Erhard Ratdolt. |
Cuáles son los libros más caros del mercado Abebooks es el sitio web donde se ofrecen libros usados, algunos a precios irrisorios y otros a precios tales que muy pocos coleccionistas tienen acceso a ellos. He aquí el ranking de los volúmenes por los que se pagó más dinero.
# 258.762,09 euros. Elementos de Euclides. [Traducido del árabe por Adelardo de Bath (1080-1152). Editado por Giovanni Campano da Novara (1220-96)]. Primera edición de Erhard Ratdolt, Venecia, 1482. Recopilación del conocimiento matemático griego temprano, sintetizado y presentado por Euclides en 300 a.C. circa. El texto de Campano es una reelaboración libre de traducciones latinas anteriores, principalmente la segunda versión de Adelardo, con pruebas adicionales que lo convierten en “el Euclides árabe-latino más adecuado”. Contiene suposiciones no probadas o postulados (hoy axiomas) como: “una línea es una longitud sin ancho”, cuya influencia puede encontrarse en la filosofía de Kant o en los textos de Franz Kafka. El libro II plantea los principios geométricos de la sección que durante el Renacimiento tanto artistas como arquitectos convertirían en “la sección áurea”. El ex libris indica que se compró en Tregaski’s el 6 de julio de 1898, seis meses después de la muerte de Lewis Carroll. Lleva escrito a lápiz en la hoja delantera: “Este libro perteneció al reverendo C.L. Dodgson (Lewis Carroll) quien, además de Alicia en el país de las maravillas, etc., escribió Euclides y sus rivales modernos, Londres, 1879, en el que sin duda se refiere a él”. |
ENTRE DOS AGUAS. La inmortalidad de los 'Elementos' de Euclides. |
El académico e historiador de la Ciencia analiza la aportación del matemático griego a la luz de varias publicaciones José Manuel Sánchez Ron 16 junio, 2022 Estudié Física, carrera en la que abundan los cursos de Matemáticas. No lamento en modo alguno haber elegido estudiar la ciencia de Newton y de Einstein, ni aunque tras algunos años de haberme dedicado a la investigación en Física Teórica, opté por la Historia de la Ciencia. La Física nos enfrenta como ninguna otra ciencia a nuestras limitaciones, a la vez que a nuestras inmensas posibilidades. Lo admirable es la organización de los 'Elementos', que se constituyó en modelo de cómo sistematizar, mediante teorías, el conocimiento científico. Limitaciones de las que la naturaleza nos alerta comportándose de maneras que no habíamos podido imaginar. Immanuel Kant pensó que la mente humana impone “filtros” –los célebres a priori kantianos–, que él creía que estaban representados por la geometría tridimensional plana (o euclidiana) y las leyes del movimiento que había establecido Newton en su gran libro de 1687, Principios matemáticos de la filosofía natural. Leyes de la naturaleza Era una suposición razonable, pero las leyes que obedece la naturaleza no tienen por qué coincidir con nuestros modos más básicos de entender; de hecho, el desarrollo de la física ha terminado sustituyendo la idea de que el Universo obedece a la geometría tridimensional plana de Euclides por una geometría curva de cuatro dimensiones, según establece la teoría de la relatividad general (Einstein, 1915), y reemplazando las leyes de la dinámica newtoniana por las de la relatividad especial (Einstein, 1905). Si hay un ejemplo particularmente transparente de que no podemos intuir cuáles son las leyes que obedecen los fenómenos que tienen lugar en la naturaleza, este es –lo he señalado varias veces en estas páginas– el de la mecánica cuántica. Los físicos la aprendemos en los cursos en los que se nos enseña, y mediante los libros que estudiamos nos acostumbramos a resolver con ella problemas, superando los criterios cognitivos a los que estamos habituados, producto de nuestra relación directa con lo que nos rodea, que son en gran medida ajenos a los que establece la mecánica cuántica. Datos experimentales Una de las tareas que me planteé como historiador de la Ciencia fue comprender cómo fue posible que se llegase a formular una teoría tan contraintuitiva. Tras no pocos esfuerzos, pude entender (escribí un libro sobre ello) que fue el fruto de un largo proceso en el que la “guía” que dirigió las construcciones teóricas fueron los datos experimentales. La Física es, en definitiva, una disciplina constituida por proposiciones (leyes) falibles, con una indispensable base experimental, pero la Matemática no es así; los procedimientos que emplea y los resultados a los que llega son “seguros”, inevitables dentro de su estructura interna, de los axiomas sobre los que se construye. Un sistema matemático, si no contiene fallos, deficiencias de