complutense de Madrid. Poco tiempo después, pasó a ser miembro del Centro de Estudios Históricos. Entre los discípulos que tuvo Claudio Sánchez Albornoz, destacan los catedráticos José María Lacarra y Luis García de Valdeavellano.

Desde el punto de vista político, Claudio Sánchez Albornoz, que era una persona de ideología liberal, fue totalmente contrario a la dictadura de Miguel Primo de Rivera, al tiempo que formaba parte de la Acción Republicana, de Manuel Azaña. Una vez establecida la Segunda República, Albornoz fue elegido diputado por la provincia de Ávila. En la etapa azañista (1931 y 1933), Sánchez Albornoz llegó a presidir la Comisión de Instrucción Pública; algún tiempo después, fue ministro de Estado en los gabinetes presididos por Lerroux y Martínez Barrio, así como embajador en Portugal, e incluso vicepresidente de las Cortes españolas. Cuando tuvo lugar el inicio de la Guerra Civil Española en 1936, emigró a Francia, instalándose en Burdeos, en donde llegó a desempeñar una cátedra universitaria. Algún tiempo más tarde, y ante el riesgo de ser hecho prisionero por los alemanes, emigró a la República Argentina, adonde llegó el día 3 de diciembre de 1940.
 
En Argentina desempeñó, en un principio, una cátedra en la Universidad de Mendoza, hasta el año 1942, y posteriormente pasó a la Universidad de Buenos Aires. En la capital argentina, Claudio Sánchez Albornoz fundó el “Instituto de Historia de España”. Como remate a su interesante actividad política, cabe mencionar que, en 1959, fue nombrado presidente del gobierno de la República española en el exilio, cargo que desempeñó hasta el año de 1970. Claudio Sánchez Albornoz era, en definitiva, un “católico, liberal, demócrata y republicano”.

El primer artículo de investigación de Claudio Sánchez Albornoz apareció en 1911. Dicho artículo, que no se refería a la Edad Media, se titulaba “Aportaciones para la Historia. Ávila desde 1808 a 1814”. Por esas mismas fechas, publicó en el Diario de Ávila otro artículo que llevaba por título “Ávila y Jovellanos”. Tres años después, en 1914, publicó su primer trabajo relativo al ámbito de los tiempos medievales: “La potestad real y los señoríos en Asturias, León y Castilla durante los siglos VIII al XIII”. En 1917 publicó otro sugestivo trabajo, en este caso relativo a las “Vías romanas del valle del Duero y Castilla la Nueva”, y al año siguiente otro interesante trabajo: “Vías romanas de Briviesca a Pamplona y de Briviesca a Zaragoza”. Como se ve, no sólo profundizó en el conocimiento de la denominada Reconquista, sino que también se interesó por la herencia dejada en las tierras hispanas por los romanos. Durante su breve estancia en la Universidad de Valladolid pronunció, en 1919, una curiosa y llamativa conferencia, que llevaba por título “Vindicación histórica de Castilla”. 

En los primeros años de la década de 1920, en concreto entre 1921 y 1922, intervino en la consulta de las fuentes de diversos archivos, con el objetivo de estudiar las instituciones sociales y políticas del Reino de Asturias, obra que fue publicada muchos años después. A su vez, en 1924, publicó un interesante trabajo sobre “Las Behetrías. La encomendación en Asturias, León y Castilla”, completado, tres años después, por otro que se titulaba “Muchas más páginas sobre las behetrías”.

Su discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia, que data del año 1926, versó sobre Estampas de la vida en León durante el siglo X. Al año siguiente, publicó un trabajo que llevaba por título “La primitiva organización monetaria de León y Castilla”. Poco tiempo después, en 1929, Sánchez Albornoz dio a la luz una investigación sobre “Divisiones tribales y administrativas del solar del reino de Asturias en época romana”. En ese mismo año publicó, en colaboración con el profesor Aurelio Viñas, sus Lecturas de Historia de España. También data del año 1929 un interesante trabajo titulado “España y el Islam”. Aunque no era arabista, no podía dejar de interesarse por todo lo que supuso la presencia de los musulmanes en las tierras hispanas. En 1930 tradujo del alemán la obra del historiador W. Piskorski sobre Las Cortes de Castilla: en el período de tránsito de la Edad Media a la Moderna. 1188-1520. De ese mismo año data también una investigación suya relativa a “La caballería visigoda”. De 1933 son sus “Notas para el estudio de los historiadores hispano-árabes de los siglos VIII y IX”. Dos años después publicó “Una vía romana en Asturias. La vía de La Mesa y de Lutos”, que se refería al itinerario de la conquista musulmana, y en 1936 se ocupó de “La repoblación del reino asturleonés”. Así pues Claudio Sánchez Albornoz era el principal estudioso del problema de la repoblación, desarrollado en España en el transcurso del Medievo. 

Una vez concluida la Guerra Civil Española, en concreto en 1941, publicó un trabajo sobre “Alfonso el Sabio y la economía dirigida”. Al año siguiente, en 1942, publicó su libro En torno a los orígenes del feudalismo. En dicha obra su autor aludía, sin duda alguna, al prefeudalismo de los tiempos visigodos. A propósito de la época posterior a la invasión musulmana, sostenía la idea de que el feudalismo no llegó a establecerse en las tierras hispanas, salvo en el ámbito de Cataluña. En verdad, Sánchez Albornoz limitaba el feudalismo a las relaciones feudovasalláticas, las cuales afectaban a un reducido grupo de la población hispana, mientras que las relaciones señoriales, en cambio, las consideraba diferentes al ámbito de lo feudal.

 Al año siguiente publicó Ruina y extinción del municipio romano en España e instituciones que lo reemplazan, y en 1944 El ´Ajbar Maymua´: cuestiones historiográficas que suscita y otros trabajos, como “El precio de la vida en el reino astur-leonés hace mil años” y “Otra vez Guadalete y Covadonga”. Es evidente que Claudio Sánchez Albornoz era, en aquellos años, el más destacado estudioso de todo lo relativo a los primeros tiempos medievales. En ese mismo año fundó en Buenos Aires los denominados Cuadernos de Historia de España, que han continuado publicándose después de su fallecimiento. En dicha obra, aparte de sus colaboraciones, y de algunos historiadores asentados en las tierras hispanas, participaron muchas de las numerosas discípulas que tuvo en Argentina, entre las que es preciso mencionar a Carmen Carlé, Hilda Grassotti, Reyna Pastor, Nilda Guglielmi, Inés Carzolio, María Estela González de Fauve, etc.

