George Bernard Shaw;
(Dublín, 26 de julio de 1856-Ayot St. Lawrence, Reino Unido; 2 de noviembre de 1950), conocido a petición del propio autor como Bernard Shaw, fue un dramaturgo, crítico y polemista irlandés cuya influencia en el teatro, la cultura y la política occidentales se extiende desde 1880 hasta nuestros días. Escribió más de sesenta obras, algunas tan importantes como Hombre y superhombre (Man and Superman, 1902), Pigmalión (Pygmalion, 1912) o Santa Juana (Saint Joan, 1923). Con una obra que incluye la sátira contemporánea y alegoría histórica, Shaw se convirtió en el principal dramaturgo de su generación. Recibió el Premio Nobel de Literatura en 1925 y en 1938 compartió el Óscar al mejor guion adaptado por la versión cinematográfica de Pigmalión, convirtiéndose en la primera persona en recibir el Premio Nobel y un Premio Óscar. Biografía Nacido en Dublín, se trasladó a Londres en 1876, donde se estableció como escritor y novelista. A mediados de la década de 1880 era un respetado crítico de teatro y música. Tras un despertar político, se unió a la gradualista Sociedad Fabiana, convirtiéndose en su propagandista más destacado. Shaw venía escribiendo obras de teatro desde hacía años antes de su primer éxito, El hombre y las armas (Arms and the Man, 1898). Influenciado por Henrik Ibsen, trató de introducir un nuevo realismo en la dramática en lengua inglesa, utilizando sus obras como vehículos para difundir sus ideas políticas, sociales y religiosas. A principios del siglo XX su reputación como dramaturgo se aseguró con una serie de éxitos populares y de crítica como El comandante Bárbara (Major Barbara, 1905), El dilema del doctor (The Doctor's Dilemma, 1906) y César y Cleopatra (Caesar and Cleopatra, 1901). Sus opiniones eran a menudo polémicas: promovía la eugenesia y el alfabeto shaviano mientras que se oponía a la vacunación y a la religión organizada. Se hizo impopular denunciando a ambos bandos en la Primera Guerra Mundial como igualmente culpables. Censuró la política británica en Irlanda durante el período de la posguerra, llegando a hacerse ciudadano del Estado Libre Irlandés en 1934, manteniendo una doble ciudadanía. Durante los años de entreguerras escribió una serie de obras a menudo ambiciosas que lograron diversos grados de éxito popular. Su interés por la política y la controversia no había disminuido; a finales de la década de 1920 había renunciado en gran medida al gradualismo fabiano y a menudo escribió y habló favorablemente de las dictaduras de derecha e izquierda, expresando su admiración tanto por Mussolini como por Stalin. En la última década de su vida realizó menos declaraciones públicas, pero siguió escribiendo prolíficamente hasta poco antes de su muerte, a los 94 años de edad, habiendo rechazado todos los honores estatales que la habían otorgado, incluida la Orden del Mérito en 1946. Desde la muerte de Shaw, la opinión sobre sus obras ha variado. En ocasiones ha sido calificado como el segundo dramaturgo en lengua inglesa más importante tras William Shakespeare; numerosos estudiosos de su obra lo consideran como un personaje de gran influencia en varias generaciones de dramaturgos. la agudeza de los diálogos y el realismo que domina la mayor parte de las obras de Shaw le dieron una gran popularidad, por lo que al final de su vida se había convertido, paradójicamente, en toda una institución del incorformismo y de la extravagancia. Tras la vertiente humorística de sus obras, sin embargo, aflora siempre una conciencia crítica y pesimista, que sirvió a su vez durante largo tiempo como conciencia de sus contemporáneos. Nació en el n.º 3 de Upper Synge Streetn en Portobello, un barrio de clase media-baja de Dublín.2 Era el más joven y único hijo varón de George Carr Shaw (1814-1885) y Lucinda Elizabeth (Bessie) Shaw (nacida Gurly; 1830-1913). Sus hermanas mayores fueron Lucinda (Lucy) Frances (1853-1920) y Elinor Agnes (1855-1876). La familia Shaw era de ascendencia inglesa y pertenecía al dominio protestante en Irlanda; Su padre, un alcohólico inútil, estaba entre los miembros menos afortunados de la familia; sus parientes le aseguraron una sinecura en el servicio civil, en el que dejó de estar pensionado a principios de los años 1850; después trabajó de forma irregular como comerciante de maíz. En 1852 se casó con Bessie Gurly; según la opinión de Michael Holroyd, biógrafo de Shaw, ella se casó para escapar de una tía abuela tiránica. Si, como sostienen Holroyd y otros, los motivos de George eran económicos, entonces debió quedar decepcionado, ya que Bessie le aportó poco dinero de su familia. Llegó a despreciar a su inútil y, a menudo, borracho marido, con quien compartió lo que su hijo describió más tarde como una vida de «pobreza digna». CURIOSIDADES: - Bernard Shaw se declaró vegetariano a la edad de 25 años y mantuvo esta posición durante el resto de su vida. En una ocasión declaró al respecto: "Un hombre de mi intensidad espiritual no come cadáveres". - Este autor estuvo bastante involucrado en política, llegando a ejercer de concejal. Otro de sus intereses fue la fonética del idioma inglés y llegó incluso a crear un nuevo alfabeto fonético en esta lengua. OBRAS PRINCIPALES: - Manual de socialismo y capitalismo para mujeres inteligentes - Aventuras de una negrita en busca de Dios - Santa Juana - Pigmalión Pigmalión CITAS, FRASES, DECLARACIONES Y POÉTICA: - "Leyendo una biografía, recordad que la verdad no se presta nunca a una publicación". - "La literatura es una extraña máquina que traga, que absorbe todos los placeres, todos los acontecimientos de la vida. Los escritores son vampiros". - "Todas las grandes verdades comienzan por ser blasfemias". - "Dichoso es el que tiene una profesión que coincida con su afición." - "El hombre que escucha la razón está perdido. La razón esclaviza a todos los que no son bastante fuertes para dominarla". - "Las ideas son como las pulgas, saltan de unos a otros pero no pican a todos". - "Dos tragedias hay en la vida: una, no lograr lo que ansía el corazón; la otra es lograrlo." - "Dad al hombre salud y metas a alcanzar y no se detendrá a pensar sobre si es o no feliz". - "Los espejos se emplean para verse la cara; el arte, para verse el alma." - "Los poetas hablan consigo mismo y el mundo los oye por casualidad." - "Si has construido castillos en el aire, tu trabajo no se pierde; ahora coloca las bases debajo de ellos". - "Ves cosas y dices: ¿por qué? Pero yo sueño cosas que nunca fueron y digo: ¿por qué no?" El hombre razonable se adapta al mundo: el irracional persiste en tratar de adaptar el mundo a sí mismo. Por lo tanto, todo progreso depende del hombre irrazonable. No hagas a los demás como quisieras que te hagan a ti. Sus gustos pueden no ser los mismos. El silencio es la expresión de desprecio más perfecta. No dejas de reír cuando te haces mayor, te haces mayor cuando dejas de reír. La vida no es una pequeña vela para mí. Es una especie de antorcha espléndida de la que me he apoderado por el momento, y quiero hacerla arder con la mayor intensidad posible antes de entregársela a las generaciones futuras. En el cielo, un ángel no es nadie en particular. Si no puedes apreciar lo que tienes, será mejor que obtengas lo que puedes apreciar. El odio es la venganza del cobarde por ser intimidado. Una vida dedicada a cometer errores no solo es más honorable, sino que es más útil que una vida dedicada a no hacer nada. El poder no corrompe a los hombres; Los tontos, sin embargo, si entran en una posición de poder, corrompen el poder. El éxito no consiste en nunca cometer errores, sino en nunca cometer el mismo una segunda vez. Has aprendido algo. Eso siempre se siente al principio como si hubieras perdido algo. Si quieres decirle a la gente la verdad, hazlos reír, de lo contrario te matarán. Nunca luches con cerdos. Ambos se ensucian y al cerdo le gusta. El mayor problema en la comunicación es la ilusión de que ha tenido lugar. Si tienes una manzana y yo tengo una manzana y cambiamos estas manzanas, tú y yo seguiremos teniendo una manzana. Pero si tienes una idea y tengo una idea e intercambiamos estas ideas, cada uno de nosotros tendrá dos ideas. Hay dos tragedias en la vida. Una es perder el deseo de tu corazón. El otro es ganarlo. Soy un ateo y estoy agradecido a Dios por eso. Cuidado