carácter lógico, permanece inalterable para siempre. La paz de la matemática Como decía, me enseñaron mucha física y no pocas matemáticas. Terminé entendiendo que la primera es como una cura de humildad, que nos recuerda los límites de nuestro entendimiento, que nuestra mente no puede “imaginar el Universo” sin mirar lo que hay en él. Pero la Matemática me dio siempre paz, y he llegado a pensar que es, en realidad, algo así como una ventana abierta a los “pilares” últimos de la naturaleza. Para que me entiendan, utilizaré una historia maravillosa, la que Platón presentó en el capítulo VII de su libro La República: el mito de la caverna. Allí, Platón animaba a considerar que lo que observamos acaso no sea sino sombras de la auténtica realidad, a la que no podemos acceder, encadenados como estamos a nuestras limitadas facultades cognitivas. Por supuesto, no sabemos si esto es así, y me parece dudoso que alguna vez seamos capaces de saberlo, pero ¿no serán los constructos matemáticos lo único que se nos revela directamente, que no son sombras? Infinitas vidas Me ha animado a tratar estas cuestiones la reciente publicación de un libro dedicado al texto matemático por excelencia: los Elementos de Euclides: Las infinitas vidas de Euclides. Historia del libro que forjó nuestro mundo (Shackleton Books, 2022), de Benjamin Wardhaugh. En realidad no se sabe a ciencia cierta si es correcto decir “de Euclides”, pues de su biografía se ignora casi todo; sí que vivió, en torno al 300 a. C., en Alejandría, la ciudad de la mítica biblioteca en la que se reunió prácticamente todo el saber existente por entonces. Wardhaugh expresa la opinión que han sostenido prácticamente todos los historiadores del pasado cuando escribe que Euclides “recopiló todo el material más sencillo conocido por los geómetras griegos de su tiempo y lo reunió en un solo libro, además de organizarlo adecuadamente, tanto a una escala general como a una escala más detallada”, y aunque seguramente añadió algunas cosas de su propia cosecha, “hoy nadie puede identificar con seguridad qué puede ser lo nuevo y qué lo anterior”. Pero ¡qué importa que tomara resultados de otros! Lo admirable es la organización del libro, que se constituyó en modelo de cómo sistematizar, mediante teorías, el conocimiento científico. Múltiples ediciones Desde que el impresor alemán afincado en Venecia, Erhard Ratdolt, publicase en 1482 la primera edición impresa –una versión en latín– de los Elementos, ningún libro, salvo la Biblia, ha sido objeto de más ediciones. Y si ese texto religioso ha influido en millones y millones de mentes y en la historia de la humanidad, otro tanto se puede decir de los Elementos, que ha experimentado todo tipo de sucesos. Ha sufrido, o se ha beneficiado, de ampliaciones y simplificaciones; los axiomas de los que parte han sido estudiados repetidamente, en particular el quinto postulado, el de las paralelas, que finalmente en el siglo XIX se comprobó que podía ser sustituido por otros, que dieron lugar a geometrías no euclidianas; ha servido de modelo de cómo se debe organizar el conocimiento, no solo para alcanzar certeza sino también claridad (se han publicado libros con títulos como El Euclides de la medicina, Elementos de jurisprudencia o Elementos de teología; también Spinoza intentó en su Ética seguir su estructura organizativa); inspiró irresistiblemente a los jóvenes Bertrand Russell y Albert Einstein, que vieron en él una prueba del poder del intelecto humano. Y, no lo olvidemos, versiones simplificadas sirvieron de texto de enseñanza en las escuelas. Y es que si moldear el carácter es importante, hacer lo propio con la mente no lo es menos. |
Adelardo de Bath. |
Adelardo de Bath (en latín Adelardus Bathensis) (Bath, ca. 1080 – Bath, ca. 1150) fue un científico y traductor inglés del siglo xii. Biografía Es conocido principalmente por sus traducciones al latín de muchas obras científicas árabes importantes de astrología, astronomía, filosofía, alquimia y matemática, incluyendo antiguos textos griegos que solo existían como traducciones árabes y fueron así introducidos en Europa. Durante un periodo de siete años viajó por todo el África del Norte y Asia Menor. Estudió en Tours y pudo haber enseñado en Laon, si bien hay cierta disputa sobre esto último (Burnett 1987). Se sitúa en la convergencia de tres escuelas intelectuales: La enseñanza tradicional de las escuelas francesas, la cultura griega del sur de Italia y la ciencia árabe de Oriente. Viajó por Francia, Italia, Grecia, España y la "Tierra de las Cruzadas". En estos viajes tuvo acceso a los estudios árabes y cuando retornó a su Bath