En 1946, Claudio Sánchez Albornoz publicó los dos volúmenes de La España musulmana. Según los autores islamitas y cristianos medievales, obra que ofrece, básicamente, una sugestiva recopilación de llamativos textos, originarios todos ellos de las tierras de al-Andalus. De ese mismo año datan otros trabajos de Claudio Sánchez Albornoz: “El Aula regia y las asambleas políticas de los godos”, “El Senatus visigodo. Don Rodrigo, rey legítimo de España” y “El culto al emperador y la unificación de España”, que muestran cómo el mundo de las instituciones, tanto de los siglos de la pugna entre cristianos contra musulmanes, como de los tiempos visigóticos, era su preocupación constante. Del año 1947 data su obra titulada “El ‘stipendium’ hispanogodo y los orígenes del beneficio prefeudal”. También salió a la luz en ese año su trabajo “Serie de documentos inéditos del reino de Asturias”.

 Al año siguiente, publicó “Itinerario de la conquista de España por los musulmanes”. En la década de 1950 aparecieron nuevas investigaciones, entre ellas “Alfonso III y el particularismo castellano” (1950), “Los vascos y los árabes en los dos primeros siglos de la Reconquista”, (1952), “España y el feudalismo carolingio”, (1954) y dos estudios de 1956, “Problemas de la historia navarra del siglo IX” y “Panorama general de la romanización de Hispania”. Lo señalado pone de relieve cómo el historiador, aunque centrado ante todo en las cuestiones propias de los tiempos medievales, no dejaba de mirar al pasado, tanto el de la época romana como el del reino visigodo.

En 1957 publicó en Buenos Aires, en la editorial Sudamericana, los dos volúmenes de una obra titulada España, un enigma histórico, que pretendía ser una síntesis y se caracterizaba por su gran erudición e intentaba ser una muy dura réplica al libro publicado unos años antes por Américo Castro titulado España en su historia. La polémica sobre la identidad nacional y la reconstrucción del pasado hispano se prolongaría entre “los gustadores del vinillo puro de la verdad” aportada por Sánchez Albornoz y los que se dejaron “seducir por el oropel de las alhajas bellas pero falsas” de Castro, en palabras del autor de España, un enigma histórico. 

El enfrentamiento entre ambos en tiempos de posguerra escapaba a la contemporaneidad y hundía sus raíces o en tierra de godos según Albornoz, o en la “bastardía”, de la convivencia entre judíos, árabes y cristianos para Américo. Claudio Sánchez Albornoz no estaba de acuerdo con las opiniones de Américo Castro, de ahí que algunos de sus capítulos se titularan de forma tan llamativa como “No se arabiza la contextura vital hispánica”, o “Límites a la contribución judaica de la forja de lo hispano”. Algunos autores han llegado a la conclusión de que los dos volúmenes de España, un enigma histórico ofrecen una interpretación prácticamente castellanista de la historia de España. En el prefacio a su obra, Sánchez Albornoz llegó a escribir:

 “Sin la aparición de España en su historia yo habría aún tardado muchos años en decidirme a escribir una obra tan ambiciosa como ésta, si es que alguna vez me hubiera al cabo decidido a escribirla. El temor a abordar una nave tan bien defendida por la artillería de cuanto ignoramos todavía sobre el ayer hispano, habría ido moviéndome a aplazar, tal vez sine die, la gran aventura. La audacia de Castro suscitó la mía. El enigma histórico de España continuaba en pie después de la publicación de España en su historia. No podía satisfacerme su explicación monocausal. Mas el temor de que sus teorías pudieran convertirse en básica interpretación de la historia española en las décadas próximas —por la magnética seducción que su obra suscita— y mi apasionada devoción por la verdad, me decidieron a examinar de nuevo y despacio el enigmático problema de España, y a publicar al cabo mis reflexiones sobre él”. 

Unas páginas más adelante afirmaba:

 “He ahí un largo rosario de disentimientos frente a las concepciones historiográficas de Castro. No reflejan sino parcialmente las mías. Y como me parece indispensable que el lector las conozca para que pueda juzgar de los límites de mi intento, he de consagrar a exponerlas el primer capítulo de esta obra”.

En 1959 Claudio Sánchez Albornoz publicó un significativo trabajo, “El gobierno de las ciudades de España del siglo V al X”. Al año siguiente apareció otro interesante trabajo “Moneda de cambio y moneda de cuenta en el reino astur-leonés”, y en 1962 “Pervivencia y crisis de la tradición jurídica romana en la España goda”. De 1963, conviene mencionar otros dos trabajos: 
“Notas para el estudio del ‘petitum’” y “Falsificaciones en Cardeña”. 
Precisamente en 1963, fecha en la que Sánchez Albornoz cumplía setenta años, la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires le ofreció un homenaje. Esto llegó a señalar el conocido historiador argentino José Luis Romero:

 “Discípulos y camaradas de Claudio Sánchez Albornoz unen sus nombres en este volumen para ofrecer su homenaje al maestro [...] Para la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, tal circunstancia es, quizá, más halagüeña que para nadie, porque tiene el privilegio de contar con su presencia en la cátedra de Historia de España y con su dirección en el Instituto de la misma especialidad. A su llegada, los estudios históricos americanos tenían en la casa un alto nivel... pero, en cambio, la ausencia de fuentes para la historia de Europa siguió siendo casi total y estos estudios languidecieron, limitándose a una información sin perspectivas. En esta coyuntura se incorporó Sánchez Albornoz a los cuadros docentes de la facultad —en 1942—, y su entusiasmo y dedicación lograron sobrepasar los obstáculos que se oponían a los estudios medievales”.