con el conocimiento falso; es más peligroso que la ignorancia. El hombre que escribe sobre sí mismo y sobre su propio tiempo es el único hombre que escribe sobre todas las personas y todo el tiempo. Libertad significa responsabilidad. Es por eso que la mayoría de los hombres l temen. Cuando me amabas, te di todo el sol y las estrellas para jugar. Te di la eternidad en un solo momento, la fuerza de las montañas en un abrazo de tus brazos, y el volumen de todos los mares en un impulso de tu alma. La diferencia entre una dama y una niña de las flores no es cómo se comporta, sino cómo es tratada. Elige el silencio entre todas las virtudes, porque con él oyes las imperfecciones de otros hombres y ocultas las tuyas. El único hombre que conozco que se comporta con sensatez es mi sastre; toma mis medidas de nuevo cada vez que me ve. El resto continúa con sus viejas medidas y esperan que se ajusten. Cuando algo es divertido, búscalo cuidadosamente para encontrar una verdad oculta. Mejor mantente limpio y brillante; tú eres es la ventana a través de la cual debes ver el mundo. No soy un maestro: solo un compañero de viaje al que le preguntaste el camino. Señalé hacia adelante, delante de mí y de ti. Lo que debes hacer sin mí no puedo imaginarlo. Tanto los optimistas como los pesimistas contribuyen a la sociedad. El optimista inventa el avión, el pesimista el paracaídas. Cuando un hombre estúpido está haciendo algo de lo que se avergüenza, siempre declara que es su deber. El progreso es imposible sin cambio; y aquellos que no pueden cambiar sus mentes no pueden cambiar nada. Si nosotros mismos somos las tumbas vivas de las bestias asesinadas, ¿cómo podemos esperar condiciones ideales en esta tierra? Mientras tenga un deseo, tengo una razón para vivir. La satisfacción es muerte. Todas las grandes verdades comienzan como blasfemias. Elijo no hacer un cementerio de mi cuerpo para los cadáveres podridos de los animales muertos. No pierdas tu tiempo en preguntas sociales. El problema con los pobres es la pobreza, lo que le pasa a los ricos es la inutilidad. Los que no pueden cambiar de opinión no pueden cambiar nada. La juventud se desperdicia en los jóvenes. Aprendemos de la experiencia que los hombres que nunca aprenden nada de la experiencia. La democracia es un dispositivo que asegura que no seremos gobernados mejor de lo que merecemos. Nunca me resisto a la tentación, porque he encontrado que las cosas que son malas para mí, no me tientan. El primer amor es solo una pequeña tontería y mucha curiosidad. Publicidad A menudo me cito a mí mismo. Agrega sabor a mi conversación. Sin arte, la crudeza de la realidad haría que el mundo fuera insoportable. Cuando un hombre quiere asesinar a un tigre lo llama deporte; cuando un tigre quiere asesinarlo, lo llama ferocidad. El patriotismo es, fundamentalmente, la convicción de que un país en particular es el mejor del mundo porque naciste en él… Nunca tendrás un mundo tranquilo hasta que elimines el patriotismo de la raza humana. Usas un espejo de vidrio para ver tu cara; usas obras de arte para ver tu alma. Mi forma de bromear es decir la verdad. Es la broma más divertida del mundo. La vida no se trata de encontrarte a ti mismo. La vida se trata de crearte a ti mismo. Él no sabe nada; y él piensa que lo sabe todo. Eso apunta claramente a una carrera política. Bailar es una expresión perpendicular de un deseo horizontal. Un pesimista es un hombre que piensa que todos son tan desagradables como él mismo y los odia por eso. Todo le sucede a todos tarde o temprano si hay tiempo suficiente. Hacer lo que hay que hacer puede no hacerte feliz, pero te hará grandioso. El licor es el cloroformo que permite al pobre soportar la dolorosa operación de la vida. El problema con ella es que le falta el poder de la conversación, pero no el poder del habla. Lo más trágico en el mundo es un hombre con inteligencia que no sea un hombre de honor. Los animales son mis amigos… y no me como a mis amigos. El hecho de que un creyente sea más feliz que un escéptico es como el hecho de que un hombre borracho es más feliz que uno sobrio. La credulidad de la felicidad es una cualidad barata y peligrosa, y de ninguna manera una necesidad de la vida. Los delincuentes no mueren por las manos de la ley. Mueren por las manos de otros hombres. Un gobierno que roba a Peter para pagar a Paul, siempre puede depender del apoyo de Paul. El que puede, hace. El que no puede, enseña. La idea de dos mil personas aplastando el apio al mismo tiempo me horrorizó. La censura termina en la completitud lógica cuando nadie puede leer ningún libro, excepto los libros que nadie puede leer. Un fotógrafo es como un bacalao, que produce un millón de huevos para que uno pueda alcanzar la madurez. La imaginación es el comienzo de la creación. Te imaginas lo que deseas, haces lo que imaginas y al final crearás lo que desees. El poder de la observación precisa de lo que comúnmente se llama cinismo por aquellos que no lo tienen. Si no puedes deshacerte del esqueleto familiar, también puedes hacerlo bailar. Una moda no es más que una epidemia inducida. No hay amor más sincero que el amor a la comida. El cerebro de un tonto digiere la filosofía en la locura, la ciencia en la superstición y el arte en la pedantería. De ahí la educación universitaria. El juego promete a los pobres lo que la propiedad realiza para los ricos, algo por nada. Si la historia se repite, y siempre sucede lo inesperado, qué tan incapaz debe ser el hombre de aprender de la experiencia. Las reminiscencias te hacen sentir tan deliciosamente envejecido y triste. Las revoluciones nunca han aligerado la carga de la tiranía. Solo lo han cambiado a otro hombro. Después de todo, el camino equivocado siempre conduce a alguna parte. No tenemos más derecho a consumir la felicidad sin producirla que a consumir la riqueza sin producirla. El matrimonio es popular porque combina el máximo de tentación con el máximo de oportunidades. La imitación no es solo la forma más sincera de adulación: es la forma más sincera de aprendizaje. El secreto de ser miserable es tener tiempo libre para preocuparse por si eres feliz o no. La cura para esto es la ocupación, porque la ocupación significa la preocupación previa; y la persona ocupada no es feliz ni infeliz, sino simplemente viva y activa. Es por eso que es necesario para la felicidad que uno debe estar cansado. El único servicio que un amigo puede brindar es mantener tu coraje al mostrarte un espejo en el que puedas ver una imagen noble de ti mismo. Mejor ver correctamente con una libra por semana que entrecerrar los ojos con un millón. La crueldad sería deliciosa si uno solo pudiera encontrar algún tipo de crueldad que realmente no doliera. Si todos los economistas fueran puestos de punta a punta, no llegarían a una conclusión. Mi razón principal para adoptar la literatura como profesión fue que, como el autor nunca es visto por sus clientes, no necesita vestirse de forma respetable. Establezca que nunca le dé a un niño un libro que no leería usted mismo. Inglaterra y América son dos países separados por un idioma común. Pocas personas piensan más de dos o tres veces al año; me he ganado una reputación internacional pensando una o dos veces por semana. Tengo la firme sensación de que estaré contento cuando esté muerto, eliminado por fin para hacer espacio para alguien mejor, más listo, más perfecto que yo. Teatro Shaw publicó una recopilación de sus obras en 1934, que incluía cuarenta y dos obras. Escribió otras doce en los restantes dieciséis años de su vida, en su mayoría piezas de un solo acto. Incluyendo ocho obras anteriores que decidió omitir en su recopilación, el total es de sesenta y dos. Años 1890 Sus tres primeras obras completas trataron temas sociales. Más tarde las agrupó como «Plays Unpleasant» (Obras desagradables).Casa de viudos (Widower's Houses, 1892) trata sobre los dueños de propiedades en los barrios bajos, e introduce la primera de las Nuevas Mujeres de Shaw, una característica recurrente de las obras posteriores. The Philanderer (1893) desarrolla el tema de la Nueva Mujer, inspirándose en Ibsen, y contiene elementos de las relaciones personales de Shaw, como el personaje de Julia, que está basado en Jenny Patterson. En un estudio de 2003, Judith Evans describe La profesión