natal hacia 1126 lo hizo con la intención de difundir en el mundo latino el conocimiento que había adquirido en astronomía y geometría. Su obra más conocida es la de sus estudios arábicos, incluyendo los de al-Jwārizmī, recopilados bajo el título de Perdifficiles Quaestiones Naturales, impreso en masa por primera vez en 1472, con la forma de diálogo entre él mismo y un sobrino entre 1113 y 1133. En las Quaestiones Naturales muestra algún pensamiento original de corte científico, lanzando la pregunta de la forma de la Tierra (que él creía redonda) y de cómo permanece estacionaria en el espacio, y también la interesante pregunta de cuánto caería una roca si un agujero se cavase a través de la tierra y se lanzase por él (véase centro de gravedad). Teorizó que la materia no podía ser destruida (véase ley de conservación de la materia). También planteó la interesante pregunta de por qué el agua experimenta dificultades para salir fluyendo de un recipiente al que se da la vuelta (véase presión atmosférica y vacío). Muchas de las demás cuestiones planteadas reflejaban la cultura popular de la época. Tradujo las tablas de al-Jwārizmī y una Introducción a la astronomía árabe. Escribió un tratado corto sobre el ábaco (Regulae abaci) y un tratado sobre el astrolabio. Tradujo Los elementos de Euclides al latín desde una traducción árabe del original griego. Probablemente Giovanni Campano tuvo acceso a la traducción de Adelardo de Los elementos, publicándose por primera vez su edición en Venecia en 1482 tras la invención de la imprenta, convirtiéndose tras ello en el principal libro de texto de las escuelas matemáticas europeas. Escribió De Eodem et Diverso (‘De la identidad y la diferencia’) con forma de cartas dirigidas a su sobrino, una obra de filosofía que compara las virtudes de las siete artes liberales con intereses mundiales. Fue el fundador de la doctrina de la indiferencia (véase Escolástica). La influencia de Adelardo de Bath se manifiesta en los trabajos de Robert Grosseteste y Roger Bacon. Aunque sus trabajos en filosofía natural quedan a la sombra de Aristóteles, ayudaron a poner los cimientos del progreso que vendría en los siglos siguientes. Aunque sus escritos originales muestran un interés sincero por las artes liberales escolásticas, su obra Quaestiones naturales deja ver una mayor inclinación hacia la física, las ciencias naturales y quizás, la metafísica. Su influencia es evidente en Guillermo de Conches, Hugo de San Víctor o Isaac de Stella. Adelardo introdujo el Álgebra en el mundo latino y sus comentarios sobre algunas partes de los Elementos de Euclides tuvieron mucha influencia en el siglo xiii. También muestra pensamiento original de tipo científico en sus especulaciones sobre la forma de la Tierra y su situación en el espacio, o su disquisición sobre una roca cayendo hacia el centro de la Tierra. Campano de Novara tuvo acceso probablemente a la traducción de los Elementos hecha por Adelardo y fue la edición de Campano de esta obra la primera que se imprimió en Venecia en 1482 tras la invención de la imprenta. Esta obra se convirtió en el texto de enseñanza de Euclides en las escuelas de matemática en Europa Occidental hasta el siglo xvi. |
Campanus de Novara. |
(c. 1220 - 1296) fue un matemático, astrónomo, astrólogo, y médico italiano, conocido por su trabajo sobre los elementos de Euclides. En sus escritos figura como Campanus Nouariensis; los documentos contemporáneos se refieren a él como Magister Campanus; apareciendo así mismo su nombre completo como Magister Campanus Nouariensis. Es también referido como Campano da Novara, Giovanni Campano y otros nombres similares. Autores más tardíos (a partir del siglo xvi) a veces se refieren a él como Johannes Campanus o Iohannes Campanus. Semblanza Su fecha de nacimiento es incierta, pero puede situarse en la primera década del siglo xiii y su lugar natal fue muy probablemente Novara, en Lombardía. Sirvió como capellán de los papas Urbano IV, Adriano V, Nicolás IV, y Bonifacio VIII. Roger Bacon, contemporáneo suyo, se refirió a Campanus de diversas maneras elogiosas: uno de los dos "buenos" (pero no "perfectos") matemáticos de su tiempo; "excelente"; o uno de los matemáticos más grandes de su época.541 Recompensado con numerosos beneficios eclesiásticos, al morir era un hombre relativamente rico. Falleció en Viterbo en 1296. Realizaciones Campanus escribió una edición latina de los Elementos de Euclides en quince libros. Este trabajo fue muy influyente y era la recopilación de Euclides más frecuentemente utilizada hasta el siglo xvi. Está basado en una recopilación de Robert de Chester