En el año 1965, Claudio Sánchez Albornoz publicó en México una muy valiosa obra que lleva por título Estudios sobre las instituciones medievales españolas, en la que recopilaba los más variados asuntos de los tiempos medievales, desde “Los hombres de benefactoría asturleoneses” hasta “La potestad real y los señoríos en Asturias, León y Castilla”, aludiendo también al curioso problema de las behetrías. De ese mismo año procede otro trabajo, “El Islam de España y el Occidente”. Al año siguiente, en 1966, Sánchez Albornoz publicó una interesante obra titulada Despoblación y repoblación en la cuenca del Duero, en la que insistía en que la cuenca del Duero había quedado prácticamente deshabitada hacia mediados del siglo VIII, siendo en adelante el territorio que poco a poco fueron repoblando los cristianos originarios de las tierras del norte peninsular. A propósito de este libro, afirmó el historiador José Ángel García de Cortázar: 

“Hasta aquí, la tesis de Sánchez Albornoz. Como se ve, ofrece una doble faceta. De un lado, la puramente demográfica: el vacío poblacional del valle del Duero entre mediados del siglo VIII y el comienzo de las iniciativas repobladoras cien años más tarde. De otro lado, la social: la creación de una nueva sociedad cuyos miembros proceden del norte, donde antaño se refugiaron los fugitivos del valle, hispanorromanos y visigodos, mezclándose con asturianos, cántabros y vascos procurando una simbiosis humana. Esta, en el transcurso de la segunda mitad del siglo IX, y ya sobre el escenario de la meseta, recibió unas gotas de sangre mozárabe, aportada por los cristianos que huían del territorio musulmán. En la dinámica de los acontecimientos, el ancestral amor a la libertad de las indómitas gentes de la Cordillera Cantábrica fue decisivo. Las circunstancias de vacío demográfico les permitieron desplegarse, en especial, en las tierras de Castilla”.

Ese mismo año Sánchez Albornoz publicó un sugestivo trabajo que se titulaba “Pequeños propietarios libres en el reino astur-leonés: su realidad histórica”. Del año siguiente es “Investigaciones sobre la historiografía medieval (siglos VIII al XII)”, en el que aludía a la forma de presentar los acontecimientos de aquellos siglos por parte de los cronistas de aquel tiempo, a la vez que se refería a las perspectivas puestas en marcha por los historiadores del presente. Al margen de lo señalado, Sánchez Albornoz también colaboró en la Historia de España, que dirigía inicialmente Ramón Menéndez Pidal y que publicaba, desde antes de la Guerra Civil Española, la editorial Espasa Calpe. En concreto Sánchez Albornoz, que había mantenido buenas relaciones con Menéndez Pidal, elaboró el volumen primero del tomo VII, titulado El reino asturleonés (722 a 1037). Sociedad, economía, gobierno, cultura y vida.
En 1972 publicó, en tres gruesos tomos, sus Orígenes de la nación española: estudios críticos sobre la historia del reino de Asturias. Se trata de una serie de investigaciones que llevó a cabo en sus años de la juventud. Asimismo entre los años 1976 y 1980 editó una recopilación de diversos trabajos, que llevan por título Viejos y nuevos estudios sobre las instituciones medievales españolas, que constaba de tres tomos, y en 1981 publicó Orígenes del Reino de Pamplona: su vinculación con el valle del Ebro. Lo mencionado en las líneas anteriores pone claramente de relieve cómo Claudio Sánchez Albornoz se centró, ante todo, en los primeros siglos de los tiempos medievales, es decir la época en la que nacieron el Reino de Asturias, más tarde el llamado de Pamplona e incluso los posteriores Reinos de León y de Castilla.

Claudio Sánchez Albornoz aludió al significativo contacto existente entre la historia, por una parte, y la libertad, por otra:
“La historia ha sido en verdad una perdurable guerra civil del hombre contra sí mismo; es decir de unos hombres contra los otros hombres. De unos hombres contra otros: por señorearlos y vivir de su trabajo; por obligarlos a adorar a sus dioses y a pensar como ellos [...] Si creyera en las interpretaciones providencialista o materialista de la Historia y en que el hombre carece a natura de libertad, el ámbito se me ensombrecería hasta la angustia [...] porque creo que el hombre es libertad, que la historia [...] es la hazaña de la libertad y la libertad es la hazaña de la historia”. 
Por su parte, Reyna Pastor, una de las más importantes discípulas argentinas de Claudio, aunque posteriormente terminó estableciéndose en España, dijo de él lo siguiente:

 “Sánchez Albornoz fue también un gran maestro. Sus clases, las generales sobre historia de España, que dictaba para todos los alumnos de la Facultad, estaban siempre repletas de estudiantes que iban a oír sus palabras eruditas pero llenas de contenido. Clases que impartía para que el alumno comprendiera, para moverlo a la reflexión y al estudio. El enfoque principal de Sánchez Albornoz era el de la Historia de las Instituciones [...] Más allá fue nuestro historiador porque investigó temas de historia económica, en problemas generalmente puntuales, en monografías sobre precios, inflaciones, devaluaciones, monedas, etc. En todos ellos dio muestras de su enorme ductilidad intelectual. Sus grandes temas: la Reconquista, la despoblación y la repoblación del valle del Duero, los concejos, las behetrías, la caballería villana, etc., estuvieron siempre enmarcados en su concepción del feudalismo castellano [...] Su historiografía germanista y germanizante, antimusulmana y proeuropeísta (con serias restricciones) dio lugar a muchas discusiones, algunas muy ásperas; la más importante y lamentablemente encarnizada la sostuvo contra otro ilustre desterrado: Américo Castro”.

Claudio Sánchez Albornoz regresó a España, aunque simplemente en forma de visitante, poco tiempo después de la muerte del general Francisco Franco. Estuvo en un principio en Madrid, dirigiéndose posteriormente hacia Valladolid e incluso hacia las tierras de Asturias. No decidió fijar su residencia en España, mas al padecer, algún tiempo después, una grave enfermedad, sus hijos lo trajeron desde la Argentina a Ávila. En el año 1984, falleció en la ciudad castellana, y fue enterrado en el claustro de la Catedral de dicha ciudad.

Fue doctor honoris causa por las Universidades de Burdeos, Gante, Tubinga, Lima, Buenos Aires, Oviedo, Valladolid y Lisboa. En 1980 se le entregó en Buenos Aires la Medalla de Oro de la provincia de Ávila y la Medalla de Oro de la ciudad de Ávila. Tres años después, en 1983, recibió la Gran Cruz de Carlos III. Recibió el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 1984 y el 28 de junio de ese mismo año, fue nombrado Hijo Adoptivo de la provincia de León. Poco antes de morir se constituyó, bajo la presidencia de S. M. el Rey Don Juan Carlos I, la Fundación cultural que lleva su nombre al servicio de la comunidad científica, educativa y de la sociedad del conocimiento.