de la señora Warren (Mrs Warren's Profession, 1893) como «sin duda la más desafiante» de las tres «Plays Unpleasant», utilizando la profesión de Mrs Warren (prostituta y, posteriormente, dueña de un burdel) como metáfora de una sociedad prostituida. A esta primera primera trilogía le siguió una segunda, publicada como «Plays Pleasant» (Obras agradables). El hombre y las armas (Arms and the Man, 1894) esconde tras un romance quimérico burlesco una parábola fabiana que contrasta el idealismo impracticable con el socialismo pragmático. El tema central de Cándida (Candida, 1894) es la elección de una mujer entre dos hombres; la obra contrasta las perspectivas y aspiraciones de un socialista cristiano y un idealista poético. La tercera de las obras agradables, Lucha de sexos (You Never Can Tell, 1896), retrata la movilidad social y la brecha entre generaciones, particularmente en cuanto a cómo abordan las relaciones sociales en general y el emparejamiento en particular. Tres obras para puritanos (Three Plays for Puritans), que incluye El discípulo del diablo (The Devil's Disciple, 1896), César y Cleopatra (Caesar and Cleopatra, 1898) y La conversión del capitán Brassbound (Captain Brassbound's Conversion, 1899) se centran en cuestiones sobre el imperio y el imperialismo, tema principal del discurso político en la década de 1890. Las tres se desarrollan, respectivamente, en la Norteamérica de los años 1770, el Antiguo Egipto y el Marruecos de los años 1890. The Gadfly, una adaptación de la popular novela homónima de Ethel Voynich, estaba sin terminar y no llegó a representarse.El hombre del destino (The Man of Destiny, 1895) es una obra corta, previa a la representación de una obra principal, que trata sobre Napoleón. 1900-1909 Sus principales obras de la primera década del siglo XX abordan cuestiones sociales, políticas o éticas individuales. Hombre y superhombre (Man and Superman, 1902) se distingue de las demás tanto en la temática como en su tratamiento, con una interpretación de Shaw de La evolución creadora de Bergson en una obra que el autor escribe como réplica al desafío de un colega que lo insta a reelaborar el mito del Don Juan. El admirable Bashville (The Admirable Bashville, 1901), una dramatización en verso blanco de su novela La profesión de Cashel Byron (Cashel Byron's Profession, 1882), se centra en la relación imperialista entre Gran Bretaña y África. La otra isla de John Bull (John Bull's Other Island, 1904), representa cómicamente la relación predominante entre Gran Bretaña e Irlanda, que era popular por entonces pero desapareció de su repertorio general en años posteriores.231 La comandante Barbara (Major Barbara, 1905) presenta cuestiones éticas de una manera poco convencional; se relatan los principios y prácticas de un fabricante de municiones que se revelan como elevadamente religiosos en comparación con los del Ejército de Salvación y sus benefactores. El dilema del doctor (The Doctor's Dilemma, 1906), una obra sobre la ética médica y las opciones morales en la asignación de un tratamiento escaso, fue descrito por Shaw como una tragedia. Debido a su reputación de mostrar personajes que no se parecían a las personas de carne y hueso, su amigo William Archer le desafió a representar una muerte en el escenario, y aquí lo hizo, con una escena del antihéroe en el lecho de muerte. Llegando a casarse (Getting Married, 1908) y Matrimonio desigual (Misalliance, 1909), esta última considerada por Judith Evans como una obra complementaria de la anterior, están ambas en lo que Shaw denominó su vena «disquisicional», con énfasis en la discusión de ideas más que en acontecimientos dramáticos o caracterizaciones realistas. Escribió siete obras cortas durante la década; son todas comedias, que van desde la deliberadamente absurda Passion, Poison, and Petrifaction (1905) a la satírica Press Cuttings (1909). 1910-1919 Desde principios de 1910 hasta la finalización de la Primera Guerra Mundial escribió cuatro obras completas, la tercera y cuarta de ellas están entre las más frecuentemente escenificadas de este dramaturgo. La primera obra de Fanny (Fanny's First Play, 1911) continúa sus análisis anteriores de la sociedad británica de clase media desde un punto de vista fabiano, con toques adicionales de melodrama y un epílogo en el que críticos de teatro discuten la obra. Androcles y el león (Androcles and the Lion, 1912), que Shaw comenzó a escribir como una obra para niños, se convirtió en un estudio de la naturaleza de la religión y cómo poner en práctica los preceptos cristianos. Pigmalión (Pygmalion, 1912) es un estudio sobre el lenguaje y la pronunciación y de su importancia en la sociedad y en las relaciones personales. Para corregir la impresión dejada por los actores originales de que la obra representaba una relación romántica entre los dos personajes principales, Shaw reescribió el final para dejar claro que la heroína se casará con otro personaje menor. Su única obra durante los años de la guerra es La casa de las penas (Heartbreak House, 1917), que en sus propias palabras describe como «la Europa cultivada y ociosa antes de la guerra» que deriva hacia el desastre. Shaw citó a Shakespeare (El rey Lear) y Chéjov (El jardín de los cerezos) como importantes influencias en la obra, y los críticos han encontrado elementos basados en Congreve (The Way of the World) e Ibsen (The Master Builder). Las obras breves de este período van desde el genial drama histórico en La dama morena de los sonetos (The Dark Lady of the Sonnets) y Great Catherine (1910 y 1913, respectivamente) hasta un estudio de la poligamia en Overruled; tres obras satíricas sobre la guerra, El inca de Perusalem (The Inca of Perusalem), O'Flaherty V.C. y Augustus Does His Bit (1915-1916); una pieza que Shaw calificó como «absurdo total», The Music Cure (1914) y un breve bosquejo sobre una «emperatriz bolchevique», Ana Janska (Annajanska, 1917). 1920-1950 Santa Juana (Saint Joan, 1923) obtuvo elogios generalizados tanto para Shaw como para Sybil Thorndike, para quien escribió el papel principal y quien lo representó en Gran Bretaña. En opinión del comentarista Nicholas Grene, la Juana de Shaw, una «mística sin sentido, protestante y nacionalista anterior a su tiempo», está entre los papeles con protagonistas femeninos clásicos del siglo XX. El carro de las manzanas (The Apple Cart, 1929), fue el último éxito popular de Shaw. Le dio a esa obra y a su sucesora, Too True to Be Good (1931), el subtítulo «Una extravagancia política», aunque las dos obras difieren mucho en su temática; la primera es una comedia satírica sobre algunas filosofías políticas (con una breve escena de amor real como interludio) y la segunda, según las palabras de Judith Evans, «se ocupa de las costumbres sociales del individuo, y es vaga». Sus obras de la década de 1930 fueron escritas a la sombra de un agravamiento de los acontecimientos políticos nacionales e internacionales. Una vez más, con On the Rocks (1933) y The Simpleton of the Unexpected Isles (1934), una comedia política con una trama clara fue seguida por un drama introspectivo. La primera obra muestra a un primer ministro británico considerando, pero finalmente rechazando, el establecimiento de una dictadura; la segunda se ocupa de la poligamia y la eugenesia y termina con el Día del Juicio. La millonaria (The Millionairess, 1934) es una representación absurda de los asuntos comerciales y sociales de una empresaria de éxito. Ginebra (Geneva, 1936) muestra la debilidad de la Liga de las Naciones en comparación con los dictadores de Europa. In Good King Charles's Golden Days (1939), descrita por Weintraub como una tivia y deshilvanada alta comedia, también representa el autoritarismo, pero menos satíricamente que Ginebra. Como en décadas anteriores, las obras breves fueron generalmente comedias, algunas históricas y otras que abordaban diversas preocupaciones políticas y sociales del autor. Ervine escribe sobre el trabajo posterior de Shaw diciendo que, aunque todavía era «asombrosamente vigoroso y vivaz», mostraba signos inconfundibles de su edad. «Lo mejor de su obra en este período, sin embargo, estaba lleno de la sabiduría y la belleza de la mente mostrada a menudo por los ancianos que guardan su ingenio en su interior.» Influencia y legado En el teatro.