y también incluye material de: Arithmetica de Jordanus Nemorarius, el comentario sobre Euclides de Anaritius, y las adiciones del propio Campanus. Fue la primera edición impresa de Euclides, publicada por Erhard Ratdolt en Venecia en 1482 con el título de Preclarissimus liber elementorum Euclidis perspicacissimi. En el campo de la astronomía, escribió el libro Theorica Planetarum en el que describía geométricamente los movimientos de los planetas así como su longitud. También incluía instrucciones sobre la construcción de un equatorium planetario, así como su descripción geométrica. Campanus intentó determinar los tiempos del movimiento retrógrado de cada planeta. Los datos de los planetas están basados en el Almagesto y en las Tablas Toledanas del astrónomo árabe Azarquiel. Campanus dio instrucciones precisas acerca de la utilización de las tablas, e hizo detallados cálculos de las distancias a los planetas y sus tamaños. Este trabajo se ha denominado "el primer cálculo detallado del sistema astronómico tolemaico... siendo escrito en el latín hablado en Occidente." Se le ha atribuido a menudo el sistema de casas astrales para los horóscopos que divide el círculo celeste que pasa por el zénit en arcos iguales de 30°, aunque es conocido que este método ya había sido descrito por autores anteriores. |
Francia: la biblioteca de los dominicos de Colmar reabre sus puertas AGOSTO 12, 2022 ORIGEN: FSSPX.NEWS |
El 27 de junio de 2022, la biblioteca del convento de los dominicos de Colmar, en el Alto Rin, reabrió sus puertas al público, después de cuatro años de trabajo. La biblioteca alberga la segunda mayor colección de incunables de Francia, en un antiguo convento medieval reformado. La primera piedra del coro de la iglesia de los dominicos fue colocada en 1283 por Rodolfo de Habsburgo. Los edificios conventuales situados al norte de la iglesia se construyeron hacia 1300. La revolución francesa puso fin a la influencia de la Orden de Santo Domingo con el cierre de los conventos de la ciudad y la dispersión de los religiosos. Convertida en almacén de artillería, la iglesia fue adquirida en 1807 por la ciudad, que la convirtió en una alhóndiga. Restaurada a finales del siglo XIX, fue devuelta al culto en 1898. El convento se transformó hacia 1830 en cuartel de gendarmería hasta 1871, cuando los alemanes lo transformaron brevemente en una oficina de correos. En 1873, albergó una escuela preparatoria para maestros que continuó su actividad hasta 1940. Posteriormente, el ocupante alemán estableció allí una biblioteca popular. Se convirtió en propiedad de la ciudad de Colmar durante la liberación, y cuando fue parcialmente clasificado como "monumento histórico" en 1948 fue objeto de una importante campaña de reestructuración y renovación hasta 1951, para permitir la instalación de la biblioteca de la ciudad. La biblioteca "contiene la memoria escrita de Alsacia desde la Edad Media", subraya Rémy Casin, su conservador jefe. Entre sus 400,000 documentos se encuentran 2,300 incunables, libros de los inicios de la imprenta en la segunda mitad del siglo XV, "el fondo de estas obras más importante del país después del de la Biblioteca Nacional de Francia", recuerda Eric Straumann, alcalde de Colmar. La joya de esta colección es una biblia del impresor Johannes Mentelin, que data de 1460, "uno de los primeros libros impresos en Europa, cinco años después de la de Gutenberg", señala Rémy Casin. El fondo también incluye 1,800 manuscritos, el más antiguo de los cuales data del siglo VIII, 35,000 libros de los siglos XVI al XVIII, 21,000 grabados y dibujos antiguos, así como 40,000 obras y documentos alsacianos, antiguos o contemporáneos, que tratan sobre Alsacia. Como biblioteca municipal, el lugar es de acceso gratuito al público que puede visitarla, realizar consultas o tomar en préstamo algunas obras recientes, pero los fondos más preciados están reservados para los investigadores. El establecimiento cuenta con un taller de encuadernación desde 1941, donde dos restauradoras realizan importantes trabajos de mantenimiento de las colecciones. La biblioteca exhibirá alrededor de un centenar de obras extraídas temporalmente de las colecciones. Su restauración supuso una inversión de 19 millones de euros y fue diseñada por Stefan Manciulescu, arquitecto jefe de los Monumentos Históricos, con la asistencia del estudio de arquitectura Ameller & Dubois para el mobiliario contemporáneo. Los trabajos realizados en 2018 permitieron restaurar la integridad de los espacios del antiguo convento de los dominicos, con su claustro del siglo XIV, clasificado como Monumento Histórico. Las obras, materiales y acabados realizados para la restauración del antiguo edificio, así como las estructuras de madera expuestas, las tejas y los lucernarios, los suelos de arenisca rosa, las dobles ventanas de madera, las contraventanas interiores, evocan toda la riqueza histórica del antiguo convento. Ahora la sala del scriptorium, la sala capitular, la reserva visible, el claustro, los jardines y las exposiciones permanentes estarán abiertas a los visitantes. Biblioteca de los Dominicos, 1 place des Martyrs de la Résistance, 68000 Colmar - 03 89 24 48 18 |