Obras de ~: En torno a los orígenes del feudalismo, Mendoza, 1942, 3 vols.; Ruina y extinción del municipio romano en España e instituciones que le reemplazan, Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, 1943; El ‘Ajbar Maymua’: cuestiones historiográficas que suscita, Buenos Aires, Universidad Nacional, 1944; El culto al emperador y la unificación de España, Buenos Aires, Coni, 1946; La España musulmana, Buenos Aires, Ateneo, 1946, 2 vols.; Una ciudad hispano-cristiana hace un milenio. Estampas de la vida en León, Buenos Aires, Editorial Nova, 1947; España, un enigma histórico, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1956, 2 vols.; con A. Viñas, Lecturas históricas españolas, Madrid, Taurus, 1960; Despoblación y repoblación de la cuenca del Duero, Buenos Aires, Instituto de Historia de España, 1965; Estudios sobre las instituciones medievales españolas, México, Universidad Nacional Autónoma, 1965; Estudios visigodos, Roma, Istituto Storico Italiano per il Medio Evo, 1971; R. Menéndez Pidal (dir.), Historia de España, t. VII, vol. 1, El reino astur-leonés (722 a 1037). Sociedad, economía, gobierno, cultura y vida, Madrid, Espasa Calpe, 1980; Del ayer y del hoy de España, Barcelona, Planeta, 1980; De la Andalucía islámica a la de hoy, Madrid, Rialp, 1983; Origen de la nación española: el Reino de Asturias, Madrid, Sarpe, 1985; Ensayos sobre historia de España, México, Siglo XXI, 1989.

 

Bibl.: VV. AA., Bibliografía de Claudio Sánchez Albornoz. Homenaje con ocasión de sus cuarenta años de docencia universitaria, Buenos Aires, 1957; H. Grassotti, “Historia de un historiador”, en VV. AA., Homenaje al profesor Claudio Sánchez-Albornoz, Buenos Aires, Universidad, Facultad de Filosofía y Letras, 1964, págs. 15-27; C. Sarmiento, Sánchez-Albornoz, cuarenta años después, Madrid, Sedmay, 1976; J. L. Martín, “Don Claudio Sánchez Albornoz”, en Anuario de Estudios Medievales, n.º 8 (1985); Claudio Sánchez Albornoz, Valladolid, Junta de Castilla y León, 1986; J. M. Pérez-Prendes, “Semblanza y obra de don Claudio Sánchez Albornoz”, en M. A. Ladero Quesada (coord.), En la España Medieval. V. Estudios en memoria del profesor D. Claudio Sánchez Albornoz, Madrid, Universidad Complutense, 1986; S. Cabeza Sánchez-Albornoz, Semblanza histórico-política de Claudio Sánchez Albornoz, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1992; R. Pastor, C. Estepa Díez, J. A. García de Cortázar, J. L. Abellán y J. L. Martín, Sánchez Albornoz a debate. Homenaje de la Universidad de Valladolid con motivo de su centenario, Valladolid, Universidad, 1993; J. L. Martín (coord.), Claudio Sánchez-Albornoz, embajador de España en Portugal, Ávila, Fundación Sánchez-Albornoz, 1995; G. Martínez Díaz, “Sánchez-Albornoz Menduiña, Claudio”, en R. Domingo (ed.), Juristas Universales. Volumen IV. Juristas del s. XX, Madrid, Marcial Pons, 2004, págs. 789-791; www.fsanchez-albornoz.com; M. Aznar Soler y J. R. López García (eds.), Diccionario biobibliográfico de los escritores, editoriales y revistas del exilio republicano de 1939, vol. 4, Sevilla, Renacimiento, 2016, págs. 334-338.

  Claudio Sánchez-Albornoz y Menduiña (Madrid, 1893-Ávila, 1984) fue un historiador y político que ocupó los cargos de ministro de Estado de la Segunda República Española y de presidente de Gobierno de la Segunda República Española en el exilio.

En 1913, Sánchez-Albornoz se licenció en Filosofía y Letras, y al año siguiente se doctoró por la Universidad de Madrid, gracias a su trabajo de tesis titulado La monarquía en Asturias, León y Castilla durante los siglos VIII al XIII. La potestad real y los señoríos.
Tras conseguir el número uno en las oposiciones al Cuerpo Facultativo de Archivos, Bibliotecas y Museos, Sánchez-Albornoz fue catedrático de Historia de España en varias universidades como las de Barcelona, Valladolid y Madrid. En 1925, entró en la Real Academia de la Historia.
Durante la década de los años 20, Claudio Sánchez-Albornoz, que progresivamente se convirtió en un socialdemócrata comprometido con las causas justas como la reforma agraria, fue totalmente contrario a la dictadura de Miguel Primo de Rivera.
La década de los años 30 supuso para Sánchez-Albornoz un frenético aumento de su actividad política. En el debate sobre la Constitución de 1931, fue el portavoz de su grupo Acción Republicana (AR). En su discurso, afirmó: 
“La República española ha venido para transformar radicalmente España, no sólo en el orden político, sino en todo, para impedir que siga corriendo a la deriva, sesteando, como ha venido sesteando secularmente a través de la historia”.
Entre 1931 y 1936, Sánchez-Albornoz fue diputado por Ávila, ocupando el cargo de ministro de Estado tanto en los gobiernos de Alejandro Lerroux como de Diego Martínez Barrios. También fue vicepresidente de las Cortes en 1936. Compaginó todo ello con su condición de rector de la Universidad Complutense de Madrid entre 1932 y 1934, entre otras labores académicas.

Al producirse el Golpe de Estado contra la Segunda República Española el 18 de julio de 1936 y estallar la Guerra Civil, Claudio Sánchez-Albornoz era embajador de España en Lisboa, y tuvo que afrontar una rebelión del personal de la embajada a favor de los golpistas.

En otoño de ese año, abandonó Portugal, tras romper relaciones el gobierno portugués con el de la Segunda República, y se exilió en Francia. Residió en Burdeos poco tiempo, aunque fue capaz de conseguir durante su breve estancia en esa ciudad francesa una cátedra en su universidad. El prestigio de Sánchez-Albornoz como historiador era grande y traspasaba fronteras.