Shaw no creó una escuela de dramaturgos como tal, pero Crawford afirma que hoy «[lo] reconocemos como el segundo tras Shakespeare en la tradición teatral británica ... el proponente del teatro de las ideas» que asestó un golpe mortal al melodrama del siglo XIX. Según Laurence, Shaw fue pionero del teatro «inteligente», en el que el público debía pensar, abriendo así el camino para las nuevas generaciones de dramaturgos del siglo XX, desde Galsworthy a Pinter. Crawford enumera numerosos dramaturgos que se inspiran en su obra. Entre los activos en vida de Shaw menciona a Noël Coward, que basó una de sus primeras comedias, The Young Idea (1922), en Lucha de sexos y continuó haciéndolo en obras posteriores. T. S. Eliot, de ninguna manera un admirador de Shaw, admitió que el epílogo de Asesinato en la catedral, en la que los asesinos de Becket explican sus acciones a la audiencia, podría haber sido influenciada por Santa Juana. El crítico Eric Bentley comenta que una obra posterior de Eliot El secretario particular (The Confidential Clerk) «tenía todos los signos del shavianismo ... sin los méritos del verdadero Bernard Shaw». Entre los dramaturgos británicos más recientes, Crawford señala a Tom Stoppard como «el más shaviano de los dramaturgos contemporáneos»; la «farsa seria» de Shaw continúa en las obras de los contemporáneos de Stoppard Alan Ayckbourn, Henry Livings y Peter Nichols. Su influencia pronto cruzó el Atlántico. Bernard Dukore señala que tuvo éxito como dramaturgo en Estados Unidos diez años antes de lograr un éxito comparable en Gran Bretaña. Entre los muchos escritores estadounidenses que tienen una deuda directa con Shaw está Eugene O'Neill, que se convirtió en su admirador a los 17 años, después de leer La quintaesencia del ibsenismo. Otros dramaturgos estadounidenses influenciados por Shaw mencionados por Dukore son Elmer Rice, para quien Shaw «abrió puertas, encendió luces y amplió horizontes»; William Saroyan, quien se identificó con Shaw como «el asediado individualista contra los filisteos»; y S. N. Behrman, quien se inspiró para escribir para el teatro después de asistir a una representación de César y Cleopatra: «Pensé que sería bueno escribir obras como esa». Valorando la reputación de Shaw en un estudio crítico de 1976, T. F. Evans lo describió como incontrovertido en su vida y desde entonces como el principal dramaturgo de lengua inglesa del siglo XX y como maestro del estilo de la prosa. Por el contrario, al año siguiente el dramaturgo John Osborne reprendió al crítico teatral del The Guardian Michael Billington por referirse a Shaw como «el más grande dramaturgo británico desde Shakespeare», diciendo que Shaw «es el escritor más fraudulento e inepto de melodramas victorianos de todos los tiempos en estafar a un crítico tímido o engañaron a un público aburrido». A pesar de esta hostilidad, Crawford ve la influencia de Shaw en algunas de las obras de Osborne y concluye que aunque el trabajo de este último no es ni imitativo ni derivado, estas afinidades son suficientes para clasificar a Osborne como un heredero de Shaw. En un estudio de 1983, R. J. Kaufmann sugiere que Shaw fue un precursor clave («padrino, si no para ser exactos exigente paterfamilias») del Teatro del absurdo.328 Crawford señala otros dos aspectos del legado teatral de Shaw: su oposición a la censura teatral, que finalmente terminó en 1968, y sus esfuerzos a lo largo de muchos años para crear un National Theatre. Su obra breve de 1910, La dama morena de los sonetos (The Dark Lady of the Sonnets), en la que Shakespeare le suplica a la reina Isabel I la creación de un teatro estatal, formó parte de esta campaña. En 2012 Daniel Janes opinaba en The New Statesman que la reputación de Shaw había disminuido cuando se cumplió su 150 aniversario en 2006, pero que se había recuperado considerablemente. En opinión de Janes, las numerosas reposiciones actuales de sus obras más importantes mostraban la «casi ilimitada relevancia en nuestro tiempo» de su obra dramática El mismo año, Mark Lawson escribió en The Guardian que las preocupaciones morales de Shaw involucraron al público actual y lo convirtieron, al igual que a su modelo, Ibsen, en uno de los dramaturgos más populares del teatro británico contemporáneo. |
Saraya Abdeen.
¿Quiénes son los 16 franceses laureados con el Premio Nobel de Literatura y quién de ellos lo rechazó? Francia y Estados Unidos, los países con más ganadores de premios Nobel de Literatura. Aquí, sus nombres y títulos de sus obras más celebradas. 1. Sully Prudhomme. Sully Prudhomme fue un poeta y ensayista francés, ganador del primer Premio Nobel de Literatura en 1901. Su libro Poemas y pensamientos recoge algunos de sus textos líricos. El autor escribió su obra en occitano provenzal y recibió el reconocimiento de la Academia Sueca en 1904. 2. Maurice Maeterlinck. Poeta y ensayista, Maurice Maeterlinck escribió más de viente libros y recibió el Nobel en 1911. 3. Romain Rolland En 1915, Romain Rolland, gana el Premio Nobel. Cuatro años antes escribe (había escrito otras antes y publicó algunas después) Vida de Tolstoi, por citar uno de sus títulos. 4. Anatole France. "El novelista no escribió su novela para condenar la Revolución, sino para examinar el misterio de sus actores", juzgó opinó Milán Kundera sobre Los dioses tienen sed. France ganó el Nobel en 1921. 5. Henri Bergson. En 1927 Bergson recibe Nobel de Literatura por su quehacer ensayístico y literario, aunque es conocido como el primer gran filósofo del siglo. Unod e sus títulos más celebrados es La risa: Ensayo sobre la significación de lo cómico. 6. Roger Martin du Gard. Roger Martin Du Gard participó como soldado en la Primera Guerra Mundial. Cuando esta terminó, empieza la redacción de la que será su obra magna: la saga de Los Thibault por la que recibió el Premio Nobel en 1937. El verano de 1914 es una de sus piezas maestras. 7. André Gide. La historia de un héroe (Bernard) azarosamente combinada con la de un novelista (Edouard) es lo que nos propone en Los falsificadores de moneda . Resultó ganador del Premio Nobel en 1947. 8. François Mauriac. Mauriac fue un periodista, crítico y escritor francés. Ganador del premio Nobel de literatura en 1952. En El desierto del amor analiza los complejos más oscuros de la pasión, desde una particular entonación romántica. 9. Albert Camus Su novela La peste está entre las obras más conocidas del ganador del Nobel del 1957 y narra las consecuencias del aislamiento de toda una ciudad. 10. Saint-John Perse. El autor de este libro, Saint-John Perse, poeta y diplomático francés, nacido en la isla Guadalupe, entonces dependencia del Imperio Colonial Francés en las Antillas y, desde 1946, departamento de ultramar de la República Francesa. Recibió el Premio Nobel de Literatura en 1960. 11. Jean-Paul Sartre. Ganó el Premio Nobel y lo rechazó, en 1964. Una de sus piezas más impactantes es Las palabras. 12. Claude Simon. El tranvía es la última obra del ganador del Nobel en 1985. Publicada en el 2001, un año más tarde llega al mundo hispanohablante con la editorial Seix Barral. 13. Gao Xingjian. La Montaña del Alma es un libro del único escritor considerado francés y premiado con el Nobel que ha escrito su obra en otro idioma, el chino, su lengua natal. 14. Jean-Marie Gustave Le Clézio. En la París de los años treinta, Ethel Brun, una niña de diez años que vive con su familia, asiste a la separación progresiva de sus padres mientras observa el derrumbe del mundo exterior producido por la depresión y más tarde por la guerra. Del ganador del Nobel en el 2008, La música del hambre. 15. Patrick Modiano. Recibió el premio de la Academia Sueca en el 2014. Antes ya había recibido el Gran Premio de Novela de la Academia Francesa (1972), y el Premio Goncourt (1978). Dura Bruder es considerada por muchos como su mejor obra.. |
16.-Annie Ernaux. (Lillebonne, 1 de septiembre de 1940) es una escritora francesa, catedrática y profesora de letras modernas, ganadora del Premio Nobel de Literatura en 2022. Trayectoria Pasó su infancia y su juventud en Yvetot, en Normandía. Tempranamente, abandonó la ficción por lo autobiográfico, narrando historias de su infancia en la cafetería-tienda de ultramarinos de sus padres en Yvetot. Sin florituras, cuenta la vida de su madre (Une femme), el ascenso social de sus padres (La place, La honte), su adolescencia (Ce qu'ils disent ou rien), su matrimonio (La femme gelée), su aborto (El acontecimiento), la enfermedad de Alzheimer de su madre (Je ne suis pas sortie de ma nuit), su cáncer de mama (L'usage de la photo), en el lenguaje normando y campechano de su vida hasta los 18 años. Desde mediados de los 70 vive en la nueva ciudad Cergy-Pontoise —desde 2012 integrada en la Mancomunidad del mismo nombre—. Sobre sus razones para elegir este lugar explica:
Su obra Diario del afuera es un retrato de la ciudad compuesto por escenas cotidianas de las que es testigo cuando camina por sus calles. Ha sido admirada como narradora en la primera persona y por sus reflexiones autobiográficas por autores como Emmanuel Carrère, Virginie Despentes, Édouard Louis o Didier Eribon. Annie Ernaux reivindica la dimensión política de la intimidad. Ha escrito también L'écriture comme un couteau con Frédéric-Yves Jeannet. El 6 de octubre de 2022, la Academia Sueca le concedió el Premio Nobel de Literatura «por el coraje y la agudeza clínica con la que descubre las raíces, los extrañamientos y las trabas colectivas de la memoria personal». Prensa. Era un secreto que fue descubriendo a cuentagotas y siempre permaneció bajo un velo. La primera vez que se enteró fue escuchando una conversación que tuvo su madre con una vecina, en la mitad de la calle. La escritora francesa Annie Ernaux era una niña de 10 años y de pronto oyó a su mamá hablar de una hija que había tenido antes que a ella, y que había muerto de difteria. A los seis años esa hermana que nunca conoció había "muerto como una santa", escuchó Ernaux, y luego solo vinieron rumores, jamás una historia directa. Sesenta años después se atrevió a escribir sobre esa hermana.