MENS SANA IN OFICINA CON VISTAS. |
Una “doctrina de esclavos” para entender a jefes y empleados de hoy: el estoicismo ha vuelto. Una doctrina filosófica de hace 24 siglos que invitaba a aceptar la realidad tal cual es y ofreció consuelo a los más pobres y vía libre a los más ricos goza de éxito en forma de libros, ‘podcasts’ y ‘hashtags’ en las redes sociales. De las Meditaciones de Marco Aurelio a los podcasts sobre pensamiento práctico más populares del planeta, el estoicismo conserva una sorprendente vigencia. Ahora mismo, es una de las doctrinas antiguas más divulgadas en la red y la filosofía de cabecera de la élite empresarial disruptiva, de Kevin Rose a Elon Musk pasando por Bill Gates, Jack Dorsey, Jeff Bezos o Warren Buffett. Pioneros como Tim Ferriss contribuyeron a introducirla en Silicon Valley hace alrededor de 10 años, integrada en un sugerente cóctel posmoderno de taoísmo, confucionismo y meditación zen. Algunos analistas atribuyen su popularidad en el primer cuarto de este atribulado siglo XXI a que se trata de una filosofía práctica, una “escuela de vida”, en palabras del propio Ferriss. Pero, ya en 2016, Olivia Goldhill se preguntaba en un preclaro artículo en Quartz qué podrían estar aprendiendo Gates y compañía de una doctrina milenaria “concebida por esclavos griegos” que predica que el éxito es una ilusión y que hay que cultivar la austeridad y la renuncia como camino preferente hacia la virtud. Sandy Grant, filósofo de la Universidad de Cambrige, describe el estoicismo como una corriente intelectual que se propuso “aportar consuelo a los oprimidos” en un mundo “de esclavos y de jerarquías rígidas” en el que las mujeres eran consideradas “propiedad” de sus padres, hermanos o maridos. Incluso al divulgador filosófico Ryan Holiday, autor de éxitos editoriales como Estoicismo cotidiano: 366 reflexiones sobre la sabiduría, la perseverancia y el arte de vivir, le resulta paradójico que los estoicos modernos parezcan proliferar sobre todo en la cúspide de la pirámide social, no en su base. El estoicismo nuestro de cada día ¿Qué tiene de estoico Elon Musk? A juzgar por uno de los boletines oficiales del neoestoicismo contemporáneo, el blog de Holiday, The Daily Stoic, bastante poco. La página le reconoce méritos empresariales incuestionables, pero le reprocha una incontinencia verbal que hubiese exasperado al estoico por excelencia, el emperador Marco Aurelio. Musk, en opinión de sus correligionarios convertidos en detractores, tendría “demasiadas opiniones”. Sería demasiado proclive a “embarcarse en rencillas mezquinas, faltar al respeto a sus empleados con discapacidades, difundir desinformación y propaganda, atacar a periodistas” y, en general, “a dejarse arrastrar por las guerras culturales contemporáneas”. Ninguna de esas actitudes les parece muy compatible con la serenidad, la virtud, el equilibrio y el silencio interior que promueve la doctrina estoica. Es más, con la adquisición de Twitter, hoy X, Musk se habría convertido en promotor directo de una cultura de la inmediatez y el ruido del todo incompatible con esa escuela de pensamiento. De poco serviría, en consecuencia, que haya leído con avidez la obra del triunvirato estoico (Séneca, el esclavo Epicteto y Marco Aurelio) o que se imponga superficiales ejercicios de endurecimiento del espíritu como dormir en el suelo de sus fábricas en periodos de crisis. El estoicismo, para Daily Stoic, es otra cosa. Oscar Lagrosen, redactor de Medium, sí que acepta sin apenas reparos la tesis de que Elon Musk vendría a ser “el moderno Séneca”. ¿Sus argumentos? Tanto el filósofo cordobés como el emprendedor nacido en Pretoria fueron los hombres más ricos de su época: los más de 2.600 millones de dólares que posee Musk vendrían a ser el equivalente aproximado a los formidables 300 millones de denarios que acumuló Séneca. Más aún, ambos amasaron sus fortunas haciendo ejercicio de la virtud, “sin atisbo de corrupción”, tuvieron la disciplina necesaria para sacar el máximo partido de sus respectivos talentos e hicieron “el bien” sin esperar