En 1940, ante la ocupación nazi de Francia, Sánchez-Albornoz abandonó el país y se trasladó a Argentina. En los años siguientes, fue profesor de Historia en las universidades de Mendoza y Buenos Aires y fundó el Instituto de Historia de España y la revista Cuadernos de Historia de España.
Entre 1946 y 1951, también dictó cursos en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de Montevideo, Uruguay.
1947 fue un año difícil para Claudio Sánchez-Albornoz. Su hijo Nicolás que residía en España fue detenido y condenado a trabajos forzados por la dictadura franquista. Al año siguiente, Nicolás se fugó del Valle de los Caídos, con la ayuda entre otros de la escritora y periodista norteamericana Barbara Probst Solomon, y se exilió en Argentina. La fuga apareció en la novela Otros hombres, de Manuel Lamana, compañero de Nicolás en la misma, y en la película Los años bárbaros, de Fernando Colomo.
En 1963, fecha en la que Sánchez-Albornoz cumplió setenta años, la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires le ofreció un homenaje. El historiador argentino José Luis Romero afirmó en tal ocasión:
 “Discípulos y camaradas de Claudio Sánchez-Albornoz unen sus nombres para ofrecer su homenaje al maestro […] A su llegada, los estudios históricos americanos tenían en la casa un alto nivel… pero, en cambio, la ausencia de fuentes para la historia de Europa siguió siendo casi total y estos estudios languidecieron […] En esta coyuntura, se incorporó Sánchez-Albornoz a los cuadros docentes de la facultad, y su entusiasmo y dedicación lograron sobrepasar los obstáculos que se oponían a los estudios medievales”.

Como remate a su larga actividad intelectual y política y a su fidelidad a la Segunda República Española, un año antes del emotivo homenaje en Argentina, en 1962, Claudio Sánchez-Albornoz había sido nombrado presidente de Gobierno de la Segunda República Española en el exilio, cargo en el que permaneció hasta el año 1971. En ese periodo, la presidencia de la Segunda República en el exilio estaba en manos del jurista y político Luis Jiménez de Asúa.
El partido político de Sánchez-Albornoz durante su presidencia fue la Acción Republicana Democrática Española (ARDE), un partido fundado en 1959 tras la fusión de Izquierda Republicana, la Unión Republicana y el Partido Republicano Federal.
El 23 de abril de 1976, tras casi cuarenta años de exilio y muerto el dictador Francisco Franco, Claudio Sánchez-Albornoz regresó a España durante un par de meses. Bajó del avión muy emocionado y declaró con lágrimas en los ojos: 
“Dije que vendría llorando y llorando estoy. No tengo más que una palabra: paz. Nos hemos matado ya demasiado. Entendámonos en un régimen de libertad”.

Durante su estancia, recibió el título de miembro de honor del Instituto de Estudios Asturianos por su labor como historiador del antiguo Reino de Asturias. Además, fue investido doctor honoris causa por la Universidad de Oviedo. Sus trabajos y publicaciones sobre la Edad Media y la historia de Asturias son uno de sus grandes legados.
En 1983, Sánchez-Albornoz regresó definitivamente a España y se instaló en Ávila. El 3 de enero de 1984, fue galardonado con el premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades. Unas semanas después, falleció en su Ávila natal. Fue enterrado en el claustro de la catedral de Ávila.
Claudio Sánchez-Albornoz fue un historiador y político de gran categoría perseguido por la dictadura franquista. Durante 40 años, prácticamente el tiempo que duró la misma, permaneció fuera de España, impartiendo su maestría como historiador en universidades de varios continentes y siendo presidente de Gobierno de la Segunda República Española en el exilio. Muerto Franco, regresó a España para recibir reconocimientos y morir en su tierra, viendo cumplido su último deseo. Para la posteridad, quedan su fidelidad a la Segunda República Española y su obra, muy extensa e importante, ambas trascendentes en el tiempo.

Premios y distinciones.

Hijo adoptivo de Asturias.
Hijo adoptivo de Ávila (1924, retirado en 1937).
Hijo adoptivo de la provincia de León.
Medalla de Oro de la Provincia y Ciudad de Ávila.
Gran Cruz de la Real y Muy Distinguida Orden de Carlos III (1983)
Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio (1979)
Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades (1984).

Publicaciones

Estampas de la vida en León hace mil años, Madrid, 1926.
En torno a los orígenes del feudalismo. Mendoza, 1942.
Ruina y extinción del municipio romano en España e instituciones que lo reemplazan. Buenos Aires, 1943.
España y el Islam. Buenos Aires, 1943
El Ajbar Maymu’a. Problemas historiográficos que suscita. Buenos Aires, 1944.
El "Stipendium" hispano-godo y los orígenes del beneficio prefeudal. Buenos Aires, 1947.
Una ciudad hispano-cristiana hace un milenio. Estampas de la vida en León. Buenos Aires, 1947.
España: un enigma histórico. Buenos Aires, 1956.
Españoles ante la historia. Buenos Aires, 1958.
De ayer y de hoy. Madrid, 1958.
La España Musulmana. Buenos Aires, 1960
Estudios sobre las instituciones medievales españolas. México, 1965.
Despoblación y repoblación en el Valle del Duero. Buenos Aires, 1966.
Investigaciones sobre historiografía hispana medieval (siglos VIII al XIII). Buenos Aires, 1967.
Investigaciones y documentos sobre las instituciones hispanas. Santiago de Chile, 1970.
Miscelánea de estudios históricos. León, 1970.
Orígenes de la nación española. Estudios críticos sobre la Historia del reino de Asturias. Oviedo, t. I: 1972, t. II: 1974, t. III: 1975.
De mi anecdotario político (1972)7​
Del ayer de España. Trípticos históricos. Madrid, 1973.
Ensayos sobre Historia de España. Madrid, 1973.
Vascos y navarros en su temprana historia. Madrid, 1974.
El Islam de España y el Occidente. Madrid, 1974.
Mi testamento histórico político. Barcelona, 1975.
Viejos y nuevos estudios sobre las instituciones medievales españolas. Madrid, 1976.
El régimen de la tierra en el reino asturleonés hace mil años. Buenos Aires, 1978.
Confidencias (1979)7​
El reino asturleonés (722-1037). Sociedad, Economía, Gobierno, Cultura y Vida. Historia de España Menéndez Pidal, t. VII, vol. 1, Madrid, 1980.
Estudios sobre Galicia en la temprana Edad Media. La Coruña, 1981.
Orígenes del Reino de Pamplona. Su vinculación con el Valle del Ebro. Pamplona, 1981.
Postrimerías. Del pasado hacia el futuro (1981)7​
Todavía. Otra vez de ayer y de hoy (1982)7​
La Edad Media española y la empresa de América. Madrid, 1983.
Santiago, hechura de España. Estudios Jacobeos. Prólogo de José-Luis Martín. Ávila, 1993.