Editado por primera vez hace 10 años, ahora el título lo publica en Chile el sello local Los Libros de la Mujer Rota, traducido por el escritor Galo Ghigliotto. El lanzamiento chileno es la prueba del impacto cada vez mayor de Ernaux. Ganadora del Premio Formentor de las Letras en 2019 y considerada un modelo en la autoficción y feminismo para autores como Emmanuel Carrère y Virginie Despentes, Ernaux recurre a recuerdos y experiencias para indagar en la familia, las clases sociales y la mujer en la sociedad francesa del último siglo. En libros cortos, intensos y despojados de excesos retóricos, ha contado hitos de violencia entre sus padres (La vergüenza); su primera experiencia sexual (Diario de chica); el día en que abortó cuando aún era ilegal en Francia (El acontecimiento); la muerte de su madre (Una mujer), o el momento en que inició una carrera profesional dando un salto de clase en su familia (El lugar). Probablemente fue con Los años que se conectó con el gran público: un relato hecho de frases encontradas, hitos históricos y fotos en que reconstruye el paso de los años en Francia desde la posguerra. Publicado en 2008, antes Ernaux pasó mucho tiempo en los extramuros de la literatura francesa: "Hubo ataques muy violentos a lo que estaba escribiendo, que aludían a una perturbación de la visión ideal de la literatura o que señalaban que obligaba al lector a ver lo que no quería ver, social y sexualmente. En esos casos, el crítico literario declaraba que mis libros no eran literatura, pero sin preguntar qué es la literatura", cuenta la escritora en un correo electrónico desde su casa, en Cergy, a las afueras de París. Nacida en 1939 en Lillebonne, Normandía, Ernaux suele regresar en sus libros al café y tienda de abarrotes que tuvieron sus padres durante su infancia en el pueblo de Yvetot. Es el telón de fondo de un desfase social intrincado: ella siguió un camino como académica y escritora, mientras que sus papás eran comerciantes rurales alejados de los prestigios del mundo cultural. Entre esos recuerdos, Ernaux también suele evocar alusiones a los vaivenes políticos del mundo. Algunos han vuelto a sus pensamientos con la invasión de Rusia a Ucrania. "Es como un regreso brutal a la Guerra Fría y al imperialismo soviético de mi juventud: tanques en Budapest en 1956, Muro de Berlín en 1961, tanques en Praga en 1968", dice. Y agrega: "Luego de Chechenia, Georgia y Crimea, Putin había demostrado de lo que era capaz y de sus ambiciones de reconstituir una Gran Rusia. Pero no creo en una extensión europea de la guerra. El espectáculo de ciudades destruidas y los millones de refugiados son una descarga eléctrica que obliga a los gobernantes a hacer todo lo posible para obtener un alto el fuego", agrega. Revivir lo olvidado. Fue luego de Los años que Ernaux publicó La otra hija que ahora está en librerías locales. Es la historia de una indagación: esa hermana muerta es para la autora el vehículo para investigar otra vida de sus padres, una anterior y a la que nunca tuvo acceso. Nunca le hablaron de ella. Pero desde los 10 años en su cabeza estaban esas frases de su madre hablando con una vecina, contándole sobre esa "niña santa" que falleció. Los ecos fueron ambivalentes y oscuros: "Nunca tuve ningún recuerdo de ella estrictamente hablando. Pero para mí tenía una existencia imaginaria muy fuerte pues yo había estado condenada a guardar silencio sobre ella durante toda mi juventud", cuenta la escritora. Y añade: "La escritura del libro fue muy conmovedora para mí y aplacó cualquier resentimiento que pudiera haber en torno a esta imagen que pesaba sobre mi infancia". -"No escribo porque estés muerta. Moriste para que yo pudiera escribir, eso hace una gran diferencia", dice en "La otra hija". ¿El origen de su escritura radica en esa peculiaridad de haber sido "elegida para vivir", a diferencia de su hermana? -La frase que cita es la traducción de una pregunta que rondaba mi infancia desde el día en que supe a la vez de la existencia y muerte de mi hermana: ¿por qué Dios la recuerda "más bonita"? Me funcionó mucho la idea de muerte y predestinación, e incluso la de la condena. Mi hermana, la santa; yo, el demonio. La imagen estaba reforzada por la enseñanza religiosa católica, uno de cuyos principios era "¡Puedes tener un diez sobre diez en todas las clases y aun así no agradar a Dios!", para reducir el orgullo que podría haber tenido de ser un buen estudiante. Más tarde, alejada de estas creencias, transformé mi culpa en un signo de la elección de un destino literario. -¿Después de escribir sobre sus experiencias cambia su relación con el pasado? -Lo que sucede con escribir un libro sobre un evento o un período de mi vida va más allá de la cuestión de la memoria personal e incluso de mi relación con mi historia. Como cualquier persona, me considero atravesada por experiencias comunes a muchos y de las que necesito dar cuenta escribiéndolas. No por la necesidad de liberarme de ellas, sino por sacarlas a la luz y analizarlas. Cuando emprendí la historia de mi aborto clandestino, fue con el sentimiento de relatar un momento crucial de mi vida, un "acontecimiento", pero también fue con el deseo de que la escritura reviviera lo que había sucedido para millones de mujeres y estaba siendo olvidado. Si no siento una obligación de escribir que no sea personal, no puedo continuar un libro. -Inicialmente escribió novelas tradicionales, con tramas ficticias. ¿Cómo abandonó esa literatura y asumió los relatos autobiográficos? Mi primer libro publicado, Gabinetes vacíos, es una novela autobiográfica, que evoca un aborto, así como el desgarro entre el ambiente popular de mis padres y el ambiente universitario al que yo llegué. Era una escritura subjetiva y violenta. Fue mientras escribía sobre mi padre que comencé a hacerme preguntas esenciales sobre la dificultad de dar cuenta de la realidad de los considerados "inferiores" en la escala social. Y sobre la naturaleza de una escritura política, es decir, que se niega a renovar las distinciones sociales en un texto literario. Eso significó para mí el abandono de la ficción y la búsqueda de formas distintas a la ficción, lo que inicialmente llamé una forma "autosociobiográfica". Después renuncié a cualquier definición. -Algunos de sus libros narran un ámbito privado de la mujer y a veces ensombrecidos, como el aborto o la pasión femenina. ¿Han permitido las nuevas olas feministas que estos temas estén de forma natural en la literatura? -Empecé a publicar en la década de 1970, mientras hacía campaña contra la prohibición del aborto. En ese entonces, se liberaron las palabras de las mujeres sobre el sexo. Transgredir las normas de la escritura femenina, hablar del cuerpo, de las reglas, me parece imprescindible. Siempre lamenté que, salvo contadas excepciones, la literatura de las mujeres fuera muda sobre cuál era la realidad de sus vidas. Yo nunca he dejado de darme esta libertad de escribir, muchos otros escritores también. La última ola del feminismo logró, a través de las redes sociales, una velocidad de circulación de la información, para permitir esta extensión del dominio de lo "femenino" y del discurso de las mujeres. -Hace unos años, Emmanuel Carrère comparó el café de sus padres en Yvetot con el Combray de Proust. ¿Cómo ha sido para usted volver a esa ciudad de la infancia en varios libros? ¿Los ha reinventado a través de la literatura? -Como Proust, volví al lugar de la infancia, pero más precisamente al café-tienda ubicado en un barrio popular, que había querido olvidar, borrar de mi memoria: borrar todo lo que, en el mundo culto y burgués, era "desagradable" e "inferior". En otras palabras, es un espacio de retrospección que va más allá de la memoria individual, de los padres y de los lugares, es una memoria social a la vez que emocional. ¡Vengo del mismo mundo que Françoise, la criada de "En busca del tiempo perdido"! |