retribución ni reconocimiento. Lagrosen atribuye a Musk una hazaña altruista muy publicitada en su día pero sobre la que los analistas no se acaban de poner de acuerdo: haber donado una parte sustancial de su fortuna para paliar el hambre en el mundo, aunque no quedase del todo claro cuándo, a quién y en qué condiciones concretas. Por supuesto, tras valoraciones tan dispares se esconden formas divergentes de entender el estoicismo. Para académicos como Sandy Grant, John Sellars o Víctor Gómez Pin, esta sabiduría ancestral debe contextualizarse, interpretarse y, si procede, aplicarse, atendiendo a su complejidad y sus matices. Para divulgadores con o sin pedigrí filosófico, como Lagrosen o Massimo Pigliucci, bastaría, tal vez, con hurgar en el desván de la vieja doctrina, identificar algunas ideas con atisbo de vigencia y añadirles un discreto barniz de esotería o de autoayuda. De ahí la proliferación de podcasts que aportan “recetas estoicas” para disfrutar (o sobrellevar) la vida cotidiana, pero con frecuencia soslayan u omiten la pregunta fundamental: ¿en qué consistió verdaderamente el estoicismo? Los chicos del pórtico. El estoicismo es una escuela filosófica fundada por el sabio chipriota Zenón de Citio en la Atenas de principios del siglo III antes de Cristo, en pleno periodo helenístico. Los estoicos se reunían bajo un pórtico ateniense, la stóa, y allí elaboraron una ética personal basada en la persecución de la felicidad y la virtud a través del comportamiento racional, el autocontrol y la tolerancia. Sus ideas echaron muy sólidas raíces en la Roma imperial en siglos posteriores y acabaron convirtiéndose en la corriente intelectual y espiritual hegemónica, difundida en todos los niveles de la sociedad. Gates, Bezos y compañía conocen perfectamente los hechos, pero no parece ser esa la vertiente del pensamiento estoico que les interesa. Ellos se limitan a comprar, con entusiasmo un tanto acrítico, el estoicismo de Tim Ferriss, definido como “un sencillo e inmensamente rico libro de recetas para obtener resultados óptimos con esfuerzos mínimos”. El estoicismo, tal y como lo entiende Ferriss, vendría a ser una variante sofisticada del mindfulness combinado con la exaltación del liderazgo empresarial y la cultura del esfuerzo. Otros divulgadores recientes se han esforzado, pese a todo, por despojarlo de esa pátina elitista y promover una doctrina estoica de orientación popular, apta para todos los públicos. Es el caso de El pequeño libro del estoicismo: Sabiduría, resiliencia, confianza y calma de la mano de los filósofos clásicos, de Jonas Salzbeger. Otras muestras de esa sabiduría helenística al alcance de todos los bolsillos serían El camino del estoico, de Ollie Snider o Estoicismo para tu día a día. Una guía filosófica para ser más tenaz, tranquilo y resiliente. En casi todos estos ensayos más o menos cercanos a la autoayuda resulta clave el concepto de “resiliencia”, esa cualidad hoy tan de moda y que la RAE define como la “capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos”. Consuma estoicismo en juiciosas dosis homeopáticas y será usted cada vez más resiliente. ¿Así de sencilla y práctica resulta la “receta” de los discípulos de Zenón de Citio? En conversación con ICON, Víctor Gómez Pin recomendaba “disipar la confusión” recurriendo a las fuentes. Es decir, accediendo al estoicismo original (y a las interpretaciones rigurosas que los expertos vienen realizando de él desde entonces) en lugar de conformarse con sucedáneos “interesados, vulgares y triviales”. Eso es lo que se ha propuesto hacer Arpa Editores con la reedición reciente de uno de los textos canónicos del corpus estoico, las Meditaciones de Marco Aurelio. David Hernández de la Fuente, escritor y catedrático de filología clásica en la Universidad Complutense de Madrid, se ha encargado de la traducción, la introducción y las notas. Describe la obra como “las memorias intelectuales de un gobernante modélico”, además de un libro “que no fue concebido para que lo leyésemos, sino como el vehículo que encontró ese hombre culto y de actitudes contemplativas para interpelarse a sí mismo, como si tuviese dos voces conviviendo en su interior: una que duda y sufre y otra que ejerce de maestro ofreciendo consuelo y certezas”. A la luz de este texto “fascinante”, nos cuenta Hernández, habría que concluir que Musk, Gates y los demás tienen “muy poco” de estoicos:
Constrúyelo y vendrán. Hernández, pese a todo, considera “legítimos” los intentos de divulgar el estoicismo y traerlo de vuelta a nuestra época, aunque sea “vulgarizándolo”: “Después de todo, la filosofía se ha vulgarizado siempre para adaptarla a todo tipo de auditorios. En el fondo, no importa demasiado si entras en contacto con el estoicismo a través de un libro divulgativo, un podcast, una página web, un programa de televisión o un tuit. Si capta tu interés, ya te encargarás de profundizar al respecto, y acabarás asomándote a tu ritmo a una doctrina muy antigua que sigue ofreciendo lecciones cruciales para el presente”. Sí le preocupa un poco más que se acceda a ese caudal de sabiduría “a través de traducciones poco rigurosas y hechas con prisas” o, peor, “reinterpretaciones interesadas”. Pero considera que, aun así, el lector curioso y atento acabará encontrando su camino hacia “tesoros como las reflexiones de Epicteto, lo fragmentos de Zenón, el complejo y muy fértil pensamiento de Séneca” o las Meditaciones, “una obra maestra de la introspección y un canto a la dignidad íntima del ser humano”. ¿Se puede ser estoico en 2023? ¿Vale la pena proponérselo? Hernández recuerda que “el universo globalizado en que surgió el estoicismo, el de la Grecia helenística y el Imperio Romano, era similar al nuestro en su alto grado de interconexiones, sus turbulencias políticas o los retos climáticos, sanitarios y medioambientales a que se enfrentaba”. Pero también era un mundo muy distinto, “en el que ni siquiera los espíritus más elevados, como Marco Aurelio, se cuestionaban la esclavitud, la sumisión de la mujer o la vigencia de un imperialismo violento”. La distancia cultural que separa aquella época de la nuestra es inmensa, y “un intento de aplicación ingenua y acrítica del estoicismo resultaría absurdo y contraproducente”. En cambio, Hernández sí considera vigentes “lo que de universal tiene la sabiduría estoica”. Le parece una filosofía “útil para momentos de crisis, porque es una ética del deber, la serenidad y la responsabilidad, que nos invita a practicar el cuidado propio y ajeno, que tiene una vertiente social porque nos invita a colaborar, a actuar de manera empática, comprensiva y tolerante”. La vida virtuosa. El filósofo, ensayista y maestro Eduardo Infante, autor de ensayos sobre filosofía helenística como No me tapes el sol. Como ser un cínico de los buenos (Ariel), considera que los estoicos “no deben ser confundidos con la imagen tópica que el primer cristianismo difundió de ellos”. No eran en absoluto “masoquistas que persiguiesen la redención a través del dolor”. Al contrario, “se esforzaban en evitarlo racionalizándolo, relativizándolo y distanciándose de él”. Practicaban el autoanálisis como herramienta para convertirse “en personas excelentes”. Es decir, “equilibradas, sensatas, justas”, capaces de distanciarse “de la angustia, la inquietud y la búsqueda compulsiva de satisfacción inmediata del deseo, que es la verdadera fuente de infelicidad y sufrimiento” El estoicismo, recuerda Hernández de la Fuente, fue en su día “una revolución intelectual” que enseñó a los habitantes de un mundo convulso “a vivir mejor, de manera más virtuosa y racional”. Convivió con el politeísmo grecorromano, los cultos mistéricos y el cristianismo. Formó parte de la ideología dominante y tuvo un profundo impacto en la vida cotidiana. Pero nunca fue un culto exclusivo ni una religión dogmática. A nadie se le exigía que se “convirtiese” al estoicismo, pero con frecuencia resultaba útil conocerlo y practicarlo. Hernández se declara un fervoroso creyente en “la filosofía como salvación”, y un ocasional partidario del “estoicismo vulgar”, de uso cotidiano, que no “predica la indiferencia radical ante el dolor, propio y ajeno”, sino que enseña cómo afrontarlo en el marco de una ética “del buen vivir, de una vida a la vez activa y contemplativa, conforme a la lógica de la naturaleza”. Dos consejos prácticos del estoicismo le parecen de una especial vigencia: “Afronta la realidad tal cual es, apagando los malos juicios y las falsas percepciones. Y cultiva tu mente con la misma disciplina con la que el atleta cultiva su cuerpo”. ¿Su principal carencia? Que propugna un cierto conformismo, ya que “parte de la necesidad de aceptar la realidad tal cual es” y encontrar en esa aceptación una guía íntima de conducta. “El estoicismo”, concluye Hernández, “no es una filosofía útil para los que se proponen cambiar el mundo”. Ta vez esa sea una las razones menos obvias (y más incómodas) de su persistente popularidad entre las élites, por muy disruptivas que sean. |
Nota