Miembro:

Real Academia de la Historia (1926)
Real Academia Gallega.
Academia Medieval de América (miembro correspondiente de la Academia Medieval de América, 1959)
Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos.

La Academia Medieval de América (Medieval Academy of America) es la mayor organización en los Estados Unidos que promueve la excelencia en el campo de los estudios medievales. Fue fundada en 1925 y tiene su sede en Cambridge, Massachusetts. La Academia publica la revista trimestral Speculum y otorga premios, subvenciones y becas como la Medalla Haskins, que lleva el nombre de Charles Homer Haskins, uno de los fundadores de la Academia Medieval y su segundo presidente.
La Academia Medieval apoya la investigación, la publicación y la enseñanza del arte medieval, la arqueología, la historia, el derecho, la literatura, la música, la filosofía, la religión, la ciencia, las instituciones sociales y económicas y todos los demás aspectos de la Edad Media.

Claudio Sánchez-Albornoz y su visión de al-Andalus
10 MARZO, 2023

Don Claudio era plenamente consciente de que la única manera de conocer de la mejor forma posible el pasado alto-medieval de la península ibérica era acudiendo a las fuentes latinas y árabes y, como buen historiador que era, cotejarlas.

MARTÍN F. RÍOS SALOMA
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES HISTÓRICAS
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

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Claudio Sánchez-Albornoz y Menduiña (1893-1984) fue uno de los historiadores españoles más prolíficos del siglo XX. Aunque de familia abulense, nació en Madrid, en la céntrica plaza de Celenque. Realizó sus estudios en la Universidad Central de Madrid (1911-1914) y gracias a la influencia de Eduardo de Hinojosa se decantó por la historia institucional y del derecho en la alta Edad Media. Alumno notable, contó a lo largo de su trayectoria universitaria con apoyos como los de Ramón Menéndez Pidal o José Ortega y Gasset, quienes le allanaron el camino para la obtención de distintas becas concedidas por la Junta de Ampliación de Estudios (JAE) o para acceder a puestos de alto nivel en la universidad madrileña, de la que llegó a convertirse en rector en el bienio 1932-1934.
Durante los primeros años de su derrotero intelectual, poco le interesó el estudio de las sociedades islámicas, centrado como estaba en el análisis de las estructuras feudales. Sin embargo, en el año de 1921, la Real Academia Española y la Real Academia de la Historia convocaron al “Premio Nacional Covadonga” con el objetivo de conmemorar el 1200 aniversario de la batalla en que Pelayo había vencido por vez primera a los musulmanes, iniciando el proceso de expansión territorial que la historiografía del siglo XIX denominó como Reconquista. Sánchez-Albornoz entregó en diciembre de 1922 el manuscrito de su trabajo intitulado Instituciones sociales y políticas del reino de Asturias, que le hizo acreedor al premio al año siguiente. La obtención de tal distinción significó, por un lado, su acceso a la Real Academia de la Historia como académico numerario en 1925. Por el otro, se tradujo en la formulación de una nueva problemática histórica gracias a la cual pretendía dilucidar cuál había sido el papel del islam peninsular en la forja del feudalismo hispano, tal y como lo anunció en la conferencia que pronunció el 14 de diciembre de 1929 en la Facultad de Derecho de Oviedo con el título “Los árabes y los orígenes del feudalismo”, sobre la que volveremos más adelante. 
En abril de 1931, Sánchez-Albornoz se convirtió en diputado por la provincia de Ávila bajo las siglas Acción Republicana. Nuestro historiador combinó a lo largo de cinco años su pasión por la historia y sus cargos académicos con sus responsabilidades políticas, pues llegó a ser ministro de Exteriores (octubre-diciembre de 1933) y vicepresidente de las Cortes (1936). Las pugnas en el interior del gobierno republicano durante el año de 1936 le hicieron salir del Consejo de Ministros, convirtiéndose en mayo de aquel año en embajador de la República española ante Portugal. Fue en Lisboa donde, en el ejercicio de sus funciones diplomáticas, tuvo conocimiento del golpe militar protagonizado por Francisco Franco y otros generales. El avance del autodenominado “Ejército Nacional”, las simpatías que dicha insurrección despertaba en el país luso y las amenazas a su familia obligaron a Sánchez-Albornoz a abandonar la capital portuguesa en octubre de 1936.
El antiguo Rector de la Universidad Central se exilió temporalmente en París y, a principios de 1937, se estableció en la Universidad de Burdeos gracias a las gestiones de George Cirot, al apoyo institucional y personal de Louis Halphen y March Bloch y a la subvención de la Fundación Rockefeller. Durante tres años, Sánchez-Albornoz ejerció la docencia en la institución bordelesa y continuó sus investigaciones sobre los orígenes del feudalismo peninsular. Sin embargo, la invasión nazi sobre Francia hizo que de nuevo la vida de Sánchez-Albornoz tomara un rumbo inesperado: tras diversas gestiones personales e institucionales, en el otoño de 1940 se embarcó hacia Argentina, país en el que había impartido una serie de conferencias a fines del verano de 1933.
Cuando Sánchez-Albornoz llegó a Buenos Aires a principios de diciembre de 1940, se habían instalado en los órganos de gobierno de la universidad de aquella ciudad personas que veían con poca simpatía el arribo de un profesor republicano. Tal hecho, sumado a la reciente fundación de la Universidad Nacional de Cuyo, urgida de profesores consolidados que quisieran formar a las juventudes de la región andina, llevaron a Sánchez-Albornoz a trasladarse a la ciudad de Mendoza, en la que ejerció la docencia a lo largo de año y medio. A dicha actividad sumó la preparación de la obra que había elaborado en Burdeos, y que finalmente vio la luz bajo el sugerente título de Los orígenes del feudalismo.
En junio 1942 Sánchez-Albornoz logro incorporarse a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, donde fundó el Instituto de Historia de España con el fin de impulsar el estudio de la Edad Media de la península ibérica. Hasta los años finales de la década de 1970, el antiguo académico de la Historia consagró su cotidiano a la docencia y la investigación, a la adquisición de fuentes, libros y revistas especializadas con las cuales nutrir sus estudios, a formar a diversas generaciones de estudiantes, a tejer vínculos personales, académicos e institucionales con diversos actores del medievalismo europeo, como Raffaello Morghen o Jacques Le Goff, a formar medievalistas argentinas y, en fin, a dirigir y a nutrir la revista Cuadernos de Historia de España por él fundada en 1944.