La Academia Sueca distinguió este jueves a la autora francesa de “El acontecimiento”. Sin embargo, en este 2022 la distinción podría haber mandado un mensaje más contundente. Patricio Zunini 7 de Octubre de 2022 Voy a comenzar diciendo que Los años es un buen libro, y que no leí El acontecimiento. Cuando salió esa novela, acababa de terminar Somos Belén, la crónica de Ana Correa sobre la tragedia —la violencia del Estado— de una joven tucumana de 25 años que sufrió un aborto espontáneo y fue encarcelada, acusada de haberlo provocado. Y muy poquito antes había leído la novela autobiográfica Tienes que mirar, en donde la rusa Anna Starobinets cuenta las peripecias kafkianas que tuvo que soportar para interrumpir el embarazo de un feto con una malformación congénita que no iba a vivir. Los dos libros, aunque muy valiosos, eran demasiado trágicos y violentos; necesitaba cambiar de lecturas. Quienes leyeron El acontecimiento dicen que es muy bueno. Nadie duda de que el Premio Nobel es político. Los argentinos repetimos como un mantra que se lo negaron a Borges por la infausta visita a Pinochet en 1976. De la misma manera, podríamos decir que otros autores, como Boris Pasternak y Orhan Pamuk, lo recibieron por su compromiso. Es sabido que en el caso de Pasternak intervino la CIA. La regla para que un candidato pueda recibir el premio es que haya sido publicado en su país, y, en plena Guerra Fría, los norteamericanos hicieron una incursión en la Unión Soviética para lograr que Doctor Zhivago tuviera una pequeña tirada en suelo ruso. A Pamuk, el Nobel le llegó dos años después de que Turquía lo condenara por hablar del genocidio armenio. En una lectura taimada, podría incluso decirse que el Nobel a la poeta norteamericana Louise Glück en 2020 fue una suerte de mensaje a Donald Trump. Se lo daban a alguien que poco antes había recibido la Medalla al Mérito en las Artes en manos de Barack Obama. El premio a Ernaux llega en medio de la rebelión de las mujeres iraníes. Hace unas semanas, el asesinato en manos de la policía de Mahsa Amini, un mujer kurda que había sido detenida por llevar mal colocado el velo, provocó una reacción en Irán y en el resto del mundo, que parece cambiar el mundo. No es la primera vez que las mujeres voltean un régimen. Ahí están, por ejemplo, las que encendieron la mecha de la Revolución Rusa, como lo cuenta Olga Viglieca en Las obreras que voltearon al zar. Pero si los suecos intentan sumarse a la ola feminista, no solo parece un mensaje demasiado elíptico, sino que repiten un movimiento que ya habían hecho hace veinte años, cuando premiaron a Elfriede Jelinek en 2004. Pese a su imagen internacionalista, el Nobel es el premio que un país central les entrega a los escritores de los países centrales. A lo largo de la historia lo han recibido: catorce franceses —incluyendo a la actual ganadora—, diez estadounidenses, ocho británicos, siete suecos, seis alemanes e italianos, y así. Y, si bien el año pasado lo ganó un tanzano, Abdulrazak Gurnah vive en Inglaterra desde hace décadas. Es llamativo cómo la Academia Sueca ha cerrado filas en los últimos años. Desde que comenzó el siglo XXI, sólo tres ganadores están por fuera de la zona de exclusión: el sudafricano John M. Coetzee, el peruano Vargas Llosa —que, mal que mal, también tiene ciudadanía española— y el chino Mo Yan. Tanto es así que César Aira, que durante años aparecía como la gran esperanza argentina, ya no figura ni en las casas de apuestas. Si todo Nobel es político, hoy perdieron la oportunidad de hacer una declaración de principios. Incluso si pensaban en dárselo a un europeo. Cuando en cinco o seis años lo premien al ruso Vladimir Sorokin, todos diremos que llegó demasiado tarde: el momento era ahora, en medio de la invasión a Ucrania. Pero, sobre todo, este era el año en que debía recibirlo Salman Rushdie. Después del atentado que sufrió hace unos meses —y después de vivir bajo amenaza durante ¡tres décadas!—, merecía un apoyo irrestricto e incondicional. El Nobel es demasiado importante como para no intervenir. Tal vez faltó coraje. “Los seres humanos son los únicos animales que matan por ideas”, dice Siri Hustvedt en el ensayo Los espejismos de la certeza. Qué bueno hubiera sido que el Nobel apoyara la literatura y la vida. |
Ernaux, la escritora valiente. La ganadora del Premio Nobel tiene dos cualidades imprescindibles: pasión e inteligencia. No sé cómo llegué a Ernaux, solo sé que un día, de pronto, estaba leyendo un libro, Pura pasión, en el que se relataba por primera vez de forma totalmente revolucionaria la historia de una pasión sexual. No era ordinario ni soez, no se regocijaba en los detalles escabrosos, no se justificaba, no hablaba de amor, era de una dureza, de una honestidad y de una parquedad que yo no había encontrado antes en ningún otro libro. Debe ser muy difícil ser tan inteligente como Ernaux y no convertirse en una exhibicionista, deber ser muy difícil ser tan lúcida y abstenerse de dar ningún tipo de lección, debe ser muy difícil tener el milagroso don que tiene Ernaux para juntar frases y palabras y no extenderse, ser siempre breve y precisa, exacta, bellísima. También había otra cosa: Ernaux hablaba de sexo, de su sexo, de sus relaciones sexuales. A Ernaux (una de las mentes privilegiadas del siglo) no le daba vergüenza mostrar su pasión por la pasión, no lo mezclaba con política (aunque es una autora a la que la política le interesa muchísimo), ni con moralidad, ni con feminismo, no intentaba blanquearlo. Ernaux follaba. La mujer más inteligente del siglo follaba. Nadie ha escrito de sexo, de deseo y de pasión mejor que Ernaux, tal vez Philip Roth esté a su altura. Hay que ser muy valiente para no esconderse tras la propia inteligencia, tras el propio talento, en Ernaux la desnudez es total y, sin embargo, no hay el menor exhibicionismo, ni la menor autocomplacencia. Ernaux tiene siempre un cuchillo en las manos. Y se lo clava. La gran literatura no es otra cosa. |
La escritora francesa Annie Ernaux (Lillebonne, Francia, 82 años) ha ganado este jueves el Premio Nobel de Literatura, dotado con 10 millones de coronas suecas (más de 920.000 euros). “Para mí representa algo inmenso en nombre de aquellos de quien provengo, en primer lugar. Alguna vez dije que quería vengar a mi raza. Cuando lo dije no sabía muy bien cómo hacerlo. Pero sucedió con las palabras y con los libros”, declaró ante un enjambre de cámaras y micrófonos en un elegante salón de la sede de Gallimard en París, su editorial desde que en 1972 envió —ella, la hija de la clase obrera que iniciaba así su ascenso hasta la consagración en el panteón literario universal— su primer libro, Los armarios vacíos, y hasta el último, Le jeune homme, publicado hace pocos meses en Francia. Ernaux añadió: “Recibir el Nobel es, para mí, una responsabilidad para continuar”. El galardón le fue concedido “por la valentía y la precisión clínica con la que desvela las raíces, los extrañamientos y las trabas colectivas a la memoria personal”, según argumentó el comité del premio. Esa justificación parece salida de la boca de la propia Ernaux, que cree que la literatura debe funcionar “como un cuchillo”. La autora escribe con el bisturí en la mano, siempre dispuesta a tocar el hueso, a llegar “hasta el fondo de una determinada verdad”. El resultado ha sido una obra minuciosamente elaborada a lo largo de las últimas cinco décadas y situada a medio camino entre la narrativa y las ciencias humanas, donde la historia y la sociología cuentan tanto como el recuerdo individual. Ernaux está convencida de que es imposible disociar ambas cosas. Se dirá que este es el primer Nobel que premia la autoficción, un subgénero que ella ha alimentado más que nadie, aunque la escritora reniegue de esa etiqueta y de todo lo que la encierre en su mera biografía. En realidad, su supuesta literatura del yo ha adoptado, a menudo, otros pronombres: tú, él, ella, nosotros, el impersonal on que tanto abunda en francés. Para Ernaux, la primera persona es un contenedor vacío que utiliza para recoger una experiencia ampliamente compartida. “El yo es solo un lugar y no la expresión de una persona”, afirmaba en una entrevista con EL PAÍS en 2019 en su domicilio de Cergy-Pontoise, a unos 40 kilómetros de París, una de esas villes nouvelles que Pompidou levantó de la nada para aliviar la concentración urbana en la capital. Un sitio sin historia, peculiar elección para una escritora obsesionada por la memoria, en el que Ernaux vive sola, en una casita con jardín decorada al estilo british y situada en una zona residencial un tanto aislada. “Sé que parece una contradicción, pero esta urbe sin pasado era el único lugar donde me sentía bien. Las ciudades históricas me recuerdan a una larga tradición de exclusión social. Aquí podía vivir sin sentirme sometida a ese determinismo”, explica Ernaux, siempre marcada por las tesis del sociólogo Pierre Bourdieu. La noción de traición social respecto a sus orígenes humildes, de lo que ella define como un transfuguismo de clase, atraviesa la trayectoria de esta hija de modestos tenderos de un pueblo de