La stoa (στοά, palabra griega, transcribible como stoá, en plural stoai, españolizable como estoa, y traducible como 'pórtico') es una construcción propia de la arquitectura clásica, una de las más sencillas: un espacio arquitectónico cubierto, de planta rectangular alargada, conformado mediante una sucesión de columnas, pilares u otros soportes (columnata), y, en su caso, muros laterales. En el urbanismo griego solía formar parte de espacios públicos como gimnasios y jardines; aunque su localización preferente era el ágora (la plaza pública de las ciudades griegas). Como espacio público protegido del sol y la lluvia, era un lugar idóneo para la vida social de las ciudades mediterráneas; a veces cumplía también funciones comerciales, alojando puestos de comercio. Es equivalente a los soportales o galerías porticadas de algunos otros lugares. De una de las stoai atenienses, la Stoa Pecile, deriva el nombre del estoicismo, pues en ella el filósofo Zenón de Citio impartía sus enseñanzas a sus discípulos. Como tipo de construcción se remonta a la época micénica, reapareciendo en la época arcaica en el Heraion de Samos (siglo vii a. C.), y en la época clásica en Delfos (a partir del 480 a. C.), donde se usó para depositar el botín de las guerras médicas. Zenón de Citio (Cicio o Citio, Chipre, hacia 334 a.C. - 260 a.C.) Filósofo griego, fundador del estoicismo. Hijo de un rico mercader chipriota, siguió al parecer en su juventud los pasos de su padre y, tras haber perdido gran parte de su fortuna en un naufragio, resolvió abandonar el comercio y cultivar la filosofía. Poco satisfecho con las doctrinas que Crates, Estilpón, Jenócrates y Polemón enseñaban en Atenas, creó su propio sistema filosófico y fundó, aproximadamente en el año 300, la célebre escuela estoica o del pórtico, así llamada porque impartía sus enseñanzas bajo un pórtico decorado con pinturas de Polignoto (Stoà Poikile). Después de enseñar durante más de treinta años, según se dice, se suicidó a los setenta y dos años de edad. Entre su escritos figuraban La república, Los signos, El discurso, La naturaleza, La vida según la naturaleza y Las pasiones. La escuela estoica decayó con su sucesor, Cleantes, pero cobró vigoroso esplendor con Crisipo, que fue realmente el sistematizador de la doctrina estoica y de quien se dice que escribió más de setecientos libros. Ninguna de estas obras ha llegado completa hasta nosotros; sólo se conservan resúmenes y fragmentos. Pese a ello, la influencia de la escuela de Zenón se prolongaría en el llamado «estoicismo medio» (siglos II y I a.C.), en pensadores como Panecio de Rodas y Posidonio de Apamea, y llegaría hasta el Imperio romano en el denominado «estoicismo nuevo», representado por figuras de tan diversa condición como el filósofo hispanorromano Séneca, el esclavo Epicteto y el emperador Marco Aurelio. Resulta muy difícil definir cuál fue el pensamiento original de Zenón de Citio, porque los testimonios posteriores relativos al estoicismo se refieren, generalmente, a las formulaciones de Crisipo. De todos modos, sí deben atribuirse a él las premisas fundamentales del estoicismo como "existe un orden a la vez racional y natural de las cosas" y "el bien consiste en el acuerdo pleno del individuo con ese orden". Por otro lado, también debe considerarse como original de Zenón la división de la investigación filosófica en lógica, física y ética, con la primacía de la ética sobre la pura teoría. El mundo, para Zenón, está penetrado en todos sus puntos de una vitalidad natural que se manifiesta primariamente en los fenómenos biológicos, que mantiene unidos cielo y tierra, y determina las vicisitudes de todas las cosas en su interior. La ética se basa en la constitución natural del hombre. Desconfía radicalmente de las convenciones sociales, porque nada nos asegura que no estén viciadas de irracionalidad y de pasiones y, por lo tanto, no vayan en desacuerdo con la naturaleza. Sin confirmar si es de Zenón o no, sabemos que el punto de vista estoico sobre el criterio de la verdad, que se debe determinar, ante todo, en lógica, se halla en las percepciones de los sentidos aprobados por la razón. La ciencia de la naturaleza se divide en dos principios: uno pasivo, la materia, el cuerpo; otro activo, Dios, el alma humana. No obstante, el alma es un aire ardiente, y Dios un principio ígneo universalmente extendido que anima cada cosa, y por su providencia dirige todos los seres, según las leyes inmutables del orden de la razón. En moral se sigue el mismo orden. La primera máxima es vivir según la ley de la razón bien ordenada, o vivir de un modo conforme a la naturaleza, porque tal es el objeto del hombre, tal es la virtud. Los principios del sistema práctico son:
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un gran final de una colección
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