Biblioteca personal y mesa de trabajo de Claudio Sánchez-Albornoz conservada en el Centro Argentino de Estudios Históricos “Claudio Sánchez-Albornoz”. Palacio Pizzurno. Buenos Aires, Argentina. Fotografía. Martín Ríos. Archivo personal.



Durante el periodo 1962-1970 ejerció el cargo honorífico de Presidente del Gobierno de la República en el exilio. Esa actividad política, su prestigio intelectual y su compromiso con el gobierno republicano le convirtieron en un actor de primer orden durante la “Transición” española. Entre abril y junio de 1976, Sánchez-Albornoz realizó una estancia en España que lo llevó a Madrid, Valladolid, Ávila, Oviedo y Covadonga en la que impartió diversas conferencias y fue agasajado por antiguos alumnos y colegas. Una de las actividades más importantes fue la reunión que mantuvo con el monarca recientemente nombrado, Juan Carlos I. Aunque nunca trascendió el contenido de la conversación, es plausible suponer que ésta giró en torno a la conformación del nuevo orden político, pues don Claudio había sido depositario simbólico de la legalidad de la República.
Sánchez-Albornoz volvió por voluntad propia a su exilio argentino a pesar de las múltiples invitaciones que recibió para permanecer en España. Desde la capital argentina, a través de la prensa y la reedición de sus libros, hizo su particular contribución a la reconciliación política y a la conformación del Estado de las Autonomías. Su deplorable estado de salud obligó a su familia a llevarlo de vuelta a España en enero de 1984. Murió el 8 de julio de aquel año en Ávila. Fue enterrado en el claustro de la catedral en una ceremonia a la que acudieron don Felipe, Príncipe de Asturias, y Felipe González, presidente del gobierno.

Sánchez-Albornoz y su visión del islam peninsular

Como se ha indicado, el interés de Sánchez-Albornoz por la historia del islam peninsular nació a raíz del Premio Covadonga. El manuscrito que entregó al jurado se ha perdido y no ha sido posible hasta ahora establecer siquiera indicios de una posible ubicación. En cualquier caso, gracias a los trabajos posteriores sabemos que le interesó particularmente la forma en la que la invasión islámica transformó radicalmente el destino histórico de la España visigoda, pues, según el madrileño, de no haberse producido ésta, España habría seguido una evolución semejante a la de las otras monarquías germánicas.
Una de las primeras reflexiones de las que tenemos constancia fue la conferencia que pronunció en la Universidad de Praga en mayo de 1928, en el marco de su estancia de investigación en Viena, ciudad en la que preparó su intervención. En abril de 1929 Sánchez-Albornoz publicó el texto de la conferencia bajo el título “España y el Islam” en el número LXX de la Revista de Occidente, dirigida por José Ortega y Gasset. El texto hoy en día podría calificarse como poco científico, pero contiene algunas ideas que merece la pena subrayar, con el objetivo de mostrar cuál era la concepción sobre al-Andalus y el legado andalusí dentro del medievalismo español al cual Sánchez-Albornoz pretendía representar dignamente.  La argumentación del texto, más allá del tono exaltado y un tanto afectado, era sencilla: la invasión islámica de España en el siglo VIII tuvo como consecuencia el retraso de España respecto de Europa, debido a que no sólo escindió a la península ibérica del desarrollo de la Europa cristiana septentrional integrándola en un mundo arabizado, sino porque “los españoles” tuvieron que invertir todas sus energías en luchar cotidianamente con el invasor para reconquistar el suelo perdido.
El 14 de diciembre de 1929 Sánchez-Albornoz pronunció en el paraninfo de la Universidad de Oviedo la conferencia “Los árabes y los orígenes del feudalismo”. De la conferencia no queda sino el testimonio que el propio autor consignó en el tomo VI del Anuario de Historia del Derecho Español y que, escrito en tercera persona, sintetiza su contenido. Según el aviso publicado en la sección Varia, nuestro historiador inició su disertación exponiendo las teorías entonces en boga sobre los orígenes del feudalismo. La primera había sido formulada por el medievalista alemán Otto Brunner (1898-1982), quien sostenía que el feudalismo surgió como consecuencia de la necesidad que tuvo Carlos Martel para enfrentarse a “los jinetes árabes invasores” que asolaron la Galia en las primeras décadas del siglo VIII (p. 587), para lo cual habría confiscado los bienes eclesiásticos entregándoselos a los vasallos para que formaran una improvisada caballería. El historiador militar Hans Delbrück (1848-1929), por su parte, consideraba que  la caballería franca —y por lo tanto el feudalismo— habrían surgido como consecuencia de las dinámicas propias de aquella sociedad, sin vinculación alguna con la invasión musulmana. Finalmente, el historiador austriaco, Alphons Dopsch (1868-1953), con quien Sánchez-Albornoz había realizado una estancia en Viena en el ciclo escolar 1927-1928, apuntaba que el feudalismo y la caballería franca eran anteriores a la invasión musulmana y que la segunda se habría formado al calor de la lucha con los ávaros, por lo que las confiscaciones de época carolingia serían continuación de las llevadas a cabo en el periodo merovingio.
Frente a estas tesis, el historiador madrileño presentó un panorama de las “fuentes hispanoárabes aprovechables para conocer la caballería islamita de los primeros tiempos de la dominación de España por los árabes”. Dichas fuentes no eran otras, según se asentaba en el texto del Anuario, que “la Continuatio hispana; el Ajbarmachmúa, las crónica de Abenalcutia y Rasis, el Fatho l’andaluci [sic.] y las historias de Abendari y Abenalatir”. De todas ellas, la que a su parecer tenía mayor importancia por ser coetánea a los acontecimientos era el Ajbarmachmúa escrita, según Sánchez-Albornoz —quien seguía al arabista Julián Ribera— antes del 796. Así pues, a partir de estas fuentes, el académico de la historia estudiaba “los trozos de ellas que hablan de la caballería musulmana con motivo de la invasión misma de España, y de las luchas civiles entre los invasores, que estallan en seguida”.