Normandía, que vendían patatas para que ella “pudiera sentarse en un anfiteatro universitario para escuchar hablar de Platón”, como dejó escrito en Una mujer. Ernaux se sitúa en la extrema izquierda, ha apoyado al líder antiliberal Jean-Luc Mélenchon y el combate de los chalecos amarillos. En 2019, cuando invadieron las rotondas francesas, no condenó su violencia. Quienes no eran capaces de entenderla, dijo Ernaux, era porque “nunca han sentido la necesidad de destrozarlo todo, nunca han experimentado ese sentimiento de injusticia”. Los paisajes de Ernaux —las ciudades residenciales del extrarradio lejano de París, los trenes de cercanías que llevan a los trabajadores precarios a la gran ciudad, las superficies comerciales impersonales, los pequeños pueblos en declive de su región natal— son los paisajes de la Francia de los desfavorecidos, la Francia periférica, como la llama el geógrafo Christophe Guilluy. En su país, la escritora ha creado escuela, con autores de generaciones posteriores como Emmanuel Carrère, Nicolas Mathieu o Édouard Louis reconociéndose como discípulos suyos. Ernaux temía este momento, según confesó en junio al diario belga Le Soir. La autora de Los años se imaginaba que, de recibir el Nobel, se sentiría triste. “Me sentiría atrapada entre el deseo de decir no, no lo quiero, como Jean-Paul Sartre, y otro de poder decir cosas como hizo Albert Camus”. Y se preguntaba: “¿Qué sentido tendría recibir el Nobel de Literatura? Hay una parte de azar, también. Si mira la lista de los Nobel, hay muchos escritores que no han dejado una obra imperecedera. Lo que obtiene el laureado de un premio Nobel es a la vez mucho dinero y también una forma de intocabilidad. Todo esto me parece malsano. He llegado a un punto en que temo de nuevo el mes de octubre. ¡Espero que sea tranquilo el de este año, y todos los siguientes!”. El presidente de la República, Emmanuel Macron, celebró el galardón con un mensaje en Twitter: “Annie Ernaux escribe, desde hace 50 años, la novela de la memoria colectiva e íntima de nuestro país. Su voz es la de la libertad de las mujeres y de los olvidados del siglo. Se une, con esta consagración, al gran círculo del Nobel de nuestra literatura francesa”. A la pregunta, en la rueda de prensa, sobre si Macron, a quien ha criticado con dureza en el pasado, le había felicitado, respondió entre las risas de los periodistas: “He apagado todos los teléfonos”. La escritora, que compareció ante la prensa junto al editor Antoine Gallimard, explicó que se había enterado del premio escuchando la radio en su cocina en su casa de Cergy. “Estaba sola. ¿Quieren saber cómo iba vestida?”, bromeó. “No se lo diré”. Pronto llegaron los periodistas; ella tomó un taxi en dirección a Gallimard. El premio puede interpretarse como un reconocimiento de la vitalidad de las letras francesas —en los últimos 15 años tres franceses lo han recibido: además de Ernaux, Patrick Modiano y J. M. G. Le Clézio—, pero también de una autora que se reivindica del feminismo y del movimiento Me Too. “Otro aspecto de mi trabajo es hablar desde mi condición de mujer”, reflexionó ante la prensa. “ Para mí sigue siendo una cuestión: no me parece que nosotras, mujeres, nos hayamos vuelto iguales en libertades, en poder. De una manera general sigue existiendo esta dominación que toma formas más ligeras, o más pesadas. Escribir es también este lugar”. El Nobel consagra definitivamente a una autora que, hasta hace solo un par de décadas, era prácticamente una paria de las letras francesas, como ella misma admitía. Su reflejo literario de la experiencia femenina provocó que se la arrinconara como una escritora menor y un tanto sensacionalista, por no rehuir aspectos como su aborto clandestino en los sesenta (tanto en la citada Los armarios vacíos, como en El acontecimiento, adaptada al cine en 2021), la muerte de su padre (El lugar), la enfermedad de su madre (No he salido de mi noche), el cáncer que Ernaux padeció (El uso de la foto), la mediocridad de la vida familiar (La vergüenza, La mujer helada) o la lujuria reencontrada en la madurez (Pura pasión). También mezclar los viajes en tren suburbano y las visitas al hipermercado (Mira las luces, amor mío) con los grandes asuntos como la diferencia de clases, las reivindicaciones feministas y la memoria histórica en la interfaz de una escritura “llana”, desprovista de todo ornamento, que Ernaux parece considerar una obscenidad. “He tenido enemigos de los que me siento orgullosa. Venían de la derecha, pero también de la izquierda caviar. Ahora ya no se atreven, pero durante mucho tiempo me masacraron”, decía en 2019. Todo cambió con la publicación de Los años (2008), gran fresco sobre los cambios en la sociedad francesa, de la posguerra al nuevo milenio, que muchos consideran su obra maestra. En España, sus libros llegaron de forma errática, hasta que empezaron a ser recuperados en la década pasada por Cabaret Voltaire, sello inmerso en la recuperación de toda su obra, y de cuatro volúmenes editados por Tusquets: El lugar, Pura pasión, La vergüenza y El acontecimiento. Ernaux ha tenido una relación ambivalente con esta nueva fama, que la cogió algo mayor —“ya no soy una mujer joven; no hay día que no me levante con dolores en algún lugar del cuerpo”, asegura—, pese a que suela atender con amabilidad a las demandas de los periodistas. “Vivía mejor cuando era menos conocida. Sentía una tranquilidad y una libertad que he perdido”, confesaba hace unos años, a riesgo de que la trataran de “desagradecida”. Cuando le concedieron el Premio Formentor en 2019, Ernaux se hizo una pregunta: “¿Por qué yo?”. Y luego argumentó: “La verdad es que no creo merecérmelo. Mi discurso [en la ceremonia del Formentor] hablará del sentimiento de indignidad que siento al recibir un premio. No doy saltos de alegría. Siento más estupefacción que regocijo”. Con todo, Ernaux no para: además de su último libro, el relato breve Le jeune homme, ha codirigido con su hijo Les années Super-8, documental montado a partir de los vídeos domésticos de sus vacaciones en los setenta y ochenta que fue presentado en el último festival de Cannes y se estrenará en España en enero. Este Nobel contribuirá a legitimar una escuela literaria desdeñada durante décadas. “El campo literario sigue dominado por los hombres y su ideología. Un escritor de verdad sigue siendo un hombre. Una mujer que escribe es, como mucho, una novelista”, ironizaba Ernaux en 2019. Desde hoy, tal vez sea un poco menos cierto. Ernaux es la decimoséptima mujer que se alza con la máxima distinción literaria internacional y la quinta en los últimos 10 años. Aunque el idioma más premiado es el inglés, Francia es el país en el que más veces ha recaído el galardón: lleva 15, incluyendo a Jean-Paul Sartre, que no lo aceptó en 1964. El último antes de Ernaux fue Patrick Modiano, que lo recibió en 2014. De los 118 galardones entregados desde la creación del premio en 1901, en 95 ocasiones lo han recibido autores europeos o norteamericanos. La brecha de género también ha sido notable: el Nobel de Literatura ha distinguido a 102 hombres y 16 mujeres, dos de ellas premiadas en los últimos años (en 2018, Olga Tokarczuk y, en 2020, Louise Glück). |
Annie Ernaux: “Francia se ha hecho de derechas” Berna González Harbour Madrid - 22 abr 2022 “Detesto a mi padre porque cada mañana la cascada de pis atraviesa el tabique, hasta la última gota”. Son muchas las frases, párrafos y páginas que van convirtiendo ese tabique tambaleante en un muro férreo para separar una infancia de clase popular en el bar de barrio de sus padres de una edad adulta entre libros y habitaciones limpias, pera esta es una de las más expresivas. Annie Ernaux necesitó levantar ese muro para huir de una vida de mugre, hules y cajas destartaladas que se acumulaban bajo el mostrador y que tan bien ha reflejado en Los armarios vacíos, nuevo libro que publicará en unos días Cabaret Voltaire en España, el primero de su carrera en Francia. Ernaux está estos días en Madrid, donde relata su tristeza por la derechización de Francia en vísperas de las elecciones presidenciales de mañana. Annie Ernaux: “Feminista era un insulto hace no tanto” El libro retrata esa tensión entre dos clases sociales que la ha convertido en lo que la autora nacida en Lillebonne en 1940, llama “tránsfuga de clase”. A un lado: los clientes que se tambaleaban borrachos al salir del bar dejando vomitonas que limpiaba su madre. Al otro: la educación estirada del colegio de pago y una moralina