Tras analizar estos enfrentamientos, nuestro historiador concluía que el número de jinetes sarracenos que participaron en la conquista de las Galias sería “escaso”, por lo que no podía atribuirse a su existencia ni el desarrollo de la caballería franca ni el surgimiento del feudalismo en Europa.
 La reseña de la conferencia concluía señalando que su expositor no quiso entrar en el debate “sobre las fechas y las causas del surgir del feudalismo” y afirmaba que “en el volumen próximo del Anuario publicará nuestro colega su estudio” (p. 588). Huelga decir que Sánchez-Albornoz no llegaría a publicar en ninguno de los subsecuentes números del Anuario de Historia del Derecho Español el prometido estudio, y éste sólo vería la luz en el segundo volumen de su Entorno a los orígenes del feudalismo, publicado en 1942, casi trece años después de que fuese pronunciada la conferencia.
La nota informativa en cuestión contiene diversos elementos que caracterizarían el trabajo científico de Sánchez-Albornoz sobre el mundo musulmán y las interpretaciones que de él hizo a lo largo de las siguientes décadas.
El primero de ellos consiste en que el interés que don Claudio muestra sobre el mundo andalusí no era un interés per sé, sino que estaba condicionado por su formación como historiador de las instituciones, formación que le llevaba a buscar en el pasado altomedieval los orígenes del feudalismo europeo.
El segundo es que la aproximación a ese pasado islámico no se realizó desde un conocimiento de la lengua árabe, sino a través de las traducciones que en el siglo XIX habían realizado, de distintas fuentes escritas en lengua árabe —fuesen crónicas, leyendas o documentos de la administración—, connotados arabistas, como Pascual de Gayangos, Reinhardt Dozy, Francisco Codera, Emilio Lafuente Alcántara, Julián Ribera y Tarragó, Emilio García Gómez o Miguel Asín Palacios.
No obstante esta deficiencia metodológica de origen, Sánchez-Albornoz, tercera característica, dedicó muchos años de su vida a intentar datar lo más exactamente posible aquellas fuentes latinas y a establecer al veracidad de la información que contenían, cotejándolas con las fuentes cronísticas y documentales que conocía mucho mejor. En este sentido, a pesar del problema que suponía la imposibilidad de leer las fuentes en su original, don Claudio era plenamente consciente de que la única manera de conocer de la mejor forma posible el pasado alto-medieval de la península ibérica era acudiendo a las fuentes latinas y árabes y, como buen historiador que era, cotejarlas. A ello obedece que en 1946 publicara, ya en su exilio argentino, su colección documental La España musulmana con el fin de “dejar hablar” a las fuentes (p. 25).

La última característica consistió en partir, como no podía ser de otra manera, de los presupuestos epistemológicos y culturales en los que se formó; es decir, de una interpretación nacionalista y esencialista del pasado de su patria. De esta suerte, compartía la idea de que España existía al menos desde los tiempos visigodos y que la presencia musulmana, además de ilegítima —de ahí los términos empleados de “invasión” y “dominación”— no había logrado transformar significativamente las esencias godas, latinas y cristianas de España, de donde se desprendía lógicamente que, aunque conocía el término al-Andalus, prefiriese siempre el de “España islámica” o “España musulmana” para referirse a aquel territorio, pues, aunque hubiese estado gobernado por emires y califas que hablaban árabe, en esencia nunca había dejado de ser, ante todo, parte de España. 

Sánchez-Albornoz: el compromiso intelectual

Uno de los textos que más difusión tuvo fue el ensayo histórico España, un enigma histórico¸ publicado en Buenos Aires en 1956. Sin embargo, reducir sus aportes historiográficos a este único volumen sería desconocer la ingente producción científica de nuestro autor, reflejada en libros y artículos científicos, así como su labor de divulgación, materializada en artículos periodísticos, antologías, ediciones de fuentes y libros de bolsillo.
Hoy en día la mayoría de sus posturas interpretativas han perdido vigencia, pero no cabe duda de que contribuyó significativamente al desarrollo de las bases metodológicas del medievalismo español y procuró, tanto en España como en su exilio argentino, contribuir al mejor conocimiento y comprensión de la historia medieval hispana. Y si bien erró al sostener a lo largo de su vida que la “invasión” de España por parte de los musulmanes no alteró las estructuras profundas de la Península ni el carácter de los “españoles”, no erró al señalar que: a) para comprender la historia medieval de la Península era necesario confrontar las fuentes latinas y árabes; b) la presencia islámica había hecho nacer una frontera entre la “España cristiana” y la “España musulmana” y c) que la presencia islámica y la idea de recuperar las tierras invadidas se convirtieron en el gran marco de legitimación de la expansión de los reinos hispano-cristianos. 
A casi 40 años de su muerte merece la pena volver sobre sus escritos y ponderar con espíritu sosegado sus aciertos y equívocos en la certeza de que se encontrará en cada uno de ellos, al menos, a un defensor de la libertad, de la honestidad intelectual, del rigor y del método histórico.

AAVV, Sánchez-Albornoz a debate. Homenaje de la Universidad de Valladolid con motivo de su centenario, Valladolid, Universidad de Valladolid, 1993.
CABEZA de SÁNCHEZ-ALBORNOZ, Sonsoles, Semblanza histórico política de Claudio Sánchez-Albornoz, Fundación Universitaria Española-Diputación Provincial de León, 1992.
DEVOTO, Fernando «Claudio Sánchez-Albornoz y el Anuario de Historia del Derecho Español», Cuadernos de Historia de España, vol. LXXVII, 2001-2002, pp. 225-231.
GARCÍA SANJUÁN, Alejandro, «La aportación de Claudio Sánchez-Albornoz a los estudios andalusíes», Revista de Historiografía, II, 2005, pp. 143-153.
—, «Al-Andalus en la historiografía nacional católica española: Claudio Sánchez-Albornoz», eHumanista, XXXVII, 2017, pp. 305-328.
LADERO QUESADA, Miguel Ángel, «¿Es todavía España un enigma histórico», en Lecturas sobre la España histórica, Madrid, Real Academia de la Historia, 1998, pp. 317-341.
LÓPEZ SÁNCHEZ, José María, Heterodoxos españoles. El Centro de Estudios Históricos. 1910-1936, Madrid, Marcial Pons, 2006.
—, Los refugios de la derrota. El exilio científico e intelectual republicano de 1939, Madrid, CSIC, 2013.
RÍOS SALOMA, Martín F., «Claudio Sánchez-Albornoz y los Cuadernos de Historia de España (1944-1970)», Estudios de Historia de España, XX, 2 (2018).
SÁNCHEZ-ALBORNOZ, Claudio, La España musulmana según los autores islamitas y cristianos medievales, 2 vols., Buenos Aires, El Ateneo, 1946.



Biblioteca Personal.

Tengo un libro en mi colección privada .- 


Itsukushima Shrine.


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