católica que convertía en pecado su curiosidad. Allí, la vulgaridad a la que no quería pertenecer, aunque pertenecía. Aquí, la “buena educación” a la que tampoco pertenecía, pero llave hacia la formación y las letras. Y en medio, pasadizos que se abrían entre ambos mundos como amenazas de que todo lo avanzado siempre podía retroceder: un aborto, una sonda roja en el extremo de unas pinzas que más que arrancarle una criatura le estaban arrancando una condena a permanecer. Pregunta. Se ha declarado tránsfuga de clase. ¿Siente que ha traicionado su origen? Respuesta. Es un sentimiento muy personal que me acompaña desde que me hice profesora, cuando mi padre se estaba muriendo en 1967 y yo estrenaba mi primer trabajo en un instituto con chicos de todos los orígenes sociales. Perdía a mi padre y sentía que le había ignorado, que ya no podíamos decirnos nada más, que nuestra historia se había acabado. Y la conciencia de esos dos hechos simultáneos me recordó el origen del que yo procedía y al que ya no pertenecía. Para mis alumnos yo era la autoridad, la clase dominante, y fui consciente de esa fractura. Ese sentimiento de traición ha crecido, aunque siempre he tomado parte por ellos, por los de mi origen. P. ¿Ha sentido siempre esa lucha por dejar el pasado atrás? R. No estoy segura de que sea una lucha porque la sociedad también la provoca y crea esos tránsfugas de clase. Desde que sacaba buenas notas y me decían en clase que tenía que superar a mis padres, ya estaba atrapada en ese sistema. De alguna manera te sacan del lugar del que sales de forma perniciosa. Yo no vestía como las demás, no era como las demás y mi venganza fueron las notas. Ernaux, premio Formentor de 2019, autora que ha encontrado su reconocimiento más sólido en los últimos años, es conocida como la gran maestra de la literatura de la intimidad, de la autoficción y, sobre todo, como la escritora que ha sabido retratar toda aquella experiencia femenina que no tenía reflejo literario. Lo ha hecho en La mujer helada, en Pura pasión, Una mujer, Los años y más de veinte obras que hilan ese tejido íntimo, personal, con que ha ido describiendo su vida contra los elementos. P. La literatura nos ha ofrecido modelos de mujer retratados por hombres: Madame Bovary, Anna Karenina… ¿Cree que lo hicieron con fidelidad? R. Cuando Flaubert escribió Madame Bovary estaba hablando de mujeres, sí, pero se puede decir que no era su problema. Escribía con su visión, con su comprensión de las mujeres, y está bien conseguido desde ese punto de vista. Yo me reconocí en Ana Karenina y su capacidad de vivir una pasión como la que siente por Vronsky, por ejemplo. En mi caso, yo siempre me siento exterior a lo que escribo. Para mí la escritura es una búsqueda de la verdad de las situaciones, de los afectos, de todo lo que ocurre en la vida. P. ¿Y hay una verdad literaria distinta de la verdad de la vida? R. Es que la verdad de la vida la encuentro en la literatura, la encuentro escribiendo. La verdad de la vida está en trozos, en atisbos, en sentimientos que no son necesariamente la verdad. Y la escritura es el medio para expresarlo, nunca de forma definitiva porque eso no existe, nunca hay una verdad definitiva. Esa es la trampa del lenguaje. Cuando empleamos palabras en la vida parece que nos lo hemos dicho todo de forma absoluta, pero esto es mucho más complejo. Yo no me fío de las palabras, no me fío del todo de las palabras. Corrijo: me fío de las palabras solo cuando están colocadas en una estructura en la que la frase, el párrafo y esas palabras van a ayudar a construir el libro. P. ¿Cómo encuentra le mot just, esa palabra exacta, como decía Flaubert? ¿Le resulta difícil, escribe y reescribe? R. Sí, para mí es difícil, pero no hago correcciones sin fin. Puedo esperar a que surjan las palabras, a que ocurran. Quito muchas de mi cabeza, no de la página. Escribo mucho mirando hacia arriba, esperando a que las cosas me vengan de la memoria. Puedo mirar la página en blanco mucho tiempo. P. ¿Qué lugar siente que ocupa en la literatura? ¿En la literatura de la intimidad, de la autoficción? R. Todo eso son palabras. Para mí la escritura es el medio de aclarar las cosas que he sentido y que hasta ahora no tenían una realidad. Lo hago a través de mi propia experiencia, de ahí el término autobiográfico. Es un trabajo a la vez que una búsqueda de la realidad a través de la intimidad y a través de lo personal, que no es lo mismo. Se trata de buscar la realidad a través del sentir personal, sí, es eso. P. ¿Se sitúa en un espacio de literatura de mujer? R. Los hombres han escrito sobre mujeres y ahora al fin las mujeres están escribiendo sobre sí mismas, es una realidad histórica y sociológica. Y ha venido poco a poco. Olympe de Gouges reclamó que si podemos subir al cadalso a que nos ahorquen también podemos escribir. P. ¿Pero existe una literatura de mujeres? R. No, creo que no. Pero hay ámbitos en los que las mujeres son capaces de explorar su propia experiencia y que los hombres ignoran porque no lo han experimentado: solo una mujer puede explorar su propia sexualidad o la maternidad. En Los armarios vacíos hablo de un aborto clandestino porque para mí era fundamental y quería hacerlo. También hablo del deseo, del cuerpo. En La mujer helada he descrito la desigualdad entre dos estudiantes de letras que se casan. Siempre he tenido conciencia de que tenía que escribir sobre la vida real de las mujeres, era una obligación. Nunca he separado las dos cosas. P. Usted pertenece a la generación del 68. ¿Se han cumplido los sueños de esa generación? R. No. No. No. Hemos conseguido cosas capitales para las mujeres, como el control de la producción o la contracepción, pero no es suficiente. Las mujeres que hoy tienen 40 o 50 no pueden saber lo que era la vida antes del aborto legal y la contracepción, había que renunciar a la sexualidad o vivir siempre en el miedo. Hemos conseguido esas libertades, pero nos habíamos olvidado de que los hombres no habían cambiado. P. ¿Y no han cambiado todavía? R. La sociedad ha seguido más o menos igual, al menos en Francia, una sociedad bastante machista, con hegemonía masculina. En el trabajo, en el interior de la pareja, de las familias o en las relaciones sexuales ha habido un privilegio masculino, las mujeres se tenían que callar cuando eran víctimas de violación o de comentarios, siempre había que estar a disposición del hombre. Eso ha evolucionado poco a poco. Gracias a la educación mixta, al acceso a los estudios, pero incluso en los años 2000 la palabra feminismo no estaba bien vista. El Me Too sí ha supuesto un antes y un después. P. ¿Y la moral católica que describe? ¿Pervive su dominio? R. La moral católica ha desaparecido a la vez que la religión católica. En Francia el islam ocupa un gran espacio y la religión católica se ha evaporado literalmente. Quedan los bautizos, bodas, entierros… Para la moral católica del siglo XX el cuerpo era fuente de pecado. P. ¿Cómo explica que el domingo compitan dos opciones de derecha en Francia, sin izquierda? ¿Francia se ha hecho de derechas? R. Sí, sí. Es un país de derechas, pero con una gran fuerza en torno a la Francia Insumisa, Mélenchon, que se ha despertado. El Partido Socialista nunca dejó de llegar a acuerdos con el liberalismo y abandonó a las clases populares en los noventa. P. ¿Y por qué se ha hecho Francia de derechas? R. Porque los partidarios de esas opciones abogan por el orden, porque tienen miedo a la presencia de una inmigración que ha sido demonizada y en la que no solo es responsable la familia Le Pen. Mitterrand tuvo un papel, Chirac también, que hablaba del “olor” de los inmigrantes, que les estigmatizaba. Y el asunto del velo... cuando llegaron chicas veladas y muchos lo convirtieron en asunto de Estado. Y no hemos salido de ahí, ese discurso del velo lo ha usado la derecha y desgraciadamente también los socialistas y al final han fortalecido al partido de Le Pen. Estoy profundamente triste por lo que está pasando en Francia porque hay una parte de mi país que está realmente apartada. Yo no me reconozco ni en uno ni en otra y percibo el sentimiento de que Francia va a ser gobernada solo por una parte de su población. La gente no se va a reconocer en sus gobernantes y una parte de Francia se sentirá totalmente excluida. En todo caso, concluye esta escritora partidaria de Mélenchon, el domingo irá a votar a Macron por una razón clara: “Me da miedo que gane la extrema derecha”. |
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